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La banda: El inicio por TeaPartyWriters

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La semana continuó sin mayores sucesos hasta el viernes, en el que en realidad tampoco pasó nada tan importante, sólo Matthew recordó el proyecto y escribió un mensaje a su compañero de laboratorio para organizar su visita a la escuela.

 

En su casa, Logan miró el teléfono con una mezcla de nervios y alegría, porque recibir mensajes de Matthew era la mejor sorpresa y, en este caso, el último paso de su gran plan para poder pasar unas horas a solas con él minimizando el riesgo de que su familia se enterara y lo desheredara.

 

El primer paso fue conseguir el apoyo de su primo, lo cual resultó fácil porque Eron casi no tenía amigos y bastaba escucharlo hablar un rato sobre sus gallinas para que accediera a cualquier cosa como agradecimiento. Sus tíos vivían en el campo, a tres horas de la ciudad, por lo que se veían poco y eso dio la oportunidad a Eron de lanzar unos comentarios del tipo “hace mucho que no vemos a Logan y sus padres” por aquí y por allá, haciéndolos pensar que invitarlos a pasar el fin de semana fue prácticamente idea suya.

 

La siguiente parte del plan era compleja: fingir enfermedad. Debía ser lo suficientemente grave como para que lo dejaran descansar y no viajar, pero también sutil para que no cancelaran la salida. Una buena indigestión haría el truco, sólo necesitaría ser oportuno en mostrar síntomas ese mismo sábado por la mañana para no correr riesgos.

 

Creía que estaría todo bien, aunque le costaría dormir, y sí, por supuesto que sabía lo ridículo que era todo, porque sólo iban a ir a la escuela a ver un montón de plantas, escribir un par de cosas y separarse otra vez, pero la felicidad que sentía era algo que no se podía explicar sin ponerse horriblemente cursi. 

 

"Mis padres no podrán llevarme”, contestó, “Te espero en..." y escribió la dirección de un edificio a dos cuadras de su casa. Suponía que leer tantos mangas de detectives ayudaba en algo.

 

En su cuarto, Matt buscó la dirección en internet para asegurarse de cómo llegar, pues nunca había estado por ese lado de la ciudad y pensaba que sería muy, muy ridículo ofrecer ir a buscar a alguien sólo para perderse con él. Ahora, si pudiera recordar el nombre de pila de su compañero de laboratorio, estaría listo para postularse al compañero del año.

 

Pese a que lo invitaron a salir (en realidad sólo Alex), prefirió ir a dormir temprano ese viernes. Tendría un fin de semana pasado y ya necesitaba un descanso. Se preocupó de poner tres alarmas en la mañana, una más de lo normal, para no dejar esperando al chico y durmió bastante más tranquilo que otros días.

 

Así que a la hora acordada, pasó a buscar a su compañero, que lo esperaba frente a esos edificios. Detuvo la moto y le tendió un casco azul.

 

—Buenos días. 

 

—Buenos días, Matthew —respondió. —Qué... bonita moto.

 

Tenía miedo de que se notara aquel suspiro enamorado que ocultó tras su infaltable bufanda cuando lo vio llegar en esa moto, pues una alegría inmensa recorrió su corazón. ¡Matt al fin había usado su regalo! Y se veía tan atractivo conduciendo… No hacía casi nada de frío y no se quitaría esa bufanda por nada del mundo. Era su escudo.

 

Se colocó el casco, subiéndose con muy poca gracia, y comenzó a sentirse nervioso; no que le dieran miedo las motos pero era la primera vez que se subía a una, y perder el equilibrio le dio algo de inseguridad, por lo cual se abrazó del cuerpo del peliazul. Poco después se dio cuenta de ello y agradeció estar tras ese casco, porque se moría de la vergüenza y cómo no, una felicidad que no podía explicar.

 

—Lo siento —murmuró, aflojando su agarre y asegurando los pies en las barras a los lados. —No vayas... muy rápido... por favor.

 

 —No te preocupes, sólo afírmate bien —indicó, tomándole las manos para acomodarlas en su cintura. Tampoco era fanático de la parte en que tenían que sujetarse de él, pero ese chico se veía suficientemente asustado y Matt se sintió mal por no advertirle que iría a buscarlo en motocicleta. Al menos habían suficientes capas de ropa para que nadie se sintiera incómodo, pensaba. Andaba con una polera blanca y una chaqueta de cuero café, porque andar en moto daba mucho frío después de un rato.

