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Seven Deadly Sins por LuchoDigimon20

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Notas del capitulo:

Miniresumen: Takato y Kouji empiezan a escuchar voces.

 

Nota: La franquicia de Digimon y sus personajes del anime o manga perteneces a Akiyoshi Hongo. Aunque puede que en el transcurso de la historia me invente personajes nuevos.

 

:)

Takato corría a lo largo de un pasillo oscuro, guiado por una salida luminosa que se alejaba cada vez más y más. Sentía que algo monstruoso lo perseguía y se mantenía cerca, casi pisándole los talones. Takato, en su interior, sabía que, si miraba tan solo un momento hacia atrás, seguro sería atrapado. Su vida, su cordura, dependía de mantenerse alejado de las oscuras garras de una entidad insoldable que lo deseaba más que nada.

La luz se hacía cada vez más tenue a medida que pasaron los tortuosos segundos. Su mente jugaba de forma cruel, mostrando imágenes de las personas que había amado dándole la espalda tan solo después de mirarlo con una fría indiferencia. Pronto sería él y la entidad que lo devoraría por completo, hasta no dejar más que un cascaron vacío que saltaría hacia el firmamento.

Recuerdos horribles suyos, balanceándose en el borde de un edificio alto, llegaron a medida que sus piernas perdían cada vez más fuerza. Una voz se burló de él mientras tanto, indicando que esta vez nadie lo salvaría de su inevitable destino, que no merecía ser salvado.

"Eres débil", la voz decía. "Pero no importa, yo te haré fuerte".

Produciendo náuseas y escalofríos, la voz retumbaba en su cabeza repitiéndose una y otra vez. Se sentía débil, enfermo y solitario. Sentía el inevitable dolor acumularse en su pecho y las lágrimas caer de su rostro sin control alguno, empujadas por un miedo que no podía comprender.

"No huyas de mí. Tú también quieres esto", la voz mostraba una intensión retorcida en sus palabras que no quería entender.

Quería correr más rápido, claramente desesperado. El terror era palpable y lo peor sucedió cuando sus piernas no respondieron más. Fue entonces cuando una mano fría agarró uno de sus brazos, alterando su ritmo cardiaco, obligando a que mirara hacia atrás. La mano era humana pero no tenía idea de cómo sería el cuerpo de su acosador.

¿Sería humano?

No. No se sentía como un ser humano.

"Acércate".

El influjo sobrenatural lo hizo abrir los ojos y desvelar las sombras. Se encontró con dos rubíes brillantes y un rostro conocido, pero terrible extraño al mismo tiempo. Takato sintió el fin de todas las cosas tocando su piel expuesta y ese rostro, ese maldito rostro que le sonreía le daba una última revelación.

Takato gritó, incorporándose en su propia cama. Todo había sido una pesadilla, una terrible pesadilla, que se había vuelto común. Aquel endemoniado sueño se había repetido noche tras noche, y todo había comenzado un día después de su fiesta de cumpleaños.

No podía soportar ver ese rostro nuevamente y escuchar esa voz de nuevo en su inconsciente. Su sola memoria lograba que el chico se acurrucara, atrayendo sus piernas con sus brazos hacía su pecho mientras temblaba de manera incontrolable. Eran terrores nocturnos que lentamente lo estaban destrozando.

La puerta de su habitación se abría de golpe, pero él no tenía fuerzas para ver de quien se trataba, solo para sollozar en su posición.

El abrazo de su madre era su único consuelo. Takato se dejó recargar cuando sintió la barbilla de Mie sobre su cabeza. Las preocupaciones y miedos parecieron difuminarse un poco, haciéndose más soportables cuando alguien estaba cerca suyo. Por otro lado, no sabría si lograría volver a conciliar el sueño.

Lo más probable era que no.

"No puedes seguir así", Mie dijo suavemente. "Hoy tampoco podrás ir a la escuela".

Hasta ese momento, el reloj de la mesa de noche que usaba como despertador marcaba las 3:00 a.m. Una curiosa referencia a la creencia occidental que rezaba que los malos espíritus y demonios atravesaban hacia el velo de los vivos justo a las 3:00 a.m.

"Te quedarás en casa mientras yo consigo los medicamentos que te recetaron, ¿vale?".

Sus antidepresivos eran especialmente útiles para eso, pero hacía tiempo que ya se habían terminado. Debía renovarlos.

Takato asintió solamente.

No importaba si no podía dormir en ese instante. Realmente no deseaba dormir. No si eso implicaba revivir los sueños. Takato resistiría hasta tener sus antidepresivos de vuelta.


Kouji caminaba junto a su hermano hacia la panadería Matsuda. Actividad que se había convertido en una rutina en los últimos días.

Al entrar, fueron recibidos por Mie y Takehiro, quienes mostraban sonrisas agotadas mientras atendían el negocio tan bien como pudieron. Mie, en particular, se preparaba para salir. Y, como siempre, Mie indicó que siguieran a la habitación de su hijo. Más tarde, Takehiro llevaría algunos bocadillos.

Kouji y su hermano se inclinaron de manera respetuosa y siguieron su camino. Pasaron el mostrador y entraron en la vivienda de los Matsuda por una puerta que llevaba a un pasillo angosto y a unas escaleras de madera. Kouji vio cómo su hermano se adelantaba y abría la puerta de la habitación. Él solo lo seguía de cerca.

Kouji, inevitablemente, se hundía en sí mismo cada vez que veía a Takato en aquel estado luego de haber padecido algún terror nocturno. A su vez, se sintió mal por su hermano, Kouichi, quien ocultaba su propia angustia detrás de una sonrisa y unos ojos cansados. Takato, por otra parte, les ofreció una sonrisa cansada desde su cama.

Probablemente quería saludarlos, pensó Kouji.

"Se ve roto, no es así", una voz muy conocida sonó en su cabeza, logrando hacerlo sobresaltar.

