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Mer Adal por Avela

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Notas del capitulo:

Otro capitulo para uds

espero les guste :3

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03.

 

Cuando iba en primeria, luego del patio rojo tendí a pasar la mayor cantidad de las tardes en la biblioteca de la Villa. No recuerdo muy bien el por qué, pero deje de sentirme cómodo en las área abiertas, necesitaba estar en un cuarto.  Viéndolo ahora, yo pienso que estaba traumado, pero en ese entonces no lo asocie.

Un día, en esas tardes en donde me quedaba leyendo en la biblioteca, escuche sonidos que venían de pasillos cercanos. Como vieja Villa, había pasillos que aún ocupaba la servidumbre y que también eran secretos para muchos. Yo en ese entonces no los conocía, así que no adivinaba que la niña que encontré cerca de la biblioteca esa tarde podía haber entrado por ahí.

La veía y me causaba extrañeza porque sentía que ella era como yo. Era escuálida, su cuerpo era adjunto y su cara muy asustada. Sentía que me reflejaba, aunque yo no me pareciera a ella.

Tenía el pelo casi blanco y enmarañado, sus cejas igual de claras eran imperceptibles, y estaba vestida en harapos. No nos dijimos nada. Yo solo me la quede viendo y ella a mí, luego yo volví a la biblioteca y de ella no me imagine nada más. Hasta que la volví a ver al cabo de algunas semanas. La encontré por la misma casualidad, también cerca de la biblioteca. Su aspecto tan inquietante para mi me hizo prescindir de las preguntas obvias que cualquier persona se haría. ¿Quién era? ¿Qué hacía ahí? ¿Cómo llegaba hasta esos sectores? ¿Por qué vestía así? Solo la quedaba viendo en silencio hasta que me decidía a volver a la biblioteca.

Y siguió apareciendo así, esporádicamente por un buen tiempo.

Hasta que un día en la tarde cuando estaba leyendo otro de tantos libros escuche mas ruido del normal y esta niña, caminando trabajosamente, chocando con todo, tenía su pierna tremendamente malherida. Sangraba. A penas me vio me habló con una desesperación tal que accedí a ayudarla sin pensar que consecuencias esto me podría traer.

La ayude a dejar la Villa por esos mismos pasillos secretos que ella me estaba mostrando. Me hizo jurar que yo no diría nada y yo accedí. Lloró y me beso. Fue mi primer beso, de cualquier clase de beso, en mi vida. Quede petrificado. La vi irse trabajosamente. Muy por dentro, creo que me rompió el corazón porque sentí que me representaba, pero que no la volvería a ver más.  

El tiempo que me llevó sacarle, se hizo de noche. Y me vi obligado a volver por esos húmedos y fríos pasillos. No llegaba la luz, así que me guiaba por mi memoria.

No paso mucho tiempo hasta que sentí pasos cada vez más cercanos a mí. Y se me aparecieron muchos hombres, armados con anillos, cuerdas y palos encendidos para guiarse. Me quedaron viendo incrédulos mientras yo apenas podía abrir los ojos con la luz del fuego.

Todo fue muy violento, pero al pasar de un rato estuve de rodillas frente a Viradecta explicando el porqué de mí actuar.

Por qué deje andar libremente a un criminal que no quería más que destruirnos. “Ella”, ¿Un criminal? No era algo que pudiera creer. De todas maneras no pronuncie palabra, como siempre.

Y aunque las personas presentes, esas personas que yo sabía que no eran familia, pero que aun así apoyaban a Viradecta y algunos vivían con nosotros, se veían incomodos o preocupados, otros hasta enojados, Viradecta permaneció inmutable, sin hablar, como yo.

Finalmente se paró y con un simple gesto los hizo callar a todos. Camino lentamente rodeando su escritorio, hasta quedar frente mío. Me preguntó si diría por donde había escapado y yo respondí que no.

Naturalmente porque lo había jurado. Iba a decirle eso cuando elevé la cabeza para verla a la cara. A penas la vi a los ojos, sus labios se movieron diciendo el nombre del dolor.

Lo reconocí de inmediato, que estaba diciendo un nombre, porque cuando yo pronuncie el nombre de la sangre por primera vez, sentí algo fluir en mí, una conexión. Y ahora la sentía entrar por mi cuerpo justo antes de que me llegara el verdadero dolor.

Describirlo es inútil, pero el silencio de la pieza lo recuerdo bien. Incluso el mío, pues Viradecta me hizo perder la voz para que no gritara. Lo único que se escuchaba era mi cuerpo golpeando el suelo con cada compulsión que tenía.

