Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

19.- Relatos de justicia.

 

Katsuki no era idiota. Tenía sus propias teorías respecto a aquella reunión con Hawks, pero ni en un millón de años habría conseguido aproximarse a la inmensidad de trapos sucios que había sido éste capaz de reunir con Tokoyami y Dabi a su lado como aliados para hundir a Shigaraki, y ahora quería también la ayuda del propio Katsuki para también encargarse de su hijo adoptivo.

—Como puedes ver —dijo tras darle a Katsuki unos minutos para leer por encima los folders con hojas que tenía como pruebas seguras en contra de Shigaraki mientras él comía tranquilamente de una brocheta de yakitori—, lo tenemos acorralado. La policía no necesitará de mucho para escribir una orden de aprehensión en su contra y empezar los juicios. Es probable incluso que lo declaren como candidato a pena de muerte, pero a mí me basta con obligarlo a pagar sus crímenes y verlo tras las rejas el resto de su vida.

Los ojos de Katsuki barrieron la docena de hojas a su alcance en donde se podían leer sus incontables crímenes y las pruebas reunidas en su contra, y se admiró por el trabajo meticuloso que un crío apenas mayor que el por unos cuantos años había conseguido por simple tenacidad.

—Desgraciadamente Shigaraki ha sido demasiado listo al mantener a Tomura apartado de sus negocios ilícitos —dijo Dabi, apenas picoteando su comida hasta ese momento—, y ha encubierto demasiado bien sus propios crímenes. Está preparado para caer, y no le importaría, porque tiene a un sucesor que ha preparado a lo largo de su vida para asumir ese cargo.

—Y Tomura ha sido bien entrenado en los últimos años para no dejar huellas, ya sea haciendo callar a las víctimas o pagando para impedir que hablen —dijo Hawks, su expresión irritada—. Ninguna de las personas con las que hemos hablado ha accedido a proporcionarnos información que sirva para hundir su nombre. Y los registros informáticos no han sido de gran ayuda. Shigaraki en verdad lo ha dado todo para que Tomura sea su sucesor...

—Yo... no sé cómo podría ayudar —masculló Katsuki—. Quisiera ver a ese bastardo recibir lo que merece de una vez por todas, pero...

—Tokoyami nos habló de ti amigo. Izuku Midoriya —dijo Hawks el nombre, y para Katsuki la impresión fue similar a la de un golpe en el estómago—. Su cooperación podría servirnos de ayuda.

—No.

—Bakugou —dijo Tokoyami como advertencia, pero Katsuki lo ignoró.

—He dicho que no.

—¿Midoriya es el chico con el que Shouto está saliendo, eh? —Intervino Dabi, y Katsuki giró el rostro en su dirección y le enseñó los dientes—. Woah, ¿intuyo celos aquí?

—No te metas en mis asuntos.

—¿Así que ese crío es asunto tuyo, uh? —Sonrió Dabi abiertamente, y Katsuki tuvo que luchar contra el instinto de apartarse de aquel rostro sonriente que se asemejaba demasiado a la imagen de la locura para su gusto.

Hawks colocó su mano sobre el brazo de Dabi, y éste se retrajo un poco.

—No es de mi incumbencia el vínculo exacto que te une a Midoriya, pero él puede ser un elemento clave en esta investigación para reunir pruebas en contra de Tomura Shigaraki. Él es la última víctima conocida y directa de Tomura, y si contáramos con su declaración...

—No. Ni hablar —se negó Katsuki por tercera ocasión—. Es un riesgo innecesario que el muy idiota de Deku aceptaría gustoso, y me niego que así sea.

—Nos hemos acercado a ti porque pensamos que sería la manera más simple de tenerte como puente a Midoriya, pero eso no impide que lo hagamos directamente —reveló Hawks, y sobre la mesa, Katsuki apretó sus manos en sendos puños.

—¿Y por qué a mí? —Gruñó Katsuki—. Hace apenas un par de meses que volvemos a hablarlos. Dabi aquí es hermano de Shouto, ¿por qué no involucrarlo a él?

La sorna con la que Dabi lo había tratado antes desapareció de su rostro, y le dedicó a Katsuki una mirada que valdría como una puñalada.

—Shouto seguro que se negaría —dijo Dabi con premeditada calma—. Además, la relación con mi familia es... tensa ahora que he vuelto. Si se lo pidiera, se negaría sin dudarlo.

Katsuki frunció el ceño. No estoy diciendo que lo haré, pero... Si pretenden involucrarme, al menos tengo derecho a la historia completa, ¿no?

