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Don't fear the reaper por Izuspp

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II

Los misterios abundan en el mundo, muchos de ellos producto de la imaginación de creativas mentes humanas, pero cierto era, que muchos otros eran verdaderos. Ese era el caso de los “Dioses de la muerte”, “parcas”, “espíritus de la muerte” o cualquier otro nombre que las distintas culturas quisiesen darles.

Estos seres, son los responsables de llevar a cabo el término de las vidas de los seres vivos. Su trabajo es recolectar sus almas, ya que de estas se alimentan, pero a la vez, en el proceso; las purifican para que puedan ocupar otro recipiente y vivir una nueva vida. No existe tal cosa como el cielo o el infierno; las almas de los seres vivos están destinadas a ocupar cuerpos por toda la eternidad, siendo el alimento de estos espíritus que se encargan de prepararlas para su siguiente existencia.

Los espíritus de la muerte habían existido por siempre y sus vidas eran relativamente sencillas: establecerse en un lugar, alimentarse de almas de seres vivos y liberarlas nuevamente para que reencarnaran en cualquier otro ser. No se interesaban por lo que ocurría en el mundo. Sabían que los mortales no podían verles, pero no era que no tuviesen la capacidad de mostrarse ante ellos, simplemente no tenían motivo para dejarse ver por los humanos o animales; mucho menos comunicarse con ellos.

También poseían nombres y distintas personalidades, aunque no se relacionaban demasiado entre sí. Dado a que la cantidad de seres vivos era inmensa, había muchísimos de estos espíritus, sin embargo; la prioridad para ellos era siempre hacerse de un territorio en el cuál alimentarse. Generalmente, peleaban por ese derecho y la presencia más imponente era la que ganaba. Especialmente en las ciudades en donde había más almas de seres humanos para consumir.

Además, había otra cosa que les interesaba a los espíritus de la muerte: el miedo. Mientras más aterrorizada estaba el alma al morir, más sabroso era su sabor. No sabían por qué, pero debido a eso, la mayoría de ellos luchaba por establecerse en lugares en donde pudiesen consumir almas humanas y que muriesen en situaciones en las cuáles sufrieran terror antes de perecer.

Erwin, era uno de estos espíritus, quien a pesar de tener un aura tan imponente que ningún otro se atrevía a desafiar, y podría conseguir el territorio que deseara; no se interesaba tanto por asuntos como alimentarse de las almas más asustadizas.

A Erwin tampoco le interesaba consumir las “mejores” almas. Otros espíritus se mantenían en la constante busca de humanos que muriesen en condiciones violentas, ya que esas personas experimentaban el más profundo miedo justo antes de perecer y por ello sus almas tenían el mejor sabor. Sin embargo, para Erwin todo aquello era indiferente. A él le interesaba mucho más observar a las personas y sus vidas.

Desde que apareció en el mundo, Erwin había tenido la oportunidad de seguir a diferentes tipos de personas: pintores, escritores, cantantes, escultores, científicos, inventores, bailarines, actores, viajeros; toda clase de humanos interesantes que saciaran su curiosidad. Erwin se interesaba muchísimo por todo lo que el ser humano podía realizar y también por cómo evolucionaba la humanidad, al paso de los siglos.

Para él, la vida tenía que ser más que alimentarse y purificar almas. Y el hecho de vivir junto a personas interesantes durante décadas, hacían que el sabor de sus almas al morir, tuviesen un gusto único para él; aunque no tuviesen miedo alguno a la muerte. De hecho, con el tiempo se dio cuenta que un alma de una persona que moría totalmente en paz, era muchísimo más exquisita que la de quienes morían con temor. Y eso era algo que sus congéneres no habían llegado a comprender.

En muchas ocasiones, Erwin había seguido a personas por vidas enteras y cuando estaban por morir, si era que lo hacían por causas naturales o enfermedades que no les mataban rápidamente; se aparecía ante ellos para ayudarles a aceptar su muerte con tranquilidad. El espíritu de un hombre alto, de exquisitos ojos azules y dorados cabellos cual finas fibras de oro, envuelto en una túnica tan negra como el cielo nocturno; se aparecía frente a los moribundos para susurrarles palabras tranquilizadoras, ayudándoles a partir en paz.

Él era probablemente, único en su clase. Su inusual interés en los humanos y todo lo que hacían, era lo que le había llevado a establecer su dominio en la misma ciudad en la que Levi vivía. Especialmente, porque supo de la clínica y sabía que allí tendría una dotación constante de almas para consumir, sin tener que andar de lugar en lugar, persiguiendo almas como el resto de sus congéneres. Lo cual era ventajoso ya que podía enfocarse en sus observaciones.

Erwin vivía pacíficamente, alimentándose de las almas de las personas que morían en la clínica, hasta que un día, Levi apareció. En un principio no le dio importancia alguna, era simplemente otro de muchos trabajadores en aquel centro; sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el enfermero llamara la atención del espíritu.

Su miedo a la muerte era tan fuerte, que Erwin pudo sentirlo sin problema alguno. El espíritu se acercó a aquel inusual humano en cuanto percibió aquello, sumamente intrigado ya que no estaba en una situación cercana a su propia muerte, pero emanaba un terrible temor que inevitablemente atraía al instinto depredador de Erwin.

—¿Qué te ocurre, pequeño? ¿Por qué temes tanto, si no vas a morir? — Preguntó el espíritu sin hacerse oír, mientras observaba cuidadosamente al enfermero en su primer día de trabajo.

