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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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22.- En búsqueda de la normalidad.

 

El último bastión que protegía a Tomura Shigaraki cayó cuando el hombre conocido como Kurogiri dio un paso en falso tratando de accesar una de las cuentas secretas de su jefe y reveló con ese pequeño acto una enorme cantidad de información que la policía y Hawks usaron en su contra para pedir penas máximas a todos los involucrados.

De un día para otro se volvió el tema viral en noticieros y redes informativas, atrayendo la atención de medios internacionales una vez que se hizo claro que el poder de Shigaraki, All for One y la Liga abarcaba una buena porción de Asia, Europa, y ya se extendía hasta América. Aquel circo mediático que había empezado en una sala de juntas en Wings de pronto sobrepasó la capacidad de todos, y el caso le fue entregado a las autoridades pertinentes, dejando a Hawks y a sus ayudantes sin mucho más para hacer.

—Hasta aquí cumplimos con nuestro deber y es todo —dijo Hawks en una reunión, la última, a finales de octubre en la que descorchó una botella de champagne y la hizo circular alrededor de la mesa de trabajo que hasta entonces había estado siempre atestada de papeles y que esa misma mañana había quedado vacía luego de que Tsukauchi pasara a recolectar cada documento que le permitiera crear un caso sólido e inamovible en contra de Shigaraki y sus secuaces.

La investigación había marchado lenta después de vacaciones de verano, alcanzando un punto álgido apenas unas semanas atrás, y Katsuki apenas podía procesar la velocidad de vértigo en la que se había precipitado todo. Igual que una montaña rusa, habían ascendido hasta lo más alto y bajado con prisa hasta un cómodo punto de reposo en el que no tenían claro después cómo proceder.

—Entonces... ¿Estamos despedidos? —Preguntó Izuku, que había aceptado de Dabi que éste le llenara la copa, pero no bebía.

—Yo no diría despedidos —clarificó Hawks—. Pero nuestro trabajo con el caso All for One se ha terminado. Ahora es responsabilidad de la policía de Japón encargarse de hacerles pagar frente a la justicia, y supongo que de otras dependencias internacionales una vez que presenten cargos en su contra...

—Oh.

—Pueden seguir viniendo aquí y trabajando en otros casos —dijo Hawks con mayor jovialidad de la que cualquiera en la habitación sentía—. Shigaraki es sólo uno de los tantos enemigos del crimen organizado a vencer, y ahora que hemos conseguido derrocarlo podemos continuar con el siguiente.

—Ya veo.

En silencio, Katsuki bebió de su copa porque a él mismo le estaba costando procesar la rapidez con la que todo se había desembocado en un final que relativamente era... ¿Feliz? Al menos satisfactorio. Cierto que no se sentía como tal cuando por delante se iba a trabajar en contra de Shigaraki en otras dependencias y todavía quedaba su organización en pleno funcionamiento a pesar de haber detenido a sus aliados de mayor confianza, pero era justo como Hawks había dicho: Su trabajo ahí estaba hecho, y lo siguiente sería avanzar hacia otra investigación.

—Sé por lo que están pasando —dijo Hawks al leer a la perfección los ánimos deprimidos de la habitación—. Me pasó lo mismo después de solucionar el primer caso en el que estuve involucrado. Cuesta creer que se terminó, ¿eh?, pero así es, y lo importante es no olvidar que éste es un trabajo en conjunto y de relevos, porque después de cumplir con nuestra parte, ahora le toca a la policía hacer lo suyo.

—Yo propongo un brindis —dijo Dabi para relajar la tensión que se vivía en la habitación, y levantó ligeramente su copa al aire—. Por el honor de ser quienes acabamos con un verdadero villano.

Tokoyami hesitó; faltaban un par de días para su cumpleaños y era el único en la sala que todavía tenía 17 años, pero Hawks miró en su dirección y le dio su aprobación para celebrar con el resto.

Con un entrechocar de copas que marcó el final y el comienzo de más y mejores oportunidades para todos, todos bebieron.

