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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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18.- Convocación.

 

Katsuki despertó a eso de las 5 cuando la tormenta estaba en lo máximo de su apogeo. El viento lo sacó de sus sueños, y al incorporarse en el futón descubrió que no era el único. Con el cabello en punta y ojos alertas, Izuku miraba a la ventana y escuchaba atento el repiqueteo constante del agua contra el cristal y el viento que no cesaba.

—¿Te queda batería en el móvil? —Preguntó Katsuki como saludo, mucho mejor que un ‘buenos días’ en su opinión, e Izuku asintió.

El pronóstico y las noticias eran por partes iguales positivas y de lo más desalentadoras; se esperaba que en un par de horas la lluvia amainara y que el tifón desapareciera tierra adentro, pero la destrucción dejada a su paso era cuantiosa y ascendía a millones.

—¿No ha habido...?

—Hay docenas de desaparecidos —murmuró Izuku con la voz gruesa—, pero nuestros amigos están sanos y salvos.

—Mmm, qué bien.

—Sí...

Recostándose de vuelta en el futón y con las manos entrelazadas detrás de su cabeza, Katsuki aspiró hondo y descubrió que el aroma usualmente inocuo de su habitación había cambiado. Por ser su espacio privado a donde sólo él tenía acceso, era inmune a su propio perfume natural. Pero ahora que Izuku estaba en la misma habitación que él era diferente, y el resultado se manifestó de la manera más incómoda y vergonzosa posible.

Rodando hasta quedar de espaldas a Izuku, Katsuki resopló mientras hacía un esfuerzo consciente por minimizar la erección que esa mañana había decidido hacer aparición en sus shorts. No es que no se tratara de algo normal, después de todo él era un adolescente sano y con un deseo por el sexo normal, pero eso no le restaba a que era sumamente inapropiado cuando a medio metro de él se encontraba Izuku y además era una especie de ex para él.

—No creo que pueda dormir de vuelta —dijo Izuku, y Katsuki lo miró por encima del hombro—. Ese viento me está poniendo nervioso...

—¿Tienes hambre?

—Podría comer algo.

—Vale. Uhm, baja a la cocina. Yo iré en un momento y prepararé algo para los dos —dijo Katsuki, ansioso por tener un par de minutos a solas y solucionar el problema de su erección matutina de la manera más rápida y eficiente posible.

—Ok.

Descalzo y un tanto inseguro de la posición en la que se encontraban los dos esa mañana luego de que la noche anterior hubieran hecho por fin las paces, Izuku salió de la habitación dejando la puerta entreabierta, y Katsuki se apresuró a salir del futón y cerrarla.

Con la frente apoyada en la puerta para ejercer peso por si acaso Izuku volvía, Katsuki no perdió tiempo en meter la mano dentro de sus shorts y bajarse el frente para liberar su erección. En un día cualquiera, Katsuki la habría ignorado para dormir más, o si acaso, se habría masturbado casi en sueños para terminar con ese asunto, pero claro, de normal no tenía nada esa mañana tan temprana en la que tanto estaba en juego.

Apretando los dientes casi en un rechinido, Katsuki se masturbó con prisa y casi sin ánimo de disfrutar. Cuanto antes terminara, mejor.

—¿Kacchan? —La voz al otro de la puerta lo sobresaltó, pero Katsuki no se detuvo. Estaba más allá de conseguirlo, y con voz entrecortada le hizo saber que lo escuchaba.

—¡Q-Qué quieres, n-nerd!

—¿No tendrás por casualidad un cepillo de dientes extra? Entiendo si no es el caso, pero... No me siento con el aliento fresco esta mañana, y no quisiera incomodarte.

Mordiendo su labio inferior para ahogar un jadeo, Katsuki hizo un esfuerzo sobrehumano para no perder el ritmo de su mano y a la vez dar una respuesta convincente.

—Cajón derecho. El segundo. Elige el color que prefieras, ¡ah!

—Vale, gracias.

El ruido de sus pisadas en el pasillo alivió a Katsuki, pero sólo a medias. Cerrando los ojos para conjurar alguna imagen que le facilitara la tarea en manos, Katsuki acabó por correrse con la imagen del rostro de Izuku tras sus párpados y su nombre en labios.

—De... ku... ¡Ah!

