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Our Child (Cherik. Wolversilver) por midhiel

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Our Child

 

Capítulo Dos: Regreso

 

Apenas abandonaron los tres la tienda, Erik tomó conciencia de lo que había pasado. Acababa de conocer a su hijo, el niño acababa de hablarle sin miedo, era idéntico a Charles y eso no se le hacía intolerable sino que lo fascinaba, y él, al fin reconocía que él, Erik Lehnsherr, era padre y responsable de esa criatura. Se apresuró a salir a la calle. La pastelería quedaba a mitad de la cuadra y los vio cuando se disponían a doblar la esquina. Erik recordó que por ese camino había un estacionamiento donde debían haber dejado el coche, pero enseguida recordó también que Hank había mencionado visitar una juguetería y había una grande a dos cuadras por ese rumbo. Los siguió ligero.

 

Scott platicaba mientras caminaba con David sobre el pastel, su tamaño, sus colores y la cantidad de chocolate que tendría. Hank iba absorto pero gracias a su mutación, percibió los pasos apresurados de Magneto por alcanzarlos.

 

-Nos está siguiendo – murmuró entre dientes.

 

David sintió que la mano de su tío Hank sudaba como cuando se ponía muy nervioso. Giró la cabecita y vio que el extraño de la tienda se les estaba aproximando.

 

-Habla con él – sugirió Scott. Conocían a Magneto para saber que no se rendiría fácilmente -. Yo llevaré a David a la juguetería.

 

-De acuerdo – aceptó Hank y soltó al pequeño para detenerse y esperar a Erik, que llegó rápido hasta él.

 

-Hank, mira, fui un bastardo de mierda – comenzó Magneto, ya mirando al joven y ya mirando a Scott alejándose con su hijo.

 

-Ahórrate el discurso, Erik – cortó Hank en seco y se acomodó las gafas, nervioso -. ¿Qué quieres exactamente?

 

-Hoy se cumplen tres años.

 

-Sí – congenió Beast gélido y consultó su reloj -. Mira, no tengo mucho tiempo, debemos comprar el regalo que pidió David, después pasar por la florería antes de ir al cementerio y después regresar a casa para el almuerzo con los demás. Esta tarde tendrá su fiesta así que estamos demasiado ocupados.

 

Erik parpadeó.

 

-¿Flores? ¿Cementerio?

 

Hank iba a responderle con un “¿Dónde demonios piensas que se encuentra Charles, estúpido?,” pero comprendió que Magneto procesaba la idea de que visitarían su tumba en su aniversario y que, por ende, David tenía que saber parte de la historia trágica. Se acomodó el puente de los anteojos antes de explicar.

 

-David sabe que su papá se tuvo que marchar cuando él nació pero que está en alguna parte cuidándolo – Erik parpadeó emocionado -. Charles fue enterrado en el Mausoleo de la Familia Xavier y por eso, en su aniversario, llevamos a David para que visite la parte que está descansando de su papi allí. Le dejamos flores y regresamos a casa.

 

-Es muy importante lo que hacen por mi hijo – reconoció Erik con la voz entrecortada -. No le ocultaron la verdad e hicieron que la memoria de Charles siguiera viva.

 

-Es lo que Charles hubiera querido – contestó Hank y volvió a consultar impaciente su reloj -. Escucha, Erik. Esto es difícil para todos. Hay poco tiempo y ahora que lo pienso, yo tengo la tarjeta de crédito para el regalo así que tengo que ir a la juguetería.

 

Erik asintió comprensivo. Ya era bastante considerado por parte del joven que se hubiera detenido para hablarle, pero no podía dejar pasar la oportunidad.

 

-Solo quería que supieran que deseo tener más contacto con David – confesó desde el corazón -. La culpa, el dolor, todo hizo que me marchara y nunca me sentí preparado para brindarme a él. Sentí que no lo haría feliz pero ahora tengo la necesidad de conocerlo. ¿Le hablaron alguna vez de mí? – Hank lo miró inexpresivo y Magneto dedujo la respuesta -. Supongo que no.

