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Cosas de adultos ||Sterek|| por Dark_Ness

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 Derek había visto mejores días, eso lo podía reconocer sin ningún problema.


Como aquel donde su familia lo había invitado a cenar por su cumpleaños y le regaló una de las mejores veladas que podía recordar; o como aquel día en donde sus compañeros de la academia le habían jugado una broma que terminó en una guerra de agua y barro en el campo de entrenamiento. Incluso se atrevía a decir, que un buen día fue aquél en donde el sheriff descubrió los chupetones en el cuerpo de Stiles y los regañó por la indiscreción, pero que después, en ese mismo día, había dado su bendición a la relación.


Pero ahora mismo, cuando tenía una bala atravesada en la pierna, podía decir sin problema alguno que no era el mejor día. O siquiera era un día.


***


Las cosas habían comenzado de una manera horrorosa en aquella ocasión. Un pequeño imbécil que estaba detrás de las jovencitas de Beacon Hills había salido a asechar a una nueva victima, y los habitantes del pueblo estaban sumamente molestos por el miedo que sus hijas, esposas o amigas tenían de salir a la calle. Así que, entre unos cuantos vecinos se habían unido para tenderle una trampa al degenerado y así poderlo entregar al departamento de policías; en donde el nuevo sheriff haría justicia merecida por las chicas atacadas.


Sin embargo, por lejos, a Derek no le gustaba ser vanagloriado de esa forma por los demás; y ni mucho menos aprobaba eso de la justicia colectiva por manos de los vecinos. Eso, en cuentas generales, traía muchos problemas al departamento de policía; y creaba mucha anarquía que era difícil detener. Pero en ese momento, cuando Derek tenía muchas cosas en la cabeza, no se percató de que una revuelta estaba tomando forma en una de las calles cercana al centro del pueblo.


Ese día recibió muchas llamadas a la comisaría donde las personas acusaban a un tipo de ser un atacante sexual. Derek no dejaba que la histeria le dominara, pero los antecedentes criminales de ese sujeto estaban muy sucios; y la historia de que él era el posible violador de jovencitas no parecía ser inventada del todo. Así que, con un pequeño equipo de agentes en la comisaría, salió hacía la dirección que le habían dado las diferentes llamadas que se habían atendido ese día.


Parrish le decía que debía mantener la mente despejada si quería dar lo mejor en ese operativo para atrapar de una vez por todas al sospechoso; y como no, Derek le escuchó el consejo pero no lo pudo poner en práctica por más que quisiera.


—Aquí es —señaló Parrish una vez se estacionó. La otra patrulla que venía detrás de ellos se detuvo y ambos bajaron de ella. Derek tenía la mente en otro lugar cuando desenfundó su arma, y Parrish se dio cuenta—. Derek. Tus manos están temblando.


Derek maldijo su pulso traicionero y guardó el arma reglamentaria antes de que una desgracia pudiera tomar lugar; en su defecto, los otros tres agentes —incluido Parrish— desenfundaron con la guardia en alto, atentos a cualquier estímulo amenazante. Derek encabezó la caravana y caminaron hacia el sitio de donde se podían escuchar ciertos gritos.


Era casi increíble lo que la euforia junto a la histeria humana podían hacer en una multitud.


Las personas del pueblo, o algunas cuantas al menos, estaban rodeando en un círculo al sospechoso que se defendía a duras penas de los golpes que le propinaba uno de los sujetos más grandes que Derek veía merodeando por el pueblo. El tipo era una inmensa montaña de testosterona —incluso más definido que él— y raramente se metía en problemas con la ley; pero con su expresión de pocos amigos y el pésimo temperamento que cargaba, era un blanco del miedo de los pueblerinos.


Ese tipo cargaba un enorme bate de béisbol hecho de aluminio y golpeaba con furia los costados del sospechoso.


— ¡Más nunca te atrevas acercarte a mi hermana! ¡¿Escuchaste, asqueroso enfermo?! —la multitud rugía enfurecida. Y Derek intervino cuando el tipo comenzó a sangrar a cantidades alarmantes.


— ¡Se acabó el espectáculo! —sentenció el sherrif de Beacon Hills. Todos observaron como Derek sacaba unas esposas de su cinturón y se metía rápidamente en el círculo de personas para evitar que Franz siguiera golpeando al tipo que estaba escupiendo sangre en el suelo—. ¡Gracias por atraparlo, pero a partir de aquí nos encargamos nosotros!