 

Se giró para ajustarle el casco antes de volver la vista al frente y encender la máquina, comenzando el viaje. —¿Vas bien? —preguntó cuando se detuvieron en un semáforo. Logan tardó en responder, distraído por la facilidad con la que podía sentir el aroma de Matthew e incluso rozar su cabello azul en afortunadas ocasiones.

 

—¡S-sí, estoy bien! —anunció, saliendo de su ensueño. Ni se daba cuenta de que habían recorrido la mitad del camino, y Matthew lo llevaba con tanta firmeza que no tenía miedo de caerse —Conduces muy bien…

 

—¿Seguro? —preguntó, pues le parecía que tenía el pulso algo acelerado, aunque era difícil de distinguir con la vibración de la moto. —Podemos parar si quieres.

 

—No, de verdad... no te detengas por mí —le pidió, porque nunca querría ser un inconveniente para el peliazul, sino todo lo contrario. Si tenía que ir a trabajar después, entonces lo mejor sería no retrasarlo, y de todos modos no sentía ninguna incomodidad estando tras él, porque abrazado a su cintura era la mejor sensación del mundo. Quizás la única que tendría y quería disfrutarla.

 

Pasado el miedo inicial por su seguridad, pudo apreciar que Matt era muy hábil en conducir y se le pasó por la cabeza la idea de comprarle una chaqueta más sexy… Claro que era para adecuarse a la visión que imaginaba y que le gustaba mucho: Matthew con un saco de cuero largo como un personaje de cómic. Tal vez lo haría con el mismo método de dejarlo en su locker discretamente… Pero necesitaba detener esas fantasías, porque su corazón comenzaba a acelerarse y temía que Matt pudiera sentirlo en su espalda.

 

Sin embargo, el peliazul iba concentrado en el camino y en evitar accidentes, así que sólo volvió su atención a Logan cuando se detuvieron en la escuela. 

 

—¿Te mareaste mucho? —preguntó, quitándose el casco, viendo que Logan también lo hacía.

 

—Estoy bien, no me sentí mareado —respondió, aunque sí creía que se había intoxicado de su aroma, de la forma más positiva posible. —Fue divertido —Fue lo mejor que pasara en su vida. —¿Vamos?

 

Matt sonrió, guardando las llaves en su bolsillo. Para él, ver que Logan lo pasara bien significaba un punto menos de culpa por gastarse el dinero de otra persona en algo que quería tanto.

 

—Sí —respondió y miró luego la hora. —Tengo... treinta minutos. Cuarenta si es necesario.

 

Pensó que estarían bien, pues sólo debían hacerle mantención al proyecto y tomar nota de los cambios que distinguieran. Ni siquiera era necesario que estuvieran ambos, pero a Matt le parecía justo.

 

Caminaron en silencio al invernadero. Matt era malísimo haciendo conversación casual y Logan… también. El primero estaba recién haciendo amigos con los chicos de la banda, cuyas personalidades lo tenían acostumbrado a que sólo con escuchar era suficiente, pues no se callaban nunca. El segundo, pasaba por un período sin amigos, ni pareja, yendo únicamente de la escuela a la casa y de la casa a la escuela, por lo que no podía pensar en algo interesante que mencionar. Irónicamente, ninguno de los dos sabía aún que compartían exactamente los mismos intereses en libros, juegos y animé. Bastaría con que uno de ellos lo mencionara para que tuvieran tema por horas… 

 

Mas no fue así.

 

Al llegar al invernadero, se acercaron a aquella planta asignada a ellos y Logan fue directo a buscar un rociador para aplicar agua en sus hojas, mientras Matthew hacía las anotaciones del antes y después de ser regada. Sumado a eso, el moreno sacó una bolsa con hojas de té usadas que guardó para usar como abono y lo enterró alrededor del tallo.

 

—Las hojas de la base crecieron dos milímetros desde el jueves. Las ramas de arriba tienen cinco brotes nuevos... y parece que va a crecerle una flor —dictó al peliazul, sonriendo sin dejar de ver la planta. —No hay más cambios.



—Listo.

 

Les tomó apenas diez minutos llegar y hacer todo eso. Matt empezaba a sentirse incómodo de planificar esa salida, pues realmente no era un trabajo para dos personas y turnarse habría sido una opción. Intentó escribir más cosas en el informe, rellenar con las condiciones climáticas, la hora en que fueron, la posición de la luna…

 

No obstante, al levantar la mirada, vio a Logan acariciando una de las hojas de la planta. Se veía feliz de estar ahí y aquello consiguió relajarlo. Probablemente, como era usual, estaba sobre pensando las cosas y debía dejar de intentar controlar hasta el último detalle.

