Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

12.- De cara a las consecuencias.

 

—Llegas tarde —dijo Mitsuki cuando Katsuki volvió a casa muchas más horas después de lo habitual—. ¿Dónde estabas?

—Afuera.

—Te juro, Katsuki-...

—Con unos amigos —corrigió éste su frase, apretando los dientes—. ¿Contenta?

—No. ¿Ya comiste algo? ¿Has hecho tus tareas? ¿Y por qué no te dignaste siquiera en avisar que no estarías para la hora de la comida? Me podría haber ahorrado el cocinar tu porción si ibas a comer en la calle.

Katsuki abrió la boca dispuesto a enfrascarse en una tonta pelea con su progenitora cuando Masaru intervino.

—Seguro que Katsuki tuvo sus razones para olvidar las reglas básicas de cortesía, ¿a que sí, hijo? —Corroboró con su vástago, que se mantuvo serio y con la mano en la correa de su mochila—. En todo caso, la próxima vez llamará y avisará de su ausencia, ¿correcto?

Katsuki asintió, pero Masaru no se conformó con migajas.

—¿Correcto, hijo?

—Sí, papá.

Con un bufido, Mitsuki lo mandó a su habitación, y mientras subía las escaleras tuvo Katsuki la desgracia de escuchar la bronca que su madre le daba a su padre por “ser tan indulgente con ese mocoso ahora que más se necesitaba llevar con él una mano dura”, lo que fuera que eso significara.

Hastiado de muchas cosas a la vez, Katsuki entró a su habitación y cerró la puerta con un puntapié antes de tirar la mochila en la cama y considerar si hacía lo propio consigo mismo. Sin embargo, el cuerpo le bullía, presa de una extraña corriente eléctrica que con toda probabilidad tenía que ver con la empalagosa rebanada de pastel que se había terminado comiendo casi a fuerzas con tal de no tener que conversar con nadie más.

A su vuelta a la mesa, Izuku pasó de él olímpicamente, charlando con Sero y Tokoyami de un inusitado interés común que los 3 tenían por un juego móvil en el que no tardaron en añadirse como contactos y hacer planes de reunirse en una partida virtual.

Sin tener con quién aliarse porque al parecer todos estaban emparejados y los que no hablaban entre sí, Katsuki aguantó estoico el resto de su estancia en aquella cafetería y se juró con cada bocado de su pastel que no volvería a poner ahí un pie ni aunque su vida dependiera de ello. Es más, no volvería a salir en ninguna reunión como esa, porque antes muerto que tolerar toda clase de cursilerías en su grupo de amigos, pero también porque la visión de Izuku y Todoroki actuando como la pareja de novios que eran le enfermaba desde lo más hondo del alma.

Furioso por todo lo que había pasado y sin saber bien cómo desahogar esos sentimientos que le contrariaban y se arremolinaban en su pecho como un tifón en formación, Katsuki sacó su móvil y volvió a uno de sus más viejos malos hábitos: Desquitarse con Izuku.

Aunque en su opinión, por una vez tenía razón de ser.

 

KB: ¿Le contaste al idiota bicolor de nosotros?

 

Izuku se demoró unos minutos en responder, y a diferencia de su actitud de secundaria, esta vez no se dejó amedrentar.

 

IM: Si preguntas si le hablé a Shouto de nosotros, sí. Lo hice. Y agradecería que no lo llamaras así.

KB: ¿Con qué derecho?

IM: ¿Disculpa?

KB: ¿Por qué lo hiciste?

IM: No tengo que explicarme ante ti.

KB: ¿No? Porque el muy idiota de tu novio me odia. Es obvio. Ni siquiera fue capaz de disimularlo cuando se iba. Y a saber las cosas que le habrás contado para que se creyera con ese derecho.

IM: Sólo la verdad.

 

Katsuki contempló aquellas palabras y escribió su respuesta con dedos temblorosos.

 

KB: ¿Qué verdad?

IM: ¿Acaso hay otra?

KB: No te hagas el gracioso.

KB: ¿Cuánto le has contado a tu novio de nosotros dos?

IM: Todo. ¿Necesitas que te lo deletree? Entre Shouto y yo no hay secretos de ningún tipo.

KB: Bueno saberlo.

KB: Así tendré por seguro a quién culpar si se acerca a buscar pelea.

