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¡Quiero matar a mi jefe! por MistiIkki

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras. Estoy de vuelta con un nuevo capítulo que espero lo disfruten mucho. Les adelanto que  uno de nuestros personajes principales estará enfermito, pobrecillo L


Gracias por sus comentarios, aunque sean pocos, los leo con mucha ilusión *_*


 

“CAPITULO SIETE”

 

 

 

--¡Ian! ¡Pensábamos que no llegarías nunca!

 

Jake se cruzó de brazos preguntándose cómo explicaría esa situación su asistente temporal.

 

--Richard, te presento a mi jefe, Jake Campbell. Jake, Richard es mi…

 

Antes de que pudiera terminar, una mujer, descalza y somnolienta, apareció en la puerta.

 

--¡Hola!, pasa. Queda algo de postre, he hecho una tarta de limón deliciosa.

 

--Es tarde, Emma. Seguro que el señor Campbell quiere ir a casa.

 

--Ah, entonces eres el jefe de Ian- dijo Emma con los ojos iluminados.

 

Jake estaba fascinado por el panorama.

 

--Sí, y me encantaría tomar un poco de tarta.

 

Ian entró en la habitación rígido como un palo. Estaba molesto, pero a Jake no le importaba. Si mentía sobre sus relaciones, merecía sentirse incómodo. Al entrar, Jake pudo comprobar que aunque era pequeño, el apartamento tenía bastante encanto y estaba lleno de juguetes.

 

Emma lo agarró de un brazo.

 

--¿Me das el abrigo? Perdona el desorden, Samanta ha estado levantada para ver a su tío, pero ha terminado por dormirse. Como verás no le faltan juguetes, pero es culpa de Ian, que se los compra a todas horas. Supongo que Ian te habrá contado las últimas noticias.

 

--¿Noticias?- Jake los miraba de hito en hito.

 

Emma se puso al lado de Richard y le rodeó la cintura con el brazo.

 

--Nos vamos a casar- Emma le enseñó el anillo- Richard lo eligió con la ayuda de Ian. Es maravilloso, pronto Samanta va a tener un padre de verdad.

 

Jake los felicitó y sonrió a Ian. Entonces, Richard no era su novio sino su futuro cuñado.

 

--¿Tú lo ayudaste a elegirlo?- preguntó Jake mientras se sentaba en la silla de la cocina.

 

--Sí. Por eso llegué tarde el sábado por la mañana. Emma y Richard alargaron un poco la celebración- murmuró Ian- No podía dejar a Samanta hasta que ellos volviesen.

 

--Y Richard te llevó al trabajo- las piezas empezaban a encajar.

 

--Sí, es un buen tipo. Ha sido una bendición para mi hermana.

 

Jake no podía dejar de sonreír. Ian no era un mentiroso.

 

Se comió la tarta y escuchó las historias que contaba Emma sobre su hermano.

 

Al irse pensó que era una familia con la que le gustaría estar. Entonces se dio cuenta de que, poco a poco, Ian se estaba apoderando de sus pensamientos; de que le llegaba muy hondo y de que él se estaba olvidando de algo muy importante: eran jefe y empleado y él siempre había cumplido las normas.

 

 

***

 

--¿Te pasa algo?, ¿estás enfermo?- le preguntó Jake a Ian al volver de la comida el lunes siguiente y encontrárselo inclinado sobre la mesa.

 

--No, estaba descansando- contestó Ian mientras se reincorporaba.

 

Tenía las mejillas coloradas, como si se sintiese avergonzado porque lo habían sorprendido echándose una siesta en pleno trabajo. Pero Jake comprobó que no había comido. Había dado un mordisquito al emparedado y no había tocado la manzana.

 

--No has comido.

 

--No tenía hambre- envolvió el emparedado y lo guardó en una bolsa marrón- Me lo guardaré para más tarde- se lo llevó a la nevera. Al volver parecía cansado.

