Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

17.- Tifón.

 

Katsuki e Izuku apenas habían caminado un par de calles cuando se hizo evidente que el transporte público estaba parado e iban a tener que continuar a pie. En sí no era una tragedia, la distancia hacía que un recorrido de 10 minutos en autobús se volvieran 30 caminando y a ninguno de los dos le disgustaba la idea, salvo por la parte en que el clima empeoró de manera drástica en esos primeros 5 minutos y se hizo imperante entrar a la primera tienda de conveniencia que encontraron a su paso para hacerse de impermeables y paraguas. Para mal que de lo primero no encontraron ninguno, y de lo segundo la venta estaba limitada a uno por cliente y quedaban muy pocos. Izuku se lamentó en voz baja que sería un desperdicio comprar dos paraguas si iban en la misma dirección, y Katsuki aceptó su propuesta de compartir uno sin apenas rezongar.

Así, bajo el mismo paragua hicieron en casi una hora el recorrido que normalmente les tomaría la mitad porque fue necesario eludir calles con arroyos, aguaceros, y en una memorable ocasión, un árbol caído sobre el cableado eléctrico.

—Tal vez este tifón haya subido a categoría 3, ¿quizá? —Aventuró Izuku, pegándose más a Katsuki, que por su cuenta estaba teniendo problemas para controlar el paraguas y evitar que el vendaval se lo arrancara de los dedos.

—¿Tú crees? —Ironizó Katsuki, pero no escuchó ninguna respuesta por causa del ulular del viento.

Las últimas calles hasta el cruce donde solían separarse fueron las más difíciles de caminar, y para entonces estaban calados hasta los huesos sin importar el paraguas bajo el que se protegían.

Frente a la disyuntiva de tomar caminos diferentes y elegir quién se llevaba la sombrilla (“tómala, nerd”, “pero puedes resfriarte, Kacchan”, “¡no me resfriaré por apenas un chapuzón!”, “¡insisto!”, “tú vives una calle más lejos que yo”), al final Katsuki resopló y tiró del brazo de Izuku para llevarlo a su casa.

—Te dejaré marcharte cuando deje de llover —dijo sin mucha convicción, en parte porque un tifón como el que estaban viviendo no daba la impresión de terminar pronto.

Pese a todo, Izuku le siguió obediente como un cachorrito abandonado a la lluvia, aunque a esas alturas los dos lo eran.

Los últimos 50 metros hasta la casa de los Bakugou los corrieron con el agua por encima de los tobillos, e Izuku tembló como una hoja mientras Katsuki maldecía la torpeza de sus dedos ateridos al frío y manipulaba las llaves y la cerradura. Al abrir la casa, una bocanada de aire caliente de verano los recibió, y Katsuki tiró de Izuku para hacerlo entrar con él.

Por el nublado, el genkan estaba casi en tinieblas, y tropezaron el uno con el otro.

—¿Qué esperas? —Le instó Katsuki a Izuku—. Quítate los zapatos y la ropa.

—¿Qué hago con la sombrilla?

—Déjala donde sea. Eso no es lo más importante ahora misma —gruñó Katsuki, que con los labios azules y titiritando se despojó de sus zapatos, la camiseta y se bajó los pantalones. En bóxers y con los calcetines hechos sopa exhaló al librarse por fin de las pesadas prendas heladas que se le habían pegado al cuerpo y arrastrado con su peso muerto.

Izuku lo imitó con más modestia, haciendo intentos por doblar su ropa pero sin mucho éxito. Para ambos, era como si recién hubieran salido de nadar de un río.

—Estás temblando —dijo Katsuki al el espacio entro los omóplatos de Izuku, que le había dado la espalda buscando guardar el pudor.

—T-Tengo f-f-frío —admitió éste con los dientes castañeándole.

—Ven. Vamos a tomar una ducha.

—Espera, Kaccha-... ¡Ah! —Izuku se vio arrastrado por Katsuki hacia el baño, donde éste no dudó en cerrar la puerta detrás de ellos y preparar todo para una reconfortante ducha.

—¿Prefieres la tina o te basta con la regadera? —Ofreció Katsuki, pero Izuku bajó la mirada—. Vale, la tina es para ti.

—No deberíamos-... —Empezó Izuku, pero Katsuki le cortó casi al instante.

—No es como si no nos hubiéramos bañado así docenas de veces cuando éramos críos. O que no nos hubiéramos visto desnudos después —finalizó Katsuki en voz baja y un tanto contenida—. Puedo esperar mi turno afuera si tanto te molesta...

—No —dijo Izuku, que tomó su muñeca, y aunque sus dedos estaban tan fríos como carámbanos de hielo, su toque resultó eléctrico para Katsuki.

