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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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16.- La calma antes de la (literal) tormenta.

 

El verano comenzó y Katsuki descubrió que no tenía ningún plan concreto para las aburridas semanas que tenía por delante.

Siguiendo la sugerencia de sus padres por no holgazanear todo el día y pasarlo encerrado en su habitación en completa insolación, Katsuki aceptó una especie de empleo informal con la vecina de la esquina, una anciana que ya se acercaba a su centenario y que tenía el jardín trasero como una selva amazónica en pleno distrito residencial de Musutafu. Al parecer, a la anciana (Shuzenji-san, según se presentó) le bastaba con que podara el césped y los arbustos que se habían salido de control desde que su hijo se mudó a Kyoto y nadie más pudo darle mantenimiento al patio, pero Katsuki se tomó como un reto personal convertir el espacio en un sitio agradable.

Con la aprobación de Shuzenji-san, que escuchó con atención su propuesta porque incluía planos y presupuestos, Katsuki se puso manos a la obra.

Durante esa primera semana de vacaciones, Katsuki se dedicó a limpiar el espacio. Arrancando toda mala hierba que se cruzara por su camino y recortando las ramas excedentes de los árboles. El suelo tenía una capa tan gruesa de hojarasca entre seca y húmeda que hicieron falta media docenas de bolsas de basura jumbo para sacarlo todo a la calle y hacer que se lo llevara el recolector de basura, y sólo entonces se topó Katsuki con la novedad de que en el centro del jardín había un viejo estanque de considerable tamaño que hasta ese momento había pasado por alto. Algo así como 2.5x4 que se había secado y no contenía nada salvo basura, pero que podía rehabilitarse.

—Mi marido era quien tenía peces ahí —le contó Shuzenji cuando salió a ver los avances de su jardín y le sirvió a Katsuki un bien necesitado vaso de té helado para refrescarse—. Eran su obsesión, ¿sabes? Y me puso triste tener que deshacerme de Tsubaki y Goroneko, pero por aquel entonces no podía hacerme cargo de ellos como era debido.

—¿Tsubaki y Goroneko? —Repitió Katsuki los nombres sin terminar de entender a quiénes se referían.

—Eran sus peces koi favoritos. Ambos tenían más de 30 años viviendo con nosotros, y debes creer que reconocían la voz de mi difunto esposo cuando salía al jardín a alimentarlos, pero cuando se murió su deseo de vivir en esta casa también lo hizo. Un conocido nos ofreció adoptarlos en su estanque, y desde entonces viven con él. Debe de ser eso por lo menos unos 10 ó 15 años atrás. La fecha exacta no la recuerdo. Mi marido murió hace 17 años, pero.... —Shuzenji exhaló—. No importa. No quiero aburrirte con historias del pasado.

—¿Entonces qué debería hacer con el estanque? —Preguntó Katsuki, a quien de pronto no le sentaba bien la idea de rellenarlo con tierra y fingir que no existía.

Shuzenji pareció pensárselo por largos minutos hasta que al final hizo una pregunta de su cosecha: —¿Sabes algo de carpas?

—No, pero tampoco sabía de jardinería y supe improvisar.

—Bien. —Shuzenji asintió para sí—. De momento terminemos el jardín y al final tomaremos una decisión con el estanque.

—Vale.

Con renovados bríos mientras fantaseaba con el estanque, Katsuki terminó con el último día de esa semana a limpiar el jardín, de tal modo que comenzó el siguiente lunes con la relajante tarea de visitar el vivero y elegir con presupuesto ilimitado toda planta que a su consideración entonara con la imagen que quería crear en el jardín de su empleadora. La misma Shuzenji le había dado carta blanca, con la condición de pasar de un típico jardín minimalista sin apenas plantas y más similar a lo que se vería en un templo budista. Ella quería arbustos, flores, sombra y buenos aromas en primavera, así que Katsuki trazó un plan respecto a las plantas que pretendía plantar, y no volvió sino hasta mediodía montado en el camión de reparto del vivero porque había comprado además de eso la tierra y las piedras de ornato.

Las dos siguientes semanas de su vida se contaron entre las más cansadas y también satisfactorias. Katsuki aflojó la tierra y la fertilizó, además de cavar él mismo los hoyos y hacerse acreedor del dudoso honor de tener tierra debajo de las uñas de la que creía jamás poder librarse. Sin tomarse un día de descanso, Katsuki se encargó de día a día trabajar desde el amanecer hasta el anochecer ignorando el cansancio de sus músculos o las ampollas en la palma de sus manos, siempre con una expresión seria pero serena, y sin una queja en los labios.

