Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

20.- Recorte de peones.

 

Las vacaciones de verano llegaron a su fin con pocos, pero sustanciales cambios.

Por un lado, los padres de Katsuki recibieron una llamada donde se les pedía acudir con su hijo el primer día de clases para ‘hablar de su futuro’, que como éste supuso correctamente, tenía mucho que ver con la hoja de universidades a las que pretendía aplicar ese invierno y de las cuales no había elegido todavía ninguna.

—Más vale que no te hayas metido en problemas serios —le advirtió Mitsuki al terminar la llamada, y Katsuki se contuvo de ponerle los ojos en blanco porque la última vez que lo había hecho el golpe de su madre en la cabeza se los había regresado por fuerza de gravedad a su sitio habitual.

—Seguro no es nada, ¿eh, hijo? —Intentó Masaru aplacar los nervios inflamados de las dos personas que más quería en el mundo, y que por desgracia no se llevaban bien en lo absoluto.

Con un ‘bah’ que poco ocultaba su propia ansiedad por lo que su maestro encargado tuviera que decir de él frente a sus padres, Katsuki se retiró a su habitación el resto del día para rumiar si acaso su incapacidad para elegir una carrera o siquiera una universidad donde estudiar no era producto secundario de su cobardía. ¿Por qué si no tenía tanta dificultad para elegir un camino a tomar? A menos que quisiera catalogarlo como apatía, y Katsuki a ratos creía que era una combinación de ambos factores.

Que además en su vida estuvieran ocurriendo otros eventos que le interesaran más también tenía que ver. Como el hecho de que Izuku se hubiera puesto en contacto con Tokoyami para pedir el número de Hawks, o que el mismo Katsuki lo hubiera hecho igual porque ni loco iba a dejar que Izuku se metiera en camisa de once varas si no era con él a un lado para... ¿Protegerlo? Bah. Daba lo mismo. Katsuki iba a estar hombro con hombro sin importar cual fuera su veredicto. Que para el caso de Izuku fue una sonrisa tranquila, y para la de Hawks una mueca mal disimulada.

La reunión entre ellos 5 se había dado apenas un par de días después, con Hawks revelando que de momento no tenía ningún plan maestro que sirviera para trabajar contra Tomura Shigaraki, pero que ya idearían algo para los siguientes meses.

Aquello había puesto a medias una paz momentánea en Katsuki, pues si bien servía para tranquilizarlo ahora que Izuku no iba a estar metido en la boca del lobo, Hawks lo empeoró ofreciéndole en su lugar un internado en sus oficinas por un par de veces a la semana para que viera desde dentro lo que era el trabajo. Izuku por supuesto aceptó encantado, y Katsuki gruñó una sarta de palabrotas cuando ese ‘par de días’ acabaron por coincidir con los ensayos de la banda.

Y todo habría de ser terrible de no ser porque Izuku mismo lo notó, y con esa inocencia que lo caracterizaba, le hizo ver el lado bueno:

—Uf, menos mal, ¿no? Así podremos seguir viéndonos con normalidad.

Y si Katsuki tuvo que morderse la cara interna de la mejilla para no sonreír, eso era algo que sólo él sabía y que como secreto se lo llevaría a la tumba.

Sin embargo, algo, quizá minúsculo y que no debería haber captado su atención del modo que lo hizo, fue la primera interacción que tuvo Izuku con Dabi frente a él. De vuelta en el restaurante de yakitori porque al parecer la comida favorita de Hawks era el pollo y era ese local o un KFC, Izuku y Dabi se lanzaron miradas de reconocimiento que no trascendieron a lo largo de aquella reunión inicial, pero que después de pagar la cuenta y tomar caminos separados se volvió una necesidad de apartarse del resto y conversar en voz baja entre sí un par de minutos antes de despedirse y volver a su respectivo grupo.

De vuelta a casa, Katsuki resistió lo más que pudo la curiosidad, pero al final su deseo por información pudo más que su prudencia.

—Y... —Abrió la conversación con cautela, ya que desde el restaurante Izuku había permanecido callado; ni siquiera su habitual costumbre de hablar entre dientes estaba presente—. ¿De qué tanto hablaste con Dabi?