Su hermano volteó a verlo con un rostro interrogante. "¿Estas bien?", preguntó con voz baja.

Incluso Takato centró su atención en él.

"Si", mintió. Lo último que deseaba era que otros se preocuparan por él. El momento no era el lugar ni el indicado para enfrentar a sus demonios. "La escuela estuvo terrible hoy", dio la excusa más simple, esperando que su hermano y su amigo la aceptaran.

"Si, cálculo estuvo horrible y ni hablar de historia", Kouichi comentó, apoyando el falso pretexto.

Kouji se permitió relajarse, lo había conseguido. Miró a Takato una vez más, encontrando esa misma mirada cansada pero ahora sonreía un poco más. Sin darse cuenta, correspondió al gesto de la misma forma. Se acercó y subió a la cama del chico, acomodándose a un lado de este. Su hermano, ocuparía el otro lado.

Takato se apoyaría en Kouichi, como lo había estado haciendo los últimos días, pero dejaba una de sus manos libres para que él la tomara. Kouji podía entender la necesidad de obtener afecto de todas las personas que estuviesen a disposición de compartir con Takato y, por supuesto, nunca negaba la invitación. Kouji siempre tomó su mano y acarició los nudillos con su pulgar.

Se sentía a gusto, no necesitaba palabras para expresar lo que sentía. A sí mismo, dedujo que Kouichi y Takato tampoco requerían de ellas. Pensaba que ellos se veían tan bien juntos y le agradaba que le permitiese estar presente en esos momentos que parecían ser tan íntimos.

Kouji se preguntó qué había pasado esa noche entre ellos. Recordaba a su hermano con una enorme sonrisa al día siguiente, luciendo prácticamente como un enamorado. Quiso conocer los detalles, pero, por alguna razón, se había acobardado todos esos días siguientes. Por el momento, lo atribuía a la situación actual que ambos estaban viviendo.

Se alegraba por Takato, se alegraba por Kouichi, y aun así sentía una dolorosa punzada en su pecho cuando veía a los dos juntos. Kouji odió la sensación de sentirse excluido los primeros días, sensación que fue aplacada cuando finalmente comenzó a tomar la mano de Takato. Se sentía tan lleno de emociones confusas.

"No puedes regresar atrás". La misma insidiosa voz le recordó dolorosamente.

Justamente, tenía que aparecer ese día como una señal de remordimiento profundo que se activaba cuando miraba a Takato. ¿Por qué tenía que pasarle esto ahora?

"Gracias", pero las palabras del chico eran capaces de callar a las voces de su mente. Aunque sea por un momento.

"No puedes salvarlo".

¿Y quién lo había decidido? Kouji haría todo lo necesario para ayudar a las personas que amaba. Había decidido asegurar la felicidad de su hermano él día en que se reencontraron en el Mundo Digital. Había conocido a su madre biológica a causa de Kouichi y por Kouichi, a pesar de los distintos problemas en la relación con su padre y su madrasta, quien, en sí, era una maravillosa persona.

Continuaría haciendo lo mismo por Kouichi y, ahora, pensaba hacer lo mismo por Takato. Porque él lo conocía, incluso antes de que su hermano empezara a hablar de él con tanto entusiasmo y ensoñación. Por su puesto, nunca le habló en el pasado y solo se limitó a observarlo desde la distancia. Aun así, había aprendido que era una persona de buen corazón, aunque muy solitaria. Él quería salvarlo y lo iba a hacer.

"Pero no pudiste salvarme".

Hizo cuanto pudo esa vez. Pero esta vez sería distinto.

"¿Podrías incluso?".

Kouji hallaría la manera. No podía rendirse. No debía rendirse.

"¿Debes hacerlo? Recuerda lo que prometió Lucemon. Recuerda lo que Lucemon le hizo a tu hermano".

Sin darse cuenta, una lágrima solitaria escapó de uno de sus ojos y solo se dio cuenta cuando notó un apretón fuerte en su mano y sintió la mirada de preocupación de Kouichi sobre él.

"De verdad. ¿Estás bien, hermano?", Kouichi preguntó nuevamente.

"Estoy bien", Kouji repitió, aun cuando no sonara convincente.

Kouichi no le creería e intentó replicar. Sin embargo, no esperaba que alguien más levantara la voz en esa habitación.

"Sé cómo se siente guardar secretos", Takato dijo, sonando lo más comprensivo que podía ser. "Sé qué no es fácil abrirte a los demás y sé que eso trae mucho dolor. No quiero decir que tengas que compartir esos secretos ahora, pero no quiero que tengas que enfrentar ese dolor solo".

Acto seguido, Takato dejó el regazo de su hermano y lo abrazó con todas las fuerzas que le permitían su debilitado cuerpo. La acción fue simple y, sin embargo, tan poderosa como para derribar un muro y liberar todas las emociones que contenía. Las lágrimas caían una tras otra y se convertían en una cascada mientras se aferraba a la espalda de Takato. Kouichi pronto se uniría, sujetándolo.

Kouji sintió la necesidad de descargarlo todo, de liberarse de esa enorme cruz que había estado cargando durante el último año. Mas una visión muy conocida lo obligo a callarse. Era la aparición de un espectro al otro lado de la habitación que lo observaba con lástima. La fuente de la voz de su cabeza.


Takuya se encontraba solo en la sala de estar de su casa, mirando la televisión. Se hallaba recostado en el sofá, de medio lado, apoyado por unos de sus brazos mientras el otro se sostenía en el aire y usaba el control remoto para cambiar de canal. Su capacidad de concentración en este caso era nula y nada en particular llamaba su interés. A excepción de…

Reportamos en vivo desde el lugar de los hechos…

Decía una reportera al otro lado de la pantalla.

Se presentó un ataque a altas horas de la madrugada en esta vivienda residencial. Las autoridades reportaron la desaparición de dos jóvenes y el asesinato de sus padres…

Bueno, eso era nuevo.

