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Cosas de adultos ||Sterek|| por Dark_Ness

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El invierno era la mejor estación para celebrar las cosas buenas.

Derek, como miembro del equipo justiciero, tenía el arduo trabajo de vigilar y tratar de mantener el orden público durante todo el tiempo de duración de las fiestas. El sheriff había sido muy claro cuando exigió las calles libres de cualquier tipo de persona alcoholizada, en especial si esa persona conducía un automóvil.

Era un trabajo tedioso, pero tenía su gloria en ciertos aspectos. Más que todo cuando estaba en su tiempo libre y podía disfrutar de su trabajo bien hecho.

Sin embargo, las jornadas serían muy duras a partir del siguiente fin de semana.

— ¿Irás a cenar a la casa? —Stiles preguntó mientras se desprendía el suéter. A pesar de que en Beacon Hills no caía nieve como en todos los demás estados del país, el invierno era famoso por la gran decaída de temperatura y el frío que afloraba entre los árboles— Prepararé la receta de mamá...

En estos días Stiles estaba un poco tenso y decaído. La carta de la universidad había llegado, sólo que no de la universidad que quería en un principio; por lo que estaba notablemente contrariado. Él había enviado varias solicitudes a al menos cuatro universidades distintas; de las cuales dos quedaban dentro de Beacon Hills, teniendo la esperanza de ser aceptado en una de esas como mínimo ya que, las otras dos, estaban dispersas en el país. Stiles solamente envió solicitudes a San Francisco y a New York para no dejar espacios en blancos y aliviar la conciencia de sus padres en lo que respectaba a optar por todas las herramientas posibles; y en secreto, se había postulado al puesto de reclutamiento en Quántico para el nuevo año de entrenamiento de agentes del FBI.

Eso último lo descubrió Derek cuando recogió la correspondencia de Stiles en la oficina de envíos postales nacionales. Él quedó tan sorprendido por ello que no tuvo palabras para expresarse.

Eso le recordó bastante aquellas ocaciones en donde Derek le explicaba lo que conllevaba realizar el entrenamiento intensivo para entrar en las instalaciones policiales. Stiles entonces tendría cerca de catorce años y estaba tan entusiasmado por escuchar las anécdotas de Derek que le repetía incansablemente lo mucho que esperaba terminar siendo un agente del FBI. Derek solamente sonreía y le decía que no era tan fácil como esperaba.

Después entonces vino la medicina y Stiles dejó el tema de lado.

Y entonces Derek que tenía en sus manos la acepción de Stiles en la academia, se preguntó que tanto tendría Stiles guardado dentro de sí que no le comentó a nadie más.

Por lo que, Stiles estaba en una enorme encrucijada.

¿Reclamar el cupo de San Francisco para estudiar medicina, o irse a Quántico para optar por el entrenamiento de agente del FBI?

—Podemos hacer una cena familiar en conjunto —respondió Derek mientras analizaba el comentario. Una sonrisa tímida apareció en el rostro de Stiles. Después de la escena en la casa Hale, muchas cosas se hablaron y se solucionaron; ahora pues, era mucho más fácil hablar sobre tema abiertamente—. Cora regresa una semana por el descanso de la universidad y me matará si hacemos una cena sin ustedes.

— ¿Cómo le va en la universidad? —preguntó Stiles con una sonrisa triste. Derek redujo la distancia y atrajo a Stiles a un abrazo. Su chico estaba tan tenso como las cuerdas de un violín.

—Amor, ya hablamos de esto. No hay nada de malo en elegir cualquiera de las dos opciones disponibles que tienes. O si quieres, podemos pagar...

Stiles negó mientras se separaba de Derek.

Ahí se iba otra charla más.

—No haré que mi papá pague la universidad cuando ya tengo un cupo asignado —su voz fue firme y final—. Sabes que no tengo problema en estudiar en la distancia. Es sólo que...

—Sí. Lo entiendo.

Ahí estaba también la razón por la cual Stiles estaba decaído.

Claudia estaba mal.

Ella desde hace tiempo venía sintiéndose muy mal. La tos cada vez era más fuerte, al igual que sus dolores de cabeza.

Desde hace unos años Claudia enfermó gravemente. Comenzó con una pequeña gripe que no curó adecuadamente, la cual derivó más tarde en una neumonía, debilitando cada día más su sistema inmunológico.  El médico, no obstante, les había confirmado que no era algo de lo cual preocuparse puesto que aún no había mutado a algo más grave y que aún podía  curarse con una correcta medicación.