Todavía masticando un trozo de pollo, Hawks consultó con Dabi primero y luego con Tokoyami antes de obtener su aprobación y empezar con su relato.

—No puedo hablar por Dabi. Él te dirá lo que prefiera de su parte de la historia. De mí sólo tienes que saber que mi familia biológica estaba involucrada en negocios con Shigaraki. Algo salió mal y mi madre desapareció sin dejar rastro. Mi viejo no corrió con la misma suerte. Se involucró en algún asunto de drogas y enloqueció. Tuve la fortuna de encontrar una familia en el sistema que me aceptó por quien era y me permitió seguir mi propio camino. Seguro has escuchado mi historia...

—Quién no —desdeñó Katsuki información al respecto. Hawks era el niño prodigio, experto en computadoras, que había hecho su fortuna creando desde cero varias apps populares a nivel mundial y que se había ‘retirado’ para dedicarse a trabajar en su propia empresa de seguridad virtual.

—No es casualidad que decidiera dedicarme a lo que hago. Me he rodeado de los mejores en ese campo, y mi finalidad ha sido siempre derrocar a Shigaraki del trono de huesos en el que se encuentra —dijo Hawks casi con desapasionamiento, pero su expresión aburrida no engañaba a Katsuki cuando en su frente había aparecido una profunda línea de tensión—. Es por eso que he buscado toda la ayuda que he podido encontrar y...

—Ahí es donde entro yo —interrumpió Dabi, colocando su mano sobre la mesa con la palma hacia arriba y flexionándola un par de veces—. Supongo que también debes de saber de mí y mi pasado —retó a Katsuki, pero éste todavía no lo perdonaba del todo y se lo hizo saber.

—Estoy más al tanto de tu hermano Natsuo. Grandes ligas, ¿uh?

—Ya, claro —masculló Dabi fingiendo indiferencia, pero al dolor en sus pupilas era visible—. No lo creerías si nos vieras juntos, pero yo soy el mayor de una familia de prodigios en el béisbol. Incluso Fuyumi podía lanzar y batear al mismo nivel que nosotros, pero papá no estaba interesado en ella porque la liga femenil de béisbol es un chiste aquí y en cualquier otro país. En su lugar se enfocó en nosotros. En mí, sobre todo... Era su hijo mayor, el primogénito sobre el que había depositado sus esperanzas, pero también su decepción constante.

Sin mediar palabra, sin verse avergonzado por su gesto, Hawks colocó su mano en el brazo de Dabi y le dio un apretón que tanto podía ser ‘sigue’ como ‘estoy aquí para ti’. Cualquiera que fuera la respuesta correcta, Dabi inhaló hondo y prosiguió.

—El béisbol nunca fue lo mío. Me daba igual si mi padre quería convertirnos en la mejor versión que él alguna vez hubiera podido ser. En lugar de asistir a los entrenamientos extras, me escapaba un par de veces por semana a juntarme con, digamos, el tipo de compañía que él jamás aprobaría. Hice amigos, o al menos creí que lo eran, y pronto me vi hasta el cuello en arenas movedizas... —Dabi volteó su mano sobre la mesa y tamborileó sobre la madera a un ritmo que sólo él comprendía—. Era... divertido. Me hacía llamar Dabi, pero unos cuantos me conocían por Souen porque tenía un bat de béisbol azul eléctrico que utilizaba para... Tú me entiendes —dijo mirando a Katsuki con esos ojos suyos que éste encontró más muertos que vivos, y con un asentimiento así lo confirmó.

Había escuchado los rumores. No de Dabi, o Souen con su bat de béisbol, pero sí de algunas víctimas de asalto que se negaban a cooperar con la policía y que aparecían con los huesos rotos. De eso no hacía mucho, porque los mismos padres de Katsuki le habían exhortado a tener cuidado y a correr si se veía involucrado en uno de esos atentados.

—Como dije, era divertido —continuó Dabi su relato—, pero también escalofriante. Para entonces tenía claro que detestaba el béisbol y que mi padre quisiera continuar su carrera a través de nosotros, de sus hijos, a costa de nuestra niñez. Se lo hice saber la misma tarde que me ofrecieron un contrato para un equipo en los Estados Unidos, y... discutimos. Llegamos a los golpes. Y me marché de casa con mi bat azul eléctrico y deseos de no ser nadie más que Souen para el mundo.

Repentinamente cansado, Dabi bebió agua mientras ordenaba sus pensamientos, y en reverencial silencio de todos ahí en la habitación, miró a Hawks para confirmar con éste que estaba bien lo que iba a hacer, y se despojó de la camiseta que llevaba puesta.

