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BROTHERS'S LOVE por Alleisys

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CAPITULO XVI: «Gymnopédies»

«Deux pays au bout do monde

Ou Salombo a decouvert.

La fleur sacree et ses mysteres,

Tous les dieux do Pakistan»

Salômbo; Indochine.

«Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes»

Es una frase que suelen decirse las personas para autocompadecerse cuando le dan forma a su propio egoísmo y miseria, pero la inclemente realidad es que uno siempre fue consciente de lo que tuvo, solo que jamás pensó que lo podría perder.

Él creyó que Sora siempre estaría allí para escucharla tocar el piano a la distancia, ignorarla cada vez que le insistía en crear una pieza juntos, y cerrar todas esas puertas que su madre siempre trato de abrir, pero esta vez no fue como en todas las anteriores. Pues ella había partido a un viaje sin retorno, quedando como su único recuerdo, el melancólico sonido de una serenata a medio terminar.

Jamás conocería el final de la bagatela, porque Sora se había ido sin que pudiesen si quiera empezar a componerla. Había dejado tantas cosas inconclusas, y ahora tenía que recoger esa misma pluma que ella dejo sucumbir, para rescribir los sueños que deposito en esa pequeña bebe que ahora veía desde la incubadora.

No había hecho más que observarla, Reiju había llegado al mundo hacia menos de veinticuatro horas y ya tenía un millón de recuerdos de ella grabados en su mente. Era tan pequeña que incluso el gorrito rosa que Sora tejió para ella en sus últimos días de vida prácticamente le cubría toda la cabeza.

Se veía tan vulnerable… pero no solitaria, porque en ningún momento se apartó de su lado.

—¿Ichiji? — El llamado de una consternada voz hizo al joven pelirrojo levantar la cabeza, viendo a la Doctora Gerd justo frente a él. —Ichiji, ¿Aún sigues aquí? — Pregunto preocupada.

Sus ojos decayeron por unos segundos. —Solo aceptaban a un familiar por paciente en Cuidados Intensivos, así que les dije a Niji y Sanji que fueran a casa, pero creo que no me hicieron caso y se quedaron dormidos en la sala de espera.

Con mayor razón, — La doctora se acercó hasta el pelirrojo, arrodillándose frente a Ichiji que estaba sentado a un lado de la incubadora de Reiju. — Deberían ir a casa, hoy fue… — No supo a ciencia cierta qué palabras usar para describir el sentimiento que en esos momentos embargaba a esos pobres chicos. — Un día muy largo para todos.

—No voy a dejarla. — Fue todo lo que dijo con la mirada fija en Reiju.

Ellos no eran los únicos que habían perdido a su madre, Reiju tambien, y no la iba a abandonar en ese frio lugar cuando ella más lo necesitaba.

La mujer vio al joven pelirrojo con una triste sonrisa en el rostro, asintiendo en silencio ante su inexpugnable deseo. — Hare que te traigan un par de mantas adicionales. — Le aseguro para luego ir con Reiju.

Ichiji vio con extrema cautela como Gerd analizaba los signos vitales de su hermana y escribía una que otra cosa en su historial clínico, pero termino conteniendo la respiración cuando la doctora abrio la cúpula en la que se encontraba la menor para tomarla entre sus brazos.

Ichiji, en este turno no tengo a muchas enfermeras disponibles. Ven, ayúdame a cargarla mientras le cambio las sábanas. — Le pidió tiernamente.

No creo que sea lo más sensato. — Se reusó en el acto — Le podría hacer daño.

Eso no va a pasar. Vamos, acércate. — Comento sabiendo que Ichiji aún no había compartido un momento así con su nueva hermanita.

Fue la primera vez que Reiju lo hizo experimentar un miedo inimaginable, ¿Y si su solo tacto la asustaba? ¿Y si hacia un mal movimiento? La sola idea de herirla lo aterrorizaba.

—¡Rápido niño! No te quedes ahí sin hacer nada. Tengo otros pacientes que ver. — Le resondro altivamente Gerd.

No paro de temblar la primera vez que sostuvo a Reiju entre sus brazos. Comprobó que era tan liviana como se veía, hasta una manzana pesaba mucho más que ella. Pero a pesar de que tuviese los ojos bien cerrados y no pudiese verlo, era como si su hermanita supiera que estaba segura a su lado, porque en el acto entrelazo su minúscula mano con uno de sus dedos. La diferencia de tamaños era irreal, ni toda la extremidad de Reiju junta podía si quiera cubrir la mitad de su dedo. El tacto solo duro unos segundos, pero Ichiji abrio su azul mirada al sentir como con ese pequeño gesto de apenas perceptible fuerza, Reiju le estaba agradeciendo en silencio por no haberse apartado de su lado.

Ese día paso por muchas primeras veces.

Su primer día sin una madre.

Su primera vez sosteniendo a su hermana.

Y la primera sonrisa que Reiju le saco.

—Ella se veía tan frágil en mis brazos… — Suspiro en silencio, su rostro era indescifrable — Tenía todas las probabilidades en contra, pero aun así seguía luchando por sobrevivir. — Comento fascinado ¿Y cómo no hacerlo? Sentir la débil respiración de su pequeño cuerpo en aquella noche tan oscura...

Fue como finalmente encontrar un paliativo a su interminable dolor.

Katakuri no aparto su mirada de él en ningún momento, escuchando atento cada palabra que salía del oprimido corazón de Ichiji. —Estoy seguro que ella no era la única que estaba luchando por sobrevivir.

—No. — Contesto en un susurro — No lo era.

—E incluso después de la muerte de tu madre, ¿Tu padre no se atrevió a volver? — Le pregunto el mayor con un tono extremadamente serio— Él tenía que estar allí. 

Ichiji cerró los ojos, resignado. —Si… Si lo hizo. Pero hubiese sido mejor si no volvía nunca. — Reconoció con latente amargura.

No se podían quedar para siempre en el hospital, y al día siguiente del nacimiento de Reiju tuvieron que volver a casa. Gerd les había advertido que Reiju estaría unas semanas más en la incubadora, era imposible que se la llevaran hasta que sus órganos terminasen de desarrollarse por completo, y a pesar que desde un principio se opusieron totalmente a apartarse de su lado, fue lo mejor que pudieron hacer por ella.

Porque no tenían ni idea de lo que se desataría con su regreso.

El desgarrador grito de Yonji luego de que le revelara que su madre había fallecido, fue como reavivar aquella herida mortal que sufrieron con la muerte de Sora. Yonji estaba totalmente destrozado, quizás hasta más que ellos tres al saber que jamás pudo despedirse como era debido. Tirado en el piso, sin encontrar consuelo luego de saber que no volvería a ver la sonrisa de su madre reflejada en sus ojos.

¡Ella fue! ¡¡Ese monstruo mato a mamá!! — Era lo único que salía de los labios del peliverde, y a pesar de que sintiera unos desbordantes deseos de abofetear a Yonji por las insensateces que estaba diciendo, no lo hizo.

Porque Yonji estaba totalmente roto, su dolor y arrepentimiento habían tomado posesión de él,  y no iba a contribuir a destrozarlo aún más.

¡Es su culpa! ¡¡Es su maldita culpa!!

Todos permanecieron en silencio, con la mirada perdida, viendo al más fuerte de los cuatrillizos romperse en miles pedazos.

Sanji estaba sentado sobre el piso con la mirada desahuciada, escuchando en silencio los desaforados gritos de Yonji. Niji se encontraba apoyado sobre la baranda, sus ojos furiosos solo rehuían la mirada de su hermano, e Ichiji, que era el único que estaba de pie frente a Yonji, lo veía a sus pies, sin poder hacer más que morderse los labios de la impotencia.

¿Qué podría decirle? Era un esfuerzo inútil hacerle entender a Yonji que nada de lo que había pasado era culpa de Reiju.

—Y eso fue solo el principio…— Relato con la mirada ahogada.

Estaba sentado sobre una de las sillas del despacho de Judge, golpeaba con sus finos dedos la madera de nogal en lo que aguardaba pacientemente a su inminente llegada. Sabía que en cualquier momento él cruzaría esa puerta, y nada volvería a ser lo mismo, pero no podía mostrar debilidad, no en estos momentos tan críticos en los que sus hermanos más lo necesitaban, y fiel a su palabra, cumpliría la promesa que le había hecho a su madre en su lecho de muerte.

El aire en la habitación cambio drásticamente, volviéndose siniestro cuando de manera violenta las puertas se abrieron en dos hasta reventar contra las paredes ornamentadas de porcelana.

¿¡Donde esta!? — Fue lo único que la colera de Judge fue capaz de soltarle a su hijo. Ni siquiera se dignó a saludarlo o preguntarle cómo estaba luego de la eminente perdida de su madre. — ¿¡Donde esta Sora!? — Volvió a preguntar de manera furiosa al ver a su hijo mayor aun en silencio. — Ichiji ¡Respondeme, con un demonio!

Tuvo que respirar profundamente para luego levantar su mirada y ver directamente hacia Judge. No sabía si su padre estaba furioso o triste, pero en sus ojos había un matiz de miles de sentimientos entremezclados en uno solo.

—Reiju.

—¿¡Disculpa!?

Tu hija se llama Reiju Elise. — Comento con frialdad.

—¿¡Q-Que!?

Ichiji no supo identificar si su voz fue de incredulidad, o de furia.

—Ella aún sigue en cuidados intensivos por si te interesa saber. Estará allí una buena temporada, la doctora Gerd dice que aún es muy pronto para saber lo que pasara, pero es una bebe muy fuerte… Quizás lo logre.

Sorprendentemente, Judge no hizo más que empezar a negar fervientemente con la cabeza, entendiendo en silencio el oscuro significado de las palabras de Ichiji, y siendo algo totalmente ajeno en él, pareció cavilar minuciosamente sus siguientes palabras antes de decirlas.

—T-Tu madre… Tu madre no puede estar…

Ichiji sintió una especie de nudo en el estómago al ver que a Judge ni siquiera le interesaba el estado de su hija recién nacida. Respiro con dificultad antes de volver a tomar la palabra. — Sora desarrollo un cáncer de útero en extremo agresivo durante sus primeros meses de gestación, pero aun así quiso continuar con su embarazo, y la única razón por la que no te dijimos nada fue porque ella nos pidió que

No pudo terminar de hablar cuando Judge le propino una rotunda bofetada con toda la rabia de su furia contenida. Su mirada se distorsiono en el instante que vio la potente mano de su padre acercarse en cámara lenta. Su golpe fue lo suficiente fuerte como para tirarlo al piso. De inmediato poso sus manos en su rostro, tratando de calmar el insoportable ardor que nació en su mejilla, pero era inútil, pudo sentir el metálico sabor de la sangre inundando sus labios.

Inmediatamente su mente se quedó en blanco, Judge podía ser muchas cosas en esta vida, pero jamás alguien que usara la fuerza física. Y eso solo comprobaba una cosa, que su nivel de desesperación había superado limites nunca antes vistos.

—¡¡No es cierto!! — Le recrimino totalmente enardecido —¡Sora no puede estar—

Sora está muerta. — Reconoció limpiándose en el acto el hilo de sangre que corría por su boca.

—N-No…No es posible.

Nunca había visto a Judge actuar así antes, su mirada estaba totalmente desértica. Y a pesar de que por un momento pensó que su padre lo había golpeado en un arrebato de furia e iría a pedirle perdón de inmediato, mostrándoles su apoyo a él y al resto de sus hijos que ahora se encontraban huérfanos de madre…

Él simplemente se alejó.

Como siempre, como todo en su vida.

—¿Él se atrevió a golpearte? — No pudo continuar cuando la predominante voz de Katakuri lo interrumpió abruptamente. Pudo notar como su mandíbula se tensaba, y no solo eso, su mirada se hallaba brillando en un contundente estado de furia.

—La verdad no es importante, no fue para tanto. — Tampoco quería jugar el papel de víctima y hondar aún más en ese vergonzoso episodio. — Y fue solo una vez.

—¡No me interesa si fue una o veinte veces! ¡El hijo de perra te golpeo!

—¿Y que se supone que iba a hacer? ¿Responderle? — Rio sin ganas — No sé si te has dado cuenta, pero yo no soy como tu Katakuri, así hubiese querido no le hubiera podido hacer ni un misero rasguño, y aunque no lo estoy justificando, sabia a lo que me arriesgaba al darle la noticia. — Y fue por eso mismo que únicamente él lo hizo, no quería exponer a ninguno de sus hermanos a la ira de Judge.

 —Esto no se trata de que seas como yo, Ichiji.

El pelirrojo simplemente agacho la mirada, riendo sin gracia —Tampoco espero que lo entiendas.

Katakuri arrugo su entrecejo, permaneciendo en silencio ante la falsa afirmación de Ichiji. Porque de hecho si, si lo entendía…

Lo entendía mejor que nadie.

La impotencia de estar allí, y no poder hacer nada.

«—¡Maldita prostituta! ¿¡A que pobre hijo de perra te atreviste a traer a mi cama en esta ocasión!?

«—Kaido, estas ebrio ¡Largo de aquí!... ¡No! ¡No te atrevas a tocarme, malnacido!

El ahogado eco de un bofetón retumbo con potencia en sus oídos, obligando a un pequeño de tres años a tomar su almohada para colocársela sobre la cabeza, pero por más que la presionaba sobre sus oídos, era inútil, podía escuchar los agónicos gritos de su madre con abrumadora claridad.

«—¡Cierra la puta boca Linlin y abre esas malditas piernas, que es lo único que sabes hacer!

«—¡¡No!! ¡Suéltame!

—Si lo hago. — Asevero provocando que el pelirrojo levantara la mirada, confundido — Y por eso no tienes idea de la rabia que me da el pensar que alguien, así sea tu propio padre, se haya atrevido a levantar su mano en contra tuya. — Profeso acariciando suavemente su mejilla.

¿Como alguien podría atreverse a dañar algo así de hermoso?

Su tacto era áspero, pero aun así guardaba una innegable de calidez en el. Era tan revitalizador y repleto de vida que hizo a Ichiji cerrar los ojos por unos instantes, disfrutando secretamente de la delicadeza de aquel momento tan especial entre ambos.

Solo Katakuri era capaz de sostener entre sus manos a la destrucción y creación en completa armonía. Era un Dios elemental, y tambien, el caos.

Como se moría por besarlo en esos momentos, pero sabía que si lo hacía, sería incapaz de abandonar sus labios.  

—Descuida, jamás lo volvió hacer. Luego de ese episodio opto por enclaustrarse en su habitación a embriagarse como si no hubiera un mañana. — Comento con resentimiento. — Fue la única vez que Judge permaneció por tanto tiempo en casa, pero era únicamente porque estaba tan ebrio que apenas y podía levantarse de la cama al día siguiente. — Admitió presionando con furia sus brazos. — Ni siquiera le intereso ver a Reiju en las dos semanas que permaneció allí. Era como si le diera igual el hecho de haber tenido una hija.

Ellos estaban destruidos por dentro, con la reciente perdida de Sora, y con la vida de Reiju pendiendo de un hilo, era como estar hundidos en lo más profundo de un frio y lúgubre océano. Fue en ese momento cuando más que nunca necesitaban de su padre, y Judge los abandono a su propia suerte, quedando como un mero testigo de cómo sus propios hijos se ahogaban a lo lejos, y sin mover un dedo para ayudarlos.

—Solo hubo un día en el que Judge no se embriago, o al menos, no estaba lo suficientemente ebrio como para perder la conciencia.

Y fue el día del funeral de su madre.

Esa fecha estaba marcada a fuego como uno de los días más negros de toda su vida. De los que más deseaba borrar de su memoria, pero que irónicamente era el que más vívidamente recordaba.

La lluvia los azoto con tormentosa potencia esa tarde, Sanji sollozaba en silencio, conteniendo sus gemidos de dolor al abrazarse a sí mismo, Niji tenía la mirada fija en el féretro de Sora, que lentamente descendía a tierra al igual que sus silenciosas lágrimas, y Yonji no paraba de llorar a gritos.

Judge y él fueron los únicos que no soltaron ni una lagrima.

Su padre, porque quizás ya no tenía más para soltar, durante varias noches seguidas lo despertaron sus gritos mientras cantaba «Lady» totalmente alcoholizado hasta desmallarse sobre el piso.

Y él, porque a pesar de que se sintió morir por dentro, no se atrevió a soltar ni una sola lagrima frente a su madre.

«—No permitas que nadie vea tus lágrimas. Un rostro tan hermoso como el tuyo no debe embarrarse nunca.»

—Durante toda la recepción que le siguió al sepelio de mi madre recibimos miles de condolencias de parte de los socios de mi padre y demás figuras de sociedad, pero todos repetían las mismas palabra vacías.

«Mis más sentidas condolencias, y espero que la bebe logre recuperarse.»

Judge solo recibía el pésame con una mirada carente de vida, como si hubiese sido él quien estuviese asistiendo a su propio funeral, aunque de cierta forma una parte de su padre tambien fue enterrado ese día junto con el cadáver de Sora.

El salón principal de la mansión Vinsmoke jamás había estado repleto de tantas flores blancas como ese día. Narcisos, Claveles, Rosas, Jacintos, Margaritas, Tulipanes; un sinfín de arreglos que si su madre hubiera visto sin duda los hubiese amado, aunque se tratasen de las flores de su propio funeral.

Los invitados se acercaban a mostrar sus respetos y estrechar sus manos con las de su padre y las de ellos de manera casi robótica. Llego un punto en el que ni siquiera busco mostrar su etiqueta, solo respondía con dureza a esas falsas muestras de afecto, y así continuaron hasta que un hombre mayor de marcados rasgos árabes, acompañado de su familia, se presentó ante ellos.

Se trataba de nada menos que Nefertari Cobra.

Sora era una mujer maravillosa, Judge. Esta tragedia no solo golpeo a tu familia, todos perdimos a un ser humano admirable. — Su marcada ascendencia oriental se hizo notar en su masticado francés.

Gracias, Embajador. — Su padre acepto sus palabras con notoria frivolidad y un rígido apretón de manos.

Y a pesar de que Cobra pudo haber tomado su gesto como una falta de respeto, ignoro el sentir de su padre para acercarse hasta donde estaban ellos para verlos intensamente por varios segundos.

Jóvenes, no hay nada que yo pueda decirles que tan si quiera logre mitigar la angustia que deben estar sintiendo en estos momentos. Solo quiero que sepan que sin importar lo que pase, no se culpen por lo que han perdido, y en vez de eso, celebren el regalo de la nueva vida que tienen en frente suyo. —Aseguro con la mirada seria. Tanto ellos como Cobra sabían perfectamente a quien se refería con esas palabras. — Tomen esto no como el típico discurso de un viejo anticuado, sino como el de un padre al que jamás le gustaría ver a sus hijos tristes por algo tan maravilloso, pero que al mismo tiempo nos aterra tanto como lo es la eternidad. De mi parte, sepan que siempre tendrán las puertas de mi casa abiertas para todos y cada uno de ustedes.

Finiquito su discurso en un paternal abrazo para cada uno, uno que sin saberlo ellos necesitaban en demasia, y sin decir más se hizo a un lado, mostrando la figura de Vivi a sus espaldas, que sin pensarlo dos veces se lanzó a los brazos de Sanji a llorar junto con el rubio.

—V-Vivi… Gracias por venir. — Fue lo único que logro entenderse de entre todos los gemidos de dolor de Sanji.

—Y-Yo… Yo lo siento tanto Sanji… Chicos… ¡No tienen idea de cuanto lo siento! — Vivi se lamentó como si ella tambien hubiese perdido a un ser muy querido, y aun sin pedírselo extendió su abrazo a los cuatro, que a pesar de no mostrar más que una expresión abatida, aceptaron el calor que les brindaba Vivi.

A sus ojos, los Nefertari fueron los únicos que mostraron una preocupación genuina por ellos de entre todas las centenares de personas allí reunidas.

—Los siguientes días fueron… — Hizo una pausa cerrando los ojos con dificultad. Jamás pensó que se sentiría tan perdido como hasta ese momento, pero no, los círculos que les esperaban a los cuatro eran muy profundos, y aun les quedaban varios infiernos por visitar antes de tan si quiera tratar de salir de aquel oscuro abismo. — En ese momento no lo sabíamos, pero de alguna forma Sora era lo único que nos mantenía medianamente cuerdos.

Luego del funeral, Judge hizo lo que mejor sabía hacer; volver a Marsella con sus centenares de amantes que lo recibieron con los brazos, — y las piernas —abiertas, para así sacar de su mente el corroído recuerdo de la brillante sonrisa de su esposa ahora muerta.

No se molestó en mirar atrás para ver el desastre en el que estaba dejando a sus hijos. Quizás porque él tambien estaba lidiando con su propio tormento, o porque solo con verlos a los ojos recordaba a esa maldita mujer que había tomado la egoísta decisión de abandonado para siempre.

Judge no pensó en nada más que en su propio dolor, olvidándose totalmente de ellos.

Él por su parte dejo de ir a la biblioteca, ya no podía ver el piano de su madre sin sentir el peso de una estaca enterrándose en su pecho, y no fue el único que se sentía encerrado y sin salida. Poco a poco Niji fue recayendo en un círculo de locura interminable, sin su madre cerca, el peliazul ya no tenía quien lo sostuviese de aquel hilo rojo, dejándolo a total merced del tormentoso laberinto que era su mente y del Minotauro que representaba su lado más salvaje. Sanji desarrollo una ansiedad que en su punto más crítico lo hizo consumir hasta ocho cajas de cigarrillos al día. Ya no dormía por las noches, se la pasaba deambulando de un lado a otro como un muerto viviente. Prácticamente no hablaba con nadie, ni siquiera con Vivi, que a pesar de que en ningún momento se alejó de su lado, le era imposible tratar de entrar más allá de la trastocada mirada del rubio que ahora no era más que una estatua de piedra sin vida, y Yonji de plano había dejado de ir a la escuela. Se auto confino en el tártaro de su arrepentimiento, sintiendo de primera mano el castigo de su propia desidia.

Ichiji ni siquiera fue capaz de acercase a ellos, y no porque no quisiera, sino porque estaba igual de roto que el resto de sus hermanos.

¿Como una flor marchita sería capaz de devolverle la vida a otra?

Lo único que podrían hacer era dañarse con sus propias espinas hasta que no quedase nada de ellos.

—Fue una tortura. Despertar en la mañana para saber que aún quedaba otro día más. Era como repetir su muerte día tras día. — Reconoció hundido en una profunda desolación. En cada lugar que veía, en cada cosa que hacía, recordaba que ella ya no estaba más en su vida. En ese momento entendió aunque sea un poco a Judge. Debía ser una verdadera tortura para él estar encerrado en un lugar que en donde sea que viese, estuviera impregnada la esencia de Sora. — Pero…— De repente su azul mirada se suavizo por unos segundos. —Fue entonces que Reiju finalmente salió del hospital.

Era un día como cualquier otro, añadiendo una raya más a la larga condena que les quedaba por cumplir, cuando al regresar en soledad de la escuela, encontró la puerta de la habitación que por tantos meses su madre había preparado, abierta.

Al principio creyó que había sido el viento, o quizás solo se trataba de una mera casualidad. No había estado allí desde que su madre estaba viva, pero no quería que nadie más profanara ese lugar tan sacro al que ella le entrego el poco tiempo que le quedaba en sus últimos días, pero cuando se dispuso a cerrarla, pudo ver a Eponi dentro, cargando a un manojo de mantas blancas en los brazos mientras le tarareaba una dulce canción de cuna.

Su mirada se abrio en instantes al ver de quien se trataba.

Amo Ichiji — Eponi se percató con sorpresa de la presencia del joven pelirrojo y le dio una tierna sonrisa.

Esa vieja mujer había sido quizás una de las que más había disfrutado de la compañía de Sora, y también de las que más había sufrido con su prematura perdida, pero a pesar del inconmensurable dolor de perder a la mujer que ella veía como a una hija, la vida que era tan cruel como hermosa, fue lo suficientemente benévola para permitirle cargar a la hermosa bebe por la que su señora había sido capaz de entregar su vida, y al igual que con Sora, ella cuidaría de ese hermoso tesoro con todas sus fuerzas.

La pequeña Reiju ya está en casa. — Relato la mujer con una sonrisa compungida.

¿Lo que veía era una ilusión? No, tenía que comprobarlo por su propia cuenta. ¡Tenía que asegurarse que no fuese un sueño!

Se acerco desesperadamente a Eponi, quien al entender la urgencia de su joven amo coloco con extrema delicadeza el cumulo de mantas sobre sus brazos. Al principio se sorprendió, pesaba más, mucho más de lo que recordaba, y al buscar su rostro ya no encontró esa cabecita a la que el gorro de su madre le cubría totalmente el rostro, sino que fue recibido por una hermosa bebe que lo veía con unos enormes ojos azules totalmente abiertos y unas imperceptibles cejas espiraladas, su cara era tan redondita y sonrojada que al verla por unos instantes realmente pensó que se trataba de otra bebe.

Pero fue entonces que Reiju tomo uno de sus dedos entre su pequeña mano, dejándolo sin aliento por unos instantes al ver que su hermanita aun recordaba ese gesto, y a pesar de que su extremidad siguiese siendo muy pequeña, ya era lo suficientemente grande como para rodear todo su índice.

Había transcurrido un mes desde la muerte de Sora.

Un mes en el que no fue más que un muñeco sin vida que se movía únicamente por los hilos de un cruel titiritero llamado destino. Un mes en el que conoció lo que era la verdadera pesadumbres de estar vivo.

Y un mes hasta que volvió a sentir la calidez en su pecho.

Se mordió los labios al tratar de controlar las pesadas gotas que se formaron en sus ojos y que amenazaban con traicionarlo.

No… No iba a volver a llorar.

Ya no tenía que hacerlo más… porque ella ya estaba a su lado.

—Reiju regreso a nosotros en el momento perfecto. — Reconoció liberando al fin una leve curva en sus labios — Nos salvó. — Aseguro recapacitando en voz alta. — Me salvo.

.              .              .

¿Cuál era el primer recuerdo que tenia de Reiju?

Su sonrisa…

Sus hermosos ojos azules…

La calidez de sus abrazos…

Su inocencia…

Todo en ella.

Dejo de calar el Marlboro y levanto la mirada al notar que el bartender había colocado frente a él otro vaso de Whisky. Hizo un leve asentimiento a modo de agradecimiento y tomando aire desapareció todo el amargo líquido en sus labios de un tirón, esparciendo así grandes cantidades de alcohol por su torrente sanguíneo en cuestión de segundos.

Respiro con dificultad al sentir el amargo sabor de aquella bebida, y rápidamente volvió a hacerle otro gesto al cantinero para que repusiera su vaso.  

Quería enterrar su dolor a como dé lugar, y le importaba un comino de qué forma fuese.

Sabia a lo que se arriesgaba cuando fue a buscar a Zoro. Era consciente de que existía la mínima posibilidad de que él dijera que no, pero que se haya rehusado a ayudarlo de la forma en la que lo hizo… Incluso luego de todo lo que ambos compartieron…

Jamás sintió tanto asco por una persona hasta ese momento.

¿Qué tan podrido podía estar ese hombre por dentro?

Cual sea que fuera el peso que cargara Zoro, debía ser uno realmente abominable. Ya que no tenía la menor duda de que el peliverde realmente se odiaba a si mismo más que a cualquier otra persona.

Libero todo el humo que estaban conteniendo sus pulmones, abriendo la mirada al ver que una gota de agua había caído sobre la desgastada barra de madera de ese maloliente bar, levanto la cabeza en busca de alguna filtración en el techo, pero al no encontrar nada devolvió su mirada hacia abajo, notando que poco a poco empezaban a caer más y más puntos de agua.

Fue solo hasta allí que Sanji supo que las gotas no venían del techo… Sino que lo hacían de sus propios ojos.

Eran sus lágrimas.

Lo había recordado, su primer momento con Reiju.

¿Qué te parece si vemos «Up»? — La dulce voz de Vivi le hablo por la espalda mientras ambos entraban a la mansión Vinsmoke.

Si… está bien. — Comento sin ganas mientras cargaba las bolsas de Five Guys que habían comprado para su tarde de películas

Habían adoptado esa tradición en las últimas semanas, Vivi le propuso ver una película con hamburguesas de Five Guys un día en que se quedaron haciendo un proyecto de la escuela hasta altas horas de la noche, y sin darse cuenta lo empezaron a repetir todos los viernes. Aunque en el fondo sabía que su amiga solo lo hacía porque no quería dejarlo solo.

—¿O que tal «Distric 9»? Aunque no la haya visto, Carrot si, y me dijo que es algo larga, pero que vale la pena. — Le aseguro con una sonrisa. Después de todo, ese día se quedaba a dormir en casa de Sanji.

Al principio a su padre no le gustó mucho la idea de que pasara la noche en la habitación de su mejor amigo. Claramente Cobra era un hombre muy comprensivo, a pesar de que se dijera lo contrario de su gente y religión, pero habían ciertas cosas con las que no se sentía del todo cómodo. Sin embargo, luego de una pequeña charla entre padre e hija en la que ella le explico que el blondo ya no podía dormir luego de la reciente muerte de su madre, Cobra se lo permitió.

Si quieres. — Su respuesta fue estoica, y pudo sentir como Vivi presiono con fuerza sus nudillos.

C-Claro. — Asintió respirando fuertemente, desviando su mirada en el proceso.

Lo siento Vivi, pero yo… No sé cuánto más pueda soportar esto.

Sabía que Vivi estaba haciendo todo lo que estuviera en sus manos para ayudarlo, pero él simplemente no era capaz de ver la luz al final del túnel. Esa que siempre decían que aparecía en los momentos de mayor desesperación. Porque él aún seguía allí, caminando a ciegas y adentrándose cada vez más en lo profundo de su soledad.  

Antes era su cálida mano la que siempre lo guiaba con una sonrisa, pero ahora ella ya no estaba.

Y se sentía tan… Perdido.

Sanji — El cálido gesto de Vivi al tomar su mano fue lo único que lo hizo levantar la cabeza — Aquí estoy.

Esa simples palabras hicieron que la tomara entre sus brazos, abrazándola con fuerza. Vivi acepto el gesto con una sonrisa, Sanji estaba temblando. No tenían que decir nada más, ella lo entendía, y él a ella.

—Vamos Vivi. — Le susurro tomando su mano para que fueran hasta su habitación. — Mejor veamos «La princesa y el sapo» — Propuso con una escueta sonrisa, a lo que inmediatamente Vivi se emocionó.

—¿¡Enserio!? — La verdad era que se moría de ganas por ver la última película de princesas que había hecho Disney— ¿Pero realmente quieres verla? 

—No. — Reconoció con aburrimiento —…pero tu sí. — En lo personal, el mensaje de un príncipe azul que salva a la damisela en apuros era un concepto demasiado estúpido para su gusto, pero a Vivi le gustaba la magia que guardaban esas historias.

—¡Awww~! ¡Sanji eres un encanto! — Acepto saltando a sus brazos.

Subieron rápidamente las monumentales escaleras de su casa, dirigiéndose a la alcoba del rubio tomados de la mano, pero estando a medio camino la inesperada voz de alguien bien conocido por ambos hizo a los dos mejores amigos detenerse por unos segundos, y cuando dirigieron su mirada hacia Ichiji, se quedaron en un mortal silencio al ver al mayor de los cuatrillizos cargando unas espesas sabanas entre sus brazos, apoyado en el marco de la habitación que su amada madre preparo con tanto fervor para la llegada de su hija.

—Parece que alguien ya se aburrió de la incubadora del Hospital. — Anuncio el pelirrojo con una muy peculiar sonrisa.

Sus brazos perdieron fuerza, soltando la comida que había comprado en el acto. Su pecho sintió un remezón que aturdió todo su mundo de manera furiosa, causando una avalancha de todas aquellas rocas que le impedían ver más allá de su propio tormento repleto de oscuridad. Cuando Ichiji se acercó a él, y vio por primera vez a Reiju sin todos esos cables y fuera de ese horrible cristal…

Fue como volver a ver la luz después de una larga noche.

Sus ojos eran azules.

Tan azules como el cielo que él por tanto tiempo busco en todos esos días de eterna oscuridad, de miles de noches sin poder dormir por el terror de ver a su madre agonizante en sus sueños. Por el pavor y la impotencia que le causaba el haberla visto morir cada día frente a sus ojos, sin él poder hacer nada. 

—«Ya 'ilahi» (Por Allah) — Los ojos de Vivi se aguaron al instante que vio la hermosa carita de Reiju. Rio ilusionada al ver a la pequeña bebe viendo confundida hacia Ichiji y Sanji. Tan parecidos pero a la vez tan diferentes. — Ichiji, Sanji ¡Es preciosa!

Ichiji… — Solo por el tono de su voz, el pelirrojo intuyo lo que su hermano deseaba, y con extremo cuidado se la paso al rubio.

—Creo que le gusta que la carguen, la iba a devolver a la cuna para calentar su biberón, pero no quiso que la soltara. — Comento pensativo el pelirrojo. Jamás había tratado con un bebe antes, y abrían muchas cosas que tendrían que aprender a partir de ahora. No iban a dejarle a Eponi todo el trabajo.

Creo que lo que le gusta es que ustedes la carguen. — Comento Vivi con una enorme sonrisa.

Era tan chiquita, y aun así era perfecta en todos los sentidos. Los delgados y escasos pelitos que tenía en las cejas poco a poco empezaban a formaban una hermosa espiral ¡Tendría sus cejas! Y esa pequeña mata de cabello rosado era tan precioso.

En cuanto más la veía, más se enamoraba de ella.

Tomo con total delicadeza la minúscula mano de Reiju. Su piel eran tan suave y delicada. Toda ella era una hermosa flor que había logrado florecer en la tierra más hostil. Y con aquel mismo fervor que se profesaba por algo sagrado, beso con total devoción el dorso de su pequeña mano.

Es un placer conocerte, princesa. Soy Sanji, tu hermano mayor… Bueno, uno de tus hermanos mayores. — Vocifero con total emoción, y su sorpresa fue aún mayor cuando inesperadamente Reiju se rio.

¡Su pequeña hermana se había reído!

¡Pero que cosita más linda! ¿Puedo cargarla Sanji? — Pregunto totalmente ilusionada la peliceleste.

Cla…— Pero antes de que pudiera entregársela a Vivi, Ichiji intervino.

—¡Ni lo sueñes! — Exclamo preocupado tratando de tomar a la bebe. — No es una muñeca Vivi, es una—

—¡Ay, tranquilo! — Vivi lo calmo con una sonrisa quitándole a Reiju de las manos — Estuve en un sinfín de voluntariados y he ayudado a muchas madres jóvenes con sus bebes ¡Esto no es nada! ¡Soy una experta cuidando niños! — Explico cargando a Reiju por todo lo alto y haciéndola reír en el proceso. — ¿Te gusta preciosa?

Desde allí supo que Ichiji desarrollaría una malsana manía por mantener todo bajo “control”, sobre todo con respecto a Reiju.

La reconfortante risilla de su hermanita resulto ser lo más hermoso que escucho jamás, y logro contagiarlo hasta hacerlo reír por primera vez en mucho tiempo, pero toda esa magia se desvaneció cuando al centrar su mirada se encontró con los fríos ojos de Yonji, que después de mucho tiempo había decidido salir de su habitación con una larga campera negra al escuchar risas en su desolada prisión de oro.

Vivi detuvo sus juegos e Ichiji centro su mirada en el peliverde, pero Yonji solo los vio en silencio. Empezando a respirar con dificultad al ver a ese pequeño ser en los brazos de la peliceleste.

Yonji mentiría vilmente si dijera que la primera vez que vio a Reiju sintió amor, o algo tan si quiera cercano. Porque fue exactamente lo contrario. Él no vio una indefensa bebe, vio a un monstruo.

A una asesina.

Un parasito que no contento con robarle la vida de su madre, ahora aparecía en la suya para recordarle ese horrible hecho con su mera presencia.

—¿Qué hace eso aquí? — Pregunto peligrosamente.

—¡Yonji! — Ichiji rápidamente le llamo la atención, pero su voz quedo apagada ante el furioso grito de Sanji.

—¿¡Como la llamaste, tarado!? — Grito con potencia, provocando que Reiju se estremeciera con el inesperado grito que perturbo su dulce e inocente alegría.

—Sanji, la vas a asustar. — Vivi lo llamo arrullando en el acto a Reiju.

—Yonji — Ichiji se impuso ante él para para tratar de hablar con el menor de los cuatrillizos, pero el peliverde simplemente paso de largo.

—No me jodas, Ichiji.

¿¡Cuál es tu problema, imbécil!? — Recrimino el rubio desatando así el llanto de su hermana. — ¡Reiju se salvó de puro milagro y tú tienes el descaro de llamarla “eso” como si fuera un…—

—¿¡Un monstruo!? — Desafío acercándose peligrosamente al rubio — ¡Pero si eso es exactamente lo que es! ¡No sé si lo olvidaron, pero por su culpa Sora está muerta! ¡No quiero tener nada que ver con esa cosa! ¡En lo que a mí respecta, jamás debió salir del hospital!

—¡Eres un hijo de…— Estaba a punto de lanzarle un puñetazo a Yonji por la estupidez que acababa de decir, su hermano lo vio venir y estaba listo para devolver el golpe con una contundente patada en el estómago que lo haría devolver todo el desayuno, pero fue solo hasta entonces que Ichiji detuvo su golpe con el brazo, y se puso delante de Yonji.

—Ya fue suficiente. Te guste o no ella tiene tanto derecho de estar aquí como tú. Vuelve a hablarle así y ya no será a Sanji con quien te enfrentes.

—No me lances amenazas vacías Ichiji. Puedo dejarte en el piso incluso con mayor facilidad que Sanji. — Termino por decir para ir rumbo a la cocina por algo de comer.

Vivi sostuvo fuertemente a Reiju cuando el menor de los cuatrillizos paso por su lado, sorprendiéndose al notar que Yonji vio al bulto que ella cargaba entre sus brazos con una inconfundible mirada de odio.

Sabía que si se lo preguntaba ahora a Yonji, él fingirá que ese momento jamás paso, porque era una de las cosas que más avergonzaban al peliverde de su estúpido actuar del pasado.

Pero tuvo que pasar mucho tiempo para que su hermano finalmente se diese cuenta de su error.

Esa tarde fue una verdadera odisea calmar a Reiju. Supo que su hermana ya se encontraba en perfectas condiciones al sentir la fuerza de sus pulmones con cada llanto. Ni meciéndola o dándole biberón lograron controlar sus gemidos. Incluso Vivi dio la idea de que vieran «La princesa y el sapo» pensando que quizás la lluvia de colores lograría distraerla, pero eso solo empeoro sus gritos.

Sorprendentemente, Reiju consiguió quedarse tranquila cuando Ichiji les propuso ver Inglourious Basterds, permaneciendo atenta a la pantalla mientras veía al pelotón de Aldo Rain cortar cabelleras nazis desde los brazos de Sanji.

—No creo que el cine de Tarantino sea algo adecuado para una bebe de treinta días. — Susurro Vivi, asqueada de la siempre infaltable brutalidad del sangriento director para con sus películas.

—¿Bromeas? Solo existe una cosa mejor que Tarantino en toda la industria cinematográfica, y es Tarantino haciendo una película sobre matar nazis. — Explico totalmente convencido Ichiji. — Incluso ella lo entiende y tiene treinta días de existencia.

Desde ese momento Vivi hizo una promesa secreta de siempre estar cerca de esa familia para vigilar lo que esos cuatro hacían con su hermanita.

—Aunque prefiero la visión de Polanski, esta es por lejos la mejor maldita película sobre Nazis que he visto. — Reconoció el rubio al ver en acción al magistral personaje de Hans Landa.

—Lo único malo es que los británicos siempre tienen que llegar a arruinarlo todo. — Soltó Ichiji, indignado de ver el estúpido y garrafal error de Hicox al no saber algo tan básico como la enumeración alemana.

—¿Ustedes no son mitad británicos? — Pregunto confundida Vivi mientras mordía una hamburguesa.

—Somos la excepción. — Reconoció Ichiji.

Esa noche fue la primera vez que Sanji pudo volver a dormir luego de veintinueve largos días de tinieblas. Vivi no tuvo que levantarse en plena madrugada para perderse en charlas interminables hasta el amanecer. Pudiendo acompañar a su amigo en el largo y bien merecido sueño que tanto ansiaba y merecia.

De alguna manera, la presencia de Reiju, si bien jamás llenaría el vacío que dejo su amada madre, fue como ser sostenido por una mano que a pesar de su diminuta fuerza, fue lo suficientemente capaz de devolverlo hasta a la superficie.

Sanji presiono con desesperación el palillo del cigarro hasta romperlo, haciendo que varios restos de tabaco cayeran cual garua en la barra. Hubiera dado todo porque Reiju se quedase así, como una hermosa bebe, y jamás llegara el día en el que tuviera que enfrentar a todos esos monstruos que esperaban pacientemente por ella al final del camino, para devorarla por completo.

«—Si te pido que me esperes… Aunque sea un poco ¿Lo harías?

«—Lo haría todo el tiempo que me quedase Sanji.

—P-Perdóname Reiju… — Sollozo rompiéndose al recordar la inocente sonrisa de su hermanita — N-No creo que p-pueda llegar a tiempo.

.              .              .

Ichiji termino por abrir sus somnolientos ojos azules cuando escucho un llanto casi imperceptible viniendo de la habitación de Reiju. Hacia menos de tres horas que habían terminado de ver Inglourious Basterds con Sanji y Vivi ¿¡Y ya estaba despierta!?

Bebes— Musito cansado al remover sus sabanas y colocarse unas refinadas pantuflas junto con su ya típica bata Gucci.

Al abrir la puerta de la rosada habitación pudo ver a un pequeño cuerpecito moviéndose impetuosamente sobre la tierna cuna de ébano tallado. Sus gorgoteos de bebe y sus inentendibles gemidos hicieron que el pelirrojo la comparase por unos momentos con la cría de una marmota. La tomo entre sus brazos para mecerla con cautela, y justo cuando vio a Eponi llegar a la habitación de su hermana para calmarla, el pelirrojo le hizo una seña con la mirada, diciéndole indirectamente que no había problema. Que volviera a descansar.

Él se encargaría de Reiju esa noche.

Fueron juntos hasta la cómoda mecedora que había a un extremo de la habitación, dejándose llevar por el tranquilo y pausado movimiento de sus suaves vaivenes, pero a pesar de los calmados movimientos, su hermanita seguía gimiendo levemente fastidiada, por lo que continuo su labor mientras veía el brillo de la luna adentrarse de a pocos por el balcón.

—Eponi me dijo una vez que Mamá solía usar este método para cerrarnos la boca cuando la despertábamos en la madrugada, pero veo que no funciona mucho en ti, ¿No? — Pregunto curioso aun sabiendo que Reiju no era capaz de responderle, pero si logro que su hermanita lo viera con su pequeño entrecejo levemente fruncido.

—¿Qué? ¿Estas molesta o solo me estas confundiendo con Sanji? — Pregunto curioso — Si es lo primero, no me culpes a mí, hago lo mejor que puedo, eres tú la que ya debería estar durmiendo, y si es por lo segundo, será mejor que vayas acostumbrándote, porque somos cuatrillizos idénticos, lo que significa que luego de que Judge se rehusara a utilizar un condón y embarazara a nuestra joven madre, un ovulo fecundado por ambos se dividió en cuatro cigotos formándonos a nosotros, pero descuida, lo tuyo fue algo mucho más sencillo. — Explico con detalle frente a la atenta mirada de Reiju.

Ya conociste a tres. El rubio que tiene la expresión de idiota es Sanji. Él siempre te tratara como una princesa, aunque no se si realmente te gusten las princesas, ya que preferiste una película sobre judíos que matan nazis con un bate de beisbol por sobre la primera princesa negra de Disney. — Reconoció intrigado — Luego esta Yonji, supongo que aún lo recuerdas… — Comento con la mirada gacha para luego suspirar largamente — Sé que no debió decirte esas cosas, pero él aún no sabe cómo sobrellevar lo de Sora. — Aunque la realidad era que ninguno de los cuatro podía, solo que era Yonji el único que lo exteriorizaba. — Y finalmente esta Niji… — Comento con un hilo de voz — Él será un verdadero dolor de cabeza, pero aquí entre nos, si le das tu confianza puedes tener a la persona más leal del mundo a tu lado. — Explico con una media sonrisa.

Apenas sonó la campana de la escuela, Niji se fue con esos dos idiotas de Lily y Dellinger a sabe Dios donde. No tenía ni idea de donde estaba, pero lo más probable seria que el peliazul no volviera hasta el domingo a altas horas de la madrugada. Desconocía el secreto de Niji, pero de alguna forma lograba verse inmutable en la escuela al día siguiente. Como si todas esas horas de no dormir por estar en fiestas, bebiendo desproporcionadas cantidades de alcohol e introduciéndose mil porquerías no le afectasen.

O quizás eso era lo que realmente buscaba Niji, estar en un estado tan deplorable en el que no fuese capaz de sentir nada… Ni siquiera su propia miseria.

Inesperadamente, la tierna carita de Reiju se empezó a deformar en un dolida expresión. ¿Acaso podía leer lo que estaba pensando?

—Reiju, ya no llores. — Trato de volver mecerla, pero fue inútil, su hermanita gimió con aun mayor potencia.

Tenía que sacarla de allí, sus llantos podrían despertar a Sanji y eso era lo último que deseaba. Después de mucho tiempo ya no escuchaba los desesperados pasos del rubio recorriendo la mansión por la madrugada, lo que significaba que su hermano finalmente había logrado dormir.

Entraron al salón más alejado que había en el pasadizo, y sin darse cuenta terminaron en la vieja biblioteca. Un extraño frio recorrió sus hombros al volver a ese lugar. No había estado allí desde… Desde la muerte de Sora.

Su mirada se volvió pesada al ver el piano blanco de su madre siendo iluminado por la luz de la luna junto con toda su magia.

Por unos instantes pudo verlos, a una hermosa rubia riendo suavemente mientras acariciaba fervientemente las teclas del piano junto a un pequeño niño pelirrojo, formando juntos una bella atmosfera de paz que se trasmitía a través de la incomparable sinfonía de Satie.

Los llantos de Reiju hicieron a esa corta ilusión desvanecerse. Trato de arrullarla alrededor del lugar pero fue inútil, su hermanita no le estaba poniendo las cosas fáciles. Estuvieron así por un buen rato en el que Ichiji recorrió cada uno de los estantes que en el pasado se había dedicado a ordenar con tanto ahínco, aun recordaba la ubicación exacta de todos y cada uno de los libros.

En el pasado ese lugar era el único en el que sentía que podía estar completamente a gusto, leyendo tranquilamente las ricas prosas de Jane Austin o Eurípides mientras escuchaba las delicadas bagatelas que su madre creaba a través del piano. Nunca le pudo decir a Sora lo mucho que adoraba escucharla tocar, todo lo que salían de los dedos de esa mujer eran magia pura que lo encandilaban y hacían sentir seguro en donde quiera que estuviese.

Tal vez era por eso que le gustaba tanto tocar el piano, sin importar donde estuviese, esas melodías eran lo único que lo hacían sentir a gusto siempre.

«—Quizás un poco de música le vendría bien a la bebe.

Su pulso se aceleró de inmediato y giro su mirada con toda potencia al escuchar su voz con total claridad por detrás.

No… No era posible, pero… ¿Como…?

Respiro pesadamente, presionando el aun sollozante cuerpo de Reiju contra el suyo, respirando con dificultad al ver que solo quedaba el brillo de la luna junto con ellos. Sora había aparecido ante ellos tan rápido como se desvaneció, volviendo a ese lugar tan desconocido para él, como para todos.

¿Acaso existía algo más después de la muerte?

Los mitos griegos hablaban de los Elíseos, los egipcios del Ka, incluso los católicos con su maldito paraíso ¿Pero acaso esos conceptos se podían comprobar? No para alguien que estuviese respirando a decir verdad. Y si bien era cierto que todos, sin excepción, llegarían a ese destino final, nadie podía decir a ciencia cierta como era el experimentar ese viaje, y lo único que él esperaba, así fuera la nada misma, era que en donde sea que Sora estuviese ahora…

Ya no sufriese más.

Lentamente se acercó hacia ese mismo piano, moviendo el diván con cuidado para sostener a Reiju de un solo brazo mientras el rechinido de la tapa de madera se abría para mostrar esas impolutas teclas que por tanto tiempo habían estado abandonas.

Sin precisar el momento, en el salón se volvieron a escuchar las pausadas melodías de una jugosa tonada de única procedencia.

Nocturne número 9 de Chopin. — Afirmo en un susurro — Esta era su favorita, Reiju.  — Su sonrisa estaba quebrada, pero aun así siguió tocando.

Poco a poco los gemidos de su hermana empezaron a menguar al escuchar la pacifica serenata de su hermano mayor. Altos prolongados y tonadas pausadas. Chopin podía expresar todos sus sentimientos a través de esta pieza, el dolor de vivir condenado en el exilio, un primer amor truncado por su frágil estado de salud y la fogosidad desmedida de encontrar a su alma gemela en George Sand, que no era más que el homónimo de una maravillosa mujer que por las irrestrictas reglas de la época tuvo que ocultar su verdadera naturaleza para poder triunfar en el siempre violento y cambiante mundo de las letras del siglo XIX.

Lentamente la respiración de Reiju se acompaso hasta volver nuevamente a ese eterno mundo de sueños del cual traviesamente se había escapado por unas horas durante la madrugada, pero él continuo, no paro de tocar al sentir la dicha que le generaba cada nota.

Podía estar allí por siempre, eternamente.

Porque en ese mundo, nadie podía alterar su paz.

—Esto sí que es una sorpresa, y yo que pensaba hacer una fogata con ese maldito piano o venderlo en e-bay.

Detuvo bruscamente su recital al escuchar esa voz, y giro lentamente su mirada para ver a la sombra de Niji apoyada en la puerta. Su ropa estaba algo rasgada y su cabello totalmente despeinado, pero incluso estando a más de diez metros de distancia podía oler perfectamente el asqueroso aroma a hierva que su hermano desprendía.

Había salido temprano de la fiesta en casa del ligue de turno de Lily y estaba realmente agotado, pero jamás espero que al cruzar la puerta de la mansión volviese a escuchar la colorida serenata del piano de Sora.

Pensó que quizás estaba en medio de una alucinación, pero aunque fuese una mera ilusión producida por toda la cocaína que se metía al cerebro…

Realmente deseo que fuera ella.

¡Quería que fuera ella! Quería verla… Abrazarla… Y pedirle perdón.

Pero su vida no era más que una tragicomedia, que siempre deseosa de burlarse de él, lo hizo encontrar a su pelirrojo hermano en el lugar que siempre había pertenecido su madre.

—Niji, ve a bañarte. No quiero que te acerques a nosotros apestando a quien sabe cuántas porquerías.

—¿Nosotros? — Enuncio burlonamente con una voz apenas perceptible ¿Acaso Ichiji ya estaba empezando a perder la cordura? No le sorprendió, tampoco es que fuera el único.  

Pero fue solo hasta allí que el pelirrojo se giró completamente, provocando que la mirada de Niji se agudizara con total potencia al ver a la pequeña bebe que Ichiji llevaba cargada en brazos.

No se movió de su lugar en ningún momento, viendo largamente como la respiración de su hermana subía y bajaba con una perfecta calma.

—¿Cuándo fue que…?

—Ayer por la mañana el hospital llamo a Judge, claramente mando a alguien a hacer todos los tramites del alta de Reiju, pero… Lo que importa es que ya está aquí.

Niji no fue capaz de acercarse, y a pesar de que deseara tocarla con todas sus fuerzas para comprobar que ella tampoco era una ilusión, no lo haría. Porque lo último que quería era infectarla con su tacto.  

Se acerco con cierto nerviosismo hasta Reiju, pero de inmediato el pelirrojo la tomo con fuerza.

—Ichiji… solo quiero—

—¡Luego de que te bañes! — Resintio con voz contenida — No tengo problemas con dártela Niji, pero primero aséate. No quiero que ese maldito olor tuyo la despierte, no fue fácil hacerla dormir.

—¡Bien! ¡Bien! Lo hare — Emano exasperado, para después suavizar su imagen lentamente al ver a Reiju en la deriva — Ella… ¿Ella está bien? — Pregunto suavemente.

—Tendrá que ir a chequeos todos los meses hasta que cumpla el año, pero si… — Menciono meciendo el cuerpo de Reiju suavemente — Ella ya está a salvo.

—Eso — Su voz se paralizo por unos segundos — Eso es bueno, supongo.

—¿Le entregaste a tu hermano adicto una bebe de treinta días de nacida? — Katakuri lo interrumpió al cuestionarle ese detalle que claramente no pudo dejar pasar.

—Niji jamás fue un adicto violento. — Reconoció.

—Tienes una forma muy transgiversada de ver las cosas, violento o no, tu hermano era un adicto.

Ichiji arrugo levemente la mirada con el comentario. ¿Acaso Katakuri realmente creía que era tan estúpido para arriesgar de esa manera a Reiju? Con Yonji siempre tuvo sus precauciones, al menos durante los primeros años, porque sabía que en un ataque de rabia, Yonji realmente era capaz de lastimarla, pero Niji jamás se atrevió a si quiera tocarle un cabello.

—Parece que el tema de las adicciones es algo a lo que le tienes cierta desidia. — Aseguro viendo a esos potentes ojos escarlata — Algo curioso, porque eres un adicto al trabajo.

—No mezcles una cosa con la otra. — Recapacito con cuidado — Que yo trabaje en exceso o no, es exclusivamente mi problema. No jodo a nadie más que a mí mismo. Sin embargo, he visto a lo que es capaz de llegar una persona que no se encuentra en todas sus facultades mentales por estar ahogado hasta el cuello de drogas o alcohol.

—Y es algo muy patético, lo sé.

—No. — Objeto el mayor con una seguridad excelsa. — Porque son imprescindibles, y pueden llegar a hacer cosas que uno jamás se esperaría de ellos en ese estado.

—Veo que no soy el único que ha tenido que lidiar con adictos a lo largo de su vida. — Comentó con un humor muy retorcido. — Al menos tu ya sabes de mi padre y hermano, ¿Pero qué hay de ti? — Expreso con una sonrisa maliciosa — ¿Acaso papá llegaba con unas copas de más a casa?

La mirada del mayor descendió varios tonos. — No estamos hablando de mí. — Sentencio con firmeza

—Podríamos. — Soltó el pelirrojo en un susurro ahogado.

—Pero no lo haremos. — Finiquito de raíz el Charlotte.

No habían puntos débiles, ni tan si quiera una mínima zona ciega. La mirada de Katakuri era tan impenetrable como los muros de Troya que fueron erigidos por los mismos dioses. Nada entraba ni salía de esos ojos sin su consentimiento.

—¿Por qué? — Inquirir asolado ¿Por qué Katakuri podía escucharlo y él no?

¿Por qué no lo dejaba entrar?

—Continua Ichiji.

Se mordió la parte interna de los labios, entendiendo su hermética respuesta oculta en el interés por su historia.

—Las cosas fueron relativamente tranquilas por un tiempo. — Prosiguió con recelo —Y aunque al principio fue difícil, nos adaptamos rápidamente a la presencia de Reiju en nuestras vidas.

Ir a saludarla en las mañanas antes de ir a la escuela. Regresar en las tardes para verla reptar de manera ingeniosa sobre la cuna. Tocar el piano con ella en brazos. Que Sanji la meciera mientras recorrían juntos el jardín o que Niji siempre le taponera la nariz mientras jugaban. Con Yonji las cosas no cambiaron mucho, todos los días llegaban miles de cartas a su casa alertando del peligro de que su hermano pudiese perder el año escolar si seguía faltando, y por más que intento, Yonji casi amenazó con romperle el brazo si volvía a increparlo con el tema de volver a la escuela, pero fue por esa misma estupidez que su tonto hermano menor termino provocando que Judge finalmente regresara a Paris.

—Y su retorno fue incluso peor de lo que pude haber imaginado. — Acepto con desazón.

Liszt era armónico y virtuoso, de notas tranquilas pero fervientes. No obstante, a pesar de la laureada habilidad del pianista, él lo odiaba ¡Odiaba Liszt! Odiaba a ese maldito húngaro que desde su nacimiento fue un niño prodigio, siendo venerado en cada lugar al que iba y que no conforme con el peso que su fama le daba, adiestro a algunos de los más grandes músicos de su tiempo.

Pero sin duda lo que más aborrecía de Liszt era su «Trifurquée Vie». Porque él podía darse el lujo de decir que había viajado tanto y conocido tantos mundos que incluso se atribuía una triple vida para su éxito.

Pudo ser libre de hacer lo que más amaba sin que nadie le pusiera límites a su talento.

Y allí estaba él, en la biblioteca de su casa tocando Consolation No. 3, únicamente porque de alguna forma inconcebible, Reiju adoraba a Liszt.

La pequeña no dejaba de hacer curiosos sonidos con su boca mientras que sus dedos dibujaban melodías imaginarias en las teclas, ya se había acostumbrado a tocar con una sola mano para que con la restante pudiese sostener a Reiju sin problemas, y ella parecía estar totalmente cómoda en esa posición.

—¿Cómo es posible que prefieras a Liszt antes que a Beethoven, Reiju? ¡Incluso tu nombre deriva de una de sus canciones más famosas! — Repaso indignado, ya había tratado de tocar las serenatas del compositor alemán para su hermana a la hora de dormir, pero Reiju siempre se ponía a llorar cada vez que lo escuchaba. — Es inconcebible. — Refunfuño en silencio.

Ichiji — Sanji lo llamo desde la puerta y detuvo su serenata para ver al rubio. — ¿Ya termino tu concierto de un solo espectador? Quiero llevarme a Reiju.

—¿Para que la quieres? ¿No ves que esta cómoda conmigo?

—Porque he hecho una nueva receta de papilla a base de zanahoria y manzana especialmente para ella, y quiero que la pruebe antes de que se enfríe. — Reclamo orgulloso el rubio.

Ichiji giro los ojos. —La vas a volver una pelota si la sigues rellenando de esas cosas. — Con cuatro meses Reiju ya estaba empezando a volverse muy pesada.

—¡Dámela de una vez, tarado! — Le resondro molesto — Ya la tuviste toda la tarde.

—No digas malas palabras frente a Reiju, Sanji.

—¡Ichiji, no empieces! ¡Ni siquiera entiende lo que decimos!

Suspiro con resignación, levantándose del diván para entregarle a Sanji una pequeña Rei envuelta en un lindo y pomposo vestido color rosa. Él jamás la vestiría así, pero su madre había comprado miles de atuendos de ese tipo para su única hija, y se los tenían que poner antes de que ya no le quedasen más.

 —¡Hola princesa hermosa! — Exclamo Sanji rellenado de miles de besos a las regordetas mejillas de Reiju mientras ella no paraba de reír. — ¿Cómo has estado en estas dos horas con el gruñón de Ichiji? ¡Ven! Vamos a comer algo, acabo de hacer unos platillos exquisitos solo para ti.

—¿No que no entendía lo que decíamos?

—Silencio.

Sonrió de medio lado al ver a Sanji alejarse con Rei. Si, a pesar de todo las cosas estaban bien. Incluso Niji se había mesurado un poco con sus salidas los fines de semana. Si bien era cierto que aún seguía andando con los desechos humanos que tenía por amigos, al menos esta vez volvía los sábados en las madrugadas para dormir todo el día y pasar los domingos con Reiju.

¡Ah~! — Sanji abrio sus labios de manera divertida imitando la muy tierna pose de Reiju mientras que su boca se cerraba alrededor de la colorida cuchara de Minnie Mouse. — ¡Eso es! — La felicito viendo como Reiju digería su comida para después darle una tierna sonrisa. — ¿¡Te gusto!? — Pregunto emocionado al ver los ojuelos en las mejillas de Reiju, pero a pesar de no obtener una respuesta el rubio termino por cargarla por todo lo alto. — ¡Si, claro que te gusto! — Repitió contento — ¡Te lo comiste todo, muy bien Reiju!

Sanji, ¿Qué diablos? — La cansada imagen de Niji apareció en la cocina, llevaba puesto un pantalón de pijama y tenia el torso desnudo. Acababa de despertar de una larga siesta luego de volver de la escuela, y su desentendida mirada provoco que Sanji recobrara de inmediato la compostura.

—¡N-Niji! ¿En qué momento llegaste?

—Desde que empezase a hacer esas caras de retrasado, aunque bueno, eso te sale de manera casi natural. — Repaso avanzando hasta sentarse encima de la barra. — ¿Cómo está el pequeño parasito rosa? — Llamo a Reiju mientras acariciaba su nariz.

—¡Te he repetido miles de veces que no la llames así!

—¡Es de cariño! No todos los paracitos son así de lindos como ella, y hasta que no pueda comer o ir al baño por su propia cuenta, seguirá siendo el «paracito rosa». Cuando crezca quizás le ponga otro apodo; como «mocosa rosada», pero por el momento este está bien. — Al menos su hermanita se veía tranquila, porque Reiju podía ser realmente insoportable cuando se despertaba por las madrugas a llorar por leche o popo, y solo en esos momentos eran en donde realmente deseaba tener una almohada cerca y ponerla sobre su pequeña cabeza para contar hasta mil. — ¿Te gusta el nombre, parasito rosa? — Pregunto curioso presionando uno de los redondos cachetes de la bebe.

Las risas de Reiju empezaron a llenar el ambiente de un matriz tan mágico y relajante que envolvieron a ambos en una calidez de inmediata, pero todo el fulgor de vida que trajo su hermanita se vino abajo cuando Niji y Sanji escucharon un furioso gruñido a sus espaldas que los hizo voltear la mirada atónitos, quedando instantáneamente congelados cuando vieron de quien se trataba.

Merde…— Fue lo único que logro sisear Niji.

Estaban jodidos. Bien jodidos.

Ichiji escribía unas cuantas partituras de la pieza que le había dedicado a su madre en sus últimos momentos de vida. Al recordar lo mucho que le gusto la bagatela a Sora, una tenue sonrisa se dibujó en su rostro, aun no le ponía nombre, pero deseaba darle un significado especial.

Algo que fuera de ambos.

Sin embargo, de manera abrupta la puerta de la biblioteca se abrio con rudeza, y al voltear furioso a recriminarle su violento ingreso a cualquiera que hubiese osado interrumpir su estancia en aquel espacio atemporal para él, se quedó mudo al ver la furiosa imagen de su padre.

—¿¡Qué crees que haces perdiendo el tiempo con ese piano!?

Pero… ¿Que hacia Judge allí?

Padre... — Soltó con sorpresa — ¿E-En qué momento…?

—Supongo que te preguntaras que hago aquí. — Lo interrumpió furioso, arrugando gravemente su entrecejo al ver a Ichiji sobre ese condenado piano — Esa es una excelente pregunta, Ichiji. — Exclamo con notoria molestia — Eso mismo me pregunto yo, porque se supone que este día debía estar en Helsinki para cerrar un nuevo contrato mercantil con una multinacional de minerales, pero en vez de eso tuve que venir aquí, a Paris, ¡A arreglar la mierda que dejo uno de mis estúpidos hijos! Así que… ¿¡Donde se metió ese bueno para nada de Yonji!?

—¿Disculpa?

—¿¡Cuándo se supone que me iban a decir que ese estúpido está a un paso de ser expulsado de la escuela por faltar cuatro jodidos meses a clases!?

¡Maldición!

—A pesar de que trate de detenerlo para explicarle que Yonji aún no estaba en condiciones de hablar con él, no quiso escucharme. — Comento resignado. — Judge entro a la fuerza a su habitación e hizo trisas la poca estabilidad mental que le quedaba. — Aseguro con pesar, porque si, él debió haber impedido que eso pasara. Sabía que Judge no era alguien que pensara mucho al momento de disciplinar a sus hijos con sus propias manos, y aun así, no pudo evitar que actuara en contra de Yonji en su momento de mayor debilidad. — Le dio un ultimátum, si no volvía a la escuela al día siguiente, que fuera buscando un lugar donde vivir, porque no iba a mantener a un desgraciado inútil y bueno para nada como él. — Siempre creyó que él carecía de inteligencia emocional, pero al ver lo corrosivo que fue Judge con su hijo de quince años que aún no asimilaba la muerte de su madre, y que en esos momentos era el más vulnerable de los cuatro, fue algo demasiado estúpido incluso para sus estándares — Como te podrás imaginar, eso solo empeoro aún más el errático comportamiento de Yonji.  

—¿¡Entonces que!? ¿¡Prefieres echarme a mí de tu casa, que a la culpable de que tu esposa este muerta!? — Le recrimino de un potente grito provocando que la molesta mirada de Judge se transformara en un desenfreno total.

Pero no tuvo que mover un solo dedo luego de que Sanji se lanzó contra el peliverde para golpearlo en el acto. — ¡Maldito imbécil, te lo advertí! ¡No la vuelvas a llamar asesina nunca más!

Niji trato de detenerlos, pero fue inútil. La ansiedad de Yonji se disparó totalmente esa tarde y realmente termino hiriendo de gravedad a Sanji. Reiju no dejaba de llorar en brazos de Ichiji, y cuando Judge finalmente llamo a su hijo mayor, el pelirrojo creyó que le diría que separase a sus hermanos de una buena vez, pero no…

No fue nada de eso.

—Ichiji… No me importa cómo, pero calla a esa niña ahora. — Escupió sin ni siquiera dirigirle la mirada al pelirrojo.

¿¡Esa niña!?

—¿Qué?

—¡¡Que la calles, maldita sea!!

—Él no deseaba tener ni siquiera la más mínima conexión con Reiju. — En ese momento pensaba que quizás Judge podía incluso tener una idea similar a la de Yonji, pero cuando fue testigo de cómo su padre vio a Reiju, noto algo distinto. — Era como si con solo ver a Reiju, Judge sintiese un gran conflicto consigo mismo.

La mirada de Katakuri se exacerbo al escuchar esas ultima palabras, podía hacerse una idea de lo que estaba pasando, pero necesitaba más información. — ¿Alguna vez intento acercarse a ella?

—Jamás.

—¿Y le preguntaste por qué?

—Esa misma noche.

Incluso hasta antes de ingresar a su despacho, Ichiji pudo escuchar esa misma maldita canción de Lady desde detrás de la puerta. Se equivoco, si había alguien a quien odiaba incluso más que Liszt, y era al malnacido de Kenny Rogers por componer ese maldita canción.

¿Acaso Judge no conocía algún otro género musical?

Al ingresar pudo notar que la oficina era apenas iluminada por la tenue lampara del escritorio, pudo ver que su padre ya no tenía la corbata puesta, incluso luciendo su camisa remangada. La botella de Brandy estaba a la mitad, el aroma de habano y alcohol fue tan incómodo para su nariz que incluso llegaba a picarle.

—¿Qué quieres, Ichiji? — Pregunto el mayor en un extraño tono de pasividad.

Internamente se sorprendió al notar que no estaba ebrio a pesar de que ya casi llevase media botella encima. —Quería infórmate que Sanji ya volvió del hospital, recibió siete puntos. — Comento secamente.

—Bien. — Su voz salió con total neutralidad.

—¿Bien? — Replico frunciendo las cejas — Se que Sanji es un idiota, ¿Pero no dirás nada más? Yonji le rompió la cabeza en un ataque de ansiedad provocado por ti, y tu solo dirás; ¿¡Bien!?

—¿Qué diablos quieres?

¡Que seas nuestro padre! ¡Que actúes como tal! ¿Qué no te das cuenta de la mierda que dejas cada que apareces?  

¿¡Porque no eres capaz de ver más allá de tu propio egoísmo!?

Quiso escupirle todo eso a la cara, pero se mantuvo en silencio. Así lo dijera en voz alta, Judge era simplemente incapaz de dar la más mínima muestra de empatía por otra persona que no fuese él mismo. Mientras él estuviese bien, todos deberían estar bien, y eso era lo único que le importaba.

—Si no vas a decir nada más, lárgate ya. — Anuncio levantándose de su asiento para dirigirse hasta el tocadiscos, levantando el cabezal para así repetir de nueva cuenta esa misma maldita tonada.

