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Identidad. Post Cherik. Xavierine por midhiel

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Identidad

 

Regalo de cumpleaños para mi amiga KiKaLoBe.

 

Cinco

 

-Estás feliz, papá.

 

Charles sonrió ante la observación de su hijo. Estaban los dos desayunando y sí, se sentía feliz.

 

El niño acabó su tazón de cereales con leche y se acercó a la otra punta de la mesa para recoger su mochila. Después fue hasta su padre para despedirse de él y partir a clases.  Se acomodó en sus rodillas y le dio un beso. Charles sacó la lista de cumpleaños que tenía guardada en el bolsillo del pantalón.

 

-La estuve leyendo y hay varias cosas que preparar con anticipación. ¿Te gustaría que Logan nos ayudara? Él se ofreció ayer.

 

David asintió.

 

Charles siguió con su propuesta.

 

-Tenía pensado también invitarlo a almorzar hoy con nosotros, ¿qué te parece? Mientras comemos, podríamos comenzar los tres con los preparativos.

 

David se extrañó porque a pesar de Hank en contadas ocasiones y Raven cuando los visitaba esporádicamente, nadie compartía el almuerzo con ellos y se había convertido en un momento especial para padre e hijo.

 

-¿Vendrá a almorzar sólo esta vez? – quiso saber el niño.

 

-Sólo esta vez – le aseguró su padre.

 

David asintió de cuenta nueva.

 

-Está bien, papá – le dio otro beso y bajó de sus rodillas para marcharse.

 

Charles permaneció un rato más en el comedor y luego partió a su despacho.

 

…………………….

 

Logan sonrió ante la invitación de Charles. Había ido a saludarlo al despacho con la excusa absurda de, en realidad no había elaborado ninguna y al entrar no supo qué decir. Charles había reído ante su cara confundida, él también, y lo había invitado a sentarse un rato frente al escritorio. Allí le soltó la propuesta.

 

-Entonces, te espero a las doce y media – concluyó Xavier -. David llegará un poco más tarde.

 

-¿Qué comeremos?

 

-Nosotros comemos la misma comida que comen todos en la casa, solo que lo hacemos en mi comedor.

 

-Ah – contestó Logan con aire distraído -. Estaba pensando en cocinar yo algo.

 

Charles alzó las cejas con asombro.

 

-¿Tú cocinas?

 

-¿Cómo crees que sobreviví todos estos años? – el lobo bromeó y lo dijo en serio.

 

Charles cruzó los brazos, sonriente. La idea lo divertía.

 

-Si tienes ganas y tiempo de cocinar algo especial para los tres, podrías buscar los ingredientes en la cocina principal. ¿Con qué nos deleitarías?

 

-¿Espaguetis?

 

El psíquico rio.

 

-No te tenía como un cocinero de pastas. Más bien pensé en un plato de carne como estofado, carne asada, o algo así.

 

Logan lo miró interesado. Charles seguramente no se lo imaginaba en la cocina con un gorro o delantal al estilo francés o italiano sino como un mutante rudo preparando una barbacoa. Eso quiso pensar y se acercó al telépata, que lo miraba expectante desde su silla. Se inclinó y lo besó. Charles lo abrazó y él comenzó a darle chasquidos en el rostro, mientras lo apretaba contra sí. El psíquico no recordó a Erik, ni sintió esa culpa injustificada, y le contestó con besos más fogosos. Howlett era apresurado y ya estaba a punto de rasgarle la ropa pero se contuvo. A duras penas separó los labios y lo observó intensamente.

 

-Mejor nos reuniremos antes de las doce para que pueda cocinar – dijo eso para decir algo.

 

Charles pasó saliva.

 

-Sí – le respondió con la voz pastosa.

 

Siguieron mirándose a centímetros de distancia. La proximidad los hizo jadear suavemente. Xavier parpadeó. Logan se incorporó.

 

-Hasta luego, Charles.

 

-Hasta luego, Logan – carraspeó para recuperar el tono.

 

El lobo salió y cerró la puerta sin quitarle los ojos de encima.

 

Charles recordó que no se había puesto tan nervioso ante alguien desde sus primeras citas secretas con Erik. Le había pasado lo mismo que ahora: la voz se le había puesto pastosa y tuvo que recuperarla tosiendo. Rio. Se sentía joven, entusiasta y alegre otra vez.

 

…………………….

 

David entró en el comedor privado cerca de la una, frunciendo el ceño. Tenía la mochila colgada al hombro derecho. Vio a su padre ubicado junto a la cabecera como siempre lo esperaba y notó que esta vez había tres platos, tres cubiertos, tres servilletas y tres vasos.