A cambio, Shuzenji le proveyó de dos comidas y un tentempié diario, además de abundantes líquidos y el constante recordatorio de utilizar sombrero, manga larga y bloqueador solar, de tal modo que al final de esas dos semanas seguía tan pálido como en un inicio.

El jardín había dado un giro radical con respecto a lo que era, y durante su cuarta semana con Shuzenji, Katsuki ya se sentía lo suficientemente informado respecto a los estanques, las carpas y el ecosistema que necesitaban para sobrevivir, cuando de pronto sus planes sufrieron un revés para bien.

Katsuki había ido a la tienda de conveniencia a comprar un paquete de flanes que ese día estaban en oferta, cuando en el tablero de anuncios leyó de pasada la petición de una joven madre de dos niños que tenía media docena de tortugas de agua que habían crecido demasiado grandes para su estanque miniatura y que buscaba un alma caritativa que se ofreciera a darles un hogar permanente. El único requisito era tener un estanque en casa, y como atraído por el mensaje, Katsuki le tomó una fotografía y pasó a casa de Shuzenji a preguntarle qué le parecía a ella ese cambio de planes que parecía motivado por la buena estrella que había acompañado a su proyecto.

Shuzenji por supuesto estuvo de acuerdo, y antes de 24 horas ya tenían las tortugas en una bandeja con agua y estaba Katsuki dentro del estanque lavando las piedras y preparando el espacio para recibir a sus nuevas residentes de planta.

Katsuki requirió de muchas más lecturas para preparar el ecosistema de sus nuevas inquilinas, pero resultó ser una tarea divertida cuando por fin llenó el estanque con agua y les dio el primer chapuzón. El nivel del agua quedó diferente en varias áreas con la intención de que tuvieran espacio para asolearse y otros para nadar, y las tortugas parecieron comprenderlo casi al instante.

—Es un excelente trabajo el que has hecho aquí —lo elogió Shuzenji al salir con él a beber té y comer bolas de onigiri que había hecho para ambos.

—Seh, ha sido divertido... ¿Ya ha pensado qué nombre ponerles a las tortugas?

—Ellas no me lo han dicho todavía.

Katsuki analizó aquella oración, pero cansado como estaba sólo asintió. —Mmm...

—Ahora que por fin has terminado aquí podrás disfrutar de tu verano como cualquier otro preparatoriano —dijo Shuzenji, pero Katsuki se encogió de hombros.

Si bien una gran parte de que se hubiera lanzado de cabeza a ese proyecto de jardinería era que disfrutaba hacer cosas en las manos y pasar el tiempo del aire libre, una porción sustancial de sí también tenía que ver con el hecho indiscutible de que estaba evitando a sus amigos. No deliberadamente al menos, sólo como consecuencia de su empleo de verano.

Y es que las salidas eran casi siempre entre parejas, con Kirishima y Ashido como los instigadores de esas reuniones, y Kaminari y Jirou haciendo la segunda voz ahora que oficialmente estaban juntos. Según entendía, el resto de sus amigos también se les sumaba, pero sus salidas eran casi siempre a cafeterías y parques de diversiones en los que era necesario asegurar compañía doble porque apenas así obtenían los mejores descuentos y promociones.

Además, también estaba el hecho de que Izuku y sus amigos se sumaban a esas salidas más veces que no. Katsuki lo tenía por claro gracias a las fotografías que se subían a su grupo de Line, y no había que ser un genio para corroborar que el Izuku de esas imágenes sonreía a pesar de no tener a su novio con él.

A juzgar por las fechas, Todoroki seguro ya había vuelto de su campamento de béisbol, y esa había sido una razón más para que Katsuki no estuviera de ánimo para aceptar sus invitaciones a salir.

—Has hecho un excelente trabajo aquí —dijo Shuzenji, sacando a Katsuki de su mutismo y entregándole un sobre que por su grosor no costaba adivinar qué contenía.

—Oh, no es necesario —intentó Katsuki negarse. Ese no era parte del trato. Sus padres se lo habían advertido desde el inicio, que Shuzenji quería quién le echara la mano con su jardín, no contratar a alguien de tiempo completo para esa labor.

—Insisto —presionó la mujer, colocando el sobre en la palma de su mano y colocando la otra encima—. Así podrás llevar a una linda chica a una cita. Es verano después de todo, tiempo del amor.

—No me interesan las chicas —dijo Katsuki con ánimo de enfatizar que tenía cosas mucho más importantes en las que centrar su atención, pero Shuzenji dio en el clavo con su siguiente observación.

