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Dawn Star por Kitty Pasta

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Notas del capitulo:

Cyalume quiere llevar a sus amigos humanos a conocer el palacio y el poblado real, pero le preocupa unos extraños dolores que lleva sintiendo desde la noche anterior.

Aunque era tarea del mayordomo del palacio el supervisar la preparación del desayuno, Portia insistió en estar presente y verificar en persona la elaboración y preparación de los platos que irían a la mesa del príncipe. Sabía cuanto significaba para él recibir a sus amigos, así que quería asegurarse de que todo fuera perfecto. Además, era una especie de prueba piloto para lo que vendría en el compromiso, en cuanto a organización y eficiencia. Era algo personal.

-Todo está correcto- dijo al mayordomo.- Ahora avisa a los criados que dispongan todo en el comedor. Iré a preguntar a su alteza si ya es hora.

Aunque llamó con suavidad a la puerta de Cyalume, no tardó en oír ruidos y voces que venían de dentro. Aguardó sin alterarse a que le abrieran, y no hizo ningún comentario cuando Faris lo atendió en lugar del príncipe.

-Capitán Faris, venía a preguntar si desean que ya vayamos despertando a sus invitados para desayunar. Ya está todo listo.

-Ah… sí, sí. Da la orden a los criados. En unos momentos bajamos.

-Muy bien, capitán. Ya mismo me encargo.

Faris cerró la puerta y volvió junto a Cyalume, sonriéndole y sentándose a su lado.- Hora de levantarse, Cyalume. Si quieres ser un buen anfitrión, debes estar antes que los demás en el comedor para recibirlos. Así que arriba…

-Oh, sí… pero… ¿qué tal si me das un beso para despertarme del todo?

Faris lo miró divertido y se agachó para besarlo, sabiendo que su novio lo iba a abrazar para sacarle algunas caricias más antes de levantarse. Estaba bien. Después de eso, se levantó como si nada y fue a por sus ropas para cambiarse, mientras un feliz Cyalume lo observaba y seguía su ejemplo. Sin embargo, una extraña punzada en el vientre lo obligó a sentarse y respirar hondo durante un buen rato antes de seguir. Para no preocupar a Faris se encerró en el baño a esperar que se le pasara, lo que sucedió al cabo de unos segundos, pero después se quedó pensativo por un buen rato y se sintió desconcertado. Durante la noche también se había despertado un par de veces con dolores, y no entendía por qué porque él era muy sano siempre. No le gustaba la idea de enfermarse justo antes de su compromiso, y decidió que eran solo nervios que estaba somatizando. Sí, eso debía ser. Hace poco había hablado con Alysa y ella le aseguró que era muy normal sentirse nervioso antes de un acontecimiento importante, por lo que sacudió la cabeza y se olvidó del asunto. Tenía demasiadas cosas que hacer como para perder el tiempo en tonterías.

-Faris, ¿ya estás listo…? Oh… que guapo- alabó al verlo aparecer en el umbral. La belleza de Faris no dejaba de sorprenderlo aunque lo veía a diario, y sonrió como tonto al tomarlo del brazo. Aunque él portaba la corona, en su mente Faris era el príncipe undercat. Alto, con un hermoso cabello gris y una mirada muy sensual que lo enloquecía, sintió de nuevo el conocido impulso de querer besarlo y juguetear con él allí mismo. Pero, por supuesto, no hizo tal cosa y se olvidó de toda idea obscena al llegar al comedor, en donde Portia los esperaba en respetuoso silencio. El secretario real había cedido al impulso de dirigir él solo las cosas y había enviado al mayordomo afuera.

-Buenos días, su alteza. Capitán Faris.

-Buenos días, Portia… ¿vas a desayunar con nosotros?- preguntó Cyalume de forma simpática, pero horrorizando al undercat de todos modos.

-¡Alteza, que ocurrencia! No, por supuesto que no. Solo quería asegurarme que todo estuviera perfecto para el día con sus amigos. Lo he organizado en su agenda…

-La diversión no se puede organizar, Portia, pero gracias de todos modos por tu preocupación. Esto va más allá de tus deberes como secretario, y quiero que sepas que lo aprecio.