—¿Por qué te reúsas a interactuar con Reiju? — Pregunto directamente y sin reveces.

El rubio mayor suspiro pesadamente para ver con una profunda mirada a su hijo mayor. — No me vengas con idioteces ahora, Ichiji.

—No es ninguna idiotez, te estoy hablando de tu hija. — Recalco con seriedad — Ni siquiera te has atrevido a decir su nombre desde que nació ¡Ya tiene cuatro meses y actúas como si ella ni siquiera tuviese tu sa—

—¡¡Lárgate de aquí!! — Bramo golpeando con violencia su escritorio. — ¡En vez de venir aquí a perder el tiempo preguntándome estupideces sin sentido, será mejor que te concentres en cosas más importantes como tu jodido ingreso a La Sorbona! — Alzo la voz provocando que Ichiji se levantara de su asiento, desde el instante que Judge perdió el control su conversación había terminado. — ¡Y una última cosa! Si vuelvo a enterar que estas perdiendo el tiempo en ese maldito piano otra vez ¡Te aseguro que lo vas a lamentar! — Su encriptada amenaza lo hizo morderse los labios con rudeza, pero se mantuvo en silencio, continuando su camino hasta salir de ese condenado lugar.

—Luego de nuestra “charla”, ni siquiera espero hasta el día siguiente; se fue esa misma noche. — Reconoció con un palpable dolor en el pecho — Nos abandonó… otra vez. Como si nosotros fuésemos parte de un pasado que él estaba determinado a olvidar.

Los tiernos gemidos entrecortados de Reiju al moverse desorientada sobre la cuna lo alarmaron. Luego de su altercado con Judge, no había sido capaz de conciliar el sueño, y por alguna razón ver a Reiju dormir era de las pocas cosas que lo relajaba. La tomo entre sus brazos, protegiéndola de inmediato. Calmando con sus suaves movimientos el pavor nocturno que la asechaba.

Ya Reiju. No llores. — Le pidió — Él se fue, no te hará daño. No se lo voy a permitir. — La arrullo a pesar de sentir que todo volvía a caerse en pedazos sobre ellos. Cada vez que estaban a punto de salir de aquella tormenta, Judge llegaba solo para arremolinar aún más las aguas y hundirlos hasta el fondo.

—Apenas tenías quince años, eras prácticamente un niño. No era tu responsabilidad.

Ichiji levanto su apesadumbrada mirada, viéndolo con el cuerpo encogido sobre la cama. — Ella me necesitaba... —Aun sabiendo que quizás era demasiado peso para alguien como él, lo hizo. — Ellos me necesitaban.

Las pupilas del mayor se dilataron, las palabras de Ichiji lograron agitar su interior. De pronto frente a él ya no estaba más ese fascinante joven de sedosos cabellos merlot y cautivadora mirada celeste, sino un adolescente de cabello remolacha de apariencia intimidante y con una mirada desafiante en su rostro.

No tenían a nadie más que a nosotros… — Recalco un joven Katakuri con voz contenida al verse a sí mismo. — No los podíamos abandonar, o ella los iba a destruir. — Le advirtió con furia contenida — Ambos lo sabíamos muy bien, hizo lo mismo con nosotros. Por eso hicimos esa promesa. Jamás permitir que pasaran por lo que nosotros tuvimos que soportar…

.              .              .

Yonji se encerró en su pieza con una rudeza tal, que hizo vibrar las paredes cuando reventó la puerta de su habitación. Estaba harto ¿Qué mierda le pasaba a todos? A Sanji se le daba por huir, Ichiji se había largado con un completo desconocido y a Niji le daba absolutamente igual todo lo que estaba pasando a su alrededor¿Acaso habían olvidado la promesa que le hicieron a Reiju? ¿Qué no se daban cuenta de que pronto la iban a perder? ¿¡Y porque nadie se detenía por un segundo a preguntarle su maldita opinión!? Sentía que ni siquiera tenía voz con su propia familia. Cada uno de esos idiotas era un maldito egoísta que actuaba por voluntad propia y para su propio beneficio.

¿Con que moral los criticas? Si tu fuiste el primero en no valorarla. Obligándola a cargar una culpa que siempre fue tuya.

No, él ya no era más esa persona.

Luego de que Judge amenazara con echarlo de la casa, no le quedo de otra que regresar a la maldita escuela. Habían sido cuatro meses, pero él sintió que fue toda una maldita vida. Nada era igual a como lo recordaba antes, y ni siquiera se refería al tema académico, del cual estaba seguro de que si antes estaba perdido, ahora era como escuchar a los maestros hablar en otro idioma. Únicamente logro aprobar ese año porque su padre le pago a la escuela, y ni siquiera lo hizo por él, lo hizo porque no podía permitir que un hijo suyo manchase su reputación al repetir el año escolar.

Antes lo tenía todo, era la estrella del equipo de Rugby, tenía a la chica más linda de la escuela como su novia, y centenares de amigos con los cuales celebrar sus victorias los fines de semana. Todos presagiaban que se volvería una superestrella, pero ahora…

Nada de eso tenía sentido para él.

Ni enterarse de que Carrot había empezado a salir con otra persona, o si quiera ver a sus ex compañeros de Rugby entrenar en la cancha mientras él se dirigía a la salida de la escuela en silencio le provoca algo. Era como si le hubieran arrebatado el color a su vida, y solo pudiera ver las cosas en escala de grises.

¿De qué le serviría tenerlo todo, si ella no estaba allí para verlo triunfar?

Y tener que llegar a casa para ver a ese monstruo nuevamente solo lo atormentaba aún más, si es que eso era posible.

¿Cómo Sanji podía cocinarle como si nada? ¿Por qué Niji jugaba con ella? ¿¡Que hacía que Ichiji se arriesgara a enojar a Judge nuevamente solo para tocarle el piano a ese monstruo durante las noches!?

¿¡Que acaso no veían que la vida de mierda en la que estaban hundidos era por su culpa!?

Pero sin importar todos sus lamentos, el tiempo continuo su cruento camino sin piedad, y en un parpadeo llego el día en el que Reiju cumplió un año, pero él no celebrero esa fecha. Ni ninguna de las dos que le siguieron. Para él, si había un solo día que estaba maldito en su vida, era ese.

El día que su madre se había ido, y él ni siquiera pudo decirle adiós.

Aun recordaba con especial énfasis el día en que cumplió dieciocho, Reiju se había esforzado mucho en hacer tarjetas de cumpleaños para de los cuatro. No era nada sorprendente, de hecho estaban bastante desprolijas, con letras tocas y de rayones pronunciados, algo normal para una niña de tres años, pero a pesar de su infante edad, Reiju ya había aprendido a escribir a la perfección.

Lo que más le sorprendió fue que Reiju le hubiese hecho una carta a pesar de lo arisco que siempre fue con ella. Aun recordaba su tarjeta, estaba llena de brillantina verde y rodeada por un corazón deforme que decía Yonji y un dieciocho en una letra muy tosca.

Recordaba la ilusión con la que Reiju se la entrego.

La forma en la que brillaron sus dulces ojos cuando él la acepto.

Y tambien recordaba la forma en su rostro se llenó de lágrimas cuando él la rompió frente a sus ojos.  

—¡Déjame en paz niña estúpida! ¡De la última persona que quiero recibir algo en este día es de ti! Sino hubieras existido ella aun seguiría con nosotros. ¡Tú la mataste Reiju! ¡Tu mataste a nuestra madre! ¡Y me encargare de recordártelo siempre!

Ese día fue la única vez en la que Ichiji no le tuvo ni una pisca de misericordia, y finalmente se dignó a escupirle en la cara todas esas cruentas verdades que él siempre se rehusó a escuchar.

El joven pelirrojo cerro con cautela la habitación de la alcoba de Reiju. Yonji estaba apoyado sobre la baranda del pasadizo. Esperaba a que Ichiji le dijera lo que le tuviera que decir para irse a su habitación a dormir, pero el pelirrojo se tomó su tiempo para darse la vuelta, y cuando lo hizo, fue la primera vez que Yonji pudo ver esa misma expresión carente de empatía que tanto le recordaba a Jugde, en Ichiji.  

No dejo de llorar por tres horas hasta finalmente dormirse. — Detallo con voz neutra. — Le ordene a Sanji que se quedara con ella, ¿Y sabes por qué? Porque dijo que cuando saliera, te iba a matar Yonji. Y créeme que lo iba a permitir, pero lamentablemente no puedo dejar que nada te pase, al menos no aún. — Recalco con frialdad. — Le pedí a Niji que no se metiera en esto, porque yo me iba a hacer cargo. — Zanjo de manera contundente.

—Ya, habla de una vez. Quiero dormir.

Han pasado tres años Yonji. — Inicio el pelirrojo acercándose hacia él. — Tres años en donde lo único que has sido con Reiju, es ser una persona despreciable. Cada vez que ella te saluda; tú la ignoras. Siempre que ella te ve; la miras con odio. Cada que ella te habla; le gritas que no te moleste. Y sabes algo, esto tambien es mi culpa por haberlo permitido. Pensé que aun estabas demasiado dolido por la muerte de Sora, y no eras capaz de ver más allá de tu propio tormento. Pero no es así, lo que sientes ya no es dolor; es resentimiento, y puedes estar ensimismado conmigo, y con todo el mundo si así lo deseas, pero no voy a permitir que te desquites con Reiju nuevamente. Así que mañana cuando despierte, lo primero que harás será pedirle perdón, por esta y por todas las veces que le has tratado como basura, o juro que realmente te voy a destruir ¿Me oíste bien?

—¡Vete a la mierda Ichiji! — Renegó volviendo sobre sus pies. Lo último que haría seria pedirle perdón a ese monstruo. — En vez de usar tu brillante mente para tratar de amenazarme, ve pensando que le dirás a Judge cuando se entere de que aún no mandaste tu carta de admisión a la Sorbona por estar tan ocupado preparándote en esa estúpida audición para el conservatorio de Paris. — Contrataco sin cuidado, obteniendo la reacción que buscaba cuando la respiración del pelirrojo se volvió destructivamente pesada.

Lo había hecho. Había tocado una fibra muy delgada en su hermano.

—¿Quieres que te diga que fue lo que realmente mato a Sora? — Soltó Ichiji con absoluta frialdad provocando que un sudor frio recorriera al peliverde.

—¿De qué hablas?

No fue el cáncer, ni mucho menos Reiju… Fue tu indiferencia Yonji. — Resalto sin la más mínima muestra de empatía, provocando que la respiración del peliverde se redujera de un segundo a otro. — Porque mientras ella estaba luchando por sobrevivir en sus últimos días, en lo único que podía pensar, además de Reiju, era en los hijos que estaba dejando atrás, y en su querido Yon, aquel que jamás se acercó a ella durante todo su calvario, ni siquiera para darle un maldito vaso de agua o preguntarle tan si quiera cómo estaba. — Repudio acercándose poco a poco al peliverde que lo veía con los ojos bien abiertos.

—N-No, eso no es cierto. Yo

Claro que lo es, tú lo sabes, y yo lo sé. — Acepto dejando entrever una media sonrisa. — Pero no lo reconoceremos ante nadie, porque de lo contrario, el asesino serias tu. — Sentencio sin emoción — Pero quien te puede culpar — Rio cínicamente — ¿Tenías miedo, no es así? — Increpo alzando una ceja. — Por supuesto que sí. Te morías de miedo de verla y no reconocerla… Querías recordarla tan hermosa y bella como siempre fue, pero ese no fue su final Yonji. No… Su final fue mucho más atroz de lo que podrías imaginar ¿Alguna vez te mencione que Sora ya no comía? Era porque su cuerpo estaba tan repleto de cáncer que ni siquiera podía tragar la comida que le hacía Sanji sin vomitar ¿Acaso te hable de la vez en que la bañe y su cuerpo prácticamente era un cadáver viviente de lo delgada que estaba?

—Cállate…

—¿Acaso sabias que ya ni siquiera era capaz de moverse por sí sola por el dolor? ¡Por supuesto que no! ¡Nunca la tuviste que cargar! Porque escogiste alejarte de ella, a estar a su lado cuando ella más te necesito.

—¡Cierra la boca o te la cerrare yo!

—Y ahora te atreves a hablar y hablar de mamá como si siempre hubieras estado allí… Cuando la verdad es que nunca estuviste para ella cuando Sora más te necesito. — Repudio asqueado —Pero era tu madre, y ella te podía perdonar esa mierda, pero yo no. — Dictamino sin recato alguno — Incluso en su lecho de muerte, ella lloraba amargamente desperdiciando las ultimas energías que le quedaban en un imbécil como tú.

—¡Cállate! — Lo tomo de la camisa para alzarlo a la fuerza, pero ni con toda su energía logro cambiar la cruenta mirada que Ichiji le estaba dando.

Adelante. — Le exigió viéndolo con absoluta lastima. — Cállame a golpes. Ese es tu único método de defensa, porque hermanito — Rio con sorna al ver la lagrimeante mirada de Yonji. — Sabes que todo lo que digo es verdad.

N-No… No es cierto. — Recrimino con un agudo dolor en el pecho. Poco a poco su agarre fue menguando, terminando por arrodillarse en el piso, ya no quería escuchar más.

Lo que decía Ichiji no podía ser cierto…

¿¡Acaso él…!? ¿¡Realmente mato a Sora!?

—¡Hmp! De razón eres el más idiota de los cuarto. Perdón, de los cinco. Hasta Reiju ya se dio cuenta. Tu eres el único que aún no puede—

—¡Ichiji, ya cállate! — El duro reclamo de Niji silencio al pelirrojo, y fue solo cuando vio la decepcionada mirada del peliazul que Ichiji se detuvo abruptamente. — Una cosa es que hagas ver a Yonji su error, y otra muy diferente es que seas cruel. Él ya entendió tu maldito punto. Es suficiente, imbécil.

Katakuri se tuvo que sobar la sien al no poder concebir la idiotez que le acababa de relatar el propio Ichiji. — Por favor, dime que no le dijiste toda esa sarta de estupideces a Yonji. — No busco ser comprensivo ni mucho menos recatado. En esta ocasión Ichiji no se lo merecía.

Katakuri estaba decepcionado, no cabía duda. — No lo hice con esa intención, solo quería hacerlo entender que Reiju no era la culpable de nada.

—Por supuesto. Echándole la culpa a él. Que empático resultaste ser, ¿Cómo no me pude dar cuenta antes?

—¡Cometí un error! No tienes que repetírmelo, y solo para que lo sepas, me disculpe de inmediato. — Sabía que había obrado mal, pero solo quería hacer a Yonji entrar en razón.

Luego de aquel incidente, Niji le pidió que lo dejara a solas con el menor de los cuatrillizos, cosa que acato. El peliverde aún se veía gravemente afectado.

Porque sabía que muchas de las palabras que había dicho su hermano, eran ciertas.

Él la había ignorado… Él la había dejado morir.

Niji dejo caer varios pedazos de papel color verde frente a la atenta mirada de Yonji, lo que provocó que el peliverde alzase su cabeza confundido.

Ese papel… En algún momento había sido la carta de Reiju.

—¿Cuánto crees que se demoró en hacer esas tarjetas? ¿Un día? ¿Dos? — Niji rio en un notorio sarcasmo, negando con la cabeza en el proceso. — Fue un mes. Un maldito mes ¿Tienes idea de por qué? Porque cada una tiene un escrito especial y Reiju aún no está muy acostumbrada a escribir, por lo que se cansaba con mucha rapidez. — Explico paulatinamente. — ¿Quieres saber lo que realmente me molesto, Yonji? No fue que insultaras a Reiju, porque si somos honestos, yo lo hago con ustedes todo el tiempo. No… — Hizo una pausa — Lo que realmente me golpeo en las pelotas, fue que lo que a esa niña le tomo un largo mes hacer, tú lo destruiste en un segundo.

Realmente no pensó lo que estaba haciendo cuando rompió ese papel, solo quería que Reiju lo dejara en paz.

—No voy a decirte nada más. No soy tu niñera, ni mucho menos mamá, pero si ella estuviera aquí, estoy seguro de que le daría asco tu maldita actitud. Sin embargo, ella está muerta. — Dictamino con una mirada de profunda indiferencia — Y ese hecho no va a cambiar por más que culpes a Reiju todos los días de tu vida hasta que mueras.  — Niji no dijo ni una palabra más, ignoro el trágico estado de Yonji y se retiró en silencio.

El peliverde reprimió un fuerte gemido mientras que las abrasadoras lagrimas caían lentamente por sus ojos. Vio la tira de papeles rotos que habían quedado en el piso, y en total silencio empezó a recogerlos uno por uno. Esa tarde se dedicó únicamente a unir sus retazos pieza por pieza, hasta finalmente volver a formar lo que en algún momento fue una carta. No se parecía en nada a la que le había entregado Reiju, estaba quebrada, y con varios pliegues de cinta adhesiva colgando de esta, pero logro reponerla lo suficiente como para leer el infantil escrito de su hermanita.

Y cuando lo hizo, fue inevitable que un centenar de lágrimas se concentraran en sus pupilas azules.

¿Cómo es que esa niña aun sintiera amor por él luego de todas las veces que la había tratado como menos que un ser humano?

Al día siguiente se levantó a primera hora para tratar de hablar con Reiju, pero Sanji le negó totalmente el paso, estaba determinado a no dejarlo acercarse a ella.

Ni siquiera estando en la escuela dejo de pensar en las palabras que le había escrito su hermanita, ¿Pero atreverse a pedirle perdón luego de todo lo que le había hecho? Era una gracia que claramente no se merecía.

Se le ocurrió que quizás podría comprarle algún regalo, pero ni siquiera sabía que le gustaba a Reiju. Durante todos esos años siempre trato de estar lo más alejado posible de ella, y ahora que deseaba al menos hablarle por una vez, no sabía ni cómo diablos hacerlo.

Claramente no podía preguntarle a sus mellizos. Apenas y le dirigían la palabra, era imposible que lo quisieran ayudar.  

Incluso luego de que terminara el horario escolar se vio a si mismo vagando como un estúpido por los jardines de la escuela. No se atrevía a volver a casa y ver la afligida expresión de Reiju nuevamente.

Se sentó por una de las butacas del lugar, cerca de uno de los campos de entrenamiento. El invierno acababa de terminar hace poco, y los secos árboles que durante mucho tiempo permanecieron dormidos, finalmente volvían a despertar con la llegada de la dulce primavera. Los pequeños capullos de cerezos se abrían lentamente mientras que las hojas de estos revoloteaban traviesamente por el aire. Los vio pasar a centímetros de su rostro, y recordó lo mucho que a Sora le gustaban las flores.

«—¡No hay flor más bonita que tú mamá!

Alzo pesadamente su mirada al escuchar unos gritos a lo lejos, y suspiro derrotado al ver a sus antiguos compañeros de Rugby entrenar a varios metros de donde estaba. Eran buenos, había escuchado que ya estaban en los octavos de final del campeonato Nacional. Su mirada se concentró en Kooza, que corría sin parar hasta la zona de anotación, siendo el nuevo Wign del equipo, Posición que antes le perteneció a él Si ganaban el campeonato escolar, lo más probable seria que el rubio recibiera una beca deportiva de alguna universidad de prestigio para jugar Rugby a nivel superior, y así quizás en futuro, debutar en una liga profesional.

Un sueño que para él ya había quedado totalmente enterrado.

«—¡Yonji, estuviste increíble! ¡Estoy muy orgullosa de ti mi cielo! — Recordaba la armoniosa voz de su madre felicitándolo con un cálido abrazo luego de ganar su primer campeonato escolar a los ocho años. Su sonrisa infantil destellando de alegría cuando su madre y él posaron junto con su trofeo de campeón. La alegría que vio en su rostro cuando lo vio correr de manera incansable con el balón hacia la zona de anotación a pesar de tener a cuatro defensas a sus espaldas tratando de derribarlo sin éxito alguno.

Ahora todos esos recuerdos se veían tan lejanos.

—¿¡P-Porque tuviste que morirte...!? ¿Porque me dejaste solo? ¿¡P-Porque no pensaste en mi t-tambien!? — El angustioso dolor qua albergaban sus lágrimas era incontrolable.

Tenía tanto miedo, se sentía tan solo. Este era su último año de escuela, y no sabía qué diablos hacer con su vida. Todo lo que en algún momento fue importante para él ya no estaba.

¡Lo había perdido todo!

Porque ella era su todo… Si no estaba allí para verlo triunfar ¿Entonces de que serviría?

¿Yonji? ¿Yonji, eres tú? — Una inesperada y afable voz lo llamo en la oscuridad de la tarde, rápidamente el peliverde se secó las lágrimas con la manga de su camisa al ver de quien se trataba. — ¿Estás bien?

—¡C-Carrot! ¿¡Qué haces aquí!? — Cuestiono con clara molestia en su voz.

Pero la joven de cortos cabellos rubios y largas piernas no reacciono de mala manera ante su tono, acercándose lentamente hacia las bancas de la tribuna, subiendo unos cuantos escalones hasta sentarse al lado del peliverde. — La práctica de Lacrosse termino antes, y bueno… Vine a encontrarme con Kooza.

Claro, había olvidado que Kooza no contento con quitarle su posición, hasta le quito a su chica. 

—Ya veo. — Replico fingiendo indiferencia.

Carrot lo vio con sus enormes ojos cafés y suspiro suavemente — ¿Cómo has estado? — Le pregunto con una preocupada expresión. — No hablamos desde hace bastante tiempo…— Mas específicamente desde que Yonji le termino de manera unilateral y sin darle explicación alguna.

Mas él solo suspiro con burla. — ¿Cómo crees?

La joven arrugo sus labios, y prefirió ver en la misma dirección que el peliverde a contestarle de mala manera. — ¿Espiando al equipo de Rugby?

—¡No! — Renegó en el acto — Es solo que yo… — Su voz poco a poco se fue apagando — No sabía a donde más ir. — Reconoció con los puños tensos. — Verlos de alguna forma me hace recordar cómo era todo antes de que…— Se detuvo al sentir un temblor en su espina— Como era todo antes de que mi vida se fuera a la mierda.

Carrot lo vio por unos segundos, para luego arrugar su mirada, consternada. —Siempre admire esa fuerza de voluntad con la que te sobreponías a todos los que buscaban derribarte en el campo. — Hablo sin pensar, conteniendo un aire de nostalgia, y haciendo que Yonji girara a verla de manera inesperada. — Pero luego de lo que paso con tu madre, perdiste la fe en todo; incluso en ti mismo. — Y hasta en nosotros; reconoció solo en su mente. —¿Por qué no intentas volver? — Anuncio dirigiendo su mirada hacia la de un desencajado peliverde.

Mas la curvatura de sus labios no hizo más que afligirse. — Dudo que el entrenador Genzo me vuelva a aceptar otra vez. — No luego de que casi matara a uno de sus compañeros en un ataque de rabia.

Nunca sabrás la respuesta sino le preguntas, lo peor que te puede decir es que no. — Le reto antes de levantarse de la butaca. — Me tengo que ir. Fue lindo hablar contigo. — Repaso viéndolo con una suave sonrisa. Una sonrisa que a pesar de no decir nada, expresaba más cosas de las que debería. — Apropósito, tu cumpleaños fue ayer ¿No?

Que aun recordara un detalle tan minúsculo como ese, hizo que algo se oprimiera dentro de él. —Si…

—Feliz cumpleaños Yonji. — Le regalo una triste sonrisa antes de irse al encuentro con su novio. 

Quizás si Yonji no se hubiera enclaustrado en su propio dolor y la hubiera dejado entrar a ayudarlo, ahora se estaría yendo a casa con él.

Se quedo viendo a Carrot alejarse a la distancia, como le hubiera gustado detenerla y pedirle que se quedara un poco más con él, pero luego de su propio orgullo haya provocado que ella se alejara de su lado, no tenía el valor de pedirle volver nuevamente.

Sabía que no tendría mucho sentido seguir dando vueltas en círculos por la escuela, por lo que regreso a la mansión con el casi improbable deseo de enmendar el daño que le hizo a Reiju.

Aunque dudaba que si quiera fuera a tener éxito.

Al subir las largas escaleras hasta el segundo piso de la residencia noto de inmediato que ninguno de sus hermanos estaban en casa. Lo más probable seria que Sanji estuviese con Vivi, que Niji anduviera perdido por ahí con los Yonkis que tenía por amigos, e Ichiji… ¿Ichiji? Era extraño que el pelirrojo no estuviera en casa. No era como si su hermano tuviera la mas agitada de las vidas sociales, pero en estas circunstancias lo último que necesitaba era encontrarse con el pelirrojo.

Porque aunque supiera perfectamente que podría reducir a Ichiji de un solo golpe, no se sentía capaz de enfrentar su mirada.

Pero si no encontrar al mayor de los cuatrillizos en casa lo tomo con la guardia baja; el hallar a la persona que menos esperaba en su propia habitación fue suficiente para hacerlo reducir su expresión a una de absoluta conmoción.

—¿R-Reiju? — El miedo en su voz fue fácilmente palpable al encontrar a la niña de espaldas, sentada sobre el pulido piso de madera junto a una vieja caja de cartón.

Una caja que él recordaba con sobrecogedora fuerza.

Mas la sinfónica expresión de la menor cuando volteo a verlo con una grata sonrisa en su rostro provoco que los opacos puntos azules de Yonji se mostraran con desmesura al notar el objeto que Reiju tenía colgando de su cuello.

—Yonji, ¡No sabía que eras un campeón! — Exclamo con sus brillantes ojos saltando de la alegría al tener entre sus manos uno de los grandes logros de su hermano.

Reiju estaba usando la primera medalla que había ganado jugando al Rugby, pero ¿Cómo fue que ella…?

Impetuosamente, a la pequeña niña de tres años se le llenaron las mejillas de carmín al ver la perdida mirada de su hermano. — Y-Yo… Lamento haber entrado a tu habitación sin permiso. — Se excuso en el acto — P-Pero… Ayer creo que no te gusto mucho mi regalo… y… yo te hice otra carta. — Explico agachando la mirada con nerviosismo mientras le tendía una nueva postal con su pequeña mano. — Iba a ponerla en tu velador e irme, pero estaba un poco alto y al tratar de dejarla se me resbalo por debajo de la cama. Cuando la recogí encontré una caja con varios trofeos y medallas que tenían tu nombre… Y-Yo no sabía que te gustaba el Rugby, ¡Debes ser el mejor de todos para que hayas ganado tantos premios! ¡Felicidades Yonji!

De a pocos, sintió que su labio inferior empezó a temblar de manera involuntaria, casi al mismo tiempo que un ahogado gemido escapaba de su aliento.

No lo entendía ¿¡Porque a pesar de todo, ella aún era tan buena con él!?

¿Y-Yonji? — El rilar de su suave voz se entremezclo con la zozobra de ver la apesadumbrada imagen del peliverde, inmóvil en el marco de la puerta. — ¿Yonji, te encuentras

Sus palabras fueron interrumpidas de manera enérgica cuando la menor sintió que era capaz de tocar las mismas estrellas al ser cargada en un potente abrazo por su hermano peliverde.

—Re-Reiju… Y-Yo… — Susurro su nombre sin parar de temblar —¡G-Gracias…!

Quizás en ese momento la menor no contaba con la completa compresión de lo que había logrado, pero sin quererlo le había dado a Yonji el mayor regalo que pudo haber pedido jamás.

Le devolvió la fe en sí mismo.

—¿G-Gracias? — Rio nerviosa — N-No… No entiendo Yonji, pero si aún no has visto mi carta.

—Descuida, en un rato me la das. — Hipo con dificultad — R-Reiju… yo… Siento mucho la forma en la que te trate ayer… No debí reaccionar de esa forma contigo. Fui un imbécil … ¡Nada de lo que dije fue cierto! Tu solo querías animarme y yo… — Se tomo un tiempo para recuperar el aliento — Quiero que sepas que más allá de cualquier cosa que pude recibir por mi cumpleaños, el mejor regalo que tengo eres tú.

El magnífico hechizo de la pequeña ninfa del bosque se reflejó en el azul reflejo de su efervescente mirada turquesa, brillando cual riachuelo que le daba la bienvenida a los cálidos rayos del sol por vez primera.  —Y-Yonji… — Su expresión era encantadora, asintiendo ante las dulces palabras de su peliverde hermano con una sonrisa sin igual.

Ichiji bostezo en un prolongado suspiro de cansancio cuando volvió a casa esa misma noche. Había tenido una tarde muy movida al ir a inscribirse a cierta audición en secreto, no tenía idea si es que lo iban a llamar o no, pero, según su asesor escolar, su carta de aceptación a La Sorbonne llegaría pronto, y no perdía nada intentando cumplir ese sueño casi imposible que cultivo su madre cuando apenas era un niño.

¿Quién sabe? Quizás en ese mundo utópico de acordes ceremoniosos habría alguna abertura libre para alguien como él…

Antes de ir hacia su alcoba por un merecido baño, se tomó unos minutos para dirigirse a la habitación de Reiju, pero termino exaltándose de sobremanera al no encontrar a su hermanita allí.

¿¡En donde diablos se podía meter una niña de tres años a las diez de la noche!?

Su exaltación muto hacia una expresión de sorpresa cuando unas fugases risas se desprendieron de la habitación de Yonji. No perdió tiempo y corrió a una velocidad inusitada hasta allí.

Si Yonji se había atrevido a ponerle un dedo encima a Reiju, lo que paso ayer quedaría como un simple juego de niños comparado al infierno por el que lo obligaría a peregrinar.  

Sin embargo, sus temores se desvanecieron como si de un baldazo de agua fría se tratase, cuando a través de la abertura de la puerta, pudo ver como los ojos de Reiju se amenizaban en una mimosa mirada de desconocida nostalgia, permaneciendo sentada sobre las piernas de Yonji mientras que este le mostraba una fotografía con una brillante sonrisa de oreja a oreja.

—¿E-Ella es mamá? — Pregunto con una devoción nunca antes vista al presentarle a alguien que siempre deseo conocer, aun cuando ni siquiera era consciente de ello. — Pero que bonita es ¡Es la chica más bonita que he visto jamás!

Yonji le estaba mostrando la misma fotografía en la que Sora y él salían posando con el primer trofeo que había ganado.

 —Sin duda lo es… — Sabia que sus hermanos no eran de mostrarle fotos de Sora a Reiju. En parte porque ni siquiera ellos habían logrado superar del todo la muerte de su madre, y no deseaban que la pequeña sintiese esa misma ausencia, pero él pensaba diferente.

En cuanto más cerca la tuvieran, ese vacío se acortaría cada vez más.

—Quédate con la foto, Rei.

—¿¡Que!? — Vocifero confundida — ¡No! No podría ¡Es tuya!

—No importa, quédatela.  — Esa era la foto favorita que tenia de Sora, pero al menos él siempre tendría un recuerdo de ella en su memoria, en cambio, Reiju no tenía ninguno. La única vez que vio a su madre fue instantes antes de que ella falleciese y darle esto haría que de alguna forma siempre la sintiera cerca.— Quiero que tú la tengas.

Ichiji observo todo en un imperturbable silencio, terminando por mitigar la línea de sus labios en una suave expresión, retirándose lentamente de la escena. Jamás le revelo a Yonji que fue un testigo indirecto de ese momento, pero sería algo que siempre quedaría como un recuerdo imborrable en él.

Como el día en que finalmente su hermano decidió dejar atrás a todos esos demonios que desde hace mucho lo torturaban para darle paso a un nuevo horizonte.

Fue Reiju la que logro recomponer su confianza ya rota.

Fue Reiju la que le dio la fuerza suficiente para enfrentar a sus demonios.

Y tambien fue Reiju la que logro empujarlo a recuperar su más grande sueño…

—¡Por favor entrenador Genzo! ¡Solo le estoy pidiendo una oportunidad más! Le prometo que esta vez no lo decepcionare ¡Déjeme volver al equipo! ¡Lo único que quiero es volver a jugar una vez más! — Suplico agachando la cabeza ante el viejo entrenador del equipo de Rugby. Ambos estaban en su despacho en el gimnasio, y no le importaba tener que rebajarse de esa manera si el hombre le permitía volver a jugar. 

¡Esta era su última chance, y estaba dispuesto a todo con tal de volver a pisar un campo de juego!

El entrenador Genzo era un hombre ya entrado en años, dueño de un frondoso bigote negro y con varias cicatrices decorando su cuerpo, que más allá de explicar un conflictivo pasado, eran las marcas de una vida repleta de experiencias.

Han pasado tres años desde que te expulse del equipo, Vinsmoke. Y durante todo ese tiempo no viniste a pedirme otra oportunidad ni una sola vez, así que, ¿Por qué ahora?

—Esto ya no es por mi entrenador, es por la promesa que le hice alguien. — Exclamo decidido. Iba a luchar por sus sueños, y quería que por sobre todas las cosas, Reiju lo viese jugar aunque sea una vez.

Genzo sonrió de medio lado al ver la seguridad en la mirada de Yonji, pero eso no era suficiente. — Lo lamento señor Vinsmoke, pero ya no tengo un lugar en el equipo para usted. Kooza es nuestro nuevo corredor, y darte un puesto en la ofensiva sería una bofetada a los esfuerzos de los demás miembros del equipo que han estado trabajando sin cansancio durante toda la temporada.

—¡Entonces en el grueso de la defensa! No me importa, ¡Yo me ganare mi puesto! ¡Solo déjeme volver! ¡Se lo suplico!

Genzo no planeaba ponerle las cosas fáciles a ese niño, pero si deseaba empezar desde abajo ¿Quién era él para negarse? Solo había una forma de llegar a la cima, y era escalando desde la base de la montaña. — Si vas a ofrecerte a recibir miles de golpes por voluntad propia, adelante. No te detendré. Empiezas mañana ¡Pero! No será como la última vez, ten la más mínima insurgencia o mal comportamiento ante tus compañeros y estas fuera. — A fin de cuentas, si lo iba a volver aceptar, seria bajo sus términos. —¡Y una cosa más! Te vas a ganar cada minuto que juegues.

—No lo decepcionare, ¡Se lo prometo!

Una sonrisa nostálgica se reflejó lentamente en la mirada de Yonji. Repasar en su memoria aquellos momentos siempre le traían una mescolanza de emociones. Porque si, cometió muchas estupideces de las que se arrepentía profundamente; siendo su trato con Reiju el más grande de todos, pero de manera paradójica; fue esa misma niña con su alegría hacia la vida y su dulce sonrisa la que logro resarcir todas esas inseguridades y miedos que cargaba consigo.

De manera involuntaria poso sus manos sobre la cómoda que tenía a un lado de la cama, sacando de entre uno de sus cajones aquella misma carta repleta de cinta adhesiva y con una escritura infantil decorando a un inocente dieciocho con brillantina.

«¡Feliz cumpleaños a mi hermano más valiente! Te ama mucho…

Reiju.»

Jamás se deshizo de ella. La guardaba cerca suyo siempre, porque quizás de todas las cosas que tenía, esa carta era su posición más valiosa.

Porque había sido hecha por ella.

Los suaves toques en su puerta lo hicieron levantar rápidamente la mirada. Reconocería ese tacto donde fuera.

Yonji, ¿Puedo entrar? — La preocupada voz de Reiju lo hizo reaccionar. Dándole una rápida indicación para que entrase sin problemas.

— Yon… — Reiju oculto la mitad de su rostro detrás de la puerta y la suave voz de esa pequeña Tinkerbell se hizo eco en sus pensamientos. — ¿Estas bien? ¿Sigues molesto por lo que paso con Ichiji?

Sonrió de medio lado al ver el tierno gesto de su hermanita. Si, quizás sus hermanos eran unos idiotas, pero Reiju no tenía la culpa de eso, porque a pesar de todo lo que le había tocado vivir, jamás dejaba de pensar en ellos.

—No Rei, no lo estoy. — Admitió con un tranquilo gesto.

Ver los lindos mofletes inflados de la pequeña hizo a Yonji reír con ganas. Reiju era simplemente adorable.

—Bien, entonces ¿Qué te parece si vemos esa película del Superman Soviético de la que me hablaste el otro día? ¡Sera un gran calentamiento antes de irnos a Rusia! — Le ofreció alzando los brazos de manera emocionada.

—¿Quieres que veamos Red Son?

—Si, ¿Por qué no? ¡Me gustaría mucho verla contigo!

Era cierto que una vez que algo se rompía nunca volvía a ser lo mismo, pero tambien cabía la posibilidad que se convertirse en algo mucho más fuerte y duradero.

Y eso eran Reiju y él.

Niji sonrió de manera complaciente al escuchar las risas de sus hermanos provenientes del segundo piso. La cafetera estaba terminando de soltar las ultimas gotas de un espeso liquido negro sobre su tasa, y solo al finalizar el peliazul se permitió liberar un largo suspiro al sentarse con total calma sobre la barra a disfrutar de un momento de paz con el intenso aroma de un americano entre sus manos.

No había duda de que Reiju era una pequeña semidiosa; la heroína de su trágica historia épica, desprendiendo una luz capaz de alumbrarte incluso en los lugares más sombríos; pero a diferencia de Ichiji, Sanji o incluso Yonji, la llegada de Reiju a su vida ciertamente lo ayudo, pero ni si quiera su resplandor fue suficiente como para disipar a toda la pesada incertidumbre que lo rodeaba.

Porque a diferencia del resto de sus hermanos, que trataban de sobrevivir a la desbordante hemorragia provocada por la herida mortal que había dejado el vacío de Sora en sus vidas; él no lo hacía, porque jamás compartió tal lazo con su madre.

Su verdadero tormento fue palidecer por una herida que jamás fue causada, el remordimiento de sentir que jamás conoció verdaderamente a Sora. No había un recuerdo que llorar, ni había una anécdota de ellos dos riendo, cocinando, o tocando el piano juntos.

No tenía nada más que las lágrimas de dolor que le provoco a su madre, y el recuerdo de haber sido el único que la vio en sus últimos segundos de vida.

Por ese motivo fue más sencillo para él hundirse hasta el cuello de drogas, fiestas y sexo que enfrentarse al indeseable dolor que le ocasionaba su propio desdén luego de su muerte.

Porque era la salida menos dolorosa de todas.

Quería separarla de su mente a cualquier costo y evitar que ese repugnante sabor a culpa le atiborrase las entrañas.

Por mucho tiempo busco ser capaz de sentir algo, pero una vez que lo consiguió, solo logro caer víctima de un espantoso dolor que le calcinaba el cuerpo lentamente, sabiendo que si no hacía nada para evitar su avance, terminara totalmente calcinado.

—¡Es un verdadero milagro que nos dejaras venir a tu casa, Ni! — La aguda voz de Lily, que sostenía una costosa botella de Vodka que Niji había sacado de la cava de su padre, fue seguida de las ruidosas risas de Dellinger.

—¡Cierto! — Le soltó exaltado el rubio, sobándose la nariz luego de haberse jalado un par de líneas. — ¿A qué se debe que tengamos el honor de ensuciar tus costosos cojines?

Para ser franco, jamás hubiera llevado a sus amigos a la mansión. Porque más allá del gran problema que se ganaría con Ichiji, que a decir verdad le importaba poco, nunca quiso que Reiju lo viera así.

En un estado tan patético.

Pero esa ocasión era diferente, o al menos eso pensó...

Yonji tenía entrenamiento con el equipo de Rugby hasta tarde, Ichiji estaba asistiendo a una charla del conservatorio de Paris, y Sanji le menciono que se llevaría a Rei a la feria junto con Vivi. Así que en teoría no tendría de que preocuparse de nada. Solo estarían allí un par de horas y luego se irían a una fiesta en casa del hermano de Lily.

Tenía todo perfectamente calculado.

Pero eran en esa clase de ocasiones, en donde se supone que todo iba de acuerdo a un plan, en donde los imprevistos siempre se presentaban, y ese día en particular fue quizás en el que termino cometiendo la mayor estupidez de su vida…

Y la que lo hizo caer en cuenta del círculo de autodestrucción al que se había auto encadenado.

—Los traje para mostrarles esto. — Les soltó con una sonrisa pretensiosa al mismo tiempo que sacaba una arrugada carta de su bolsillo.

—¿Qué mierda es eso? ¿La herencia tardía de tu madre? — Pregunto con burla el de mechas rubias.

—No idiota, es mi boleto para salir de este maldito lugar. —Expreso tirándole la carta a sus amigos.

Fue Lily quien la tomo primero, y al abrir el sobre y leer su contenido, su rostro fue absorbido por un anormal asombro. — Diablos Ni… Lo conseguiste. — Rio con potencia al no poder creer lo que veía. — ¡Joder, en verdad lo conseguiste!

—¿Qué cosa? — Inquirió aun confundido Dellinger.

—Me aceptaron en La Sorbona. — Expreso con simpleza el peliazul.

Honestamente, estaba totalmente seguro de que ingresaría, pero que finalmente tuviera la maldita carta entre sus manos le sabia a gloria. Con eso tenía la excusa perfecta para pedirle a Judge que le comprara un maldito apartamento cerca de la universidad y no tener que preocuparse de nada más. Extrañaría a Reiju, pero necesitaba salir como sea de ese lugar.

No soportaba estar encerrado en esa maldita mansión y amarrarse aún más al tormentoso recuerdo de Sora.

—¡Me estas jodiendo! — El gruñido de sorpresa de Dellinger fue monumental cuando tomo la carta entre sus dedos — No puede ser, ¿Cómo es posible que la mejor universidad del país le abrio las puertas a un jodido adicto como tú? ¿Tanto han decaído sus estándares? — Soltó con una inhibición absoluta que derivaba del hecho de tener ya varios gramos encima.

—Porque a diferencia de ti, yo si uso mi cerebro.

—O lo poco que queda de él. — Bufo con simpatía Lily. 

Le alzo su reluciente dedo corazón a la rubia al mismo tiempo que tomaba de la misma botella que Lily había llevado entre sus manos.

Jamás se consideró a sí mismo un adicto, aunque bueno, ¿Qué adicto no repetía lo mismo? Sin embargo, eso no le impidió ser una persona totalmente funcional, o al menos serlo mientras estaba sobrio.

Pero a decir verdad, la única razón por la que lo hacía era porque solo en esos momentos escasos segundos endonde su cerebro se ahogaba en medio de un placer tan inmenso que era capaz de olvidarla…

Olvidar su recuerdo, y todo el daño que le causo.

Gimió groseramente cuando el nose candy entro por sus fosas nasales. Lily y Dellinger rieron con ganas al verlo, pero a medida que el alcaloide se introducía en sus sistema, pudo notar como una ligera gota de sangre descendía por su nariz. La limpio de inmediato. No era la primera vez que le pasaba, así que ilusamente lo dejo pasar.

—Oye Niji, ¿Qué es esa cosita tan linda que está allí? — Señalo la rubia en plena oscuridad.

El peliazul ignoro el calmado quejido de Lily al pensar que se trataba de una alucinación de parte de la rubia al estar hasta el cuello de coca, pero al alzar su mirada y verla en la puerta de la sala con su pequeña pijama rosa, quedó paralizado del horror.

—¿N-Ni…? — Su delicada voz sonaba temblorosa — ¿Ni, qué estás haciendo?

Al ver sus asustados ojos, aunque sea por unos instantes, pudo ver a Sora…

—¡Reiju! ¿¡Qué demonios estás haciendo aquí!? — Esa fue la única vez que le alzo la voz a su hermanita sin razón aparente.

En el acto tomo el saco de Dellinger y lo uso para tapar las botellas de alcohol y todo el polvo blanco esparcido sobre la mesa de centro.

La menor se estremeció ante la exclamación de su hermano, pero igualmente respondió de manera entrecortada. — M-Me dio fiebre y no pude ir con S-Sanji a la feria, dijo que volvería rápido. Bajé al escuchar ruido porque pensé que era él… ¡N-No sabía que ya habías vuelto a casa Ni!

—¡Ve a tu cuarto y no salgas de allí! — Advirtió con potencia ¡Le rompería el cuello al imbécil de Sanji por no avisarle!

—Espera Niji… — La inusualmente complaciente voz de Lily se acercó con parca calma hasta donde estaba Reiju, quien únicamente vio a la joven con una confundida mirada.

A su tierna edad aun no era capaz de entender lo que estaba pasando a su alrededor, pero esa chica desprendía un semblante que la asusto de sobremanera.

—¡Lily no te atrevas a tocarla! — Le advirtió con furor. No quería que esa puta pusiera un solo dedo en Reiju.

—¡Nah, cierra la boca! — Pero la rubia simplemente lo ignoro. — Hola linda, ¡Soy Lily! Pero tú puedes llamarme Lil. — Expreso con una espontaneidad muy atípica — Es la primera vez que te veo, ¡Oww! Eres como una mini Niji con cabello rosado. Aunque mucho más bonita, ¿Cómo te llamas, primor?

Ichiji le había enseñado a nunca hablar con extraños, pero Sanji tambien le dijo que era de mala educación ignorar a las personas. — …Reiju.

—Mierda ¡Eres todo un encanto!

—No está bien decir «mierda»; es una mala palabra. — Repitió plasmando una mueca incomoda en su rostro.

El sobre exagerado gemido de ternura en Lily hizo que la menor retrocediera unos centímetros. Y fue solo cuando la rubia se decidió a cargarla de manera descuidada que Reiju empezó a estremecerse con temor.  

No era la primera vez que alguien la tomaba así; sus hermanos siempre lo hacían, pero esa chica no le generaba el mismo sentimiento de seguridad que tenía al ser sostenida por ellos.  

Rei se congelo al ver la mirada perdida en los opacos ojos de Lily, algo en esa chica no estaba bien. Y fue inevitable que soltase un grito aterrada cuando Niji la arrebato bruscamente de los brazos de la rubia de un fuerte tirón.

—¿Acaso te volviste loco? ¿¡Qué diablos te pasa para empujarme así, idiota!? — Soltó con histeria la mujer.

—Lily, soy un firme creyente de la igualdad de género, así que si vuelves a cometer el error de tocar a mi hermana, te adelanto que tendrás que programar una nueva cita con tu cirujano, porque juro que destrozare esa linda nariz operada tuya. — A fin de cuentas, si el hombre y la mujer eran iguales, entonces a ambos se les podía sacar la mierda por igual.  

—¿Disculpa? — La joven tenso los labios — ¿Qué acabas de decir?

—Ni, Lil, ¡Cálmense ya! — Dellinger trato de aligerar las aguas con una despreocupada risa — No van a pelear por algo tan—

¡¡Que voy a destrozarte parte por parte si osas tocarla otra vez, estúpida golfa retrasada!! — Escupió a solo centímetros de su rostro. El rugido de su voz emergió como un trueno tan potente que hizo a Lily desencajar su mirada, al igual que Dellinger, que lo vio con una cara de absoluta confusión.

La mirada de Niji no mentía, estaba dispuesto a cumplir su amenaza implícita a como dé lugar. No le importaba en lo absoluto que fuese una mujer.

Nadie le haría daño a su hermanita.

Pero solo con escuchar el tremulante gemido de Reiju y buscar su mirada en la oscuridad, fue que cayó sobre sus hombros un profundo sentimiento de odio hacia sí mismo.

Reiju, su propia hermanita, lo estaba viendo con miedo…

Por unos instantes fue capaz de volver en el tiempo, y ver la misma mirada de pánico con la que Sora lo veía, solo que esta vez estaba reflejada en los brillantes ojos de Reiju.

—Rei…

Trato de llamarla con suavidad, pero el resquemor que invadió a Reiju se incrementó de sobremanera al notar que la mirada de Niji se hallaba igual de perdida que la de esa chica.

Con un gemido lastimero escapo como pudo de los brazos del peliazul sin importarle que cayera de espaldas contra el piso.

Era la primera vez que no se sentía segura en brazos de Niji.

—Reiju…

—¡Ahh!

El solo hecho de ver a su hermanita conteniendo sus gemidos, retrocediendo de él aun estando tirada sobre el piso, fue peor que clavarle miles de clavos en la garganta.

—Reiju, ¿Qué haces? Soy yo, Ni. No tienes porque—

—¡N-No! Como pudo, la menor se levantó lo más rápido que sus cortas piernas le permitieron.

No… No huyas por favor.

—Reiju, no te voy a hacer daño. No te asustes. —Trato de acercarse, pero únicamente consiguió que pequeñas lagrimas se esparcieran por las mejillas de Reiju, quien se acurruco sobre su propio cuerpo buscando así protegerse de alguna forma de él.

No, no hagas eso… No quiero que tu tambien me veas como un monstruo.

Repentinamente unas voces acompañadas de tranquilas risas se empezaron a oír a lo lejos. Niji tenso la mirada al prever lo que se le vendría, pero nada pudo hacer cuando la relajada imagen de Sanji y Vivi, que traían miles de chucherías que habían conseguido en la feria para Reiju, llegaron hasta la sala principal.

El gran conejo rosado que había ganado para su hermana termino en el piso.

Sanji se quedó brevemente estático al ver las botellas de alcohol regadas por doquier y un característico polvillo escarchado brillando a los alrededores de la mesa de centro que decoraba en lugar.

No tuvo que ser un genio para intuir lo que Niji se había atrevido a hacer, y el rubio no necesito más que ver la afligida mirada de Reiju, lo más sagrado que él tenía en el mundo, para desatar el vendaval.

Esta vez ni se planteó insultar al peliazul, o si quiera provocarle algún tipo de daño físico de gravedad. Niji se había atrevido a romper un principio fundamental sin importarle una mierda los demás, y no solo por haber llevado al hogar de su difunta madre a esas dos escorias que no hacían más que chuparle la sangre, sino porque había expuesto a Reiju a una situación totalmente irresponsable desde cualquier punto de vista.

—Reiju, ven aquí. Ahora. — Su orden fue clara, y sin reveces.

—S-Sanji — Como pudo, Reiju se levantó para ir corriendo hasta donde estaban el rubio junto con Vivi, quien de inmediato la tomo entre sus brazos, revisando si tenía algún tipo de herida o lesión en su cuerpo.

—Vivi, lleva a Rei arriba. — Su tono fue glacial.

Vivi respiro con dificultad ante las palabras de Sanji, pero acato de inmediato la orden, y a pesar de que Reiju no paro de preguntar qué estaba pasando, la peliceleste logro llevársela entre frases nerviosas y sonrisas tensas.

Por mucho tiempo Niji había sido el elefante blanco en esa casa. Un problema siempre presente e irrisoriamente reconocible, pero que preferían por sobre todas las cosas ignorar.

Después de todo, cada uno había buscado a su manera un método para anestesiar su dolor.

Él a través de sus eternos insomnios y sus para nada saludables cajas de tabaco, Yonji buscando a un culpable en Reiju, Ichiji aislándose de todo, y Niji sin nada más que un par de gramos que siempre cargaba en su bolsillo.

Lamentablemente para el peliazul, luego de lo que acababa de ver, no era posible que ignorase al elefante por más tiempo.   

Tenía que sacarlo de sus vidas ahora, o terminaría por arrastrarlos junto con él.

Inmediatamente los temples de Lily y Dellinger palidecieron al ver a Sanji sacar su teléfono, pero Niji fue mucho más rápido al intuir lo que planeaba hacer, tomando con fuerza la muñeca del rubio, presionándolo sin mesura mientras una cadavérica voz se hacía eco en él. — ¿Qué rayos crees que estás haciendo, imbécil?

—Suéltame. — Replico en el mismo tono de voz que el peliazul — Sabes, por un momento llegue a creer que habías cambiado, pero sigues siendo el mismo idiota insufrible de siempre, y francamente ya me cansé de tu paupérrimo acto. Me importa una mierda que seas mi hermano. Pensé que con mamá ya habías cometido todas las estupideces que se te podrían haber ocurrido, pero hoy me demostraste que eres incapaz de ponerte limites, y no estoy dispuesto a que Reiju tenga que descubrir hasta dónde es capaz de llegar tu idiotez.  

«—Se ha comunicado con el departamento de la Policía de Paris, ¿En qué podemos ayudarle?

—¡Vengan pronto! Quiero reportar un delito de posesión de drogas en mi casa.

—¡Eres el más grande hijo de perra que he conocido! — Niji no espero a que Sanji dijera una palabra más antes de tirársele encima y arrebatarle el teléfono para lanzarlo hacia una esquina, partiéndolo en pedazos al instante. — ¿¡Como se te ocurre llamar a la policía maldito pedazo de mierda!?

Apenas escucharon a Sanji, tanto Lily como Dellinger recogieron sus cosas con total desesperación y se fueron corriendo del lugar.

—¡Tú mismo te buscaste esto Niji! ¿¡Como pudiste ser tan imbécil para permitir que Reiju te viera drogándote!? — Grito exasperado, lanzándole en el proceso un puñetazo directo en el rostro que logro romperle la nariz a Niji con un solo impacto.

Tuvo que sostener en el acto su rostro para tratar de detener la hemorragia. — ¿¡Realmente crees que le permitiría verme así!? — Regurgito alzando ambos brazos, mostrando su ensangrentado rostro mientras se señalaba a sí mismo y a su patético estado — Ella… ¡Ella jamás debió haber visto eso! — Alzo la voz en un alarido agónico. — ¡Ella me vio como si yo fuera…!

Un monstruo, tal y como Sora alguna vez lo vio.

¡Maldita sea! ¿Por qué?

¿Por qué sentía un insoportable peso que destrozaba su pecho cada vez que pensaba en su puta madre? ¡Sora y él jamás fueron cercanos! ¿¡Entonces porque hasta ahora le dolía tanto su condenada muerte!?

Sanji permaneció en silencio al ver lo que se desarrollaba ante sus ojos.

Niji había empezado a llorar, pero no como alguna vez lo hizo en el velorio de su madre, de manera discreta y en silencio, sino que había empezado a llorar como a un niño el cual se hallaba perdido en medio de un inmenso bosque rodeado de espinas por doquier.

—¡E-Ella siempre estuvo allí para ti! — Reconoció con profunda amargura — ¡Jamás falto a un solo juego de Yonji! ¡Incluso Ichiji tiene un recuerdo de Sora con ese estúpido piano! ¡Pero yo no tengo nada de mamá! ¡Nada! — Cuando finalmente se aventuró a abrir la herida para liberar la infección, no fue capaz de parar la hemorragia.

—Niji…—

—¡Cierra la puta boca! ¡No quiero tu maldita compasión Sanji! ¡Tú mismo lo dijiste! ¡A Sora jamás le importe, ella nunca me amo! — Exclamo maldiciendo al dolor que lo carcomía por dentro.

Por eso la muerte no podía ser otra cosa que la suerte con una letra cambiada. Todo terminaba para esa persona, pero para el resto, el dolor seguía y a veces podía llegar a convertirse en una condena perpetua.  

N-No… Eso no es cierto Ni. — Pero entonces la inesperada voz Reiju se escuchó en medio de tanta desesperación, haciendo reaccionar a ambos mayores ante su suave y preocupado llamado.

La pequeña se encontraba junto con una llorosa Vivi, que al igual que ella, había escuchado en su totalidad los amargos lamentos de Niji.

—S-Sanji, N-Niji, lo siento. Reiju no quería quedarse arriba por más tiempo, no pude detenerla. J-Jamás fue nuestra intensión escucharlos.

Reiju ni siquiera espero a que Vivi terminase excusarse cuando empezó a correr a toda prisa hasta Niji, y no le importo su desastrosa imaginen, ni su nariz repleta de sangre, cuando lo abrazo con toda la fuerza que su pequeño cuerpo podría brindarle a su ya destrozado hermano.

—Ni, ¡No vuelvas a decir eso o mamá se pondrá muy triste! Estoy segura de que sin importar que, ella te ama mucho. — Te ama, no, te amó. Porque para Reiju, Sora aún seguía viva en su memoria, y en la memoria de todos ellos. — Fue capaz de dar su vida por mi… y al igual que lo hizo conmigo, lo hubiera hecho por cada uno de nosotros… Así que ya no llores más, por favor... No quiero verte triste nunca más.

Quizás por fuera aparentaba estar bien, pero por dentro; no había día que no parase de llorar desde aquella vez en que pudo sentir el ultimo abrazo de su madre instantes antes de que se desplomara en sus brazos.

Liberar su rabia y dolor fue un proceso aún más difícil que desintoxicarse. Tenía que dejar de consumir de su propio resentimiento, y vivir con el insoportable síndrome de abstinencia que era la culpa para poder finalmente caminar hacia adelante, y eso fue exactamente lo que hizo.

Tuvieron que hacer mil maravillas para borrar todo rastro que lo incriminara de posesión de drogas esa tarde, incluso Vivi tuvo que llamar a su padre para que intercediera por ellos cuando la policía llego hasta las puertas de la Mansión al rastrear la maldita llamada de Sanji, y la única condición que le puso el rubio para mantener su boca cerrada a Judge de todo lo que había pasado en esa maldita tarde era tan simple como titánica.

Rehabilitarse. 

—¿Y qué demonios hago con la universidad?

—Dile a Judge que te tomaras un año sabático.

—¡No seas imbécil! ¡Jamás lo permitirá! — Su padre ni en sueños aceptaría que se tomara unas vacaciones de un año entero solo para “despilfarrar” su dinero en alguna playa de La Florida.

—¡Ya tienes la carta de admisión! No perderás la vacante. Lo único que te estoy diciendo es que aplaces tu ingreso un año. — Después de todo Niji era el único de los cuatro en una posición mediadamente estable para negociar con Judge, puesto a que era el único que ya tenía asegurado su ingreso a la universidad.

—¿Y cómo demonios lo convenceré? — Si había algo que Judge realmente aborrecía era la holgazanería, y un año sabático no era precisamente una pasantía de verano en algún afamado bufete de abogados o en alguna transnacional de prestigio.

—¡Eres Niji! Lo has engañado en peores situaciones ¿Y te preocupa ese detalle tan minúsculo ahora?

Por unos instantes pareció dudar de su plan —…Sanji—

—No Niji, esto no es negociable. O vas por tu propia cuenta a rehabilitarte, o Judge se enterará de esto.

Y si, quizás Sanji no lo planeo con esa intención, pero indirectamente ese día salvo su vida.

.              .              .

De manera fortuita empezaron a sonar los acordes de un teclado en el viejo Juke-Box del bar, la mezcla de la estruendosa pista de rock mimetizada con la delicada tonada de unos suaves violines lo hicieron levantar por unos instantes su rota mirada, y a pesar de todo el alcohol que saturaba su organismo, fue capaz de reconocer la letra.  

«I could stay awake just to hear you breathing.
Watch you smile while you are sleeping,
While you're far away and dreaming…»

Muchos confundirían la tonada con una melodía que idolatraba la pasión, pero no. La canción relataba otro tipo de amor, un amor eterno que tenía las horas contadas, y que lo único que le quedaban a sus trágicos amantes era disfrutar de sus últimos momentos juntos antes de que fueran separados para siempre por la imperecedera crueldad del tiempo, y por eso hasta algo tan simple como pestañear llegaba a ser insoportable, porque ese simple parpadeo que duraba microsegundos los acercaba cada vez más la hora del juicio. Quitándoles segundos que podían usar para memorizar la curva de sus sonrisas y los cálidos ojos del otro posándose en sus pupilas…

—Oww…— Las gotas turquesas que eran los ojos de Reiju relucieron en una asombrada expresión cuando vio a su hermano sacar el soufflé del horno — ¡Sanji huele delicioso!

—Gracias princesa, solo espero que sepa igual a como se ve — El rubio le regalo un tierno gesto cuando coloco el pastel sobre la barra de marmol. —¿Qué te parece si lo decoramos un poco?

—¡Si! ¡A Vivi le va a encantar!

El cumpleaños de su mejor amiga era mañana, y quería darle ese pequeño presente de parte de ambos. Además, de esa forma tambien distraía un poco a Reiju, que luego de la partida de Niji no había hecho otra cosa más que extrañar infinitamente la usencia de su peliazul hermano.

El segundo de los cuatrillizos se había ido hacia dos semanas, y a pesar del frio baldazo de agua que le cayeron a Yonji e Ichiji con la noticia, en especial si tenían en cuenta que faltaban solo semanas para la graduación, todo se hizo más digerible cuando Niji les dijo que pasaría una temporada en rehabilitación, o como él prefería llamarlo; unas indeseables, pero necesarias, vacaciones forzadas.

Y a pesar de que podían ir a visitarlo una vez por semana, Niji les dijo de forma tajante que se abstuvieran de ir a verlo. Lo último que deseaba era someter a Reiju a un lugar como ese, así que para la niña, su peliazul hermano únicamente se había tomado un año sabático en alguna playa de Santa Barbara.  

Mientras que Reiju decoraba el pastel con una manga pastelera, llenándolo de cremosas nubes de chantillí, el rubio cortaba con una precisión milimétrica las fresas bañadas en mermelada que coronarían su obra maestra.

Sin este notarlo, Reiju permaneció observando la devoción que se depositaba en la tersa mirada del rubio al estar frente a la barra. — Sanji, sueles sonreír mucho cuando estamos cocinando— Reconoció la menor con calidez, rompiendo por unos instantes la concentración de su hermano para sacarle un par de risas. — ¿Te gusta mucho, no?  

La verdad es que sí. — Rio por lo bajo — Hacer esto me da bastante paz, y tambien…

Le recordaba mucho a su madre.

Ya que fue la propia Sora quien le enseño a cocinar, y cada vez que se le venía el recuerdo de ambos en ese mismo lugar, compartiendo un par de risas mientras horneaban galletas juntos, llenaba de un gran jubilo su pecho.

Como le hubiera encantado que Sora viera que ya no era más ese niñito tonto que se quemaba las manos con el borde del horno, o haberle preparado un delicioso Trifle en una tarde verano en la que se sentarían juntos a ver el atardecer y reír juntos.

—Entonces, si tanto te gusta cocinar ¿Por qué no te dedicas a eso? — Pregunto la pequeña con cierta confusión, y por unos instantes el rubio detuvo su dedicada ornamentación para observarla fijamente.

Ojalá fuera tan fácil, Rei. — No es como que no lo desease, pero ni en sus sueños más locos Judge le pagaría una escuela de cocina.

¿Y eso que? Si algo te gusta tienes que luchar por ello, ¡Tú mismo me lo enseñaste! — Exclamo con una férrea decisión en sus ojos.

¿Cómo le explicaba que no tenía los quince mil euros para pagar la cuota de ingreso de la escuela? Había visto varias escuelas de gastronomía en Paris; y muchas le habían llamado la atención, pero Judge le había dado una única opción; estudiar leyes, o no estudiar, y todo porque no estaba dispuesto a invertir su dinero en ninguna carrera mediocre, y mucho menos en algo que según sus propias palabras era «Tan burdo e inútil» como gastronomía.

Él no era como Ichiji o Niji, cuya brillante mente los hacia fácilmente aptos para obtener una beca estudiantil. Sus notas era buenas, pero nada sobresaliente en comparación a sus hermanos, ni tampoco tenía un talento natural en algún deporte como Yonji.

No había forma de que pudiese financiar su educación. Y aunque por un momento pensó en mandar al diablo a Judge y a la universidad para irse a trabajar con Zeff a Londres, había descartado la idea casi tan pronto como la concibió.

No iba a dejar a Reiju por nada del mundo.

Pero sin darse cuenta su hermanita termino posando sus delicados dedos sobre el torso de su mano. — Sanji. — Su voz estaba afligida. — No quiero que dejes de lado tus sueños. No puedes permitir que se queden solo en eso ¡Tú tienes un don, y no lo puedes desperdiciar de esta forma! ¡Prométeme que vas a luchar por tus sueños sin importar nada!

Su mirada se desencajo con estupor al reconocer las mismas palabras que una vez le profeso Sora en los labios de su hermanita. —Reiju

No era la primera vez que tenía ese pensamiento, pero aunque fuera por unos instantes, sentía que a veces podía ver a la dulce y comprensiva sonrisa de su madre reflejada en la tierna mirada de esa pequeña, e incluso, escuchar su voz a través de ella.

Y tenían tanta razón. Ella y Sora tenían toda la razón.

—¿No vas a decir nada? — A pesar de que su voz sonara totalmente fría a través de la línea telefónica, se encontraba extremadamente nervioso. — Pensé que al menos estarías feliz. — ¡Ja! Si claro, como si Judge pudiese tener la capacidad de sentirse feliz por alguien más que no fuera él mismo.

Escucho a su padre suspirar largamente al otro lado de la línea. Lo más probable seria que estuviese fumando un habano. «— Me sorprende que hayas recapacitado. — Comento pensativo. «— Bueno, no es La Sorbona, pero al menos iras a la universidad. Y cualquier cosa es mejor que esa estupidez que me dijiste sobre gastronomía.

—No es cualquier cosa, es lo que tú me obligas a hacer.

«—¡Cuida la forma en la que me hablas, maldito mocoso malagradecido! Que ya mucho estoy haciendo con darte esta oportunidad. — Renegó en un gruñido de advertencia.

—Claro.

Judge ni siquiera se despidió cuando le corto la llamada.

Pero no le importo, porque lo había conseguido, había logrado engañarlo. Tenía sus ventajas ser el hijo al que a Judge no le importara en lo más mínimo ni él, ni su futuro. Porque había arreglado todo de tal forma que su propio padre terminaría pagándole la escuela de cocina en vez de la facultad de leyes.

Sabía que corría el riesgo de que Judge descubriera su mentira, pero prefería arriesgarse en la búsqueda de cumplir su sueño que jamás intentarlo. Si es que más adelante Judge lo atrapaba, ya se las ingeniaría para pagar la facultad el mismo.

Salió con una enorme sonrisa de la mansión esa tarde, tenía el pastel de Vivi envuelto en una linda caja de regalo, y no quería hacer nada más que compartir esa increíble noticia con su mejor amiga y darle un fuerte abrazo por su cumpleaños, pero cuando llego a la Place des Vosges, su expresión cambio drásticamente al ver como Vivi lo recibió con lágrimas en los ojos, pero, no eran lágrimas de alegría.

—S-Sanji… Mi padre hablo conmigo esta mañana. Sus superiores le informaron que su gestión en Francia ha finalizado… L-Lo trasladaran a Inglaterra. Nos iremos a Londres después de la graduación.

Enterarse de que Vivi se iría a vivir a otro país fue un duro golpe para él, porque la peliceleste jamás se había separado de su lado desde el día en el que las tiernas miradas de ambos se toparon en ese salón de clases. Ella lo acompaño durante los mejores, y tambien los peores momentos de su vida, y enterarse de que la iba a perder fue como si estuviese renunciando a una parte de sí mismo.

—¡Sabes muy bien que siempre podrás contar conmigo! Por favor, cuídate mucho, y cuida a Reiju tambien. — Le suplico entre gemidos de dolor.  

La iba a extrañar en demasía, y le haría mucha falta durante todos esos años, pero la inesperada y vertiginosa vida que le deparaba a sus hermanos y a él logro que sus caminos no se separasen por mucho tiempo.

De vuelta al presente, un alcoholizado Sanji gruño molesto al percatarse que su vaso de Whisky ya se había terminado, por quinta vez.

Levanto la pieza de cristal, esperando en silencio a que volvieran a llenarlo de aquel elixir del olvido, pero esta vez, al saber que ya no tenía más dinero para pagar, el cantinero hizo caso omiso de su llamado.

—¡O-Oye! ¿¡Acaso estas ciego, viejo!? ¡Tráeme más Whisky! — Diablos, luego de la muerte de Sora había aborrecido con todas sus fuerzas la forma tan egoísta en que Judge los hizo a un lado para perderse entre botellas alcohol, y ahora, haciendo gala de su maldita herencia, él hacía exactamente lo mismo con sus hermanos y Reiju.  

No podía ser más patético.

Sin embargo, el viejo bartender, un hombre mayor, pero muy bien conservado y de largos cabellos blancos se negó en el acto. — Lo siento hijo, sin dinero no hay trago. Es la regla. — Sanji gruño con rabia al notar la profunda mirada de lástima que le dio ese hombre desde detrás de la barra.

¿Pero qué diablos? ¡No necesitaba la condescendencia de un maldito anciano!

Empezó a palpar sus bolsillos en busca de algún billete, pero al no encontrar nada en su cartera empezó a desesperarse.

No ¡Necesitaba alcohol! ¡No quería recuperar la conciencia y ver la gélida mirada de Zoro en el instante que decidió destruir sus últimas esperanzas con su egoísmo!

