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Un pastelito preciose por Annie de Odair

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Tim sostenía su taza de café con una mano y con la otra, el celular. Se había levantado hacía por lo menos una hora, pero estaba quieto en la isla de la cocina, sin despegar su vista de la pantalla. Incluso pasó Dick por su lado y le quitó la taza de café para calentarla porque ya se había enfriado.

 

Recién volvió el sí cuando Damian pasó a su lado y tiró de su camisa con fuerza.

 

—¡Pon atención Dake! —gritó el menor de la casa, utilizando el apellido mal pronunciado de Tim.

 

Dick rió al ver el ceño fruncido de Damian, como siempre, haciendose el malo con su hermano, cuando ni siquiera podía pronunciar su apellido. Tim lo miró y alzó las cejas y Damian no se intimidó, frunció más el ceño y lo acusó con la mirada.

 

—Nuestro pajarito está distraído, Dami —comentó Dick, acariciando el cabello de Damian y otorgándole la taza con el café calentado a Tim—. ¿Hay algo que quieras comentarnos?

 

El rostro del hermano del medio se puso rojo. Dick rió al instante y Damian frunció más el ceño si era posible. Tim se sintió descubierto y dejó el teléfono boca abajo mientras hundía su rostro en la taza.

 

—¿Estás saliendo como alguien Timmy? —preguntó Dick, sentándose frente a él en la barra y alzando a Damian para que se sentara en una silla alta diseñada para él.

 

—¡No, no!, yo sólo… —comenzó pero el gesto de Dick le hizo darse cuenta de que así empeoraba las cosas.

 

—¿Es Conner? —agregó de nuevo, con el tono suave que usaba cuando quería que alguien de la familia hablara. Dick era todo un manipulador.

 

Damian alzó su vaso de plástico y lo estampó contra la mesa enojado.

 

—¡Conne, no! —gritó y Dick lo miró con una risita.

 

Tim recordó que Damian era muy celoso con la familia y la gente que lo rodeaba. Conner siempre fue amigo de Tim y además era el hermano mayor de Jon, amiguito de Damian. Ahí tenía dos frentes abiertos por los cuales su hermanito menor podría declararle la guerra a Conner.

 

—¡No es Conner! —exclamó apresuradamente, sin darse cuenta que su frase excluía a Conner, pero dejaba la puerta abierta a que si no era él, era alguien más.

 

—¡Conne no! —agregó Damian, con el ceño más fruncido que Nunca.

 

Dick le acarició el rostro con ternura y se inclinó para darle un besito. Tim sonrió al ver la escena tan tierna. Damian solía ser muy celoso con Dick también, después de todo el joven era como una madre/padre para él. Desde que Tim era chico, había convivido con la idea contradictoria de que Dick era su hermano mayor y al mismo tiempo pareja de Bruce.

 

Sabía desde que llegó allí que Bruce era un hombre joven, que no le llevaba mucha diferencia de edad y que su relación con Dick fue bastante conflictiva, porque si bien los dos se sentían atraídos y se querían, Bruce no permitió que pasara nada entre ellos hasta que Dick cumplió dieciocho. Entre ellos pasó mucha agua bajo el puente, pero después de tantos años, después de que se enteraran de que Damian existía y Dick lo adoptara como su bebé, las cosas comenzaron a salir bien y tanto Dick como Bruce se establecieron como familia.

 

—¿Entonces con quién hablas, Tim? —preguntó Dick, sacándolo de su ensoñación.

 

—¡Con nadie! —exclamó sonrojado y sacudió su cabeza—. Sólo son mis amigos.

 

Dick irguió una ceja y Tim buscó cualquier cosa para desviar el tema, tan torpemente que utilizó el mismo tema, aunque Dick no lo supuiera.

 

—Dick, ¿tú… conoces a alguien llamado Jason? —preguntó bajando la vista y apretando las manos alrededor de la taza.

 

Su hermano mayor frunció el ceño y su mirada se quedó perdida. Damian lo miraba con asombro, sin entender por qué no respondía y cuando comenzó a zarandear su camisa al grito de Ick, él volvió en sí. Tim recordó la forma en que Jason se había quedado pensando cuando le nombró a Dick. Probablemente había sido una época oscura de sus vidas, triste y gris. Y recordar a la persona que fue un salvavidas para el otro era algo que daba un sentimiento agridulce.

