Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Heredero por midhiel

[Reviews - 48]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El Heredero

Capítulo Cinco

Emma y su primo habían abandonado el palacio esa mañana mientras el barón estaba ausente. Se habían marchado sin despedirse de nadie. Total, Emma pensaba que volvería cuando le placiera y manipularía a Erik como lo había hecho durante los últimos dos años.

Wanda se encontraba en sus aposentos, leyendo “Cumbres Borrascosas” traducida al alemán. No se interesaba en aprender el inglés porque le habían informado que su prometido y su futuro suegro manejaban su lengua germana. Estaba cerca del balcón, que daba a la entrada de la casa, con los ventanales abiertos, y escuchó los cascos de los caballos cuando atravesaban la avenida y el ajetreo de la servidumbre para recibir a su señor. Cerró el libro y salió al balcón. Desde la distancia vio bajar a su padre con su hermano dormido en sus brazos y se asustó.

Rápido entró para bajar por las escaleras e ir a recibirlos. Llegó a los escalones de la entrada y se topó con el conde y su hijo, que acababan de salir del carruaje. Nerviosa por su hermano, se acercó a su padre veloz.

Peter estaba despertando por el ruido y quiso incorporarse. Entre Erik y el mayordomo, lo ayudaron a ponerse de pie pero no lo soltaron hasta que notaron que recuperaba el equilibrio. El mayordomo le pasó a su amo un paño mojado, que Erik le apretó con cuidado en la herida de la cabeza.

-¿Qué pasó? – cuestionó el joven, mirando a su padre asombrado. Recordó la discusión y el golpe, y quiso liberarse de su progenitor.

-Tranquilo, Peter – lo calmó Erik -. Caíste al agua y te rescatamos gracias al conde y a su hijo, que se detuvieron para ayudarme.

Peter se volvió hacia Charles y recordó su caída, su desesperación, aferrado a la columna, y la voz del telépata tranquilizándolo. No entendía cómo había podido comunicarse así pero tampoco no le importó en ese momento. También recordó que se asió a la viga y fue jalado por su propio padre y alguien más. Ah, reconoció finalmente a David.

-Casi morí – suspiró y parpadeó, maravillado -. Fue horrible, sentía que la corriente me llevaba. Si no me aferraba a esa columna . . .

-Pero te aferraste y ya estás a salvo – cortó Erik, que no quería que se alterara más -. Ahora vas a ir a la cama a descansar, jovencito. Debes cambiarte esa ropa y te acercarán té caliente y te atenderán ese moretón.

Peter asintió. Una cama caliente le sentaría de maravilla.

Su padre le recordó que tenía que darles las gracias al conde y a su hijo. Peter les agradeció y, ayudado por el mayordomo y un paje, se dispuso a entrar en la casa.

Erik se volvió hacia su hija. La saludó con un abrazo y le besó la frente.

Wanda seguía sin entender qué pasaba.

-¿Qué le ocurrió a Peter, papá?

-Cayó al río en un accidente pero ya está a salvo – contestó Erik veloz -. Me ayudaron a salvarlo el conde y su hijo David, que por esas cosas de la Providencia, estaban pasando justo por el puente. Wanda – la empujó hacia Charles -. Saluda al conde Xavier y a su hijo, tu prometido.

La jovencita se inclinó cortésmente ante su futuro suegro y se irguió para saludar con un asentimiento de cabeza a David. El muchacho solo la conocía por medio de ese relicario y suspiró, sintiendo que era aún más bella en persona. Le encantó el tono cobrizo de su pelo y lo encandilaron sus ojos verdes. El miedo que tenía por su destino se esfumó porque en su corazón adolescente, se sintió enamorado de Wanda al instante.

Charles sonrió internamente al percibir los sentimientos de su hijo pero enseguida se angustió con los de la joven. Wanda no se había fijado si su prometido era atractivo o no, simplemente había observado su vestimenta y notó al instante que estaba llena de polvo y barro. No se cuestionó que David se había ensuciado por correr a socorrer a su hermano, sino que le pareció desprolijo. También vio que por el corte y estilo, su atuendo era anticuado y no tenía la calidad de los trajes que ella estaba acostumbrada a ver en las fiestas que organizaba su padre en sus salones.