Izuku pareció salir de un trance al parpadear y tras varios intentos articular una oración. —No fue gran cosa. Le pedí que no le dijera nada a Shouto. Y no es que sea un problema; ellos dos apenas si se hablan. Son muy diferentes entre sí, ¿sabes?

—Lo supuse —dijo Katsuki, y no mentía.

Dabi cargaba consigo un aire de indolencia que era imposible de pasar por alto, mientras que el hermano menor Todoroki tenía el aspecto de antes pensar cortarse un brazo que caer en ese mal hábito. Su constitución física era diferente también; ninguno de los dos había heredado la estatura de Endeavor como su otro hijo de en medio, pero ahí donde Dabi era más delgado y hasta podía verse frágil a pesar de su pasado récord de lanzamientos y bateos, Shouto en cambio tenía músculos fuertes sin llegar a ser voluminosos.

Además, la mayor diferencia era su actitud. Katsuki no había errado al pensar que a Dabi le importaba un comino Shigaraki o lo que le habían hecho, y que estaba envuelto en todo ese lío por Hawks. No en la manera en que uno pudiera pensar como de colegas, sino tal como Tokoyami le había hecho saber, porque entre esos dos corría una corriente eléctrica imposible de pasar por alto. Y por ser confidente de Izuku en ese asunto, Katsuki sabía que Shouto no tenía interés en mezclarse con asuntos que no eran de su incumbencia; para él, la mejor ruta era siempre seguir adelante sin mirar a los costados. Lo cual dicho sea de paso, era una actitud que molestaba y enfurecía a Katsuki por partes iguales.

—¿Es que acaso no sabe que fue Shigaraki el que te dejó la mano así? —Confrontó Katsuki a Izuku al respecto, y éste sin pretenderlo le dio más munición en contra de su novio.

—Lo sabe, pero no le ve sentido a remover el pasado. Los Shigaraki son las últimas personas de Musutafu con las que cualquiera quisiera verse involucrado...

—Tsk —masculló Katsuki por lo bajo—. Cobarde.

—Kacchan...

—Tenía que decirse. Tu jodido novio es un cobarde, y no deberías esperar que alguna vez te defienda.

—No necesito que lo haga. Me basto por mí mismo.

—Seguro —ironizó Katsuki, pero no escarbó en la herida porque no quería pelear con Izuku.

Entre esos dos eventos en su vida, Katsuki volvió en septiembre a clases para el siguiente semestre, y sin mucha novedad descubrió estar entre los primeros 5 lugares de su año con sus calificaciones casi perfectas. Para sorpresa de nadie, Yaoyorozu era la primera en la lista, pero cerca de su número también estaba Shigaraki, que como siempre aparentaba un sitio en la sociedad que podía engañar a muchos, pero no a él.

La alta puntuación y sitio de honor de Katsuki en el cuadro de alumnos fue un tema de conversación durante la charla que Aizawa-sensei tuvo con sus padres esa misma semana de clases, y éste soportó estoico y con la vista clavada en el piso mientras su profesor enfatizaba lo inteligente y aplicado que era, pero recalcaba a la vez que su falta de dirección podía arruinarlo si se descuidaba.

—Bakugou es como una flecha —dijo Aizawa con su usual tono monocorde, casi aburrido, pero que con todo era incisivo y directo al grano—. Tiene el potencial de llegar a cualquier lugar que se proponga. Si tan sólo encuentra la cuerda que le sirva de catapulta hacia el futuro.

Mitsuki se quejó de Katsuki. No de sus defectos como su mal carácter o tendencias explosivas, sino lo opuesto; sus quejas más amargas fueron en torno a sus habilidades por encima de la media, que en su opinión, habían hecho de su vida un trayecto demasiado fácil y aburrido para un crío que necesitaba nuevas experiencias y contratiempos para florecer.

—Katsuki puede llegar lejos con la motivación correcta, eso es algo que mi esposa y yo sabemos bien —dijo Masaru al retirarse las gafas y limpiarlas con el borde de su camisa—, pero él ya es un adulto, y como tal, queremos ayudar pero sin estorbarle.  Si elige o no asistir a la universidad, o si la carrera que escoge es la correcta o un error, es algo que él tiene que decidir por su cuenta, pero además debe buscar por sí mismo el empuje para que una u otra cosa ocurra.

