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Entre Colmillos de León y Cuernos de Carnero por DanyNeko

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Notas del capitulo:

Finalmente conseguí terminar este capitulo ^^/

Kyouya tuvo esta sensación de que debía poner una mano sobre el hombro de Ginga, o en su espalda, cuando esas palabras lo tomaron visiblemente con la guardia baja. Incluso el puma se revolvió, inquieto — ¡¿Ah?! ¿Es enserio? ¿No estarás hablando de…?

 

Los ojos cerúleos de Hyoma habían pasado de amables y picarescos, a decididos y desafiantes —sí, habló enserio. Al Green Hades.

 

Ginga no tardó más de dos segundos en responder — ¿Así que eso quieres? Interesante, acepto el reto.


Y eso dejó a todos preguntándose ¿Qué rayos es el Green Hades?
  

.
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— ¡¿Qué es esta cosa?! ¡Es un hoyo enorme! —el grito de Benkei hizo que las aves cerca del lugar salieran volando a prisa, así como puso a correr a algunos otros animalitos que estaban en las cercanías. Incluso el pequeño puma en brazos de Ginga gruñó, ya que el pelirrojo estaba a tan solo pasos de Hanawa, y sus sensibles orejitas no apreciaron el ruido.

 

Habían caminado tan solo unos minutos a una zona más alta, afortunadamente, pues el silencio que se quedó después del desafío lanzado por el peli-celeste era tenso.
 Kyouya había ido todo el rato hasta el final, con Ginga, y su mano en la espalda baja del oji-dorado, pues podía sentir la forma en que el espíritu blader de su compañero empezaba a bullir, y sabía que lo siguiente sería importante para él.

 

Ahora estaban frente a un enorme agujero de color verde, reluciente, casi parecía jade en donde daba la luz y en las sombras, rivalizaba con el tono del cabello de Tategami. Era una circulo perfecto, hundido en la roca de la zona montañosa.

 

Madoka estaba hincada en una rodilla, en medio de Benkei y Ginga, observando la inmensidad verde frente a ella —parece que fuera a tragarnos —mencionó, asombrada.

 

Kenta estaba también de rodillas, al otro lado del pelirrojo, todos en la orilla elevada de la circunferencia extraña —Ginga, dime ¿qué es este lugar?

 

—El Green Hades —suplió el aludido —un beystadium especial que solo existe en la aldea de Koma —añadió, con una sonrisa hacia él.

 

El niño le regresó la mirada — ¿El Green Hades? —repitió —de lujo —Kenta bajó su mano para rozar tímidamente la superficie verde —que suave.

 

Kyouya, que se había quedado un poco más atrás, también miraba con asombro —casi se ve como cristal.

 

Madoka no perdió tiempo en sacar su computadora e investigar —miren, es moldavita.

 

— ¿Es di-dinamita? —malentendió Benkei, tartamudeando con nerviosismo.

 

—No, tonto. Es Moldavita —repitió más claramente, atrayendo la atención de todos —una roca que se forma cuando un meteorito cae en la Tierra.

 

— ¿Un meteorito? Así que este lugar realmente es… —reflexionó Kyouya, antes de dirigir sus ojos de vuelta a su pelirrojo.

 

—Un cráter meteórico —confirmó la mecánica.

 

Ginga seguía mirando al material verde, sonriendo, con el puma ronroneando por lo bajo en sus brazos, y muy consciente de la mirada de Hyoma en su espalda —aquí una estrella cayó a la Tierra —empezó, obteniendo murmullos curiosos o sorprendidos de sus amigos —y al parecer, sucedió mucho antes de que la aldea de Koma existiera —cerró un momento los ojos, sabiendo que tenía la atención de todos, y continuó narrando una de las leyendas de su aldea, que se sabía a la perfección —un día, hace muchos siglos, un meteorito cayó desde el espacio y se estrelló contra la tierra formando este cráter.

 

—El impacto de un meteorito crea una temperatura increíblemente alta que puede fundir la roca y convertirla en un material parecido al cristal —amplió la explicación Madoka —como esta de aquí.

 

Kenta exclamó en asombro —un estadio creado por una estrella… —murmuró el joven león.

 

—Un estadio único que combina con esta aldea —aportó la castaña, y eran más o menos los pensamientos de Kyouya, aunque los suyos iban por la línea de que combinaba muy bien con Ginga.

 

—Bueno ¿Quieres que comencemos, Ginga? —tarareó Hyoma, con determinación en los ojos y la voz.

 

El pelirrojo se volvió de inmediato, hacia el sonido de su voz, y afirmó con la cabeza, sonriendo —sí.

 

En cambio, todos los demás se volvieron hacia Hyoma —llegó el momento de que Ginga y yo tengamos una batalla en serio —soltó sin más el albino.

 

— ¿A qué te refieres? —se quejó Benkei.

 

—Ginga y yo combatimos en este estadio muchas veces desde que éramos pequeños —comenzó a explicar, con las manos hechas puño a los lados de su cuerpo, tono solemne, y cerrando los ojos —con lluvia o sol, siempre veníamos aquí a competir… así que yo lo conozco mejor que ninguno —abrió los ojos, determinado —si yo enfrento a Ginga aquí, podré saber si realmente se ha recuperado o no.