 

Katsuki aguardó hasta el último momento de aquel viernes para presentarse en la sala de maestros y entregarle a Aizawa-sensei su hoja con los planes para su futuro. Para entonces ya hacía más de media hora que las clases habían terminado y eran pocos los alumnos que se habían quedado en las instalaciones para cumplir con los clubes u horas de estudio en la biblioteca. Con noviembre a la vuelta de la esquina, las prisas por terminar el semestre daban a la tarde de otoño un toque nostálgico que inspiraba a caminar al exterior y no tras los cuatro muros de los pasillos de Aldera.

Con todo, Katsuki intentó no dudar cuando a esas horas acudió a la sala de maestros, y con una mano que tembló al alzarse, tocar a la puerta.

—Adelante —dijo una voz cansada que sólo podía ser la de Aizawa, y Katsuki sujetó la manija de la puerta corrediza mientras inhalaba hondo y después tiraba de ella.

—Bakugou —lo reconoció su profesor en el acto—. Creí que te vería hasta el lunes.

—El lunes es 02, profesor.

—Pero hoy es 30, y la verdad es que creí que esperarías hasta el último momento —replicó su profesor desde su escritorio, indicándole luego que entrara—. Pasa. En un momento estaré contigo.

Katsuki tomó el ofrecimiento de un banco a un lado de su profesor, y por el rabillo del ojo comprobó que éste estaba calificando exámenes. Debían de ser del grupo B, porque no tardó en reconocer un par de nombres y reír para sí cuando en una pregunta de lo más fácil Yaoyorozu se equivocó y no obtuvo calificación perfecta.

—Acabemos con esto de una vez —dijo Aizawa apenas terminó con el último examen, y recibiendo de Katsuki su hoja con los planes para su futuro, arqueó una ceja al encontrar una única opción—. ¿Policía?

—He investigado. Necesito matricularme a la Academia de Policía Metropolitana en Tokyo, la Keishichou. Mis calificaciones son adecuadas y mi condición física también. Hay otros exámenes, pero creo poder conseguirlo si me esfuerzo.

—Así debe ser si sólo has llenado esa opción como la única posible en tu lista —se admiró Aizawa—. ¿Alguna razón especial por la que has elegido esta carrera?

En una vorágine de pensamientos que giraban en torno a sus últimas semanas trabajando para Hawks, conviviendo codo a codo con Izuku y Tokoyami en un entorno de investigación, lo tranquilizadora que era la idea de ser de ayuda y además desempeñarse en un área que le requería fortaleza física, mental y emocional, Katsuki se limitó a encoger un hombro y describirlo en las palabras más simples posibles.

—Quiero ser un héroe, y desempeñarme como policía es... lo más cerca que estaré alguna vez de conseguirlo.

La expresión de perplejidad en el impertérrito rostro de su profesor hizo a Katsuki experimentar un instante de pánico, seguido de terquedad y deseo de probarse a sí mismo y a él que iba en serio con sus intenciones. Sin ceder ante la fuerza de su mirada, Katsuki aguantó la respiración mientras Aizawa-sensei tomaba a consideración sus palabras, y tras largos y agónicos segundos, exhalaba con pesadez y le daba su visto bueno.

—Esto puede ser bueno para ti. No será fácil, pero si algo has demostrado es tener la capacidad de aguantar mucha más presión que el resto. Adelante —dijo al estampar su selló en una esquina y otorgarle a Katsuki su bendición académica para perseguir ese sueño suyo.

—Gracias, sensei —dijo Katsuki al apoyar sus manos en sus rodillas, y agachando la cabeza, parpadear repetidas veces hasta que la picazón en sus ojos cedió.

—No me las des todavía —le advirtió Aizawa retomando a su tono severo y casi indiferente de actuar—. Quiero saber de ti en el instante mismo en que tu solicitud sea aprobada, ¿me has escuchado? Y no admitiré fallas. Si vas en serio con esta decisión tuya, espero resultados acordes a ello.

—Sí, sensei —prometió Katsuki sin atreverse a levantar la cabeza.

Por respeto, pero también porque las mejillas le ardían.

 

En casa, Katsuki se enfrentó a reacciones dispares cuando sus padres actuaron de manera distinta a cómo él esperaba. De su padre obtuvo una silente aprobación pero empañada con la sombra de la preocupación en sus ojos por su futuro; en cambio con su madre el sentimiento reinante era de orgullo, aderezado con la algarabía de “tener un futuro policía en nuestras filas”, según sus palabras textuales.