 

-¡David! – lo saludó Charles y le extendió la mano.

 

El niño se acercó con cautela y dejó la mochila sobre un aparador cercano.

 

-¿Cómo te ha ido? – preguntó su padre.

 

David no le respondió porque estaba fascinado observando la mesa preparada para tres. Charles vio su expresión y añadió.

 

-Logan está en la cocina preparando tu plato favorito: hamburguesas.

 

-A ti no te gustan las hamburguesas – observó el pequeño.

 

-No es que no me gusten, sino que me parece que solo debemos comerlas en ocasiones especiales.

 

-¿Esta es una ocasión especial?

 

Charles se planteó recién si no había sido apresurado invitar a Logan tan pronto a un almuerzo íntimo entre padre e hijo. Sin embargo, como otras tantas veces, el niño lo sorprendió.

 

-Está bien, papá – suspiró -. Entiendo que te hace feliz.

 

-David – murmuró su padre sin saber cómo abordar el tema.

 

Logan los interrumpió, llegando con un plato y las ansiadas hamburguesas. El aroma hizo que el pequeño sonriera. Charles asintió a Howlett, que tomó asiento y dejó el plato. No necesitaban cubiertos, así que alzó cada uno su porción y comenzaron a saborearla. No hablaban solo masticaban. El telépata leyó con discreción a su hijo porque sentía la necesidad paternal de saber cómo la estaba pasando. David se veía relajado pero quería saber qué corría por su mente. Lo leyó. El niño efectivamente estaba calmado pero no podía dejar de preguntarse el lugar que ocupaba ahora Erik para su padre. Charles quedó perplejo y su mirada llamó la atención de Logan.

 

-¿Todo bien? – lo devolvió a la realidad.

 

El psíquico asintió. Estaba mintiendo porque David lo dejó preocupado, aunque sin remordimientos. Howlett lo hacía sentirse feliz otra vez y percibía que esa sensación no podía acarrear culpa. Además había llorado a su antiguo amante por una década y merecía estar mejor. Sin embargo, tenía que dialogar más adelante con su hijo.

 

Sonó el teléfono. Solo Hank podía interrumpirlo con una llamada a sus aposentos y tenía que ser un motivo de suma urgencia. Dirigió la silla hacia la mesita y alzó el tubo.

 

-Dime, Hank.

 

-Charles – el tono sonaba tembloroso y bajo, lo que indicaba que era un llamado discreto -. El coronel Stryker está aquí con su esposa y pregunta por su hijo.

 

-Llévalos a mi despacho – fue la orden clara y concisa de Xavier. Colgó y volteó hacia Logan y David -. Tengo que recibir a alguien en mi despacho – miró las hamburguesas, que cada uno había dejado en su plato, a medio comer -. Terminen el almuerzo y de postre – sonrió a su hijo -,  hay helado.

 

-De acuerdo, Charles – aceptó el lobo. Comprendía que le estaba pidiendo que cuidara al niño.

 

El telépata se retiró. Fue hasta su despacho, ansioso, y con motivos valederos para estarlo. Jason tenía ahora doce años, dos atrás, cuando contaba con diez, su madre notó fenómenos extraños alrededor de su hijo: sentía que el niño podía leer su mente y en más de una ocasión la sorprendió anticipándose a lo que iba a decirle. También, cuando Jason estaba demasiado alegre o demasiado triste, le enviaba emociones que ella percibía como una pesadez en el pecho. Su esposo, el coronel William Stryker, era un militar obsesionado con los mutantes, y ella temía cómo reaccionaría si se enteraba que su vástago podía ser uno. Por eso, en secreto, llevó al niño a Westchester. Charles la tranquilizó asegurándole que ayudaría a Jason y se haría cargo de él. Si ahora había llegado el matrimonio, el psíquico podía imaginar la discusión y desagradable sorpresa de Stryker al enterarse.

 

La pareja lo esperaba en la puerta del despacho. Xavier leyó rápido la desesperación en ella y la rabia contenida en él. Los saludó, la señora Stryker le devolvió el saludo, temblorosa, y el coronel con una respuesta seca, y entraron.

 

Charles se ubicó detrás del escritorio y el matrimonio en dos sillones frente a él.

 

-¿Qué tiene mi hijo? – fue la pregunta demandante del militar.

 

El psíquico le replicó con calma.

 

-Es un telépata. Puede leer mentes y entrar en ellas, aquí está aprendiendo a conocer y controlar su poder.

 

-No necesito que conozca esa aberración – soltó Stryker enojado -. ¡Necesito que se cure!