Rápidamente se arrancó el collar que colgaba en su cuello y lo tiro frente a la barra.

—Listo, ya te pagué. Esa piedra vale más que todo tu maldito bar junto. — Escupió despectivo señalando al collar — Así que ahora ¡Tráeme una botella de Jhonnie Walker!

¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Ya estaba lo suficientemente ido como para no ser consciente de lo que estaba entregando a cambio de unas horas más de autocomplacencia? Una voz en su cabeza empezo a recriminarle su estupidez sin claudicar, pero su cerebro simplemente la apago.

No obstante, se llevó una soberana sorpresa cuando el mayor tomo el collar solo para depositarlo nuevamente entre sus manos.

—No la quiero. 

—¿¡Disculpa!? — Su voz ahogada en alcohol salió con burla. — ¡Tienes idea de cuánto vale esa cosa!? ¡Es una—

—Es una Serendibite — Su voz se impuso sorprendiendo al Sanji. — Se perfectamente cuando vale niño. Y te digo desde ya. No la quiero.

¿¡Que!?

El mayor suspiro cansado antes de devolverle la palabra. —Mira hijo, debes estar, o muy borracho, o muy dolido como para querer ofrecerme esa piedra de valor tan invaluable a cambio de una despreciable botella de Jhonny Walker, pero sin importar la razón, no lo hagas o te arrepentirás. — Expreso limpiando un par de vasos con un secador.

—¿Por qué no debería hacerlo? Es mía después de todo.

—Te sorprenderías de todas las cosas que me han llegado a dar a cambio de una copa de alcohol; collares, dientes oro, incluso alianzas matrimoniales, y normalmente no tengo ningún problema en recibirlos, pero cuando lo hago, es porque sé que todas esas personas que vienen aquí por algo de Ginebra, lo hacen porque ya han perdido todo lo que alguna vez los hizo dignos de valor, pero tú. — Hizo una pausa para verlo fijamente. — No eres uno de ellos, ni tampoco perteneces aquí. Solo eres un chico que ha tenido un mal día y que trata de amilanar su dolor con unos cuantos shots de Whisky.

Sanji gimió con fuerza. Presionando sus labios hasta rasparlos. Sus lágrimas reiniciaron su descenso sin control y en silencio ¿Qué estaba haciendo en un maldito bar en medio de la nada? ¿Por qué no estaba con Reiju? Cubrió su mirada con vergüenza.

Ella lo estaba esperando, pero ¿Con que cara la podía volver ver? No solo había estropeado la única chance que les quedaba de salvarla, sino que arriesgo los sueños de su hermana al confiar en que Zoro lo escucharía.

— Y-Yo… No sé qué más hacer… Estoy a punto de perder a la persona más importante en mi vida… Y no estoy listo para dejarla ir.

El mayor lo vio largamente, presenciando en silencio su llanto. —Sabes jovencito, me recuerdas mucho a mi nieto… — La mención del mayor hizo a Sanji levantar su enrojecida mirada. — Él es un buen muchacho, como tú, es solo que,— Reflexiono en silencio —Ha cometido muchos errores en su vida, y tambien se ha culpado de muchos otros que no cometió. Se que está intentado ser un mejor hombre, pero a veces piensa tanto en cómo serlo, que no se pone a pensar que solo tiene que serlo y ya. Por eso siempre le recalco que deje de pensar en cómo va a solucionar las cosas, y solo lo haga.

Solo hazlo…

Sanji se levantó con dificultad de la barra, sabía que esas palabras habían sido una forma implícita del hombre para decirle que se largara de allí, pero antes de irse, le devolvió una última mirada al viejo cantinero. — Espero que su nieto logre arreglar sus problemas, porque yo… Dudo que pueda arreglar los míos. — Reconoció con voz rasposa.

—Confió en que encontraras la forma. — Le alentó el peliblanco. — Ah, y una cosa más, espero no tener que volver a verte nunca más por aquí.

Sanji rio sin ganas. — Cualquier cantinero estaría feliz de tener la mayor cantidad de adeptos que pueda.

—Oh, claro que los tengo, y por decenas, pero no me gustaría que tu fueras uno de ellos muchachito.

Sanji le regalo una sonrisa triste — Gracias señor.

—Rayleigh.  — Se despidió el hombre con una corta sonrisa. — Me llamo Rayleigh.

No pudo escuchar el nombre del mayor, puesto a que siguió su camino sin detenerse, y a pesar de que sus piernas no parasen de temblar a cada paso que daba, siguió caminando. No tenía idea de donde demonios estaba, ni tampoco sabía a donde ir, pero lo único que podía hacer era seguir caminando.

Y no darse por vencido.

.              .              .

Katakuri le dio un último sorbo a su Macallan de veintisiete años antes de alejarse del bar que tenía en el camarote y volver junto con Ichiji a entregarle un vaso de agua. El pelirrojo acepto su gesto en silencio, y a pesar de que las miradas de ambos chocaron con intensidad, ninguno de los dos se atrevió a romper con el placentero silencio en el que solo sus ojos hablaban a través de ellos.

Al momento de tomar el vaso de agua, Ichiji aprovecho en trazar con sus dedos la flagelada piel de Katakuri, parte de sus nudillos estaban hechos girones. Era sorprente, porque esa herida se vía tan profunda y dolorosa por fuera, pero parecía que no tenía efecto alguno en su portador; el titan de acero que era Katakuri, como si desde mucho antes estuviese acostumbrado a soportar peores calamidades y seguir en pie como si nada.

—¿Te hiciste esto por mi culpa? — Pregunto en un susurro temeroso. Porque si, tenía miedo, no quería ni pensar en Katakuri explotando de la rabia al enterarse de la verdad y que terminase haciéndose daño por su culpa.

«No Ichiji. Nada de esto es tu culpa, jamás podría ser tu culpa, es solo mía.»

Pero Katakuri permaneció en silencio, optando por alejar su calor del pelirrojo para sacar una caja de cigarrillos de su bolsillo, haciendo así que el aroma a tabaco se esparciera alrededor de ambos, ahogando la mayor cantidad posible en su tórax ante la atenta mirada de Ichiji.

—No eres el centro del mundo Ichiji. — Expreso liberando el intenso humo blanco —Esto solo fue un desgarro causado por una idiotez mía y ya.

—No eres de los hombres que suelen cometer idioteces. — Reflexiono arrebatandole el cigarrillo de los labios para colocarlo sobre los suyos, calándolo con delicadeza. — y tampoco deberías fumar, es bastante dañino, es más, ni siquiera sabía que lo hacías.

Como muchas cosas que no sabía de él y que se moría por conocer, pero todo alrededor de Katakuri era tan denso como una misteriosa niebla en medio del mar, desembocando en un cementerio de miles barcos que al igual que el, trataron de ver un poco más allá de esos ojos escarlatas y terminaron hundidos en lo profundo del océano.

Katakuri volvió a tomar posesión del Marlboro, despojándolo de los carnosos labios del pelirrojo, liberando una traviesa neblina blanca que se desprendió de los labios de Ichiji para envolverlo con regocijo.

Esta vez no tenía ganas de ser un hijo de puta, y trato de buscar la manera de no ser tan tajante. —No lo hago con regularidad. — Reconoció empañando sus labios con el amargo sabor de la nicotina. — A decir verdad, lo hago en muy contadas ocasiones. Únicamente cuando estoy estresado. — Y en estos momentos, esa palabra se quedaba extremadamente corta con respecto a cómo se sentía.

—¿Y ahora lo estas? — Se acerco lo suficiente para que los cuerpos de ambos lograsen hacer ese tan necesitado contacto, rozando la punta de su nariz contra la mejilla del granate. Katakuri no pareció afectado por su reciente movimiento, incluso pareció disfrutarlo al notar la forma en la que entrecerró levemente la mirada, lo que le dio el valor para acercarse peligrosamente a su rostro, pero instantes antes de poder besarlo, sus labios se rozaron sin profundizarse, arrebatando de la propia boca del granate el cigarro a medio terminar para darle muerte con un último aliento suyo.

Katakuri lo vio fascinado, ¿Como era posible que Ichiji despertara tantas cosas en él? Prefirió concentrar su mirada en el techo de la aeronave que en el deseo hecho persona de sus más oscuras fantasías. — A estas alturas ya no se ni como sentirme ¿Es suficiente para ti? — Acepto el granate. Sintiéndose derrotado por primera vez en mucho tiempo.

—Por ahora, supongo que sí.

—Entonces… — Katakuri apago definitivamente el palillo cuando dos de sus dedos se comprimieron con fuerza sobre el delgado tronco del Marlboro rojo. Su pequeña pausa había finalizado. — Estando a unas pocas semanas de graduarte de la escuela, Niji ya estaba en rehabilitación, Sanji había conseguido engañar a tu padre para que pagase sus estudios, y Yonji estaba luchando por obtener una beca deportiva, pero ¿Y qué hay de ti?

Ichiji desvió la mirada. —¿A qué te refieres? — Contesto con un ligero temblor, y se maldijo por eso.

—Jamás has sido alguien conformista, Ichiji. Eso lo supe desde la primera vez que nos vimos. — Y era una de las cualidades que más lo fascinaban del pelirrojo — Así que dime, ¿Qué paso con el conservatorio? Y no me digas que ni siquiera lo intentaste, porque no te creeré.

Los labios de Ichiji se oprimieron con rudeza. Habían ciertas cosas de él que deseaba guardar en un cofre y ocultarlo bajo siete llaves, ingiriendo la última para que así nadie pudiese encontrar la forma de llegar hasta esa parte tan profunda de su mente.

—Simplemente me di cuenta de que no era un camino apropiado para mí. 

—Según tú, ¿O según tu padre?

—¿Qué diferencia tiene eso?

—Pues déjame decirte que una muy grande.

Una cansada ventisca salió revoloteando de los labios del pelirrojo antes de aventurarse a continuar. —Jamás quise tomármelo enserio… — Recalco arrugando la nariz — Sabía de antemano que Judge no lo iba a permitir, y no quería hacerme falsas ilusiones. — Reconoció en un conflicto consigo mismo — Muchos de los que postulaban al Conservatorio de Paris eran músicos experimentados que habían tenido una rigurosa educación musical desde niños y hasta incluso podían tocar una amplia gama de instrumentos, a diferencia de muchos, yo era un novato cuyos únicos conocimientos sobre música venían de mi madre. No tenía muchas chances que digamos…

—Pero aun así lo intentaste. — Afirmo el mayor sin ningún atisbo de duda.

Ichiji agacho la cabeza por unos instantes — Si… lo hice.

Quizás por ser una deuda pendiente que tenía con Sora, o tal vez, porque quería probarse a sí mismo que podía hacerlo, que quizás por una vez, podía intentar ser solo él, Ichiji.

Y no peón en el juego de alguien más.

«—Jamás hagas algo que te haga infeliz, mi pequeño rosal.

 —Vinsmoke Ichiji.

En el momento que su nombre fue pronunciado por uno de los examinadores, el pelirrojo se tomó unos instante para analizar por última vez los finos detalles de aquel pasillo, los acabados de porcelana en los techos y candelabros de plata junto las paredes decoradas con pinturas de clásicos renacentistas, y a su alrededor, miles de jóvenes que al igual que él, luchaban incansablemente de hacerse un espacio dentro de aquel recinto dedicado a las musas de Apolo.

 Al cruzar las puertas, sus ojos fueron envueltos por un profundo brillo, se encontró con un espacioso y elegante salón de un glorioso estilo Art Nouveau en donde cinco personas elegantemente vestidas se hallaban sentadas detrás de una larga mesa, viéndolo de manera expectante.

—Buenas tardes.

—Buenas tardes, Ichiji — El que parecía ser el examinador principal, un hombre ya muy entrado en años, con cierto sobrepeso y una glabra brillantes en su cabeza lo saludo con grata cordialidad. — Lamento si tuviste que esperar demasiado, ¡Este año hemos tenido la mayor cantidad de postulantes que puedo recordar! — Comento en tono jovial, sacando un par de risas a sus compañeros.

Ósea, menos chances para él, genial. — Descuiden, no fue tanto tiempo.

—Descuida Ichiji, no te sobresaltes por tan pequeño detalle. — Fue entonces cuando la suave vocecilla de otra de las examinadoras, una bella mujer de largos cabellos escarlatas recogidos en una trenza, le regalo una suave sonrisa. —Cantidad no siempre es sinónimo de calidad, ¿O no, mi estimado Chinjao?

—¡Y eso lo tengo bastante presente, Scarlett! — Rio con júbilo. — Así que, volviendo a ti Ichiji. — Recapitulo mientras releía su historial. — Con lo que respecta al tema académico nos has dejado gratamente impresionados, tienes un récord perfecto ¡Y eso merece todo el reconocimiento de nuestra parte! Pero como sabrás, esta es una escuela de artes en donde no solo tomamos en cuenta la habilidad mental o musical. Así que antes de escuchar tu audición nos gustaría saber un poco más de ti, cuéntanos Ichiji, ¿Cómo así es que te decantaste por la música?

Mordió sus carnosos labios con potencia. No. Esa era una de las cosas que menos deseaba compartir ¿Por qué no simplemente lo escuchaban tocar y ya? Así le podrían decir que no tenía futuro en la música y se podría olvidar de esta estúpida idea de una vez por todas. 

Con el pasar de los segundos, los examinadores empezaron a verse entre ellos al notar que el silencio seguía presente.

Presiono sus puños con fuerza, ya estaba aquí, no podía dar un paso atrás a estas alturas— Mi madre. — Hizo una suave pausa — La escuchaba tocar desde que era un niño, y me gustaba… Disfrutaba mucho escuchándola. 

Chinjao asintió, dándole la confianza para continuar. — Fascinante, ¿Y qué instrumento tocaba tu madre?

Su pecho se oprimió cuando le preguntaron por ella. — El piano.

—Esplendido. — Reconoció el mayor — Entonces debo suponer que tu—

—Si. — Se adelanto a responder de manera abrupta, aun sabiendo que no tenía que haberlo hecho, y de inmediato pudo notar como varios de los examinadores empezaron a hacer apuntes en sus notas.

Pero Chinjao no pareció verse afectado por su intromisión — Ya veo, ¿Y tu madre tuvo alguna educación musical, o solo lo hacía como pasatiempo?

¡Maldición! — N-No. — Tuvo que ocultar la mirada detrás de sus mechones merlot— Ella estudio un tiempo música, pero… —No supo que explicación dar— Lo tuvo que dejar.

—Claro, comprendo ¿Y dónde estudio ella?

Por favor, ya no me haga más preguntas. — Aquí… — Contesto en un susurro.

Rápidamente Chinjao intercambio miradas con el resto de los examinadores, de inmediato, Scarlett empezo a revisar su expediente con detenimiento mientras el mayor volvió a hacer uso de la palabra. — Oh, ¡Que noticia tan inesperada! Supongo que debe estar muy orgullosa de saber que estas siguiendo sus pasos. ¿Cómo se llama? Quizás recuerde su nombre.

—Realmente lo dudo. — Trato de ser lo más tajante posible, ya no deseaba seguir hablando de ella o de lo contario—

—¿¡Eres el hijo de Sora!? — La incrédula voz de Scarlett se replicó con absoluta sorpresa en medio del salón, y todos los presentes, e inclusive el mismo Chinjao, no lo pudieron creer.

No contesto. Mencionarla era reabrir heridas que jamás habían podido sanar, hurgar en medio de aquel tejido cicatricial y reavivar su hemorragia.

 —Oh, pero que agradable sorpresa ¡Como no pudimos notar tal detalle! — Comento con una gran sonrisa Chinjao. —Recuerdo perfectamente a la señorita Redleg, le enseñé composición musical ¡Fue una de las mejores alumnas que tuve! — Reconoció con regocijo — Muchas veces le hice hincapié en que si seguía siendo así de constante podría llegar muy lejos. Por eso me puse muy triste cuando supe que había dejado el conservatorio ¿Cómo esta ella ahora?

Sus puños estaban blancos de la fuerza que ejercía. Solo quería que se detuvieran.

¡Tu madre y yo éramos muy buenas amigas en nuestras épocas en la escuela de música! — Indico Scarllet con una jovial curva en sus labios — Estudiamos juntas en nuestro primer año, pero perdimos contacto ¡Me encantaría volver a

—Mi madre falleció hace tres años. — Respondió con una voz apenas perceptible, pero que fue suficiente como para envolver a todos en un silencio muy incómodo.

Fue la primera vez que agradable mirada de Chinjao cambio. — Ya veo... No teníamos ni idea. Es una pena. Lo lamento mucho.

—No tendría por qué. — Venir aquí había sido un error.

Fue allí que Chinjao entendió el porqué de su huraño comportamiento, y sin deseos de incomodarlo de más, le señalo el piano de cola que tenían a un extremo del salón. — Adelante Ichiji, es todo tuyo.

Al momento de sentir la suavidad de las blancas teclas debajo suyo, sus dedos empezaron a temblar. Sentía que por primera vez no era capaz de tocar.

Hablar de ella, mencionarla, saber lo mucho que había amado la música, y que dejo sus sueños de lado por ser madre...

Sora podía haberse convertido en una gran compositora que viajaría por el mundo esparciendo su magia. Todo hubiera sido tan diferente en su vida, ¡Quizás conocería a otra persona que no fuera su padre, que la amara y valorara como el ángel que ella era! Tener una gran vida en donde fuera muy feliz, pero en vez eso…

Los escogió a ellos.

Estaba a punto de cerrar la caja central e irse de allí, pero fue entonces que unas aterciopeladas manos se colocaron encima de las suyas.

De repente allí estaba ella, tan hermosa y radiante con esa sonrisa que él siempre recordaría, sentada a su lado en el pequeño diván, tal y como lo hicieron la primera vez que tocaron juntos.

—Solo regálame una pieza ¿Sí? — Le pidió aquel ángel con una suave sonrisa.

Al escuchar esas mismas palabras que le dieron inicio a todo, se sintió tan vulnerable, como nunca lo había estado antes, al igual que ese niño cuyo único deseo luego de un espantoso terror nocturno, fuese buscar el calor de los brazos de su madre para dejar de sentir miedo.

—¿Te quedaras a escucharme? — Le suplico en un quejido.

—¡Por supuesto que si mí, pequeño rosal! ¡No me lo perdería por nada!

Fue así como dio inicio, y no fue capaz de detenerse. Dedicándole esa canción que por tanto tiempo había escrito, y que ella finalmente podría escuchar. La lirica empezo suave, pero sin perder tiempo empezo a tomar fuerza, teniendo profundos y tristes agudos, y altos plausibles.

Una sinfonía que evocaba a su dolor, pero tambien a su alegría. Un amor por siempre perdido, y la esperanza nuevamente alcanzada. La tristeza de amar aun en tiempos de guerra, y lo alegosa que podía llegar a ser la vida cuando no habían deseos de ser vivida.

En ella expresaba el dolor que por tanto tiempo llevo guardado dentro de sí, pero tambien sus más grandes anhelos; las lágrimas que guardo junto con él, y tambien las miles de risas que deseaba experimentar.

Sabía que jamás sería capaz de liberar sus sentimientos plenamente, pero a través de la música, sentía que era capaz de hacerlo todo.

Cuando finalizo, pudo escuchar los incesantes aplausos de los cinco examinadores, que sin perder tiempo se levantaron de sus curules para presenciar ante sus ojos en nacimiento de una nueva estrella, y fue allí, en medio de esa pequeña multitud, que Ichiji pudo verla…

Le estaba sonriendo con lágrimas en los ojos y sin dejar de aplaudir. Totalmente embelesada por haber sido testigo de aquella obra maestra.  

—¡Glorioso Ichiji, realmente esplendido! — Reconoció Chinjao. Sin duda ese niño había heredado todo el talento de su madre. — Muchas gracias por tu presentación, tu composición fue un verdadero placer para los sentidos. — Lo felicito en un calmado gesto — Creo que con esto fina—

—«Sora»— Pronuncio interrumpiendo de nueva cuenta a Chinjao. — La composición de llama Sora.

El anciano le regalo una última sonrisa antes de su despedida final, y Scarlett termino por soltar una corta lagrima que rápidamente seco con el revés de su guante. — Es bellísima, Ichiji. Tu madre estaría muy orgullosa de ti.

Katakuri extendió lentamente su mano, tomándose el tiempo para cepillar los centellantes y suaves mechones bermellones de Ichiji. Levanto el rostro del menor hasta que lograse desafiar su mirada. Respiraba rápido, y por el suave sonrojo en sus mejillas era obvio que estaba avergonzado de haberle revelado todo aquello.

—Me hubiera encantado escucharte tocar esa tarde.

El pelirrojo tomo saliva con dificultad. Cuando Katakuri lo veía de esa forma, tan calmado; como si todo estuviera bajo control, como si supiera que todo estaría bien a su lado, era incapaz de pensar en algo más que no fuese el permanecer junto a él para siempre.

—N-No es para tanto.

—Lo es para mí. — Todo lo que tenga que ver contigo lo es.

Tuvo que morderse los labios. Obligarse a sentir dolor antes que todo el anhelo que cargaba dentro suyo cada vez que ese hombre lo veía para no correr el riesgo estallar en la más desbordante de las pasiones en donde solo dos amantes se podrían verse envueltos.

Al volver a casa esa tarde, sintió que había perdido una tonelada de encima. Sintiéndose libre y capaz de hacer lo que fuera. Fue la primera vez que toco frente a otras personas que no fueran su familia, y a pesar de que a cada segundo que pasaba sentía que su alma amenazaba con separarse de su cuerpo; la realidad era que deseaba repetir ese sentimiento miles de veces más.

Pudo escuchar las suaves risas de Reiju y la estruendosa voz de Yonji desde la cocina, supuso que estaban con Sanji, y sin darse cuenta una fina curva se formó en sus labios al encontrar a dos de hermanos sentados sobre la barra con Reiju trepada sobre los brazos de Yonji mientras que Sanji terminaba de licuar lo que el supuso, era un jugo de arándanos.

—Ichi, ¡Eres tú! — La primera en notar su llegada fue ese pequeño ser que sin él notarlo se había hecho un gran espacio en su corazón — Finalmente regresaste.

—¡Perfecto, llegas justo a tiempo para la celebración! — Lo recibió con regocijo el peliverde — Sanji, añade un vaso más ¡Apresúrate esclavo!

—¡Cierra la boca, imbécil! Sigo sin creer que la razón por la que brindamos sea algo digno de celebración, pero ya que — No todos los días podía hacer un coctel de arándanos con la reserva selecta de Judge. Si, antes de irse tambien le pidió a Niji que le revelara como burlar la contraseña de seguridad de la cava de su padre.

—¿Y porque celebramos? — Pregunto al acercarse hasta la barra. Que extraño, sentir esa calidez después de tantas noches en vela, ¿Hacia cuanto que no podían sentarse juntos a disfrutar un momento así?

—Pues, ¡Resulta que Kooza se hizo un esguince en el entrenamiento! — Anuncio emocionado el peliverde.

—¿Y se supone que estamos celebrando eso? — Le cuestiono el pelirrojo alzando una ceja.

—Es por eso que vuelvo a repetir ¿En qué parte lo que le paso a Kooza es una buena noticia, tarado? — Le recrimino el rubio mientras terminaba de servir el coctel de arándanos sobre cuatro vasos, justo al lado de un jugo de arándanos sin alcohol hecho previamente para su princesa.

—¡Oh, vamos! ¡No sean idiotas, saben a lo que me refiero! — Le recrimino el peliverde a sus hermanos — ¡Al enterarse que Kooza ya no podría seguir jugando lo que reste de la temporada, el entrenador Genzo me dijo que sería titular por lo que reste de los partidos! — Una parte de él se lamentaba por Kooza, el rubio realmente se había esforzado bastante durante todo el año, pero esto no podía ser otra cosa que una oportunidad de oro para él. Ya estaban en los últimos juegos de la temporada. Sabía que muchos ojeadores estaban asistiendo a los playoffs, y no podía desperdiciar esta chance.

¡Si tenía algo de suerte y entregaba todo de si en los siguientes juegos, quizás podría conseguir la beca deportiva que tanto anhelaba!

Y tambien, no era lo único que quería…

¡Eso significa que finalmente podre ir a verte jugar, Yonji! — Imito la menor con la misma emoción que el peliverde

—¡Así es Rei! — Exclamo Yonji con el mismo brillo en sus ojos. — ¡Así que lo mínimo que espero de ustedes dos es que encuentren la forma de turnarse para que puedan llevar a Reiju a todos mis partidos! ¡O de lo contrario les juro que yo—

—Ahg, ya cierra la boca. — Replico el pelirrojo con los ojos en blanco— Lo que menos quiero es tener que pasar los próximos dos fines de semana viendo como treinta idiotas se golpean detrás de un balón.

—¡Como si tuvieras amigos con quienes salir en esos sábados por la tarde! — Le recrimino el peliverde.

Sanji no hizo otra cosa que no fuera reír de manera disimulada ante la actitud del pelirrojo. —Descuida Yonji, lo que Ichiji realmente quiere decir es que ya nos las arreglaremos.

—¡Jamás dije eso!

—Como digas. — Le respondió con una sonrisa el rubio.

—¡Bien! Entiendo que desde que se fue Niji alguien tiene que tomar el papel de la perra de la familia, pero tampoco exageres Ichiji.

El pelirrojo le dio una mirada de muerte al más alto, pero antes de devolverle el golpe con el doble de intensidad, las siguientes palabras de Reiju lo descolocaron por completo.

—¿Perra? Pero si Ichi no es ningún cachorrito ¿Por qué lo llamas perra, Yonji?

Oh, demonios.

—¡Yonji, modula tu lenguaje! — Exclamo furioso el rubio.

—Maldición… ¡Reiju, olvida lo que dije! ¡Y ni se te ocurra repetirlo en la escuela! — Si, quizás debía empezar a controlarse un poco más ahora que Reiju estaba empezando a crecer.

Pero en vez de alzarse a criticar el comportamiento de Yonji, Ichiji empezo a reír, sorprendiendo en el proceso a sus tres hermanos. ¿Después de cuanto finalmente eran capaces de estar así de tranquilos? Todos juntos, y sin que nada perturbara su tranquilidad.

Bueno… casi todos, ya que aún faltaba alguien.

Y fue solo hasta entonces que el teléfono de Yonji empezo a vibrar sobre la barra. — Oh, tan oportuno como siempre.

El contestar la videollamada por Skype y ver la sonriente imagen de Niji al otro lado de la pantalla del iPhone, tomo al resto de los hermanos con soberana sorpresa.

—¡Hola perras! — El peliazul rio con sorna al dirigirse a sus mellizos después de casi un mes ausente en sus vidas.

—¡Demonios Niji! ¿No se te ocurrió nada mejor que decir? — Sanji no espero en recriminarle por insulto cuando Reiju empezo a reírse.

—¡Niji, allí estas! ¿Cómo has estado? — Reiju lo recibió con una cálida sonrisa — ¿Qué tal la estas pasando en América?

—¡Mocosa rosada! — De todos, a la que más deseaba volver a ver era a Reiju. Como le gustaría poder abrazarla o desordenar sus lindos cabellos fucsias con sus manos, pero antes de volver a verla sabía que tenía que curarse, después de todo, una de las principales razones por las que estaba allí, era precisamente por ella. — ¡Bien! Todo muy bien, finalmente encontré a alguien que me podía prestar un teléfono para llamarlos, pero me ha dicho que se lo devuelva pronto así que no podre quedarme por mucho tiempo.

De inmediato los tres mayores entendieron que al peliazul ya le habían permitido hacer llamadas telefónicas.

—Te he visto en mejores situaciones. — Esta vez fue la voz de Ichiji la que acaparo la atención de su hermano.

—¡Miren nada más! Pero si es la imitación sin carisma de Chopin. — Le gruño el peliazul para después darle una honesta sonrisa. — Y dime, ¿Todo bien en mi ausencia?

—¿Bromeas? El noventa por ciento de nuestros problemas desaparecieron contigo. — Expreso en sus suspiro. — De hecho… — Hizo una ligera pausa — Hoy fue mi audición final en el Conservatorio de Paris.

El peliazul le regalo una aguda sonrisa. — Ya veo ¡Mas te vale ingresar, tarado!

—Eso espero — Sabia que su padre no lo iba a permitir, pero no le importaba. Iba a luchar por lo que quería a como dé lugar.

—Y bien Yonji, ¿A qué se debe todo esto? — Reclamo Niji con potencia. Solo tenía unos cuantos minutos más antes de que lo mandaran hacia el maldito taller de cerámica que había en el centro. — Dijiste que era importante.

Fue allí que el peliverde empujo el coctel sobrante frente a la pantalla. Le había pedido a Sanji que hiciera cuatro porque era necesario que Niji tambien estuviera allí. — Nada, simplemente quiero brindar por nosotros. — Explico con una calma que no sentía hace mucho — Y porque poco a poco estamos arreglando todas nuestras mierdas.

—¡Entonces, salud por ustedes chicos! — Una emocionada Reiju levanto su vaso, y su acción fue seguida por el resto de sus hermanos, y por el imaginario vaso de Niji a través de la pantalla. — ¡Porque todos sus sueños se cumplan!

Ichiji parpadeo por unos segundos, perdiendo su mirada entre la deslumbrante sonrisa de Reiju, quizás todo podría mejorar. Quizás por primera vez podrían tratar de ser una familia, y no destruirse los unos a los otros en el intento.

Ahora tenían una nueva razón para no separarse, y no estaba dispuesto a dejar ir esta oportunidad.

Termino por levantar su brazo, bridando con el resto de sus hermanos, sabiendo que quizás, tan solo quizás, este podía ser el inicio de todo.

—Pero no… no lo fue. — Soltó sin expresión. — Solo significo el comienzo del fin.

—¿A qué te refieres? — Pregunto Katakuri de manera lacónica.

Mas únicamente rio sin ganas. — Que como siempre, cada vez que pienso que las cosas van a ir para bien, todo a mi alrededor termina cayéndose a pedazos.

Irónicamente, esa mañana no pudo haber iniciado de mejor forma, como la suave caricia de la marea en la playa antes de convergir en un tsunami que arrasa con todo a su paso.

Era el juego final de la temporada juvenil de Rugby, y la última oportunidad de Yonji para conseguir una beca deportiva. Recordaba que Sanji y él llevaron a Reiju a ver el juego, la forma en la que Yonji lo entrego todo en el campo, los siete wings me encajo, la tribuna coreando su nombre al saber que le daría a su escuela el decimosexto título de campeón nacional en su historia, y lo más importante, la gran sonrisa del peliverde al ver a su pequeña hermana animarlo desde las gradas.

Tal y como en su momento lo hizo su madre.

Al terminar, ya con el título en mano, los cuatro planeaban regresar a casa, habría una gran fiesta en la escuela para celebrar el reciente título del equipo de Rugby, y aunque Yonji fuera la persona más esperada en dicha reunión, prefiero regresar a casa y celebrar su título junto con Reiju, pero todo cambio cuando frente a ellos se presentaron tres ojeadores que le pidieron a Yonji hablar en privado.

La expresión de estupefacción que se mostró en el peliverde fue hasta irrisoria al pensar que jamás lograría lo que ahora estaba justo frente a él.

¿Así era como se sentía cumplir tus sueños?

Ichiji era consciente de que Sanji quería quedarse en la fiesta de la escuela, sería una de las ultimas oportunidad en las que podría compartir con Vivi antes de que la egipcia se fuera a Inglaterra, por lo que el pelirrojo no se hizo problemas en regresar junto con Reiju a casa.

Y con eso clavar la primera punta de su propio ataúd.

¡El juego estuvo muy entretenido, Ichiji! — Le replico la menor al cruzar el umbral de la puerta — ¡Jamás había estado en un partido de Rugby! Y aunque no entendí del todo las reglas, — y le pareciese algo tosco.— ¡Me gustó mucho ver a Yonji jugar!

No dudo que a él tambien le encanto que lo hayas ido a ver. — Acepto el pelirrojo. Adentrándose junto con la menor en la mansión.

Pero antes de continuar, se detuvo unos segundos a observar uno de los muebles que descansaban cerca del ingreso. Allí los sirvientes solían colocar toda la correspondencia que llegaba a su casa, y no tuvo que revisarla por mucho tiempo para saber que el Conservatorio aun no le había dado una respuesta.

Una parte de él había empezado a inquietarse, ya habían pasado casi dos semanas. Se supone que para esas fechas ya tendría que contar con una respuesta, así sea una carta de rechazo, o aceptación.

Pero nada, simplemente nada.

—¡Ichiji! — Parpadeo al sentir la mano de Reiju mover su pantalón de vestir.

—¿Qué ocurre?

—¿Te encuentras bien? Te estaba llamando y no contestabas.

El pelirrojo sonrió de manera tenue — No es nada Rei.

La menor lo vio no muy segura, pero de igual forma le regalo una suave risa. — Esta bien. — Reiju aprovecho para tomarlo de la mano su subir juntos las escaleras. — I-Ichi…— Lo llamo nerviosa — Crees que podríamos… ¿Podríamos terminar de leer «Notre-Dame de Paris»?

Ichiji mostro una media sonrisa con palpitante orgullo, para tener solo tres años, Reiju ya había incluso superado su nivel de comprensión lectora cuando tenía su edad, y es que no era para menos, porque desde que su hermanita fue capaz de sostener un lápiz por su propia cuenta se había dedicado personalmente a enseñarle a leer y escribir, y no solo en francés, tambien en inglés, después de todo, tambien era el idioma natal de su madre, y en un futuro le sería útil.

—Por supuesto que sí, me encantaría Reiju.

 —¿Sabes Ichi? ¡Me encanta leer libros contigo! — Expreso feliz la menor abrazando su pierna con inusual fuerza. Fue su hermano el primero en enseñarle a leer, y no contento con eso le había regalado varios libros que él con tanto anhelo resguardaba en su biblioteca privada. — Creo que hasta lo que voy del libro, Nuestra señora de Paris es mi obra favorita de Víctor Hugo.

—¿Así? ¿Incluso más que «Les Miserables» o «Le Dernier Jour d'un Condamné»?

—¡Si! ¡Mucho más! — Rebatió la menor con una sonrisa — La diferencia entre esas obras es que tanto Jean Val Jean como “el reo” son personas condenadas que se arrepienten de sus actos pasados, ellos viven deseando enmendar sus errores, pero con Cuasimodo, él no sabe lo que está bien o está mal. Solo es un pobre chico que fue obligado a vivir alejado de todo, y cuando ve por primera vez la luz del día, todos lo tratan como un monstruo, incluso Frollo, siendo su padre, pero conforme avanza la obra te das cuenta quien es verdaderamente el hombre… y quien el monstruo.

La placida expresión de Ichiji no decayó en ningún momento. — Con que la lucha interna entre el hombre y su lado más salvaje. Excelente apreciación Reiju. 

Todos podíamos ser simples humanos, pero con una bestia dormida residiendo en cada uno.

Entonces, ¿Quién era la bestia, y quien el hombre?

Ingresaron a la biblioteca en medio de agradables intercambios de palabras y risas calmadas, pero cuando el pelirrojo noto que faltaba la pieza central en medio de la atmosfera de aquel sacro lugar, la reliquia más importante de su recinto, sintió que le cercenaron una parte de su esencia, provocando que todo su interior ebullera sin piedad.

Una potencia incluso más grande que la del propio Vesubio estaba apunto desatarse.

—No…

La forma en la que sus dientes chirrearon pudieron ser escuchados hasta por la propia Reiju, que no entendió lo que le estaba pasando cuando el coloso finalmente estallo.

—¡No! ¡No! ¡No! ¡No puede ser! ¿¡En donde diablos esta!?

Reiju retrocedió unos pasos aun sin comprender la reacción de Ichiji, hasta que noto al igual que el pelirrojo, que algo faltaba en la biblioteca.

Sus pequeños ojos se abrieron a la par de la sorpresa. — E-El El piano de mamá… no está. 

Sin perder tiempo Ichiji salió corriendo de la biblioteca, empezando a gritar de manera desesperada el nombre de Eponi. Necesitaba que su ama de llaves le dijera en donde demonios estaba el piano de su madre. Ese era el único recuerdo que Sora le había dejado, y no planeaba perderlo por nada del mundo.

Encontró a la vieja mujer a unas cuantas habitaciones de distancia, limpiando uno de los salones de estudio de la mansión, y sin importarle tomarla con brusquedad de los hombros, la encaro con rudeza. — ¡Eponi! ¿¡Dónde está mi piano!? — La vieja mujer trato de darle una explicación, pero el pelirrojo no fue capaz de escuchar razones — ¿¡Quien en su sano juicio te autorizo a moverlo sin mi permiso expreso!? ¡Nadie puede tocar mi piano sin mi autorización, me oíste!

¡A-Amo Ichiji! E-Escúcheme por favor. —Le suplico. — Yo jamás hubiera tocado el piano de mi señora, pero es que…—

—Yo le ordene deshacerse de esa porquería.

Al escuchar su voz después de tanto, tanto, tiempo, la mirada azul de Ichiji convergió en un mar de magma repleto de absoluto odio. Libero a Eponi en el acto, quien de inmediato se retiró con prudencia de aquella habitación, dejando a padre e hijo juntos por primera vez luego de casi tres años.

Al verlo no sintió apego, ni añoranza. Ni siquiera tuvo el deseo de mostrarse educado y darle el saludo que ni siquiera merecía. — ¿¡C-Como…!? — No podía hablar, pero no porque le tuviera miedo, sino porque su rabia a este punto ya era incontrolable — ¿¡Como te atreviste a tocar el piano de Sora!? ¡¡Tienes tres segundos para decirme en donde esta o de lo contrario te puedo asegurar que yo—

¿Quién te crees que eres para amenazarme? — Lo callo en el acto el rubio mayor. — Esto lo provocaste tú mismo como consecuencia de tu propia estupidez. Te lo deje muy en claro la última vez que nos vimos ¡Si volvías a perder el tiempo con esa basura, te ibas a arrepentir!

—¡Nunca me ha importado lo que sea que salga de tu boca! ¡Te lo advierto! ¡Dime donde diablos está el piano! ¡No tenías ningún derecho a—

—¿Derecho? — Judge rio con burla — Pequeño idiota, por si no lo sabias ¡Fui yo quien compro ese piano para que tu madre dejara de molestarme! Esa porquería siempre ha sido mía, y tengo todo el derecho de decidir lo que hago con mi propiedad. 

Tenso los puños con potencia — Vienes después de casi tres años de estar ausente, ¿Y solo para eso?

—De hecho, no fue la única razón por la que regrese. — Indico acercándose lentamente hacia Ichiji hasta que su temple se impuso a solo centímetros del rostro del pelirrojo. — Tambien volví para felicitarte por tu fructífera audición en el Conservatorio de Paris. — Susurro a solo centímetros de su rostro, descomponiendo el rostro de su hijo mayor en instantes, y disfrutando de su estúpida expresión de estupor.

C-Como… ¿¡Como fue que se enteró!?

Es más… — Judge no perdió tiempo y saco una carta de entre sus bolsillos — Quería felicitarte personalmente hijo, porque déjame decirte que te aceptaron, y con una calificación bastante alta.

Ahora lo entendía, él había retenido su carta. —¿C-Como fue que…—

—¿Qué cómo lo sé? ¡Pequeño imbécil! ¿¡Crees que no estoy al tanto de todo lo que ustedes hacen!? — Regurgito con furia — Ichiji, puede que yo esté a miles de kilómetros de aquí, pero soy perfectamente consciente de todo lo que pasa dentro las paredes de mi propiedad. — Sentencio sin piedad — Y creo que ni tú, ni tus hermanos, han entendido su lugar aquí, así que permíteme refrescarte la memoria por tu propio bien, ¡Ustedes no son más que meros invitados en mi casa! Gracias a mi tienen un plato de comida en la mesa. Por mí es que vistes esa costosa camisa Prada de cinco mil dólares por la que no recuerdo que alguna vez hayas tenido que pagar. Tu y el resto de malagradecidos que Dios me condeno a tener por hijos me lo deben todo, ¡Hasta el aire que respiran! Y no contestos con la privilegiada vida que les he entregado, ¡Una vida con la que muchos sueñan y muy pocos pueden alcanzar!; Se han burlado de mí una, y otra, y otra vez.

¿Vida que todos sueñan? Una vida lejos de él sería lo mejor que les podría pasar…

 —¿O qué? ¿Crees que no sé qué Niji está recluido en un centro de rehabilitación como el maldito adicto que es? ¿O que Sanji se está vanagloriando en sus laureles al creer que realmente me ha robado dinero para pagar su estúpida y mediocre escuela de cocina? — Oh no, ¡De ese malnacido de su tercer hijo se encargaría personalmente!O incluso peor, ¡Que el estúpido de Yonji recibió hoy una maldita propuesta para jugar rugby a nivel profesional! — Rugió con furia —Todos ustedes son unos malditos malagradecidos, ¡Tal y como lo fue su madre! — Esa condenada mujer que se atrevió a abandonarlo a su suerte.

—¡Cuidado Judge! A mi puedes insultarme todo lo que quieras, — Le importaba menos que nada lo que su padre pensara de él — Pero si hablas mal de ella no te tendré piedad.

—En estos momentos no estás en ninguna posición para amenazarme, Ichiji. No eres nada, gracias a mi, es que tienes un mínimo de valor.

El pelirrojo respiro con furia— ¿Entonces que demonios haces aquí? — Expectoro desafiante.  — ¿Solo viniste para decirme eso? ¿Qué ya lo sabias todo? Si hubieras querido podrías mandar al diablo a Niji, cancelar el pago de la colegiatura de Sanji, y ni que decir de Yonji, hubieras evitado bajo cualquier medio que se reuniera con un ojeador. No, tú quieres algo.

—Es por eso que eres el menos inútil de entre todos mis hijos, Ichiji. — Reconoció Judge mientras una sonrisa viperina se subrayaba en su rostro. — Esto es lo que va a pasar, y de negarte te puedo asegurar que no solo tú vas a pagar las consecuencias, lo harán todos…

—Mi padre quería que a como dé lugar me hiciera cargo del Naviero cuando él se retirase. Necesitaba a alguien para perpetrar su legado, y no iba a permitir que todo por lo que había luchado se perdiera en la nada cuando ninguno de los cuatro deseaba tener la más mínima relación con él y todo lo relacionado a su persona. — Su mirada fue fúnebre, porque así fue como se sintió cuando Judge le comunico sus exigencias. —Me obligo a rechazar mi vacante en el Conservatorio y en vez de eso, ir a la Sorbona a estudiar economía sin importa que.

Katakuri mostro una expresión de displicencia, enmarcando sus cejas con rudeza. — ¿Y lo aceptaste sin más? — Porque jamás creería eso. Jamás creería que Ichiji, dueño de un fuego tan incandescente y voraz, sería capaz de aceptar esos términos como si de una marioneta de tratase.

Pero el pelirrojo permaneció callado por un prolongado tiempo luego de la pregunta del mayor.

—Ichiji…—

—Por supuesto que no. — Acepto con una férrea decisión en su mirada. Si Judge iba a destruirle la vida, a cambio le tendría que dar algo de igual valor. Ese fue el trato que ambos acordaron. — Si yo hacía lo que él me pedía, Judge seguiría pagando el sanatorio de Niji, continuaría haciéndose de la vista gorda con Sanji, y no intervendría en la carrera deportiva de Yonji.

Jamás le revelo a sus hermanos lo que Judge y él acordaron aquella tarde. Nunca les dijo que fue gracias a él que Niji logro su recuperación, que Sanji pudo finalmente asistir a la escuela que ni en sus más locos sueños pensó entrar, y ni que Yonji pudo encaminar su deseo por volverse un deportista profesional.

Intercambio sus sueños por el de sus hermanos. Condenarse a estar siempre bajo la sombra de Judge a cambio de que sus hermanos pudiesen ser libres de volar a donde quisiesen. Era lo justo a ojos de su padre, que estaba intercambiando la continuidad de su imperio por sus hijos.

Anteponiéndose a él, como siempre, ante todos.

—Me obligo a romper la carta de aceptación del Conservatorio y prometer que no volvería a postular nunca más. — Judge ni siquiera le permitió leer lo que decía, no iba a contribuir en alimentar aún más sus ya marchitas esperanzas. Jamás supo cómo fue que valoraron su presentación, ni iba a guardar algún recuerdo de aquel mágico día en donde por primera y última vez mostro su talento ante el mundo.

Todo quedaría como la mera sombra de una tarde que no vivía más allá que en su memoria.

Katakuri respiro hondo, descifrando el clamor de resignación oculto entre las palabras de Ichiji. — Nunca se los dijiste. — No era una pregunta, e Ichiji lo sabía.

—No. — Y de hecho era Katakuri la primera persona a la que se lo revelaba. — Y así tienen que ser las cosas. — Sus decibeles se reducían con cada palabra.

Pero eso no fue lo único que ocurrió aquella tarde…

—Tienes que prometer que nunca se lo dirás a Niji, Sanji y Yonji ¡Ellos no pueden saberlo! — Le advirtió sin cavilar al ver a Judge sentado tranquilamente en uno de los clásicos sofás de aquel salón mientras fumaba un habano. No iba a renunciar a todo solo para que en un arrebato de rabia Judge les escupiera la verdad a sus hermanos.

—No tienes que repetirme lo obvio, no lo hare. — Acepto Judge retirándose el puro de la boca para soltar con lenta profundidad todo el humo que cargaban sus pulmones — Pero ten esto muy presente Ichiji. A la primera que intentes si quiera tratar de burlarte de mí, todo se acaba. Y créeme, la próxima vez no seré tan compasivo como ahora.

¿Compasivo? ¿Qué clase de diccionario manejaba ese hombre? ¡Judge debía ser la persona más cínica del mundo si creía que estaba siendo compasivo! —Si cumples con tu parte del trato, no tendría por qué ponerme en tu contra. — Le recrimino al mayor.  

Descuida, mientras no me des razones para…—

Pero de repente la molesta voz de Judge se apagó de manera abrupta. Ichiji no entendió el porqué del inesperado cambio de actitud de su padre, pero al notar su mirada de estupefacción, y escuchar una suave voz en su espalda, en el acto descubrió el motivo.

—¿Ichi? ¿Ichiji, todo bien? — Reiju estaba parada en la puerta, viendo fijamente como su hermano conversaba con un señor rubio que ella jamás había visto antes.

No… ¿¡Porque no me esperaste en la maldita habitación, Reiju!?

El habano de Judge termino en el piso, partido a la mitad luego de ver a esa pequeña niña de cabellos rosas viéndolo con curiosidad desde la puerta.

—R-Reiju, — Ichiji le llamo de inmediato. — ¡Regresa a tu alcoba! — Su voz salió desesperada. Conociendo a Judge, no le debía causar ninguna gracia el ver a Reiju, y tenía que evitar que la hiriera de alguna forma — En un momento iré con el libro, solo tengo que—

—¿Tu eres mi padre?

 La inocente pregunta llego sin que ninguno de los dos mayores la pudiese esperar, e Ichiji pudo ver en la dulce mirada de su hermana una tenue ilusión al ver a Judge.

—V-Vi las fotos de la boda de mamá ¡Y-Yonji me las enseño! Y en ellas… ¡En ellas sales tú! — Explico con una temblorosa sonrisa y las manos encogidas en su pecho.

Siempre se preguntó qué había pasado con su padre, muchas veces le había preguntado a sus hermanos por él, pero ellos siempre esquivaban la pregunta, diciéndole que estaba trabajando arduamente en Marsella, y que no tenía tiempo para venir.

Ella no tenía una madre, pero si tenía un padre, y estaba allí, justo frente a ella ¡Había regresado!

P-Papá…— Con solo decir la palabra sus ojos se llenaron de lágrimas. — ¡E-Estas en c-casa!

Reiju… — Ichiji trato de detenerla, pero al ver esa mirada cargada de ilusión, fue incapaz de hacerlo. Reiju no tenía maldad en su corazón, ella no veía al miserable hombre que desde siempre estuvo dispuesto a condenar sus vidas, ella veía al padre que jamás había tenido.

Y no fue capaz de decir palabra alguna cuando su hermanita se acercó corriendo hacia su padre.

Pero Judge estaba tan anonadado por la repentina aparición de Reiju, que no pudo hacer más que permanecer en silencio, viendo como esa pequeña niña, que no era más que el retrato viviente de la única mujer que realmente amo en su vida, corría hacia él.

No fue capaz de apartarla cuando se abrazó con fuerza a su pecho, llorando sobre su camisa, y pudo ver en la suplicante mirada de Ichiji una plegaria porque no la apartara.

«Por favor, nosotros ya somos lo suficientemente miserables. Yo jamás te pediría nada, ¡Pero si soy capaz de rogarte de rodillas por ella! No destruyas su ilusión, es todo lo que te pido ¡Por favor!»

—Te pareces mucho a tu madre… Reiju. — Fue lo único que el rubio mayor fue capaz de decir al tener a esa pequeña llorando incansablemente sobre su pecho.

Esa fue quizás la primera, y tambien la última vez, que Judge mostro su lado más humano frente a él. O quizás, fue solo el estado de conmoción que le causo ver a Reiju llamarlo padre lo que lo hizo incapaz de reaccionar.

Al menos eso fue lo que su cerebro quiso pensar, porque la realidad distaba mucho de ello…

—A pesar de que Judge fuese una persona despreciable, sorprendentemente cumplió su palabra. Aunque claro, antes yo tuve que cumplir la mía. — Le aclaro al Charlotte.

¿¡Como que el conservatorio te rechazo!? — Replico indignado Sanji.

—¡Imbéciles! ¡Por eso ya nadie escucha música clásica! Es tan jodidamente aburrido como ser sordo e ir a un concierto de mudos. — Soltó encolerizado Yonji.

—Oh Ichiji, lo siento tanto. — Reiju fue la única que se lamentó junto a su hermano con un suave abrazo.

Mientras que Niji, que estaba presente a través de una videollamada, únicamente permaneció pensativo y sin decir ni una palabra.

Había pasado un día desde la inesperada llegada de Judge, pero como ya era costumbre, su padre se fue tan rápido como vino, y a pesar de que Reiju estuviese muy triste por su repentina partida, le hizo jurar a su hermanita que no diría nada de la llegada de su padre al resto de sus hermanos, dándole la mera excusa que si ellos se enteraban de que Judge había vuelto con ellos estando fuera, sus hermanos se pondrían muy tristes.

Si, muy tristes por no haber tenido la oportunidad de escupirle en la cara.

—Olvídense de eso, ya no importa. Decidí ir a la Sorbona, la música no era más que una distracción.

Los ojos de Sanji saltaron al escuchar a Ichiji. — ¿¡Pero qué cosas dices!? ¿No vas a intentar entrar otra vez? Se que no debe ser fácil que te rechacen a la primera, pero no por eso—

—¡Cállate Sanji! — Ya no quería hablar más del tema — No todos tenemos tu misma suerte, así que déjame en paz.

—Oye, ¿Qué es lo que te pasa? No te puedes frustrar por algo como eso. — Yonji trato de hacerlo entrar en razón — Si tan solo—

—Es muy tarde, ya me deshice del piano de Sora. No lo volveré a intentar.

Al decir eso, las miradas de Sanji y Yonji se transformaron en una furia absoluta.

¿Ichiji se había atrevido a prescindir del piano de su madre?

—¿¡Que mierda Ichiji!? — Yonji estaba a punto de levantarlo de cabeza contra el piso, pero alguien se le adelanto.

—¿¡Qué tu hiciste qué!? — Sanji no se pudo contener cuando tomo al pelirrojo de las solapas de la camisa — ¿¡Te atreviste a tirar el piano de mamá!? ¡¿Acaso tienes la más mínima idea de la estupidez que acabas de hacer, Ichiji!? Entiendo que estes molesto, pero para ella ese piano… —Tuvo que contener las lágrimas que amenazaron con desatarse sobre él. — ¡Era su posesión más valiosa!, y jamás hubiera—

—¡Ella está muerta, Sanji! — Exploto empujando al rubio — Y aunque no les guste la idea, Sora me dejo ese piano a mi ¡No a ustedes!

Sanji respiro con dificultad, aguantando los insoportables deseos de dejar en el piso a Ichiji, pero no porque su hermano no se mereciera esos golpes, sino porque Reiju tambien estaba presente, y jamás se atrevería a hacer algo así con ella de testigo. — No eres diferente a Judge. Cuando algo no sale como quieres, jodes a todos a tu alrededor para que nadie puede ser feliz si tu no lo eres — Le escupió tomando a Reiju y yéndose junto con ella. — ¡Púdrete Ichiji!

—Si querías arruinar la noticia de que me ofrecieron jugar en las inferiores de Stade Français, ¡Felicidades! Lo lograste. Sanji tiene razón, eres un puto egoísta, y espero que cuando te estes ahogando en medio del océano pidiendo ayuda, grites muy fuerte, porque te querremos escuchar, y ni aun así nos dignaremos a ayudarte. — Yonji le dio un fuerte codazo en el hombro, yéndose en silencio a su habitación.

Las palabras de Yonji cobraron vida mucho antes de lo esperado, porque a pesar de que por fuera se mostrara molesto e iracundo, por dentro se estaba ahogando lentamente, y por más que gritaba por auxilio, nadie venia.

Nada de esto era su culpa, pero tendría que cargar con ella para que sus hermanos pudiesen seguir con su vida.

Ichiji… — Fue solo cuando Yonji y Sanji se fueron que Niji se permitió tomar la palabra. — ¿Qué demonios está pasando? Porque perdiste la cabeza si crees que yo me voy a tragar esa mierda de que ya no te interesa la música, y aún más, que te atreviste a deshacerte del condenado piano de Sora solo porque te rechazaron del conservatorio, claro, si es que realmente te rechazaron.

Niji… — Ichiji presiono sus puños con notoria apatía. — Solo dedícate a rehabilitarte para salir de ese maldito agujero lo más pronto que puedas. — Corto la llamada antes de que el peliazul pudiese replicar.

Ya no quería hablar más del tema. Ni del desastre que cargaba por vida.

Él era Andrómeda, condenado a ser un sacrifico a los Dioses para pagar la ofensa de su padre. Siendo amarrado desnudo a unas cadenas irrompibles, obligado a ahogarse en medio del mar mientras era devorado por Ceto. Esta vez Perseo no aparecería en su caballo alado a salvarlo, y lo único que le quedaba era aceptar su trágico destino en un doloroso silencio.

Porque al menos con su muerte, al igual que con el pueblo de Etiopia, sus hermanos se salvarían.

Era un sacrifico justo. Una vida por la de miles.

—Se lo que vas a decir. — Ichiji cerro la mirada con fuerza. No quería ver la indignación en los ojos de Katakuri al haber cometido soberana idiotez. — Debí habérselos dicho, ¿Pero que hubiera cambiado? ¡De haberlo hecho ellos jamás me hubiesen permitido hacer lo que hice y no hubieran podido tener una chance! Al menos de esa forma—

No fue capaz de decir más cuando Katakuri lo tomo del cuello para besarlo con voraz necesidad.

Lo estaba consumiendo, su calor lo estaba consumiendo, y sin esperar replica, respondió al gesto con impaciencia, jalando sus cabellos remolachas con fuerza y profundizando aún más su necesitado tacto.

Quizás Perseo haya llegado tarde, pero no por eso dejo de lanzarse hacia el fondo del océano en busca de su amada. Ya no podría rescatar a Andrómeda, pero si podría quedarse por siempre a su lado, sosteniéndose a esas mismas cadenas que fueron la trágica última morada de su amor eterno.

Esta vez no la abandonaría, y tal como se lo prometió, estarían juntos hasta la eternidad.

—Jamás hubiera dicho eso, ni mucho menos lo hubiese pensado. — Reconoció el granate ahogándolo en medio de sus besos.

—¿Y porque no? — Le reclamo con los ojos furiosos. Presionando los fuertes brazos de Katakuri con potencia a través de la camina— ¡A ojos de cualquiera fui un idiota! — Sollozo derrotado — Prácticamente le regale el control de mi vida a mi padre.

—Pero yo no soy cualquiera, y no fuiste ningún idiota. No lo hiciste porque querías, lo hiciste porque tenías que hacerlo. —Y a veces la línea entre el querer y el deber era tan ligera, que fácilmente podías olvidar que hacías algo por deber, y no por convicción. —No tuviste elección.

Al igual que yo.

Sus labios se secaron al ver a Katakuri y a su mirada destrozada a través del reflejo escarlata que había en sus ojos.

¿Por qué le causaba tanto dolor verlo así? Era él quien estaba llorando y abriendo sus heridas ante el granate, pero de alguna forma, era Katakuri quien se desangraba ante sus ojos.

Quería decirle que él tambien lo podía escuchar, que no estaba solo, ¡Que podría apoyarse en sus hombros! ¡Él se los daría! ¡Se lo daría todo si era necesario!

—Katakuri…

—¿Qué paso después?  

Ichiji lo vio con la mirada confusa, por unos instantes pudo ver como los ojos de Katakuri confluyeron en un vendaval de emociones, como si al escuchar su triste relato, hubiese despertado a aquellos monstruos que llevaban dormidos por mucho tiempo dentro suyo.

—¿Por qué? ¿Por qué tú si y yo no? — Se aventuro a preguntar aun sabiendo que se arriesgaba a perderlo todo.

…¿Por qué no me dejas entrar?...

Era la única pregunta que habitaba en sus pensamientos.

«—¡Maldita ramera de cuarta! ¡Quiero que tus bastardos y tú se larguen de mi casa en este instante! — El grito de Kaido fue ensordecedor, y el sonido de los vidrios cayendo sobre el piso de mármol; truenos en sus oídos.

«—¿¡Realmente crees que nos quedaremos un solo día más aquí!? — El reclamo de su madre fue igual de potente — ¡Me llevare a todos mis hijos conmigo!

 «—¡Haz lo que se te de la maldita gana, pero te lo advierto, mi hijo se quedara aquí!

«—¡Vete a la mierda Kaido! ¡Él será al primero que me lleve! ¡Y juro que nunca más lo volverás a ver en tu miserable vida! ¡Me oíste bien!

«—¡No me arrebataras a mi único hijo, asquerosa puta! ¡Katakuri es mío, y se quedará a mi lado te guste o no!

«—¡No Kaido! ¡Yo lo cargue en mi vientre! ¡Yo lo traje a este mundo! ¡Yo le di la vida! ¡Katakuri me pertenece a mí, y solo a mí!

Ellos no estaban peleando por su hijo. Peleaban por ver quien se quedaba con un trofeo, ya que eso significaría que habría un ganador, y por ende, un perdedor.

Pero él no le quería pertenecerle a ninguno de esos dos monstruos. Monstruos que no hacían otra cosa que usarlo como un arma para dañarse entre ellos desde que tenía uso de razón.

…Porque no te gustara saber lo que vas a encontrar, Ichiji...

—Deja de preguntar por mí y concéntrate en ti. — Su voz fue dura y distante.

Ichiji se sintió derrotado, ¿Cómo ganarle a una fuerza incontrolable? Su mirada poco a poco fue decayendo. Se sentía tan impotente de que Katakuri lo estuviese sosteniendo entre sus brazos, y que él no pudiese hacer lo mismo. Y aunque a ciencia cierta no supiera como ayudarlo, solo quería abrazarlo, darle una morada, hacerlo sentir tan si quiera la décima parte de lo que el granate provocaba en él.

—Te adelanto que de aquí en más, las cosas no hacen más que empeorar. — Siseo con dificultad —Al terminar la escuela, se podría decir que mis hermanos y yo nos fuimos distanciando poco a poco…— Después de todo, cada uno empezaba de a pocos a tener su propia vida — Empecé mis estudios en La Sorbona, así que pasaba gran parte de mi tiempo en la facultad. Yonji prácticamente vivía en la cantera del Stade Français, solo venía a casa una vez por semana, cuando era su único día libre, y Sanji tambien se estaba dedicando de lleno a su carrera como Chef. Todos querían terminar lo más pronto posible para…—

—Para que dejasen de depender de Judge.

—Exactamente. — Acepto en un resoplido.

—¿Y qué paso con Niji?

Ichiji suspiro con cierta calma — Logro completar su proceso de rehabilitación, y aunque a causa de eso se retrasó un año, de igual manera fue a la universidad pero… — Hizo una pausa incomoda — Ese año que Niji invirtió rehabilitándose le terminaría pesando bastante en un futuro.

Katakuri asintió en silencio, pero aun había alguien más por quien debía preguntar.

Sin embargo, Ichiji pudo prever sus movimientos, y adelantarse a su pregunta. — Se lo que vas a decir, y lamentablemente te tengo que dar la razón esta vez. — Reconoció con culpa. — Sin darnos cuenta, poco a poco empezamos a descuidar a Reiju…

Tampoco es como si no tuviesen tiempo para ella, pero estaban tan concentrados en sus vidas, que de repente leer un libro con su hermanita, que Sanji y ella horneasen galletas, que jugase con Niji o viese películas con Yonji, dejo de ser una prioridad.

Pero en vez de hacer algo por tratar de cambiar esa situación, dejo que todo siguiese su curso.

Reiju estaría bien, confiaba en que sería así.

Y aunque muy en el fondo sabía que no era cierto, quiso creer su propia mentira.

Después de todo, cuando iba a casa y la veía leyendo sola en un rincón de la biblioteca, no la veía triste. Ella estaría bien. Todos estarían bien mientras que su trato con Judge siguiese en pie.

—A medida que fui avanzando en mi carrera, mi padre se volvió mucho más incisivo conmigo. De a pocos quiso que me fuera involucrando más y más con Germa. Ir a eventos de sociedad en su nombre en Paris, revisar prospectos de negocios, incluso llegue a viajar en un par de veces a Marsella para aprender más de cerca del negocio.

Y lo odiaba. Odiaba cada segundo que pasaba en ese maldito puerto junto a Judge.

—Gracias a eso, Judge tambien empezo a venir más seguido a Paris, pero como te podrás imaginar siempre que llegaba, además de mí, ninguno de mis hermanos estaba en casa. Reiju era la única que lo recibía con una sonrisa, y aunque lo máximo que hacia Judge era saludarla de manera frívola, para mi hermana eso era más que suficiente. — Admitió tristemente — Y en parte fue gracias a eso que todo se desato.

—¿A qué te refieres? ¿Reiju desato su salida de Paris?

Ichiji se tomó un tiempo para responder, suspirando amargamente al recordar todo aquello. —Al contrario, fue lo que Judge tenía planeado para Reiju lo que hizo que escapásemos de Paris...

Fue en esa tarde. La tarde del dieciséis de febrero, en la que empezo su preludio.

Había llegado a casa luego de una charla con la rectora de la facultad. Faltaban un mes para su graduación, y estaba previsto que diese el discurso de egresados en la Universidad, pero ni siquiera tenía pensado asistir. Su padre ya le había informado que terminado sus exámenes finales se mudaría a Marsella con él.

Finalmente había llegado el momento de que pagara su deuda por la “gran vida” que había disfrutado. Esos serían los últimos días en su hogar, porque pronto sería trasladado a la Bastilla de Judge.

Al menos con sus hermanos las cosas eran un mucho mejores, Sanji iría a Londres a trabajar junto con Zeff cuando se graduara, Yonji pronto haría su debut en la segunda división de profesional de Rugby, lo que significaba que tambien se iría pronto de allí, y aunque a Niji le faltase aun un año para terminar la facultad, estaba seguro de que aun sin ello, su hermano era, y por bastante, una de las personas más capaces que podrían existir.

Pero solo había un problema.

—¡Bonsoir Ichiji! — La contagiosa sonrisa de Reiju lo recibió desde el umbral de las escaleras, quien poco a poco empezaba a abrir sus pequeños pétalos, aflorando en ella aquella hermosa belleza que poseía a pesar de solo tener siete años. — ¿Cómo estás? ¿Qué tal te fue en la facultad? — Le cuestionó con un cálido abrazo.

—Bonsoir Reiju. — Imito el saludo con una tenue sonrisa. — Supongo que bien, la decana de la facultad sigue insistiendo en que de el discurso de fin de curso, pero puede irse al demonio.

—¿Y eso por qué? — Le cuestiono la menor subiendo las escaleras entre saltos.

—No tiene sentido que lo haga.

—Oh, entiendo. — Era obvio que su hermano no deseaba hablar más del tema, y tampoco quería incomodarlo con sus insistencias. —Ichiji, por cierto ¡Papá está aquí! — Le comento emocionada esperando que su hermano se alegrara un poco, pero fue todo lo contrario.

De inmediato sus sentidos se agudizaron, preguntándose ¿Por qué? Se suponía que no lo volvería a ver hasta que se mudase a Marsella. Su padre no tenía ningún negocio pendiente en Paris.

¿Por qué otra razón abría de estar allí?

—¿Dónde está?

—En su oficina, aunque pidió que nadie lo…— No pudo terminar de hablar cuando Ichiji emprendió camino hacia allá, dejando a su hermanita con la palabra en la boca. — Interrumpiera.

Al ingresar al estudio se dio con la sorpresa de que la oficina de su padre brillaba por su ausencia, no había rastro de él, y una parte suya quiso pensar que fue alguna de sus fugases visitas a casa, pero en su interior sabía que era mentira. Judge no hacía nada genérico en su vida, y al acercarse hasta su escritorio obtuvo su contundente respuesta cuando encontró un fail de papeles.

En cualquier otra situación lo hubiese ignorado, pero las siglas que habían en la tapa hizo que le fuese imposible no leer su contenido.

«Institut Le Rosey»

¿Qué demonios?

No dudo en tomarlo, y a medida que pasaba las hojas y sus ojos leían su contenido, su mirada se fue deformando en una expresión de absoluta negación.

No… Él no podía hacer esto.

—¿Qué crees que haces metiendo tu nariz en mis asuntos, Ichiji? — La inesperada llegada de Judge hizo que de inmediato enfrentase su mirada azul con la de su padre.

—Eso debería preguntártelo yo a ti. — Exclamo con ira — ¿¡Qué demonios es esto!? — Desafío tirando al aire el fail con los miles de papeles que habían dentro.

Pero Judge, como siempre, se vio imperturbable. — ¿Qué más crees que es? — Admitió sin culpa alguna, tomándose el tiempo para recoger cada papel del piso. — Es un prospecto de los muchos que tengo en mente, y hasta ahora es el más prometedor de todos.

—¡No me vengas con tonterías! — Renegó asqueado — ¿¡Estas pensando en mandar a Reiju a un maldito internado!?

—¡Cuida la forma en la que me hablas! — Le advirtió señalándolo como advertencia — Este «maldito internado»— Exhalo removiendo el fail con rudeza — Es de las mejores escuelas que existen en el mundo ¡Lo que le estoy dando a esa niña es la mejor educación que el dinero podría pagarle!

—¿¡Acaso te volviste loco!? — Ataco con aspereza. Apretando los dientes con furia — ¡Reiju apenas tiene siete años y la quieres enviar a un maldito internado en Suiza!

—¿Y eso que?

La falta de conciencia que existía en ese hombre nunca dejaría de sorprenderlo. — ¡No voy a permitir que la mandes a un internado a más de quinientos kilómetros de aquí!

—Eso no lo decides tu, Ichiji. — Advirtió mirándolo desde arriba. — Tu vendrás a Marsella, Sanji se ira con el bueno para nada de su abuelo a vivir para servir a otros, Yonji prácticamente ni vive aquí, y Niji — Rio con cinismo— ¿Realmente crees que él dejara a un lado su vida por estar de niñera con Reiju? ¡Se coherente hijo! Ninguno de ustedes puede hacerse cargo de esa niña por más tiempo.

¿Por qué no puede quedarse en Paris? Tu no lo pensaste mucho en abandonarnos aquí cuando mamá murió. — Supo que lo había hecho enojar cuando vio como Judge presiono sus puños con rudeza.

Eso fue diferente. — Lo callo sin reparo.

Yo no le veo diferencia alguna. Si no quieres que Reiju se quede aquí, bien, puede venir con nosotros a Marsella, pero no la vas a mandar a un internado. —No estaba dispuesto a permitir que Rei se fuera de Paris. El solo pensar en su hermanita estando sola en un país extranjero y con un idioma que ni siquiera hablaba.

No podían hacerle eso. La iba a destrozar.

