Después que el Señor Tenebroso lograra adueñarse del ministerio mágico británico, Hogwarts entró en crisis.
Los alumnos miraban con horror la escena, temblaban e intentaban esconderse en sus respectivas salas comunes. Sólo los más valientes y la mayoría de Slytherin se quedaron a ver el espectáculo que el gran Lord ofrecía.
Él río. —Vengo completamente en paz, queridos niños. —Hermione Granger, una de las mejores brujas del colegio, cayó de rodillas cuando identificó al individuo que venía en compañía del señor tenebroso. —Aunque les cuente creerlo, Hogwarts siempre ha sido importante para mí; no podría destruirlo tan fácilmente. —Con una sonrisa traviesa, relamió sus labios, mostrándose victorioso. —De todos modos no podrían hacerlo.
—Harry… —Ron susurró, casi a punto de entrar en shock.
— ¡Les he traído al que iba a salvar el mundo mágico de mí! ¡Al niño-que-vivió! Mi némesis. —Nuevamente rio, esta vez con locura. —Quisiera ver que lo intentes, Potter.
Harry sonrió, casi a punto de decirle que no era Potter, sino Lestrange. Sin embargo, no podía hacerlo, debía seguir con su actuación. —Que te jodan, Riddle. —Escupió, un rastro de sangre escurriendo de su barbilla.
Ante los ojos de todos, Harry parecía destrozado. Múltiples golpes adornaban su rostro, su aspecto sucio y desaliñado daba a entender que estuvo mucho tiempo bajo una intensa tortura en los calabozos. Tom jaloneaba su cabello y lo mantenía de rodillas frente a todos, humillándolo. Su cuerpo temblaba, como si antes de llegar ahí lo hubiesen mantenido un rato bajo la maldición cruciatus; nadie sabría que, en realidad, se estaba retorciendo por el inmenso placer que sentía.
Sus amigos gritaron a lo lejos clamando piedad, Ginny lloraba descontroladamente mientras se escondía detrás de uno de los gemelos.
Tom y Harry se estaban divirtiendo en grande. —Oh, vamos, amor, ambos sabemos que el jodido aquí eres tú. —El lord le susurró en pársel, apretando más fuerte sus cabellos. Harry gimió quedamente.
— ¡Déjalo ir, por favor! —Hermione imploró, destrozada por ver a su amigo así. — ¡Haremos lo que sea, pero déjalo ir!
Voldemort fingió que lo pensaba seriamente, luego sonrió. — ¿Lo que sea?
— ¡Lo que sea! —Esta vez gritó Ron, desesperado.
—Tus amigos realmente te aprecian… ¿Debería eliminarlos por ser una amenaza a nuestra relación?
Harry gruñó, disgustado. —No te atrevas a hacerlo. Son míos. Sólo yo tengo el derecho de hacerlo.
—Eres tan exigente. No puedo esperar a estar en nuestro dormitorio y follarte como Merlín manda. —Suspiró. —Perfecto. Hoy me siento especialmente benevolente, así que escucharé tu demanda, querida niña. —Una vez más, remojó sus labios con su lengua. Todo estaba saliendo mejor de lo que esperaba. — ¡Ríndanse ante mí y dejaré que Harry Potter viva! Inclínense ante mí y prometo no hacerle daño.
Los amigos de Harry se paralizaron un momento, pero desde luego hicieron lo que les pidió. —Lo que sea por Harry, mi Lord. —Granger sumisamente dijo, incapaz de dejar que su amigo muriese.
—Oh, definitivamente te follaré como Merlín manda cuando regresemos, Harry.
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Tom Riddle, después de mucho tiempo, por fin pensó que su vida era perfecta. Tenía un amante en casa que siempre lo esperaba con las piernas abiertas, el ministerio británico en sus manos y fieles seguidores que darían su vida por él.
Sin embargo, aquella tarde de marzo supo que las cosas estaban muy mal cuando llegó a su dulce hogar.
La mansión estaba silenciosa, y el ambiente tenía un ligero olor a sangre fresca. Con su varita empuñada, avanzó por los pasillos de la casa, buscando la fuente del aroma. Su corazón se aceleró por la ansiedad mientras más se acercaba a su dormitorio, el cual compartía con Harry.
Al abrir la puerta, aquel viejo dolor emocional e inmenso odio lo golpearon abruptamente al ver a su amante tirado en medio del cuarto, muerto. Sus dos fieles amigos, Weasley y Granger, también lo estaban. La chica se hallaba en la cama mientras que el pelirrojo estaba en una de las sillas.
Rápidamente se agachó junto a su amante, rodeándolo con sus brazos y acariciando su rostro con la dulzura que siempre detesto. Sus ojos se veían vacíos, sin vida, y el rastro de sangre que salía de su cabeza ensuciaba sus bellas facciones.
Una herida de bala. Su amante había sido asesinado con un arma muggle.
Tan absortó en el dolor estaba que no se percató de que alguien se posicionaba detrás de él y lo apuntaba con el horrendo artefacto. Fue demasiado tarde cuando se percató. “Qué absurda situación”, fue lo último que pensó. Revivió con odio la asquerosa sensación de quedar reducido a un patético espíritu y maldijo a Merlín su horrible destino.
¿Acaso no querían que fuese, aunque sea, un poco feliz?
Deseó morir en ese momento, olvidarse de todos sus sueños e irse con su amante al otro mundo. Sonaba bien en su mente, estaba cansado de toda la mierda que lo rodeaba.
De todas maneras, podría reencontrarse con Harry allí. O quizá, si el destino quería, en otra vida.