Portia sintió una mezcla de vergüenza y orgullo por las palabras de su príncipe, y estaba por asegurarle que a él lo hacía muy feliz ayudar cuando las puertas del comedor se abrieron y entraron varias personas riendo y conversando, que apenas vieron a Cyalume corrieron hacia él con una naturalidad que lo apabulló. Aunque sabía que debía haberse retirado en ese momento, la curiosidad le ganó y permaneció de pie detrás de la silla que correspondía al príncipe, a la cabecera de la mesa, observando a los recién llegados. Era la primera vez que veía seres humanos de tan cerca y estaba fascinado con ellos, pero no se atrevió a acercarse por respeto, al menos hasta que el propio Cyalume le hizo una seña para que se acercara. Era consciente que el interés que tenía por esas personas era recíproco, y que todos lo observaban con una mezcla de curiosidad y admiración que lo puso nervioso. Nervios que, desde luego, no se vieron reflejados en su comportamiento; pasara lo que pasara, no debía mostrar ninguna actitud pusilánime ante nadie, pues era un representante de Su Majestad y como tal debía mantener la compostura.

-Quiero presentarles a todos a Portia Lumina, el secretario real del palacio. Mi madre lo relevó momentáneamente de sus tareas para que me ayudara con el compromiso, y está haciendo un estupendo trabajo. Hasta me ayudó a preparar sus habitaciones.

-Es un placer conocer a los amigos de su alteza- dijo inclinándose ante ellos.

-Portia, ellas son Alysa, Flora, Kayla, Kitty May y Elise- presentó a las chicas, que estaban maravilladas con el guapo secretario maduro de su amigo, cuyas orejas vainilla contrastaban mucho con su cabello negro y le daban un aire de lo más tierno. Cyalume les guiñó un ojo y luego continuó con las presentaciones.

-Y estos son mis amigos Marc… Philip, Roger, el hermano de Alysa…

-Un placer, señores.

-Igualmente- contestó Roger con su sonrisa vaga y aceptando el apretón de manos que Portia le ofrecía.

-Leo, el prometido de Alysa…

-Gracias por el detalle de darnos un cuarto matrimonial- expresó Leo echándole una mirada de complicidad a su novia.

-Y Quinn, que como tal vez ya sepas, es mi mejor amigo y mi guía en lo que refiere al mundo humano. Su ayuda fue invalorable para mí durante mi misión.

Portia le dio la mano al amigo de su señor y se sintió extrañamente alterado al hacerlo, como si Quinn fuera uno de esos alfas de rango superior que abundaban en el ejército de la reina. Los alfas no solo eran los machos reproductores de su especie, también eran los individuos de mayor hombría y presencia dentro de su raza. Él, como omega que era, no podía evitar sentir el impacto de su masculinidad cuando estaba cerca de alguno; por eso, no entendía por qué lo asaltaba esa sensación tan precisa en un momento tan poco adecuado. Era como si todos sus nervios internos se hubieran vuelto en su contra, haciéndolo quedar como un tonto ante su príncipe e invitados. Se dio cuenta espantado que aún estaba dándose la mano con Quinn, y la retiró tan rápido como pudo.

-Mil disculpas, señor- murmuró.- Me he distraído un segundo.

-¡Oh, no te preocupes! Seguro que estás cargado hasta arriba de trabajo por el compromiso, ¿no? Así que está todo bien. Por cierto, yo también te agradezco que hayas escogido nuestros cuartos. ¡Nunca en la vida había estado en un sitio tan lujoso!

-Es verdad- intervino Marc, que ya había tomado asiento y examinaba las delicias de la mesa con mirada hambrienta.- Dormí como un bebé en ese colchón tan suave… ¿de qué estará relleno?

La charla jovial y distendida ayudó a normalizar las cosas, pero Portia se retiró completamente disgustado consigo mismo, consciente de que su actitud con Quinn dejaba mucho que desear. Era un invitado de honor al compromiso de su alteza, y sin embargo él le había dedicado pensamientos estúpidos e impropios… ¿cómo había podido? Se encerró brevemente en su despacho y se quitó los lentes para restregarse los ojos, a ver si así se serenaba.

Sabía que la culpa de todo era suya. Aunque los undercats tenían un promedio de vida muy largo, la mayoría encontraba a su pareja destinada en la adolescencia. Él ya tenía cuarenta y seguía soltero, y para empeorar las cosas era un omega. Si hubiera sido un alfa, no hubiera sido tan grave. Pero el doctor le había advertido que para un omega adulto, la virginidad era un martirio y un peligro para su salud. Podía incurrir en delirios, fiebre, pérdida de su energía vital y otros horrores que no quería recordar. Los omegas estaban hechos para el amor, su cuerpo para concebir hijos. Negar todos sus instintos y reprimirlos con una severa ingesta de pociones medicinales, era casi un suicidio. Así que si al estar cerca de Quinn había experimentado los nervios que le provocaban los machos, la culpa era por entero suya. Pero no podía hacer nada. Excepto ser aún más disciplinado.