Franz, la montaña de testosterona, miró con mala cara a Derek y bajó el bate. Se alejó del centro del círculo y permitió que los demás agentes entraran para atrapar al abusador. La multitud hizo espacio para que los policías entraran, y poco a poco fueron dispersándose contra su voluntad. Al parecer, el morbo colectivo también se sumaba a los sentimientos tóxicos que generaban la euforia y la histeria. Derek, por otro lado, se volteó para esposar al tipo; y en un movimiento distraído por su parte, se acercó al sujeto por el lado donde su arma reglamentaria estaba a la vista.


Parecía casi un error de novato.


El sospechoso, de nombre River, levantó la cara cubierta de sangre y con una peligrosa sonrisa agarró el arma de Derek. Era como si los golpes no le hubieran afectado en lo absoluto, y con una renovada energía, apuntó a Derek.


Los demás policías apuntaron rápidamente a River, y en posición de ataque, le gritaron para que soltara la pistola. El público aún observaba la escena en busca de justicia social, se asustó bastante y comenzaron a correr en busca de un lugar seguro donde las balas no pudieran alcanzarlos —pero que, ridículamente, les permitiera ver la escena.


— ¿Ahora ya no eres muy valiente, no Franz? —preguntó River al intercalar la puntería entre Franz y Derek. El sheriff levantó poco a poco las manos, en muestra de supuesta rendición para que River no hiciera nada estúpido. En cambio, Franz, quien muy molesto estaba, apretó entre su puño el bate ensangrentado—. ¿Ya no quieres vengar a la zorrita de tu hermana?


Franz enrojeció de la bravura y se lanzó a golpear una vez más al armado sujeto. Sin embargo, River sabía como funcionaban las armas y quitó rápidamente el seguro. Le disparó al gran sujeto, pero Derek, como el líder que era, se opuso entre la bala y Franz; recibiendo todo el impacto en la pierna, porque en un último instante, River no había apuntado correctamente.


Esa pareció ser una señal lo suficientemente clara para los demás compañeros de Derek para abrir fuego.


No obstante, no tiraron a matar tal como la mayoría del público aterrador y curioso hubiera imaginado. Parrish dio la señal de apuntar simplemente a las extremidades para derribarlo, dejándole seis disparos a lo largo de los brazos y las piernas; derribándolo inmediatamente. Dos oficiales fueron a apresarlo mientra que Parrish y otro compañero ayudaban a Derek a levantarse; presionando la herida con un pedazo de tela que había sido suministrado por alguien de la multitud.


—Jodeer —murmuró por lo bajo mientras le aplicaban una especie de torniquete que detenía la hemorragia—. Esto no estaba en mis planes.


—Te dije que tenías que despejar la mente, estúpido —regañó Parrish. Derek le gruñó, muy parecido a un lobo, y el oficial apretó el torniquete intencionalmente—. ¡Llamen a una ambulancia, alguien! ¡Rápido!


Y tras unos minutos, dos ambulancias ya habían acudido a la escena.


Entonces, más patrullas policiales habían llegado y el lugar se convirtió en una mortificante escena del crimen.


***


Por orden de prioridades fueron atendidos los dos heridos en el Hospital de Beacon Hills.


Derek, al ser el sheriff del sitio y la persona que más cariño generaba —en comparación con el otro herido— fue llevado rápidamente a una sala de emergencias para aplicar una intervención. Según el médico que lo había atendido, no tenía una necesidad de requerir una cirugía de emergencia; a lo que extraer la bala y atender la herida era más que suficiente.


En cambio, el otro sujeto, que tenía múltiples heridas, si que necesitaba cirugía. Aún si los residentes a cargo no estaban de lo más felices de saber la identidad del herido.


—Derek, ¿por qué siempre por estas fechas terminas en una sala de hospital? —preguntó Melissa McCall, la madre de Scott, quien a pesar de los años seguía siendo una de las mejores enfermeras de todo el lugar. Ella con cuidado había retirado la bala de la pierna de Derek, drenó la sangre acumulada, desinfectó, inyectó unos cuantos antibióticos que pudieran matar las bacterias en la herida y suturó el hueco que había dejado el proyectil—. Ya son cinco años consecutivos que atiendo tus heridas. ¿Estás en una especie de tradición?