Pero Claudia tenía historia clínica en su familia; y más temprano que tarde esa neumonía pequeña terminó desencadenando algo más oscuro y aterrador que se camuflaba a la perfección entre las células dormidas.

Stiles recordaba muy bien el peso de la palabra cáncer. Era tan simple como seis letras y tan peligrosa como el veneno de una serpiente cascabel. Recordaba a la perfección ese vacío y doloroso hueco que se formó en su estómago cuando un nuevo especialista leyó los exámenes que Melissa había analizado con anterioridad; la forma en como su mirada se tornó en una llena de tristeza y como su voz entonó cada letra de las disculpas con una absoluta solemnidad.

Lo menos esperado, cabe destacar, fue la reacción tranquila de Claudia. Ella ya sabía que había algo mal dentro de su cuerpo, como un pequeño recordatorio de que todo caduca tarde o temprano dejándole simplemente la estela de la vida que ya pasó. No lloró en ningún momento, ni entró en histeria. Tan solo asintió y preguntó cuánto tiempo le quedaba.

Y ahora, que el tiempo parecía estar llegando a su fin, Stiles no quería separase por ninguna circunstancia.

—Estoy seguro que Claudia no quiere que te quedes esperando sentado en la esquina de su cama hasta que llegue ese momento —Derek susurró con cuidado. La mirada de Stiles se iba de un lado a otro menos a los ojos de su novio—. ¿Lo sabes, verdad?

Stiles asintió.

Caminó hasta la cocina del loft mientras que Derek suspiraba. El invierno generalmente era sinónimo de calma y frío, lo cual uno esperaba que fuera de esas positivas que aprovechaban las personas para juntarse y agarrar calor cuando más lo necesitaban; pero el lado contrario de la moneda no era igual de bonita y amable. Derek reconoció que la mayoría de las veces parecía estar en el lado contrario de la moneda.

Esa vez no se veía diferente de las usales.

—Ahora quiero hacer esa cena con más intensidad. Mamá estará feliz de vernos a todos en el comedor, aunque no sé si logremos entrar todos en la sala.

—Siempre podemos comer en el patio trasero y mirar las estrellas.

—O podemos mirarte a ti, que es casi lo mismo.

Y con una sonrisa, Stiles se subió las mangas hasta el codo para cocinar la cena.

Derek estaría más que feliz de hacer sonreír a su novio en los momentos que más lo necesitara.

***

Cuando el sheriff detuvo a Derek en uno de los pasillos de la estación, automáticamente supo que algo no iba bien. Contraria a la opinión popular, John Stilinski era alguien abierto que fácilmente una persona podía leer; siempre y cuando, claro está, tuvieras cierta familiaridad con sus gestos y expresiones.

Derek tenía toda la familiaridad del mundo gracias a los años de servicio que llevaba ejerciendo; y por supuesto, gracias a Stiles también.

— ¿Sucede algo, sheriff? —Derek mantuvo la calma por su bien, a pesar de su presentimiento. De antemano sabía cómo lidiar con las situaciones tensas en la mayoría de sus veces.

John suspiró. Se notaba lo cansado que estaba desde lejos. Incluso Stiles estaba cansado de muchas cosas que no eran frecuentes padecerlas a su edad; pero las cosas no iban tan bien como los Stilinski lo hacían parecer. La mirada azulina y entristecida de John le dio a entender a Derek dos alternativas...

Stiles.

O Claudia.

—Stiles no se quiere decidir por ninguna universidad —confesó—. Acaban de llamar del hospital... Stiles acaba de llamar desde el hospital.

Muy raramente se le hacía difícil hilar las palabras al sheriff.

Eso era muestra de que algo realmente malo estaba sucediendo.

—John —preguntó una vez más, esta vez un poco más tenso—. ¿Qué sucede?

—Claudia acaba de tener una crisis.

El frío recorrió la espalda de Derek a una velocidad alarmante.

Claudia Stilinski pendía de un hilo fino y frágil; y con ella, estaba John junto a Stiles.

—Derek... Esto se está saliendo de mis manos y cada vez es más difícil mantener la cordura —el tono derrotado de John demostraba lo vulnerable que estaba—; ella cada vez está más débil... Dios, simplemente no puedo.