 

—Deberías cantarle también, dicen que funciona —bromeó.

 

Desconocía el hecho de que Logan fuera una persona inocente y que además confiara demasiado en el peliazul, tan sólo porque estaba enamorado de él. Tranquilamente podría inventarle que la tierra era plana, con un par de argumentos coherentes, y el chico le creería sin cuestionar, porque además respetaba la inteligencia de Matthew como nadie y era testigo del esfuerzo que ponía en sus estudios.

 

Se sonrojó y giró, para darle la espalda y que no viera su rostro cuando se encogió de hombros para comenzar a entonar una canción que le agradaba mucho.

 

—Es una buena canción, pero te estaba tomando el pelo —comentó Matt, con una sonrisa divertida, una que hacía tiempo no lograba tener en su rostro.

 

Logan sonrió también, o al menos se obligó a hacerlo, porque sentía la cara hirviendo y de los nervios se le aguaron un poco los ojos, porque se sentía en exceso avergonzado por haber sido tan ingenuo. 

 

—Aah, eres malvado —fingió un tono totalmente controlado de entretención.

 

—Lo soy —reconoció Matt, porque no era la primera vez que se lo decían. Generalmente eran sus hermanas las que se quejaban de sus bromas de mal gusto, porque no solía hacerlas con nadie más. Era más fácil simplemente no hablar con nadie.

 

—Me… debes una soda —exigió, apuntándole a la puerta, pues fuera del salón había una máquina expendedora y él sólo quería dejar de ser el centro de atención en ese momento.

 

—Me parece justo.

 

Logan de por sí era una persona sensible, pero no iba a arruinar el día de Matt ni el suyo por esa razón, así que se esforzó por repetirse que era sólo una broma y no había quedado como un verdadero tonto frente a él. Quería guardar ese día como un recuerdo hermoso, sin dejar que su inseguridad lo manchara.

 

Al par de minutos, tuvo frente a él una lata de la mano de Matthew.

 

—Ah, elegiste... una de mis preferidas… —confesó, sorprendido. —Gracias.

 

—No es nada —contestó, encogiéndose de hombros. Fue a sentarse frente a la planta y apoyó el codo en la mesa y el rostro en su mano. —Tampoco era una completa mentira. Se supone que hay que hablarles, pero puede que cantar también sirva —explicó. Luego de una pausa, cantó otro pedazo de la canción que había empezado su compañero. 

 

Cantar no era lo suyo, pero tampoco lo hacía mal. Estarían algo más a mano, ojalá.

 

Logan pensó que Matthew tenía que dejar de ser así. Tenía que dejar de ser maravilloso, de hacerlo sonrojar y quitarle el aliento con cada cosa que hacía. Porque no se trataba de ser listo en clases o ser un bajista genial, o una persona de buen corazón en el fondo, sino que ahora hacía esas cosas... Nunca habían hecho algo así por él y se sonrojó de forma visible esta vez, sin poder evitarlo.

 

Acarició nuevamente una hoja de la planta, porque esperaba que captara un poco de eso, de la voz de Matthew que él también atesoraría mucho, y cuando terminó el pelinegro no pudo sino seguir sonriendo.

 

—Le voy a hablar más seguido —resolvió. Quizás la planta podría ser el oído que necesitaba desde hace un tiempo, aunque sólo le diría las cosas felices. —Seguro... seguro se ha puesto feliz... cuando cantaste.

 

—Sí... puede ser —respondió haciendo un esfuerzo sobre humano porque no sonara sarcástico, pese a que no creía en nada de eso. Las plantas no tenían emociones, eran sólo clorofila y otras cosas aburridas, en lo que a él respectaba.

 

El que sí parecía haberse puesto feliz era Logan, así que prefirió no agregar nada más y dejarlo tener el momento con la planta. De todas formas, era cierto que había leído de científicos que le hablaban a las plantas y crecían mejor, pero pensaba que tenía que ser alguien como el pelinegro, que creyera que funcionaría. Matt seguro haría que la planta se marchitara.

 

—Ya tengo que irme. ¿Quieres que te lleve de vuelta? Me queda de camino. 

 

Logan se debatió un momento entre no ser una carga para Matt y llegar pronto a su casa para atender el teléfono en caso de que sus padres quisieran comprobar que no escapara. Fue una difícil decisión.