Los ojos de todos, algunos mirando al suelo, otros mirando a Viradecta y otros mirándome directamente a los ojos, con desprecio.

Desconozco cuanto duro. El momento más terrible fue cuando pasó más de un segundo y comprendí que no acabaría. No era esa sorpresa, ese momento en donde te quiebras un brazo. Era permanente, constante.

Imparable.

Cuando soltó la conexión, el nombre dejo de atacarme. Mi cabeza comenzó a ceder. El trauma fue tal que no comprendía lo que había pasado. El no tener voz me hizo ignorar en realidad cuanto tiempo me pase gritando y llorando. Cuanto tiempo le tomo a mi cerebro comprender lo que nos había pasado. El estrés que sufrió fue tanto que en cierto punto temí que hubiera quedado retardado para siempre.

Ellos estuvieron conmigo todo el proceso. Sobre todo Viradecta que no dejaba de mirarme. De pronto, ella suspiro y se acercó a mí. No recuerdo que hizo, pero me quede dormido.

Cuando desperté, seguía donde mismo. Me daba miedo moverme, porque ahora sabía que podía sentir cada pedazo de mi cuerpo. Tenía la cara llena de lágrimas, mocos, baba, sobre todo baba, esta me llenaba la boca. Vomito me cubría la polera y mis pantalones estaban sucios con orina y excremento. Luego de sentir el dolor mi cuerpo cedió, como cede un cadáver.

Los ojos de Viradecta se asomaron sobre mi cabeza. Y me pregunto sin ninguna demora por donde había escapado esa criminal, y yo se lo dije.

Luego de eso, perdí el conocimiento.

Cuando desperté definitivamente, estaba en una de mis habitaciones. Una enfermera estaba junto a mí, la Srta. De Janes. Era la encargada de mi completa recuperación. Como ella me explico apenas estuve consiente, los efectos de la tortura por medio del dolor tenían terribles secuelas en menores de edad, sobre todo si no habían tenido ningún tipo de conexión antes.

Pude haber quedado retardado, lisiado, incluso vegetal. Pero ella me aseguró que se había hecho todo para que mi cerebro estuviera bien.

Me llevó un mes aprender a caminar de nuevo. Y un poco más volver a comer solo. Los movimientos motrices finos fueron los más costosos de recuperar, pero al cabo de unos meses volví a estar completamente saludable.

Mi cabeza por otro lado no volvió a ser la misma. Ahora me acompañaba un vacío, uno que hasta ahora no recuerdo que había antes de él. Simplemente perdí algo, algo que supongo me hacía más humano. Tenía diez años, la forma en como viví luego de eso, es la única forma de vivir que conozco.

Y las conexiones, por otro lado, fueron como fluidos que podía comprender.

 

Cierto día Viradecta me llamó a su oficina. Quería que la acompañara a un lugar. Yo la seguí. Era un camino subterráneo. La humedad y la oscuridad nos cubrieron luego de un rato.

. La encontramos a unos cuantos saltos de donde nos dijiste, tenía esencia tuya en un frasco, seguro la sacó en algún contacto físico que haya tenido contigo. Nos amenazó con matarte. Lo bueno es que con el nombre del dolor perdiste todas las conexiones externas que poseías. Su amenaza fue inútil.

A penas terminó de hablar sus pasos cesaron. Habíamos llegado a una celda. Había una mujer en ella, pero a parte de sus ojos, no podía distinguir nada de ella. Esa deformidad alteró mi dañado cerebro. No podía verla.

. Toma la forma de cómo somos por dentro. No te alteres si no logras ver nada. Aún estas con secuelas.

Eso explicaba todo. Porque los ojos que podía ver eran los mismos que los de esa niña. No me dio miedo de ahí en adelante verla.

Al cabo de un momento Viradecta me esturó su anillo, ofreciéndomelo. A esa altura yo no sabía para qué eran, pero cuando lo toque pude sentir que la sincronía con las cosas eran más fuertes.

Sabía que tenía que hacer y no me costó, ni lo dude. Lo apreté firmemente mientras dije el nombre de la sangre y lo único que alcanzaba a ver de ella, que eran sus ojos, explotaron aun mirándome.

Ahora que estaba muerta podía verla claramente. Nunca fue rubia. Tenía el pelo negro igual que yo.

Esa fue la primera vez que hablé luego de que sentí el dolor. Para mi sorpresa mi voz ya no era la misma, supongo porque había gritado demasiado sin tenerla. Se me había gastado.

Aunque a penas la escuche supe que así me gustaba más.

Notas finales:

Mucha gracias por leer ;)

 

Nos vemos !


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