Derek no era muy afectivo con la gran mayoría de las personas, por lo que solo se limitó con fruncir los labios en apoyo mudo. Sin embargo, era más un hombre de acciones que se gestos y palabras.

—Vaya al hospital, sheriff —retomó el título de respeto—; su familia lo necesita.

John asintió, no sin antes agarrar el brazo de Derek.

—Stiles también te necesita. No olvides que eres parte de esta familia. —murmuró antes de soltarlo.

John se dio la vuelta y caminó hacia la salida con pasó apresurado seguido de un Derek ruborizado.

***

El hospital de Beacon Hills siempre tenía un ambiente tenso y cargado de angustias. Sus grandes y numerosas paredes blancas tenían adheridas cientas de historias; los pasillos contenían los lamentos y murmuros desesperados de aquellos que rezaban por recuperar a sus seres queridos, y aquellas habitaciones habían observado a tantos valientes librar batallas contra la muerte, de las cuales los sobrevivientes eran muy contados.

Derek siempre se sentía incómodo con ese lugar en concreto. La desgracia reunida en un solo espacio siempre tendía a atraer malas vibras; en especial cuando las personas estaban en busca de un milagro.

— ¿En qué habitación está? —preguntó el sheriff una vez se encontró con Melissa. Ella siempre fue una fiel amiga de los Stilinski; por lo que Derek podía casi sentir el dolor que ella emanaba como el suyo propio.

—Por aquí —respondió mientras caminaba con calma a través de los pasillos despejados. La ausencia de personas creaba un poco de terror en el hospital, que de por sí ya causaba inquietud en los pocos visitantes que tenía—. El doctor acaba de estabilizarla. Pero está muy débil, John. No creo que...

—Entiendo, Melissa. —cortó John. No se sentía totalmente fuerte como afrontar la perdida de su esposa todavía.

Derek se mantuvo callado durante el recorrido. No es como si tuviera muchas ganas de hablar realmente; pero entendía que las palabras eran contraproducente en ese entonces.

No fue hasta que estuvo frente a la puerta de la habitación de Claudia que las palabras salieron.

—Stiles. —murmuró al ver a su pareja sentado al frente de la puerta.

El chico estaba aún en pijama, con un gran suéter tejido negro que le había regalado Derek  en una cita que tuvieron hacía unos meses, junto a unos zapatos deportivos que usaba para la hora de gimnasia en el instituto. Estaba recostado de la puerta, con la piernas pegadas a su pecho mientas eran rodeadas por sus brazos; estaba completamente apretado. Su cabeza estaba oculta entre sus rodillas.

Pudo haber usado las sillas que estaban dispuestas frente a la habitación; pero Derek sabía que la ansiedad de Stiles lo había vencido hasta dejarlo finalmente en un lugar donde se sentía más cerca de su mamá.

El chico levantó la cara tras el llamado de su novio. Tenía el rostro bañado en lágrimas, con los ojos enrojecidos por el llanto al igual que la punta de su nariz. La expresión de tristeza absoluta y dolor se le hacía tan familiar que comenzaba a inquietarlo. Stiles se levantó poco a poco del suelo y bajó la mirada hacia el suelo.

—Mamá ya se durmió —murmuró con la voz quebrada por el llanto—. El doctor dijo que necesitaba oxígeno.

John abrazó a su hijo y lo apretó contra si.

La escena era expresiva por sí misma sin necesidad de utilizar palabras. Los pequeños y sutiles sollozos del sheriff erizaron la piel de Derek, quien prudentemente se apartó hacia un lugar en donde no estorbara. Melissa, no obstante, les aconsejó sentarse; ella estaba más que consciente que en ese momento la familia Stilinski necesitaba calma y un sitio tranquilo en donde reposar mientras tanto.

—El doctor dijo que este ataque fue más fuerte que la última vez —habló Stiles después de unos segundos. Tenía la mirada baja, donde podía observar las blancas zapatillas de deporte un poco dañadas; Derek percibía el dolor entonado en cada palabra—. Ellos... ellos no creen que mamá pueda soportar otro impacto.

El silencio se hizo eterno.

No había mucho que acotar tras las palabras solemnes de Stiles.

Derek tan solo esperaba que Claudia pudiera compartir esta última Navidad con su familia.

***

Sin embargo, la historia tomó otro rumbo.