 

Hank se mordió el labio. No estaba en su naturaleza ser rencoroso y menos con una persona como Erik en la que se leía a leguas la angustia que lo acongojaba. Su aspecto desmejorado, su delgadez, su mirada con una tristeza perenne demostraban el infierno que padecía.

 

-Tengo que irme, Erik, pero si quieres la fiesta comienza a las cinco y termina a las siete – se alejó apresurado -. Es en casa.

 

Erik sonrió, mientras asentía.

 

-Allí estaré – murmuró, convencido de que no habría evento en el universo que le impidiera asistir.

 

……………..

 

Erik pasó el resto del día recorriendo tiendas para buscar un regalo adecuado. Sabía que en la mansión debían consentir a David y que tendría montones de juguetes de monstruos, dinosaurios, dragones y demás bestias. No quería llevarle algo que ya pudiera poseer o que ya conociera. Se detuvo a comer un hot-dog en un carrito de la calle y mientras lo hacía sentado en un banco, reparó en una ferretería pequeña oculta entre dos grandes tiendas. Tuvo una idea feliz, entró a comprar mucho alambre y fabricó con su mutación un dragón estremecedor con las fauces abiertas y las alas extendidas. Después se preparó para abordar un bus hacia Westchester.

 

………………

 

Ororo y Kurt eran los encargados ese día de fregar los platos, mientras que Scott los apilaba en el aparador. Los demás, Hank, Peter, Jean y Raven bajo su apariencia cerúlea, estaban afuera adornado la parcela del jardín donde se desarrollaría la fiesta. David los ayudaba pasándoles adornos o recogiendo alguna basurita que encontraba en el pasto.

 

-¡Ah! A propósito – carraspeó Hank como al pasar, mientras unía varios globos con un hilo para entregárselos a Raven -. Nos encontramos con Erik esta mañana y va a venir a la fiesta.

 

-¿Qué? – soltaron los demás al unísono. Raven casi cae de la silla donde estaba parada para colgar los ramilletes de globos -. ¿Quién invitó a ese bastardo? – y “bastardo” fue el insulto más suave que pronunciaron.

 

Solo Peter estaba apartado pero al oír la palabra llegó justo a tiempo para llevarse al niño lejos y que no la oyera.

 

Hank continuó.

 

-Miren, sé que todos formamos parte del club “vamos a matar a Erik Lehnsherr” pero el sujeto, nos guste o no, es el padre.

 

-Un padre ausente – corrigió Jean -. Que provocó la peor tragedia en nuestra familia y abandonó a su hijo cuando más lo necesitaba.

 

-Yo misma fui a contarle de David – recordó Raven con rencor, mientras saltaba de la silla -. Y yo misma vi su expresión cuando no quiso saber nada.

 

Hank los miró sin entender.

 

-¿No se dan cuenta de que el hombre estaba destruido? – se frotó la nuca -. Si lo hubiesen visto hoy, es una piltrafa mutante. Carga mucha angustia y remordimiento encima. Nos estaba esperando en la pastelería, se nota que quería conocerlo.

 

-¿No me digas que traumatizó al niño? – soltó Jean ofendidísima.

 

Hank sacudió la cabeza.

 

-No hizo nada que pudiera dañarlo, solo le alzó el dragón que a David se le había caído al piso. Después, en la calle, yo me detuve para conversar con él mientras Hank y David iban a la juguetería, me confesó que quería tener contacto con él y es su hijo, suyo y de Charles – suspiró -. No pude negarme y lo invité.

 

-Bien, Hank, te ganaste el Nobel de la Paz al Mutante del Año – se burló Raven pero enseguida reflexionó -. Bueno, si Erik viene a la fiesta pienso que tendremos que preparar un lugar extra para él entre los invitados.