 

-William – suplicó su mujer y le apretó la mano.

 

Él se la apartó con brusquedad.

 

Charles juntó aire. Sabía que ante una persona tan ofuscada, la tranquilidad era la clave para no desatar una tormenta.

 

-Jason no está enfermo –declaró contundente -. La mutación no es una enfermedad sino la activación de un gen para evolucionar.

 

-¡No me venga con patrañas! – el militar se puso de pie, perdiendo lo compostura -. Sé lo que hace aquí, Xavier. Entrena mutantes con poderes peligrosos a espaldas del Gobierno.

 

-Cuide sus palabras, coronel – cortó el telépata, serio -. Su acusación en delicada.

 

Stryker se volvió hacia su esposa.

 

-Jane, retírate.

 

Ella miró a Charles, dubitativa.

 

-Es libre de permanecer o retirarse, señora – le contestó el psíquico -. Esta es mi casa y así lo decido – dejó en claro y clavó la mirada en el militar.

 

Stryker no se sintió intimidado aunque supiera que Charles podía controlarlo mentalmente.

 

-Necesitamos platicar usted y yo, Xavier – ordenó, bajando el tono – miró a su esposa, ya calmado -. Jane, espera afuera, por favor – ahora fue un pedido.

 

Ella le asintió, obediente. Saludó a Charles, se levantó y retiró.

 

El coronel volvió a sentarse.

 

-Sé lo que ocurrió aquí una década atrás – confesó, desafiante -. El reconocido mutante Erik Lehnsherr, que se hacía llamar Magneto, dio a luz a una criatura en el laboratorio.

 

Charles pasó saliva y externamente se mantuvo impávido.

 

Stryker siguió.

 

-Dio a luz a un niño, David Charles Xavier, que usted inscribió como suyo y de madre desconocida. ¿Creyó que no conocía los secretos que usted esconde en esta casa?

 

El telépata se dio cuenta que negarle, sería absurdo. El militar contaba con información de alguna fuente fidedigna y sabía que borrársela carecía de sentido porque no tenía que ser el único que la conociera.

 

-¿Qué más sabe, coronel? – lo invitó a continuar.

 

Stryker sonrió triunfal porque aunque Charles mantuviera una calma fría, se daba cuenta de que lo había asustado.

 

-Trajeron a Lehnsherr de la isla Genosha con una infección grave de una herida de bala. Estuvo dos días convaleciente, no lo llevaron a ningún hospital para mantener su estado en privado y aquí tenían todos los elementos para curarlo, así que no se lo puede acusar a usted de abandono de persona. Cuando agonizaba, la noche del segundo día, Hank McCoy le practicó una cesárea. Sé todo esto por testigos que dieron información a cambio de inmunidad, además de fotografías y ecografías como pruebas.

 

-¿Testigos? – interrumpió Charles. Alguien los había traicionado.

 

El coronel lo miró fijo, con malicia en los ojos. Era una simple invitación para que lo leyera. El telépata entendió el mensaje y vio a Selene Gallio entregando todos los datos de la convalecencia y parto de Erik al coronel en una reunión secreta  a cambio de inmunidad. Ahora seguramente la mutante vivía como una ciudadana común. Xavier la había aborrecido siempre y en este momento la odió.

 

Stryker se sentía victorioso.

 

-Esta nueva mutación que permite la gestación masculina en su especie puede revolucionar la convivencia pacífica – declaró -. Habrá que fijar nuevas leyes para protegernos de ustedes.

 

-No veo el peligro – lo retó Charles.

 

-¿No? – inquirió el militar -. Al poder gestar los organismos de ambos géneros, la reproducción entre mutantes se duplicará y nos superarán.  .  .

 

-Lo que está diciendo no tiene sentido – lo interrumpió, gélido y harto -. La posibilidad de que se duplique la tasa de natalidad mutante no tiene fundamento científico porque hay otros factores que pueden influir. Sin embargo, lo que ha declarado sobre Magneto es cierto, no lo negaré si tiene testigos y pruebas. Falleció en esta casa, producto de una infección incontrolable. Comparto la paternidad de mi hijo con él y si no lo hice público, fue por el riesgo que podía correr, riesgo por suposiciones ridículas como la que acaba usted de exponer.

 

-Ocultó la paternidad de Magneto durante una década – acusó Stryker.

 

Charles asintió otra vez sereno, sentía culpa aunque no la iba a transparentar ante el coronel.

 

-Admito que no actué de la mejor manera por miedo. Mi hijo merece llevar los dos apellidos, el mío y el de Lehnsherr, pero no es asunto suyo sino mío y completamente personal.

