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Amor nuclear por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“No esperaba que esto pasara” Mito, la esposa de Kawarama, le contó, mirando las fotos que empacaba con tristeza en su pequeña mochila. Recuerdos invaluables que no quería perder, cosas que se mezclaron con las utilitarias que también llevaba en la mochila. “¿Vamos a ir directamente a ese sitio? He oído que la radiación está a unos días todavía”

“Primero tenemos que ir a otro sitio, pero sí, nos iremos lo más pronto posible” el moreno tendió las manos para coger sus cosas, apartándose para dejarla salir de la casa. La metió en un carro del ejército, metiéndose a continuación él. la siguiente parada fue la casa de Madara, de donde Izuna se negaba a salir. Se bajó resuelto, frunciendo el ceño. “Ese niño… tendría que arrastrarlo yo mismo.”

“Date prisa” la pelirroja le instó. Antes de llegar, el Senju sacó su teléfono de su bolsillo. Marcó el número de su hermanito más pequeño, esperando que contestara. Se encontraba en un avión rumbo al sitio especial, después de todo. Itama cogió el teléfono de todos modos, tranquilizándolo.

“No te preocupes, aniya, estamos bien” el de pelo bicolor le dijo calmadamente. “Papá y mamá están conmigo, nos reuniremos con ustedes en el… bueno, nos veremos ahí. Tú sólo lleva a todos los que puedas.”

“¿De verdad están bien? Porque no quisiera escuchar que les pasó algo…”

“Tranquilo, hemos evacuado a tiempo. Nos veremos ahí, ya lo verás” con esto se quedó más calmado, pero no pudo quitarse de la cabeza que algo andaba mal. Que algo iba a salir pésimo. Hashirama metió la llave de la casa en la cerradura, girándola unos segundos después. El chico lo observó como una gacela asustada al entrar durante un instante antes de salir corriendo y cerrarle la puerta de su cuarto en la cara.

“Por favor, Izuna, tienes que salir” le pidió el moreno, aporreando la puerta. “No puedo dejarte aquí, Madara va a matarme si no te llevo” esto hizo que el adolescente se acercara a la puerta. “él está ahí, esperándote. Sé que quieres morir para estar con tu hermano…”

“¡También quiero morir en mi casa! ¡En un lugar que conozca!”

“¡Pero no tiene que ser así! ¡Si quieres morir, está bien, más hazlo al lado de tu hermano! ¡él te está esperando!” se sacó el celular, rogando porque el Skype todavía funcionara. Sorpresivamente sí y, aún más, el Uchiha mayor contestó. Hubo un par de gritos, muchas más amenazas, pero finalmente el menor aceptó irse con ellos.

“¡¿Quieres que me vaya?! ¡BIEN! ¡Voy para allá, justo a tu costado! ¡Y no me voy a ir de ahí!” el chiquillo agarró las mochilas, una suya y otra de Madara, yéndose directo al auto, hecho una fiera. Azotó la puerta al entrar. Continuaron el camino con el pelinegro enfurruñado, algo no del todo placentero. Al Senju no le importó mucho, era mejor continuar el viaje con él en ese estado que sin él, sobre todo por lo que su novio le haría si no llegaba.

“Ya era hora” los recibió su pareja, cruzando los brazos. “¿Sabes lo que nos está costando mantener a todos a la espera? Vamos a clausurar las puertas en una hora, así que será mejor que se metan. La radiación está avanzando más rápido de lo que esperábamos.”

“¿Qué quieres decir?” casi le da un paro cardiaco al escuchar eso. ¿De verdad era tan malo como para eso? “Madara, muchas personas todavía están ahí afuera. Las ciudades todavía están siendo evacuadas…”

“Están muertas si no han llegado para ese momento” el Uchiha negó con la cabeza. “La radiación ha hecho estallar muchos reactores nucleares ilegales… pequeños, pero combinados han hecho que avanzara más rápido.” Se revolvió nervioso. “Lo supimos cuando los satélites captaron aviones cayendo gracias a la muerte de los pilotos.”

“¿Y los pasajeros?”

“Eres doctor, dime tú qué les pasó” el médico no contestó. “Vayan adentro de una vez, no quiero correr el riesgo de que se queden afuera. Hashirama, tus hermanos te esperan dentro… al menos los dos que han llegado.”