 

La barra de estado mostró que Izuku escribía pero ningún mensaje aparecía, y Katsuki ya estaba por perder la paciencia cuando el texto apareció y recibió un puño invisible en el estómago.

 

IM: ¿Me culpas a mí de lo que me hiciste en secundaria?

IM: Por una vez responsabilízate de tus actos.

IM: Vete a la mierda, Bakugou.

 

«Y aquí es donde te percatas la clase de basura que eres», le taladró a Katsuki su consciencia mientras éste se mordía el labio inferior y redactaba las dos palabras más difíciles de su diccionario personal.

 

KB: Lo siento.

IM: Ya lo has dicho antes.

KB: NO, EN SERIO LO SIENTO.

IM: Wow... Y seguro escribirlo en mayúsculas hace que valga tres veces más o algo por el estilo, ¿no?

 

—Joder, Deku —farfulló Katsuki, saliendo de Line y entrando a la aplicación del teléfono con intenciones de hacer lo correcto—. ¿Por qué demonios siempre tienes que hacerlo todo tan difícil? Tan... Tan difícil para mí de sobrellevar —agregó para sí al encontrar su número de contacto y llamar.

La llamada entró y fue rechazada al primer timbrazo.

—Ah no, ni lo pienses —volvió Katsuki a la carga.

Una.

Dos.

Tres veces.

Y diez más.

Así por espacio de casi 15 minutos hasta que el tono de llamada dio paso al silencio, y Katsuki escuchó con atención la respiración al otro lado de la línea.

—¿Qué?

—Lo siento.

—¿De verdad sólo llamaste para decir eso?

Katsuki se sentó en la orilla de su cama y se presionó el tabique nasal con los dedos de su mano libre. —Me sacas de quicio...

—Así que ahora es mi culpa.

—No. —Katsuki exhaló con pesadez—. Para nada es tu culpa. Pero es como tiendo a reaccionar ante tu presencia. Y creí... di por sentado que me había vuelto mejor en suprimir esas reacciones tan viscerales, pero resulta que no. Es cierto que me obligas a ser de esta manera tan imbécil contigo, pero para nada es tu culpa, sino mía. Yo soy quien decide actuar en consecuencia a mi enojo y frustración y...

—Sigue. —Una pausa—. Te estoy escuchando con atención.

—Y eso —finalizó Katsuki con vergüenza—. Todavía estoy trabajando en la parte de aplastar esas emociones para que no salgan.

—No suena de lo más saludable.

—Ya, pero no sé qué más hacer al respecto —admitió Katsuki, y su voz fue tan vulnerable, que Izuku mismo perdió el fuego que quemaba en su pecho y le instaba a negarle una segunda oportunidad a su viejo amigo—. Nunca he sabido cómo comportarme como un ser humano decente, especialmente contigo... Era obvio que tu paciencia terminaría por agotarse.

Izuku se sorbió la nariz. —Quizá todavía tengo reservas, pero... Son como los deseos de aquel genio de la lámpara, ¿recuerdas? Tres strikes y estás fuera.

Katsuki rió con amargura. —¿Y tenías que incluir una analogía de beisbol?

—No puedo evitarlo. Shouto-...

—No hablemos justo ahora de tu novio, es lo peor. Por favor —pidió Katsuki, y algo en su timbre de voz que se acercaba demasiado al patetismo hizo que Izuku accediera.

—Ok.

—Y... Si tengo que admitir algo y lo haré porque no sé cuándo tendré otra oportunidad —dijo Katsuki con los ojos cerrados y desnudando su alma al móvil que sostenía como tabla de salvación contra la oreja—, la razón por la que no dejo de decir ‘lo siento’ es porque tengo la impresión de que... ¿Debo bastantes de esos ‘lo siento’ como para que una docena no sean suficientes? Quizá 100 no lo sean, no sé... Hay mucho en lo que me he resistido a pensar en estos últimos años y que debería de reconocer para disculparme como es debido. Esos ‘lo siento’ todavía están en preparación y son hechos a mano.

—No tienes por qué disculparte por cada pequeña cosa del pasado.

—Pero quiero hacerlo —confesó Katsuki, apenas moviendo los labios contra el auricular—. Debo hacerlo si es que alguna vez quiero saberme digno de... de...

—A tu ritmo, Kacchan —dijo Izuku, siempre anteponiendo su persona a la suya.