—Es caprichoso —secundó Mitsuki las apreciaciones de su esposo—. Presionarlo para que se apresure sólo tendrá el efecto contrario.

—Entiendo —dijo Aizawa—, pero la fecha- límite en la mayoría de las universidades-...

—¿Cuál es? —Interrumpió Katsuki con hosquedad, y 3 pares de ojos se centraron en él—. Ya me escucharon, ¿cuándo es la fecha límite? Tendré una decisión para entonces.

Aizawa-sensei frunció el ceño y se mostró listo para mostrarse inflexible como hacía con sus alumnos más problemáticos, pero tras unos segundos volvió a su resignado ser y suspiró.

—El 15 de noviembre. Pero yo tengo que reportar papelería escolar así que a más tardar el primero de ese mes. ¿He sido claro, Bakugou?

—Muy claro —replicó éste, y así se zanjó la reunión de ese día.

 

Rodeado de la excitación febril que eran sus compañeros de curso y amigos por estar ya en la recta final de su último año de preparatoria, el humor de Katsuki se fue degradando con el paso de las semanas. Por doquier, todos hablaban de infinidad de planes que tenían para su futuro, ya fuera estudiando en una universidad local o viajando lejos con todos los preparativos que eso implicaba. Había quienes directo se lanzarían al mercado laboral, o aquellos que elegían carreras técnicas o de una menor duración que la universidad. Había aprendices de distintas profesiones, y uno que otro que con sorna declaraba no tener interés de nada más que viajar o tomarse un año sabático.

En medio de aquel caos, Katsuki no encajaba en ningún grupo en particular, y la frustración de conocerse a la perfección en cada aspecto de su persona (bueno y malo, incluso si ésta última categoría le había costado años de reflexión) sólo acrecentaba al no conseguir dar con una respuesta que lo dejara satisfecho con respecto a su futuro.

—Cuanto más lo fuerces menos lo conseguirás —fue el consejo simplista con el que Kirishima intentó aplacarlo, y Katsuki habría dado lo que fuera por plantarle un puñetazo en su dura cara y quejarse porque ya había intentado lo opuesto sin más éxito que el actual, pero en su lugar se contentó con un gruñido y un gesto adusto con el que pretendía mantener a todos a raya.

Sólo Izuku estuvo exento de su mal humor, y eso porque las novedades con las que aderezaban sus encuentros eran justo el bálsamo que él necesitaba para su alma.

—La oficina de Hawks no es para nada como imaginaba. Y el trabajo que hacen ahí es sobre todo de investigación. ¿Puedes creer que tienen una sala completamente dedicada al caso S?

—¿Uh?

—Así lo llaman. Es la clave.

—Vale. ¿Así que juegan a detectives y ladrones?

—Para nada —ignoró Izuku su pulla—. Es algo serio en lo que trabajan, y en verdad Hawks tiene claro lo que hace. Es genial.

—¿Justo lo que querías para tu internado?

Izuku se acarició la nuca. —Sé que parece una broma de Hawks, pero en verdad me va a contratar. Y tendré una paga. Mamá no estaba muy convencida de que fuera lo mejor para mí ahora que la graduación está tan cerca, pero la convencí porque es lo mejor para mi futuro. Nada como una probada del trabajo que pienso hacer después de la universidad. Y Tsukauchi-san estuvo de acuerdo y me firmó una carta de recomendación.

—Mmm, si eso crees... Genial por ti —dijo Katsuki en un tono monótono. Sin burla o emoción alguna, fue entonces cuando Izuku le prestó por completo su atención.

—¿Pasa algo?

—No.

—Contigo, la rapidez con la que lo niegas es inversamente proporcional a lo falso que es.

—Nerd —dijo Katsuki.

—Vamos, Kacchan. Somos amigos, ¿o no? —Izuku hizo entrechocar sus hombros como había visto a Kirishima y Kaminari hacer con Katsuki antes—. ¿Qué te pasa?