 

—Tenía un… amigo llamado Jason cuando estaba en el orfanato —comentó Dick, cuando volvió en sí, acariciando el cabello de Damian—. ¿Por qué, Timmy?

 

ÉL se mordió los labios sin saber qué decir ahora. Había desviado el tema de con quén hablaba, pero eso no solucionaba su problema, porque probablemente tendría que dar más explicaciones.

 

—Porque… con los chicos conocimos a un muchacho en el bar donde vamos. Se llama Jason —contó, intentando hacer como si nada pasara, mientras ponía manteca a una tostada—. Trabaja allí y hablando dijo que te había conocido.

 

Los ojos de Dick se abrieron enormemente. Tim se arrepintió al instante de decirlo. Si no fuera porque Dick estaba condenadamente enamorado de Bruce, Tim se moriría de celos y de culpa por sentirlos.

 

—¡Wow! —exclamó con asombro—. Hace mucho no lo veo. Se que lo adoptaron unas mujeres muy buenas, pero nuestras vidas luego del orfanato nos separamos.

 

Damian lo miraba con el ceño fruncido, de alguna forma no le gustaba el nombre de Jason y como parecía ser importante para los dos jóvenes. Dick se levantó con su taza y comenzó a lavala. Alfred se había ido de viaje acompañando a Bruce y Dick había prometido que podía encargarse de todo.

 

—Mándale saludos si lo ves de nuevo —agregó de espaldas.

 

Tim se preguntó si se se quedó pensando en eso, en Jason, el orfanato y todo lo que tenía que ver con esa época trágica de su vida. Se levantó de la isla y le pasó su taza mientras él agarraba su mochila y le daba un beso en la mejilla a Damian que hizo una mueca, frunciendo el ceño, y limpiándose la cara.

 

—Voy al colegio, te veo después Dick —murmuró abrazándolo con fuerza y saliendo de la cocina.

 

Siempre lo llevaba Alfred, pero como no estaba, decidió pedirle a Steph que pasara por ahí con su auto. A Tim le daba vergüenza andar con el suyo, no quería parecer un chico rico y pedante, aunque la primera parte fuera verdad.

 

Se quedó esperando en la puerta de su casa mientras miraba los mensajes que se había mandando con Jason. Desde la cita en el café hacía unos días, no habían vuelto a verse, pero Tim le enviaba algunos mensajes y Jason siempre le respondía.

 

Tim: Estoy yendo al colegio, ¿te gustaría que hablemos cuando salga?

 

Jason: Hoy no trabajo preciosa, podrías venir a casa. Si me dejas invitarte esta vez.

 

Tim casi saltó de alegría pero se contuvo.

 

Tim: Salgo a la una y media de la tarde, ¿quieres que comamos algo en tu casa? Puedo llevar para cocinar.

 

Jason: Basta, pastelito rico, déjame invitarte esta vez. No soy tan pobre como parece.

 

Rió suavemente al leer ese comentario y se mordió los labios con ansiedad.

 

Tim: Está bien, te dejo invitarme. Después dime tu dirección. Nos vemos más tarde, Jay.

 

Desvió el rostro cuando un bocinazo lo sobresaltó. El auto de Steph estaba parado en la calle y ella lo miraba con una sonrisa suspicaz.

 

—Tienes muchas cosas que contarme, Tim —dijo ella a modo de saludo—. Sube, vamos.

.

.

.

Jason le había propuesto, de nuevo, pasarlo a buscar, pero Tim se negó. Sería raro que alguien tan guapo y más grande, lo esperara en el colegio. Se sentía un poco tonto pensando así, pero Tim siempre quiso pasar desapercibido y ya era difícil siendo el hijo trans y gay de Bruce Wayne como para que en las tapas de revistas de management saliera que el “el hijo trans de Bruce Wayne sale con un bartender

 

Tim le pidió a Steph que lo dejara en la casa de Jason y por eso tuvo que aguantarse sus gritos de emoción y sus pedidos de información con el chico del bar que tan guapo se veía.

 

—¿Ya habías ido a la casa? —preguntó con un chillido de emoción mientras lo llevaba.

 

—No, esta es la primera vez —murmuró nervioso, revisando su celular para avisarle a Jason que estaba en camino.

 

Stephanie le preguntó de todo, por su primera cita, sus mensajes, si quería tener sexo, que se cuidara, si necesitaba condones, incluso intentó darle los suyos, pero Tim se puso todo rojo y los rechazó diciéndole que él tenía y que se callara.