Su puerta quedó manchada de semen, lo mismo que sus shorts y su mano, pero mientras respiraba con agitación y dejaba que la descarga de endorfinas en su cuerpo hiciera su trabajo, Katsuki no pudo sino pensar que no era normal pensar en su amigo al correrse. No cuando dicho amigo recién lo había perdonado luego de años de abuso y cuando por fin habían hecho las paces. Era deshonesto, era vulgar y era... Increíble. El mejor orgasmo en al menos un par de años. Similar a los que alguna vez había compartido con Izuku en la misma privacidad de esa habitación, y el que Izuku no fuera un amigo común sino una especie de ex sólo contribuyó a hacer del momento uno que quería grabar en su memoria y a la vez enterrar en el trastero de sus recuerdos.

Pero claro, no había tiempo para ponerse dramático.

Desnudándose de cintura para abajo y tras limpiar la puerta y su mano con un pañuelo desechable, Katsuki rebuscó en sus cajones en búsqueda de un par nuevo de ropa interior y pantalones. Con tal mal tino no de él, sino de Izuku cuando volvió y al abrir la puerta lo descubrió en aquel estado.

En lugar de una reacción alarmada o con un grito, Izuku exhaló un quedo ‘oh’.

—Estaré en la cocina —dijo sin más, esta vez cerrando la puerta tras de sí.

A Katsuki no le importó. Se conocían desnudos, y 3 años de distancia desde la última vez no lo hacían diferente. Tras vestirse y pasar al baño (escurriendo en el lavamanos había ahora un cepillo nuevo de color verde) Katsuki terminó con sus abluciones matutinas lo más rápido posible y bajó a la cocina, donde Izuku estaba preparando un té en la hornilla de gas.

—Pensé que un té ayudaría —dijo Izuku sin mirarlo directamente, preparando las tazas y las hojas.

Era evidente que si bien su reacción de minutos atrás no había destacado en nada, ahora le costaba mirar a Katsuki a los ojos y le rehuía la mirada.

—Deja eso —le riñó Katsuki, e Izuku se quedó con un puñado de hojas en la mano—. Eso no, idiota. Me refiero a... No es la primera vez que me has visto desnudo. Fue un accidente. Y ya está.

—Uhm, sí. Eso es —farfulló Izuku, pero con cada sílaba suya bajó la voz hasta convertirse en apenas un aliento.

—Bah, no te quiebres la cabeza por tonterías —dijo Katsuki con convicción, y pasando a un lado de Izuku abrió una de las puertas de la despensa—. ¿Te gusta el pan de melón?

—No es mi favorito pero podría comer un poco —dijo Izuku.

—Ok, pero tendremos que compartir.

Entre dientes y con un mejor humor que apenas unos segundos atrás, Izuku rió.

—¿Qué es tan gracioso?

—Que tus padres siguen comprando solo uno de cada cosa.

—Soy su único hijo, duh.

—Ya, pero siempre compartías conmigo, ¿recuerdas? Nunca te importó reducir tu ración a la mitad para darme a mí también de lo que comías. Parece que después de todo no hemos cambiado lo suficiente en todos estos años.

—Sólo lo que importa queda igual —murmuró Katsuki, que sacó dos platos en los que después colocó las dos mitades del pan.

Para entonces Izuku ya había servido el agua caliente, y el fragante vapor ascendía en la habitación hasta permearlo todo.

—Ven —le indicó Katsuki cuando los dos tuvieron su taza y plato en la mano.

La casa de los Bakugou tenía una salida trasera por medio de una puerta corrediza, y Katsuki la abrió y le indicó a Izuku que se sentaran ahí. El alerón de la casa era largo, y permitía quedar protegidos de la lluvia aunque no del viento. Pese a ello, Izuku no dudó en sentarse al lado de Katsuki, y con el plato en el muslo y la taza entre las manos, comentó que era agradable.

—Se supone que el tifón habrá terminado de pasar a mediodía, pero quién sabe —comentó Izuku entre sorbos—. ¿Tú qué piensas?

«Que no me importaría que durara otro día más», pensó Katsuki, pero se decantó por una respuesta diferente.

—Que puede ser... El viento es menos fuerte que hace unas horas, y la cortina de agua no tan densa.

—Tienes razón.

Mordisqueando su pan igual que haría un conejo con sus verduras, Izuku se mantuvo callado unos minutos antes de volver a hablar.

—Me alegra de haber venido contigo. No sólo para buscar refugio, sino...