Reconocía el sector, no era lejos de su propia casa. Y, por muy perturbador que fuese que existiese un asesino y secuestrador paseándose por el vecindario, existió una sensación de anticipación esperada. Esta podría ser una de las señales de la influencia de Lucemon en su mundo. Se preguntó si la Cooperativa ya conocía de eso o él debía informarles tan pronto como pudiese.

En ese instante, sintió su celular vibrar en el bolsillo de su pantalón. Se trataba de un mensaje.

"Es hora de que nos reunamos…", decía.

"¿Quiénes estaremos ahí?", él escribió.

Pasaron unos pocos segundos cuando el tercer mensaje apareció.

"Solo aquellos que conocemos el secreto. Descuida, pronto todos lo sabrán. No habrá manera de ocultarlo todo para siempre".

Takuya sintió una oleada de alivio y ansiedad al mismo tiempo. Esos tres mensajes eran la confirmación de sus pensamientos. Pronto tendría que enfrentar a sus amigos, a quienes les había mentido.

"Aggg…", murmuró fastidiado. "Es lo mejor. Sabía que este momento llegaría"

Afortunadamente, no había nadie que lo escuchara en ese momento.


Kouji caminaba pensativo, dejando atrás a un sol moribundo que se ocultaba en el horizonte. Miraba su mano regularmente, imaginando la calidez de la mano del adolescente de cabello castaño sobre ella. Recordó la iniciativa de su abrazo y su poderoso efecto, capaz de alejar cualquier oscuridad. ¿Ese era el niño que traería la perdición al mundo entero?

Kouji se negaba a creer en eso. Takato parecía ser el contrario opuesto a Lucemon, no su semejante. Sus mejillas ardían en la resolución de su deseo de protegerlo como si se tratara de una delicada estatuilla de porcelana. A esas alturas, el joven Matsuda estaba en un pedestal para él. No había mejor persona para su hermano gemelo.

Pero… ¿Y él?

Un momento, se tuvo que decir a sí mismo. ¿En qué estaba pensando?

"Estas muy pensativo", escuchó decir a una voz dolorosamente reconocible. Su corazón se detuvo por unos instantes y un escalofrío tortuoso recorrió su espalda en reacción.

El origen provenía de un callejón estrello, cubierto en sombras. Sabía a quién pertenecía, sin embargo, era imposible. Su reminiscencia solo era la voz cruel de su cabeza, lo demás no era más que una alucinación. Estaría realmente loco si contestara, de modo que no lo hizo.

Pero él no se detendría.

"Te he extrañado, todo este tiempo", decía con un tono indescifrable. "Sé que tú también lo has hecho. No quería dejarte, pero era lo que debía hacer".

La desesperación se apoderaba de su pecho a medida que terribles imágenes del pasado volvían a él. Su fracaso, su imposibilidad de mantener el control de su vida y poder salvar a los demás. Las lágrimas recorrían su rostro y el demonio parecía deleitarse en las sombras por cada una de ellas.

"Únete a mí, libérate de este mundo y sus ataduras", la voz mencionó ominosamente. "Sálvate de este mundo falso y descubre la luz".

Esto era mucho peor que cualquier cosa que Lucemon hubiese provocado en el pasado. Esto era un ataque directo a su alma. Era tan personal, tan íntimo. Dolía más que cualquier herida. Pero, incluso, en los peores momentos, la luz estaba ahí, esperando a manifestarse con fuerza y regresarle la esperanza. Los recuerdos del abrazo de Takato y su hermano volvieron a su mente.

Las palabras que indicaban que no tenía que hacerlo todo solo.

"Intenté salvarte de la oscuridad", dijo entre llanto y convicción absoluta. "Pensé que habías muerto. Creo que habías muerto en esa ocasión".

"La muerte no es perdición, es la salvación mi estimado. Quería que la conocieras"

"¡No puedes estar hablando en serio!", Kouji exclamó a la nada, recordando con pesadez el intento de suicidio de Takato.

No había salvación ahí, solo un alma rota y un vacío existencial profundo.

"Te he visto con tu hermano y ese niño", resopló la voz de mala gana.

Esto último hizo sobresaltar a Kouji. ¿Por cuánto tiempo había sido observado? Con temor, supo que la aparición de esa voz en su mente no había sido coincidencia.

"Ese niño está perdido en medio de un dolor tan profundo. Me hace sentir identificado", comenzaba a sonar celoso. "Estas tan aferrado a él, tanto como lo estabas conmigo. Crees que podrás salvarlo, tal como creíste que podrías hacer conmigo. Te conozco lo suficiente".

"Lo hice todo por ti", Kouji dijo amargamente. "Solo quería que fueras feliz, que tuvieras una vida sana".

"Pero realmente soy feliz".

"Estas muerto", Kouji se dijo a sí mismo, se tenía que convencer a sí mismo.

"Aun así, aquí estoy, Kouji", la voz susurró amorosamente. "Te mataré, eventualmente, y así estaremos juntos. No habrá más dolor".

"No te dejaré", respondió.

Tenía razones por las cuales seguir viviendo. Familia, amigos, Kouichi, Takato.

Por ellos la tristeza y el pasado nunca lo consumirían.

"Verdad, el niño", la voz murmuró. "No he venido solo por ti".

"¿Qué quieres con Takato?", Kouji preguntó horrorizado. Él no podía lastimarlo, ¿o sí? ¿Esto era un plan maquiavélico de Lucemon acaso?

"No es lo que yo quiera. Es lo que él quiera con el niño", la voz respondió divertida, confirmando las sospechas de Kouji. "Y quién soy yo para cuestionarlo, así que los reuniré. Será un momento muy emotivo".

"¡No te le acerques!", Kouji gritó.

Escuchó su risa inquietante, un sonido que nunca antes había registrado en el tiempo que llevaba conociéndolo.