“Sí” el moreno entró, prácticamente arrastrando a Izuna. Dentro del hangar, porque estaba seguro que eso era, habían unas naves grandes con densas filas de personas detrás. Filas que se hacían más pequeñas cada vez. “¿Qué está…?”

“¡MITO!” Kawarama se abalanzó hacia su mujer, que se relajó visiblemente al verlo. También abrazó a su hermano, soltándolo y arrastrándolo hacia la nave con la fila más corta. sin dejarle hablar, metió a la pelirroja por otro lugar. “Tenemos que meterte inmediatamente, no sabemos cuanto tarde en…”

“Espera un segundo, ¿Qué se supone que esto?” el mayor demandó respuestas. Las personas desaparecían dentro de esas naves para no volver a aparecer. “¿Y esas personas?”

“Están siendo almacenadas en camas de sueño criogénico” explicó el castaño, apartando un mechón de sus ojos. “La tierra no será habitable por mucho tiempo con estos niveles de radiación… así que las naves llevarán a estas personas al espacio por unos años, hasta que el planeta se recupere. Luego será nuestro deber repoblar la tierra… y asegurarme de que esto no se repita.”

“¿Sueño…?”

“Tobirama las completó hace un año, pueden conservar a una persona por trescientos años” el asesor estaba nervioso. Hashirama se impresionó, Tobi realmente era un genio. Entonces por eso le habían dado el trabajo a su hermano siendo un estudiante. “al principio se diseñaron con propósitos mineros, pero…”

“¿Mineros? ¿Esas naves eran para recorrer el espacio en busca de petróleo?”

“Ahórrate tu reprobación que son lo único que puede salvar a la humanidad ahora” una reluciente capsula de tamaño personal apareció delante de ellos. Era de color plata, con una pequeña ventana para dejar ver el rostro de la persona durmiente y los botones emitían luces de colores. Kawarama cogió un vaso con agua y unas pastillas, entregándoselas a su mujer.  Esta se había cambiado a un traje de dos piezas verde que venía dentro de la capsula. “No te preocupes, sólo son sedantes. Tienes que dormir antes de ser empacada”

“Genial, estaré dentro de una caja como una botella” de todas maneras lo hizo. Su marido la ayudó a abrir la capsula y echarse dentro, cerrándola antes de que se durmiera. Tan pronto estuvo inconsciente, gases helados salieron despedidos de los costados, congelándola instantáneamente. La capsula dio paso a otra, que fue ocupada por una chica adolescente. En ese momento el teléfono de Kawarama sonó.

“Encárgate tú de ponerlos a dormir, tengo que contestar” el moreno obedeció, escuchando como ruido de fondo las puertas de plomo cerrarse. Por algún sitio, Madara gritaba a voz en cuello que se apresuraran.

“Hashirama” Kawarama volvió a aparecer en ese momento, tratando de contener sus lágrimas por alguna razón. “Itama y nuestros padres están muertos… ¡están muertos!” finalmente comenzó a llorar, arrojándose a sus brazos. “Los… los alcanzó la radiación en pleno vuelo, al igual que a los últimos aviones. No… no tuvieron oportunidad… el satélite…”

“Dios” y tal y como muchos otros, él también había perdido a personas importantes para él. los dos lloraron juntos, tratando de controlarse. “Yo… y… ¿y Tobirama?” fue lo primero que se le ocurrió cuando pudo calmarse. “Dijiste que estaba contigo.”

“Está, pero no quiere subirse” explicó el menor, limpiándose las lágrimas. “Si… si pudieras hacer algo para traerlo… podemos empacarlo ahora…” miró las líneas de gente avanzando. “Voy… voy a redirigir el tráfico para hacer esto más rápido. No… no nos queda mucho tiempo.”

“Entonces voy. Haz que Izuna suba, ¿sí?” le alejó por la plataforma, buscando a Tobirama en el único lugar donde podía estar… el taller. Y ahí lo encontró, ensamblando piezas en la oscuridad más absoluta. “¿Qué se supone que estás haciendo?”

“Lo que debí hacer hace mucho tiempo, sentarme a morir” respondió el albino, obviamente ebrio. “Yo sabía, sabía que esto iba a pasar y no pude detenerlo. No puedo simplemente seguir viviendo mientras que todas esas personas mueren” dejó sus piezas en el suelo. “¿Por qué no has subido? Eres el único inocente de la familia, mereces estar ahí.”