—Lo sé —dijo Katsuki—. Gracias por venir, y... todo lo demás.

Izuku sonrió para sí. —Nunca creí que llegaría este momento...

—No vayas a llorar.

—Puedo llorar si quiero, y puede que lo haga. —Izuku se sorbió la nariz—. Estoy muy feliz, Kacchan.

—Ya. Yo... igual.

—Genial.

Y en un silencio que por primera vez en todos esos meses no era pesado ni tampoco elevaba las expectativas de lo que podían o no decir y hacer, siguieron bebiendo té y comiendo pan de melón como ofrenda a su recién renovada amistad.

 

El tifón no paró sino hasta las 3, pero los padres de Katsuki llegaron a eso de las 2 y se sorprendieron de tener a Izuku hospedándose con ellos luego de tantos años de conocerlo como el mejor amigo de su hija y de manera abrupta luego como un desconocido por razones que sólo ellos dos conocían y en su momento se habían negado a compartir.

A base de gruñidos y preguntas incisivas reveló Katsuki las condiciones que habían ocurrido para que Izuku se quedara con ellos, y Mitsuki no paró de celebrar el que Izuku estuviera de nuevo en su casa como solía ser tiempo atrás.

—¿Seguro que no quieres quedarte a comer con nosotros, cariño? —Mitsuki parecía desconsolada, pero Izuku se mostró firme. Ahora que la lluvia había parado, quería volver a su departamento para cerciorarse de que su mamá estuviera bien.

—No puedo, señora Bakugou, pero gracias por la invitación.

—No te vuelvas un extraño. Vuelve cuando quieras —lo despidió Masaru, más contenido que su esposa.

Porque la ropa de Izuku seguía húmeda y no había manera de secarla hasta que volviera la electricidad, Katsuki le prestó otro cambio de ropa a Izuku y lo acompañó hasta el cruce donde solían despedirse.

A su paso encontraron infinidad de hojas sueltas, ramas caídas y hasta una retorcida bicicleta que tenía aspecto de haber recorrido una docena de kilómetros arrastrada por la corriente de agua. También toda clase de restos que el viento o el agua podía haber acarreado, y que iban desde un simple calcetín en llamativo color amarillo hasta una mochila completa que seguro alguien echaría de menos.

—Apuesto que para muchos ésta será una tormenta digna de recordar —dijo Katsuki con seriedad. «Y yo soy uno de ellos, aunque por razones que nadie, ni siquiera Izuku, sospecha todavía...»

—Seh... Fue escalofriante con tanto viento, rayos y truenos... —Una pausa—. Y de alguna manera... Me alegro que ocurriera.

—¿Por lo que pasó anoche?

Izuku le miró de reojo. —Sí. Pero no tenemos que hablar de eso si no te apetece.

—No me molesta. Hoy soy una persona diferente en algunos aspectos. El mismo en otros. Y no puedo definir si eso es bueno o malo, pero aquí —dijo Katsuki llevándose una mano al pecho, justo sobre el corazón— ya no duele como antes.

—Me alegro.

—No dije que no lo hiciera. Sólo que... es diferente.

—Kacchan...

—Anoche... —Katsuki esquivo un oso de peluche que seguro alguna niña pequeña había dejado ir y ahora lo lamentaba—. Hubo un momento en que pensé en besarte. Varios, de hecho.

—¿Y?

—No creí que fueras a apreciarlo.

—Mmm...

—¿Habrías estado muy opuesto a la idea?

Izuku a su vez se desvió para eludir la construcción derruida que con toda certeza había sido la casa de un perro y que el viento había arrastrado ahí. Era apenas reconocible como un montículo de madera, pero todavía tenía clavado el letrero con el nombre: Maru.

—Anoche no. Esta mañana, sí.

—Ya veo.

—Habría sido sumamente deshonesto con Shouto.

—Ya, tu novio.

—Sí, mi novio —confirmó Izuku—. Y hacerle eso... no hablaría nada bien de mí.

—Quizá él se lo mereciera.

—Si lo conocieras de verdad, no pensarías lo mismo.

Katsuki exhaló con desgana. —Pues me odia. Y debo admitir que el sentimiento es mutuo.

—Shouto no te odia, sólo te detesta.

—Gran diferencia.

