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De limerencia etérea; TodoBaku por FighterClown

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Notas del fanfic:

(^^)

Notas del capitulo:

Disfruten(?)

¡Se acabó!
El rubio estaba exasperado. Odiaba estar encerrado y mucho más encadenado. La opción correcta era permanecer obediente ignorando sus fuertes instintos de oposición, sin embargo, no hizo esfuerzo alguno por silenciarlos. Quizá debido a su propia naturaleza de ser siempre rebelde, o tal vez la insesante fobia de soportar un sitio tan pequeño desde su llegada.
 
—¡Abre la jodida puerta!
 
Espero allí solo un momento. Después, se escuchó un aliento que decía: "No hace falta pedirlo tan cortés."
 
Sus iris recorrieron el lugar apresuradamente. Volteando en su lugar y buscando la voz entre la prenumbra, frotando sus muñecas entre si bastante agresivo.
 
Estaba tratando de incorporarse usando su pierna como apoyo, porque estar en el suelo era un signo de debilidad y no, él no lo era. Tiró hacia delante y cayó de rodillas por segunda vez en las últimos diecisiete minutos. Maldijo mordiendo su labio inferior con uno de sus colmillos caninos. El ruido de su caída hizo eco a su alrededor, levantando el polvo de los muebles viejos envueltos en telas doradas.
 
Él cerró los ojos. El aire se llena de húmedad que inundaba su nariz y la volvía roja al estornudar. Bakugō arrugó su rostro con muecas disgustadas, reuniendo fuerzas en ambos pies para dar patadas repetitivas contra la única salida en su nueva habitación. Intentando liberarse de las esposas en sus muñecas que parecían ser diseñadas para ajustarse a cada movimiento repentino dado.
 
Se volvió feroz. Sus únicos logros fueron lastimar su cuerpo de hombre lobo, rugiendo y gimiendo del dolor.
 
—Es muy ruidoso —murmuró una voz arrogante desde el otro lado, extrañamente calmada como si estuviese usando su presencia para hablar consigo mismo.
 
—Has sido tú quién me ha traído, ¡estúpido chupa sangre!
 
Un suspiro helado y cansado escapó de sus labios. Frío como las gotas de lluvia de esa noche de luna menguante sobre el enorme castillo negro en la punta de la montaña. Grotesco y oscuro, lejos de la proximidad con otras criaturas capaces de ser lo suficientemente inteligentes como para no tentar a su suerte al tocar los barrotes que protegen la propiedad de un visitante desconocido. Las leyendas a menudo lo llaman "el comienzo antes del origen", y gracias a ese título nadie se atreve a respirar el mismo aire fúnebre que rodea el lugar.
 
Pero Bakugō no puede permitirse temer o estar orgulloso de ser la primera criatura en 700 años en pisar esas tierras.
 
Los susurros todavía se escuchaban claramente detrás de la puerta (se nota gracias a sus orejas caninas saltando a los pequeños sonidos), causados ​​por una víctima ignorante por no saber cómo capturar a su depredador. ¿O cuál era la verdad? Ambos creían tener de presa al otro. Un experimentado y uno nuevo en el campo donde sin duda tendrá éxito, con la cabeza del proclamado rival colgando de sus manos.
 
El hijo bastardo del vampiro por su parte, retrocedió. Indeciso de obedecer y abrir la puerta que parecía incapaz de seguir apoyando cada golpe. No sabía si la idea confusa de tenerlo era correcta. Si lo piensa, ha dejado de saber muchas cosas desde su primer encuentro en la tarde. Tal vez fue un leve momento de debilidad donde quería tener una compañía cerca del contacto nuevamente. Quizá fue su propia inconsciencia quien decidió eso debido a su falta de comunicación abandonada durante mucho tiempo.
No. Duda de lo último.
 
Estaba casi seguro de que el joven lobo lo sedujo desde el primer choque de miradas. En las afueras del bosque, donde se arrojaba el olor a flores en descomposición y cuerpos de animales, lo que generaba una visión nauseabunda capaz de destruir la nariz. Ahí lo encontró.
 
Salió a rastras por debajo de los arbustos cubierto de ramas y con la piel manchada de hollín. Tenía los ojos resplandecientes en la oscuridad, rojos, afilados, de esos que te encogen el alma si es que hubiera tenido una, por supuesto. Llevaba una camisa blanca desgarrada tan floja que si no tuviera nada debajo no tendría problemas para cubrirse con ella. Mostró una actitud hostil e impaciente, pudo notarlo cuando dió un paso y al instante la cola se erizó, su cuerpo tembló y apretó los dientes, pero nunca retrocedió. Eso lo sorprendió.
 
En resumen, no estaba siendo secuestrado. Solo fue traído porque eso es lo que el rubio quería.
Seducirlo.
Todavía no está seguro de por qué sus actitudes inesperadas hablaron tan rápido por él. Recordó sentirse mareado cuando inhaló el aroma profundo y suave, llamándolo con demencia a deslizarse hacia la locura.
 