Incapaz de abordar el tema porque ni él mismo tenía claro cómo o por dónde, Katsuki negó con la cabeza.

—Después. —Izuku exhaló con pesadez—. Pero serás el primero con el que hable, ¿ok?

—Ok.

—Mejor sígueme contando de tu internado con Hawks.

—Bueno, si quieres saber...

E Izuku se perdió en el relato de ese primer encuentro.

 

Izuku ya tenía 2 semanas completas como interno de Hawks cuando Katsuki recibió un mensaje de éste último que le sorprendió.

 

H: Espero no te moleste. Le pedí tu número a Tsukuyomi.

KB: ¿Qué quieres?

H: El set completo. Tengo a Deku, pero necesito a Kacchan para tener la pareja.

 

Katsuki observó incrédulo la pantalla de su móvil, disgustado por la familiaridad con la que Hawks se burlaba de sus apodos, pero un subsecuente mensaje lo distrajo.

 

H: Ya en serio, Midoriya es un excelente elemento pero intuyo que su incesante charla de tu persona sería incluso más beneficiosa para todos si estuvieras aquí.

H: Tengo un segundo puesto para interno si te interesa.

H: Mi secretaria ya tiene un formulario de contratación con tu nombre.

H: Sin compromisos. Buena paga. Y tú eliges tus horarios.

KB: ¿Estás de broma?

H: Yo nunca bromeo con asuntos serios como éste que tenemos entre manos.

H: ¿Te unes o no?

KB: Tengo que hablarlo con mis padres primero.

H: Vale. No olvides hacerme saber tu veredicto final.

 

Por su cuenta, Katsuki rumió la idea de unirse a Hawks en su cruzada para derrocar el imperio de Shigaraki, que de primera mano sonaba al proyecto más ambicioso jamás elaborado para una persona que era autodidacta y todavía se encontraba al inicio de su década de los 20s. Vale, que Hawks era un genio del que se escribía por todo Japón y algunas partes de Europa y América, pero no dejaba de ser un pez grande en un estanque pequeño como era Musutafu. Y los que conocían a Shigaraki sabían que éste era un tiburón con suficientes dientes para devorar a quien le viniera en gana de un solo bocado.

La razón principal por la cual Shigaraki era considerado el elemento clave de Musutafu era su implicación en una amplia variedad de sectores. Tenía acciones en toda empresa importante a escala nacional, además de una carrera política intachable, y todos los bajos fondos controlados a su libre antojo. Era la perfecta representación del hombre que domina dos áreas opuestas con ambas manos, y que mantiene sus dos facetas separadas de tal modo que mantener dos vidas cortadas por el centro pareciera una labor simple.

O al menos esa impresión daba en Japón.

Claro que había rumores, siempre los había, pero nadie había conseguido revelar nada. Los pocos que se lanzaban en su contra desaparecían de maneras misteriosas o tenían finales trágicos, y aunque Hawks insistía tener bajo la manga una docena de ases a su disposición, Katsuki tenía sus reservas.

En especial porque no era a Shigaraki sénior contra quien pedía ayuda, sino contra Tomura Shigaraki, un viejo amigo (y la palabra no le hacía justicia) contra quien Katsuki ya había peleado y perdido. También Izuku. Y sus pérdidas eran incluso más dolorosas que las suyas.

Si tenía que ser honesto consigo mismo, Katsuki no quería verse involucrado por simple cobardía. No por sí mismo, sino por Izuku, a quien no quería ver herido ahora que ellos dos habían conseguido parchar sus diferencias del pasado y la luz se vislumbraba al final del túnel. Después de la preparatoria, tendrían mayores y mejores oportunidad para recuperar el tiempo perdido, y Katsuki no quería arruinarlo envolviéndose en un asunto que francamente no le incumbía.

¿Y qué si Shigaraki era el más grande hijo de perra de su edad? Su reino se limitaba al perímetro de Aldera donde los esbirros a quienes llamaba amigos hacían el trabajo sucio por él. Después de la graduación se libraría de él para siempre, y Katsuki esperaba que con el paso de los años ni su recuerdo perdurara. Él tan sólo quería olvidar el pasado, y no comprendía cómo Izuku no podía querer lo mismo. La venganza no era parte de su personalidad, y sin embargo, a ratos Katsuki se cuestionaba si esas no eran las motivaciones que llevaban a Izuku a involucrarse en una situación que se les podía salir de las manos al menor paso en falso.