David directamente le dio la impresión de ser un muchacho pobre y desprolijo, y no le pareció un partido aceptable.

Charles le quiso espetar que era una muchachita quisquillosa y soberbia, y solo la respetable presencia del barón lo detuvo.

-Disculpen – interrumpió Erik -. Estoy haciendo las presentaciones y deben estar cansados del trajín. Permitan que los guíen a sus aposentos para asearse y descansar antes del almuerzo.

-Gracias – respondió Charles.

David asintió al barón con respeto.

Los sirvientes ya habían descendido su equipaje y lo estaban llevando adentro. Otro se acercó para guiarlos a sus respectivas habitaciones. Al pasar junto a Wanda, Charles prefirió no mirarla. No podía creer la impresión desvergonzada que se había llevado de su hijo. Se sintió culpable de haber consentido en el enlace de David con una persona así, pero el remordimiento se esfumó al pensar que gracias a ese compromiso, acababa de conocer a Erik.


……………


Los invitados se cambiaron las ropas de viaje y bajaron con atuendos más cómodos para el almuerzo, que Erik dejó establecido que sería informal y familiar. Ya en la noche, daría una cena fastuosa.

Peter se recuperó rápido y, tras secarse y mudarse la ropa, desaprovechó la cama cálida y quiso bajar a comer con todos. Era así, directo e impulsivo.

Como los prometidos no habían sido presentados oficialmente, cada uno se debía sentar junto a su respectivo progenitor. Wanda se ubicaría al lado izquierdo de la cabecera donde se sentaría su padre, ya que Charles lo haría en el derecho por ser el invitado, y David junto a él. Peter quedaría relejado a su lugar de siempre.

Los gemelos fueron los primeros en llegar al comedor, se sentaron y aguardaron a que Erik entrara con el conde y con su hijo. Wanda estaba decepcionada con la pobreza de David pero también preocupada por el accidente de su hermano.

-¿Cómo te encuentras? – le preguntó por lo bajo, antes de que los demás comensales llegaran.

-Caí al agua y me salvé – respondió Peter escueto pero divertido. Es que ya había recuperado el buen humor.

-¿Cómo te caíste? – quiso saber su hermana -. ¿La puerta se abrió? Pero es imposible porque papá ordenó asegurarla, y con tu poder podrías haber escapado antes de caerte. No entiendo, Peter.

El joven se puso serio.

-Yo me arrojé, Wanda – confesó -. Nuestro padre quiso golpearme y me escapé de él.

Wanda se cubrió la boca, horrorizada. Iba a reclamar más explicaciones pero Erik entró con Charles y su joven prometido. Esto le recordó sus obligaciones y elegantemente se puso de pie para saludar a los invitados, inclinando la cabeza. Peter recordó sus modales y la imitó.

Una vez que estuvieron ubicados todos, Erik indicó que acercaran la comida. Fue un almuerzo sencillo y tranquilo. David prácticamente no hablaba y observaba a Wanda, que se sentía incómoda con su mirada. Peter explicó varias veces que ya se sentía bien y Charles respondió a preguntas del barón sobre Escocia y su viaje.

Terminado el almuerzo, los jóvenes volvieron cada uno a sus actividades y Erik invitó a Charles a su sala personal, para que conversaran y bebieran algo. Charles hizo un esfuerzo supremo y rechazó la bebida. Temía perder el control y dejar en ridículo a su hijo y, peor, quedar en ridículo ante el barón.

Erik se sirvió un poco de ponche y le ofreció dulces tradicionales germanos. Charles aceptó algunas masitas que se veían deliciosas. Se sentaron en dos sillones enfrentados. El conde con las manos cruzadas y Erik con una pierna apoyada sobre la otra.

-Estoy impresionado con tu poder – comenzó el barón para iniciar la plática -. Es un don envidiable.

-Parece pero no lo es – admitió Charles -. Sentir los pensamientos y las emociones de los demás es doloroso la mayoría de las veces. Ya la vida es lo suficientemente dura para sentir la angustia de los otros.

Erik bebió un sorbo mientras lo estudiaba. Se notaba que el conde había sufrido.