Derek negó con una pequeña risa.


—La única tradición que tengo es cenar todos los viernes en casa de... ¡Ahg! —gruñó Derek cuando una de las vendas que Melissa le colocó en la herida le apretó—. Había olvidado lo mucho que arde.


—Y supongo que eso no fue lo que te llevó a recibir una bala, ¿verdad? —Melissa terminó de atender la herida y se quitó los guantes llenos de sangre. Los depositó en la bandeja con las inyecciones y la bala extraída—. Porque suena muy bárbaro todo ese asunto.


Derek negó.


Lo que lo llevó a recibir una bala fue su instinto de héroe empedernido. Y su propia estupidez.


—Tendrás que quedarte a descansar unas horas. Y, por si no te queda claro, necesitas reposo para que tu herida sane correctamente. —sentenció Melissa.


— ¿Y algo para el dolor? —preguntó Derek, mientras se acostaba poco a poco en la camilla. Melissa lo observó un rato y después se fue—... supongo que está bien merecido.


Y tras esas palabras trató de descansar un rato.


***


En todo el rato que llevaba meditando acerca de lo que Melissa le había dicho, se dio cuenta que efectivamente esa era la quinta vez consecutiva que iba al hospital para tratar una herida. Siempre en ese trecho de junio a agosto algo le pasaba. La primera vez se había distraído en su trabajo pensando en unas cosas, por lo que no se fijo que uno de sus compañeros llevaba sus manos ocupadas con bebidas muy calientes; sin razón aparente, una de esas terminó estrellándose en el brazo de Derek y le causó una herida de segundo grado que necesitó cuidados médicos leves. El tipo se había pasado toda la semana disculpándose con Derek, y él, abochornado por su distracción, le comentó que no hacía falta que se disculpara porque no fue su culpa.


La segunda vez, el año entrante, fue cuando el sheriff había decidido traer nuevos reclutas a la comisaría. Entre ellos estaban uno de los antiguos compañeros de Stiles. Derek siempre tenía al chico en la mente cuando cosas pasaban, y que uno de los idiotas con que estudió estuviera cerca de él incentivaba el hueco de melancolía que llevaba. Esta vez fue Malia, junto a un chico bonito pero irritante que habían obtenido un puesto entre las líneas de seguridad del pueblo. Ese chico se llamaba Theo, según entendió; y era un dolor en el culo. Fue el principal causante de desorden ese año en la comisaría; y fue el causante de la segunda visita de Derek al hospital.


Malia estaba patrullando con él por las calles cercanas al cine, y estaba algo tensos porque una discusión había tenido lugar entre ellos. Al parecer ambos estaban de pareja, más allá de las relaciones laborales, y Theo estaba frecuentando compañías que a Malia no le gustaban. Eso creaba una gran distracción, por lo que no estuvieron al pendiente del robo a mano armada que había ocurrido a unas cuadras de donde estaban ellos. Derek, quien estaba fuera de servicio en ese momento, estaba saliendo del cine tras ver una película que a Stiles le gustaba mucho. Por lo que, cuando el ladrón y él cruzaron miradas, inmediatamente supo que algo malo estaba sucediendo. Así que, sin mucho revuelo, se preparó para interceptar al ladrón.


Sólo que, la mejor idea de Theo fue dispararle sin previo aviso al tipo a una gran distancia.


La bala no le dio al tipo, sino que, irónicamente, le rozó a Derek en el hombro y ambos dejaron escapar al ladrón.


«— ¡Pero que imbécil eres! —Derek escuchó gritar a Malia, mientras él se agarraba el hombro para detener la hemorragia. Theo no le prestó atención a ninguno de los dos y fue tras el ladrón; el cual, a duras penas, pudo atrapar.»


Cabe destacar que ese fue el primer y el último año de servicio de Theo.


Después, en el tercer año, Derek estaba haciendo las diligencias para vender el loft y poder comprarse una casa real —tal como una vez había propuesto Stiles en una de sus largas charlas— ocurrió un accidente en uno de los lugares que había visto. Aparentemente estaba en remodelación en la casa, y por ende, los taladros y los escombros iban y venían con la rapidez del viento. Uno de los escombros proveniente de las paredes que estaban derrumbando, terminó incrustado en la espalda de Derek, uno que tenía forma y consistencia de vidrio.