—Bueno, entonces un chico. Son tiempo modernos. Sólo diviértete.

Katsuki se atragantó con su saliva y enrojeció. —Yo-...

—No tienes que explicar nada —se apresuró Shuzenji a tranquilizarlo—. Y tampoco es algo de lo que debas sentirte avergonzado. Tienes un excelente par de padres que te aman, así que al menos en ese aspecto puedes estar tranquilo. Yo por mi parte... —Dijo al ponerse de pie y hacer que algunos de sus viejos huesos crujieran por las coyunturas—. Estoy lista para una siesta. Por hoy hemos terminado, pero siéntete libre de volver cuando quieras. Quizá para entonces las tortugas decidan contarnos sus nombres.

—Ok...

Y con un extraño sentimiento en el pecho que sólo después podría Katsuki clasificar de satisfacción, cogió su dinero y salió del terreno de Shuzenji con intenciones de hacer buen uso de sus vacaciones de verano.

De las dos semanas que le quedaban, al menos.

 

De entre sus contactos, Katsuki eligió justo aquel que le había enviado esporádicos mensajes para cerciorarse de su persona.

 

KB: Hey, ¿ocupado?

IM: ¿Ahora mismo o...?

KB: Ahora mismo, más tarde, mañana.

KB: ¿Lo estás o no?

KB: ¿Ya volvió ese novio tuyo de su campamento de verano?

IM: Volvió y después se marchó con su padre a los Estados Unidos para visitar unos estadios, asistir a unos cuantos partidos y creo que conocer familia que tienen afincada por allá.

IM: Respecto a tu otra pregunta... estoy libre.

KB: Genial.

IM: ¿Por qué? ¿Acaso propones algo?

KB: Los idiotas de mis amigos me invitaron al cine con ellos, pero pretenden que me siente dos horas para ver una película de romance y eso no va a ocurrir.

KB: Vi la cartelera y a la misma hora van a pasar una de las viejas películas de All Might.

KB: No es ni siquiera de sus mejores películas, pero pensé que podría interesarte.

IM: ¡SÍ! ¡IRÉ CONTIGO! ¿A QUÉ HORA? ¿DÓNDE? ¿Y CUÁNDO?

 

Con una media sonrisa de satisfacción, Katsuki le envió la información y después se acostó de espaldas sobre su cama con los brazos extendidos a cada lado. Extrañamente, con un cosquilleo en el estómago que poco tenía que ver con faltaran menos de dos horas para verse en la plaza comercial de Musutafu, o al menos eso quería creer Katsuki...

En cualquier caso, con un subidón de energía y adrenalina, Katsuki decidió que iba a darse un baño. Y a ponerse sus mejores ropas. Y quizá a darse una rociada de esa loción que su madre le había regalado la Navidad pasada con instrucciones de no apestar.

Ignorante de que sus acciones lo hacían parecer nervioso por una especie de cita que no podía ser tal porque él e Izuku eran amigos (por no mencionar que éste tenía ya un novio en Todoroki), Katsuki se sentó de golpe en su cama, se dio unos golpecitos en las mejillas para despertar de su ensueño, y se puso manos en acción para estar listo y llegar a la plaza antes que nadie.

Jamás lo admitiría ante nadie, pero... Luego de 4 semanas de ausencia, moría por ver a Izuku.

 

Katsuki llegó al punto designado como de reunión al mismo tiempo que Iida y Uraraka, y ahí donde el primero lo saludó con la cortesía que lo caracterizaba, la chica en cambio torció el gesto pero al menos no dijo nada.

—Faltan al menos 15 minutos para que lleguen los demás —dijo Iida, consultando su reloj antes de ponerse en pie—. Iré al sanitario.

Uraraka abrió la boca, pero antes de poder decir algo, Iida ya se había marchado a grandes zancadas del sitio junto a la fuente en la que los 3 habían decidido sentarse.

A solas con la chica que ciertamente lo detestaba (y con justificación), Katsuki optó por mantener un perfil bajo y no atraer la atención hacia él, pero claro, Uraraka era una entrometida de lo peor, y a la menor oportunidad se giró hacia él y preguntó:

—¿Así que es cortesía tuya que de pronto Deku decidiera venir con nosotros?

—No tengo ni la menor idea de qué hablas —respondió Katsuki, dispuesto a no caer en su provocación.

—¿Ah no? Porque Deku no había parado de darnos excusas para salir con nosotros en estas últimas semanas, y resulta demasiado conveniente que hoy que vienes él también lo haga.