(…)

La visita guiada comenzó por los jardines del palacio, una maravilla de verde y plata bajo un cielo rojo intenso. Bien custodiados por dos guardas fornidos, Faris y Cyalume llevaron a sus amigos a ver el hermoso laberinto, construido con altos setos y cubierto de flores blancas; Faris parecía saberlo todo sobre su origen así que los entretuvo contándoles historias, mientras se adentraban apenas hasta las primeras vueltas.

-Aquí había una cueva subterránea de la que emanaba muchísima energía- empezó- fue antes de que los undercats existieran, cuando esto era aún territorio sin conquistar. Esa energía purificaba la tierra y hacía posible que crecieran las plantas. No las plantas que tienen ustedes; pero sí un tipo de vegetación grisácea que en el inframundo es común, y es lo más cercano a la vida natural que podemos tener. Cuando comenzaron a llegar los primeros habitantes se dieron cuenta de que esa energía era muy provechosa para ellos, y que podían utilizarla para cultivar y fortalecerse. Eran demonios expulsados o fugados de sus tribus, que no tenían alimento ni lugar a donde ir. Esa cueva fue un regalo para ellos.

-Recuerdo cuando mamá me contó esa historia- interrumpió Cyalume con aire soñador.

-Se asentaron en donde hoy está el palacio, una distancia lo bastante cercana como para ir y venir todo el tiempo entre sus casas y los cultivos sin que ello supusiera una molestia. Después decidieron proteger esta zona de los invasores construyendo un laberinto a su alrededor. Era mucho más pequeño de lo que es hoy y no estaban los setos, tan sola la planta infernal que habían dejado crecer hacia arriba y algunos guardias, pero sirvió y continuaron cuidándolo durante mucho tiempo, incluso cuando la energía se agotó y ya no tuvo sentido.

-¿Se habían acostumbrado a tenerlo?- preguntó Alysa.

-Seguramente. Era un lugar agradable y fresco donde las familias venían a jugar, donde se sentían cómodos y a gusto. Lamentablemente, el laberinto fue destruido durante la invasión de los underbeast, una tribu vecina de demonios muy salvajes. Eso fue antes que la reina Selena llegara.

-¡Qué pena!- musitó Flora, mirando las pequeñas flores blancas que flotaban sobre el laberinto.- ¿Y cuanto tardaron en reconstruirlo entonces?

-Poco después de que Selena fuera erigida reina, ella insistió en recorrer los poblados para arreglar las casas y ayudar a los heridos; después de varios meses de trabajar duro, los miembros del consejo que quedaban le sugirieron que dedicara algo de tiempo a reconstruir el palacio y sus jardines, pues para los sobrevivientes era importante también ver que su soberana tuviera un lugar propio al que volver. Como ya había recuperado su salud y el control de la Estrella Matutina, no le fue difícil usar sus poderes para crear un hermoso palacio que todos pudieran mirar con esperanza, y eso incluyó levantar de nuevo el laberinto.

-¿La cueva aún está ahí?- preguntó Marc, que parecía deseoso de entrar a comprobarlo.

-Está, desde luego. En el centro del laberinto. Se ha convertido en un lugar sagrado al que la reina viene a orar de vez en cuando.

Después de asegurarse que nadie se había perdido en el laberinto, Cyalume los guió por la explanada y les mostró cada árbol y flor infernal que cubría los terrenos, en arriates, decorando los caminos o en una especie de pagoda enorme cubierta de enredaderas rojo oscuro que parecían llegar al cielo. Al observar el palacio desde fuera podían ver realmente cuan grande era, lo que no dejaba de resultar una sorpresa. Faris sugirió, al verlos tan animados, que visitaran el poblado mientras aún fuera temprano. Cyalume lo apoyó, e hizo un enorme esfuerzo por que no se le notara una nueva punzada de dolor en el vientre. No quería preocuparlos, sobre todo a su novio.

-¡Ohh, que colorido!- exclamó Alysa encantada al llegar a la calle principal del poblado real, como se conocía a la villa que rodeaba el palacio y en donde vivían centenares de súbditos de Selena y sus familias. Las casas eran de dos pisos y todos los tejados eran de colores diferentes, mientras que las calles estaban pavimentadas de negro. En el centro había una pequeña plaza abierta con bastantes árboles y bancos para sentarse, y una estatua de la reina sobre un pedestal de cristales. Cyalume había dispuesto carruajes para llevarlos, pero en cuanto estuvieron allí insistieron en bajar e ir a pie. A medida que avanzaban más y más undercats les salían al paso, emocionados por la visita de su príncipe. Él procuró responderles con una sonrisa, aceptando sus peticiones y prometiéndoles que el día de la boda las puertas del palacio estarían abiertas para todos.