Era exasperante, le destrozaba los nervios, y para nada era algo que él quería hacer, pero con una resignación que iba a convertirse en conflicto si no obtenía la aprobación de sus padres, Katsuki se dirigió a estos no para preguntar sino para informar que a partir del próximo lunes estaría volviendo más tarde de lo normal a casa un par de días a la semana porque había conseguido un empleo.

—¿Qué, alguien te contrató con esa fea mueca tuya? —Se burló Mitsuki—. Seguro que no es un trabajo de cara al cliente.

—Más bien es una especie de internado —farfulló Katsuki, guardándose para sí cualquier dato revelador—. Un compañero de la banda me recomendó, y en todo caso no son muchas horas a la semana. Es algo que, uhm, quiero probar para ver si es lo mío o no. Quién sabe, quizá hasta me sirva para elegir una carrera en esa área...

Apenas esas palabras salieron de su boca, Katsuki frunció el ceño, y la atención burlona de Mitsuki se tornó cautelosa. Masaru aprovechó el asombro de su esposa para intervenir.

—Es tu decisión, hijo, y estamos orgullosos de ti por darte esa oportunidad. No dudes en acudir a nosotros para cualquier cosa que puedas necesitar.

El consejo de Mitsuki fue más sobre su línea de experiencia, eso una vez que se recuperó. —No la cagues, mocoso. Recuerdo que no todos tienen la piel gruesa para tolerar tus majaderías.

—Yada-yada, lo que sea —replicó Katsuki, y fue todo.

El viernes después del ensayo con la banda se sumó Katsuki a Tokoyami en un corto viaje por tren hasta llegar a las oficinas de Hawks en pleno distrito comercial, y haciendo uso de todo su autocontrol se guardó para sí cualquier signo que lo delatara con respecto a la idea de pasar más horas a la semana al lado de Izuku. Por lo que Tokoyami le había contado, Hawks tenía designada para ellos una sala de juntas de la que podían disponer a su libre antojo, y Katsuki ardía de deseo por cerciorarse de que así fuera.

La papelería que Katsuki firmó para tener acceso al edificio con su propia tarjeta y código de entrada era sobre todo un formalismo que también lo adscribía a la nómina, y Katsuki arqueó una ceja al ver la paga que se les iba a dar por unas cuantas horas a la semana.

—Wow.

—Hawks es generoso —dijo Tokoyami con frialdad—, pero también espera resultados recíprocos.

—No me mires a mí. Yo todavía no tengo claro para qué me quiere en su equipo.

Tokoyami no se lo aclaró, pero a juzgar por su apostura y actitud, tampoco dudaba que su presencia ahí fuera innecesaria. No si el propio Hawks así lo requería.

—Oh, pero miren qué tenemos aquí —apareció Dabi desde atrás, colocándose entre Katsuki y Tokoyami y echándoles los brazos sobre los hombros—. Siempre es un gusto ver caras nuevas.

—Ugh —intentó apartarse Katsuki, pero lesión o no, Dabi era fuerte y no lo dejó ir.

—Los acompañaré hasta su oficina —dijo Dabi, guiándolos hacia el elevador, que también requería de su credencial y código para accesar a ciertos pisos.

En Wings (así se llamaba la agencia) no escatimaban en paranoia y seguridad, dos elementos que iban de la mano con su área, pero Katsuki además se maravilló de las instalaciones que llegaban hasta un décimo piso y bullían en actividad.

Su oficina resultó encontrarse adyacente a la de Hawks, y Katsuki tuvo que forzarse a mantener la calma cuando al abrir la puerta encontró a Izuku sentado alrededor de una amplia mesa rectangular y enfrascado en la lectura de una montaña de documentos.

—Más tarde alguien subirá con una portátil para ti —dijo Dabi al soltar a Katsuki—. Y cualquier otra duda que tengas puede esperar. Hawks se reunirá con ustedes más tarde. Deku y Tsukuyomi pueden ponerte al tanto, Kacchan.