—Simple casualidad.

—No cuando además me llama para preguntar qué ropa debería ponerse y al final decide que un corte de cabello es su mejor opción.

—¿Izuku se cortó el cabello? —Preguntó Katsuki con asombro, de pronto intrigado.

—Eso parece ser... Y es obra tuya.

—Yo no lo dije que hiciera nada, y una mierda —masculló Katsuki lo último, cruzándose de brazos y hundiendo los hombros.

—Puede que no, pero quiere verse bien para ti. Y eso no me gusta —dijo Uraraka en idéntico tono malhumorado y entre dientes—. ¿Es que acaso no sabes mantener tu distancia? ¿De nada sirvió la charla que tuvo Todoroki contigo?

—¿Así que tú lo enviaste?

—¡No! —Se defendió la chica—. Todoroki puede tomar sus decisiones por sí mismo, pero al igual que yo, cree que tú y Deku harían mejor en mantenerse separados. Cualquier que sepa su historia completa pensaría lo mismo.

Katsuki rechinó los dientes. —Esa es tu opinión. Porque nadie vivió lo que nosotros, y si ni Izuku o yo queremos eso, nadie, y escúchalo bien, nadie, pero sobre todo tú o Todoroki pueden impedírnoslo, ¿está claro?

Ya fuera porque Katsuki se imponía frente a ella o porque el fuego en su mirada pronosticaba problemas para cualquiera que intentara interponerse entre él e Izuku, Uraraka contuvo el aliento y apretó los labios en una fina línea.

—¿A t-t-ti...? —Uraraka consiguió articular luego de varios intento—. A ti todavía te gusta Deku, ¿verdad?

—¿Qué es para ti? —Gruñó Katsuki—. No es de tu incumbencia.

—¡Es mi amigo! —Replicó la chica en voz baja pero acalorada—. Y quiero lo mejor para él.

—¿Y yo no lo soy? Porque pareces estar muy convencida de saber lo que es mejor para Izuku como si se tratara de un crío pequeño y tú fueras su madre.

—Dime tú —rebatió Uraraka—. Lo lastimaste, lo rompiste el corazón, lo abandonaste... ¿Mereces una segunda oportunidad sólo para tu satisfacción personal? Tal vez pienses que soy una entrometida, y lo soy, pero ustedes dos se han hecho demasiado daño...

—Izuku jamás me ha lastimado.

—¿Ah no? Porque tenía la impresión de que eres de ese tipo de persona, incapaces de sobrellevar la menor ofensa y a cambio te desquitas 10 ó 20 veces lo que consideras que recibiste de daño. Puede que me equivoque, pero puede que no...

Aturdido, Katsuki absorbió aquellas palabras de Uraraka en su interior y permitió que resonaran en su psique. Algo en todo aquello tenía toques de epifanía, pero el momento llegó a un abrupto alto cuando con Iida volvió Tokoyami, y al cabo de unos minutos sus dos grupos de amigos convergieron hasta formar uno.

Izuku fue el último en llegar, y tal como había dicho Uraraka, se debió a que recién había vuelto de cortarse el cabello, y el look le sentaba más que bien. A diferencia de la mopa que llevaba en primaria y secundaria, Izuku tenía ahora un corte más a la moda, y su paso por la peluquería había afilado las orillas. Con los costados rasurados y el cabello restante formando una corona, Katsuki lo encontró más atractivo que nunca, en especial por el rubor que le subió al cuello y se implantó en sus orejas cuando las chicas se acercaron a inspeccionarlo y declararon que le sentaba de mil maravillas.

Con una rápida mirada en su dirección Izuku buscó los ojos de Katsuki, y en su rostro aparecieron dos manchones rojos sobre sus mejillas.

—Te sienta bien, nerd —dijo Katsuki en voz baja, extendiendo una mano para tocar un rizo que caía alborotado sobre su oreja.

—Vale, que se nos hace tarde para comprar los boletos y los snacks —interrumpió Uraraka, interponiéndose entre Katsuki e Izuku al colgarse del brazo de éste último y avanzar a la fila de la taquilla.

De hecho, todavía tenían casi una hora por delante antes de que empezaran las funciones, pero en días de verano como ese, lo mejor era llegar con tiempo de anticipación si es que no querían verse atascados en las interminables filas.

Hasta el momento de pagar en taquilla, nadie supo que Katsuki e Izuku entrarían a otra función, y aunque en un inicio la sorpresa no le sentó bien a todos, fue Katsuki el que se encargó de calmar los ánimos.