A regañadientes aceptó Katsuki la pequeña celebración en familia que consistió en un curry excepcionalmente picante hecho para él (“así tendrás oportunidad de extrañarnos una vez que te marches a Tokyo a estudiar”) y que no contribuyó a tranquilizar sus nervios. Mientras que su madre dominaba la conversación sirviendo de anfitriona al llenar su plato 3 veces antes de que Katsuki se negara a seguir comiendo, a éste no le pasó por alto que su progenitor estaba callado y sus ojos lo buscaban para transmitirle un mensaje secreto que entendió en el acto.

—Uhm, mamá —atrajo Katsuki de pronto la atención de Mitsuki, que no lo había escuchado llamarla así en años—. ¿Crees que podría comer flan de postre?

—Iré a la tienda —se apresuró Mitsuki a decir, y sin darle oportunidad a Katsuki de sentirse culpable por la jugarreta que había hecho para quedarse a solas, se giró después a su padre.

—¿Y bien? Tan sólo dilo.

Masaru se tomó unos instantes para quitarse las gafas y limpiarlas con su camiseta. —No puedo negar que estoy feliz de que hayas tomado una decisión para tu futuro. No es ciertamente lo que tu madre o yo teníamos en mente con tus notas y habilidades, pero es un futuro prometedor como cualquier otro.

—¿Y qué más? Porque a ese discurso sólo le falta un ‘pero’ al final.

Haciendo uso de la serenidad que lo caracterizaba, Masaru volvió a acomodarse las gafas y con su dedo índice se las subió al puente de la nariz.

—Sólo quiero confirmar si esa repentina decisión tuya tiene que ver algo que ver con Izuku Midoriya.

De golpe, sorprendido por haber sido atrapado in fraganti, Katsuki se sonrojó.

—Ya veo... —Dijo Masaru, que mejor que Mitsuki podía leer la verdad en el rostro de su hijo—. Ya me lo esperaba.

—No es enteramente por Izuku —masculló Katsuki—. De hecho, fueron varios factores. Me gustó hacer prácticas con Hawks, y siempre quise... Siempre pensé que salvar a las personas sería genial. Como un superhéroe. Como en ese viejo anime de All Might, pero... —Katsuki bajó la vista y se vio impotente la palma de las manos—. Yo no soy ningún héroe ni tengo poderes especiales. Ese sueño no parecía posible hasta que no descubrí que hay más de una manera de salvar a una persona... Fue Izuku el que me ayudó a reconocerlo, pero es mi decisión al final, ¿sabes?

Bajo el escrutinio de su mirada, Katsuki se sintió incluso más juzgado de lo que había estado apenas horas atrás con Aizawa-sensei, pero igual que entonces no pensaba rendirse ni en cejar con su empeño. Iba a luchar, así fuera en contra de sus padres o maestro.

—Creo que lo sé —dijo Masaru al fin—, pero quería cerciorarme. Es tu futuro, y lo único que tu madre y yo queremos para ti es que seas feliz.

Aquellas palabras no eran nuevas. A pesar de todo, Katsuki siempre se había sentido amado y protegido por sus padres, pues como hijo único que era e incapaz de tolerar que lo trataran como tal a base de mimos y consentirlo, se habían tenido que conformar con simplemente dejarlo ser a su manera.

—¿P-Por qué has mencionado a Izuku? —Preguntó Katsuki para estar seguro de que no se trataba de lo que él quería, pero claro, no iba a tener tanta suerte.

—¿No debería? —Se sorprendió Masaru—. Creí que ustedes dos...

—¿Nosotros dos qué, viejo?

Por una vez, fue el turno de Masaru para mostrarse incómodo. Con un carraspeo, Masaru se llevó la mano al mentón y se acarició la barbilla.

—Sólo digamos que tu madre y yo estábamos al tanto de su relación y nunca nos importó. Pensamos que era una tragedia cómo terminaron las cosas, en especial por la manera en la que te mostraste los meses siguientes, pero al final resultó benéfico para ti. Eres una mejor persona gracias a esa enseñanza, y si ahora Izuku y tú están listos para volver a intentarlo, bueno...