 

Ginga, en cuestión, se giró sorprendido hacia su vecino y mejor amigo. Los ojos dorados se ensancharon ante sus palabras, sin poder negarse a sí mismo que estaba conmovido por la preocupación de Hyoma.

Kyouya, por otro lado, estaba comenzando a pensar que el corderito había tomado como reto personal el irritarlo a niveles peligrosos. Ya no estaba usando los apoditos, pero la forma en que estaba minimizando su relación con Ginga -aún si no sabía el alcance real de la misma- y el tiempo que llevaban conociéndose, le estaba haciendo hervir la sangre peligrosamente.

 

Hyoma ignoró con facilidad la postura agresiva que el peliverde había tomado al girarse por completo hacia él, y continuó hablando —Ustedes acaban de hacerse amigos de él, así que no lo notarían... Después de vivir juntos por tanto tiempo en esta aldea ¡Yo soy el único que puede saber como está! —determinó con firmeza.

 

— ¡¿Heh?! —exclamaron Madoka, Kenta y Benkei, en cierta forma, superados por el discurso posesivo del albino, después de todo, no podían negar la verdad en ese último argumento, ellos llevaban conociendo a Ginga hacía cosa de un mes y poco más, en cambio este había crecido junto con Hyoma.

 

Kyouya, por el contrario, enseñó los colmillos en un gruñido disconforme.

 

— ¡Ginga! —lo llamó, sacando su Aries —como tu verdadero rival, voy a ponerte a prueba ahora —exclamó, apuntándolo con su bey.

 

Esa última declaración hizo que tanto los ojos dorados de Ginga como los azules de Kyouya se ensancharan.
El primero, sorprendido por el comportamiento del albino, que estaba haciendo en menos a tanto otros bladers fuertes con los que había luchado mientras estaba de viaje, y principalmente a sus amigos, a quienes les estaba reprochando en cara; el peliverde, por su parte, comprendió que los celos de Hyoma finalmente habían superado el tope del chico, pero de igual modo estaba increíblemente ofendido por la desvalorización del peli-celeste sobre su conexión con Ginga.

 

Hyoma no tenía ni una maldita idea de la forma en que sus espíritus beys se habían entrelazado a través de las intensas batallas que habían tenido. Siendo sincero, a Kyouya le estaban dando más ganas que nunca de darle una paliza.

 

— ¡¿Qué?! ¡¿Cómo que un verdadero rival?! —escupió con furia y desdén, como el bramido de un león que ha sido provocado y molestado. Mientras, su pelirrojo parecía haberse quedado sin palabras y boquiabierto, el agarre sobre el pequeño puma era flojo.

 

¿Verdadero rival? ¡Ja!
Que reserve un asiento en primera fila para el siguiente enfrentamiento que Leone y Pegasus disputen. Se quedaría más paliducho de lo que ya era.

 

—Eso es ridículo —lo apoyó más atrás Kenta —todos nos hemos enfrentado a Ginga también.

 

—Sí, es cierto —aportó Benkei.

 

Finalmente, Ginga pareció reaccionar, con el ligero rasguño del gatito en sus manos —pero, chicos… —balbuceó, apenado de ser el centro de la disputa, y pasó sus ojos de Benkei, a Kenta, y finalmente a su querido león.

 

—Interesante… —sintiendo sus lindos ojos dorados encima, Kyouya tomó una decisión. Se giró hacia su pareja y lo confrontó, serio — ¡Acaba con él, Ginga! —alentó y ordenó a la vez. Nada sería más satisfactorio que ver a su Ginga cerrarle la boca a ese hablador descarado.

 

—Enséñale toda la fuerza que has adquirido desde que nos conociste —apoyó Benkei —vamos, amigo.

 

Un poco preocupado por la forma -asesina- en que Kyouya estaba mirando a Hyoma, Ginga se apresuró a contestar —de acuerdo —se volvió hacia su amigo de la infancia — ¡Hagámoslo!

 

Hyoma simplemente sonrió de lado, ignorando al peliverde —si estás listo, después de todo tú sabes mejor que nadie… lo aterrador que puede ser este estadio —concluyó con un tonto ligeramente macabro.

 

Ginga se bajó del borde del cráter, y se acercó a su pareja para darle al pequeño puma —pues tú me lo has pedido —contestó al albino.

 

Hyoma se giró para tomar un lado del estadio.
Kyouya, en tanto, empujó el hombro de Ginga con el propio mientras sostenía al puma en un brazo. Los ojos dorados y los azules chocaron por unos instantes, en los que Ginga pintó una sonrisa decidida en sus labios y asintió a la petición muda que fue perfectamente capaz de leer en los ojos del peliverde.
Ambos chocaron puños de forma cómplice y Ginga finalmente se dirigió al lado contrario de Hyoma. 

 

Los demás tomaron lugar de espectadores en el medio, sobre el borde ligeramente elevado del cráter, con Kyouya hacia el lado de Ginga, seguido de Benkei, Madoka y finalmente Kenta hacia el lado de Hyoma.

 

— ¡Tres! —empezó Kenta, el conteo regresivo, una vez que ambos bladers tuvieron sus lanzadores preparados.

 

— ¡Dos! —continuó Kyouya, con la vista fija en su pelirrojo.

 

— ¡Uno! —cerraron Madoka y Benkei. La chica con su laptop en manos, lista para captar toda la información que pudiera.