Katsuki hizo una mueca, y apenas Dabi salió cerrando la puerta tras de sí, preguntó: —¿Qué es todo eso de llamarnos por apodos?

—Seguridad —dijo Tokoyami—. Y tanto Hawks como Dabi lo prefieren así para evitar filtraciones de información.

«Supongo que llamarlo Todoroki sería el colmo», pensó Katsuki. —¿Pero Deku? ¿Y Kacchan?

—Ah, esa es mi culpa —admitió Izuku su involucramiento—. Hawks me escuchó llamarte así y... Lo siento, Kacchan.

—No lo estás haciendo mejor, Deku.

—Es curioso —los interrumpió Tokoyami—. Creo que es la primera vez que te escucho llamarlo así. ¿No se suponía que fuiste tú el que empezó a llamarlo así?

—Prefiero no hablar de eso —exhaló Katsuki antes de rodear la mesa, y tras colocarse detrás de Izuku, leer por encima de su hombro los documentos que éste revisaba.

—Escalofriante, ¿eh? —Corroboró Izuku con él, pues la hoja que tenía encima era el testimonio de una exempleada de Shigaraki que había accedido a compartir información a cambio de seguridad.

—Tienes que estar bromeando... —Masculló Katsuki al sentarse en la silla vacante al lado de Izuku y recibir de éste el resto de las hojas.

—Hay mucha más información de ese tipo en los archivos —reveló Tokoyami, ocupando su propio asiento—. Tan sólo para ponerte al día tendrás que leer documentos al menos por un mes.

—Joder... —Se admiró Katsuki al de pronto percatarse que a su alrededor había varias libreros atestados de toda clase de carpetas, pilas de papel, y hasta discos duro externos—. No era broma que Hawks paga por minuto.

Sin esperar de instrucciones, Katsuki colocó unos cuántos legajos que en la esquina tenían el sello de ‘testimonios’, y clavando la vista en el papel, se dedicó a leer cada palabra con la atención que merecía.

Que tal como había intuido, lo que encontró ahí no lo decepcionó.

 

Contra todo pronóstico, Katsuki descubrió que el trabajo que hacía en las oficinas de Hawks un par de días a la semana era tan absorbente que hasta en sus tiempos libres vivía y respiraba el caso contra Shigaraki. O contra All For One, pues ese era el nombre clave con el que se movía en sus negocios más turbios.

Tal como Hawks se lo había confirmado en su primer encuentro, tenían en su contra un caso sólido y bien documentado al que sólo le faltaban un par de hilos sueltos para entregarlo a la policía y dejar que ellos se encargaran del resto para aplicarle todo el peso de la ley. Lo cual a su vez volvía más y más frustrante descubrir que contra Tomura no había la misma cantidad de información, a pesar de que su nombre salía mencionado varias veces en los informes y testimonios de víctimas que insistían en tenerle pavor por el daño que les había infligido.

Katsuki no se había sorprendido en lo más mínimo cuando al leer el perfil psicológico de Tomura Shigaraki había encontrado la palabra sádico subrayada en tinta roja, prueba de que sus apreciaciones no estaban erradas. Él todavía podía recordar que en secundaria cuando todavía eran amigos (y la palabra no definía en realidad la enfermiza relación que sostenían) y pertenecían al equipo de kendo, Shigaraki tenía por tendencia el utilizar fuerza excesiva con su espada. Además, jugaba sucio y atacaba sin premeditación. Sus profesores lo habían atribuido a falta de técnica, pero Katsuki sabía mejor que asumir inocencia de su parte. Tomura sabía bien dónde golpear para hacer el mayor daño posible, y pocos habían sido los que se enfrentaran contra él a un duelo y que no salieran con un golpe extra en áreas que la indumentaria no protegiera.

—Esto no lleva a ninguna parte —gruñó Katsuki en una de esas sesiones, ya en octubre y al corriente con la mayoría de los documentos que Hawks había puesto a su disposición—. Tomura es demasiado listo como para actuar por sí mismo. En su lugar, siempre deja que el resto se ensucie las manos por él.

—Ahora que lo mencionas, nunca lo he visto sin sus amigos —comentó Tokoyami.

