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Buscando la belleza por OldBear

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Capítulo 32. Encerrados.

 

 

Tony llamó a su casa para avisar que saldría bastante tarde de la oficina. Por suerte, quien tomó el teléfono fue su madre, y no le hizo todas las preguntas de rigor que habría tenido que soportar si su padre fuera el que atendiera el teléfono.

Había tenido que quedarse más tiempo debido a un problema con el diseño de una de las piezas de la colección. Por suerte lograron darse cuenta que una de las prendas de la colección de Hydra! tenía el mismo diseño, —no el mismo exactamente, pero sí muy parecido—. Debido a que necesitaban que todo quedara perfecto no querian que la prensa especulara que se habían copiado ni en el más mínimo detalle —aunque aquello había sido un simple accidente—. Era un detalle pequeño y Loki y Steve estaban decidiendo el cambio sin necesidad de aumentar presupuesto, por lo que Tony tuvo que quedarse.

Eran alrededor de las diez y media cuando Steve se frotó los ojos por debajo de los lentes, cansado. A esa hora todo mundo se había marchado, ni siquiera Bucky estaba con ellos, y el presidente tenía muchas ganas de marcharse también.

—...Y podría reemplazarlos con los cierres de la colección de invierno, la que no estuvo del asco porque tu padre estuvo al mando. Pero no sé si aún tengan en producción. —dijo Loki viendo el rediseño que estaban terminando.

— ¿Tienes alguna muestra? — preguntó Steve ignorando el comentario mal intencionado. Realmente no tenía fuerzas para discutir—. Puedo decirte si aún nos queda.

Loki mencionó que había unas muestras en el cuarto que tenía en el almacén general, pero que no iba a ir a buscarlos solo como si fuese un simple asistente. Así que les tocó acompañarlo hasta producción para buscar aquella muestra.

Como era de suponer, no había nadie en los pasillos a esa hora y las luces, que en su mayoría estaban apagadas, le daban a Tony una sensación extraña. Loki sacó sus llaves y abrió el candado de la puerta — jamás dejaría sus cosas sin seguridad ante nadie— y entró a la habitación. Los otros dos los siguieron y esperaron a que buscara el cierre. Cuando lo encontró, Steve se puso a sacar cuentas con Tony de si habría alguna diferencia en el costo, a lo que Loki rodó los ojos sintiendo su presencia innecesaria ya. Estuvo tentado a decir que se iba, pero luego cambió de planes al pensar en algo.

Una hermosa idea cruzó por su mente.

Sonrió y caminó lentamente hacia atrás mientras los otros dos estaban concentrados en su conversación. Cerró la puerta tan rápido como pudo y le colocó el candado. El sonido de la puerta cerrándose provocó que Steve levantara la vista de la lista que tenía y se girara. En aquella pequeña habitación tan solo estaban él y Tony, sin rastros de Loki y con la puerta cerrada.

— ¿Pero qué sucede? —preguntó caminando hacia la puerta. Intentó empujarla, pero no cedió—. Loki, ¿estás ahí afuera? La puerta se cerró.

Loki, al otro lado de la puerta, se cruzó de brazos sonriendo.

—No se cerró, Rogers.

— ¿Qué dices?

—Digamos que el candado se deslizó accidentalmente de mis manos y se colocó solo en la puerta.

Steve frunció el ceño, sin entender a que estaba jugando el genio creativo.

— ¡¿Qué estás haciendo?! —volvió a golpear la puerta con el puño cerrado, aun sabiendo que aquello era inútil —. Abre ahora mismo.

— ¡Esto es por mi colección, imbécil! — Le dio un golpe a la puerta con el pie antes de darse media vuelta—. Ahora te quedas ahí toda la noche.

— ¿Te estas escuchando acaso? — Steve no podía creer que Loki fuera capaz de aquello, bueno, podía creerlo, pero no quería — ¡No puedes hacer esto!

—Créeme, de entre todo lo que planee hacerte esto es lo más fortuito y…sencillo que hay.