—Pero la hay —insistió Izuku, sacándole la vuelta a un par de charcos profundos en los que se podían ver restos de cristal roto—. Él no es tan diferente a ti. Es decir, en apariencia pueden dar la impresión de ser indiferentes, pero por dentro son personas que asumen el mando y cuidan del resto. Te he visto con tus amigos, y a pesar de que los llamas idiotas sé que no vas en serio, y ellos también lo saben, y por eso siguen a tu lado.

—¿Así que tu novio también los llama idiotas, uh?

—No, pero solía mantenerse aparte y negarse cualquier tipo de socialización con el resto del grupo. Al menos en nuestro primer año así fue. Su único objetivo en U.A. era pertenecer al equipo de béisbol, pero con el tiempo se relajó. Se parece un poco a ti cuando practicabas kendo. Quiero ser el mejor, y antes pretendía hacerlo a costa de las personas que lo rodeaban.

—Yo abandoné el kendo, ¿sabes? La analogía no se sostiene porque Todoroki pretende hacer una carrera del béisbol, ¿o no?

—No dije que sus trayectorias fueran idénticas, sólo que se parecen en algunas partes.

Katsuki analizó sus palabras durante una docena de metros y al final acabó asintiendo para sí.

—Entiendo lo que quieres decir, pero... Sigo sin ánimos de conocerlo. Pf, llámame loco si quieres —ironizó Katsuki—, pero no me va buscar amistad con alguien que me detesta y para quien el sentimiento es mutuo.

—Pero-...

—Tus palabras —le recordó Katsuki, e Izuku bufó.

—Hasta en eso se parecen. Shouto tampoco parece dispuesto a darte una segunda oportunidad.

—Eso es porque ustedes dos están juntos, y si en verdad le has contado todo de nosotros... Bueno, me fastidia admitirlo, pero yo sentiría lo mismo por él si nuestros casos estuvieran a la inversa.

—Bien, ya qué. Culpa mía y de mi bocota.

Sin más ánimo de discutir, llegaron a la esquina donde sus caminos se bifurcaban, y Katsuki deseó que aquel momento no terminara. Gustoso habría caminado otras 10 calles al lado de Izuku, pero claro, el cielo continuaba oscuro y en la distancia se podían escuchar truenos. El tifón todavía estaba lejos de acabar, e Izuku tenía que volver a casa con su familia.

—Uhm, gracias por acompañarme hasta aquí, y por todo en realidad —dijo Izuku con cortesía, listo para separarse, y en un instante que resultó decisivo para ambos, Katsuki dio un paso al frente y lo rodeó en un corto para sincero abrazo.

—Envía un mensaje para saber que llegaste bien, ¿ok? —Murmuró contra su sien, y sin darle oportunidad a Izuku de reaccionar, se apartó.

—O-Ok —accedió éste.

Luego se separaron.

 

El tifón continuó por 12 horas más de encierro que a Katsuki le resultaron de lo más tediosas y a la vez... no. Porque Izuku cumplió su parte del trato al enviar un mensaje confirmando que estaba en casa y que su departamento no había sufrido daño alguno. Más que eso, había enviado un par de audios contando cómo su mamá había estado tan contenta de tenerlo de vuelta con ella que habría preparado katsudon especialmente por la ocasión, y cómo estaba lleno hasta reventar y en su habitación.

Katsuki lo había molestado asegurando que seguro seguía teniendo el mismo gusto en decoración que incluía pósters y figuras de All Might en las paredes y repisas, e Izuku no le falló al enviar un par de fotografías y confirmarlo así con orgullo.

 

IM: No estabas tan equivocado, ¿eh?

KB: ¿En verdad tienes el póster edición limitada de la penúltima película y con la firma del seiyuu?

IM: Puedes apostar que sí. Hice fila por 6 horas para conseguirlo.

KB: No lo creo.

IM: ¿Ah no?

 

Y después había iniciado una videollamada para que Katsuki pudiera ver de cerca la inconfundible firma de Yagi Toshinori, que desde tiempos inmemoriales incluía 2 picos que asemejaban orejas de conejo para los neófitos, pero que en realidad eran parte del peinado de su personaje.

La videollamada no tardó en desviarse a otros temas, y después Katsuki se sorprendió cuando casi 3 horas después Izuku le hizo saber con pesar que su mamá lo llama a cenar y tenía que colgar.

—¿Hablamos después, sí? —Confirmó con Katsuki, que se había recostado en su cama y tenía el móvil conectado a la electricidad y proveyéndole la mejor compañía que pudiera desear.