"Descuida, cuándo acabe con tu apreciado niño no tendrás más cosas por las cuales preocuparte o aferrarte. Finalmente, aceptarás unirte a mí".

El escalofrío volvió a apoderarse de él cuando estuvo consciente de la nueva amenaza. Sin mirar atrás, salió corriendo del lugar mientras la noche caía sobre la ciudad. Tenía que buscar a Kouichi, él único apoyo que poseía en estos momentos, él único que podía ayudarle. Tenía que confirmar. Tenía que verificar que esto no era solo una desagradable pesadilla. Sobre todo, tenía que protegerlo.

No iba a permitir que pasara de nuevo. No iba a permitir que otro ser querido se perdiese en las Tinieblas de la muerte misma.


Takato había decidido pasar su tarde en el antiguo escondite de Guilmon, en soledad para permitirse reflexionar, ahora que su mente se encontraba descansada y los medicamentos hacían efecto. No tenía pesadillas. No soñaba con ese brazo frío y oscuro que lo tomaba y lo obligaba a ver el rostro del abismo. Claramente, Kouji, Kouichi y sus padres habían sido una ayuda invaluable.

Se hallaba sentado en la entrada del escondite, rodeando sus piernas con sus brazos mientras sonreía. Se permitía divagar en diferentes momentos vividos junto a los gemelos. En particular, se perdió en dos memorias, la noche en el bar con Kouichi y la tarde de abrazos en su alcoba. Ambas, produciendo un sonrojo en sus mejillas.

Hasta el momento de su cumpleaños, Takato nunca se había planteado su sexualidad. Hasta ese momento no había besado a nadie, ni siquiera a su amor de la infancia al que nunca se declaró. El hecho de que su primer beso hubiese sido con un chico, había sido muy revelador. El alcohol había facilitado la interacción, lo había desinhibido, pero sus efectos no fueron tan poderosos como para hacerlo olvidar.

Takato comenzaba a sentirse extraño alrededor de Kouichi. La única forma de no manifestar su incomodidad había sido gracias a sus repentinos ataques depresivos que ocurrieron la semana siguiente. El dolor y la necesidad de contacto físico había aplastado cualquier vergüenza que hubiera podido sentir.

Pero, ahora que su estado anímico se encontraba equilibrado, pensó en que le diría apenas lo tuviese en frente. ¿Cómo podía expresarle a Kouichi todo lo que sentía? ¿Todo lo que había provocado en una sola noche?

¿Con quién podía hablar sobre todo esto?

¿Cómo sus padres tomarían la noticia de que su hijo era homosexual?

Una pregunta venía tras otra, confundiéndolo paulatinamente. Sin embargo, una cosa quedaba clara, Kouichi le gustaba. Ya no podía verlo como un simple amigo.

Su cuerpo buscaría el contacto con el joven Kimura tanto como pusiese serle permitido. Tal y como los días que sus fuerzas fallaban e imposibilitaban que saliera de la cama, usó lo que tenía para recostarse en Kouichi y tomar la mano de…

"Kouji", murmuró.

Kouji parecía ser tan fuerte, tan amable. Definitivamente le recordaba a Jenrya Lee, cuando aún mantenían contacto.

Le resultó extraño verlo quebrarse ese día. Se preguntó qué clase de demonio estaría detrás de su sufrimiento. ¿Qué podía hacer él para hacer que se sintiera mejor?

Lo único que se le ocurrió en el momento fue abrazarlo, expresarle su apoyo, sin importar nada. Sintió como Kouji se derrumbaba en sus brazos, toda su tristeza y todo su dolor. Por Dios, deseaba ayudarlo más que nada. Le debía tanto, a él y a su hermano.

Takato, desde ese instante, se prometió cuidar esos vínculos tan preciados que había formado. No importaba lo que costara, siempre cuidaría de Kouji y Kouichi.

"Takato Matsuda, ¿verdad?", una voz lo sacó de sus pensamientos.

Se levantó sorprendido y avergonzado, sus mejillas lo delataban. Tal y como si hubiese sido descubierto en una escena comprometedora.

"Si", respondió rápidamente, encontrando con su vista a un hombre alto y corpulento de cabello azul que vestía un gran abrigo negro.

"Ha sido difícil encontrarte estos días", dijo el recién llegado. "Mi nombre es Ken Ichijouji, es un placer".

¿Cómo había llegado a su lugar personal?

"Lo mismo digo".

Se sentía en una invasión. Claramente empezaba a ponerse ansioso. Su voz quebrada lo delataba.

"No tienes nada de qué preocuparte", y aquel hombre parecía darse cuenta. "No he venido a lastimarte, he venido a pedirte ayuda".

"¿Yo?", Takato preguntó incrédulo. "¿En qué podría ayudarte?"

"Tú eres como yo", Ken comenzaba a aproximarse y Takato quería alejarse, aunque no lo hacía. "He vivido experiencias parecidas a las tuyas. Dime, el Mundo Digital te suena, ¿verdad?".

"Tú eres…", Takato dijo con sorpresa.

"Fui un Niño Elegido. Como tú, yo solía tener un compañero Digimon. Viví una gran cantidad de aventuras y salvé el mundo".

Takato tragaba saliva ante la revelación no pedida. Puesto que no conocía a nadie más de su círculo interno de amigos que hubiese estado en el Mundo Digital. Pero, si esto era cierto, debió haberse sabido del Mundo Digital desde hace mucho tiempo antes.

Era lo que más sentido debería tener, teniendo en cuenta que Ken parecía ser mucho mayor que él.

¿Cómo no podía saberlo?

¿Cómo debía proceder ahora?

"Yo también perdí a mi camarada", fue lo único que se le ocurrió decir. Era la única forma de conectarse, a su juicio, con el extraño.