Katsuki vio rojo. Por un segundo, su visión se volvió un túnel estrecho que amenazaba con jalarlo hacia la oscuridad, y con apuro se cubrió el rostro con ambas manos y soltó un quejido desde lo más hondo de su calma.

—Oh, viejo...

—Está bien —dijo Masaru, buscando por todos los medios transmitirle a su hijo ese mensaje—. Tu madre estaba mortificada la primera vez que los sorprendió en tu habitación, pero al parecer ustedes dos estaban demasiado, uhm, ocupados el uno con el otro como para notarlo. Jamás mencionaste nada al respecto, y si algo hemos aprendido como tus padres es a darte tu espacio y a esperar a que estés listo para compartir con nosotros las decisiones que has tomado.

—¿Así de simple? —Katsuki abrió los dedos, y mostró sus ojos abiertos en pánico—. ¿Tu hijo es gay y estás conforme con eso?

Masaru tragó saliva. —Tu madre no me dejará en paz una vez que se entere que te has confesado primero conmigo de tu sexualidad, pero... Sí. Y puedo hablar por Mitsuki también, los dos sólo queremos tu felicidad.

—Ya. —Katsuki bajó las manos y se cruzó de brazos—. Porque francamente no me siento feliz.

—¿Es por nuestra causa?

—No, ustedes son los mejores padres que podría haber pedido. Un poco entrometidos, pero... Bah. Es Izuku. O mejor dicho, el estúpido novio que es un impedimento para que nosotros dos...

—¿Vuelvan a estar juntos? —Suplió Masaru, y a Katsuki se le agolparon los ojos con lágrimas.

—Esa es la cuestión, viejo —masculló Katsuki con el labio inferior temblando—. Que nunca lo estuvimos. Traté terrible a Izuku por años hasta que él decidió alejarse, y ahora que por fin conseguí disculparme y haría lo que fuera para tenerlo de vuelta él... Él tiene a alguien más y no puedo hacer nada porque el maldito es perfecto y yo no tengo derecho de entrometerme en su vida.

—Hijo... —Masaru se puso en pie, y cruzando la mesa, se acercó al costado de Katsuki y le pasó un brazo por el costado. Al instante se giró Katsuki hacia él y lo abrazó con fuerza, enterrando el rostro en su pecho igual que hacía cuando era un crío y las injusticias del mundo lo abrumaban. Sólo que entonces Katsuki lloraba cuando su madre le reñía por haber roto la ventana de la vecina en un descuido, rodillas raspadas o la memorable ocasión en que al caer del columpio se le aflojó uno de sus dientes de leche. En cambio ahora... Katsuki podía reconocerlo: Lloraba por su corazón roto.

—¡He vuelto! —Anunció Mitsuki su retorno desde el genkan—. No había flan del que te gusta, sólo de ese otro con pedazos de coco y sé lo mucho que te desagrada la textura, así que compré pudín de vainilla. Es lo que más se... le... parece... —Perdiendo su impulso conforme entró a la casa y apreció la escena que tenía ante sí, y compartió con Masaru una mirada.

Su lenguaje corporal lo resumió todo con “¿Ha ocurrido algo?” y “No es nada”, que favoreció para que Mitsuki dejara la bolsa de la compra sobre la mesa, y con cautela para no asustar a Katsuki, primero le tocara en la espalda y después se atreviera a acariciarle la cabeza.

—¡Soy gay! —Gritó Katsuki a la primera oportunidad, enterrando más el rostro en el pecho de Masaru—. ¡Y estoy enamorado de Izuku!

Abriendo las compuertas de su corazón porque sentía que era lo único que podía aliviarlo, Katsuki exhaló aliviado cuando Mitsuki se sumó al grupo abrazándolo por detrás y plantándole un beso en la sien.

—Eso lo entiendo, ¿pero tenías que ser tan dramático al respecto? —Le tranquilizó Mitsuki, utilizando un tono cálido y apenas burlón que sólo contribuyó a que Katsuki sollozara sobre la camiseta ya húmeda de su padre.