Apretó la nariz contra la puerta de la habitación donde se hospedaba su nuevo acompañante y aspiró, gruñendo de alegría ante la fragancia. Repitió las inhalaciones nuevamente como un loco, adicto a la delicadeza prohibida y prisionero de la agradable sensación que inunda una parte de su cerebro. Todo parecía blanco a pesar de tener los ojos cerrados, similar a la mitad blanca de su cabello (los heredados por su madre humana en su lecho de vida). Todoroki temía por su cordura. Estaba babeando tanto que una gota se deslizó por su barbilla y lo despertó de su trance al tocar el piso.
 
—¡¿Me estas escuchando, imbécil?!
 
Soltó un quejido al tratar de volver a respirar. Estaba entumecido. Levantó la mano izquierda para frotar su cabeza que dolía ferozmente. Ah, estuvo a punto de poseerlo ¿es real ese sucio pensamiento?
 
—¡Hey, bastardo!
 
Se quedó allí por un momento, suspirando por última vez antes de entrar. Tomando el aire que le arrebataron los pulmones, aire fresco fuera del aroma enloquecedor del rubio.
 
Shotō bajó la mirada.
Encontrándose con ojos inyectados de sangre. Los vió brillando en la negrura en el que el cuarto estaba cubierto, pertenecientes a la bestia sedienta de victoria que metió a su castillo.
 
Su pecho subía y bajaba rápidamente. El rostro le ardía como un ángel del infierno (aunque, era absurdo pensar en la existencia de los ángeles en el infierno). Tenía colmillos amenazantes, listos para morder si mostraba una señal de atacarlo. Esa habría sido la imagen perfecta para intimidar a alguien, si no fuera porque él no se trataba de un simple alguien y la postura del muchacho no habría sido tan comprometedora para restar todos sus puntos en parecer peligroso.
 
Con el torso y la mejilla derecha pegados al suelo, las manos encadenadas a su espalda impiden su movimiento libre, siendo la rodilla izquierda su único apoyo levantando las caderas cuando mira al vampiro por encima del hombro con los únicos sentimientos capaces de percibir por tal humillación: odio y vergüenza.
 
—Te dije que te quedarás en la cama.
 
—¡No tengo porque obedecer estúpido mitad y mitad! ¡N-no te acerques! —Se apresura a decir al verlo caminar—. ¡Te mataré si vuelves a dar un paso! ¿Puedes oírme maldita rata voladora? ¡te mataré!
 
Logró ser sorprendido de nuevo, incluso estaba algo preocupado por lo mucho que podía aguantar las cuerdas vocales del lobo.
 
—¡¿Qué carajos miras?! ¡Hazte a un lado y déjame ir!
 
¿Realmente quería eso?
No comprendía la terquedad en irse si en realidad quería quedarse.
 
Posiblemente era su propia paranoia hablando bajo sus propios delirios de no regresar al oasis existencial donde fue encarcelado.
 
Se acercó con pasos cautelosos, tirando del cuerpo del lobo a una posición sentada en su regazo. Oliendo el cuello. Pensó que huiría o lo golpearía, pero nada de eso pasó. 
 
El chico se estremeció en sus brazos, la nariz del heterocromático estaba fría y olió todo el lugar, humedeciendo el área con la lengua.
 
—¡No te atrevas!
 
Se dio cuenta demasiado tarde. Los colmillos entraron en su gruesa piel blanca. Katsuki entrecerró los ojos con disgusto, los dientes se hundieron en su cuello dejándolo en un estado de mareo, sus orejas cayeron lo suficiente como para dejar de escuchar sus propios latidos.
 
—Hijo de... nh...
 
Las cadenas chirriaron entre ellos y un crujido, "¡clac!", las hizo romperse colgando partes rotas en ambas muñecas adoloridas.
 
Todavía quejándose, agarró el cabello disparejo tirando hacia atrás en un inútil intento de separarse. Todoroki acarició su cuerpo tratando de calmar su deseo de matarlo, sintió su aliento helado, sintió sus manos pegadas a los guantes de tela blanca. Uno de ellos se deslizó debajo de su camisa y se aferró a su pecho.
 
"¿Que está haciendo?", Bakugō pensó con horror.
 
No lo sabía, pero le daba miedo. Le estaban quitando la sangre, fluyendo a través de los pequeños agujeros que el vampiro había clavado. Esa sensación doliente fue lo necesario para recorrerlo en gozo encendiendo un furioso rubor.
 
Se quedaba sin sangre, es por eso, no se sentía bien. Ese cabrón se las pagaría después.
 
—Ha... Me he pasado. —Todoroki se sintió culpable.
 
Se limitó a verlo con aquellos ojos rojos, tembloroso sobre él, con un respiración sofocante a pesar de no haber hecho esfuerzo físico. El rubio apartó la cara... las orejas se echaron quemantes, coloradas, igual a sus mejillas y a su dulzona sangre escurriendo por su clavícula. Entonces él quitó las manos de su cuerpo cuando al verse merecedor de tal vista comprendió porque lo ha traído. Sonriendo al no haberse equivocado.
 
—Muere.

Notas finales:

Hmm... Originalmente esta historia estaba en Wattpad con otro nombre pero debido a fallos de a aplicación me estoy mudando(¿)

Gracias por leer~


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