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¡Quiero matar a mi jefe! por MistiIkki

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras. Ya sé que me adelante el día de actualización, pero hay un motivo para eso. El día miércoles me ausentaré de la página por un tiempo. No se preocupen que no dejaré inconclusa la historia. Solo que se me presentó un viaje de último momento y me será imposible actualizar el siguiente miércoles. Pero sí tendrán la continuación del finc el miércoles 26, con seguridad.

 

Habiendo aclarado este punto, disfruten con el nuevo capítulo que estará muy interesante.

 

Gracias por los comentarios que me hicieron llegar. *_*

“CAPITULO CINCO”

 

 

 

 

--¿Podrías quedarte esta tarde?

 

Era una pregunta que Jake hacía con bastante frecuencia desde que habían vuelto de Chicago. Ian nunca se había negado y Jake estaba muy agradecido. Por eso ese día se sorprendió al oír la respuesta de Ian.

 

--Es viernes.

 

--Lo sé, por eso necesito que te quedes. Hay que terminar estos informes antes del consejo de mañana.

 

--Pero los viernes todo el mundo sale a las tres.

 

--No todo el mundo.

 

--A mí me gustaría. Tengo planes para la tarde.

 

--Te pagaré el doble.

 

Jake notó que estaba a punto de aceptar, pero no lo hizo.

 

--Lo siento, no puedo.

 

--¿No puedes o no quieres?

 

--Las dos cosas.

 

Jake se reclinó en la butaca y lo observó, le gustaba con ese traje azul marino y la camisa blanca inmaculada. Últimamente había pensado mucho en su asistente temporal y lo distraía cuando menos lo esperaba. Con Brenda era diferente. Aparte de ser mujer, si él no le hablaba, apenas notaba su presencia. Pero Ian estaba presente aunque no dijese nada. No solo por su atractivo, sino porque dentro de esa cabeza preciosa tenía un cerebro privilegiado. Por eso lo molestó que le dijese que no podía trabajar esa tarde. No le gustaba imaginárselo haciendo planes con otras personas, pero tampoco era tan tonto como para pensar que no tendría una pareja con quien salir los viernes.

 

--Debe de ser una cita muy especial para que rechaces una paga doble.

 

--No es una cita, tengo que hacer un favor a mi hermana. Además, dijiste que después de todo lo que trabajamos en el viaje a Chicago, no volverías a pedirme que me quedara por la tarde.

 

¿Había dicho él eso? Debía de haber sido en un momento de debilidad. Acostumbrado a trabajar todo el día, a veces olvidaba que no todo el mundo era igual. Si se trataba de un favor a su hermana entonces…

 

--Está bien,  puedes marcharte.

 

--¿Seguro?

 

Jake quería decir que no, pero, ¿cómo iba a hacerlo si era una cuestión familiar?

 

--Claro.

 

--Gracias, si quieres puedo venir un par de horas mañana por la mañana.

 

--¿Trabajarías un sábado?

 

--Sí, si lo necesitas. ¿No trabajas tú?

 

--Sí, pero no suelo venir a la ciudad. Me resulta más cómodo trabajar en casa, si estás dispuesto a venir, nos veremos aquí…¿a las ocho?

 

--De acuerdo, a las ocho.

 

Jake decidió que sería mejor llevarse el trabajo a casa en vez de quedarse y salió justo detrás de Ian. Se paró a comprar el periódico en el quiosco del vestíbulo y lo vio salir por la puerta principal. Pensó alcanzarlo y ofrecerse para llevarlo, pero comprobó que no era necesario. En la calle lo esperaba el hombre castaño con quien estaba en la heladería. En cuanto vio a Ian sonrió, le pasó el brazo por el hombro y se montaron en una furgoneta roja.

 

Jake frunció el ceño, un favor a su hermana…¡Cómo no!. Justo cuando empezaba a creer que se podía confiar en él. No sabía qué lo enfurecía más, si que le hubiese mentido o imaginárselo en brazos de otro hombre.

 

Al salir del garaje observó que la furgoneta roja seguía cerca, atrapada en un atasco. Durante un par de manzanas Jake pudo seguirlos de cerca. Cuando la furgoneta giró y entró en la autopista. Jake fuera de sí, giró también y los siguió. Por mucho que se intentara convencer de que quería comprobar si se podía fiar de su empleado, él sabía que en su acción no había motivos profesionales.