—Cariño, mejor no —le pidió Masaru, pero Mitsuki tenía su propia manera de hacer las cosas y no iba a cambiar de idea.

—Bien, pero insisto en que no era necesario. —Acariciando un mechón de cabello rebelde hacia atrás de la oreja de su hijo, Mitsuki pronunció las palabras que éste más necesitaba para sentirse aceptado—. Gay o no gay, eso no cambia quién eres, Katsuki, y sobre todo mi único hijo y la razón por la que tu padre y yo somos inmensamente felices, ¿de acuerdo?

—V-Vieja... —Trastabilló Katsuki sólo para recibir un juguetón tirón de orejas.

—Ah, ni siquiera en un momento así puedes decirme ‘mamita’, pero está bien. Ya me he resignado contigo y tu falta de modales.

Rodeado por sus padres que lo apoyaban y libre al fin de su secreto, Katsuki lloró todavía más, pero por una vez no lo consideró un desperdicio. En su lugar dejó ir la culpa y la vergüenza, y más tarde cuando consiguió tranquilizarse y en familia volvieron a ocupar sus asientos alrededor de la mesa, pudo por primera vez en muchos años mirar a sus padres a los ojos mientras comía pudín y los hacía partícipes de las innumerables fechorías que había cometido en primaria y sobre todo en secundaria.

—Estábamos al tanto —le comunicó Mitsuki a la primera oportunidad, y frente a la expresión horrorizada de Katsuki, agregó—: Sabíamos que de nada serviría intervenir. Hacerlo sólo habría tenido el efecto contrario en ti, y creímos que necesitabas aprender en carne propia que tus actos tienen consecuencias.

—¿Están locos? Era un crío, debieron de haberme castigado o... golpeado... o lo que fuera para detenerme.

—¿Pero habría funcionado? —Preguntó Masaru sin perder la calma—. La única persona que tenía algún efecto en ti era Izuku, y puede que le hayamos atribuido más responsabilidades de las que un amigo como él merecía soportar, pero fue lo que mejor pareció funcionar.

—Nunca fuiste un hijo fácil —le reveló Mitsuki—. Te queríamos igual, pero de bebé, de crío, como adolescente... Las cartillas de conducta que enviaban de la escuela eran atroces, y regañarte, castigarte sólo tenía el efecto contrario. Tu padre y yo teníamos esperanzas por ti, pero era poco lo que podíamos hacer sin conseguir alejarte más.

—Siempre hemos querido lo mejor para ti —dijo Masaru—, pero no podíamos hacer nada al respecto si primero no descubrías lo que era correcto. Estaba claro que ibas a tener que pagar caro para comprenderlo...

—Y lo hice —musitó Katsuki, la vista perdida en el fondo de su recipiente de pudín.

—Tienes una larga vida por delante —le recordó Mitsuki—. Tanto para disculparte como para volver a encontrar el amor.

—Mmm...

—Y lo primero no es una sugerencia —dijo Mitsuki, que le ganó la palabra a Katsuki antes de que éste pudiera clarificarle que él e Izuku ya habían superado juntos su pasado—. Inko Midoriya tuvo demasiada paciencia contigo todos esos años, y lo menos que puedes hacer es ir a su casa y disculparte con ella como es debido. ¿He sido clara?

—Sí... mamá —accedió Katsuki sin oposición, consciente de que aquel sería el último corte que lo separaría del pasado y lo haría libre en todos y cada uno de los sentidos.

—Bien. Ahora quita esa cara larga y respira.

Que ya fuera broma o no, Katsuki encontró en esa simple orden un alivio bien merecido que le había costado lo suyo ganar.

 

Más tarde esa misma noche, Katsuki se acostó de espaldas en su cama y escribió un mensaje:

 

KB: Nerd...

IM: Lo dice el que sacó el primer lugar en su clase.

KB: ¿Quién te lo contó?

IM: Tengo mis fuentes.

IM: ¿Qué ocurre?

KB: Tengo una pregunta, y puedes elegir no contestar pero...

KB: ¿Te molesta que estaremos juntos en Tokyo?