 

¡Let it rip! —exclamaron a la vez, lanzando sus respectivos beys.

 

Aries y Pegasus hicieron contacto con el brillante suele verde, iniciando su carrera.

 

— ¡Eso! ¡Que buen inicio! —comentó Kenta, a modo de aliento.

 

—Ese es el espíritu ¡Estás más motivado que de costumbre! —añadió Benkei.

 

Obviamente ambos recordaban el ‘desliz’ de Ginga en la tienda de Madoka, el día antes de haberse ido.

 

—Si añadimos una superficie cristalina al ángulo de la pendiente… le permitirá a Pegasus acelerar como si fuera un auto de carreras en una curva peraltada —explicó Madoka, mientras todos veían como Pegasus se posicionaba rápidamente detrás de Aries.

 

—Veamos el poder del Pegasus que heredaste de tu padre —mencionó Hyoma —muéstramelo ahora, Ginga.

 

Ese comentario de Hyoma aclaró, sin saber, la duda que Kyouya había tenido desde hacía un rato.

 

“De modo que no, Hyoma aún no ha enfrentado la combinación de Pegasus y Ginga” pensó el peliverde, rascando entre las orejas del puma sin dejar de seguir a los beys con su mirada afilada. Sonrió de lado “Eso está aún mejor. Ese hablador no tiene ni idea de lo que le espera”

 

Su línea de pensamientos se vio bruscamente frenada en seco cuando Aries le regresó a Pegasus un golpe que lo mandó de vuelta al otro lado del beystadium, no una, sino dos veces seguidas —Eso no es bueno —comentó, un poco sorprendido.

 

El propio Ginga se pasó la mano por la frente, en alivio, cuando su bey no salió del estadio.

 

— ¿Cómo pudo golpear a Pegasus si se está moviendo tan rápido? —reclamó Benkei.

 

—Yo se los dije —contestó Hyoma, con una arrogancia que asqueó a Kyouya —esta es el Green Hades. Al menos, para Ginga lo es —concluyó con una sonrisa maliciosa.

 

— ¿Qué? —musitó Kenta.

 

—Siempre he quedado invicto en este estadio —develó Hyoma —de todas las veces que hemos combatido aquí, Ginga jamás me ha podido derrotar ni una sola vez.

 

Los ojos zafiros de Kyouya se ensancharon al máximo al oír eso — ¡¿Es en serio?! —detuvo en seco su mano, y ni siquiera se dio por enterado de los quejidos del pequeño puma por la pérdida de los mimos.

 

Benkei era otro igual de incrédulo/sorprendido —eso no puede ser cierto ¿o sí, Ginga?

 

Por única respuesta, Gina tensó la mandíbula y enseñó los dientes mientras gruñía de una forma sospechosamente similar a la de Kyouya.

 

Madoka ofreció una distracción a Ginga, de todos los ojos que tenía encima —su potencia de ataque no se acerca al mínimo necesario —enunció su descubrimiento —no hay tracción ¿ven? La alta velocidad es porque se resbala sobre la superficie cristalina, pero no tiene fuerza suficiente que lo respalde.

 

—Así que este estadio debe hacer de un bey de ataque, como Pegasus, menos efectivo —elaboró Kyouya de la explicación de la castaña, devolviendo su atención a Ginga. El pelirrojo estaba tenso, concentrado… pero de algún modo parecía nervioso también, o quizás inquieto, y Kyouya no comprendía a que se debía eso último.

 

—Significa que un bey defensivo como Aries tiene más ventajas aquí —continuó Benkei.

 

— ¡Oye, eso no es justo! —gritó Kenta en cambio.

 

Hyoma se volvió hacia él, porque se lo había reclamado directamente — ¿Ah? ¿No lo es? ¿Y eso por qué? —rebatió, en total calma y una sonrisa serena. Esperó una respuesta de Kyouya, pero lo encontró curiosamente tranquilo; en cambio, fue Benkei quien siguió el reproche.

 

— ¡Yo te lo diré! —exclamó, enfurruñado —Con la desventaja que tiene este estadio no es un combate limpio.

 

Hyoma se encogió suavemente de hombros — ¿de verdad crees eso, amigo? Yo sé que Ginga no concuerda contigo.

 

Kyouya chasqueó la lengua. Ahí iba de nuevo, tratando de presumir que conocía mejor a Ginga.

 

—La victoria significa más porque es un estadio difícil —enunció con voz medida, pero firme, callando a los demás por un momento — ¿ya lo olvidaron? ¿El estadio con viento? —confrontó a Benkei y Kenta cuando estos reclamaron —mi Leone tenía la ventaja allá debido al viento, pero Ginga jamás se intimidó.

 

Hyoma arqueó una ceja al oír al peliverde, cuya declaración, había hecho entrar en razón a los otros dos bladers. El albino se anotó mentalmente una charla con Ginga sobre su historia con Kyouya, y quizás también con algún otro de sus amigos, para entender mejor lo que había pasado entre ellos.

 

—No importa que desventaja enfrente, no va a huir. Ese es el Ginga al que yo conozco — “y al que quiero mantener a mi lado tanto como mi rival como mi compañero” añadió para sí, pues nadie más necesitaba saber lo intima que realmente era su conexión —Pero sí me molesta que Ginga me venciera y que yo jamás haya derrotado a este tipo ¡Tú puedes, Ginga! —el aludido giró inmediatamente la cabeza, ante los ánimos de su querido león —¡derrótalo, frente a todos nosotros!