 

--Gracias por recogerme, Richard. Esa línea de autobús está más pesada cada día- dijo Ian con un suspiro de agradecimiento.

 

--No hay de qué, Ian. Era lo mínimo que podía hacer. Si no te quedases con Samanta, Emma y yo no estaríamos solos nunca- replicó Richard con una amplia sonrisa.

 

--Me dijiste por teléfono que necesitabas ayuda para elegir el regalo de cumpleaños de Emma- Ian notó que los ojos de Richard se iluminaban al oír el nombre de su hermana.

 

--Y es verdad- parecía abrumado, e Ian supo enseguida por qué- Quiero comprar un anillo.

 

--¿Estás diciendo lo que yo pienso?

 

Richard tenía una sonrisa de oreja a oreja.

 

--¡Exacto! Quiero pedirle que se case conmigo y recuerdo que me dijo que los dos tienen la misma talla de anillo.

 

--Es verdad, por más gracioso que esto pareciese. Después de todo, ambos tenemos la misma estatura- dijo Ian un poco impresionado por el anuncio.

 

--Es fantástico. Espero que no pienses que nos estamos precipitando. Estos últimos meses…bueno han sido los más felices de mi vida.

 

--Estoy seguro de que Emma diría lo mismo.

 

--¡Eso espero!- dijo Richard entusiasmado.

 

--No ha tenido una vida muy fácil y tú eres el primer hombre que conozco que parece quererla de verdad- Ian le dio una palmada en el brazo.

 

Richard cerró su mano sobre la de él.

 

--Gracias.

 

Entraron en el centro comercial y se dirigieron directamente a la joyería. Richard buscaba el anillo perfecto e Ian actuaba como modelo. Fueron eliminando posibilidades hasta quedarse con tres. Eran preciosos y entraban dentro de los cálculos de Richard.

 

Richard analizaba los anillos e Ian pensó que a lo mejor quería intentar negociar el precio sin que pareciese que él se entrometía. Dio una vuelta por la tienda admirando las cadenas y esclavas de oro para varón. Sabía que lo más probable era que nunca tuviese nada parecido. Había tenido que pedir muchos créditos y siempre parecía que cuando los había pagado surgía otra necesidad. Quizá las cosas cambiaran si Richard y Emma se casaban y solo tuviese que mantenerse a sí mismo, pero Ian se había acostumbrado a ahorrar y no se podía imaginar gastándose tanto dinero.

 

--¡Ian, mira!- Richard estaba en la puerta de la tienda con el dependiente. Tenía una cajita en la mano- tengo algo que quiero que te pruebes- al acercarse él abrió la cajita y sacó un diamante precioso montado en una anillo delicadísimo.

 

--Te has decidido- Ian miró el anillo- Es precioso.

 

--¿Te lo probarías? Quiero verlo puesto.

 

--Desde luego- Ian estiró la mano y Richard, con gran delicadeza y solemnidad, introdujo el dedo en el anillo.

 

Jake, desde fuera de la tienda, podía observar la feliz escena, todos y cada uno de los movimientos. Cómo Richard sacó el anillo de la cajita, cómo Ian le ofreció la mano, la cara de satisfacción del hombre mientras Ian admiraba la joya.

 

Jake no perdió ni un segundo más y volvió al coche. Lleno de furia murmuró: “Supongo que buscar una pareja estable es una obligación familiar, pero podía decírmelo claramente”. Puso en marcha el coche y salió disparado haciendo chirriar las ruedas. Bajó la capota para que el viento disipara los pensamientos sobre Ian.

 

Al llegar a su casa, ya se había calmado y había tomado una decisión firme. Por algún motivo había sucumbido a esos ojos azules y pelo rubio, pero no iba a perder el sentido solo porque Ian había sido capaz de sustituir a su asistente titular, aunque tuviese algo que le alteraba las hormonas. Sería el final de ese disparate. Se había acabado eso de ser un buen tipo. A partir de ese momento, lo trataría como la primera vez que trabajó para él: con sentido crítico y con la claridad impersonal que debe tener un jefe con sus empleados. Él no había alcanzado su situación rodeándose de incompetentes y de personas con la capacidad de sacarlo de quicio cada vez que aparecían. Tampoco debía olvidar jamás el lema de la oficina: no tener relaciones sentimentales con los empleados.

 

A lo mejor había sido positivo ver la verdadera cara de Ian MacLean. Estaba decidido. Además, era un empleado temporal y nunca sería otra cosa más que eso.