 

Katsuki no lo había pensado a fondo, realmente no, pero al parecer sus padres sí, y en algún punto durante la sobremesa le habían preguntado si su decisión de estudiar en la Academia Metropolitana de Policía tenía algo que ver con Izuku. La respuesta de Katsuki había sido un rotundo no, pero al cabo de unas horas él mismo tenía sus dudas. No muchas en realidad. Sólo era... ¿Podía clasificarse de inquietud? Porque Katsuki estaba seguro de que estaba eligiendo un porvenir que estaba dentro de sus intereses, pero no dejaba de ser curioso que era también el que Izuku había escogido.

 

IM: No.

KB: ¿Seguro?

IM: ¿Por qué habría de serlo? Será genial. Y con probabilidad ni siquiera estaremos en la misma aula.

KB: Es sólo que tengo la impresión de estarte copiando. Éste fue tu sueño primero, y yo me limité a hacerlo mío de último momento.

KB: Si estuviera en tus zapatos, estaría furioso.

IM: Ah, no es bueno que digas eso último, ¿sabes? Porque... ¿No recuerdas cuando éramos niños? Siempre jugábamos a ser All Might y nos turnábamos. Uno era el héroe y el otro el villano. Te molestabas cuando no era tu turno de ser All Might, y una vez dijiste que de mayor serías policía.

IM: Así que soy yo el que te copió a ti, ¿no crees?

KB: No. Ya había olvidado eso.

IM: ¿Y te molesta?

KB: Tampoco. Éramos el mejor dúo de héroes. Puede ser igual una vez que nos hayamos graduado.

IM: Suena a un buen plan.

 

Y así, con el corazón más ligero gracias a su charla con Izuku y a las decisiones que estaba tomando en ese momento con su vida, Katsuki se acurrucó de lado en su cama y pasó un par de horas masajeándose con éste y disfrutando de una inocua fantasía que los involucraba a ambos, esa misma escena, pero la ausencia total de Todoroki. Quizá no tan inocente, pero Katsuki iba a tomar lo que podía siempre y cuando Izuku estuviera dispuesto a dárselo.

Ya fuera su tiempo, su atención, su amistad o su perdón, Katsuki iba a atesorarlo junto a sus recuerdos del tiempo que habían pasado juntos, y que ahora lo eran todo para él.

Al final, fue Izuku el que pasado de medianoche se despidió porque era tarde y tenían que dormir, y Katsuki el que le deseó buenas noches y después quedó en la oscuridad de su habitación con los ojos abiertos y el móvil atesorado contra su pecho.

Estaba enamorado, sí, pero también al tanto de los impedimentos que se interponían entre ellos. La mayoría de lo más estúpidos y fácil de sobrepasar, pero otros (como Todoroki, o que quizá Izuku no se sintiera igual) eran enormes, y de proporciones fóbicas para él.

De paso eran algo en lo que Katsuki prefería no adentrarse demasiado, así que tras conectar su móvil al cargador y acurrucarse bajo las mantas, murmuró su único deseo por la noche y se dispuso a dormir.

—Descansa, Deku...

 

Con un renovado brío que había estado ausente la mayor parte de su tercer año de preparatoria, Katsuki encontró noviembre mucho más interesante ese año que cualquier otro que hubiera vivido antes. En gran medida, gracias al internado que se mantuvo con Hawks y a los casos de mucha menor importancia en las que había pedido su colaboración, que claro, no tenían la magnitud del que se había armado en contra de Shigaraki (todavía declarado ausente y con una orden de captura tras su persona, pues no se había encontrado ningún cuerpo bajo el escombro) pero que constituían una excelente experiencia con la que iniciar el pie derecho su próxima entrada a la Academia Metropolitana de Policía. El cumplir 3 veces por semana con esas 10 horas de trabajo bien remunerado tenían la ventaja de hacerlo en compañía de Izuku y Tokoyami, éste último como descubrió Katsuki, mucho más agradable de lo que le había dado crédito durante sus ensayos con la banda.