"Es duro, ¿verdad?", Ken, finalmente, se sentó a su lado. "El que te arrebaten a tu compañero Digimon, es como si te arrebataran un pedazo de tu alma. Muy pocos se recuperan de eso", le sonreía con una expresión de tristeza en su rostro, como si fuera capaz de comprenderlo.

"Aun me duele", Takato dijo, agachando su cabeza. "No sé si lo supere algún día"

No sabía porque se estaba sincerando. No sabía si aquel hombre era de confianza. Probablemente no lo era.

"Es porque nuestra conexión sigue viva", Ken dijo, cambiando la expresión de su rostro a una seria. "Somos distintos a todos los demás. Podemos ver cosas que nadie más puede".

Sentimos que somos capaces de gobernar este mundo.

Su mente completó, haciendo que Takato frunciera el ceño ante su significado oscuro. "¿A qué te refieres?".

"Es más fácil mostrártelo que contártelo", Ken sonrió nuevamente, pero, esta vez, con un aire de suficiencia. Posteriormente, posó su vista en una lata que refresco que yacía abandonada a la distancia.

Takato observó con sorpresa como el objeto volaba a manos del hombre adulto, sin ser halado por algún elemento físico.

"Apuesto que tú puedes hacer algo como eso", Ken parecía disfrutar su expresión de aturdimiento. "¿Cuál es tu don?"

Puedes ver cosas que nadie más puede.

Sus sueños.

Sus sueños nunca habían sido comunes, incluso desde tiempos anteriores a su encuentro con el Mundo Digital. Su visión de Ruki y Renamon luchando con un Lynxmon en la noche lluviosa, sus encuentros repetitivos con Lucemon en aquel extenso jardín y, por último, sus recientes pesadillas.

Takato se levantó sudoroso, apretando con fuerza la camisa que cubría su pecho. "¿A qué has venido?", exclamó inquieto, sin atreverse a mirar a Ken.

"Te lo dije, ¿no?", el aludido respondió sin inmutarse. "Necesito tu ayuda y sé que puedes hacerlo. Nosotros te hemos estado observando desde hace mucho tiempo".

Reconocimiento.

"¿En qué puedo ayudar?", Takato preguntó dudativamente.

"¿Has estado al tanto de las noticias?", él negó.

Apenas se encontraba recuperándose. ¿Por qué rayos perdería su valioso tiempo de sanación en ver televisión?

"La última semana se ha presentado varios ataques a sectores residenciales y apartamentos. Hemos identificado a un solo culpable. Quiero que me ayudes a atraparlo".

"¿Cómo haré eso?", la respuesta a su pregunta probablemente ya la conocía, sin embargo, aún se sentía inseguro. Si tuviese a Guilmon a su lado, todo sería mucho más fácil.

No lo necesitas.

"Dame información. Yo me ocuparé del resto".

Bueno, eso definitivamente podía hacerlo. Sin embargo, para poder ayudar, debía dejar que los sueños volviesen. Tragó saliva y sintió un escalofrío apoderarse de su espalda lentamente. ¿Qué estaba a punto de hacer?

Tomarás responsabilidad. Tomarás al mundo sobre tus hombros.

¿Por qué debía hacer tal cosa?

¿Por qué nadie más puede hacerlo? Nadie más tiene tus dones. Nadie más es Takato Matsuda.


Kouichi se asustó cuando vio a su hermano, quién lucía como un absoluto desastre, parado al frente de la entrada de su casa. Kouji estaba en un estado no había visto desde hace dos años, desde que…

"Kouji", exclamó preocupado. "Ven, pasa".

"¡No!", Kouji gritó. "Tenemos… tenemos…".

A Kouji le costaba hablar en ese momento. Estaba más que claro que se encontraba al borde de un ataque de pánico. De modo que Kouichi tuvo que actuar rápidamente. Le tomó de las manos y dijo. "Respira conmigo, inhala, exhala".

Pasaron así unos pocos minutos en los cuales Kouji imitaba, o trataba de imitar, el ritmo de las inspiraciones de aire de Kouichi. Posteriormente, el ritmo de sus látidos se normalizó y gran parte del temor que poseía a Kouji se había marchado, pero Kouichi veía su dolor y las lágrimas que caían libremente por su rostro.

"¿Qué sucedió?", Kouichi preguntó con suavidad, tragándose su propio dolor al ver lo roto que se encontraba su hermano menor.

"Lo volví a escuchar", Kouji sollozó. "Escuche su voz".

¿Eso era lo que había sucedido ese día en la habitación de Takato? ¿Por cuánto tiempo su hermano había soportado todo ese dolor?

"Lo siento mucho", Kouichi murmuró, acariciando las manos de Kouji, con aflicción. "No sabía que aun estabas pasando por esto".

"También lo escuché esta tarde, pero no fue como esa vez".

Kouichi pudo detectar el temor en la voz de su hermano, así que aumentó la fuerza de su agarre, transmitiendo todo el valor que podía.

"Quería lastimarme. Quería que yo muriera", escuchar a Kouii hablar de esa manera de verdad era una tortura. "Parecía que su voz provenía de un callejón oscuro. ¿A caso me estaré volviendo loco?".

No le gustaba nada lo que sus oídos captaban. "No, no te estas volviendo loco. Es normal que algunas cosas tarden mucho más tiempo en superarse…".

"¡No entiendes!", Kouji le interrumpe. "'Él estaba ahí. Podía sentirlo observándome. Dijo que quería lastimar a Takato. Me dijo que había venido por él".

Kouichi abrió sus ojos con horror mientras su mente vagaba sobre las posibles implicaciones que revelaban las palabras de Kouji. Ya no parecía que la voz fuese una manifestación de la culpa y el arrepentimiento. Había realmente algo oscuro y perverso.

No podía dejar de pensar en la aparición de la sombra de Lucemon. Ni mucho menos, dejar de pensar en esa noche que ocurrió hace dos años. La muerte de Osamu. Takuya. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?

