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94. Silk Room (08) por dayanstyle

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Jong Bin estaba sentado afuera, en el sol en una cafetería en Sugar Creek almorzando con Sun Youl, la tarde siguiente, cuando sonó su teléfono. Arrastró su teléfono, fuera de la mesa, Jong Bin gimió cuando vio quien lo estaba llamando.

La mayoría de las hadas eran elegantes y refinadas. No sus padres. Él tenía los más raros del mundo, y a ellos no les importaba. Su mamá y papá abrazaban la tradición de hadas. Sus personalidades, solo los hacían excéntricos. Era un milagro que a su hermana, Yeo Reum, había resultado normal. No podía decir eso de su engreída pareja, pero su sobrino era el mejor. Eran sólo sus padres. De verdad.

En cualquier momento, en que su madre llamaba, lograba un dolor de cabeza. Ella había estado en esta quejadera, últimamente, sobre que él encontrara una chica agradable y se estableciera. Ella sabía que era gay. Lo había sabido durante años. Park Alice  simplemente, se negaba a aceptar ese hecho. Pensaba, que si encontraba a la chica adecuada, ya no querría una polla empujada en su culo.

Sus palabras, no de él. Su madre siempre se volvía vulgar, cuando había tenido demasiadas copas de vino fae. Preferiría aceptar el hecho de que era propietario de un club de striptease, antes que aceptar el hecho de que su hijo era gay. Amaba a su madre, cuando no estaba bebiendo.

Cuando estaba sobria, era discutible.

Rezó, para que no hubiera comenzado con una copa de la tarde, cuando contestó su teléfono. Estaba sentado con las piernas cruzadas en la silla frente a él, grandes gafas de sol puestas. Parecía como si tuviera una resaca enorme, lo cual tenía. El tipo había consumido alrededor de ocho de esas bebidas con sabor a fruta, la vez que había terminado su noche bailando.

Que peso ligero.

—Hola, mamá —dijo Jong Bin, antes de empujar una patata en su boca.

—Se suponía que pasarías hoy, para almorzar —ella chirrió en su oído.

—¿Era hoy?—Preguntó, sonando asombrado. Lo había olvidado intencionadamente. Sabía que ella, lo había invitado sólo para que se encontrara con cualquier joven a la que había convencido para que saliera con su hijo gay. No se encontraba en el estado de ánimo adecuado, para jugar sus juegos. Todavía estaba nervioso por la visita de J.Jun, de anoche y por su llamada nocturna.

Dudaba J.Jun quisiera solo una amistad. Y aunque mantuvo a raya al vampiro, sin duda había pensado en tener sexo con el chico, en todas las formas imaginables, en cada superficie plana a su alrededor.

 

—En serio, mamá. Se me olvidó—Cruzó los dedos, mientras mentía. No era supersticioso, pero algunas cosas de la infancia se quedaban contigo. Sentía como si su madre caminaría detrás de él, en cualquier momento y lo golpearía en la parte posterior de la cabeza, por mentirle.

Cuando tenía cinco años, había jurado que su madre era un ninja. Ya que aparecía de la nada y lo atrapaba haciendo cosas, que no debería estar haciendo. Ella le había dado un golpe en la cabeza y luego desaparecía como si nunca hubiera estado allí, en primer lugar.

Se incorporó y miró a su alrededor, por si acaso ella estaba usando esas locas habilidades ninja.

—Mañana te quiero aquí —exigió.

—Mañana es domingo—se quejó. —Ni siquiera abro un párpado hasta alrededor de las dos de la tarde, los domingos.

Además, él y Jung Shin habían hecho planes para pasar el rato. Últimamente había descuidado al pequeño cisne, aunque era más bien al revés. Dado que Jung Shin se había acoplado a ese tigre, el hombre casi no se veía. Extrañaba a su mejor amigo.

—No me hagas enviar a tu padre, detrás de ti.