Pese a la tensión inicial, los arreglos para entrar en calor fueron bastante platónicos. Izuku entró a la tina tras una rápida ducha y poco a poco empezó a recuperar el calor. Su rostro pálido recuperó poco a poco el color hasta que en sus mejillas aparecieron las primeras huellas del rubor. Mientras tanto, Katsuki se conformó con una ducha, siendo minucioso mientras se lavaba entre los dedos de los pies y cada pequeña porción de piel desnuda con el jabón y la loofa.

En acuerdo tácito de respeto, Katsuki le dio la espalda, e Izuku no volteó en su dirección ni una vez, pero la tensión era palpable como gas venenoso en el baño.

—Te daré más tiempo para que entres en calor —dijo Katsuki al terminar y enjuagarse. Mientras se enrollaba una toalla en torno a la cintura y con otra se secaba el cabello hasta dejárselo de punta como a él le gustaba, agregó que le dejaría a Izuku un cambio de ropa afuera mientras ponía a lavar sus prendas húmedas.

—Gracias, Kacchan.

Presa de un extraño nerviosismo que por partes iguales le gustaba y le desagradaba por el modo vulnerable en que lo hacía sentir, Katsuki subió a su habitación a cambiarse y a buscar entre sus prendas algo que le quedara a Izuku. En tamaño, bastaría con la ropa del año anterior que ahora le quedaba ligeramente corta, pero en materia de moda éste tendría que conformarse con su tendencia a vestir de negro y los logotipos de bandas j-rock que le gustaba escuchar en su tiempo libre.

Katsuki dejó las prendas afuera del baño, y depositó dentro de la lavadora las toallas con las que se había secado antes. De paso cogió el trapeador y limpió el pequeño río que habían dejado desde el genkan hasta el baño, y que delataba la clase de lluvia a la que se habían enfrentado apenas media hora atrás.

—Me pregunto si va a empeorar... —Murmuró Katsuki para sí, a tiempo para que un ruidoso trueno retumbara en la casa y de pronto la electricidad se fuera.

No era demasiado tarde, afuera todavía debería haber luz de día, pero Katsuki se vio de pronto en penumbras y con el corazón latiéndolo agitado en el pecho al mismo tiempo que los tímpanos le vibraban por un trueno.

—¿Katsuki? —Le llamó Izuku desde el baño, y éste se apresuró a responder.

—Se ha ido la luz, nerd. No es nada.

—Uhm, vale...

Katsuki no recordaba si en otros tifones había ocurrido algo similar. Por lo general, no llegaban a la región de Musutafu o no eran de gran magnitud, pero si tenía que hacer una apuesta, no dudaría en decir que el tifón que se aproximaba tenía toda la pinta de ir directo hacia ellos y provocar toda clase de desastres naturales a su paso. Como si sus fúnebres pensamientos quisieran darle la razón, decidió que era buen momento para revisar los pronósticos del clima y cerciorarse hasta qué punto debían preocuparse.

Con el móvil a la mitad de su carga («Mierda, esto no puede ser bueno», pensó Katsuki con malestar) su búsqueda consiguió sólo resultados funestos. De momento, el servicio meteorológico de Japón aconsejaba a todos los residentes de Musutafu en buscar refugio, no moverse de donde se encontraban, y por ningún motivo exponerse a la lluvia y sus elementos. Los niveles de agua en ríos y arroyos habían superado su cauce natural, y de momento se contaban como una docena de personas desaparecidas.

Rompiendo su habitual protocolo, Katsuki escribió en su grupo de Line para cerciorarse de que todos hubieran llegado sanos y salvos a casa, y las respuestas no se hicieron de esperar.

 

EK: ¡Por un pelo, colega!

MY: Fue una suerte que mi casa se encontrara en la parte alta de la ciudad.

HS: Pues yo tuve que agarrarme a un cerco para cruzar un río. ¡Primera y última vez, lo juro!

 

Uno a uno fueron dando reportes de su bienestar, con la novedad de que Kaminari y Jirou se habían quedado juntos en la casa de ésta última porque sus padres no consideraron apropiado dejarlo ir con el clima como estaba.

 

OU: Yo también me quedé con la familia de Iida. El viento casi nos arrastraba.

TI: ¿Qué pasó con Midoriya?

KB: Está conmigo. Se quedará hasta que la tormenta pase.

 

En el cuadro de diálogo, apareció repetidas veces que Uraraka estaba escribiendo un mensaje pero sin que ninguno apareciera. Katsuki esperó impaciente mientras rechinaba los dientes a lo que seguro sería una queja, pero al cabo de dos largos minutos su única respuesta fue:

 

OU: No dejes que su mano se enfríe. Con la humedad y el frío le dan dolores.