 

 

****   

 

 

--Gracias por todo, Ian- dijo Richard al dejarlo en su casa- No digas nada de todo esto.

 

--Como una tumba, ni digo, ni oigo, ni veo nada.

 

--Quiero que sea una sorpresa.

 

--Yo también, Richard. Por fin se merece una sorpresa agradable. Serás un cuñado estupendo.

 

En el apartamento, Ian ordenó algunos de los juguetes de Samanta y dobló su ropita limpia. Echaría mucho de menos a su sobrina cuando Emma y Richard se casaran. “¿Y tú qué, Ian?”, pensó en voz alta, “¿qué necesitas?”. Acudió a su cabeza la atractiva imagen de Jake eligiendo una muñeca para su abuela. “Ah, no, eso no, es lo último que necesitas”, siguió murmurando. Empezó a preparar un pastel de pollo que era lo suficientemente complicado como para quitarle de la cabeza la imagen de su jefe.

 

--¡¿Hay alguien en casa?”- gritó Emma desde la puerta.

 

--Sí, yo- Ian se limpió las manos en el delantal y agarró a Samanta, que se lanzaba hacia él.

 

--Samanta, ten cuidado. El tío Ian está cocinando. ¿Qué hay de cenar?, huele muy bien.

 

--Pastel de pollo y flan de coco.

 

--¿Te pasa algo? Te ha dado un arrebato doméstico incontenible….

 

--Quería tener las manos y la cabeza ocupada.

 

--Un mal día en la oficina…

 

--No te voy a contar mi día, pero me encantaría oír el tuyo.

 

--Ya sabes, lo de siempre, ir a clases, estudiar, trabajar en el café…- en ese momento el gesto de Emma se suavizó- Pero esta noche Richard me llevará a cenar. Así que es un día fantástico.

 

--Realmente te gusta, ¿verdad?- el corazón de Ian se conmovió al ver el rostro de su hermana.

 

--Es un hombre maravilloso, el mejor que he conocido. Después de ti por supuesto. Acepta a Samanta sin preguntas. Es inteligente y generoso…y me trata como a una reina.

 

--Estoy de acuerdo, es un hombre muy especial. Después de mi claro está- ambos hermanos rieron ante esas palabras- Diviértete. Samanta y yo nos daremos un banquete.

 

--Guardan algo para mi, por favor.

 

--No te preocupes, vas a tener comida para toda la semana. Por cierto, le dije a Jake Campbell que mañana por la mañana iría un par de horas.

 

--Muy bien, Samanta y yo nos apañaremos solas- Emma miró el reloj- Me tengo que arreglar- estaba entrando en su cuarto cuando se dio media vuelta para dar un abrazo a su hermano- Eres el hermano más maravilloso del mundo. Me has educado a mí y ahora me ayudas con Samanta. ¿Cómo podría agradecértelo?

 

--Siendo feliz. Eso es todo lo que quiero.

 

--¿Y tú?, ¿eres feliz, hermano?

 

--Desde luego. Tengo a mi querida Samanta para mí solo durante toda la noche. Ahora ponte en marcha.

 

Mientras Emma se duchaba y se maquillaba, Ian se quedó pensando en la pregunta de su hermana. En muchos sentidos era feliz. Había conseguido saldar casi todas las deudas. Su carrera profesional estaba muy bien encauzada y Silvia era la mejor jefa imaginable. Lo único que fallaba era su vida personal. Mejor dicho, no tenía vida personal. Ese era el problema. Había dedicado todo su tiempo libre a Emma y a Samanta.

 

 

 

El tiempo pasaba despacio e Ian no podía dejar de mirar el reloj deseando que llegara Emma y le enseñara el anillo llena de felicidad. Acostó a Samanta y se tumbó en el sofá para ver una película en la televisión. Quería estar despierto cuando llegara su hermana, pero se durmió.

 

Al despertar era media noche y Emma no había vuelto. Había asegurado que volvería pronto porque tenía que estudiar mucho. Naturalmente, no sabía nada del anillo,

 

Se tomó unas galletas y un vaso de leche templada. El reloj dio la una y se fue a la cama, convencido de que cuando llegase su hermana, lo despertaría. Pero no se despertó hasta que sonó el despertador. No había señales de Emma por ningún lado. Ian intentó no preocuparse, era normal que quisieran celebrar su compromiso durante toda la noche, pero no pudo evitar sentir un nudo en el estómago mientras se duchaba. Su preocupación aumentó cuando marcó el número de teléfono de Richard y no contestó nadie.