 

Kyouya notó de inmediato el cambio en su chico. La postura de Ginga no se alteró, pero algo en sus ojos sí, y por sobretodo, esa deslumbrante y encantadora sonrisa.

 

— ¡Sí, cuenta con eso! —le regresó, sintiéndose todavía más determinado. Esa batalla era muy importante, no solo para él y Hyoma, sino que para él y sus amigos también, en especial, para él y Kyouya —te demostraré que Pegasus y yo estamos en la mejor forma, hermanito —mencionó, divertido.

 

Kyouya entreabrió ligeramente los labios, recordando que aún no había tenido la oportunidad de preguntarle a Ginga qué era realmente Hyoma para él, pero ahí estaba, acababa de llamarlo hermanito -lo cual era gracioso, considerando que Hyoma le sacaba poco más de una cabeza al pelirrojo- y aplacando las dudas de Kyouya sin este haberlas exteriorizado.

 

El joven león sonrió, viendo las chispas que saltaban entre los beys al chocar a lo largo del estadio, y dispuesto a disfrutar de la paliza que su Ginga le daría al pelo de oveja. Contento de haber hecho su pequeño aporte a su compañero.

 

Aries y Pegasus tuvieron una pequeña carrera por llegar al centro del beystadium verde, el único sitio plano que podía ofrecer la tracción que Pegasus necesitaba para poder golpear con fuerza. Sin embargo, Hyoma utilizo astutamente el eje de rotaciónde su bey para cambiar de dirección y de paso mandar a Pegasus casi al borde del cráter.        

 

—No puedo creer que usara su ataque para cambiar de dirección, no está mal —tuvo que reconocer Tetegami.

 

— ¿Cuántas veces crees que he combatido con Ginga? —alardeó el de ojos cerúleos —conozco sus patrones favoritos, defensivos y de ataque.

 

— ¡Y yo conozco los tuyos, Hyoma!

 

Aun con eso, y Pegasus cargando de vuelta hacia el centro del cráter, Aries llegó primero, y a Ginga no le quedó más remedio que lanzar un ataque de frente —En ese caso ¡Ataca, Pegasus!

 

El bey azul cargó por la pendiente hacia el centro de la zona verde — ¡Ginga! —exclamó Kyouya ¿qué diablos estaba haciendo su pelirrojo? Sin tracción para su bey, y con Aries en el centro, sería fácilmente rechazado.

 

— ¿Otro ataque desesperado, Ginga? ¡Destrucción cornada letal! —contra-atacó Hyoma.

 

Y en cuanto Aries mandó a volar con fuerza a Pegasus, Kyouya entendió qué había hecho Ginga.

 

— ¿Estabas tan empeñado en llegar al fondo que olvidaste la maniobra especial de Aries? ¡Se acabó, mi querido Ginga!

 

Y solo por la confianza de tener la victoria en la mano de Hyoma, Kyouya sonrió un momento antes ‘empezar a presumir’ de vuelta — ¿De verdad? ¿Conoces la maniobra especial de Pegasus?*

 

— ¿Eh? —Hyoma sonó descolocado.

 

Mientras levantaba al puma en una mano, casi a la altura de sus clavículas, Kyouya levantó la mirada al cielo, al igual que Ginga, y todos los imitaron —pon atención.

 

—Es el Ataque Explosivo Pegasus.

 

Kyouya sonrió aún más —a pesar de que ha combatido contra Ginga muchas veces, esta es la primera vez que enfrenta a Pegasus.

 

—Te voy a derrotar, hermanito.

 

El albino, sin embargo, parecía igual de renuente a aceptar una derrota —Así que es la maniobra especial de Pegasus, pero aun no es suficiente ¿o sí? —Aries se movió lejos del centro del cráter —si tu ataque no logra hacer contacto no sirve de nada. Te estrellarás contra el fondo del cráter y perderás por tu propia maniobra.

 

Mientras Pegasus caía directo a la roca reluciente, todos los demás dieron por sentado la predicción de Hyoma. Kyouya solo emitió un sonido ahogado, cerrando los ojos, a la vez que puma rugía por lo bajo cuando se levantó una espesa nube de polvo.

 

—Es una lástima, y otra vez, no pudiste derrotarme, Ginga.

 

— ¿Estás seguro? —la voz tranquila y ligeramente divertida de Ginga hizo que Kyouya volviera a abrir los ojos —lo siento, pero esta batalla no ha acabado todavía —todos vieron y sintieron como el enorme cráter meteórico empezó a agrietarse y a esparcir fragmentos verdes al aire —desde el principio tenía un solo plan —explicó el pelirrojo —usar el poder de Pegasus para cambiar las apuestas sin importar la desventaja.

 

Y Pegasus se alzó, potente y orgulloso, mientras que Aries quedó atorado en las grietas oscuras; su oponente, en cambio, se deslizaba por las misas, raudo, hacia él —entiendo, agrietar la moldavita fue su estrategia desde el principio —murmuró Kyouya, honestamente sorprendido de todos los giros que había dado esa batalla.

