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La Unión Patricia por midhiel

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Capítulo 2

Después de convencer al senador para que realizara el banquete que había preparado aún cuando Logan no estuviera convencido del enlace, Víctor salió por las calles de Roma a buscar a su hermano.

Lo encontró en una popina; se notaba el ambiente disoluto del lugar pero Logan estaba ubicado junto a la barra, bebiendo vino, ajeno a todo.

Cualquiera que lo hubiera visto sin conocerlo, habría pensado que era un hombre callado y calmado, pero Víctor sabía que detrás de esa fachada, por dentro, su hermano estaba ardiendo de furia hacia Erik. Le palmeó el hombro para demostrarle su presencia y se ubicó a su lado, apoyando los codos sobre la barra.

─Sé que es difícil de entender, Logan, porque lo tuyo no es la diplomacia, pero el senador no quiso deshonrarte. Mira, podría haberte entregado a su hija y conservar el honor de la joven, pero tú habrías resultado engañado. Más tarde te hubieras visto obligado a repudiarla pero es una muchacha patricia y habría traído más problemas legales que otra cosa. Tal vez habrías tenido que quedarte con su bastardo y hacerlo pasar por tuyo para no ir a juicio, quién sabe. En cambio, te ofreció con honestidad a su hijo, con quien puedes engendrar herederos legítimos.

El dux dejó de beber para mirarlo, desencajado:

─ ¡Espero que este discurso me lo estés dando para no quedarte callado porque no puedo aceptar que te creas esa mierda, Víctor! El senador nos estafó.

─Te hubiera estafado si permitía que te casaras con su hija estando ya deshonrada.

Logan dejó el recipiente sobre la tabla para mirarlo con rudeza:

─ ¡Tan diplomático que eres y no entiendes nada, hermano! ─ Exclamó con desdén ─. ¿En serio te creíste toda esa patraña de la muchacha encinta? Es obvio que no la quería casar conmigo. No iba a entregarla a un bárbaro hijo de una plebeya porque eso es lo que somos ante sus ojos: ¡Simples plebeyos y extranjeros! Pero tiene ese hijo que es fértil y que obviamente no puede entregárselo a algún ciudadano romano porque qué dirían en esta Ciudad Eterna. Sin embargo, si me lo entrega a mí, que no ando pavoneándome ni en el Senado ni por la Vía Sacra y que sabe que en algún momento regresaré a mi pueblo, el senador se quitará de encima al muchacho, se asegurará de que quede bien casado, con descendencia y mantenido, y no tendrá que exponerlo a habladurías por su condición de fertilidad.

─Le das demasiadas vueltas al asunto, Logan ─ se quejó su hermano descreído ─. El senador te entregó a su vástago legítimo, con quien podrás procrear y te evitó que su hija te diera un bastardo. ¿Por qué eres tan desconfiado?

─ ¿Por qué eres tú tan confiado? ─ Rebatió el dux sin dar el brazo a torcer. Alzó el recipiente y siguió bebiendo ─. Eres inteligente, Victor, pero no te entiendo en esta: confías en un patricio cuando recuerdas lo que nos contaba nuestra madre sobre ellos. Detestan a los plebeyos, sienten que somos un estorbo social a los que no nos deben nada. Seguramente para el senador habrá sido un alivio descubrir que podía casar a su hija con otro de su clase. Le queda este hijo al que no le debe ver un futuro prometedor por su condición y encontró en mí al estúpido ideal para encajárselo.

Victor juntó aire. Logan era un obstinado que seguiría soltando argumentos y rebatiendo los suyos hasta quién sabe cuándo. Lo mejor sería cortar por lo sano: actuar como el hermano mayor y recordarle la orden familiar:

─Esta noche será el banquete en su “domus” y conocerás al muchacho. Yo me retiraré a descansar ─ le palmeó el hombro ─. No bebas mucho de esto porque el senador debe tener mejores vinos.

─Vete a la mierda, Victor. No iré.

─Irás porque yo lo digo ─ replicó el mayor y aunque no sonaba convincente, Logan sabía que era una orden que no podía eludir. Después de todo él era un segundón y Víctor se había esmerado en preparar este matrimonio para el renombre de la familia.

Víctor se retiró, aliviado de abandonar ese lugar lleno de bullicio, gritos y jolgorio, y se dirigió a la posada donde ya se había instalado el cortejo, para prepararse para el banquete.

…………………

Logan y Víctor eran plebeyos y bárbaros pero Erik Wandus era un ciudadano patricio de pura cepa y no dejaría pasar la ocasión del banquete para enseñar a sus anfitriones la opulencia de su casa.

Se prepararon los mejores platos, se sirvió el mejor vino y apenas llegaron los hermanos, Erik salió a recibirlos enfundado en su mejor toga blanca. Pasaron hacia el peristilo, donde los aguardaba Pietro.

El muchacho no era alto ni tampoco bajo, tenía la piel clara y su toga púrpura contrarrestaba con el tono de su tez, llevaba el cabello plateado y ondulado adornado con una diadema de plata, y poseía ojos oscuros con una pizca traviesa, aunque ahora se veían solemnes, clavados en los recién llegados, principalmente en el hombre con el que se casaría.

─Mi hijo Pietro Wandus ─ lo presentó su padre lleno de orgullo.