Está de sobra decir que fue muy doloroso quitarlo. Y que Melissa comenzaba a preocuparse por Derek y su mala suerte.


En el cuarto año, el pasado, el sheriff Stilinski había dictaminado su retiro oficial. Se daría la vida de jubilación, y la usaría para poder visitar a su hijo; quien estaba recorriendo el país gracias a sus estudios de medicina en los cuales se destacaba como todo un prodigio. La carrera estaba a punto de terminar —por lo menos la parte de la medicina general—, y el chico estaba haciendo pasantías en distintas zonas para descubrir cual sería su especialización. Por ende, a John le había entrado la nostalgia y decidió acompañar a su hijo en aquella aventura.


Derek estaba muy feliz de saber que Stiles se estaba desenvolviendo como un excelente médico. Cuando recordaba su sonrisa que poco a poco fue saliendo tras la muerte de Claudia, el corazón comenzaba a latirle con mucho cariño. Y por ende, entendió la decisión de su jefe al querer retirarse. Sin embargo, nunca se esperó que Jhon Stilinski lo eligiera a él como sucesor.


«—Tú más que nadie sabes que eres a quien puedo confiarle el cuidado completo del pueblo —le había dicho aquella vez. El sheriff estaba guardando sus cosas dentro de unas cajas y Derek sentía un nudo en la garganta—. Además, Parrish te ayudará como mano derecha. Y, según escuché de tu familia, necesitan que sigas entrenando a Malía.»


Y con esas palabras, Derek se presentó a optar por el puesto.


Ninguna novedad fue haber sido escogido en la estación. Y el pueblo no se sentía incómodo con ello. Así que fue un ganar ganar. Pronto, el sheriff se fue a visitar a Stiles y Derek comenzaría oficialmente a llevar las riendas del sitio. Descubrió que era un trabajo paulatino, y que poco a poco se acostumbraría a tener tanta autoridad; pero sobretodo, a poder ayudar a muchas más personas de las que podía ayudar cuando simplemente era un oficial más.


Ese año todo iba bien. Hasta que llegó el primer impacto de bala.


Uno que casi lo mataba.


Pero que afortunadamente lo dejó vivo para escuchar los reproches de Melissa.


Ese impacto fue en uno de los costados, donde afortunadamente no atravesó nada importante. Y que, tras poner a la persona culpable ras las rejas, le quedó como otra marca de guerra en su cuerpo lleno de cicatrices raras y absurdas.


—Creo que es una tradición. —murmuró Derek después de un rato.


Y luego llegó este año, con el segundo disparo en una pierna.


—Te lo dije —respondió Melissa entrando a la sala de emergencias. Se veía cansada, pero emocionada por algo. Derek enfocó su atención en ella mientras hablaba y caminaba hasta la camilla—. Estoy esperando al año que viene a ver que nueva herida me traes para sanar.


—Puede que venga simplemente por una gripe —respondió. La anestesia que habían colocado alrededor de la zona herida comenzaba a pasar; por lo que Derek asumía que el dolor llegaría en cuestión de segundos—. O puede que no venga. Este año seguramente es el último.


Melissa asintió sin realmente estar convencida.


—Bueno, tienes visita —le cambió el tema rápidamente—. Tu familia se enteró del altercado, y están allá afuera. Talia está sumamente preocupada a pesar de que ya le comentamos que solamente estás descansando.


Derek suspiró. La peor parte de las heridas anuales era la reacción de su familia.


—Y... —Derek la miró—... Stiles acaba de regresar de Washington DC; y está angustiado por encontrarte por quinta vez en el hospital tras su llegada.


Derek, con una pequeña sonrisa, agradeció la información y dejó que ella se fuera al área de espera. Al fin Stiles había regresado.


***


Cuando estaban saliendo del hospital, Derek vio por primera vez en un año a Stiles; quien tenía un semblante cansado que rápidamente cambió al ver al hombre en sillas de ruedas. Junto a él, estaba John Stilinski que intercambiaba conversación con el patriarca Hale; dejando ver que apenas habían llegado del largo viaje en avión. Las maletas estaban acomodadas en el suelo de manera que no estorbaran mientras que los demás miembros de la familia se habían levantado exaltados, aproximándose a Derek en busca de respuestas a sus preguntas angustiadas.