—Esbirros. Tomura Shigaraki no tiene amigos —corrigió Katsuki, repantigándose en su silla y echando la cabeza hacia atrás—. Y mientras los tenga a su lado, sus manos estarán limpias.

—En ese caso... —Izuku dejó el fólder del que leía y se llevó una mano al mentón—. ¿Por qué no aislarlo? ¿Cuántos personas tiene a su alrededor?

Tokoyami empezó a contar. —Está la chica de los cuchillos —dijo con un estremecimiento.

—Toga —levantó Katsuki el pulgar—. Ahí va una.

—El chico que está obsesionado con las lagartijas.

—Spinner, dos.

—El loco de la cicatriz.

—Twice, tres.

—El... La... No estoy seguro —dijo Tokoyami con apuro, y Katsuki comprendió de quién se trataba.

—Creo que se hace llamar Magne, cuatro.

—Esperen, hay que escribirlo —dijo Izuku antes de que se les olvidaran los nombres y las descripciones.

El trabajo de contabilizar a los esbirros de Shigaraki les tomó buena parte de la siguiente hora, agregando nombres y tachando aquellos que ya se habían graduado o a quienes no habían visto en al menos unos cuantos meses. Katsuki y Tokoyami tenían ventaja sobre Izuku porque iban en la misma escuela que Shigaraki, así que reunieron todos los nombres posibles y al final contemplaron la lista como quien tiene una lista de supermercado a la que hay que ir tachando ítems uno tras otro.

—Podría funcionar... —Dijo una cuarta voz, y los tres dieron un respingo al descubrir que Dabi se había colado en su sala-de-reuniones-convertida-en-oficina en silencio y escuchado la mayor parte de su plan—. Shigaraki no es nadie sin sus secuaces, y si consiguen aislarlo... Tendrá que actuar por su cuenta.

—Sólo bajo provocación —dijo Katsuki, a sabiendas de que Tomura se guardaba siempre sus mejores armas bajo la manga.

—Un paso a la vez —dijo Dabi, que sacó su móvil y comenzó a escribir un mensaje—. A Hawks esto puede interesarle...

Y su apreciación no estuvo muy errada cuando al cabo de 10 minutos el mismo Hawks hizo una aparición para repasar con ellos la lista de nombres que había hecho, y tras tomarle una fotografía, prometer que pondría a su equipo de investigación a reunir información de todos los involucrados.

—Aislaremos a Tomura —dijo Hawks con convicción, sin rastros de su jovial personalidad—. Después trazaremos un plan que le vaya acorde.

Así empezó la primera fase para hundir a los Shigaraki.

 

Katsuki había dado por sentado que los hilos con los que Hawks trabajaba desde las sombras usando su empresa de seguridad privada como una pantalla respetable a sus actividades lícitas con la policía tardarían al menos semanas si no es que meses en conseguir resultados, pero antes del viernes ya era notable la ausencia de un par de los esbirros de Shigaraki entre sus filas. Y los rumores que circulaban eran de notarse.

—Escuche que Twice estaba vinculado a un robo en un supermercado cerca de la estación...

—¿Te enteraste que la policía fue por Muscular a su casa? Al parecer participaba en peleas clandestinas y dejó a alguien en coma...

La mierda salpicó no sólo a los alumnos que convergían alrededor de Shigaraki, sino también a uno de los profesores que mantenía alzos con él: Atsuhiro Sako.

Ni en un millón de años habría adivinado Katsuki la relación que éste tenía con Shigaraki, pero en su siguiente reunión Hawks les reveló que su nombre aparecía mencionado en diferentes ocasiones bajo el alias de Mr. Compress y que era un ladrón que utilizaba la respetable cortina de humo de profesor para encubrir sus fechorías con la ayuda de Shigaraki sénior con la condición de vigilar a su vástago en la escuela.

La caída de Atsuhiro Sako dejó a Shigaraki desprotegido, sólo con la compañía de Himiko Toga, a la que se le imputaban cargos de amenazar con sus cuchillos a cualquiera que se cruzara por su camino, pero de quien no tenía pruebas concretas y por lo tanto no había cómo aprehenderla.

