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Seamos una familia por Lola_Star

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Notas del capitulo:

El trabajo me tiene bastante ocupada :(

—Dime Ritsu, ¿me amas?

—…nunca…he dejado de hacerlo…

 

Takano caminaba muy cerca de él. No tomaba su mano, pero sus brazos se rozaban y alcanzaba a sentir la calidez del cuerpo contrario por entre las gruesas capas de tela.

Esa mañana había sido especialmente difícil despegarse de la cama…y del abrazo de Takano. Habían tenido una conversación muy profunda y sincera en la que ambos dejaron salir todas esas cosas que los agobiaban, que les generaban inseguridades, que los mantenían separados. Había culpas y miedos de los dos lados, pero también las ganas de arreglarlo.

Ritsu reflexionaba que todo el tiempo transcurrido debía haber sido necesario para llegar a esa conversación. Y no acababa de convencerse que este tonto amor escolar terminaría por ser el amor de su vida.

Takano parecía más tranquilo que nunca antes. Una leve sonrisa se dibujaba en su rostro tan involuntariamente como su cuerpo se negaba aun a separarse del de Ritsu.

Cuando llegaban a Esmeralda, el alfa suspiró resignado, depositando fugazmente un beso en la mejilla de su omega antes de entrar a la oficina. El castaño se detuvo al sentir la tibieza de los labios contrarios y tuvo que tomarse un momento para calmar su acelerado corazón.

El sábado transcurrió sin mayores contratiempos, aunque a diferencia de los días anteriores, Takano no gritó ni dio ordenes de forma brusca, ni a Ritsu ni a ningún otro. Estaba tan de buen humor que ni siquiera los problemas del trabajo pudieron amilanarlo.

Ya entrada la tarde, Ritsu esperó a que Takano saliera de una reunión para emprender el camino de regreso juntos. No necesitaba esconderse o inventar excusas, y aunque no debería sorprenderle, Takano estuvo tan feliz que lo tomó de la mano firmemente y no lo soltó hasta que estuvieron frente a la puerta de su apartamento.

Cocinaron la cena juntos, algo que nunca habían hecho, mientras charlaban tranquilamente.

Takano esperó a que terminaran de comer para soltar la bomba.

—Quiero conocer a tus padres. Me gustaría su bendición para casarnos.

Ritsu se puso pálido.

—¿Mi…mis padres…? ¿Ca-casarnos…?

—Sé que te asusta lo que dirán porque yo no nací en cuna de oro, pero quiero hacer las cosas bien. Si tengo que firmar capitulaciones o lo que sea, no me importa —estiró su mano, tomando la de Ritsu—, yo quiero estar contigo.

Ritsu tuvo que apartarse un momento. Takano, a pesar de su rostro impasible, temía que el castaño se negara. Si lo hacía, es que no era suficiente para él.

—Mi…mi madre, ella…me pone los pelos de punta…no-no es que no quiera, es que…es muy difícil para mí hablarle…

—Yo estoy aquí —Takano se plantó en frente—, me tienes entero para sostenerte.

Ritsu, en medio de todo su nerviosismo, sonrió. Una sonrisa medio burlona que puso más nervioso al pelinegro.

 —¿Qué? —gruñó.

—Eso fue muy lindo…y muy cursi —soltó una pequeña risa.

—Con qué te estás burlando de mí…

—No, Takano-san —Ritsu no podía parar de sonreír. Nunca había visto ese lado sensible afectado por su risa, y era adorable, a su modo.

—Te daré verdaderas razones para que te rías… —estiró las manos y comenzó a atacarlo con cosquillas. Conocía tan bien el cuerpo de Ritsu que sabía que era muy cosquilloso.

—¡Takano-san! —el castaño huyó, poseído por un ataque de risa que hacía demasiados años no visitaba su cuerpo.

Corrieron por todo lo que el pequeño apartamento les permitió, y como si no fuera obvio, terminaron en la habitación. Ritsu se defendía a almohadazos, y Takano se dejó un poco solo por escuchar las risas de su castaño. Pero rápido perdió la paciencia y en un par de movimientos, lo aprisionó debajo suyo. Pronto, las risas fueron reemplazadas por gemidos.

Esa noche cogieron como los dioses mandan, hasta que después de tantas caricias y orgasmos, el encargado del edificio tocó a la puesta después de múltiples llamadas de los vecinos quejándose por el ruido.

 

El celular de Ritsu sonaba insistentemente. El castaño estaba acostumbrado a ignorarlo, pero Takano no. A la tercera llamada, el pelinegro se levantó de la cama para ir a buscar el condenado aparato y traérselo a Ritu. Tal vez era algo importante.