 

--Has trabajado más de lo que exige tu puesto. No tienes que quedarte todas las noches.

 

--No pasa nada, estoy acostumbrado- dijo Ian con una sonrisa que Jake sabía que era forzada.

 

--¿De verdad estás bien?

 

--Sí, perfectamente- junto al teléfono había un frasco de medicamentos que Ian escondió en el bolsillo. Jake se dio cuenta- Ya tengo los informes trimestrales- continúo el rubio.

 

--Muy bien. Necesito ver algunas notas.

 

--¿Ahora?

 

Jake se imaginó que querría despejarse un poco.

 

--Ven dentro de diez minutos- Jake salió y se dirigió a su despacho.

 

Exactamente diez minutos después, Ian entró en el despacho de Jake. Su aspecto era el mismo que tenía cuando se había despertado de la siesta. Se había arreglado un poco su cola estilo samurái, pero una hebra rebelde caía sobre su mejilla de la forma más seductora posible. En una mano llevaba un vaso de agua y la carpeta en la otra.

 

Se sentó enfrente de él. Se había quitado el saco del traje y su piel tan solo estaba cubierta por una fina camisa blanca que envolvía delicadamente su torso y le daba un aire muy sensual.

 

Sacó del bolsillo una pastilla para la garganta y se la tomó.

 

--¿Seguro que estás bien?

 

--Tengo la garganta un poco irritada, pero nada más.

 

Estuvieron trabajando como si, realmente, no pasase nada más. Al terminar el trabajo, el vaso de agua estaba vació y en la papelera había unos cuantos envoltorios de pastillas.

 

--Es todo por hoy. No te olvides de que mañana estaré fuera de la ciudad y que volveré pasado mañana.

 

--¿Qué hacemos con la reunión con los hermanos Anderson?

 

--Posponla hasta la semana que viene.

 

Ian siguió repasando la agenda, aunque daba el aspecto de tener que irse a la cama. Jake tenía la intuición de que le pasaba algo, aunque lo intentase disimular. Más tarde comprobó que tenía razón. Se cayeron unos papeles y cuando lo ayudó a recogerlos sus manos se rozaron. Tenía la piel ardiendo.

 

--Tienes fiebre.

 

--No tenía que haber puesto este montón tan cerca del borde- contestó el otro como si no hubiese oído lo que su jefe acababa de decir.

 

Cuando Ian estaba a punto de irse a su mesa, Jake lo agarró del brazo y le puso una mano sobre la frente.

 

--No soy médico, pero me parece que tienes fiebre. Por eso te duele la garganta y tienes ese color en las mejillas.

 

Ian asintió con la cabeza y se hundió en la silla.

 

--No puedo creérmelo. Nunca había estado enfermo.

 

--Tómate libre el resto del día y veta a casa.

 

--No puedo.

 

--Desde luego que puedes. Si te preocupa el dinero, te pagaré el día completo. Vete inmediatamente y si mañana no estás bien, no vengas.

 

El rubio lo miraba con incredulidad.

 

--¿Me pagarás aunque no venga?

 

--Brenda tiene derecho a estar de baja.

 

--Pero yo soy temporal. Solo nos pagan las horas que trabajamos.

 

--¿Vas a discutir con el jefe?

 

--No, pero…- dudó, evitando su mirada.

 

--Pero qué. Estás enfermo y tendrías que estar en casa en la cama.

 

--Ese es el problema. No puedo ir a casa.

 

--Naturalmente que te puedes ir a casa. No soy un ogro, no haré que Sandra te despida.

 

--Gracias. Te lo agradezco, pero preferiría quedarme hasta la noche…Si no te importa.

 

No tenía ni pies ni cabeza. Jake se preguntaba si la fiebre lo habría trastornado.

 

--¿Por qué vas a quedarte si estás enfermo?

 

--Porque el médico me dijo que puedo contagiar durante las próximas veinticuatro horas.

