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Don Thatch Tenorio por Elbaf

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Notas del capitulo:

Aquí vuelvo con la segunda parte de este intento de historia.

Mil gracias a las personitas que se han tomado la molestia de comentar: tashigi94, VinsmokeDSil y Rosslie.

Especialmente a las dos primeras, que escriben cosas MUY hermosas y a las que hay que darles amor incondicional, más en esta época de confinamiento extremo.

Espero que os guste.

Os ailoviu.

<3

Aquel día, los ruidos que hacían sus hijos en el barco eran incluso más intensos que de costumbre. Con una mueca entre fastidio y resignación, se levantó y se colocó su abrigo sobre los hombros, saliendo a cubierta, con la intención de dirigirse hacia el comedor, para desayunar.

Pero apenas había dado un par de pasos, cuando un montón de voces a coro gritaron:

- ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, OYAJI!!!

Mentiría si dijera que no había estado a punto de llorar. A pesar de llevar décadas con sus hijos, cada cumpleaños le emocionaba tanto o más como el anterior. Antes de que se diera cuenta, estaba en el comedor, con todos ellos rodeándole y dándole un montón de absurdos regalos que, lejos de decepcionarle, no hicieron sino aumentar su buen humor. No es que fuera a usarlos, de hecho, algunos, no tenía ni la más mínima idea de para qué narices servían, pero los iba a guardar con el mismo cariño con el que había guardado todos los anteriores, que eran igual de disparatados.

Salvo el perrito.

El perrito le pareció un gesto tan tierno que, sin que tuviera la intención de reconocerlo nunca, hizo que se sintiera realmente especial. No es que le gustasen los perros especialmente, tampoco es que le disgustaran, simplemente no se lo había planteado nunca. Pero cuando el cachorrito con un bigote como el suyo, saltó de los brazos de Ace a los suyos, se sintió el hombre más dichoso del mundo.

Una vez que dio comienzo el desayuno llegó a la conclusión que, de todo lo que sus hijos podían hacer, sacarle una tarta de varios metros para desayunar era lo menos descabellado de todo, por lo que pronto, la había repartido entre todos, que ya comían a dos carrillos.

- Antes de nada – dijo Thatch, poniéndose en pie y alzando una jarra. Sí, para desayunar. Es un pirata, ¿esperabais un chocolate caliente? – Tenemos otro regalo más para ti, Oyaji.

Haruta apareció ayudada por Vista llevando una inmensa caja que, con dificultad, logró poner frente a él. Con una sonrisa y su aguda voz de chiquilla, miró emocionada a su padre antes de decir:

- Este es un regalo de todos, Oyaji, pero solo es parte de un regalo muy mucho más grande. ¡Ábrelo, ábrelo!

Con su característica risotada, Shirohige deshizo el lazo de la caja y en ella encontró un kimono inmenso, hecho a medida para él. Miró a sus hijos y Marco y Thatch le guiñaron un ojo, cómplices. Solo ellos sabían el dineral que se habían gastado en una prenda así de cara y hecha a medida en apenas una noche.

Cuando lo sacó, fue incapaz de seguir conteniendo las lágrimas. Era un kimono precioso, el más hermoso que él hubiera visto nunca, aunque estaba seguro que, de haber sido el más horrible del mundo, le habría hecho sentir igual, solo por ser un regalo de sus amados hijos.

La parte interna del kimono, el eri, era totalmente blanco, un blanco impoluto, inmaculado. El hakama, el pantalón con pliegues, era negro en su mayor parte, con un diseño en mosaico irregular. Este mosaico lo componía el mismo dibujo, un mon, es decir, una insignia que, si bien no era exactamente igual a su jolly roger, era muy semejante. Por último, el haori, la chaqueta que cubría el kimono, era igualmente negra, pero con unas líneas que surgían desde las mangas en tonos blancos, azules y lilas, dándole un aspecto muy similar al que tendría el cielo nocturno.

