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89. Hermoso Rojo (03) por dayanstyle

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Xiao todavía estaba tratando de concentrarse, después de estar con Hwan Hee, cuando Jung Shin entró en el Running Bunny, a la mañana siguiente, con Jong Bin a su lado.
Los dos juntos simplemente deletreaban “problemas”.
Jong Bin tenía las orejas puntiagudas, con un largo pelo rubio, y Xiao notó, de nuevo, que Jong Bin era un hombre bien parecido. El hada era bajo, y eso decía algo, considerando que Xiao sólo era de 1.65 m. Jong Bin tenía que ser tres pulgadas más bajo.
 
El chico también poseía un club de striptease y tenía perforaciones, que corrían a lo largo de su oreja izquierda. Su piel era de color caramelo, haciendo su aspecto, aún más exótico.


Jung Shin no era tan bajo como Jong Bin, de hecho era bastante alto y delgado, pero tenía los ojos color avellana, en lugar del extraño color azul pálido que tenía el hada. Era un shifter cisne y llevaba un Taser, como la mayoría de los hombres llevaban una billetera. Nunca salió de casa sin él.
El Running Bunny estaba lleno de clientes, cuando los dos “tejieron” su camino hacia Xiao.


—¿Y bien?—Preguntó Jung Shin, mientras se dejaba caer en la silla junto a la mesa y sonreía hacia Xiao. —¿Fuiste a verlo, o te acobardaste?
—Espera, ¿qué?—Dijo Jay, mientras corría hacia ellos.
—Ver a quien, ¿el vampiro?—Los pálidos ojos verdes del shifter conejito, estaban muy abiertos, mientras agarraba el brazo de Xiao. —No sabía que viniste. ¿Qué pasó?
—Dinos—Jong Bin le sonrió ampliamente. —Amo una buena historia de sexo.


Todo el cuerpo de Xiao enrojeció, de vergüenza, mientras negaba con la cabeza y miraba a su alrededor, esperando que nadie hubiera oído al hada.
—No hay una historia de sexo, que contar—susurró. El ruido fluía alrededor de ellos, en el concurrido café, pero Xiao todavía le asustaba que alguien escuchara su conversación.

 

 
Probablemente nadie podía, por el murmullo de voces que subía y bajaba como las mareas en un océano. Cubiertos tintineaba, alguien se rió en voz alta, y algunos niños en el “Rincón de niños” gritaban y chillaban con una brillante sonrisa.


El lugar burbujeaba con ligereza, y el sol de la mañana le daba a todo el lugar una sensación de normalidad a diferencia del tiempo que pasó con Hwan Hee la noche anterior, que había sido oscuro e intenso.
—¿Por qué no? —Jong Bin parecía decepcionado, cuando se dejó caer junto a Jung Shin. —Por lo que me dijo Jay, tu pareja es muy caliente.
Xiao miró a Jay. —Pequeña abeja ocupada.
 
Jay se encogió de hombros. —Esta ciudad es aburrida. Un hombre necesita algún hobby.
—Fuimos a caminar—Xiao dijo, mientras limpiaba la mesa, simulando que los tres hombres no estaban circulando a su alrededor, esperando una jugosa historia que no tenía.


Jung Shin frunció el ceño. —¿A caminar? ¿Te digo que vayas a divertirte, y vas a caminar? —El shifter cisne chasqueó la lengua. —Parece que tenemos que tener una charla acerca de lo que en realidad significa divertirse.
—Baja la voz—dijo Xiao, con un siseo. —Hay niños aquí.
—No pueden oírnos —dijo Jung Shin, aunque su tono bajó.
—Te sorprenderías lo que los niños pueden escuchar—dijo Xiao, aunque no tenía ninguna experiencia con los pequeños.
Había leído en alguna parte, que los niños simulaban estar absortos en una actividad, mientras escuchaban las conversaciones de los adultos. No estaba seguro de lo cierto que era, pero no quería arriesgarse.
—Bien—dijo Jung Shin. —Tenemos que tener una charla acerca de qué significa realmente hacer gatitos bebé.
Xiao miró boquiabierto al cisne. Jung Shin se encogió de hombros. —Palabra código. Realmente no creo que puedas hacer gatitos bebé. Me refería al acto de hacerlos.