Su madre jamás se lo perdonaría, y él jamás podría vivir sabiendo que su hermana estaría en esas condiciones.

Eso jamás va a pasar. — Zanjo Judge en el acto.

—La villa de Marsella es enorme, ni siquiera notaras a Reiju allá.

Pudo prever como Judge se tensó.

—Ya dije que no, y es mi respuesta final ¡Ese niña se ira a Suiza! — La voz de su padre se empezo a distorsionar, pero ni eso logro amedrentarlo, y antes de que el mayor pudiese salir de la habitación, Ichiji se puso frente a la puerta. — ¡Muévete! No tengo tiempo para tus tonterías.

—¡Pues hazte tiempo, porque Reiju no es ninguna tontería! — Ya estaba harto, ese maldito lo iba escuchar así no quisiera —No estamos hablando de tus estúpidos negocios, o tu maldito dinero Judge, ¡Estamos hablando de la vida de tu hija!

¡Ya cierra la boca! — Al escucharlo oscurecer la voz Ichiji endureció su mirada.

—Sé que desde el principio no estuviste de acuerdo con el embarazo de Sora, pero ella… ¡Ella es lo único bueno que tenemos! ¡Reiju es mejor que todos nosotros juntos! Y si la mandas allá, ¡La vas a destrozar! — O incluso peor, la podría volver uno de ellos al pensar que ya no la querían más, cuando era todo lo contrario. — ¡No le hagas esto! ¡Reiju es la única persona que tiene un cariño genuino por ti! ¡Un cariño que claramente no mereces, pero que tienes por ser su padre!

—Eso no me interesa en lo absoluto.

—¡Ella te quiere Judge! — Encaro sin saber que más hacer. — Jamás comprenderé porque, ¡Pero ella realmente te quiere! ¡Y si le haces esto! ¡Si la separas de todos nosotros, entonces Reiju va a…!—

—¿¡Que acaso no lo entiendes!? ¡¡Ya no quiero ver más a esa niña en mi vida!! — El frenesí en sus palabras mientras lo acorralaba con potencia contra la puerta de su despacho hizo que el pelirrojo lo viera sin comprender.

—¿Ah?

Judge se alejó con rudeza, quedando en un estado de estupor y confusión. Luego de casi siete años, Ichiji pudo ver aquella misma expresión que ensombreció a Judge el día del trágico entierro de su madre.

—¿¡Que acabas de decir!? — Repitió iracundo el pelirrojo.

Pero su padre lo ignoro, y sin decir palabra alguna, lo vio buscar con desesperación una botella de alcohol entre las gavetas de su escritorio, su única anestesia y eterna compañera. Deseoso de enterrar su dolor entre el sabor del Brandy.

Solo cuando hayo la botella de Hennessy Beaute, Judge logro suspirar tranquilo.

Patético

Era lo único en lo que Ichiji podía pensar. — Mírate… No eres más que un maldito alcohólico. Ahora entiendo porque estas tan desesperado con dejar Germa en buenas manos. Lo único que buscas es alguien que continue el legado por el que sacrificaste todo, para que finalmente puedas ser libre de morir por una cirrosis entre botellas de Brandy y Coñac.

Estaba muy consciente de que Judge lo volvería a golpear por eso. No lo iba a dejar salir ileso luego de llamarlo alcohólico, pero en vez de destrozarlo físicamente, el mayor logro quebrarlo mentalmente al oír sus siguientes palabras.

Una revelación que lo cambiaria todo, y a la vez, le daría sentido a muchas cosas.

—…No es mi hija. — Su voz salió apagada, pero no por eso carente de convicción, y al escucharlo la furia en Ichiji se multiplico de forma vehemente.

En segundos, la botella de alcohol termino destrozada en el piso, Ichiji había tomado a Judge de las solapas de la camisa, viéndolo directamente a los ojos.

—Si alguna vez te escucho decir esa estupidez nuevamente, juro por mi madre que voy a matarte.

—Te estoy diciendo la verdad — Su mirada cargaba consigo una inmensa amargura. — Esa niña… Esa niña no es mi hija.

Sin esperar una explicación, la presión que ejerció sobre Judge se incrementó de sobremanera. Si había un momento en el que llego a estar realmente furioso y sacar toda la fuerza contenida que no sabía que tenía, fue en ese. — ¡Mas te vale que ya estes muy ebrio como para estar diciendo semejantes tonterías! — Maldijo en un alarido. Su mirada estaba roja de la furia — ¡Puede que tú le hayas sido infiel a Sora en miles de ocasiones! ¡A ti nunca te importo un comino ni ella, ni tu familia! ¡Solo importabas tú, maldito cerdo egoísta! — Soltó lleno de rabia, deseando que Judge pagara con sangre su inusitada blasfemia — ¡Pero que pretendas hacerme creer que mi madre! ¡Mi madre! Podía ser igual a ti… Es algo muy bajo incluso para tus estándares.

—Ichiji…

—¡¡Ella te amaba maldito miserable!! — Regurgito sacudiéndolo sin piedad — Te amaba a pesar de que fuiste una mierda de ser humano que jamás fue digno de tan si quiera pisar el mismo suelo que Sora. ¡Y el atreverte a decir que ella…! ¡¡Que Reiju—

—Ichiji, te voy a dar un consejo no como padre, sino como hombre. — Su voz sonó como una plegaria, una plegaria a lo imposible. — Es cierto que uno como hijo no es capaz de escoger a sus padres, pero como hombre; si es capaz de escoger a sus hijos. Y todo hombre sabe cuándo un hijo es suyo o no. Aunque digan lo contrario, simplemente lo saben. Así que puedes odiarme todo lo que quieras, tampoco es que me importé mucho, pero al final del día, eres y siempre serás un Vinsmoke, tú, y los otros tres, porque yo así lo quise, y yo los escogí, pero con Reiju, te puedo asegurar que a ella no la escogí, y no es mi hija.

C-Cállate ¡Solo cállate! ¡Sora sería incapaz de haberte engañado aunque lo hubieras merecido en incontables ocasiones!

—Pequeño idiota… — Judge lo vio con lastima, como si él supusiese miles de cosas sobre su madre que todos ellos ignoraban a pesar de que estuvieron a su lado mucho más tiempo que él. — Tú no sabes nada.

¿¡Como puedes estar tan seguro!?

Pero silencio de Judge fue más potente que cualquier respuesta. Prefirió permanecer en silencio, porque al igual que Ichiji, él tampoco podía concebir que su dulce Sora le había sido infiel, y por eso mismo le causaba tanto dolor. Porque de alguna forma impensable para él, su siempre perfecta y amada esposa, la única persona que él amo más que a toda su fortuna y poder, lo había engañado. No espero por él, y no contenta con abandonarlo, se fue dejándole el recuerdo perpetuo de su engaño bajo su propio techo.

Ver a Reiju le generaba un dolor insoportable. Ver a la hija bastarda que su esposa quiso hacer pasar como suya en su vano intento de salvar a su familia.

Únicamente se hizo cargo de Reiju porque no iba a quedar como un imbécil frente a todo el mundo al reconocer que su esposa muerta le había sido infiel, pero ya tuvo suficiente. Iba a deshacerse de esa niña sin importar que, ya no deseaba verla en su casa, ni en su vida, nunca más.

—La decisión está tomada Ichiji. Esa niña se ira, y ni tú, ni nadie, va a impedirlo.

Se sumió en la desesperación al ver la espalda de Judge abandonar la habitación, este no podía ser el final. No había mandado su vida al diablo solo para que su padre le hiciese lo mismo a su hermanita.

—En ese momento lo supe. — La mirada de Ichiji se afilo decidida ante Katakuri— Teníamos que irnos de Paris.

¿Por qué tanta urgencia con vernos aquí? — Le reclamo un cansado Sanji luego de que Ichiji les pidiese verse a medianoche en la biblioteca.

Tiene razón, ¡Más te vale que esto sea importante, Ichiji! Tengo practica mañana en la mañana y no puedo darme el lujo de dormir tan tarde. — Le resondro en un bostezo Yonji.

Si lo dejan hablar nos podremos ir antes, ¡Así que ya cierren la boca! — Agito Niji en pijamas y con los mismos deseos que querer irse a dormir. No es que tuviera nada importante mañana, bueno de hecho si, empezaban los exámenes de fin de ciclo, pero ni siquiera necesitaba estudiar, sin necesidad de darlos ya había aprobado todos sus cursos ¡Solo quería irse a dormir!

Ichiji se esperó unos segundos más, quería asegurarse de que realmente estuvieran solos, sabía que no podían confiar en el personal de la mansión, y por eso espero a que todos estuviesen dormidos para llamar a sus hermanos. Judge solo había ido a Paris a entrevistarse con los representantes del instituto de Reiju. Por lo que en estos momentos su padre debería estar en un avión rumbo a Marsella.

Estaban seguros.

Tomo aire antes de iniciar la jugada que cambiaría sus vidas por completo. — Tenemos que irnos de aquí.

La inesperada expresión de confusión en el rostro de sus hermanos no se hizo esperar, y antes de que los reclamos empezaran, se explayo.

—Judge quiere enviar a Reiju a un internado en Suiza. — Soltó sin anestesia — Esta decidió a hacerlo, y va a hacerlo. — Reafirmo con seriedad — Solo hay una forma de evitarlo; tenemos que irnos, y llevar a Reiju con nosotros.

—¿¡Qué Judge planea hacer que!? — Sanji fue el primero en mostrar su indignación, y antes de que sacara su teléfono para marcar a su padre y mandarlo a la mismísima mierda, Ichiji lo detuvo.

—¡Piensa por un momento antes de actuar, estúpido! ¡Si le reclamas, Judge se dará cuenta!

—¡Y una mierda, que se dé cuenta! ¡Él jamás ha sido un padre para Reiju, y no voy a permitir que decida sobre su vida como si fuera uno! 

—Ichiji, ¡Aguarda! —Yonji necesito un tiempo para procesar la noticia. Ichiji no les podía pedir tal cosa — ¿Estas consciente de lo que estás diciendo? ¿Acaso te volviste loco?

Yonji— Niji tomo el hombro de su hermano, viéndolo con el rostro serio, para después observar a Ichiji. — ¿Por qué? ¿Por qué Judge haría tal cosa? ¿Y porque ahora? Hay algo que no nos estas diciendo.

El mayor de los cuatrillizos respiro con dificultad. No quería, pero tenía que decirles toda la verdad si quería su apoyo, y mientras relataba cada detalle de su conversación de aquella tarde, los rostros de Niji, Sanji y Yonji se fueron agitando cada vez más.

—¡Ese malnacido hijo de perra!

—Yonji, baja la voz o alguien podría oírnos. — Recalco el mayor de los cuatrillizos.

—No puede ser cierto… — Sanji negó de manera errática. Ese miserable de Judge no podía estar hablando en serio. —¡Mamá jamás podría—

—Eso no nos interesa. — Niji fue el único que junto con Ichiji permaneció estoico.

—¿¡Acaso estas insinuando que…!?

—¡Yo no estoy insinuando nada, Sanji! Simplemente estoy diciendo que ese dato no nos debe interesar en lo más mínimo. — Exclamo con seriedad. Si Reiju era o no hija de su padre, a decir verdad le importaba poco y nada, un detalle tan minúsculo no cambiaría lo que sentía por su hermanita, pero tampoco era tan descabellado para él.

Judge jamás quiso una relación con Rei, y aunque era preocupante, su actitud tenía sentido.

Pero para Sanji no fue tan sencillo de asimilarlo como con Niji, él conocía a su madre, prácticamente creció a su lado, y ella jamás podría haber tenido un amorío, y no porque no pudiera, sino porque… Le era imposible concebir que alguien tan consagrada a su familia como Sora hiciera tal cosa.

Ella no era como Judge.

—¡No es cierto! Me rehusó a creerlo. Judge jamás quiso tener otro bebe, es por eso que dijo todas esas estupideces. — No lo iba a creer, ni en ese momento ni nunca. — No me importa lo que tengas pensado, yo estoy contigo. — Acepto dándole una mirada decidida a Ichiji.

No iba a permitir que separasen a Reiju de su lado de una forma tan egoísta.

El pelirrojo le dio una media sonrisa a su hermano. — Gracias.

—¿Están conscientes de lo que están diciendo? — Declaro Niji riendo cínicamente — Ichiji, prácticamente estas proponiendo que saquemos del país a una niña. No sé si lo sepas, pero eso es un delito en muchos lugares, incluido este.

—¡De todas formas la sacaran del país! — Reclamo Sanji.

—¡No es tan sencillo, estúpido! Así no nos guste la tenencia legal de Reiju le pertenece a Judge, y será así al menos durante los próximos doce años ¡Si me explican como demonios la sacaremos de Paris sin arriesgarnos a ir a prisión por raptar a una menor de edad, soy todo oídos!

—Sobornaremos a todos aquellos que intenten quitárnosla. — Zanjo Ichiji.

Niji se llevó las manos a la cabeza. Ichiji había perdido el sentido — Entonces quieres ocultar un delito ¡Con otro delito aún más grande! ¿¡Y me puedes explicar con qué dinero haremos eso!? ¡Oh, gran Ichiji! Porque a menos que alguno de ustedes este metido en algo turbio que el resto no sepa, ninguno de los cuatro tiene tal cantidad de efectivo como para sobornar a cada policía que se nos cruce enfrente.

—¿Crees que no he pensado esto detenidamente? — Las palabras de Ichiji salieron de su boca con sigilo. — Allí es donde entra Judge, o mejor dicho; su dinero.

Por la mirada en negación que le hizo Niji, el peliazul intuyo a lo que se refería.

—No.

—Niji, eres el único que puede hacerlo. — Le recordó el pelirrojo.

—¡Te volviste loco! ¡No voy a abrir la caja fuerte de Judge!

—¡Ya lo has hecho antes! — No era idiota, sabía que Niji solía comprar drogas con todo el dinero que había en la caja fuerte que Judge tenía celosamente guardada en su despacho.

—¡Ichiji esto no es lo mismo! ¡Yo le robaba cantidades mínimas! ¡Tú estás hablando de una gran cifra de dinero! Si a nosotros nos atropella un tren, estoy seguro de que a Judge le daría absolutamente igual, pero si le robamos y él se da cuenta, nos va a perseguir hasta los confines del mundo. ¡Y no solo eso! ¿¡A donde demonios nos iremos!?

Ichiji presiono los puños. Era cierto que había maquinado su escape muy detenidamente, el único problema era que aún no decidía hacia donde tenían que ir. Europa era muy grande, pero tenían que encontrar un lugar en el que pudiesen estar tranquilos y lejos de Judge.

—¿…Qué tal a Londres? — Sugirió Sanji luego de un prolongado silencio. — El abuelo esta allí, podríamos quedarnos con él, y tambien—

—¡No seas idiota! Inglaterra seria la opción más obvia para Judge ¡Nos encontraría en un segundo!

—No me parece tan mala idea… — Recapacito el pelirrojo luego de pensar por unos instantes las palabras de Sanji. — Ya contamos con doble nacionalidad gracias a Sora. — Y no tenían a nadie más que Zeff para ayudarlos. A estas alturas de la partida tiempo era lo que menos tenían, no les quedaba de otra que arriesgarse.

—¡No solo dije Inglaterra por Zeff, idiota! — Desafío Sanji al peliazul— ¡Vivi tambien esta allí!

—Si, genial Sanji, la chica a la que nunca tuviste el valor de tirarte ¿Sabes? Me parece genial que no quieras dejar las cosas inconclusas entre Vivi y tú, pero la realidad es que—

—¡Puedes callarte y escucharme por un momento! — Reclamo Sanji en un alarido— Cuando mencioné a Vivi, no lo hice únicamente por ella, sino por su padre. Cobra nos podría ayudar con el traslado. — Vivi le había mencionado que en muchas ocasiones su padre ayudo a miles de refugiados en el medio oriente a encontrar asilo en países europeos, y no precisamente de la forma más legal del mundo, pero Cobra no lo hacía por dinero, lo hacía porque sabía que era la forma más rápida de ayudar a su gente a salir de una situación catastrófica. — Es simple lógica, si no queremos que Judge nos encuentre, entonces no hay que dejar rastro de a donde iremos, ni de donde estaremos.

—¿Te refieres a entrar a Inglaterra con pasaportes falsos? — La voz de Ichiji se alzó nuevamente entre sus hermanos.

Sanji asintió levemente. — Es la única forma en la que Judge no nos encontrara. No puede saber en donde estamos si no hay un registro de nuestros nombres ingresando a otro país.

Niji se llevó las manos a la cabeza. —Entonces, resumiendo su disparatado plan con miles de falencias; le robaremos dinero a Judge y con este raptaríamos a nuestra hermana menor partiendo rumbo a Inglaterra sobornado a todo oficial que se nos cruce en el camino cuando vean a cuatro idiotas de veintidós años llevando consigo a una niña de siete, y no solo eso, ¡La guirnalda sobre el pastel! Ingresaríamos a un país soberano con pasaportes falsos. — Niji suspiro con pesadez antes de volver a hablar — Mas le vale a Zeff seguir vivo por mucho tiempo más, porque si nos descubren estaremos una muy buena temporada en prisión.

—Por Reiju lo vale. — Reconoció Sanji.

La cabeza de Niji termino viendo hacia el piso, sabía que Ichiji quería una respuesta, y ya la tenía, pero antes de contestar, una voz que había permanecido en silencio durante toda su tensa conversación destaco en la habitación.

—¡E-Esperen! ¡Esperen! — La tensión en la voz de Yonji hizo que sus hermanos lo vieran en silencio — ¿¡Y…Y qué hay de lo que tenemos aquí!? ¿Realmente piensan dejarlo todo de lado solo por un temor de Ichiji? ¡Niji! ¡Aun te falta un año para terminar la universidad! ¿¡No pensaras en—

—¡Eso ya lo sé! — Alzo la voz el peliazul— Pero…— La mirada de Niji se desvió. No quería que lo vieran en un posición de debilidad. — Sanji tiene razón, por ella lo vale. Puedo terminar la universidad en Londres. Solo es un año, ya me las arreglare.

—Yonji, escúchame…— Ichiji lo llamo, pero la voz del peliverde se impuso.

—¡No Ichiji! ¡Tu escúchame a mí! ¡Quizás ustedes no tengan nada que perder! ¡Pero yo ! — Pronto iba a debutar en primera división, el sueño de su madre y el suyo. No, él no quería irse. No quería abandonarlo todo cuando estaba a punto de hacerlo realidad.

Todo esto de raptar a Reiju, robarle a Judge, huir a Londres… Era demasiado para procesar. Quizás sus hermanos si estaban dispuestos a hacerlo, pero él… ¡Él no quería!

—Yonji, ¡Si no vienes con nosotros entonces no podremos—

—¡Sanji! — Ichiji lo callo al instante. Lo último que quería era presionar a Yonji. 

Sabía que lo que les pedía no era sencillo. A diferencia de Sanji o él, Niji y Yonji si tenían algo que aun los amarraba a sus vidas en Paris, Niji la universidad, y Yonji su prometedor futuro en el Rugby profesional, pero sin ellos no podrían hacer esto.

—Yonji, jamás te pediría algo como esto sino fuera extremadamente necesario. — Ichiji se aventuró a tomar el hombro de su hermano.

—Lo estás haciendo ahora. — Susurro derrotado — Quizás… ¡Quizás si los cuatro hablamos con Judge—

—Él no va a cambiar de opinión, Yon. Lo sabes bien.

 —¿¡Porque ahora!? — Arremetió— ¿Por qué tiene que ser justo ahora? ¡Yo no estoy listo! ¡No quiero dejarlo todo por irme a un país que ni siquiera conozco! — Si, puede que sean mitad británicos, pero sabían poco y nada de sus raíces inglesas. Toda su vida se habían criado en Francia, y que de manera tan repentina tuvieran que irse por esto lo frustraba demasiado.

Ichiji desvió su mirada hacia el espacio vacío que había dejado el piano de su madre. Sora le había dejado una misión muy difícil con su partida, pero no estaba dispuesto a dejar a ninguno de sus hermanos atrás. Eran todos, o ninguno.

—Se que lo que les pido es un disparate, y quizás ya haya perdido la cabeza, pero si se arriesgan conmigo les prometo que haré todo lo que este en mis manos para que estemos bien. Por favor… No me dejen solo en esto. Hagamos lo necesario por ella. Reiju es lo único que nos queda, no permitamos que nos la arrebaten. — Imploro en una última instancia.

—¿Cuál fue la respuesta final de Yonji?

Ichiji inhalo profundamente antes de contestar — Que vendría con nosotros. — Finalizo con una dolorosa sonrisa.

Fueron obligados a abrir sus alas aun cuando estas ni siquiera estaban listas para volar, solo para proteger a la pequeña oruguita que era Reiju. Harían todo lo que estuviese en sus manos para proteger su sonrisa y verla convertirse en una hermosa mariposa.

—Fue entonces que llego la fecha, diecisiete de febrero; el día en el que dejamos Paris — Recalco entre un gran alivio, pero tambien, un gran pesar. Porque sabía que a pesar de todos sus esfuerzos…

No pudo cumplir su promesa.

Veía a su hermanita dormir tranquilamente. Su pecho subía y bajaba con calma, tan ajena de todo el peligro que la rodeaba. Como le gustaría dejarla así, darle aunque sea unos segundos más de paz, pero no podía. Había llegado el momento.

—Reiju, Reiju despierta — La movió suavemente, y luego de unos segundos pudo ver dos cansados y lindos ojos azules viéndolo en la oscuridad.

—¿I-Ichi? Ichi, ¿Qué paso? ¿Qué hora es? — Bostezo sobándose los ojos con cansancio.

Rei escúchame atentamente; quiero que hagas una maleta lo más pronto que puedas. Sanji vendrá en un momento a ayudarte. Nos iremos de viaje por un tiempo.

—¿Qué? ¿Un viaje? P-Pero ¿Por qué?

—Descuida, no es nada. — La tranquilizo con una reconfortante sonrisa— Iremos a Londres para que conozcas a Zeff.

—¿Enserio? — Una inesperada sonrisa resalto en su rostro ¿Finalmente conocería a su abuelo? Había escuchado muchas cosas sobre él por Sanji, y le emocionaba mucho conocer al padre de su madre, pero inesperadamente la duda se adueñó de sus pensamientos — Pero, no entiendo ¿Por qué ahora? ¿Qué está pasando Ichi?

…Reiju— ¡Maldición! ¿Cómo le explicaba la verdad sin destrozar esa hermosa sonrisa? — ¿Te he contado la fábula de la Mariposa Azul?

—Uhm — Reiju se vio extrañada — No, no lo has hecho. 

—Pues… Resulta que un hombre muy sabio que quedo a cargo de dos niñas huérfanas, y un día, una de ellas atrapo una mariposa azul. Quiso engañar al anciano, cuestionándole si estaba viva o muerta, si le respondía que vivía; ella la aplastaría hasta matarla, y si respondía lo contrario, ella la dejaría ir. La pequeña solo quería demostrar que el anciano podía equivocarse tambien, pero su respuesta cambio todos sus planes. El viejo le dijo que la mariposa estaba en sus manos, y sería solo ella la que escogería su destino — Finiquito viéndola fijamente — Reiju… Esa misma mariposa ahora está en nuestras manos.

La niña lo vio con los ojos muy abiertos, entendiendo el significado detrás de aquel infantil relato. — ¿Es hora de abrir nuestras alas?

Estrujo su mirada ante la inocente pregunta — Si, es hora.

Sin necesidad de más explicaciones empezo a empacar, ella jamás dudo de sus palabras. Aun siendo una niña, aun sabiendo que algo no andaba bien, confió en él.

—¿Lo conseguiste? — Cuestiono el pelirrojo entrando con una maleta vacía al despacho de Judge, en donde Niji estaba junto a la caja fuerte.  Reiju y Yonji ya estaban listos, y se encontrarían con Sanji en el camino.

 El rubio se había adelantado para recoger los pasaportes que mando Vivi a Saint Denis. Ni siquiera fue necesario que Sanji le explicase lo que estaban pasando, Vivi les mandó los pasaportes en cuestión de horas.

—Ya casi. — Susurro el peliazul volviendo a colocar una nueva combinación ¡Demonios! Su padre no era tan idiota como creía. Había cambiado la contraseña luego de que se fuera a rehabilitación. Ya había probado con el número de su cumpleaños, el día que se inauguró Germa, ¡Incluso el cumpleaños de Sora! Que era la clave anterior, y aun así nada.

—¡Vamos, date prisa! ¡Pronto va a amanecer!

—¡Si crees que es tan fácil ven y hazlo tú mismo! — Le recrimino frustrado el peliazul.

Ichiji gruño con hastió y empujo a Niji — Muévete, yo me encargo. Ve a empacar. — Cada segundo que pasaba corrían el riesgo de que alguien los encontrase. No podían darse el lujo de perder más tiempo.

—¡Estaba siendo sarcástico, Ichiji! Tu no vas a poder…—

—Eres el único que aún no ha hecho maletas, y ya no nos queda mucho tiempo. — Recordó el pelirrojo con la mirada agitada.

Niji suspiro derrotado, y luego de decirle todas las claves fallidas que se le ocurrieron, salió a toda prisa del despacho de Judge.

Estaba en medio de un gran predicamento, no estaba dispuesto a irse sin el cochino dinero de su padre, aunque odiase depender de él, lo necesitaban. No se iba a arriesgar a sacar a Reiju del país sin un abal en caso de que algo saliese mal.

Trato todas las series que se le ocurrieron, sin embargo el resultado fue el mismo. Los minutos seguían transcurriendo ante sus ojos, pero la gruesa pared de acero que se hallaba detrás del cuadro de su madre no parecía dispuesta a ceder.  

—¡Maldita sea! — Termino golpeando el tocadiscos de su padre que se hallaba a unos centímetros de él con la furia de su puño, y casi termina soltando un grito de furia cuando empezo a sonar una conocida tonada que para él ya estaba maldita…

“Lady… I'm your knight in shining armor and i love you…”

—¡Lo que me falt…! — Pero de pronto Ichiji callo abruptamente, permitiéndose cavilar por unos segundos.

No había momento en que su padre no escuchase esa condenada canción. Todas las veces que iba a Paris no hacía más que repetirla una y otra vez cuando estaba en su despacho. Eso quería decir que esa canción tenía un significado para él…

“My love… There's so many ways I want to say I love you. Let me hold you in my arms forever more…”

Abrio pausadamente su mirada al recordar cierto suceso de su infancia.

Un Ichiji de 12 años entro a la biblioteca para tener una nueva clase de piano luego de volver de la escuela, y encontró a su madre donde siempre solía estar, sentada en el banquillo de aquel majestuoso piano blanco, pero a diferencia de todas las veces anteriores en las que Sora tocaba los clásicos de Chopin, esta vez hallo a la rubia interpretando una melodía desconocida para él, mientras ella tarareaba con notoria melancolía.

«—¿Mamá?

Las mejillas de su madre se encendieron como las de una jovencita al ser sorprendida por la inesperada voz de su hijo mayor, y de manera abrupta paro de tocar.

«—C-Cariño…¡No te vi! ¿Llegaste bien? ¿Qué tal la escuela?

«—Aburrida — Como siempre — ¿Qué estabas tocando?

«—Ahm… Yo… B-Bueno… — Se veía nerviosa — N-No era nada… Es solo una canción que me trae buenos recuerdos.

«—¿Así?

«—S-Si… Veras, f-fue — Hizo una lenta pausa, dibujando una triste sonrisa en sus labios — Fue la canción que baile con tu padre el día que nos casamos… —Y solía tocarla mucho en este día en particular.

«—¿Y porque la tocas ahora?

«—…Es nuestro aniversario — Reconoció con un gran sentimiento de soledad, ya que como siempre no había un ramo, o un saludo, ni tan siquiera un mensaje; como siempre, Judge lo había olvidado. — ¡Pero es importante que recordemos fechas como esas, Ichiji! — Excuso con una sonrisa forzada.

El pequeño pelirrojo solo bufo aburrido, era obvio que su padre lo había olvidado, ¿Quién recordaría algo así de estúpido? Solo podía ser Sora y sus cursilerías.

—¿Podría ser…? — De vuelta en el despacho de su padre Ichiji trato por última vez, sino lo conseguía se tendrían que ir sin nada, esta era su última chance.

Y cuando digito el último número, paso. Los inamovibles seguros del grueso muro de metal cedieron, abriéndose ante la atenta mirada de Ichiji.

Mas allá de verse sorprendido por abrir la caja fuerte de su padre, lo que verdaderamente lo asombro fue que él aun lo recordara…

Judge aún tenía muy presente el aniversario de bodas con su madre.

No solo la fecha. La canción. Todas las veces que él escuchaba esa misma maldita tonada, Judge rememoraba el recuerdo de su madre, pero ya era tarde.

A estas alturas solo era una canción ya muerta, y una tortura lenta y dolorosa; porque nunca podría volver a bailar aquella tonada con su amada esposa.

Él la había perdido.

Todos la habían perdido.

Ichiji acentuó la mirada de manera decidida. No era tiempo para torturarse con el repentino recuerdo de Sora, tenía que proteger aquello por lo que su madre llego a entregar todo. Si, quizás estaba mandando todo su futuro, y el de sus hermanos, al diablo, pero no podía quedarse de brazos cruzados viendo como Judge la arrancaba las alas a Reiju.

No a ella.

Reiju tenía que volverse una hermosa mariposa. No iba a permitir que terminase siendo tan miserable como lo fueron ellos luego de perder a su humanidad junto con su madre. Quizás no tuvieron a nadie más luego de Sora, pero Reiju si los tenia a ellos.

Esto era lo correcto.

Dejo una simple carta dirigida a su padre antes de tomar el ultimo fajo de dinero y cerrar de una vez por todas la caja fuerte.

—Así que todo se reduce a esto, es una verdadera lástima.

Un hiel invadió su cuerpo hasta llenar sus labios con su amargo sabor. Su respiración se aceleró y maldijo en silencio. Debió ser más precavido, ya que aun antes de girar lentamente su mirada, supo que él ya estaba allí; su padre.

Judge no parecía molesto en lo absoluto, más bien, era lastima lo que abundaban en sus ojos.

Ichiji ni siquiera tuvo la necesidad de preguntar que hacia allí, era obvio que se habían dado cuenta de lo que estaban tramando, e inmediatamente le informaron a su padre de su intento de escape.

—¿Realmente me vas a traicionar de esta manera luego de todo lo que he hecho por ti? — Escupió indignado, viendo como su propio hijo le robaba para huir como una vil rata bajo la seguridad de la noche.

Pero sorprendentemente el pelirrojo no se amilano, sonriéndole de medio lado. — Alguien tiene que hacer lo que tu como nuestro padre nunca hiciste; proteger a la familia.

—Dejaras todo lo que te he dado ¿¡Solo por esa niña!? — La mirada de su padre no mostro piedad alguna, si quería Judge podría mandarlo a prisión junto con sus hermanos en ese preciso momento, pero ambos sabían que no lo haría, ya que para su padre no había nada más sagrado que su reputación.

La misma por la que sacrifico a su propia esposa, a sus hijos; e incluso, su propia felicidad.

Ichiji había descubierto su más grande debilidad, y tambien su peor martirio, y no estaba dispuesto a cometer los mismos errores que en el pasado.

—Ella vale mucho más que todos tus millones, y si hasta ahora no pudiste darte cuenta; es porque no eres más que un prisionero de tu propio orgullo, Judge.

—Si eso es lo que has decidido, por mí no hay problema. — La mirada de Ichiji permaneció fruncida en todo momento — Toma el dinero si así lo quieres. Ese será mi último acto como tu padre, porque a partir de este día, tu; y todos los demás bastardos malagradecidos, ya no serán más mis hijos. — Dictamino sin remordimiento algo — Será mejor que se larguen, y no regresen nunca más, no los quiero volver a ver por lo que me reste de vida.

—Descuida, no está en nuestros planes regresar. — No estaba dispuesto a decir más. Esta sería la última vez que cruzaría palabra con su padre.

Tomo la maleta con los fajos de billetes y lentamente emprendió camino hacia la salida, pero solo cuando paso la sombra de Judge, fue que el mayor volvió a tomar la palabra.

—Esperare pacientemente el día en el que regresen suplicando por mi ayuda, porque estoy seguro de que tarde o temprano, ese momento llegara, y no dudes de lo mucho que disfrutare el reírme en sus caras cuando lo hagan, Ichiji.

Por unos instantes, sus manos sufrieron un pequeño escozor, como si su propio subconsciente tratase de darle una última advertencia, pero lo ignoro. Si llegaba ese momento, él se aseguraría de hacerse cargo de todo. — Aun cuando se diera a esa situación, tu serias la última persona a la que le pediría ayuda.

—Una parte de mi lo sabía. Lo mucho que estaba arriesgando en ese momento, pero no quise escuchar, y terminé escupiéndole al cielo. — La voz de Ichiji salía llena de un gran resentimiento hacia sí mismo. — Quizás si hubiera dejado que las cosas siguieran como hasta ese entonces Reiju… E-Ella quizás…— Se mordió los labios de la impotencia.

—Ichiji, nada hubiera cambiado. — La siempre imperecedera voz de Katakuri se abrio paso en su mente — Tomaste la decisión acertada, mi espinela.

Eponi fue la única que se despidió de ellos cuando los vio salir a escondidas por la parte trasera de la mansión, entendiendo que era hora de que sus jóvenes amos dejaran el nido en el que se habían criado toda su vida en busca de forjar su propio camino, entre lágrimas la avanzada mujer les suplico que se cuidaran mucho, y que protegieran a Reiju.

Reiju le dijo que se volverían a ver pronto, desconociendo que a pesar de sus palabras, esa sería la última vez que verían a la septuagenaria mujer.

Y mientras corrían hacia el auto de Yonji, la sombra de Judge vio huir desde la ventana a los que alguna vez habían sido sus hijos, alejándose lo más posible de él ante su gris mirada.

—A pesar de las palabras de Judge, no confiaba en él. — En cualquier momento su padre podría cambiar de opinión y llamar a las autoridades aduciendo que le habían robado y raptado a su hija — Sabía que entrar a Londres por vía aérea era casi un suicidio. Arriesgarnos a que nos atrapasen en medio de aquellos rigurosos controles con pasaportes falsos era muy peligroso. Así que…—

—Usaron el Channel — Para Katakuri no fue difícil deducir su vía de escape — Bien pensado. — Los controles del túnel que cruzaba el canal de la mancha y unían a Francia con el Reino Unido eran mucho menos estrictos que los que habían por aire.

Ichiji asintió. La ruta era hasta tres veces más larga, tuvieron que viajar 300 kilómetros en auto hasta Calais y luego tomar el tren que los llevaría a suelo ingles en Folkestone.

—Fue una travesía interminable. — Solo quería que todo acabase ya y poner a salvo a su familia. — Durante todo el abordaje en el tren mis piernas temblaban al pensar que algún guardia nos detendría a preguntarnos si teníamos los papeles para sacar a Reiju del país. — Sentía un terror indescriptible de que le quitasen a Reiju, y no solo eso. La maleta que cargaba Niji estaba repleta del dinero de Judge, si alguien tan siquiera los encontraba sospechosos tenían todas las cartas para mandarlos a prisión. — Recuerdo que le dije a Reiju que a partir de ese momento hablara únicamente en Ingles. — En cuanto menos francófonos se viesen, más fácil seria para ellos entrar a Inglaterra sin levantar sospechas.

Ichiji soltó el aire contenido en su pecho, recordar esos momentos lo ponía tenso en extremo —Pero al llegar a Inglaterra un guardia nos detuvo cuando estábamos a punto de bajar del tren.

Buenas tardes jovencitos, pasaportes por favor. — El agente era un joven muy alto, de piel bronceada y corta cabellera azul. Educadamente les hizo una seña para que le entregasen sus papeles.

Reiju se ocultó detrás de las piernas de Sanji, y antes de que cualquiera que sus hermanos hablase, Ichiji les hizo una seña.

Él sería el único que manejaría esta situación.

Claro, aquí tiene. — Contesto en un perfecto acento británico. Actuando como si nada estuviese pasando cuando le entrego los cinco pasaportes.

Durante todo el tiempo que el oficial reviso los documentos con el sello de la corona inglesa, sus corazones amenazaban con salírseles del pecho, pero solo cuando les devolvieron sus papeles fue que los hermanos pudieron respirar en paz. 

 —Veo que todo está en orden señor Ross. — Ichiji asintió mientras tomaba de vuelta los pasaportes, «Reagan Ross» Era el nombre que salía en el pasaporte que le había mandado Vivi.

Pero instantes antes de que finalmente pudiesen salir de allí, el oficial se arrodillo a entregarle personalmente su pasaporte a Reiju, para después hacer algo que ninguno de los cuatro hermanos espero.

—«Voici Mademoiselle Ross, merci beaucoup» (Muchas gracias, señorita Ross, aquí tiene.)

—«à vous Monsieur!» (¡A usted señor!) — Cuando Reiju respondió de inmediato en un inconfundible francés, los cuatrillizos se paralizaron.

El muy maldito se había dado cuenta de que algo no cuadraba con ellos. Había hablado en francés apropósito solo para que Reiju le contestara en el mismo idioma y confirmar sus sospechas.

—Dime pequeña, ¿Qué es exactamente lo que vienen a hacer aquí en Inglaterra? — Retomo su conversación en ingles únicamente para comprobar su teoría.

Reiju vio por unos instantes a Ichiji, quien presionando fuertemente su mano, le dio la fuerza para continuar — V-Vinimos a visitar a nuestro abuelo. — Gracias al cielo que desde pequeña le había enseñado a hablar tanto en francés como en Ingles.

—¿Así? ¿Dónde vive tu abuelo? ¿Y dónde están tus padres? Eres muy pequeña para viajar sola con tus hermanos, ¿Por qué no viniste con ellos?

—Y-Yo… Yo no sé dónde vive mi abuelo señor. Es la primera vez que lo voy a conocer. — Niji se mordió los labios cuando escucho a Rei ¡Mierda! Esa respuesta los hacia ver demasiado sospechosos. Yonji estaba preparándose para tener que noquear al guardia en caso de que pasara algo más, pero fue entonces que Reiju decidió continuar — Solo sé que su restaurante está en Londres, y no vinimos con mis papás porque mi mamá falleció cuando yo nací y mi papá está muy ocupado trabajando.

—Oh, siento mucho lo de tu madre pequeña. — Resoplo el guardia viéndola con ligera tristeza — …Y tambien lo siento por esto. — Solo tuvo que hacer el amague de tomar su intercomunicador para que los corazones de los hermanos sufrieran un revuelo.

Los habían descubierto. Llamarían a seguridad, los encerrarían y les quitarían a Reiju.

—Niji, suelta tu equipaje, ahora. — Susurro el mayor ante la mirada de incredulidad del peliazul.

—¿Qué estas tra—

—¡Solo hazlo!

Al ver esa acción el hombre se detuvo por unos instantes. De ser necesario sacaría el gas pimienta, pero no tuvo la necesidad de hacerlo cuando el chico pelirrojo volvió a tomar la palabra.

—En esa maleta que mi hermano acaba de soltar hay doscientos sesenta mil euros en efectivo. — Era todo lo que logro tomar de la caja fuerte de Judge.

—¡Ichiji! — Sanji lo tomo del hombro con brusquedad ¿Acaso estaba fuera de sus cabales? No estaría pensando darle todo su dinero a ese guardia ¡Era lo único que tenían!

Pero el pelirrojo se deshizo del agarre rápidamente. No había tiempo de explicaciones, tendrían que confiar en él. — Sería una pena que la perdiese, ¿No lo cree?

—¿Acaso me estas sobornando muchachito? ¿Sabías que es un delito muy grave el sobornar a un agente de migraciones de su Majestad?

—Para nada, solo le estoy informando a un personal del tren que mi hermano “olvido” su equipaje. En fin, no dudo que aquel que lo encuentre será muy afortunado. — Argumento con voz neutra, a pesar de que por dentro se encontraba en extremo intranquilo.

Eso era todo, había movido a su Rey al frente en una última instancia. Solo habían dos salidas, o le hacían jaque, o ganaba la partida.

Y fue luego de un prolongado silencio que el hombre de cabellos azules sonrió de medio lado, guardando su intercomunicador en su chaleco.

Bienvenidos al Reino Unido.

—Escuchar esas palabras no solo significo un alivio para nosotros, de cierta forma, tambien nos liberó. Finalmente estábamos fuera del alcance de Judge, ya no tendríamos que vivir bajo su maldita sombra, ni la de su apellido.

Su llegada a Londres fue como redescubrir un nuevo mundo, en especial para Reiju, que había leído sobre aquella mágica ciudad de leyendas únicamente en los libros de Shakespeare, y que ahora, finalmente podía ver con sus propios ojos.

Pero su día aun no terminaba, ya que fueron recibidos por una de las cosas más típicas de la capital inglesa, y que a la larga, al menos a él, terminaría gustándole; la lluvia.

Aunque en aquellos momentos estar en medio de una tormenta y que ninguno de los cuatro tuviera la más mínima noción de donde se encontraba el restaurante de Zeff les dio varios problemas.

—¡Maldita sea Sanji, ya admítelo, estamos perdidos! — Renegó frustrado Yonji.

—¡No! ¡No estamos perdidos! Según Google Maps, el Barati está cruzando ese pasaje.

—¡Ya pasamos por ahí tres veces, estúpido! — Expreso Niji cansado.

Yonji gimió harto. Llevaban caminando en círculos una hora, estaban empapados y hacia un frio de los mil demonios. — ¿¡Porque ninguno de ustedes trajo un maldito paraguas!? ¡Esto es Londres! ¡Aquí llueve los 366 días del año!

—Cuanto lo siento Yonji, ¡Pero no se me ocurrió empacar uno cuando planeamos estas inesperadas vacaciones, reverendo imbecil! — Respondió con furia Sanji.

—¡Ahg, ya cállense los dos! — Ichiji los ignoro y siguió caminando, pero un tirón en su mano lo hizo detenerse.

—Ichiji, tengo hambre…— La titiritante voz de Reiju alerto al mayor y aplaco el argumento de los otros hermanos, callando al ver el frágil cuerpo de su hermanita temblando en medio de la lluvia.

Reiju jamás era de quejarse, y si lo hacía ahora era porque realmente estaba hambrienta. Ya se habían acabado todo el dinero que les quedaba con los boletos de bus a Londres, le habían dado todo a ese maldito guardia del tren. Sino encontraban a Zeff pronto estarían en graves aprietos.

—¿S-Sanji? ¿Sanji eres tú? — Los cinco se vieron frente a la desencajada mirada de un hombre de mediana edad con uniforme de cocinero y un paraguas que cargaba consigo una bolsa repleta de frutas frescas.

Sanji reacciono de la misma forma al reconocer a uno de los cocineros más antiguos del restaurante de su abuelo.

Carne…

No quería ni pensar lo que hubiera sido de ellos si Carne no los encontraba por accidente aquella noche en la que salió a comprar unos cuantos ingredientes que se habían acabado en la cocina a último minuto. Fue él mismo quien los llevo hasta el Baratie, y cuando Zeff recibió la noticia de que sus nietos habían llegado de manera sorpresiva, no dudo ni un segundo en ir a su encuentro, pero al abrir las puertas del restaurante su visión solo se pudo concentrar en una única persona, la pequeña que Ichiji cargaba entre sus brazos.

—Mas allá de asombrase cuando vio que los cinco nos veíamos como vagabundos empapados de lluvia en la puerta de su restaurante, cuando mi abuelo vio a Reiju, no fue capaz de contenerse. Era la primera vez que la tenía frente a él. — Zeff, el rudo veterano de guerra, rompió a llorar al finalmente tener la dicha de conocer a la pequeña por la que su amada hija dio su vida.

Sabía que su padre le prohibió a Zeff asistir al entierro de Sora, Judge no quería que el elitista circulo al que él pertenecía descubriera que su esposa provenía de una familia humilde, y lo que es peor, tampoco le permitió acercarse a ellos o conocer a Reiju.

¿Cuánto hubieran cambiado las cosas si Zeff hubiera estado allí para ellos cuando Sora se fue?

Pero todo aquello no era más que una pesadilla, porque finalmente habían llegado a un lugar en donde estarían a salvo, a un lugar en el cual quizás podrían tener algo que nunca tuvieron antes; un hogar.

—Tuvimos que empezar de nuevo a partir de allí. Quizás no era la vida a la que estábamos acostumbrados, pero al menos era una vida que nos pertenecía.

Desde el primer día Zeff les dejo bien en claro que si iban a vivir bajo su techo, no los iba a mantener gratis, los cuatro tendrían que trabajar, y así lo hicieron. Si habían tomado la decisión de hacerse cargo de Reiju, entonces a partir de ese momento tendrían que velar por ella.

Hasta que encontrase otro trabajo no le quedo de otra que ponerse un uniforme de camarero y empezar a atender las mesas del Baratie junto con Yonji y Niji, Sanji era el mas feliz de estar en la cocina con su abuelo.

Y aunque ciertamente ser reducido a un simple mozo no era algo que pensó hacer nunca en su vida, era mucho mejor que estar en Marsella bajo el yugo de Judge.

—¿Y con lo que respecta a Reiju…?

La mirada de Ichiji decayó por unos instantes, de repente su voz se había apagado. —Al mes de vivir en Londres, un paquete llego al Baratie.

Un sobre muy grueso en el que se notaban que había varios papeles dentro. Únicamente llevaba el nombre del destinatario: Vinsmoke Ichiji, y aunque no decía quien lo había enviado, con solo leer el país de procedencia, supo de inmediato que era de su padre.

—Dentro de aquel sobre Judge envió todos los papeles de la tenencia de Reiju. En resumidas cuentas, renunciaba a su regencia absoluta sobre ella. Fue él mismo quien le quito su apellido y dejo su entera custodia a nombre de mi abuelo.

No supo si sentirse aliviado, o por el contrario, muy contrariado.

Zeff por su parte se tomó muy mal la noticia, entre Sanji y Yonji tuvieron que contenerlo para evitar que tomara su antiguo uniforme de veterano y se embarcara rumbo a Paris en busca de Judge. A su abuelo le daba absolutamente igual que le quitara a Reiju su maldito apellido, pero lo que no podía tolerar, era que ese malnacido renegara su propia hija siendo apenas una niña indefensa.

—A nosotros no nos podía importar menos que Judge nos repudiara, pero a pesar de escupirnos a la cara que ya no éramos más sus hijos, fue a Reiju la única a la que le quito su apellido. Como si desease… — Se detuvo con miedo, desconociendo cómo continuar sin darle voz a todos esos temores que invadían su mente. — Como si desease borrar su existencia.

¿Y si las palabras de Judge eran ciertas?

¿Y si Reiju…. No era su hija?

A través de la mirada de oprimida del pelirrojo, el granate entendió la confusión de Ichiji oculta en medio del continuo silencio —¿Y que si es cierto? — Expuso con simpleza — ¿A estas alturas crees que un dato tan insignificante como ese cambia algo?

—¡Yo lo sé mejor que nadie! — Reafirmo mordiéndose los labios — Es solo que— Callo ocultándose en sí mismo — Mi madre…— Aun le era difícil creer que ella, que Sora hubiera estado con alguien más. Y si era cierto, y su madre tenía un amante, ¿Por qué este nunca la busco cuando estuvo enferma? ¿¡Porque permitió que pasara por toda esa angustia sola!?

—Ichiji, en muy contadas ocasiones la verdad resulta ser pura, y no siempre suele ser simple, pero a diferencia de muchos otros que desperdician su vida en busca de una, tu no la necesitas. Ya que solo tendrá la trascendencia que busques darle.

¿Qué era la verdad entonces? Unas palabras que definían el valor de una persona, o simples palabras a las que las personas le daban valor.

No importaba cual fuese la verdad, sino lo que hacías luego de saberla.

Ichiji soltó el aire acumulado en sus pulmones de forma lenta, no importaba que clase de predicamento o herida fuese; Katakuri siempre encontraba la forma de ser el paliativo perfecto para cualquier dolor.

Entrelazo sus delgados dedos contra la fuerte mano del mayor, sintiendo la rudeza de su etérea masculinidad a través de ese delicado tacto. Agradeciendo sus palabras mediante esa delicada caricia, y deseando en silencio que fuese su cuerpo, y no solo su mano, la que pudiese sentir el calor de su piel. — ¿Cómo haces que todo termine a tu favor siempre?

Katakuri bufo divertido, cerrando uno a uno sus largos dedos sobre la delicada mano de Ichiji. Era tan pequeña que podía cubrirla sin problemas con sus gruesos miembros. — No siempre mi espinela, no siempre. — Repitió calmadamente. — Porque en estos momentos nada me gustaría más que marcar tu cuello, quitarte la ropa prenda por prenda, y hacerte mío sin importarme una mierda lo pasara después, pero no podemos, aun no…

 —¿Y cuándo podremos? — Pregunto dibujando líneas imaginarias sobre el gran lienzo que era la palma de Katakuri.

—Cuando tú me lo pidas.

—¿Y si te lo pidiera ahora? — Rogo en un susurro.

Katakuri le sonrió suavemente, acariciando sus cabellos escarlatas con delicadeza, perdiendo sus dedos entre aquellos sedosos hilos rojos. Ichiji sintió su calor acercándose, y cerró los ojos, esperando deseoso aquel soplo de vida que siempre experimentaba cada que los labios de Katakuri colacionaban contra su piel, pero termino abriendo la mirada de forma desenfocada cuando los labios del granate besaron su frente de manera suave.

—Aun no mi espinela, no hasta que terminemos aquello que tenemos pendiente. No seas impaciente.

Su rostro se alzó presuntuoso, soltando una vanidosa risilla. — Claro. —Acepto sin más, porque si era capaz de esperar todo un cumulo de vidas por un simple roce de Katakuri, era capaz de esperar unos cuantos minutos más solo por sentir sus fuertes gruñidos detrás de su oreja.

— Si bien es cierto que ya teníamos un hogar, sabía que no podíamos quedarnos para siempre en el Baratie— No abusarían de la bondad del viejo Zeff, aun cuando este amenazara con echarlos cada que Niji se quedaba dormido en el horario de trabajo, o cuando Yonji se comía las reservas de la despensa a medianoche. Sabía que al senil chef le hacía muy feliz el tener a sus nietos a su lado, pero vivir en el camarote de un restaurante no era lo que quería para Reiju, y para darle la vida que su hermana merecía, antes tendría que obtener algo indispensable.

La custodia de Reiju.

Zeff había sido bastante claro con él la primera vez que sacó a colación el tema. No se la concedería hasta que sus hermanos y él le demostraran ser cien por ciento capaces de hacerse cargo de Reiju por su cuenta.

—Ichiji no entiendo porque quieres meterte en un embrollo como ese, lo único que vas a conseguir será que Zeff nos eche a la calle y no tengamos ni donde caernos muertos. — Exclamo exasperado el peliazul mientras terminaba de limpiar unas copas con un secador.

—Niji tiene razón. — Respaldo Sanji terminando de decorar un Cornish Pasty. — Después de todo lo que el viejo ha hecho por nosotros, que le pidas la custodia de Reiju es algo —Titubeo un poco antes de decirlo — …Descarado.

—¡No lo hago por ser un malagradecido! ¡Tú mismo lo has dicho Sanji, Zeff esta viejo! En cualquier momento podría ocurrirle algo, y prefiero asegurar la custodia de Reiju ahora que él aun respira a tener que pelear por ella en algún tribunal. Además—

Tuvo que callar cuando la molesta campana de la cocina empezo a vibrar con fuerza, siendo Yonji quien la presionaba sin parar. — Señoritas, ¿Les importaría dejar de chismosear por un momento y venir ayudarme con los pedidos? Apropósito, ¡Sanji date prisa con esas malditas empanadas, Killer está esperando desde hace media hora! — Desde que empezo a trabajar para su abuelo se había hecho muy amigo del rubio, a quien conoció porque era uno de los clientes más fieles de Zeff. 

Yonji cierra la boca y ven un segundo, los condenados clientes pueden esperar. — Gruño el pelirrojo.

—¿Otra vez quieres hablar de la custodia de Reiju?

—¡No dejamos Paris para cargarle a Zeff la responsabilidad de criar a Reiju! ¡Tenemos que hacerlo nosotros! Y para eso necesitamos encontrar otro trabajo, ganar más dinero y demostrarle al abuelo que somos capaces de hacernos cargo de ella por nuestra propia cuenta.

Tuvo que ser en extremo tajante en aquel momento, no quería dejarle tal responsabilidad a su abuelo. Hacerse cargo de una niña de siete años no debía ser su prioridad, sino la de ellos.

—Quizás fue un poco egoísta de mi parte el imponerme de esa forma por sobre mis hermanos, — Y lamentablemente, esa no sería la última vez que lo haría — pero en ese momento no me importaba. Solo quería darle a Reiju un lugar en donde pudiese ser feliz. — O quizás, solo quería asegurarse de que nadie se la pudiese quitar, ya que ella era lo único bueno que tenía. — Fue así como Sanji encontró un segundo trabajo como cocinero en un famoso restaurante de la ciudad en donde Vivi lo ayudo a ingresar, Niji se fue a Chanel como dependiente, Yonji empezo a trabajar en el Gimnasio de Killer, y yo… — Callo abruptamente sin saber cómo continuar.

—Buscaste la firma.

—De cierta forma. — Comento moviendo levemente la mirada. — Incluso podría decir que fue al revés, la firma me encontró a mi…

Por un momento tuvo la esperanza de volver a tocar, dedicarse a la música, pero era más que claro que tocando el piano por las noches en algún bar de Jazz no le daría el dinero que necesitaba para probarle a su abuelo que era capaz de hacerse con la custodia de Reiju.

—Fue mientras mandaba mi CV a todas las empresas de negocios que habían en el mercado, que me encontré con un artículo en The Economist; «Emperors», la firma más grande de los Estados Unidos movía su sede central en Nueva York para venir a Londres. — Comento aun sin poder creer cómo había cambiado su vida luego de encontrar por accidente aquel anuncio en un puesto de periódicos por The City. — Sabía que las chances de contratar a un recién graduado como yo eran extremadamente bajas; ni siquiera era un maldito abogado. — Expreso bufando — Y no hubiera postulado al bufete de no ser por un pequeño detalle…

Recordaba a la perfección el nombre de aquella firma, Judge la había usado para lograr expandir sus exportaciones a Asia. Lo que significaba que su padre había sido su cliente, y eso le podría dar una pequeña ventaja al momento de postular si sabía cómo barajear bien su maso.

Porque si había algo que todo administrativo novato debía saber, era que en un mundo tan peligroso y sin piedad como el de los negocios, el deberle un favor a alguien tenía incluso más peso que un pacto de sangre.

—Investigue el nombre del abogado que ayudo a mi padre; su nombre era Diez Barrels, y aunque descubrí que él ya no trabajaba más en la firma; me di con la sorpresa de que su hijo sí.

Drake.

—Ahora lo entiendo. — Katakuri se mostró soberbiamente sorprendido.

Aunque en esa época él aún no se involucraba con la firma de su padre, tenía perfecto conocimiento de todo lo que había ocurrido en Emperors durante su ausencia, no por nada se había dado el tiempo para leer todos los casos en donde el bufete estuvo involucrado desde su fundación, y su cerebro funcionaba endemoniadamente bien como para recordar cada caso, por más estúpido que fuera.

—Barrels fue uno de los abogados de nuestra rama mercantil hacia diez años, nunca fue tan sobresaliente en la firma hasta que logro ganar gran notoriedad luego del caso de los Aranceles de exportación a China que lo asedio hasta socio mayoritario. — Comento pensativo. — Así que usaste a tu favor el apellido de tu padre para conseguir trabajo en la firma.

—Si. — Reconoció contrariado. — No quería hacerlo. No quería depender de él, pero cuando postule a Emperors y llegue a mi entrevista con Drake, lo primero que hice fue decirle quien era mi padre. — El castaño reconoció de inmediato el apellido del hombre cuyo caso logro poner en el mapa a padre. — Llámalo tráfico de influencias si así lo deseas, pero fue gracias a eso que logre conseguir mi puesto.

Katakuri sonrió de manera maliciosa. —Para nada, hiciste lo necesario para sobresalir del resto, y ya sea cobrando un favor o no, pudiste manejar la situación de manera muy perspicaz. — Refuto — Además, de cierta forma eso me hace estar en deuda con el imbécil de Drake.

Las cejas de Ichiji se alzaron de forma graciosa — ¿Y eso por qué?

Katakuri le dio una mirada de aquellas que le provocaban espasmos en todo su cuerpo, aventurándose hasta cubrir el rostro del más joven con su imperecedera sombra, acortando la distancia entre ambos de tal forma que Ichiji estaba a un aliento de caer tumbado sobre la cama.  

— Porque de no haber sido por él, nunca hubieras llegado a hasta mí, mi tonta espinela. — Detallo sobre sus labios, siendo sus ojos sangre los que amenazaban con desnudar a Ichiji, deseoso hasta la locura por acariciar sus labios con su lengua, cincelar su piel con sus manos, y arrastrarse hasta su más profundo interior con su polla.

Los labios de Ichiji temblaron —E-Eso no es cierto… —Titubeo mordiéndolos con añoranza. Sin importarle que Katakuri lo tildara de loco. — Creo que sin importar como, me hubieras encontrado. — Lo sabía, muy dentro suyo lo sabía, y quería creer que Katakuri tambien.

Lo hubiera hecho sin dudar, mi espinela. Te hubiera buscado aunque me tomasen miles de años encontrarte…

Pero no le diría eso. — Tienes mucha imaginación, ¿Te lo han dicho?

—De vez en cuando. — Expreso viendo hacia esos delgados labios, deseando con todas sus fuerzas que fueran a acortar su distancia.

—¿Creíste que no lo lograría? — La sonrisa de Ichiji destello orgullosa estando sentado frente a frente con Zeff, ambos estaban en la única mesa cuyas sillas no estaban levantadas. Ya era pasada la medianoche, el Baratie había cerrado hacia horas y frente al viejo Chef había un cheque de veinte mil libras, su bono de ingreso a la firma. —Es tuyo, considéralo el pago por todo lo que hiciste por nosotros, pero ya es hora de que yo me haga cargo.

La mirada de Zeff no muto en lo absoluto, y sus brazos cruzados solo se destensaron cuando se levantó de la silla, disponiéndose a emprender el camino a su alcoba para finalmente poder descansar luego de un largo día de trabajo.

Quédatelo cereza idiota, no necesito tu limosna.

Una mueca de ofensa se pintó en el rostro del pelirrojo, levantándose ofuscadamente de la silla para detener el paso del mayor. — ¿¡Disculpa!? ¡Abuelo, no sé si ya presentas tus primeros episodios de demencia, pero olvidas que—

Mañana en la mañana iré al juzgado a firmar los papeles de Reiju — Lo interrumpió alzando la voz — Y en la tarde… — Continuo con frialdad — Quiero que los cinco se larguen de aquí.

La expresión del pelirrojo se distorsiono al escuchar esas palabras —¿Acaso te incomodo algo que dije? ¡Zeff teníamos un trato! No puedes botarnos todavía ¡Aun no tenemos—

—¡Esta es mi propiedad, y puedo echarlos cuando se me dé la gana! Ahora que los cuatro son capaces de caminar por su propia cuenta, no hay razón para que estén aquí un solo día más. — Fue allí que el anciano saco un objeto de su bolsillo, lanzando un par de llaves de entre sus manos, para ser recibidas en el aire por Ichiji.

¿Pero qué? — ¿Qué es esto? — Pregunto sin entender el gesto de Zeff.

El anciano agacho su cabeza por unos segundos, para después levantar su longeva mirada hasta ver el cuadro familiar que descansaba en la pared, junto con muchos otros. En ese brillaban las sonrisas de su amada esposa, y su dulce hija de pequeña.

Cada que las veía, las ganas de romperse eran insoportables.

Son las llaves de mi casa en Enfield. — Explico suspirando largamente —La última vez que Sora vino a Londres, ella me pregunto si planeaba hacer algo ella. Fue unos nueve meses antes de que falleciera. — En ese momento su hija irradiaba tanta vida, jamás imagino que en solo dos meses le diagnosticarían un cáncer en extremo agresivo y terminal. — Había venido porque tenía asistir a un evento junto con el miserable de tu padre, pero el muy bastardo ni siquiera se dignó a aparecer y la dejo plantada. Así que al día siguiente que vino a verme. Se veía muy emocionada, dijo que quería remodelarla, y cuando le pregunte la razón… — Suspiro pesadamente al recordar la sonrisa de su hija.

«—Quiero mudarme aquí con los niños, papá.

Los ojos de Ichiji se abrieron fuertemente al escuchar las palabras de Zeff. Entonces, ¿Su madre realmente considero divorciarse de Judge?

—Le dije que esa casa era suya por derecho, que hiciera lo que ella considerase mejor, pero como sabrás, nunca pudo llevar a cabo ese deseo. Y ahora, lo correcto es que ustedes la tengan.

—Entonces tu…

—Yo solo quería asegurarme de que Reiju no muriese de hambre estando al cuidado de ustedes cuatro, pobres estúpidos, pero ahora me doy cuenta que… — Su voz se cortó por unos segundos, e Ichiji creyó escuchar algo muy cercano a un gemido de dolor al ver la fuerte espalda del viejo. — Me doy cuenta que mi nieta… ha crecido rodeada por mucho amor. — Y aunque no lo admitiese, tambien estaba preocupado por ellos cuatro, pero no tenía por qué estarlo más.

Ichiji, Niji, Sanji y Yonji… Hija mía, sé que estarías muy orgullosa de ver la clase de hombres en la que se han convertido tus hijos.

—Ahora escúchame bien cereza idiota, la última condición para darte la tenencia de Reiju es que la traigas aquí al menos una vez por semana ¿Está claro? — Advirtió el mayor empezando a avanzar hasta las escaleras— Y que tambien, ninguno de ustedes se olvide de visitar a este viejo de vez en cuando.  

Ichiji sintió un ligero calor en su pecho al oír las palabras de Zeff ¿Conque así se sentía el tener un padre que se preocupase por ti?

—Abuelo…— Lo llamo una última vez, provocando que el mayor se detuviera a medio camino — Gracias por ser el padre que nunca tuvimos.

—Mi abuelo fue la primera persona que realmente se preocupó por nosotros luego de la muerte de mi madre. Incluso al hacerme el favor de rechazar el cheque de ingreso que me dieron en la firma me permitió remodelar la casa de mi madre. — Aunque valgan verdades, para Zeff hacerse cargo de ellos no fue ningún tipo de obligación, era simplemente lo que un padre tenía que hacer.

Proteger a sus hijos hasta que estos estuvieran listos para abrir sus alas y volar por su propia cuenta.

—Tu abuelo es un hombre muy admirable.

—Si…— Ichiji susurro lentamente — Lo es. — Su voz declino unos cuantos decibeles. — Fue por eso que quise ocultarle la verdad sobre la última recaída de Reiju y la situación de Yonji. — No quería hacer que Zeff pasase por más dolores de cabeza de los que ya había tenido al haberse hecho cargo de ellos.

Katakuri lo vio de manera expectante. Había llegado el momento en donde tendría que hablar con el granate sobre eso, el capítulo más bajo de su vida, la parte de la historia que más deseaba arrancar de todo el libro, pero que paradójicamente no podía desaparecer.

Había prometido contárselo todo, y aunque no quisiese reavivar toda aquella angustia, sabía que una parte suya estaba ansiosa de finalmente darle voz a todo aquel tormento, liberar toda esa carga mental que se vio obligado a aceptar, para evitarle tanto dolor a su familia.

—Yo les prometí que en Londres estaríamos bien, sin importar lo que pasara…— Se mordió los labios con impotencia — Pero no pude cumplir esa promesa.

—¿Cómo fue Ichiji? — Katakuri presiono su mano contra la delgada palma blanca, en busca de darle fuerzas para continuar, y que dejase de culparse por lo ocurrido. — ¿Cómo fue que te enteraste del cáncer de Reiju?

Su corazón sufrió un revés con solo escuchar tal pregunta.

—Siempre he sido una persona muy pedante. — Susurro con plausible frialdad — Creo saber más que otros, pero no porque sea alguien muy docto, que tambien lo soy, sino porque no me gusta no tener las respuestas. Pero… — Corto por palabras por unos breves segundos —Si hay una cosa que jamás quise saber, era el resultado de aquella tarde. El resultado que determinaría si Reiju tenía una neoplasia o no. Es la única respuesta que nunca quise saber, y cuando finalmente la supe, me odié. Me odie, y odie a mi maldita curiosidad, porque por primera vez, me arrepentía como nunca de saber todo lo que vendría de allí en adelante…

Culpa, la culpa no se ocultaba en el semblante de su espinela, y cuando Katakuri estaba a punto de mandar al diablo la regla de “No tocar de más” y volver a besarlo por segunda vez; una tercera voz invadió su camarote desde el altavoz, rompiendo con un ariete aquella muralla de cristal que ambos habían creado a su alrededor.

—«¡Buongiorno, no damas y caballeros! — Ichiji pudo escuchar una innegable esencia italiana en aquel acento. — …Les habla su sexy capitán — Y no pudo evitar soltar una ligera risa cuando aquella misma voz salió en un tono muy forzado solo para sonar más masculina — Les informo que en diez minutos estaremos aterrizando en el Aeropuerto de Zabentem en Bruselas. Claro, si es que alguno de ustedes aún sigue vivo como para poder salir caminando de aquella habitación luego de todos los gritos que se escucharon hasta la cabina. Dicho esto, les pido que por favor salgan del camarote para que se puedan abrocharse los cinturones y así evitar otra “sacudida” si saben a lo que me refiero. — Comento el piloto entre risas — Mi nombre es Pauli, y me despido deseando que cuando aterricemos aun tenga trabajo luego de haber dicho eso ultimo. — Sin más la transmisión se cortó, e Ichiji sonrió de medio lado al ver como Katakuri ponía los ojos en blanco.

—El tiempo es sin duda un enemigo impredecible, pero ni creas que hemos terminado. Retomaremos nuestra conversación más tarde. — Aseguro el granate al ver a Ichiji por el rabillo del ojo. Levantándose inmediatamente de la cama.

Ichiji estaba a punto de detenerlo, tomarlo de la camisa y decirle que no quería estar lejos de su calor, ya no más, pero fue entonces cuando Katakuri le tendió su mano para ayudarlo a ponerse de pie. — ¿Qué esperas? — Le menciono con una fresca sonrisa — Ya escuchaste al payaso del capitán.

Parpadeo confundido al ver tal acción por parte del granate, un inesperado impacto choco directamente contra el centro de su pecho, haciendo que poco a poco su rostro se manchara de un color muy similar al de sus cabellos escarlatas.

—Si.

Katakuri no le soltó la mano en ningún momento, no se lo permitió, y durante todo ese tiempo, su corazón no dejo de bombear de manera descontrolada.

A medida que se sentaron en los cómodos asientos delanteros del Jett, pudo ver a Katakuri sacar su iPhone y responder miles de mensajes con clara rapidez. Se veía tan concentrado en su trabajo como solo él podría estarlo, y aunque trato de liberarse de su agarre para que pudiese darle una mayor comodidad, de un fuerte apretón el granate se lo impidió.

¿Cómo sería estar a su lado siempre? Poder viajar junto a él, compartir sus mañanas, y suspirar en su oído por las noches.

Si bien hacia solo instantes había maldecido a sus ansias de conocimiento, en esos momentos no había nada que desease más que saber una única cosa.

¿Acaso Katakuri y él, podrían compartir un futuro juntos?

.              .              .

La mañana se encontraba inusualmente tranquila en el Hospital Saint Thomas, los amplios ventanales del interminable piso de oncología mostraban los resquicios de aquella intempestivita lluvia que de nueva cuenta se había desatado sobre la ciudad, y como siempre, acompañaba a Londres como su fiel guardiana.

Koala vio los inagotables destellos de agua apiñarse en las ventanas, tomándose un momento para detener el carrito de medicinas que llevaba y deleitarse al escuchar sus claros chapoteos. Para muchos ese sonido llegaba incluso a ser incomodo, pero para ella, aquellas gotas de lluvia representaban los anhelos de las personas que ya no podían estar más con ellos, y su manera de comunicar los deseos que dejaron pendientes a los vivos.