Claudia estuvo hospitalizada dos semanas la cuales fueron un tormento para la familia Stilinski.  Las únicas noticias que recibían de ella hablaban de su apresurada decaída, de cómo poco a poco comenzaba a costarle respirar más, mantener los ojos abiertos y sobretodo, como en grandes intervalos de tiempo no tenía conciencia. En pocas palabras, Claudia estaba pasando sus últimos momentos en la cama de un hospital debilitándose minuto a minuto.

Stiles pasaba todos los días en sentado al frente de aquella puerta café que parecía estar perpetuamente cerrada, de la cual siempre escuchaba el murmullo de los doctores y el pitido inconfundible de las máquinas. Unas pocas veces pudo ver a su mamá, y aún así, ella no lo pudo ver a él. Sus ojos estaban muy cansados como para mantenerse despierta.

La calidez de su piel fue perdiéndose poco a poco, junto al lindo color de sus labios y su piel. Ella pasaba a ser una muñeca de porcelana inmóvil que reposaba en una cama de hospital.

Derek acompañó unos cuantos días a Stiles, incluso llevó en unas cuantas oportunidades hermosos arreglos florales que le daban vida y color a la desabrida habitación de hospital. Aunque, no podían quedarse mucho tiempo por el polen y las alergias que padecía Claudia.

No fue hasta la semana en que la cena tendría lugar, justamente el día de Navidad que todos habían recibido la noticia.

— ¡Es imperativo que vayan al hospital en este mismo instante! —la llamada de Melissa asustó a los Stilinski junto a los Hale. Estaban todos llegando a la casa Hale mientras se acomodaban en la sala principal, por lo que el sheriff atendió la llamada en altavoz— ¡John, es Claudia!

Sin perder tiempo, cada quien corrió hacia su respectivo auto en dirección al hospital; hasta Cora Hale, quien apenas había conseguido bajar su equipaje del auto del tío Peter.

Derek acompañó a Stiles y a John en el Jeep azul, y de primera mano presenció el cambio abrupto en el rostro del sheriff con el pasar de los segundos. De alguna u otra forma, ellos sabían que Claudia no estaría para cuando ellos llegaran.

Al llegar al hospital, las dos familias entraron como alma que lleva el diablo; ambas estaba en busca de respuestas, por lo que los doctores se asustaron inmediatamente al ver a la feroz Talía Hale en busca de respuestas inmediatas. Hasta el sheriff se vio opacado con la presencia imponente de la matriarca Hale.

— ¡Claudia Stilinski! —exigió el sheriff, olvidándose momentáneamente de la cortesía.

El doctor simplemente lo miró con una expresión solemne y respetuosa antes de dar la gran noticia.

—Lo lamento, sheriff Stilinski. Ella acaba de sufrir un paro respiratorio. No pudimos reanimarla.

Con aquellas palabras el silencio reinó.

Todo se había extinguido. La Navidad, la felicidad, la luz de la vida de los Stilinski, y las ganas de continuar.

Las agujas dejaron de girar, el viento dejó de fluir y solamente la lágrimas salieron.

***

Lo que menos se esperaba Derek al comienzo del invierno era ese silencio que tanto había añorado le llegara de la peor forma.

El cementerio siempre le había parecido sumamente escalofriante. No es que fuera una persona asustadiza por naturaleza, por lo menos ya no lo era después de su tiempo de servicio en la policía, pero siempre habían casos especiales de los cuales no podía deshacerse; el cementerio fue uno de esos. De pequeño, Derek había presenciado una enorme escena en su vida; la muerte de sus familiares por culpa de un incendio en la antigua mansión familiar.

Derek recuerda ese día haber llegado a su casa con sus padres y su hermana y encontrar todo el lugar en llamas. Peter, quien fue uno de los sobrevivientes afortunados, había dicho que un cortocircuito en la cocina originó las chispas que terminaron tragándose a toda la edificación.

Muchos especularon al respecto, adjudicándole el incendio a ciertas personas que tenían un rencor financiero con la familia Hale; pero al final no pudieron comprobar nada, puesto que tal como lo había dicho Peter en aquella ocasión, el incendio se provocó gracias a un cortocircuito desafortunado en uno de los tomacorrientes de la cocina. Ese accidente acabó con muchos integrantes de la familia; como los hermanos de Talía que estaban de visita para presentar a la nueva integrante de la familia, quien apenas pasó unos cuantos días en la tierra antes de irse.

Derek tenía ese recuerdo tatuado en su mente con tinta indeleble.

