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'DC - Público {SuperBat} por amourtenttia

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Capítulo 5. Cómo comenzó

 

 

 

Damián miró al mayor con la sensación de superioridad exudando por cada poro. Al menos en ello, era superior. Demostrar quién era mejor era su pasatiempo favorito, especialmente desde que se dio cuenta de la clase de sentimientos que el otro despertaba en su joven cuerpo. Su educación le impedía actuar cual crío común, sonrojándose, apenándose, negándose de modo exagerado ante lo evidente, ocultando sus sentimientos… No. Él no era ese tipo de chico.

Su madre siempre dijo que lo que fuera que quisiera, debía considerarlo suyo. Su abuelo iba más lejos, recordándole siempre que no existía cosa en el mundo que no le perteneciera ya… Y su padre… Bueno, él no hondaba demasiado en ese tipo de detalles. Si el dinero podía comprarlo —y se portaba lo suficientemente bien para ganarlo— no había cosa que pudiera negarle.

Le tomó tiempo adaptarse a ese esquema. Wayne no quería volverlo un niño mimado, alegando que él, a su edad, fue mil veces peor al demandar cosas. Alfred siempre le tranquilizaba, recordándole que no solía ser tan malo como pensaba. Luego Clark Kent se metió en la ecuación, y comentó que de donde él venía todo se ganaba. Esa fue la única vez en la que Damián tuvo un problema con el boy scout, pero eso era entrar en otra historia totalmente distinta.

El resumen era sencillo; Damián tenía lo que quería. Fin de la historia.

Y, hoy en día, su mente dejó de exigirle cosas, ahora era su corazón quien exigía. Una persona. No cualquier persona. Un hombre; y no un simple chico del instituto. Damián Wayne quería Richard Grayson. Y —como hemos comentado ya— el no ser un sencillo adolescente le impidió seguir los pasos “reglamentarios” en su repentino enamoramiento (como Dick gustaba llamarlo). Él no dudó. Ni siquiera pestañeó en ese momento. La revelación había golpeado tan fuerte en su mente que, cuando tuvo la oportunidad, soltó la bomba sin contemplaciones.

—Grayson. Me gustas.

El que su hermano adoptivo soltara la risotada más fuerte que le había oído nunca, como es de esperar, no le gustó.

—Oh, es la primera vez que dices algo bueno de mí… También me gustas… Un poco. Tienes una sed de sangre que no considero sana, pero dejando eso de lado tienes habilidades que yo no había dominado a tu edad… Cuando…

—No. Grayson. No ese tipo de gustar—replicó, y casi con deseos de palmearse la frente.

¿Habría algún día en que Dick fuese el adulto en sus conversaciones?

—¿Qué?

—Me gustas—repitió, seguro, mientras miraba la ciudad que se alzaba delante de ambos.

Bruce —como no— había sido arrastrado hasta Metrópolis a atender un asunto serio (hasta donde sabían, ambos eran lo suficientemente sabios como para no cuestionarle nada al murciélago) y habían sido asignados para velar por la seguridad de la ciudad esa noche —o las las necesarias, si el moreno no regresaba, en realidad—.

—¿Gustar, gustar? —cuestionó inseguro el mayor, sintiendo que se había perdido la broma en algún punto de la conversación, porque era una broma, ¿no?

Su rostro comenzó a arder con violencia cuando Damián soltó un bufido.

—¿Qué otra clase de gustar va a ser? Me gustas—reafirmó, ahora con cierta molestia.

¿Por qué, de entre todas las personas, tenía que ser él?

—Dami… Debes de estar confundido… Sé que me admiras y todo…

—No guardo ese tipo de sentimentalismos por ti, no sé por qué sigues ilusionándote por eso…

A Dick le costó no sentirse dolido.

—Damián, no puedes estar hablando en serio.

—Richard—le cortó, frívolo como él solo, dirigiendo su mirada hasta el otro finalmente.

¿Sería demasiado patético si admitiera que se sintió un poco intimidado?

Era un maldito niñato.

—Me gustas. ¿Es tan complicado de comprender? Lamento haberme demorado en entender mis sentimientos, solamente quería decírtelo, para evitar malos entendidos luego.

Balbuceó, tenía que admitirlo. Sonó como un estúpido.

—¿Q-qué? ¿Malos…? ¿Qué demonios?

Damián sonrió de ese modo enigmático que había heredado de su progenitor.

—Odio cuando Bárbara se te acerca más de la cuenta… O cuando finges que no tienes un flechazo por Pamela…

—¡No me siento atraído por Hiedra! —cortó, avergonzado.

—Ni siquiera dije que fuera ella—respondió entre divertido y enfurruñado el menor, continuó mientras el otro maldecía en voz baja— Eres mío, ¿entiendes? No tienes permiso de tontear con quien se te dé la gana…

Dick no pudo responder nada, porque los ojos de Wayne divisaron un malhechor a metros de distancia. Saltó sin pensarlo, utilizó el gancho y pronto estuvo a centímetros del idiota que se había atrevido a asaltar a una pobre mujer frente al hijo de Batman. Richard se quedó unos minutos más en el sitio, tratando de procesar lo que había pasado. Y eso fue solo el comienzo del caos que le quitaría el sueño en las noches siguientes.