—Vale.

—No creas que he olvidado que prometiste enseñarme las tortugas de Shuzenji-san.

—Le pediré permiso y te aviso.

—Genial. Hasta luego, Kacchan.

—Adiós, nerd —replicó Katsuki, los ojos fijos en la pantalla hasta que fue Izuku quien finalizó la videollamada.

Sólo entonces hundió la cabeza en la almohada, y con el pecho repleto de sensaciones (algunas agradables, otras confusas) concluyó que aquello no podía ser bueno. «En lo absoluto», pensó al rememorar que ellos dos no eran la misma clase de amigos como podía serlo con Kirishima o Sero o Tokoyami, o cualquiera de su grupo de allegados. Porque tenían un pasado en común, e historias secretas que el reducido grupo de personas de las que estaban al tanto no aprobaban.

Como Uraraka, pero sobre todo Todoroki.

—Pues que se jodan —murmuró Katsuki para sí, pero no muy convencido. Por mucho que le gustara fingir que su opinión al respecto lo tenía sin cuidado, lo cierto es que no era el caso. Porque como mejor amiga de Izuku y novio respectivamente, los dos tenían un cierto grado de inferencia que escapa de su control y podía jugar a su favor (ni en sueños) o en contra (lo más probable).

Katsuki no abrigaba esperanza alguna sobre Izuku más allá de continuar en las mismas bases en las que se encontraban actualmente y eso... Estaba bien con él. Mejor eso que nada.

—Ah, estoy jodido —cambió Katsuki su declaración de antes por una que le sentó incluso peor.

Y a la vez... no. Porque Izuku quería conocer a las tortugas de Shuzenji, y Katsuki no albergaba ninguna duda de que la anciana encontraría placentera su visita y la de su acompañante.

Con ello en mente, Katsuki comenzó a trazar planes para lo más pronto posible en su calendario.

 

Días después del tifón que había marcado un antes y un después en la historia moderna de Japón, Katsuki e Izuku se dirigieron juntos a la casa de Shuzenji para visitar a sus tortugas (la anciana había estado contenta de tener a su ayudante de vuelta, y ahora también a su amigo) y de paso ayudar con un par de reparaciones menores que ésta necesitaba en el jardín después de la tormenta.

Katsuki no había hesitado en hacerse con un martillo y clavos suficientes para asegurarse de que la segunda casa de aves que colgaba de un viejo árbol no sería llevada por el viento igual que su antecesora, y mientras tanto Izuku se sentó con Shuzenji a conversar a la par que bebían una deliciosa y refrescante limonada.

A diferencia de los días anteriores, esa mañana el cielo era azul y apenas sin rastro de nubes, sobrepasando los buenos 35ºC que hicieron a Katsuki sudar apenas puso un pie en el exterior.

Sin embargo, no le importaba. El verano era una de sus estaciones favoritas por diversas razones que iban desde las vacaciones, el tiempo libre, la oportunidad de ejercitarse en exteriores y la delicia de los atardeceres, pero encabezando la lista y sólo desde esa tarde, tenían que ser los shorts que Izuku vestía y que se le subían hasta medio muslo mientras charlaba con Shuzenji.

Desde su posición elevada en el árbol, Katsuki tenía a la vista esa perfecta porción de piel que mostraba unos muslos de músculos trabajados. Izuku se lo había confirmado así, admitiendo que a lo largo de la preparatoria se había con una rutina de ejercicio que intentaba cumplir a rajatabla y que consistía en los ejercicios más simples y a la vez más eficaces: Abdominales, lagartijas y sentadillas, siempre aderezadas con 3 veces por semana salir a correr a los alrededores. Katsuki todavía no tenía claro cómo ni cuándo, pero una de esas tardes él también saldría a correr, y como por casualidad sugeriría que lo hicieran juntos...

—Creo que deberías inclinar más ese bebedero de aves a la izquierda, querido —le llamó Shuzenji la atención, y Katsuki chasqueó la lengua para sí en reproche. A él y a su falta de atención, que aunque por terquedad insistiría que eran las piernas de Izuku las causantes de que su labor con el martillo fuera mediocre, sabía bien que la culpa era suya por distraerse.

Recalculando la posición del bebedero de aves, Katsuki se detuvo con el clavo en su sitio y el martillo en alto cuando el móvil comenzó a vibrar en su bolsillo.