 

Y como el eje de rotación de Aries estaba atorado, no pudo contrarrestar a Pegasus. El bey azul lo sacó del estadio agrietado con un potente golpe, mandándolo a volar a los pies de Hyoma.

Ginga recuperó a su Pegasus mientras que sus amigos corrían hacia él para felicitarlo.

 

— Pero ¿quién habría pensado usar una maniobra especial de la manera en que lo hizo? —se cuestionó Hyoma, visiblemente aturdido y sorprendido, mientras recogía su bey.

 

Kyouya fue capaz de escucharlo, y con una sonrisa de orgullo cerró los ojos, zumbado silenciosamente complacido, casi a la par del ronroneo del gatito en su mano “Solo Ginga… a veces hay que adelantarse a los acontecimientos”

 

—Te has vuelto más fuerte, Ginga —ofreció Hyoma, caminando hacia su amigo —supongo que ya no soy de mucha utilidad para ti —mencionó, con ojos caídos y una pequeña sonrisa —por favor, continúa mejorando… con tus grandes amigos, seguro que lo harás.

 

— ¿De qué estás hablando? —el pelirrojo lo miró como si hubiese dicho severa tontería —sigues siendo mi rival, Hyo-chan —exclamó con una dulce sonrisa, levantando una mano empuñada.

 

— ¿Qué?

 

—Tú sabes que sigues siendo mi rival, Hyoma —reafirmó.

 

—Sí, ha sido una gran batalla —apoyó Kenta.

 

Madoka se llevó las manos tras la espalda y ofreció una sonrisa también —realmente tuviste a Ginga contra las cuerdas hoy.

 

—Sí, pero…

 

Kyouya decidió en ese momento, que bien podría levantar una pequeña tregua, solo para asegurarse de que podría beybatallar contra el corderito en otra ocasión, así que se acercó también, al lado de Ginga.

 

—Él puede tener más de un solo rival ¿sabes, Hyoma? —ofreció, con una pequeña sonrisa ladina, de esas que dejaban entrever uno de sus colmillos.

 

—Kyouya… —sonrió el pelirrojo, aunque le confundió ver que el desafío no había abandonado los ojos zafiros de su león.

 

Los dos pares de ojos, de diferentes tonalidades azules, choraron allí por un momento.

 

“Claro, puede tener más de un rival. Pero yo seré el único que realmente lo tenga a él”  

 

— ¡Sí! —Ginga ignoró esa silenciosa muestra de superioridad de su compañero y se abalanzó en medio de ambos, sorprendiendo a Hyoma —cuantos más rivales tengas es mejor, te mantiene eso en forma ¿No es cierto?

 

Y, sin que ninguno se lo esperara, de un salto pasó ambos brazos alrededor de los hombros de ambos oji-azules y los hizo agacharse a su altura mientras jugueteaba con ambos.

Mientas que Hyoma se rió, acostumbrado a la explosividad juguetona de su mejor amigo, Kyouya se balanceó, sin poder escapar del semi-abrazo de su compañero, que realmente lo tomó con la guardia baja.*

 

—Espera. Ginga. El puma —trató de tranquilizarlo, mientras luchaba por no sonrojarse allí frente a todos.

 

Mientras que Ginga seguía tirando de ellos, tanto Benkei como Kenta expresaron su deseo de volver a enfrentar al peli-celeste.

 

—Gracias, gracias a todos —logró decir Hyoma, cuando Ginga dejó de sacudirlos por un momento, así que no se dio cuenta que el pelirrojo se había tensado por unos instantes, con las mejillas coloreándose sutilmente —muero de ganas por combatir contra ustedes también.

 

El pelirrojo sacudió la cabeza —Ese es el espíritu —completamente feliz, Ginga no se midió en frotar cariñosamente su mejilla contra la de Hyoma, para luego hacer lo mismo con Kyouya, lo que forzó un poco de color en los rostros de ambos oji-azules.

 

Hyoma, contento de recibir los afectos de su mejor amigo, y Kyouya ligeramente aturdido, porque Ginga no solía ser físicamente cariñoso hacia él con público conocido.

Kenta y Madoka se rieron con la escena, y aunque Benkei también lucía divertido, se extrañó un poco al notar la reacción tranquila de Kyouya; el peliverde solo había inclinado la cabeza, ocasionando que el flequillo salvaje ocultara parte de su rostro, en lugar de soltarse con brusquedad y apartarse del contacto físico. Pero bueno, Benkei ya se estaba acostumbrando a que Kyouya actuaba de forma diferente específicamente cuándo se trataba de Ginga.

 

— ¡Hey!

 

Una nueva ronda de risas surgió cuando el pequeño puma saltó de la mano de Kyouya hasta el hombro de Ginga, casi resbalando en la tela blanca de la bufanda, por lo que el pelirrojo se apresuró a sostenerlo.

 

— ¿Ves? Te dije que pararas —lo regañó Kyouya.

 

Antes de que Ginga pudiera contestar, Hyoma suspiró —vamos a buscar un lugar donde dejarlo, Ginga.

 

El oji-dorado lo miró con un fruncir de labios —Hyoma…

 

—Lo prometiste. No puedes quedártelo, lo sabes —lo cortó, serio. Cuando el pelirrojo hizo un claro puchero, Hyoma se cruzó de brazos.