—Deja al chico en paz — Park Higuchi se quejó, en el fondo. —Es gay.  Supéralo. Yo lo hice.

Su padre era un tipo redondo, calvo, y era tan despreocupado, que estaba perplejo de cómo su padre había tratado con su pareja, todos estos años. Ella era agobiante, mandona, y vivía en su propio pequeño mundo donde todo el mundo se comportaba como si fuera la década de 1950. Todavía tenía un teléfono de disco y se negaba a adoptar la tecnología. Su padre, por el contrario, lo acechaba en Instagram y tenía una página de Facebook, donde se mantenía enviándole invitaciones a esos juegos ridículos. Eran los más extraños padres, que cualquiera podría tener, pero los amaba.

Tenía que. Había alguna ley no escrita en el cosmos, que decía que tenías que amar a tus extraños padres o el karma enviará un asesino a sueldo, detrás de ti.

—Mira, papá sabe—dijo, haciendo todo lo posible para escaparse de conocer a una chica al azar, que su madre probablemente había estafado en el supermercado. Lo pensó mejor. Vincent era un estafador. Su madre sólo tenía habilidades locas, al hablar con cualquiera para que hiciera porquerías que normalmente no harían. Probablemente, les dio esa mirada maligna que asustaba a los niños para que obedecieran a sus padres.

—Tu padre estaría de acuerdo, si decidieras recoger animales atropellados, para vivir —dijo su madre, con un chasquido de la lengua. —¿Soy una mala madre, porque quiero que mi hijo tenga éxito en la vida?

 

Tuvo que respirar, profundamente. Tratar con su madre, era como hablar con una pared. —¿Me podrías decir cómo es que ser gay, tiene algo que ver con la elección de carrera? —Dejó escapar un suspiro de exasperación.

—Además, soy dueño de mi propio negocio. Yo diría, que soy exitoso.

—Las elecciones son elecciones, Jong Bin. No importa si estas son acerca de tu vida personal o tu carrera. Necesitas hacerlo mejor.

Golpeó el botón de silencio y gritó. Sun Youl  sonrió. Jong Bin quería metese su teléfono en la garganta del hombre. —¡Es imposible!

—¿Y eso, te sorprende? —Preguntó Sun Youl. Se puso la capucha de la manta para dormir marrón, sobre su cabeza y se hundió más en su asiento, metiendo sus manos en el amplio bolsillo en la parte delantera, del poncho mexicano.

—Sólo dile lo que quiere oír. Eso hará que la conversación, vaya mucho más suave.

—¿Decirle a mi madre, que me reuniré con una chica? —Hizo un ruido, en la parte posterior de la garganta. —No, gracias. Nunca he vivido en el armario, y no voy a dejar que me empuje allí.

Además, había encontrado a su pareja. Sólo que no podía decirle que la había encontrado. Uno, J.Jun era hombre. Dos, era un vampiro. Sus padres –sobre todo su madre– actuarían como si el cielo se estuviera cayendo, si les hablaba de J.Jun.   

No estaba seguro de cómo iba a reaccionar Yeo Reum, pero tenía miedo de averiguarlo. Amaba a su hermana hasta la muerte, y lo devastaría, si ella o su hijo nunca lo visitaban de nuevo.

¿Quería empujar a J.Jun lejos? Por supuesto que no. Quería saltar sobre los huesos del hombre y divertirse mientras lo hacía. Era innegable la fuerte atracción entre ellos, y no dolía que su pareja fuera guapísimo.

Pero temía que sus padres y su hermana, le dieran la espalda. La idea de perder su conexión con la comunidad de las hadas, francamente lo aterrorizaba. Era un hombre independiente, hacía lo suyo –cuando su madre no lo estaba acosando– pero la vida de las hadas era todo lo que conocía, y le encantaba ser parte de ello.

Tan mal como quería acoplarse a J.Jun, nunca podría ser.

—Entonces, ve a almorzar mañana —dijo Sun Youl.