Por regla general, Katsuki creí que si la llamada era importante volverían a llamar, y así fue cuando un par de minutos volvió a vibrar mientras clavaba un par más de clavos sobre los cuales Shuzenji quería colgar unas cuantas pajareras extras.

—Ugh, más vale que valga la pena —masculló para sí, esperando que fuera alguno de sus padres preguntando a qué hora volvería, o quizá Kirishima dispuesto a contarle alguna de sus bobas historias, pero para su sorpresa no era ninguno de ellos, sino la persona que menos esperaba: Tokoyami.

Katsuki aceptó la llamada. —¿Qué?

—¿Eres tú, Bakugou?

—Tsk, tú eres el que me ha llamado. A menos que fuera un error.

—No, verás, de hecho...

—Déjame hablar con él —se sumó una tercera voz a su conversación, y Katsuki frunció el ceño cuando al otro lado de la línea una persona de lo más jovial lo saludó—. ¿Katsuki Bakugou al habla, correcto?

—¿Y quién carajos lo pregunta?

—Ah, tan alegre como Tsukuyomi te ha descrito.

«¿Tsukuyomi?», pensó Katsuki sin comprender a quién se refería, a menos que se refiriera a Tokoyami, pero...

—No sé si habrás escuchado antes de mí. Soy Hawks —se presentó la persona al otro lado de la línea—, y la verdad es que estoy muy interesado en conversar contigo. ¿Tienes tiempo libre?

Katsuki bajó el martillo, y buscando apoyo en el tronco en el que estaba sentado, miró de reojo a Izuku y a Shuzenji ajenos de aquella llamada.

—¿Tiene que ver con Shigaraki?

—Oh, y además eres listo —ironizó Hawks antes de ponerse serio—. Pero iré directo al grano: Me gustaría contar con tu cooperación. Tsukuyomi me ha contado que tú y Shigaraki solían ser amigos.

—Yo no utilizaría esa palabra para describirnos.

—Pero eran allegados, ¿o no? —Katsuki dejó que su silencio y falta de negativa hablara por él—. Vale. Esto no va a funcionar si no pones de tu parte.

—¿Exactamente qué tienes en mente?

—Espero que te guste el yakitori. Hay un sitio excelente en el centro donde venden las mejores brochetas de Musutafu. Haré una reservación para mañana a las... ¿Te parecen bien las 2? Y entonces podremos hablar como es debido.

—¿Tokoyami estará ahí?

—Si eso te hace sentir más cómodo... —Hawks preguntó al dueño del teléfono si podía, y tras confirmar que sí, volvió a la línea—. Ok. Tsukuyomi vendrá con nosotros.

—Vale. —Una pausa—. Y más vale que valga la pena.

—Te lo aseguro, es el mejor pollo de esta región.

—No me refería a eso.

Al otro lado de la línea, Hawks rió con ganas. —Te lo puedo asegurar: No te arrepentirás de asistir a esta reunión.

Katsuki terminó aquella llamada y terminó de colgar todo lo que Shuzenji le pidió. Además, con ayuda de Izuku se valió para subir al tejado y reparar un par de tejas rotas que el tifón había arrancado de cuajo varias noches atrás. A cambio por su generosidad, Shuzenji los invitó a cenar con ella, y fue la excusa perfecta para onigiris rellenos de atún y mayonesa además de un refrescante té helado.

Izuku además conoció a las nuevas tortugas de Shuzenji, y ayudó a darles nombre siguiendo una ridícula nomeclatura que tenía que ver con piedras preciosas porque extasiado declaró que era así como brillaban sus caparazones bajo la luna.

Por supuesto, Katsuki se burló de ello pero sin malicia, y cuando se hizo tarde insistió en acompañarlo hasta el punto donde sus caminos divergían a pesar de que eso le implicaría tener que caminar un poco más para llegar a casa.

—Gracias por invitarme hoy a conocer a Shuzenji-san —agradeció Izuku la invitación, y Katsuki fingió indiferencia poniendo los ojos en blanco.

—No es para tanto. También me ayudaste con el techo.

—Eso fue divertido.

—Si tú dices.

—¿Mañana tienes planes? Porque...

Katsuki torció el gesto, e Izuku se paralizó.

—Bueno...

—Quedé de verme con alguien más a las 2 —dijo Katsuki —, pero no me importaría verte después.

