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Erfreuliche Folter por EdwardAndLoganx

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Notas del capitulo:

Si pensaste que esta historia sólo iba a tratar de puro sexo rudo y violento, deja tu review diciendo que soy mala persona. XD

Severus se sentó con elegancia en la misma silla que el Señor Oscuro siempre guardaba para él. Observó con atención su entorno, sobre todo la evidente emoción que Bellatrix Lestrange exponía. Delicadamente, golpeteó la mesa con sus dedos, un poco ansioso porque la reunión comenzara ya.

Se le hacía un poco gracioso que Voldemort odiara la impuntualidad y esa vez se estuviera retrasando. Normalmente, siempre estaba sentado cuando los mortífagos llegaban, y acariciaba a su serpiente para aterrorizarlos. En secreto, Severus se preguntó por qué se tardaba demasiado en llegar.

La respuesta llegó rápido cuando Voldemort entró, con los labios un poco rotos e hinchados y su cabello completamente despeinado. A Severus le dio gracia ver a su señor en ese estado; el siempre perfecto Tom Riddle, por primera vez, lucía como un adolescente hormonal y revoltoso.

La duda por cómo cambió tan drásticamente de apariencia es algo que lo atormentaba por las noches. Si verlo con un rostro similar a una serpiente era aterrador, que de pronto poseyera una belleza tan enfermiza hacía peor el asunto. Daba la horrible ilusión de que no había ni un rastro de maldad en él, como si se tratase del ser más puro e inocente que sus ojos habían visto.

 

—Severus, estás aquí. —Dijo con fuerza, fingiendo sorpresa. Una vez que estuvo en su asiento, siguió hablando. — ¿Qué noticias me traes?

 

Snape tragó saliva. —El director no me creyó, mi señor, así como ninguno de la orden. Ellos fielmente piensan que el niño sigue con vida.

 

La cara de Voldemort se deformó ante la furia. Lo señaló con su varita, dispuesto a torturarle un crucio, pero fue interrumpido en el momento. —Sabíamos que había esa posibilidad, Tom, no tienes que castigarlo. —Snape volteó al escuchar la voz.

 

— ¿Bebé? —Bellatrix no ocultó la sorpresa en su voz. Severus analizó al chico, claramente impresionado ante la extravagante mezcla de un Black y un Lestrange. ¿Acaso…?

 

—Apuesto a que Severus hizo todo lo posible porque lo creyeran, ¿Verdad? —Su mirada grisácea se clavó en el pocionista, provocándole un escalofrío. Había algo en el chico, algo que se le hacía conocido, aunque no sabía qué.

 

—Por supuesto, mi señor. Me esforcé mucho en cumplir su tarea. —Suspiró. —Posiblemente no pueden aceptar que el niño esté muerto, así que se aferran a la idea de que es un luchador y se mantiene con vida.

 

Voldemort cerró sus ojos antes de estirar su mano al joven. —Ven aquí, Orion. —Con una amplia y fría sonrisa, el chico se acercó al Lord. Sus manos se entrelazaron un instante antes de que Riddle lo jalara para que se sentara en su regazo.

 

Severus se sintió perturbado al ver la escena. — ¿Puedo saber, si no le molesta que le pregunte, quien es él, mi señor? —Voldemort mordisqueó la pálida piel del joven, provocándole un ligero sonrojo a este.

 

—Es mi bebé. —Bellatrix contestó en su lugar, animada. —Orion Lestrange Black. Mi hermoso hijo. —Snape parpadeó, confundido. ¿En qué momento la mujer estuvo embarazada? En su perfecta memoria, no había rastro de algún momento así.

 

—Un placer, Severus Snape. Quizá te sientes un poco confundido ahora, pero no debes preocuparte; la mayoría lo estuvo cuando se enteraron de mi existencia. —Suavemente rió. —Viví en Francia el tiempo que ellos estuvieron en Askaban, y mi educación mágica fue patrocinada por Beauxbatons, por eso nadie sabía sobre mí.

 

El profesor optó por callarse todas sus dudas. Gracias a Orion, su Lord le tuvo piedad y no fue castigado, sin embargo… —Bien. —Susurró Voldemort, con los ojos cerrados y su boca pegada al cuello de Lestrange. —Era una posibilidad. Mantenme informado de todos los movimientos de la orden, Severus. Puedes retirarte. —Orion sonrió sarcásticamente, acariciando los cabellos del señor oscuro. Sus ojos se mantuvieron posados en el pocionista, incomodándolo un poco.

 

Levantó su mano en un gesto agraciado, despidiéndose. —Disfruta tu día, profesor Snape.

 

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Había veces en las que el pocionista simplemente quería olvidarse de todo; huir sonaba factible en su cabeza, escapar como un maldito cobarde y vivir en paz hasta morir de vejez. Había dos cosas que se lo impedían, y ambas tenían que ver con mocosos hormonales y estúpidos que comenzaban a darle horribles dolores de cabeza por el estrés.

El primero de ellos era Draco Malfoy. Gracias a las hermanas Black, ahora tenía la obligación de cuidar al chiquillo, protegerlo de cualquier obstáculo que Hogwarts pudiese crearle. Si el señor oscuro no le hubiese dicho la tarea que amablemente le encargó al rubio, se estaría jalando los cabellos por la creciente ansiedad que el niñato le producía con sus acciones imprudentes. 

El segundo, para su maldita desgracia, era Harry Potter. Lo odiaba, realmente lo hacía, sobre todo porque poseía los preciosos ojos de Lily. Le repugnaba ver el hermoso iris color verde en un rostro tan jodidamente igual al de James Potter. Le daba tanto asco… Y aun así, sentía sus piernas temblar cada que los veía. Le dolía profundamente admirarlos, observar la pulcra inocencia que los caracterizaba. Harry no tenía la culpa de absolutamente nada, y era el deber de Severus protegerlo.

Irrevocablemente falló. Le falló a su Lily.

El fugaz recuerdo del hijo de Bellatrix y Rodolphus invadió su mente. El muchacho aún se le hacía conocido, como si lo hubiese visto antes. Por alguna razón, le recordaba al chico Potter. Rodó lo ojos ante lo inesperados que resultaron sus pensamientos, ¿Cómo alguien con la mirada tan cruel y la sonrisa tan fría podía parecerse a Harry Potter? Eran complemente opuestos, tenían una visión diferente de la vida.

Ahogó cada una de sus penas en la botella de alcohol que estaba sobre su escritorio. En silencio, sollozó por la pérdida de Lily y pidió perdón por no proteger a Harry. Era un idiota, un hijo del olvido que estaba pagando cada uno de sus errores.

Justo antes de caer inconsciente, la sarcástica imagen de Orion se proyectó en su mente, sus palabras, el travieso sonrojo que adornó sus mejillas cuando Voldemort mordió horriblemente su cuello. La sensación de que no le estaba diciendo algo era persistente, así que se aseguraría de descubrir absolutamente todos los secretos que rodeaban al chico.

Quizá, sólo necesitaba esperar.


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