—No eres de ninguna ayuda. —Desactivó el silencio del teléfono. Su madre había estado hablando, sin darse cuenta de que no había estado escuchando.

—Sabes que estoy en lo cierto —dijo.

—No voy a ir —dijo Jong Bin.

Ella colgó.

Arrojó el teléfono sobre la mesa, deseando poder utilizarlo como una extensión hasta su madre y estrangularla.

—¿Quién es esta vez? —Preguntó a Sun Youl, con un poco de exceso de diversión, en su voz. —¿La cajera en Piggly Wiggly o la hija de alguien en la sala de bingo?

—¿Quién sabe? —Se quejó Jong Bin. —Pero no voy.

—Claro que no lo harás —, dijo.

Sun Youl y Jung Shin eran las únicas personas que conocían la mierda que atravesó con su madre. Sun Youl sabía que cedería. No quería hacerlo. Iba a dormir hasta tarde.

 

 

 

—Mira, somos seis —dijo J.Jun, mientras abría el coche con el mando en su llavero.Sólo mírenlo.

 

—Se les llaman empleados —dijo Mino, al abrir la puerta del pasajero.

—Adelante, utiliza la palabra. No muerde.

—No son empleados y no le daré a nadie, un maldito vehículo de la empresa. Ni siquiera tenemos una, y tú conduces como un hombre con un deseo de muerte. Las tasas del seguro, me llevarían a la quiebra.

Para ser más precisos, no les pagaba a los hombres. Se quedaban con las recompensas que hubieran obtenido. Ese era su pago, y él no los consideraba empleados. Eran seis hombres, que tomaban contratos. Técnicamente, había comenzado a rodar la pelota, pero no tenían una oficina. Recibían una llamada telefónica, de quien tuviese la autoridad para colocar la recompensa, y luego la recompensa era ejecutada.

Trabajar de esta manera, mantenía las cosas simples, y sin papeleo. Odiaba el papeleo. Sólo de pensar en mantener registros, le daba urticaria. Él era el contacto, para cualquier trabajo que le fuera encomendado, pero los delegaba, entre todos.

—Deberías llamarlos empleados—Mino se quejó. —Entonces podría llamarte jefe, y puedo obtener algún tipo de beneficio.

Frunció el ceño. —¿Por qué necesitas beneficios? Los vampiros no se enferman, y si lo hacen, el aquelarre tiene su propio médico. Tus dientes están perfectamente sanos, como ocurre con cualquier vampiro.

—Estructura—Mino dijo esa sola palabra, con un movimiento de cabeza.

—Todo el mundo tiene que tener estructura.

—Eres un patito extraño—J.Jun condujo hacia Sugar Creek. La mayoría de las veces, Mino le estaba tomando el pelo. Al chico le gusta comenzar excéntricas conversaciones con él, para pasar el tiempo. Tenían una amistad despreocupada que disfrutaba.

Le gustaba la rareza de Mino. No habrá nada peor que tener una persona aburrida, rígida trabajando con él. El pensamiento le hizo preguntarse sobre la verdadera personalidad de Jong Bin, no la que le mostró a él.

Antes de recoger a Mino, había conducido por casa de Jong Bin. Había aparcado en la carretera y luego camino a través de los bosques, sólo para poder ver a su pareja en su propio hábitat, como si el hombre fuera una especie de animal salvaje o algo así.

Había observado al hada, revoloteando alrededor de su jardín, sus alas de colores simplemente impresionantes. Le había tomado una fuerza inconmensurable contenerse, para no hacer acto de presencia. Cuanto más Jong Bin lo mantendría a distancia, quería al hombre.

Una parte de él, admitía que le gustaba la caza. Haría que el reclamar al  hombre, fuera mucho más dulce, especialmente después de ver a su pareja en aquellos diminutos pantalones cortos. Se había clavado las uñas en las palmas de sus manos, para mantener su cordura. La cacería era muy divertida, pero no estaba seguro de cuánto tiempo más, podría aguantar.