 

 
—Lo sabía—En realidad no. Había pensado que Jung Shin lo había en serio. Una imagen de gatitos con colmillos le vino a la mente, y deseó poder borrar la imagen. Fue realmente inquietante.


La campana del local, por encima de la puerta, tintineó y todas las miradas giraron, para ver a Ho Seok entrar, con Jimin muy cerca de él.
—¿Hay una reunión a la que no fui invitado? —Preguntó Ho Seok, mientras miraba entre los hombres reunidos alrededor de Xiao.
—No —dijo Xiao. Tomó a su bandeja de platos del mostrador y la colocó a un lado. No iba a continuar con esa conversación. No había nada de qué hablar. Xiao todavía estaba tratando de ordenar cosas en su mente.
 
—Ve lento—dijo Jay, mientras se acercaba a Xiao. —Ve a tu propio ritmo.
¿Su propio ritmo? Había tratado de llevarlo a su propio ritmo la noche anterior, pero eso no había sucedido. Estar cerca de Hwan Hee, era como ser absorbido por un tornado que iba peligrosamente rápido, que le robaba el aliento y no dejaba de girar. —Sí, está bien.
—Lo digo en serio—Jay agarró el antebrazo de Xiao. —Ve lentamente.
Jay lo liberó, cuando algunos clientes llegaron al mostrador. Xiao se mordió el labio inferior, preguntándose sobre la insistencia de Jay. ¿El conejito sabía algo acerca de Hwan Hee que Xiao no?


Su mirada saltó hacia donde estaban sentados Jung Shin, Jong Bin, y Ho Seok, Jimin estaba en otra mesa, hablando por teléfono. Nadie le prestaba atención, sin embargo, sentía como si toda la sala supiera la confusión que causaba estragos adentro de él.


Agarrando la toalla, apoyada en su hombro, Xiao la arrojó a un lado, antes de correr a la puerta trasera. Salió corriendo y trató de recuperar el aliento. mientras presionaba una mano contra la pared. No por primera vez, se asustó de estar acoplado a un vampiro.
Un vampiro.

 

Xiao se frotó el cuello, mientras miraba alrededor del callejón, deseando tener a alguien con quien hablar, que no le aconsejaría simplemente acostarse con Hwan Hee, sino que le podría decir exactamente qué hacer. Él tenía un montón de familiares, pero todos ellos cotilleaban como ancianitas, en una sala de bingo. Xiao no quería que su negocio fuera el titular en un periódico.
 
Jay era un buen amigo, pero Xiao no estaba tan cerca del conejito no lo suficientemente cerca, como para poder hablar con el hombre de sus temores. Jung Shin y Jong Bin estaban desesperados, y él no conocía a Ho Seok del todo bien. Nunca se había sentido tan solo, tan confuso y francamente aterrorizado de su futuro. Que se jodiera ser valiente. Está sobrevalorado. Estaba perfectamente bien con tener miedo de todo. Una buena dosis de miedo te mantenía vivo.
No podría estar acoplado a un vampiro.


Hwan Hee salió al balcón en Neverlight Hall, contemplando el amplio jardín, mientras avanzaba para pararse junto a su padre. Sabía que esto no iba a ser fácil, pero tenía que hacerse.


—¿Estás seguro, de que estás listo?—Preguntó Youngmin, mientras miraba a la luna, sus manos se cerraron alrededor de la barandilla de piedra.
Hwan Hee siempre había admirado a su padre. Para él, Youngmin era un antiguo guerrero, que hizo lo que tuvo que hacer, con el fin de sobrevivir y eliminar a cualquiera que se interpusiera en su camino.


