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La banda: El inicio por TeaPartyWriters

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—Todas las grandes leyendas de la música escribieron sus mejores canciones estando ebrios.

 

—¿Qué? —interrogó Darren, levantando la mirada de su celular.

 

—Que… dijiste que Alex, Dexter y yo sólo nos juntamos a beber y…

 

—Eso fue hace diez minutos, Tarik… ¿en serio estuviste todo este rato pensando en esa respuesta? Ni siquiera es verdad.

 

—No… No todo este rato —se cruzó de brazos el rubio.

 

—Vale. Bueno, mientras pensabas arrendé el estudio para que graben sus maravillas —guardó el celular en el bolsillo interno de su chaqueta. —¿Qué tal tu café?

 

—Picante.

 

—Era de esperarse. ¿Quieres probar el mío? —Tarik parpadeó ilusionado, pensando que sería un beso indirecto y luego recordó que había besado a Darren, esa misma tarde, y que ya era su novio, por lo que no necesitaba excusas para imaginar el roce de sus labios. Igualmente, recordar la sensación lo hizo tomar color en las mejillas y, de seguro, poner una expresión pervertida. —¿En qué diablos estás pensando? Sólo te ofrecí café.

 

—¡Sí quiero! —contestó, tomando la taza de sus manos y preocupándose de apoyar los labios exactamente donde creía que los de Darren estuvieron. —Está bueno —sonrió conforme. —¿Quieres probar el de chilli…?

 

—Ni por casualidad.

 

La inteligentísima respuesta que pudo dar Tarik fue interrumpida por su ringtone: una canción de Drowning Pool que le costaba muchísimo dejar de escuchar para contestar. —Let the bodies hit the... flooOOOOOR!—cantó a la par. —Hola papá. Eh… ¿era mi turno? ¿Seguro? Yo creo que te tocaba a ti. ¿Crees que sea necesario cenar todos los días…? Hay niños en África que… ¡OK, vale, voy! —cortó la llamada. —Bueno… resulta que olvidé que es mi turno de cocinar y Jecht opina que es razón para desheredarme, porque además me tocaba hacer las compras. Ahora, ¿qué tanto significa su herencia…? ¿Una tienda de discos que estará obsoleta en…?

 

—Tarik. Te llevo al supermercado y luego a tu casa. La familia es importante, podemos tomar café otro día —regañó Darren, tocándole la nariz al rubio. —Recuerda que estamos saliendo —agregó al ver esa tonta cara de cachorro pateado, que cambió de inmediato con sólo esas palabras. Tarik era demasiado honesto y expresivo.

 

Y Darren, a su manera, también. Cuando pasaron frente al mesero para salir del café, se acercó celosamente a Tarik y tomó su brazo, a sólo unos segundos de hacer un gesto tan infantil como mostrarle la lengua. Afortunadamente, un Hunt nunca perdía la compostura y se repitió eso, porque a veces era difícil.

 

Nuevamente en el automóvil, Tarik escogió la música que escuchar y estuvo un buen rato tocando guitarra en el aire antes de tener una brillante idea: —Oye, podrías cenar con nosotros. Como antes.

 

Si bien el peliverde apenas sonrió en aceptación, su corazón se aceleró. No podía evitar que la invitación lo hiciera sentir exactamente igual que cuando era pequeño y se emocionaba por ir a casa de Tarik, la cual siempre estaba llena de música y risas, pese a que eran sólo dos personas que la ocupaban. El padre de su amigo -a quien ahora tendría que referirse como suegro- le preguntaba cómo estuvo su día, lo ayudaba con las tareas y le sanaba las heridas cuando se raspaba jugando con Tarik. Le recordaba a su tío y a su madre, las personas que cuidaban de él, pero aportaba un carisma y una cercanía honesta y torpe que nadie en su familia biológica podría. Eso, sumado a lo mucho que Tarik lo divertía y hacía reír, hacía de esas cenas sus recuerdos más preciados.