La primera vez que se besaron, fue más porque Damián había picado su orgullo que porque fuera algo realmente planeado. Dick continuaba repitiendo que era demasiado joven para saber conceptos como “Esto es mío” o “Me perteneces”, y que, ciertamente, lo que pasaba era un sencillo enamoramiento pasajero.

Si hubiese cerrado la boca, quizá Damián no hubiese presumido sobre lo mucho que había madurado en otros ámbitos, o lo idiota que se estaba portando por no admitir algo tan evidente como que su declaración le había sobrepasado.

—El único crío aquí eres tú, negándote a lo evidente—soltó el de ojos verdes, con saña

—¿Y qué se supone que es lo evidente? —gruñó él, mientras continuaba tecleando furiosamente en el gran computador de la baticueva.

Nuevamente, Nightwing fue solicitado para sustituir al caballero de la noche, dado que éste a su vez fue reclutado por la Liga, una amenaza interdimensional sobre la cual —nuevamente, y en una costumbre que nació desde que Alfred les riñera diciendo que no se metieran en asuntos de mayores—no preguntó ni mencionó nada. Solamente llegó a cumplir con lo que el mayordomo había encargado (porque Bruce no le habría llamado personalmente, especialmente con Damián pululando por ahí, de nuevo, Dick no admitiría cuánto se había ofendido ante el hecho en particular). El menor de la familia había aprovechado para abordarle entonces, acabando con su paciencia luego de que patrullaran, y tras regresar a casa, donde él aprovechaba de investigar algunas cosas que necesitaba.

—Lo evidente es que sientes algo por mí, y no precisamente hermandad…

Se tensó imperceptiblemente.

—¿Qué te hace pensar eso? —inquirió, fingiendo que aquello no le interesaba en lo absoluto

—No te habías aparecido por la Mansión desde que hablamos…

—Eso no dice nada…

—Y estuviste rechazando todas mis llamadas.

—Estaba ocupado.

—Incluso cuando hice que Alfred te llamara.

Pillado. Había sido pillado.

Claro que le alegraba que el mayordomo quisiera saber de él, nunca podría darle un cortón al hombre que, junto con Bruce, dedicó parte de su vida a educarle, cuidarle… Pero en cuanto se dio cuenta de que Dami estaba detrás de aquello también.

Estaba demasiado asustado de que pudiera decir algo demás.

Tenía un flechazo por tu padre a tu edad, probablemente sientas lo mismo por mí” ¡No había forma en que admitiera aquello!

—Eso no dice nada—trató de convencerse

—¿Has notado que no lo has negado ni una sola vez? Porque eso sí que reafirma todo lo que estoy pensando…

Bufó, mientras le miraba con enfado.

—De acuerdo, ¿y cuál sería tu magnífico plan si te correspondiera? Eres un crío. Eres un hombre… Niño. Entiendes el punto… Y eres el hijo de mi mentor, del hombre que considero mi padre.

—¿Y me ves cómo hermano? No recuerdo que a Drake eso le resulte tan importante...

—¡Damián! —gritó, histérico.

¿Cómo lograba hacerlo? Dick estaba seguro de que su paciencia era superior a la de cualquiera de los que habían pisado la baticueva —¡y sí, estaba orgulloso de incluir a Superman! —. Quizá no fuese el más listo, ni tuviera las mismas habilidades, o una comprensión inigualable, pero vaya que tenía paciencia… Especialmente para no ser impulsivo —Bruce podía ser muy paciente, pero solo era para clavar un batarang por tu espalda, eso es lo que él pensaba—. Era un maldito santo, por amor a Dios… Y de buenas a primeras llegaba ese niño a perturbar su calma; todo campante, con extrema facilidad.

—Tengo 25, tú tienes ¿cuántos? ¿12?

Damián rueda los ojos.

—Tengo 15…

—¡¿Y lo dices como si fueran solamente dos años de diferencia?!

La sonrisa del menor le hace repasar su comentario, quiere estrellar su rostro contra el teclado con fuerza. Morir de un golpe en la cabeza, sí, eso sería fantástico ahora mismo.

—¿Entonces es la edad?

Desea llorar de impotencia, entonces nota que, efectivamente, está perdiendo esa conversación. ¡No puede permitirlo! Es un joven adulto. Es el primer Robin, y, más importante, ¡es el maldito adulto en ese momento!

—Por supuesto que tiene que ver con tu edad… ¿Notas la diferencia de estatura? ¿O de tamaño? Y no hablo precisamente de tu talla de zapatos…

Sonríe cuando lo ve avergonzarse.