—Eres demasiado con todos, pero especialmente bueno conmigo cuando no lo merezco. No es justo.

—Intento serlo. No siempre me lo permitiste.

—No, en verdad que no —murmuró Katsuki con la voz gruesa y las pestañas inferiores húmedas—. Pero por eso siempre fuiste el mejor de los dos.

—No era así como me hacías sentir.

—Y lo siento tanto...

—Lo sé. Sé que de verdad estás haciendo un esfuerzo por cambiar, pero...

—Tres strikes, lo entiendo —dijo Katsuki, y fue su turno de sorberse la nariz—. Voy a dar lo mejor de mí para que veas que voy en serio.

—Nunca pensaría menos de ti, Kacchan.

Y porque en un intervalo muy corto había conseguido pasar de Bakugou a Kacchan, Katsuki exhaló entrecortadamente y agradeció a los cielos porque así fuera.

 

Las clases del día habían terminado y Katsuki se despidió de sus amigos porque esa tarde tocaba ensayo con la banda. De camino al aula en la que se reunían, Kaminari pidió detenerse en la máquina expendedora porque quería comprarle a Jirou un jugo de uva, y Katsuki se encogió de hombros por el corto desvío. Pero lo que comenzó como un gesto amable se convirtió en algo más cuando justo en aquel rincón del edificio se encontraron con Shigaraki y uno de sus esbirros, que para el caso era una.

La chica en cuestión iba en el aula de al lado y ni Katsuki o Kaminari sabían mucho más que su nombre, pero estaban al tanto de su afición por los cuchillos y los accidentes con ellos que caracterizaban a quienes se metían en su camino.

—Tiempo sin verte, Bakugou —dijo Shigaraki, esbozando una sonrisa amplia y bobalicona que ocultaba de mil maravillas la perfidia de la que podía ser capaz—. ¿Cómo va todo en el grupo A?

Katsuki lo ignoró, y envalentonado, Kaminari hizo lo mismo al acercarse a la máquina y depositar las monedas en la ranura.

—No recordaba que fueras tan grosero —dijo Shigaraki, su voz bajando un par de octavas de la misma forma peligrosa que lo hace la presión atmosférica antes de un huracán—. ¿No éramos amigos, Bakugou?

—No —fue la corta respuesta de éste, que de pronto recordó a Izuku, y la historia que éste le había contado acerca de su mano derecha—. Tú...

Shigaraki ladeó la cabeza y abrió los ojos en un exagerado gesto. —¿Sí, yo?

—No le hagas caso —dijo Kaminari, que luego de agacharse a recoger su bebida la tenía en la mano y estaba listo para marcharse—. Vámonos.

—Tomura-kun y Bakugou están hablando —intervino la chica, apartándose del lado de Shigaraki con pasos saltarines para acercarse a Kaminari—. No te entrometas.

Con un estremecimiento, Kaminari se apartó instintivamente de la chica, y ésta disfrutó de su momento de poder con una sonrisa que enseñaba más dientes de los que eran habituales.

—Aw, ¿tienes miedo? ¿Me tienes miedo? —La chica batió las manos frente a sí—. ¿Te das cuenta, Tomura-kun? Me tiene miedo.

—Yo no te tengo m-... —Consiguió Kaminari articular antes de que en un veloz movimiento la chica extrajera del bolsillo de su suéter una pequeña navaja que sostuvo contra su cuello, muy cerca de la yugular.

—Apuesto a que ahora sí me tienes miedo —tarareó la chica en un imaginario tono suyo que sólo intensificó la tensión del momento.

A punto estaba Katsuki de intervenir cuando Kaminari se le adelantó con una estrategia desesperada de su propia cosecha.

—¡Auxilio, Himiko Toga tiene un-...!

—Oh, vamos, vamos —intervino Shigaraki, veloz como una serpiente al poner su mano en la boca de Kaminari y apretar con fuerza a los lados en una técnica que Katsuki bien conocía por su eficacia para hacer callar a cualquiera que se cruzara en su camino—. No hay necesidad de ponernos ruidosos...

—Suéltalo —ordenó Katsuki, firme en su resolución. Aquella era la segunda vez que abiertamente se enfrentaba a Shigaraki, e igual que en la ocasión anterior, Katsuki luchó para suprimir una serie de escalofríos cuando su antiguo amigo cambio de expresión en un segundo; de bufón a una bestia a punto de atacar.