Al dejar de sentir la calidez del alfa, Ritsu fue despertando lentamente. Era invierno y hacía un frío del demonio. Escuchó a lo lejos el tono de su celular aumentando de volumen, y al abrir los ojos, lo primero que vio fue el falo flácido de Takano acercarse. Esa visión hizo que se despertara de un salto y reconociera su propia desnudez, recordando todas las cosas que habían hecho la noche anterior. Se sonrojó hasta las pestañas, pero antes de que pudiera cavar un hoyo y enterrarse en él, el pelinegro agitó el celular en su mano que no paraba de sonar.

—Es tu madre.

Ritsu logró ordenar sus pensamientos para recibir el aparato y contestar la llamada. No estaba en altavoz, pero la señora Onodera gritaba tanto que Takano fue capaz de escucharla sin ningún esfuerzo.

—¡¡¡ONODERA RITSU!!! ¡¡¡HASTA QUE AL FIN TE DIGNAS A CONTESTAR!!!

—Mamá… —balbuceó el castaño, escondiendo la mirada de Takano, que lo veía divertido, acostado bocarriba a su lado, tan desnudo como llegó al mundo.

—¡¡LLEVO TODA LA SEMANA INTENTANDO CONTACTARTE!! ¡¡ESTOY FURIOSA CONTIGO!!

—Lo siento, he estado muy ocupado…

—¡SIEMPRE CON LAS MISMAS EXCUSAS! POR SI SE TE OLVIDA, YO TE TRAJE AL MUNDO Y SOY PRIORIDAD.

—Lo sé, lo lamento, por favor cálmate…

—No sé ni por qué me molesto —farfulló la mujer, moderando su tono— siempre es lo mismo contigo.

Ritsu respiró profundo, intentando mantener la cabeza fría.

—Ya que he perdido tanto tiempo haciendo que me contestes, voy directo al grano. ¿Cuándo nos vas a presentar a tu novio?

Takano arrugó el entrecejo, mientras que al castaño le regresó el color que se le había ido tras los regaños de su madre.

—Mamá…—gimoteó de nuevo.

—No nos lo vas a presentar, ¿verdad? ¡Porque apuesto que es otro invento tuyo para zafarte de tus responsabilidades!

—¡No, es real…!

—Tan real como los nietos que no tengo —dijo sarcástica.

Takano, con un rostro muy serio, se acercó hasta quedar junto a Ritsu y susurró en su oído:

—Dile que iremos.

—¡Ah, pero…!

—Si no lo haces tú, lo haré yo —sentenció el alfa, con esa misma voz ronca y profunda que usaba en el sexo.

—Pero ¿qué? —preguntó la señora Onodera pensando que esa era la mediocre respuesta de su hijo.

—I-iremos…—musitó.

Hubo un breve silencio, lo suficientemente largo como para que el intestino de Ritsu se retorciera de nervios.

—¿Qué? —la madre pensó que escuchó mal.

—Mi-mi no-novio y yo…iremos…

—¿De verdad?

Ritsu miró a Takano, cuyo rostro estaba muy cerca, con esos ojos gatunos vigilantes.

—Si…

—Entonces no les importará venir a cenar hoy—habló la señora, con cierto tono de burla ya que pensaba que nuevamente su hijo iba con otra de sus jugarretas.

—¿¡Hoy!?

—A menos de que necesites más tiempo para conseguirte un novio falso, no veo el problema.

—¡Ya te dije que es real! —contestó el castaño, viendo con duda a su pareja. Este asintió, dando su aprobación.

—Como el heredero que ocupa su cargo en la editorial Onodera —continuó sarcástica.

—Bien…iremos a cenar…hoy…

La señora Onodera sonrió incrédula del otro lado. ‘Hasta no verlo, no creerlo’.

—De acuerdo Ritsu. Pero si no consigues un buen novio falso para esta noche, haz el favor de presentarte de igual modo. Debemos tener una conversación familiar. Te esperamos —colgó.

El castaño suspiró, enterrando la cabeza entre sus piernas.

Takano comenzó a besar con delicadeza sus hombros y espalda, encontrando algunos chupetones producto de la noche de pasión que habían vivido. Sonrió aprovechando que Ritsu no lo veía.

—Eso fue más rápido de lo que pensé —admitió Takano.

***

Hatori tuvo que devolver el bebé a los brazos de su papi. La rabia que burbujeaba por sus venas no era buena.

Chiaki contó, con palabras atropelladas y torpes, lo ocurrido con Yuu y sus amigos.