Estaba desarrollando bolas azules.

—¿Cuántos hombres crees que Chewy, tendrá con él?

Podía decir, que a Mino le gusta usar ese apodo. Esto divertía al chico.

—Es poderoso—dijo, —y ha amasado una gran fortuna.

—Estoy bastante seguro, de que vamos a escapar por los pelos. —Le sonrió Mino.

Si somos afortunados.

J.Jun y los otros caza recompensas, habían atrapado algunos hombres fuertes, pero este sería su primer pez grande. No podía caminar y matar, esta vez, al objetivo. Sino que necesitaban una estrategia y sigilo. No sólo estaba derribando a Kenji sino que él y Mino, también tendrían que hacer frente a los hombres del capo de la droga.

No era una tarea fácil.

Incluso si se las arreglaban para salir de allí, con vida, necesitaba un cuerpo para cobrar el pago. Para eso era, que Mino estaba. Normalmente trabajaba en solitario, cuando asumía un trabajo. Pero dado que Dong Wan quería a Kenji, como prueba de que el trabajo se había completado, Mino entraría y recuperaría el cadáver, mientras que él mantendría a raya a los hombres de Kenji.

Condujo a un garaje de estacionamiento, a dos cuadras de Fortune Square, se abrió paso hasta el tercer puesto, y luego estacionó entre dos grandes SUV.

Sacó el arma del maletero y se colgó la bolsa por encima del hombro.

—Sabes a dónde ir, ¿verdad?

—Puedo decir, que has estado trabajando en solitario, por mucho tiempo —, dijo Mino, como si la pregunta lo hubiera ofendido. —Sé cómo hacer el trabajo.

Se encogió de hombros, sin arrepentirse. —Quiero asegurarme, de que todos mis patos estén alineados, antes de apretar el gatillo.

—Continua ofendiéndome, este pequeño patito, te dejará nadar sólo, en el estanque.

Mino se dirigió a la rampa de estacionamiento, dando airados pasos.

J.Jun sonrió. Al menos la cabeza del chico, estaba en el juego ahora.

Su sonrisa se evaporó, al salir del garaje y corrió a velocidad vampiro hacia  su destino, un edificio de apartamentos alto, de hormigón que todavía estaba en proceso de renovación, dejando los pisos superiores desiertos.

Antes de que pudiera llegar al edificio, cuatro SUV negros se detuvieron junto a la acera, en frente de él. Tuvo tiempo suficiente, para deshacerse de la bolsa en su hombro, antes de que las puertas se abrieran.

Un hombre que se veía como si fuera el dueño del mundo, bajó del tercer vehículo. Asumió que el shifter era Kenji. El chacal pasó la mano a un lado de su cabeza, alisando su cabello, y luego se ajustó la chaqueta. Sus ojos atravesaron a J.Jun, y una sonrisa maliciosa, se dibujó en su atractivo rostro.

—¿Es usted el Sr. Ahn Espelimbergo?

Maldijo el hecho, de haberles dado su verdadero apellido, pero había necesitado que los chacales lo tomaran en serio. Con suerte, eliminaría a Kenji y sus hombres, sin que nadie se enterara.

—Usted debe ser el Sr. Kenji Oota—J.Jun se había puesto un traje, por si las cosas no resultaban bien. Se sintió agradecido por esa decisión.

Cruzando la calle, se dirigió hacia el centro de Fortune Square. Había una fuente de agua redonda en el medio y mesas de estilo bistró y sillas, colocadas alrededor de la fuente.

 

Los hombres de Kenji tomaron posiciones en diversas áreas, asegurándose que su jefe estaba bien protegido, y J.Jun estaba enjaulado. No estaba preocupado por ello. Estaban a la intemperie, lo que le permitía usar su velocidad inhumana, para escapar en caso de necesidad.

Atrapado en la mentira que había dicho, se sentó y se puso a trabajar.

 

 continuara...


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