"Pero él está muerto, ¿verdad?", Kouji hablaba agitado, comenzaba a agitarse nuevamente. "No tiene sentido su amenaza. Esto debe ser obra de Lucemon. Pero tengo que asegurarme de qué este muerto. Tengo que ver su tumba".

Kouichi atrajo a su hermano a su regazo, abrazándolo con fuerza. La asunción de Lucemon parecía lógica pero su intuición le hablaba que ese no era el caso. Su mente repetía insistente dos nombres cada vez con mayor intensidad. Osamu. Takuya.

Algo en los eventos de esa noche no cuadraba, no llegaba a tener sentido. Algo lo inquietaba.

"Iremos", dijo. "Iremos ahora".

Tal como su hermano. Sintió la imperiosa necesidad de confirmar los hechos. Debía ver esa tumba con sus propios ojos y asegurarse de no encontrar señales que indicaran la resurrección de algún antiguo demonio.

"¿Y Takato?", Kouji interrumpió su línea de pensamiento. "¿Deberíamos decirle algo?".

Kouichi entendió su preocupación. A este punto, no se perdonaría nunca si Takato saliese lástimado por algo que él hubiese podido evitar. La pregunta fue desencadenante para salir a correr directo a la panadería de los Matsuda e irrumpir en el cuarto del joven, tan solo para asegurarse de que se encontrara sano y salvo.

"No lo sé", respondió.

Así mismo, no deseaba involucrarlo en esto. Takato ya estaba pasando en medio de una cruel tormenta. No necesitaban sumergirlo en otra. "Solo vayamos al lugar, tenemos que asegurarnos de que todo se encuentre en orden. Ahí decidiremos que hacer, ¿de acuerdo?"

Intentaba sonar calmado, pero, la verdad, es que se encontraba asustado, muy asustado. No sabía si Kouji lo percibía, esperaba que no. Ahora debía ser fuerte por ambos y también debía ser fuerte por Takato.

Sin darse cuenta, la sombra que proyectaba comenzó a agitarse sin que él se diese cuenta, sin que él moviese algún músculo.


Más tarde, esa misma noche, Takato se despertó sobresaltado a causa de sus sueños. No se trataba de su pesadilla recurrente, sin embargo, eso no significaba que su premonición no fuera menos mala.

Por supuesto, logró lo que requería hacer. Lo había visto en su mente, deambulando campos verdes y lápidas de piedra sumergidas en neblina como una animal enfurecido y rabioso que buscaba su próxima víctima. Se sorprendió cuando descubrió, más de cerca, que era humano. Un muchacho de su edad aproximadamente, de cabello azul y ojos negros, que caminaba erráticamente y sonreía mostrando sus dientes blancos.

Llamas incontrolables aparecían a medida que él caminaba. Takato sabía que no eran físicas, pero las sentía como tales. Esas llamas parecían representar un hambre insaciable, una vorágine destructiva que lo consumiría todo. No podía evitar sentir nauseas tan solo con recordarlo. Y, lo peor, era que él lo había visto.

Sus miradas conectaron por unos breves momentos y apreció como el otro le sonreía expectante.

Se sentía al borde del vómito. Particularmente débil. Deseaba más que todo un contacto reconfortante que lo ayudará a controlar sus temblores. Necesitaba a Kouichi y Kouji.

Que inapropiado. Es realmente triste que dependas de otras personas.

Era esa molesta voz, nuevamente. Tan familiar, tan cruel y tan autocrítica. Takato decidió sacudir su cabeza y apartarla.

Tú me necesitas. Soy lo único que puede hacerte fuerte.

"Cállate", dijo, sosteniendo su cabeza con sus manos.

No puedes callarme. Soy todo lo que necesitas.

"¡Cállate!", expresó una vez más, con mucha más fuerza. Finalmente, logrando callar a la voz en pocos intentos. Por supuesto, requiriendo gran parte de su energía. Aun así, no sería capaz de conciliar el sueño esa noche.

No con su último sueño rondando su cabeza. La sonrisa de ese extraño y su mirada que indicaba que pronto vendría por él. Un hecho que lo asustaba.

El monstruo lo había captado y se había pegado a su aroma. Lo perseguiría como un lobo hambriento y lo atraparía al final.

Una cosa era clara, no había tiempo que perder. No importaba cuanto necesitará en estos momentos a los gemelos y desahogarse en sus brazos. No importaba si sus padres se encontraban al otro lado de la habitación. No se perdonaría involucrarlos en esto.

Es tu responsabilidad.

Se dijo, inconscientemente, ¿o fue la voz? Ya no estaba seguro. Se levantó y agarró el lienzo, la paleta, las pinturas y los pinceles que había recibido en su cumpleaños. Debía aprovechar, más ahora que la imagen aún seguía vivida en su cabeza. Tal y como lo había hecho con sus dibujos que representaban la antigua Guerra de los Legendarios contra el Ángel Caído.

Había sacado más información de la cual esperaba. Plasmaría la imagen, no importaba si le tomaba hasta la madrugada.


Takato observó su obra de arte finalizada, una gran pintura de una puerta de piedra y hierro en el interior de un castillo gótico, frente a un altar con tallados. Llamaba especialmente la atención un conjunto de 6 cartas sostenidas por la figura de un vampiro con capa negra, traje azul, antifaz rojo y piel pálida.

Era como presenciar un sueño dentro de otro sueño, o una pieza de historia que no había sido contada.

"Ahí están", se dijo a sí mismo.

Esa persona se los había llevado a través de esa puerta, a quienes se encontraban desaparecidos. La pregunta era: ¿Cómo llegar a ellos a través de ella?

Takato sintió que Ken tendría las respuestas, de modo que, después de haber terminado la pintura, se contactó con este último gracias al número de celular que ahora guardaba. Ya se encontraba listo y ansioso por la visita, bañado y arreglado, a excepción de sus ojeras, con ellas no había nada que hacer.