—Sólo a las parejas les pueden interesar esa clase de películas románticas, ew —declaró con desparpajo—. Además, Izuku y yo vinimos por All Might. No es como si fuera el fin del mundo, y las funciones terminan a la misma hora, así que nos veremos justo aquí al terminar.

—Si lo pones así... —Dijo Iida, quien era el que más tenso se había puesto con el repentino cambio de planes.

—¿Estarás bien, Deku? —Preguntó Uraraka en voz baja a éste, e Izuku le sonrió.

—Claro, ¿por qué no habría de estarlo? Me divertiré viendo a All Might, ustedes hagan lo mismo en su película.

—Vale, vale —presionó Kaminari a que se movieran a la fila de los snacks—. No hagamos un drama de esto.

—No coman demasiadas golosinas —les recordó Yaoyorozu—. No olviden que después pasaremos a comer ramen.

—No es necesario recordárnoslo a cada rato —gruñó Katsuki, pero de buen humor.

Él e Izuku quedaron rezagados en la fila, pero eso sirvió para su propósito de pasar tiempo con él sin la intervención constante de Uraraka.

—Ah, no sé si podría comer palomitas y refresco además del ramen —dijo Izuku leyendo la lista de productos y precios.

—¿Es por dinero? Yo puedo-... —Empezó Katsuki, pero Izuku le corrigió.

—No, es más bien falta de estómago.

—¿Podríamos compartir?

—¿No te importaría?

—Nah. Pide lo que quieras. Yo invito.

—Pero-...

—Sin ‘peros’. Trabajé todo el mes y ahora tengo dinero con el que no sé qué hacer. Esta venida al cine corre por mi cuenta, ¿ok?

—Uhm, ok.

Mientras esperaban a pasar a cajas, conversaron de sus respectivas vacaciones (Izuku había salido a correr todos los días como parte de su nuevo régimen de entrenamiento), y una vez en el mostrador pidieron unas palomitas medianas para los dos y dos refrescos chicos. Katsuki además pidió una caja sorpresa de golosinas All Might que el cine vendía como promoción especial por el reestreno de la película, y se la entregó a Izuku apenas pagó por ella.

—¿En serio?

—Tómala antes de que me arrepienta.

—Gracias, Kacchan.

Una vez que todos pasaron por refrigerios, fue Yaoyorozu la que les recordó reencontrarse en ese mismo lugar en exactamente dos horas.

—Vamos —dijo Katsuki a Izuku—. Ocupemos nuestros asientos.

Por tratarse de una película animada, su duración era menor que la película de romance que iban a ver sus amigos, pero eso no les impidió sentarse en la sala y disfrutar de la quietud. Más tarde se llenaría de adolescentes como ellos que vivían la nostalgia al tope y críos pequeños con sus padres que eran la nueva generación de fanáticos de All Might, pero de momento, eran sólo ellos dos en aquella enormidad de sala que por su equipo de sonido emitía las canciones más reconocidas de la franquicia.

—Ah, me encanta ese ending. Es de mis favoritos de la serie original —dijo Izuku al sonreír, y por lo bajo tararear unas cuantas estrofas—. Me trae muy buenos recuerdos, ¿sabes?

—Yo sólo tengo esta imagen de nosotros dos en el parque, colgando de cabeza de las barras mientras cantábamos esa canción —confesó Katsuki, e Izuku se giró hacia él con expresión de asombro.

—¡Eso mismo recuerdo yo! Fue la única vez que yo gané una competencia entre los dos, porque te caíste de la barra y traías aquella raspadura fea en el muslo.

—Recuerdo que me ayudaste a limpiarla en el bebedero y que...

—Seh, eso también —murmuró Izuku, pues siguiendo un impulso sin filtros se había inclinado sobre Katsuki y plantado un beso en su herida igual que hacía su mamá con él cuando se raspaba. La memoria era a la vez que enternecedora también un tanto bochornosa para los dos adolescentes que eran ahora.

—Nos divertíamos bastante de críos, ¿no crees? —Intentó Katsuki desviar un poco el tema.

—Vivimos toda clase de aventuras —confirmó Izuku—. Solos tú y yo.

«Hasta que apareció Mineta», pensó Katsuki con amargura, y la visión idílica de sus memorias de infancia se evaporó en un santiamén. Claro, porque Mineta había aparecido en sus vidas y roto la perfecta burbuja que sólo contenía a Katsuki e Izuku en armonía. Kacchan y Deku.

—Tu rostro... —Musitó Izuku—. De pronto cambió.

—Lo siento.