Era una forma romántica de ver a la muerte, sobre todo para ella, que muchas veces tenía que ver a niños agonizar y morir frente sus ojos sin poder hacer nada.

La joven enfermera continuo su camino hasta la zona de aislamiento, o como solían llamarla; el ala de la esperanza, porque incluso dentro de tanto dolor se podían encontrar pequeños halos de luz en medio de una torrencial lluvia, como lo eran los pocos afortunados que habían logrado ingresar a esa tan ansiada cúpula al conseguir el trasplante que cambiaría sus vidas.

Toco tres veces antes de entrar y rápidamente una sonrisa emocionada se dibujó en su rostro, nada animaba más a un paciente, y en especial a uno con cáncer, que una sonrisa.

Y si eso los ayudaba, entonces ella les daría cientos, miles; todas las que tenía.

—¡Buenos días Luffy! Espero que hayas dormido bien. Traje tu medicación de la maña…— La joven enfermera no fue capaz de continuar al tener que contener un gemido ahogado cuando encontró a no otro que al Doctor Trafalgar echado en la misma camilla de Luffy.

El oncólogo le hizo una traviesa seña para que guardase silencio mientras le giñaba un ojo, provocando que inmediatamente la castaña se tapara la boca por auto reflejo, dejándola aún más asombrada al ver el aura tan tranquila que rodeaba a ambos.  

Luffy se encontraba profundamente dormido, fuertemente abrazando al tórax del afamado oncólogo, y el mayor, en vez de rechazar su tacto, lo abrazaba de vuelta.

—Recién pudo conciliar el sueño hace unos minutos. No tuvo una buena noche. — Susurro el oncólogo.

Apenas habían terminado Winter Soldier, y a pesar de que la película duro más de dos horas, para el oncólogo todo había sido tan duradero como una fugas sonrisa. Ni Luffy ni él dejaron de hablar y reírse durante casi todo el filme. Hicieron comparaciones entre esa versión y la de los comics, discutieron acerca de los diseños de los trajes, e incluso los compararon con las antiguas versiones de las series animadas.

Era agradable poder hablar tan larga y tendidamente con otra persona que no fuera el imbécil de Eustass sobre comics, y más allá de eso…

Se sintió muy cómodo estando al lado de Luffy.

Koala abrio profundamente su mirada al ser testigo de cómo una suave, e inconsciente, sonrisa se formó en el rostro de su superior.

¿Esto realmente estaba pasando? El Doctor Trafalgar estaba sonriendo.

Nadie en la estación de enfermeras le iba a creer lo que acababa de presenciar.

—¿Vienes a suministrarle los inmunodepresivos y antieméticos? — Inquirió el doctor en medio de suaves murmullos, no quería despertar al menor.

Había cinco vasos plásticos repletos de puras pastillas esperando a Luffy en el porta medicamentos de Koala.

La enfermera asintió levemente — Tambien un par de ampollas, vitaminas sobre todo. — Comento con un mal sabor de boca. Muchas veces para poder ayudar a los pacientes con neoplasias, se les tenía que bombardear con cientos tratamientos que en la gran mayoría de casos ponían en gran riesgo la vida de los mismos. Lamentablemente no había otro camino, esto no era otra cosa que una batalla por la vida. — Tengo que inyectarle 5 ampollas ahora, y cinco más en la tarde.

—Lo se Koala. Olvidas que fui yo quien lo receto. — Declaro luego de un prolongado suspiro. — Regresa dentro de dos horas. — Anuncio viendo la imagen de Luffy profundamente dormido. No quería despertarlo para esto. Le había costado tanto conciliar el sueño como para que ahora tuviera que privarlo de este solo para darle a ingerir más y más pastillas, inyecciones y dolor.

Koala lo vio sin comprender la orden que le acababa de dar. — P-Pero Doctor Trafalgar, s-si no le doy estos fármacos entonces—

—Ingresa todo mediante sus vías. No lo vamos a despertar, es mi palabra final. — Dicto tomándose la libertad de darle un suave rose a los azabaches cabellos de Luffy.

Quién lo diría, sus cabellos eran muy suaves.

Le hubiera encantado descubrir si su aroma se comparaba a la suavidad de su textura, pero eso hubiera sido demasiado, y en especial con Koala allí. Así que únicamente se limitó a acariciar los cabellos del más joven antes de levantarse de la camilla dispuesto a visitar a sus demás pacientes, pero cuando estaba a punto de alejarse de Luffy, el firme puño del chico Monkey sobre su camisa evito que diera un paso más.

Aun estando dormido, no quería que se fuera.

Koala reacciono de manera preocupada — D-Doctor Trafalgar, ¡Permítame ayudarlo!

—No. Está bien. — Admitió el oncólogo. — Déjame su medicación, yo puedo encargarme. Continua con el resto de tus visitas Koala.

Quizás se podría quedar un rato más velando el sueño de su paciente, porque si, Luffy solo era eso, su paciente, y como todo buen profesional, tenía que velar por él, tal y como lo hacía por el resto.

Esto le daría tiempo para seguir la cronología de Marvel y verse de nueva cuenta Guardians of the Galaxy, aunque cabía la posibilidad de que Luffy se enojase por verla sin él.

Koala vio sonrió dulcemente antes de salir de la habitación de Luffy ¿Hace cuanto no veía al Doctor Trafalgar así de… feliz? Desde lo ocurrido con Reiju el pelinegro quedo inmerso en medio de las pesadas nubes grises de Londres, pero incluso en el invierno más cruel, logro encontrar a su rayo de sol.

El afamado galeno levanto la vista cuando noto que la lluvia había dejado de caer, vio a Luffy, durmiendo tranquilo y protegido entre sus brazos, y un singular pensamiento se apodero de su mente; pensamiento que le hizo reír de medio lado al considerar lo pecaminoso que era si tenía en cuenta que apenas contaba con diecinueve años.

Y es que Luffy se veía muy bien en sus brazos.

—Vaya tontería. — Resoplo en pausa ¿En qué estaba pensando?

De imprevisto su teléfono empezo a vibrar, y pudo ver una nueva notificación en su iPhone, era un mensaje de Corazón y al leerlo alzo una ceja de manera aburrida.

«¡Buen día hijo! ¿Cómo sigues? No nos hemos visto en días. Quizás puedas darte un tiempo para venir a almorzar ¡Hare esa pasta de champiñones con pescado a la plancha que tanto te gusta! ¡Te espera y ama mucho, papá!»

Bueno, al menos la comida haría su estadía más “soportable”. No veía a su padre desde el episodio que tuvo luego del trasplante de Reiju, y no estaría mal ir a visitarlo.

Y aunque jamás lo admitiera en voz alta, tambien lo extrañaba.

.              .              .

No llevaba ni cinco minutos sentado, pero ya no era capaz de controlar el insoportable temblor de sus piernas, era la única forma que conocía para liberar su latente tensión, después de ponerse a comer como maniático claro está, pero lamentablemente no había traído nada de comida consigo, así que solo le quedaban sus tics nerviosos.

No veía a su padre en años, y ahora, después de tanto tiempo, estaban separados por solo unos muros de distancia. En cualquier momento saldría de la sofisticada puerta que se hallaba al final de aquel lujoso pasillo en donde los tonos dorados y escarlatas destacaban por doquier.

Centro su mirada en la recepción que estaba a solo unos pasos de donde estaba sentado, y en el logo de la compañía que brillaba en el centro de todo; «Gold Petrolium», las letras, como su propio nombre lo indicaba, estaban bañadas de oro; oro negro.

Era gracioso que a pesar de ser el hijo del dueño de la compañía líder en producción petrolera del continente, Roger no fuera más que un desconocido a sus ojos.

¿¡Cuánto tiempo más se iba a demorar!?

Aun no tenía noticias de su hermano, así que en cuanto más pronto terminara toda esta farsa, más rápidamente podría volver con Luffy.

Fue entonces que Pascia, la secretaria de su padre, lo llamo en una comprensiva voz desde la recepción, anunciándole que su padre lo atendería en unos segundos, cosa que inesperadamente logro tensarlo en gran medida.

Un instantáneo vapuleo resonó en medio del apabullante silencio, y al escuchar unos impacientes pasos abrirse camino hacia él de manera desesperada, el pecoso termino encogiendo la mirada.

«Haces esto por mamá, recuérdalo.» Se repitió internamente.

—Ace. — El llamado salió incluso con temor, y al levantar la mirada, el joven pelinegro pudo ver un fidedigno reflejo suyo frente a si, con la única diferencia de que habían muchos más inviernos en su haber.

Presiono los puños con resignación, el parecido entre ambos era innegable. Y no había nada que odiase más que ser su viva imagen.

Pero contrariamente al cumulo de sentimientos del más joven, Roger se encontraba profundamente conmovido de ver su hijo. El mismo que después de mucho, finalmente reaparecía frente a él.

¿En dónde había quedado el niño de brillante sonrisa que lo seguía como si fuera su mini sombra? ¿En qué momento se había vuelto un hombre?

—H-Hola Roger. — Susurro incomodo levantándose del mueble de cuero, pero ocultando la mirada detrás de su capucha naranja.

Ni en sueños lo llamaría padre.

A pesar de que una amarga opresión se acumuló en su pecho al escuchar que su propio hijo no lo llamara papá luego de tantos años sin verse, el mayor ignoro su rechazo y se acercó hasta Ace para romper la fina línea que había entre ambos al abrazar a su hijo con toda la fuerza que tenía.

Ace reacciono tratando de esquivar su acción, pero poco pudo hacer cuando sintió el calor de Roger en la nuca.

—¡Por Dios, mírate! ¡Cuanto has crecido Ace! — Acepto un emocionado Roger tomándolo de los hombros aun cuando el pelinegro estaba claramente incomodo por el intimo contacto entre ambos. — ¿Cuándo fue la última vez que te vi? ¡Espera, no me digas! Lo recuerdo perfectamente, fue aquella vez ¡En el acuario! ¿Lo recuerdas?

—No. — Expreso con notorio desagrado. — No lo recuerdo en lo absoluto.

El incomodo silencio que le siguió a sus palabras lograron que la expresión del mayor finalmente decayese. Roger se vio perdido por unos segundos, para después soltar una contagiosa sonrisa que desencajo a Ace.

—¡Tienes razón! Que tonto soy; apenas eras un crio. Descuida ¡Es normal que no lo recuerdes, hijo!

Esa reacción más que aligerar el ambiente, solo logro exasperar más al pecoso. Como siempre, Roger tomándose todo por culo.

Rodo los ojos con hastió. — Como sea.

Roger no comento nada sobre la actitud de su hijo. Entendía su arisco comportamiento y no dudaba que estaba allí únicamente por Rouge, pero eso no le quitaría la inmensa alegría de tenerlo junto a él, aun cuando el menor sintiera exactamente lo contrario. —Ha pasado tanto tiempo Ace, y hay mucho de qué hablar ¿Cómo has estado?

—Vine a Londres para tratar el cáncer de mi hermano, Roger. Claramente no estoy bien.

Pascia desvió su mirada de los miles de documentos que tenía que terminar de alistar para su jefe al escuchar aquella tajante respuesta de parte del más joven. Llevaba mucho tiempo trabajando en aquella compañía, y sabia mejor que nadie que cualquier persona que se atreviese a hablarle de tal forma al Señor Gold pagaría muy caro tal ofensa, pero por lo visto el magnate no era capaz de actuar de la misma forma con su hijo.

—Lo lamento. — Se excuso aun cuando Ace ni siquiera mostraba deseos de escucharlo —No debí preguntar eso. Y cuéntame ¿Cómo esta tu ma—

Pero antes de poder terminar su pregunta, el mayor fue abruptamente empujado por la inhóspita fuerza de un emocionado pelirrojo que no dudo en abrazar al más joven dejándolo totalmente desencajado.

—¡No puede ser, Ace! ¿¡Realmente eres tú!? ¡Joder, claro que si eres tú! ¡Con esa cara, Roger no podría negarte ni aunque quisiera! ¡Eres su viva imagen! ¡Es como si él te hubiera concebido solo!

Los ojos de Ace se ablandaron con mezcolanza. —¿Uhm? — ¿Quién diablos era ese hombre que le hablaba con tanta naturalidad?

Shanks noto la confusión del pecoso, y antes de que Roger aclarara su duda, el pelirrojo resolvió su predicamento con una contagiosa sonrisa. — ¿Acaso no te acuerdas de mí? ¡Soy Shanks! ¡Te conozco desde que estabas en los testículos de tu padre! ¡Dahahaha!

—¡Demonios Shanks! Tampoco es necesario ser tan especifico. — Reconoció el mayor rascándose el mostacho.

A pesar de que no deseo hacerlo, y trato de controlarse, Ace termino estallando de la risa hasta casi sufrir un ataque de asma. — ¡Pero qué cosas estas diciendo! — Comento aun entre lágrimas. No recordaba nada de ese sujeto, pero quien quiera que sea, vaya que tenía sentido del humor.

—¡Dahahaha! ¡Nada que no sea verdad! ¿De dónde rayos crees que salió esa cara? — Rememoro el pelirrojo entre risas mientras le picaba una mejilla a Ace, acción que lejos de repeler, el menor acepto con una enorme sonrisa.

Permitir que alguien tocara sus graciosas pecas significaba que se había ganado su confianza.

Roger termino mostrando una pausada sonrisa al ver a su hijo actuar de forma tan natural con Shanks, vaya que había desarrollado un buen sentido del humor para aguantar las payasadas del pelirrojo, aunque tambien fue víctima de un singular sentimiento de tristeza, ya que nada le gustaría más que Ace tambien fuera así con él.

Por lo visto no eran tan diferentes el uno del otro. Ambos podrían llegar a ser grandes amigos si el menor se lo permitía.

—¿Y que hay con ese acento de macho, pequeño niño londinense? Los años no han pasado en vano ¡Suenas como un hombre de verdad! — Entredijo el pelirrojo al escuchar ese pequeño pero innegable tono de su natal Escocia en los labios de Ace.

El pecoso se tomó con gracia la aseveración de Shanks. Luego de vivir tanto tiempo en Edimburgo fue imposible que no se le pegasen una cosa o dos. — ¿Y qué me dices de ti? — Desafío con una risa burlona — Cuando escuché que te llamabas Shanks tambien pensé que eras hombre.

—¡Dahahaha! ¡Tienes chispa! ¿Qué te parece si vamos por un par de tragos tú y yo? No podía darte alcohol al ser un infante que apenas podía caminar cuando tu descuidado padre me dejaba a cargo de ti, pero eso ya no será más un inconveniente ¡Vamos! ¡Tenemos mucho de qué platicar! —Invito el pelirrojo con una sagas sonrisa. — Te dire que tengo una colección especial de Scotch de setenta años oculta en una gaveta de mi oficina que he estado guardando para un momento como este. — Soltó eso último en un susurro.  

Ace sonrió de medio lado, su madre no estaría para nada contenta con eso, pero sería una ofensa si rechazaba la oportunidad de probar un scotch tan fino. — ¿Y que estamos esperando?

El pelirrojo mostro una aparatosa sonrisa. El menor sin duda había heredado algunos rasgos de Roger; como su innegable frescura. —¡Perfecto! Entonces esta decidi—

—Shanks — No obstante, al escuchar la voz de su mentor en la espalda, el pelirrojo sintió un muy ligero sudor frio recorrerlo. — Jamás he tenido nada en contra del buen Escoses, pero ¿Por qué no quedas con Ace, otro día?

Aun cuando una añeja sonrisa realzara el frondoso bigote de Roger, Shanks pudo distinguir con claridad esa aura. El mayor jamás necesito alzar la voz, o tan si quiera mostrar el más ligero cambio de humor para doblegar a las personas ante él.

Y en esos momentos, Roger no le estaba dando una recomendación; le estaba dando una orden explicita.

—Maldición… — Soltó en medio de un hondo suspiro — Y yo que me moría de ganas de abrir esa botella. Supongo que tendré que aguardar un poco más. Descuida Ace, prometo no abrirla con nadie más que no sea contigo.

Ace frunció el ceño sin entender lo que acababa de pasar ¿Por qué Shanks cambio tan de repente luego de escuchar al idiota de Roger?

— Pero ¿Y que hay con—

—¡Vamos niño! ¡No viniste a verme a mí, viniste a verlo a él! — Señalo al mayor a modo de reclamo — Descuida, ahora que sé que estas en Londres prometo no perderte de vista ¡Mándale saludos a tu madre de mi parte! — Reconoció dándose media vuelta, listo para irse a buscar algún lugar en donde pudiese beber tranquilo evitando a su esposo, y no pensar en todos los problemas que sabía que tenía encima.

Aunque no quisiera tenía que irse. Finalmente estaba frente a Roger la oportunidad que por tanto tiempo deseo, y aunque le ponía muy feliz volver a ver a Ace, era más importante que padre e hijo tratasen de al menos recuperar aquella relación que quedo tan dañada luego de infinidad de mentiras y engaños.

Secretamente, esa era una de las razones por la que más deseaba hablar con Ace, porque el pecoso únicamente conocía un lado de la historia, y no era justo que Roger siguiera pagando por una culpa que no fue únicamente suya, sino tambien de su madre.

Ace mordió sus labios cuando Shanks desapareció tras la puerta del sombrío elevador.

Ahora solo quedaban Roger y él, lo último que necesitaba. Al menos con Shanks allí era un poco más tolerable estar cerca suyo.

—¿Recuerdas a Shanks? — La voz del empresario en su espalda salió como una suave pregunta. Lo último que quería era incomodar a su hijo, lo que parecía imposible teniendo en cuenta que las emociones de Ace para con él era como recorrer un campo minado.

Si hablaba de más, el menor explotaría.  

—No. — Reconoció con cierta vergüenza luego de un leve silencio, ya que por lo visto el pelirrojo parecía rememorarlo a la perfección, a diferencia de él. — Pero él a mí sí.

—Por supuesto que lo hace. A ese idiota siempre le han gustado los niños, y le encantaba jugar contigo desde que eras un bebe. — Admitió con melancolía. — Shanks es el hijo de mi socio y mejor amigo, — Comento eso último en un tono ligeramente diferente — Le enseñe todo lo que sabe. Trabajo conmigo desde que se graduó de la universidad. Es un muchacho muy empeñoso, y una gran persona.

Ace se sintió repentinamente incomodo ante la declaración de Roger —Y-Ya veo. — Susurro en medio de una extraña confusión. No pensó pasar por una situación así, pero de cierta forma sintió un nudo en la garganta al descubrir que para su padre no fue difícil desplazarlo luego de que su madre y él desaparecieran de su vida.

— B-Bueno, ya comprobé que aun respirabas. Supongo que no tengo nada más que hacer aquí. — Susurro bajo, rascando su nuca.

—¡Espera Ace! — Roger lo llamo antes de que fuese a dar un paso — ¿Qué te parece si vamos a comer algo? ¡Conozco un lugar donde hacen un excelente Eton mess! — Menciono emocionado. Jamás olvidaría el postre favorito de su hijo.

El pecoso suspiro incomodo — Roger, no tenemos que hacer esto.

—¿Hacer qué? — Hablo en medio de una llamativa expresión.

Ace gruño exasperado. Aunque hubiera mucha gente que respetara y temiera a su padre a partes iguales, Roger no dejaba de ser un completo imbécil cuando le convenia. —«Esto» — Fingir que nada ha pasado entre nosotros y jugar a la familia feliz. — Solo vine porque mi madre me lo pidió, y eso ya está hecho. Además, ni siquiera tengo hambre. — Rebatió en un bufido, sin embargo, su máscara de indiferencia se vio destrozada cuando de su propio estomago salió un voraz rugido que de manera tacita le estaba ordenando que no fuera tan cretino y aceptara la maldita invitación.

— ¡Hahaha! ¿Estás seguro que no tienes hambre? ¡Vamos! Prometo que no te arrepentirás.

La para nada discreta risa de su padre hizo que abruptamente sus pecas cambiasen de tono hacia un potente escarlata.

¡Demonios! ¿¡Por qué nunca nada le salía bien!? — D-De acuerdo… ¡Pero tu pagas! — Advirtió ofuscado.

—¡Así se habla! — Exclamo con una gran sonrisa floreciendo en todo su rostro. Estaba a punto de volver a abrazar a su hijo por los hombros sin importarle el riesgo que correría, hasta que Pascia lo nombro de manera inesperada.

—S-Señor Gold, disculpe que interrumpa la conversación con su hijo. — El nervioso llamado de su peliazul y joven ayudante lo detuvo por unos instantes. — Pero en media hora tiene una reunión con la UKPIA ¿Les digo que llegara media hora más tarde? Es para redefinir el proyecto del nuevo Oleoducto en el mar del Norte.

Ace puso los ojos en blanco al escuchar las palabras de la secretaria de su padre, ¿Por qué no le sorprendía? Roger solo tenía tiempo para él, y su cochino dine—

—¡Diles que se vayan al infierno! — Rebatió con gracia, dejando a Ace con la mirada perdida— ¡Reprograma todas mis citas del día, cariño! Hoy se lo dedicare exclusivamente a mi hijo.

Al escuchar la voz de Pascia, Roger pudo ver por unos instantes la misma mirada de frustración de su antigua esposa en los ojos de Ace ¿Cuántas veces le había hecho pasar por lo mismo a Rouge? Por, según él, pensar en su futuro y el de su hijo, y a la larga esa fue una de las tantas razones por las que terminaron separándose.

Pero ya había aprendido de sus errores.

Y perderse diecisiete años de la vida de su pequeño había sido suficiente castigo.

—¿Qué esperas Ace? ¡Larguémonos de aquí! ¡Te daré el honor de escoger el auto en el que iremos! ¡Amaras mi colección!

Ace parpadeo confundido, aun sin asimilar lo que acababa de ocurrir frente a sus ojos.

¿Acaso Roger… se estaba haciendo tiempo para él?

—¡Apresúrate Ace! ¡Tenemos que darnos prisa antes de que todos los holgazanes a los que les doy trabajo salgan a almorzar y vuelvan el tráfico de The City un caos! — Animo el de mostacho en un cálido tono paternal.

—S-Si, voy.

.              .              .

King agito su Old fashioned glass en sepulcral silencio, admirando la perfección de los esféricos y perfectos hielos transparentes bailando a través del labrado cristal. Había terminado de relatarle a Queen la razón tras su inesperada llegada y tuvo que esperar taciturnamente hasta que el rubio diera por terminada la sarta de insultos y maldiciones que tenía acumuladas en su garganta para volver a tomar la palabra.

—Maldita sea… — Regurgito su socio— ¡Esto es peor de lo que pensábamos!

—¿Poque crees que llegue de forma tan espontanea? — Reanudo el albino envuelto en una seriedad extrema— Y en vez de encontrar a Kuri para tratar la delicada situación de su padre; encuentro a nuestra joven secretaria en medio de un colapso mental ocasionado por tu soberano descuido, me doy con la inesperada noticia de que Vi fue a encontrarse a hurtadillas con el amante que todos sabemos que tiene en pleno horario laboral, ¡Y para colmo de males! ¡Tengo la repugnante sorpresa de encontrarme a esa…!  — Callo al sentir un cruento acido en los labios. Aun no existía una palabra en la lengua inglesa para describir el desagrado que le provocaba esa mujer. — Y la cereza sobre el pastel; tu…— Determino mirando fijamente a Queen — ¡Que no pudiste resolver un asunto tan irrelevante como el del mocoso Vinsmoke! ¡Es por esta clase de mierdas que no he tomado vacaciones en más de veinticinco años, maldito imbécil!

—¡Mira lastre! Si quieres jugar a “Echémosle la culpa de todos nuestros males a Queen” ¡Bien! Pero preferiría que busquemos una solución a todo esto en vez de seguir viendo tus espantosas cejas albinas fruncidas.

King refunfuño con potente cansancio, necesitaba de un par de aspirinas con urgencia. — …No están habiendo avances con él, Queen. — Siempre supo que ir a Londres sería una moneda al aire, pero quiso creer que al menos habría algún cambio, aunque fuera el más mínimo.

El rubio arrugo la mirada, procediendo a buscar su encendedor en los bolsillos de su saco para poder fumar otro habano. — Kuri lo sabía de antemano. Más que todos. — Comento con pesadez. — Al menos lo intento, y teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido, Kaido debe agradecerle al jodido Dios que su hijo haya hecho tanto por él, aun sin merecerlo.

—Queen, no es el maldito momento para esto.

—¿Con quién crees que estás hablando, imbécil? — Rebatió el rubio — Aunque suene prepotente, — O triste — somos las únicas dos personas sobre la faz de la tierra que verdaderamente apreciamos a Kaido, pero eso no significa que ignoremos lo obvio.

El de cabellos blancos permaneció en silencio unos cuantos segundos, recostándose sobre la silla de su escritorio. — ¿A estas alturas crees que no lo sé? — Su vaso de Whisky trono con rudeza por la opresión que ejercía sobre este. — Es solo que no necesito escuchar esa mierda justo ahora.

Y en especial ahora.

Entrecerró los ojos con irritación, concentrándose con absoluto mutismo en su oficina. Era un reflejó fidedigno de su persona, un lugar en extremo sobrio, y minimalista; a todas luces sombrío, donde el ónix y los tonos lúgubres habitaban por doquier, y sin embargo, la única cosa que guardaba algo de color habitaba en su escritorio, y era la fotografía enmarcada de un sonriente niño de cuatro años.

Un hermoso niño de tiernos ojos escarlata y brillantes cabellos granates.

«Yo mejor que nadie lo se. Porque fui yo el que permitió que le arrebatan esa sonrisa.»

Podía recordar perfectamente sus lágrimas, su dolor, y su miedo; su inusitado terror a llorar.

Lo veía aguantar los gemidos que imploraban por salir de su boca, a las lágrimas acorraladas en sus eclipsados ojos mientras limpiaba las manchas de sangre.

Al quitarle el suéter, King noto en el acto la piel morada y los raspones que decoraban toda su piel.

Aun cuando Katakuri se mantuvo en silencio y sin decir ni una palabra, no dudaba de que esa noche Kaido lo había golpeado hasta hartarse.

Y lo peor es que ni siquiera era la primera vez.

Coloco una bolsa de hielo sobre el abultado ojo del menor.

En esos momentos no había nada que deseara más que ir a buscar a Kaido, y matarlo con sus propias manos.

¿P-Por qué? — Fue la primera palabra que King escucho del menor desde que llego a su casa, salida de los labios rotos y con rastros de sangre seca. — N-No lo comprendo… ¿P-Por que me odia tanto?

Y más que una pregunta… Fue una súplica.

—No, Kuri. — Negó con la cabeza acariciando sus lindos cabellos granate — Él no te odia. Tu padre te ama — Se sintió tan sucio al decir esas palabras — Es solo que… ha tenido una vida muy complicada.

¿Qué más podía responder?

¿Justificar a Kaido diciéndole a su hijo que había vivido una infancia miserable? ¿Decirle que ya no sabía cómo lidiar con las flagrantes infidelidades de su madre y se descargaba con todo lo que tenía enfrente? ¿¡Revelarle que Linlin casi había arrastrado a la locura a su padre!?

—É-Él d-dice que… que me esta h-haciendo un hombre… y…y q-que llorar es de maricas… Q-Que los hombres d-de verdad n-no lloran… — King noto como Katakuri se mordía con fuerza los labios, y era tal la presión que ejercía sobre su propio cuerpo que estos habían vuelto a sangrar.

Miedo, siendo apenas un infante, Katakuri tenía pánico a llorar.

—P-Pero…¡Y-Yo no quiero! ¡N-No quiero ser un hombre! ¡No quiero ser un hombre si eso significa que seré como ese monstruo!

No fue capaz de soportarlas por más tiempo, su pequeño, aquel pobre niño de solo tres años, le había dado rienda suelta a todo su dolor a través de gruesas y pesadas lágrimas.

Nadie que lo conociera diría jamás que Albert King era alguien cariñoso, de hecho, él podía tener muchos calificativos, unos mucho más grotescos que otros sin duda, pero cariñoso no era uno de ellos. Sin embargo, con ese niño, su niño; toda muralla de frialdad y rectitud se caía a pedazos en segundos.

—Kuri, ven aquí. — No dudo en tomarlo entre sus brazos, dejando que todo ese dolor saliera a flote.

—K-King… no quiero ¡No quiero ser como él! — Suplico horrorizado — ¡No quiero que golpee más a mi mamá! ¡No quiero que insulte más a mis hermanos! ¡É-Él los llama bastardos, King! Ellos no son bastardos… S-Son mi familia…

Estaba quebrado. Era tan pequeño, solo un infante, y nadie estaba dispuesto a luchar por él, a ser su campeón… A defenderlo.

¿Qué podía hacer él? Sabía que no debía meterse. No podía meterse. Si lo hacía, todo se perdería. Todo por lo que en algún momento lucho. Todo lo que habían construido caería ante sus ojos como un castillo de naipes.  

—¿P-Porque no pudiste ser tú mi papá, K-King?

Su silencio fue sepulcral.

¿Quién lo diría? Un niño. Un simple niño había logrado lo que sus miles de adversarios no pudieron hacer en años de intentos fallidos. Porque sabían muy bien que alguien como él no tenía debilidad alguna… Hasta ahora.

King no espero para arrodillarse ante él. Pidiéndole perdón mil veces en silencio, por no ser capaz de hacer lo que sabía que tenía que hacer.

Kuri, no tienes por qué decir eso. Yo ya soy tu padre. Nunca olvides eso.

No podía meterse, no debía meterse, eso lo sabía muy bien. Pero había algo que si podía hacer

Katakuri, necesito que te calmes y me escuches atentamente. — Le recalo retirando la bolsa de hielo para ver directamente hacia esos ojos repletos de lágrimas.

En momento quizás no fue consciente de su acción, pero las siguientes palabras que le daría a su hijo, marcarían para siempre la vida de Katakuri.

—No te mentiré hijo, el mundo es un lugar muy cruel, y en este existen personas repletas de odio que nunca comprenderán con las palabras, pero eso no significa que tienes que soportar su mierda solo porque si ¿Me oíste bien? Si se atreven a tocar a alguien que es importante para ti; ¡Destrózalo! ¡No dudes en atacar! Y no tienes por qué sentirte culpable de hacerlo. Solo defiéndete. No permitas que nadie te trate como menos, sin importar quien sea, y si te tiran al suelo, ¡No dejes de levantarte hasta que sean ellos los que caigan! Tú tienes una razón por la cual seguir de pie ¿O me equivoco? ¡Ellos son tu fortaleza! No lo olvides nunca.

«No puedo defenderte, pero si puedo darte las armas para que tú mismo lo hagas.»

Aun ahora recordaba la potencia con la que Katakuri lo veía, su pequeño ojo morado brillaba, pero ya no más de miedo, sino de coraje.

No tenía por qué sentir miedo, ni mucho menos culpa, no si peleaba por algo que amaba.

Si nadie estaba dispuesto a luchar por ellos, ¡Entonces él mismo se pondría la armadura, y atacaría de muerte al dragón! ¡Defendería a su familia sin importar el costo! Así quedara carbonizado por su fuego, se levantaría de sus cenizas y no pararía hasta bañarse con su sangre.

Albert King tenía muchos más ayeres que mañanas en su haber, había vivido una vida repleta de éxitos, aunque claro, tuvo que luchar en una pelea sin cuartel por cada uno de ellos. Nadie le había dado nada, y desde pequeño aprendió que si quería algo, tendría que atacar sin piedad por obtenerlo.

Creyó que nunca experimentaría algo tan si quiera cercano al resentimiento por todos los daños colaterales que ocasiono en su llegada a la cima, pero siempre llegaba ese momento, ese maldito momento en la vida de una persona donde reflexionaba sobre todos los errores de su vida al ser consciente de la cuenta regresiva que llevaba por delante, y ese momento, en contra de todos sus deseos, había llegado.

Por lo visto, era más humano de lo que pensó. Y era una mierda.

—A veces pienso que quizás… Pude haber hecho las cosas de manera distinta. — Cavilo devuelta en el presente. 

Así tal vez no sería tan complicado para Katakuri; y le hubiera ahorrado tanto dolor.

Queen vio la brasa de su habano consumirse lentamente, sabiendo que hasta ahora King se culpaba por todas aquellas cosas que no hizo en antaño. — Dudo que hubiese cambiado mucho. Katakuri y Kaido… — Desahogo su pecho con claro malestar. — Su relación estaba destinada a fracasar desde el principio. No podíamos pedir mucho. Él no nació para ser padre; eso siempre lo supimos.

—Y aun así, de alguna manera inexplicable Katakuri logro lo imposible, — Acepto el albino aun sin poder creerlo — Derroto todas las probabilidades que estaban en su contra. — Los momentos de introspección en el albino eran muy escasos, pero si los tenía. Y este era uno de ellos. —Logro ser mucho mejor persona que Kaido, Linlin, tú, y yo juntos. — Reconoció en un último susurro —Ese es mi único consuelo. El dolor no lo valió, pero al menos puedo tener ese mínimo consuelo.

Porque a diferencia suya, Katakuri si estaba dispuesto a proteger lo que amaba.

Sin importarle las consecuencias.

—Lamentablemente no somos nosotros los que se pueden adjudicar de haber logrado tal obra. — Rebatió Queen trayendo a colación un tema que el cualquier otro escenario, hubiera sido apócrifo para ambos. — Rebecca me confesó que la menciono. — Guardo silencio al ver a King levantar la mirada estrepitosamente — La menciono frente a Linlin.

La mirada de King se oscureció varios tonos al oír tales palabras. —Niña estúpida… ¿Por qué hizo semejante sandes? — Si Katakuri se llegaba a enterar, no quería ni imaginar lo que sería capaz de hacerle a Rebecca.

—Sabes muy bien porque lo hizo. — Recordó Queen al agachar la mirada — …No eres el único que guarda resentimientos King.

Muchas cosas habían ocurrido, muchas maquinaciones que se desarrollaron tras bambalinas. Una historia de dos amantes sin igual, una posible vida de eterna alegría, una sonrisa marchita, una felicidad truncada, y el peor de los finales.

—Ya tuve suficiente. No quiero escuchar más tu maldita voz, Queen.

—¿Tu tampoco quieres recordarlo, no? Pero por más que deseemos, no podemos escapar del pasado King. — Reconoció sin más un abatido Queen.

—Por supuesto que no. — Se levanto de la silla, terminando de un solo sorbo todo el Whisky que restaba en el vaso. —Pero yo no huyo de mis errores. Llegará el día en el que pague por mis pecados. Hace mucho deje de temerle al juicio final, pero ese día — Cavilo por unos instantes — Ese día no es hoy.

No perdería tiempo en mirar atrás, ni retroceder hasta aquel momento en donde casi se sintió morir en vida al saber que estuvo a nada de perderlo...

El amor era un sentimiento tan complejo, y por sobre todo; peligroso, porque en cuanto más amaras a una persona, más débil te volvías. El vio a Kaido rozar la locura por aquel mismo mal, y casi… casi… pierde a su hijo por aquella misma maldición.

King vio el cielo ensombrecido de aquella foránea ciudad por última vez. Después de tantos años seguían en la cima, pero ¿Había valido la pena? ¿Había valido la pena sacrificar tanto por ese único fin?

La rueda de su fortuna finalmente se estaba deteniendo, y aunque fuera alguien en extremo escéptico con el azar, muy pronto tendría su tan ansiada respuesta.

.              .              .

Una lirica suave, y a la vez salvaje, repleta de ansias y paciente espera finalmente era desatada cual sutiles melodías de los labios de aquella radiante mujer de largos y nebulosos cabellos tan negros como la noche.

Sus envidiables y elegantes modales se diluían entre acaloradas gotas de sudor al hallarse totalmente desnuda y con las piernas abiertas sobre la cama. Dentro del secretismo que aquel lugar les daba, el hombre le daba paso a la bestia, permitiendo que aquel depredador pudiera sacar sus garras y degustarla lenta y tortuosamente hasta hacerla desangrar no solo de dolor, sino también de placer.

Estando solos podían darse la libertad que tanto ansiaban. Lejos de todos esos estúpidos prejuicios y miradas de reproche que estaba segura, muchos les darían de saber la verdad.

Termino jadeando con abrumadora fiereza cuando Lucci mordió su monte de Venus con creciente deseo.

Sus puños estaban blancos de la fuerza con la que se sostenía de las sábanas, aquellos besos eran una droga, un estupefaciente extremadamente adictivo, y altamente peligroso, pero no podía hacer nada a medida que esos vehementes labios descendían sobre su ceñido cuerpo, contrayendo sus musculos más y más.

—Tranquila «Señorita», no malgastes tu energía. Necesitaras ese aliento dentro de muy poco. — Señorita. Siempre le había fascinado endulzar esa palabra en su oído al cogérsela, porque a pesar de que lo negara incansablemente, sabía que Vi adoraba escucharlo hablar en ese acentuado español que a ella tanto le fascinaba mientras se abría paso en su vagina.

—L-Lucci, ¿Qué esperas? ¡D-Date prisa!

—Shh… Guarda silencio. — Ordeno sonriendo de manera maquiavélica. — Hay una violeta que esta apunto de florecer aquí abajo, y me tomare todo el tiempo que necesite para abrirla, pétalo por pétalo.

—«¡No me jodas!» — Replico gruñendo en centellante castellano.

—Pero si eso es justo lo que planeo hacer, Vi. — Advirtió de manera cínica.

Los movimientos se intensificaron de manera tortuosa cuando Lucci degusto del centro su estigma con la lengua. La oleada de incansables movimientos era atronadora. Sus labios se perdieron dentro de su sexo, saboreándola, y profanándola, provocando que sus piernas perdiesen fuerza por unos instantes.

Esa boca hacia maravillas dentro de ella, arrebatándole la cordura con cada succión que esta le daba.

—Mi hermosa flor, estas mucho más salvaje y estrecha de lo usual ¿Qué ha pasado? ¿Acaso no te han rociado como se debe en todo este tiempo? Tu esposo sin duda es alguien muy desconsidera—

Vi no le permitió decir más cuando lo callo de una contundente bofetada.

—Estúpido… — Encaro con las mejillas rojas — Ya te lo he dicho centenares de veces. ¡No quiero ni imaginar el maldito nombre de Doffy cuando estamos—

Pero Lucci no se quedó quieto luego de tal agravio, devolviendo la acción al saltar como un ágil fenilo sobre su cuello y atraparlo con morbosa ferocidad. — Vaya, estas mucho más Violenta de lo que recuerdo. El frio de Londres no te ha sentado bien cariño.

Sus garras raspaban aquel largo cuello con orgullo, estrujaban sus voluminosos senos deseos de escucharla suplicar, y su latente glande se lubricaba lenta y tortuosamente repasando su húmedo clítoris.

—Hora de que abra tus pétalos, Vi.

Dispuesto a no perder más tiempo, Lucci ingreso todo el grosor de su miembro en aquel cálido interior. No quiso ser cálido ni afable, busco mancillarla con oscura ferocidad, sin ni siquiera darle tiempo para respirar antes de que otro grito de agudo placer escapase de sus carnosos labios.

—Que bien se siente embestir ese lindo coño tuyo después de tanto. — Susurro sobre el lóbulo de su oreja, mordiendo y drenando capa pizca de cordura que habitara dentro suyo.

—I-Idiota. Conociéndote, dudo que hayas permanecido quieto en mi ausencia. — Gruño mordiendo el hombro de Lucci.

—Por supuesto que no. — Gruño sobre sus labios — Al igual que tú, cariño.

Lo beso con fuerza, y con pasión; con locura y perversión, no había nada que Vi adorase más que degustar de los labios de su amante mientras que sus manos se perdían en la ensortijada cabellera de su Leopardo.

Las traviesas luces del día se abrían paso en medio de esa oscura habitación en forma de fugaces ases de luz, haciendo brillar las alianzas matrimoniales que cada uno llevaba encadenada a sus anulares mientras gemían el nombre de otras personas que nada tenían que ver con las que les dieron el en el altar.

Abruptamente los papeles se distorsionaron, terminando con Lucci de espaldas contra la cabecera de la cama, dejando que este se acomodara plácidamente mientras veía a aquella irresistible mujer montarlo de forma totalmente ajena a toda la clase que mostraba cuando estaba en público.

Cada envestida abulia con más potencia que la anterior, y no paso mucho tiempo hasta que las respiraciones de ambos se intensificaran de manera ensordecedora dejando a Vi correrse en medio de prolongados jadeos de placer cuando llego a su climax y a Lucci liberar su cálida tibieza en el interior de Vi.

La morena salió lentamente de él para acercarse en medio de suaves y sexys gateos hasta el velador, tomando la botella de Heidsieck que Lucci había pedido, y que descansaba pacíficamente en la hielera.  

«Joder». — Gruño frustrada al no poder abrir el corcho.

—Cuidado Vi. — Susurro Lucci mientras se acomodaba la larga cabellera.

—Si tanto te preocupas, podrías ayudarme ¿No crees?

—¿Preocuparme por ti? — El inglés rio descaradamente — Lo digo por la botella, cariño. Pague doscientos setenta mil libras por ella. así que más te vale ser delicada, que no es como el vino barato que consumes a diario para controlar tus constantes cefaleas.

Violet acompaso su risa con un melódico bisbiseo. — Descuida Lucci, ya descubrí como abrirla. — Añadió agitando fuertemente la botella para luego destapar el corcho apuntando directamente hacia el pectoral de Lucci.

—¡Maldita sea, Violeta!

La española rio entretenida al ver la marca roja que había dejado aquel proyectil en la blanca piel de Lucci.

—Oh vamos, no te enojes conmigo «cariño». — Imito con burla — Logre abrir la botella.

Lucci estaba a punto de reclamarle por su estúpida e infantil actitud de niñata de cinco años, hasta que noto como a poco la abundante espuma salía a borbotones de la fina botella de Champagne para caer grácilmente sobre los voluminosos senos de Violet.

Dejando que los blancos burbujeos de la bebida se desataran por todo su excelso cuerpo.   

—Buscabas hacer eso desde el principio, ¿No? — Menciono alzando una ceja.

—¿Qué esperas? ¿Acaso no quieres degustar de tu maldita botella de no sé cuántos millones? — Reto en medio de un intenso juego de miradas.

Lucci mordió sus labios con impaciencia. Ni siquiera tenía que mencionárselo, por supuesto que lo haría.

Lucci nunca había sido delicado al momento del sexo, era más bien de carácter tosco y bullicioso, le encantaba morderla y dejar raspones. Marcar su territorio como el depredador que era a pesar de todas las advertencias que le había dado en el pasado.

Al principio no quería que nadie se diera cuenta de lo que ambos hacían, preocupándose del que dirán, pero con el paso de los días, los meses, e incluso años; dejo de importarle.

Que la marcase como quisiese.

Porque Lucci era esa droga que ella tanto necesitaba para sobrevivir en ese pútrido mundo en el que se veía obligada a habitar.

Verlo después de tanto tiempo era un respiro para su alma.

Y a pesar de las múltiples advertencias y señales que había tenido; era imposible que lo dejara ir. Aun cuando sabía que esa fogosa aventura acabaría inevitablemente en tragedia para ambos. 

Tanto ella como Lucci tenían mucho que perder con esa tórrida relación, e incluso se atrevía a decir que Lucci arriesgaba mucho más que ella, ya que a diferencia de su marido; la esposa de Lucci no tenía ni idea de lo que ambos hacían.

¿Pero que importaba?

Llegado a ese punto, ninguno de los dos estaba dispuesto a dar marcha atrás.

El armonía tropical de «La Isla Bonita» salía en medio de finos suspiros de la erótica voz de Violet. Su cuerpo se perdía en medio de las infinitas gotas de la regadera del imponente baño, dando una imagen de Venus recién nacida en medio del agua y la espuma.

«—…I want to be where the sun warms the sky. When it's time for siesta you can watch them go by… Beautiful faces, no cares in this world. Where a girl loves a boy and a boy— Sus labios liberaron un contundente suspiro cuando los brazos de Lucci la tomaron por detrás.

«Loves a girl.» Esa última parte la entono únicamente en sus pensamientos.

—Nunca comprendí la necesidad de hacer ese intento de prosa barata por parte de Madonna. En mi opinión hay muchos mejores ejemplos en la Opera que en una insulsa canción comercial. — Conjugo el moreno de manera déspota.

—Es una elegia al dolor de un amor imposible, Lucci. — Vi replico lentamente. Quizás no tendría aquel aire señorial que siempre caracterizaba al inglés, pero no por eso significaba que no existiera la magia en ella. — Algo que con tu prácticamente nula empatía, eres incapaz de dilucidar.

—Y aun así mírate; estas aquí, conmigo.

—Exactamente, he caído muy bajo, lo se. — Reto la hispana.

Lucci rio con prepotencia mientras besaba su tersa mejilla. Ella no opuso resistencia, aceptando el gesto para después salir de la ducha envuelta en un vestido de agua, cuyas transparentes gotas resbalaban por su tostada piel decorando todo su desnudo cuerpo.

—¿Qué harás más tarde? — Exigió saber el pelinegro, quien acababa de salir de la ducha con una toalla enroscada en su pelvis.

—¿Preguntas porque te interesa o por compromiso? — La transparencia en las palabras hicieron a Lucci bufar.

—Hablo enserio. — Mascullo ya empezando a irritarse.

—Yo tambien.

Lucci jadeo cansado, acercándose peligrosamente hacia Violet hasta colocar un brazo contra el muro de mármol de la habitación, acorralando a la mujer entre este y su fornido cuerpo.

—¿Qué es lo que te pasa? — Exigió saber de manera lacerante.

—Sabes lo que me pasa. — Respondió de igual forma.

—¿Realmente quieres hacer esto? ¿Tendremos esta discusión otra vez? — Emitió luego de un prolongado silencio. — Ya te lo dije Vi, estoy aquí únicamente por negocios, no tienes por qué dudar de mí. No he venido con segundas intenciones.

—¿Así?

—Si, tengo asuntos que ver con Katakuri. Te recuerdo que alguien tenía que hacerse cargo de la firma luego de que todos ustedes decidieran largarse de Nueva York.

—Que gracioso, no te veías así cuando te ascendió a COO.

—Tienes que superar eso Vi. — Renegó hastiado —No fui yo quien decidió que vinieras a Londres.

—Pero tampoco me pediste que me quedara. — Objeto sin gracia.

—¿Es enserio? — Rugió indignado — Vi, estoy seguro que aunque te lo hubiera rogado de rodillas, — Cosa que jamás se hubiera rebajado a hacer — No me hubieras escuchado y te hubieras ido con él ¿Y sabes por qué? Porque siempre va a ser él.

—No digas tonterías. — Lo interrumpió.

—Escúchate, no soy yo el que se engaña a sí mismo, a otros sí, pero no a mí mismo. — Recalco rotundo.

Su rostro se descompuso con frustración al oír eso ultimo. — Entonces, ¿Por qué viniste un día antes? — Devolvió sin miramientos. — Sabias bien que Katakuri no estaría en Londres.

Lucci ya se vio molesto por sus palabras — ¿Me vas a obligar a decirlo? — El silencio de la mujer fue suficiente respuesta. — Fue por ti. — Soltó en medio de un susurro.

Los ojos avellana de Vi brotaron con cierta perplejidad; la misma que se apodero de Lucci cuando sintió los delicados brazos de la morena abrazarlo por la espalda.

—P-Perdón… — Susurro en medio de leves temblores — Se que parece que actuó como una demente que desconfía de todo, pero, no ha sido fácil... — Reconoció al fin, permitiéndose un momento de sinceridad — No ha sido fácil pelear esta batalla sola… Contigo a mi lado al menos sentía que podía escucharme, pero ahora, siento que desde que llegue aquí estoy luchando una batalla que estoy destinada a perder.

—Lo se. — Contesta con el rostro neutro. — ¿Ya lograste convencerlo? — Pregunto con cautela.

—Por el momento no. — Pero guardaba la esperanza de que la situación se pudiera revertir pronto. Ya que de no ser así, todo habría sido por nada.

Lucci soltó una risa seca, sin embargo, no había placer en ella. — ¿Y qué hay de Kaido? ¿Sabes algo del hombre? ¿Cómo esta?

La mirada en negación de la morena solo le hizo soltar el aire en sus pulmones con aun más dureza. Eso no podía significar nada bueno— Iré a verlo después.

—¿Cuánto tiempo te quedaras? — Pregunto Violet con cierto resquicio de temor.

Sabía que su respuesta la iba a afectar sin importar lo que dijese, por lo que prefirió darle el golpe ahora, a llenarla de falsas esperanzas. —Cinco días. — Reconoció, pero rápidamente atrapo los labios de Violet al notar como su mirada empezo a decaer — No pienses en eso ahora.

—Es difícil no hacerlo. — Suspiro en medio de cada beso.

No tendrían mucho tiempo.

—No, no lo es. Solo que tu adoras torturarte. — Le regaño con cierta calidez. — Eres de las personas más masoquistas que he conocido, y no solo hablo en el ámbito sexual.

—¿Qué puedo decir ante ese argumento? — Rio en medio de un suave suspiro — Eres un arma de doble filo Lucci, y aunque duela; es muy placentero desangrarse a tu lado.

Sus miradas choraron intensamente, pero ni una palabra más fue dicha.

La suya era una historia destinada al fracaso. Lo supieron desde el principio, entre ellos jamás podría existir la palabra amor. Ambos enlazados a matrimonios que no estaban dispuestos a romper, aunque claro, por motivos muy diferentes.

Sin contar que Lucci se había vuelto alguien en extremo frívolo y pragmático, a diferencia de ella; que desde siempre había sido capaz de amar sin límites.

El tempano más eterno, y la llama inextinguible. Ninguno de los dos saldría victorioso de aquello. Y quizás no tenían sentido para nadie más que para ellos, pero tampoco buscaban la comprensión de otros.

—¿Ya tienes que ir con Rebecca? — Lucci pregunto mostrándole los dientes en una peligrosa sonrisa.

Vi rio con latente deseo. Aquel mismo que daba una fuerza infinita, que lograba hacerla invencible. —Puedo llegar un poco tarde, no me necesita mientras le ajustan el vestido. — Suspiro rozando los labios del ingles.

Pero repentinamente su empezo a chillar cuando estaba a punto de volver a encamarse en medio de otra fogosa sesión de besos.

—D-Dame un segundo. — Pidió Vi en medio de latentes suspiros.

Estamos ocupados. — Demando Lucci.

En cualquier otra situación le hubiera hecho caso y ella misma hubiera tirado el iPhone por la ventana, pero no fue capaz de hacerlo al leer la pantalla y saber de quien se trataba.

—¡L-Lucci muévete! N-No demorare. — Lo pudo escuchar gruñir en su espalda. Estaba molesto, no tenida duda de ello, pero ya lo recompensaría después.

—¿Te han dicho que sueles ser en extremo inoportuno? — Espeto de manera cortante al contestar la intempestiva llamada.

—¡Preciosa, inoportuno es mi segundo nombre! Bueno no, de hecho es Alexander, pero tu entiendes. — La prominente risa que escucho del otro lado de la línea la hizo poner los ojos en blanco.

—Kid, estoy ocupada, ¿Necesitas algo? — Respondió cortante — Y por necesitar algo me refiero a que si es extremadamente urgente, porque a menos de que no estes agonizando, o en prisión nuevamente, puede esperar.

—¡De hecho si es urgente! Necesito que me acompañes a comprar unas sabanas.

Violet parpadeo confundida — ¿Disculpa? ¿Y para que necesitas comprar unas…—

—¡Para que luego tú y yo desordenemos la cama con ellas! — Le respondió sarcásticamente en medio de bulliciosas carcajadas — Perdón muñeca ¡Perdón! ¡Tenía que hacerlo, me hubiera decepcionado a mí mismo de no hacerlo! ¡Me la dejaste en el ángulo! — Rio a conciencia — Pero dejando de lado la joda, y aunque suene muy estúpido, es enserio. Necesito comprar unas sabanas que le arruine a Katakuri, porque si el hijo de perra nota ese minúsculo detalle, algo que claramente hará, yo perderé la capacidad para tener hijos, y aunque no lo parezca realmente quiero ser padre en un futuro, muñeca.

—Vi, si es el indigente mental que creo que es; corta de una vez. — Le exigió Lucci viéndola seriamente.

—Calla. — Susurro bajo a su amante yendo hacia el baño para poder conversar tranquila.

—Muñeca, ¿Estas con alguien? — Cuestiono el pelirrojo al escuchar un extraño ruido.

—N-No ¡Kid, tengo trabajo que hacer! ¡Hablamos después!

—Tonterías muñeca, ¡Soy yo! Puedes darte tiempo para mí, y deberías sentirte afortunada ¡Muchas matarían por qué tan siquiera volteara a verlas!

—¡Entonces ve a buscarlas, adiós!

—No, no ¡Yo te quiero a ti! ¡Eres mi favorita, Vi! — Además era la única que podía resolver las dudas que estaban reventando su cabeza.

—Kid, ahora no estoy—

—Descuida preciosa, llegare a la firma en diez minutos. Allí me cuentas todo.

¡Joder! — No estoy en la firma. — Finiquito de inmediato.

—Bien, entonces Whole Cake. — Resolvió de inmediato —Ponte más hermosa de lo que de por sí ya eres para mí, nena. Podemos ir a almorzar a ese feo restaurante de comida Andaluza que tanto te gusta, y luego ir por las sábanas.

—¡Kid! — Chillo con fuerza.

—¿Qué? ¿No quieres comida andaluza? ¡Qué bueno! Porque esa mierda sabe a

—¡Tampoco estoy en Whole Cake! — Escupió palabra por palabra.

Un incómodo silencio reino entre ambos por unos cuantos segundos, solo para que despues la confusa voz de Kid la volviera a increpar en un tono nasal. — De acuerdo, ahora si estoy muy confundido ¿Dónde demonios estas?

Iba mandar al diablo a Kid y cortar la llamada cuando su teléfono le fue arrebatado de forma imprevista por Lucci.

¡Maldita sea!

—¡Lucci, devuélveme mi teléfono ahora mismo!

—Eustass, como soy alguien que compadece infinitamente a las personas con una clara limitación de cromosomas, como ocurre en tu caso, te lo deletreare para que hasta alguien con un intelecto tan deficiente como el tuyo sea capaz de entenderlo; cuando una mujer te dice que está ocupada, ¡Quiere decir que la dejes en paz y que no le interesa en lo absoluto lo que esté pasando en tu paupérrima vida!

—¡Pero miren nada más! — Ahora lo entendía todo, ¿Por qué demonios Vi no empezo por allí? — Estaba a punto de preguntar quien mierda eras porque casi no reconozco esa voz de macho ¡Lo que es gracioso teniendo en cuenta de que te conocí cuando aún eras Lucia, perra! ¡Deberías usar tu maldito título de abogado para denunciar al cirujano al que le pagaste por el cambio de sexo, ya que en su incompetencia no fue capaz de darte lo más importante! ¡Un buen par de huevos! O de lo contrario las tendrías bien puestas para mandarme tu ubicación y arreglar esto como hombres, ¡Pero estas de suerte, Robb! ¿¡Y sabes por qué!? Porque podre ser muchas cosas, ¡Pero no un golpeador de mujeres!  

Lucci rio con clara diversión, no viéndose ofendido por los ladridos de Kid, porque eran solo eso; ladridos de un perro rabioso. — Parece que alguien soltó tu correa, Eustass. — Bufo repasando su barba — Pero a quien engaño, ¿Qué correa vas a tener tu? Si en toda tu triste y miserable vida no has sido más que un vil perro callejero al que nadie desea.

—¿Quieres hacerte el gracioso hablándome de correas cuando tú mismo te enorgulleces de ser la mascota favorita de Katakuri, no perra?

 —Puedes llamarme como desees, pero no soy yo quien lo mordió cuando estaba desprevenido. — El inesperado silencio al otro lado de la línea hizo a Lucci sonreír con soberbia. — Por lo visto el perro no es el mejor amigo del hombre como todos pensábamos ¿No lo crees, Kid? — La forma en la que dijo su nombre, repleto de cinismo y con el toque preciso de altanería solo lograron avivar aún más la llama del pelirrojo.

—No sé qué buscabas más allá de ponerme furioso, pero felicidades Lucia ¡Porque lograste algo mucho peor! Será mejor que disfrutes de estos últimos días de vida que te quedan. Porque cuando te tenga frente a mí, no te me vas a escapar ¡Y puedes estar seguro de que hare que ese maldita lengua tuya te salga por el—!

Las palabras de Kid se cortaron con la misma rapidez con la que Violet volvió a tomar posesión de su teléfono.

—Kid, ve a recogerme al Atelier de Alexander McQueen a las ocho. — Ordeno en una tensa oración, cortando la llama de manera inmediata aun sabiendo que esos momentos, Kid sería el extremo contrario de la palabra calmado.

—Hasta me resulta irrisorio que sigas siendo tan amiga de ese vulgar Chav. — Desmerito Lucci con total repulsión. — Entiendo lo de Katakuri, ¿Pero Eustass? A veces realmente me haces dudar de tu razonamiento cognitivo, Vi.

—No vuelvas a hablar así de él en mi presencia ¿Me oíste bien? — El brillo de sus ojos se apagó de manera peligrosa. Afilando sus palabras cual mortales cuchillos. — Kid podrá ser un idiota irreverente el noventa y nueve por ciento del tiempo, pero es el único que ha estado a mi lado en todo momento, y se preocupó por mi cuando todos me dieron la espalda, incluso tu. — Escupió con la frente en alto. — ¿O acaso lo vas a negar?

A Lucci no pareció caerle bien sus palabras, y la dureza de su rostro lo transmitió — Era lo mínimo que podía hacer ¿O acaso ya olvidaste por quién inicio todo en primer lugar, Vi? — Le inquirió alzando una ceja a manera de reproche.

—No — Acepto con la voz apagada. — Pero sería un error si solo culpara a Kid...

Él no fue el único que le mintió y jugo con sus sentimientos;

Ella tambien lo hizo.

Pudo escuchar los gemidos de dolor y las centenares de maldiciones saliendo de labios de un joven pelirrojo en esa oscura habitación. Sabía que estaba gravemente lastimado, incluso con un par de huesos rotos, y aun viéndolo hundido de esa forma, no le importo. Lo dejo atrás aun cuando Kid no dejaba de clamar su nombre en la oscuridad, pidiéndole que se quedase a su lado.

Pero ella no quiso escucharlo…Y todo por seguirlo a él.

—¡K-Katakuri, p-por favor para! ¡Escúchame! ¡Hablemos! ¡Deja que te explique! — Le dio igual que despertara a medio campus con sus suplicas o el verse como una completa lunática persiguiéndolo con unas prendas que apenas y podían cubrir su cuerpo.

—Desaparece.

La frialdad que uso en sus palabras lograron helarle la sangre en cuestión de segundos. —¡N-No! — No iba a aceptarlo. No estaba dispuesta a perderlo por un error¡Por favor! ¡Por favor, te lo suplico, tienes que escucharme! ¡Yo jamás…! — Trato de tomarlo del hombro, y al hacerlo, supo de inmediato que había cometido un gravísimo error.

—¡No vuelvas tocarme! — La joven de cortos cabellos negros retrocedió en medio de un incontrolable temblor cuando Katakuri logro hacer un profundo agujero en el muro del pasadizo con su brutal fuerza. — ¡No me interesa escuchar nada de lo que siseen tus labios de víbora! ¿¡O acaso tendrás el descaro de negarme lo que acabo de ver con mis propios ojos!?

Las lágrimas empezaron a inundar su rostro al verlo de esa forma.

Katakuri tampoco había salido ileso de esa habitación, sus labios y nariz estaban sangrando a borbotones, sus nudillos estaban igual de repletos de aquel intenso tinte escarlata que no solo era suyo, sino que tambien estaba mezclada con la de Kid.

Pero no era únicamente dolor físico; ella había hecho aquello que juro nunca hacerle; lo lastimó.

Había quebrado a Katakuri.

No quiero volver a verlos por lo que me reste de existencia… Ustedes dos están muertos para mí.

Esa sentencia termino por empapar sus ojos de un inusitado llanto.

En ese momento lo supo, lo había perdido para siempre.

 

.              .              .

Los rascacielos de Quartier Nord se hicieron más pequeñosa medida que el Bentley Bentayga Speed se alejaba de la zona financiera de la capital de Europa. Aunque no negaría que reinaban de manera impresionante en la deriva del cielo belga, la realidad era que el corazón económico de Europa continental ni siquiera lograba hacerle mella al esplendor de The City. Incluso se atrevía a decir que el distrito flamenco era más parecido a un pequeño pez que se sentía dueño de su pequeño arrecife, sin conocer la grandeza del océano, ni los tiburones que allí habitaban.

El pelirrojo desvió su atención de la ya lejana vista para contemplar su palma de porcelana. Aún estaba caliente.

Aun preservaba su calor.

«—¿Volverás pronto? — Pregunto con innegable recelo cuando la camioneta finalmente se detuvo frente a las oficinas de Belgacom Towers.

Katakuri lo vio de soslayo, haciendo suaves círculos sobre la delgada palma de Ichiji, permitiéndose un contacto muy íntimo entre ambos, pero repleto de incalculable delicadeza.

«— Tengo que cerrar unos asuntos aquí. No demore mucho, lo prometo. —Susurro en su oído de forma suave y hechizante, provocando que Ichiji solo pudiese contener sus jadeos con ligeros gemidos de placer en medio de lentos parpadeos. — Pórtate bien mientras no estoy.

Pudo experimentar lo más cercano a una amputación cuando Katakuri aparto el calor de su cuerpo al liberar su mano.

«—No prometo nada. — Rechazo plantando su rostro a solo milímetros de la intensa mirada del mayor— Primero me obligas a hacer un viaje a la fuerza contigo, y ahora me abandonas en un país extranjero. Eso no dice mucho de un caballero ingles, Señor Charlotte. — Indico con un brillo único en sus ojos.

Katakuri lo escucho en silencio, con su mirada totalmente centrada en esos jugosos labios de cereza que eran tan exquisitos, como amargos.

Y le encantaban, le encantaban tanto que se había vuelto adicto a ellos. A su sabor agridulce.

«—Pauli, sal del auto. Ahora.  

La orden de Katakuri fue absoluta, y sin necesidad de una réplica el rubio se liberó del cinturón del piloto, acatando la orden y dejándolos en absoluta soledad al momento que escucharon la puerta delantera cerrarse.

«—¿Por qué lo echaste? Ya te vio actuar como un troglodita en la pista de aterrizaje ¿Qué podría ser peor?

«—No lo hice por eso. — Respondió de manera versada. — Lo hice, por esto.

Ichiji jadeo de manera exagerada al ser inmolado por un choque eléctrico cuando los labios de Katakuri se volvieron su oxígeno. Se aferro a ese cuerpo de guerrero medieval como si su vida dependiese de no soltarlo.

No solo quería suspirar en su boca, tambien quería hacerlo en su oído, con Katakuri gruñendo su nombre al ahondar dentro suyo, siendo protegido por el sofocante y apretado calor que solo el interior de su cuerpo le podía brindar a su polla.

Había veces en que reconocía que actuaba como un verdadero animal en celo, desesperado por marcar a su pareja hasta llegar a un irrefrenable nudo que no dudaba, haría a Ichiji delirar del agónico placer, pero había otras en donde solo quería volver de su acto un acompasado y elegante vals, de lento cortejo e imperiosa calma.

«—No quiero que ningún otro hombre escuche tus suspiros Ichiji. — Delimito con una hambrienta sonrisa. — Deben ser solo míos; solo yo puedo conocer su exquisita melodía. Nadie más.

El rostro del pelirrojo fue un poema; un poema de pasión, locura, obsesión, deseo, y ansias... Una oda a todos los atributos de Afrodita y Eros juntos.

Rozaron sus dedos por última vez en medio de un encuentro travieso, de aquellos que dejaban cosquillas en el estómago y te dejaban famélicos de más.

Ya devuelta al presente, el pelirrojo seguía transitando entre las dibujadas líneas de su palma, entregando una plegaria silenciosa para que pronto pudiera volver a tener el calor de Katakuri llenándola por completo.

—Señorito Vinsmoke — La mirada de Pauli desde el retrovisor hizo al pelirrojo levantar rápidamente la mirada. — Disculpe que sea inoportuno y lo interrumpa en medio de su silencioso debate mental, pero ya voy dando vueltas en círculos desde hace más de diez minutos. Así que, ¿A dónde quisiera que lo llevase? — Pregunto con una relajada sonrisa.

—¿Perdón?

—El jefe me dio la orden explicita de llevarlo a donde usted quisiera mientras esperamos a que salga de su—

—N-No, eso lo entiendo. Es solo que, ¿Señorito Vinsmoke? — Cuestión alzando su curiosa ceja.

El rubio libero una profunda carcajada — Entiendo, ¿Entonces prefiere joven Vinsmoke? ¿O Señor Vinsmoke?

—No, ninguno de hecho. — Negó en el acto.

—¡Ya se! ¡Giovane Vinsmoke! — Resalto Pauli en su característico acento italiano.

La emoción en sus palabras le saco una lenta sonrisa. —¿Qué tal solo “Ichiji”? — Comento desde el asiento de atrás como si fuera lo más obvio.

—Negativo, si me atrevo a llamarlo por su nombre el jefe me despediría de manera inmediata y tengo cuatro mujeres que mantener, y por cuatro mujeres me refiero a mi esposa y mis tres hijas, por lo que entenderá que necesito mi empleo.

Ichiji rio en medio de una plausible calma. — Por favor. — Como si Katakuri realmente fuese a hacer tal cosa, Pensó.

Sin embargo, la seria mirada que le brindo el chofer logro menguarlo por unos instantes — ¿Sabe porque un hombre que está enamorado tiene el potencial de convertirse en el ser más peligroso del mundo? Porque a pesar de que desafié a lo imposible, para él tendrá todo sentido, y un hombre que es capaz de encontrarle sentido incluso a lo irracional… Bueno, entenderá porque no busco tentar a la gran suerte que me ha acompañado hasta ahora.

Ichiji parpadeo con incredulidad. Las palabras de Pauli se expandieron en una honda de choque por todo su cuerpo, quemándolo cual cera expuesta a la llama.

Esa simple frase logro replantear todo lo que en algún momento pensó de su relación con el Charlotte.

—Disculpe señorito Vinsmoke, mi intención no fue incomodarlo en ningún momento. — Reconoció el rubio al notar el abrupto cambio en el pelirrojo. — Es solo que hace mucho tiempo no veía al jefe tan…— Callo de repente, borrando la sonrisa de su rostro al presionar el timón con más fuerza de la usual. — Olvidé lo que dije por favor. Lo llevare al centro de la ciudad para que pueda ver el corazón de Bruselas de primera mano — Inmediatamente la expresión de Pauli cambio a una sonrisa jocosa — ¿Le gusta la cerveza? ¡Porque hay algunas cervecerías que son bastante buenas por aquí!

Aun cuando Pauli trato de resarcir sus palabras, el siniestro ya se había convertido en ascuas, y estaba incendiando a Ichiji desde dentro, con abrasadora potencia.

Quizás Pauli tenía razón, el amor era un pobre vidente, y la locura; la total irracionalidad del hombre concentrada en un único sentimiento, siempre la acompañaría como su devoto lazarillo.

 

.              .              .

Los vidrios seguían hechos trisas en el piso, las manchas del Whisky habían quedado dispersas por toda la pared como una escena digna de un atroz crimen, y el indigesto aroma a alcohol, perpetuaba con desidia en el aire. La botella de Don Julio Real se escurría sin límites sobre el shot de vidrio antes de ser ingerida por aquel que era víctima y verdugo a la vez.

Uno…

Dos…

Cuatro…

Nueve…

Doce…

Luego de su trago numero quince dejo de contarlos.

Era un círculo sin inicio, y muy probablemente sin final, en donde ni el sabor a agave del Tequila podía contener su agonía, pero a la vez era la única que estaba dispuesta a ser su compañera. Había sufrido muchas derrotas en el pasado, y tambien ahora. Cada día tenía que enfrentarse a una nueva decepción, y antes eso lo carcomía por dentro, pero a este punto, ya le daba absolutamente igual.