“No voy a irme sin ti y Kawarama” el otro le fulminó con la mirada. “Mira, recién me ha llegado la noticia de que Itama ha fallecido, así que no estoy de ánimos para discutir. Te vas a la plataforma de lanzamiento ya mismo o…”

“¿O qué? Por si no te has dado cuenta, hay mucho que tenemos que hacer aquí, mucho por limpiar antes de morir. Ya vete a tomar por leches, aniya, porque yo…” un sonido eléctrico lo sacó de su monólogo, junto con un espasmo que recorrió su cuerpo. Cayó al suelo semi inconsciente, sólo para que le metieran unas píldoras por el gaznate y le obligaran a tragarlas llenándole la boca de agua. “¿Qué…?”

“Buenas noches” dijo antes de tomarlo en brazos. Así lo llevó a la plataforma donde su otro hermano lo esperaba con una capsula abierta.

“¿Está bien?”

“Sólo lo he sedado, no es nada importante” lo cambió a toda prisa, depositándolo en la superficie de metal. Kawarama lo cerró sin decir una palabra, pensando que a veces su pacífico hermano daba miedo. Sobre todo cuando tenía un taser en las manos. “Veo que has conseguido acortar las colas.”

“Ha sido lo máximo que he podido hacer, porque nos sobran algunas cápsulas” se mordió el labio intranquilo. “Ocho de las últimas diez naves están llenas, en la novena faltan quince personas cuando termine la cola y en esta hay cien espacios libres…”

“¿Y el personal?”

“Están en esas colas, incluso el personal no esencial de la base…”

“Los militares, Kawa, estoy hablando de ellos”

“No los había contabilizado” el rostro de su hermano tenía una expresión extraña. “Tráeme a quince inmediatamente para cerrar la cola de esa y al resto aquí. Hay que embarcarlos en seguida… Y dile a Tokka…”

“¡¿Tokka está aquí?!” con la preocupación que tenía encima por Madara no había pensado en su prima, que también partió a la guerra. “Voy a buscarla inmediatamente…”

“Primero trae a los quince soldados, tenemos que cerrar las naves cuanto antes… y trae a tu novio. Él también tiene que embarcarse” Hashirama asintió. El anillo le pesaba en el bolsillo, junto con el corazón en el pecho, mientras corría por los pasillos. Finalmente encontró al pelinegro dándoles órdenes a sus hombres.

“¿Y tú no te habías embarcado ya?”

“Estoy a punto, Izuna es lo único que me retiene. Odio admitirlo, pero es demasiado testarudo para manejarlo” el ceño del Uchiha se frunció aún más. “Eh, no me mires a mí, tú fuiste el que le enseñó todo lo que sabe…”

“Ese chiquillo de mier…”

“Espera, antes de que te vayas, quiero que traigas a algunos de tus hombres. Han sobrado lugares en una de las naves y…” sólo con ver la expresión de su cara supo que el SEAL no se había planteado ir siquiera. “Madara…”

“Yo cumplo mi deber, no voy a dejar que me reprendan por eso” suspiró. “¿Cuántos lugares?”

“Quince en una nave, más en otra que tiene fila” informó el moreno. “La primera está a punto de cerrarse, trae a los elegidos lo más pronto posible”

“No es problema. ¡Setsuna! ¡Hikaku!” dos primos suyos aparecieron, cargando sus rifles. “Busquen a trece hombres más cuyas familias vayan en esas naves y llévenlos al hangar. Una de las naves tiene sitios libres y los van a tener” los dos asintieron, corriendo mientras gritaban nombres. “Ahora dónde está ese muchachito de miércoles. Voy a meterlo a la fuerza en una de esas cosas…”

“Madara” lo detuvo con una mano. “toma esto” le puso unas pastillas en la mano. “ayudará a calmar el dolor que sientas por la radiación” estuvo a punto de devolverlas, pero el otro no las aceptó. “anda, no seas necio. Tómalas antes de que te obligue”

“Tú no me mandas” de todas maneras se las tomó, pasándolas con un poco de agua. “Ahora voy a buscar a mi hermanito antes de que cometa el peor error de su vida” llegó al hangar, avanzando hacia la nave. Izuna no estaba a la vista, felizmente para él, y la otra nave estaba decepcionando a sus nuevos pasajeros. “¡Izuna, dónde te has…!”