-A mí me serviría en los negocios – bromeó para distender el ambiente.

Charles sonrió, pensando que el barón no era serio todo el tiempo después de todo y a él le agradaban las personas divertidas. Moira lo había sido. ¡Maldita sea! ¿Por qué la estaba comparando con su futuro consuegro?

Erik depositó el vaso sobre una mesita.

-Pero hablando en serio, envidio tu poder. No para los negocios sino para entender a mi familia – soltó un suspiro y confesó -. Peter es un enigma para mí desde que perdió a su madre.

Charles bajó la cabeza. Erik no resistió preguntarle.

-Cuando lo rastreabas y entraste en su mente, ¿pudiste leer algo de lo que siente por mí?

El conde lo miró a la cara. Podía palpar la preocupación paternal del barón.

-Peter te admira y respeta pero siente que no lo estimas.

-Eso es imposible – cortó Erik, negándose a aceptar.

Charles lo miró con indulgencia. Sabía cuánto les costaba a las personas reconocer la verdad.

-Peter se comporta como lo hace para conseguir tu atención. Busca que te intereses en él porque siente que te importa más su hermana.

Erik se echó hacia atrás. Le costaba darle la razón pero en el fondo sabía que Charles estaba en lo cierto. Wanda lo era todo para él y muchas veces había antepuesto los deseos de su hija por sobre los de Peter. No se había tomado el trabajo de averiguar si el joven se daba cuenta o no porque tomaba como lo más natural cumplir cada capricho de Wanda, pero ahora entendía que Peter sufría con su actitud.

Charles lo leyó pero no quiso intervenir ya que era un asunto entre el barón y sus hijos. Volteó la cabeza para distraerse y se topó con el juego de ajedrez. Era su pasión así que se levantó entusiasmado.

-Hace siglos que no juego una partida – suspiró, acercándose a la mesita.

Erik se sorprendió gratamente.

-Tampoco yo, creo que la última vez que jugué fue hace tres años con un comerciante con el que cerré un negocio en esta sala.

Charles lo miró.

-¿Eres un buen jugador, Erik? – invitó.

-Sé defenderme y tengo mis trucos – contestó Erik, aceptando. Se puso de pie con su vaso y se acercó a la mesa -. Aguarda, puedes leer la mente y eso te daría ventaja.

-No uso mis poderes para sacar provecho – engañó el conde porque sabía valerse de ellos cuando necesitaba. Sonrió -. ¿Jugamos una?

-De acuerdo.

Se sentaron cada uno en un extremo. Al barón le tocaron las piezas blancas y arrancó la partida. Charles puso su mente en blanco para no leer y se concentró en las suyas. A medida que avanzaban se dieron cuenta que tanto uno como el otro sabían jugar. El conde tenía más experiencia ya que había crecido en círculos donde se disputaban partidas, mientras que Erik había empezado a jugar cuando se convirtió en un comerciante próspero. Con la atención puesta en el tablero ambos olvidaron sus problemas y pensaron solo en ganar. Pero la partida terminó en tablas.

Charles se excusó. Seguía cansado por el viaje y necesitaba recuperarse para la cena de esa noche. Erik tenía que atender asuntos de sus negocios. Se despidieron estrechándose las manos hasta la cinco en que beberían el té a la usanza inglesa. El barón quería que su invitado se sintiera como en su casa.

Al quedar solo en la sala, Erik posó la vista en el tablero. Había sido un placer jugar con el conde, se notaba que era un experto. Pero también había sido un placer conversar y compartir el almuerzo con él. Charles le parecía una persona interesante.

Charles enfiló hacia sus aposentos sin poder sacarse a su anfitrión de la cabeza. Se cuestionaba qué le estaba ocurriendo porque se sentía como un jovencito enamorado. ¿Enamorado? Quedó helado junto a la puerta de su habitación. ¿Se había enamorado de Erik? Era imposible, él era un hombre, Erik era un hombre también. Pensó que tal vez la excitación por el accidente, su arribo y la boda inminente de David le estaban jugando una mala pasada. Confundido, bajó el picaporte y entró. Necesitaba darse un baño y dormitar un rato antes de prepararse para el té.

…………………




Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).