KB: Hecho.

 

Con un resoplido, Katsuki buscó entonces comunicarse con sus padres, que a esas horas todavía debían de estar en el trabajo, pero se topó con que no había servicio telefónico. En sus varios intentos por llamarlos, la línea se cortaba o simplemente no daba tono de marcado. Como último recurso les envió un mensaje al grupo que tenían para asuntos familiares, y recibió casi al instante respuesta suya.

 

MitsukiB: Tu padre y yo hemos salido temprano del trabajo pero el tifón nos atrapó lejos de la estación. Pasaremos la noche en un love hotel que todavía tenía habitaciones disponibles.

KB: Ugh. No era necesario aclarar el tipo de hotel.

Masaru: ¿Todo bien en casa, hijo?

KB: Perdimos electricidad. Debe ser por la tormenta.

MitsukiB: Intenta no abrir demasiado la puerta del refrigerador hasta que vuelva.

KB: Ya lo sé. No es mi primera vez a solas.

KB: Y ni siquiera estaré a solas. Izuku vino conmigo.

MitsukiB: No olviden avisarle a Inko. Debe estar preocupada.

KB: Vale. No tienes que recordarme lo obvio.

MasaruB: Sólo cuídense. No estén cerca de las ventanas.

MitsukiB: Y sé buen anfitrión.

KB: Eso haré.

MasaruB. Cuídate, hijo.

KB: Ustedes igual.

 

Tolerando una pesadez en el pecho que sólo podía reconocer como inquietud por el bienestar de sus padres (incluso a sabiendas de que estaban bien y tenían dónde refugiarse), Katsuki exhaló con pesadez y se guardó el móvil en el bolsillo. Sin muchos ánimos de nada se sentó en la sala, y esperó paciente hasta que 10 minutos después la puerta del baño se abrió una vez y una mano cogió la ropa que había dejado cerca, y al cabo de otros 5 minutos lo hizo del todo una segunda vez.

En prendas que para nada se parecían a su estilo habitual (unos shorts de deporte y una camiseta que al frente tenía ONE OK ROCK en tres líneas simétricas), Izuku se movió con cautela por el pasillo hasta que Katsuki lo llamó.

—Hey, por acá.

—En verdad está oscuro, ¿no?

—Y se pondrá peor si se hace de noche y la electricidad no vuelve.

—Mmm.

—¿Ya le llamaste a tu mamá? Debe estar preocupada por ti.

—Oh, cierto.

Rebuscando en sus pertenencias que habían quedado en el genkan, Izuku recuperó su móvil de la mochila que Katsuki había colgado del perchero para dejar escurriendo, y con alivio comentó que no se había mojado demasiado. Al menos funcionaba correctamente, que ya era una ganancia. Izuku leyó los últimos mensajes recibidos, y consiguió hacer una llamada a casa aunque con exceso de interferencia.

Recostado en el sofá, Katsuki escuchó como Izuku le decía a su mamá que se iba a quedar en casa de un amigo mientras la lluvia amainaba, y tras asentir a sus múltiples recomendaciones (su mamá podía ser aprensiva como pocas y en exceso preocupona) finalizó la llamada con un suspiro.

—Al parecer el agua ha hecho estropicios cerca de nuestro edificio y mamá estaba preocupada de que yo fuera una de esas personas que la corriente arrastró.

Katsuki asintió, y con una pregunta que le quemaba en la boca, preguntó: —¿Por qué le has dicho que te quedabas en casa de un amigo?

—Oh. —Izuku alzó las cejas y le miró con expresión mortificada—. Lo siento, no debí asumir que tú y yo somos amig-...

—No es eso —le interrumpió Katsuki con el ceño fruncido—. ¿Por qué no dijiste mi nombre? No es como si... fuéramos desconocidos o algo así. Nos conocemos casi desde toda nuestra vida y...

—Ah, eso —musitó Izuku, agarrando el borde de su camiseta y jugando con el dobladillo—. Mamá no sabe que tú y yo hemos vuelto a vernos. Porque... Verás...

—Me odia —dijo Katsuki sin endulzar nada.

—¿Qué? ¡No! —Se apresuró Izuku a corregir—. No te odia tal cual, es sólo que... Es protectora, ¿ok? Y tiende a preocuparse en exceso por cosas que sólo me conciernen a mí. Si he decidido que podemos volver a ser amigos es una decisión mía, ¿sabes? Pero mamá no lo aceptará así como así después de...

—Todo el daño que te hice —suplió Katsuki con pesar y el corazón hundido en el estómago—. Es obvio.