“Cálmate, todavía quedan como setenta cápsulas. Mira, algunos de tus chicos se han pasado a la otra nave para agilizar el tránsito” era verdad, y mientras unos se ponían seguros, otros tomaban sus lugares en la cola, llamados por Setsuna. Su otro primo ya estaba dentro. “Sé que está muy rápido, pero llegará a tiempo.”

“Tiene que llegar ya, no puede…” un mareo repentino casi tumba al militar. Sus hombres seguían metiéndose, llenando diez capsulas en tiempo record. Y él… él estaba adormilado. Sentía que se iba a desplomar de un momento a otro. “¿Qué… qué me has…?”

“Dulces sueños” Hashirama lo sujetó antes de que se desplomara. Lo cargó hacia la nave, cambiándolo justo como había hecho con su hermano. En ese momento cayó en cuenta de que las capsulas tenían un pequeño compartimiento para el equipaje. ¿Madara tenía algo más que llevar aparte de su ropa?

“Aquí” Izuna apareció de repente, entregándole la mochila de su hermano. El moreno la metió, agradeciéndole. Le plantó un beso en la frente a su novio, cerrando la capsula a continuación. Ya estaba, su amor estaba seguro.

“Vas tú” le señaló al menor tan pronto como la siguiente estuvo ahí.

“¿Qué?”

“Izuna, no voy a discutir contigo. Tu hermano ya está empacado y, maldita sea, vas a ir con él” le extendió la ropa que iba dentro de la capsula. “No me importa si tengo que noquearte, pero esta nave no va a irse sin ti ahora que ya tienes lo que quieres. Dijiste que ibas a quedarte a su lado, ¿verdad? Cumple tu promesa y entra ahí.”

“Okay” fue la respuesta simple que le dio el adolescente, cogiendo las prendas que le daban. Se cambió a toda prisa, metiéndose voluntariamente en la capsula y tomando las pastillas. Su mochila fue metida casi a la fuerza en su compartimiento. “Ten cuidado con los adornos, que son importantes.” Se recostó dentro. Entonces le entró una duda. “¿Vamos a soñar ahí adentro? Porque no me haría gracia vivir cien años dentro de una pesadilla.”

“No sé… pero si tengo que adivinar, diría que no. A Tobi-chan tampoco le hubiera gustado.”

“Tobi-chan, qué feo apodo…” el pelinegro bostezó, cerrando los ojos antes de congelarse. La máquina lo envió al almacén, donde los demás lo esperaban. Unas cuantas capsulas más allá, se detuvo antes de que llegara el siguiente lote de guardias.

“Vas tú” le habló a su hermano.

“Primero Tokka. Tengo que asegurarme de que esté a salvo antes de ir a dormir” Kawarama le pidió. “Búscala y tráela aquí, no debe andar muy lejos.”

“En segui…” tan pronto como se dio la vuelta el taser que utilizó contra Tobirama se volvió contra él. la electricidad recorrió su cuerpo, dejándolo inmóvil al instante. Su hermano aprovechó los espasmos para meterle las pastillas por el gaznate. Los ojos shockeados del moreno pronto se cerraron. El castaño claro aprovechó ese momento para empacarlo, descolgándose algo del cuello y poniéndolo en su compartimiento de equipaje.

“Buen viaje…”

“¿Qué estás haciendo?” en el momento menos esperado, llegó Tokka.

“Nada, sólo empacando a Hashirama para que pudiera irse. ¿Ya estás lista tú?” ella negó con la cabeza, cediendo su lugar muchas veces a otros hasta que se acabaron los compañeros a quienes salvar. Miró las tres capsulas que quedaban con algo de renuencia. Una era para el capitán que los pondría en órbita, las otras dos para pasajeros. Eran suficientes, pero…

“Tú primero” 

“No, no podrías manipular el cierre desde dentro, yo sí” le hizo una seña con la mano. Gruñendo, la chica se desnudó, poniéndose la ropa mientras su primo acomodaba todo. Como los demás, ella también durmió. Él se quedó pensativo, mirando la última cápsula. No debía tomarla, no podía… no cuando mucho de esto había sido su culpa. Más si no la tomaba alguien, se perdería una oportunidad. Fue entonces cuando escuchó un sonido sordo proveniente del pasillo. Lo siguió, encontrando a un joven jugando con dos piezas de metal. “Un lugar poco usual para entretenerse”

“Me ha asustado” el chico levantó la vista de sus cosas. Estaba rodeado por tallas de madera, junto con otras muchas de metal. “¿Alguna razón para estar aquí?”