No le importaba nada en lo absoluto.

Había perdido su tiempo, y su vida, en una lucha en la que sabía que jamás podría ganar.

Zoro lanzo la botella ya vacía sin recato alguno, esta choco contra la pared y se hizo añicos ante sus ojos.

Como todo lo que tocaba en su vida, siempre terminaba destrozado.

Cada vez que cerraba los ojos no quería hacer más que arrancarse las corneas, ya que no podía dejar de repetir la misma maldita imagen de Sanji en su jodida cabeza.

Sus ojos llorosos, sus suplicas, su decepción…

«…¡Eres escoria Zoro!...»

Busco desesperadamente otra botella de alcohol en su alacena. No importaba lo que fuese, Whisky, Ron, Coñag, Brandy, cerveza ¡Inclusive ingeriría alcohol medicinal si no quedaba de otra!

Tomaría lo que sea con tal de adormecer su mente y arrancar esa maldita imagen que no dejaba de perseguirlo con una mortal guadaña. Esta era la peor de todas las pesadillas, ya que no podía despertar de ella, solo le quedaba vivirla en carne propia.

Encontró una botella de Ginebra a medio terminar, y esta vez ni siquiera miro el vaso, escogiendo tomarlo del propio pico de una larga y prolongada bocanada.

Estaba perdido.

Su cuerpo le dio indicios de que ya estaba llegando a su límite cuando en un doloroso quejido casi termina vomitando todo el alcohol que había ingresado a la fuerza a su cuerpo, y fue allí, en medio de sus incontrolables garrasperas, que termino tirado en el piso.

Lamentable. Realmente lamentable.

Ya no le quedaban fuerzas, pero ni aun así su mente dejaba de ser azotada, y no solo con remordimientos, sino que tambien con cientos de preguntas. Si no estuviera en un estado tan deplorable no tenía dudas de que habría podido llegar a una conjetura razonable sobre todas y cada una de ellas.

Y es que no lo entendía ¿Por qué demonios lo fue a buscar? ¿Por qué llego a confiar en él? ¿Cómo es que Sanji tan siquiera sabría que era compatible con su hermana? No recordaba el haber tratado de ligar con el rubio al decirle algo tan excitante como su tipo de sangre. 

Alguien debió decírselo, pero… ¿Quién?

Aún más importante, ¿Cómo mierda fue que Eustass Kid pudo joderlo de esa forma? Ya que podría estar a un paso del coma etílico, pero ni aun así guardaba dudas que fue por ese imbécil que había terminado siendo cogido de tal forma por Greenbull.

Fue entonces que un destello de lucides vino a su mente. Recordando vagamente las palabras de Marco luego de que se llevaran al maldito Eustass de aquel mugroso bar.

«—Tienes mucha suerte de no haber terminado en prisión junto con ese tarado ¿Sabes?

«—¡Tsk! No es para tanto. Era solo un imbécil con complejo de famoso.

«—De hecho si lo es, Zoro. Meterte con ese sujeto es más peligroso de lo que crees. — Medito el rubio— ¿Por qué crees que sigue andando como si nada luego de todos sus escandalos con la prensa en la Formula 1? Detrás suyo tiene a alguien con el que si eres inteligente, es mejor que nunca te metas.

No estaba viendo algo. Una pieza le hacía falta para juntar el puzzle, y aunque en su estado no fuera de mucha ayuda, sabía exactamente lo que tenía que hacer en situaciones como esta.

—¡jefe! ¿Eres tú? — Escuchar el preocupado alarido de Jhonny al otro lado de la línea le provoco un zumbido insoportable en su cabeza — ¿Estas bien? ¿Qué demonios fue lo que paso? La sede está hecha un completo caos. En la oficina no dejan de hablar de tu encuentro con Greenbull ¡Además, el muy maldito suspendió a Tashigi sin ninguna razón aparente! Y todos en la sede han recibido la orden de eliminar cualquier información que ponga en riesgo la integridad de la Inter—

—¡Jhonny, no tengo tiempo que perder en estupideces! ¡Necesito que Yosaku y tu hagan algo por mí!

—P-Pero… Zoro — Greenbull ya les había dado la clara advertencia de que si su superior intentaba contactarlos bajo cualquier circunstancia, desearían no haberlo conocido jamás. — Greenbull—

¡Me importa una mierda lo que ese imbécil haga! ¡Necesito que investiguen todo lo relacionado a Eustass Kid! ¡Y cuando digo todo, es todo!

—¿¡Que!? E-Espera, ¿Por qué me estas pidiendo eso?

—No preguntes y solo haz lo que te ordeno. Corto la llamada cuando su subordinado estaba a punto de replicar, lanzando el teléfono hacia el piso.

Si algo había aprendido en su mugroso trabajo, es que todos tenían trapos sucios, y aunque algunos lo pudieran ocultar mejor que otros. Era imposible estar limpio en un mundo repleto de tanta mierda como lo era este.

Y si ese imbécil lo había jodido, entonces él se encargaría de joderlo mucho mas fuerte.

.              .              .

Ichiji nunca había estado antes en Bélgica, de hecho, no llevaba ni dos horas en el país, pero en solo ese corto lapso de tiempo podría asegurar que era un mundo totalmente opuesto al de Londres. Empezando desde algo tan básico con el idioma, para su buena fortuna la capital era la única zona bilingüe del país, porque de no saber francés estaría perdido en medio del tosco y nasal dutch.

Pauli lo había llevado a recorrer el corazón de la ciudad, y si algo podía destacar de los belgas, era su afición a tres cosas por sobre todo: el chocolate, la cerveza, y el miccionar en público.

Si, miccionar en público.

«—¡Vamos señorito Vinsmoke! ¡No puede decir que ha venido a Bruselas y no hacerlo frente al «Manneken Pis» — Señalo un emocionado Pauli al bajarse la cremallera y hacer sus necesidades fisiológicas frente a la estatua más famosa del país flamenco.

Y para su desgracia no fue al único que vio hacer esa misma vulgar acción, ya que si bien aquella fuente era uno de los mayores puntos de interés en toda la ciudad, que un centenar de hombres se reunieran solo para bajarse los pantalones y mostrar su hombría frente a esa estúpida escultura, como si se tratase de alguna especie de rito tribal de iniciación rito tribal de iniciación, no era precisamente su definición de “culturalmente interesante”.

—Cuando dijiste que me llevarías al lugar más famoso de Bruselas, imagine que me mostrarías las Saint-Hubert Galleries, el Atonium o incluso que iríamos al Museo Horta, pero jamás cruzo por mi mente que me llevarías a esto. — Exhalo con desdén — No quiero tener que ver el miembro de otro hombre por lo que resta de mi existencia. — Gruño estirando su rostro a la par que caminaba con Pauli por las medievales calles Bruselas.

—Como diga, señorito. — A pesar de sus palabras, la llamativa risa del rubio mientras rodaba los ojos lo hizo alzar la mirada.

—¿Qué significo eso? — Se detuvo para encararlo.

El chofer contuvo una risa burlona. — N-Nada más que la alegría de un humilde servidor, señorito Vinsmoke. — Se excuso rascando sus cabellos dorados con moderado nerviosismo.

El pelirrojo hubiera continuado atravesándolo con la mirada, cuando noto que había una multitud reunida a unos cuantos pasos de donde ellos estaban. Pauli sonrió de medio lado al reconocer lo que era, y lo animo a seguirlo, pero Ichiji no pudo hacer más que ver todo aquello con clara confusión.

—¡No pudimos haber llegado en una mejor época! Venga conmigo señorito Vinsmoke. Vera con sus propios ojos la verdadera esencia de Bruselas. — Aclaro Pauli escoltándolo en medio de toda esa multitud de gente, que al igual que ellos, deseaban llegar hacia el corazón de la ciudad.

Cuando llegaron a su destino final, la mirada de Ichiji no pudo hacer otra cosa que extenderse como las plumas de un pavorreal ante el espectáculo que se alzaba frente a él.

Era el Grand-Place, la plaza magna de la ciudad, y una de las grandes maravillas que habían quedado en pie del extinto Sacro Imperio Romano-Germánico. Había leído de ella en infinidad de libros, incluso el propio Victor Hugo había recitado que “Era de las creaciones más bellas que había realizado el hombre”, pero ni las palabras del dramaturgo le hacían la suficiente justicia al sin aliento que dejaban sus ornamentados edificios repletos de detalles bañados en oro, la armonía única que habitaba en cada una de las casas que sirvieron a los gremios de antaño, y el magnetismo idílico que entregaba el Broodhuis; la casa del Rey.

Pero si de por si admirar aquel lugar era un privilegio para los ojos, ver a toda la plaza realzar su belleza bajo un hermoso manto de flores que adornaban en perfecta simetría cada centímetro del lugar, fue algo para lo que el pelirrojo no estuvo preparado.

«Le Tapis de Fleurs» — Menciono Pauli sobre su espalda. — Tenemos mucha suerte Señorito Vinsmoke. Esta es una de las tradiciones más ancestrales de Bélgica, y es tan importante para su gente que se toman dos años en llevarla a cabo. Todo el gremio de floristas de la ciudad se reúne para armarla en solo cuatro horas, y usan más de quinientos mil begonias, dalias y lirios para darle color al Grand-Place por cuatro días que están repletos de fiesta por doquier.  

—Es… — Quedo en silencio al quedar embriagado por el exquisito aroma a flores que rociaban todo el Grote Markt— Es de las cosas más bellas que he visto.

Descubrió que había una cuarta cosa que fascinaba a los belgas, y tambien a él; las flores.

Perdió la noción de cuánto tiempo estuvo admirando la sacra alfombra y todo su juego de colores, y al igual que él, había muchas personas alrededor de aquel espectáculo, dispuestas a admirar una tradición tan única como especial. Pauli en ningún momento lo apuro, ni le dijo que ya era hora de retirarse, se quedó quieto a su lado, viendo como sus zafiros azules descubrían un mundo nuevo en su haber.

—Debiste haber empezado por aquí, Pauli. — Susurro suave.

—Lo usual es guardar lo mejor para el final, señorito.

Quizás solo por eso había valido la pena ser llevado contra su voluntad a Bélgica. Como le hubiese gustado que Reiju estuviera junto a él en esos momentos, que viera con sus propios ojos toda esa belleza, sin duda la amaría. Al igual que su madre, su hermana había heredado ese encantador gusto por las flores.

Reiju misma era el botón más bello que había visto jamás.

Al traer el recuerdo de su hermana a su memoria un desgarrador sentimiento de angustia se albergó en su pecho. Pauli había dicho que ese evento se realizaba cada dos años. Y de ser así, entonces Reiju jamás sería capaz de ver toda esa magia con sus propios ojos…

Ichiji se abrazó a sus caderas ¿Qué estaba haciendo él en Bruselas? Estaba a más de trescientos cincuenta kilómetros de la persona más importante de su vida, disfrutando de una maravilla que Reiju tan solo podría imaginar.

Solo pensarlo lo hacía sentir aún más egoísta y ruin de lo que ya era.

Pauli se percató del abrupto cambio de actitud del joven pelirrojo, y antes de acercarse a él, la trémula voz de Ichiji se hizo escuchar por cuenta propia.

—Pauli, vámonos de aquí, por favor.

El rubio no negó su petición en ningún momento, asintiendo ante la fría orden del joven.

Ya dentro de la camioneta, Ichiji pudo escuchar como la profunda algarabía y los festejos de la turbe crecían a lo lejos, cuando el espectáculo de luces que iniciaba con la puesta de sol dio inicio, iluminando todo el campo de flores de una infinidad inaudita de colores. Todo allá afuera era alegría, lo opuesto al eclipse que representaba él. 

—Señorito Vinsmoke.

—¿Hm?

—Se que no es de mi incumbencia, pero lo que sea que necesite, aquí estoy. — Aclaro el de raíces italianas dándole una fresca sonrisa a través del retrovisor.

Ichiji rio sin ganas. No olvidaba que Pauli se había ganado todos sus gritos histéricos cuando estaban el Jet, de seguro pensaría que era un lunático que cambiaba de humor de manera irracional. — Gracias por darte el tiempo de mostrarme la ciudad, y… Lamento mi actitud en el avión. No fue apropiada. Estaba muy ofuscado y dije demasiadas estupideces.

—No sé de lo que me habla. — Desestimo el rubio con la mirada al frente.

De inmediato el pelirrojo alzo la mirada. Prácticamente había exclamado a los cuatro vientos que Katakuri era el peor ser humano de la tierra y otros mil insultos más.

—No tienes porque—

—Le repito. — Acallo el mayor con determinación. — No sé de lo que me habla, señorito Vinsmoke. Yo no escuche nada. Mi trabajo es transportar al Señor Charlotte a donde sea que el lo necesite, no juzgar su vida privada, ni mucho menos entrometerme en ella.

Ichiji abrio levemente los labios, sobrecogido por las palabras de Pauli. Ahora entendía porque Katakuri tenía tanta confianza depositada en él. A pesar de que fuera un total chabacano, el rubio era una persona en extremo comprometido con su jefe.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando con Katakuri? — Pregunto con latente curiosidad.

Vio a Pauli parpadear unos segundos antes de animarse a contestarle — Años. — Aclaro en una cómoda sonrisa — Lo conocí en Nueva York. Trabaje un tiempo para su padre, y después para él, cuando regreso de…— Callo abruptamente al saber que podría arriesgarse a estar hablando de más.

Sin duda era leal a Katakuri; más que solo su chofer, tambien se consideraba su amigo, y no diría nada que sabría de antemano, no le caería en gracia a su jefe.

Ichiji parpadeo por unos instantes, incrédulo. — ¿Cuándo regreso de dónde?

Pero Pauli no volvió a soltar palabra alguna durante todo el proyecto. La única vez que lo vio mover su atención del lúgubre atardecer de la pista, fue cuando recibió un mensaje a su iPhone, para después volver a su posición anterior y permanecer tan callado como una tumba.

El menor no insistió, y aun cuando se moría de ganas por hacerlo, sabría que sería en vano. Había descubierto que Pauli era una persona que tenía muy arraigada la palabra lealtad.

Por una parte se alegraba, porque Katakuri tenía a su lado a personas que eran en extremo fieles a su persona, aquellas en las que podía confiar y que nunca lo traicionarían, pero tambien lo llenaba de una malsana envidia, porque entendía que ninguna de esas personas estaría dispuesto a traicionar su confianza y hablarle de él.

Lo que hacía que Katakuri fuera cada vez más y más inalcanzable a sus ojos.

¿Cómo llegar a su lado si estaban separados por un indestructible muro de espinas? A él no le importaba tener que pasar sobre estas hasta hincarse la piel con su veneno y desangrarse con sus púas, lo único que quería, era estar a su lado.

—Señorito, — El relajado barítono de Pauli vibro en sus oídos al sentir como las ruedas del auto se detenían en su totalidad. — Le informo que tendremos una pequeña parada antes de llegar a nuestro destino final.  

—¿Hm? — En el momento que levanto la vista el pelirrojo se encontró frente a un impecable edificio clásico de tres pisos, y quedo en una pose en extremo seria al reconocer el monograma que brillaba en la puerta. — ¿Pero qué…? ¿Qué hacemos aquí?

No era nada menos que una Boutique de Louis Vuitton.

—El jefe Charlotte me pidió traerlo aquí. Quiere que esté listo para su cena de esta noche. — Dijo eso ultimo con una media sonrisa al ver el gracioso y tenue sonrojo de parte del más joven — Adelante señorito, lo están esperando. Cerraron la tienda solo para usted a petición de ya sabrá quién.

.              .              .

A Corazón siempre le había gustado cocinar, era uno de los grandes talentos ocultos que desarrollo a la fuerza cuando se hizo padre. Y aunque en un principio su comida era realmente desastrosa, llegando hasta el punto en donde ni él mismo era capaz de tragarsela, no se detuvo hasta perfeccionar su sazón lo suficiente como para poder alimentar por su propia cuenta al pequeño niño que decidió arropar bajo su ala.

Por suerte Law nunca fue alguien quisquilloso con la comida, siendo el único que ingería sus platillos sin chistar, aunque eso se debía más a que el menor conocía de sobra el valor de un plato de comida y una casa caliente, ya que por muchas noches él mismo se había ido a dormir sin ni siquiera haber probado un bocado en todo el día.

Rosinante cerró los ojos por unos instantes. No tenía sentido seguir lamentándose por sucesos que habían quedado en el pasado, tenía que disfrutar del regalo que era el presente.

Tomo la humeante cacerola con unos guantes en forma de tiernas gallinas, y fue directo hacia el comedor principal de su hogar, sonriendo a todo dar cuando fue recibido por la aburrida expresión de su hijo viéndolo su cabeza apoyada sobre uno de sus brazos.

—¡La comida esta casi lista Law! Así que siéntate bien y ponte una servilleta mientras te sirvo la salsa de champiñones jovencito. — Anuncio en una cantarina voz mientras rociaba la espesa salsa blanca sobre el plato de espagueti del pelinegro, y no era por presumir, pero olía condenadamente bien.  

—Cora, no es necesario que hagas todo este ritual. No tengo cinco años, puedo servirme yo mismo.

—¡Calla! Yo lo hare. No me importa que tengas once o cincuenta, la labor de un padre nunca termina. — Exclamo ofendido. — Cuando me des nietos lo entenderás, aunque ahora que lo pienso soy muy joven para ser abuelo — Comento pensativo — ¿Tu qué opinas Law?  

El afamado oncólogo puso los ojos en blanco y apoyo su cabeza hacia atrás al comprender que no tendría sentido discutir con su padre. —Solo apresúrate, tengo que volver al hospital en dos horas. — Aun tenía muchos pacientes que ver antes de ir a su ponencia.

—¡Ay, que orgulloso me haces sentir cuando dices esas cosas, Law! — Sollozo de manera inocente, pero el inhóspito gruñido del pelinegro logro sacarle una alegre risa.

El pelinegro estaba a punto de pararse para largarse de allí cuando la campanilla de la cocina alerto a Rosinante de que el pescado rostizado ya estaba listo.

Verlo correr en ese divertido delantal de corazones le saco una muy sutil sonrisa.

—Y cuéntame, ¿Cómo has estado? ¿Qué tal va todo en el trabajo? — Pregunto Corazón con una suave curva decorando sus labios al mismo tiempo que reposaba el té en una fina tetera de porcelana.

El menor tuvo que esperar hasta pasar su comida y tomar de un largo vaso de agua para responder sin mucho ánimo. — Bien, sin mayores contratiempos.

Claramente no le había comentado a Corazón todo por lo que había pasado en los últimos días, y era extraño, porque entre ambos prácticamente no había secretos, pero, aun no se sentía capaz de hablar sobre Reiju con él.

Estuvo tan cerca… Tan cerca… y fallo.

Le fallo.

Su recuerdo estaba aún llameante en su pecho, como la herida de una quemadura hecha con hierro hirviente, la cicatriz nunca desaparecía, pero esperaba que con el tiempo, lograse al menos cicatrizar y que deje de doler en demasía.

—¿Estás seguro? — La inesperada firmeza de Rosinante hizo a Law agitar su respiración. — Sabes Law, una de las mayores cualidades que desarrolle al convertirme en padre, junto con mi inesperada habilidad culinaria, — Comento orgulloso — Fue aprender a distinguir cuando mi hijo no se encuentra bien. Diría que es simple instinto pero…— Dejo los tenedores sobre el plato para verlo fijamente — Sabes que puedes contarme todo. Yo siempre voy a estar aquí para escucharte.

Cuanto le hubiera gustado decirle que el mezquino al que Corazón veía como a un padre lo había chantajeado emocionalmente con el fin de desahuciar a Reiju. Por suerte para Sengoku, él amaba a Corazón lo suficiente como para no dar el siguiente paso y destruir la relación entre ambos con la verdad.

—Descuida, estoy bien.

—¿Así? Porque Sengoku me ha dicho que te ha visto algo tenso en el trabajo.

Inmediatamente las alarmas en el galeno se encendieron ¿¡Sengoku había hablado con su padre!? — ¿Qué fue lo que te dijo exactamente? — Pregunto con voz parca.

—Bueno, lo llame para preguntarle como seguías. Estaba muy preocupado luego de tu… — Diablos, no quería, pero tenía que decirlo. —De tu ataque. — Comento por lo bajo, sin deseos de incomodar a su hijo al recordar tan angustioso momento. — Y me comento que pasaste un momento difícil en el trabajo. No quiso detallarme más porque creyó que sería mejor que tú me lo explicaras.

—Y fue por eso que querías almorzar conmigo. — Inquirió con la mirada seria, a lo que su padre asintió en silencio.

Ese hijo de perra, ¿Acaso no se le ocurrió decirle la verdad? ¡Incluyendo el maldito efecto domino que ocasiono con su estúpida decisión!

—Tuve un problema con una paciente, su situación se complicó, eso fue todo. Ya lo solucioné.

—Comprendo. — Acepto con grata calma el mayor — ¿Y esta paciente tiene algo que ver con tu hermana?

Ahora fue el turno de Law para soltar los tenedores con brusquedad.

—Hijo, no tienes por qué alterarte. — Destaco el rubio con una expresión de inusual seriedad en su rostro.   

—No tiene que ver con ella en lo absoluto. — Minimizo sin dar lugar a reveces.

—No es malo recordar a aquellos que amamos, Law. — Recapacito viendo a su hijo de frente — Yo te amo, eres mío; eres mi hijo, pero jamás he querido que olvides a tu familia biológica, ellos son parte misma de ti. Se que no ha sido fácil, pero me gustaría que tambien fueses capaz de liberar todo ese dolor que guardas. Y la mejor forma de hacerlo es hablando de—

—¡Reiju no tiene nada que ver con Lami! — Alzo la voz de manera contundente, callando al rubio de manera abrupta.

Apenas fue consciente de su acción quiso disculparse con Corazon, pero la cálida sonrisa en el rostro de su padre lo paro en seco.

—Conque Reiju. — Repitió con júbilo. Así que ese era el nombre de la pequeña que había logrado doblegar a su hijo. — Tiene un hermoso nombre ¿Quisieras hablarme de ella?

—No. —Sus puños se volvieron blancos de la presión.

Ella había sido una luz luego de tanta oscuridad en su vida, una luz que él había apagado con sus propias manos.

—…Tuve que desahuciarla. — Admitió en un susurro apenas auditable. — Creí que lo lograría; realmente creí que podría salvarla, pero me equivoque.

Rosinante compendio de inmediato el dolor tras las palabras de su hijo. — Ya deja de torturarte por ello, Law ¿No crees que es suficiente?

—¿Por qué? — Se lo merecía — Yo le falle.

—No. No es así. Te conozco, se la clase de hombre que crie, y tengo la completa convicción de que diste hasta tu último esfuerzo por salvarla. Así eres tú, alguien con un corazón mucho más grande que si mismo. Sabes lo que es perder a aquellos que amas, y es por eso que luchas; porque no quieres que un hermano, un padre o un hijo viva en carne propia lo que tu sufriste de niño, pero no todo en esta vida es luchar por otros, Law. Ya que aun salvado miles de vidas, eso no será suficiente hasta que no te hayas perdonado a ti mismo.

—¿Y cómo hacerlo? — Había fallado tantas… tantas veces.

—En esa parte no te puedo ayudar, solo te diré que la felicidad es un regalo que está al alcance de todos, pero que pocos se atreven a aceptar, e incluso, podemos encontrarla en los lugares más inesperados…

El galeno experimento lo más parecido a una abrupto escalofrió al escuchar las últimas palabras de su padre. Porque al pensar en su felicidad; lo ataco la molesta risa del niño Monkey; de Luffy.

—Podría ser cualquiera, — Repitió con algarabía el rubio — Quizás hasta ya haya llegado a tu vida, hijo. ¿Qué me dices de esa neurocirujana? ¿Robin, no es así? ¡Es una chica muy simpática! ¡Deberías invitarla a salir!

El recuerdo de Luffy se disipo como arena en una ventisca. — Ira a verme a mi ponencia esta noche.

—¡Esplendido! ¡No pierdas el tiempo Law! ¡Quizás hasta podría ser la futura madre de mis nietos! — Exclamo emocionado, pero termino haciendo una mueca ante la mirada de muerte que le entrego Law.

—¿Y qué hay de ti? — Esta vez fue el turno de Law, tomando por sorpresa a Rosinante. — ¿Qué es la felicidad para ti?

El rubio reflexiono en silencio — ¿Quién más podría ser, Law? — Contesto viéndolo fijamente.

—Hablo enserio — Si, sabía que él era gran parte de la felicidad de Cora, pero le era imposible creer que era la única. — ¿Nunca te viste de otra forma?

Fue solo hasta allí que Rosinante se permitió romper por unos segundos esa cálida aura paternal que siempre lo acompañaba al reavivar en su memoria uno de los recuerdos más gratos de su vida.

Law se dispuso a tomar sus tenedores nuevamente, conformándose con terminar su plato al ver que Cora no iba a decir más, pero sorprendentemente su padre volvió a alzar su voz de manera lenta, pero decidida.

—Una vez, hace años. — Comento con añoranza. — Creí haberla encontrado, pero…— Su silencio fue mucho más sentido que cualquier lagrima, o lamento que pudo haber expresado con palabras — …Ella ya le pertenecía a alguien más.

Law entrecerró los ojos con abundante sorpresa. — No entiendo, ¿Acaso estaba—

—Un verdadero caballero no tiene memoria, hijo. — Finalizo el rubio tomando su tasa de té. — No lo olvides.

O al menos, no la tenía frente a otros hombres, ni si quiera ante sus propios hijos, porque muy dentro suyo siempre llevaría enmarcado en un altar el brillo de aquellos inigualables ojos azules, su hermosa estela rubia angelical, y su encantadora sonrisa…

.              .              .

Pudding corto la llamada de su representante en medio de una prologada bocanada de hastió. Había estado evitando sus llamadas desde hace días, pero de alguna forma inexplicable Wanda no paro de insistir por medio de infinidad de intermediaros hasta lograr comunicarse con ella.

Esta le recordó en un molesto e interrumpido discurso de más de diez minutos que era indispensable que regresara a Nueva York cuanto antes. Según sus palabras, estaba siendo muy poco profesional al aplazar campañas de casas de la talla de Comme Des Garcons, Ferragamo u Oscar de la Renta por las malditas vacaciones que decidió tomar a último momento, y de las que su representante solo tuvo conocimientos unos instantes antes de que la castaña subiera al Jet que la llevaría a la capital inglesa mediante un mensaje de texto.

El plan inicial solo constaba de permanecer tres días en Londres, los días que su médico indico le tomaría la recuperación de la intervención, pero no previo que se hubiesen presentado una serie de acontecimientos inesperados que la hicieran atrasar su ultimo chequeo, y por consiguiente, su regreso a la capital del mundo.

Y fue solo ese día, luego de esperar por unos tortuosos treinta minutos en la sala de espera, que había obtenido el alta médica que tanto ansiaba.

—Señorita Charlotte— La áspera voz de su chofer la hizo devolver su vista al frente. — Ya llegamos.

—Gracias Bobbin. — Agradeció en un cordial gesto al hombre mayor y rechoncho.

Vio el reflejo del fastuoso rascacielos en el que residía, bajando en silencio cuando le abrieron la parte trasera del Rolls-Royce Cullinan; una lujosa camioneta de color negro mate con lunas polarizadas que llevaba grabado un poderoso escudo en forma de «C» en la puerta, un blasón que a este punto ya era mucho más reconocido que el de la monarquía británica; despertando tanta envidia, como fascinación y temor en la gente; y no era otro que el escudo de la familia Charlotte.

Había sido un día exageradamente agotador para ella, más agobiante que cualquier pasarela de alta costura, semana de la moda, o que una sesión de fotos desnuda, dejando como resquicio un cansancio que era no solo físico, sino tambien mental.

Estaba sacando las llaves de su departamento cuando estas terminaron súbitamente en el piso en el momento que su dueña sufrió un drástico estupor al encontrarse a nada menos que Sanji sentado al lado de las escaleras de su edificio.  

—¿S-Sanji? — Titubeo con estupor —Cariño, ¿Eres tú?

La castaña ni siquiera se detuvo a pensar en que demonios hacia allí y corrió a auxiliarlo cuando el rubio le devolvió la mirada y vio sus ojos dolorosamente cristalizados.

—L-Lo siento… Debí avisarte que vendría, pero… No sabía a donde más ir. — No podía regresar a casa, no ahora. No se sentía lo suficientemente hombre para verla a los ojos y decirle que había disparado su última bala, y había fallado.

—Por Dios, Sanji, ¿Qué te paso? ¿Qué haces en Londres? — El rubio se veía fatal, transpirando un persistente aroma a alcohol y totalmente sucio — ¿No se supone que tendrías que estar en Rusia en estos momentos?

A este punto, los ojos de Sanji ya no retenían la furia de un intenso fuego de rabia, sino que se asemejaban más a una ceniza a punto de extinguirse.

De alguna forma se habían invertido los papeles, y ahora era Pudding la que encontraba a Sanji como un mero espectro de lo que realmente era, tirado en una esquina, sin razón ni esperanzas, como si hasta el mundo le hubiera escupido en la cara. —Vamos Sanji, levántate.

Pero tal y como él lo hizo en aquella noche de torrencial lluvia en donde sus caminos se cruzaron por primera vez, no estaba dispuesta a dejarlo allí.

—Ponte esto, quizás te quede algo chica, pero es la campera más grande que tengo por el momento. — Musito la castaña entregándole una cazadora de mezclilla que era parte de la utilería que había quedado de su campaña para Armani.

Ambos estaban en la cocina, con la modelo limpiando los restos de tierra que habían quedado impregnados en su piel. El rubio permaneció envuelto en un doloroso mutismo, y al notar que no estaba dispuesto a reaccionar, fue la propia castaña la que le desabrocho la camisa.

—Sanji, quizás sea el peor momento de todos para hablar de esto, pero tienes que decirme que paso, ¿Por qué estás aquí? ¿Dónde está Reij—

—N-No lo logre… — Susurro sin fuerzas.

—¿Disculpa?

—No logre… Salvarla. — Y al igual que él, su voz se apagó.

Inmediatamente la mirada de Pudding se desoló enteramente.

No, eso no, por favor.

—N-No puede ser… — Sus ojos se cristalizaron en segundos, pero, si apenas ayer habían celebrado su fiesta— ¿Reiju…? — Callo sin más, no teniendo el valor para continuar.  

—Aun no… — Rescato el rubio en una falsa esperanza — Pero, ahora es solo cuestión de tiempo.

Pudding dejo salir en un duro aullido el reducido aire que guardaban sus pulmones, acariciando el rostro de su amigo con un incesante tristeza — Entonces, ¿Qué es lo que haces aquí? Tienes que ir con ella.

—No puedo — No tenía el valor de mirarla a la cara y presenciar como su sonrisa se marchitaba lentamente como la de Sora. No podría soportarlo, no otra vez. — Creí saberlo, creí estar seguro de lo que tenía que hacer, y aunque no me gustara la idea, no lo hacía por mí, sino por ella, porque eso la haría feliz, pero ahora… Ya ni siquiera sé que hacer.

—San…— De repente el aliento de la bella modelo quedo opacado, su mirada se contrajo, y sus piernas temblaron cuando Sanji, sin darle cabida ni escapatoria, la beso de manera oscura y dramática.

La luz de la luna brillaba con esplendor, y en medio de la tardía llegada de las estrellas, el rubio le entrego una caricia, caricia que ella no rechazo por tristeza.

En estos momentos, Sanji era un muerto viviente, un vampiro que solo podía vivir de la misera oscuridad de la noche, y ella, tan bonita, de piel pálida y labios rojos; era Mina Murray, la hermosa joven que estaba destinada a servir como sacrificio para Drácula.

.              .              .

Los camareros iban y venían conforme los platillos desaparecían de aquella mesa que se encontraba alejada a un extremo del lujoso restaurante. Duck and Waffle era uno de los Brunch más famosos en la ciudad, y para degustar de su exquisita comida desde su impresionante vista en el piso cuarenta de uno de los tantos rascacielos de The City se podía llegar a esperar un mínimo de tres meses. Sin embargo, para alguien como Gold D. Roger no supuso ningún problema obtener una mesa apenas lo vieron llegar todo campante al lugar.

—¡Diablos! ¡Este es el mejor filete que he probado en mi vida! — Manifestó Ace con la boca repleta de comida.

Roger rio con algarabía al escuchar a su hijo, no había entendido prácticamente nada de lo que acababa de salir de sus labios, incluso pudo haberlo insultado y él ni enterado, pero ver la alegría que albergaban sus ojos lo hacía sentirse completo.

Como si esa pieza que por tanto falto en su vida pudiese ser finalmente llenada, aunque sea por unos pocos segundos. 

—Y eso que no tenías hambre.  

—¡No te hagas el gracioso, Roger! Que has comido mucho más que yo. — Objeto con la boca repleta de salsa.

—¡Hahaha! ¡Pues claro! ¿De quién crees que sacaste ese apetito? — Reconoció el mayor tomando su servilleta, dándose a sí mismo la libertad de limpiar las sucias mejillas de su hijo ante la inesperada expresión de Ace.

El menor se quedó quieto, sin mostrar alguna expresión de molestia o comentario sarcástico que le impidiera a Roger continuar. 

—¡Listo! — Aseguro el mayor con su siempre característica sonrisa. — Tan guapo como tu padre.

—…G-Gracias. — Reconoció en un jadeo.

—No tienes de que. Adelante, continua.

Ace presiono levemente sus tenedores antes de continuar su ataque hacia toda la comida que aún había sobre la mesa, le era tan irreal el tener un momento así con Roger. Ya había olvidado cuando fue la última vez que ambos se sentaban a comer y compartir unas risas.

Quizás si no hubiera existido toda esa tormentosa historia con su madre, ambos hubieran podido llegar a ser grandes amigos.

Desvío la mirada de su platillo, pensativo. La luz del día se extinguía lentamente en el horizonte y la vista desde aquel rascacielos era indudablemente envidiable, logrando ver de primera mano cómo el resplandor de las estrellas empezaba a brillar en lo alto del horizonte londinense.

—La vista es sorprendente. — Comento lentamente — ¿Cómo conoces este lugar Roger?

El mayor quedo en silencio, haciendo a un lado su Whisky para ver atentamente a Ace. No pudo evitar sentir un resquemor en su interior.

—Aquí fue donde traje a tu madre en nuestra primera cita. — Su mirada mostraba una ilusión perpetua. Una llama que a pesar de los años, jamás pudo extinguirse. — ¿Cómo esta ella?

Ace apretó los dientes al escuchar su pregunta. — Bien. Algo preocupada por mi hermano, pero bien, ahora que Luffy recibió su trasplante se encuentra mucho mejor.

—Me alegro. — Aunque tenía una curva en sus labios, su sonrisa era triste.

—¿Lo dices enserio? — No podía creer sus palabras. No luego de todo lo que Roger le había hecho.

—No hay nada que yo desee más para ella que ser feliz. — Así sea con otro hombre, mientras ella fuera feliz, él tambien lo seria. Rouge no merecía menos. A pesar de todo el daño que ambos se hicieron en el pasado, él jamás dejaría de amarla. 

—¿Entonces porque no luchaste por ella, en vez de luchar contra ella? — Pregunto decidido.

—Ace, sé que quieres hablar sobre lo que paso, y yo tambien, pero no es el momento. No te he visto en años, y lo único que quiero es pasar una amena tarde con mi hijo ¿Podemos hacerlo?

—Supongo. — Admitió agachando la mirada. Noto que el semblante de su padre se había oscurecido un poco, y a decir verdad prefería al Roger escandaloso y bromista que al Roger serio y sombrío. — Y… ¿Cómo fue tu primera cita con mi madre? — Siseo tratando de sacarle algún tipo de conversación. Tampoco sabía que más preguntarle, aunque fuera su padre no conocía mucho al hombre.

La mirada de Roger volvió a brillar al ver el interés de su hijo por esa singular historia. Rio de medio lado. — ¡No esperaba que me preguntases eso! ¿Acaso quieres un par de consejos de este galán? ¡Claro que los quieres! Eres mi hijo, debes ser todo un rompecorazones como lo es tu padre.

—Ay no— Las mejillas del pecoso se encendieron levemente de la vergüenza — Solo olvida lo que dije… —Ese viejo no había cambiado en nada, seguía siendo el mismo desvergonzado de siempre.

Las risas del mayor empezaron a resonar en todo el lugar. — ¡Bien! ¡Bien! Te lo dire. — Su mirada se suavizo al recordar aquella noche, a pesar del paso de los años jamás borraría de su memoria la hermosa sonrisa que Rouge le regalo. — No sabía a donde llevarla para nuestra primera cita, solo quería que fuese algo inolvidable para ella, sabía que podía darle todo lo que ella quisiera, pero ni eso sería suficiente, y entonces se me ocurrió este lugar en lo más alto de Londres. — Rememoro con total claridad — Así que esa noche le dije que siempre la tendría en un pedestal tan alto como las estrellas, lo mínimo que merecía una Diosa como ella, y entonces, ella me miro con esos enormes ojos rosáceos que tanto me volvían loco, y acepto salir conmigo. — Recordó con una suave sonrisa decorando su rostro.

—Creí que te había sido muy difícil salir con mi madre. — O al menos eso le dio a entender ella cada que le preguntaba lo mismo.

—Oh, sin dudas lo fue. Me rechazo cientos de veces. Rouge no quería tener nada que ver con alguien como yo, y de cierta forma la entendía, su carrera como modelo recién empezaba a despegar, pero no me rendi. Desde la primera vez que la vi, supe que sería la madre de mis hijos. — Y de eso jamás tuvo dudas.

—¿Estás seguro Roger? — Inquirió con la ceja fruncida — ¿No tendrá nada que ver con que le llevaras diecinueve años de diferencia?

—¡Hahaha! ¡Eso tambien!

¡Maldito viejo cochino!, reflexiono el pecoso en su mente.  — ¿Y cómo fue que la conociste? — Inquirir afilando la mirada.

—De la única forma en la que un magnate como yo pudo conocer a una supermodelo como ella. — Comento alzando los hombros como si de algo obvio se tratase, la vanidad típica de Roger. — La vi en una pasarela de Milán a la que mi viejo amigo, Gianni Versace, me invito. Ella apenas tenía catorce años, pero con solo verla caminar en el pedestal de esa forma tan decidida — No lo podía describir con palabras — Te hacia creer que ella era el centro de toda la galaxia, y demonios, sí que lo creías. — Durante todo el relato, Ace estudio detenidamente cada una de las facciones de su padre — No me atreví a acercarme, no tuve el valor y tampoco quería asustarla, y lo único que hice fue enviarle un ramo de flores de manera anónima, y así lo hice durante todas las pasarelas que tuvo, de manera ininterrumpida, durante tres años, hasta que finalmente me atreví a dar el primer paso.

—¡Durante tres años! ¿Es enserio Roger? Me sorprende que no te haya puesto una orden de restricción con lo acosador que eras.

Mas el de mostacho solo rio ante el comentario de su hijo. — Me hubiera detenido luego del primer ramo, pero cuando la pasarela termino, la misma persona a la que le encargue las rosas me devolvió una nota escrita en una servilleta, la letra era preciosa, y en ella Rouge me agradeció enormemente por las flores, creyó que a nadie le gustaría su actuación de “cisne patizambo” — Rio con gracia al recordar las palabras de Rouge —, pero que ese pequeño gesto la lleno de fuerza para enfrentarse al reflector.

La mirada de Ace brillo por unos instantes, jamás hubiera pensado que sus padres hubieran empezado su historia de esa manera. Quizás había muchos detalles que el desconocía, y que no estaría mal descubrir — ¿Y cómo fue que te atreviste a revelarle que eras tu? 

Roger termino su Whisky antes de contestar con una media sonrisa — Eso tendrás que preguntárselo a tu madre.

—¡Roger, no bromees! ¡No vas a cortar la historia en la mejor parte!

—¡Hahaha! ¡Lo siento hijo! Pero eso es todo por este episodio.

Ace termino haciendo un divertido puchero, procediendo a tomar su malteada de mango en silencio. Roger rio por la infantil expresión de Ace. En algunos aspectos su hijo seguía siendo un niño.

—Quizás podría seguir contándote la historia la próxima vez que nos veamos. — Susurro por lo bajo. — Solo si tú quieres, claro.

—Roger, eres un embaucador. — Susurro viéndolo con una línea en los labios.

—¡Ja! Probablemente lo sea, pero eso no siempre es algo malo, hijo ¿Qué dices?

—Ahm Bueno…— Se rasco la cabeza de manera nerviosa. Quizás podrían verse, tratar de hacerlo funcionar. No estaría tan mal. Al menos comería bien y tampoco tenía mucho que hacer con Luffy en el hospital. — El Arsenal juega este sábado con el Manchester City — Comento agachando la cabeza, avergonzado. — Quizás, si no tienes alguna estúpida reunión o algo por el estilo podríamos…—

—¡No digas más! Los propietarios del City son socios míos ¡Reservare todo un palco para los dos en Emirates Stadium! — Sin perder el tiempo saco su iPhone, solo tendría que hacer un par de llamadas y estaría hecho.

Personalmente el Arsenal le parecía un equipo de mierda, pero si a su hijo le gustaban entonces iba a tolerar ver a esos inútiles gunners por noventa minutos. Además jugarían contra el City de Guardiola, así que al menos podría consolar a Ace luego de la monumental goleada que le encajarían los citizens.

—R-Roger, ¡No tienes que reservar ningún palco! Iba a decirte que viéramos el partido en algún bar de la ciudad, quizás tomar unas cervezas y luego—

—Descuida, podemos hacer lo mismo desde el estadio. Se que está prohibido, pero yo lo arreglo ¡No por nada tu padre controla las tuberías de petróleo que abastecen a Europa! ¡Soy el Inmortal Joe del crudo! — Ace rodo los ojos al escucharlo. Que Roger fuera un egocéntrico no tenía por qué sorprenderle — Será mejor que no tengas nada pendiente ese fin de semana porque tú y…— Callo de manera abrupta cuando vio en la agenda de su teléfono que ese día estaba ocupado por un evento muy particular. — Ahg, maldita sea.

Ace reconoció de inmediato esa expresión de cansancio junto con esas tres miseras palabras que Roger siempre usaba para justificarse cada vez que tenía algo más importante que hacer que estar junto a su familia.  

Su mirada se volvió sombría abruptamente. No perdió tiempo en tomar su chaqueta de la silla en donde estaba sentado y levantarse para salir de allí.

—¡Ace no, espera! — Trato de detenerlo.

—Púdrete Roger. — Siseo frívolo. — Ya te esperé veintitrés años. No lo hare ni un segundo más.

Pero si Ace era un completo testarudo, ¡Roger era la obstinación hecha persona! Y no le importo que su hijo empezara a escupir fuego por la boca cuando lo tomo con brusquedad del brazo. — ¡Algo de lo que me arrepentiré toda la vida es el no haberte enseñado a escuchar correctamente a las personas, Ace! Te juro que si dependiera de mí, no iría a esta estupidez, pero aunque quiera no puedo cancelarlo.

—¿¡Y que es tan importante como para que no puedas estar conmigo!?

El mayor gruño frustrado. La respuesta no dejaría satisfecho a su tozudo hijo — Uno de los hijos de mi más estimada amiga se casa, y le prometí que iría a su boda sin importar que.

—¡Me estas jodiendo! ¿¡Entonces ir a la estúpida boda de un imbécil al que ni siquiera conoces es más importante!?

—Ya te dije que no es por su hijo, ¡Es por ella! — Y estaba seguro de que si decía su apellido, Ace lo reconocería en el acto. — Se trata de Charlotte Linlin, no dudo que ese apellido te suena a la perfección.

El efecto domino fue inmediato, porque apenas pronuncio ese nombre, la dura mirada de Ace se tornó en una de asombro.

Y es que como no, no podría olvidar ese apellido aun si lo quisiese.

—¿Katakuri Charlotte se va a casar?

Roger giro los ojos, aburrido por primera vez. — ¡No! Él no, su hermano. — Gruño cansado.  

—¿Entonces él ira a la boda? — Pregunto con una inesperada sonrisa.

Ahora fue el turno de Roger para mostrarse molesto. — Se supone.

—¡Eso es genial! — Inmediatamente una insaciable emoción lo embargo — ¡No lo he visto en años! ¿Puedo acompañarte?

—¿No que era una estúpida boda? — Remedo irritado.

—¡No digas eso Roger! Las bodas no son tan malas después de todo. Siempre hay mucha comida y alcohol por todas partes.

No, definitivamente no. Esa era una pésima idea ¡La peor de todas! Además, Rouge lo mataría. — No creo que a tu madre le haga mucha gracia que asistas.

—¡Yo me encargo de ella! — Continuo con ambas manos hechas puños de la emoción.

Eso no era una buena idea, no es que tuviera algún problema con el joven Charlotte, de hecho, le agradaba mucho más de lo que alguna vez espero, teniendo en cuenta quien era su padre claro está, el problema era otro…

Y es que una parte suya jamás podría superar que el malnacido de Kaido, y Rouge se hubieran involucrado luego de su divorcio, y quien sabe si fue incluso antes. Aunque tampoco podía juzgarla. Puesto a que él había hecho lo mismo con Linlin en infinidad de veces mientras aún seguía casado con ella, y no había sido la única…

Pero ya no había espacio para más remordimientos en su vida. Tenia suficientes por haberse perdido tantos años de la vida de su hijo.

Vamos, solo será una maldita boda ¿Qué mal podría pasar?

—Bien… Supongo que podríamos ir juntos. — Exclamo sin estar del todo convencido.

.              .              .

La película ya iba en más de la mitad de la trama, pero Luffy apenas y levantaba la mirada del borde de la camilla. Infinity War era de sus películas preferidas, pero ni la aparición de Thanos, ni la muerte de Gamorra o la guerra de Wakanda lograban captar su interés.

Algo faltaba.

No tenía noticias de su madre, ni mucho menos de su padre o Ace ¿Acaso lo habían dejado en ese hospital y habían vuelto a casa?

No, eso no era posible, jamás se irían sin él. Quizás tenían cosas que hacer, y no los culpaba por eso. A fin de cuentas ¿Quién quisiera estar encadenado a un hospital las veinticuatro horas del dia?

Pero eso no quitaba que los extrañase, extrañaba demasiado a su familia.

Y ese era su peor miedo, estar solo. Quizás no sonase tan bien, pero como le gustaría que hubiera otra persona con cáncer en esa habitación para que pudiesen divertirse juntos.

Físicamente se sentía un poco mejor, su dolor había disminuido, y solo quería salir de esa maldita habitación, pero el cansancio aún era constante. Estaba seguro de que si daba un simple paso, sus piernas no lo resistirían.

Torao le dijo que tenía que ser paciente, algo cómico, porque ya era un paciente.

Rio con una sutileza única, sus ojos se apretaron con regocijo al recordar a su doctor. Se divirtió como no lo había hecho en mucho tiempo a su lado. Había visto Winter Soldier infinidad de veces, pero con el oncólogo, se sintió tan emocionado y feliz como si fuera la primera vez.

—¿Puedo preguntar a qué se debe esa sonrisa? — La simple respuesta de Law tomo a Luffy de manera inesperada.

—¡T-Torao! ¿Qué haces aquí? — Sus mejillas se enrojecieron violentamente al verlo. El afamado oncólogo había llegado hasta la habitación de Luffy portando un prolijo traje de etiqueta.

—Tengo una ponencia sobre tratamientos alternativos para neoplasias en el Cancer Institute de Londres en una hora, pero quería pasar por el hospital para darte un último chequeo antes de irme. 

— Uhm… — ¿Entonces había ido hasta allá solo por él? — C-Claro, sí.  

Law le pidió amablemente que se sentase sobre la camilla para hacerle un rápido examen físico, y su corazón empezo a latir con mayor potencia a medida que los fríos dedos de Law se paseaban por su piel y acariciaban levemente la cicatriz de su espalda.

—Tu ritmo cardiaco esta algo acelerado. — Comento por lo bajo.

—¿Y-Y eso es malo? — Pregunto de manera ingenua — ¿P-Porque esta así?  

El mayor se mostró pensativo — Pueden ser muchas causas; estrés, falta de sueño, problemas cardiacos derivados de una falla hepática, un paro en el peor de los casos — Rio para sus adentros al ver la aterrada expresión de Luffy — o a veces es solo feniletilamina. — Describió con una media sonrisa.

—Feni… ¿Qué? — ¿Eso si quiera era una palabra? —¿Qué es eso, Torao?

Law cerro su expediente y lo puso en la mesa de instrumentos antes de ver a Luffy con una expresión tranquila — En términos fisiológicos es un neurotransmisor, pero muchos la conocen como la hormona del amor.

Luffy se sintió incapaz de mirarlo a los ojos al oír lo último.

No paso mucho para que el mayor notase por el rabillo del ojo la película que veía Luffy. — Esa parte es la mejor de toda la película — Menciono sonriendo de medio lado al ver la llegada de Thor a la batalla contra Thanos.

—S-Si.

—Mañana estaré de guardia todo el día. Me puedo dar un tiempo para ver End Game contigo.

—¡N-No! — Exclamo de repente. — Q-Quiero decir, s-sí, está bien, pero hay que seguir en donde nos quedamos. — Así tendrían muchas más películas para ver juntos. — S-Solo si te parece.

No entendía que rayos era eso de la fenilamina, o como sea que se llamase, pero se sentía muy bien cada que estaba cerca de Law. Con él tenía un amigo; alguien con quien conversar.

No se sentía solo.

Law pensó detenidamente su siguiente movimiento. Sabía de sobra que no debía volver relacionarse de esa forma con un paciente. Todas las anteriores veces que lo había hecho había terminado pagando un precio muy alto.

Acentuó sus cejas con pesadez.

La respuesta era más que obvia, no podía arriesgarse, no otra vez. Sengoku tenía razón; debía ser un profesional y no dejar que cosas tan minúsculas como estas lo afectaran.

Si, sabía lo que tenía que hacer.

Salió de la habitación sin decir ni una palabra, y esa sola acción dio a entender mucho más que cualquier negativa que Law hubiera mostrado. 

Luffy se quedó en blanco ¿Acaso dijo algo que lo había incomodado?

No, no te vayas…

Pero si la deserción de Law lo había dejado estático, verlo reaparecer en la puerta con un ramo de flores azules en las manos casi provoca un paro en su corazón. 

—Por supuesto. — Pronuncio extrayendo una pequeña flor del arreglo para entregársela a Luffy. 

Había comprado el ramo para Robin, pero no notaria un par de flores faltantes.

Luffy quedo absorto en su nuevo presente. Nunca le habían regalado flores, pero de alguna forma, se sentía muy bien de tener una entre sus manos.

Sonrió tontamente al verla.

Torao le había hecho un regalo.

—¿Sabes algo? Tienen un nombre muy especial — Comento dándose media vuelta. Era hora de partir. Llegar tarde daría una muy mala impresión de su persona.

—¿Así? — Pregunto con curiosidad — ¿Y cómo se llaman?

Law no le dio una respuesta, sonriendo de manera astuta al dejar la habitación.

Su nombre era; «No me olvides».

.              .              .

«—Magnifique. Vraiment magnifique! Monsieur Vinsmoke, ce costume a été fait pour vous seul à porter. Il a l'air aussi éblouissant qu'un beau rubis. (Magnífico ¡Realmente magnífico! Señor Vinsmoke, ese traje fue hecho para que solo usted lo pudiese lucir. Se ve tan deslumbrante como un hermoso rubí.)

«—Un spinelle. (Una espinela.) — Corrigió con una media sonrisa ensalzando su rostro.

«— Pardon? (¿Perdón?)

«—Je ressemble à un spinelle. (Me veo como una espinela) — Adjudico sin ningún rastro de modestia.

Ichiji se vio con la mirada en alto a través de ese interminable espejo de pared, lucia tan elegante y soberbio cual diamante recién pulido al estar envuelto en un excelentísimo esmoquin de tono bermellón. La tela era exquisita, y no solo a la vista, al tocarla sentías que esta se deslizaba por los dedos cual agua, los bordes habían sido anudados uno a uno con extrema maestría, la camisa wing tip era negra, hecha con el algodón más fino, y por último, las relucientes espinelas que brillaban en sus gemelos clásicos y el travieso corbatín ónix le daban el toque perfecto. 

¿Era demasiado? Quizás, pero sería Katakuri quien pagaría los cuatrocientos veinte mil euros que costo el traje completo, no él.

Pauli lo espero pacientemente en la puerta de Louis Vuitton y cuando salió de la lujosa tienda, y entro en el campo de visión del rubio, este soltó un galante silbido a modo de piropo.

—Satán nunca se había visto tan tentador como en esta noche. — Sabia que se la estaba jugando, pero no había peor ciego que aquel que no deseaba ver, y quien quiera que viera al joven Vinsmoke esta noche, pensaría exactamente lo mismo que él. — El jefe estará muy, pero que muy complacido de verlo, señorito.

Ichiji rodo los ojos con una media sonrisa alzándose sobre su mirada. — Ya me imagino a cuantos les habrás repetido la misma frase.  

Pauli bufo con enorme alevosía al abrirle la puerta de la camioneta al pelirrojo. — Pues lamento decepcionarlo, pero es el primero con el que hago algo como esto.

Su garganta se inmolo al escuchar al rubio.  

—¿Nervioso? — Pregunto Pauli cuando ambos se acomodaron en el auto.

Fue entonces que su mirada se disolvió lentamente. — Para nada. — Reconoció con suavidad.

Solo estaba deseoso por su rencuentro, ávido por su calor, y codicioso de sus labios al friccionar en su piel.

—Señorito Vinsmoke, le adelanto que se ponga cómodo, porque llegaremos a nuestro destino final en una hora.

—¿Una hora? — Inquirió sin entender la razón.

—Así es. — Le devolvió una flamante sonrisa. Sabiendo que esa respuesta no haría sino emocionar más al joven — Nos dirigimos a Brujas, el señor Charlotte nos está esperando allá.

El pelirrojo quedo pasmado.

Entonces, ¿Se encontraría con Katakuri en aquella preciosa ciudad medieval repleta de leyendas?

Ya que si Bruselas era el corazón de Bélgica, entonces Brujas era su alma.

Y no pudo más que reafirmarlo cuando vio los serpenteantes canales que rodeaban la añeja ciudad amurallada se mostraban ante sus ojos como si fueran un frondoso collar de perlas. Sus calles estaban repletas de antiguas construcciones de adoquines, y sus iglesias, hechas de piedra y rosetones.

Una ciudad desbordante de belleza, historia y cultura en igual medida, siempre dejando a sus visitantes sedientos por más.

Ichiji pudo ver a unos elegantes cisnes bailando sobre el río, las hojas del otoño cayendo en la deriva, y escuchar el acompasado caminar de los carruajes tirados por caballos. Era como si esa ciudad se hubiera quedado congelada en el tiempo, un recuerdo imborrable para todos aquellos que tuvieran la valentía suficiente de adentrarse entre sus rebuscadas calles para encontrar el secreto de su suntuosidad.

Pasaron rápidamente por la plaza mayor; el Grote Markt, plaza ancestral que había visto el nacimiento de la dinastía de los Austrias, misma ciudad donde nacieron Emperadores de la talla de Carlos V. Si te detenías unos segundos, incluso eras capaz de oír los susurros de sus heroicas historias en el aire.

—Señorito Vinsmoke, llegamos. — Esas solas palabras lograron desatar una ráfaga de ansiedad que creyó ya no tener.

Y es que frente a sus ojos, bañado en medio de una resplandeciente luz cálida, se mostraba un radiante palacio de la época medieval, cuyo diseño clásico era exquisito, y estilo; irrepetible.

¿Acaso esto era alguna especie sueño?

En el instante que Pauli le abrio la puerta del Bentley, fue recibido por una esbelta señorita de rubios y ensortijados cabellos que le dio una cálida sonrisa.

«—Welkom in het Dukes' Palace, meneer Vinsmoke. Ga je gang, meneer Charlotte wacht op je.

Casi de inmediato su mirada se inquietó. No había entiendo palabra alguna de lo que acababan de decirle.

La joven pareció leer de inmediato el lenguaje corporal del pelirrojo, y soltando una suave risa volvió a intervenir. — Mis más sentidas disculpas señor Vinsmoke. Veo que usted no habla ni una palabra de Dutch. — Afirmo ahora en un fluido inglés — Le doy la bienvenida al Dukes' Palace, mi nombre es Kairen, y soy la administradora del Hotel. Por favor acompáñeme, el señor Charlotte lo está esperando. — Anuncio dándose paso en medio de las tintineantes luces de la noche.

Noto por el rabillo del ojo como Pauli se quedaba atrás, y lo último que logro ver antes de ingresar al hotel, fue el ligero pestañeo que le regalo el rubio, deseándole suerte con un silencioso, pero valioso gesto.

Si la fachada del lugar era de por si sobrecogedora, su interior no tenía comparación, el lobby del hotel era una verdadera pinacoteca donde los oleos románticos y esculturas latinas estaban perfectamente alineadas como si se tratara de un orden astral.

—Muchos de estos cuadros y esculturas son originales del XVI, fueron encargos de Fernando I de Habsburgo, era un gran mecenas de las artes aquí en Flandes. — Le explico detenidamente la rubia mientras recorrían los pasadizos.

Le pareció extraño no encontrarse con algún otro huésped en el hotel más allá de su propio personal. Lugares tan lujosos como estos solían tener las reservaciones copadas desde hacía meses.

—¿Por qué hay tanto silencio?

La mujer rio de manera pausada. — Por nada en especial Señor Vinsmoke, es solo que el señor Charlotte reservo todo el hotel por esta noche. — Adjudico hasta llegar a un elegante ascensor cuyo brillo rebalsaba como el oro al sol, y cuya puerta era una tradicional verja corrediza del mismo matiz.

Si no fuera por el hecho de que estaba convencido de estar despierto, pensaría que era algún personaje de novela deambulando dormido entre las páginas del Gran Gatsby.

—Adelante señor Vinsmoke, recuerde que estamos para atender cualquier necesidad que usted tenga, disfrute de su velada.

Su comentario casi logra que el pelirrojo se atore con su propia saliva.

Para ser un asesor tan osadamente conservado, era condenadamente rápido, y a medida que la refinada aguja que apuntaba hacia los números de la parte superior iban aumentado igual lo hacia su pulso.

Había querido volver a sentir el calor de su mirada desde el momento que sus manos se habían separado, pero ahora que estaban a solo segundos de reencontrarse su pecho quemaba, y en cualquier momento empezaría a escupir fuego como si se tratase de un dragón de la época medieval el cual curiosamente iba camino a su propia muerte, en busca de aquel infame caballero de oscura armadura y con una interminable espada de acero.

Pero sería el final más placentero de todos, él era la única cura para el incontrolable palpitar de su corazón, y paradójicamente, el único que tambien podía hacer que se detuviera en su totalidad.

Sus ojos se cristalizaron en el momento que se abrieron las compuertas, quedando sin palabra alguna al ver lo que tenía frente a sus ojos.

—¿Q-Que... Que es esto? — Articulo apenas.

Frente a Ichiji había un elegante salón de un rico estilo gótico con interminables arcos que formaban elaboradas bóvedas de crucería por doquier, ménsulas bañadas en oro decorando las esquinas y en cuyo alto se reflejaban los infinitos colores de unos rosetones que brillaban al encuentro con la luna; un sello característico de la arquitectura Brujéense, y como si eso no era suficiente para encantar a su inusual gusto con su lúgubre belleza, encontrar todo el lugar ornamentado por doquier de rosas rojas, solo logro que en su corazón floreciera en un entramado rosal hasta hacer a su corazón desangrarse con sus espinas.

En aquel minúsculo recinto se había replicado toda la belleza de «Le Tapis de fleurs» solo para él, solo para sus ojos.  

Y como si Eros hubiera escuchado sus delirantes suplicas, finalmente su mirada se encontró con el dueño total de sus más arraigas fantasías reflejados en aquellos irrepetibles ojos carmesí que con tanto anhelo deseaba rencontrar.

Katakuri lo esperaba en lo más profundo del salón, y aun con el imborrable escenario de la conocida como “Venecia del Norte” a sus espaldas, para los ojos de Ichiji solo existía aquel héroe griego reencarnado que era el granate, tan estoico y gallardo como siempre.

Ichiji pudo sentir como la chispa de su cuerpo lo llenaba de una desbordante descarga eléctrica que hacía rebalsar de dopamina a su corazón. 

Su hombros temblaron al ver como se acercaba. No había nada que cubriera la perfección de la imperceptible sonrisa que colmaba su mirada, y a pesar de que se hubiese desecho de la corbata y su camisa estuviese remangada, Ichiji sentía que podía idolatrarlo en esta y mil vidas más, consagrándose hacia ese único y maquiavélico demonio de hermosa apariencia borgoña.  

Solo verlo ya era un espectáculo. Sus ojos no dejaban de estudiarlo, tratando de comprender la razón tras la locura que aguardaba dentro suyo por ese hombre ¿Era su inteligencia sobrehumana? ¿Su fuerza hercúlea? ¿Su envidiable belleza? ¿Su desbordante calor? A este punto ya ni siquiera sabía cuál, pero de lo que no guardaba dudas era que luego de Katakuri, le sería imposible volver a enamorarse de otra persona.

No luego de haber tenido la dicha de conocerlo y probar de la adictiva esencia del Charlotte.

—Sabía de antemano que te verías increíble, — Y creyó estar preparado — pero esto dejo en ridículo mis expectativas. —Su gruesa voz surgió con suavidad sobre sus oídos. — Mi espinela, a pesar de que estemos rodeados por miles de flores esta noche, la envidia de cada una de ellas eres tú sin duda.

Katakuri pudo leer las ansias en sus pensamientos, el deseo oculto en sus labios y no espero a que Ichiji dijera palabra alguna al apoyar ambas manos, fuertes y vehementes, a cada lado de su cabeza, sellando la plegaria de su ansiosa espinela al recibir el tan ansioso y esperado beso en donde ninguno de los dos estuvo satisfecho hasta sentir que su respiración y palpitaciones eran una sola. La temperatura rebalso sus límites en segundos, y aunque ambos deseasen continuar con imperantes ansias lo que dejaron pendiente en el avión privado del granate hasta que quedasen sin prenda alguna, fue Katakuri quien tuvo que ponerle un alto, por el momento.

Ichiji recupero el aliento entre silenciosas exhalaciones.

—T-Tu... — Pronuncio apenas sintiendo su mirada rebosar con una irrefrenable marea.

Nunca le habían gustado los regalos; ni hacerlos, ni tampoco recibirlos, pero esto, esto era por lejos lo más dulce que habían hecho para alguien tan acervado como él.

—G-Gracias.

—¿Por qué? — Inquirió divertido el mayor, pasando con suma delicadeza uno de sus dedos por aquellas perlas azules que eran los ojos de su espinela.

Ichiji presiono sus encías ¿Enserio lo haría decirlo? — El traje, las flores, el hotel, esto… — Contuvo un gemido.

«Gracias por existir dentro de mi miserable vida.»

¿Esto? No es nada. — Suspiro sobre su nuca. Nada sería suficiente al momento de complacer a su espinela.

Ichiji rodo los ojos, soltando un ligero bufido ante el comentario de Katakuri. — ¿Dejar a la ciudad entera sin rosas te parece poco?

—Es lo mínimo que alguien tan etéreo como tu merece. — Y no solo habría dejado a Brujas sin rosas, lo habría hecho con media Europa de ser necesario.

El Charlotte enlazo su solido brazo al de Ichiji, acercamiento que el pelirrojo acogió deseoso, encaminándose juntos hacia la distinguida mesa que se había preparado en el centro del salón, aceptando con un suave asentimiento el galante gesto de Katakuri cuando acomodo la silla para él.

La vajilla era excepcional, los platos de porcelana tenían terminaciones en oro, y la interminable fila de cubiertos de plata brillaban debajo de la araña de cristal que iluminaba tenuemente la habitación. Poco a pocos varios meseros ilustremente uniformados empezaron a llegar hasta ellos empujando consigo floreadas mesas envueltas en un largo manto blanco que llevaban encima un sinfín de bandejas de plata.

Todo resaltaba en perfecta armonía.

—Espero que no te moleste que el especial de esta noche sea belga. — Comento en pausada calma el mayor.

—Descuida, ya la he probado varias veces. — Revelo embelesado, sin recapacitar sus palabras.

Katakuri levanto una ceja lacónicamente. —Ichiji, estoy hablando de la comida.

El comentario logro que el pelirrojo reconsiderara al instante la magnitud de sus palabras y desatase una furiosa tormenta de arena roja sobre sus mejillas al pensar en la barbaridad que acababa de soltar.

—¡E-Espera! ¡N-No me refiera a eso, insinuoso depravado! — Rugió con potencia al ver como Katakuri suspiraba inclinando su cabeza hacia atrás. — ¡¡Eres un grandísimo idio—!!

No pudo terminar el furioso insulto cuando sus pupilas azules presenciaron algo inaudito, Katakuri… Charlotte Katakuri…

Se estaba riendo.

Y no era su típica risilla prepotente o apenas notoria, como todos los anteriores resoplidos que había escuchado de sus labios. Sino que era una risa fuerte y profunda.

Quedo perplejo al ser testigo de aquel momento tan irrepetible. Sus mejillas se encendieron con rudeza, pero ya no más por la vergüenza, sino por la calidez que baño su pecho al ver de esa forma a Katakuri.

Tan tranquilo y ajeno de todo, dejando de lado el peso de su nombre para disfrutar de algo tan absurdo como solo reír con fuerza.

—Lo lamento. — Pronuncio el mayor cubriendo la mitad su rostro tras su palma, reflexionando en silencio.

Ya había olvidado cuando fue la última vez que se permitió reír de esa forma.

—N-No… Para nada. — Quería decirle que siguiera, que no quería parar de escucharlo. De repente esa risa había desplazado los clásicos que Debussy y Chopin que el tanto veneraba para volverse su nueva sinfonía favorita. — ¿Qué ocurre? — Pregunto al ver la pensativa imagen de Katakuri.

El mayor levantando la mirada con cierta reticencia. — Solo me preguntaba… — Hizo una leve pausa, viendo al pelirrojo indefinidamente. — ¿En dónde estuviste todo este tiempo?

Si Ichiji era una rosa, entonces Katakuri lo había hecho perecer de la forma más bella posible.

Su velada continuo en medio de una plausible calma. Estaba de más colmar el aire con sus voces cuando sus miradas eran lo único que necesitaban, deleitándose de un travieso silencio que ocultaba todas esas palabras cargadas de deseo que estaban de más decir entre ambos.

—Sabe delicioso. — Ichiji no supo cómo describirlo, la carne macerada de ese exquisito jugo escarlata era la fusión perfecta entre el dulce y acido, una explosión de sabores para su gusto. — ¿Qué es?

Frikadelen met Krieken — Menciono el mayor en un inigualable neerlandés, admirando de manera ininterrumpida los exquisitos gestos de su espinela mientras degustaba de la pintoresca comida. Sonrió con complicidad al ver las suaves cejas de Ichiji tensarse al no entender lo que decía. — Albóndigas con cerezas, un clásico de Flandes. — Y lo había pedido expresamente para su espinela. — Sabia que te gustaría.

Ichiji sonrió de manera inconsciente al escucharlo, viéndolo probar el Dalmore Decades de manera esplendida, y haciendo lo mismo con su Chateau Trotanoy.

—Gracias por la cena, todo fue… perfecto.

—Es mi manera de disculparme contigo por la forma tan abrupta en la que te traje.

Ichiji sonrió con malicia. — ¿Charlotte Katakuri pidiendo perdón? Olvida todo lo que dije antes, esta es la verdadera sorpresa.

La mirada del mayor se suavizo con gracia. — Podre ser un desgraciado bastardo, pero se reconocer cuando me equivoco, mi espinela.

—Yo no quise—

—Ichiji, ni tu ni yo somo inocentes en este juego. — Acepto el granate sin apartar su mirada del menor — No tienes de que disculparte.

Pero quería hacerlo.