Debajo de la ropa no tenía el físico de alguien que se hubiera entrenado una vida para jugar béisbol, porque en lugar de músculos y el cuerpo que se parecía al de Endeavor, estaba emaciado y contaba con una gran cantidad de cicatrices. La más letal de ellas, en su hombro izquierdo.

—Yo mismo puse fin a mi carrera en el béisbol —dijo Dabi al tocarse con los dedos el tejido cicatrizado que resaltaba en su piel como una herida de guerra—. Para bien y para mal.

Con la garganta seca, Katsuki preguntó: —¿Cómo fue?

—Ah, lo habitual —dijo Dabi, recuperando su actitud burlona de antes—. Me uní al grupo equivocado. Me hundí del todo en su complacencia. Éramos dueños de un distrito y todo nos pertenecía. Drogas, prostitución, apuestas, todo corría bajo nuestro mando. Ascendía en la jerarquía sin parar, y no creía que estuviera haciendo mal a nadie porque me limitaba a cumplir órdenes. El malo no era yo, ¿entiendes? Yo sólo debía limitarme a sacar mi bat azul eléctrico, mi Souen, para asestar el golpe de gracia... —Pasándose las manos por el cabello, a Dabi le costó unas minutos contar el resto de su relato—. Al final resultó que estaba equivocado. Había rumores... Fuyumi salió en mi búsqueda. Mamá había tenido una crisis nerviosa cuando la situación se volvió insostenible en casa. Mi fuga la envió al hospital... Y yo... Supuse que podía alejarme. Estrechar manos y decir que todo eso había terminado para mí, pero por primera vez en mi tiempo con la Liga se me exigió presentarme en una dirección y a una hora. Se me pidió puntualidad. Y no era un callejón mal iluminado o una sala de apuestas atestada de humo, sino un elegante bar y su trastienda. Ahí conocí a Shigaraki y...

—No tienes que contar nada con lo que no te sientas seguro de compartir —dijo Hawks en voz baja cuando Dabi agachó la cabeza y en sus manos apareció un temblor.

Por largos segundos en los que parecía que ningún sonido más saldría de su boca, Katsuki se temió lo peor. Una historia inconclusa, pero de la que igual podía intuir el final porque lo tenía frente a él.

—Utilizaron a Souen en mi contra —dijo Dabi al fin, alzando su cabeza como impulsada como un resorte y miró a Katsuki directo a los ojos, impidiéndole huir de la realidad—. No había salida de la Liga. Al menos no de manera pacífica. Se me... recomendó reconsiderar mis lealtades, y cuando insistí que estaba seguro y que me decisión era marcharme... se encargaron de dejarme un recordatorio de mi tiempo con ellos. “Para que no olvides callar”, repitieron en todo momento.

—Ya —masculló Katsuki, recordando la paliza que le habían dado Shigaraki y sus compinches cuando él mismo renunció a su alianza. Al parecer, el fruto nunca caía demasiado lejos del árbol.

—Viví para contarlo, que ya es más de lo que otros en mi lugar han tenido el placer de presumir —dijo Dabi en tono lúgubre—. Regresé a casa con el hombro destrozado e intenciones de ponerle mi propio fin a todo este asunto, pero entonces...

Katsuki se inclinó más sobre la mesa que los separaba, impaciente por saber más, cuando Hawks asumió el cargo.

—Entonces yo le revelé que era un traidor —dijo Hawks con una amplia sonrisa que casi podía clasificarse de maniaca—. Me había infiltrado en la liga apenas 6 meses antes. Trabajaba para Dabi en el punto más bajo de la cadena de mando recolectando información de primera mano, y... tomé el riesgo.

—No empezamos a trabajar juntos sino hasta después de otros 6 meses —reveló Dabi—. Primero tuvimos que aprender a tenernos confianza de vuelta, y a establecer claramente cuáles eran nuestros objetivos comunes.

—No fue fácil, pero juntos conseguimos desentrañar los vínculos ocultos de Shigaraki con el crimen de Musutafu.

—Pero quieren más —dijo Katsuki, no como pregunta sino como afirmación.

—Derrocar a Shigaraki no tiene sentido si detrás de él hay un próximo rey esperando asumir el mando, ¿no crees? —Dijo Hawks, y Katsuki gruñó una respuesta afirmativa—. El problema es que Shigaraki todavía está en preparatoria y sus esbirros están con él a ese nivel. Es imposible para mí o Dabi infiltrarnos, y Tsukuyomi tiene nuestras mismas probabilidades de conseguirlo.

—Y yo soy su mejor opción —adivinó Katsuki—. Yo e Izuku.