El alfa estaba seguro que si tuviera a Yanase al frente, lo molía a golpes. Pero no estaba seguro de cómo sentirse respecto a Chiaki. Era tan joven e inocente que no podía enojarse con él. Una pequeña migraña comenzó a palpitar en su cabeza.

El chico, con el nene en sus brazos, temblaba ligeramente. Todavía no entendía de dónde había salido su valor para contarle todo a Hatori, pero ante el silencio de este, su ansiedad crecía.

—Yanase no es tu amigo —logró pronunciar Hatori, luego de escoger bien sus palabras— es un egoísta resentido. No te sirven ese tipo de personas en la vida, Chiaki.

Hatori se revolvió el cabello, entre molesto y frustrado.

—Y no puedo creer que hayas dudado tan fácilmente de mí.

El chico bajó el rostro, encontrándose con los ojitos curiosos de Haru, quien estiró las manitas para tocarlo.

—Lo siento…

—Aunque —Hatori suspiró—, no sé qué habría hecho mi yo de dieciocho años en una situación así. Era muy inseguro —terminó en un susurro.

Chiaki regresó la mirada a Hatori, preguntándose cómo habría sido conocerlo en la preparatoria, y si se habría enamorado de él.

—Esto es algo que iba a pasar tarde o temprano. La experiencia te enseña en quien confiar.

El chico veía cómo el alfa se masajeaba las sienes y desordenaba su cabello. Debía ser duro llegar a casa y encontrar más problemas.

—Lamento causar estas molestias —dijo sinceramente.

Hatori volteó a mirarlo. Sus ojos estaban inyectados de sangre por el cansancio y debajo de ellos se marcaban oscuras ojeras.

—¿Aun quieres estar conmigo?

Chiaki no se esperaba esa pregunta, menos acompañada de esa mirada cansada que solo anhelaba sinceridad. Su corazón latió rápidamente.

—Si-si…—quiso que saliera claro, pero estaba muy nervioso para eso.

El alfa sintió alivio al escucharlo, aunque continuaba molesto.

—¿Y qué esperas al quedarte conmigo?

El chico se quedó sin habla. ¿Qué esperaba? No se lo había preguntado, y lo único que vino a su mente mientras sentía las manitas de su bebé entre sus dedos fue ‘que no nos hagas daño’. Pero eso no podía decírselo. Además, percibía que Hatori estaba molesto, y eso lo hacía sentirse más cohibido.

A cada segundo de silencio, la migraña de Hatori empeoraba. Chiaki trataba, pero no lograba articular palabra.

Hatori pensó que lo mejor era tomar un baño. Sentía el estrés de la oficina sobre su piel y entre su ropa, y tal vez era la mejor manera de quitárselo. Se puso en pie, dispuesto a meterse en la bañera y hablar después con el chico, pero no hubo dado dos pasos cuando escuchó un quejido infantil.

Se dio la vuelta, encontrándose con una escena que derribó todas sus barreras.

Haru, sobre la almohada entre las piernas cruzadas de Chiaki, balbuceaba y se agitaba fuertemente, mientras un par de gruesas lágrimas descendían por el rostro de su papi.

Ver a Hatori levantarse, alejarse de él, le causó una tristeza tan grande a Chiaki que apenas era consciente de que lloraba. Sus manos, por instinto, sostenían el cuerpecito de Haru. No era capaz de procesar lo que hacía su hijo, pues el corazón le estrujaba y le dolía. ¿Estaba perdiendo a su alfa?

Hatori notaba con incredulidad cómo el pequeño nene de escasos tres meses y medio de vida, lo llamaba para que consolara su papi. No le gustaba verlo triste, menos llorando, y muy en su inocencia infantil comprendía que el alfa podía hacerlo sonreír otra vez.

Su enojo no pudo permanecer por más tiempo, y tal como la otra vez, la migraña fue desapareciendo sin que se diera cuenta. Lo único de lo que podía ser consciente su cuerpo era de Chiaki y de Haru, y que ambos lo necesitaban. Se arrodilló frente al omega, estirando una mano para limpiar una de las gruesas gotas que caían, y con la otra alcanzó una de las manos que sostenían a Haru, para calmarlos a ambos.

Chiaki dio un brinco cuando sintió la calidez cercana del cuerpo de Hatori.

—…lo siento… —gimoteó.

—Lo sé.

Hatori se sentó a su lado y lo abrazó.