Tony se había acercado a su jefe sin poder creer lo que estaba escuchando. No podía ser verdad que estaban encerrados en aquella habitación.

— ¡¿Y yo que tengo que ver en eso?! —preguntó golpeando la puerta con los puños. No podía quedarse encerrado con Steve —. Déjame salir.

—Tú eres un daño colateral niño feo. Sin resentimientos. —Antes de alejarse más, agregó—: ¡Agradéceme luego!

Loki caminó con soltura hasta la puerta de salida de producción, sintiendo los llamados de Steve y Tony como música para sus oídos. Aunque aquello no compensaba del todo lo que Rogers le había hecho con su colección, por lo menos sufriría un poco, y de entre todo lo que había pensado, por lo menos aquello no era ilegal —no del todo— por lo que Steve debía de sentirse afortunado.

El guardia de seguridad le abrió la puerta hacia el estacionamiento del sótano, y también la puerta de salida. Le preguntó si Steve tardaría mucho para cerrar la puerta del estacionamiento—ya que su auto seguía ahí —, a lo que Laufeyson contestó: “Rogers se fue en un taxi temprano, al parecer no se sentía del todo bien”

El guardia asintió y él salió de allí con una enorme sonrisa en su cara.

 

 


 

 

Llevaban unos diez minutos golpeando la puerta y gritando para ver si alguien los escuchaba. Pero no funcionaba. Y obviamente el guardia de seguridad estaba bastante lejos de ese piso para escucharlos.

Tomó su celular pensando que podría llamar a Sharon o a Bucky para que fueran a ayudarlos, pero tenía la batería agotada.

— ¿Y tu teléfono? —le preguntó a Tony que estaba unos pasos tras él.

—Lo dejé en la oficina—respondió con dolor—. Se supone que íbamos a volver. ¿Qué haremos ahora?

¿Qué opciones tenían en aquel cuarto sin ventanas, con una sola salida cerrada y lejos del punto principal del guardia? Ninguna opción, en realidad.

—Supongo que nos tocará esperar a que el guardia haga la ronda de inspección. —soltó mirando su reloj. Iban a ser las once.

Tony hizo memoria, no era la primera vez que saldrían tarde de la oficina y solía saludar a los guardias que hacían el turno de la noche. Cerró los ojos cuando recordó a quien le tocaba el turno de los martes.

—Hoy es el turno de Chester.

— ¿Y eso que?

—Es el que toma las siestas.

— ¿O sea que estaremos aquí un buen rato?

—Seguramente. —respondió sin mucho ánimo.

Aquello no podía ponerse peor, o por lo menos eso esperaba. El cuarto era bastante pequeño y estaba repleto de cajas, así que no podrían ponerse demasiado cómodos de todas formas. El silencio reinó unos minutos mientras entendían a plenitud que estaban encerrados por la ridícula venganza de Loki, y realmente no se sorprendían de que el genio creativo hiciera aquello.

Tony caminó hasta la pared contraria a la puerta, se apoyó y se deslizó hasta el piso mientras veía a Steve, de pie mirando hacia la puerta como si esta pudiera abrirse mágicamente. El silencio se hizo presente por unos minutos, por lo menos no estaban a oscuras y ninguno de los dos se sentía incómodo ante la presencia del otro.

Aunque en cierto sentido Tony sí se sentía incómodo con aquella situación, demasiada cercanía para su gusto y paz mental.

En ese momento en donde no tenía más nada que hacer que esperar, Tony aprovechó para mirar a su jefe. En aquel momento utilizaba el traje gris con la camisa negra que le había visto otras veces. Siempre vestía tan bien... Aunque consideraba que Steve era lo suficientemente apuesto para verse bien con cualquier cosa que se pusiera.

Inevitablemente eso lo hizo pensar en Sharon, ella era una mujer hermosa y elegante. Siempre vestía hermoso con aquellos vestidos o trajes que usaba, y quizás por eso era inevitable admitir que hacían una hermosa pareja.

El hilo de sus lamentos fue interrumpido cuando Steve decidió ser el primero en romper el silencio. Algo que realmente no se esperó.