—Oh, no quisiera ser una molestia.

—Pf —desdeñó Katsuki la noción—. Ambos sabemos que no es el caso o no te habría invitado hoy a venir. ¿Qué tenías en mente?

—Hay una tienda nueva en el centro comercial y venden toda clase de productos de All Might. Pensé en pasar a ver si tienen alguna figura que no esté en mi colección. Además, quisiera pasar a comprar un par nuevo de tenis para correr. Si alguien sabe del tema y me puede ayudar, seguro que eres tú.

Aquella había sido sugerencia de Katsuki, que luego de enterarse del entrenamiento de Izuku, había comentado de pasada que su sempiterno par en color rojo no era el más adecuado para correr en el cemento de Musutafu.

—Ok. Digamos a las... ¿3:30? —Para entonces contemplaba Katsuki haber lidiado con Tokoyami y Hawks del asunto que estos querían tratar con él.

—Te esperaré junto al reloj del segundo piso.

—Bien, nerd. Hasta mañana.

—¡Hasta mañana, Kacchan! —Se despidió Izuku, sin saber que Katsuki permaneció parado en el mismo sitio hasta que su silueta desapareció un par de calles después al girar.

 

Katsuki llegó a su cita con 5 minutos de antelación y sin esperar que se le hubieran adelantado.

El restaurante de yakitori en el que Hawks había hecho una cita resultó ser más un simple agujero en la pared, pues tenían reservación, y una mesera en kimono de servicio lo llevó hasta su mesa en una habitación privada localizada en el segundo piso.

Lo que era peor, alguien más ocupaba ya esa mesa. Katsuki frunció el ceño al descubrir que no serían 3 personas sino 4, pero al desagrado de ver sus planes cambiados sin autorización le siguió la sorpresa al de pronto reconocer a la persona que le miró indolente, y como si él fuera dueño de la mesa le indicó sentarse.

—Adelante —dijo con una voz que además se parecía a la de su hermano más pequeño, pues aquel era ese Todoroki que Katsuki y Tokoyami habían conocido en el cumpleaños de Izuku.

A Katsuki se le escapaba su nombre. Recordaba que Fuyumi lo había llamado de cierta manera, pero no conseguía recordarlo. Sin embargo, el apodo con el que Tokoyami se refería a él brotó de sus labios con naturalidad.

—Eres Dabi.

Su acompañante le dedicó una media sonrisa torcida. —Bravo por recordarlo. ¿Bakugou, cierto?

—Ya deberías de saber que sí. ¿Qué haces aquí? —Katsuki no perdió tiempo en ir directo al grano, y Dabi se tomó su tiempo mientras la mesera volvía con 2 vasos con agua y los dejaba frente a ellos.

—¿Están listos para ordenar?

—Todavía esperamos a otras 2 personas más.

—Muy bien, pueden llamarme con este timbre —les entregó un control remoto con ese fin, y tras una reverencia se retiró aislando el área con un shouji decorado con motivos veraniegos.

Katsuki no tocó su agua, en tanto que Dabi bebió un sorbo y con exageración exhaló como si se tratara de la más deliciosa de las bebidas. A Katsuki le ponía los nervios de punta y no tenía clara la razón. Quizá porque era hermano de Todoroki, pero no era como si tuviera ninguna impresión extra salvo la que se había hecho de él la única vez que lo vio.

Tokoyami lo había llamado Dabi, y su conexión con Hawks hacía que su presencia ahí estuviera justificada dentro de los términos que supuestamente iban a hablar. Dabi ni de lejos estaba en su rango de edad. Si acaso se veía en los primeros años de sus veintes, y salvo por Shigaraki, Katsuki no encontraba una razón que explicara por qué se reunía con ellos.

—Puedo escuchar los engranes de tu cabeza trabajar a marchas forzadas —dijo Dabi para romper el silencio, y Katsuki se mostró todavía más hosco que nunca.

—Nadie dijo que vendrías a esta reunión.

—Ya. Quise venir de último momento. Conocer a uno de los posibles peones de Hawks.

Katsuki frunció el ceño. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Ese idiota hermano de Todoroki lo había llamado peón? Ya le demostraría él contra quién se estaba enfrentando...

Por fortuna para ambos, justo en ese momento el shouji volvió a abrirse y esta vez llegaron Hawks y Tokoyami con aspecto acalorado, y sólo en el caso de éste último, disculpándose por la tardanza pese a que en realidad habían sido Dabi y Katsuki los que llegaran minutos antes de la hora establecida.

