Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

24.- El hacha de la guerra.

 

—Tardé mucho en ponerme los zapatos aquella vez —admitió Izuku al rememorar la tarde en la que él y Katsuki habían puesto fin a su acuerdo de no-amigos con derechos—. Tenía la vaga esperanza de verte bajar las escaleras y... No sé. Era bastante ingenuo en asuntos del corazón. Esperaba demasiado de ti. Del Kacchan de ese entonces.

—Izuku...

—Caminé a casa lo más despacio posible. Todavía me aferraba a la idea de que saldrías a mi encuentro. Las películas románticas que le gusta ver tanto a mamá jugaron en mi contra... Pero sólo sirvió para que llegara empapado y pescara el peor resfriado de mi vida.

Katsuki recordaba eso. Izuku había faltado casi 2 semanas del nuevo curso, y eso sólo había favorecido a que los últimos meses de secundaria la distancia entre ellos dos creciera hasta convertirse en un abismo.

Izuku no tenía amigos, así que le resultó más fácil que nunca aislarse dentro de sí mismo, agachar la cabeza y dejar de existir para el resto. Que además su examen de admisión fuera para U.A. le sirvió de pretexto para recluirse a la menor oportunidad en la biblioteca para estudiar bajo la supervisión de algunos profesores que no admitían interrupciones.

Menospreciando a Izuku porque esa ya era una segunda naturaleza que habitaba en Katsuki, éste se confió de creer que su esfuerzo no llegaría a nada y casi olvidó que la tenacidad de éste era siempre al final su mejor arma. Así pensaba hacérselo saber, pero entonces Izuku dejó de asistir a clases durante el último mes, y... Nada.

Katsuki cerró su corazón y dio vuelta de página a ese capítulo de su vida.

—Quiero que sigamos siendo amigos, Katsuki —dijo Izuku de pronto, sacando a Katsuki de sus recuerdos y retomándolo al tiempo presente, en una noche de finales de noviembre en que el frío calaba hasta los huesos—, pero no veo cómo conseguirlo sin...

—Podemos intentarlo.

—Pero no parece funcionar.

—Entonces lo intentaremos con más ganas y-...

—¿Podemos irnos a casa?

Empujando a Katsuki lejos de sí, Izuku consiguió poner distancia entre ambos, y el escaso calor que habían conseguido acumular en su abrazo se perdió.

—Ven —le instó Izuku a seguirlo, y por una vez, Katsuki lo dejó tomar las riendas.

En un silencio asfixiante que no hacía mucho por ninguno de los dos, fue Izuku el que consiguió ordenar primero sus pensamientos y exponerlos.

—No defenderé la actitud o las acciones de Shouto. Pero siendo justos, tampoco haré lo mismo por ti. Lo de esta tarde...

—Ya me disculpé, caray.

—Y lo agradezco, pero no lo soluciona por completo.

—Ya, porque el idiota de tu novio es un celoso de mierda.

—Pero no está mal encaminado.

—¡Y yo no haré nada! No soy un animal que sólo obedece sus instintos, ¿ok?

Izuku exhaló. —No lo decía por ti. Pero... es bueno saberlo.

Frustrado hasta lo imposible porque no conseguía dilucidar cómo el día había transcurrido repleto de confusiones, peleas y malos momentos entre él e Izuku, Katsuki rechazó el continuar por su cuenta una vez que llegaron al cruce en el que solían separarse, e ignorando las débiles protestas de Izuku insistió en acompañarlo hasta su bloque de departamentos.

—Si te molesta dilo —rezongó ante Izuku, que persistía en que no era necesario—, pero si no te acompañaré.

—No se trata de eso.

—Entonces en marcha.

Con un par de calles más de ventaja a su disposición, Katsuki se lanzó por todo.

—¿Perdí mi oportunidad contigo?

—Kacchan....

—¿Es eso? Porque... Puedo esperarte. Puedo cambiar. Puedo-...

—No —le puso Izuku un alto, denegando con la cabeza—. No tienes que decir o hacer nada porque... Simplemente no va a funcionar.

—Ok. —Resignado, Katsuki suspiró—. Sólo te pido que no me apartes de tu lado. Quiero ser una mejor persona, y si no es para ti, al menos quiero que sea por ti. Y... es todo. No es necesario que contestes nada. El simple hecho de que me permitas formar parte de tu vida es suficiente por ahora.

Aquella era una mentira a medias, porque Katsuki tenía como pronóstico sufrir, pero lo iba a hacer gustoso siempre que Izuku le brindara su compañía en la forma que éste prefiriera.

—Alguna vez dijiste que no éramos ni siquiera amigos...

—Me comporté como un idiota. Siempre fuiste mi mejor amigo, hasta la fecha lo sigues siendo...

—Kirishima puede que se sienta decepcionado si te escucha decir eso.

—¿Sí? Pues me disculparé con él, pero ese sitio ya estaba reservado de antemano, mucho antes de conocerlo.

—Wow... Escuchar al gran Katsuki Bakugou decir eso es... Wow.

—Acostúmbrate —dijo Katsuki con las orejas ardiendo de vergüenza—. Ese es el nuevo yo.

Izuku asintió para sí, y en mejores términos llegaron al bloque de departamentos donde vivía.