 

Al final, ella terminó dejándolo en paz y estacionó el auto en la puerta del departamento de Jason. Solamente se asomó por la ventanilla y lo saludó.

 

—Cuídate Tim —pidió sonriendo suavemente y él asintió.

 

Un suspiro abandonó sus labios cuando vio el auto de Stephanie doblar en la esquina y fue a presionar el timbre, mientras le avisaba por el celular que estaba en la puerta. No tuvo que esperar mucho para ver a Jason abrirle.

 

—Hola pastelito —dijo a modo de saludo invitándolo a pasar al hall del edificio.

 

Tim entró, con su mochila colgada al hombro, y cuando Jason cerró la puerta y encaró hacia el ascensor, lo siguió. Se sintió nervioso de estar en ese lugar tan cerrado y pequeño con el chico que le gustaba, pero también tenía una emoción que fulguraba en su interior.

 

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó Jason, mirándolo con una sonrisa.

 

Sólo cuando reparó en él se dió cuenta de que se había bañado hacía poco. Su cabello negro estaba húmedo y en ese mechón blanco que le sobresalía como flequillo, aún resbalaban una gota de agua.

 

—Bien, igual que siempre en realidad —respondió y se hizo a un lado para mostrarle que había comprado algo—. Traje cerveza.

 

Jason irguió la ceja y negó con la cabeza.

 

—¿Quién le vende alcohol a un menor? —preguntó con una sonrisita y Tim giró los ojos.

 

—Tú lo haces.

 

Jason rió al mismo tiempo que el ascensor se detuvo. Bajaron en silencio, lo único que se escuchaba eran las llaves en la cerradura. Tim estaba algo nervioso y ansioso, más que nada porque nunca había estado en el departamento de Jason. Sin embargo, cuando entró, se sintió muy natural.

 

El departamento era amplio y tenía un entretecho. Era un solo ambiente, pero como tenía techos tan altos, habían construido ese entretecho donde podía ver la cama de dos plazas y un armario. El resto lo componía una pequeña cocina con una barra junto a una pared, y del otro lado unos sillones frente a una televisión. También alcanzó a ver un balcón y le agradó la idea de salir a tomar aire más tarde.

 

—Esto debe ser como tu cuarto, ¿no, preciosa? —preguntó Jason sonriendo y Tim negó rápidamente.

 

—Es más lindo —dijo, en voz baja, y lo decía en serio. Eso era el sacrificio de Jason y lo que él se había ganado con sus esfuerzos.

 

—No me mientas, pajarito —mencionó sonriendo de lado y Tim se estremeció por el nuevo apodo que le había dado. Dick lo llamaba así ocasionalmente, y eso le hizo pensar que quizá el nombre venía de algo entre ellos cuando eran chicos.

 

Por más que sabía que no tenía sentido, un poco celoso lo puso.

 

—¿Quieres un café mientras preparo la comida?, ¿qué te gustaría comer? —preguntó Jason mirándolo con atención y sacando a Tim de su nebulosa.

 

Tim se sentó en la barra frente a la cocina y asintió a lo del café.

 

—Lo que tú quieras o tengas —mencionó estirando su espalda, algo contracturada después de tantas horas sentado en la escuela.

 

—¿Qué te parece unas pastas con salsa? Se me da bien cocinar.

 

La idea era muy tentadora y asintió con gusto. Alfred se encargaba de todas las comidas en su casa y Tim no había tenido la necesidad de cocinar nunca, así que no solía intentarlo. Jason le pasó una taza de café que había preparado y él se entusiasmó abrazándola con las dos manos para recibir el calor que emanaba.

 

—Cuéntame algo, pastelito —pidió Jason dándole la espalda.

 

Tim sabía que en algún momento tendría que decirle la verdad. No podía simplemente enterarse cuando estuvieran enredados en la cama y entre sus piernas no hubiera lo que él esperaba de un hombre. Estaba bastante seguro de que Jason era bisexual, pero eso no le aseguraba que lo querría a él, un chico que conservaba rasgos de un cuerpo femenino.

 

—No tengo mucho que decir, no pasó nada loco hoy —dijo al pasar, agradeciendo que Jason estuviera de espaldas para que no viera su nerviosismo.