—¿Dije algo que te molestó?

—No. Es decir... La nostalgia no es lo mío.

—Ya veo...

—Sin embargo... Mamá tiene un par de álbumes fotográficos de cuando éramos un par de críos. Desventajas de ser hijo único y que mis padres estuvieran tan obsesionados con su cámara, ¿eh? —Intentó Katsuki imprimirle un tono indiferente—. Si alguna vez quisieras verlas...

—Wow, ¿en serio puedo?

—Claro. Puedes pasar cualquier día. Puede que hasta podamos, erm, ver una película o sólo, uhm, pasar el rato juntos —dijo Katsuki, e Izuku se mordisqueó el labio inferior mientras consideraba sus opciones. Un leve murmullo consiguió emanar de su boca, quizá porque la costumbre de murmurar para sí era una que nunca había conseguido superar del todo, pero algo que en secundaria Katsuki había fingido encontrar molesto, era ahora lo que más le gustaba de él.

—Supongo que sí. Podría pasar una tarde por tu casa.

—Cuando quieras, yo-... —Articuló Katsuki antes de que la puerta a la sala se abriera y un tropel de críos de todas edades entraran acompañados de un puñado de adultos que a todas luces eran sus cuidadores y tenían aspecto de estar en las últimas hebras de su paciencia.

—Mira eso, Katsuki —señaló Izuku en dirección a uno de los niños más pequeños del grupo, que iba vestido con uno de los tantos trajes de All Might. Si a Katsuki no le fallaba la memoria (y no podía ser el caso considerando cuán fan era de la franquicia) era el disfraz de su época de bronce en la tercera temporada de la serie original.

—¿Qué, quieres uno en tu talla? —Le chanceó con un entrechocar de sus hombros, e Izuku le sorprendió con una sonrisa traviesa.

—Si no fuera porque me vería de lo más ridículo, puedes apostar que sí.

Pronto la sala comenzó a recibir más visitantes, al punto en que no quedó ningún asiento vacante y conversar de volvió un problema con el exceso de ruido. Katsuki sólo esperaba que durante la película ninguno de los críos tuviera un acceso de llanto o se soltara dando gritos, pero sus miedo resultaron infundados cuando la luz en la sala se apagó y en la pantalla apareció el logotipo de su héroe favorito.

Lo siguiente fueron casi 90 minutos repletos de acción, explosiones, heroísmo, valentía, un par de chistes cursis y un momento épico cuando All Might consiguió derrotar a los malos y hacer que se arrepintieran por sus fechorías. Katsuki había sentido inquietud de ver la película y corroborar que las memorias de su niñez eran mucho mejores que la realidad, pero no fue el caso. All might continuaba siendo el héroe indiscutible de su infancia, y con el corazón latiéndole rápido en el pecho por la acción de la pantalla miró de reojo a Izuku, que se cubría la boca en la escena más significativa de la película y veía todo a través de unos ojos empañados de lágrimas.

Así era Izuku, lloraba a la menor provocación, pero Katsuki no se lo iba a echar en cara. En lugar de ello, puso su mano con la palma arriba en el muslo de Izuku y éste no hesitó en entrelazar sus dedos y apretar con fuerza. Lo mismo habían hecho una década atrás viendo la película rentada en la sala de los Bakugou, y repetir el gesto no tuvo mayor significado que el “me tienes, te tengo” que de críos había imperado entre los dos.

La pantalla se llenó entonces de la mejor escena jamás animada, y colectivamente todos en la sala contuvieron la respiración mientras All Might vencía a los malos con un épico puñetazo que finalizaba con la caída de una tormenta sobre la ciudad de Tokyo. Porque así de poderoso era, capaz de cambiar el clima con la fuerza de sus músculos.

—Eso ha sido... —Dijo alguien en la sala, y Katsuki rió entre dientes al descubrir que no era uno de los tantos críos asistentes, sino la mamá de uno de ellos, que tenía el rostro bañado en llanto y expresión de haber encontrado algo que le había cambiado la vida.

Un tirón en su mano lo hizo girarse hacia Izuku. —Es de mala educación espiar —le amonestó éste apenas moviendo los labios.

—Vale —respondió Katsuki de igual manera.

Los últimos 10 minutos de la película transcurrieron sin mayores incidente, pero nadie se levantó de sus asientos porque la canción final era un clásico sin importar si eras o no fanático de la franquicia. Con los ojos cerrados y recargado en su asiento, Izuku tarareó en voz baja la melodía, y Katsuki ni perdió oportunidad de contemplarlo con un leve rastro de sonrisa en su rostro.