***

La noche llegó demasiado pronto para Ritsu. Suspiró al escuchar el timbre. Al abrir la puerta se encontró Takano, elegantemente vestido y deliciosamente perfumado. Había peinado su cabello hacía atrás, lo que permitía una visión magnifica de sus ojos gatunos, que lo recorrieron de arriba abajo, complacido con lo que veía.

—Te ves hermoso —pronunció en ese tono ronco que derretía al omega de Ritsu.

—Tú…tú también te ves bien…

—¿Nos vamos? —estiró su brazo para que Ritsu enlazara el suyo. El castaño aceptó el gesto.

 

Takano notaba el nerviosismo en su pareja, cómo se mordía los labios y el tic nervioso en su pierna que no paraba de mover. Dejó por un momento la palanca de cambios y dirigió su mano hacia la inquieta pierna, acariciándolo con delicadeza.

—Está bien, estamos juntos en esto —le sonrió galante.

Ritsu no terminaba de sorprenderse por lo genial que a veces podía ser Takano, cosa que jamás admitiría.

 

—Es ahí —dijo Ritsu señalando una reja negra que dejaba ver de fondo una mansión espectacular. Era un sector de casas grandes y lujosas, pero eso era otro nivel. Se detuvieron frente a la reja, y del citófono surgió la voz del guardia de seguridad.

—Es bueno verlo al fin, joven Ritsu —dijo con cierto reproche.

—Ha sido un tiempo, Kuroda-san —contestó avergonzado.

—Sus padres lo están esperando, bienvenidos —y al instante la reja se abrió.

El camino se abría paso entre un hermoso jardín lleno flores hasta la magnifica entrada que en frente tenía una pequeña fuente de agua.

—Si que eres el heredero de una gran fortuna —reconoció Takano, viendo la maravilla de lugar en el que vivían los padres de Ritsu—, ¿hace cuánto tiempo no venías?

—Algunos años…—admitió avergonzado.

Takano detuvo el auto y un par de sirvientes se acercaron a abrirles las puertas. Solo por un momento, el pelinegro pensó que su auto era demasiado vulgar para ese lugar, pero en cuanto se fijó en los ojos temerosos de Ritsu, que esperaban todo su apoyo, sintió que la riqueza de tenerlo a su lado era más que suficiente.

La mansión por dentro era todavía más espectacular. Lo más cercano que Takano había estado a un lugar así eran los hoteles de lujo que pagaba la editorial en sus escasos viajes de trabajo. Pero si estaba sorprendido, no se notaba. Muy orgulloso de si mismo, llevaba a Ritsu del brazo como todo un caballero.

Cuando finalmente llegaron a un elegante comedor, el señor y la señora Onodera se acercaron a saludarlos.

—¡Hasta que al fin apareces! —pronunció la señora, muy bien vestida, peinada y maquillada. En apariencia, era muy similar a Ritsu. Por el color de sus ojos y los rasgos de su rostro, era indudable que Ritsu había salido a ella. El cabello, como cualquier mujer a su edad, lo llevaba tinturado, por el asunto de las canas, por lo que Takano no supo cuál podría ser su color original.

El señor Onodera, por otro lado, era de la misma estatura y constitución ósea que Ritsu, y aunque su pelo estaba bastante canoso, conservaba una mata abundante de cabello. Por lo demás, no era muy parecido físicamente a su hijo. Iba vestido de forma elegante pero sencilla.

—Buenas noches mamá, papá. Él es mi-mi novio…—no pudo evitar balbucear, dado que estaba muy nervioso.

Takano se soltó suavemente de Ritsu para hacer una reverencia.

—Buenas noches, Takano Masamune, es un placer conocerlos —pronunció con seguridad, aunque por dentro realmente estaba nervioso.

 La señora Onodera lo escaneó con la mirada, sonriendo de lado.

—Onodera Aiko, el placer es mío.

—Buenas noches hijo —habló el señor Onodera, deteniéndose más en Ritsu que en su acompañante— me complace mucho tenerte hoy aquí. No nos hemos visto en algún tiempo.

—He estado ocupado…—balbuceó Ritsu, a lo que su padre sacudió levemente la cabeza.

—Mi nombre es Onodera Soichiro —correspondió la reverencia de Takano, invitándolos con un gesto a sentarse en la mesa.

Takano notó de inmediato la actitud tan distinta entre ambos padres. La señora no le quitaba los ojos de encima, y el señor apenas lo determinaba.

—Así que, ¿cómo se conocieron? —preguntó Aiko.

—En la preparatoria —contestó rápidamente Takano. Ritsu se congeló, ya que no esperaba que su pareja dijera eso.

—¿De verdad? ¿Cómo es que nunca oímos de ti?