—Sabes, utilicé tu regalo. —Dijo sin siquiera girarse—la caja de pinturas, digo.

— ¿Ah sí? — aunque el plan obviamente era que Steve utilizara las pinturas, no podía negar que se sentía emocionado de saberlo.

Rogers asintió y se giró hacia él. Caminó hacia donde estaba Tony y, sin darle mucho tiempo a pensar, se sentó a su lado.

Aquella cercanía no podía ser buena para Stark, aunque no iba a alejarse de su lado.

—El pasado fin de semana. Hasta el momento ni siquiera le había quitado el plástico. —A decir verdad, tuvo bastante miedo de volver a intentarlo, y cada vez que veía el regalo se excusaba diciendo que tenía trabajo por hacer. Ni siquiera sabía de donde vino el arranque para decidirse a intentarlo aquel sábado a las once de la noche—. Fue un regalo muy bueno.

La cercanía más la mirada que le dedicaba su jefe le hacían estremecer. Tragó duro para mantener la compostura, sabiendo que no podía dejarse ver siendo tan obvio con respecto a lo que sentía.

— ¿Puedo saber que pintaste? —preguntó regulando su nerviosa voz.

Soy un Stark, los Stark no somos tan débiles. Se dijo a sí mismo.

—La casa donde vivía de niño —respondió, rememorando lo que había pintado—. Quizás no sea exacta, no la recuerdo bien.

— ¿Y cómo quedó?

—Horrorosa—admitió entre risas. Una risa suave y sincera, de las que Tony poco le escuchaba—. Debo seguir practicando.

La conversación fluyó mucho mejor de lo que Tony creía, tanto así que dieron las doce y ni siquiera sintieron el paso del tiempo. Solo hasta que, después de estar sentados en el suelo tanto tiempo, Tony comenzó a temblar ligeramente sin poder evitarlo. Traía una camisa, pero era algo fina para aguantar el frío de aquella habitación por tanto tiempo; y su abrigo lo había dejado, al igual que su teléfono, en la oficina de presidencia.

— ¿Tienes frío? —preguntó Steve dándose cuenta del estremecimiento del otro.

— ¿Yo? No, para nada.

Su jefe ignoró su negativa y se removió para quitarse el saco que llevaba puesto para luego colocárselo.

—No soy una damisela en apuros—dijo al tiempo que alejaba su cuerpo. No le gustaba que lo consideraran más débil.

—No solo a las damiselas les da frio, Tony. A las mujeres, a los niños y a los hombres también nos da frío.

— ¿Y tú? —preguntó elevando una ceja.

—Yo soporto bastante bien el frio. — Sonrió y estiró los brazos para colocarle el saco— Lo digo sin bromear. El ejército logra muchas cosas.

No hizo ninguna pregunta acerca de lo ultimo dicho por su jefe. Sabía por una breve conversación con Sam y Thor que Steve había asistido al ejército por unos años, pero que por alguna razón al hombre no le gustaba hablar de eso. No sabía si lo había mencionado para que él le comentara algo o por que se le había escapado, y el no quería molestarlo con preguntas inoportunas.

—Perdón por meterte en esto—dijo Steve con pena en su voz, rompiendo la ensoñación del más joven—. Como dijo Loki, tú eres un daño colateral en toda esta pelea.

—No tienes que disculparte. Conociendo a Loki, sé que el encerraría a cualquiera solo por diversión.

Steve asintió ante aquella afirmación sabiendo que era cierto, y se quedaron mirando el uno al otro sin darse cuenta; Tony perdido en aquellos ojos azules que tantos problemas le estaban trayendo.

Giró la cabeza cuando sintió el irremediable deseo de acortar la distancia y besar a su jefe, sabiendo que nada bueno saldría de aquello. Se aclaró la garganta y preguntó acerca de un banco al cual Steve llamó ese día en la mañana, intentando encontrar algún tema neutral que lo mantuviera distraído.