—No era mi intención compartir tus asuntos así, Bakugou —se disculpó Tokoyami en el acto, y Katsuki rechinó los dientes—. Pero vi el arrepentimiento cuando te sinceraste frente a nuestros amigos, y pensé que querrías una oportunidad para demostrarle al mundo y a ti mismo que habías cambiado.

—¡Y una mierda! No le debo nada al mundo —gruñó Katsuki—. Esto no es asunto mío, y mucho menos de Izuku, así que harían bien en desistir de involucrarlo.

—Pero esa es una decisión que sólo él puede tomar, ¿o no? —Dijo Dabi, y Katsuki requirió de toda su fuerza de voluntad para no plantarle un puñetazo en su presuntuosa cara que era todo Todoroki y sólo por eso lo merecía.

—Y es tan idiota... tan heroico... que probablemente diría que sí. Y yo me niego a permitirlo.

Hawks escuchó sus argumentos pero no dijo gran cosa. Mientras Katsuki se negaba una vez más a cooperar o a hacer que Izuku lo hiciera, él se dedicó a acabar con lo último de las brochetas que quedaban. Sólo hasta que la última pieza de pollo desapareció en sus labios levantó una mano para que sus acompañantes guardaran silencio y se dirigió directamente a Katsuki.

—No es mi estilo obligar a nadie a hacer lo que no quiere. Si tienes miedo-...

—Pf, como si fuera el caso —interrumpió Katsuki.

—... por ti o por alguien más —prosiguió Hawks sin inmutarse—, entonces es válido que te niegues a cooperar con nosotros. Es de cobardes, y por lo que Tsukuyomi me había contado de ti eras todo menos eso, pero ajustaré mi percepción de ti acorde a ese nuevo rasgo tuyo.

Katsuki rechinó los dientes. —¿Qué intentas? ¿Crees que provocarme así te va a servir para hacerme cambiar de opinión? Quizá hace un par de años hubiera funcionado, pero no ahora. Y esa vendetta personal que tienes contra Shigaraki no tiene nada que ver conmigo. O con Izuku, ya que estamos. Métetelo bien en esa cabeza de pollo tuya y estaremos bien.

Con un hondo suspiro, Hawks dejó caer los hombros. —Bien, se hizo lo que se pudo.

Por el rabillo del ojo, Katsuki revisó la hora en su móvil. Si conseguía terminar con esa reunión podía llegar a tiempo para encontrarse con Izuku en el lugar pactado.

—Si eso es lo que tienen que decir... —Empezó Katsuki a despedirse—. Me retiro.

Katsuki amagó sacar dinero de su billetera, pero Hawks insistió que no era necesario porque su compañía pagaría las expensas como gastos de trabajo.

—Lo que sea. Nos vemos después —le dijo Katsuki a Tokoyami, y después con deliberada satisfacción a Hawks y Dabi—: Adiós.

Katsuki salió del restaurante con 10 minutos de anticipación a la hora en la que tenía que verse con Izuku, así que primero apuró el paso y después emprendió una corta carrera hasta el centro comercial. Al llegar a su punto de encuentro todavía con 2 minutos de margen, Katsuki se jaló el frente de la camiseta que vestía y la movió en un vago esfuerzo por refrescarse. Afuera hacía un calor tropical de los mil demonios, pero al menos dentro del centro comercial el aire acondicionado se encargaba del resto.

—¡Kacchan, hola! —Por inercia, las esquinas de los labios de Katsuki se elevaron sobre las comisuras al escuchar aquel apodo que era suyo y sólo suyo.

—Izuku —se giró Katsuki en dirección a su voz, y lo que él pretendía que fuera una tarde tranquila y a la que después pudiera revisitar en su memoria como un momento clave en la reconstrucción de su amistad se volvió de pronto un instante de terror y luego de furia cuando atrás de Izuku descubrió Katsuki el rostro inequívoco de Hawks.

¿Lo había seguido? ¿Estaría al tanto de que vería a Izuku? Pero entonces, ¿cómo? Nadie más sabía de su salida, Tokoyami incluido. Pero de poco servía hacerse elucubraciones porque ahí estaba, y a juzgar por la distancia que mantenía, sólo tenía unos segundos de gracia antes de que los abordaran.

—Perdón por llegar tarde —dijo Izuku apenas se paró frente a Katsuki, confundiendo su expresión repentinamente ceñuda—. Espero no hayas estado esperando mucho.

—No. Yo... —Katsuki se quedó con la mente en blanco cuando Hawks redujo la distancia entre ellos 3 al mínimo, y quedando entre él e Izuku hizo notar su presencia.