 

Ian y Samanta desayunaron y Emma seguía sin aparecer. Llegaría tarde al trabajo y sabía cómo odiaba Jake los retrasos. No tenía más remedio que llamar a la oficina. Estaba hablando con su jefe, cuando apareció Emma con el pelo revuelto y los ojos iluminados. Se quedó helada al ver a Ian vestido con el traje y hablando por teléfono.

 

--Lo siento muchísimo- dijo la joven mientras Ian colgaba el teléfono- Hemos pasado una noche increíble. Decidimos ir a ver la aurora boreal. Así que fuimos al campo. Ian….fue precioso y me pidió que me casara con él. Ha sido tan romántico…Creí que iba a morirme de felicidad. Volvimos a toda velocidad. Ya sé que llego tarde. ¿Te matará tú jefe?- Emma estaba preocupada y radiante a la vez y el enfado de Ian desapareció.

 

--Parecía estar un poco irritado, pero sabe que tengo un buen motivo para llegar tarde- abrió los brazos- Dame un abrazo y enséñame el anillo- Emma mostró el diamante- ¡Es precioso!, ¡enhorabuena!- se dieron un abrazo tan fuerte que casi se caen. Samanta se unió a la celebración- Esta bien, me tengo que ir. Llamaré a un taxi.

 

--No hace falta, Richard está abajo esperándote. Está muy preocupado. Me contó que tú le habías ayudado a elegir el anillo.

 

--Bendito sea- dio un beso a Emma y a Samanta y se fue.

 

Richard esperaba pacientemente en la acera. Él también rebosaba felicidad.

 

--Lo siento, Ian, fue una locura.

 

--Jamás había visto tan feliz a mi hermana. Ni se te ocurra disculparte. Llévame al trabajo lo más rápido que puedas, ¿de acuerdo?

 

Seguramente, Richard superó varios límites de velocidad, pero llegaba tarde al trabajo. La idea de enfrentarse a Jake le ponía los pelos de punta, pero no podía enfadase con Richard. Había rezado mucho por la felicidad de su hermana y no iba a consentir que un jefe gruñón lo estropease.

 

Cuando llegaron, Ian se inclinó sobre Richard y le dio un abrazo.

 

--Bienvenido a la familia.

 

--Gracias…cuñado- correspondió al abrazo.

 

--De nada cuñado.

 

Ian se bajó de la furgoneta y entró en el edificio. Se subió en el ascensor y deseó con toda su alma que fuese una máquina del tiempo que pudiese retrasar los relojes.

 

 

 

Jake estaba sentado con cara de pocos amigos, mirando fijamente el reloj que aparecía en la esquina de la pantalla del ordenador y preguntándose cuándo se presentaría Ian. Intentaba concentrarse en los gráficos que estaba estudiando, pero no podía dejar de escuchar una voz: ”No puedo dejar a Samanta hasta que vuelva Emma”. No era un ogro que no pudiese entender sus responsabilidades hacia su sobrina y su hermana, pero ¿eran las responsabilidades familiares el motivo de su retraso? La noche anterior había dicho lo mismo y resulto ser mentira. Ian había rechazado quedarse a trabajar para irse con su novio a una joyería. Se reclinó en la butaca preguntándose por qué ese muchacho tenía la capacidad de trastocarle toda su vida.

 

Jake se levantó y fue a la ventana. Era sábado por la mañana y apenas había tráfico. Vio cómo se detenía el autobús en la parada, se bajaron dos hombres; ninguno era Ian.

 

Suspiró. ¿Cuándo llegaría? Se iba a retirar de la ventana cuando vio una furgoneta roja aparcada. Jake tuvo la impresión de que era la misma furgoneta que había seguido la noche anterior. Sus sospechas se confirmaron cuando vio salir a Ian. No había que ser muy listo para saber dónde había pasado la noche. Ni por qué llegaba tarde.

 

Llamaron a la puerta y Jake se separó de la ventana.

 

--Adelante.

 

Era Ed Batton, del departamento legal. Entró serio y con una carpeta en la mano.

 

--Me han dicho que estabas aquí.

 

--Tengo un montón de trabajo antes del consejo del lunes…

 

Ed levantó las manos para detener la explicación.