—Hace un calor espantoso allá afuera —se quejó Hawks, que sin importarle qué impresión daba con esa acción, se sentó al lado de Dabi y bebió de su vaso de agua.

Katsuki aprovechó la oportunidad para examinar a la persona frente a él. Hawks no era un hombre alto, si acaso de su misma estatura (y Katsuki no perdía esperanzas de crecer un par de centímetros en lo que le restaba del año) y también al inicio de sus veintes. De cabello claro y una ligera barba, daba la impresión de ser una persona despreocupada y risueña, siempre dispuesto a hacer una buena broma si la oportunidad le era propicia para ello.

—Deberíamos pedir comida —prosiguió Hawks apenas sació su sed, y presionando el botón del control timbre, hizo venir a la mesera para hacer su pedido.

A Katsuki le importó poco lo que pedían por él. Hawks tomó el mando pidiendo una charola para 4 de distintas variedades de yakitori, además de 2 cervezas y té helado para los más jóvenes. Se desenvoltura con el menú reveló que aquella no era la primera vez que estaba en ese restaurante, y Katsuki tuvo un acceso de impaciencia donde quiso preguntar si estaban ahí para comer pollo o para hablar de asuntos serios como se le había prometido.

Su muda petición fue contestada cuando apenas retirarse la mesera y aislarlos de vuelta tras el shouji, Hawks aflojó la sonrisa fácil que adornaba su rostro y miró a Katsuki con atención. Éste le sostuvo la mirada sin problemas, pues no había nada más que él apreciara que un buen reto.

—Iré directo al grano —dijo Hawks tras su concienzudo examen de su persona—. Tsukuyomi me habló de ti. Y de la conexión que tienes con el hijo adoptivo de Shigaraki.

—Tenía —le corrigió Katsuki—, y no veo cómo podría servirte de ayuda.

—Cualquier ayuda es bienvenida en contra de Shigaraki —dijo Hawks sin inmutarse, agregando un anzuelo para pescar la atención de Katsuki—, eso si eres lo suficientemente valiente como para enfrentarte a él.

Katsuki chasqueó la lengua. —No intentes manipularme. Yo ya no tengo nada que ver con Shigaraki o su pandilla. Eso está en el pasado. Finito y acabado.

—Si conoces a Tomura Shigaraki sabes bien que eso no es cierto —intervino Dabi, que hasta ese momento había tenido el codo sobre la mesa y su cabeza descansando perezosa sobre su mano—. Nadie que él considera de su interés escapa jamás de su círculo de atención.

Con ojos entrecerrados y la boca apretada en una fina línea, Katsuki no lo negó. Alguna vez en el pasado Shigaraki se había aliado con alumnos de otros grados que obedecían sus indicaciones. Cuando ellos habían estado apenas en primer año de secundaria, Shigaraki se había hecho de un alumno de tercero al que apodaban Muscular y que era el campeón invicto de las peleas en el patio escolar. Su asociación con Shigaraki había enviado a más de un alumno a la enfermería, y aunque el colegio había tomado manos en el asunto y lo habían expulsado antes del primer término de clases, los rumores decían que su lealtad a Tomura le había ganado un puesto de honor al lado de su padre adoptivo como esbirro.

—Si lo sabré yo... —Agregó Dabi en voz baja, llevándose una mano al hombro y acariciándose la lesión que Katsuki sabía que había terminado con su carrera y la posibilidad de ascender a las grandes ligas.

—Al menos escúchalos —pidió Tokoyami, que respetuoso de sus superiores, se sentía con la obligación de intentar convencer a Katsuki de cooperar—. Por Midoriya.

—¿Tú qué sabes de eso? —Refutó Katsuki al instante, y Tokoyami exhaló.

—Su mano... Hay facturas que demuestran que Shigaraki pagó la cirugía de un compañero de Tomura en la secundaria, y no fue tan complicado deducir que no se trataba de una labor altruista de su parte.

Con un gruñido, Katsuki no lo negó. —Vale. Pero tienen hasta las 3:30 para hablar y ni un minuto más. Además, no prometo nada. Sólo los escucharé y es todo de mi parte.

—Con eso basta —dijo Hawks, que entrelazando sus dedos frente a sí, comenzó con su relato.

 

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