-Este lugar es hermoso- sentenció Alysa maravillada, viendo como unos niños undercat corrían por la vereda jugando, mientras otros se acercaban tímidamente a ellos para verlos de cerca.- Es como cualquier ciudad de nuestro mundo, solo que sus habitantes tienen orejas y cola y el cielo es rojo. ¿No lo crees?

-Sí- asintió Quinn despacio.- No es para nada lo que uno esperaría del inframundo. Claro que el inframundo es grande y hay otros reinos, quien sabe como será el dominio de Lucifer o de los otros. La verdad es que no quisiera averiguarlo.

-¿Sabes que otra cosa es diferente?- intervino Marc de golpe, tomando asiento en uno de los bancos de la plaza.- Que salvo nuestras amigas, aquí son todos hombres. Todos, niños y adultos.

-Bueno, sí, pero ya lo sabíamos, ¿no?

-En esta misma calle hay una tienda que vende unas famosas golosinas de chocolate amargo- comentó Faris a Elise, que reían encantadas con las travesuras de los niños.- Si quieren, podemos hacer una visita. Y luego les mostraré…- se interrumpió al notar, por el rabillo del ojo, que Cyalume se llevaba una mano a la cabeza. Fue un gesto simple y que podía ser inocente, pero el instinto le advirtió que actuara y él actuó, acercándose y hablándole al oído para que nadie más oyera su pregunta.- Mi amor, ¿estás bien?

-¿Eh? Sí, claro que sí… tal vez… estoy un poco cansado, es todo.

-¿Ah, sí?- no pareció muy convencido, así que lo tomó de la mano y pudo sentir que temblaba. Repentinamente se puso serio y declaró en voz alta, con seguridad:- caballeros, si nos disculpan, debemos volver al palacio. Estamos muy agradecidos por sus buenos deseos y esperamos verlos el día de la boda para la celebración.

-Pierda cuidado, señor, allí estaremos- asintió un undercat anciano, cuyo pelaje otrora negro se había vuelto ralo y de un gris opaco.- Que la diosa Selena los bendiga y les de un matrimonio largo y próspero.

-¿Ya nos volvemos? ¿Qué pasó?- preguntó Flora desencantada, luego que los aldeanos se marcharan y los conductores acercaran los carruajes para llevarlos de regreso.

-Mil disculpas, señorita- contestó Faris inclinando la cabeza brevemente ante ella.- Pero Cyalume está un poco fatigado y prefiero que vuelva al palacio a descansar.

-¿Pero está bien? ¿Es algo grave?- preguntó Quinn inquieto al ver como el lacayo ayudaba a Cyalume a subir al carruaje. Faris denegó.

-No, no creo que sea grave. Es que ha estado muy nervioso últimamente por la ceremonia y eso lo estresa. Creo que ustedes lo llaman somatizar.

-Ohh… pobrecito, es comprensible- asintió Alysa conmovida.- Después de todo solo tiene diecisiete años, ¿cómo no iba a estar nervioso antes de su compromiso? Yo me habría vuelto loca.

-Lamento no poder llevarlos a ver el poblado como querían…

-¡No importa, olvídate de eso!- negó Quinn agitando las manos.- Podemos venir en cualquier otro momento en que Cyalume esté bien. Ahora lo importante es apoyarlo, para eso vinimos en primer lugar.

-Muchas gracias, Quinn. Eres un gran amigo.- Antes de subirse al carruaje junto a su novio, agregó:- de todas formas no los dejaré solos. Le pediré a Portia que se ocupe de llevarlos a conocer todo el palacio, para que al menos no tengan que aburrirse en sus habitaciones.

-Eso estará bien- comentó Elise más tarde, ya en el camino de vuelta.- El secretario es muy guapo a pesar de su edad. ¿De qué te ríes, Quinn? ¿Acaso no tengo razón?

-Sabes, en realidad creo que sí- asintió el rubio inexplicablemente tentado.

(…)

-Qué vergüenza, qué vergüenza… no debimos interrumpir la visita así- se lamentó Cyalume desde su cama, donde Faris lo había obligado a acostarse.- ¡No me pasaba nada, lo juro!

-¿Pretendes engañarme a mí, que te conozco mejor que nadie?- inquirió el peligris meneando la cabeza.- Ni lo intentes. Vamos a ver, Cyalume, ¿desde cuándo estás ocultándome tus nervios? Dime. No hagas que me preocupe más.