 

--Entiendo. Me alegro de que hayas venido- dejó la carpeta sobre la mesa de Jake- Échale una ojeada, tenemos un problema.

 

Era verdad que Jake era inflexible con la puntualidad de sus empleados, pero no habría despedido a Ian por llegar tarde un sábado, un día que no tenía que trabajar. Sin embargo no era ese el problema, Ed Batton lo había desvelado.

 

--Entra- dijo Jake al ver asomar la cabeza de Ian por la puerta.

 

--Estás enfadado- dijo como saludo mientras se acercaba lentamente a su mesa.

 

--¿Te das cuenta de lo que has hecho?

 

--Siento llegar tarde. Ayer te dije que tenía un compromiso familiar…

 

--No tiene nada que ver con eso- cortó Jake.

 

Le pasó el informe contable trimestral de un tal Jason Farrell. Ian le echó una ojeada y miró a Jake desconcertado.

 

--¿Qué ocurre?, ¿nos hemos equivocado con una de sus cuentas de inversión? Si es así lo comprobaré y corregiré.

 

--No, no hay ningún error. Cada centavo de su fondo está contabilizado. Lo que ocurre es que no ha sido él quien ha recibido la información- dijo sin apenas poderse contener.

 

El rubio lo miró perplejo.

 

--No entiendo nada.

 

--¿Quién estaba encargado del correo este trimestre?

 

--Yo. Se entregó como todos los trimestres. Comprobé el método para estar seguro. ¿Hay algún problema?

 

--¿Quién está encargado de los cambios de domicilio?

 

--Yo. Hay un archivo en la computadora que he utilizado para registrar los cambios antes de imprimir los informes.

 

--¿Lo hiciste este mes?

 

--Sí, recuerdo que hubo bastantes cambios. Más de los previstos.

 

--¿Los repasó alguien de la oficina?

 

--¿Repasar?, ¿es ese el procedimiento?

 

--Contesta tú- Jake le acercó una carta.

 

--¿Cómo?- Ian leyó la carta y se quedó boquiabierto- ¿Envié la carta a un Farrell equivocado?

 

--Efectivamente. A Joan Farrell, la que pronto va a ser ex señora Farrell. Están separados legalmente y ella ya no está en la cuenta de su ex marido, lo que significa que no tiene derecho a ver los informes financieros de él y, además, él no quiere que los vea. ¿Te haces una idea de las implicaciones legales que puede tener un error así?- Ian no contestó, simplemente sacudió la cabeza- El señor Farrell pidió expresamente que no se enviara el correo a su domicilio sino a su oficina.

 

Ian miró la dirección del informe. Era la de un lujoso barrio de la ciudad.

 

--No entiendo cómo ha podido ocurrir.

 

--Yo tampoco. Esperaba que me lo pudieras decir. Era tu responsabilidad, Ian. Tú actualizabas esa lista.

 

--Y la actualicé.

 

--¿Entonces?, ¿qué ha pasado?

 

--No lo sé, pero sí sé que no soy el responsable. Si el cambio del señor Farrell hubiese llegado, lo habría registrado correctamente- unos ojos azules miraron a Jake suplicando que lo creyera.

 

Probablemente lo habría creído si no le hubiese mentido acerca de la noche anterior y sobre el motivo de su retraso. Habría sido fácil darle una oportunidad para demostrar su inocencia en el asunto Farrell, pero al recordarlo caminando al lado de ese tipo castaño, perdió todo deseo de mostrarse indulgente.

 

--El lunes llamaré a Silvia O´Neill.

 

--¿Me echas?

 

--Me encargaré de que recibas lo que has ganado.

 

Ian se dio la vuelta con ganas de llorar y maldecir.

 

--Recogeré mis cosas- dijo con voz temblorosa y salió de la habitación.

 

Jake pensó que se quedaría aliviado. En esa oficina no se permitía la falta de sinceridad. ¿Entonces por qué se sentía como un verdadero ogro?

 

Ian reprimió las lágrimas mientras se dirigía a su mesa. No iba a llorar. Ni hablar. Pero cuanto más se lo repetía, más notaba que las lágrimas se desbordaban. Fue al cuarto de baño para evitar montar una escena. Se estaba enjuagando las lágrimas cuando salía del aseo y se topó con Alicia en el pasillo.

 

--¿Te pasa algo, Ian?

 

--Mmm…No, nada. ¿Qué haces aquí un sábado?