—Olvidaste esto en el restaurante, Bakugou —dijo como línea de apertura, y Katsuki entrecerró con frustración los ojos por su estúpida distracción que le había hecho olvidar la sombrilla de bolsillo que su madre insistió en que llevara consigo porque el pronóstico de la tarde era de lluvia para ese día. Al sentarse en la mesa baja le había molestado en el bolsillo de sus pantalones, así que se la había sacado y puesto a un lado del cojín en el que se había sentado.

Tan simple como olvidar esa sombrilla para que todo se viniera abajo.

Katsuki le arrebató la sombrilla, y entre dientes consiguió mascullar una palabra. —Gracias.

—Oh, no hay de qué. Dabi sugirió que Tokoyami podía entregártela cuando volvieran de vacaciones, pero el pronóstico del clima para hoy no es muy favorable, ¿eh? —Haciendo gala de un tono jovial y una amplia sonrisa, Katsuki encontró chocante que el Hawks que había comido con él yakitori y tratado asuntos de máxima importancia era ahora la misma persona que actuaba con ligereza para asegurarse que si él estallaba sería su culpa ante Izuku.

Además, había llamado a Tokoyami por su apellido y no por eso apodo suyo de Tsukuyomi. La jugada, que en un inicio extrañó a Katsuki, pronto cobró importancia cuando Izuku dejó de fingir cortesía por entrometerse en su conversación y se giró hacia Hawks con interés, incapaz de reprimir su curiosidad.

—Oh, ¿Tokoyami?

—¿Lo conoces? —Fingió Hawks desconocimiento—. Es uno de mis internos.

Izuku se pasó la mano por el cabello. —Uhm, él me lo contó. Es impresionante, Hawks-san, señor.

—Basta con Hawks —le dio permiso éste de tutearlo, e Izuku enrojeció igual que una colegiala a la que su crush le hubiera dado la hora—. ¿Sabes quién soy?

—Sí, uhm. —Izuku sufrió un ataque de risa nerviosa—. Pero no por Tokoyami. Yo, ah... Uno de mis profesores me puso en contacto con Tsukauchi-san y te vi ahí una de las veces en que trabajaron juntos en aquel caso de fraude interbancario.

Los ojos de Hawks, hasta ese instante cautelosos, se abrieron grandes. —¡Ah, ya te recuerdo! ¿Eras el crío que escuchaba a escondidas detrás de aquella torre de formularios por revisar?

—Uhm, sí —admitió Izuku—. No es que quisiera espiar, ¡lo juro!, es sólo que algún día aspiro a convertirme en un detective como Tsukauchi-san y pensé que debía tomar notas de cómo debe comportarse un verdadero policía en una situación como esa.

—En ese caso-...

—Izuku —interrumpió Katsuki, hasta ese instante como observador silente de la buena fortuna de Hawks para tener no sólo la atención de Izuku sino también los medios para engatusarlo hacia sus propios planes—. ¿No dijiste que querías ir a esa tienda de figuras?

—Ah, cierto —recordó Izuku de pronto.

—¿Un fan de All Might, supongo? —Adivinó Hawks, aunque no era difícil deducirlo porque Izuku traía consigo su mochila y de uno de los cierres colgaba la figurita que Katsuki le hubiera regalado antes—. Aunque qué crío no lo fue. Y me incluyo.

—¿En serio? —Con la atención de Izuku puesta en él, Hawks volvió a la carga con sus planes.

—Claro. All Might era un héroe digno de admirar, incluso si se trataba de un anime. De hecho, fue él quien me inspiró a hacer algo a favor de la sociedad. Por supuesto que no podía salir a la calle y pelear usando los músculos como él, pero descubrí mi propia versión de poderes especiales al actuar detrás de bambalinas. Aunque, ¿qué te cuento a ti? Seguro ya estás enterado.

Con ojos brillantes y una sonrisa, Izuku se lanzó a una larga tirada elogiando la labor de Hawks al trabajar por su cuenta como un colaborador con la policía de Musutafu y a veces de Japón al desmantelar por su cuenta toda clase de bandas pertenecientes al crimen organizado y que habían sido tan ingenuas de confiar que un hacker al nivel del suyo no descansaría hasta tenerlos tras rejas.

—Vaya, realmente sabes lo que hago —elogió Hawks la perorata de Izuku, e ignorando la mueca que Katsuki tenía en el rostro, se lanzó con todo—. ¿Por qué no vienes de visita a mi oficina alguna vez? Estoy seguro que Tokoyami se sorprenderá de verte ahí y le alegrará. Además, si ya tienes la bendición de Tsukauchi significa entonces que eres una persona de fiar. Si te interesa lo que hacemos, incluso podría aceptarte como interno o trabajar con nosotros a medio tiempo y-...