Sólo hasta que la sala se iluminó y todos los asistentes comenzaron a levantarse abrió Izuku los ojos, e incluso entonces su expresión era indescifrable.

—Gracias por invitarme hoy a ver esta película, Kacchan —dijo Izuku, y Katsuki le sonrió abiertamente.

—Gracias por venir conmigo.

Soltando sus manos, los dos comenzaron a recoger los restos de su consumición para llevarlos a la basura, y con pisadas inciertas y ánimo de postergar la salida de la sala fue que aguardaron a ser los últimos en salir.

Como era de esperarse, sus amigos no habían terminado todavía con su propia función, pero eso importó poco cuando descubrieron que al lado del cine había una docena de máquinas gachapon y los premios no eran nada despreciables.

—¿En serio piensas gastar 500 yenes en esa máquina? —Inquirió Katsuki cuando Izuku hizo su elección, y éste asintió con la punta de la lengua presionando contra su labio superior.

—Son premios dobles —le recordó al señalar los enormes huevos de su interior, puesto que era una máquina para parejas y en lugar de un premio venían dos en su interior.

Izuku introdujo la moneda, hizo girar la palanca, y pronto bajó rodando un enorme huevo decorado en verde y naranja que auguraba un buen premio. Y no se equivocó. En su interior había dos figuras de All Might que hacían espejo una con la otra.

—Mmm, ten una —le ofreció Izuku a Katsuki una de las figuras, y éste le aceptó hesitante.

—¿Seguro?

—Claro. Puedes colgarla en tu mochila. Yo haré lo mismo.

—Ok. Pero al menos déjame pagarte la mitad de esa bola gachapon.

—No será necesario.

—Insisto.

—No. Tú ya pagaste los snacks, ahora es mi turno de darte un regalo.

—En ese caso... —Haciendo uso de su propia moneda de 500 yenes, Katsuki la depositó en su interior e hizo girar la manija. Esta vez una bola en rosa pálido y azul cielo bajó por la espiral, y al abrirla una carcajada salió involuntaria de su boca.

—Oh, tienes que ver esto —celebró Katsuki su premio doble, porque habían recibido dos All Mights vestidos con el típico traje de Sailor Moon, faldita de marinera incluida, con su tiara lunar, el báculo del poder, y su cabello peinado en dos coletas.

Izuku rió con él a carcajadas, y aceptó la figurita con promesa de colgarla junto a su otro All Might en la mochila.

—Ah, ahí están —se acercó de pronto Kaminari, echándoles los brazos alrededor de los hombros—. Los estábamos buscando para ir a comer ramen, ¿Y qué es tan divertido?

—No lo entenderías —dijo Katsuki, que compartió con Izuku una mirada y los dos volvieron a reír con ganas.

Kaminari les sacó la lengua. —Da igual, no me incluyan en sus bromas si no quieren —dijo de buen talante, y los 3 volvieron con su grupo de amigos dispuestos a continuar su tarde juntos.

A su salida del complejo, Tokoyami alzó la vista y contempló un par de nubes que en la distancia se arremolinaban y presagiaban problemas.

—Creo recordar que mencionaron esta mañana que un tifón se acercaba a Japón —dijo a nadie en particular, pero Kaminari se recargó sobre su hombro.

—Oh, si fuera el caso yo lo sabría. Me encanta ver el canal del clima cada mañana y antes de salir.

—No creo que llueva —dijo Ashido, aunque eso sólo le hizo ganadora de un par de miradas de escepticismo, porque sus predicciones solían ser las más erradas en el grupo.

—Seguro que si es un tifón llega hasta la noche —dijo Uraraka de lo más optimista—. Además, esas nubes se ven lejos, ¿no? Y apenas hay viento que las mueva.

—Seguro no es nada —confirmó Sero, y ya fuera porque ese era su deseo personal o porque nadie quería que sus planes para la tarde se vinieran abajo con la lluvia, en mayor o menor medida los demás asintieron.

—En ese caso, ¡en marcha! —Dictó Kirishima, con rumbo al nuevo restaurante de ramen del que tantas buenas críticas habían escuchado.

Y con la mente puesta en asuntos mundanos, ignoraron los relámpagos que podían verse desde la distancia.

 

Apenas media hora después, Katsuki se sonrió con satisfacción al terminar sentado al lado de Izuku y escuchando a éste hablar sin parar de la película que recién habían visto. Uraraka había intentado impedirlo, insistiendo en sentarse ella e Iida en medio de ellos dos, pero sus planes se vinieron abajo cuando explícitamente Izuku le pidió recorrerse porque quería estar al lado de Kacchan.