Hwan Hee había oído hablar de la horrible maldición con la que Youngmin había vivido, durante dos mil años, antes de que fuera levantada, cómo su padre ansiaba carne y que aniquiló a una gran parte de la población inescrupulosa. Todo el mundo tenía demonios para hacerles frente. Hwan Hee no era una excepción. Uno podría pensar que el tener un padre tan poderoso, lo habría mantenido a salvo.

 

 
No lo había hecho. Uno de los enemigos de Youngmin, lo había capturado y torturado, cuando sólo tenía catorce años. Su padre no había sido el mismo desde que lo había encontrado y llevado a casa.


Youngmin lo mantuvo bajo el pulgar, aterrorizado de que Hwan Hee se convirtiera de nuevo, en una víctima. Nunca habían atrapado a Shin Gwang Cheol el demonio que lo había secuestrado y eso solo alimentaba sus temores.


Pero también le enseñó a Hwan Hee cómo alimentar el hambre que arañaba dentro de él. Con su padre, demasiado paranoico para dejarlo salir y explorar el mundo como sus primos, Hwan Hee había ocupado las habitaciones detrás de The Manacle, perfeccionando sus habilidades como Dom.
 
Después de la tutela bajo Crow, y un sinfín de sumisos para jugar, Hwan Hee encontró una salida para las pesadillas que lo atormentaban. Aún así, los rumores comenzaron sobre sus oscuros gustos, sobre la forma en que estaba roto y puesto que no le había dicho ni a una sola alma lo que había ocurrido, cuando fue tomado prisionero también circularon especulaciones sobre lo que ocurrió durante su captura de un mes.


Nunca había confirmado o negado ninguna de ellas. No era asunto de nadie. Hablar de lo que le había ocurrido, sería equivalente a revivirlo, y él haría cualquier cosa para olvidar lo que le había hecho Shin Gwang Cheol.


—Estaré con los gemelos—dijo Hwan Hee. —Taeyang también está allí.


—¿Quieres que confíe la seguridad de mi único hijo, a los lobos?


Los rasgos de Youngmin se oscurecieron, y si no hubiera sido el hijo del hombre, esa expresión lo habría aterrorizado. Pero él estaba acostumbrado a ella. Era la expresión normal de su padre.
Hwan Hee confiaba su seguridad, a sí mismo. Lo que Youngmin no sabía, era que, a lo largo de los años, su abuelo, Himchan, se coló en su habitación y lo llevó al Reino de los Demonios, donde los demonios guerreros le habían enseñado cómo luchar. El líder demonio creía que Hwan Hee debía ser capaz de acabar con cualquier enemigo que lo amenazara, y en el transcurso de una década, Hwan Hee se volvió malditamente bueno, en hacer precisamente eso.

 

 
Su abuelo no sólo supervisó sus prácticas, sino que le había dado a Hwan Hee una pequeña parte de sí mismo, un regalo. Hwan Hee tenía la capacidad de caminar a través de las sombras igual que los demonios. Con un giro de su muñeca, creaba un remolino, que le permitía escapar cuando estaba atrapado. Pero el regalo que había atesorado más en toda su vida, era la capacidad de hablar con Himchan dentro de su cabeza.


Ese regalo había sido un salvavidas, más veces, de las que podía contar. Youngmin todavía no se llevaba bien con Himchan, y ese era su negocio, pero Hwan Hee no iba a permitir que su tensa relación, colocara una cuña entre él y su abuelo.
 
El agarre de Youngmin se tensó, hasta el punto de que una grieta comenzó a hacer su camino a través de la barandilla de piedra. —No me gusta esto.
—Lo sé—dijo Hwan Hee, mientras apoyaba sus brazos en la barandilla. No había nada que pudiera decirle, a su padre, para que aliviara sus temores. Era trabajo de un padre preocuparse. Youngmin y Min Woo siempre se preocuparían.
—Me voy—Hwan Hee se giró hacia su padre. —No quiero discutir contigo, acerca de esto. Min Woo me dio su bendición. ¿Por qué tu no?
Youngmin se pasó una mano por la cabeza.