Agradeció que Kouichi o Kouji no estuvieran ahí para verlo. De estar ahí, seguro le dirían que olvidara sus locos planes y durmiera el resto del día. A propósito, resultó extraño el no verlos hoy. En fin, no importaba. Le convenía más de esa manera.

Takato suspiró cansadamente y salió de su cuarto. Bajó al primer piso, dirigiéndose al interior de local que manejaban sus padres. Aquellas personas que trabajaban tan fuertemente por su bienestar. No los había visto desde la noche anterior, puesto que no había salido de su habitación desde entonces. Ni siquiera se había molestado en desayunar.

¿Qué dirían apenas pudieran tener un vistazo sobre él?

Seguramente se decepcionarían, o se preocuparían mucho. Tal vez ambas. En cuanto aspecto físico, el rostro de Takato lucía como un desastre.

Esas preocupaciones, sin embargo, se verían esfumadas y reemplazadas por algo peor. Encontró en una de las mesas de la panadería al joven de sus últimos sueños, sentado mientras comía una torta dulce y un café.

Takato sabía que había venido por él, lo sabía desde que ambos cruzaron miradas en el reino de la vigilia. Solo no esperaba que fuese tan pronto. Había sido tonto e ingenuo, y ahora había puesto en peligro a las personas que más le importaban.

Enfrenta tus miedos.

Takato se aproximó a la mesa, caminando sin detenerse mientras pasaba saliva nerviosamente. Llegó y se sentó en frente del invitado no deseado, quien no hacía más que sonreírle.

"Finalmente apareces", dijo. "¿Me preguntaba cuando bajarías para verme? Soy Osamu, por cierto".

"¿Qué haces acá?", Takato demandó, sin alzar mucho la voz. Quería tener el cuidado suficiente para no incomodar a la clientela de sus padres.

"Bueno, me enviaron a buscarte", Osamu respondió mientras tomaba otro sorbo de café. "No podía desperdiciar la oportunidad, sobre todo cuando te aproximaste a mí por voluntad propia".

Takato hizo uso de su mejor expresión estoica cuando sintió como una mano lo tocaba bajo la mesa, deslizándose lentamente hacia su entrepierna. A pesar de eso, no era muy buena. Los ojos hambrientos de su invitado captaban su reacción sobresaltada y brillaban con cierta diversión. "¿No te han tocado antes?"

Takato simplemente no dijo nada, pero su cuerpo lo delataba. No es que le importara. Se encontraba más preocupado de que sus padres no se aproximaran a la mesa.

"Por supuesto, no lo han hecho", Osamu sonreía con lujuria, ejerciendo fuerza en su agarre y disfrutando la expresión que Takato tenía en su rostro.

"Solo espera un poco más, Ken no tardará en llegar", Takato pensaba. Solo debía mantenerlo distraído el tiempo suficiente. No sabía que tan peligroso podía llegar a ser Osamu, pero si conocía las habilidades de Ken, quien las había mostrado en el escondite de su antiguo compañero Digimon. La telequinesis podía ser de utilidad. Y, de todas formas, Osamu era la persona que Ken buscaba, ¿no es así?

Por otro lado.

"¿Quién te mandó a buscarme?", Takato preguntó. "Fue Lucemon, ¿no es así?".

No había día en que no pensara en el ángel Digimon. Dolía su ausencia en su vida, a pesar de saber lo peligroso que era. Necesitaba saber.

"¿El señor demonio?", Osamu pareció sorprendido. "¿No había sido eliminado por los diez Guerreros?".

Claro, esa era la historia que le había contado Kouji y Kouichi. Pero, muy muerto no estaba.

"¿Qué conexión tienes con Lucemon?", Osamu cuestionó intrigado.

"Tú sabes de Lucemon", Takato interrumpió, ignorando la última pregunta. "Eso significa que conoces del Mundo Digital", su mente comenzaba a armar las piezas del rompecabezas. La pintura que había realizado. "Las personas desaparecidas, las llevaste al otro lado. Están en el Mundo Digital, ¿no es así?".

"Eres más listo de lo que él piensa", Osamu dijo gratamente sorprendido. "O tal vez él lo sabía. Tal vez por eso me mandó a buscarte para llevarte a su lado".

"¿De quién hablas?", no estaba hablando de Lucemon, eso era seguro.

"No quisiera arruinarte la sorpresa. Vamos, ven conmigo y abandona este aburrido mundo. Te ayudaré a buscar todas las respuestas que necesitas". Takato sintió las uñas de Osamu clavarse a través de la tela de su pantalón. Comenzó a sentir miedo de los ojos de su depredador. Ya no veía a un ser humano, veía a un monstruo. "Abandona toda esperanza en esta vida, lo que te ofrecemos es mucho mejor".

"¿Takato?", escuchó a su madre decir.

"No, no, no, no", Takato pensó con pánico, sin apartar sus ojos de los de Osamu. "No vengas, no vengas".

En ese momento, Osamu lo soltó y dirigió una mirada de odio hacia su interrupción. La madre de Takato.

"Hijo, no te escuché bajar…", la voz de Mie se contrajo apenas sintió que era el objeto de atención del huésped maldito. Osamu solo tuvo que levantar uno de sus brazos hacia un lado para levantar a Mie del suelo, todo con el poder de su mente.

"¡Mamá!", Takato gritó con alarma, intentando levantarse de la mesa para socorrer a su madre. Eso, hasta que fue nuevamente interrumpido.

"Te diré algo. Si no vienes conmigo, le romperé el cuello a tu madre y asesinaré a cualquier persona que se encuentre bajo este techo".

Las personas dentro del local, al escuchar tal amenaza y al presenciar el despliegue de poder antinatural, se levantaron de sus asientos y corrieron desesperadamente hacia la salida. Sin embargo, el mismo poder invisible que levantaba a Mie desde el cuello, cerraba ahora las puertas e imposibilitaba su escape.