—Mamá todavía cree que eres buena persona —trató Izuku de aligerar su carga—, sólo no la indicada para mí.

—¿Uh? —Con un zumbido en los oídos porque aquella frase no encajaba con la idea de maltratador que Katsuki tenía de sí mismo, alzó la vista, y encontró que aquella charla era tan incómoda para él como para Izuku.

Con la vista fija en la nada, Izuku confirmó sus sospechas. —Mira, romperme el corazón se sintió como el fin del mundo en su momento, pero... La vida sigue. Eso fue lo que me dijo mamá. Y puede que no seas su persona favorita por esa misma razón, pero es una persona que sabe perdonar y si yo lo he conseguido, sé que ella podrá también. De algún lado lo saqué, ¿no?

Katsuki se cruzó de hombros. —Yo no... Olvidé disculparse por eso en el cuaderno que te regalé.

—No tiene importancia.

—Obviamente sí la tiene. O no sería la persona que más detesta tu mamá.

—Ella no te detesta, sólo no cree que seas la mejor compañía para mí.

—Y puede que tenga la razón... —Murmuró Katsuki al llevarse una mano al rostro y cubrirse los ojos.

—Pero eso lo decido yo —dijo Izuku—, siempre y cuando decidas no alejarme de tu lado.

—N-No podría. —«No querría tampoco.»

—Entonces no hay nada más que decir al respecto —dijo Izuku con ligereza, recargándose en el respaldo del sofá y estirando los brazos hacia arriba, mostrando una porción de estómago en el proceso—. No hablemos de eso. En su lugar, ¿por qué no me muestras esas fotografías que mencionaste antes?

Y porque él también creía que era momento de aliviar la tensión en el aire, Katsuki accedió.

 

Katsuki preparó té y lo subió a su habitación, donde Izuku estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en el costado de la cama y su álbum fotográfico de la infancia abierto sobre los muslos.

—¿Puedo tomarle una fotografía? Shouto nunca me ha creído que tenía esa pijama de All Might porque él siempre quiso una y ni siquiera con todo su dinero consiguió algún artículo de la línea exclusiva —dijo Izuku apenas Katsuki se sentó a su lado y le ofreció el té.

—Adelante. Aunque supongo que deberás recortarme de la imagen... —Dijo Katsuki, pues en la fotografía salían ellos dos dormidos en una de sus usuales fiestas de pijama, tan pequeños que sus madres los habían metido en el mismo futón, y tan cómodos el uno con el otro que habían gravitado en sueños hasta quedar semiabrazados.

—Nah, ¿qué sentido tiene? —Izuku apretó la punta de su lengua entre los dientes delanteros mientras colocaba su móvil encima de la hoja y tomaba la fotografía. En ella podían verse ellos dos tan reconocibles como eran ahora, y no hesitó ni un momento en enviarle por Line a su novio con un mensaje que Katsuki leyó por encima de su hombro y que decía: “¿Lo ves? Te dije que mamá me había comprado esas pijamas de edición limitada.”

La diversión de contemplar álbumes fotográficos duró todavía una hora más, pero pronto se hizo demasiado oscuro para vislumbrar más allá de cierta distancia, y con un suspiro de resignación cerró Izuku el álbum y se lo entregó a Katsuki.

—Esto va para largo, ¿no? —Confirmó con éste su panorama, y su espalda se deslizó sobre la base de la cama hasta casi quedar horizontal en el piso.

—Eso parece.

—Ni siquiera tengo batería en el móvil.

—Yo igual. Es mejor reservarla para alguna emergencia. El tifón podría todavía durar más horas.

—Seh...

En aparente silencio, pronto se hizo evidente que no era el caso. La habitación de Katsuki estaba en el segundo piso y daba para la calle, por lo que se escuchaba el rugir del agua corriendo a unos metros de ellos y la lluvia golpeando las ventanas junto con el ulular del viento. Aquella iba a ser una tormenta que marcara precedentes, pero de momento no lo sabían. Lo único que tenían claro es que no tardaría en oscurecer del todo, y que se verían forzados a buscar maneras de hacer que el tiempo pasara.

—¿Estás aburrido? —Preguntó Katsuki, nervioso de que la respuesta fuera afirmativa, e Izuku se encogió de hombros con desgana.

—No exactamente. Es agradable estar así, ¿sabes? No me molesta. Me da oportunidad de... pensar.

—¿En qué?

—Cosas.

—Vale, no me tienes que decir si no quieres.

—Exacto.

—Vete al diablo, Deku —dijo Katsuki, aunque sin malicia en su voz. Con su pie empujó la pierna de Izuku, y éste rió entre dientes.