—Tiempo sin vernos, Kacchan —dijo Shigaraki, volviendo con la misma rapidez a su expresión tranquila de antes. Con gracia dejó ir a Kaminari, y éste no hesitó en apartarse de Toga, que despacio se guardó la navaja en la manga de su suéter.

—No me llames así.

—Ah, cierto, cierto... —Shigaraki chasqueó los dedos como si de pronto recordara algo—. ¿No era así como te llamaba Deku? ¿Kacchan?

Katsuki apretó los dientes, y sin ser consciente de ello, su labio superior se alzó, mostrando una mínima porción de sus colmillos.

—¿Deku? —Kaminari repitió el nombre mientras se tocaba el cuello en el punto en que el cuchillo de Toga había hecho una pequeña incisión sin sangre—. ¿Lo conoce? —Preguntó dirigiéndose a Katsuki, que lo ignoró.

—Lárgate por donde viniste y yo haré lo propio —dijo Katsuki, haciendo valer su derecho para vivir una vida libre de Shigaraki.

Al terminar la secundaria, en el punto más bajo de su existencia cuando Izuku de pronto desapareció las últimas dos semanas de clases y Katsuki no tuvo oportunidad alguna de descubrir su paradero, había anunciado ante su supuesto grupo de amigos que se retiraba y no quería volver a saber nada de ellos. De sobra estaba decir que Shigaraki no se lo había tomado con calma, pues él no era del tipo que sobrelleva contratiempos, mucho menos una traición de ese calibre, pero Katsuki se mostró firme, e inamovible expuso que para él se acababa aquella supuesta amistad que sólo le había traído desdichas y vergüenzas. Al asociarse con Shigaraki, Katsuki había dado rienda suelta a lo peor de su persona, y aunque con el tiempo había llegado (en parte) a perdonarse por sus pasadas transgresiones, tampoco se eximía a sí mismo de culpas. Vale, que Shigaraki tenía esa labia para convencerlo de actuar como matón junto con el resto de sus esbirros y así no tener él que ensuciarse las manos, pero Katsuki ya no era un crío, y tenía más que claro que debía evitar su presencia lo más posible.

Bajo ese entendimiento, Katsuki había soportado un patético rito de despedida del grupo, en el que por turnos tuvo que pelear con quienes alguna vez había confundido como amigos, y a quienes venció cada vez más por los pelos hasta tener que enfrentarse a Shigaraki, que sin lesiones y para nada cansado, le asestó una paliza. Pero también le otorgó la libertad que Katsuki tanto anhelaba.

Esa tarde Katsuki había vuelto a casa con un ojo morado, sangre en la nariz, el labio inferior tumefacto, e incontables marcas de puños en el cuerpo que preocuparon a sus padres al punto en que Mitsuki no lo soltaba de su abrazo y Masaru le exigía nombres para tomar cartas en el asunto y acudir a la policía, pero Katsuki nunca reveló nada. Él por su cuenta consideraba aquella etapa de su vida finiquitada, y si para ello había tenido que pelear con uñas y dientes para conseguirlo, que así fuera.

Desde entonces ni Shigaraki ni su vieja pandilla lo habían molestado, pero era de suponerse que esa cortesía no tenía por qué proteger a Kaminari.

—Toma tu propio consejo y no te entrometas —dijo Toga con su tono cantarino, y Katsuki se puso frente a Kaminari en ademán de protección. Si tenía que romper sus propias reglas respecto a volver a los viejos hábitos, que así fuera.

—Bakugou, no-... —Intentó Kaminari detenerlo con una mano en el brazo, pero Katsuki apenas si notó el contacto de sus dedos contra su bíceps.

El cuerpo se le había tensado como una hoja de acero, y al mismo tiempo, Katsuki se sentía de lo más ágil y listo para atacar. Shigaraki podía ser rápido, y la tal Toga pedía creer que las tenía todas consigo y su cuchillo, pero él también sabía pelear.

Y al parecer, no era el único que lo sabía.

—No hagamos esto aquí —dijo Shigaraki, actuando como benevolente mediador, y Toga chasqueó la lengua por lo bajo, pero volvió a su apariencia alegre y relajada que la caracterizaba en los pasillos—. Pero considérate advertido —se dirigió a Katsuki—. Nuestra tregua no tiene validez si te entrometes en mis asuntos, Kacchan.

