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Palabras Mudas por Gratsune

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Como cada sábado, su madre lo llevaba con Anne, su psicóloga de infancia, no porque su mutismo se tratase de uno provocado a voluntad inconsciente como hace años se suponía, no, exámenes médicos demostraron un daño en sus corneas desde el nacimiento. Estaba en ese lugar por otras razones.


Él ya lo había superado, incluso cree que su hermano y su padre también, o por lo menos le hacían creer eso, pero su madre, era muy distinta, ella vive el día a día preocupada por tener que volver a  ver como su hijo se había provocado otro intento de suicidio.


Sinceramente, Yoongi estaba avergonzado de aquellas acciones, estaba arrepentido, nunca pensó en el daño que podía estar causándoles a sus seres queridos por actos tan banales como querer suicidarse por no ser comprendido, por sentirse poca cosa en comparación a los demás, o como en su último intento, querer dejar de ser una carga, sus padres se desvivían por él, y su hermano lo visitaba regularmente desde Seúl, descuidando la universidad.


 ¿Sinceramente estaba bien que ellos dejaran a un lado su vida por atenderlo a él? Se preguntaba seriamente, que si hubiera sido como los demás, y pudiera hablar, ¿Todo en su familia hubiera sido normal?


— Y cuéntame, ¿Qué tal con el piano? — Pregunto Anne,  Yoongi ladeo una comisura en respuesta —…Eso está bien, — apunto algo en la libreta de su escritorio, como siempre — ¿Como vas con esos amigos? ¿Haz hecho alguno? — Y como era de costumbre, Yoongi nego —  ¿Has reconsiderado aprender el lenguaje de señas? Te ayudaría mucho.


Y ahí va de nuevo.


¡Que no quería! Que flojera.


 Él podía comunicarse fácilmente con su música, en su defecto lo hacía con gestos, ¿De qué serbia aprender un lenguaje de señas que el 90% de la humanidad desconoce? O sea, ¿Realmente lo ayudaría en algo? Como en una pelea por ejemplo, por supuesto que no. Y que no saque el tema de “Así podrás comunicarte con otros mudos”


Eso sería más una pelea de Jutsus que una conversación.


— Ok… — Dijo al no tener respuestas — pero reconsidéralo, ¿Sí? — el menor se encogió de hombros.


La terapia se extendió por una larga hora, luego de cada sesión, Anne y su madre se reunían a solas para discutir el progreso del pelinegro, ellas no querían entender que él ya estaba bien, al menos su madre, porque lo que respecta su psicóloga, él estaba muchísimo mejor que hace seis meses.


El fin de semana fue tranquilo, y divertido la tarde del domingo cuando su hermano llego con nuevos videojuegos para la consola de Yoongi, esa que utilizaban solo cuando estaban ellos dos, al menor no le interesaba mucho los juegos si no estaba acompañado de alguien que le añadiera emoción y comentarios estúpidos lanzados a sus personajes.


 


Lunes otra vez, y eso significaba ser atormentado dos horas seguidas por matemáticas, odiaba matemáticas, no las entendía, lo aburrían de sobremanera.


luego de sus exaustivas clases arrastro con pesadez los dedos por las teclas, animándose cuando las escucho cantar hasta desvanecerse en el viento que golpeo su rostro.


Movía sus brazos con ímpetu, sus ojos cerrados y su ceño ligeramente fruncido mientras en su imaginación era el caballero de armadura plateada en una interminable guerra en contra del clan Matemáticas, el tono grave de las teclas anunciaban el momento culminante y él azoto sus dos espadas eliminando a las multiplicaciones, salto y giro en el aire, esquivando Ceros que explotaban, para luego blandir su espada y erradicar a las sumas, y junto a ellas, las restas. A lo lejos podía ver como el comandante Uno reagrupaba a sus demás números, él corrió, frunció aun más el ceño, la melodía entro en notas suspensivas, y grito:


“Excalibur”


Su espada brillo en un deslumbrante tono azul, y tras un refinado movimiento al aire con su sable, este soltó una onda hasta explotar con el reino Matemáticas, erradicando por completo al clan cuando las notas bajaron su intensidad y terminaron en una calmada sinfonía aguda. Yoongi abrió sus ojos, soltando el aire de manera exagerada. Había sido una dura batalla sonrió ladeado, tomando su libreta concentrándose en plasmar cada nota utilizada.