—Ahora raras veces me llamas Deku. Lo había echado de menos.

—No veo por qué.

—No, en serio. Y... eso es parte de lo que pienso en estos momentos. Jamás, ni en un millón de años —dijo Izuku, bajando una octava la voz con cada sílaba— creí que volvería a poner un pie en esta habitación. No como una promesa ni nada por el estilo, sólo di por sentado que lo que sea que hubiera entre los dos había llegado a su final definitivo y que lo único que me quedarían serían los recuerdos. Es... raro.

—¿Raro?

—Que por la mayor parte todo siga igual a como lo recuerdo. Hay cambios obvios como, uhm, ese póster de ahí —señaló Izuku la impresión que colgaba de la pared y que era una guía de los acordes de guitarra más comunes para los principiantes—. Antes tenías aquel otro de esa idol VA.

Katsuki se llevó la mano a la nuca y se masajeó con fuerza. —Ya, es que... No tenía sentido fingir más. Creía que por tener ese póster mis inclinaciones serían menos importantes, pero resultó que no.

—¿Entonces...?

Recogiendo las piernas hasta abrazarlas y apoyar su mentón en las rodillas, Katsuki exhaló. —¿Soy gay? Sí, lo soy. Gran novedad. Seguro fuiste el primero en saberlo.

—Yo... —Izuku se mordisqueó el labio inferior antes de articular sus siguientes palabras—. Nunca quise asumir nada al respecto.

—Qué idiotez. ¿Por qué no hacerlo si nosotros dos...? —Katsuki intensificó más el agarre que tenía sobre sus piernas, sujetándose por las muñecas y apretando—. Todas mis primeras veces fueron contigo. ¿Qué hay más gay que eso? No es como si pretendiera que eras una chica cada vez. Te la chupé, ¿o no? Y con bastante entusiasmo de mi parte. Eso me convierte en gay en mis estándares.

—¡Kacchan! —Se atragantó Izuku en un sonido que era mitad risa y mitad histeria—. No lo digas así.

—¿Por qué no? Estamos a solas, y por una vez sería bueno pasar página con ese asunto. —«O no, porque no me importaría revisitar ese capítulo», pensó la voz que Katsuki seguido asumía que era su consciencia, pero que no siempre traía consigo los mejores consejos a su disposición—. No me avergüenzo de lo que hicimos o... lo que fuimos.

—Eso último lo dejaste bien claro la última vez que estuve aquí —dijo Izuku, entrelazando sus manos sobre su regazo—. Si mal no recuerdo...

—Deku...

—... yo no era nada para ti. Ni siquiera dijiste nadie, sino nada, como un objeto.

—Lo siento.

—No empieces.

—No, en serio —dijo Katsuki con la garganta constreñida por un puño invisible que hacía cada palabra suya un martirio—. Era un idiota y estaba asustado. Nunca confundido, pero... aterrorizado de lo que podía pasarte y pasarme si Shigaraki...

—¿Puedo preguntar qué hizo que rompieras tu asociación con él? —Preguntó Izuku, desviándose por una tangente.

—No es la gran historia —masculló Katsuki, acariciándose con el pulgar el dorso de su muñeca—. La secundaria estaba por terminar y de pronto te habías alejado. Esas últimas semanas apenas te vi, no contestabas mis notas, y entonces mamá mencionó que habías aplicado para U.A. en lugar de Aldera.

—Tenía que alejarme —murmuró Izuku—. Buscar mi propio camino lejos de ti y empezar a vivir por mi cuenta...

—Soy un idiota, pero no al punto de negar lo obvio. Tenía claro que te había alejado, y que era enteramente mi culpa. Si aquella tarde hubiera reconocido lo que sentía por ti...

—Pero no lo hiciste.

—No, no lo hice —admitió Katsuki—. No tuve demasiado tiempo para pensarlo, pero comprendí tus razones para marcharte y eran válidas. También descubrí que iba por un terrible camino si continuaba asociándome con Shigaraki, así que le puse fin a eso.

—¿Y sin más te dejó ir?

—Me dio una paliza, pero era libre y... Pensé que podría haber ido a buscarte, a... pedir disculpas con la nariz contra el piso y... asegurarme de hacer bien las cosas esta vez, pero... —Katsuki escondió el rostro, apoyando la frente contra sus rodillas—. Tenía tanto miedo de que todo fuera en balde. Que tu respuesta fuera tan cruel como la mía aquella tarde...

A su lado, Izuku exhaló con pesadez. —Te habría perdonado.

—Gran cosa saberlo ahora que tienes a Todoroki y... Bah. —Katsuki se sorbió la nariz—. Lo que sea.