—¡Te dije que no me llam-...!

—No, en serio —tiró Kaminari de él, clavándole las uñas en el brazo mientras tiraba con rudeza de él—. No lo hagas. Podrían expulsarte.

—Sí, Kacchan —se burló Shigaraki—. Podrían expulsarte.

Por un segundo, Katsuki vio rojo. Su visión se hizo de túnel y sus músculos reaccionaron antes que su mente. En una acción que después catalogaría como de huida o defensa, optó por esa última opción y lanzó el primer golpe, que certero se impactó contra la esquina de la odiosa boca de Shigaraki y le partió el labio en dos.

Inmutable, Shigaraki se tanteó el área con la punta de la lengua, y al probar su propia sangre escupió al suelo.

—¡Tomura-kun! —Se alarmó Toga al ver a su líder herido, pero éste extendió su brazo y detuvo cualquier avance que ésta tuviera ya con la mano tanteando por su fiel navaja.

—Debería ser gracioso que la última persona que se atrevió a golpearme fue Deku, ¿eh Kacchan? —Gruñó Shigaraki, y con el dorso de la mano se limpió el hilillo de sangre que le chorreaba por el mentón y caía en gotas sobre la chaqueta de su gakuran—. Apuesto a que no tienes ni idea de cómo lo hice pagar ese atrevimiento.

Las uñas de Kaminari en el brazo de Katsuki se clavaron todavía más; éste no tenía duda de que quedarían marcas, aunque todavía faltaba ver si serían las únicas...

—Si te refieres a su mano...

—Ya veo —un suspiro—, entonces lo sabes.

—... haré que pagues por ella —finalizó Katsuki su oración, y en su rostro apareció un rictus de absoluto desprecio por la persona que tenía al frente.

—Quiero ver que lo intentes, Kacchan —dijo Shigaraki con una amplia sonrisa que para nada iba acorde a la amenaza intrínseca de sus palabras.

Katsuki no necesitó seguir la línea de sus ojos o el imperceptible movimiento de Toga para aparentar normalidad. Kaminari también aflojó su agarre, y al mirar por encima de su hombro descubrió la presencia de uno de sus profesores.

—Las clases ya han terminado por hoy —dijo Aizawa-sensei con una voz monótona pero no carente de advertencia—. ¿Qué hacen aquí?

—Jugo —mostró Kaminari la botella que lo había ocasionado todo, y aprovechando la oportunidad que se les presentaba, jaló de Katsuki utilizando toda su fuerza para movilizarlo y los alejó a ambos de ahí.

Quizá del epicentro de la pelea, pero no del ring de lucha al que ahora Katsuki había anunciado su regreso.

—Tienes que estar loco para hacer lo que hiciste. Mira que de entre todos los alumnos golpear precisamente a Shigaraki —dijo Kaminari apenas dieron vuelta en el siguiente corredor, y con temblores incontrolables se resistió a soltarlo—. ¿Es que acaso quieres morir? ¿Y qué era esa amenaza de antes? ¿Es que no sabes lo que le hicieron a Mineta?

—Mineta hizo lo que hizo por su propia cuenta —gruñó Katsuki, sólo convencido a medias—. Y en todo caso, Shigaraki y yo tenemos cuentas pendientes.

—Por Deku —dijo Kaminari, no como pregunta sino como afirmación—. ¿Qué fue eso de antes?

Katsuki lo ignoró e intentó caminar sin rumbo fijo, pero Kaminari se lo impidió.

—¿A dónde vas? Todavía tenemos sesión con la banda.

Con una ceja arqueada, Katsuki preguntó: —¿Y crees poder tocar así? Mira tus manos.

Kaminari se observó las manos temblorosas, pero se aferró a la botella de jugo con ambas y la apretó contra su pecho.

—Lo mismo podría decir de ti.

—Yo no-.... —Pero Katsuki calló al verse los nudillos y encontrar la piel pelada.

—Conocía los rumores. Incluso Mineta me lo contó algunas veces pero... —Kaminari exhaló con nerviosismo, y hundió los hombros como si de pronto temiera por su porvenir—. En verdad sabes pelear, Bakugou.

—Cállate. Tú no sabes nada.

—Los rumores eran ciertos...

—Que te calles, joder.