Cyalume suspiró y se lo contó todo, sabiendo que era inútil esconderle cosas a su novio. Debió saberlo antes, pero ya estaba hecho. Cuando terminó de hablar Faris suspiró y se acostó junto a él, atrayéndolo hacia su pecho y apoyando la otra mano sobre su cintura. Cyalume se sintió de inmediato reconfortado, y en su rostro se dibujó una tenue sonrisa a medida que Faris lo acariciaba lenta y tiernamente. Cuando lo tocaba, aunque fuera con el más mínimo roce, no había espacio en su mente para pensar en nada más, ni espacio en su corazón para sentir nada más. Poco a poco sus nervios cedieron, dando paso a un tibio placer que le aflojó todo el cuerpo. Faris pareció notarlo, porque de forma muy disimulada llevó esa misma mano a su trasero. No lo apretó ni lo frotó, solo la acarició con la misma dulzura con que acariciaba sus mejillas; y, al hacerlo, logró que Cyalume gimiera tan lento y rico que casi pudo sentir su alivio. Recién allí sonrió y volvió a hablarle.

-Si esto es lo que precisas para relajarte, yo me ofrezco con gusto a hacerlo cuantas veces quieras. Pero, sabes, realmente necesitas tomártelo con calma. Nada ni nadie se interpone entre nosotros. Mañana por la noche vamos a comprometernos, y dentro de seis meses vamos a casarnos. No hay ningún motivo para que tengas miedo. Todo va a salir bien.

-¿Me lo juras?- susurró.

-Te lo juro.

Cyalume suspiró y asintió, y luego se pegó más a él. Había alzado la cola con un sinuoso movimiento al tiempo que lo tocaba, y Faris no lo apartó. Entendía muy bien las necesidades de su joven novio, que cada vez eran más frecuentes, y decidió que por esa vez podía darle el gusto. Con cuidado se fue moviendo hasta quedar encima de él, y se agachó para besarlo sin dejar de interrumpir sus caricias. Desabrochó uno a uno los botones de su chaqueta cruzada, se la quitó, y luego siguió el mismo proceso con el cierre de su pantalón. Cyalume agachó las orejas de forma instintiva y murmuró, agitado:

-Quítamelo del todo, por favor…

-¿Y después que te los quite… qué quieres que haga?

-Creo que tu boca sabe la respuesta- jadeó, cerrando los ojos.

(…)

Portia aceptó honrado la tarea de hacer una visita guiada por el palacio para los huéspedes, y usó la dosis justa de amabilidad y seriedad para que todo resultara un éxito. Les enseñó la sala de música, uno de los lugares favoritos de la reina, los cuadros que representaban el primer consejo de sabios y que constituían verdaderos tesoros, el patio interior del palacio, donde vivían los caballos reales que tiraban de los carruajes. Eran casi como los caballos normales, pero bastante más grandes y con ojos rojos sin pupilas. Después de hablar con los caballerizos, les proporcionó ropa de montar y los invitó a dar una vuelta por el patio, si así lo deseaban. Todos aceptaron entusiasmados después de que Flora, la más pequeña del grupo, montara como si nada en un caballo que le sacaba como cinco cabezas de altura y lo guiara con mano experta en un galope corto. Resultó ser muy divertido y sencillo, y solo lamentaron el que Cyalume no los acompañara.

-No se preocupen- tranquilizó Portia, ajustándose los anteojos.- Su Alteza me envió un mensaje y me informó que se encuentra más repuesto. Los acompañará para la merienda, así que podrán tomar el té en los jardines y conversar a gusto.

-¡Qué bueno!- exclamó Quinn con alivio.- La verdad es que no podía divertirme hasta no saber que Cyalume está bien. Ahora podré disfrutar mejor de… ¡ahh!

-¡Cuidado, señor Quinn!- advirtió Portia con los ojos como platos.- A los parabellum (1*) no les gusta que su crin se enrede con la brida. Procure desenredarlo, o podría encabritarse y darle un buen susto…

-Oh… oh, sí.- Tragó saliva.- Seré más cuidadoso.

Después de dar las gracias a los caballerizos y volver al interior del palacio, Portia los guió a sus aposentos y le dio orden a los criados de que los atendieran muy bien. Supuso que querrían higienizarse un poco y descansar, y mientras ellos hacían eso él iría a su despacho y buscaría su medicina. No la llevó consigo durante la visita pero sí recordaba haberla puesto en su escritorio, porque lo necesitaba. El doctor le había advertido durante su última consulta que tratara de dejarlo, al menos un poco, pero simplemente no podía hacer tal cosa. Sin su medicina, sus instintos de omega saldrían a flote con la fuerza de un volcán en erupción, todo por haberlos reprimido por años. Y no quería que eso pasara, por supuesto. No podía perder su dignidad como secretario real ofreciéndose a cuanto alfa se le cruzara. Debía resistir… al menos hasta que el compromiso del príncipe pasara. Lo necesitaban, y lo necesitaban tranquilo y práctico, no como un adolescente en busca de su primer hombre. Si después de eso le daban unos días de permiso, consideraría hacer algo para poner fin a su dolorosa castidad. Quizás pudiera viajar de incógnito al mundo mortal y buscar un hombre que lo desflorara, ya que al parecer los humanos eran muy guapos y bien dispuestos en esa materia. La idea lo hizo sonrojar.