 

Jean suspiró profundo antes de mostrarse de acuerdo. Hank agradeció a Raven su buena predisposición y ya cuando estaban cerrando la plática, Peter llegó con David, que tenía las manitas cargadas de dulces. En esos minutos quién sabe a qué tiendas lo habría llevado. David era pequeño y estaba tan acostumbrado a las mutaciones de todos que no sufría el “latigazo” si Quicksilver lo llevaba de paseo con su híper velocidad.

 

-¿Qué? – cuestionó Peter ante la mirada reprobatoria de todos -. Es su cumpleaños y tenía que regalarle algo.

 

Raven se acercó al niño, que masticaba dos caramelos juntos.

 

-Vamos, David. Tenemos que guardar estas golosinas o no podrás comer en la fiesta todas las cosas ricas que hay – el pequeño era muy dócil y se dejó llevar adentro mientras le entregaba los dulces para que se los guardara, masticaba con ganas y se chupaba los deditos pegajosos.

 

Los demás siguieron adornando el jardín, mientras que en la cocina, Ororo y Kurt se enteraban, no menos sorprendidos, de la visita de Erik Lehnsherr.

 

………………..

 

Erik estuvo frente al portón a las cinco y diez. Tocó el timbre, reteniendo las ganas de separarlo con su mutación, y Kurt lo atendió por el contestador y fue a abrirle. El joven ponía la llave torpemente en la cerradura, estupefacto con la presencia de Magneto. Él, al igual que los otros, había estado presente durante esa batalla trágica y solo Peter había permanecido junto a Charles en la cámara de Cerebro para custodiarlo por su embarazo avanzado y fue el primero que vio cómo el mutante se desplomaba desfallecido. Pero eran recuerdos harto tristes para rememorarlos en una fiesta de cumpleaños de un niñito.

 

-Por aquí – invitó Kurt y Erik lo siguió, observando el paisaje que se mantenía igual.

 

Ya había niños corriendo y subiendo a los juegos que habían montado en el jardín. Kurt hizo un ademán para que Erik le entregara el obsequio envuelto y ponerlo con los demás en una caja grande, pero Magneto se negó y lo retuvo.

 

Hank estaba concentrado conectando unos cables para el sonido y no notó a Erik hasta que este se le acercó y le palmeó el hombro.

 

-¡Qué bueno que pudiste venir! – observó el joven.

 

-¿Dónde está David? – Magneto estaba impaciente.

 

-Creo que jugando con otros amiguitos en los columpios que están en el otro sector – le señaló un área más alejada -. Jean y Scott los están vigilando.

 

Erik se marchó hacia ese lugar con el paquete debajo del brazo. Esquivó a dos niñas que pasaron corriendo y a un goloso que atacaba la mesa de dulces. Caminó directo hacia la zona y Jean lo vio en la lejanía. Scott también lo notó y se acercó a buscar a David. Estaba claro que su padre ansiaba encontrarse con él. El niño hizo un puchero cuando Scott lo bajó del columpio pero pronto su atención se enfocó en el desconocido que era el mismo de la pastelería. Enseguida distinguió el regalo en su brazo. Scott lo tomó de la mano para acercarlo a Erik.

 

Erik sentía que el corazón le palpitaba con fuerza. Se arrodilló junto al niño y, emocionado, le entregó su obsequio.

 

-Feliz cumpleaños, David – le sonrió, tratando de sonar lo más calmo posible.

 

-¡Gatias! – exclamó el niño alegremente y rompió el papel. Observó el dragón de metal con los ojos abiertos como platos -. ¡Wow! Ete ti da medo.

 

Erik rio.

 

-Me alegra que te haya gustado. Te lo hice con mucho cariño – titubeó pero finalmente extendió la mano y le sacudió el pelo.

 

-¿Fui tú? – preguntó David asombrado. Era su manera de preguntarle si lo había fabricado él mismo.

