Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ferra en la universidad por Kaiku_kun

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

A la mañana siguiente, en la universidad, Ada me esperaba con paciencia y su móvil en la mano. Vimos pasar a Juana por delante, que iba derechita a sentarse a primera línea, pero aún no nos habíamos conocido.


—Tienes mala cara —me dijo.


—Una mala noche —respondí, sin más.


—¿Quieres hablar de ello?


—Carla y yo nos hemos peleado —dije, al cabo de un par de segundos.


Ada suspiró, negando con la cabeza. Se rascó la base de su cabellera castaña lisa en la frente. Era una chica astuta, sabía que lo había intuido.


Ada y yo nos conocíamos desde hacía prácticamente el mismo tiempo que con Carla… lo que significaba que ellas dos no se caían bien. Cuando Carla y yo empezamos a salir y yo no me enteraba de nada por la magia de que me gustase alguien tanto, mi celosa novia echaba miradas de «este es mío» a Ada, con quien yo había empezado a compartir apuntes y quien no tenía absolutamente ningún interés en mí. Además, en el pasado ya se habían peleado por otros chicos, lo que ya era un mal comienzo para el pobre desgraciado que estaba en medio: yo.


—¿Qué ha sido esta vez? ¿Quién te ha mirado mal?


—No, uhm… Fue culpa mía —me sinceré. Era como me sentía realmente. Miré al frente. No podía mirar a nadie a la cara cuando me sentía culpable—. Le dije algo que no le gustó.


—¿Algo importante? —dedujo. Yo asentí—. ¿Crees que entrará en razón?


—Siempre lo hace, pero no lo sé.


Como toda respuesta, ella me abrazó.


Lo que decía: Ada es muy astuta. Supo que no podía preguntarme qué era exactamente lo que había pasado. Ser asexual lo sentía como sustituir una carga por otra: casi no tendrás instintos primarios, pero vivirás en la vergüenza como un paria. Aunque Ada no tuviera nada que ver con mi inexistente vida sexual, tampoco era capaz de contárselo.


Para la gente que crea que en la universidad nos volvemos maduros mágicamente, no, eso no pasa. Mi primer año estaba siendo una continuación algo diluida del instituto en lo que a dramas adolescentes se refiere, y mis compañeros solían tener disputas ridículas del mismo tipo que con chavales dos años menores. Por eso no me había hecho amigo de la mayor parte de mi clase. No me sentía cómodo con ellos.


—¿Crees que te vendrá a buscar hoy? Siempre tomáis el tren de vuelta juntos.


—No lo sé. Normalmente hablamos por la noche, pero ayer no nos dijimos nada.


El profesor pasó por delante de nosotros. Saludaba a algunos alumnos y a otros les ignoraba, pero era lo habitual allí. Aún no nos conocía de cara. Igualmente le seguimos, porque en la universidad puedes saltarte el tiempo de clase que quieras… y toda la información que te pierdas, o la pides en apuntes, o no la tienes. Es tu responsabilidad.


Ada escogió el sitio. Detrás de Juana, en segunda fila, al lado opuesto del pupitre del profesor. Aunque Ada era estudiosa, prefería no estar al alcance de los profesores. Ella y yo compartíamos la característica de querer hablar entre clases y, a veces, como lo que ha pasado al inicio, podían ser cosas realmente importantes.


La clase se fue llenando mientras me contaba cosas sobre su posible nueva pareja. Yo asentía, algo distraído, mientras veía a caras más o menos conocidas pasar por delante. No es que no le hiciera caso, pero Ada siempre hacía lo mismo: empezaba a gustarle alguien, empezaba a dar señales, pero luego pasaba algo que hacía que esa nueva persona desapareciera de su vida. Ya había aprendido cuándo empezaba a pasar aquello, y esa mañana era una de esas ocasiones.


—… Así que no sé si le daré una oportunidad. No me ha gustado lo que ha hecho.


—Ajá.


—¡Tío, pero qué haces! —susurró alguien, unas filas más atrás. Nos llamó la atención a ambos—. ¡Pero si estamos en clase!


—¿Y qué? No ha empezado aún, ¿no? —contestó una segunda persona, un chico.


—¡Qué malas entrañas! —dijo un tercero.


—Vamos, que ya nos conocemos. ¿Ya no recordáis lo que hacíais vosotros en secundaria?


El profesor llamó la atención del grupito para poder empezar su clase y nos quedamos sin información. Pillamos a Juana girada de espaldas también, y se apresuró a mirar al frente. Ada y yo nos miramos, y esperé unos minutos tomando apuntes antes de hablar por primera vez con quien sería una de mis mejores amigas en ese sitio.


—Oye, ¿tú sabes qué ha pasado ahí?


—No. Cállate, que no escucho.