—Así que, el nuevo sheriff del pueblo no puede evitar ser el gran héroe de Beacon Hills —exclamó Laura, cortando automáticamente el silencio extraño que se había instalado—. Supongo que valió la pena esa abnegada acción, ¿no?


—Puede ser —respondió Derek. Obviamente que había valido la pena, a pesar de que dicha acción sucedió por su culpa—. Un idiota menos liberado en el pueblo vale cualquier tipo de acción.


—Menos morir —respondió Talia. Estaba muy molesta, pero las lágrimas de tranquilidad salieron solitarias de sus oscuros ojos cafés—. ¿Cómo planeas seguir haciendo tu labor si cada tanto terminas herido en el hospital?


Sí, bueno... Derek no hacia ese tipo de acciones conscientemente. Pero lo que ellos no sabían, o simplemente no tenían confirmado, es que ese tipo de tradiciones —como ya Derek se había resignado a llamarla— sucedían por la cercana llegada de Stiles a Beacon Hills por sus vacaciones.


Pensar en la alegría que lo embargaba de volver a ver a su novio siempre lograba distraer su atención de los momentos donde era importante estar concentrado. Sin embargo, era casi gracioso volverse un idiota una vez al año por la llegada de su gran amor.


Stiles, no obstante, tenía sus sospechas de estos sucesos. Cada vez que llegaba del aeropuerto terminaba inmediatamente en el hospital, desde hacía cinco años seguidos. Afortunadamente, nunca eran accidentes que ponían completamente la vida en peligro de Derek; a pesar de los encuentros con los disparos en las tres ocasiones.


— ¿Estás consciente de que arruinaste, otra vez, la llegada de Stiles? —Cora comentó con un poco de burla inocente. Aunque, le había salido mal puesto que la mirada de todos la habían fulminado. Incluyendo al mismo Stiles—. Vale, era una bromita.


— Tus bromas no son divertidas, ni mucho menos oportunas —reprendió Talia—. Ahora, nos vamos,


Y si algo quedaba en evidencia una vez más, es que Talia seguiría teniendo autoridad sobre todos sus hijos sin importar la edad que tuvieran. O incluso, sobre miembros de la familia política.


***


Finalmente, el cansado viaje había concluido en la casa Hale, donde todos estaban reunidos una vez más como hacía varios años atrás. Derek fue llevado con cuidado hacia el lugar que funcionaba como su habitación antes de que decidiera mudarse para ser independiente, mientras que el resto de la familia ayudaba a Stiles y a John con el equipaje. Con todo el ajetreo, los Stilinski estaba más que cansados. Y como Talia era una persona asombrosa, les cedió una habitación de huéspedes para que tuvieran una pequeña siesta reparadora antes de la cena.


No hubo mucho más después de ese movimiento.


Malía, quien recientemente salía de su turno, se dirigió hacia la casa de su tía Talía para echarle un vistazo a Derek y asegurarse de que estaba bien. Fue recibida por sus primas, incluida Cora, quien estaba terminando la carrera universitaria en la universidad cercana del pueblo; a lo que tuvieron una tarde de chicas mientras olvidaban momentáneamente a Derek.


Por otro lado, Stiles, quien se había levantado de la pequeña siesta, se escurrió hacia la habitación de Derek.


Lo había extrañado tanto.


—Así que una bala en la pierna, ¿no? —Derek dejó de leer la novela que tenía en sus manos y le prestó atención al chico que se escabullía como un ninja a la habitación. Había cosas que Stiles nunca podría cambiar—. ¿Esta es tu maravillosa idea para recibirme? La próxima vez que venga te encontraré en un féretro rodeado de flores marchitas y personas con expresiones tristes.


Realmente estaba enojado.


—Supongo que la próxima vez tendré más cuidado —respondió sin inmutarse. Aunque, su pecho tenía un corazón totalmente desbocado por la cercanía de Stiles—. No puedo morir; o por lo menos no tengo pensado hacerlo en mucho tiempo.


Realmente lo había extrañado demasiado.


Stiles se acercó a Derek y le quitó el libro de la mano antes de darle un merecido abrazo. La calidez corporal de Stiles era algo que había añorado en un gran intervalo de tiempo que no podía mencionar; el chico, quien realmente ya no era tan pequeño y adolescente como hacía cinco años, se aferraba a su cuerpo con tanta fuerza que podía sentir el dolor de la separación como un bloque poco a poco se derrumbaba.