 

-¡Claro! – rio Erik -. Mira esto – se alzó la manga izquierda del asco y de la camisa, dejando al descubierto su reloj en la muñeca. Hizo un chasquido con los dedos y el reloj se desprendió, voló y se detuvo cerca del rostro del pequeño.

 

David quedó con la boquita en forma de o, estupefacto, hasta que aplaudió con ganas.

 

Scott se dio cuenta que necesitaban un tiempo a solas y se alejó. Erik tomó al niño de la mano para llevarlo a un banco.

 

-¡No! – protestó el niño -. No debo habar extanos.

 

Erik se dio cuenta de que no se había presentado todavía.

 

-Lo siento, David. Soy Erik y no soy un extraño.

 

David volteó hacia Scott, que asintió para autorizarlo a seguir a Magneto. Recién el niño aceptó tomar la mano de su padre y dejarse guiar hacia un banco de granito, no lejos de allí. Erik conocía el jardín de memoria, tanto que podía recorrerlo con los ojos vendados. Pero hacerlo sosteniendo la manita regordeta de su hijito convirtió al paseo en un momento especial. Se sentaron juntos. David seguía admirando el dragón y metía el dedito dentro de la boca de la bestia, fascinado con sus fauces. A Erik le costaba hacerse la idea de que tres años atrás, esa criaturita había estado dentro de Charles, cuando el telépata aún vivía y con Erik soñaban una familia y un futuro juntos. Parpadeó al sentir los ojos acuosos y se llevó la mano hacia ellos para secarse.

 

-Noté en la pastelería que te gustan los dragones – inició Erik la plática.

 

David asintió gravemente sin apartar la vista de su regalo. Estaba fascinado con él.

 

-¿Tienes muchos dragones? – insistió su padre.

 

-Tlecintos dos – dijo por decir un número. En verdad esa cantidad en su cabecita sonaba infinita.

 

Erik sonrió enternecido y, sin pensarlo dos veces, lo abrazó por la espalda. Quería confesarle quién era, que lo amaba y pedirle que lo perdonara por haberse marchado. Sin embargo, entendía que era un niño muy pequeño y no podía hablarle de forma tan directa. Después de un rato, deshizo el abrazo y le besó la cabeza. Sin quererlo, tuvo la sensación de que su cabello olía igual que el de Charles. Cerró los ojos, embelesado con el recuerdo de su amor.

 

David lo miró curioso. Estaba acostumbrado a que le besaran la cabeza porque era muy querido.

 

-Yo teno un papi que no etá aquí – contó porque estaba entrando en confianza -. Etá dumendo y me cuida.

 

-Sí – soltó Erik un suspiro largo y profundo. Miró el paisaje en lontananza y volteó hacia el niño -. Tu papi Charles. Fue una excelente persona.

 

-Se fue cuando me sacadon de él – comentó con naturalidad la cesárea de emergencia. Erik pasó saliva -. Él me quiede.

 

-Claro – susurró Erik y se mordió el labio. Tenía que cambiar de tema rápidamente o terminaría llorando -. ¿Te gustan los columpios, David? ¿Quieres que te empuje en alguno?

 

David soltó un “¡Sí!” y le entregó el dragón para que se lo custodiase. Sabía que uno no podía subirse a un columpio y hamacarse con las manos ocupadas porque se podía caer. Tomó la mano de su padre y lo guio hacia los juegos donde Jean y Scott cuidaban a los otros niños. Así pasaron unos diez minutos hasta que llegaron otros amiguitos y David salió corriendo a recibirlos. Erik aprovechó para entrar en la casa a comer algo en la cocina. Todo su almuerzo había sido ese hot-dog. Mientras abría el refrigerador, Raven entró para buscar algunos platos. Erik cerró la puerta para mirarla.

 

-Te agradezco a ti y a los demás el haberme permitido venir hoy – comentó respetuoso. Raven quedó sorprendida porque Magneto normalmente no era una persona que diera las gracias -. Y especialmente a ti por haberme dado la noticia tres años atrás.