 

El militar observó alrededor.

 

-No quiero que mi hijo continúe viviendo aquí – declaró con desprecio -. Vine para llevármelo.

 

-Su esposa no está de acuerdo con usted – replicó el telépata contundente.

 

-Mi esposa me mintió – contestó Stryker con frialdad -. Me hizo creer que lo había enviado a Inglaterra con parientes suyos cuando regresé de un viaje dos años atrás – Charles recordó que ella, en esa ocasión, le había contado que su marido estaba de viaje trabajando y por eso había aprovechado para traer al niño a Westchester -. Por mi trabajo demandante opté por creerle y no entré en detalles hasta hoy, que averigüé la verdad.

 

-No apruebo que le hayan mentido, coronel. Pero aquí hay que priorizar lo que es mejor para su hijo – hizo silencio y añadió -. Yo puedo ayudarlo y lo estoy haciendo. Si viera los progresos que Jason ha dado.

 

-No, Charles Xavier – contestó el coronel con rigor -. Usted está dirigiendo una comunidad con rasgos sectarios, y oculta su accionar al Gobierno y a organismos preparados para defender a la sociedad. No son claras las actividades que realizan los mutantes que viven aquí y que con sus poderes presentan peligros potenciales para el bienestar general.

 

-¿Por qué teme tanto a los mutantes cuando Jason es uno de los nuestros? –le increpó Charles para que reflexionara.

 

-Mi hijo dejará de ser mutante si puedo sanarlo.

 

Charles comprendió que no podía seguir debatiendo con una persona tan cerrada. Sintió pena por Jane aunque no permitiría que Jason sufriera por el fundamentalismo de su padre.

 

-Le propongo algo, coronel – invitó en tono conciliador -. Usted como padre tiene el derecho a retirarlo de Westchester siempre que cuente además con la aprobación de su esposa. Sin embargo, le pido que antes de tomar esa decisión, se reúna con su hijo y vea por sí mismo los progresos que ha logrado.

 

-¿Cree que soy tan estúpido para no darme cuenta de que le deben haber lavado la cabeza en estos dos años?

 

-Otra vez le insisto que mida sus palabras – ordenó Charles.

 

-No dejaré a mi hijo aquí – lo confrontó el militar decidido.

 

-Solo le estoy pidiendo que hable con él con tranquilidad – bajó Xavier el tono.

 

El psíquico inspiraba una calma que consiguió que el coronel se sosegara un poco.

 

-Por favor – solicitó Charles, viendo que lo estaba ganando -. Tiene razón en enojarse por no haber sido debidamente informado pero que eso no anteponga lo que más le importa: el bienestar de Jason.

 

Stryker aceptó. Después de todo, estaba convencido de que encontraría a su hijo manipulado por esos mutantes y tendría una buena excusa para sacarlo de Westchester e iniciar acciones legales contra ellos.

 

Charles lo invitó a salir. Jane los aguardaba afuera ansiosa. Tenía miedo del carácter de su esposo pero sabía que si había alguien que podía contenerlo era Charles Xavier. Suspiró aliviada al notar que su marido estaba calmado.

 

Charles llamó a Hank por el intercomunicador para que acompañara a la pareja a buscar al niño. Acto seguido, se encerró en su despacho para continuar con sus tareas. Sin embargo, se mantenía mentalmente atento para defender a Jason.

 

……………….

 

David no se sentía incómodo con Logan pero era algo extraño almorzar con alguien que no fuera su padre. Por su parte, Howlett tenía poca comunicación con los niños así que le costaba imaginar cómo entablar una conversación. Para el pequeño eso no era un problema porque minutos después de que Charles se retirara, preguntó.

 

-¿Conociste a Magneto?

 

Logan estaba a punto de morder su hamburguesa pero la retiró de la boca para contestarle.

 

-No lo conocí personalmente, al menos no recuerdo haberlo hecho, pero no tengo memoria así que puede que sí, si lo recuerdo alguna vez te aviso – trató de bromear -. Solo escuché lo que los demás decían.

 

-¿Qué decían? – interrogó David intrigado.

 

El lobo estaba por soltarle que fue un mutante que los metió en problemas con sus ideas supremacistas y que a causa de ellas muchos humanos los discriminaban. Pero sabía que no podía decirle eso y buscó otras palabras.

 

-Tenía una causa y luchó por ella.

 

David quedó pensando. Logan añadió.

 

-¿Por qué lo preguntas? – sabía la respuesta pero quería escucharla del niño.