 

Ginga lo sabía, pero la cría de puma era tan adorable y le encantaba tenerla en brazos que no quería dejarla ir. Miró al gatito en sus manos, volviendo a acariciarlo bajo el mentón. El puma ronroneó, sin saber nada de lo que pasaba. Ginga dirigió sus ojos mieles hacia el peliverde, y aunque a Kyouya le hubiese gustado contradecir a Hyoma -solo por el placer de molestarlo y provocar la sonrisa de Ginga- simplemente negó con la cabeza y le regresó una mirada plana a su compañero, porque sí, debían dejar al puma.

 

Ginga apretó sus labios en una fina línea, quejándose internamente — ¿puedo, al menos, llevarlo de vuelta al río? —suplicó a su mejor amigo.

 

Hyoma lo miró por un momento, pero se rindió con un suspiro y se encogió de hombros —de acuerdo.

 

El pelirrojo asintió, tristemente, y acercó al gatito a su rostro para unos pocos mimos. Le sorprendió que el pequeño puma lamiera su mejilla, pero le sacó una sonrisa.

 

Mientras todos se movían para regresar a la aldea, Ginga y Hyoma le dieron un último vistazo nostálgico al estadio destrozado. No podría volver a ser utilizado para un combate, en esas condiciones y, a pesar de que ellos dos eran realmente los únicos que iban allí esos días, eso no quitaba que quizás una futura generación no hubiese podido encontrarlo.

 

Ginga casi se arrepintió de lo que había hecho. Casi. Pero la sensación de estar de vuelta en el juego lo superaba.

 

Sí, estaba listo para continuar su entrenamiento. Que Ryuuga, Doji y toda Dark Nebula se prepararan. Ginga Hagane estaba de vuelta y más motivado que nunca.

 

Volvió la mirada al cielo, cuando una ráfaga de viento frío, típico de las montañas, hizo sacudir los extremos de su bufanda como alas… esperaba que su padre estuviera orgulloso del camino que estaba siguiendo.

 

Un día, no tan lejos, cumpliría su promesa… y entonces…

 

Miró hacia su derecha. Kyouya caminaba casi a su mismo ritmo, aparentando indiferencia, pero mirándolo de reojo con sus hermosos ojos oceánicos.

 

Ginga sonrió. Y entonces, continuaría adelante, seguiría jugando beyblade con todos los increíbles amigos que había conocido y quizás conocería en su travesía; entonces, lucharía cada día por ser el mejor, un blader que estuviera a la altura de Pegasus, y de su rival número uno, Kyouya.

 

Lo quería, por supuesto. Su corazón latía de la más pura felicidad cuando estaba con él.

Y porque lo quería tan intensamente, siempre daría todo de sí en sus batallas, porque eso era lo que los había unido desde el principio. Sus espíritus bey.

 

Su propio espíritu fue el que despertó al de Kyouya, sacándolo de esa zanja oscura a la que Doji lo había empujado.

Y porque el espíritu bey del peliverde se había enlazado con el suyo, sirviéndole de silencioso apoyo en su momento de debilidad, fue capaz de superar su prueba en la montaña, para recuperar su confianza y su camino.

 

Pensar en ello solo hacía que Ginga quisiera abrazar y besar a su león, así que agitó la cabeza para apartar esos pensamientos hasta otro momento, y se obligó a concentrarse en el pequeño puma en sus manos. Rogó a las estrellas porque encontraran a su familia, no podría soportar abandonarlo a su suerte.

 

 

Kyouya se detuvo en secó de repente, y Ginga lo imitó tres segundos después, probablemente notando lo mismo que puso en alerta al peliverde.

 

— ¿Ginga? —Hyoma fue el primero en consultar, ya que iba caminando a la izquierda del pelirrojo, mirándolo y preguntándose qué ocupaba sus pensamientos, mientras se unía casualmente a la conversación de Benkei, Kenta y Modoka.

 

— ¿Ocurre algo, Kyouya? —preguntó también Hanawa, al ver que su líder se quedaba de pie, alerta y con los ojos cerrados.

 

—Shhh —ambos talentosos bladers chistaron a la vez a sus amigos más cercanos. Mientras que Ginga miraba en todas direcciones desde su posición, Kyouya agudizaba el oído antes de lanzar la mirada a un lugar determinado.

 

— ¿Oyeron eso? —murmuró Ginga, aún con la mirada vacilante.

 

— ¿Oír qué? —susurró Hyoma, colocando una mano en el hombro izquierdo de su mejor amigo.

 

—Yo no escucho nada —mencionó la mecánica, en tono normal, y fue mandada a callar de nuevo por la pareja de bladers.

 

—Es como un gruñido ¿me equivoco? —consultó Ginga con su compañero.

 

—Creo que la madre encontró el rastro de su cría —contestó el peliverde, dándole la razón a su chico.

 

Madoka y Kenta se apretaron el uno contra el otro en un abrazo cuando todos procesaron el intercambio entre los rivales — ¿E-e-e-está ce-ce-cerca? —titubearon, preocupados. Benkei también se puso nervioso, en cambio, Hyoma se unió al escrutinio visual de su mejor amigo.

 

—Muchos animales se están moviendo —notó el albino, lo que significaba que había un depredador cerca y que posiblemente Kyouya estaba en lo cierto —no consigo distinguir dónde podría estar.