 

—Sólo si no es molestia —accedió, terminándose su soda rápidamente y limpiando todo antes de salir del salón. —Si... si te retraso aunque sea un poco entonces no.

 

A Matt no dejó de llamarle la atención que le preocupara tanto su horario. De hecho, habían estado haciendo todo en torno a sus tiempos libres, el chico estaba allí en sábado porque él no podía en otro momento.

 

—Estoy bien de tiempo. Y queda en el camino, hoy estoy en la gasolinera de al lado —insistió, porque era lo mínimo que podía hacer. Ni siquiera era un esfuerzo muy grande, casi deseaba poder hacer alguna otra cosa para agradecerle lo amable y paciente que era.

 

Guardó su libreta y le dio una última mirada a la planta. —Vamos, de verdad no hay problema. 

 

—Okay —sonrió ligeramente Logan, trasladando la maceta junto a la ventana con cuidado, dándole una última caricia a su brote de flor. —Cuídate —le dijo entonces a su proyecto, porque oficialmente se había convertido en su nueva amiga.

 

Siguió al peliazul, ajustándose la bufanda mientras lo veía ajustarse el casco. Matthew buscaba formas de agradecerle sin saber que el hecho de compartir un momento juntos o serle dirigidas sus palabras eran suficiente regalo para él.

 

Esta vez subió con más confianza y se sostuvo tal y como en el camino de ida de la cintura del peliazul, sin abrazarse demasiado, y alzó el pulgar cuando estuvo listo. El camino de vuelta fue incluso más tranquilo que el anterior, pues era hora de almuerzo. Matt pensaba en que tendría que comer algo a la rápida, como siempre, aunque llegaría a casa a recalentar lo que hubiera cocinado su abuela. Y luego a su otro trabajo... aquel que lo ponía de pésimo humor.

 

Se detuvo en el mismo lugar en que había recogido a Logan.

—Bueno, que estés bien.

 

—Tú… tú también, Matthew, gracias —contestó en voz baja, juntando valor para sacar un sandwich de su bolso, el que comería en el autobús de regreso, y dejarlo en el manubrio de su motocicleta. —Te veo el miércoles —apresuró a despedirse, demasiado nervioso como para esperar a ver su reacción.

 

—Ah, no te... —comenzó a decir, pero el chico escapó antes de que pudiera negarse. —¡Gracias! —exclamó, esperando que lo oyera. ¿Acaso habría escuchado su estómago sonar? Tenía hambre hacía un rato, aunque le costaba entender cómo alguien podía ser tan amable.

 

No podría ser que le gustara a su compañero, ¿cierto? 

 

Guardó el sandwich y se alejó en la motocicleta. Agh, si tan sólo pudiera recordar su nombre... ¿cómo era...? Pasó un buen rato intentando acordarse, hasta que decidió que daba igual ya. Podría preguntarle a Dexter, seguro sabía. Además, el sandwich estuvo delicioso y Matthew no quiso ahondar más en las intenciones del chico, porque no podía hacerse cargo de los sentimientos de nadie. Sería mejor que no se hiciera ilusiones, quizás tendría que empezar a poner distancia.

 

***

 

Logan corrió las cuadras que lo separaban de su casa con una sonrisa enorme, que se borró totalmente de su rostro cuando distinguió el automóvil de sus padres estacionado; su cuerpo se heló y un sudor frío anticipó un posible ataque de pánico. Tuvo ganas de que lo tragara la tierra, o lo atropellara un camión, o que alguien lo salvara. Pensó en escapar en dirección contraria y nunca más aparecer, como hacían los personajes de las historias, quemándose las huellas digitales y empezando una nueva vida. Pero la realidad era otra y estaba consciente de ello, siendo menor de edad lo encontrarían muy rápido.

 

No supo de dónde sacó fuerzas para abrir la puerta de su casa, quizás ayudó la sensación de estar en el cuerpo de otra persona, aunque eso no hizo que doliera menos la bofetada que le dio su madre apenas lo vio entrar. Supo que todo estaba perdido al ver la cara más mortalmente seria que le viera a su padre hasta la fecha, incluso peor que cuando encontraron el dildo en su cajón y empezara esa horrible campaña de restricción para evitar que su hijo fuera homosexual.

 

—Empaca todo, te mudas al campo con tus abuelos.

 

Logan intentó preguntar algo, pero sólo sus lágrimas pudieron encontrar camino hacia fuera de su cuerpo, porque no se atrevía siquiera a preguntar qué pasaría con la escuela, estando a mitad de curso. Imaginaba entonces que eso dejó de importarle a sus padres, porque seguramente podría inscribirse una vez más o retomar el punto desde aquel lugar, y cuando se quedó solo la única pregunta que quedó en su mente fue: ¿Qué pasará con Matt?