A lo lejos de ese salón, en la última fila de sillas pegadas a la pared, Jimin tomaba asiento, esa era su rutina desde hace ya una semana. Sus prácticas habían terminado hace media hora, y aunque se dijera a él mismo “Solo serán unos minutos” la verdad era que se quedaba incluso más de una hora escuchando al pelinegro, no era intencional, él solo cuando miraba la hora de nuevo en su móvil, habían pasado ya más de 30 minutos.


Él era amigable, servicial, una de esas personas que con tan solo conocer ya te caía súper bien, y desde ese lunes que escucho tocar a ese chico le entro curiosidad por conocerlo, pero si era cierto lo que sus compañeros de baile decían, de que solo lo ignoraría o le mirara feo, se arrepentía. Él no quería caerle mal, no cuando ese pelinegro le caía de maravilla, incluso sin haberlo conocido.


O quizás lo que le gustaba era su forma de tocar el piano.


¿Cómo hablarle sin parecer un mal chico? No tenía que ser tan difícil, de por sí, él era un chico excelente, o es lo que siempre había querido creer. De todas formas tenía que ser sutil, calmado, a simple vista se notaba lo delicado y reservado que era el desconocido pelinegro. Igual tendría mucho tiempo para pensarlo, por ahora, solo se conformaba con escucharlo tocar a distancia. Percatándose de que ya había pasado 43 minutos, tomo sus cosas, y sigilosamente salió del salón a gatas sin ser notado.


Yoongi guardo su bolígrafo junto a su cuaderno, enderezó su espalda estirando sus músculos, estaba cansado, quería dormir. Sus soñolientos sentidos se despertaron de golpe y sus ojos se abrieron grandes como muy pocas veces ante la sorpresa de encontrarse en la total oscuridad.


Miro las bombillas a oscuras en el techo del salón, giro hasta la puerta, la bombilla en el pasillo tampoco alumbraba.


Un apagón.


 Soltó un bufido desganado. Su móvil no tenía baterías, Perfecto. Tomo sus cosas caminando lentamente por el oscuro salón, guiándose al estar tocando los objetos a su paso, cruzo el marco de la puerta y:


— Hola, soy Jimin.


Yoongi retrocedió dos pasos con su mano en el corazón e inusualmente más blanco de lo normal, santo susto se había llevado.


                 Ok, Jimin quería patearse el rostro, y no lo hacía solo porque no podía, el pelinegro estaba en total shock, él solo quería ser amable y regresar por si acaso aquel frágil chico necesitaba ayuda por el apagón. Pero luego de ver su reacción, comprendió que no fue la mejor idea que pudo habérsele ocurrido. Todavía seguía alumbrando el rostro pálido del desconocido con su móvil, este aun le miraba como si fuese un espanto.


                — Hola… soy Jimin — Dijo otra vez, solo por si no lo escucho a la primera.


                ¿A quién le importa?


                Yoongi se enderezó, frunciendo el ceño ahora molesto, hizo una leve inclinación por educación y paso por el lado del cruel sujeto que aun en este momento se estaba llevando gran cantidad de maldiciones por parte del mayor.


                — Oye… — giro hasta alumbrar la espalda del contrario — ¿Necesitas ayuda?


                Pero Yoongi ya estaba lejos de contestar cuando doblo en aquella esquina, y Jimin comprendió que sí, efectivamente había comenzado con su tercer pie. Ese invisible lleno de calamidad que solo aparece en momentos cuando no quiere defecarla.


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