El pánico era palpable. Todos se alejaban de Takato, Osamu y Mie lo más que podían, con excepción de Takehiro que ya se encontraba al lado de su esposa.

"Eres un monstruo", Takato susurró con odio y horror. "Juro que si les haces daño…".

"¿Me matarás?", Osamu preguntó divertido. "Ya quisiera ver eso".

Mátalo. Tienes el poder para hacerlo.

La voz de su mente atacó con ira su cabeza. El exterior poco a poco perdía la claridad, a medida que se dejaba envolver por el odio, el miedo y la seguridad de que, si escuchaba el susurro siniestro, podía aplastar todo lo que estuviese al frente. El temblor y la ansiedad fueron cambiados por una fría calma.

"Podría hacerlo", sus labios pronunciaron con un tono que no era el suyo, ¿o sí? "Podría hacerte pedazos, aquí y ahora"

La sonrisa arrogante de Osamu flaqueó en ese instante y Takato disfrutó esa sensación que no podía explicar. Pronto, olvidó la situación en la cual se encontraba. Olvidó a las personas que miraban con horror la escena. Olvidó a sus padres y amigos. Solo estaba la presión que podía infligir con su presencia.

Solo estaba su propia omnipotencia y su efecto en sus enemigos.

Mátalo. Mátalo.

La voz arremetía una y otra vez. Sin darse cuenta, aproximaba su mano al rostro de Osamu, quien lo observaba con estupefacción. Tan cerca que casi podía tocar su mejilla. Tan cerca como para…

Y un disparo resonó, devolviéndolo a la realidad.

"¿Qué?", murmuró agitado cuando sintió gotas de sangre en su propio rostro.

Posteriormente, escuchó un gruñido de dolor. Osamu aferraba su hombro herido. Y, detrás de este, Ken Ichijouji apuntaba con el cañón de su pistola humeante. El efecto había sido instantáneo. Mie Matsuda se encontraba en el suelo, sana y salva, siendo rodeada por los brazos de su esposo mientras luchaba por respirar.

"¡Mamá!", la primera reacción de Takato, apenas hubiera salido de su estado de shock, fue correr hacia ella con lágrimas en sus ojos. Tenía que asegurarse de que ella estuviera bien.

Ajeno a ello, Ken continuaba apuntando a Osamu, quien yacía de pie y le dedicaba una mirada fría. "Hola, padre", dijo luego de unos momentos.

"¿Padre?", Takato reaccionó, mirando a ambos.

"Se acabó", Ken dijo. "Es el fin de la línea".

"¿Eso crees?", Osamu respondía. "Lamento decepcionarte, en ese caso. ¿Cómo puedes ser tan cruel, padre? Lastimar así a tu hijo".

"¡Tú ya no eres mi hijo!", Ken gruñó.

"Pero lo soy. Nací del vientre de la ramera de tu esposa, mi madre", Osamu escupía con odio. "Aun así nunca me amaste. Solo fui receptor de tu odio y tus reglas. No me extraña que me hallas tendido esta trampa".

"¿Trampa?", Takato preguntó con voz baja, mirando a Ken, buscando una respuesta.

"Manipulaste al niño para que me atrajera a este lugar, sabiendo que yo lo estaba buscando. Y así, tendrías la oportunidad perfecta para hacerme daño", luego se dirigió a Takato. "A nuestros padres no le importamos en lo más mínimo. Nos abandonan o nos lastiman"

Ken pareció flaquear unos momentos, bajando levemente el arma. Cosa que Osamu aprovechó, empujando a su padre usando una poderosa fuerza invisible. "Debiste dispararme en la cabeza. Ahora, ¿dónde estaba?".

Takato sabía que debía mantener a sus padres a salvo. Buscó con su mirada la entrada que Ken hubiera podido haber usado para entrar al negocio, la cual resultaba ser la entrada que daba directo al interior de su casa. Seguramente, Ken habría usado la entrada trasera de su casa.

Contra el mejor juicio de auto conservación y las protestas de sus padres, Takato salió corriendo hacia la salida que no había sido bloqueada. Teniendo la total seguridad de que el invasor lo seguiría, después de todo era su objetivo.


Takato había estado corriendo y escapando entre los callejones de la ciudad, zigzagueando una y otra vez. Luego, se detuvo y se apoyó sobre una pared, siendo atacado por una corriente de pensamientos producto de los eventos ocurridos en la última media hora.

Su mente repetía memorias de su madre siendo levantada en el aire, la mirada hambrienta sobre sí mismo, la sangre salpicando su rostro, Osamu revelando que lo habían usado para construir una trampa. Estaba siendo abrumado, comenzaba a hiperventilar y su cuerpo a temblar. Necesitaba ayuda.

Estas solo. Estas solo. Estas solo.

La pesadilla de hace una semana regresaba. Él corriendo del pasillo oscuro mientras era perseguido. Él perdiendo su camino hacia la luz. Él siendo abandonado por todos los que amaba. Él siendo alcanzado por las Tinieblas.

Estoy aquí. Siempre estaré aquí.

Y fue en ese momento cuando vio el rostro de sus pesadillas. Su propio rostro observarle con una sonrisa burlesca. Su doble, consumido por la maldad. La promesa de la aniquilación del mundo entero que Lucemon promulgaba.

"Aun eres tan débil", decía el temible espectro. "Sin embargo, yo te haré fuerte. No importa cuánto tiempo me tomé. Te romperé hasta que no quede nada de ti y solo este yo".

Takato se derrumbó. Perdió su consciencia. Imploró por ayuda, pero nadie vino en él. Fue consumido por su ataque de pánico. La voz tenía razón, estaba solo.

Notas finales:

Espero que les haya gustado :)

 

Nos vemos en la próxima actualización.


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