—¿Realmente es así, Kacchan? —Preguntó Izuku, ladeando el rostro para tratar de vislumbrar su figura entre las sombras—. No te tenía por alguien que se rindiera tan fácil.

—No quiero... Yo no... ¡No se trata de eso en lo absoluto!

Izuku cruzó las piernas sobre los tobillos, y con un suspiro que denotaba toda la pesadez de su alma, dijo: —Aquella tarde en esta misma habitación me rompiste el corazón, pero incluso entonces seguía siendo tuyo.

—¿Y ahora?

—Ahora hago todo lo que puedo para no besarte.

Katsuki alzó la cabeza como propulsionada por un resorte. —¿Lo harías?

—Quisiera hacerlo —admitió Izuku—. Esta habitación tiene demasiados recuerdos. Casi todas nuestras primeras veces si mal no recuerdo...

—Uh... —Sin habla, con su cerebro haciendo cortocircuito, Katsuki rememoró en un segundo todas esas primeras veces que habían ocurrido entre los dos. Desde las más inocentes como tomarse de la mano y besarse, subiendo de categoría cuando palparse bajo la ropa dio paso a desnudarse y haciendo uso de labios, lengua y manos se exploraron, a aquella memorable tarde de invierno en su segundo año de secundaria cuando bajo las mantas perdieron la virginidad la primera vez. La segunda, cuando fue el turno de Katsuki en entregarse, no llegaría sino hasta 6 meses después y sería en esa misma cama.

—Da igual —masculló Izuku con resignación—. He hecho las paces con mi pasado y estoy bien. Ahora estoy bien.

—¿Y antes?

—Oh —rió Izuku con amargura—. Era un desastre. Hasta cierto punto debo serlo todavía, o no fantasearía en romper la confianza de Shouto engañándolo contigo.

—Eso lo lastimaría.

—Lo sé.

—Y te convertiría en un novio terrible.

—Lo dices como yo no lo hubiera pensado antes. Ni siquiera debería estar aquí —murmuró Izuku—. Es demasiada tentación, pero menos mal que uno de los dos tiene suficiente cordura para no cruzar esa línea.

—Habla por ti.

—¿Uh?

—Daría lo que fuera por besarte...

—Kacchan...

—Odio al idiota bicolor de tu novio por el simple hecho de que él te tiene —gruñó Katsuki.

—Soy una persona, no un objeto que alguien más pueda tener —dijo Izuku con frustración—. ¿Lo ves? Es por eso que lo nuestro jamás funcionó.

—No —se giró Katsuki con brusquedad, enfrentando a Izuku—. Si fallamos se debió a mí. Fue mi culpa enteramente, y fue por mi cobardía de no elegirte antes que a mis supuestas lealtades con Shigaraki.

—Bravo por reconocerlo —dijo Izuku con sorna, levantando su mano derecha y mostrando las feas cicatrices que la recorrían—. ¿Fue tu precio tan alto como el mío?

—No, pero a ratos se siente como si lo fuera.

—Oh, Katsuki... —Bajando su mano y posándola sobre el muslo de éste, Izuku le dio un apretón—. Ya que estamos siendo honestos el uno con el otro...

—Pregunta lo que quieras —dijo Katsuki—. No te contaré ninguna mentira.

—Vale... —Izuku se tomó su tiempo para ordenar sus pensamientos, pero sobre todo, para articularlos de manera que pudieran darle la respuesta que buscaba. Y no se falló a sí mismo—. ¿Por qué si me querías tanto me hiciste el daño que me hiciste? Y no hablo de secundaria cuando tu afiliación con Shigaraki y su grupo era de vida o muerte, sino... antes. De críos. En el jardín de infancia. ¿Por qué de pronto te volviste en mi contra si éramos los mejores amigos?

Katsuki apretó los labios en una fina línea, y con los hombros hundidos empezó a contar su versión de los hechos.

—Por celos, supongo... —Katsuki encogió los dedos contra su piso de madera, avergonzado de lo que estaba por revelar—. ¿Recuerdas aquel día que Mineta entró a nuestra clase?

—Vagamente. No el día exacto.

—Yo sí —dijo Katsuki con una exhalación—, y me molestó que lo asignaran a nuestra mesa de trabajo. Se sentaba a tu lado, y quería hacerte su nuevo mejor amigo, como si yo no existiera y ese puesto no fuera ya el mío. Al menos esa era la impresión que yo tenía. No paraba de hablarte durante clases y meterte en problemas; tomaba tus tijeras de seguridad para cortarle mechones de cabello a las niñas; lloraba si no eras tú el que lo acompañaba al ir a los sanitarios.

—No recuerdo gran cosa de eso.