Sin duda, era muy, muy hermoso.

El resto de sus hijos tenían sus propios kimonos, principalmente porque, en Wano, la gente no vestía como solían vestir ellos y, aunque no tenían problemas con liarse a tortas con nadie, preferían pasar unos días tranquilos, por una vez, de modo que todos tenían ya su atuendo listo. El de Thatch era completamente blanco, con algún tono amarillo, Marco tenía uno en tonos azules, lilas y dorados, el de Ace era naranja y negro y el de Haruta, completamente verde.

De entre los pliegues del kimono de Shirohige, cayó un sobre que tomó con cuidado, estaba a punto de recriminar a sus hijos por haberse gastado tanto en él, cuando los ojos emocionados de todos los que estaban a su alrededor le hicieron tragarse sus palabras. Al sacar los papelitos que había dentro, descubrió emocionado que eran entradas para el teatro kabuki.

Shirohige solo había estado una vez, hace muchísimos años, pero recordaba haberlo pasado en grande y, repetir la experiencia con sus hijos seguramente sería algo inolvidable para él.

Lo que no iba a imaginar que tanto.

El resto del día había pasado incluso más alterado de lo normal. Sus hijos habían decidido que la fiesta tenía que durar desde el punto de la mañana hasta el punto de la mañana siguiente, por lo que apenas se tomaron tiempo para revisar sus obligaciones. Shirohige no iba a recriminarles por ello, no hoy, simplemente se dejó llevar y disfrutó como todos ellos, sin poder evitar comenzar el regalo que le había traído Ace. De las trescientas veintisiete botellas de sake, ya solo quedaban doscientas, lo cual era todo un logro.

Después de la comida, Marco y Thatch acompañaron a su padre a su camarote y le ayudaron a colocarse el kimono. Le venía como un guante, perfectamente a medida. Cuando salió, el resto de sus hijos le esperaban en la puerta y se quedaron asombrados con lo que vieron: le daba un aspecto imponente, incluso más que su característica capa, pero al mismo tiempo estaba elegante y sofisticado; parecía un auténtico shōgun.

Rodeado de sus hijos, se dirigió a la isla, donde decidieron pasear un poco mientras se hacía la hora de la representación. En sus manos, todos llevaban comida y bebida suficiente para pasar unas cuantas horas de espectáculo, pero eso no evitó que comprasen alguna cosa más de las que se ofrecían en los puestos del lugar. Al punto, de que Marco tuvo que reprender seriamente a Ace porque el pecoso intentaba llevarse al menos una bolsa más de cada maldito puesto que veían.

A media tarde, ya se encontraban todos en el teatro, mirando expectantes el lugar. Era un sitio bastante amplio, donde una algarabía inmensa de gente se divertía entre gritos, canciones y mucho, mucho alcohol. El escenario tenía varias partes: la principal, frente a todos los espectadores, que era la más amplia y luego varias plataformas que, saliendo de este mismo escenario llegaban hasta casi el fondo de la sala. Marco dedujo que, en algún momento de la representación, los actores se acercarían más al público por esas plataformas.

A los lados había espacios reservados a lo largo de varios pisos, donde se veía a gente que tenía un status bastante superior que el de las personas que se encontraban abajo. Además, en la parte baja del lugar las personas se sentaban en el suelo, mientras que, en los palcos, había asientos para mayor comodidad. En dichos palcos, las vistas eran mejores, pero era indudable que lo verdaderamente divertido tenía lugar donde Shirohige y sus hijos estaban acomodados.

Más concretamente, justo donde estaban ellos. Qué narices: ellos eran la fiesta de aquel lugar.