—Puedo ordenar a toda una legión de vampiros, matar a enemigos por miles, y puedo sacudir el mundo sobrenatural, solo al decir unas pocas palabras, pero me estremezco por dentro, cuando se trata de dejarte ir.
Hwan Hee estaba momentáneamente aturdido. Nunca había visto a Youngmin tan vulnerable antes. Su padre normalmente ladraba órdenes y daba consejos, pero nunca había confesado cualquier tipo de debilidad.


—Ya te fallé una vez—dijo Youngmin. —Si te fallo de nuevo…
—No—dijo Hwan Hee. —No me fallaste. Mi infancia, no fue exactamente normal, pero eres un gran hombre al cual admirar.
¿Cómo podría haber sido su infancia normal, con Youngmin y Min Woo, como sus padres? Los dos eran tan estables, como un granero de paja dentro de un tornado. Min Woo nunca había estado en sus cabales, pero amaba a Hwan Hee y a su hermana y los criaron en un hogar feliz.

 

 
Youngmin había salido mucho, en misiones, ya sea para el Ultionem o algunas otras funciones. Pero cuando el hombre estaba en casa, Hwan Hee tenía buenos recuerdos de paseos en los hombros del hombre y largas caminatas por el amplio jardín.


Neverlight Hall solía ser un lugar mágico, para ambos Hwan Hee y su hermana melliza, Jisoo. Hwan Hee no cambiaría sus recuerdos por nada. Sólo deseaba que hubiera permanecido de esa manera. La magia había desaparecido, reemplazada por una oscuridad que casi había destruido a su familia.
Hwan Hee apretó la mano de Youngmin. —Tienes que dejarme vivir mi vida.
 
Cuando Youngmin se giró hacia él, Hwan Hee vio la razón por la que muchos temían al hombre. Los ojos azules de su padre, eran como llamas gemelas que emitían un resplandor misterioso.
—Está bien, pero si alguien te hace daño, llevaré la ira no sólo de mí mismo, sino también de tus tíos y abuelos.


Abuelos. Himchan y Wheesung. Tíos. Kwangmin y Jaehyo.


Jaehyo siendo el vampiro original tenía capacidades impresionantes. Pero eso no era nada comparado con lo que Himchan y Wheesung podían hacer. Wheesung no era técnicamente su abuelo, pero ya que la muerte era el hermano de Himchan, él había sido criado para llamar al hombre abuelo.


—De acuerdo —dijo Hwan Hee, aunque no tenía ninguna intención de meterse en problemas.
Su padre asintió, con firmeza. El hombre estaba tratando de poner, a su miedo, de nuevo bajo control. No había muchas cosas que asustaban al hombre, pero la idea de un niño siendo lastimado, hacia vacilar incluso al más duro.


—Estaré comprobándote—dijo Youngmin, antes de caminar por el balcón y salir de la habitación de Hwan Hee.
Eso había ido mejor, de lo que Hwan Hee había esperado. A su padre no se le había reventado una vena, lo que era increíble. Tal vez la vida de Hwan Hee por fin iba a cambiar. Tal vez, por fin, encontraría la paz y el consuelo que había estado buscando.

 

 
O tal vez Youngmin aparecería en Dalton Falls y limpiaría la ciudad del mapa. Con Youngmin, Hwan Hee nunca estaba seguro.
—No puedo creer que estuvo de acuerdo —dijo Jisoo, cuando apareció a su lado. Su largo y oscuro cabello, hasta la cintura, se elevaba bajo la brisa, mientras se apoyaba en la barandilla, los brazos cruzados sobre sus pequeños pechos.
—Estaba segura de que te encerraría en tu habitación y alimentaria a los cocodrilos con la clave.
—¿Escuchando de nuevo, hermana? —Preguntó Hwan Hee, mientras tiraba de un largo mechón de su cabello.
 