—Debe haber algo que podamos utilizar en su contra —insistió Tokoyami en una de sus reuniones—. Todos en Aldera saben que está chiflada y que su primera reacción a cualquier problema es sacar uno de sus tantos cuchillos. No debe ser tan difícil reunir pruebas en su contra.

—Además de loca es veloz, y escurridiza —dijo Dabi enumerando los hechos principales por los que su captura había sido imposible.

—Y si... —Katsuki tomó la palabra—. ¿Y si le tendemos una trampa?

—¿Qué? ¡No! —Antes que nadie, Izuku adivinó la clase de pensamientos que discurrían en la mente de Katsuki y quiso ponerles un alto, pero éste se negó.

—Es decir, si no hay cargos en su contra, ¿por qué no conseguirlos?

—¿Te refieres a mentir? —Preguntó Tokoyami, pero Katsuki denegó con la cabeza.

—Me refiero a provocarla y hacer que los cometa a plena luz del día. Ya lo han dicho antes: Toga es inestable mentalmente, y basta la menor provocación para que saque uno de sus cuchillos y-...

—¡No! —Volvió Izuku a la carga—. ¡Es un plan terrible! ¿En qué estás pensando, Kacchan? Eso es arriesgado, y estúpidamente peligroso.

—Bah, lo dice el que haría lo mismo de poder estar en mi lugar —refutó Katsuki de vuelta, e Izuku volvió a abrir la boca antes de que Hawks impusiera orden.

—Basta. Los dos —agregó al ver que Katsuki todavía quería decir más—. No diré que este plan no es... poco ortodoxo, pero podría funcionar.

—¡Pero-..! —Empezó Izuku antes de callar tras una mirada de Hawks.

—Sin embargo, debe ser nuestra última opción. Todavía tengo agentes de campo en las calles buscando cualquier información de Himiko Toga. Estoy seguro de que algo podremos encontrar que podamos utilizar en su contra, y que no será necesario tomar medidas tan drásticas como provocarla.

—O eso esperas —agregó Dabi, que ya fuera para romper la tensión o porque la parte burlona de su personalidad era la que tenía más peso, consiguió su cometido.

Ahora tocaba esperar.

 

Exactamente una semana después de aquella reunión, Himiko Toga cayó en manos de la policía de Musutafu cuando una vieja amiga suya denunció el daño que ésta le había hecho a su mascota conejo años atrás al cortarle el cuello y chupar su sangre. El destapar aquella coladera sirvió para recopilar en su contra un expediente de maltrato y mutilación animal que cobró tintes oscuros cuando se compaginó con información relativa en los archivos de la policía. Al parecer, Tsukauchi-san estaba al tanto de un torturador de mascotas que rondaba los barrios de Musutafu realizando actos similares, en los que el ritual incluía el uso de sangre de sus víctimas para fines hasta ahora desconocidos y que resultaron ser de consumo. La policía había asumido que se trataba de un hombre con interés por el vampirismo y por eso no habían sido capaces de relacionar los crímenes a Himiko Toga, pero una vez que se estableció el vínculo, pudieron imputarle docenas y docenas de cargos que habían estado pausados hasta entonces.

Katsuki encontró repulsivo lo que Toga había hecho, pero también fue una victoria para el equipo ahora que Shigaraki se había quedado a solas y no tenía a su lado quién hiciera por él su trabajo sucio.

—Es ahora cuando debemos tener más cuidado que nunca —les advirtió Hawks en la siguiente reunión—. Tomura Shigaraki debe estar al tanto de que los engranajes de la trampa se están moviendo y será más cauteloso ahora que nunca. No debemos darle motivos para que se sienta nervioso, y eso en especial va para ti, Kacchan.

—¿Por qué yo? Bah —se quejó Katsuki cruzado de brazos pero sin tener cómo negarlo.

—Va para todos. Un paso en falso... —Dijo Hawks al mirarlos por turnos a los ojos—. ¿He sido claro?

Un coro de afirmaciones le siguió, pero el nerviosismo continuó palpable.

En una carrera contra el tiempo, quedaba ver si conseguirían atrapar a su presa o ésta se les escurriría entre los dedos.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).