 

-Porque fue mi padre – contestó el pequeño con franqueza -. No lo conocí pero escuché hablar de él – frunció el ceño y se agarró la cabeza con las manos -. Siento algo raro, no son voces, es.   .   . es alguien que sufre.

 

Logan se puso de pie. Recordó que el niño era telépata y estaba manifestando su poder. Maldijo que Charles se hubiera retirado. No sabía si tocarlo o no, solo se puso de cuclillas junto a su silla para quedar a su altura.

 

-Oye, David, no sé cómo funciona esto pero supongo que si te concentras en otra cosa, no sé, algo que te guste, mierda – masculló, se sentía un inútil por no poder ayudarlo.

 

Sin buscarlo, la palabra que le salió del alma tuvo su efecto porque David no estaba acostumbrado a oír palabras vulgares y abrió los ojos como platos.

 

Logan rio con ganas. Era la primera vez que una maldición lo salvaba.

 

-¿Ves? Te concentras en otra cosa y listo.

 

-Es Jason – dijo el niño y saltó de la silla. Corrió hacia la puerta -. Está sufriendo y tengo que ayudarlo.

 

Como le había pasado aquella vez que Wolverine despertó desorientado, la empatía lo obligaba a salir a socorrer. Howlett decidió seguirlo. Abandonaron los aposentos privados y se metieron en un pasillo hasta una salita, donde los jóvenes y niños recibían a sus familiares si venían a visitarlos. David se detuvo detrás de la puerta cerrada y Logan aprovechó para sugerirle que salieran al patio para esperar a Jason.

 

-Tengo que ayudarlo – contestó el pequeño. La empatía y el alcance de su poder lo desbordaban. En otra ocasión hubiese obedecido pero ahora no podía contenerse: necesitaba entrar a consolar a su compañero.

 

Abrió la puerta y se encontró con Jason llorando. Su madre quería abrazarlo pero él se sacudía y el coronel estaba de pie junto a ellos, exacerbado. Al oír la puerta, Stryker miró a David e intuyó quién era porque sus rasgos delataban la paternidad de Charles y sus ojos la de Magneto. El niño no sabía controlar la mente y aunque quería ayudar a su compañero, no pudo evitar leer a los demás. Sintió la angustia de Jane Stryker y la furia de su esposo. No estaba acostumbrado a las personas iracundas así que instintivamente se concentró curioso en el militar y sus pensamientos lo desbordaron. El coronel ahora pensaba que David era el hijo que Erik había dado a luz, mientras agonizaba producto de la septicemia. También que Magneto había sido declarado fallecido por Hank un par de minutos después de que él naciera y que Charles había decidido ocultar la paternidad para proteger a los suyos. Stryker pensaba que Xavier  le había negado a David el apellido que declaraba su origen, le había negado a Erik el derecho de que se reconociera a su hijo jurídica y socialmente, y al mantener la verdad en secreto, le había impedido al pequeño el derecho a construir un lazo emocional con su progenitor fallecido.

 

El niño quedó estático, observando ya a su compañero y ya al militar.

 

-David – sintió la voz y la mano de Logan sobre el hombro -. Ven conmigo.

 

Tan aturdido estaba, que obedeció sin razonar. El lobo cerró rápido la puerta a espaldas de ambos y David comenzó a llorar desconsolado.

 

Desde su despacho, Charles había seguido mentalmente la emoción de Jason cuando Hank lo presentó con sus padres. El científico había dejado a la familia a solas y allí Stryker había amenazado a su hijo con retirarlo de Westchester. El niño estaba desesperado. El telépata inmediatamente se metió en la mente del coronel para ordenarle que se fuera con su esposa de la mansión y no regresara. Por estar concentrado en proteger y ayudar a Jason, Charles no notó el cruce entre el militar y su propio hijo.

 

Mientras David lloraba, Howlett solo mantenía las manos apoyadas en sus hombros porque ni la paciencia ni el consuelo de niños eran sus talentos, así que no sabía qué hacer. Stryker salió de la habitación con Jane, obedeciendo al psíquico como un autómata. Logan lo vio pasar y lo reconoció vagamente como a alguien de su pasado. Iba a seguirlo pero justo el niño comenzó a llorar más alto y le apretó las manos sobre sus hombros para retenerlo.

 

Stryker abandonó Westchester con su esposa y no fue hasta que llegó a su casa que recuperó el sentido. Sin embargo, ya estaba calmado y no sentía necesidad de reclamar a Jason. Jane advirtió su comportamiento y se alivió al darse cuenta de que Xavier los había ayudado.

 

………………………

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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