Como cada uno ha vivido sus romances lo mejor que pueden.
La siguiente pareja que logro recuperarse, que pudo vencer obstáculos del pasado.
Que decidieron darse esta oportunidad en la actualidad, una presa que logro casar a un depredador, y que seamos sinceros nuestra Cabra devora mejor al León.
Por si, ellos después de aquella revelación, de que entendieran sus sentimientos, tratan de recuperar ese delicado tiempo.
Se enamoraron, aunque uno sintiera mal hacerlo, amar al asesino de tu propio hermano.
¿En qué cabeza cabía eso?
Pero por lo visto al que había pasado por eso, ahora no le importaba, pues cumplía su deber.
El dorado cuando entendió eso, y logro superar aquellas trabas, aceptar cuanto quería de verdad a Capricornio y lo sucedido después de su resurrección, solo logro confirmar que es verdadero.
Tal vez ¿Destino? ¿Casualidad? ¿Capricho de los Dioses?
¿Quién lo puede decir?
La respuesta original o tangible como tal, no se sabrá nunca, solo que el amor entre ellos surgió, para bien o mal, pero un objetivo en sí.
No son nada inocentes, no esperaron mucho para demostrar cuanto se amaban.
Aioros no pudo hacer mucho, pues solo pidió que de verdad se amaran, todo un buen hermano mayor aceptando que el menor ha crecido.
Pero sería bueno que no supiera las cosas que hacen en el templo de Leo. Si aquí porque si fuera en Sagitario… Digamos que se escucharan algunos gritos.
Mas recuerden el amor no solo con sexo se demuestra si no con conversaciones infinitas de tantas cosas con sentido o a veces careciendo de este.
Solo estar al lado de la persona que de verdad amas y que sentirías tu vida desaparecer si se esfumara, fue lo que Aioros sintió cuando aquella Diosa ajena a su cultura le lastimo, pero fue para bien.
Ahora pasemos a ellos sin más dilatación.
Despertar en el quinto templo, rodeado de los brazos de ese ser especial, que te protege de lo que sea.
Estar somnoliento aspirando la suave fragancia que a inundando todo tu cuerpo la noche anterior.
Esa es la forma en que muchas veces por no decir siempre, despertaba el León dorado.
Apenas si se movía, pues estaba atrapado en los fuertes brazos de Shura, con cuidado, por el hecho de la Excalibur, aunque sabía manejarla para no hacerle ningún daño.
Sus ojos se abrían de a poco, para ir clareando su vista, ver el pecho bien tonificado de Capricornio, darse cuenta de las marcas que dejo esas mordidas que el mismo le dio a ese cuerpo que lo hacía sentirse tan bien.
Alzar un poco la cabeza, encontraría el rostro de él, aun dormía placenteramente.
Podría quedarse todo el día observándolo en silencio, y jugar un instante a buscar las marcas que le dejo antes.
No se cohibía para nada, llevaban algunos meses juntos, pero habían perdido la vergüenza muy rápido.
Sonrió lascivamente y sus ojos verdes, se clavaron en los labios, que tenían una leve mordida.
No se contenía ante el acto carnal, pero sabía que al otro no le importaba nada, si en ese instante ambos olvidaban el mundo entero, solo se concentraban en el placer.
Quería despertarlo de alguna manera tierna, así que depositó pequeños besos en esos labios, luego algunas lamidas daba, como delineando el contorno.
Sabía que aquello gustaba a su pareja, y despartirá en cualquier momento, pero quien sabe si debía hacerse responsable de la reacción de ambos cuerpos.
Provocó algunos quejidos débiles del peliverde, estaba despertando de una manera maravillosa.
Aquello arranco una risita juguetona del menor –Buenos días Shura…- Le dio otro beso, acercando su cuerpo desnudo al contrario, que solo las sabanas cubrían.
Dio un bostezo bajo, abrazándolo mas a su cuerpo, no podía negar que solo deseaba tenerlo cerca al más joven, beso su frente un signo de protección que le dedicaba cada vez que podía.
-Buenos días Aioria- Le gustaba acariciar el suave caballero ondulado del Griego.
La manera en que se acurrucaba al décimo guardián, lo hacía parecer un inocente gatito, que buscaba el calor de quien más amaba.
Aunque siendo muy sinceros no es para nada inocente y Shura tenía un poco la culpa.
Suspiro, su semblante normalmente serio se mantenía casi siempre, salvo al estar con el león dorado, en donde se permitía sonreír levemente o actuar un poco más romántico.
-A veces pienso, que si tu hermano nos encontrará, estaría muerto- Bajo su mano hacia la espalda del otro –Pero no me interesa mucho- Cerro sus ojos, para sentir esa piel suave.
-Aioros, ya acepto que somos pareja ahora, no tienes nada que temer- Lo miraba de forma burlona, le aprecia gracioso que Shura le diera importancia y luego le baja al asunto.