—Ahora estás en problemas —murmuró Kaminari con la vista desenfocada antes de clavar sus ojos en Katsuki y verlo por primera vez bajo una misma luz—. Tenemos que hablar con Kirishima.

—¿Tenemos? No te sumes a mis problemas.

—Y también con Sero y Tokoyami —prosiguió Kaminari, ignorándolo—. Shigaraki irá detrás de ti. Él y su pandilla de esbirros.

—¿Escuchas siquiera lo que dices?

Pero Kaminari se le adelantó colocando su mano en su hombro, y con una seriedad que hasta entonces no le conocía, hizo sentir a Katsuki como lo mejor y lo peor con una misma frase.

—No te preocupes, somos tus amigos, te cuidaremos la espalda.

Que fuera o no lo que Katsuki quería, es lo que tenía.

 

Katsuki creyó ilusamente que conseguiría escaparse de la realidad de sus actos, pero incluso si faltó al ensayo con la banda e ignoró las docenas de mensajes que sin parar llegaron a su móvil por gran parte de la tarde y de la noche hasta que se fastidio y lo puso en silencio, no pudo escabullirse de Kirishima y el resto de idiotas a los que llamaba amigos, y que a la mañana siguiente ya tenían por cortesía de Kaminari los pormenores de su encuentro con Shigaraki.

—No estoy a favor de la violencia —dijo Kirishima a la hora del almuerzo, todos reunidos bajo el mismo árbol de siempre en una reunión de emergencia—, pero si lo que Shigaraki pretende es hacerte pagar... Entonces primero tendrá que vérselas conmigo.

Katsuki puso los ojos en blanco. Kirishima tenía músculos, y al parecer lo único bruto no era su fuerza. Tal vez el exceso de batidos de proteínas habían acabado por matarle el último par de neuronas de raciocinio, porque sólo así conseguía justificar que el normalmente sereno y autoproclamado mejor amigo suyo estuviera lanzando amenazas así como si nada.

—Sólo no olvides que Toga tiene una navaja —le recordó Kaminari—, y que para nada eres de piedra o tienes poderes de endurecimiento...

—Igual y lo mejor que podríamos hacer es mantener un perfil bajo y, no sé, dejar que Shigaraki se olvide de Bakugou —sugirió Ashido, mucho más práctica que los chicos de su grupo, pero fue precisamente Yaoyorozu quien descartó esa posibilidad.

—No funcionaría —dijo la chica con un suspiro—. Tendrías que estar en el mismo salón que él para entenderlo.

—Shigaraki es cruel —confirmó Jirou con una mueca de desagrado—. Todavía recuerdo cuando en primero año ‘accidentalmente’ le rompió 3 dientes en clase de educación física a Takada sólo porque se interpuso en su camino.

—Oh, recuerdo ese incidente —dijo Sero con el ceño fruncido—. Su tutor armó un escándalo cuando el director habló de expulsar a Shigaraki, y al final no ocurrió nada. Se salvó por medio de sus influencias, tan injusto...

—Es por eso que tenemos un aula de medios de última tecnología —gruñó Kaminari, que estaba mucho más al tanto de ese asunto de lo que se le daba crédito—. Todo mundo lo sabe: Shigaraki es intocable porque su tutor es un político corrupto que todo lo arregla con dinero.

—Esas acusaciones nunca han sido corroboradas... —Dijo dubitativa Yaoyorozu, y se apresuró a aclarar—: No es que lo esté defendiendo, pero nadie puede en realidad enfrentarse a ellos sin pruebas.

—Eso es porque pagan para eliminarlas o hacen callar a sus víctimas con más dinero o intimidación —dijo Tokoyami. Lo usual era que éste se mantuviera callado y participara apenas lo indispensable, así que su declaración atrajo la atención de todos.

—¿Pero cómo sabes eso? —Inquirió Sero.

—Hawks —fue la simple respuesta de éste.

«Ah, eso explica bastante», pensó Katsuki. Hawks era a grandes rasgos uno de los personajes más interesantes que Musutafu tenía para ofrecer. Hasta donde recordaba de su historia personal, había sido una especie de niño genio que una familia rica había adoptado con la intención de ofrecerle una mejor vida y que había resultado ser a la inversa cuando a la edad de 12 creó una de las redes sociales más populares de Japón. Desde entonces había prescindido de estudiar más allá de la secundaria, enfocándose en crear su primera empresa a los 14 y cotizar en la bolsa internacional. Hoy en día apenas contaba con 22 años de edad, pero ya había amasado una fortuna considerable y no estaba en sus planes detenerse. En un acuerdo que tenía con varias escuelas, Tokoyami había sido estrictamente seleccionado por Hawks en un programa especial para mentes brillantes que éste mismo había lanzado años atrás.