—Mentirosilla —se rio Ada discretamente. Esa clase de risita suave y aguda que sólo indica una cosa: travesuras.


Juana se puso rígida como una estatua y dejó de escribir.


—Es sólo un idiota y ya está. No le hagáis caso.


—Pues vale —solté, poco convencido.


No quería alertar al profesor, así que no miré atrás buscando a aquel chico. Estuve muy tentado. Ada tampoco lo hizo, tomaba apuntes en su propio portátil. En consecuencia de aquello, Juana no nos volvió a hablar en una semana.


Al cabo de un par de minutos esperando a que Juana dijera algo más, recibí un mensaje de Whatsapp. Era Carla.


—Dice que me pasará a recoger —le susurré a Ada.


—Bueno, parece que está de mejor humor —contestó, de forma algo abrasiva.


—Yo no, pero no quiero estar peleado.


No di pistas de qué era lo que me ocurría lanzando aquella última frase conciliadora. Me aseguré de que Ada no cotilleaba en mi móvil mientras escribía. Nunca lo había hecho, pero me preocupaba que descubriera lo que era y me desplazara.


Le puse un corazoncito a Carla en un mensaje para probar a ver si estaba realmente de mejor humor. Al cabo de un minuto, me lo devolvió. Eso me dio ciertas esperanzas, me daba ganas de verla y solucionar aquello. Aunque no tenía ni idea de qué hacer al respecto.


Intenté despejarme hasta la última hora del día, que era justo antes de comer. Tomar apuntes en clase fue algo complicado, con la de cosas que tenía en la cabeza, pero conseguí ser productivo por una vez.


Cuando la clase acabó y todo el mundo se iba, Ada y yo nos esperamos un poco más. Nos podía la curiosidad por lo de Juana y el chico de antes, queríamos ver si pasaba algo. Yo no sabía quién era, así que si simplemente se ignoraban iba a ser una pena.


Juana estaba ordenando sus cosas con parsimonia cuando giró la cabeza hacia la izquierda, delante de nosotros. Un chico rubio no especialmente alto, quizás de mi estatura, y con buenas mejillitas caminaba con desinterés hasta la salida. Juana se hundió en sus cosas para disimular que le había estado mirando.


—Adiós, ¿eh? —le dijo el chico rubio.


—A-adiós…


Ada y yo vimos como el chaval sonreía, satisfecho, aunque no con malicia. Luego nos fuimos nosotros y dejamos a Juana sola.


—Esos dos se gustan, fijo —dijo inmediatamente Ada.


—¿Has visto como estaba ella? Vaya vergüencita que se gasta. Qué monos.


—Bueno, me voy por el otro pasillo. ¡Nos vemos!


Me quedé algo atontado por la huida repentina de Ada, porque aún estaba pensando en lo gracioso de la clase de hoy, pero es que al fondo del pasillo estaba Carla esperándome. Ada no iba a malgastar energías encontrándose con ella.


Me acerqué a Carla con nerviosismo y le di un corto beso en los labios como saludo. No me supo a nada.


—¿Qué tal? —pregunté, como si nada.


—Voy haciendo. Siento haberme ido el otro día de esa manera.


—No pasa nada, ya sé que lo mío es un peñazo pero… no puedo hacer nada.


Pude ver en su cara que aún no se lo acababa de creer, pero no dije nada. No quería que huyera de nuevo.


—Yo pensaba que asexual era que nada… —Dejó la frase en el aire, pero no hacía falta detallar.


—Ya —dije, vocalizando un poco fuerte—. Conmigo es así. Siempre me he avergonzado de ello.


En vez de unas palabras de aliento, vi como desviaba la mirada por un segundo a un lado y luego me miraba de nuevo.


—Debía de haber supuesto esto. La gente quiere sexo —musité, derrotado.


Carla no supo qué decir. Nos pusimos a andar hasta la estación de tren.


Tenía la esperanza de que saliera de ella el apoyo, o me preguntara cosas aunque yo no las supiera, pero no lo hizo. Yo pensaba que se podría llegar a un acuerdo sobre ello, y tampoco le iba a impedir que se tocara por su cuenta. Estaba esperando a que ella se mostrara dispuesta a todo eso.


Quizás un solo día para pensarlo era demasiado pedir, pero mi miedo me impulsaba rápidamente a alejarme de Carla, aunque realmente me gustara y estuviera cómodo a su alrededor. Mi confianza se desplomaba.


Al final, cuando ya nos disponíamos a separarnos para volver cada uno a su casa, me dijo:


—Necesito una semana o así para pensar. ¿Te importa que no nos veamos en ese tiempo?


—Me importa —contesté instantáneamente. Obviamente ella se sintió atacada, así que maticé—. Pero no veo otra manera de solucionar esto.


—Hasta entonces.


—Adiós.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).