Ni siquiera había comenzado la representación cuando la mayoría de los piratas de Shirohige habían comenzado a notar la influencia del alcohol. Puede que la única excepción fuera Haruta, a la pobre ni siquiera le dejaban olerlo, por ser menor de edad. Sin embargo, ella había encontrado su propio talón de Aquiles. En uno de los puestecillos de la ciudad, le había convencido a Ace de que le regalase un montón de wagashi, un dulce típico y muy popular en el país de Wano. Eran unos pastelitos dulces, pequeños y formas muy bonitas y curiosas, que le habían entrado por los ojos nada más verlos.

Y se había comido más de veinte.

Y le había dado un subidón de azúcar que la convertía en una especie de duendecillo saltarín, que iba de comandante en comandante, chillando con voz aguda y riéndose absolutamente de todo.

Thatch había decidido que, ¡cómo no!, su blanco de burlas iba a ser Marco, quien por suerte o por desgracia tenía bastante más aguante que el resto de sus hermanos. Ace, por su parte, se dio cuenta de que era tremendamente divertido tratar de tirar del pelo, las orejas y la nariz de Marco mientras éste rogaba paciencia para no matarle.

- Marcooooo – canturreaba Ace en su oído, mientras tiraba de su nariz – Tengo una pregunta para ti – su lengua se trababa en las erres y las eses las alargaba más de lo humanamente normal – Si tuvieras un hijo… ¿saldría de un huevo?

Thatch se ahogaba de risa con el chico y la expresión de Marco, que nunca en su vida había mostrado un instinto asesino como aquel. Pero eso a Ace le daba igual, porque sin esperar respuesta, siguió preguntando tonterías y diciendo sandeces, fruto del alcohol que había ingerido.

- Neee Marrrrrcooooooo – se puso de rodillas y se dejó caer sobre su espalda, enredando los dedos en el poco pelo que tenía el rubio. Marco suspiró, gruñendo algo inteligible, haciéndole ver que escuchaba – Que sepas que la piña es mi verdura preferida – dijo con una tonta sonrisa de borracho. A pesar de que las bromitas sobre las piñas le tenían un poco harto, sonrió con cariño y echó una mano hacia atrás, revolviendo su cabello.

- Ace… las piñas son frutas, no verduras… - dijo con voz suave.

- La piña que le gusta a él no es ni lo uno ni lo otro, Marco – dijo Thatch, carcajeándose a su lado, mientras el rubio intentaba ignorar su existencia – ¿Verdad, Ace?

El chico se sonrojó hasta las orejas, escondiendo el rostro en la espalda de Marco, pero no pudo evitar murmurar con un puchero:

- No sé si me gusta o no si no la he probado nunca…

Aquello dejó sin palabras a los dos hombres que estaban con él durante un segundo, solo un instante, pues pronto, las luces del lugar se apagaron, quedando iluminado únicamente el centro del escenario principal, donde una figura femenina escondía su rostro tras un abanico.

Hasta los piratas enmudecieron cuando comenzó a bailar al son de un samisén que alguien tocaba al fondo del escenario. Se movía con elegancia y gracilidad, como si su cuerpo estuviera hecho para bailar aquella sugerente danza.

Poco a poco, comenzó a acercarse, por una de las plataformas, hasta el lugar en el que estaban los comandantes. Pero uno de ellos, en especial, estaba absorto en lo que veía. Thatch miraba a aquella figura danzar, ajeno al resto del mundo. Marco le miraba, sorprendido, nunca había visto a su hermano así, jamás.

Pero lo que nunca en su vida hubiera imaginado fue escuchar a Thatch decir promesas de amor como las que estaba soltando por la boca en ese preciso momento.

- Tu nombre suena tan bonito cuando va acompañado del mío… - le escuchó murmurar. Le miró atónito.

- No conoces su nombre, Thatch…

- Mi corazón es perfecto porque tú estás dentro de él…

- Thatch…

- El destino de nuestros labios es encontrarse, ¿por qué alargarlo más?

- Thatch, que te pierdes…

- Puedes estar lejos de mis ojos, pero no de mis pensamientos…

- ¿Desde cuándo piensas tú?