Inclusive se atrevía a ir más allá, dilucidando cómo sería esa vida idílica a su lado. Trabajar juntos sería un problema, sobre todo por el qué dirán luego de saberse que se metió nada menos que con el CEO de la compañía, pero sabrían arreglárselas, nunca había necesitado de la opinión de nadie, y mucho menos la necesitaría para lo que les deparase juntos.

Cuando Katakuri tuviera que salir del país por trabajo, no dudaba que le pediría acompañarlo, y él sin dudarlo aceptaría. Donde quiera que estuviese el mayor, él tambien estaría. Recorrería la ciudad esperando a Katakuri, y ambos se reencontrarían para cenar juntos, hablar sobre su día y compartir una noche en medio de desesperados aullidos de placer que terminarían con ambos entrelazados y desnudos sobre las sábanas, pero toda fantasía tenía un abrupto final, y el suyo llegaba cuando recordaba que todo aquello no eran más que eso, un espejismo.

Porque que no eran solo Katakuri y él, tenía una hermana con cáncer, y tres hermanos de los cuales tenía que hacerse cargo. Brujas era su paraíso, su ilusión, pero no tenía permitido quedarse allí, porque no era su realidad.

—Ichiji. — La voz de Katakuri fue su salvavidas, o eso creyó hasta que recayó en su intensa mirada. — ¿Estas listo?

Meneo la cabeza, sin rumbo. Sabía lo que vendría a continuación, y no estaba seguro de poder llegar hasta el final, pero esta sería su única oportunidad. La chance que tanto anhelo para soltar aquella pesada piedra que había sido obligado a cargar hasta una inalcanzable cima, y al igual que el condenado de Sísifo, sentía que jamás llegaría a lo más alto.

—Todo empezo por algo tan simple como una gripe…— De a pocos las palabras empezaron a arremolinarse en sus labios — Tontamente creí que era algo ocasional. — Era normal que los niños se enfermasen. No tenía por qué prestarle tanta atención ¿Cómo ser capaz de imaginar el más trágico de los escenarios? — Un poco de Ibuprofeno y estará bien. — Reconoció en un suspiro de culpabilidad — Hasta que empezaron a ser más y más seguidos.

S-Sanji… Me duele mucho — Exhalo con dificultad una pequeña Reiju echada sobre su cama mientras que el rubio pasaba una toalla fría por su frente.

Ichiji — Su hermano lo llamo seriamente. — Esto ya no es normal. Es la quinta vez en dos semanas.

¿Le disté su medicación? — ¡Demonios! No podía perder más tiempo en casa, si no salían pronto llegaría tarde a la firma y Drake lo volvería loco.

—¡Hace una hora! ¡Ichiji tenemos que llevarla al hospital!

—Reiju — El mayor la llamo seriamente ignorando la voz del rubio— No podemos quedarnos a cuidarte, ¡Necesitas ir a la escuela y nosotros a trabajar! ¡Vamos muévete! — No es que no se preocupara por Reiju, pero dejarla sola en casa no era una opción.

—I-Ichiji, n-no puedo.

—¡Tonterías! Sora nos mandaba a la escuela con 38 de fiebre y seguimos aquí, y si nosotros pudimos, ¡Tu tambien puedes! ¡Sanji, dale una dosis más fuerte y alístala! Se me hace tarde.

Aun cuando sabía que Reiju no estaba bien, la obligo a continuar como si nada. Él tambien había sido niño, tambien se había enfermado, y lo había superado.

—Pasaron varios días de eso, y poco a poco las fiebres de Reiju disminuyeron, pero fue entonces que Sanji empezo a notar algo inesperado.

Antes de irse a su trabajo en el restaurante de Thatch, el rubio siempre dejaba listos los almuerzos de Ichiji, Niji, Yonji y Reiju en recipientes con sus nombres en la barra de la cocina, pero últimamente se daba un patrón muy inusual cuando lavaba los trates por la noche; Reiju apenas y tocaba su comida.

—Princesa, ¿Hoy tampoco comiste? — Pregunto el rubio al llegar del trabajo y encontrarla echada en el sofá junto a Niji.

—Uhm… No, Lo siento Sanji, pero no tenía mucha hambre. — Menciono con un inesperado cansancio. Últimamente le entraban las ganas de irse a la cama apenas a las seis.

Niji, que seguía pasando los canales de la televisión sin ver nada en particular únicamente sonrió cínicamente — Mocosa rosada, aun estas muy joven para empezar con los trastornos alimenticios. Al menos espera ocho años más o te quedaras de ese tamaño para siempre.

—¡Niji, si serás imbécil! — Gruño rotundo.

Su hermana nunca había rechazado su comida, pero bueno, quizás la comida que servían en la escuela le estaría gustando más, y como decía Ichiji, él solo estaba exagerando.

Pero no, no lo hacía.

—Pero poco a poco, los síntomas fueron empeorando. — Reconoció el pelirrojo agachando la mirada ante Katakuri.

Yonji estaba parado pacientemente en la puerta del baño principal, y cuando la regadera del mismo finalmente se cerró, paso una mano por su avergonzado rostro y se dio el valor de tocar la puerta.

—R-Reiju, ¿Ya terminaste? — Pregunto con temor.

—Sip — Comunico a través de la puerta. — Ya puedes entrar Yon.

—B-Bien, ¡Alla voy! — Ingreso con cierta aprensión, y su pequeña hermana rio al verlo caminar a ciegas por el lugar solo para entregarle una toalla limpia luego de su hora de baño. — M-Me avisas cuando termines de secarte para llevarte al cuarto — Menciono dándose la espalda y cubriéndose el rostro con ambas manos.

—¡No hagas trampa Yonji!

—D-Descuida, tomate tu tiempo Rei.

Esto de tener una hermana era complicado. No tenía problemas con pasarle el papel higiénico a Niji cuando se quedaba atorado en el baño, pero con Reiju no podía hacer lo mismo.

—¡Listo Yon!

—¡B-Bien! ¡Aquí va… ¡Ahg, mierda! — Yonji puso el grito en el cielo cuando vio los incontables moretones que tenía su hermanita. — ¡Reiju! ¿¡Qué te paso en la espalda!? — Inmediatamente tomo a Reiju desde debajo de los hombros para ponerla a su altura —¿¡Quién te hizo esto!? ¡Dime! ¿¡Fue alguien de la escuela!? — Sabia que su hermana ya había tenido problemas con otros niños que la molestaban por ser mitad francesa, pero esto estaba en otro nivel totalmente diferente.

—¿Ugh, de que hablas Yon? — La menor precio no comprender de lo que hablaba su hermano, hasta que el propio peliverde le mostro el reflejo de su espalda en el espejo, y vio con horror lo que había en esta. — ¿P-Pero por qué?

—¿¡No sabes quién te lo hizo!?

—¡N-No! ¡T-Te lo juro! ¡No los había visto hasta hoy!

—¿Te caíste?

—N-No que yo sepa. S-Solo hemos estado preparando la coreografía para la actuación de Navidad.

Yonji sabía que algo no andaba bien, pero quiso creer cualquier otra cosa, él había sufrido miles de moretones luego de hacer ejercicio. Si, no era nada grave ¡Quizás solo era crecimiento! No debía alarmarse, ni mucho menos alarmar a sus hermanos, o a Reiju.

Porque muchas veces, preferimos encontrar una razón imposible en la incongruencia. Todo para evitar escuchar la más fría de las verdades.

—Hasta que llego el punto en donde todo estallo frente a nosotros, y no pudimos ignorarlo más. — Lamento el pelirrojo sosteniendo con fuerza su copa de vino.

Ichiji estaba parado frente a la cama de Reiju con ambos brazos cruzados sobre su pecho, viendo con una mirada seria hacia su hermana menor — Reiju, es la última vez que te lo repito ¡Levántate ahora!

—I-Ichiji, no puedo moverme. No me siento bien. — Suplico temblando sobre las sábanas.

Pero a pesar de que su voz expresaba un claro dolor, el pelirrojo lo ignoro — No Reiju, sé que ya te harto la escuela, pero esta es la última semana de clases y luego vienen las vacaciones de invierno. ¡Vamos, de pie!

Sanji, que estaba apoyado en el marco de la puerta, entro tratando de ser más conciliador que el autoritario pelirrojo — Vamos princesa, hoy tambien es la actuación de Navidad. Te has estado preparando por semanas para eso ¡Incluso el gruñón de Ichiji ha pedido permiso en el trabajo para ir a verte! No te lo querrás perder.

—S-Sanji, por favor… — Pidió tomando su mano — No me hagas ir.

El rubio la vio detenidamente, aunque no quisiera admitirlo, algo no andaba bien con su princesa. Quizás sería lo mejor que Reiju no fuera, al menos por ese día. Solo era una estúpida actuación, no pasaría nada sino iba.

—Ichiji, quizás—

—¡Listo, ya terminé de coser el estúpido traje de María, mocosa rosada! — Pero antes de poder terminar, Niji ingreso a la habitación con el disfraz que él mismo había ajustado para su hermanita. Anoche habían hecho un sorteo entre los cuatro para ver quien de todos cosía el traje, y para su desgraciada suerte, el termino llevándose la rama más alta. — ¡Vamos niña! ¿Por qué aun sigues en la cama? ¡No me he privado de mi sueño por nada! ¡Pruébatelo!

Los ojos de Reiju se agrandaron enormemente al ver las ojeras debajo de los ojos de su hermano y las incontables curitas que realizaban cada uno de sus dedos. — N-Niji… ¿Tu… Hiciste esto para mí? — Pregunto con los labios temblorosos.

—¡Pues claro! ¡Eres tan pequeña que no hay un traje de tu bendita talla, y no puede haber una maldita actuación sobre el nacimiento de Jesús sin María! ¡El malnacido debe salir de alguna parte, y no creo que Dios se ofrezca a parirlo!

Su pecho se oprimió al ver el gesto de su hermano. Niji ni siquiera sabía coser, pero se las había ingeniado para hacerle ese hermoso traje, no podía no asistir. Sin decir ni una palabra se levantó de la cama, aun cuando su cuerpo le rogara quedarse allí.

Mientras Niji se encargaba de vestirla, el pelirrojo terminaba de desayunar en la cocina, siendo perseguido por la inquisidora mirada de Sanji.

—¿Ahora qué es lo que quieres? — Pregunto cansado de sentir su maldita mirada taladrando su cráneo.

—Mas te vale asistir hoy. — Le advirtió.

A lo que el pelirrojo gruño cansado — Ya te dije que si iré.

—Es enserio Ichiji, no es la primera vez que dices lo mismo y luego brillas por tu ausencia, ya has faltado a todas las actuaciones de este año por tu maldito trabajo, al menos asiste a esta.

El pelirrojo se levantó de la barra aun sin haber terminado su café, no necesitaba escuchar lo mal hermano que era con Reiju, el muy idiota hablaba como si realmente le hubiera fallado adrede, cuando la realidad era que Drake por poco y lo tenía encadenado a su oficina, con el reciente traslado de la dirección fiscal de la firma a Londres tenía miles de responsabilidades encima. No había faltado a las actuaciones de Reiju porque se le antojase, simplemente no podía darse ese lujo.

— ¿Qué es lo que prefieres Sanji? ¿Qué Reiju me vea en una estúpida actuación que no durara ni diez minutos, o tener con que cocinar para que ella pueda comer?

—Eres un cretino imbécil. — Escupió indignado.

—Un cretino imbécil que paga las cuentas.

—¡Fue tu idea traer a Reiju hasta aquí! Y sino vas a estar allí cuando ella te necesita ¿¡Entonces porque demonios insististe en sacarnos a todos de Paris y jodernos la vida de esta forma!? — Le restregó cínicamente.

—¡Vete a la mismísima—

—¡Ya estoy lista! — La inesperada llegada de Reiju acallo todo rastro de conflicto entre ambos hermanos, y es que a pesar de que Ichiji no pudiera resistir las ganas de plantarle un puñetazo al rubio, al ver a su hermana su expresión se suavizo, y es que…

Se veía tan hermosa.

—Princesa, ¡Estas bellísima! — Sanji repentinamente oculto todo rastro de molestia o incomodidad al ver a la luz de sus ojos, y fue corriendo a levantar a Reiju por los aires.

—Creí que aún estaba soñando, pero no es así ¡Porque veo a un hermoso ángel frente a mí! — Comento Yonji bajando las escaleras aun en pijamas. — Quien diría que Niji podría hacer algo más que no sean cartuchos de cocaína con sus manos. — Susurro luego de un largo bostezo.

—¡A ver si me lo dices en mi cara! — La inesperada aparición de Niji a su espalda por poco y provoca que el peliverde termine rodando por las escaleras.

—G-Gracias Niji, te quedo muy lindo el traje. —Comento avergonzada la menor.

El pelizul solo rodo los ojos. — No ha sido mi mejor trabajo, pero gracias. — había aprendido una cosa o dos de trabajar en Gucci, entre ellas a dar puntada con hilo, porque en la otra, que dominaba a la perfección, ni siquiera necesitaba hilo.

—¿Que ocurre princesa? — Le cuestiono el rubio al ver la penetrante mirada de Reiju hacia toda su sala.

—Esta será nuestra primera navidad en Londres ¡Y he pensado que sería muy lindo comprar un árbol y decorar la casa nosotros mismos! ¿Qué dicen?

Ichiji estaba a punto de decir que eso no era viable, ya que se salía del presupuesto que tenía pactado para el mes, pero estando a un segundo de intervenir, la pesada voz de Sanji lo callo.

—¡Por supuesto que sí! Es una gran idea princesa.

—¡No, ni hablar! — Se impuso con autoridad — Podemos comprar un par de medias para las puertas si quieres, pero un árbol implicaría mucha—

—¡Ichiji, deja de ser un desgraciado servil! — Lo acuso el peliazul. No es que él fuera especialmente fanático de la Navidad, de hecho le daba bastante igual, pero si Reiju quería celebrarla ¿Quién era el para quitarle esa ilusión de niña?

—¿¡Y me puedes decir con que dinero decoraremos toda la maldita casa!?

—¿Acaso la firma no te da un bono por Navidad?

Ichiji quedo mudo al escucharlo, ¡Se supone que eso era un secreto entre Niji y él!

—¿¡Que!? — Yonji fue el primero el reaccionar — ¿Te dan un maldito bono por Navidad y ni siquiera nos lo dijiste? ¡Maldito economista en bancarrota! Si de ti dependiera comeríamos lo necesario para no morir, Ichiji.

—¡Es porque todos mis bonos van a un fondo bancario que usare cuando Reiju termine la escuela! Ya que por si se les olvida, ¡La universidad no se paga sola! — Reiju no sería una niña por siempre, y como tal, debía tomar sus precauciones. Ninguno de ellos había tenido que trabajar para pagar su educación, y Reiju no tendría menos que el resto de sus hermanos.

—¡Admítelo, eres un maldito avaro! — Recalco Sanji.

—¡Se llama seguridad financiera!

Faltan diez años para que Reiju vaya a Cambridge, Oxford o a donde demonios sea, ¿Quién sabe? ¡Quizás y ni vaya a la condenada universidad! ¡Usemos ese dinero para algo verdaderamente útil! — Renegó el peliverde.

—¡No le metas ideas estúpidas en la cabeza, Yonji! ¡Reiju ira a la universidad! — Al escucharse Ichiji quedo pensativo. Demonios, Niji tenía razón. Ya estaba empezando a sonar como Judge.

—¡La virgen tiene razón, y no, no hablo de Reiju! A pesar de que tu coeficiente intelectual salga en números negativos, no significa que el caso de la mocosa rosada sea igual al tuyo, Yonji. Ella si tiene el cerebro para ir a la universidad.

El peliverde hubiera respondido al alegato de Niji, de no ser porque termino estallando en llanto del ataque de risa que sufrió junto con Sanji al ver el avergonzado rostro de Ichiji luego de las palabras del peliazul.

—¡N-Niji, eres un bastardo! ¡Es todo, no perderé un segundo más de mi tiempo tratando de explicarles a ustedes, ignorantes sin visión financiera, lo que es la seguridad económica, Reiju toma tu lonchera, nos vámonos! — Como todas las mañanas dejaría a su hermana en la escuela antes de irse a la firma.

—¡A-Adiós Vírgenes! — Soltó entre risas Yonji, solo para recibir una mirada carga de desprecio por parte del pelirrojo.

Ni que fuera era la primera vez que Ichiji los veía así.

—No entiendo, solo yo estoy vestida como la Virgen María, ¿Por qué te llaman virgen a ti tambien, Ichi?

—¡Porque son idiotas! ¡Ignóralos Reiju!

—¡Charlotte, no estoy abriendo esta parte tan celosa de mi vida para que te rías en mi cara! — Tuvo que detener abruptamente su relato para ver con una mirada inquisidora como el mayor reía con potencia sobre esa última parte.

—Mi espinela, no me estoy riendo de ti. — Aseguro aun con una sonrisa dibujada en su rostro. —Es solo que tu hermano me recuerda bastante a alguien que conozco.  — Y que no habría dudado en hacer aquella misma broma tan carente de materia gris de haber estado en esa misma situación.

—Si claro. — Rebatió sin poder creer lo que escuchaba.

—Tampoco es como si tuvieras que sentirte aludido, al menos ya no más. — Destaco con un siniestro brillo en los ojos.

Ichiji exhalo con fuerza al ver esa mirada hambrienta; hambrienta de él.

—E-Ese día en particular, s-se tenían que pagar los bonos en la firma. — Continuo con la voz temblorosa mientras presionaba sus manos, intranquilo.

—¡Rápido Vinsmoke! ¡Tenemos que mover cientos de millones de dólares en bonos a más de doce países diferentes para ayer! ¡Apresúrate con esos cuadros estadísticos! ¡No te iras hasta que no vea los porcentajes totales de cada socio en esta firma sobre en mi escritorio! — De no ser porque era una falta grave desconectar los intercomunicadores, hace mucho hubiera destrozado el suyo con tal de no escuchar más a su condenado jefe.

—¡Te recuerdo que no soy tu único asociado, Drake! Y terminaría mucho antes si Bonney me diera una mano. — Exclamo colérico al presionar el botón ¡Y es que la muy desgraciada se había encerrado junto con su estúpido jefe desde antes que él llegara, y aun siendo las diez de la mañana, tenían el descaro de no salir!

¿Qué demonios hacían esos dos en la oficina? Porque ni de broma se creía que Drake fuera tan fogoso.

—Fuiste lo suficientemente capaz de obtener este puesto, y si no quieres hacer el trabajo para el que te contrate, entonces avísame y te buscare un remplazo hoy mismo. No tengo dudas que hay muchos allá afuera que matarían a sus madres por trabajar en este bufete.

Gruño con furia, pero no por las palabras del castaño, estaba acostumbrado a que Drake fuera un imbécil de primera, sino porque pudo oír a la perfección las sonoras risas de Bonney de fondo, riéndose de él.

Cada vez que deseaba mandarlo a la mierda, recordar a su pequeña hermanita lo detenía ¡Necesitaba el empleo! — ¡Bien! Pero solo me quedare hasta las once, no olvides que—

—¿¡Olvidar que Vinsmoke!? ¿Qué prefieres ir a una estúpida actuación de preescolar antes de hacer el trabajo para el que te pago? ¡Si es así, adelante; la puerta está allí! ¡Solo asegúrate de llevarte todas tus porquerías contigo, porque si sales por esa puerta sin entregarme mi preciado informe! ¡Estas despedido!

A veces sentía que estaba peleando una batalla inútil. Ni siquiera sabía porque diantres seguía en ese maldito trabajo. La excelente paga no compensaba el tener que soportar al imbécil de su jefe. Lo más ingenioso que podría hacer seria borrar toda la información de su computadora, recoger sus cosas y largarse dejando que Drake se las ingenie con un informe que ni siquiera sería capaz de hacer.

Pero antes de ponerse de pie para ir a tomar el metro rumbo a la escuela de su hermana, la dulce sonrisa de Reiju lleno su mente.

Él había prometido hacerse cargo de ella, y esta era la parte más difícil, el rol más desagradable; en donde tendría que ser el villano de la historia, para lograr que la verdadera protagonista pudiese brillar sin problemas.

Cuando ya eran las once de la mañana, noto como su teléfono empezaba a vibrar, era Sanji, pero lo puso en silencio, y ni siquiera cuando Niji lo lleno de mensajes, preguntándole a cada minuto en donde diablos estaba, se tomó la molestia de responder.

Algún día Reiju lo entenderá.

Apago su teléfono con la esperanza de que sus hermanos entendiesen la razón detrás de su acción.

Algo que jamás debió hacer.

Tenía que estar a las once de la mañana en la escuela de Reiju, y recién pudo finiquitar su informe a las cinco de la tarde.

Apenas Drake le dio el visto bueno, tomo sus cosas para salir de la firma lo más pronto que sus pies le permitieron. Al encender su teléfono la cantidad de mensaje de Sanji fue magistral, pero entre todos estos se encontraba uno en especial que le llego a desprenderle el calor del cuerpo en milisegundos.  

«Ichiji, ya estamos en la puerta de la escuela con Niji y Yonji» 10:30 am

«Ichiji, ¿Dónde estás?» 10:45 am

«Tarado ¡La actuación ya va a empezar!» 10:54 am

«¡Te juro que si Reiju sale al escenario y no te ve, te voy a matar!» 10:59 am

«¡Eres el más grande hijo de perra que he conocido en mi vida!» 11:05 am

«¡Ichiji, Reiju se desplomo en el escenario!» 11:10 am

«¡Ichiji, Reiju no reacciona! ¡Contesta tu teléfono, por favor!» 11:25 am

«Estamos llevando a Reiju al hospital Saint Thomas...» 11:45 am

Estamos llevando a Reiju al hospital Saint Thomas...

Estamos llevando a Reiju al hospital Saint Thomas...

Estamos llevando a Reiju al hospital Saint Thomas...

—La culpa aun me persigue hasta el día de hoy… — Reconoció, dándole forma a su dolor. — Cuando llegue al hospital, mis hermanos no podían si quiera mirarme. Yonji estaba furioso, y ni que decir de Sanji, pero el peor de todos fue Niji, él no estaba molesto, ni mucho menos preocupado por mí; estaba profundamente decepcionado.

—Si tenías que trabajar, al menos hubieras tenido las bolas para decirnos que no vendrías y no apagar tu teléfono como un maldito marica. — Le escupió el peliazul sin ni siquiera verlo a la cara —Lárgate, no te queremos ver aquí.

—Aun así me quedé, y no lo hice por ellos o su perdón, tenían todo el derecho de estar molestos conmigo, sino por Reiju.

Se quedaron esperando los resultados en Urgencias toda la noche, pero no hubo respuesta alguna.

—Al día siguiente compre un árbol de Navidad — Susurro el pelirrojo con una triste curva en sus labios — Quería que cuando Reiju saliera pudiese verlo, y tambien compre miles de adornos para decorar la casa juntos, eso la haría muy feliz. — Sonrió con la mirada partida — Pero conforme pasaban los días la espera se volvía cada vez más y más agónica. — Su respiración se tornó pesada.

La respuesta de los doctores era la misma; aún no tenían un diagnóstico. Mientras, los adornos seguían en las cajas, y el árbol, aguardando ansiosamente por las esferas que lo vestirían.

—Hasta que llego la víspera de Navidad, y con esta, la primera de las noches más oscuras de mi vida. — La noche que supuestamente tendría que ser la más iluminada de todas, termino siendo la más cruda.

—Familiares de Redleg Reiju. — La voz de una doctora alta de piel morena y ensortijados cabellos azabaches apareció en la sala de espera del hospital, poniendo fin a la interminable sequia de su angustia.

No pensaron ni un segundo en ir con ella, finalmente tendrían su tan ansiada respuesta.

—Un placer, mi nombre es Ikakku, y soy la pediatra que recibió a su hermana en urgencias.

—¿¡Como esta Reiju!? ¿Esta despierta? ¡Nadie nos ha dicho nada en días! ¡Ni siquiera sabemos si—

—Sanji, no podrá decirnos nada sino te callas. — La dura expresión de Niji silencio el clamor del rubio.

La mujer asintió con comprensión, entendía que estuviesen muy preocupados, pero había cosas que no podía comentar con ellos — Disculpen por la espera, pero tuvimos que hacer muchos exámenes a su hermanita antes de tener un diagnóstico oficial. — Comento con prudencia — Veo que ustedes son sus hermanos, me alegra mucho que los cuatro estén aquí apoyándola , pero gustaría hablar con los padres de Reiju si no es mucha molestia.

Inmediatamente los cuatro se tensaron, y fue Ichiji el único que se atrevió a responder — No hay padres, pero puede hablar conmigo, soy Vinsmoke Ichiji, su hermano mayor y tutor legal.

La mujer no se vio muy convencida por sus palabras, sobre todo por lo que tenía que decir, pero de igual forma lo acepto. — Entiendo, por favor acompáñenme. En estos momentos Reiju está hablando con su doctor.

—¿Su doctor? — Sorprendentemente, fue Yonji el primero en notar que algo andaba muy mal. No era la primera vez que vivía algo similar. — N-No entiendo ¿Acaso usted no es pediatra? ¿No debería ser su doctora?

Ikakku permaneció con una expresión en extremo seria al escucharlo, agachando la mirada antes de responder. Debió escoger mejor sus palabras.

—No, lo lamento, pero no lo soy. — Ichiji pudo incluso palpar la honestidad en la mirada de esa mujer, y como muy dentro suyo hubiera deseado ser ella su doctora, y no tener que transferirla al departamento que la transfirió, únicamente porque lo que le ocurría a Reiju escapaba totalmente de sus manos.

La mujer los llevo a las afueras de una habitación, y desde la pequeña ventaba que había en la puerta, pudieron ver a Reiju, tan risueña y feliz riendo en absoluta calma, como si nada le hubiese pasado, con un hombre de cabellos azabache que tenía puesta una larga bata blanca.

Ichiji pudo escuchar una ligera risilla seguida de una maldición por parte de Niji, pero lo ignoro.

Ikakku solo tuvo que tocar la puerta dos veces para alertar a su colega, y luego de que este le diera un rápido asentimiento con la mirada, fue que se levantó de la camilla en donde estaba con Reiju para salir a conversar con sus familiares.

Y esa fue la primera vez que los hermanos Vinsmoke conocieron a un hombre que sería crucial no solo en sus vidas, sino en la de su amada hermanita.

—Ichiji, Niji, Sanji y Yonji; les presento al Doctor Trafalgar D. Water Law, es nuestro mejor especialista y la razón por la que el Hospital Saint Thomas esta entre los tres mejores hospitales del continente. Les aseguro que tanto Reiju como ustedes están en muy buenas manos. Doctor Trafalgar, estos son los familiares de

—Ikakku, creo haber escuchado bien sus nombres, y ellos el mío. Gracias. Ahora, por favor retírate.

Fue de esa manera que sus vidas se entrelazaron, y si bien era cierto que las primeras impresiones no siempre lo decían todo, si generaban un gran impacto en las personas, y al menos la percepción de Ichiji no fue para nada positiva. En especial porque ese supuesto “Doctor insignia” cargaba consigo una barba de tres días y estaba repleto de tatuajes por doquier ¡Sin mencionar que en cada una de sus manos estaba escrita la palabra Death! ¡Por favor! Ningún doctor que apreciase su profesión se tatuaría tal estupidez.

—Por favor, acompáñenme. Quisiera hablar con los cuatro en un lugar más privado. — Pidió con rapidez.

Disculpe. — Antes de dar un solo paso, la voz de Sanji se volvió a escuchar — Pero esa doctora dijo que mi hermana no era su paciente, pero ella es una pediatra ¿Eso que significa? ¿Usted tambien es pediatra, no?

Law respiro con tranquilidad —Si, de cierta forma tambien lo soy.

—¿¡Entonces porque cambiaron de especialista tan abruptamente!?

—Sanji — Ichiji lo llamo, pero inútil.

—¡Tu no hables! ¡Ya perdiste ese derecho! ¡Eres el tutor de Reiju solo por nombre, no más! ¡Y puedes estar seguro que cuando salgamos de aquí hablare con Zeff para quitarte la maldita custodia, porque Ichiji, no la mereces! — Alzo la voz, alterado — ¿¡Que es lo que está pasando!? ¡Han pasado cuatro días y no nos han dicho nada!

Law tomo aire en sus pulmones antes de volver a intervenir en total serenidad — Entiendo su incertidumbre, y lamento mucho no habernos comunicado con ustedes antes, pero necesitamos estar totalmente seguros del diagnóstico de Reiju antes de hablar con la familia.

—¿E-Estar seguros? ¿Estar seguros de que? — El temblor en la voz de Yonji se hizo evidente.

La mirada de Law fue pesada, está siempre era la parte más dura del trabajo.

—¿Sabe algo? — Esta vez, fue la voz del peliazul la que se dirigió al oncólogo, haciéndose eco en medio del incomodo silencio— Hemos estado estancados en este maldito hospital cuatro días. — Rio sin gracia — Y en esos días tuve la oportunidad de pasearme por todo este condenado lugar, y tengo que decir que es bastante aburrido, pero—

—¿¡Niji, a que rayos va todo esto!?

—¡Sanji, sino te calmas te voy a calmar a la fuerza! — Alzo la voz el peliazul antes de volver a continuar su relato — Como decía, tuve la oportunidad de recorrer este pútrido lugar. — E incluso meterse a algunas zonas no permitidas para el público — Y pude…— De repente su voz empezo a trastabillar — Y pude ver su imagen en un banner publicitario, — Siendo esa la razón por la que se maldijo al verlo— y en este decía que usted había ganado el premio Lasker p-por sus avances en el uso de las células madre para el tratamiento de cáncer en niños… — Escuchar esa sola palabra, hizo a los hermanos volver siete años atrás, volver al dolor, al sufrimiento, al pánico, a la muerte… — S-Solo quiero que me responda algo — Inesperadamente, la voz de Niji soltó una risa forzada — ¿Qué especialidad tiene usted?

Law no mostro pasividad alguna en su mirada, tenía su típica expresión seria con el ceño fruncido, solo que esta vez, a diferencia de todas las anteriores, sí estaba fastidiado. Le había dicho en mil ocasiones al imbécil de Sengoku que retirase esos estúpidos panfletos antes de que algún familiar de sus pacientes los viera.

Ichiji cerro sus ojos con fuerza, ahora lo entendía, si le habían asignado a Reiju al mejor medico de ese hospital, eso solo podía significar una cosa.

Que su hermana estaba muy, muy grave.

—Soy…—

—¡No! —Esta vez fue Sanji el que le suplico no continuar —¡Por favor, no lo diga! —. Eso no, todo menos eso. No podía pasar por eso una segunda ocasión. Apenas fue capaz de sobrevivir a lo que le ocurrió a Sora, y fue solo porque Reiju apareció en sus vidas, pero si se la arrebataban a ella tambien, no sería capaz de sobrevivir.

—Doctor — El llamado de Ichiji fue apenas perceptible — ¿Qué es lo que tiene Reiju exactamente? — Pregunto con voz temblorosa.

Pero ¿Realmente quería saber la respuesta?

Finalmente había llegado el día en el que él, Vinsmoke Ichiji, no quería saber una cosa. Conformándose con ser felizmente ignorante por primera vez en su vida y desligarse de la más dura de las realidades.

Law tomo aire antes de iniciar, así no quisieran tendrían que escucharlo. — Reiju llego aquí por una complicación respiratoria, que en un principio confundimos erróneamente con Neumonía, así que empezamos estudios y nos percatamos de indicadores altamente alarmantes en sus glóbulos blancos. De por si eso no era un indicativo para preocuparnos, podrían ser muchas cosas, incluso una simple anemia, pero empezaron a revelarse más y más factores de riesgo que nos pusieron alerta, como su falta de glóbulos rojos por dar un ejemplo, y al ser estos los que llevan oxígeno al cuerpo, explicaba su constante fatiga.

De inmediato Ichji sintió una punzada en su pecho.

«—I-Ichiji, enserio n-no puedo. No puedo levantarme, ¡Por favor!

«—¡Tonterías! Sora nos mandaba a la escuela con treintaiocho grados de fiebre y seguimos aquí, y si nosotros pudimos, ¡Tu tambien puedes! ¡Sanji, dale una dosis más fuerte y alístala! Se me hace tarde.

—Reiju tambien presentaba una pérdida de peso considerable, las niñas de su edad deberían pesar un promedio de veintiún kilos, y ella tiene un peso actual de diecisiete. Esto normalmente ocurre porque órganos reguladores como el hígado se empiezan a engrosar por el cambio drástico en la cantidad de glóbulos, generando una presión el estómago y causando una sensación de llenura.

«—Princesa, ¿Hoy tampoco comiste?

«—Uhm… No, lo siento Sanji, pero no tenía mucha hambre.

Sanji se llevó las manos a la cabeza ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Era el mayor estúpido de la tierra! ¿¡Como no se pudo dar cuenta!? ¡Era obvio que Reiju no estaba bien!

«Mocosa rosada, aun estas muy joven para empezar con los trastornos alimenticios. Al menos espera ocho años más o te quedaras de ese tamaño para siempre.

Niji termino sentado en el piso, arrepintiéndose por única vez en su vida de tener una lengua tan larga como asquerosa.

—Y por último, el síntoma más notorio fue su falta de plaquetas, estas son las que normalmente ayudan a retener el sangrado, y un descenso en las mismas puede ocasionar hemorragias nasales, de encías, o incluso moretones en el cuerpo. Me sorprende que no se hayan dado cuenta antes, puesto a que es el síntoma más notorio.

«—¡Reiju! ¿¡Qué te paso en la espalda!? ¿¡Quién te hizo esto!? ¡Dime! ¿¡Fue alguien de la escuela!?

«—¿Ugh, de que hablas Yon?

«—¿¡No sabes quién te lo hizo!?

«—¡N-No! ¡T-Te lo juro! ¡No los había visto hasta hoy!

—¡A-Aguarde un segundo! — Yonji no pudo quedarse callado más tiempo —Y-Yo la baño. L-La baño todas las noches Balbuceo incrédulo — Y-Yo vi los moretones, p-pero… pero creí que era por el crecimiento… Y-Yo jamás pensé que—

—Yonji, cállate. — Le pidió Niji aun agachado.

—¡No! ¡Yo… Yo no tenía idea! ¡D-De haberlo hecho le juro que jamás—

—Yonji…— Ichiji lo llamo con la voz en vilo — Basta. Nadie te esta culpado. N-Ninguno de nosotros lo pudo ver…

Por más obvio que fuese.

El silencio que le siguió a las palabras del pelirrojo fue peor que la más brutal de las condenas, porque era una condena que los acompañaría hasta el final de sus días, y era la de sus propias conciencias.

Law sabía que estos momentos los hermanos debían de estar experimentando un inusitado sentimiento de culpa, ese siempre sería el primer paso, y lamentablemente, no sería el ultimo, porque la escalera era tan alta, que incluso en ocasiones te llevaba hasta el cielo.

Todos estos análisis, que a su vez fueron respaldados por un conteo de células blancas y un examen patológico exhaustivo revelo que… — En estos momento ya no había razón para ocultarlo más — Reiju tiene Leucemia Linfática Aguda en Etapa III.

—Ninguno de mis hermanos pudo evitar que el dolor y la negación ahogasen su sentir cuando Law finalmente nos revelo el diagnostico final de mi hermana.

—Ninguno menos tu… — Resalto Katakuri, a lo que el pelirrojo asintió en silencio.

—Era víspera de Navidad, y debía decirle a mi hermana que tenía cáncer. — La voz de Ichiji se resquebrajo del dolor — ¡Por dentro sentía que ya nada tenía sentido! Todo por lo que luche, por hacerla feliz, por darle un lugar que ella pudiera llamar hogar, se veía truncado por la misma maldita enfermedad que se llevó a mi madre, y ahora, amenazaba con arrebatarme a lo único bueno que tenía en mi vida.

Law les tuvo que explicar cientos de veces que el cáncer no era hereditario, que lo que le paso a su madre fue un caso aislado, un mero factor de riesgo, y aun cuando lo sabían, quería escucharlo de su boca, querían tener la seguridad plena de que su madre no le había pasado tal mal a Reiju.

Ese día supo que Law no era solo un gran doctor, sino tambien una gran persona. Porque no se separó de los cuatro hasta que fuesen lo suficientemente capaces de levantar la cabeza, haciéndolo sentir un laúd de culpa al recordar la forma en que lo trato luego de todo lo que había hecho por ellos y por Reiju.

—Escuchen, no tengo la fama que tengo por nada. He dedicado mi vida a esto, y les puedo asegurar que estaré en la trinchera con ustedes. Voy a luchar con todo lo que tenga a mi alcance por su hermana, y solo les pediré una cosa a cambio, su compromiso total. Reiju va a pasar por la que quizás sea su prueba más dura, y si, quizás es injusto que la enfrente siendo apenas una niña, pero he tratado miles de neoplasias en mi carrera, y les puedo decir sin temor a equivocarme que esto no es el fin. Vamos a salir de esto, juntos.

Katakuri sonrió con autosuficiencia. Que pequeño era el mundo, la hermana de Ichiji era tratada por nada menos que el sobrino de Vi. Conocía a Law, y sabia de sobra que no era ningún estúpido, su amplia fama lo respaldaba, y aunque no había tratado en exceso con él conocía a alguien que lo había hecho en demasía, y para su desgracia lo conocía bastante bien.

—Creía que esa noche no podría ser más traumática para los cuatro, pero aún quedaba lo más difícil. — Presiono sus dedos contra el suave mantel de la mesa — Decirle a Reiju la verdad.

Y aun sintiéndose incapaces de dar ese cruento paso, los cuatro tomaron la decisión, lo harían juntos. No era culpa de nadie, y no ganarían nada resintiéndolo. Si esto era una última prueba, entonces la superarían juntos. Reiju no estaría sola en ningún paso que ella diera.

—Pero si hubo algo que me dejo incluso más conmocionado que saber el diagnostico de Reiju, fue la forma en la que ella reacciono…

Su hermana, su pequeña hermanita jamás bacilo. Reiju escucho atentamente todo lo que ellos cuatro tenían para explicarle, y en ningún momento soltó una lagrima. Estaba con la cabeza en alto, escuchando lo que en un futuro serian días de mucho dolor, pero ni aun así lograron derrumbarla.

Lo podía ver en su mirada, ella estaba dispuesta a pelear.

—Pero, la batalla resulto más dura de lo que imaginamos.

Con Sora no tuvieron la oportunidad de pelear, su madre había tomado una decisión que ellos decidieron respetar, marchitándose como la más bella flor con el fin de darle paso a un nuevo botón, por lo que desconocían a lo que realmente se iban a enfrentar, y fue finalmente con Reiju que redescubrieron a los fantasmas que pensaron, no tendrían lugar ni en sus más recónditas pesadillas.

—La primera opción, y la ideal; era un trasplante de medula. Eso le habría evitado tanto dolor a mi hermana, p-pero… — La rabia invadió su pecho al recordar ese momento — Ninguno de nosotros era compatible con ella, ninguno de nosotros tenía su sangre — Law les dijo que muchos de los donantes eran familiares directos, pero ninguno de los cuatro era compatible. Ni ellos, ni Zeff, ni Vivi, ni nadie que conocieran. — Y fue allí, donde trate de hablar con Judge — Sabía que era una estupidez. Que él no deseaba más nada con ellos, y jamás se hubiera rebajado a pedirle algo, pero por Reiju, por Reiju era capaz de incluso ir a mendigarle de rodillas. — Pero él solo me escupió en la cara.

«—¿¡Y encima tienes el descaro de llamarme para pedirme tal cosa!? Tu ya no eres más mi hijo, ¡No me interesa en lo absoluto lo que te pase! Y en cuanto a esa niña, ¡Te puedo asegurar que aunque fuera compatible con ella, ni siquiera se los diría!

—Malnacido hijo de perra. — Katakuri no se extralimito en lo absoluto.

—Ese día les dije a mis hermanos que sin importar que pasase, jamás volveríamos a dirigirle la palabra a ese sujeto. — Pero muy aparte del asco que le generaron sus palabras, sin Judge, ya habían agotado todas las opciones que conocían, y solo quedaba una sola; y era entrar a la interminable lista de trasplantes, en donde esperarían de un milagro para obtener una medula compatible que pudiese salvar a su hermana.

—Y fue allí donde el verdadero averno dio inicio.

Ya que sin trasplante, el único tratamiento viable era la quimioterapia.

Su corazón ardió en medio de un indescriptible terror — Fue allí que las interminables noches empezaron… — Noches en donde no podía dormir, preguntándose ¿Por qué les pasaba esto? Buscando respuestas en internet, cualquier cosa que pudiese ayudarlo a entender mejor el mal de su hermana, y peleando, luchando cada noche por no derrumbarse.

—Cuando la quimio empezo, sabía que todo ese dolor seria con el fin de ayudar a Reiju, pero a medida que pasaban los días, me pregunte en cientos de ocasiones si es que acaso la solución no era incluso peor que el daño. — El escozor se acumuló en su garganta — Mi hermana, — Al igual que ocurrió con su madre — poco a poco empezo a marchitarse. El brillo en su mirada ya no era el mismo, se le hacía cada vez más difícil sonreír, e incluso su lindo cabello. — Su tan, tan lindo cabello. Aun recordaba lo suave que era, y todas las veces que lo cepillo antes de ir a la escuela.

Niji dejo de llamarla mocosa rosada, solo la llamaba mocosa, todo con el fin de no herirla. De no recordarle aquello que había perdido.

—A medida que pasaba el tiempo, los gastos no hacían más que aumentar, el seguro ayudaba, pero no cubría todo, y no me quedo más remedio que usar el fondo universitario de Reiju. — Tenían que pagar terapias, medicamentos y más y más cuentas que no paraban de llegar. — Necesitábamos dinero a como dé lugar, y fue así que Sanji encontró un trabajo de mierda en una maldita cantina. — Su hermano odiaba trabajar de noche, pero lo hacía por Reiju. La propina era buena, y no podían darse el lujo de rechazarla en un momento como este. — Niji ya tenía ahorrado lo suficiente para terminar la universidad, había trabajado lo suficiente para finalizar su colegiatura en Cambridge, y tuvo que darme hasta el último centavo para pagar la nueva dosis de medicamentos de Reiju. En vez de terminar su carrera, termino como niñero de Reiju. — Aunque odiara ver como se había quedado estancado, admiraba tanto a Niji, ya no era más ese idiota egoísta que solo pensaba en sí mismo — Y-Y… Yonji… — Lo que le había pasado a su hermano menor era lo que más le dolía — Termino ingresando a maldito un club de lucha por apuestas. — Su voz aún se quebraba al pensar en ello — Se metió en ese mundo luego de que Reiju no respondiese de forma positiva a las quimios y tuvieran que aplicar un enfoque mucho más agresivo.

Nada importaba mientras tuvieran a su hermanita, si la tenían un día más a su lado para ver su sonrisa, hacia que todo ese dolor valiese la pena.

—Pero más allá de cualquier cosa, lo peor fueron esas noches sin fin en donde llegaba a casa luego de un interminable día de trabajo, solo para cuidar de mi hermana. — Estaba agotado en extremo, y su cuerpo no pedía nada más que un merecido descanso, pero alguien tenía que cuidar los sueños de Reiju, y si Niji hacía un trabajo impecable cuidándola durante las mañanas, lo mínimo que él podía hacer era velar sus sueños mientras que Sanji y Yonji seguían trabajando.

Aun cuando su cuerpo no tuviese más fuerza dentro de sí, tenía que obligarse a sacarla de donde fuera por ella.

—En cientos de ocasiones creí que Reiju no vería otro amanecer, que dejaría de respirar en medio de la noche luego de otra agresiva sesión de quimio, ¡Y tenía tanto miedo de quedarme dormido y no poder auxiliarla! — El miedo en su voz era abrumadoramente real, y sus ojos ardían sopesando el dolor de todas aquellas sombras con las que había batallado en silencio. Algo que su cuerpo le pedía a gritos, podría ser letal para su hermana. —Que muriera en mis brazos era, y hasta ahora es, a lo que más miedo le tengo.

Fue entonces que Katakuri tomo su mano, y alejo todos sus temores con un simple rose que era tan suave y efímero como un destello en el firmamento, pero que con solo verlo una vez, deseabas ser testigo de su brillo siempre.

—Eso no pasara.

—Katakuri, por favor—

—Ichiji. — Esta vez su voz fue ominosa — Eso no pasara. No lo voy a permitir.

¿Eran una simples palabras capaces de borrar todo rasgo de dolor en un corazón que estaba hecho pedazos?

Quizás no, pero de serlo, esto sería lo más cercano a lo que Ichiji estuvo jamás.

—Creo que ya podemos hablar de esa noche, claro, solo si estas listo. — Expreso el granate.

Ichiji dejo su copa de vino sobre la mesa, tomando el valor para verlo a los ojos, y enfrentar así no solo su mirada, sino a la oscuridad de noche, aquella misma que había despertado tantos temores en él.

—Solo contigo lo podría hacer.

A tu lado, siento que no existe nada que no pueda hacer.

Sus piernas temblaron antes de continuar —¿Alguna vez has sentido que sin importar lo que hagas, o cuanto lo intentes, jamás podrás cambiar algo que ya está predestinado a ser? — Pregunto derrotado — Eso mismo sentí cuando Law me comunico que Reiju moriría en dos meses. — Su mirada es oscureció en medio de una gran tristeza — Y así como era tan cuidadoso para destruir todo mi esfuerzo, tambien lo fue de cruel como para alimentar mis esperanzas, al decirme que finalmente había un donante que era compatible con Reiju.

—¿Y qué demonios fue lo que paso? — Pregunto el granate intensificando sus cejas.

La mano de Ichiji se volvió un puño — La cirugía nos costaría dos millones de libras. — Dijo sin fuerzas — pero no teníamos esa cantidad de dinero, y fue allí que decidí pedir un préstamo a la firma. No me importaba tener que pasar el resto de mis días trabajando en el bufete para pagar el préstamo, pero solo pudieron darme una pequeña cantidad comparado con todo lo que aún nos faltaba. Ese mismo día entregaron las invitaciones para la maldita fiesta de bienvenida, y en mi soberana estupidez termine apostando y perdiendo todo lo que había ganado en una impredecible mano de Poker. — Pero jamás se arrepentiría de esa decisión, porque esa misma locura lo llevo a conocer a la persona volvería a su vida un interminable frenesí de emociones.

Alguien que llegaría a odiar con todas sus fuerzas, y tambien… A amar con locura.

Amar hasta que le doliese, amar hasta que no quedara nada de sí.

—Fue esa misma noche que Yonji sufrió una hemorragia cerebral a causa de todos los golpes que recibió en ese mugriento matadero, y luego de la cirugía tuvo una secuela por la que estuvo a un paso de herir a Reiju de manera inconsciente. — Revelo con las heridas aun frescas en su mente — Ambos casi mueren esa noche, y todo por mi culpa.

Nunca se perdonaría el haber dejado a Yonji y Reiju solos esa noche.

—Y fue allí cuando… — Tuvo que detenerse, ya no pudo continuar.

—Fue allí cuando me buscaste.

—Si. — Su voz sufrió un profundo descenso.

El granate asintió con cautela, había pensado en miles de cosas para decirle, visualizado cientos de escenarios con las palabras correctas, pero solo ahora, luego de escuchar el interminable calvario por el que su espinela tuvo que pasar, comprendía algo.

Que él siempre había jugado con fuego, y en su propia arrogancia llego a creer que este jamás lo quemaría de vuelta, que sus llamas los respetarían y recelarían eternamente, pero era solo ahora; cuando se encontraba ardiendo en medio de estas, que entendía que era tan, o incluso más miserable que todas esas personas que él alguna vez repudio.

—Esa noche, ni en mis más disparatas fantasías imagine que lo que hiciste fue con el fin de tratar el cáncer tu hermana. Creía que estaba siendo justo cuando te ofrecí tener sexo conmigo a cambio de dinero, cuando en realidad solo trataba de justificar mi propia arrogancia. — Dictando una sentencia desde su cómodo trono que para nada le correspondía a un joven que ya había pagado incluso por los pecados que no había cometido. — Desde que leí esa carta, y fui consciente de la verdad, mi vida no ha sido más que un infierno de culpa tras culpa, y por todo eso y más, estaré eternamente arrepentido.

El pelirrojo aparto la mirada, abrazándose a sí mismo al escuchar esas palabras que no eran solo de culpa, sino que también le daban una absolución a su alma.

—Por eso si decides odiarme, está bien. Es lo menos que merezco.

—N-No podría… — Fue incapaz de frenar la imparable marea en su mirada — Aunque lo haya intentado cientos de veces, no podría odiarte nunca Katakuri.

Porque te amo, te amo tanto que incluso odiándote sé que te amaría. Grito en su mas profundo adentro, para que solo él pudiera escuchar su propia suplica, y así morir un poco más.  

—Ichiji…

Ninguno de los dos fue capaz de soportarlo más, devorándose con desenfreno al sentir que sus cuerpos se volvían uno solo, compartiendo un mismo calor, y un mismo deseo.

—«Ne pleure plus, mon spinelle.» (No llores más, mi espinela.) — Susurro el mayor, acariciando con absoluta delicadeza esos sedosos cabellos escarlata que tanto le hacían perder la razón. — Has recorrido un largo camino para hasta mis brazos, y ahora que finalmente estas aquí, no estoy dispuesto a renunciar a ti.

—K-Katakuri… Por favor, no te vayas. N-No me sueltes.

No me sueltes nunca.

El Charlotte sonrió con sutileza, acariciando sus hebras bermellón, ¡Diablos! Era perfecto. — No lo hare.

Ichiji nunca dejaría de temerla a la oscuridad de la noche, esta lo había marcado de formas que jamás podría terminar de expresar, pero incluso es la más densa de las tinieblas, no mostraría más zozobra, no con Katakuri a su lado.

.              .              .

La delicada voz de Whitney Houston servía como música de fondo para una esbelta figura de desbordantes curvas que delineaba sus esculpidos ojos de gato frente a un envidiable tocador con el que cualquier mujer fanática de Gossip Girl soñaría. Esta noche tenía una especie de cita, y mientras tarareaba I Wanna Dance With Somebody, Robin pensaba en todas las veces que vio 13 going to 30 creyendo que si quiera tener la mitad del armario de Jenna no era más que una fantasía inalcanzable para una chica como ella, pero ahora que viraba la mirada hacia un Walk-in Closet dos veces más grande que el de la protagonista de la propia película, entendía que todas esas noches sin dormir repletas de sacrificio, habían valido la pena.

Y era lo menos que una persona tan admirable como ella merecía luego de tanto dolor.

Su frase de “No hay mejor regalo que el que te da tu propio esfuerzo” cobraba total sentido ahora que se colocaba ese esquicito vestido de gala negro con acabado sirena de Jean-Paul Gaultier.

Porque si bien las cosas materiales salían sobrando, no estaba de más engreírse de vez en cuando.

Encendió un par de velas aromáticas frente al retrato que descansaba en su velador, despidiéndose así momentáneamente de la persona que más amaba en el mundo.

Porque a pesar de que él ya no estuviera mas a su lado, siempre estaría en cada paso que diese.

Aún faltaba una hora para la exposición de Law, así que podría salir con total calma de su casa y llegar sin ninguna prisa a su encuentro, pero a unos instantes de pedir un Uber, su teléfono empezo a brillar con una llamada que había esperado recibir desde que hablo con Sanji en la mañana.

—Buenas noches Sabo, ¿Cómo estás? — Respondió gentilmente a su joven residente.

—¡Muy bien Doctora Robin, gracias por preguntar! — Le imito muy animado — Le cuento que en lo que va de mi guardia he atendido cinco casos de urgencias; diagnosticado una fisura craneal, y un aneurisma. Mas bien, por eso mismo la llamaba, entrare a quirófano en unos minutos a operar y quería hablar con usted antes.

—Claro, ¿Hay alguna noticia?

Con lo que respecta a su servicio, todo va muy bien doctora, no tiene de que preocuparse, pero… con respecto al otro tema — El cambio en su tono de voz hizo a la morena respirar hondamente — Lamento informarle que aún no tenemos noticias ni de Redleg Reiju, ni de su familia.

La mirada de Robin se fue apagando gradualmente.

Eso solo podría significar una cosa, Sanji no había logrado convencer a Zoro.

¡Diablos!

—Gracias por mantenerme informada Sabo, te deseo mucha suerte en tu cirugía, y no olvides que si se te complica el procedimiento, no dudes en acudir al doctor Sakazuki.

—Ahh… — El temblor en su voz fue evidente — En caso de que lleguemos a ese espantoso, pero probable escenario, ¿Puedo llamarla a usted? — Después de todo, era su primer aneurisma asolas como residente.

—Sabo, él es el especialista de guardia, y si, todos en el hospital le tienen miedo, pero estamos hablando de la vida de una persona.

—E-Entiendo.

—Descuida, no lo vas a necesitar ¡Se que lo harás muy bien! — Le animo dándole valor a su estudiante. Porque eso significaba ser un maestro, no solo enseñar a sus alumnos, sino darles la fuerza para sacar la mejor versión de ellos mismos.

Al colgar la llamada quedo envuelta en un impredecible silencio.

Una parte de ella quiso creer que luego de todos estos años el peliverde había sido capaz de perdonarse, pero por lo visto, estaba equivocada.

Devolvió su mirada hacia el retrato, aquel en donde su protagonista la veía con una amplia sonrisa. La sonrisa que siempre cargaría en su corazón.

Si alguien había visto la bondad dentro de Zoro, era precisamente ella; y por eso sabía que no podía dejar las cosas así.

Porque quizás el mayor defecto de Zoro no era ser un egoísta, sino que era justo lo contrario, no sabía cuándo serlo; era una persona que daba todo de si sí estaba en sus manos, y fue esa propia bondad, la que termino carcomiéndolo por dentro.

No, la historia no se repetiría esta vez.

No le hubiera gustado llegar a este punto, pero ya no quedaba más tiempo.

Vio que la pantalla de su iPhone volvió a encenderse, pero esta vez, tuvo que poner el teléfono en silencio al ver de quien se trataba.

—Lo siento tanto, Law. Espero que puedas perdonarme.

No iba a poder llegar a su ponencia. Tenia algo que hacer.

Un pendiente que no podía esperar más, una charla que quedaba sin resolver por más de diez años, y era su hora de finalmente salir al frente del tablero.

.              .              .

Podía ver los infinitos rascacielos de Londres desde la interminable mampara de su oficina en Newgate Industries. A pesar de ser apabullante, era una vista un tanto peculiar, porque si bien The City nunca descansaba, esa noche en especial se veía tan taciturna y tranquila como el atardecer de un verano en la playa.

Y eso lo asustaba. La calma en un lugar tan bullicioso, lo asustaba.

—¿Quisieras dejar de taladrarte la cabeza por un segundo? Si sigo hablando sola por un minuto más realmente empezare a creer que te sacaron algo más que la medula.

Pero ni la picara voz de una divinidad de largos cabellos azul brillante, que se hallaba sentada frente al escritorio con un vaso de Vodka en la mano, logro llamar la atención del rubio.

—Marco, ¿Me estas escuchando?

—Zoro no contesta mis llamadas. — Susurro luego de unos segundos.

Y eso solo podía significar dos cosas, la primera; que ya estaba lo suficientemente alcoholizado como para haber perdido la conciencia, o la segunda, y la más probable a su parecer, que el peliverde haya caído en cuenta de su clara implicancia en toda esta situación y este hasta los cojones de él.

—Por Cristo, ni que ese idiota fuera tu esposa.

—¡Lo digo enserio Bay! — Regurgito volteando a encarar a su mano derecha. — Soy lo único que le queda.

Pero como siempre, el rostro de Whitey Bay mantuvo esa feroz y orgullosa mirada de leona, aceptando de buena gana los iracundos comentarios del rubio. — ¿Y qué esperas? ¿Qué te pase un pañuelo y me ponga a llorar contigo porque te dejo en visto? ¡Ni que fueras una adolescente de quince años! Sabias a lo que te arriesgabas al hacerlo.

La peliazul conocía bien a Marco y entendía la razón tras su malestar, siendo como una molesta hermana mayor a ojos del rubio, y la que en secreto mantenía a todos a raya allí. Su historia en Newgate Industries empezo como la de una simple pasante luego de graduarse con honores en Oxford, y fue el propio Edward Newgate quien vio algo que ninguna otra persona vio en ella, decidiéndose por arroparla y enseñarle todo lo que sabia, volviéndose más que una colega; una hija a sus ojos.

—No lo digo por eso, no me arrepiento de lo que hice. — Acepto el mayor.

—¿Entonces? ¿Por qué estas con esa cara de virgen ultrajada?

—No pensé que las cosas se fueran a dar de esta forma. — Pero él siempre tendría una deuda pendiente con Robin, y esperaba que al haberle entregado información confidencial del historial médico de Zoro, la balanza se haya inclinado, aunque sea un poco, a su favor.

—Si todos pudiésemos predecir nuestro futuro con base a las probabilidades, la vida sería muy aburrida, ¿No crees? — Trato de animarlo con una leve sonrisa. — Juega con las cartas que te tocaron, quizás tu suerte de un giro sin que lo esperes. Y se que suena raro viniendo de mí, pero lo único que te queda por hacer es esperar.

Marco rio suavemente al escucharla — Se que es algo tarde para decirte esto, pero ahora entiendo porque Padre te quiso desde un principio en la familia.

—¿Así? ¿Y porque es?  — Cuestiono Bay riendo de medio lado.

—Siempre sabes que decir para mantenernos en paz.

Marco exhalo con fuerza el aire contenido en su pecho. Todo quedaba en manos de Zoro ahora, y lo único que deseaba era que tomase la decisión correcta.

.              .              .

Los pasadizos del Dukes' Palace brillaban con una tenue luz cálida que armonizaba selectamente con la fantasiosa atmosfera medieval que desprendían cada una de las gárgolas que vigilaban el palacio en perpetuo silencio desde lo alto de sus columnas. De haberlas visto, Ichiji hubiera quedado admirado con la fastuosidad de cada tallado que era totalmente opuesto el uno del otro, pero en esos momentos, el pelirrojo se encontraba abstraído en algo infinitamente más cautivante, y era la demoledora mirada de Katakuri que lo consumía en una lenta, pero exquisita agonía, haciéndolo descansar entre sus anchos brazos al cargarlo cual amante a medianoche, sin darle la oportunidad de escapar, ni huir de su calor.

No tenía la capacidad de apartar sus diamantes azules de los llameantes borbones del granate, era más formidable e impotente que cualquier escultura que hubiese visto antes, un David de carne y hueso; y hasta el propio Michelangelo hubiera caído rendido a sus pies de haber visto a la rencarnación viviente de todos sus bocetos desnudos.

Al llegar a la Royal Suite, la tensión y el deseo que desde hace tanto atiborraba sus cuerpos se desato en manera irrefrenable. Lentamente sus ropas fueron desapareciendo en medio de la alfombra, admirando el atractivo de esas pieles que tan bien conocían ambos a través de sus hambrientas miradas, entre besos traviesos, cálidos resoplidos y eróticos gemidos. Sentir su calor era imperante, y atiborrarse con su esencia, una obligación.

Ichiji se sostuvo a las sábanas ahogando un jadeo cuando Katakuri paso su traviesa lengua por su ombligo.

—Desde que te vi salir del ascensor quise arrancarte la ropa con los dientes y follarte sobre la mesa, pero me contuve porque te veías tan, tan hermoso, tan perfecto. No podía dejar de mirarte ni aunque quisiera. — Suspiro besando de manera hambrienta la mano del pelirrojo. —«Mon beau spinelle» (Mi bella espinela).

—Ka-Katakuri… — Suspiro su nombre entre cada beso. —«Ne me laisse pas partir!» (¡No me sueltes!)

—«Jamais» (Jamás)

La perversidad de sus caricias fue aumentando, se besaban jadeantes de más, con sus lenguas en una encrucijada mortal. Katakuri elevo las largas piernas del pelirrojo hasta arremolinarlas sobre sus anchos hombros, permitiéndose aventurar sus fuertes brazos en la tierna raya de su trasero, abriendo los pliegues de su piel hasta encontrar su tan ansiado botín.

—Soy el único que conoce los secretos más recónditos que oculta tu cuerpo — Susurro tentado su lengua en el cálido botoncito sonrosado del pelirrojo que se hallaba ahogado entre suspiros. Saboreándolo de manera profunda, entre los indecorosos suspiros del menor— Y así debe ser Ichiji. Solo debes abrirle las piernas a mi verga.

El pecho de Ichiji empezo a subir y bajar erráticamente. — ¿Y-Y qué pasaría si no lo hiciera? — Desafío con un aire de belicosidad. — ¿Qué pasaría si le abriera las piernas a alguien más? Si dejo que otro que no seas tú, me toque.

Sabía que ni siquiera el propio diablo sería capaz de tentar a Katakuri de la forma en la que él lo hacia, pero ansioso correría el riesgo. Quería desafiarlo, verlo transformado en esa bestia sin razonamiento a la que tambien se había vuelto un fiel devoto. Quería sentir a ese animal desgarrarlo sin piedad ignorando las consecuencias.

Y para su desgraciada suerte, su ritual pagano dio frutos cuando sus lascivas palabras despertaron al leviatán. 

La mandíbula de Katakuri se tensó, y su mirada descendió varios tonos en cuestión de milésimas, sin perder tiempo lo sostuvo de la cadera para volcarlo con abrumadora brusquedad hasta que su rostro terminara restregándose con potencia entre las delicadas almohadas de plumas.

—Primero, le daría la peor de las muertes al hijo de perra que hozo tocar lo que me pertenece. — La oscuridad en su voz hizo que Ichiji se estremeciera de la excitación — Y después, te encontraría en donde quiera que estes para recordarte que tu único lugar es a mi lado, y tambien… — Ichiji termino entregándole un vulgar chillido sobre la almohada cuando su imponente miembro se atiborro por completo en su palpitante entrada — sobre mi polla.

—¡Hmm~! — Ichiji se retorció en medio de desgarradores y demandantes gemidos. Siendo sometido a la entera voluntad de las erráticas embestidas del Charlotte empujándolo hasta el límite, y colisionando sobre sus suaves glúteos con agobiante potencia.

No estaba dispuesto a controlarse, no esta vez. No solo quería hacer delirar del placer a su espinela, quería comérsela entera, follársela tan duro que incluso Ichiji olvidase como caminar.

Su fuerza era arrolladora, provocando que la tierna piel de porcelana de su pelirrojo lentamente se tiñese de un potente escarlata como sus lindos cabellos ante los delirantes embistes a sus nalgas contra los incesantes azotes de su pene.

—Joder…— Katakuri gruño sin recato alguno. Ver el morboso chapoteo de sus pieles de primera mano solo lo excitaba más y más. La forma en la que el culo de Ichiji lo recibía lo volvía loco.

La cama tamaleaba ante su inhumana potencia. Verlo en esa posición de absoluta sumisión se la ponía en extremo dura.

—¡P-Por Dios! — Ichiji desato un intenso alarido sin ninguna mesura. Katakuri no se estaba conteniendo en lo absoluto. Quería, y por sobre todo, estaba siendo un desgraciado hijo de perra, follandolo sin ningún recato; como se folla a una puta de veinte dólares, con fuerza bruta, sin ninguna pisca de cariño, ni piedad.

—No Ichiji, no grites el nombre de otro que no sea el mío. Ni siquiera el de Dios, ¡Porque tu único Dios, debo ser yo! — Su voz se impuso con soberbia, aumentando aún más los ecos en su espinela.

Ya lo era, lo era en su totalidad, y él, como su más grande y fiel devoto gustoso se volvería un mártir consagrado a Katakuri, ardiendo en la más placentera de las hogueras solo en su nombre.

—K-Katakuri, q-quiero tocarte. P-Por favor, ¡Por favor! ¡Necesito tocarte, ahora! — Suplico en busca de que su fe fuese recompensada.

No solo tocarlo; besarlo, sentirlo bajo su propia piel. Saber que era real y no una mera ilusión creada por su mente como un engaño a su eterno dolor.

Sus rezos fueron escuchados cuando Katakuri descendió sobre él, dejando al pelirrojo encima de su anhelante cuerpo, y de su tórax tan duro y fuerte como el titanio.

—Adelante mi espinela, quiero verte. Demuéstrame lo que has aprendido. — Reto sin piedad.

El sudor recorría sus pieles, Ichiji pudo ver jugosas gotas caer sobre su frente tostada, beberlas con sus besos, acariciar sus cabellos granates y sentir el cosquilleo bajo sus manos. Piel mojada, y respiración errática.

Se estremecía con solo tenerlo debajo suyo.

—Katakuri, mírame. — Soplo ferviente de deseo sobre los labios del granate.

—Siempre lo hago Ichiji. — Suspiro dándole total control a su espinela.

Nunca dejo de hacerlo.

El menor termino mordiéndose los labios, armándose de valor para tomar las pesadas extremidades del Charlotte y darles una excursión guiada por su pálida cintura, terminando por colocarlas fijas a cada extremo de sus caderas.

—No te muevas. — Ordeno en una oscura voz. — No hasta que te escuche suplicar mi nombre, Katakuri.

El sonrojado rostro de Ichiji reflejaba el ávido estado de su cuerpo. Tomo con severidad el condenadamente erecto miembro del granate para guiarlo a ciegas sobre su palpitante interior. ¡Diablos! Era tan glorioso, tan caliente, tan duro. Trago con pesadez cuando la punta empezo a adentrarse de a pocos, descendiendo lentamente por toda su extensión, deseando hacerse un espacio a como fuera lugar en su caluroso centro.

—J-Joder … — Ichiji resalto sus cejas cuando el falo empezo a entrar de a pocos.

Era injustamente grande, nunca llegaría a acostumbrarse del todo al descomunal tamaño de Katakuri.

Los enormes dedos de Katakuri tronaron en la tersa piel de Ichiji. Ver como su espinela se auto empalaba con su miembro, su rostro ahogado de dolor y placer a partes iguales, ¡Mierda! Lo hacia perder de a pocos la poca compostura que le quedaba.

Lentamente Ichiji empezo a marcar su propio ritmo en medio de suaves brinquitos, lentos y pausados. Cerro los ojos cuando la hombría de Katakuri llego a su tope, y llevando uno de los dedos del mayor a su boca para saborearlo de manera traviesa como si fuese una paleta de fresa.

¡Maldita sea! No iba a soportar esto por mucho tiempo. Necesitaba estar encima de su espinela, marcar el ritmo, ser él quien condujera la lírica detrás de la tórrida composición que ambos creaban con sus gemidos. —Ichiji…— Regurgito en un lastimero reclamo. Su voz estaba cargada de lasciva.

—Shh. — Soplo sobre su pulgar — No tienes permitido hablar.

El granate vio el acto con goteante vulgaridad. Los hinchados labios de cereza succionaban sus dígitos con potencia, provocando que la punta de su verga latiera con deseos homicidas, como quería cogerse esa linda boquita hasta atorarlo con su esencia ¡Joder!

Su rostro carmín lo veía desde arriba con superioridad, alargando su tortura ante los duraderos saltitos sobre su polla.

Ichiji era como un travieso conejito que sin saberlo se estaba adentrando por voluntad propia a la cueva del lobo.

—¡Maldita sea…! ¡Ichiji! — Escuchar ese potente gruñido casi logra que el pelirrojo terminase corriéndose.

El pelirrojo soltó los húmedos dedos de Katakuri no sin antes exprimirlos por una última vez — ¿Qué ocurre, Señor Charlotte? ¿Acaso quiere anudarme como si fuera un animal salvaje en su primer celo? — De a pocos fue dibujando un erótico camino de saliva sobre su cuerpo hasta llegar a la altura de su ombligo. — Adelante, hágalo, pero solo le diré una cosa, quiero sentirlo, aquí.

Los dientes de Katakuri se abrieron en una sonrisa vehemente, y como si estuviese poseído, acorto el espacio que lo separaba de su espinela hasta hacer que el propio Ichiji dejase escapar un grito agónico al irse de espaldas sobre la cama, quedando acorralado y sin salida, siendo no otro que Katakuri el que se alzaba hambriento de amasar su piel sobre si.

—No solo hare eso mi espinela. Hare que mi verga te llegue hasta la garganta. Voy a morder cada centímetro de tu piel, marcándote como mío para que así nadie más pueda reclamarte.