 

—Algo tuvo que haber pasado, no puede ser que la vida de un niño rico sea tan aburrida —bromeó tomando algunas cosas para amasar.

 

—¿Vas a hacer la pasta? —preguntó sorprendido y Jason se dio la vuelta con el paquete de harina en la mano.

 

—¿Cómo quieres que la haga si no? —respondió sonriendo con un gesto de suficiencia.

 

—No lo sé, ¿echando el paquete de fideos al agua, quizá? —murmuró Tim, alzando los hombros.

 

Jason rió gratamente y se volvió para continuar.

 

—Vamos a comer ñoquis, Tim —dijo haciendo una mueca divertida—. No hay forma de que vaya a comprarlos hechos.

 

Sonrió con cierta calidez en su interior. Jason parecía muy hogareño a veces, lo cual contrastaba con lo que él pensaba desde afuera. Cuando lo veía en el bar su impresión era la de un muchacho que trabajaba por las noches, probablemente con una vida nocturna activa que andaba de fiesta en fiesta. Pero la realidad le demostró, de nuevo, que lo que muchas veces pensaba no era lo verdadero. Y que lo verdadero puede tomar muchas caras, porque si bien Jason trabajaba de noche y no tenía ningún problema con seducir a nadie, y eso lo había comprobado, también era hogareño y no se hacía dramas a la hora de ponerse un delantal y amasar.

 

—Mi mamá —comentó Jason de espaldas—, bueno, una de ellas, hace los mejores ñoquis. Me enseñó y hacíamos juntos cuando vivía con ellas.

 

—¿Te mudaste hace mucho tiempo solo? —preguntó, porque la curiosidad le comenzó a ganar y quería saber cómo era la vida de esa persona tan extraña y agradable.

 

—Cuando cumplí veinte, hace un año más o menos —le contó—. Les dije a mis mamás que quería vivir solo y ellas me consiguieron este lugar, no muy lejos de donde viven ellas. Vienen de visita seguido, un día tal vez las conozcas.

 

El corazón de Tim saltó. ¿Conocer a las mamás de Jason? Una parte de él se alegraba de que no hubiera ningún padre, aún le quedaban resabios de los estereotipos televisivos del padre siendo hostil con el novio de su hija. Pero por otro lado, recordaba que su padre era Bruce Wayne y su pensamiento era pobre Jason.

 

—Bueno, ya conoces a mi hermano —mencionó para bromear un poco y Jason se dio la vuelta sonriendo, con la cadera apoyada en la encimera de la cocina.

 

—Dick era una persona complicada a veces. Aunque se negaba a pelar y era una luz en medio de tanta oscuridad, cuando se metía en pleitos era difícil ganarle —reveló sonriendo con melancolía—. No me gustaría enfrentarme a él, sabes. Seguro querrá matarme cuando se entere.

 

—¡Tampoco es algo tan malo, Jason! —enfatizó Tim, dándose cuenta de que había dicho tan.

 

—Pero Dick es el rey del drama, ¿o cambió eso?

 

No. Para nada.

 

—Bueno, creo que después de todo lo que pasó con Bruce, su tolerancia al drama cambió mucho —murmuró pensando en voz alta más que hablando con Jason.

 

—¿De qué hablas? —preguntó él, sin entender—. ¿Qué pasó con el ricachón y Dickiebird?

 

Tim se mordió el labio. Confiaba en Jason, pero quizá era algo que debería haberse guardado. ¡Maldita sea, había algo mucho más importante que contarle que esto!

 

—Mmm —dudó pero los ojos de Jason le insistían y terminó cediendo—. Dick y Bruce tienen una relación un poco… complicada. Para mi ya es normal, aunque nadie sabe de esto porque sería un escándalo, pero ellos… están juntos.

 

Los ojos de Jason se agrandaron tanto que Tim temió haber cometido un error al decir aquello, pero luego una carcajada, gruesa y cálida llenó todo el lugar.

 

—Así que Dickie se está comiendo al viejo —murmuró riendo y Tim no pudo aguantar la mueca graciosa—. Bueno, a él siempre le gustaron mayores.

 

—¡Tú no eras mayor! —exclamó Tim.

 

—Eso es diferente —quiso excusarse pero la sonrisa de Tim le hizo perder la concentración y ambos terminaron riendo.