—¿Te da miedo que otros mueran, es acaso eso? Si tanto temes, ¿por qué trabajas aquí precisamente? — Interrogó nuevamente, sin que el humano se percatara de su presencia.

A partir de ese día, Erwin decidió seguir a Levi y tratar de descifrar el origen de su temor. Pero esa fue únicamente la primera sorpresa que Levi le dio. A los pocos días de seguirlo, Erwin se interesó mucho más en él, al notar cómo su cálido cuido hacia los moribundos, no hacía juego con el rostro que mostraba indiferencia o el frío modo con el que les hablaba.

Y llegó a sorprenderse muchísimo más, en el momento en que se percató de lo que Levi hacía con los pacientes que estaban por morir: les tranquilizaba, de una manera en la que se iban sintiendo la más profunda paz y sosiego; sin temor alguno a la muerte. Erwin recolectaba aquellas almas y su asombro fue muchísimo mayor, al darse cuenta de que tenían el mejor sabor que había probado en su vida.

Erwin llegó a la conclusión de que, la suma del cuido de Levi hacia sus pacientes, más la calma con la que morían gracias a su consuelo, eran la clave para lograr aquel sabor tan inigualable. Así que, su interés hacia él no hizo más que crecer. Le seguía a todas partes, quería saber más sobre aquel hombre y su extraño don. Quería comprender el motivo de sus acciones y el de su permanente temor, que no le abandonaba.

El espíritu entendió con el tiempo, que Levi era un hombre sumamente solitario. De vez en cuando se encontraba con algunas personas, pero era algo que no pasaba muy a menudo. Podían pasar meses sin que se relacionara con alguien de manera amistosa. Sus interacciones se limitaban a las personas del trabajo, sus pacientes y cualquier persona que le atendiera en los negocios en donde hacía sus compras. Levi no era el tipo que hablara ni consigo mismo, no pensaba en voz alta, así que Erwin jamás sabía qué podría estar pasando por su cabeza.

Dado a que Erwin no poseía un cuerpo material en sí, tampoco era que podía escudriñar entre las cosas de Levi, como para poder investigarlo por su cuenta. Las pocas conversaciones que tenía con sus amigos, tampoco le daban pista alguna sobre su pasado o sus motivos. Sin embargo, Erwin era capaz de sentir los mismos sentimientos del enfermero.

Su soledad, porque a pesar de que no parecía gustarle rodearse de gente, y que lo hacía al propio; se sentía sumamente solo y anhelaba compañía, aunque jamás lo expresara. Su temor, que era más que conocido para el espíritu, ya que era su emoción más fuerte. Y también su cariño, hacia las personas a quienes cuidaba, y la felicidad que sentía cuando se disipaba su soledad por un breve momento. Erwin comprendió que, a pesar de ser un alma sombría y negativa, de vez en cuando podía experimentar sentimientos positivos, que eran muy puros.

Erwin no comprendía porqué, a pesar de que Levi no llevaba una vida emocionante, a pesar de que era un humano común y corriente; había resultado ser tan atrayente para él. No se asemejaba nada a la vez en la que había acompañado a aquel aventurero a sus viajes por el mundo, o cuando pudo presenciar las más exquisitas obras de teatro al lado de aquella talentosa actriz. La vida de Levi no se comparaba a la de aquel arqueólogo cuyos hallazgos esclarecieron muchas incógnitas que los humanos tenían sobre el pasado, y ni por asomo, se parecía a la emocionante vida del hombre que desafiaba la muerte a cada instante, al trabajar haciendo peligrosos trucos en aquel circo. Levi era únicamente un tipo con un gran corazón, una cara que no expresaba lo que realmente sentía y un gran temor, que le intrigaba de sobremanera.

¿Entonces por qué? Se preguntaba la parca. ¿Por qué su alma era tan atrayente? ¿Por qué no podía dejar de seguirle? ¿Por qué se ponía triste cuando Levi experimentaba angustia, tristeza o soledad? ¿Por qué sonreía cuando ese enfermero era feliz, aunque fuese por breves instantes? ¿Por qué comenzó a desear tener una mano con la cual acariciar sus cabellos, y una voz para susurrarle que no estaba solo?

¿Entonces, por qué le afectó tanto enterarse de que Levi tenía cáncer?

Y Erwin lo supo muchísimo antes de que el mismo Levi se enterara. Como espíritu de la muerte, podía ver los males que aquejaban a las criaturas vivientes. Y fue testigo de cómo la enfermedad de Levi aparecía y se extendía, sin poder hacer nada para impedirlo.

Pero lo que más le dolió, fue ver la expresión en el casi permanentemente impasible rostro del enfermero, al enterarse de su condición. Fue desgarrador ver cómo Levi comprendía que estaría pronto a enfrentarse a lo que tanto había querido evitar. Para ese entonces, Erwin ya tenía varios años siguiéndolo, viviendo a su lado, y había llegado a comprender que sus hábitos de limpieza eran solo producto de su temor.

¿Pero qué podía hacer él? Era solo un espíritu encargado de purificar almas para su próxima vida, no podía dar vida él mismo, mucho menos curar enfermedades.

Luego de pensarlo por unos días, el espíritu llegó a la conclusión de que lo único que podía hacer por él, era ayudarle a aceptar su prematura muerte en paz. Así que tomó la resolución de aparecerse ante Levi, únicamente necesitaba una manera adecuada para hacerlo, y debía hacerlo pronto, ya que podía ver cómo, a pesar de todos los esfuerzos y tratamientos, la enfermedad de Levi empeoraba rápidamente.

 

Continuará….

 


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