El rostro del menor brillo con potencia, si había alguien con quien no podía joder, ese era Charlotte Katakuri.

Y lo iba aprender a la mala.

Tan enérgicas como sus palabras lo fue la abrumadoramente fastuosa ficción a la que ese hinchado y deseoso falo sometió a su cuerpo sin esperar tregua alguna.

—¡No voy a parar hasta verte llorar de placer Ichiji! ¿Oíste bien? — Gruño tomando ambas piernas de Ichiji para colocarlas sobre sus hombros y aumentar así la profundidad de sus arremetidas.

—¡S-Si! ¡Si! ¡Si! ¡Así! ¡No te detengas!— Ichiji se perdía cada vez más entre cada embate — ¡Por favor!

—Mi pequeña cereza libidinosa y sucia, ¿Es esto lo que realmente quieres? — Interrogo empujando su verga hasta que sus bolas golpearan con dureza la tierna piel de Ichiji. Ver los desesperados asentimientos de su pelirrojo, repletos de lagrimas, mientras le robaba de a pocos la cordura acelero su pulso — Entonces eso tendrás, Ichiji.

Las vibraciones sobre su cuerpo no podían ir más que en aumento, veía al granate morder sus largas piernas sin dejar de bombear en su interior, y a su lengua enroscarse como serpiente por su piel, ansioso por asfixiarlo.

—K-Katakuri. ¡K-Katakuri! — Solo decir su nombre esa sinónimo de pecado. Probar la manzana nunca había sido tan exquisito. — ¡Joder, Katakuri!

Nuevamente fue consumido en su totalidad por aquella bestia descontrolada, dejando escapar su espesa esencia por todo su delicado cuerpo ante la atenta visión de su hambrienta mirada animal. Era la primera vez que lograba esos tipos de acordes. Katakuri lo volvía una sinfonía lujuriosa y sempiterna. Vendaval sexual en el que sacaba notas imperecederas, largas y profundas.

—¡Aguarda allí, que aún no hemos terminado! — La demoledora voz del empresario lo hizo agudizar todos sus sentidos.

Ni siquiera pudo darse un respiro cuando fue tomando con rudeza por los cabellos, y casi termina ahogándose cuando su paladar choco abruptamente contra el hinchado falo de Katakuri.

El mayor soltó una risa ronca al ver los llorosos ojos de su espinela atragantándose con su enorme pene. Ichiji apenas podía introducir la mitad de su verga en la boca sin desfallecer.

Podía saborear su venosa textura, su viscosa esencia y su arrollador tamaño destrozando su laringe. Katakuri envestía su boca sin una pizca piedad y él solo podía hacer un esfuerzo para poder respirar. Siendo únicamente los morbosos sonidos de su boca ahogada los que galopeaban en su respiración.

¡Umhg! ¡Umhg! ¡Umhg!

—¡Diablos!

Sintió cuando el vientre de Katakuri empezo a tensarse y su respiración cada vez más errática. Eso solo podía significar una cosa, pero al tratar de alejarse la colosal fuerza del granate se lo impidió.

—¿A dónde crees que vas mi espinela? — Ichiji casi se atraganta al ver su inquietante sonrisa —¡Me voy a correr en tu boca y no vas a dejar ni una sola gota! ¡No te lo voy a permitir!

¡Joder! Este hombre era capaz de poner al mismísimo satán a sus pies solo con su vulgar lengua y esa sonrisa desbordante de sadismo.

Katakuri libero su furiosa esencia en el interior de su boca, y él, hambriento de todo lo que ese titan pudiese entregarle, degusto ansioso de su espeso y salado semen, saboreándolo hasta la última gota, entre lágrimas de dolor, pero tambien cargadas de placer.

Katakuri termino acariciando su rostro con la punta de su nariz. Trazando con suavidad los desesperados halos de su respiración hasta pedir permiso a sus labios para unir sus bocas en un beso pausado y lleno de calidez.

 —Mi dulce espinela, ¿Qué es lo que me estás haciendo? — Cuestiono entre besos  —Creo que nunca tendré suficiente de ti. Eres como una droga, o incluso peor, pero estaría dispuesto a morir de una sobredosis solo de ti.

Ichiji no pudo evitar que una temblorosa sonrisa surcara su rostro ¿Así era como se sentía ser amado? Quizás aun no podría responder esa pregunta, pero eso no le quitaría la inmensa felicidad que ahogo a su corazón.

¿Podía ser tan egoísta para desear más de Katakuri? De por si era un maldito ególatra, pero por Katakuri, sería tan ambicioso como Ícaro al desafiar al sol.

Ichiji sintió su pulsación dispararse cuando Katakuri lo volvió a alzar entre sus brazos.

Por Dios no ¿Acaso él…?

—K-Katakuri… ¿Te importaría que esperásemos un poco? — Suplico con la voz aun ahogada — No me siento—

—Descuida. — Tranquilizo repasando su nariz por sus desordenados cabellos escarlata — No es nada de eso. Quiero que tomemos un baño, juntos.

Casi pierde el color al escuchar esa última palabra. Ese hombre iba a matarlo, pero sería la más gratificante de las muertes.

—C-Claro.

La temperatura del agua era perfecta, la inmensa tina del restaurado baño medieval y las gotas de agua se deslizaban deseosas por bañar sus pieles. Ichiji entrecerró los ojos, liberando un prolongado suspiro al tener a Katakuri a sus espaldas, repartiendo besos por su cuello al mismo tiempo que pasaba una suave esponja por todo su desnudo cuerpo.

—¿Cómo te sientes? — Pregunto el granate en su oído, exprimiendo el paño sobre su pecho para así volver a recocer su delgado torax.

Ichiji abrio los ojos lentamente, abrazándose a los brazos de Katakuri antes de permitirse tomar la palabra. — Siento que estoy donde tengo que estar — Admitió con temor — pero tambien tengo miedo. Nunca he sido tan honesto con nadie, y ahora siento que no solo has visto mi cuerpo desnudo, tambien mi alma. Al compartirte mi dolor, siento que el peso sobre mí ya no es insoportable, pero tambien siento que te he dado un arma, y tengo miedo de que la uses para dispararme. — No era más que un hermoso cristal tambaleante entre las manos de Katakuri.

—No lo haría Ichiji. No podría.

—Lo sé. — Admitió con temor el menor.

La respiración de Katakuri se volvió densa cuando Ichiji cambio de posiciones para verlo de frente, chocando sus miradas directamente. — La parte más racional de mi me dice que debería tenerte miedo. Te he mostrado todas mis cartas. No tengo más trucos bajo la manga, pero no me importa, porque el solo hecho de que sigas aquí… Que me hayas permitido darle voz a todos esos miedos… — Su labio inferior tembló — Gracias. — Acuno su rostro en el cuello del granate, abrazando su fibroso cuello con sus tersas manos. — G-Gracias por existir en mi vida.

Katakuri acuno los mojados cabellos de Ichiji entre sus dedos, sintiendo como cálidas gotas recorrían su cuello en silencio. Sabía que no eran de la bañera, no, su espinela estaba llorando.

—No tienes de que. Ya te lo dije antes, no me iré a ningún lado. — Susurro Katakuri sobre su oído, haciendo que Ichiji se quebrase aún más entre sus brazos.

Y así fue, Katakuri no lo dejo ir, acunándolo en silencio hasta que sus ojos soltasen la última de sus gotas en forma de preciosas perlas.

Ichiji seco sus caídos cabellos en medio una plausible calma, su cabellera escarlata se encontraba totalmente lacia, su cuerpo era envuelto por una confortable bata blanca y a través de las rendijas de sus hilos rojos, fue que por primera vez se dio el tiempo de apreciar la habitación del majestuoso hotel en el que se hallaban, y al igual que todo en esa noche, se mimetizaba perfectamente con lo que eran ellos.

Clásico y atemporal.  

Único e irrepetible.

Katakuri e Ichiji.

Los acabados de porcelana en las paredes, las alfombras cosidas a mano, el baño de piedra, las amplias ventanas cuyas cortinas de seda empezaban en el piso y terminaban en el cielo, frente al indudable brillo de la luna. Incluso el candelabro colgante parecía tener velas de cera en vez de bombillas.

Un cantar de gesta propio del medievo.

Fue así que su mirada se posó en la pieza central de la habitación, aquella misma que estaba colgada sobre la chimenea, el cuadro de una joven mujer de piel porcelana con una mirada que evocaba a la congoja. En su palma se posaba una singular avecilla negra, y sus ojos se mantenían abstraídos en aquel pequeño animalillo, como si en silencio estuviese envidiando la libertad de aquel pájaro, que con solo abrir sus alas, podría escapar libremente a donde el viento la llevase.

—Es María de Borgoña. — La inesperada aclaración hizo a Ichiji levantar la mirada hacia Katakuri.

Su mirada se sonrojo varios tonos cuando vio al granate apoyado sobre el alfeizar del baño, su cuerpo únicamente era cubierto por las inagotables gotas de agua que se resbalaban de manera belicosa por toda su tostada piel. Sintió un fuerte cosquilleo en su vientre al ver todos esos magníficos músculos y a su orgullosa e hinchada verga viéndolo tan tranquilamente.

—L-Lo sé — Acepto quedando embelesado en el magistral y viril cuerpo del granate posando frente a él— Era la esposa de Maximiliano I, y tambien madre de Felipe “El Hermoso”. Con su esposo centraron las bases para la dinastía de los Austrias.

Katakuri mostro una delgada sonrisa — Fue mucho más que eso — Anuncio llegando hasta la cama para tomar la toalla con la que Ichiji se estaba secando el cabello, y pasar a hacerlo el mismo. — Muchos hablan de Maximiliano I; el conquistador, estadista y Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, padre de Felipe “El Hermoso” y abuelo de Carlos V, pero muy pocos hablan de su esposa. — A medida que escuchaba su voz, Ichiji caía en un lento hechizo provocado por sus suaves atenciones— Al igual que Maximiliano, María poseía de una envidiable descendencia. Por si sola era la Duquesa y gobernante de los estados borgoñones, siendo considerada una de las mujeres más ricas e influyentes de su época junto con Isabel “La Católica”, algo muy atípico en el medievo. Cuando sus padres fallecieron, muchos reyes, archiduques y príncipes buscaron su mano con el fin de hacerse con su inmensa fortuna y bastas tierras, pero ella los rechazo a todos, siendo una de las muy contadas miembros de la realeza que escogió a su esposo por voluntad propia en una época donde era impensable para las mujeres, y el afortunado no fue otro que un emperador venido a menos por el derroche de sus padres, Maximiliano I, un hombre que a pesar de no tener posesión alguna, era dueño de su corazón.

Ichiji pudo sentir como los brazos de Katakuri lo cubrían por detrás, sintiendo su respiración descompensarse.

—Pero su amor fue tan idílico como efímero. Ella falleció por las secuelas de un accidente de caza en el que acompaño a su esposo a los pocos años de matrimonio. Maximiliano nunca pudo perdonarse aquello y construyo este palacio en su honor; es por eso que se llama Dukes Palace, el Palacio de los Duques, y la Royal Suite donde nos encontramos, como no podría ser de otra forma lleva el nombre de María de Borgoña.

Ichiji parpadeo con una mirada brillante quedando impresionado ante ese último dato. Escucharlo era más que un placer, era un arte.

—Es una historia trágica, y tambien muy injusta. — Susurro entrelazando sus dedos con los del granate.

—La vida puede ser muchas cosas mi espinela, menos justa.

—Creía eso pero…— Hizo una pausa — Te encontré a ti ¿No? — Deslizo con cierta incertidumbre.

Sus orejas enrojecieron al escuchar un leve estallido de risa en los labios de Katakuri. — ¡Basta quieres! ¡Estoy haciendo lo mejor que puedo! ¿Te imaginas lo difícil que es para mí ser tan honesto contigo? ¡Siento que hago el ridi—

Ichiji termino gimiendo en medio de un prolongando placer al ser callado por un retador beso del mayor. Tiernos halos de aire se liberaron de sus labios cuando Katakuri fue lentamente deshaciendo el nudo de su bata, liberando su ya despertado miembro ante la atenta mirada del granate.

Su semblante se volvió agónico, ambos se miraron indefinidamente y fue Ichiji el que le dio el tan ansiado permiso para continuar.

Katakuri se situó sobre su cuerpo, deshaciendo de la bata que cubría la perfección del cuerpo de su espinela, para dejarlo desnudo ante sus ojos. Irguió su indestructible ariete y dejo que el menor lo cubriera con sus delgadas piernas, anclándolo a su centro.

Ichiji se aferró a su espalda, gimoteando su nombre cuando el granate se adentró en su hinchada ranura.

—K-Katakuri — Gimió en medio de los delicados golpes que le brindaba el granate.

—Mírame, mi espinela. Quiero grabar tus ojos en mi memoria.

Katakuri no busco ser brusco, no esta vez. Solo quería disfrutar. Saborear a Ichiji, y que él lo deleitase, con sublime deseo y en plausible calma.

Los ojos de ambos no podían dejar de buscarse en la oscuridad. No solo traspasando sus miradas, sino que traspasando sus almas.

El clímax llego en medio de deleitables suspiros, y profundos espasmos reprimidos entre besos compartidos.

Las piernas de Ichiji temblaban, pero a pesar de ello no dejo de besar el rostro de Katakuri, haciendo que el granate atesorara su mejilla con la amplia palma de su mano.

Diablos, la mirada de Katakuri era tan abrumadoramente fastuosa, tan brillante como dilucidar el sol a mediodía.

—Te hiciste esto por mi culpa. — A diferencia de la primera vez, su voz salió no como una pregunta, sino como una afirmación cuando el pelirrojo tomo la mano del mayor para apreciar sus magullados nudillos en medio de una mirada lastimera.

—¿De qué hablas? El otro sujeto quedo mucho peor.

A pesar de que se dibujó una sonrisa en el rostro de Katakuri, Ichiji no la compartió.

—Ichiji, ya deja de culparte. — Reconoció serio — He tenido peores heridas, créeme. Esto no es nada.

—No lo dudo. Es solo que… — No me gusta verte herido. — No fue correcto que te enteraras de la enfermedad de mi hermana por una carta. Debí ser lo suficientemente hombre y decírtelo a la cara. —Termino suspirando con latente ansiedad

—Mi dulce espinela, ¿Acaso me estas pidiendo perdón? — Mostro una media sonrisa.

Ichiji rodo los ojos en medio de la oscuridad — No tientes tu suerte.

—Qué curioso, porque esta noche la fortuna a estado de mi lado. Ya que te entrego a mi sin restricciones. — Katakuri le regalo un último y prolongado beso que hizo al pelirrojo soñar despierto. — Descansa mi espinela. Mañana tenemos que volver a Londres a primera hora. Le prometí a cierta pequeña dejarte sano y salvo en casa. — Separo sus labios del menor dejando un hilo de saliva en este.

Estaba dispuesto a salir de la habitación cuando esta vez, fue Ichiji quien se lo impidió.

—…Podrías quedarte aquí. —Susurro ocultando su rostro en la desnuda espalda de Katakuri.

No quería que se fuera. No quería que lo dejara solo.

Pudo sentir como la respiración de Katakuri se volvió turbulenta con su sola pregunta.  

—No, en definitiva Ichiji. — Zanjo tajante.

—Por favor. — Pidió aleteando las pestañas en su piel. Buscado por todos los medios que sintiera su necesidad. — Luego de todo lo que hemos hecho sobre esta cama, ¿Dormir es lo único que te preocupa?

—No es por eso. — Musito contrariado.

—¿Entonces por qué? — No debía presionar. Sabía que no conseguiría nada haciéndolo, pero esta vez no podía conformarse solo con sus migajas.

Parecía que Katakuri estaba teniendo una batalla interna consigo mismo. Su respiración se mantuvo pesada, y su tacto; rígido. No comprendía su animadversión a dormir con otras personas, pero no le importaba.

Quería estar con él.

—No es una buena idea. — Concluyo alejando el tacto del pelirrojo dispuesto a irse.

—¡Dijiste que no me soltarías! — Exclamo en un gemido ahogado, apagando su voz de a pocos. — Por favor, no me hagas pedírtelo otra vez. — Suplico ocultando la mirada entre sus lacios cabellos rojos — No quiero estar solo. No esta noche, Katakuri.

Sus ojos de abrieron a la par cuando vio a Katakuri levantar los hombros, pero fue solo luego de que el granate dejara salir una prolongada bocanada de sus pulmones.

En silencio vio como abría las finas sabanas para así depositar su tersa cintura entre sus mortales brazos y que ambos se perdiesen en el suave aroma a jazmines y roble que desprendían las sábanas.

Tembló al sentir los dedos del granate enroscando su cintura, sintiendo su respiración trastabillar cuando vio la intensa mirada de Katakuri viéndolo de manera fija.

—¿Estarás aquí cuando despierte? — Susurro acariciando su cicatriz en medio de la oscuridad.

Era un tacto tan íntimo, tan personal. Katakuri no se lo permitiría a nadie, solo a él.

Solo a su espinela.

El granate únicamente se limitó a asentir. Ichiji le devolvió una lenta sonrisa de vuelta, anudando su delgada palma a sus enormes dedos.

Esto no podría ser otra cosa que…

—Descansa, mi espinela. — Creyó escuchar un último resoplido de Katakuri antes de caer rendido entre sus brazos.  

Un sueño.

Un sueño del que jamás quería despertar.

.              .              .

Incontables pulsaciones por segundo se estaban dando a la par que un corpulento pelirrojo se hallaba tirado sobre su sofá. Su pulso iba en aumento a cada segundo y su fruncido ceño no hacía más que acentuarse a medida que el sudor caída por su frente. Estaba muy cerca, lo sentía.

¡Si finalmente! ¡Solo un poco más y…!

—¡No! — Su respiración se entrecorto — ¡No! ¡No, hijo de…! ¡No me puedes hacer esto! — De repente se escuchó el tronar de unos vidrios y el mando del Play Station 5 de Kid salió volando por la ventana de su casa luego de que fallara la asombrosa jugada que estaba haciendo en el FIFA. — ¡No puede ser Alexander-Arnold! ¿¡Como se te ocurre fallar ese gol!? ¡Malnacido, nosotros somos ingleses! ¡Prácticamente inventamos este condenado deporte! ¿¡En qué cabeza cabe fallarse una jugada tan clara contra ese equipo de mierda!? ¡Maldito seas!

El pelirrojo no pudo hacer nada más que maldecir con fuerza cuando los tres minutos suplementarios finalizaron y el Bayer Múnich se proclamó campeón del torneo online que estaba jugando desde hacía cuatro horas.

Kid suspiro de mala gana al ver el inmenso agujero que había dejado en su ventana. — …Me cago en todo ¡Se supone que juego esto para relajarme y siempre termino más molesto que antes!

Joder, estaba en una mala racha.

Termino encaminándose por su amplia sala, todo el diseño era muy minimalista, siendo el negro el color más prominente. Desde los inmensos sofás, hasta los complejos muebles en coloración brillante. En las paredes de la sala destacaban las camisetas enmarcadas de cada equipación que había tenido Liverpool Football Club desde su fundación, al igual que varias camisetas autografiadas de futbolistas como Ronaldinho, Ibraimovic, Ronaldo — El verdadero, ósea el gordo. — Pele, Totti, y su favorita; la de su capitán, y amigo, Steven Gerard.

Decir que era un hooligan del futbol era quedarse muy corto.

Pero no solo habían cosas relacionadas con el deporte rey, Kid tambien poseía varias figuras de comics y animes. Tenía al Batman de Injustice, Vegeta super Sayan Blue, el Superman de Redson, ¡Al Naruto Sennin Modo! Junto con todos los Akatsuki, a Roy Mustang, algunas Myth Cloth de Caballeros del Zodiaco, todos los ángeles de Evangelion, al hijo de perra de Griffith, a Grimmjow versión Pantera y miles otras más ¡Joder, incluso tenía a una muy sexy Angewomon!

¡Y todas eran de colección!

Podía jurar que había gastado mucho más dinero en sus jodidas figuritas que en sus camisetas, y como no podía ser de otra forma las tenia a todas muy bien cubiertas tras un vidrio antibalas.

¡Primero tendrían que matarlo antes de robarle a sus bebes!

Pero las piezas centrales del salón, como no podían ser de otra forma; eran sus cuatro trofeos de la Formula 1.

Llego hasta uno de los armarios secretos que tenía al fondo de un pasadizo solo para que al abrirlo se encontrara con una gaveta repleta de cajas de mandos de Play Station 5.

Si, esta no era la maldita primera vez que ese condenado juego lo hacía perder los papeles y terminaba por romper un mando, pero ya había aprendido su lección. La última vez un jodido vecino casi lo amenaza con llamar a la policía por romper su maldita fuente con un mando volador suyo ¡Por eso mismo se mudó a una casa a las afueras de Londres! No iba a soportar la mierda de ninguna persona que no fuera la de el mismo.

Lo que le recordaba que tendría que llamar a un vidriero, otra vez.

Vio su iWatch antes de empezar otra partida. Aún faltaba una hora para pasar por Vi, tendría tiempo para un juego más.

Desde que llego a casa había estado inmerso jugando videojuegos. Incluso había empezado a redactar su maldito reporte para la FIA, solo había puesto la fecha, ¡Pero al menos ya lo había empezado! ¡Kong tampoco lo podía sobreexplotar!

Aunque a decir verdad, solo estaba buscando distraer su hiperactiva mente, no se había sentido de humor en todo el día.

Y todo por ese pitufo imbécil.

¡Niji no había contestado ninguno mensajes en todo el puto día! ¿¡Que podía ser mas importante que responder las pics de su polla!?

¿Acaso se había molestado con él? ¡Pero si no había hecho nada! Hasta donde recordaba todo había terminado bastante bien la noche anterior ¿¡Entonces porque—¡?

—¡No, basta! No eres ningún marica necesitado de atención. — Se recrimino concentrándose nuevamente en la pantalla de ochenta pulgadas de su sala

¡Jamás se iba a rebajar ante nadie! ¡Ni mucho menos ante ese maldito Stitch! ¡Ni en sueños! ¡Él no era así!

Empezo una nueva partida, pero extrañamente los gráficos permanecieron inmóviles. —A la mierda. No puedo cogerme a mi orgullo. — Termino poniendo pausa a su juego para marcar el número de Niji.

Pero cuando escucho de la voz de la operadora que “El número que había marcado no estaba disponible” su iPhone casi termina impulsándose fuera de casa siguiendo el camino de su mando.

—¡Hijo de perra! — Bramo ya indignado y sin poder creerlo — ¿¡Quién demonios se cree que es para bloquearme!? ¡Cuando lo vuelva a ver le dejare quemaduras de tercer grado con mi verga!

¡Suficiente mierda por un día!

Se puso sus tenis Gucci lo más rápido que pudo y tomo las llaves de su Chrysler Imperial del 66. Iría a Sins a romperle las jodidas piernas a Enel y le sacaría a golpes la dirección de Niji o de lo contrario lo haría ver más estrellas que en una jodida aurora boreal. Estaba seguro de que esa pésima imitación de Floki debía tener hasta el grupo sanguíneo de Niji con lo jodidamente meticuloso que era al momento de aceptar nuevos miembros en su prostíbulo de millonarios.

¡A la mierda Violet y el FIFA!

Estaba a punto de salir de su amplia propiedad cuando pudo escuchar los sonoros ladridos de un prominente animal que logro cubrirlo con su sola sombra.

—¡Artemis, deja de ladrar! ¡Tengo que salir! ¡Se que extrañas mi ausencia pero no puedo ser solo tu hombre, mujer!

Artemis no era otra que su dóberman Isabelina, una preciosa y esbelta canina de pelaje color beige claro. Se podría decir que era su chica favorita. Katakuri se la había regalado hacia cuatro años, y era la verdadera dueña de su casa.

Normalmente Artemis no solía exaltarse cuando lo escuchaba gritar a lo loco. Ya se había acostumbrado a sus explosiones de testosterona quedándose echada a los pies de su amo, pero esta vez su chica se había puesto a ladrarle sin control al estar a punto de salir.

—Hey, ¿Qué ocurre contigo? Normalmente el salvaje suelo ser yo, no tu.

Pero sus ladridos solo fueron en aumento cuando inesperadamente el timbre de su casa empezo a sonar con insistencia.

¿Qué demonios?

Su confusión derivo en una inesperada sorpresa cuando al abrir la puerta se topó con unos relucientes ojos dorados y una larga melena verdosa comprimida en una grácil cola alta.

—¿Pero que mier…?

—Hola Kitty — La vanidosa sonrisa de Monet envuelta en un largo saco beige de YSL se abrio paso en la casa del pelirrojo como si estuviese en la suya propia.

—¿¡Que haces tu aquí!? — Bramo el pelirrojo agarrando a Artemis del collar para evitar que se le fuera encima a Monet — Eso lo explica todo, ¡Me hubieras avisado que venias, de razón Artemis esta así! Mi chica no soporta el aroma de otras perras.

Monet rio con gracia —¿Entonces porque tiene a una como dueño? — Ensarto lanzando un objeto al aire que hizo a Artemis dejar de ladrarle para ir en su búsqueda.

—¡Hey! ¿¡Qué mierda le estas dando a mi perra, Monet!?

—Descuida, es una croqueta orgánica. Algo que si está hecho para mascotas, no como la basura que le haces ingerir a un perro de tan envidiable pedigrí como Artemis. — Reto dándole una suave caricia en la nuca a Artemis, gesto que la can acepto sin problemas al lamerle la mano con cariño.

Si había domado a depredadores de la talla de Kid o Katakuri, una simple dóberman celosa no era nada.

—¡Los dos compartimos la comida! Y solo para que lo sepas, ella ama las hamburguesas casi tanto como yo.

Monet rodo los ojos dejando a la canina en paz para adentrarse en la casa del pelirrojo. — ¿Por qué no me sorprende que todo lo que tocas lo terminas convirtiendo en algo ordinario? — Ejemplifico sentándose relajadamente en el sofá.

—¡Oye desgraciada! No sé qué demonios haces aquí, ni tampoco me importa ¡Pero te recomiendo que no te acomodes porque tu corta visita ya termino!

—Vamos Kid, ¿Sigues molesto porque te deje abandonado en una sucia celda? Supéralo, nadie te mando a agarrarte a golpes con un oficial de policía.

¡Ojalá fuera por eso!

—¿¡Qué rayos quieres, Monet!? — Salto en un alarido.

—Por todos los cielos ¿Acaso se olvidaron de ponerte tu dosis contra la rabia? — Bramo acomodándose el cabello — Pues déjame decirte que mientras perdías el tiempo viendo tus estúpidas caricaturas y jugando tus aún más estúpidos videojuegos, ¡Yo estuve en un maravilloso día de compras! No te imaginas lo mucho que amo las boutiques de Londres ¡Las tiendas de Prada, Chanel y Burberry tienen mucha más variedad que las de California! Me compre veinte pares de zapatos, nueve bolsos, tres sacos, dos ropas de baño, siete lentes de sol, y—

—Alto ahí. Déjame ver si entiendo esto — La voz de Kid la interrumpió con anormal pasividad — Viniste hasta mi casa… Solo para hablarme… ¿¡De tus putas compras!? — Bramo fuera de control.

¡Ya tuvo suficiente! ¡Iba a sacar a esa maldita bruja de su casa en ese preciso instante!

—De hecho era para mostrarte mi nuevo juego de lencería.

Kid no tuvo ni tiempo de mover un musculo cuando el largo saco de Monet termino regado en el piso. Revelando ante la salvaje mirada del pelirrojo un cuerpo espectacularmente perlado, con curvas carnales que incitaban al más devoto de los creyentes con solo verlo brillando ante sí.

—Ahm… ¿Y-Y la lencería? — Maldición, su maldita garganta se había quedado totalmente seca.

—Ups... — Menciono sonriendo rebosante de soberbia al ver la tensa mirada de Kid, el pelirrojo lo noto, y no pudo hacer mas que gruñir molesto al sentir una muy jodida opresión en su verga. — Olvide ponérmela.

¡Maldita golfa!  

—¿Qué tal si terminamos lo que dejamos pendiente ayer, Kitty?

—¿Crees que porque te pongas en pelotas frente a mi te voy a poner en cuatro sobre mi sofá? ¡Ja! Lamento decepcionarte muñeca, ¡Pero estas muy equivocada si crees que—

Su voz se fue apagando con cada paso que esos estilizados zapatos de tacón daban, no fue difícil para Monet acorralarlo sobre su sofá con absoluta maestría, con cada una de los largas piernas al lado de su cintura, sintiendo el exquisito frenesí de sus sexos chocando por encima de ropa del pelirrojo.

—Kid — Susurro sobre su oído — ¿Sabías que cuando Eva provo la manzana lo hizo por deseo; y cuando lo hizo Adán, fue solo por complacerla? Al hacerlo, Eva no solo desafío a Dios, sino que condeno a Adán, y por ende a toda su descendencia al placer más extraordinario de todos, al que lo haría adicto, ese al que el propio creador le temía; la lasciva. — Predico con potente deseo. — Eso haremos tú y yo esta noche; yo te hare pecar, una y otra, y otra vez hasta que ya no puedas más.

—Ahg — Gruño alto. Esa maldita… —No tienes idea de cuánto te detesto.

Fue inevitable que el calor de Monet cubriera su cuerpo ¡Demonios! La sensación era increíble, y no hizo, ni tampoco quiso, hacer nada para evitarlo.

Quería ver a Niji, pero podía esperar. Tener el coño de Monet goteando sobre su verga era razón suficiente para detenerlo.

A quien engañaba, moría por cogérsela.

Pero si Kid hubiese sido un poco más perceptivo, hubiera notado que Monet muy hábilmente le había arrebatado el iPhone del bolsillo mientras citaba su cautivante cita bíblica, apagándolo en el preciso momento en el que Violeta le mandó un mensaje a su WhatsApp, no sin antes responderlo.

«Kid ¿En dónde estás? ¡Te estoy esperando!»

«Olvídalo nena. Tu mejor amiga vino de visita y me quedare con ella esta noche, te manda saludos. Diviértete con Lucci, estoy seguro que tendrá un par de días más para ti antes de ir con su esposa…»

Conociendo a Kid, sabía que no había sido capaz de mantener la boca cerrada, y no iba a permitir que su indiscreción terminara arruinando sus planes.

.              .              .

Ichiji se sentía fuera de su propio cuerpo, envuelto en una fantasía cósmica en donde podía llegar a rozar constelaciones como la de Jason o Hércules con sus propios dedos, pero aun teniendo las figuras de aquellos héroes griegos frente a él, no eran ellos los dueños de sus ilusiones; sino otra clase de héroe, uno que era la antítesis de aquellos protagonistas de epopeyas.

Su propio antihéroe, un guerrero de cabellos magenta que no peleaba por nadie más que por y para él.

No obstante, su fantasía épica finalizo al escuchar unos extraños ruidos en la habitación.

Despertó de improviso, notando un claro vacío en la cama. La sensación que experimento no fue ni un poco agradable, pero antes de tan siquiera poder reaccionar, aquel mismo ruido volvió a resonar en sus oídos, cayendo en cuenta que provenía del baño, cuya luz estaba encendida.

No dudo en acercarse para ver que ocurría, pero al ver la puerta entreabierta sus ojos se abrieron con desmesura al ser consciente de lo que ocurría dentro.

Katakuri…

Katakuri estaba vomitando.

Estaba a punto de entrar a auxiliarlo, cuando la mirada de acero del granate lo descubrió. Al verlo, Ichiji sintió que había sido testigo de algo apócrifo que no se le permitía ver.

No hubo necesidad de palabras cuando los enfadados ojos de Katakuri le pidieron crípticamente que saliera de allí inmediatamente.

Era tan surreal ver a un titan como Katakuri así, siendo… humano. De repente sentimientos como la preocupación y el miedo empezaron a hacer mella en él.

Presiono con fuerza sus pulgares, Katakuri lo hacía sentirse como el ser más fuerte sobre la tierra, y paradójicamente, tambien lo convertía en el más débil.

No quería estar en la habitación sin Katakuri, y tomando una de las blancas sabanas que descansaban sobre la cama, cubrió su desnudo cuerpo para salir en silencio hacia la sala de estar de la Suite.

Pudo notar que al igual que con la cámara principal, todo el lugar compartía su misma esencia fantástica. Desde muebles de época perfectamente conservados, hasta los singulares bordados que decoraban todas las paredes.

Sonrió plácidamente al ver las iniciales de Maximiliano y María repartidos por todo el lugar. Si bien su amor había sido fugaz, Maximiliano construyo un monumento a su amor que perduraría hasta el fin de los días, como un recuerdo perpetuo de la única mujer a la que alguna vez logro amar.  

Y fue solo entonces que Ichiji pudo captar el brillo de una inusual pieza a un extremo del salón, una pieza que lo dejo sin aliento en el momento que choco su mirada con ella; un piano de cola.

El brillo de la luna se adentró traviesamente por el amplio ventanal, realzando con su brillo a tan hermosa presencia.

Sus pies se movieron solos, dejando caer la sabana que cubría su desnudes al aire ¿Hace cuanto que no veía uno? Incluso con mirarlo de cerca, se sentía tan indigno de tocar uno nuevamente. Su brillo era enceguecedor, y su forma tan envidiable y perfecta.

¿Podía tocarlo? ¿Podría cometer la osadía de tan si quiera acariciarlo?

Antes de siquiera pensar en rozar su caja musical su mano se cerró en un puño, aquel joven de tontas aspiraciones había muerto hacía mucho.

«—De entre todos los instrumentos; el piano es el que mejor puede expresar nuestros sentimientos, mi pequeño rosal. Siendo algunas de sus melodías tan suaves como el aleteo de un ruiseñor al amanecer, y otras tan avasallantes como el estruendo de un tornado. — Le explicaba Sora a medida que sus dedos recorrían la inmensidad de las teclas, creando diferentes matices de sonido con cada paso que sus dedos daban. — Al igual que con tu vida, tu escoges que ritmo.

Un pequeño Ichiji la vio sin comprender sus palabras — ¿Y qué pasa si ninguno de esos sonidos me representa?

La encandilante sonrisa de Sora lo cubrió con un dulce gesto— Pues no hay prisa, cuando sea el momento encontraras tu ansiada melodía, mi pequeño rosal.  

Cuando Ichiji levanto la caja musical, sonrió con añoranza.

De entre todos los instrumentos musicales, el piano era el más trabajado, el más complejo, al que mayor fervor se le había puesto en constituir, la pieza armónica por antonomasia. Capaz de transmitir infinidad de sentimientos en una sola estructura.

El primer objeto que lo hizo sentir algo más allá de lo que se podría permitir, y un recuerdo perpetuo de su madre.

Con delicada solides, sus dedos se empezaron a dibujar sobre las teclas. Concibiendo una melodía lenta y tardía, un arte con cada trazo que sus dedos formaban, pero no era un arte visual, sino uno empírico. En donde cada resoplido era envuelto con pacifica vanidad.

Sin importar el paso de los años, su calidad se mantenía inquebrantable. Jamás podría olvidar como tocar el piano, era como si olvidase respirar, era simplemente imposible. Estaba automatizado en su memoria. La música siempre seria ese espacio atemporal en donde no temería ocultarse, ese que lo hacía sentir seguro e invencible.

—«Gymnopédies» — Una profunda voz reconoció enseguida la tonada que estaban creando sus dedos.

Ichiji mostro una expresión de sorpresa en su rostro, girando abruptamente la mirada para encontrarse con la imbatible imagen de Katakuri en medio de la oscuridad de la noche.

—K-Katakuri — Susurro con temor — ¿Te encuentras bien?

—¿Por qué dejaste de tocar? — Mas el granate le resto total importancia a su pregunta.

Arrugo el entrecejo con claro fastidio, y Katakuri no pudo hacer más que suspirar con cansancio — Algo en la comida debió sentarme mal. Ahora, ¿Podrías seguir tocando?

—¿Por qué insistes en cambiar de tema? Si te hizo daño, entonces hay que pedir alguna píldora en recepción.

—Mi espinela, basta. Estoy bien.

—Pero—

—Ichiji, quiero escucharte. — Ordeno con sutileza —Por favor, no dejes de tocar.

Suspiro en silencio, tratando de entender de cierta forma a Katakuri. Si se encontraba mal, lo menos que necesitaba de su parte era estarle haciendo preguntas. Para alguien como él no debía ser fácil mostrarse en una situación de vulnerabilidad.

O mejor dicho, ¿Alguna vez Katakuri se había permitido ser vulnerable?

Continuo su melodía en plausible calma, no deseando molestar a Katakuri, sino por el contrario, fascinarlo. Calmar su pesar con su música, con su arte.

—Satie se inspiró en Salambó para escribir esta composición.

—La trágica historia de Cartago, y su sacerdotisa. — Comento con anhelo el pelirrojo. — Salambó no fue más que la perdición de Matho, él la amaba, le perdono la vida, se entregó a ella, estaba dispuesto a renunciar a la guerra por su amor, y ella lo traiciono. E incluso cuando fue embaucado, capturado, y sacrificado frente al pueblo Cartaginense, viendo a su amada Salambó ser entregada a su peor enemigo, no dejo de amarla. Mas que representar el fascinante y trágico destino que le deparo a Salambó, creo que Satie trataba de darle forma al dolor de Matho. Gymnopédies es una oda al dolor. — Medito en medio de una inusual añoranza.

Su caja torácica se comprimió cuando Katakuri se sentó a su lado en el taburete, arrinconando su gran brazo entre sus delgadas costillas, llenando de calor su fría piel. — No solo al dolor. Satie tambien quería representar la belleza, y no solo del cuerpo, tambien la del alma. «Gymnopédies» significa desnudez en griego, y en Esparta era una fiesta dedicada a Apolo y Artemisa, en donde los jóvenes bailaban desnudos frente al Agora por horas de horas hasta caer rendidos. Mostrando no solo el esplendor de sus años mozos, sino tambien dando un atisbo de su alma a través de la danza, sabiendo que su juventud jamás se volvería a repetir, y debían aprovecharla sin importa que.

—Entonces — Su tonada se detuvo abruptamente — ¿Dices que solo debería vivir pensando en mí sin importarme las consecuencias?

Katakuri levanto su mirada al techo, pensativo. — En lo absoluto. Digo que estamos aquí y ahora, tú y yo, y eso es todo lo que importa. A la mierda lo que venga después.

El pelirrojo sonrió recorriendo el rostro de Katakuri con la mirada. —Quien diría que Gymnopédies tendría más de una interpretación.

—¿Qué te dije sobre detenerte? Ichiji, no quiero que dejes de tocar. No dejes de hacerlo, sin importar que pase, tienes que seguir tocando, tocando para mí.

Madre… Finalmente lo he encontrado. Encontré la nota a la que pertenezco.

Porque Gymnopédies no solo era dolor, tambien era libertad. La libertad del ser.

La libertad de escoger, de amar, de besar, y de vivir.

Su ferviente necesidad de besarlo fue correspondida cuando sintió el aliento fresco de Katakuri chocando contra sus labios.

Dos cuerpos desnudos fueron bañados al unísono por la luna, en medio de la lenta tonada de Satie, y la eternidad de Gymnopédies.

Ichiji no dio protesta alguna cuando al finalizar su presentación, Katakuri lo cargo por debajo de los hombros como si de una muñeca de porcelana se tratase, sentándolo al borde de la tapa con total devoción mientras era desarmado por el mayor, y fue allí, en medio de prolongados besos chorreantes de pasión, que las campanadas de la media noche empezaron a desatarse en el torreón de Brujas.

—Mi espinela, deja que ahora yo sea el que te toque.

Era el turno de Katakuri para liberar de su boca las más delicadas melodías. Acariciando las teclas más sensibles de su cuerpo, dándole forma a sus tonadas más pecaminosas.

Ichiji amaba el piano, pero nunca le habían hecho el amor sobre uno… Hasta ahora.

Su cuerpo sucumbió ante el deseo, cayendo sobre el elegante órgano, y abriendo sus delgadas piernas a todo dar ante el único hombre al que le permitirá tocarlo de esa forma.

—Mi espinela, háblame a través de tus sinfonías. — Susurro pegando sus labios a su cuello — Permíteme llevarte hasta las notas más altas.

Ichiji suspiro de manera inentendible, Katakuri trago su aliento. Un gran blasón ataco su interior, desesperado por abarcar tan diminuta zona entre miradas repletas de intensidad. Se entregaron aquellas sinfonías que solo el contrario podía crear en su cuerpo.

Formando así una tonada nueva, una composición totalmente distinta a cualquiera que Ichiji hubiera practicado antes.

Podrían hacerlo de mil maneras, con fuerza, de forma errática y sin raciocinio, con suavidad y dulzura, de manera súbita, o en la más pura calma, solo deseando darse confort. No había un orden, solo importaban ellos, que sus brazos no solo estuviesen para darse calor, sino tambien para sostenerse.

—Podría tenerte atado a mi cama, y ni aun así tendría suficiente de ti, mi espinela. Cada noche a tu lado es un soplo de aire fresco.

El aire que tanto había ansiado para finalmente respirar.

—Cuando te conocí, no tenía la menor duda de que eras lo peor que me había ocurrido. Quise odiarte tantas veces, y realmente me esforcé en hacerlo, pero ahora… — Sus labios temblaron — No puedo imaginar una vida sin ti en ella.

—Ichiji — Katakuri lo vio en silencio, dibujando su rostro con la mirada — No me idealices, cometerías un grave error al hacerlo.

—Diablos, ¿Por qué siempre tienes que ser tan críptico?

Katakuri bufo con gracia ante su razonamiento.

Porque ya has tenido muchas tragedias, y enamorarte de mí, sería la peor de todas.

Ichiji lo escucho suspirar con gracia. — Eres imposible, Vinsmoke.

—Lo sé, y solo para que lo sepas, tú tampoco eres un camino de flores, Charlotte.

—¿Qué es la rosa sin espinas?

—¿Aceptarías mis espinas? — Cuestiono con ilusión. 

Si Ichiji creía que no se podía enamorar más de ese hombre, cuando lo vio sonreír de medio lado, sintió que el granate lo había vuelto a enamorar como si fuese la primera vez.

—Desde el primer momento lo hice, mi tonta espinela.

Su mirada se suavizo al escuchar la placentera voz de Katakuri —Solo por esta noche, no quiero que amanezca. — Quería detener el avance de Helios, y con este, la inminente llegada del amanecer. Robaría el sol con tal de permanecer junto a Katakuri bajo el manto de Nix un poco más.

—Pero sin importar que hagas, va a amanecer. El tiempo no se detendrá nunca mi espinela, no regresa por nada, y es algo que ni todo el dinero del mundo puede comprar. No obstante, uno puede escoger que hacer con el, si invertirlo, o por el contrario; dejarlo ir como agua entre los dedos.

Si, entendía perfectamente a lo que se refería. — Sabes bien que ya tomé una decisión, y no pienso cambiarla Katakuri.

—No, aun no has tomado esa decisión.

—¿Y eso que significa?

Katakuri le dio una mirada diferente —Que no quiero que te vayas al maldito tempano de hielo que es Rusia. — Declaro viendo fijamente al pelirrojo — Quiero que te quedes en Londres.

A mi lado. Rugió una voz en sus pensamientos.

—N-No puedes…— Ichiji se mordió los labios, negando con impotencia. — No puedes pedirme eso, Katakuri.

Te podría dar todo de mí, no me importaría hacerlo, lo reclamaste como tuyo el dia que nuestras miradas se cruzaron por vez primera, pero no puedo darte eso.

—Aun no termino. — Expreso carente de toda duda. —Ichiji, entiendo la razón por la que desean irse, eso jamás lo pondré en tela de juicio. Pero luego de todo por lo que pasaron, ¿Es ese el final que quieren?

—¡No es tan sencillo, yo—!

—Solo estamos tu y yo, Ichiji. — Enfrento al menor — No tienes que fingir conmigo ¿Es realmente irte a Rusia lo que quieres?

Su labio bajo tembló, sabia la respuesta, pero se sentía tan egoísta de tan solo pensarla.

—N-No — Soltó en un tembloroso resoplido — ¿Pero qué puedo hacer yo, Katakuri? Esta ya no es más mi decisión.

—Si. Si la es. La decisión final la tienes , no una niña de apenas nueve años, y si, no dudo de que para su edad es mucho más madura de lo que demuestra, pero no deja de ser una niña. Y tú deber esprotegerla. Hacer lo mejor para tu hermana, sin importar las consecuencias, y lo mejor para Reiju es quedarse en Londres.

—¡No tienes idea de lo que estás diciendo! ¿¡Con que propósito nos quedaríamos en Inglaterra!? ¡Alli ya no hay nada para mi hermana más que—

Yo me encargare de encontrar un donante para Reiju.

La respiración de Ichiji trastabillo en ese preciso instante.

Creía que nada le helaría más la sangre que escuchar a Katakuri ofreciéndole dinero a cambio de acostarse con él, pero esto, esto había sido, y por bastante, el mayor disparate que había salido de sus labios.

—¿Q-Qué estás diciendo?

—Me oíste bien. 

—N-No podrás hacerlo. — Negó repetidas veces, incapaz de creerle.

Ellos habían esperado más de un año en eterna agonía. Katakuri tenía razón en algo, el tiempo era el patrimonio inmaterial más invaluable, y no estaba dispuesto a desperdiciar más de este tontamente.

Pero Katakuri solo necesito hacer uso de uno de sus característicos resoplidos para hacer tambalear toda la seguridad de Ichiji. —Mi espinela, luego de todo lo que hemos pasado, ¿Realmente dudas que haya algo que yo no pueda hacer?

—Katakuri no estamos hablando de algún negocio u oráculo tuyo, ¡Se trata de la vida de mi hermana!

—¡Y es por esa razón que lo hago, maldita sea! — Termino callando al ver la dolida imagen de Ichiji ante su férrea respuesta.

No le gustaba gritarle, pero tenía que hacerlo entrar en razón. Ichiji no estaba pensando con la cabeza, lo hacía con el corazón y tenía que despertarlo ahora que aún quedaban un par de granos de arena en el reloj, o realmente seria tarde.

—Ella tiene un brillo muy especial en su mirada, un brillo que anhela saciar de conocimiento y belleza por igual, un brillo que nada tiene que ver con el de alguien que desea morir…

La mirada del pelirrojo no podía hacer más que diluirse en preciosas lagrimas al pensar en su hermanita, y toda la razón que habitaba en cada una de las palabras de Katakuri.

—Ichiji, sé que tienes miedo, pero no tienes por qué dudar de mí. De mis labios jamás saldrá una palabra que no pueda cumplir, y encontrare a un donante para tu hermana antes del fin de semana, tenlo por hecho.

La garganta del pelirrojo se seco en el acto, eso era en un día.

¿Un día? ¿Obraría en un día el milagro que él no pudo hacer en un año?

Pero no había ningún rastro de vacilación ni duda en el rostro del Charlotte, él se encargaría de abrir aquel impenetrable muro de los lamentos que se había mantenido sellado para el pelirrojo, y que aun dejando sus manos totalmente ensangrentadas debajo de este, no había logrado forzar ni aunque fuera un poco.

—¿Tanto quieres que me quede? — Pregunto ya sin saber que hacer en ese punto.

—No Ichiji. No es por eso. — Acepto sin tapujos — Cometí un error contigo, y la mejor forma de resarcir mi equivocación no es dándote dinero, ni mucho menos el espejismo de unos idealizados días finales al lado de tu hermana. Es ayudante de la forma en la que Reiju realmente la necesita.

No. No podría. No podría aceptarlo. Sería demasiado.

—K-Katakuri, yo—

—Ichiji. — Esta vez, su voz fue diferente, fue suplicante — Por favor, permíteme hacerlo. — No era en busca de su atención, sino en busca de una redención.

Su interior se tambaleo, ¿Acaso podía ser cierto? Aun cuando todos lo tildaran de loco por lanzarse al fuego a voluntad, sabía que Katakuri siempre, siempre, siempre…

Y-Yo… ¡Yo realmente amo a este hombre!

—Bésame. — Rogo dejando ir una última lagrima — ¡P-Por favor, te lo suplico Charlotte Katakuri, besame…!

Cumpliría su palabra.

.              .              .

«—Eres como una mariposa… Vuelas y te posas, vas de boca en boca, fácil y ligera de quien te provoca… Yo soy ratón de tu ratonera, trampa que no mata pero no libera. Vivo muriendo prisionero...

Zoro se encontraba tirado en el piso, veía en silencio hacia el blanco techo de su cocina con una nueva botella de Tequila en la mano. Había recuperado la conciencia hacia no mucho, pero no había hecho más que permanecer quieto, con su mirada concentrada en la azotea como si fuera la cosa mas fascinante del mundo, cuando a decir verdad, era solo su puto techo.

No comprendía mucho la letra de la canción que estaba sonando en su Spotify, pero la había escuchado en una cantina de mala muerte cuando estaba de servicio en Culiacán. Un granjero ebrio no dejaba de ponerla en la vieja rocola, lloraba como un imbécil mientras la entonaba a gritos. Estaba a punto de levantarse de su sitio en la barra para mandarlo a dormir de un buen zarpazo, hasta que el cantinero le explico en un inglés bastante forzado y malo el verdadero significado detrás de esa tonada.

«—Se trata de una mujer, está llorando por una mujer, una que lo hizo prisionero de su amor, pero ella solo lo utilizo, y aun cuando abrio sus alas en busca de otra víctima y lo dejo, él no puede olvidarla. Esta condenado a amarla. Por eso se siente tan desdichado.  — Recapacito el cantinero sirviéndole otro shot de tequila — «Mijo», no seas «cabron» y deja al hombre ahogar sus penas en paz. Estoy seguro que cuando a ti te llegue ese momento no querrás que nadie te «chingue» las bolas.

Pero lo que ese viejo desconocía, era que él vivía eso mismo todos los días. Le dio otro sorbo a la botella, cerrando los ojos y perdiéndose en la singular voz de Fher.

Su mirada se contrajo cuando empezo a escuchar unos suaves toques en la puerta. Subió el volumen en respuesta, sin intensión de moverse de su sitio. Quien quiera que fuera se podía ir a tomar por culo. No estaba de humor para lidiar con nadie.

Ni ahora, ni nunca.

Pero ni siquiera teniendo el sonido de la guitarra acústica reventando en su oído, dejo de escuchar los malditos golpes ¿Dónde estaba su maldita arma cuando más la necesitaba? Cierto, el malnacido de Greenbull se la quito.

—¡No me importa quien mierda seas, pero si sigues tocando la puta puerta te romperé todos los huesos del cuerpo con una llave inglesa!

Y lejos de amedrentar al muy maldito, los golpes aumentaron con soberana fuerza.

Hijo de perra.

Con una ira digna de un relato bíblico, el peliverde se levantó en el acto con una fuerza imperecedera. Si, quizás estaba suspendido de sus labores como agente, pero su licencia para matar seguía activa.

Tomo la perilla dispuesto a engullirse a la persona que estuviera detrás de esta, pero al abrir la puerta con un desenfreno tal que termino impactando contra la pared, el peliverde no fue capaz de formular palabra alguna cuando una figura que siempre estaría grabada en su memoria se mostró frente a él como una oasis en medio de un desierto.

—T-Tú… — Ahora si estaba seguro de que iba a vomitar — ¿Q-Qué haces aquí?

—¿Puedo pasar? —Los grandes y brillantes ojos de Robin lo vieron intensamente —¿O primero me vas a romper todos los huesos del cuerpo?

Zoro no fue capaz de contestarle, haciéndose a un lado para darle paso a la mujer. No le temía a nada, ni a nadie, pero…

Siempre había sido débil ante ella, su mariposa traicionera.

Robin contuvo su respiración al ver el interior de la casa, los vidrios rotos en el piso, las miles de botellas vacías regadas por la barra, el intenso aroma a alcohol, y la eterna oscuridad que lo rodeaba.

Era peor de lo que pensó que podía si quiera llegar a ser.  

No pudo evitar que una profunda tristeza la abrazara al encontrarlo de esa forma. Recordar el ayer, y verlo así ahora, a alguien que había amado tanto, tan golpeado por la vida.

La escueta risa de Zoro la hizo virar la mirada hacia el peliverde.

—Ahora lo entiendo — Conjugo cerrando la puerta de su casa de un vibrante portazo. — Fue por eso que Sanji sabia mi tipo de sangre — Comento más para sí mismo que para la morena — Fuiste , tú se lo dijiste. — Señalo acercándose peligrosamente hasta la mujer.

Pero lejos de amedrentarla, Robin no le aparto la mirada en ningún momento.

—¿Quién te dijo dónde encontrarme? ¡Vamos, habla! — Alzo la voz con potencia —¿¡Marco o Franky!? ¿¡Quién fue el maldito traidor!? Conociendo a Franky, dudo que haya querido decírtelo — El peliceleste no correría el riesgo de dejarla a solas con él — …Fue Marco — Susurro en tono glacial. Había visto varias llamadas del rubio en su teléfono cuando despertó, pero no tenía ganas de hablar con nadie, ni siquiera con su mejor amigo. Ahora entendía su urgencia por comunicarse con él— Ese hijo de…—

—No he venido para hablar de nosotros. — Lo corto desafiando su mirada.

Su sola voz logro apagar la llama que era su ser, ella siempre había tenido ese efecto en él. Ese maldito efecto sedante en él, como el de una serpiente al envenenar a una vulgar rata, dándole unos segundos de incontable éxtasis con sus toxinas, antes de engullirlo entero.

—¿Entonces que mierda haces aquí? Porque si es para lo que creo que es, ahorrarte las palabras, y ve saliendo por donde llegaste.

Robin lo vio con una mirada llena de tristeza, ella conocía al verdadero Zoro, y no se parecía en nada a este. — Zoro… — Soltó en un resoplido — Estoy aquí porque tú me debes algo, y luego de tanto tiempo, es hora de pagar esa deuda.

—¡Calla! — Negó acercándose lo más que pudo a su rostro a modo de advertencia —Yo no te debo nada en lo absoluto, Robin. De hecho, es todo lo contrario. Todo esto es tu culpa. Tu jodiste mi vida…— Escupió con furor.

La morena se tuvo que cubrir el rostro al escucharlo, cada palabra que Zoro soltaba dolía más que la anterior. Un puñal que no desgarraba su cuerpo, sino no alma; siendo una herida mucho más dolorosa.

— ¡Tú me hiciste prisionero de esta mierda! — Prisionero de ti — ¡Por ti es que yo—!

Pero tambien sabía que esa persona que se hallaba frente a ella no era el peliverde, era su odio hacia si mismo el que lo hacía a través de su voz. Habiendo tomado el control de él, pero así fuera a la fuerza, iba a sacarlo de allí.

—No, Zoro — Negó sin amedrentarse — ¡Eso no es así, y lo sabes bien! Tu escogiste este camino. Tu escogiste irte, no yo. Así que no debo sentirme culpable de nada. Por muchos años me sentí culpable de muchas cosas, ¡Me sentí culpable incluso por estar viva! pero no me voy a sentir culpable por esto ¡Porque yo no fui la que abandono a su esposa cuando ella más te necesitaba! — Fue la primera vez que Zoro retrocedió ante su paso — ¡Tu escogiste dejarme! — Descubrió con lágrimas en los ojos

—B-Basta — Pidió en un susurro. Por favor, no sigas.

—Tu escogiste… Dejarnos. — Robin dijo lo último con una dolor insoportable embargando su pecho.

Escuchar esa última palabra, hizo que el peliverde ya no fuera capaz de sostenerle la mirada por más tiempo.

Nunca fue digno de ella…

Nunca seria digno de ella…

Y dudaba que hubiese alguien que si quiera fuese digno de ella…

—Robin—

—Pero aún no es tarde Zoro… — Dio un último soplo de esperanza — Nunca es tarde. No pudiste estar allí en el pasado, pero puedes estar aquí ahora. — Su mirada reflejaba tanto, amor, compasión, dulzura.

Joder, era una mirada tan bonita.

Esa fue la primera cosa que la enamoro de ella, su mirada llena de amor para dar a quien fuese.

Robin entrelazo sus dedos con los suyos en la oscuridad, — Tú no eres una mala persona —Recito pegando su frente con una deslumbrante sonrisa. — No dejemos que lo que nos pasó, vuelva a ocurrirle a otros…  Y más aún si son personas que a ti y a mi nos importan.

Porque aunque su amor ya había quedado en el pasado, Robin jamás se olvidaría de él.

—Por favor Zoro… Por favor.

«—¡Mamá! ¡Mamá! Ahora que tú y Zoro están casados ¿Él será mi nuevo papá?

«—Fufufu… ¿Te gustaría eso, mi amor?

«—Pues sí, me gustaría mucho. Así él y yo podremos cuidarte juntos.

—Esta es nuestra chance, te lo suplico, no la perdamos. — Estaba segura que si la dejaban pasar, jamás podrían tener una igual.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Aclaraciones del Capitulo:

 

Five Guys: Cadena de restaurantes de comida rapida americana con presencia en Europa y Norteamérica.  

Nose candy: Forma coloquial de llamar a la cocaína.

Place des Vosges: Es la plaza mas antigua de Paris,

Art Nouveau: En la arquitectura el Art Bouveau, o modernismo, es una corriente que buscaba darle un aire más moderno a los espacios inspirándose en las formas orgánicas de la naturaleza.

Stade Français: Equipo profesional de Rugby de Paris.

Andromeda: Princesa de Etiopia, y futura esposa de Perseo luego de que el héroe la rescatara de ser un sacrificio para Ceto.

Perseo: Héroe de la mitología griega, hijo de Zeus y atribuido como el primer Rey de Micenas.

Ceto: Era un monstruo acuático femenino.

Institut Le Rosey: Es uno de los internados mas caros del mundo (Y tambien de los mas exclusivos) Se encuentra ubicado en Suiza y allí han estudiado varios miembros de la realeza europea.

Hennessy Beaute: Champagne con un costo de mas de trece mil dólares la botella.

Channel: Forma de referirse al canal interoceánico que une las costas del Reino Unido y Francia por el canal de la mancha

Eton mes: Postre ingles hecho de nata, arándanos y fresas.

UKPIA: Asociación de refinerías de Petróleo del Reino Unido.

Chav: Es un termino bastante peyorativo que se emplea en Inglaterra para llamar a las personas de la clase trabajadora que se visten bien, pero que no dejan se ser escandalosos y buscapleitos. Una forma pendeja de llamar a la gente que recién se ha hecho de dinero pero que no deja el barrio por así decirlo.

Quartier Nord: Es el nombre que se le da al distrito financiero de Bruselas.

Don Julio Real: Tequila de lujo, que si te tenido la oportunidad de probar xq un amigo nos lo invito en una juerga en Miami, y si, es riquísimo. No quema casi nada. Pero el que tiene Zoro es el de Extra lujo, ese es mas caro y si te lo puedes tomar como agua.

Manneken Pis: Literalmente es la estatua del niño que orina. Realmente es uno de los símbolos más famosos de Bélgica, y la verdad no entiendo xq, lit es un bendito niño que mea en una fuente, nada de otro mundo, pero eso de que orinan frente a el como un rito tribal es cierto JAJAJAJ Lo pude vivir con mis propios ojos y me dio dms cringe.

Imperio Romano-Germánico: Fue una agrupación política concentrada en Europa central.

Le Tapis de Fleurs: Evento que se realiza cada dos años en Bélgica en donde se reúne todo el gremio de floristas a tejer una alfombra por toda la plaza central.

Manchester City: Otro de los grandes clubes de Inglaterra, y rival acerrimo del Manchester United. Cobro notoriedad luego de que fuera comprado por un jeque emiratí.

Guardiola: Es un famoso entrenador de futbol, en lo personal para mi es un fantoche, pero tampoco soy tan lacra como para despreciarlo porque el muy maldito algo sabe del deporte rey.

Inmortal Joe: antagonista principal de la remasterización de Mad Max.

Carlos V: Este dude me cae mas mal, no entiendo porque la historia lo recuerda con tanto cuete cuando la verdad era un sorete, pero en fin. Carlos V y I del Sacro Imperio Romano germánico fue quizás el rey mas poderoso de la historia. Domino el imperio mas grande del mundo conocido hasta ese momento gracias a las ricas herencias de sus abuelos tanto de su línea paterna, Maximiliano I y Maria de Borgoña, como de la materna, Los reyes católicos.

Bóvedas de crucería: Es un tipo de bóveda característica de la arquitectura gótica, explicaría su importancia a nivel de diseño, pero no va al caso para los propósitos de esta obra, lo que sí, tiene un acabado bastante vistoso terminando con los techos en forma de cruz.

Ménsulas: Son elementos estructurales voladizos a los que se les puede introducir una forma u acabado para hacerlos mas vistosos en el diseño de una obra u edificio.

Floki: Es uno de los protagonistas de Vikings.

Salambó: Libro escrito en 1862 por Gustave Flaubert, aunque no tan famosa como su obra cumbre; Madame Bovary, Salambo es una obra esplendida, y nos sitúa en el fin de la primera guerra entre el Imperio Cartaginense y el Romano.

Fernando I de Habsburgo: ¡Este es el verdadero rey del que hay que hablar! Fernando era el hermano de Carlos, pero siempre estuvo relegado a un papel secundario por el mayor, cuando Carlos fue a España a reclamar las tierras que le pertenecían por derecho, envió a Fernando a Flandes por cagon, ya que era un lugar que él no conocía, puesto a que desde su nacimiento se crio en España. Sin embargo, en Flandes demostró tener un gran intelecto y paciencia para gobernar a diferencia del imbécil de Carlos. Al final, su hermano termina partiendo el Imperio de los Habsburgo en dos al no poder manejar tal basta cantidad de tierras, con Carlos creando la línea de los Austrias, y con Fernando la línea de Habsburgo.

 

 

N/A:

 

Antes de cualquier cosa, agradecerles por llegar hasta aquí, ya que este capítulo ha sido más largo que la v*rga de Katakuri (Si, eso es posible) JAJAJAJA.

 

No pensé que me tomaría tanto tiempo tenerlo listo, pero han pasado tantas, tantas cosas en mi vida que no me han permitido continuar mi escritura regularmente. El trabajo, las salidas, la boda de mi hermano, cuando entraron a mi casa a robar xd. Joder, ahora me rio pero hace un mes me cagaba de miedo, y si, hasta ahora me ha quedado un trauma por ello, pero como todo en la vida tenemos que superarlo y seguir adelante. Les cuento que ahora estoy con bastantes proyectos bajo mi cargo (Lo que es bueno xq hay chamba, ya que no soy como Katakuri y tengo que romperme el lomo si quiero mi Lambo Murciélago :D) Lo que me tiene bastante ocupada diseñando, pero espero poder seguir regularmente con esta obra que estoy decidida a terminar.

 

Bueno, a lo que vinimos ¡Hay actu!

 

*Llora en silencio con una sonrisa*

 

Me encanto todo, escribir el pasado de los Vinsmoke fue una especir de nueva catarsis para mí, y llore mucho con las partes de Niji que es con el que más me identifico de los cuatro. Como ver, todos vivieron a su manera el dolor de la perdida de una madre, y que lo hayan superado con ayuda de Reiju es algo realmente precioso.

 

De nueva cuenta se refuerza la idea de que Reiju es la piedra angular de esa familia, es simplemente poético.

 

Y antes de que se me olvide, mención honorifica para la escena de Ichiji es su audición, fue preciosa.

 

Ahora, hablemos de lo demás, ya que guardare lo mejor para el final, en primera tengo que decir que luego del KataIchi, mi parte favorita fue la de King. Realmente amo el personaje de Albert, y lamentablemente recién hasta ahora le podre dar el protagonismo que tantas ganas he tenido, apropósito, y me hare auto-spam, vayan a leer “Memorias de un padre” Esa historia es un Spin-Off de esta, y habla solo de la perspectiva de King antes de los eventos de BL. Es más, la escena de Albert y Katakuri que fue tan tan bella, estaba planeada para ese otro fic, pero no pude resistirme a ponerla aquí ¡King te amo babe!

 

La parte de Lucci y Vi tmb me puso muy horny, esos dos tiene algo que me vuele loca JAJAJAJA. Y no, no diré nada de lo que paso en el pasado entre Katakuri, Vi, y Kid AÚN. Porque se que todas se estarán haciendo una idea de que fue, y si, pero aún faltan muchas piezas en ese rompecabezas.

 

¡Y ACE! Joder, sé que muchas tendrá preguntas de como chucha es que Katakuri y Ace se conocen, tranquis no es nada malo, pero solo diré esto, cuando Rouge se divorcio de Roger se supo en plan Yolo total (Enserio, muchas envidiarían a muerte el historial de esta mujer), aunque claro, con Ace siempre en brazos, porque podrá ser mujer, pero primero es madre. Y tmb disfrute mucho escribiendo a Roger, que sea así de descarado y coqueto a su edad es algo que enamora a cualquiera (Y tmb da cringe JAJAJAJ)

 

Y adoro el rumbo que está tomando la relación de Luffy y Law, esos dos tortolos son dms tiernos. Cada que escribo sobre ellos se me sale la baba.

 

De Sanji no diré nada hasta el siguiente capitulo. Prefiero escucharlas a ustedes.

 

Pero de quien si diré mucho es de Zoro ¡Maldición! El Marimo ha demostrado en solo dos caps que cuando quiere realmente se puede hacer odiar, pero como he dicho desde el minuto 0, él no es una mala persona, y Robin lo ha demostrado. Apropósito, Robin es tesoro nacional. Amémosla. Y si, para el shock de todos, esos dos estuvieron y siguen casados. Pero de eso aun hay que explicar muchas cosas, no todo es tan simple como parece.

 

En fin, ahora nuestro ship simp (No me gusta esa palabra pero es el termino que encuentro mas exacto para decir ¡CUANTO AMO A ESTOS DOS HIJOS DE PUTA JODER!

 

Katakuri e Ichiji simplemente tienen un 20 de 10, ame escribir cada palabra de estos dos. Al principio no estaba tan segura de poner tanto KataIchi, pero luego dije, a la mrd, esta historia es un puto KataIchi.

 

Katakuri es ¡Dios! Ni siquiera tengo forma de describirlo, pero como ven, si, podrá ser vanidoso, algo engreído y hasta un poco megalómano en ocasiones, pero no es ni de cerca una mala persona. Es solo que ha pasado por DEMASIADA mierda en su vida, pero tambien es eso lo que lo hace tan empático. E Ichiji, Dios, después de esta actu. reafirmo mi amor por ese pelirrojo. Si podrá ser un idiota en muchas ocasiones, pero en un chico que esta dispuesto a cargar con la mierda de otros sin ningún problema. Además, corta que el chabón tiene 24 y se hace cargo de mil cosas y yo que tengo casi la misma edad apenas puedo conmigo misma JAJAJAJA.

 

Ame todas sus escenas, el granate es un galán de aquellos ¡Esa bella cena rodeados de rosas! y esos deliciosos 7u7 J O D E R, ¿Cuál fue su favorito? Porque a mi me encantaron los 3. Aunque el del piano… Ufff…. Daddy please, give us more.

 

¡Y ese final! Con Katakuri haciéndole un juramento de sangra a Ichiji de encontrar un donante para Rei, ¡Joder! ¡Ichiji, ve a comprar el anillo ya! ¡No puedes dejar ir a ese hombre!

 

¿Qué pasara ahora? Bueno, vamos con fuerza, porque ya se están juntando muchas cosas. Y les adelanto que en el siguiente cap aparecerán VARIOS personajes que van a hacer temblar los cimientos de este fic. Porque les comunico que ¡Ya no falta nada para la boda de Cracker y Rebecca! (Y alli prepárense, porque lit sera una explosión de emociones tras otra) Pero antes… ¡Se viene la despedida de Cracker! JAJAJAJA. Así que se podrán hacer una idea de quienes serán los que harán su debut…

 

Bueno, me despido luego de este paseo en montaña rusa. Son unas bellezas hermosas, y les agradezco un montón por todo el apoyo que me dan, y le dan a esta historia a pesar de la larga, larga, larga ausencia ¡Tratare de ponerme a escribir lo mas pronto que pueda el siguiente cap!

 

¡Las amo como tienen idea!

 

Loveu All <3


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