 

—¿Entonces sí? —Darren asintió más marcado, sin querer hablar aún para poder guardarse lo que realmente sentía. —¡Genial! ¿Qué quieres cenar? Por favor algo fácil, considera que si pierdo un dedo en una receta difícil, The Sky Collapsers no logrará un disco de platino.

 

—Idiota —rió el peliverde, agradeciendo en secreto el cambio de tono con esa tonta broma. —¿Spaghetti y albóndigas?

 

Sí, el chico millonario que vivía en una mansión con 16 habitaciones, 10 baños, 4 mayordomos y 2 chefs profesionales, quería un plato tan simple como comprar pasta hecha y hacer unas bolas de carne con el aliño secreto de la abuela Presley (que, en realidad, era sólo ajo y pimienta).

 

—Bien. Eso lo puedo lograr. Entonces hay que comprar pasta, carne, salsa… —comenzó a enumerar en el aire Tarik.

 

***

 

Matthew Barker se paseaba por los pasillos de la escuela creyéndose Detective Conan -¿o Pikachu?-, intentando pensar como un criminal; uno que iba por ahí abriendo lockers ajenos y dejando grandes cantidades de dinero como un regalo. “L”, su nuevo némesis.

 

¿Sería correcto tratarlo de “némesis” cuando sólo le hizo un regalo…? ¡Por supuesto que sí! No tenía idea de qué tramaba esa persona. Quizás quería volverlo loco de ansiedad tratando de descifrar su identidad o se trataba de dinero robado y él sería cómplice si lo gastaba… ¿Era acaso el Joker de su Batman? ¿La Harley Quinn de su Batman? ¿El Riddle de su… Batman?

 

¿Por qué no podía pensar en otros cómics?

 

Debía encontrar a esa persona. Afectar su vasto conocimiento sobre villanos y superhéroes era una afrenta grave, que no quedaría sin ser vengada.

 

Si tan sólo tuviera alguna pista… ¿quién diablos querría dejarle dinero en el casillero? OK, todos los de la banda estaban descartados, ya había intentado ese ángulo sin tener resultado alguno y sentía que Darren le pondría una demanda si seguía insistiendo. ¿Alguno de sus amigos? PFFT. Matt no tenía amigos. ¿Una de sus hermanas? PFFT. Sus hermanas no tenían dinero. No estaría trabajando como loco si alguien en su familia tuviera algún ingreso así.

 

¿Acaso… su cliente…?

 

Algo distraído con esa última teoría, Matt no se dio cuenta de que Logan asomó parte de su rostro desde el escondite que tenía detrás de los lockers. Llevaba un buen rato siguiéndolo, pues lo veía nervioso y le preocupaba. Ni se le ocurrió pensar que la fuente de su estrés pudiera ser justamente su regalo, algo que quiso darle como una ayuda, y que estaba teniendo el efecto contrario.

 

Salió de sus pensamientos, sobresaltado, al sentir su celular vibrar y contestar sin mirar de quién se trataba.

 

—¿Hola…?

 

—¿Dónde estás? Tenemos que ir a ver las plantas.

 

—¿M-Matt?

 

El peliazul se giró a mirar alrededor al tener la sensación de que oía a su compañer cerca, preguntándose si habría sido su imaginación. —Sí… soy Matt. Oye, perdón por llamar. Debí escribirte. ¿Quién llama en estos días…?

 

—N-no sé… uhm… voy para allá —susurró el chico, haciendo todo lo posible porque Matt no notara que lo estuvo siguiendo.

 

—Vale, te veo en el invernadero —cortó y se quedó mirando su celular. —En serio… ¿acaso soy mi tío? —se quejó en voz baja, algo avergonzado de estar tan distraído como para sólo apretar el botón de llamada junto al número de contacto de “Hayden (compañero de laboratorio)”. Afortunadamente el chico era muy amable. Negó con la cabeza y comenzó a caminar hacia el invernadero, haciendo un gran esfuerzo por ignorar la sensación de que todos lo miraban y cuchicheaban entre ellos sobre la gran broma (¿sería una broma?), que de alguna forma aquello se sabía y era algo de lo que reír.