- El amor es un crimen que no puede realizarse sin cómplice…

- Tú ya has cometido suficientes crímenes.

- Me hundiría en tus labios si fuesen mar, para así en tu boca poderme ahogar…

- En serio, das miedo…

Pero Thatch se había enamorado. Eso era lo único que él sabía. Que esa mujer era la mujer de su vida y que nada ni nadie le iba a separar de ella. Por suerte, hasta ese momento, la voz de Thatch apenas había sido un susurro, pero el onnagata se iba acercando cada vez más a ellos y las voces del resto de los hombres presentes se alzaban cada vez más. Queriéndose hacer notar, no pudo evitar levantarse del sitio, llamando la atención incluso de la persona que aún trataba de bailar, frente a él.

Pero los nervios le traicionaron, se había quedado en blanco y lo único que salió de sus labios fue:

- ¡¡Mi corazón palpita como una patata frita!!

Algunos hombres se callaron ante tal confesión de amor. Marco quería que se le tragase la tierra, Shirohige se reía de todo y nada al mismo tiempo, Ace y Haruta habían hecho equipo animando a Thatch a conquistar a aquella hermosa mujer y el pobre Thatch no sabía dónde meterse.

- ¡¡Ya es tuya, Thatch!! – gritaba animado Ace, mientras le palmeaba fuerte la espalda.

Marco se vio obligado a intervenir.

- Thatch, hermano, que eso no es una mujer, que el kabuki ya no hay mujeres, que te estás declarando a un hombre…

Pero Thatch no escuchaba lo más mínimo. Y el pobre onnagata trataba de seguir con su papel tan bien como podía, pero le estaba costando al ver a ese hombre mirarle de forma tan intensa. Y no tardó en volver a inundarle con un montón de frases cursis a gritos, que no hacían sino desconcentrarle, llegando a hacerle hasta trastabillar.

- Algún día soñaremos en la misma almohada.

- …

- Me basta con mirarte para hacerme invencible.

- … - el onnagata comenzaba a ponerse verdaderamente nervioso, tanto que había ralentizado sus movimientos.

Todo estaba a punto de salirse de control. Marco lo sabía, pero parecía ser el único. Thatch seguía con sus tonterías, Ace y Haruta le seguían animando a continuar y el pobre chico sobre el escenario había parado por completo de bailar. Llegó a un punto que no pudo soportarlo más y se encaró con el pirata.

- ¡Ya es suficiente! – le gritó a Thatch, desde el escenario – Me estás incomodando mucho, ya ni siquiera soy capaz de concentrarme, he cometido muchos fallos y eso no…

- Tu único fallo es no despertar a mi lado.

- ¡¿Siquiera me estás escuchando?! – alzó la voz, perdiendo los papeles.

- Eres la forma que tiene el mundo de mostrarme lo hermosa que es la vida…

- ¡Ya basta! Tú… ¡no eres correspondido! – gritó, sin poder soportarlo más. Agradecía que tenía puesto el maquillaje, o todo el mundo le habría visto sonrojarse. Y es que, estaba acostumbrado a esa clase de cosas, a individuos que le decían todo tipo de tonterías, pero los ojos y la voz de ese hombre eran diferentes, sus frases sonaban sinceras, como si se creyese cada una de las malditas palabras que le estaba diciendo.

Sin embargo, Thatch era, entre otras muchas cosas, un hombre cabezota. Así que siguió con sus piropos y palabras de amor, hasta que, finalmente, todo estalló.

Un hombre situado al otro lado de la plataforma se puso en pie y se encaró con Thatch.

- ¡¡Ya basta, idiota!! Izou te ha rechazado, deja de hacer el ridículo y deja que el espectáculo…

Pero no pudo decir nada más. Thatch se había subido a la plataforma, la había cruzado y había tomado a ese hombre del cuello del kimono, alzándolo donde estaba él, también.

Y comenzaron las hostias.