Los sirvientes trajeron la entrada, saludando a Ritsu en voz baja.

—Éramos demasiado jóvenes —dijo Takano melancólico.

—Recuerda que no traía a nadie a casa mamá…no deseaba que mis compañeros supieran que era rico. Yo solo quería que me trataran como a uno de ellos.

—Pero Ritsu se fue a estudiar al exterior, no pasó mucho tiempo en la preparatoria en Japón —intervino Soichoro.

—Nos reencontramos diez años después —aclaró Takano.

—¿Cómo se reencontraron? —continuó Soichiro.

Takano sonrió levemente.

—Era su nuevo jefe tras su traslado a Marukawa.

 —Qué casualidad —dijo Aiko con incredulidad.

—Yo tampoco podía creerlo mamá.

—¿Eres su jefe? ¿El editor en jefe de Esmeralda? —indagó el padre.

—El mismo.

—¿Sales con tu jefe? —se burló la madre, pensando que su hijo había convencido a su jefe de todo ese circo, y al menos por lo atractivo, Ritsu había hecho un buen trabajo.

—¡Mamá! —Ritsu se sonrojó hasta las pestañas.

—He oído que ese departamento ha mejorado mucho desde el nombramiento del actual editor en jefe. Isaka incluso aseguró que Ritsu espabilaría estando allí.

—Papá, ¿hablaste con Isaka-san?

—Llama de vez en cuando a preguntar por ti, ya que tú no das razón de ti mismo —soltó la señora.

—¡¿Qué?! ¿Así que conseguí este trabajo solo por tus influencias? —cuestionó Ritsu, con sus ojos empezando a aguarse por la decepción.

—Isaka llamó para saber qué pasaba en cuanto supo que te habías postulado. Yo solo comenté que necesitabas un choque de realidad…

—¡No puedo creerlo! —Ritsu estuvo a punto de levantarse de la mesa y largarse, pero la mano de Takano lo detuvo.

—Si no tuvieras madera para ello, no habrías durado un mes. Tú te lo has ganado, Ritsu.

La calidez del contacto y los ojos serenos de Takano, le transmitieron tranquilidad. Era verdad, se había esforzado, era un trabajo duro y lo estaba sacando adelante. Respiró profundo para calmarse, apretando con fuerza la mano de su pareja.

Madre y padre observaban la escena sorprendidos.

—No lo hice con mala intención. Eres mi hijo, y en el mundo editorial, todos lo saben. Siendo el heredero de Publicaciones Onodera, ¿por qué te irías a buscar trabajo en otra editorial? Dime, si tu fueras el encargado, ¿no estarías intrigado?

—Acepta que no eres una persona común, Ritsu, y que eso está bien. Naciste privilegiado, y no puedes seguir permitiendo que la envidia de las personas te haga sentir menos.

Ritsu estaba muy incómodo, demasiado. Odiaba esas reuniones con sus padres porque siempre terminaban en lo mismo. Sin embargo, tener a Takano cerca, apoyándolo, le hizo sentir que podía hacerles frente.

—Eso lo sé.

—Por otro lado, usted parece alguien muy competente Takano-san —resaltó el señor.

El pelinegro sonrió y con seguridad respondió —Lo soy.

 

Soichiro y Aiko decidieron dejar en paz a Ritsu y la conversación se desvió hacia cómo iban las cosas en las editoriales. Poco a poco, el señor Onodera iba quedando fascinado con Takano, con lo inteligente y capaz que era. Aiko no participaba mucho cuando de trabajo se trataba, pero mientras disfrutaba su comida en silencio, analizaba cada palabra y expresión del pelinegro. Y le agradaba.

—¿Y cómo te ves en cinco años? —preguntó Soichiro, indagando en las aspiraciones laborales de Takano. Pero la respuesta fue algo totalmente distinto.

—Casado con Ritsu, viviendo en una casa espaciosa, con los hijos que él quiera darme, y quizá alguna mascota.

El castaño se sonrojó al escuchar su respuesta. Aiko no pasó desapercibida esa reacción. Soichiro casi se atraganta con lo que estaba masticando. Un sirviente vino corriendo a auxiliarlo, pero no era nada, por lo que el señor le pidió que se retirara.

—En realidad, convencí a Ritsu de que viniéramos hoy porque quiero la bendición de ustedes para dar el siguiente paso. Haré lo que sea necesario, firmaré los documentos que hagan falta. Estoy enamorado de él, quiero formar una familia con él. No me interesa el dinero o la posición social, pero si es un papel que debo cumplir, lo haré. Espero ser digno.


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