—Te extrañé —le susurró al oído. Derek sintió que volvía a ser un adolescente, y extrañamente se sentía muy feliz por ello—. Cora me llamó alarmada cuando recién aterrizó el avión y me dijo que te habían disparado... yo no... yo no pude hacer nada más que salir corriendo con mi padre. ¡Joder, Derek! —La voz de Stiles comenzó a quebrarse— me diste un susto de muerte. Pensé que esta vez te perdería definitivamente.


—Ya, ya —susurró. Trató de calmar al chico con suavescaricias en su espalda. Realmente se sentía culpable por haberle hecho pasartodo eso a Stiles; y a su familia en general—.  Fue en una zona sin peligros. No voy a perder la movilidad repentinamente. Aunque puede que en las próximas semanas me duela moverme.


Stiles asintió. Aunque eso no parecía darle mucho consuelo al chico que lloraba en el hombro de Derek.


— ¡Ese no es el punto y lo sabes! —reclamó Stiles. Ésta vez sabía que gritar no era una buena idea, por lo que mantuvo su tono de voz bajo para no llamar la atención. Derek simplemente asintió—. Está bien que nada grave te haya sucedido; joder que lo es. Pero no es la idea, Derek. Un día de estos te van a dar un disparo del cual no vas a poder escapar; y la única forma que sobrevivas será por medio de un asqueroso respirador artificial.


— Y cuando eso suceda, yo mismo ordenaré que me desconecten. —Aclaró tras la amarga decepción de Stiles.


Luego, poco a poco se separaron y Stiles calmó sus lágrimas; sentándose al otro lado de la cama de Derek y guardando un pequeño silencio respetuoso.


Uno que duró unos cuantos minutos.


—Supongo que mi sorpresa se vio opacada por la tuya... —comentó.


Derek no sabía a lo que se quiso referir Stiles.


***


Stiles tenía rato acostado en la cama de Derek observando el techo. Su pecho subía y bajaba con calma al respirar, signo de que se había calmado tras largas respiraciones; y Derek, estaba más que tranquilo con ello. Eso le dio chance para observarlo mejor.


El cabello que en un principio siempre mantuvo corto ahora estaba bastante crecido; se pegaba en su frente con ayuda del sudor y bajaba poco a poco por su cuello, enrollándose en pequeños rulos que le hacían ver cautivador. También tenía algo de barba extra, una que el año pasado no había visto en lo absoluto y que, realmente le quedaba bien. Y Dios, Derek no podía negar que uno de los pasatiempos de Stiles si que le estaba dando frutos en el cuerpo; moldeando su figura en una totalmente... deseable.


En las infinidades de llamadas que ambos tenían cada fin de semana desde que Stiles se había mudado a San Francisco hacía cinco años para empezar la carrera, Stiles le había comentado que pensaba unirse al grupo de defensa personal que brindaban algunas organizaciones sin fines de lucro que estaban por el lugar donde él estaba residenciado. Al parecer, Stiles seguía con las ganas de ir a las oficinas de Quántico; pero hasta entonces, las clases de defensa personal era lo más cercano a esa experiencia sin abandonar su carrera.


Por lo que comenzó a entrenar y a entrar en forma en varios aspectos.


Derek estuvo de acuerdo con esa decisión de Stiles. John también, aunque se notaba que estaba un poco dubitativo al respecto. Pero sin mucho inconveniente, Stiles se alistó a las prácticas y en poco tiempo logró encontrar el equilibrio entre su vida universitaria, su vida personal y su vida extracurricular.


— ¿En qué piensas? —preguntó Stiles tras sentir durante un largo rato la mirada de Derek sobre él.


— En lo mucho que avanzaste como persona —respondió tranquilamente—. Y en lo feliz que me siento al saber que tenía razón.


— ¿Razón sobre qué?


— En que lo lograrías.


Stiles sintió levemente enrojecer sus mejillas enrojecer y sonrió como un tonto.


A pesar de verse poco a poco como una masa de músculo definido, seguía siendo el mismo chico risueño y curioso que no podía dejar de hablar; aquél que, tras mucho tiempo de duelo y meditación personal, logró reconstruir su felicidad tras la muerte de una de las personas más importantes para él.


— ¿Sabes en que estoy pensando yo?