Su suplicio duró tres horas más, cuando a las tres de la mañana sintieron unos pasos y lograron que el guardia nocturno les abriera.

 


 

Tenía tantas llamadas perdidas de su padre, que ni siquiera quiso contarlas para no estresarse más. Como la última había sido tan solo unos cinco minutos antes, decidió marcarle sabiendo que no había riesgo de despertarlo.

—Anthony Edward Stark. ¿Se puede saber dónde estás metido a esta hora?

Tuvo que hacer un esfuerzo para tranquilizar a su papá. No podía decirle la verdad acerca de que se había quedado atrapado en una habitación con Steve, pues Howard era capaz de querer averiguar cómo había sido posible aquello y creer que su jefe se había propasado con él. Su mejor salida fue decirle que se habían quedado hasta tarde trabajando y que su teléfono se había descargado sin darse cuenta.

— ¿Y es que no pudiste llamarme desde otro sitio? ¿Acaso quieres que me de un infarto?

—Howard déjalo ya, él no es un niño pequeño—se escuchó la voz de María por el teléfono.

Tony suspiró y avisó de que iría de camino y su jefe lo llevaría y que no necesitaban esperarlo despierto. Cosa a lo que su padre no le haría ni el más mínimo caso.

Steve también tenía llamadas perdidas. Cuando logró conectar su teléfono en el auto se fijó en que tenía unas diez llamadas de Sharon. Recordó que había quedado con ella de reunirse en el apartamento de Steve, y que ella debía estar pensando que él se habría ido con alguna mujer, cosa que otras veces podría ser cierta, pero no en esa ocasión.

Tony se dio cuenta del problema en que su jefe estaba sin necesidad de que se lo dijera.

—Puede dejarme y yo tomó un taxi hasta mi casa—dijo, sabiendo que mientras más tardara Steve en ir con su novia, más grande sería la pelean que tendrían.

—Por supuesto que no, son las tres de la mañana. Además, es mi culpa que Loki nos encerrara.

Tony volvió a decirle que no tendría problemas en tomar un taxi, pero su jefe volvió a negar alegando que de todas formas no se escaparía de una pelea segura. Cuando estuvieron cerca de su casa, Tony parpadeó varias veces sin poder que Howard estaba esperándolos fuera de la casa envuelto en una bata.

 

 


 

 

—Howard, nuestro hijo no es un niño. — Quiso razonar María detrás de su esposo, pidiéndole que volviera a entrar a la casa—. No necesitas preocuparte tanto.

—Puede que no sea un niño, pero es mi niño — dijo manteniéndose firme en su sitio. La calle estaba sola a esa hora y veía unas luces de auto acercarse a ellos— ¿Y qué es eso de que me lo tenga trabajando hasta tan tarde? No, ese tal Rogers es un abusador. Lo llama a todas horas, lo hace llegar temprano y salir tarde casi diario. Son las tres de la mañana, María. Y no me importa que es lo tan importante que tengan que hacer.

—Pero Howard, su jefe lo trae. No hay peligro.

— ¿Y qué tiene que lo traiga? Ni siquiera lo conozco para que ande con mi único hijo a esta hora como si nada. Pero mira, deben ser ellos. Ahora si me las va a ver.

 

 


 

 

Tony nunca pensó en que sus padres conocieran a Steve, y menos, que lo conocieran a las tres de la mañana porque Howard lo esperaba en la entrada de su casa con los brazos cruzados.

Tan pronto el auto de su jefe se estacionó al frente de su casa, Howard, en pijamas, con su bata y con una expresión de enfado como nunca antes había tenido, se acercó para dar pequeños golpes en la ventanilla.

— ¿Lo conoces? —preguntó Steve viendo al hombre a través del cristal.

—Es mi padre —respondió con pena, sabiendo lo que podría hacer su padre. —No necesitas decirle nada, solo vete.

— ¿Cómo no? Es tu padre, debo saludarlo.

Steve bajó del auto con una sonrisa dispuesto a darle la mano al padre de Tony, pero la expresión del otro le indicó que quizás no era del todo de su agrado.