-¿Quién dice que temo algo? Solo que recuerdo a veces cuando hablo conmigo- Sus ojos se volvieron abrir, pero ahora mostraban un leve destello de calidez.
No se puede negar que esa expresión de Capricornio le gustaba, ser serio en todo momento posible, pero las sonrisas de es caballero solo eran para él.
-Ja, ja, ja, ja, también hablo conmigo y pensó que era momento de tener esa platica…- Frunció el ceño, algo fastidiado.
Pareciera que el centauro se había puesto en modo hermano mayor, buena onda pero algo sobreprotector.
Esto quiere decir que hablo con cada uno por separado, cuando pudo y si existió una plática juntos.
Aunque hubiera pasado la mayor parte del tiempo muerto, eso no significaría que ahora no estuviera presente y cuidaría al menor de su familia.
Dio su aprobación, a esa relación, pues le parecían algo adorables, si Aioros era el único que podría ser protector y pensar en que está bien su relación, sin volverse loco.
Pero cuando hablo por separado con cada uno, digamos que sus explicaciones para Aioria fueron como recibir esa conversación vergonzosa con tus padres o bueno en algunos casos cuando la escuela te habla de la reproducción.
Nunca se había visto la cara tan roja como aquella vez en del pobre León.
Y más cuando Aioros le dio un preservativo y el otro solo se quedó estático, con más dudas que respuestas, pero prefirió callarse.
¿Acaso nunca pensó que le hablaron de reproducción antes o leerlo en algún libro?
Quién sabe, si ha Aioros se le paso eso por la mente, pero el sentía la obligación que darle esa conversación.
Y de lado de Shura, solo le advirtió que cuidara bien de Aioria, pues es una persona muy importante para él y que si le hacía daño, lo mataría.
Decir esto con una sonrisa tan amplia, sus ojos cerrados y brazos detrás de la espalda.
Sabía que Shura no era una persona que se intimidara, por su carácter, pero tenía formas de molestarlo, después de todo el Griego ayudo a cuidarlos de más pequeños y sabia donde tocar.
La cara de sorpresa cuando este hombre saco un condón de quien sabe donde y se lo entrego, sabía que no había forma de concebir, pero no deseaba que algo malo le pasara a su hermanito, por que no se pudiera contener antes de venirse dentro.
Su forma de pensar podría aterrar a veces, pero era precavido, por Aioria.
Con eso logro sacar de su eterna seriedad al Capricornio y lo podía doblegar más fácilmente.
Apoyaba su cabeza en la almohada blanca, jugando con el cabello del peliverde.
-Creo que si recordamos esa ocasión, acepto que no seriamos novios simplemente de mano- Sonrió, jugueteando con el otro.
-Aun así, no creo que le gustaría escucharnos de mi templo tan cerca del suyo- Sonrió, mirando al otro.
Ese símbolo de felicidad visible en el rostro contrario, le ponía nervioso, pues era un espectáculo único en su clase, esa sonrisa solo la había guardado para él. Podía sentir que se derretía por verlo así.
Como lo amaba y tanto tiempo había pasado, sin decírselo, porque una parte de sí mismo lo adiaba.
-Saber que alguien está tocando a su hermano menor de la manera que tú lo haces, lo haría enojarse mucho- Le gustaba jugar con esa idea, pues Shura se incomodaba un poco.
Ver la dulce sonrisa de ese joven hombre a su lado, que había estado queriendo desde que eran unos niños, su amor solo pudo crecer con el tiempo, pero en el momento que tuvo que acabar con la única persona con la cual Aioria contaba, no se lo pudo perdonar por tanto tiempo.
Solo verlo sufriendo por todo lo que antes le decían, por aquellas faltas de respeto que soporto, tratando de negar que Aioros era un traidor, pero los hechos habían logrado engañar a los demás siempre.
Hasta el propio pequeño, las había creído, y hasta aceptado.
Pero sin importar que, sus sentimientos estaban en conflicto constante, entre amar a Shura y odiarlo.
El peliverde, recordaba algunos instantes de aquella época, no podía estar siempre en paz pues, creía que podría ser un dulce sueño, del cual despertaría y Aioria seguiría odiándolo.
Se podría perder en esos recuerdos por unos instantes.
Eso lo nota con facilidad el castaño, pues usualmente lo miraba directo a los ojos y cuando su mente divagaba, despegaba los ojos de quien amaba.
-¿En qué piensas?- Apoyo su codo sobre la cama, para interrogarlo mejor.
Suspiro, bajando la mirada un poco, pero de nueva cuenta encarándolo cuando se recuperó –Te hice sufrir mucho, al matar a Aioros, todo ese tiempo, pude haberte cuidado, pero… Sé que no tenía ese derecho…- Se lo decía de manera firme, pero sus ojos reflejaban esa tristeza.