 

Cuando Tim bebió todo su café, se bajó de la banqueta y se puso al lado de Jason para lavar la taza. Alzó un poco su mirada y lo vio ahí, concentrado mientras le preparaba una comida casera. Se veía tan lindo, con el labio torcido hacia un lado y el mechón blanco cayéndole sobre el rostro.

 

No pudo evitar alzar la mano y quitar ese mechón de sus ojos. Jason desvió el rostro instantáneamente y le sonrió.

 

—Gracias, pastelito —murmuró y Tim sintió que su cerebro se derritiría ahí mismo.

 

Jason dejó la harina y se dio la vuelta para verlo de frente. Tim se mordió los labios y no se movió cuando Jason pasó sus brazos por su cintura y lo atrajo contra él. Contuvo la respiración cuando lo vio tan de cerca y cerró los ojos.

 

El beso llegó unos segundos después, con sabor del café reciente. Tim rodeó su espalda con una mano y con la otra dibujó figuras en uno de sus hombros. Este beso fue más largo, más íntimo que los dos anteriores, tan tímidos y públicos.

 

Cuando se separaron, Jason le sonrió con ese gesto tan seductor y con su dedo índice, enharinado, le manchó la nariz. Tim se alejó por instinto y se tocó la cara, riendo suavemente.

 

—Eres un idiota —murmuró, con una sonrisa brillante y Jason lo miró de lado, igual de contento.

 

—Yo tenía razón —aseguró—. Eres un pastelito muy rico.

 

Tim tuvo que darse la vuelta para volver a la barra y que así ese hombre no pudiera ver el efecto tan tremendamente debilitador que tenía sobre él.

 

Si no se moría en ese momento, no sabía cuánto más podría durar.

.

.

.

La comida tardó bastante más de lo que habían imaginado. Jason se maldijo por no haber comenzado a prepararla antes, pero al final terminaron comiendo cerca de las tres de la tarde. Tim sacó las latas de cerveza de la heladera y se acomodaron en la barra, uno frente al otro.

 

El primer bocado que Tim le dio a los ñoquis le arrancó un gemido de gusto. La comida se derretía en su boca e hizo una mueca de satisfacción.

 

—Mmm, esto está muy bueno —halagó con la boca llena y Jason se rió de él, abriendo una de las latas y dándole un sorbo.

 

—Gracias, tardó mucho, pero al final estuvo bueno —comentó mirándolo disfrutar de su comida.

 

—¡Eso no importa, Jay, esto está delicioso!

 

—Me siento muy halagado viniendo del niño rico que seguramente probó las mejores comidas.

 

Tim negó suavemente. Alfred era la única fuente de sus buenas comidas, porque las que preparaban para los eventos donde Bruce iba con sus hijos no se acercaban ni de lejos a la de su mayordomo o ese plato que ahora comía.

 

—No te creas, no siempre comemos tan bien.

 

—Uy, me imagino, debe ser de tus mayores preocupaciones, ¿verdad preciosa? —dijo con sarcasmo.

 

Aunque el comentario no tenía intenciones de herir, a Tim no le gustó mucho.

 

—Yo también soy un niño adoptado, ¿recuerdas? No todo es miel sobre hojuelas —respondió un poco ofuscado, pero se metió varios ñoquis en la boca para callarse.

 

Jason lo miró un segundo y suspiró.

 

—Lo siento, Tim. No pretendía recriminarte nada.

 

—Lo sé, lo sé —murmuró volviendo la vista a él. La voz en su cabeza insistía en contarle la verdad  y ya no podía ignorarla mucho—. Es sólo que no tuve una vida tan fácil como se piensa.

 

—¿Quieres contarme algo? —preguntó Jason, sonriendo cálidamente.

 

De hecho sí.

 

—Sí, hay algo que debería decirte —murmuró, mirando su plato sin atreverse a verlo—. Quizá es una tontería, pero para mi es algo importante.

 

Jason se inclinó más en la barra y no le pidió que lo mirara.

 

—Dime, Tim. Puedes contarme —dijo en un tono de voz bajo y comprensivo.

 

No era tan difícil, ¿qué era lo que más miedo le daba?, ¿decirlo o que Jason no lo aceptara?

 

—La verdad es que yo… no soy como todos los chicos. Al menos no como la mayoría —comentó, intentando empezar de algún modo.

 

—No, claro que no, eres mucho más hermoso.

 

Tim sonrió, ganando valor para mirarlo y decírselo a los ojos.