 

--Lo mismo que tú: horas extras- miró a Ian con curiosidad- ¿Estás seguro de que no te pasa nada?

 

Ian se miró en un espejo del pasillo y vio que tenía los ojos completamente rojos. No tenía sentido mentir.

 

--Me han despedido.

 

--¿A ti?, ¿a don Eficiente? ¡Imposible!

 

Se lo contó todo, el tremendo error, su completa ignorancia sobre alguien llamado Jason Farrell y el disgusto que se llevaría Silvia cuando se enterara de que uno de sus empleados de confianza había organizado ese desastre. Alicia no dijo nada, simplemente frunció el ceño.

 

Ian volvió a su mesa para recoger las cosas, afortunadamente Jake no estaba en su despacho. Enfrentarse con Silvia le encogería el estómago. También estaba Emma, era la peor noticia que le podía dar en una ocasión como esa. Iba a salir cuando Jake entró en el departamento. Ian se quedó helado. Tenía una expresión seria y parecía dispuesto a rematarlo. Sin embargo, se dirigió a él amablemente.

 

--Por favor, ¿podrías pasar a mi despacho?

 

Debería haber contestado que estaba cansado de reprimendas. Pero no lo hizo. Entró y se sentó.

 

--Me he enterado de algunas cosas desde que hablamos esta mañana- dijo de pie a su lado. Te debo una disculpa, no eres culpable del error con el señor Farrell. Fue un error de Brenda, no tuyo.

 

Por mucho que lo intentó, no pudo mantener la boca cerrada. Había desaparecido la dureza de sus ojos y en su lugar había una calidez que solo había notado en ocasiones muy especiales.

 

--¿Cómo te has enterado?

 

--Alicia ha comprobado los archivos y ha encontrado las iniciales de Brenda en la introducción de datos. Es posible que el amor la distrajera….no sé- Ian sintió como si le hubiesen quitado un gran peso de encima- Puedes seguir en tu puesto si quieres y si aceptas mis disculpas. ¿Quieres seguir?

 

Lo cierto era que lo había considerado culpable sin investigar lo ocurrido, como hacía cinco años atrás, Ian pensó que se merecía que le dijese que se quedase con su trabajo, que contratase otro empleado temporal y lo formase. Pero no lo hizo. No podía, sobre todo por el dinero, pero también porque le gastaba trabajar con él, aunque le costase reconocerlo. Ser su ayudante era el trabajo más estimulante que había hecho y disfrutado con los retos que suponía.

 

--Sí, seguiré, pero en el futuro te agradecería que me concedieses el beneficio de la duda. Durante estas tres semanas solo he trabajado por el bien de esta empresa.

 

--Entendido.

 

Ian no esperaba un arrepentimiento formal, pero sí algo más que esa respuesta.

 

--¿Quieres que me quede a trabajar esta mañana?- dijo mientras se levantaba.

 

--Sí, pero hay otra cosa que quiero decirte antes de que empecemos: en esta empresa valoramos mucho la puntualidad.

 

--Lo sé y puedo explicarlo…

 

--Obligaciones familiares, ¿verdad?- cortó Jake.

 

--Sí, en efecto. Verás, Samanta….

 

El otro lo volvió a interrumpir.

 

--Tu vida personal solo te importa a ti, Ian. No quiero volver a oír nada más, solo sé que llegaste tarde. Si vuelve a ocurrir, hablaré con Silvia.

 

--De acuerdo- dijo tranquilamente Ian- No volverá a ocurrir.

 

--Perfecto. Ahora comprueba que tengo el programa del consejo.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Espero que hayan disfrutado el capítulo de hoy. En verdad que los malos entendidos pueden acarrear todo tipo de inconvenientes ¿no? Eso es lo que les pasó esta vez a nuestra querida parejita. Gracias a los celos de Jake, casi pierde a su precioso asistente temporal. Y claro por sus dudas hacia lo que siente por Ian, se imaginó toda clase de tonterías en su cabezota dura. Aunque no lo culpo, en verdad que pilló a Ian en escenas muy comprometedoras con su ahora cuñadito :v ¿Qué pasará con estos dos? ¿Se acabarán matando a golpes o a besos? Qué piensas ustedes *_*


Gracias por leer la historia y nos vemos el miércoles 26 con un nuevo capítulo. Agradezco de antemano todos los comentarios que quieran hacerme llegar  ^_^


 


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