Después de la tragedia, Talía optó por cobrar la póliza de seguros y hacer una casa pequeña (en comparación a la mansión), para comenzar de nuevo y quedarse con las pocas personas que le quedaban; entre ellos su esposo, sus tres hijos y su hermano Peter, el único hermano que había sobrevivido. Fueron días oscuros a partir de ahí hasta hace unos pocos años.

El funeral de los Hale, al igual que el de Claudia Stilinski, tenía una densa nube de tristeza que acaparaba casi todo el cementerio. No habían muchas personas presentes; el sheriff no quería que fuera una ceremonia estrambótica llena de curiosos. Estaba la familia Stilinski presente junto a los Hale y los McCall. El resto de los amigos de Stiles y Scott estaban muy lejos como para venir al funeral de Claudia; y a pesar de todo, Stiles lo agradeció, quería estar solo en ese momento.

Todos estaban callados, despidiéndose en privado de Claudia, quien tranquilamente reposaba en el ataúd. Por primera vez en mucho tiempo ella se veía en paz; donde no habían malestares agravantes, ni molestas alergias o mucho mejor; no había cáncer de por medio.

El sheriff estaba decaído, con la mirada cristalina repleta de lágrimas que no se atrevía a derramar. Estaba, también, calmado y pensativo; como si tuviera que reflexionar algo muy importante a partir de la muerte de su amada esposa.

Derek no los juzgaba. El también pasó mucho tiempo en silencio cuando comprendió que no podría ver a su prima crecer, cuando entendió que ya no habrían más encuentros bonitos en los días festivos con sus amados tíos; pero sobretodo, cuando supo que los días comenzarían a cambiar.

Stiles, por su parte, tenía entre sus manos una rosa carmín.

—En la última conversación que tuve con mamá, ella me mencionó que papá le regaló una rosa cuando le pidió una cita —comentó Stiles con la voz cortada. Estaba al lado de Derek, mirando atentamente como bajaban el ataúd al foso que habían cavado con anterioridad—. Estaba tan feliz cuando me lo dijo, porque también recordó el momento en que papá le pidió matrimonio con una rosa parecido a la que regaló en su primera cita. Y ahora, que ya no está, me parece justo despedirme con una rosa también.

Derek no tenía palabras para ofrecerle a Stiles. Tan solo acarició los nudillos de su mano y asintió en tono de apoyo.

Stiles caminó hacia el ataúd cuando estuvo en el fondo del foso, y con una sonrisa triste lanzó la rosa hacia el centro.

—Nos vemos en otro momento, mamá.

Derek escuchó los pequeños sollozos de Stiles cuando regresó a su lado. Lo abrazó contra sí mientras veía como el resto de los que estaban en el funeral le lanzaban flores a la querida Claudia Stilinski.

Esa Navidad fue la última alegre que habían tenido los Stilinski.

***

Finalmente, en año nuevo, llegó una decisión por parte de Stiles que dejó a todos asombrados.

—Iré a San Francisco a estudiar medicina.

Quedaban diez minutos para que finalizara el año, por lo que fue innegable el hecho de que todos se quedaron mudos al escuchar semejante noticia. No fue hasta el sonido de los fuegos artificiales que todos reaccionaron.

John sonrió con un poco de tristeza pinchando su dolorido corazón; si Stiles había tomado una decisión por fin, él no era nadie para cerrarle las puertas al éxito en su vida. Él se levantó de su asiento en uno de los suaves sofás de la casa Hale y abrazó a su hijo, para felicitarlo por el año nuevo junto a su decisión de dedicarse a la medicina.

El resto de los Hale se abrazó deseándose feliz año nuevo para después acaparar a Stiles y felicitarle por su elección.

Solamente Derek se quedó congelado tras las palabras de su novio.

«Stiles se va».

Era muy distinto decirlo como algo lejano, a escucharlo como una decisión firme que ya fue tomada.

No lo malinterpreten, puesto que Derek estaba sumamente feliz —y aliviado, para que negarlo— de que su chico haya elegido a la medicina por encima de la academia en Quántico. Sabía que por los dos lados podría salvar personas; pero prefería que su chico tuviera en sus manos un estetoscopio a una nueve milímetros. Aparte de que, San Francisco estaba muchísimo más cerca de Beacon Hills que Virginia; y eso a su vez hacia mucho más fácil los horarios de visita.

Pero pensar en ello con cabeza fría fue algo que Derek hizo mucho después del duro impacto que significó perder cinco años a su chico.