Marco logró frenar a Ace y a Haruta, que querían ir a ayudar a Thatch. El resto no hizo nada, porque sabían que ese hombre no tenía nada que hacer contra su hermano, pero le animaban a abrirle la cabeza contra el suelo. Aunque también era cierto que Thatch no estaba yendo con todo. Por una parte, porque iba verdaderamente borracho, por otra porque no quería causar una mala impresión en la persona que ahora sabía que se llamaba Izou.

Es decir, una peor de lo que ya había conseguido.

Así que, aunque podría haber tumbado a ese hombre de un simple puñetazo, decidió que era mejor idea no hacerlo.

Por su parte, Izou observaba todo con una mezcla de espanto y ligera diversión. El hombre del tupé era alguien muy, muy intenso y eso le hacía cierta gracia. Además, volvía a ser consciente de esa misma sensación de hace un momento. Aunque no era la primera vez que dos hombres, o incluso más, se peleaban por él (aunque nunca había tenido esa intención, ni era algo que deseara o provocase), ese hombre sentía al cien por cien lo que decía y estaba dispuesto, como claramente estaba viendo, a pelear por ello

Por eso, no le quedó más remedio que intervenir. Y es que, había visto, al fondo y a los lados de la sala, cómo los responsables de la seguridad del lugar comenzaban a sacar sus armas y a prepararse para una pelea en toda regla. Suspira y se acerca a Thatch decidido. Al llegar a su altura, ambos hombres detienen la pelea y miran al onnagata.

Izou toma a Thath del kimono y, mirándole altivo, le señala con un dedo que casi roza su nariz, de entre todo su registro busca el tono más dramático que tiene y le suelta:

- Una cosa te voy a decir: si tanto me quieres, márchate.

En la parte de abajo, donde estaban sus hermanos, la voz de un pecoso resonó sobre las demás, gritando un “SI ME QUERÉIS, IRSE”.

Después de esa frase, se hizo el silencio en el lugar. Thatch soltó al hombre que apenas se tenía en pie y miró a los ojos a Izou. Incluso él mismo se sorprendió de lo serio que estaba siendo esto para él, mucho más en serio de lo que había ido nunca antes con ninguna otra mujer. Sonrió con suavidad, le tomó del mentón con dulzura y susurró:

- Pudo haber sido hermoso… pero lo hiciste perfecto.

Sin decir nada más, se dio la vuelta y se dirigió a la salida.

Con un suspiro y una expresión de alivio evidente, Marco se levanta y decide seguir a su hermano a la salida. Él también había visto a los hombres armados y, a pesar de que sabía que no iban a tener ningún problema en derrotar a todos aquellos hombres, prefería tener una noche tranquila y pasar desapercibido. Tuvo que tirar de Ace y Haruta que no querían irse y que querían continuar la pelea. El resto de comandantes, junto a su capitán, deciden seguirles sin hacer mayor drama.

Shirohige sale de allí riendo, divertido. Le gustaba ver lo apasionado que podía ser Thatch en ocasiones y le encantaba ver cómo el resto de sus hijos le habían apoyado, hasta en algo tan descabellado como esto. Además, no es como si alguien hubiera podido ponerle a ninguno de ellos un dedo encima.

 Al cerrarse la puerta del teatro, Izou suspira. En el fondo, le hubiera gustado que aquel hombre se hubiera quedado hasta el final, aunque había podido ser un poco molesto, era una nota de color en su monótona vida.

La obra se reanudó sin mayores incidentes desde ese mismo instante.

Sin embargo, sigue siendo el cumpleaños de Shirohige y ninguno de ellos tiene intención real de marcharse a dormir, por lo que deciden continuar la fiesta en una de las tabernas cercanas, aunque la mayoría de ellos ya no estuviera en condiciones de continuar bebiendo.

A pesar de todo, la noche aún iba a ser mucho más larga.

Notas finales:

¡Nos leemos en los comentarios y en el próximo capítulo!

Bye~~


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