†Corporis vestry, vobis cor et animam meam ad Dominum pertinent omnipotens.†
Toda mi vida me fue predicada esa ley, toda la vida la obedecí aun así no logro entender en qué momento comenzó el declive y me deje llevar por la lujuria, mucho menos el cómo termine en esta situación con este niño que descansa después de aquella pesada faena reservada solo para los adultos unidos en sagrado matrimonio, aquella donde hombre y mujer juntan sus cuerpos con el fin de procrear.
Padre todopoderoso que moras en el cielo,
Este humilde servidor al servicio de predicar tu santa palabra
Te pide que perdones su terrible falta y lo libres del pecado
Incluso a pesar de haberlo disfrutado como jamás hizo con nada en el mundo.
In nómie Patris, et Filii, et Spiritus Sancti.
Amen.
-Sebastián…- la voz de Ciel me saca de mis pensamientos y al verlo noto su mirada que se pone triste. –Te arrepientes, ¿verdad?-
-Ciel, yo…-
-Déjalo, no tienes nada de qué preocuparte.- dice con un tono de voz triste antes de levantarse de encima mío y comenzar a juntar la ropa de ambos.
¿Realmente me arrepiento?
Como sacerdote debería hacerlo, sin embargo como hombre no lo hago, podría decir que me gusto demasiado.
Aún así no deseo que Ciel crea que solo ha sido un momento en el que me deje llevar por la lujuria.
Ciel toda la vida significo para mí algo más que mi pequeño primo, pero jamás pensé que fuera “ese” tipo de cariño hasta que lo descubrí hace algunos años, supe que estaba mal pues él es un niño mucho menor que yo y también es hombre, claramente estaba mal. Por eso fue que decidí convertirme en un sacerdote, tenía que olvidar aquellos indebidos pensamientos. Y mira mi suerte, de Hungría fui enviado a Inglaterra a cuidar de mi tía enferma y su familia, ella está en Gales en una clínica y yo… yo me acabo de aprovechar de su hijo.
Aún así no me arrepiento de nada…
-Te equivocas Ciel.- digo levantándome para poderlo cargar y dejarlo sentado sobre el barandal de la escalera.
-¿De qué hablas Sebastián?- pregunta fingiendo un tono de voz serio aunque no puede ocultar su emoción de mí.
-No me arrepiento de nada de lo que paso Ciel.- digo antes de darle un corto beso. –Hace tanto tiempo que no me sentía tan bien como lo he hecho desde que he vuelto a verte.-
-Mientes…- responde inseguro.
-Imagine que pensarías eso, pero puedo asegurarte que no es así.- beso su mano. –Tengo sentimientos por ti Ciel, enormes sentimientos.-
-Te quiero… Pero no como se supone que debería.- responde sin dirigirme la mirada.
-Comprendo perfectamente de que hablas. ¿Tú te arrepientes de algo?-
-No… Bueno… tal vez de haberlo hecho en la sala, esa alfombra peluda es muy cómoda, pero no sé si sea fácil de limpiar por todo lo que quedo regada en ella.- dice sonrojado antes de besar mi mejilla.
-Yo me encargare de eso, tú tranquilo. Ahora, ¿Qué tal si vamos a tomar un baño?-
-Me duele todo, mejor llena la tina.-
-Bien.- sonrió antes de darle un corto beso y llevarlo en mis brazos al cuarto de baño donde después de un momento ambos nos encontramos sentados en la tina besándonos cada cierto intervalo de tiempo. –És Ciel, nem kell kétségbe vonnia, vagy félnie semmit. Ettöl a pillanattöl mindent rólam hozzátok tartozik. (**)
FIN.
__________________________________________________________________________________
¿Que ha sido de la vida estos últimos meses?
Pues…
Después de aquella tarde, oficialmente Ciel y yo somos pareja, claro que esto debemos mantenerlo en secreto por varias razones, somos familia, soy un clérigo, ambos somos hombres y prácticamente le doblo la edad a Ciel. Se vea desde el ángulo qué sea, esos son demasiados tabúes en una sola pareja.
Ahora Ciel esta por cumplir 15 años y aunque el odie qué lo diga de ese modo, cada día luce más hermoso que el anterior. También ha mejorado sus calificaciones significativamente. Los días en que el se desaparecía por largas horas terminaron, ahora el pasa todo el tiempo libre en casa conmigo. En nuestra relación no todo ha sido sexo, solemos disfrutar de charlar largas horas, ver televisión y mis favoritas, pasar el día juntos en la cama abrazados solo disfrutando de la compañía del otro, otras vences damos pequeños paseos por la ciudad, aunque no pueden ser el típico de pareja qué deseariamos.
Sullivan… Esa niña, es simplemente el ser más inteligente del mundo… Después de que Ciel le regalo aquel juego de química ella ha hecho cientos de experimentos exitosos lo cual le ha valido varios premios a su corta edad.
Respecto a mi…
Soy un amo de casa de día, al pendiente de sus jóvenes primos, que se encarga de brindarles la mejor educación en cada aspecto. Por las noches soy un devoto esposo (al menos eso dice Ciel) qué se dedica a consentir cada deseo de su joven pareja en poz de hacerlo feliz.
Respecto a mi vocación religiosa creo que esta es más que nada actualmente solo de vestimenta, ya no me siento de acuerdo con nada, ni siquiera he vuelto a rezar o a utilizar el alzacuello. Bueno, solo cuando Ciel y yo vamos a… tú entiendes, a hacer el amor. Debo admitir que eso para él es un buen afrodisiaco y aunque el utilizarlo en esos menesteres no es lo ideal y que ese me condena al infierno, pero ahora nada me importa por qué:
Mi cuerpo, mi corazón y mi alma le pertenecen únicamente a Ciel.