 

En defensa de Matt, sí lo miraban al pasar, pero no porque pudieran leer su mente y supieran exactamente qué lo preocupaba, sino porque se estaba volviendo popular. Aunque el peliazul lo negara, la adolescencia estaba haciendo maravillas por su altura y musculatura, dando un excelente soporte a un rostro que ya era agradable, y presentándose a los demás como el bajista de una banda, su pocas capacidades sociales y esas expresiones de molestia comenzaban a construir un personaje misterioso que resultaba atractivo. Así que sólo era una atención positiva a la que no estaba acostumbrado.

 

Por otro lado, sí había alguien que lo seguía y ese era Logan, manteniéndose a unos cuantos metros para no ser descubierto, ni tampoco llegar tarde a su encuentro. Tuvo la precaución de esperar unos segundos antes de entrar y la suerte de que su corazón latía tan fuerte que respiraba agitado y parecía que hubiera corrido para llegar allí.

 

—H-hola… —murmuró, bajando un tanto la bufanda que le cubría hasta la nariz. —Uhm… ¿M-Matt? —llamó un poco más fuerte, en vista de que el chico continuaba dándole la espalda. Tuvo el impulso de acercarse y tocarle el hombro, con lo que logró sobresaltarlo. —¡Lo siento!

 

—Ah, no, perdón… Estaba pensando en algo. ¿Empecemos? Hola.

 

—Hola…

 

Dejaron los bolsos sobre una mesa y tomaron el equipo, que constaba de una bata y guantes para no ensuciarse con la tierra de las plantas. Ambos eran personas calladas y diligentes -Ravenclaws, si es que quisieran ponerse técnicos-, pero Logan seguía preocupado por Matt y tenía la sensación de que aquel no era el silencio cómodo de dos compañeros de laboratorio que sabían exactamente qué hacer. Nunca había podido juntar valor para hablarle… ¿sería ese el día?

 

—M...Matt —se esforzó por no tartamudear. —¿Estás bien?

 

Apenas se escuchó a sí mismo, se arrepintió de hablar. ¿Por qué se entrometía así en la vida de alguien más? ¿Por qué creía que Matt le contaría sus problemas? Era sólo un… un maldito stalker. Y Matthew era un chico confiado, seguro de sí mismo, con su propio grupo de amigos y una carrera prominente en la música, nunca necesitaría de un inútil como él para sentirse mejor o solucionar sus cosas. Tenía ganas de ir a tirarse un pozo…

 

—Sí —contestó Matt. —Disculpa, no tengo ganas de hablar.

 

Logan sintió que se quedaba sin aire. —S-sí… d-disculpa… o sea…

 

—Es que de verdad no entiendo. La vida, ¿te das cuenta? Un día estás sacando las cuentas en tu casa de todo lo que tienes que pagar y tratando de determinar qué tan importante es un campamento escolar versus reunir dinero para la universidad. Metas a corto y largo plazo, ¿no? Y eres el único que ve esas cosas, porque a ellas qué les importa, quieren todo ya, y al final hay que no sé, proteger su infancia, aunque ya tengan 13 y 15 años y yo fuera mucho más maduro a su edad. Pero da igual, logras hacer calzar los números y además hubo un ingreso extra, entonces parece que con esfuerzo puedes conseguirlo. Es justo, está bien. ¿Entiendes?

 

El pelinegro parpadeó, sorprendido de escuchar hablar tanto a Matt, además de recibir esa cantidad de información y no entender absolutamente nada. —Sí. Entiendo.

 

—Y de pronto, ¿qué? ¿Llega del cielo otro extra? ¿Un extra más grande? ¿Por qué? ¿Qué hago con eso? ¿Lo guardo para tomar una decisión consciente o debiera dejarlo en algo superfluo que seguramente me hará sentir mal para el resto de mi vida y termine intentando ser una decisión adulta?

 

Entonces Logan se dio cuenta de lo que hablaba Matt. Era el dinero y le desesperaba la idea de que lo rechazara, porque sabía que algo debía estar pasando dentro de su familia para que corriera de trabajo en trabajo y anduviera tan cansado siempre, por eso quiso ayudar. Y ahora mismo, se encontraba con la oportunidad de darle su opinión de frente.