“No… en realidad no creo que pueda hacer eso” pensó con tristeza. Si ya era tímido con los de su raza, ¿qué posibilidad tenía con los de otra? Unos repentinos golpes en su puerta lo sobresaltaron tanto que se le cayó la medicación al piso.

-¿Sí?

-Disculpe, señor Portia, ¿podría ayudarme?- inquirió una voz femenina que identificó como la de Alysa. Se apresuró a abrir la puerta para atenderla y se encontró con la joven de largo cabello negro y ojos oscuros, y asintió como si nada.

-Si puedo ayudarla en algo, lo haré con mucho gusto.

-Creo que he olvidado mi teléfono en el patio del palacio, pero no estoy segura. ¿Podría ayudarme a buscarlo? Quiero mostrarle las fotos que tomé a Cyalume más tarde…

-Por supuesto, vamos- volvió a asentir mientras cerraba la puerta de su despacho y marchaba con Alysa a buscar su teléfono.

(…)

El té se sirvió en el jardín a eso de las cinco, siguiendo las costumbres humanas. El chef que se encargaba de sus comidas les ofreció tantos manjares dulces que Leo y Alysa quedaron impresionados, y eso que ellos tenían una cafetería. Faris los acompañó desde el principio y los entretuvo con su charla, pero Cyalume llegó con quince minutos de retraso. Llegó con un semblante relajado y feliz, totalmente diferente al de esa mañana. Se sentó junto a su prometido al cual besó en la mejilla y luego se unió a la conversación como si nada, mientras Quinn lo observaba con suspicacia. Le alegraba el que su amigo estuviera de mejor ánimo, por supuesto, pero se preguntó cómo habría hecho Faris para tranquilizarlo tanto. Después de mirarlo durante un rato más, y de ver la forma disimulada en que se tocaban y susurraban al oído, comprendió. Probablemente mientras ellos estaban en el patio montando caballos, Faris estaba en los aposentos reales montando a su futuro esposo. A duras penas contuvo una carcajada y se deshizo de esos pensamientos, prestando atención a lo que decían.

-En algunas horas llegarán los líderes del inframundo- les dijo Cyalume- y se supone que yo debía recibirlos, pero lo he pensado mejor y le pedí a mi madre que lo hiciera por mí. Realmente necesito descansar y prepararme para mañana, y tener que atender más invitados durante toda la noche me dejaría exhausto. No se ofenderán, de todas formas, porque estarán con mi madre y a mí me verán mañana en la noche.

-Eso me tiene un poco nerviosa- confesó Elise, que se abanicaba para combatir el calor de la tarde.- Al fin y al cabo son los demonios más poderosos del inframundo, ¿no?

-Así es- afirmó Faris.- Pero no tienen que asustarse, de verdad que no. El Acuerdo de la Noche Infernal prohíbe que un demonio cometa actos sanguinarios en territorio ajeno, y esta prohibición es válida incluso para la realeza. Ningún demonio, por poderoso que sea, puede quebrantar la ley de otra tribu. Los que lo hacen se arriesgan a la pena de muerte.

-Eso no significa que no deban estar alertas- previno Cyalume, aún con una firme sonrisa en el rostro.- Ellos tendrán mucha curiosidad y querrán verlos, porque son los primeros seres vivos que pisan el inframundo. Querrán saber qué clase de personas son y quizás traten de persuadirlos de que se unan a ellos. Naela, por ejemplo, la reina de las súcubos, es conocida por su voracidad.- Les guiñó un ojo a sus amigos hombres.- Les recomiendo no ceder a la tentación pase lo que pase, y no está de más que ustedes también vayan en grupo- añadió para las chicas.- Alguna podría llamarle la atención como para unirse a su harén. Ambarin también podría llenarlas de preguntas.

-¿Ella no es una princesa…?- preguntó vagamente Roger.

-Sí, de las necronomitas. Son unas demonios expertas en magia negra y muy inteligentes, prácticamente viven en busca de conocimiento. Ellas solo tienen interés en mujeres, por eso pienso que tal vez Ambarin intentará abordarlas.

-¿Y nosotros?

-Solo… no la ofendan ni le hagan preguntas incómodas. Es muy recelosa con los hombres.