 
Sus delicados hombros se levantaron, en un encogimiento de hombros sin mostrar arrepentimiento. —Necesitaba saber si tenía que sacarte.
—Sólo estabas entrometiéndote—Conocía a su melliza, como la palma de su mano. Él sabía, cuando ella estaba mintiendo y cuando estaba escondiéndole algo. No había mucho que ella podía conseguir de él, ya que adoraba el suelo que ella pisaba.


—Los rumores de que encontraste a tu pareja, ya han llegado a la viña. Ella tocaba sus largas uñas en la piedra, mientras fruncía sus labios rojos.
—¿Es verdad?
—¿Y si lo fuera?
Sus ojos se estrecharon. —Estaría enojada porque no lo oí de ti en lugar de escucharlo de otros.


Escuchó un búho ulular, mientras consideraba qué decir. No se habían guardado secretos, el uno del otro, hasta que su vida había cambiado irreversiblemente, hace diez años. Ahora Hwan Hee confiaba en muy pocos y se fiaba  incluso de menos.
—Por favor—dijo, mientras ella apoyaba una mano en su brazo, —no me excluyas. Extraño lo cercanos, que solíamos ser.

 

Hwan Hee tiró de su brazo, mientras se dirigía hacia el interior, por las maletas.
—No hay nada que contar, Jisoo. Me estoy mudando a Dalton Falls para unirme a Taehyung.


No la miró, no quería ver el dolor en sus hermosos ojos, y no quería sentir remordimiento por excluirla. También él extrañaba lo cercanos que solían ser, pero su captor había roto algo dentro de él y nunca había sido capaz de arreglarlo.
 
Ahora se alejaba, para vivir su vida sin el vínculo con su melliza, sin la fuerza de Youngmin o el amor de Min Woo. Hwan Hee sentía como si fuera un extraño en su propia familia, y tenía que escapar, aunque sólo fuera para alejarse de las pesadillas que aún lo perseguían. Él oró como el infierno para que ese nuevo comienzo borrara su pasado y lo ayudara a sanar. Dudaba seriamente que lo hiciera, pero uno siempre podía esperar.


—Deja de preocuparte por mí—dijo en un tono más suave. —Ya tienes tus manos llenas, con Lee Jong Suk.


El nombre dibujó una sonrisa en su rostro. Hwan Hee vio lo mucho que amaba al hombre. Mientras Lee Jong Suk no rompiera su corazón, el vampiro no tendría que preocuparse de que Hwan Hee lo matara. Ella observaba en silencio, mientras Hwan Hee empacaba. Cuando terminó, él le dio un rápido beso en la mejilla.


—En serio, no te preocupes por mí, Ji. Estoy bien.


A pesar de que estaba muy lejos de la verdad. Era asombroso lo mucho que una persona mentía, con el fin de ocultar el dolor, con el fin de proteger a sus seres queridos, de la verdadera profundidad de sus demonios.
—Tal vez iré, para una visita.
Ella levantó las manos, en un gesto de rendición.
—No te estaré comprobando. Sabes que Papá estará imposible, cuando te vayas. Necesitaré el descanso.


Min Woo podría haber dado su bendición para que Hwan Hee se mudara, pero Hwan Hee en el fondo, sabía que su padre estaba tan preocupado como Youngmin. Solo era mejor en ocultarlo.

 
 
—Te llamaré en unos días—prometió, mientras salía de su habitación. A pesar de que Neverlight Hall se había sentido como una prisión, durante la última década, Hwan Hee sentía como si estuviera dejando un pedazo de sí mismo detrás, mientras atravesaba una sombra y emergió en The Manacle, donde estaba aparcado su auto.
En el mundo de los vampiros, Hwan Hee era considerado joven, pero a la edad de veinticuatro años, se sentía como si hubiera vivido tres vidas. Sólo esperaba que Dalton Falls fuera verdaderamente un nuevo comienzo.
 
continuara...
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