Cierto que su tiempo libre se había reducido drásticamente ahora que tenía su plato lleno con clases, prácticas con la banda, su trabajo y además atender las ocasionales exigencias de sus amigos por reunirse con ellos al menos una vez a la semana para cerciorarse de que también sabía compaginar las responsabilidades con la diversión (¿y para qué mentir? Katsuki lo hacía porque Izuku también se les unía), pero todo ello era divertido. Le provocaba una sensación de estar avanzando, de hacer algo por sus metas, y era la razón por la cual Katsuki se levantaba día a día sin sentir el cansancio acumulado.

Por petición de Izuku (que habría podido pedir incluso un elefante rosado y obligar a Katsuki a morir en el intento de conseguir uno para él), además de salir a correr temprano por las mañanas un par de días a la semana, también comenzaron a entrenarse los fines de semana en una playa cercana para tener entrenamientos de cuerpo a cuerpo y competencias acerca de quién podía realizar más ejercicios de resistencia en un tiempo determinado.

Con ayuda de Izuku consiguió Katsuki terminar la guía de estudio que la Academia proveía a todos sus aspirantes como preparación para el examen escrito antes de diciembre, y el conseguirlo antes de lo que se habían propuesto fue motivo de celebración, por lo que Katsuki sugirió salir juntos a cenar ramen en un sitio nuevo que había escuchado de sus amigos que valía la pena visitar.

—Uhm, justo mañana no puedo —rechazó Izuku su oferta, y Katsuki contuvo el aliento mientras éste explicaba sus razones—. Es cuando Shouto y yo celebramos nuestro aniversario de meses y él ya hizo reservaciones en un restaurante francés.

—Oh. —De camino a casa porque se había vuelto habitual en ellos tomar la misma ruta cuando podían, Katsuki pateó una piedrecilla en el camino—. No imaginé que ustedes dos fueran del tipo de hacer eso.

—¿Qué, tener citas y celebrar aniversarios como cualquier otra pareja? —Se burló Izuku, pero había un toque de irritación en su voz—. A mí me gusta, y a Shouto no le importa complacerme.

—Sólo digo que no pensé que fueran del tipo. Jeez, no era para tomarlo a mal —masculló Katsuki hundiendo más las manos en los bolsillos de su pantalón.

—Podríamos ir otro día —sugirió Izuku, tratando de aplacarlo—. A comer ramen, quiero decir.

—Nah, déjalo.

—Ok.

Esa tensión perduró durante el resto del trayecto hasta la esquina en la que siempre se separaban, y con frustración por su propia falta de madurez, Katsuki no contactó a Izuku por 24 horas completas a pesar de que su costumbre era al menos un par de mensajes por día y encontrarse aquí y allá en los puntos en que su vida estaba interconectada.

La siguiente vez que se vieron fue para salir a correr, y Katsuki volvió a mostrarse taciturno mientras corrían de lado a lado en la desierta calle que a esas horas no los tenía más que a ellos dos rompiendo la quietud de la mañana con el ruido de sus pisadas en sincronía y su respiración forzada.

—Basta, ¡basta! —Pidió Izuku de pronto, frenando hasta quedar inclinado sobre sí y con las manos sobre sus muslos dándose apoyo.

Katsuki se giró hacia él, pero aunque respiraba con dificultad, mantuvo la boca cerrada y actitud defensiva en todo momento.

—No soporto que estemos peleando.

—No lo estamos.

—¡Lo estamos, Kacchan! Ayer no recibí ningún mensaje tuyo en todo el día-...

—Estaba ocupado —mintió éste en voz baja.

—... ni tampoco llamaste o-...

—Estabas en una cita —volvió a interrumpir casi entre dientes.

—¡Pues da igual! Habría contestado, ¿ok? Y es raro, porque... porque... —Izuku se pasó las manos por el cabello y se tiró de las puntas con desasosiego—. No sé. No quiero que estés disgustado conmigo y que yo no tenga claro cómo solucionarlo. No quiero volver a lo de antes.

Que si se refería a los años que habían pasado sin dirigirse la palabra e ignorando la existencia del otro o a ese antes todavía previo en el que su relación de amigos-enemigos había dado un giro... Katsuki prefería no aclararlo. Por salud mental y piedad a su corazón, no.