—Ya. —Katsuki chasqueó la lengua—. Me fastidiaba y mucho, porque tú no necesitabas ningún nuevo mejor amigo. Yo ya lo era, y Mineta no lo entendía, así que era mi lugar hacérselo saber. —Clavándose las uñas en la palma de la mano al formar un puño, Katsuki casi escupió las siguientes palabras—. Estábamos jugando en el arenero, sólo nosotros 3, y Mineta continuaba insistiendo que yo debía irme porque los estaba molestando. Tú seguías jugando con una cubeta y tratando de levantar castillos a pesar de que para eso se necesita agua. Me ofrecí a traer un poco, y no recuerdo sus palabras exactas, pero Mineta lo hizo sonar como si la idea fuera suya y él fuera quien me mandaba a conseguir agua para ti, por ti. Me hizo enfurecer, así que lo golpeé con la pala de la arena. Y lloró.

—Lloró mucho —dijo Izuku—, eso sí lo recuerdo.

—Y vino la profesora de nuestro grupo. Y me riñeron bastante. Llamaron a mamá y ella insistió en que debían castigarme. Así que me pasé el resto del día sentado en un rincón mientras tú y Mineta reían como si nada hubiera pasado o... yo no importara.

Izuku alzó los ojos y le miró con culpa, pero Katsuki no estaba dispuesto a aceptarla. No era justo, porque él había sido el malo, no Izuku.

—A la hora de salida mamá habló con la mamá de Mineta y se disculpó, y después me regañó durante todo el camino a casa. Me castigó, y con razón, pero yo sólo podía pensar que era culpa de Mineta. Así que al día siguiente durante el receso lo enfrenté, y al tirarlo al piso tú...

—Me interpuse —recordó Izuku de pronto.

—Seh... Lo defendiste a él, y me hizo enfurecer. Eras mi mejor amigo, ¿por qué tenías que defender a Mineta? —Katsuki se limpió desesperado el rostro con ambas manos—. Ahora lo entiendo, y sé que eras mucho mejor persona de lo que habría de ser yo. ¿Qué crío a los 4 años de edad se enfrenta a su mejor amigo sólo porque tiene claro el concepto de justicia? Saliste como protector de Mineta, y en lugar de admirar tu valentía, me desquité contigo... Una y otra vez.

—Yo...

—Nunca hiciste nada malo. Al contrario, perdonaste en cada ocasión mis faltas y mis desplantes. Mineta fue el detonador, pero ya no voy a culparlo de mis celos. Te quería para mí, sólo para mí, y si el sentimiento no era mutuo, entonces te iba a hacer pagarlo... Y es horrible decirlo de esa manera, pero siempre me hizo sentir extasiado ser tu único amigo, incluso si tenía que ser a escondidas.

—Me aislaste de todos, Katsuki —dijo Izuku con un tono de voz monocorde y carente de emociones—. Me ridiculizaste en primaria y secundaria, me convertiste en la víctima favorita de todos, en el eslabón más bajo de las jerarquías de la escuela, ¿y por qué, celos? ¿Es eso? —Murmuró apenas moviendo los labios, y al mirar Katsuki su rostro, captó el momento preciso en que dos gruesas lágrimas le rodaron una tras otra sobre las mejillas hasta pender de su mentón y luego desaparecer—. ¿Esa era tu definición de ser mi amigo? ¿De que yo fuera el tuyo? —Izuku jadeó—. Ahora entiendo por qué sentías esa necesidad patológica de disculparte...

Sintiéndose peor que nunca en la vida, peor incluso que después de sus últimas vacaciones en tercero de secundaria cuando Izuku no volvió y se encargó de borrar cualquier rastro de su vida, Katsuki se posicionó de rodillas frente a Izuku, y agachando la cabeza hasta que su frente tocó el suelo, volvió a pedir disculpas.

—Lo siento. Oh, Izuku... Lo siento tanto.

Presionando tanto su frente contra el piso que seguro tendría una marca roja, Katsuki levantó la cabeza unos centímetros y volvió a bajarla golpeando el piso con un sonoro ‘thud’ que por terquedad volvió a repetir con una letanía de ‘lo siento, lo siento’ para los que no tenía control.

Atónito, Izuku lo observó unos segundos sin llegar a comprender del todo sus acciones, por lo que Katsuki alcanzó a darse varios golpes más en la frente antes de que éste consiguiera erguirse para ponerle fin, y usando su peso sobre él, lo abrazara para impedirle que continuara lastimándose más.