—¡Basta! —Volvió a intervenir Katsuki, que posicionándose entre Hawks a Izuku ignoró el airado “¡Katsuki!” de labios de éste último—. ¿Qué pretendes, Hawks?

Sin remordimiento por sus acciones, Hawks levantó las dos manos y mostró las palmas en señal de rendición.

—No puedes culparme, Bakugou. Haz hecho que me sea casi imposible acercarme a Midoriya después de tu discurso de antes, pero si he llegado hasta donde estoy no ha sido sólo por mi gran cerebro y linda cara. También he tenido que trabajar en mi carisma, y sobre todo, en saber encontrar oportunidades. —Inclinándose sobre el hombro de Katsuki para que un muy confundido Izuku lo pudiera ver a los ojos, Hawks reiteró su propuesta—. Lo digo en serio, puedes pasar por mi oficina cuando te plazca. Incluso puede decirse que justo para ti hay un trabajo de lo más importante esperando en mi despacho...

A base de un empellón, Katsuki hizo que Hawks retrocediera dos pasos, pero éste no se lo tomó a mal. Con una sonrisa que no cedía, se disculpó por interrumpir su cita, y despidiéndose con la mano y una última recomendación (“Espero verte pronto, Midoriya”) se marchó por donde vino.

—¿Qué fue eso de antes? —Preguntó Izuku tras unos segundos de confusión, y al colocar su mano en el brazo de Katsuki notó éste que su cuerpo estaba tenso y él listo para la pelea como no ocurría desde hace años.

—No quieres saber.

—No. ¿Sabes qué? De hecho quiero saber —dijo Izuku, que ya no era el crío asustadizo que alguna vez tomó las palabras de Katsuki como órdenes directas—. ¿A qué se refería Hawks y por qué parece que estás de lo más enterado en sus planes?

—Ya te lo dije, no es importante. Además, no me interesa hablar de eso.

Izuku lo miró unos segundos, le dio un ligero apretón en el brazo, y con suspiro de cansancio absoluto, reveló sus propias cartas.

—¿Ésta es tu particular versión de ‘debo proteger a Deku’? Porque debo decirte que Touya ya me abordó antes.

—¿Touya? —Katsuki frunció el ceño.

—Dabi. En casa de los Todoroki. Al parecer, Shouto creía igual que tú que yo no sería capaz de tomar una decisión por mi cuenta, ¿pero sabes qué? Puedo hacerlo, y puede que lo haga —y soltando su brazo se dio media vuelta para alejarse.

Estupefacto porque había asumido que Izuku tenía un papel mucho menos pasivo del que le había dado crédito, Katsuki fue tras él, apurando el paso porque a grandes zancadas se alejaba de su lado. A diferencia de Izuku antes, Katsuki no dudó en buscar su mano y entrelazar sus dedos.

—Lo siento.

—Kacchan...

—No, tienes razón. Es tu vida, tú tomas tus propias decisiones y no debería entrometerme. Es sólo que... Me preocupas.

—¿Crees que no podría conseguirlo?

—No se trata de eso.

—¿Ah no? —Izuku se giró, y el movimiento habría hecho que la conexión entre sus manos fuera imposible de sostener, pero Katsuki no lo dejó ir—. Porque esa es la impresión que tengo. Y no necesito de tu protección o la de Shouto. Por mi cuenta me basto.

—Lo sé, es sólo que... me preocupo por ti. Los tipos contra los que Hawks pretende ir conocen todas las reglas del juego y juegan sucio.

—¿Y? —Izuku le miró directo a los ojos—. Lo único que piden de mí es información. Esto —levantó la mano que Katsuki sostenía y que era su derecha, repleta de cicatrices y con las falanges torcidas— es mi mejor carta de ayuda. Sería inmoralmente incorrecto no prestarles mi ayuda por temor a una repetición.

—Izuku...

—No, he tomado una decisión.

—En ese caso... Yo también.

 

Al final, los planes de su día en el centro comercial sufrieron un revés del que Katsuki no creía que pudieran recuperarse. Con temblores tras su afirmación, Izuku requirió sentarse un rato en una de las jardineras que decoraban el segundo piso, y Katsuki sólo se separó de su lado para ir a comprarle una bebida en un puesto de jugos que estaba cerca.