 

-Mira, Erik, yo – sacudió la cabeza para acomodar las ideas. Estaba tan nerviosa que levemente adquirió su forma azul pero se concentró y volvió a la humana -. Hank comentó que te encontraron hoy y que te invitó porque eres su padre y nos pareció justo pero espero que no la arruines, sabes a lo que me refiero. Es un niño que al nacer perdió a un padre y ahora vienes y si quieres formar un vínculo con él, yo te pido encarecidamente que no seas más.   .    .

 

-Lo sé, Raven – la interrumpió -. Lo sé y te autorizo a que si David sale lastimado, vayas a buscarme y me mates.

 

-¡Melodramático! – exclamó la joven, rodando los ojos.

 

-Charles solía llamarme así – recordó con nostalgia.

 

-¿Hablaste ya con David? – cambió Raven rápido de tema.

 

-Le entregué su regalo y estuvimos en los columpios hasta que fue a saludar a unos amigos. Vine aquí a comer algo, más tarde soplará las velas, me despediré de él y me iré.

 

-¿Esa es tu idea de formar un vínculo? – lo regañó sorprendida -. ¿Lo visitas en una fiesta de cumpleaños y te marchas?

 

Erik la miró con tristeza. ¿Qué más podía hacer?

 

Raven lo sacó de la duda.

 

-¿Por qué no te quedas por aquí un tiempo, Erik? Creo que es la mejor manera de que compartas con tu hijo, lo conozcas y él te conozca a ti. Además Hank comentó el aspecto desmejorado que tienes y te veo peor de lo que te imaginé.

 

-Una vez más gracias, Raven – contestó Erik y ella no supo si era un cumplido o bromeaba.

 

-Estás agradeciendo demasiado.

 

Erik no le contestó y abrió el refrigerador para sacar un trozo de pavo y un pack de latas de cerveza.

 

-Son de Scott – comentó Raven y fue a buscar los platos.

 

-Gracias otra vez, en ese caso, me las beberé a todas.

 

-Si encuentras habanos en la sala de la tele, son de Logan – bromeó la joven.

 

-En ese caso me los fumaré a todos – respondió con una sonrisa. Estaba recuperando poco a poco su buen humor -. ¿Qué es de la vida de ese tipo?

 

-Hace un par de meses que no sabemos nada de él, pero va y viene. Especialmente por Peter.

 

Erik solo hizo una mueca, mientras abría una lata y bebía con avidez. Raven se despidió y se retiró. Magneto quedó sentado en la cocina, bebiendo y comiendo hasta que llegó la hora de soplar las velas y recién regresó al jardín. Más tarde los invitados se retiraron y entre Ororo y Jean llevaron a David a la sala de juegos para que abriera sus regalos. Después se acostaría a dormir.

 

Pasadas las nueve, todos se retiraron a sus respectivas habitaciones. Para Erik la noche estaba en pañales, acostumbrado a madrugar, pero aceptó las normas de la casa y ordenó que le indicaran dónde dormiría.

 

-¿Dónde dormías tú cuando vivías por aquí? – preguntó Raven insinuante.

 

-En la habitación de Charles.

 

-Allí tienes la respuesta.

 

Sin ánimo para rebatir y tomado de sorpresa, Erik recogió su saco de una silla y enfiló hacia las escalones. Pasó junto al ascensor que estaba en desuso y suspiró. Había demasiados recuerdos y temía que esa noche los fantasmas del pasado lo acosaran. Pero también sintió el impulso de visitar a su hijo y darle, por primera vez, el beso de las buenas noches y arroparlo. Eso habría sido lo que Charles hubiese deseado y lo que él, Erik, deseaba ahora más que nunca.

 

 

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¡Hola! Aquí está el segundo capítulo. Espero que les siga gustando y gracias por leer.

 

Habrá un poco de Wolversilver más adelante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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