—¡No, basta! —Ordenó Izuku, la cabeza de Katsuki sobre sus muslos y él abrazando con desesperación la espalda de Katsuki—. ¡Eso se terminó! Es... Es una cuenta saldada. Para. No lo hagas más —gimoteó Izuku, apretando la camiseta de Katsuki entre sus dedos y llorando contra él—. No tienes que disculparte más. Te... ¡Te lo prohíbo, Kacchan! Y también te prohíbo hacerte daño.

Agobiado por sus propios sentimientos, Katsuki primero luchó por apartarse de Izuku, pero el calor de su cuerpo y la familiaridad de su aroma hicieron que perdiera todo su deseo de pelea. Enterrando el rostro en sus muslos, acabó abrazándolo con todas sus fuerzas y sollozando por su cuenta.

De culpa, de vergüenza, de impotencia. Todo a la vez. E Izuku no lo dejó ir en ningún momento.

Mientras afuera el tifón causaba estragos, inundaba calles y arrancaba señales de tránsito, mientras arrastraba basura, automóviles y destrozaba todo a su paso en medio de un espectáculo de rayos y truenos, Katsuki se aferró a Izuku e Izuku no dejó ir a Katsuki. Juntos lloraron, y se hicieron promesas, agotaron su reserva de energías, y sólo hasta el final de lo que parecía una vida completa en esa misma posición como estatuas de sal, compartieron al unísono un suspiro que marcó el fin de una era y el comienzo de otra.

Por primera vez en su vida se sintió Katsuki perdonado y merecedor de ello, pues con las manos de Izuku en su cabello y trazando círculos reconfortantes sobre su piel, las suyas todavía ciñéndose alrededor de su cuerpo e incapaces de soltarlo porque quería prolongar ese instante lo más posible, su corazón había quedado libre al fin de la suciedad que lo corroía.

Libre para reconocer, que bajo todo aquel peso invisible que lo había atado a su pasado... Todavía quedaba amor por Izuku.

 

De ser su vida un manga shoujo, Katsuki e Izuku se habrían besado, confesado sus sentimientos y empezado una nueva vida juntos. Pero claro, aquella era la vida real y no de ficción, por no mencionar que de ser un manga su historia de amor más bien sería un shounen-ai, o tomando en cuenta lo que habían hecho años atrás en su dormitorio, un yaoi en toda regla.

En todo caso, los arreglos durante el resto de la velada fueron por la mayor parte de lo más platónicos.

Al sentirse con fuerzas para por fin soltar a Izuku, Katsuki se topó con la novedad de que sus golpes contra el suelo le habían provocado un espantoso chichón en la frente, aderezado con una delgada línea de piel que se partió y dejó salir sangre. Izuku se alarmó, pero con más cabeza fría que el propio Katsuki (él la habría ignorado) le hizo mostrarle el botiquín de primeros auxilios para limpiarle la herida, parcharla, y después cerciorarse que no tuviera algún malestar secundario como jaqueca o mareo.

—Estoy bien, en serio —insistió Katsuki varias veces, pero Izuku no lo dejó ir por el resto de la tarde.

Cuando la noche se hizo total y el tifón no dio muestras de ceder, Katsuki propuso irse temprano a la cama, e incluso en aquella oscuridad fue consciente del nerviosismo de Izuku con aquella propuesta.

—Tú usa la cama, yo pondré el futón en el suelo.

—Pero-...

—¿Qué, quieres que durmamos juntos? —Le retó Katsuki, y el silencio cargado de Izuku sirvió como respuesta suficiente—. Eso pensé. Además, estamos demasiado crecidos los dos para caber en esa cama individual.

«A menos que durmiéramos lado a lado, abrazados», suplió el cerebro de Katsuki, pero al instante éste desdeñó la idea porque era demasiado tentadora y no quería caer en absurdas fantasías.

De ese modo Izuku tomó la cama y Katsuki el futón, apenas separados por escasos 30 centímetros que a la vez eran pocos y también demasiados.

—¿Kacchan?

—¿Qué?

—Vas a pensar que es una idiotez pero... Los truenos me están poniendo nervioso.

—Ya, a mí igual.

Y es que la tormenta era como ninguna que ellos dos hubieran vivido. Con toda certeza, al día siguiente el Servicio Meteorológico de Japón lanzaría un funesto comunicado al respecto, pero en el aquí y el ahora, fueron sus manos las que se encontraron a medio camino de la oscuridad y compartieron un reconfortante apretón.

—No te duermas antes que yo —pidió Izuku, en una súplica que era idéntica a la que hacía cuando de críos en el jardín de infancia era hora de dormir la siesta en el tatami.

E igual que entonces, Katsuki sostuvo su parte del trato esperando paciente hasta que su respiración se acompasara.

—No lo haré. Descansa, Deku.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).