Trémulo en sus reacciones, Izuku le había dado las gracias y también una breve explicación:

—Shouto está en contra de que me involucre con Hawks. Él está al tanto de su relación profesional con Dabi y no está de acuerdo. En su familia no hay ningún secreto de cómo ocurrió el accidente con su hombro, y... Entiendo sus razones. Claro que lo hago. Yo mismo no quisiera verlo envuelto en nada de esto, pero... Él no conoce a Shigaraki del mismo modo que yo —murmuró Izuku extender los dedos de su mano derecha y luego de improviso cerrarla en puño—, de lo que puede ser capaz...

—No puedo interferir, y no lo haré —dijo Katsuki a cambio, la vista al frente en la multitud que atestaba ese sábado el centro comercial y que ajena a la escena que él e Izuku protagonizaban, seguían su vida como si nada, comiendo crepas, revisando aparadores, riendo y charlando como si en las sombras de Musutafu no se estuviera cocinando nada de importancia o que mereciera su particular atención.

Eran personas ignorantes de su suerte, que como Katsuki concluyó, eso sólo las hacía afortunadas. No como él, o Izuku, que como éste último había dicho de inmoralidad, no podían pasar por alto su deber a la sociedad hasta hacer que Shigaraki y su imperio se desmoronaran hasta los cimientos.

—Déjame estar contigo.

Con un respingo, Izuku levantó la cabeza y se giró hacia Katsuki. —¡¿Ka-Kacchan?!

—Antes fue mi culpa que te convirtieras en un objetivo de Shigaraki —dijo Katsuki en voz baja y constreñida—, pero esta vez estaré a tu lado para protegerte. Y —se apresuró a agregar antes de que Izuku protestara— sé que no lo necesitas. Pero igual quiero hacerlo. Quiero apoyarte en esto, ¿ok?

Tras unos largos segundos de consideración, murmurando para sí a un volumen y velocidad que era casi imposible para Katsuki de descifrar, dio su veredicto.

—Uhm, sí, si eso es lo que quieres.

—Nada más quiero en el mundo que eso.

Y fue definitivo.

 

Izuku acabó por no comprar ninguna figura nueva de acción de All Might, y en su lugar contentarse con un póster promocional de la película que iba a salir a finales de año como conmemoración por uno de los tantos aniversarios de la serie original.

Además visitaron la tienda de calzado deportivo que estaba en su itinerario, y Katsuki le ayudó a elegir unos tenis que le vinieran bien para el diario escolar y de paso para salir a correr.

—Salvo por el llamativo color rojo, hiciste una buena elección —dijo Katsuki cuando salieron de la tienda cargando el par que Izuku había comprado, y éste le dirigió una sonrisa honesta.

—No puedo evitarlo. Es mi color favorito.

—Ah.

—¿Y el tuyo?

—Creo que el negro. Y naranja. Pero... el verde también me gusta —masculló Katsuki de lo más abochornado, sin comprender siquiera por qué los oídos le zumbaban de pronto.

Afuera del centro comercial, la luz de día había dado paso a un atardecer cargado de colores cálidos y que en contacto con su piel les provocó calor. Y era de esperarse. Estaban en medio de la canícula, y los pronósticos de tifones estaban a la orden del día. Sin ninguna nube en el cielo, el plan de Katsuki por guarnecerse con Izuku debajo de su sombrilla no tenía sentido, y de hecho había jugado en su contra al darle a Hawks la oportunidad que éste buscaba para acercarse a Izuku, pero... Katsuki creí en el destino.

En su versión personal al menos. Donde el destino estaba dicho, pero era uno mismo el que detonaba una u otra pieza en su camino, porque el entramado del destino se construía día a día con cada decisión suya, con cada error. Aunque de tener que ser honesto, mientras caminaba de vuelta a casa con Izuku a su lado hablando de todo y nada a la vez, el sentimiento que se hacía cada vez más grande en su pecho como una flor de loto que después de 1000 años por fin abre sus pétalos era de... infinita paz.

Era, a su modo de verlo, una segunda oportunidad de estar a su lado, y ya fuera como amigo o algo más, Katsuki no iba a dejar pasar su oportunidad.

—Has estado muy callado desde que salimos del centro comercial, Kacchan —dijo Izuku de improviso, y Katsuki parpadeó para volver a enfocar su vista en el aquí y el ahora—. ¿Tienes calor?

—No mucho.

—Ah, porque pensé que podríamos-...

—Sí —aceptó Katsuki sin importarle qué clase de propuesta se trataba.

Bajo ese nuevo influjo de ser uno con el destino, los dos terminaron en un restaurante familiar, en una mesa al fondo del local pero con vistas a la ventana, donde pudieron apreciar en la lejanía nubes de tormenta relampaguear.

—Probablemente llueva en la madrugada —comentó Izuku con ojos grandes y puestos en la distancia—. Menos mal.