 

—Uhm… Pues… S-si es otro extra y ya tenías todo bajo control… Algo superfluo, ¿no? No deberías... sentirte mal. La… uhm… la felicidad también es importante…

 

—Puede ser —reconoció Matt, pasándose una mano por el cabello. Fueron unos segundos hasta que pareció volver en sí. —Eh… disculpa por soltarte todo esto.

 

—¡Ah, no, está bien! ¡Yo pregunté! —se apresuró a decir. Matt rió suave. Logan nunca lo había visto con una expresión así.

 

—Es fácil hablar contigo. Bueno, comencemos con esto, según el profesor… — Mientras Matt le daba la espalda para revisar sus notas, Logan se cubrió el rostro nuevamente con la bufanda, sintiendo el rostro acalorado.

 

***

 

En el supermercado, Tarik y Darren se manejaban como una parejita de recién casados, llevando el carrito, con el rubio metiendo cosas innecesarias y Darren sacándolas a la par de un regaño bien puesto, y conversando sobre su vida cotidiana y qué estarían haciendo los demás integrantes de la banda. Iba todo perfecto hasta que oyeron un comentario a sus espaldas.

 

—Qué lindo se ven el rubio y su novia.

 

Algo aparentemente inocente, de unas personas que pasaron y apenas les dedicaron una mirada. Darren usaba el cabello largo y tenía una silueta delgada, no era tan raro que cometieran ese error, le pasaba bastante de pequeño, pero no quería decir que fuera capaz de aceptarlo.

 

—¿Me confundió con una chica?—masculló, enfadado.

 

—No, te vio rubio. ¿Cómo podría alguien confundirte? —contestó Tarik, acercándose a besarle la cabeza, lo cual Darren contestó con un empujón de la cadera y una pequeña risa.

 

—Eso debió ser.

 

Era difícil mantenerse molesto cuando Tarik era tan idiota y lo hacía reír con tanta facilidad. Tendría que ignorarlo cuando estuvieran con la banda para que no lo hiciera perder su autoridad de manager… y pensar en eso lo hizo tener una duda, por lo que miró a su nuevo novio de reojo.

 

—¿Te dijeron algo los chicos por…? —hizo un gesto con la mano señalándolos a los dos.

 

Tarik sonrió. Adoraba ese gesto que los involucraba como diciendo “nosotros”. —No sé, no he revisado mi teléfono… —lo sacó de su bolsillo mientras esperaban en la fila para pagar. —Dexter envió un audio…

 

Ambos tuvieron que cubrirse los oídos y el volumen ni siquiera estaba al máximo. —¡¡FELICITACIONES, LOS AMO, SON MI OTP, INVÍTENME A SU MATRIMONIO, QUIERO SER PADRINO DE AMBOS Y NO PUEDO ESPERAR PARA VER A SUS HIJOS, OJALÁ SAQUEN EL APELLIDO DE TARIK Y TODO LO DEMÁS DE DARREN!!

 

Toda la gente los quedó viendo y ellos mismos intercambiaron una mirada, con la cara algo roja. Luego rieron levemente incómodos, pues era muy, MUY pronto para considerar todas esas cosas y Dexter era un tarado, no había nada más que decir.

 

—Eh… Alex dice que nunca dudó de nuestro muy puro amor que es como un manantial en que desciende el río del romance y… aaah, no puedo seguir leyendo. ¿Por qué nos rodeamos de esta gente?

 

—Matt dice que congratz —leyó entonces Darren, de su propio celular.

 

—¿Te escribió a ti? ¿Directo? —frunció el entrecejo.

 

—Sí. ¿Por qué?

 

—Por nada. Me parece genial. Simplemente genial. Mira qué bien.