Su apodo en boca de Izuku le provocó a Katsuki un estremecimiento, y no era el primero del día. A lo largo de la tarde ya lo había llamado así un par de veces, y la electricidad de cada ocasión no hacía sino aumentar de voltaje. Daba lo mismo si era por razones totalmente inocentes como recordar los viejos tiempos de su infancia cuando todo era más simple entre ellos o tan sólo sentirse cómodo y a sus anchas por la buena atmósfera que se vivía. A Katsuki no le importaban las razones, sino los resultados, y el tener a Izuku sentado a su lado en un asiento contiguo que permitía sus muslos rozarse porque apenas así cabía su nutrido grupo de amigos en una mesa pensada para muchos menos comensales era en su opinión un resultado favorable.

El ramen estaba regular. Eso al menos podía reconocer Katsuki, que había pedido de res y con abundante picante, en tanto que Izuku había elegido cerdo y con un huevo. Su charla (que era casi un monólogo de parte de Izuku) cambió varias veces de tópico, y en un ningún momento encontró Katsuki que su atención se dispersara. Esa tarde en particular quería disfrutar de la compañía de Izuku, y daba lo mismo si le hablaba de la película que recién habían visto, sus clases, de moluscos invertebrados (y Kamisama lo protegiera) hasta de Todoroki, porque tenía la atención completa de Katsuki.

—¿Escuchan eso? —Preguntó Iida de pronto, y las charlas de todos los presentes se volvieron un murmullo hasta desaparecer.

El silencio duró apenas un segundo, y después los cristales del establecimiento vibraron con una potente ráfaga de viento.

—Woah, vean el cielo —se admiró Kaminari, abandonando su asiento y mirando hacia el exterior que se proyectaba tormentoso a través de las ventanas—. Esas son nubes de lluvia, sin dudarlo.

—¿Será seguro volver a casa en estas condiciones? —Preguntó Jirou, que miraba con aprensión el cielo plomizo.

—Lo mejor será revisar en las noticias si hay novedades de esto —dijo Yaoyorozu, que como siempre asumió el papel de responsable por el resto e hizo justo eso—. Oh...

—¿Qué pasa? —Inquirió Uraraka, la boca apretada en una fina línea mientras Iida le pasaba el brazo por la espalda y la atraía a su costado.

—Es un tifón, el tercero oficialmente de la temporada —confirmó Yaoyorozu—, y la ruta pronosticada es directa hacia Musutafu. Al parecer su trayectoria cambió durante la última hora, y pasó a categoría 2 en los últimos 15 minutos.

—Uhm, deberíamos marcharnos, ¿no creen? —Sugirió Sero, y ya que habían terminado de comer y el nerviosismo era palpable en todos ellos, se dirigieron con impaciencia a pagar a la caja.

Ninguno traía paraguas, y apenas abrir la puerta los azotó una corriente de aire helada. 

—Brrr, esto no puede ser bueno —titiritó Jirou, que casi al instante recibió sobre los hombros la chaqueta ligera que Kaminari había traído amarrada a la cintura—. Gracias.

—Chicos, es importante que todos nos marchemos a nuestras casas en este mismo instante —dijo Iida, adoptando el papel de representante de la clase con formalidad. Con el dedo índice su subió las gafas por el puente de la nariz, y sin perder la calma les pidió que tuvieran cuidado y confirmaran que estaban sanos y salvos apenas llegaran a sus casas.

El grupo no tardó en dispersarse en otros más pequeños: Las parejas de novios por su cuenta, Sero su sumó a Kirishima y Ashido porque vivían cerca, Yaoyorozu hizo lo mismo con Iida y Uraraka. Sólo Tokoyami se marchó solo porque nadie vivía en su dirección, pero insistió que estaba bien porque le quedaba cerca y ya se reportaría en cuanto estuviera a resguardo.

Sin necesidad de confirmarlo entre sí, Katsuki e Izuku se dispusieron a marcharse juntos, cuando en último momento Uraraka le ofreció que fuera con ellos y se quedara en casa con su familia.

—Gracias, Ochako —dijo Izuku con una sonrisa—. Pero no te preocupes, estaremos bien.

Uraraka tensó la quijada, pero no dijo nada. No había que ser un genio para leer en sus ojos que no se fiaba de Katsuki, pero éste la ignoró.

En lo que a él respectaba, esa era su oportunidad para pasar más tiempo con Izuku. Y la iba a aprovechar al máximo.

 

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