 

—Cuando yo nací y no vivía con Bruce yo… —se mordió los labios y volvió a verlo para recuperar la fuerza—. Yo era una niña.

 

Jason parecía no entender y ladeó el rostro, quizá confundido.

 

—Tenía seis cuando me di cuenta de que estaba atrapado en una identidad que no me correspondía, que no me gustaba, que no me hacía feliz —contó, recordando por un breve instante a sus padres—. Mi mamá no quería aceptar que yo me sentía varón, y durante mucho tiempo me obligó a usar vestidos que yo odiaba. Mi papá nunca decía nada, él sólo se dedicaba a sus negocios.

 

El silencio que había cada vez que tomaba una respiración le erizó la piel, pero sentía que debía continuar.

 

—Cuando cumplí los ocho años mi mamá me llevó a una tienda de ropa de chico y ahí me llevé varias prendas. Ella pareció darse cuenta de que era feliz así, eligiendo usar algo que me gustaba mucho más que esos vestidos —continuó—. Después ellos fallecieron en ese mismo año en un accidente automovilístico, justo cuando lo estaban aceptando.

 

Tim apretó las manos con fuerza y volvió la vista a Jason, que no le perdía la pista de ninguna expresión y lo escuchaba en silencio.

 

—Luego me adoptó Bruce, que era mi padrino y amigo de mis padres. Él entendió al instante lo que yo sentía y me dejó ser quien quería. Me llevó a las mejores tiendas donde él compraba ropa y ese fue mi consuelo durante algunos años.

 

Se calló durante unos instantes para mirar a Jason. El joven sonreía suavemente, de una forma casi tranquilizadora y le arrancó a él una mueca de felicidad.

 

—Así que eres un chico trans, ¿eso querías decirme? —preguntó alzando la mano y limpiando una lágrima que Tim no se había dado cuenta de que había derramado.

 

—Sí —afirmó—. Pensé que tenías que saberlo, pero tenía miedo de lo que pudieras llegar a pensar. No sabía si eres gay o bisexual y de todas formas eso no me aseguraba que te siguiera gustando.

 

Jason rió fuerte, sorprendiendo a Tim.

 

—Tim, eres el mismo pastelito rico que besé hace un rato, ¿cómo podrías no gustarme porque fuiste otra cosa en el pasado? Es como si yo te dejara de gustar por confesarte que cuando tenía doce años era muy escuálido —rebatió, haciéndole sentir a Tim que sus preocupaciones podrían disiparse tranquilamente.

 

Se lamió los labios con ansiedad y lo miró.

 

—Lo sé, pero yo sigo teniendo una… vagina —dijo en voz baja, algo avergonzado—. El problema, lo que la gente vería raro, es que me gusta. Estoy bien con mi cuerpo así, no quiero operarlo, ni cambiarlo. Y en general eso no lo entiende nadie.

 

—Pero Tim, si te sientes cómodo contigo, ¿por qué deberías dar explicaciones? No tiene nada de malo que quieras seguir teniendo tu vagina. Eso no te hace menos chico.

 

Sonrió aliviado en muchos aspectos. Conocía varias personas, desde que comenzó a meterse en el tema y hablar con chicos y chicas trans, que hacían su transición con ayuda de hormonas y operaciones. Le parecía genial que ellos encontraran su propia identidad con las herramientas que tenían al alcance, pero él no quería eso. Le gustaba su cuerpo como estaba, no se veía muy femenino más allá de la vagina y de sus pechos, que eran tan chicos que parecían de varón.

 

—Bruce me ofreció operarme, pero yo me siento cómodo así —murmuró suavemente y recibió una caricia en su mejilla.

 

—Tu no dañas a nadie siendo como quieres ser, pastelito —dijo en un susurró y Tim se mordió el labio—. Tu identidad sólo te pertenece a tí.

 

Jason le sonrió calidamente y Tim se sintió contagiado por ese gesto.

 

—A mi me sigues pareciendo sexy como el infierno, Tim —agregó y su rostro explotó de un rojo que hizo reír a Jason.

 

La comida se había terminado mientras hablaban de todo eso y Tim hizo el amague de lavar los platos, pero Jason lo tomó del brazo y le quitó la vajilla.

 

—Niños ricos no lavan platos —dijo con una mueca sexy que hizo que a Tim se le cayera el estómago.