La gran mayoría seguía sin comprender qué finalidad tenía o cómo pretendía conseguirlo, pero daba lo mismo: Tokoyami asistía a sus oficinas centrales de 2 a 3 veces por semana y eso era todo. En sus palabras, lo único que hacían era programar y aprender de computadoras, un tema para el que el resto de sus amigos no tenía mayores conocimientos más allá de los básicos, pero que de pronto Tokoyami revelara algo de su internado con Hawks o lo que éste sabía de los Shigaraki de pronto despertó el interés de todos por igual. Katsuki incluido.

—¿Qué sabe Hawks de los Shigaraki? —Preguntó Kirishima por todos los ahí presentes, y Tokoyami se encogió de hombros.

—No lo sé con certeza. Pero tiene en su oficina un enorme archivo con su nombre y no para de trabajar en una carpeta recopilando información. No puede ser nada bueno, porque he visto varios detectives por su oficina y las veces que he pasado a servir el té mencionaron el apellido Shigaraki en varias ocasiones.

Sero exhaló un silbido de admiración. —Sería genial ver el día en que ese plasta de Shigaraki caiga.

—¿Hablas de Tomura Shigaraki o de su tutor? —Preguntó Yaoyorozu, pero su pregunta no requería de una aclaración. Ambos eran excelentes candidatos para pagar las fechorías que se les imputaban.

—En verdad que no entiendo qué diantres hacías con ellos en secundaria —dijo Kirishima de golpe y porrazo al dirigirse a Katsuki, y éste tensó la espalda porque nunca de los nuncas había mencionado que así fuera.

—¡Eijiro! —Le amonestó Ashido, pero era demasiado tarde.

Katsuki entrecerró los ojos, y miró a sus amigos por turnos. Todos y cada uno de ellos revelaron con sus acciones, gestos y silencio lo que él ya se temía.

—Entonces... Lo sabían —masculló Katsuki—, y no dijeron nada.

Ahí estaba. El momento que más había temido en su nueva vida había llegado. La pantalla que tan cuidadosamente había colocado Katsuki tras su pasado se había rasgado, y cualquiera podía ver a través de ella hacia las vergonzosas acciones de su yo de por aquel entonces.

Con el rostro ardiendo de humillación por tener que reconocer la persona que alguna vez había sido y que no era mejor que el detestable Shigaraki del presente, Katsuki apretó la mandíbula en espera de la primera de sus recriminaciones.

—No había nada que decir —explicó Jirou—. Los rumores en torno a tu persona eran demasiado... horribles para creerse a simple oídas.

—A mí me contó todo Mineta —dijo Kaminari, tapando los restos de su bentou con la tapa y colocándolo de vuelta en su bolsa del almuerzo—. Lo malo, y también lo bueno.

—Qué pudo haber de bueno. Patrañas —escupió Katsuki, dispuesto a ponerse en pie y retirarse, pero la mano de Kirishima se ciñó con fuerza a su muñeca y se lo impidió.

—No, no te vayas así —dijo Kirishima, que pese a todo, era quien mejor lo conocía. Después de Deku, claro está, y tenía claro que si le permitía marcharse así corrían el riesgo de que Katsuki no volviera. En un sentido figurado. Porque lo tendrían en clase, en su mismo pupitre de siempre, pero no sería el mismo; se recluiría en el interior de su concha y nada ni nadie podrían convencerlo de volver a salir—. Ya hemos abierto esta caja de Pandora, ahora no hay marcha atrás.

Katsuki aspiró hondo, y con una resignación absoluta de tener que pagar con su amistad los pecados que había cometido durante los primeros 15 años de su vida, soltó la carga que aplastaba su pecho.

—Todo lo que hayan podido escuchar respecto a mí... Lo malo, lo feo, lo terrible... Seguro que todo es verdad. Yo... —Katsuki se humedeció el labio inferior con la punta de la lengua—. Solía ser parte de la pandilla de Shigaraki, y juntos atormentábamos a cualquiera que se cruzara por nuestro camino. Daba igual de quién se tratara, se lo hacíamos pagar y... Muchas de esas veces no fue otro más que Deku.