 

--¿Has ido al médico?

 

Ian asintió con la cabeza.

 

--Durante la hora de comer. Tengo una infección en la garganta.

 

--Entonces está claro que deberías estar en la cama- lo tomó del brazo para que se levantase.

 

--No, no puedo ir todavía. Podría contagiar a Samanta. Ha tenido una infección de oído y el médico dice que tiene las defensas bajas.

 

Ya entendía por qué estaba tan preocupado.

 

--Está bien, te dejo que te quedes.

 

--Te prometo que no estorbaré- dijo Ian con una mirada febril y triste.

 

En ese momento, Jake se dirigió al armario y volvió con el abrigo de Ian.

 

--Tengo una idea mejor. Puedes pasar la noche en mi casa.

 

--Pe…pero…, no puedo quedarme contigo- dijo Ian tartamudeando- Eres mi jefe.

 

--Yo me voy a Nueva York- Jake metió los brazos de Ian en el abrigo- Estarás solo. Voy a llamar para decirle a mi ama de llaves el nuevo plan- descolgó el teléfono de Ian y estuvo hablando un rato- Todo resuelto. Me ha dicho que se quedará hasta que llegues y que hará una sopa de pollo.

 

--Preferiría quedarme aquí- dijo Ian con la voz quebrada- Enseguida estaré mejor, ya me he tomado los antibióticos.

 

--No seas tonto. Acepta mi oferta. Paz, tranquilidad, una sopita caliente y ningún riesgo de contagiar a tu sobrina. Además, si no te encuentras bien por la mañana, te puedes quedar tranquilamente.

 

--De acuerdo, gracias- sacó la billetera- ¿Puedo tomar algún autobús?

 

Jake comprendió que era el único medio de transporte que se podía permitir el rubio.

 

--Yo te llevaré.

 

--Pero tienes que ir al aeropuerto.

 

--Tengo tiempo de sobra. ¿Preparado?

 

El rubio asintió con la cabeza, pero de camino al ascensor se paró.

 

--Espera, tengo que llévame los informes…

 

El pelinegro lo detuvo y lo agarró del brazo.

 

--Los informes pueden esperar.

 

Por una vez, Ian no discutió con su jefe.

 

 

***

 

 

Desde que entró en la empresa Ian sospechaba que su jefe ganaba más en un año de lo que él mismo probablemente ganaría en toda su vida. Por eso no lo sorprendió que viviese en una zona residencial muy exclusiva.

 

--No voy a estar prisionero, ¿verdad?- preguntó Ian después de que un guarda de seguridad les permitiera pasar con un saludo a Jake.

 

--Impide la entrada de los desconocidos, no la salida de los residentes.

 

Ian no estaba muy seguro, desde hacía un rato tenía la sensación de que Jake había tomado el control de su vida. Mientras avanzaban a través de un bosque con casas fabulosas que Ian solo podía describir como mansiones, se dio cuenta de que no podría salir de allí aunque quisiese. Los autobuses municipales no llegaban hasta allí y tomar un taxi costaría una millonada.

 

--¿Cómo puedo ir a trabajar mañana?

 

--Lo organizaré para que venga un coche a recogerte. Si estás bien…

 

--Claro que estaré bien, estoy tomando antibióticos.

 

--Ya lo decidirás mañana. Clara se ocupará de ti.

 

--¿Es tu ama de llaves?

 

--Sí. Me ha cuidado en muchas enfermedades. Fue mi niñera.

 

Ese comentario hizo que Ian se preguntara qué tipo de niño habría sido su jefe. Era tan serio que parecía que nunca había sido un niño. Según lo que oyó en la entrega de premio, empezó sus negocios con diez años.

 

Lo que no se podía discutir era que tenía facilidad para hacer dinero y, cuando Ian vio su casa, comprendió que tenía mucho. Unas columnas de piedra enmarcaban la entrada a una rotonda que estaba al pie de un edificio de ladrillo de dos pisos. Aunque todavía era principios de abril y el césped estaba un poco mustio, el camino se hallaba bordeado por preciosas manchas de color formadas por narcisos y tulipanes.