 

Matt... seguiría su vida, ¿no? Era obvio, no lo consideraba como nada más que su compañero de clases, ¿qué iba a importar entonces? Y dolía, porque siempre fue algo unilateral el estar enamorado de él. Sus ilusiones iban dedicadas a un chico con su propia vida agitada, incapaz de preocuparse por él, que suspiraba por cada pasillo cuando lo veía. Por un momento pensó que le hubiese gustado decirle al menos que lo quería, o encontrar la forma de coquetear, cualquier cosa que le transmitiera en un mínimo lo mucho que le gustaba… pero ya era tarde, porque el martes se iría de esa casa para no ser visto otra vez por sus padres a los que tanto les asqueaba su persona.

 

El domingo se dedicó a guardar todo y dejar su cuarto como si nadie viviera allí. El lunes, sin embargo, tomó lo que le quedaba de dinero y salió por la ventana a la ciudad sin importarle nada más. Ya lo habían expulsado de su casa, debía aprovechar ese mismo día para hacer algo estúpido y arriesgado, algo finalmente de su edad. Compró un par de cosas y se internó en una cafetería a escribir hasta llenar la mitad de un cuaderno en cuatro horas y salió a la escuela, antes de que terminaran las clases, para dejar otro paquete para Matthew y un cuaderno en el salón de profesores para el peliazul, con todas sus anotaciones en limpio del año para que no se perdiera su mitad del trabajo. 

 

Aprovechó además de despedirse de su amiga, la planta que entre ambos debían cuidar. Sonrió con melancolía al entrar al invernadero vacío y verla, tan grande y bonita. Ojalá hubiese podido hablarle mucho como planeó. Ojalá hubiese podido contarle cosas y verla crecer tanto que lo sobrepasara en altura. 

 

—Por favor, crece mucho por Matthew, ¿sí? —pidió. —Él es un chico que se esfuerza mucho, si se olvida de darte agua por favor no te enfades con él... Sólo crece —habló con dulzura mientras le acariciaba las hojas y un par de lágrimas caían sobre la tierra. —Sé la planta más bonita de todas, regálale una sonrisa con la nota que le van a dar.

 

Y tal vez porque no le gustaba no saber el nombre de una persona cuando le caía bien, fue que miró a su amiga y le escribió en la base de la maceta el nombre "Dany" en honor a su personaje preferido de Juego de Tronos. Esperaba que Dany fuera la planta más hermosa de toda la escuela.

 

Al volver a casa miró a sus padres con ojos muertos y desafiantes, lo cual le valió una cachetada más de su madre, pero ya no importaba. Había dejado listo lo que quería para Matthew y lo que Matthew podría querer alguna vez de él. 

 

***

 

Ese miércoles, Matt apenas iba entrando al salón de biología cuando lo detuvo el profesor para decirle que le asignaría otro compañero de laboratorio. Lo miró extrañado.

 

—Ya tengo uno y vamos bien con el proyecto. ¿Por qué el cambio?

 

—Porque Hayden dejó la escuela. Pero acaba de llegar un alumno de intercambio, así que siéntate con él, por favor. 

 

Luego de eso, le entregó un cuaderno con el que casi se mareó de tanta información. Era de esperarse que "Hayden" dejara algo así, aunque no conocía sus motivos para abandonar la escuela de un momento a otro. 

 

¿Habría pasado algo? Ciertamente no le incumbía y no tenía por qué pedirle explicaciones, pero se notó tamborileando los dedos impacientemente durante la clase.

 

Al salir, tomó su celular; detestaba hablar por teléfono, pero esta vez llamar a ese número no fue algo que hizo sin poner atención. No obtuvo respuesta. De hecho, decía que el número no existía. Si no hubiera oído de boca del profesor que el chico se fue, se habría preocupado muchísimo.

 

Guardó el celular en su bolsillo y fue al locker a dejar los cuadernos sólo para encontrarse con un regalo misterioso por segunda vez. "L", de nuevo, decía la nota. Casi pensó que podía ser su compañero, talvez en serio le gustaba, pero... Hayden no comenzaba con L y Hayden ni siquiera estaba allí, ni se había despedido, así que no tenía caso seguir pensando en eso.

 

Extrajo del paquete un saco largo de cuero negro, carísimo y abrigado. Parecía de un personaje de cómic.

 


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