“No” respondió secamente. “¿Y tú? ¿Por qué no estás embarcando en una de las naves?”

“Como si me fueran a dar un lugar en esos transportes de lujo para los ricos” se rio resentido. “Estoy aquí esperando a la radiación, a que me mate cuando se abran las puertas de los hangares para que escapen esas cosas. Entonces supongo que ya no tendré que preocuparme por nada más.”

“¿Estás seguro de que te quieres morir?”

“Pues no, no quiero, ¿Quién querría? Lo único que digo es que ni de coña me darán una plaza en su arca de Noé hacia la libertad” rodó los ojos. “Y supongo que a ti tampoco, si no, no estarías aquí, ¿verdad?” le extendió la mano tras recoger sus cosas. “Soy Seimei, por cierto. ¿Y usted?”

“Kawa” respondió, mirando una tuerca. “¿Eres mecánico?”

“Sí, aunque también hago artesanías con metal”

“¡Genial! De hecho, ahora mismo necesitamos a alguien que me ayude con un par de tuercas en una de las naves. Detalles pequeños para que puedan partir ya” el rostro del peliblanco no denotaba emociones cuando asintió. “Ah, sí, y ten esto. Se supone que minimizan el dolor cuando te quemas, pero no sé qué tan efectivas sean. Creo que lo sabremos cuando llegue esa ola de muerte, ¿no?”

“Gracias” se las tragó sin pensar. ¿Qué podía pasar? Nada era peor que la radiación. Su cabeza comenzó a dar vueltas nada más llegar al hangar. “¿Qué…?”

“Tienes suerte… porque tú también vas a volar la libertad” lo puso en su capsula y la cerró, guardando sus pertenencias en el cajoncito. “Capitanes” habló por el intercomunicador, poniéndose un traje especial. “Les abriré las puertas ahora mismo. Ustedes váyanse.”

“Pero señor…”

“¡Háganlo, ya no hay espacio ni tiempo para mí!” indicó. Luego cortó la comunicación con las naves excepto una. “Capitán Murino, por favor, grave este mensaje para mis hermanos. Entrégueselo cuando… cuando estén listos. En un nuevo mundo.”

“Sí, señor” lo hizo y en seguida encendió los motores. Kawarama abrió la puerta, quemándose con la radiación en minutos. Sus gritos fueron una de las cosas más escalofriantes que habían escuchado, más despegaron de todas formas. Hasta la libertad…

-Años más tarde-

“Auch” fue lo primero que vino a la cabeza de Seimei cuando despertó. El corrientazo de electricidad que acababa de pasar por su espalda lo hizo espabilar, sobre todo cuando lo acompañó el sonido de algo abriéndose. Abrió los ojos, frotándose la cabeza. “Dios, me duele” entonces se percató de una cosa. “¿Me duele? ¿Estoy vivo?”

“Sí, ¿Qué esperabas?” alguien respondió delante de él. estaba vestido con un uniforme que le había vista llevar a los pilotos. “Pasajero 499, bienvenido de vuelta a la vida. ¿Cómo estuvo tu sueño?”

“Vigorizante” respondió con una voz cargada de sarcasmo. Recién caían en cuenta, el tipo que vio antes de caer dormido debió haberle cedido su lugar en la nave. Menudo complejo de salvador que debía tener. Bueno, al menos estaba todavía vivo. “¿Por qué me has despertado, joder? ¿Acaso la tierra ya se recuperó?”

“La Tierra no. Terra II, en cambio… será mejor que lo veas tú mismo” señaló el panel transparente que tenía delante. Seimei no podía creer lo que tenía delante. Un nuevo mundo, una nueva vida, una historia que estaba a punto de comenzar. Igual para los quinientos pasajeros que podrían continuar en ese nuevo mundo lo que no terminaron, gracias a su viaje a la libertad.

Notas finales:

¿Qué les pareció el fanfic? Espero que les haya gustado, porque ?estoy pensando en hacer una continuacion. ¿les gustaría una? ¡Review!


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