 

—Movámonos un poco más —decidió Kyouya, avanzando hasta el frente del pequeño grupo para que los dos niños quedaran en medio, incluso si estaba seguro de que la madre no iba a atacar —si continúa siguiéndonos la encontraremos.

 

— ¿P-por qué no solo bajan al puma y que vaya con su madre? —propuso Madoka, silenciosamente agradecida de no estar al frente ni al final del grupo.

 

—No parece que este pequeño se haya dado cuenta aún —contestó Ginga, dándole los últimos mimos al gatito. Supuso que su ronroneo ayudaría a que la madre continuara tras ellos.

 

Llegaron al paso de bey y Kyouya se detuvo poco antes de volver a internarse en el bosque, que los llevaría de regreso al rio. Se dio la vuelta y echó una mirada contemplativa a su alrededor, junto con bajos gruñidos de los que no era consciente.
Eso fue suficiente para que Ginga llegara a su lado nuevamente, intercambiaron miradas por unos segundos antes de que el peliverde asintiera.

 

Ginga dejó escapar un suspiro triste, mientras le daba los últimos rasguños bajo el mentón al puma — ¿dónde? —preguntó suavemente a su compañero.

 

Kyouya cabeceó en una dirección como respuesta, aunque también le dio una última caricia entre las orejas al gatito, su expresión era plana y sin sentimientos, como de costumbre.

 

El oji-ámbar siguió la indicación del mayor y se movió cerca, por la línea en que la hierba alta daba paso al terreno rocoso. Dio pasos suaves, confiando en el juicio de Kyouya y se detuvo solo cuando este se lo dijo.

 

Dio un último beso en la cabeza del gatito y se inclinó para dejarlo en el suelo. La cría se estiró mientras miraba al pelirrojo, sin comprender. Ginga le dio una mirada triste y empezó a retroceder, sin darle la espalda —adiós, leoncito —susurró más para sí.

 

El puma intentó seguirlo, después de un momento vacilante, pero un rugido pareció distraerlo, y esta vez, todos lo escucharon perfectamente. Kenta y Madoka se escondieron tras Benkei.

 

Hyoma envolvió un brazo alrededor de los hombros de Ginga cuando el pelirrojo estuvo a su alcance —hiciste lo correcto —lo consoló, dándole una sonrisa y mirada afectuosa. El menor no lo miró, solo asintió distraídamente, mientras seguía mirando al gatito dar pasos vacilantes.

 

Incluso cuando Hyoma le movió la cabeza hacia su cuello, Ginga no dejó de mirar al gatito —hay que alejarse —dijo Kyouya, tras un gruñido que no era precisamente de puma.

 

Benkei y los dos niños estaban más que felices de cumplir, los seis se movieron de vuelta al bosque, dónde Kyouya tiró de Ginga detrás de unos arbustos, e indicó a todos que guardaran silencio.

 

Un minuto después, una hembra de puma, de unos dos metros, apareció de entre la hierba alta. Caminó lentamente hacia su cría con las orejas moviéndose nerviosamente, y Kyouya supo que la puma sabía de su presencia cerca; claro, él, Hyoma y hasta Ginga podrían pasar desapercibidos, pero los otros tres no dejaban de temblar como maracas.

 

Aun así, la puma se reunió con su cría, que corrió torpemente hacia ella y se movió entre sus piernas. La hembra lo recibió con un baño de lengua apresurado, tratando de sacar de su cría el olor de los humanos. Momentos después lo agarró cuidadosamente entre sus fauces y se perdió con él entre la flora del lugar.

 

Solo entonces Benkei, Kenta y Madoka suspiraron de alivio. El suspiro de Ginga era más de lamento y Kyouya lo miró mientras Hyoma le palmeaba la espalda en consuelo.

 

 

Regresaron su camino a través del río y el resto del bosque de regreso a la aldea, donde fueron recibidos por Oikuto, y Hyoma les propuso almorzar antes de que bajaran de regreso a la estación de tren.

 

— ¿Te ayudo? —se ofreció Ginga, sin animo en la voz.

 

—Nah, descuida —Hyoma le profirió un beso en la frente —tú ve a descansar un poco, te llamaré cuando esté listo.

 

—Pero…

 

Hyoma llevó sus manos al torso del pelirrojo, con una sonrisa juguetona en los labios —sin peros, Gingi —rebatió, haciéndole cosquillas.

 

Las risas involuntarias no tardaron en salir de la boca de Ginga, e inmediatamente luchó por apartar las manos de Hyoma de su cuerpo —está bien ¡Está bien! ¡Sin cosquillas! —se quejó entre risas, sin aire, hasta que consiguió su cometido.

 

—Descuida, yo ayudaré a Hyoma en tu lugar, Ginga —se ofreció la chica.

 

—Gracias, Madoka —inclinó ligeramente la cabeza y se retiró hacia su casa.

 

Kyouya fue con él.

 

Ginga simplemente lo reconoció con una mirada mientras se quitaba los cinturones con sus accesorios para el beyblade y los dejaba en una mesita de noche del dormitorio principal antes de arrojarse a la cama, bocarriba.

 

El peliverde estaba ya harto de ver esa actitud —no seas un llorón —regañó, sin verdadera molestia en su voz, mientras lo seguía a la cama —si tanto te gustó, cómprate un gato —se burló.