-No te hubiera dejado acercarte mucho a mi- Asintió levemente –Yo te amaba y odiaba… Por partes iguales… Que todo lo que ocurrió, no hubiera aceptado tu ayuda- Era sincero, la muerte, el odio de los demás, era demasiado para su joven corazón que hubiera sido contraproducente.
-Tú fuiste la única razón por la que me sentía culpable- Se lo dijo sin más, pues era verdad.
No sentía mucho arrepentimiento por haberlo hecho en aquella época, pues fue una orden del patriarca, creían en él. Si Aioros era culpable, debía morir.
Pero esos ojos verdes que recordaba al momento de tener que cometer aquel acto, le torturaba tanto.
Mas ahora creo que no importaba mucho, en su mente solo eran vagos recuerdos, que lograban molestarlo de repente.
Pero ¿Qué comos los seres humanos sin algunos recuerdos malos? No son agradables, pero son necesarios para valorar lo que tenemos ahora y aprender de no volver a cometer lo mismo.
-Aioria… Te amo mucho- En un acto impulsivo, de los que era constante victima al estar con el quinto guardián, se incorporó levemente de la cama, para sentarse y atraerlo.
Aun se logra sorprender, cuando Capricornio le dedica esas palabras, no son muy cotidianas, pues este creía que debían decirse cuando fuera importante y este era uno de esos momentos.
Se sonrojo levemente, sonrió, llevando ambos brazos alrededor del cuello del peliverde.
-Yo también te amo Shura- Beso sus labios, para separarse y verse a la cara.
-¿Crees que estés listo para ser mi esposo?- Le pregunto aquello con su voz firme, sus ojos decididos, no presentaba señal de nervios, parecía que hubiera pensando en eso por un buen tiempo.
-¡¡¡¿QUÉ?!!!- Se apartó, se golpe, esperaba cualquier cosa menos eso. Sus mejilla estaban rojas, su corazón latía como loco, hasta sudaba por los nervios.
-Solo hice una pregunta… Creo que aún no lo estas- Bajo la mirada, ver aquella reacción, le confirmaba que había sido algo atrevido. –Lo siento- Solo se disculpó, se sentía apenado por haberlo hecho sin una forma más romántica, pero su estilo era ir directo al grano.
Pensó que era mejor, ir a darse un baño y prepararse para el entrenamiento matinal, pero su sorpresa y semblante estoico se desvaneció, cuando el otro lo abrazo por detrás, casi haciendo caer hacia atrás.
-¡¡¡ESPERA!!! ¡¡¡AUN NO TE VAYAS!!! ¡¡¡EXPLÍCAME ESA PROPUESTA!!!- Sacaba su lado impetuoso y atrevido ahora, pues estaba confundido y feliz, pero nunca creyó que ese decimo guardián le propusiera de alguna manera extraña matrimonio.
Sentir los fuertes brazos de Leo alrededor de su cuerpo le gustaba, pues ese contacto solo él lo podía lograr, y era permitido.
-Solo quiero que seas mío- Se giró por completo, para provocar la caída contra la cama de Aioria.
Estaba sobre su amado Leoncito, esa mirada seria y afilada como su Excalibur.
Le gustaba tenerlo bajo su poder, así es era una necesidad de dominio de alguna forma, pero todo era consensuado en cada instante.
Sabia a donde llegaría esto y le gustaba, aun tendrían tiempo de tener un encuentro, pero deseaba jugar un poco –Sabes que ya soy tuyo, tengo marcas que lo prueban- Ladeo un poco su cuello, mostrando unos ligeros chupetones que había dejado el otro varias noches.
-Pero, quiero que lo seas por completo- Se inclinó a besar esos dulces labios que adoraba.
Cuando la falta de aire se hizo presente, se separaron dejando un hilo de saliva que los unía.
Sus cuerpos aumentaban de temperatura, poco a poco se podría ver a donde llevaría esto.
-Si sigues amándome así, entonces sí quiero- Le sonrió, ladeando la cabeza, estirando sus brazos y atrayéndolo de nuevo por el cuello, lo beso de nueva cuenta.
Con ese gesto se podría cerrar aquel pacto, entre esos dos caballeros dorados, que su amor fue de verdad tormentoso para ambos a sus maneras, dolores por el amor, quebrándose por el odio.
¿El tiempo cura? Es verdad lo hace.
Pero siempre y cuando ambos lados así lo deseen.
Creo que en este momento, ellos dos comparten el amor del presente, aquel que ayuda a superar el dolor que sufrieron, y llevar adelante el futuro.
Con una propuesta hecha, una respuesta afirmativa, el apoyo de quienes los unió y separo.
Poco a poco, nos vamos acercando al final de esta historia, pero aún queda unas historias más, o más bien lo que sucede después del final.
Solo puedo decir que esta es la mejor forma que Shura y Aioria les gusta despertar.
Pronto unirían sus vidas con algún tipo de simbolismo especial, si sea de tierras Griegas o Españolas, es cuestión de ellos.
Solo queda esperar que les valla bastante bien.