 

--Aparcaré en la entrada- comentó Jake mientras se detenía en la puerta de la casa. Salió, rodeó el coche y lo ayudó a salir.

 

--Estoy bien- comentó Ian al comprobar que no lo soltaba.

 

--Parece como si te fueses a desplomar.

 

En realidad así era, pero no por la enfermedad sino porque la idea de pasar una noche en su casa lo intimidaba bastante. Se tragó el temor que estaba a punto de hacer que se le doblaran las rodillas y lo siguió dentro.

 

En el instante de entrar en el vestíbulo apareció una mujer anciana y diminuta con un traje negro con delantal blanco.

 

--Usted debe ser Ian. ¿Qué tal se encuentra?

 

--Ian, te presento a Clara- dijo Jake mientras lo ayudaba a quitarse el abrigo.

 

--Permítame- Clara quería llevarse el abrigo, pero Jake no se lo daba.

 

--Yo me ocuparé, acompaña a Ian a su habitación.

 

Clara se dirigió al pequeño rubio.

 

--¿Quiere tumbarse o prefiere que le haga algo de comer?

 

--No creo que pudiese comer nada.

 

--No me extraña, está ardiendo- dijo Clara mientras lo tomaba del brazo.

 

Ian se apartó un poco.

 

--No debería acercarse tanto, puedo contagiarla.

 

Clara resopló.

 

--Todos los días estoy en contacto con casos parecidos.

 

Al ver la cara de Ian, Jake se lo explicó.

 

--Clara va de voluntaria todas las mañanas al colegio local. Ayuda a los niños a aprender a leer.

 

--Pero esto es una enfermedad- respondió Ian.

 

Clara agitaba las manos.

 

--No se preocupe, si no me he contagiado ya, no me contagiaré nunca- tomó la mano de Ian- Jake se lo puede decir, hago la sopa más sabrosa y curativa del estado.

 

Ian miró a Jake con impotencia.

 

--Es verdad, si la sopa de Clara no te mejora, es que no tienes solución.

 

Ian comprendió que Jake no iba a servir de mucha ayuda y que en su estado lo mejor era que las decisiones las tomasen otros. Entraron en la cocina. Él había pasado casi toda su vida en apartamentos que tenían el espacio justo para cubrir las necesidades más elementales. Durante años se había preparado la comida en cocinas como armarios. Al ver el espacio que tenía Clara para trabajar, no pudo evitar quedarse con la boca abierta. Clara lo llevó hasta una mesa de madera y le acercó una silla.

 

--Siéntese aquí. La sopa estará preparada dentro de un par de minutos.

 

Le dio una palmadita en la mano que le recordó a su madre.

 

--Gracias- dijo Ian tragándose las emociones que le produjo el recuerdo.

 

Jake se sentó también y Clara intervino.

 

--¿No deberías estar en el aeropuerto?

 

--No perderé el avión. Tendrías que saber que nunca llego tarde- contestó con una sonrisa maravillosa. Esa sonrisa tuvo un efecto extraño en el equilibrio de Ian- Clara, ¿dónde está el termómetro? Creo que deberíamos tomarle la temperatura.

 

--Hay uno en el armarito de las medicinas del cuarto de baño principal- respondió Clara mientras revolvía la sopa con una cuchara de madera.

 

Jake se levantó e Ian lo detuvo.

 

--No hace falta, de verdad, estoy bien.

 

El pelinegro no le hizo caso y salió de la cocina.

 

--¿Le apetece una taza de té o prefiere un zumo?- dijo Clara mientras colocaba enfrente de Ian una servilleta de lino y unos cubiertos de plata.

 

--Té, gracias.

