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Las puertas que no deben abrirse, no pueden cerrarse por BocaDeSerpiente

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"En caso de visita de Ron y Hermione…"

Luego de un almuerzo de lo más variado (comida tan elegante que no podía ni pronunciar el nombre, hasta una selección de tartas de melaza, que, por lo que pudo ver, sólo eran probadas por Lily y él), Narcissa los acompañó a una de las chimeneas. Cuando la observó besar las cabezas de sus nietos, uno a uno, Harry estuvo seguro de que no podría volver a verla como una mujer superficial y repugnante; había demasiada alegría y adoración en su rostro, cuando escuchaba a las niñas hablar y James le daba un abrazo flojo, para que así fuese.

La mujer incluso le dio un beso en la mejilla a él, que aturdido y avergonzado, casi se olvida de cómo debía gritar para ser llevado a la casa de su versión adulta.

Tan pronto como salió de la chimenea, encontró a Cissy, convenciendo a su hermana de quién sabe qué (sólo tenía que ver sus caras para saber que ella le susurraba algo y Lily le daba la razón), y a James con la cabeza echada hacia atrás, los ojos en el collage de fotos. Mientras oía los pasos apresurados de las niñas por la casa, se paró a su lado, y observaron juntos las fotografías por unos momentos. Luego sintió una pequeña mano en la muñeca, que jaló para capturar su atención.

—Incluso si sale mal, papá va a volver, ¿cierto?

Harry enseguida le aseguró que sí, recordándole que su papá no dejaría a ninguno de ellos, hecho del que se convencía cada vez más. Y para su sorpresa, que ese conjunto incluyese a Draco, sonaba un poco menos descabellado que cuando despertó allí.

Cuando logró calmarlo, de alguna manera, se vio envuelto en los juegos de los tres. James resultó ser fanático del Quidditch (lo único en lo que no estaba de acuerdo con su padre, le confesó con una risita, era que pensaba que Irlanda tenía un mejor equipo que Bulgaria), y en su escoba de prácticas que no ascendía más de dos metros y medio, podía maniobrar por toda la casa y perseguir a sus hermanas. Harry era invadido por una mezcla de orgullo demasiado grande, teñida con preocupación paternal, que lo hacía estar más que atento a cada movimiento, en caso de que le sucediese algo.

Acababa de envolver un brazo en torno a Cissy, desde la escoba, y alzarla en el aire, mientras James perseguía a una escurridiza Lily, cuando escucharon la chimenea. El niño se olvidó por completo del juego, casi saltando de la escoba para correr a recibir a Malfoy, y Lily también se movió rápido.

Harry intercambió una mirada con Cissy, colgada de su brazo, que apenas tenía aliento por la risa que soltó al ser cargada, y luego la subió a la escoba, delante de él, donde podía tenerla en medio del resguardo de ambos brazos. Volaron juntos, sin prisas, hacia la sala donde estaba conectada la red flú.

Nada más llegar, se percató de que Malfoy ya tenía a Lily en brazos, y a James pegado a un costado. La pequeña le envolvía el cuello y enterraba el rostro en su hombro, mientras el niño tenía la cabeza levantada para verlo, la barbilla presionada contra su torso, y recibía caricias en el desordenado cabello, a medida que le hablaba con una sonrisa.

Cuando los notó, besó la mejilla de Lily y la devolvió al suelo, para a cambio, pasar a sacar a Cissy de la escoba y cargarla, dándole un beso a ella también. La niña susurró algo en su oído, que lo hizo asentir y bajarla. James continuaba pegado a él; no le sorprendía.

Malfoy tomó con ambas manos el extremo de la escoba y tiró, y Harry, de pronto, se vio deslizándose hacia él. Volar era la única forma en que conseguía mayor altura que el otro hombre, por lo que este lo miraba desde abajo. Intentó no estremecerse. En serio lo intentó. Las emociones del Harry adulto era un desastre de calidez, alegría, cosquilleos y ganas de reír.

—¿Qué tal te va con la tortura de una mañana sin el ser más maravilloso que conoces? —Canturreó, en un tono divertido, haciendo un gesto que, por supuesto, señalaba hacia sí mismo. Le guiñó. Harry sentía que se le había olvidado hasta cómo respirar, ¿de verdad tanto le afectaba a su versión mayor?

Sin darse cuenta, se encontró riéndose por lo bajo, a la vez que sacudía la cabeza. Las palabras brotaron solas.

—Estaba siendo muy tranquila, hasta que llegaste tú. ¿Y ese ser maravilloso…? —Ladeó la cabeza. Malfoy debió leer sus intenciones, porque acababa de entrecerrar los ojos— ¿lo dejaste en el camino o qué?

Lo observó abrir la boca, en una expresión indigna, que era demasiado dramática, incluso para él.

—Tú eres muy, muy, malo —Protestó, dándole golpecitos sin fuerza bajo el mentón con el índice, en una secuencia de palabra-toque-palabra-toque.