 

—Yo no soy cualquier niño rico —respondió, pero los brazos de Jason lo rodearon, atrapando su cintura y llevándolo lejos de la barra y la cocina.

 

Tim retrocedió rogando no chocarse contra nada y sólo gritó cuando Jason lo hizo caer en su sillón. Él se sentó a su lado y Tim se incorporó mirándolo con los ojitos brillantes. La tarde ya estaba en su máximo esplendor y él ya había pasado mucho tiempo allí.

 

—Te deseo tanto, pastelito —susurró Jason, inclinándose para besar a Tim, y si no fuera porque aún seguía respirando, apostaría a que su corazón dejó de latir.

 

Los brazos de Jason lo mantenían en su lugar y sus propias manos buscaron de dónde sostenerse para no caer hecho agua hacia el suelo. Jason lo besaba de verdad, no como antes, ni siquiera como cuando había llegado y sintió que era más intenso.

 

Ahora lo besaba de verdad, abriendo su boca, acariciando sus labios, succionando el inferior e introduciendo su lengua. Tim ahogó un jadeo involuntario dentro de su boca y sus brazos apretaron la camisa de Jason con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Cuando se separaron, respiraba tan agitado como si hubiese corrido un maratón.

 

—Wow —murmuró impactado y Jason rió suavemente—. Eso fue…

 

—Caliente, sí —completó Jason, acariciando su labio inferior con el pulgar.

 

Tim lo miró mordiendo sus labios, era increíble lo mucho que Jason podía con él, sobre todo cuando decía esas cosas que le erizaban la piel.

 

—Me sorprende —dijo en voz baja—, que no te hayas dado cuenta antes.

 

Jason lo miró con el ceño fruncido hasta que pareció darse cuenta a qué se refería Tim.

 

—Bueno… no le presto mucha atención a esas cosas. Me parecías lindo y eso fue suficiente para que me gustaras. En retrospectiva creo que era algo más notorio.

 

—¿En qué sentido? —preguntó Tim ladeando el rostro.

 

—Tu voz es un poco más aguda de lo normal, y tu piel es muy suave. Quizá también tu cuerpo chico —enumeró bajo la atenta mirada de Tim.

 

—Ey, no es tan así —Tim rió y Jason se inclinó para darle un beso—. Quizá es verdad que tengo un cuerpo flaco y todo eso, pero yo no lo veo como un cuerpo femenino.

 

Jason lo miró atentamente durante unos instantes y luego se acercó un poco más, rodeando su cintura.

 

—Es tu cuerpo, Tim, tú decides cómo verlo —murmuró cerca de sus labios y cuando Tim se los mordisqueó, él lo miró fijamente—. Cada vez que hace eso, nace un instinto dentro mío que quiere hacerte cosas muy inmorales, ¿sabes?

 

Tim se sonrojó y estuvo a punto de decir tonterías sin poder articular una frase, pero Jason lo interrumpió antes.

 

—Me haces sentir como esa película de mierda, Cincuenta sombras de Grey —espetó y todo el color que había subido al rostro de Tim bajó con la carcajada que le arrancó ese comentario.

 

—¡Fue un libro primero, Jay! —gritó sonriendo.

 

Esta vez fue Tim quien se inclinó para darle un beso, enredándose en un abrazo apretado que pudiera darle calidez. El sol estaba cayendo y él tenía muchas ganas de quedarse a pasar la noche ahí, pero no le había dicho nada a Dick ni a Bruce, ni mucho menos donde estaba, y tendría un castigo grande si llegaba a quedarse sin decirles dónde, cuándo, cómo y con quién.

 

—Es tarde —susurró Tim con pesar y Jason se separó de su cuello, a donde accidentalmente había caído para besarlo.

 

—Lo sé —susurró en su piel y Tim se estremeció—. Ay, cómo me gustaría que te quedes y…

 

Jason se calló y Tim se mordió los labios una vez más. Él mismo había completado la frase en su interior y las imágenes mentales que se le aparecían eran demasiado… calientes como había dicho Jay.

 

—Yo también quiero… todo eso —murmuró separándose un poco y mirándolo.

 

—En otro momento, pastelito, ahora tienes que volver a casa. ¿Me vas a dejar que te lleve esta vez?

 

Tim sonrió. Al menos ese placer podría darle.

 

—Sí —aseguró inclinándose para besarlo una vez más—. Llévame.

 


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