 

Ginga abrió un solo ojo dorado, desde su lugar en la cama, le dio una suave sonrisa a su compañero y lo invitó a acercarse con un gesto de su mano, moviendo el dedo índice.

 

Tategami se inclinó hacia él, apoyándose en un brazo. Ginga movió sus brazos alrededor del cuello del moreno para tirar de él más cerca —creo que con un león me basta y sobra —susurró, entre el coqueteo y la broma, antes de besarlo.

 

El peliverde no se había esperado nada de esa respuesta, pero se movió con él y se acopló sobre el cuerpo de Ginga con demasiada facilidad. Las piernas del oji-dorado lo recibieron, abiertas, permitiéndole al joven león acercarse todo lo que quisiera al cuerpo tendido en la cama mientras sus lenguas bailaban en un beso apasionado y húmedo.

La mano libre de Kyouya se movió hacia la cintura de Ginga, donde se coló entre la playera salmón con propiedad. La respiración de ambos ya eran jadeos cuando se separaron a coger aire, lo cual duró solo unos segundos antes de que se lanzaran de vuelta a los labios del otro.

 

La pasión en choque de ambos saturó al aire de la habitación, volviéndolo cálido y espeso. Apenas se separaban segundos entre beso y beso para poder respirar, sus labios se tornaron rojizos e hinchados, los de Ginga más notoriamente, al ser presa favorita de los dientes del león adolescente.

 

Por un momento ahí, Ginga quiso invertir las posiciones, recordando lo bien que se sintió anoche sobre el regazo de Kyouya, pero se retractó a medio camino y ambos quedaron de costado en la cama, con una de las piernas de Kyoya atrapada entre las de Ginga.

 

Cuando finalmente fueron capaces de abandonar los labios del otro por más de cinco segundos, Ginga bajó su cabeza hacia el cuello del peliverde, acariciando la piel bronceada con su nariz y labios, sonriendo al encontrar las marcas que había dejado la noche anterior sobre su piel. Empezó a repartir besos suaves allí, permitiendo que ambos se calmaran un poco.

 

— ¿Realmente te crees capaz de manejar a un león solitario, Ginga? —preguntó Kyouya, aun respirando agitadamente, pero retomando la conversación previa.

 

El menor se rió entre dientes, antes de re-marcar uno de los chupones —no es como si quisiera ponerte una correa o domesticarte, mi león —bromeó, levantando el rostro. Kyouya le regresó una mirada molesta y ofendida, con las cejas profundamente fruncidas, pero Ginga no le dio la oportunidad de responder el “como si pudieras” que sabía que vendría —no es que nadie pueda hacerlo, pero yo ni siquiera quiero intentarlo… me gustas tal y como eres, salvaje y peligroso.

 

Kyouya sonrió de lado, con orgullo y dejando ver sus colmillos, como si le hubieran dado el mejor cumplido. Ginga le regresó la sonrisa, amando verlo así, guardó esa imagen a fuego en su mente. Amaba ver a Kyouya sonreír.

 

—Parece que careces de instintos de auto-conservación —molestó el más alto, raspando sutilmente sus uñas a lo largo de la espalda de su compañero.

 

—No lo necesito contigo —Ginga llevó una de sus manos a la melena verde, soltando la coleta con suavidad —Sé en donde me estoy metiendo y sé que quiero esto.

 

—Espero que recuerdes todo eso la próxima vez que tengamos una batalla y te derrote, Ginga —lo retó, con ese brillo competitivo iluminando sus feroces ojos zafiro, y con el cabello suelto alrededor de su rostro como una melena, se veía perfectamente letal —Leone y yo barreremos el estadio contigo —determinó, moviendo su cabeza hasta que sus narices chocaron —y aún después de eso, no te dejaré escapar —ronroneó.

 

Con su hermosa sonrisa, Ginga igualó la pasión competitiva de su compañero y rival —Pegasus y yo lo estaremos esperando —le robó un beso rápido, internando sus dedos en el cabello verde oscuro —ya has visto que estamos de vuelta en nuestra mejor forma, no nos dejaremos vencer tan fácilmente.

 

—No espero nada menos, Ginga —ronroneó, antes de volver a atrapar sus labios.

 

 

Notas finales:

*En esta ocasión AMÉ más al doblaje en castellano, porque no es Ginga quien le corta el rollo de victoria a Hyoma, comentando la maniobra especial de Pegasus, ¡Si no que es el propio Kyouya quien lo hace! Y es como ¡Tenga, en toda la cara por todo lo que había estado presumiendo antes de conocer a fondo a Ginga! xDDDD me súper-mega-encanta.

*AMO esta escena. Tengo el gif en mi celular xD


Bueno, como decía Porky. E-e-e-eso, eso, eso es todo amigos.
Básicamente ya he cubierto/adaptado/re-escrito todo lo que quería de este mini-arco de la primera temporada. Aunque se me dé por escribir un capítulo más, a modo de epilogo, describiendo pequeñas escenas de pareja entre Ginga y Kyouya, mientras Benkei y Kenta hacen sus payasadas a lo largo del capítulo 19

¿Qué les parece?

Espero sus comentarios. Nos estamos leyendo.
Ja ne~nya ^n.n/^


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