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Capítulo 4. Preocupaciones
El teléfono suena.
Alza una ceja.
Es demasiado tarde como para que sea una mera cortesía, o consulta meramente pública.
Nadie está buscando a Bruce Wayne a esas horas... No... Batman, por otro lado.
—Será mejor que sea rápido—dice en cuanto acepta el llamado, han utilizado la línea directa de la Liga.
Escucha algo parecido a un gruñido.
—Agradable como siempre, Batman.
Incluso cuando dudan que alguien sea realmente capaz de infiltrarse en sus redes, todos los integrantes tienen prohibido decirse por sus nombres en esa línea de llamadas.
El moreno rueda los ojos, y el otro parece adivinarlo incluso sin verle.
—Necesito hablar contigo personalmente. Pero no he encontrado oportunidad de comunicarme en horas más decentes...
—¿Estás llamando para hacer una cita? —-suelta, y aunque su voz es firme se distingue la burla.
—Con tu historial, mejor preguntar si estás disponible o no. Debes saber por Nightwing que he ido ya a buscarte…
El murciélago puede recordar vagamente aquello. Asiente para sí mismo, eso habrá sido la semana pasada, durante los días en que su presencia fue solicitada lejos de la ciudad.
—Muy bien, Green Arrow. Fin de semana. Estaré esperando lo que tengas que decir.
Escucha algo parecido a una risa que se mezcla con un bufido.
—Allí estaré.
La comunicación se corta entonces y Bruce deja de lado el teléfono mientras pasa una mano por su rostro. No está de muy buen humor recientemente. Luego del incidente con West y la secuela protagonizada por Lane no había tenido un verdadero momento de descanso.
Aunque, verdaderamente, ese era el último de sus problemas en ese momento. Otro tipo de preocupaciones ocupaban la mente del guardián de Gótica en los días recientes.
Observa su mano izquierda con una atención tan similar a la que entrega al perderse entre un caso criminal que resulta de su particular interés. Casi puede comparar esto con ello. La sensación desagradable de no saber cómo actuar es un factor común, después de todo.
El tiempo parece irse volando y pronto se encuentra a sí mismo regresando los pasos hasta su habitación, de donde salió horas antes con la excusa de que tenía demasiado trabajo acumulado.
Clark no creyó en ello ni un solo segundo, y él tampoco.
El sonido de la puerta al abrirse fue lo que despertó al héroe de Metrópolis que, minutos antes, se encontraba descansando en la gran cama del otro. Bruce cerró tras él y caminó con serenidad hasta la cama, desde donde era observado.
Se colocó tras las sábanas y buscó el contacto del cuerpo ajeno, que pronto le recibió gustoso entre sus brazos. Clark besó su cabeza cuando notó la rigidez en su cuerpo.
Está inusualmente callado, en opinión del hombre de acero.
Y no está seguro de que deba preguntar al respecto.
Se arma de valor tras algunos segundos en los cuales esperó a que el otro durmiera sin éxito. Está hundido en sus pensamientos, y lo que sea en lo que esté pensando, está interfiriendo con sus horas de descanso.
—Bruce…—le llama, pasados unos minutos.
Le está escuchando. Su cuerpo ha cambiado su postura de una manera imperceptible al ojo humano, pero bastante evidente para el kryptoniano.
—¿Qué ocurre? —cuestiona con simpleza.
El murciélago guarda silencio, meditando seriamente sobre si debería expresa sus recientes preocupaciones o no. No considera aquello un asunto de vida o muerte, quizá mínimamente…
Observa de nuevo su mano, y siente como los brazos que lo envuelven le aprietan un poco más fuerte.
—¿Estás teniendo dudas? —murmura Kent herido.
El sencillo anillo de plata que adorna su dedo anular se siente pesado de pronto.
Niega.
—Estoy seguro de esto… Completamente. De otra manera jamás habría aceptado—responde con seriedad, pero la sinceridad es evidente.
—Entonces, ¿qué ocurre?
—No tiene importancia, Clark.
Se aleja de los brazos de su prometido. Traga grueso. La palabra le suena tan pesada. Siente que una responsabilidad grande está sobre sus hombros en esos momentos, y, aunque puede admitir solo para sí esto, está seguro de que ama por completo al hombre con el que comparte el lecho.
Escucha que el otro suspira.
—Es lo suficientemente importante como para quitarte el sueño. Y lo suficientemente importante como para que prefieras alejarme de ti…
Bruce se levanta de la cama, y Clark hace lo mismo.
—Cariño, puedes confiar en mí.
Bruce Wayne no es un padre ejemplar. De ninguna manera. Su punto de referencia es mínimo en cuanto a su progenitor y el mejor ejemplo de lo que debe hacer es Alfred mismo. Su estilo de vida es, de lejos, menos que adecuado para educar a un menor. Sin embargo, y aun cuando nunca lo hubiese planeado, es padre.
—Bruce…
No uno modelo, definitivamente. Comete muchos errores, y quizá exige demasiado de sus pupilos, pero, indudablemente, siempre intenta mejorar en ello.
—Sé que Damián está ocultándome algo—confiesa finalmente, dándole la espalda— Hasta ahora no se ha metido en problemas, pero…
—Temes que ocurra lo que pasó con Jason.
Bruce Wayne piensa que es un horrible padre, sin darse cuenta de que posee la mayor virtud que un hijo puede desear de su progenitor.
Ama con locura a su familia.
Wayne no puede más que suspirar, dándole la razón al otro. Siente los brazos de Clark envolverle nuevamente, y se permite mostrarse de la manera en que se siente en ese momento, herido.
Clark lo besa, y se permite decirle aquello que pasa por su mente.
—Digas lo que digas, yo pienso que eres un excelente padre.