-Apuntado- exclamó Marc, devorando una deliciosa tortita de azúcar.- ¿Y qué me dices del príncipe de los íncubos? ¿Es cierto lo que oí por ahí, que anda desnudo siempre? ¿Qué? ¡No se rían! Se lo oí decir esta mañana a alguien en las caballerizas.

-Sí, es cierto- asintió Faris, mordiéndose el labio para no reír él también.- Los íncubos no usan ropa, prefieren la desnudez incluso cuando están fuera de su reino. Sé que tal vez esto los escandalice, pero por favor, traten de entender que para nosotros ya es algo normal. Quiero decir, cuando un íncubo está de visita aquí, no le pedimos que se vista. Estaríamos faltándole el respeto a su cultura, y la reina se preocupa mucho de mantener una relación cordial con todos los líderes. Así que les pido que sean tolerantes cuando vean al príncipe Mayren y a su séquito. Probablemente a él no le importe que le hagan preguntas, o que intenten seducirlo. Pero por si acaso, ya lo saben. Es un gran depredador, tal como Naela.

-Eso no se ve tan mal- sentenció Kitty May provocando las carcajadas de sus compañeras, mientras los hombres las miraban y admitían que no eran los únicos ansiosos por ese encuentro. Quinn, sin embargo, se mantuvo un rato en silencio hasta que por fin se animó a preguntar lo que todos estaban pensando y aún no se animaban a decir:

-¿Y… Lucifer? ¿Es como lo cuentan en nuestro mundo o no?

Cyalume le devolvió una mirada rápida y aguda.- En algunas cosas, los humanos acertaron; por ejemplo, Lucifer sí es un ángel caído. Todos saben que antes era el favorito de Dios, pero luego fue expulsado del cielo. Se equivocan al creer que llegó al inframundo como un castigo por sus pecados. Él vino aquí por su propia voluntad, decidido a mostrarle a Dios que podía crear un reino y gobernar mejor que él. ¿Es malvado? Probablemente sí… dependiendo de a quien le pregunten.

-¿Cómo es eso?- cuestionó Leo sin entender.

-Bueno, míralo de esta forma: para ustedes es malvado, porque cosecha almas humanas y alimenta la caldera del infierno con ellas. Para los diablos, en cambio, es su salvador: no eran más que bestias sin inteligencia alguna en un principio, pero gracias a él evolucionaron y se convirtieron en una raza demoníaca poderosa.- Observó como esa afirmación hacía pensar a sus amigos, y luego continuó.- En la jerarquía del inframundo, Lucifer y mi madre son los más importantes. A su manera, él se preocupa mucho por las almas que viven en su reino, y las cuida tanto como mi madre cuida a los undercats. Puede ser cruel y destructivo, pero también amable y leal con aquellos a quienes aprecia.

-Vaya… quien diría que las cosas podían ser tan complejas, ¿no? Maldad y bondad, blanco y negro, a nosotros siempre nos enseñaron eso… pero tal y como lo dices, Lucifer no es tan diferente a las demás personas.

-Alguien tenía que encargarse del trabajo sucio- intervino Faris agitando su cola.- Ese fue él. El inframundo necesitaba de la energía de la Caldera Roja para existir, y la caldera solo se activa con las almas de las personas malvadas. Lucifer era perfecto para el trabajo, porque gracias a su sangre de ángel es capaz de distinguir entre el bien y el mal.

-¿Pero por qué el alma de una persona buena llegaría aquí? ¿No se supone que solo los malvados van al infierno?

-Oh, esas son patrañas- interrumpió Cyalume con un extraño brillo en sus ojos.- Por no decir que es pura basura. El problema es que Dios es demasiado selectivo, le gustan las cosas puras por encima de todo y los humanos no son 100% puros. Tienen cosas buenas y cosas malas. Entonces, si no eres un modelo de perfección y virtudes, no vas al cielo. Es prácticamente imposible cumplir con sus estándares, por eso la gran mayoría de la gente llega aquí al morir. No es porque fueran malvados, no es porque merecieran castigo y tortura eternas. Es simplemente porque no fueron perfectos. Pecaron de envidia, o de codicia, o de gula, tuvieron un amante o evadieron los impuestos. Lucifer recibe a todos y envía a la Caldera solo a aquellos que fueron realmente malvados, como los asesinos o los violadores. El resto viven en el Nuevo Infierno, una ciudad tan normal como cualquiera del mundo humano, y trabajan para él cuidando su reino. Eso es todo.

-¿En serio eso es… todo? ¡No lo puedo creer!- exclamó Alysa indignada.