—Eres un niño, Dami. No tienes la experiencia que necesito que tengas…

El menor frunce el ceño.

—¿Qué harías si la ganara?

—Estarías siéndome infiel en el proceso, y según tú, no podemos tontear con nadie más, ¿no?

Damián se ofende.

—¡Eso no es justo! ¡Llevas años entrenando para esto!

Le cuesta no reírse.

—No quisiera decir que tengo un largo historial… Pero si contara las personas con las que he estado…

La mirada del chico le hace callar. Quizá mantener a esas personas en anonimato les dé un día más de vida. Aunque teniendo en cuenta que uno que otro criminal sería mejor siendo cazado por el heredero de la Liga...

—No debe ser tan difícil entonces… Besar a alguien, meter mano… ¡Lo he hecho antes!

Grayson realmente quiere nombres. Y la seguridad de que no terminará en la cárcel.

—¡Ja! ¿Alguna chica y tu jugando a ser adultos? —se burla, aunque espera realmente que no responda, preferiría infinitamente que se ponga rojo de nuevo, y el tema quede olvidado (dentro de lo posible, porque está pensando en consultar hasta los Dioses para saber quién osó tocarlo)

—¡Ya te dije que no soy un niño! ¡Y no ha sido una chica!

Realmente Damián debería aprender a no decir mentiras.

—¿Cómo iba a aprender sobre esto si no practicaba antes con alguien como tú?

Se pone rojo de furia. Eso se estaba saliendo de sus manos. Sus emociones se estaban escapando de su control.

—Podrías besar a los chicos de tu escuela, y ninguno te enseñará a hacerlo correctamente.

—¿Qué sabes que hice o no? Tienen tanta experiencia como tú… Y no he dicho que tuvieran mi edad tampoco…

Si le preguntan el momento exacto en que se puso de pie, o cuándo ha sido el instante en que acorraló a Damián contra la superficie más próxima, realmente no habría respuesta. Pero el solo ver las reacciones que provoca en Grayson…Su rostro se ha puesto tan rojo como un tomate cuando Richard toma su rostro, pero no le toma importancia, no cuando siente su respiración tan cerca de sus labios. O la manera en que su rodilla se ha colado entre sus piernas, aprisionándolo, tocando lugares donde nunca antes ha sido tocado, por mucho que intentara engañarlo.

—Estás mintiendo…—afirma, queriendo convencerse más a sí mismo

—¿Lo hago? —replica, seguro, aunque por dentro esté temblando.

Sí, Damián debería dejar de mentir.

El beso llega sin más. Los labios expertos del mayor consiguen internarse en su cavidad, robándole el aliento. Dominando, conquistando sin problema alguno el terreno virginal. Nada antes ha alcanzado sus labios, y saber que aquello podía sentirse tan bien como para que no le interese el respirar es arrasador. La presión entre sus piernas aumenta, y cuando están flaquean, luego de que un gemido se escapara, Dick sabe que es suficiente.

Si no fuera porque tiene la barra tras él, probablemente Wayne habría terminado en el suelo, demasiado impresionado como para reaccionar mejor.

—Eres demasiado joven aún… No necesito un amante que se correrá incluso antes de la primera sesión… —dice, burlón, avergonzándolo.

Las maldiciones del menor retumban en sus oídos mientras sube las escaleras, dejándolo solo. Cuando está fuera de su visión debe de correr al baño más cercano, y rogar a todo que Alfred no llegase a notarlo huyendo tan despavoridamente. Baja su pantalón, casi maldice cuando toca su erección.

“Esto no puede estar pasando” piensa, resentido.

Ha tenido que morderse los labios para no dejar escapar ningún sonido.

El recuerdo de los labios del menor lo hacen disfrutar más de lo que hace, el sube y baja de su mano lo hace apoyarse con la libre a la pared más próxima, temiendo que termine perdiendo el equilibrio en algún momento.

“Estúpido, estúpido, estúpido”

Recuerda la forma en que sus bocas se unieron, la manera en que los labios del chico se han ido hinchando por lo salvaje de sus actos. Si cierra los ojos puede verlos claramente, ocupados en otra zona de su cuerpo…

Ahoga un grito cuando termina. Apoya su cabeza contra el blanco mármol y debe respirar con fuerza para recuperar el aliento, la sustancia blanquecina mancha la pared frente a él. Se hace la nota mental de desaparecer los productos de limpieza del mayordomo para erradicar toda evidencia.

No hay culpa en su mente en ese momento, eso es lo que le hace sentir mal después.

Damián insulta en cuanta lengua sabe hacerlo, y pronto se ve en la necesidad de ayudarse de su capa para ocultar el problema en su traje. Sube las escaleras con cuidado, vigila que nadie le observe y va directo hasta su cuarto. Se mete a la bañera en tiempo récord. Nunca ha lidiado con una erección antes y no comenzará a hacerlo ahora. No cuando la posibilidad de que el mayor sea el que lo resuelva está ahí finalmente.

 


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