Harry no lo pensó, eso estaba claro. Su cuerpo se inclinaba hacia adelante solo, las manos aferrándose a la escoba para mantener el equilibrio, buscaba algo sin saber qué era. Sin querer reconocer qué era.

Acababa de rozar los labios de Malfoy cuando una fuerza apenas perceptible presionó su torso y lo apartó. Ojos grises, sorprendidos, parpadearon hacia él. Supuso que tenían expresiones de idéntica estupefacción, cuando bajaron la cabeza para descubrir a James metido en medio de ambos, apartándolos con las manos, ruborizado y con un puchero.

Le llevó un momento entender lo que ocurrió. Para ese entonces, Draco -no, Malfoy- ya se había agachado para preguntarle si algo andaba mal.

El niño le dirigió una mirada extraña, luego comenzó a hacerle preguntas a su padre, a las que luego se unieron las niñas. Antes de que pudiese notarlo, Malfoy era abarcado por los tres pequeños, arrastrado lejos de él.

Su esposo -el de su versión adulta, se recordó- lo miró por encima del hombro al salir de la sala, con una risa silenciosa y una seña con que pedía que los siguiese. Harry lo hizo, bajándose de la escoba en movimiento.

Resultó que, cada vez que Malfoy se perdía una hora de juegos por culpa de la botica, llegaba a casa con una poción "misteriosa" en la túnica. Los llevaba al laboratorio amplio que tenían en el sótano, a un mesón desocupado, y causaba una reacción mágica para ellos. La de ese día, consistió en una explosión rosa y púrpura, que desprendió chispas que se convirtieron en mariposas en el aire, y se desvaneció en forma de pétalos sobre la mesa; Lily daba saltitos y chillaba, Cissy y su hermano aplaudían y hacían preguntas.

Harry se sentía embelesado mientras veía a Draco inclinarse sobre la mesa, explicándoles con gestos exagerados a sus hijos, acerca de la poción. Quiso creer que era únicamente efecto de lo que sentía el Harry adulto. Sí, eso debía ser. ¿Por qué él se sentiría así por Malfoy?

Después de abandonar el laboratorio, se dispersaron por la casa para dejar que Malfoy se cambiase por algo más cómodo. Alrededor de una hora más tarde, Harry estaba en la sala, intentando averiguar cómo es que se le hacía una trenza a una muñeca, bajo las indicaciones nada precisas de Cissy y Lily, mientras oía el murmullo de voces de su esposo e hijo, en un salón al final del pasillo. Aparentemente, James recibía las lecciones sangrepura y sobre el manejo de su don, directo de su padre.

Cuando intercambiaron lugares, Harry ya estaba exhausto, y agradeció que el niño fuese lo bastante tranquilo para dedicarse por un rato a revisar su colección de cromos de chocolate, antes de comenzar a exigir su atención también. Desde el salón, lo que llegaba de parte de Draco y las niñas tenía más similitud a una plática sencilla que una clase; supuso que era su manera de tratarlas por la edad, ya que le pareció escuchar un par de términos que no habría usado en una conversación cualquiera, y a Cissy preguntar varias veces.

De manera oficial, no tenían más lecciones, por ese día, alrededor de las cuatro. Harry se sintió como si una avalancha fuese hacia él, cuando en el sofá que compartía con James, observó a las niñas correr a su encuentro. Un momento más tarde, estaba tirado bajo el peso de las dos, y Malfoy se reía, disimulándolo poco detrás del dorso de una mano.

Y Harry pensó que le agradaba. Que sí, podía vivir así.

Todavía abrazaba y besaba a las niñas, una a cada lado, cuando la chimenea volvió a emitir humo verde. Él se tensó.

Fue tan rápido, que no lo hubiese notado, de no haberse puesto en alerta de inmediato; Malfoy giraba la muñeca, la varita se deslizaba fuera de su camisa y encajaba en su mano, y caminaba hacia el recibidor. En una fracción de segundo, tras comprobar de quién se trataba, ya tenía la varita guardada en alguna parte, y extendía los brazos para sujetar las manos de una Hermione sonriente, que le besó la mejilla.

Harry creía que, probablemente, acababa de descubrir una de las actitudes del Draco Malfoy adulto que hacía que llevasen doce años casados y todavía se deshiciese en un contacto. Pero dejó a las niñas en el sofá, sacudió la cabeza, y se negó a pensar que comenzaba a entender, porque aquello implicaría una introspección para la que no estaba listo.

Detrás de Hermione, que cumplía un papel de tía perfecta al abrazar y colmar de alabanzas a James, tan pronto como puso un pie en la sala, estaba Ron. Harry tragó en seco al verlo detenerse frente a Malfoy, de brazos cruzados, y con la boca torcida hacia un lado.

Se temió lo peor cuando abrió la boca.