-¡Sí!- apoyó Marc con la boca llena de tortitas de crema.- ¡Mi madre me molestó toda la infancia con que debía ir a la iglesia para salvar mi alma, y ahora resulta que es todo una vil mentira! Me siento estafado. Mañana buscaré a Lucifer y le pediré disculpas por haber pensado tan mal de él la mitad de mi vida.

-En realidad no has muerto, aún podrías ir al cielo…

-¿Y para qué? Me robo el cable de mi vecino, me gusta la pornografía, participé en tres campeonatos de comer hamburguesas. Llegaré a la puerta del cielo y me echarán a patadas. Mejor me ahorro todo eso y vengo directamente aquí.

Cyalume se echó a reír tanto que se atragantó con el té, y Faris debió palmearle la espalda para que se le pasara. Después de secarse las lágrimas le tendió la mano a Marc y aseguró, risueño, que si al morir llegaba al infierno iría a visitarlo.

-Te lo juro, iré a verte y te llevaré un regalo de bienvenida.

Después de un rato más de sobremesa, los amigos de Cyalume se fueron retirando a sus habitaciones tras reiterarle su apoyo, abrazarlo y agradecerle que los hubiera invitado. Al final los únicos que quedaron fueron Alysa y Quinn, y Cyalume tuvo una inmediata visión del pasado, de la noche en que Faris fuera atropellado y sus amigos lo acompañaran toda la noche. En medio de su preocupación y de su miedo, fueron Alysa y Quinn quienes sostuvieron su mano, lo tranquilizaron, lo ayudaron a llevar a Faris a su casa en vez de unirse a la fiesta de Halloween que tanto habían esperado. De pronto sonrió y les tendió la mano, un gesto que ellos entendieron y devolvieron. Faris, enternecido, pasó un brazo por los hombros de su prometido y le besó el pelo.

-¿Saben? Este es el momento más feliz de mi vida y me alegro que ustedes vayan a estar en primera fila para verlo. Sin ustedes, quizá nunca me hubiera puesto de novio con Faris. Gracias.- Cerró los ojos e inclinó brevemente la cabeza.- Gracias por todo.

-Oh, querido. Gracias a ti por cambiarnos la vida- expresó Alysa levantándose y abrazándolo ella también, seguida de Quinn, que revolvió el cabello chocolate de Cyalume de forma juguetona, tal y como hacía cuando estaban en el mundo humano.

-Eres como nuestro hermano pequeño. Siempre estaremos para ti.

-Alysa… mañana tendré que despertarme temprano para prepararme para la ceremonia. ¿Me ayudarás?

-¿Bromeas? Cuenta conmigo. Vas a quedar resplandeciente.

Según la tradición, no debemos vernos hasta que intercambiemos votos, así que ahora nos separaremos y será difícil- terció Faris.- Quinn, ¿te costaría mucho acompañarme hasta mañana por la noche?

-Oh, cielos- exclamó Quinn nervioso, mirándolo fijo y al final dándole la mano.- Claro, claro que te acompaño. Seré como tu padrino. Gracias por pensar en mí para eso.

 

-Cyalume te considera su mejor amigo, y a estas alturas también eres el mío.

Notas finales:

(1*): Parabellum deriva del latín "si vis pacem, para bellum" y significa "si quieres paz, prepárate para la guerra". Esta palabra fue utilizada para nombrar una pistola alemana en 1898 que más tarde se conoció como Pistola Luger, y fue muy utilizada durante la primera y segunda guerra mundial por el ejército alemán. Por último, la tercera entrega de la trilogía de películas John Wick lleva por subtítulo Parabellum, haciendo (imagino yo) referencia a la habilidad del protagonista para manejar armas en su oficio de asesino. Sumando todo esto, elegí el nombre parabellum para describir a los caballos undercat ya que éstos están entrenados para servir al ejército, y son muy fuertes y difíciles de vencer por otras bestias del inframundo. 

Y hecha esta pequeña aclaración, debo pedirles disculpas por el retraso en la actualización. Me tomó bastante tiempo escribir suficientes capítulos para tener en reserva, algo que quería hacer sí o sí para no cometer el error de otras historias, en donde subo apenas tengo un capítulo nuevo y después por ahí me bloqueo y me quedo sin material por meses. Actualmente llevo escritos ocho capítulos de Dawn Star, de modo que puedo estar tranquila que las siguientes actualizaciones se darán con más regularidad, entre diez y quince días.

Espero que puedan disfrutarlo, y como spoiler puedo decirles que va a haber bastante hard, incluyendo entre parejas de diferentes razas. Y les recuerdo que esto es un omegaverse. Piénsenlo, no digo más.


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