—Así que usted es el esclavista—dijo el patriarca sin darle un momento a presentarse—. Yo soy Howard Stark, el padre de Tony.

—Howard, no es el lugar ni la hora—exclamó María acercándose a ellos—. El señor debe de estar muy cansado.

— ¿Y mi hijo no? —preguntó Howard. Tony se había bajado del carro pero sus intentos por hacer que su padre se tranquilizara no rendían frutos—. Ya estoy cansado de cómo me trata a mi hijo.

Para calmar los ánimos Steve propuso seguir la conversación dentro de la casa. Sentía que se estaba perdiendo algún punto esencial de información y, pese a la hora, no quería dejar aquello como estaba. Mientras entraban, Tony tuvo un segundo para explicarle —o suplicarle— que si Howard mencionaba algo de su trabajo, no le dijera que era un asistente, pues su padre no sabía que había entrado a la empresa con ese puesto.

Steve no entendió mucho, pero tampoco tuvo tiempo a procesar cuando, dentro de la casa, el mayor de los Stark volvió a reclamarle.

—Pone a trabajar a mi hijo como un esclavo, lo trata peor que a un asistente. Con el puesto que tiene debería de respetarle los horarios un poco más.

— ¿Puesto?

—Si. Me lo trata peor que a un asistente a o a una secretaria.

Vio cuando Tony le hizo señas para que le siguiera el juego y no preguntara nada. Así que estuvo de acuerdo en seguirle el juego.

—¡Y me le grita!—siguió diciendo el mayor—lo escuché hace mucho por el teléfono, gritándole a mi hijo. Podrá ser su empresa, pero eso no le da derecho a tratar a mi hijo como lo hace.

En honor a la verdad, Steve tuvo que admitir que los reclamos de Howard —aun si ni sabía en qué puesto estaba su hijo— no eran del todo exagerados.

Los observó a los tres por un momento, Howard despotricando como si no hubiese mañana y María, mucho más calmada y sonriente, excusándose por la descortesía de su esposo. Tony estaba bastante avergonzado, lo cual se notaba porque ni siquiera era capaz de mirar a Rogers.

—Tiene razón señor, no he tratado a su hijo como debería.

Esa simple oración confundió a Howard, que esperó que Steve negara todas las acusaciones.

Tony podría volver a rememorar aquella noche, pero jamás sería capaz de entender en qué punto aquella situación cambió y Howard comenzó a hablarle a Steve con más gentileza, y a contarle algo acerca del valor de tratar bien a los empleados.

María terminó haciendo un té para ofrecerlo junto con un trozo de tarta a su inesperado invitado y, pasadas las cuatro, Steve salió de la casa Stark. Cuando se iba le dijo a Tony que no fuera a trabajar ese día, ninguno de los dos podría de todas formas. Y se llevó la sorpresa de escuchar la explicación de por qué Howard no sabía acerca de su puesto.

El hombre no quería que su hijo, con tantos estudios pagados, trabajara de asistente. Pero Tony tuvo que aceptarlo porque nadie le ofrecía nada por su apariencia física, cosa que en verdad molestó a Steve.

 

 


 

Cuando llegó a su departamento no se sorprendió de encontrar a Sharon sentada en el sofá esperándolo.

Tampoco se sorprendió del reclamo que vino consigo el haber llegado tan tarde, donde lo acusaba de haber estado con otra mujer.

Ni siquiera se molestó en defenderse, y tan solo dijo:

— ¿Podría besarte así de haber estado con otra?

Y la besó para callarla, como siempre lo hacía. Con fuerza y pasión, sin contenerse para nada. Ella le correspondió, siempre lo hacía.

Steve sí podía besarla de aquella forma luego de estar con otras mujeres, y hacerle el amor con pasión sin problemas, él lo sabía, y Sharon también. Pero ella tenía la idea de que, por lo menos aunque Steve estuviera con miles de mujeres siempre regresaba a ella.

En su mente ella era la reina, porque siempre se quedaba con Steve.

 


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