—Oh —musitó Jirou.

—Eso explica algunas cosas —agregó Ashido en voz baja.

—Pero todo eso está atrás, ¿o no, Bakugou? —Intentó Kirishima aliviar la atmósfera pesada que se había instaurado sobre todos ellos, pero sus palabras fueron recibidas con más silencio—. Tú ya no eres así. Shigaraki no es tu camino. Haz cambiado.

—Eso último... He puesto de mi parte para cambiar, pero eso no borra el pasado. No arregla las cosas. No-...

—No le devuelve la vida a personas como Mineta —dijo Kaminari, que se cubrió los ojos con la mano.

—Denki... —Musitó Jirou al acercarse a él y con delicadeza abrazarlo.

—Tienes razón —admitió Katsuki la parte de culpa que le correspondía—. Deku solía proteger a Mineta, y era la combinación perfecta para mí y Shigaraki. Ensañarnos con ellos era nuestro pasatiempo favorito, y... No nos importaban las consecuencias. Cómo ves, no somos tan diferentes.

—Pero no vi a Shigaraki en el funeral de Minera —insistió Kirishima—. Él no estaba ahí, y tú sí.

—Era la culpa hablando.

—¿Y qué con eso? —Se acaloró su amigo—. La indiferencia habría sido peor. Al menos fuiste, estuviste en casa de los Mineta y trataste de hacer las paces con tu pasado. Sólo por eso eres mejor persona de lo que alguna vez Shigaraki llegará a ser.

—Déjalo, Kirishima —dijo Kaminari, que levantó el rostro y mostró sus ojos mojados—. Si es como Bakugou dice, no somos nosotros sus víctimas para perdonarlos. Puede que sea demasiado tarde con Mineta, pero todavía tiene a Deku con quién disculparse.

—Seguramente Bakugou ya lo ha hecho, ¿verdad? —Intervino Yaoyorozu, pero los labios apretados de éste revelaron su respuesta.

—No es... Yo no... Lo he hecho por partes y...

—Si quieren mi opinión —dijo Tokoyami, actuando como la voz de la razón—, ese asunto no nos concierne en lo absoluto a nosotros. Es entre Bakugou y Deku. Y por el resto... Es evidente que ya no eres la misma persona que en secundaria. Nadie de los aquí presentes ha cambiado más que tú, y eso es de elogiarse. Haz hecho un esfuerzo consciente por enmendar tus maneras y dar todo de ti para dejar atrás el pasado. Por supuesto, no es un camino lineal ni mucho menos fácil, pero hoy has dado un gran paso al no negarlo más porque es imposible borrarlo, y en cambio lo asumes.

Sero agregó. —¿No nos habías contado nada de esto porque temías nuestras reacciones o porque ya no eras más esa persona que estaba a la par con Shigaraki?

Frente a la opción fácil que su amigo le presentaba, Katsuki hizo de tripas corazón con su orgullo y fue sincero.

—Ambas. No estoy para nada orgulloso de la persona que solía ser. Me avergüenzo de mis ideas y acciones, del daño que causé, y quería un nuevo comienzo en preparatoria. Y lo conseguí, me salí con la mía, y... Di por sentado que podría seguir ignorando todos los primeros años de mi vida hasta que...

—Hasta que Mineta lo arruinó para ti, ¿uh? —Gruñó Kaminari, pero no había verdadera inquina en su tono de voz—. Bastante caro el precio de tu redención, ¿eh?

Katsuki no respondió nada, y la atmósfera que sobre ellos se había apoderado quedó así cuando la campana de clases les indicó que era hora de volver a su aula.

Rezagándose y con pies pesados, Katsuki se preguntó por primera vez si estaba a punto de quedarse solo; si de una vez por todas, era momento de asumir la carga de su culpa para pagar por sus pecados.

 

/*/*/*/*

Notas finales:

Y parecía que el pasado estaba en el pasado, pero no. Por mucho que Katsuki quiera cambiar de página y esconder todo bajo el tapete, las acciones de su pasado tienen que resarcirse. Ah sí, y tiene que lidiar con Shigaraki...

Graxie por leer, nos vemos el sábado (con comentarios) o el próximo jueves (sin)~!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).