—Habla conmigo, o volverá a ser como cuando... —Bajando las manos, Izuku se talló los ojos en un vano intento por disimular la picazón que sentía ahí, y Katsuki tuvo que controlarse para no reducir la distancia que los separaba y... abrazarlo. Besarlo. Cualquier cosa estaría bien siempre y cuando Izuku se lo permitiera.

—Sal hoy conmigo a comer ramen —repitió Katsuki la misma oferta de días atrás.

A sabiendas de que Izuku tenía esa noche que estudiar para un examen de literatura y además tenía sus propios quehaceres que atender, Katsuki quería una prueba de lo fácil que sería para éste rechazarlo, o si acaso, un recordatorio de que éste no le debía cada minuto de su tiempo libre, y sin embargo...

—¿Eso quieres? Vale. Salgamos a cenar ramen y... Y ya está.

—¿Lo dices en serio?

—¿No era eso lo que querías?

—Uhm...

—Kacchan...

—No tiene que ser muy tarde —murmuró Katsuki con intenciones de remediar lo que su exabrupto de frustración había conseguido—. Sé que tienes que estudiar para ese examen de mañana y...

—Podrías ayudarme a estudiar. Es decir, como compensación —dijo Izuku a su vez, y la mente de Katsuki se quedó en blanco cuando Izuku evitó mirarlo a los ojos, y en su rostro sonrosado por el ejercicio y el helado aire matutino aparecía otra capa más de rubor.

—Es un trato, nerd —concedió Katsuki.

Y así zanjaron la cuestión.

 

Después de clases, Katsuki e Izuku se encontraron para comer ramen y después se vieron en la incógnita de a dónde ir para estudiar. Katsuki iba a sugerir el departamento de los Midoriya, pero recordando que todavía le debía una disculpa a la tía Inko se quedó con la propuesta en la punta de la lengua.

—Uhhh... ¿Te importaría mucho si vamos a tu casa? —Sugirió Izuku—. Si no es demasiada molestia.

—Bah, como si eso fuera posible —accedió Katsuki, guiando sus pasos hacia su ruta más habitual, y que por una vez le estaba resultando de lo más estresante.

En casa sus padres no habían vuelto todavía, e Izuku sugirió estudiar en la mesa de la cocina en lugar de subir a su habitación. En sí, la sesión de estudio no fue tan diferente a las que a veces Katsuki presidía con sus amigos para ayudarles a subir nota en las materias en las que más dificultades tenían, con la peculiaridad de que Izuku no tenía grandes problemas con el material a estudiar, sino que sólo necesitaba de un repaso y estaba listo para el examen.

Con más tiempo libre del que habían contabilizado en un inicio, fue Katsuki quien en el último momento buscó la manera de conseguir que Izuku se quedara un rato más y preguntó:

—¿Lees Boku no Hero Academia?

El título de aquel manga que estaba arrasando en los ratings de popularidad de la Shounen Jump despertó el interés de Izuku. Claro. Era una historia de héroes y con un protagonista que en lo personal hacía pensar a Katsuki en Izuku, pero no se lo iba a decir a éste por si acaso lo ofendía.

—Sí. ¿Lo lees tú?

—Tengo el último tomo en mi librero. Lo compré ayer en cuanto salió a la venta.

—No lo puedo creer —se maravilló Izuku—. Cuando yo fui a la librería estaba agotado, y el empleado que me atendió me dijo apenas hasta mañana tendrían copias de reimpresión.

—Eso es porque la sobrecubierta doble fue un éxito y... —¿Quieres verlo?

—Oh, eso sería genial, Kacchan —expresó Izuku su interés, e ignorando cualquier cautela que hubiera tenido de visitar el hogar de los Bakugou o estar a solas con Katsuki en su habitación, salió volando por la ventana cuando le siguió a la planta alta subiendo los escalones de dos en dos para apresurarse.

Fue así como sentados en el piso con la espalda contra la cama en una posición que muchas otras veces había desembocado en besos y caricias, compartieron la lectura de un manga que resultó ser el favorito actual de ambos y dio pie a una larga y entretenida conversación.

Una burda excusa para pasar tiempo juntos y confiarse de que lo que hacían era bueno, sin dobles intenciones y no encubría nada más, pero que el tiempo demostraría que estaban en lo equivocado.

 

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