 

Darren rodó los ojos. Fue su turno para pasar a la caja, así que la conversación quedó hasta allí, pero se aseguró de tomarle la mano a Tarik cuando emprendieron el camino al estacionamiento, un gesto pequeño en el que pudo notar perfectamente que el ánimo de su pareja mejoró de inmediato. No le agradaba que el rubio fuera así de celoso, lo del mesero en el café era una estupidez; estar celoso del bajista de su banda podría traer problemas e imaginaba que sería una amenaza constante y… ¿dolorosa? Suponía que una consecuencia de pasar 10 años enamorado sin ser correspondido.

 

Bueno, si Darren escribiera la historia, diría que no era tan así como absolutamente no correspondido, pero podía entender que en la perspectiva de Tarik las cosas fueran diferentes. No sería algo que olvidara pronto.

 

Aparcó el automóvil en el garage de los Presley, volviendo a tener ese sentimiento de nostalgia. Su casa estaba prácticamente igual. Capas de pinturas más, el pasto menos verde de lo que recordaba… Y casi todo en el mismo lugar. Sintió nervios y ansias al oír las llaves de Tarik y abrir la puerta trasera, entrando directo a la cocina con las bolsas que traían. Sus ojos se fueron al hombre sentado a la mesa tras una pila de vinilos.

 

—Hey, ya traje comida —anunció Tarik. —Y un invitado. ¿Recuerdas a Darren?

 

Jecht, el padre del rubio, levantó la mirada con cara de sorpresa. —¿Cómo olvidarlo? Hablas todo el día de él —bromeó. Se puso de pie y se acercó a tenderle la mano. —Hola Darren, ¿qué haces por aquí? ¿Perdiste una apuesta?

 

—¡Vino por su propia voluntad! ¡Y no hablo tanto de él!

 

—Hola, Sr. Presley —pronunció el peliverde, estrechando su mano, ocultando una risita. —Digamos que… es por los viejos tiempos. Gracias por recibirme.

 

—Esta siempre será tu casa —le recordó el hombre.

 

Si bien fue un intercambio corto, Darren se sintió muy bienvenido, como si nunca hubiera dejado de participar en esas comidas. Aún esa relación estaba a prueba, supuestamente, dependiendo de si Tarik podría mantenerse fiel, así que prefirió no mencionarlo. Asumió que el guitarrista opinaría lo mismo, pues tampoco sacó el tema frente a su padre.

 

—Bueno, los dejo. Estaré en la sala de estar si me necesitan —avisó Jecht, quizás intuyendo que los chicos preferían estar a solas.

 

Sin embargo, se detuvo en la puerta de la cocina y vio a Darren una vez más. —Por cierto… ¿cómo ha estado ese tío tuyo? ¿Todo bien?

 

—Viajando mucho, como siempre. Hace poco me vino a ver, acaba de cerrar un negocio muy grande en Asia —contó con orgullo. Jecht murmuró un “me alegro” antes de salir.

 

—Eso me recuerda que solían llevarse bien —comentó Tarik, amarrándose un delantal a la cintura. —¿Habrán dejado de hablar?

 

—Seguramente —contestó Darren, haciéndole un gesto al rubio para que se girara y poder atarle bien el delantal, pues no lo estaba logrando por sí mismo. —Se habrán distanciado. Mi tío es muy cariñoso y preocupado conmigo, pero su carrera es primero. Ni siquiera ha podido formar familia aún, se la pasa trabajando. Debe ser difícil para él mantener amistades.

 

Tarik tenía la sensación de que fue más que una amistad lo que su padre y Lionel Hunt compartieron, pero prefirió dejarse sus conjeturas para sí mismo.

 

—Dime en qué te ayudo.

 

—Podrías poner la mesa.

 

Fue una agradable sorpresa para Darren darse cuenta que recordaba dónde estaba cada cosa. Sonrió para sí mismo y comenzó a colocarlas en la mesa rápidamente. Claro, parte de su vida había sido pactada según los preceptos de los Hunt, que contaban en parte de incansables lecciones de cómo ser el esposo perfecto, las cuales quedaron en evidencia estando allí. Puso el plato y dos vasos por persona, además de los cubiertos en direcciones específicas y las servilletas en origami de cisne.