—No... ¿en qué estás pensando?


—En lo gracioso que te veías tratando de caber en mi pequeña cama de la residencia estudiantil —Stiles soltó una carcajada seguida de un gruñido molesto de Derek. A él ese día no le hizo mucha gracia—. Juro que aún puedo verte molesto porque las cobijas no podían cubrirte bien y porque tus pies no entraban dentro de la cama.


—No le guardo mucho cariño a esa cama. O a ese lugar en general. —Respondió. No obstante, Derek había amado ese fin de semana como jamás lo hubiera imaginado.


—Eso también lo recuerdo —respondió con una pequeña carcajada—. Lo repetiste durante todo el viaje al aeropuerto. Y créeme que ese momento pertenece al repertorio de aquellos que nunca borraré.


Derek colocó los ojos en blanco.


—La próxima vez pagaré un hotel para pasar la noche.


—... Puede que no haga falta.


Eso le llamó la atención a Derek.


¿Por qué no haría falta?


— ¿A qué te refieres?


— La sorpresa de la que te estaba hablando... —reconoció Stiles. Se incorporó en la cama hasta estar sentado frente a Derek y lo miró directamente hacia los ojos. Sus claros y castaños iris estaban recubiertos de una pequeña capa de lágrimas que los volvía vidriosos. El corazón de Derek se detuvo un segundo, y luego comenzó a latir rápidamente—. Este año me toca comenzar el décimo semestre de la carrera. Es el último hasta que empiece la especialización, y se puede decir que finalmente podré graduarme tras tantos años de esfuerzo.


Sí, Derek lo sabía. Estaba al tanto de los horarios y períodos académicos de Stiles.


¿Cuál era la sorpresa entonces?


—La especialización que busco es en emergencias sanitarias —continuó Stiles—. Y he estado averiguando sobre universidades donde pueda lograr terminar mis estudios. Parece que las opciones no son tan limitadas como había pensando en un principio; lo que, realmente me alegra bastante...


—Pero... —añadió Derek. Estaba consternado. ¿A dónde iría Stiles esta vez?— Hay algo que no me estás diciendo.


Stiles asintió un poco melancólico.


—Las mejores universidades que pude encontrar están en el exterior; y una sola aquí. —concluyó.


Ahora, el ánimo de Derek estaba decayendo poco a poco.


—Opté por cartas de recomendación de mis profesores; y unos cuantos me la dieron sin hacer mucho escándalo. Eso me hizo un buen currículum para optar por un cupo...—Stiles se veía nervioso. Pero sumamente emocionado— ¡Y lo obtuve! ¡Estaré estudiando en la universidad que siempre deseé después de graduarme de la carrera general!


Derek tomó sus manos y con mucha devoción besó sus nudillos. A pesar de estar entristecido porque otros largos años Stiles se iría a su lado, no podía negar que ese feo sentimiento se vio opacado por el enorme cariño y la alegría que compartía con su novio por haber sido elegido para estudiar en la universidad que quería.


Le llenaba de mucha alegría y orgullo saber que Stiles estaba cumpliendo sus metas.


Saber que sin importar las adversidades y los grandes golpes que había recibido a lo largo de su vida, aún podía seguir adelante mientras brillaba como la hermosa e imponente estrella que era.


— ¿Y sabes que es lo mejor de todo?


— ¿Qué puede ser mejor que haber quedado en la universidad de tus sueños? — preguntó Derek genuinamente confundido.


— Que ya no tendré que seguir pagando un alquiler de residencia estudiantil —respondió Stiles mientras apretaba sus manos con las de Derek.


— ¿Qué? ¿Por qué?


— Porque podré vivir contigo.


En ese momento, todas las neuronas de Derek hicieron cortocircuito.


—Quedé en la Universidad de Beacon Hills —murmuró con la voz completamente llena de emociones—. Regresaré a estudiar aquí para terminar mis sueños en el lugar donde todo comenzó. Y con la persona con la cual comenzó todo —Derek lo miró sin poder creer que escuchaba. Por primera vez en años, dejó que las lágrimas se acumularan en sus ojos—. Derek; volveré por fin.


Y con un pequeño además, Stiles se acercó a su sentimental novio para besarlo sobre sus saladas y emocionantes lágrimas.


———

Notas finales:

Este es el fin.

Peeeero; queda el epílogo.


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