 

Cuando volvió Jake, la tetera estaba pitando y la sopa estaba caliente.

 

--No he podido encontrarlo- dijo con cierta desesperación.

 

--No importa- insistió Ian- Estoy tomando antibióticos.

 

--¿Te toca tomar las pastillas ahora?

 

Ian estaba asombrado por las atenciones de Jake. No podía imaginárselo preocupado por alguien enfermo y, menos por él. Abrió la mochila que siempre llevaba consigo y sacó el frasco.

 

--Necesita agua- dijo Jake a Clara.

 

--No, no hace falta, las tomaré con el té.

 

Ian se sentía como en un hospital en el que todo el mundo estuviese pendiente de sus movimientos. Estaba deseando que Jake se fuese al aeropuerto. Agradecía las atenciones de Clara, pero lo de Jake era distinto. Al verlo en su casa, volvía a sentir que la relación no era profesional, aunque pareciese ridículo. Estaba sentado en la cocina de su casa tomando sopa de gallina, pero eso no quería decir que no fuese su jefe. Aunque sintió cierto alivio cuando, por fin, dijo que se iba.

 

--Ten cuidado- dijo Clara- Han anunciado que habrá niebla esta noche.

 

Jake le prometió que tendría cuidado y se volvió a Ian.

 

--Recuerda lo que te he dicho. Si mañana no estás bien, quédate en casa. Clara tiene el número de los taxis por si lo necesitas.

 

Ian asintió con la cabeza y volvió a darle las gracias por su generosidad. Jake intentó quitarle importancia diciendo que no le serviría de nada si no se recuperaba pronto.

 

Cuando Jake se hubo ido, Clara siguió ocupándose de él constantemente, pero comprobó que sus atenciones lo hacían sentirse muy cómodo. La anciana era muy amable y delicada. Le recordaba mucho a su madre y acabó contándole más cosas de las que pretendía. Enseguida se hicieron amigos y, en cuanto Ian terminó la sopa, Clara lo llevó a su habitación. La habitación del hotel de Chicago era una vulgaridad comparada con esa. El suelo estaba cubierto por una moqueta en la que se hundían los pies, la cama era enorme y con baldaquino, todos los muebles eran de madera oscura, incluido un armario que en realidad escondía todo tipo de aparatos que podía manejar con un mando a distancia. También había un escritorio, un tocador y una cómoda.

 

--Es una habitación espectacular- dijo Ian mientras dejaba la mochila sobre la mesilla.

 

--El cuarto de baño está en esa puerta, tiene sales de baño o gel, según prefiera.

 

--Muchas gracias, pero siento darle tanto trabajo.

 

--No es ninguna molestia, por lo menos me gano el fabuloso sueldo que me paga Jake. Es un niño tan adorable…

 

¿Niño adorable?, Ian sabía que su jefe no tenía nada de niño. Era un hombre muy viril y sumamente atractivo que podía ser tierno si se lo proponía.

 

--Apenas tenemos visitas, excepto cuando viene su familia, lo cual es una verdadera pena- continuó Clara- Está muy pálido. Tengo que parar de charlar y dejarlo que se acueste.

 

--No se preocupe, me encanta hablar con usted.

 

--Mañana por la mañana tendremos tiempo de sobra. ¿A qué hora quiere que venga?

 

Ian no estaba acostumbrado a que alguien dependiera de él.

 

--Por favor, no hace falta que venga solo por mí. Jake está fuera y usted puede tomarse el día libre.

 

--Tenía previsto ir a Winona a ver a mi prima…- Clara parecía dudar.

 

--Entonces no hay más que hablar. Por favor, váyase. Me sentiría fatal si la dejara sin día libre. Estoy seguro de que por la mañana estaré mucho mejor y soy capaz de hacerme una tostada.

 

--¿Está seguro…?

 

--Sí. Tómese el día libre.

 

--De acuerdo, pero si me promete que me llamará si no se encuentra bien.