Logan observó al joven. No se veía nada mal, tuvo que reconocer, aunque por dentro continuaba ofendido por la resolución del senador. Pudo oír que su hermano le murmuraba por lo bajo: “mira el partido que te conseguí.”

Erik le recordó a Víctor que había asuntos que tratar antes de que llegaran los invitados al banquete y le pidió que lo acompañase a su “tablinum.”

Logan quedó solo con Pietro en el jardín. Había antorchas en diferentes puntos para alumbrar el sitio y ya no se sentía el trinar de los pájaros porque era de noche pero sí continuaba el sonido tranquilizador del agua.

El militar seguía ofendido pero notó en la mirada del joven que este no tenía la culpa de las decisiones de su padre. Logan había aprendido a estudiar a los hombres en la milicia y sabía cuándo eran arrogantes, pendencieros, gentiles u honestos. Pietro no le pareció presumido aunque tenía en el porte la soberbia propia de su clase, sí le notó una chispa traviesa en los ojos y cierta ansiedad comprensible porque estaba de pie frente a su futuro esposo.

─ ¿Te gustaría caminar un poco? ─ Invitó el dux en un tono amable que no utilizaba usualmente.

Pietro asintió y se acomodó con elegancia la toga en el hombro. Su movimiento fue grácil y Logan quedó fascinado con él. Pero claro, que su futuro cónyuge fuera distinguido no quitaba el acto de desprecio que había tenido su padre, razonó con rapidez.

Caminaron por un sendero de mosaicos de colores vivos en silencio. Logan era el mayor y tenía que comenzar y guiar la plática por eso Pietro se mantenía callado a la espera de un tópico para conversar. El militar finalmente preguntó:

─ ¿Viviste toda tu vida por aquí?

─ ¿Se refiere usted a esta domus o a la ciudad?

─No sé, dime tú lo que te parezca.

Pietro sonrió. Estaba claro que Logan no era un hombre versado en el arte de la conversación. Bajó la cabeza al sonreír y su futuro marido vió a través de la luz de las antorchas los hoyuelos que se le dibujaban. Quedó fascinado con ellos pero rápido sacudió la cabeza para pensar en otra cosa.

El joven contestó:

─Vivimos en esta domus desde que tengo doce años, cuando falleció mi madre y mi padre consiguió el cargo de senador. De Roma no me moví nunca, más que para visitar la villa que tenemos pero que no está muy alejada de la ciudad.

─Ya veo ─ fue el comentario de Logan. Pietro comprobó que en definitiva era un hombre de pocas palabras.

─Usted habrá visitado muchos lugares con el ejército ─ el joven se tomó el atrevimiento de continuar con la plática para evitar un silencio incómodo. Logan le agradeció internamente por ello ─. Mi padre me contó que nació lejos de aquí.

─Así es. Nací en una aldea tranquila, lo opuesto a esta ciudad. Llevé una infancia apacible, rodeado de la naturaleza, en una casa vistosa porque mi padre era de alcurnia pero no era ni la mitad de lo fastuosa que es esta.

─Cuando nos casemos, ¿Me llevará a vivir con usted a esa casa?

Logan se detuvo y lo miró. Era un muchacho joven que nunca había salido de Roma y que seguramente estaba aterrado con su futuro.

─No lo tengo claro todavía. Pienso que lo discutiré con tu padre más adelante.

─Mi padre quiere darme la villa que tenemos y dejarle esta casa a mi hermana. No está bien visto socialmente que un hombre fértil se embarace, es aceptable y su matrimonio legal, pero a los ojos de los ciudadanos es un espectáculo atroz ver a un joven encinta y que llegue a parir dentro de los muros de la ciudad. Por eso, cuando nos casemos, tal vez sea conveniente que nos mudáramos a esa villa o a su aldea. Bueno ─ se encogió de hombros ─. Opino y no me toca opinar a mí.

Logan pasó saliva y pensó que si no fuera por la intervención del ridículo de su hermano, él tendría que haber anulado el compromiso. Quedaba claro ahora que Erik había inventado el asunto del casamiento de su hija para poder sacarse de encima a este vástago fértil y dárselo a un extranjero y plebeyo como él para que lo cuidara lejos de Roma.

Siguieron caminando en silencio. Más tarde, un esclavo anunció que comenzaba el banquete y los dos entraron en la casa.

Fue una cena llena de música, con un desfile constante de platos. Erik había invitado a otros notables senadores y sus familias para hacer público en enlace de su hijo.

En el fondo, todos festejaban que el doncel fértil hubiese conseguido pareja y quedaba claro que se mudaría de Roma para llevar una vida alejada del ojo público en la villa familiar o en la aldea de su cónyuge extranjero.

Logan estaba enojado con la humillación pero no podía hacer nada porque su hermano parecía conforme. Pietro, en cambio, con el candor y amor de la juventud, se pasó la velada observándolo embelesado. Cuando Logan notó su mirada, se sintió conmovido aún en medio del enojo y le sonrió. El joven le devolvió la sonrisa.

La boda quedó estipulada para tres días más tarde. En el tablinum, Erik y Víctor habían acordado que la pareja se mudaría a la villa, alejada de la ciudad para que Pietro engendrara y pariera a sus hijos.


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