—Yo hice la colada hoy, espero que alguien en casa recuerde meterla si no llego antes que la lluvia —dijo Katsuki, y al pronunciar su última palabra deseó golpearse en el rostro con la mano. ¿Qué había sido esa tontería de lo más doméstica? Izuku seguro que ahora pensaba en él como el idiota de la colada o algo similar, o no tardaría en arrepentirse de haber aceptado su invitación a cenar porque la conversación entre ambos sería de lo más sosa y...

—Oh, mira —interrumpió Izuku su cadena de pensamientos al mostrarle en la esquina del menú el especial del mes—. Platillos americanos. ¿Debería probar alguno?

—Pf, y yo que pensé que pedirías katsudon para no variar.

—No siempre pido katsudon —refutó Izuku con un ligero tono rosado debajo de las pecas de su rostro—. De vez en cuando me gusta probar platillos nuevos.

—¿Ah sí? Te reto a comer algo de ese menú.

—En ese caso, te reto a lo mismo.

Y porque Katsuki no era del tipo que se dejaba amedrentar por algo como eso, los dos pidieron del especial americano. Para Katsuki, costillas de cerdo picantes con mac n’cheese y ensalada de repollo como acompañantes. Izuku se decantó por un platillo tex-mex (“debe de contar, aunque tenga toques mexicanos”, defendió éste su elección) que incluía carne a la plancha con abundante verdura, guacamole y salsas, servido en tortillas de maíz.

Para los dos el cambio a la comida habitual resultó ser todo un shock cultural, pero uno del tipo agradable cuando hincaron el diente y descubrieron que la combinación de nuevos sabores era exquisita.

En un momento dado, Katsuki le ofreció a Izuku probar de su plato, y aceptó la invitación de éste por hacer lo propio, de tal manera que tuvieron oportunidad de incluir eso en su conversación, quizá, como una tradición que no les importaría sumar a su rutina, digamos una vez al mes.

Izuku además selló el trato cuando la mesera volvió con la carta de postres, y les habló del especial del día: Pay de manzana. Izuku se mordió el labio inferior, indeciso, y Katsuki le dio luz verde.

—Compartiremos.

La mesera fue y volvió con su orden, colocando el plato frente a ellos y con dos tenedores.

—Wow, podría comer otro y cantar su himno —bromeó Izuku con el primer bocado, y segundos después Katsuki coincidió con él.

—Está rico. Un poco dulce para mi gusto, pero la canela lo compensa.

Sin necesidad de rellenar el silencio con charla insulsa, se quedaron todavía un rato más mirando por la ventana mientras una ligera llovizna caía en Musutafu el tiempo justo para refrescar la noche.

Pese a que sólo era la ocasional gota de lluvia la que caía, Katsuki insistió en caminar juntos lado a lado, y así se encontró listo cuando el agua volvió y colocó sobre sus cabezas la sombrilla.

—No tenías que pagar por los dos en el restaurante —dijo Izuku un par de calles antes de su punto de bifurcación, y éste torció la boca en una esquina.

—No, pero lo hice. Si te molesta, puedes hacer lo propio la próxima vez que vayamos a ese restaurante.

—¿La p-próxima? —Trastabilló Izuku.

Fingiendo indiferencia mientras ponía los ojos en blanco, Katsuki le recordó la promesa que habían hecho de volver para probar el especial de platillos que tuvieran en agosto, e Izuku se mordisqueó el labio inferior antes de asentir con energía.

—Ok. Es una cita. Uhm... —Con nerviosismo sus ojos se desviaron hacia Katsuki, pero éste no quiso desmentirlo—. No es que piense que sea una cita, pero tú... sabes...

Katsuki comprendía los diferentes matices entre una cita y la cita. Entendía lo que Izuku había querido decir, pero no por eso su corazón no emprendió el vuelo en un aleteo ligero sólo para ser zaherido por la flecha de la realidad.

—Tranquilízate, nerd —dijo al pasarle el brazo por los hombros igual que hacía seguido Kirishima con él (en silencio, Katsuki le envió las gracias por enseñarle a actuar con camaradería) y atraerlo a su lado—. Sé a lo que te refieres.

Y lo hacía, oh sí, pero... Soñar no costaba nada, ¿no? Salvo su corazón y los trozos de alma que se le deshilachaban cuando recordaba que Izuku y Todoroki estaban juntos. Pero Katsuki era un hombre que contaba sus victorias con la misma obsesión que sus derrotas, y bajo la sombrilla, caminando lado a lado con Izuku mientras éste acercaba la cabeza a su hombro, catalogó aquel momento entre las primeras.

Por sanidad mental, eso iba a hacer.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).