 

--Lo prometo- dijo Ian levantando la mano como en un juramento.

 

--Perfecto. Llámeme si necesita cualquier cosa. Mi número está memorizado en el teléfono. Solo tiene que descolgar y marcar la tecla correspondiente al número uno- levantó una camisa almidonada del respaldo de la silla- Me imaginé que necesitaría algo para dormir- al ver que Ian dudaba, añadió- No se preocupe pensando que es una de sus camisas buenas, no lo es. Fíjese en los puños, ya empiezan a estar desgastados.

 

Eso no era lo que le preocupaba a Ian. ¿Cómo podría dormir con algo que había usado Jake?

 

--¿Seguro que no le importará?

 

--Tiene tantas camisas que no se dará ni cuenta. Además, si tiene que levantarse por la noche, necesitará algo que lo proteja. Por la noche siempre refresca bastante.

 

Ian sabía que tenía razón. Podría haber dormido con su ropa interior, pero si usaba la camisa de Jake podría lavar su ropa y tenerlo limpio al día siguiente.

 

--Está bien, gracias. La usaré.

 

--Muy bien. Si me acompaña, le enseñaré cómo se conecta la alarma. Tendrá que hacerlo cuando salga por la mañana- Ian asintió y siguió a Clara hasta la puerta de entrada, donde esta le dio las instrucciones oportunas- Ha sido un placer conocerlo- dijo Clara con una sinceridad que conmovió al rubio- Tengo la sensación de que podríamos ser buenos amigos.

 

--Yo siento lo mismo. Jake es muy afortunado de tenerla.

 

Clara sorprendió a Ian y le dio un abrazo.

 

--Ya sé que está enfermo, pero no he podido resistirme. Descanse bien y llámeme si necesita algo, ¿de acuerdo?

 

Ian asintió y la despidió con la mano. En cuanto se cerró la puerta, Ian conectó la alarma. De repente la casa parecía vacía e impersonal. Subió a su cuarto y se preparó para acostarse.

 

Al desnudarse notó que ya hacía más frío y agradeció que Clara le hubiese dejado la camisa. En el cuarto de baño había un cepillo de dientes sin estrenar y todo tipo de productos de higiene personal. Se miró al espejo y pudo comprobar que estaba muy pálido y que tenía unas ojeras enormes.

 

No había notado el cansancio hasta que se metió en la cama. Las sábanas eran suavísimas y el colchón era el más cómodo que había conocido. Puso el despertador y apagó la luz. Sus pensamientos se dirigieron hacia Jake. Esa noche había conocido un aspecto suyo que no podría conocer en situaciones normales. Una vez que terminara su trabajo, no volvería a verlo. Pero estaba cansado. Cuando volviera a la oficina, todo sería normal otra vez.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Bueno espero que les haya gustado este capítulo. Que bueno que se haya esclarecido esos malos entendidos entre Ian y Jake. Por su parte, el apuesto pelinegro se sintió aliviado al darse cuenta que Ian no era un mentiroso.


Pobre Iancito, se puso malito, pero ahí estuvo su jefe muy atento y condescendiente con él. Mmmmm creo que esos dos estarán más cercanos que nunca en el siguiente capítulo, y más si ambos se quedan completamente solos en la casota de Jake. Espero sus comentarios y nos vemos el siguiente miércoles. Aunque no estoy muy segura si podré actualizar este miércoles. Pero de todas maneras si no lo hago, tenga muy en cuenta que lo haré el subsiguiente miércoles.


Les tengo una buena y mala noticia. La mala es que solo faltan tres capítulos más para que esta bonita historia llegue a su final. Lo siento pero es una historia cortita. Y la buena es que tengo preparada otra nueva historia de amor. Esta será mucho más larga, será bélica y contendrá Mpreg. Espero les guste ese mundo de donceles con sus apuestos caballeros. Ahí me dicen qué les parece la idea ¿ok? ^_^


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