 

Al volver a la cocina, se acercó por la espalda de Tarik y lo apretó de la cintura, moviéndolo un poco cuando en la televisión de la sala se oyó la música electrónica de un comercial. El rubio rió y se giró hacia Darren, colocándole los brazos extendidos en el cuello, pues tenía las manos sucias.

 

—¿Quieres bailar? —preguntó con una sonrisa.

 

—Podemos aprovechar hoy por ser el primer dia, mañana no te dejaré tocarme —le recordó con humor, apretando más su cintura para verlo de cerca. Le gustaba el Tarik casero, ese que podía ponerse un delantal y cocinar. ¿Sabría limpiar también? Es decir, no que lo necesitara cuando estuvieran juntos -tendrían sirvientes para eso-, pero la idea de que trabajara arduo para su casa le gustaba.

 

Tiró ligeramente del piercing en el labio inferior del rubio y se lanzó a besarlo profundo, metiendo la lengua incluso. Las veces que se imaginó a sí mismo saliendo con Tarik también se había preguntado cómo podría sentirse el piercing de su lengua, ¿sería excitante? ¿Raro? Al poco rato de iniciado el beso, tuvo su veredicto: diferente de una muy buena manera, llegando a lo placentero. Lo que Darren no sabía aún era que Tarik tenía otros piercings escondidos en… zonas de su cuerpo que normalmente estaban cubiertas. Ya tendría ocasión de conocerlos, ese sábado si es que todo salía bien.

 

Por su lado, Tarik estaba sintiendo la lengua de Darren por primera vez en su vida y sintiendo que era la octava maravilla del mundo. ¿Sería un mal momento para quejarse de la restricción...? No sabía cómo estaría cuatro días más sin eso y luego... ¿cuatro semanas? Tenía que disfrutar mucho ese desliz de Darren y contestar al beso con todas las ganas que se podían acumular en 10 años de enamoramiento. Eran bastantes.

 

Darren se percató de lo intenso y desesperado que se estaba volviendo el contacto, al punto de que consiguió sacarle un leve gemido. ¡Un beso! Nada más que un beso lo había hecho sonrojar y respirar agitado. Entreabrió los labios para captar el aire que le faltaba y miró a Tarik con una expresión casi sorprendida. Se preguntaba si el malo de la película no era él mismo por haberle negado tanto tiempo eso y si no había sido cruel consigo mismo, porque ese beso le encantó.

 

—Tarik, yo… —murmuró, volviendo a acercarse lentamente a él. Tarik no perdió la oportunidad de colocarle las manos en las caderas y buscar cómo atraerlo nuevamente. Sin embargo, a Darren le llegó el aroma del perfume del rubio y otro más, ¿qué sería...? —...comida.

 

La cacerola donde estaban los fideos comenzó a rebalsar. Vaya cliché forma de terminar un momento tan bueno.

 

—Mierda —masculló, separándose para apagar rápidamente la cocina, al tiempo que con la otra mano tomaba la olla para ponerla en el lavaplatos. Al menos no había sido algo peor, pero sí, el momento estaba arruinado. —Mejor pongo atención aquí... lo siento.

 

—Adelante —accedió el peliverde, alejándose para apoyarse en un mueble cercano y dejarlo reunir concentración.La verdad, la situación le causaba gracia, como esas tontas películas románticas donde los personajes estaban tan perdidos uno por el otro que podía haber un caos alrededor de ellos y no lo notarían.

 

No era que Darren estuviera perdidamente enamorado de Tarik como Tarik parecía de él, pero sabía que lo quería muchísimo, que no deseaba que se alejara. Por eso le dolía que fuera tan descuidado consigo mismo y en lo que pensaba en aquel entonces, que intentara arrastrarlo a su lista de romances casuales como muchos otros. Ahora sabía que no era así, que pese a sus amoríos, por alguna razón el rubio lo amaba, y lo amaba mucho... Podría luchar cuánto quisiera contra eso, pero, ¿podría ganar?

 

Lo dudaba.

 


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