—Comadreja —Malfoy acababa de colocarse una mano en la cadera, y utilizaba ese tono desdeñoso otra vez, acompañado de una sonrisa ladeada—, siempre tan…tú. Quita esa cara o te saldrán arrugas, no, espera —Se llevó una mano a la barbilla, a la vez que fruncía un poco el ceño—, a los gnomos no le salen arrugas, ¿cierto?

Observó a Ron estrechar los ojos.

—Quién sabe, ¿por qué no nos cuentas si te salen, Malfoy?

El aludido se tocó la cara, presionando con cuidado la pálida e impoluta piel, de forma teatral.

—Aparentemente, no. Sigo tan encantador como el día en que nos conocimos.

—Que no es mucho…

—Me extrañarías si no estuviese con Harry —Dio por finalizado el extraño intercambio, dándose la vuelta, con aires de sabihondo—, no tendrías a quien gritar ni con quien jugar ajedrez, Weasley.

—¿Qué sería de mí? —El otro hombre rodó los ojos, pero le palmeó el hombro al pasarle por un lado, y luego abrazó a un aturdido Harry, que esperaba un duelo a muerte, gritos, tener que alejar a los niños y pedir auxilio a Hermione. Algo como lo que solía ocurrir entre ellos, más o menos.

En medio de los saludos e intercambios, vio a su amiga negar con una sonrisa.

—Son imposibles —Hermione se encogió de hombros, en cuanto oyeron a Ron llamarlo "hurón" e iniciar una disputa sin sentido, porque le dijo "huroncín" a James, y el niño parecía más bien satisfecho con la comparación. Harry no estaba seguro de que fuese un cumplido, pero tampoco si podía tomarlo como un insulto.

Antes de ser arrastrado por una conversación de la que no entendía nada, se excusó para escabullirse de ahí por unos segundos, y se perdió escaleras arriba. Sólo sacó el fajo de papeles de su bolsillo cuando estuvo en la seguridad del aislamiento, buscando entre las cuartillas.

"En caso de que Ron y Hermione te visiten: lo que debes saber es que están casados, tienen dos hijos, Rose y Hugo, que estudian en una escuela muggle, y los dos aún son tus mejores amigos. Desde que Hermione comenzó a ser amiga de Draco, tienes que ponerte del lado de Ron más seguido, o serán tres contra uno y armara un escándalo. Y no querrás eso, créeme.

Deja que se concentren en los niños, sígueles la corriente. Notarás que los años no cambian ciertas cosas."

Bueno, eso no era de mucha ayuda. Acababa de guardar los pliegues, cuando se topó con Lily, que iba camino al baño y le pidió bajar la tapa por ella, para no ser 'tragada por el señor excusado', y que esperase al otro lado de la puerta. Harry cumplió su papel de guardián y regresó a la sala, tomándola de la mano y escuchando una historia sobre hadas, que no sabía de dónde se había inventado, pero le hacía reír.

En el sofá que antes ocupaba, Hermione ahora tenía a Cissy en el regazo, permitiéndole jugar con su cabello, mientras mantenía una conversación con Draco, que estaba en el sillón opuesto, con James recostado en su pecho. Ron, junto a su esposa, comía sin cuidado unas galletas, a la vez que le hacía muecas divertidas al niño, causando que este enterrase el rostro en la ropa de su padre, para acallar la risa y no interrumpir la conversación de los adultos.

Lily se zafó de su agarre para lanzarse sobre Ron, saltando al subirse a sus piernas y quitarle unas galletas, y aquello hizo que volviesen la atención hacia él también. Harry procuró caminar con normalidad hacia el sillón que quedaba desocupado, donde se sentó.

Después de un segundo de silencio y un intercambio de miradas del que no fue partícipe, Hermione y Malfoy retomaron su plática, sobre un asunto del Ministerio, por lo que pudo oír, y Ron continuó apartando sus galletas de la niña, que le pedía ayuda a sus hermanos para tomar unas. Estaba tan sumido en la manera en que Cissy y James fueron sobre Ron también, y él batallaba con el peso de tres niños -uno en la espalda, y las niñas entre el cuello y un brazo-, para que no le quitasen la comida, hasta que se tiró a un lado del mueble y fingió estar muerto, de una forma que era exagerada hasta para él, que dio un brinco cuando sintió un tacto en la mano que tenía sobre el reposabrazos.

Giró la cabeza enseguida. Malfoy, sin mirarlo y sin dejar de atender a la mujer, había deslizado una mano por debajo de la suya, y entrelazaba sus dedos sin prisas, el pulgar acariciándole el dorso en el proceso. El estallido de calidez lo dejó sin aliento.

Y mientras sus mejores amigos jugaban con sus hijos y hablaban con el hombre con que se casó, por algún azar del destino, y Draco le sostenía la mano y se volteaba para hacerle comentarios más personales, de esos que sólo alguien que te conozca bien podría hacer, o pedirle una opinión, Harry sintió que su propia comodidad se mezclaba con oleada tras oleada de alegría, afecto y paz de su versión adulta.


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