— ¡Felicidades, Stiles! Serás un excelente médico, ya lo verás —animó Talía, quien tenía un presentimiento sobre lo que su hijo estaba pensando en la privacidad de su mente—. Podrás mejorar el hospital donde trabaja Melissa con tu maravillosa...

— ¿Excentricidad? —completó Peter, quien tomaba una copa de champagne en compañía de su hija Malía— Porque eso es lo que necesita el hospital ahora, más excéntricos. O bien puedes trabajar en Eichen House.

—Desde aquí puedo oler la cochina envidia que te cargas, Peter —respondió Stiles burlón.  A pesar de su tono cuidadosamente ensayado de ligereza, Derek sabía que no estaba del todo tranquilo con su decisión—. Espero que llegues arrastrandote a mi consultorio cuando te estés muriendo por una puñalada.

—La cual probablemente yo le daré. —murmuró Malía por lo bajo mientras le daba un trago profundo a su copa. A ella también le había afectado la noticia.

—Vale, ya está bien de tanta pasivo-agresividad —cortó Talía una vez más—; es tiempo de ver los fuegos artificiales. Vamos todos.

El burdo intento de distracción de Talía para desviar la atención de Stiles y Derek funcionó, llevándose a todos afuera de la casa. Derek seguía sentado en el mismo taburete cerca de la ventana, mirando el cielo oscuro lleno de explosiones de colores; se sentía contrariado con sus emociones, pero sobretodo, se sentía muy molesto consigo mismo por ser tan egoísta.

Él no quería que Stiles se fuera.

—Supongo que fue error no haberte comentado esto antes —indagó al ver a Derek. Él dió un pequeño respingo al darse cuenta de que era muy obvio con sus emociones—. Lo siento.

Derek se levantó del taburete y caminó hasta donde estaba Stiles parado. Se veía tan decaído de repente, como si toda la máscara de tranquilidad que había construido estos días por fin se hubiera deslizado; estaba tan expuesto y notablemente afectado por la situación, que Derek no dudó en abrazarlo como aquella vez en el cementerio.

—No tienes por qué disculparte conmigo, Stiles —murmuró Derek al oído del adolescente, adolescente que ya se estaba convirtiendo en adulto. Stiles se abrazó fuertemente al torso de Derek mientras ocultaba su rostro—. Es tu futuro del cual estamos hablando, ¿lo sabes? No debes darle explicaciones a nadie sobre tus preferencias y tus decisiones; ni siquiera a mi.

Stiles asintió.

Una humedad se instaló en el cuello de Derek, por donde Stiles tenía oculta la cara.

—Te amo —murmuró—. Estoy aquí para ti siempre que me necesites. Puede que ya no nos volvamos a ver con facilidad cuando tú te vayas; lo cual es completamente normal, o puede que simplemente no nos veamos hasta dentro de mucho tiempo. Pero el sentimiento siempre será el mismo; porque eres mi lindo niño.

Derek se separó de Stiles para mirarlo y tomarle el rostro. Con cariño limpió sus lágrimas, las cuales estaban empapando el ruborizado rostro de Stiles. Derek dejó un casto beso en sus labios a la par que una sonrisa se extendía en su boca.

—Tengo fe en ti, Stiles.

El chico asintió mientras trataba de sonreír entre sus lágrimas.

—Ahora ya no llores más, que aún nos falta encender nuestros fuegos artificiales y Peter tendrá un día de campo con tus lágrimas. —Stiles soltó una carcajada.

—También te amo, Derek. Siempre lo he hecho.

El corazón de Derek dio un brinco cálido al escuchar las palabras de Stiles, y tras tomarse de las manos, salieron juntos de la casa.

El año estaba comenzando, y con el venían las nuevas oportunidades y sucesos que marcarían una gran diferencia en la vida de Stiles y Derek.

———

 

Notas finales:

Woow, eso fue un montón de tiempo ausente...
Ahora ya entiendo el dolor de todos aquellos que han tenido una pc dañada :(.

Pero antes de finalizar totalmente, recuerdo que este capítulo lo publiqué originalmente nen wattpad; y salió una persona sumamente dolida a echarme en cara de que sigo los estereotipos de género (haciendo a Stiles "afeminado") porque preferí hacer que Stiles eligiera medicina en vez de alistarse al FBI xd. Es increíble lo sensible que pueden llegar a ser ciertas personas con la ficción.


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