—Uhm, gracias por acompañarme todo el camino —dijo Izuku en la verja de entrada, y Katsuki aprovechó el último gramo de valor para una última petición de esa noche.

—¿Tu mamá me odia?

—Uh... —Izuku abrió grandes los ojos y contuvo el aliento.

—Vale, ya me lo imaginaba —dijo Katsuki al darse media vuelta, pero Izuku lo sujetó del brazo.

—Mamá no te odia, es sólo que...

—No, está bien. Si quiero hacer bien las cosas, también tengo que disculparme con ella por todo lo que te hice. Es lo justo —murmuró Katsuki, que tomó la mano de Izuku que lo sujetaba para darle un sentido apretón y después dejarlo ir—. Nos vemos.

—Escríbeme para saber que llegaste bien a casa.

—Hecho.

—Cuídate, Kacchan.

—Hasta luego, nerd.

 

Decidido a pagarle a Todoroki con la misma moneda que éste había utilizado meses atrás cuando acudió en su búsqueda, Katsuki se presentó a las afueras no de U.A. sino del campo de béisbol de grandes ligas donde éste se entrenaba con un equipo universitario, y aguardó por él en las bancas. Todoroki no se percató de su presencia sino hasta casi el final, y eso contribuyó a que sus últimos lanzamientos no tuvieran el mismo impulso que durante el resto del entrenamiento, así que Katsuki se sonrió para sí con satisfacción.

Para conocer el lugar y la hora en la que Todoroki estaría disponible, Katsuki había pedido ayuda primero a Dabi, pero resultó ser que esos dos hermanos no podían estar en extremos más opuestos y la respuesta de éste se guió más sobre de las líneas de ‘ni idea, y ‘al diablo conmigo si estuviera al tanto de lo que hace mi hermanito’, por lo que Katsuki tuvo que recurrir al plan B: Uraraka.

A Katsuki le resultó mucho más difícil acercarse a la chica, y sólo porque su orgullo se interponía, pero decidido a no dejarse vencer por tonterías de ese calibre fue que al final le envió un mensaje y soportó estoico (en apariencia) pero agónico (por dentro) hasta que se dignó a responderle. A su “¿Qué asuntos tienes tú con Todoroki?” Katsuki primero pensó en hacerle saber que no era de su incumbencia, pero como aguantar el papel que había representado los primeros 15 años de su vida no le habían traído ningún mérito salvo con el sempiterno paciente de Izuku, apretando los dientes le escribió de vuelta para informarle que quería disculparse con él por unos asuntos que tenían pendientes.

La respuesta de Uraraka no se hizo de esperar:

 

OU: ¿Y por qué suena a uno de los 10 pasos de alcohólicos anónimos?

OU: Disculparte no va contigo, incluso hasta cuando intentas ser honesto.

OU: Pero ya qué.

OU: No lo supiste por mí, pero el paradero de Todoroki es...

 

Y sin más le pasó el horario casi completo del idiota bicolor que obtuvo a través de Izuku.

Por su cuenta tuvo Katsuki que tachar las horas en las que no podían coincidir, ya fuera porque Katsuki estaba ocupado o Izuku estaba con Todoroki, así que al fin quedó decidido que estaría en uno de sus entrenamientos tardíos de miércoles que se jugaban en el campus de una universidad cercana. Katsuki estaba al tanto de que era un buen equipo y que aquella había sido el alma mater de Endeavor, pero tenía serias dudas de que Todoroki se dignara a inscribirse ahí para el próximo año. En una de las salidas que se hicieron en su grupo de amigos creía recordar a Iida mencionar que Todoroki tenía un par de becas para estudiar en los Estados Unidos, pero que de momento no se decantaba por ninguna. Después de todo, el semestre empezaba hasta finales de agosto, así que tendría suficiente tiempo libre para hacer una elección bien fundamentada.

Mientras pensaba todo aquello en las gradas y se lamentaba de haber elegido un sitio alto donde el viento frío le sacudía el cabello, Katsuki al menos tuvo oportunidad de echar la cabeza hacia atrás y contemplar el cielo azul y despejado atípico de esa época del año. Apenas estaban a inicios de diciembre, pero se prospectaba un invierno helado como pocos, y Katsuki quería aprovechar todo el tiempo que tenía a su disposición para pasar las horas de su día al exterior.

Además, estar ahí le serviría para despejar su mente y planear bien lo que pensaba decirle a Todoroki. Sin un guión preestablecido con el que trabajar, Katsuki iba a la deriva con la intención de disculparse, y tenía claro el por qué, pero todo lo que estaba en medio entre el inicio y el final era nebuloso para él.

Erróneamente había dado por sentado que como ya tenía un poco de práctica en pedir disculpas y reconocer su parte de culpa el acercarse a Todoroki para hacer lo propio sería tan fácil como silbar y aplaudir, pero no había contado con un extra para el que no estaba preparado: Sus nervios. Y es que resultaba casi ilógico sentir una pizca de pánico por tener que lidiar con alguien como Todoroki, cuyos únicos hechos destacables eran su talento innato para el béisbol, su noviazgo con Izuku, y que al parecer su apariencia estaba por encima de la media.

Y vale, lo estaba. Katsuki no era ciego y le concedía al idiota bicolor el atractivo que le correspondía, pero eso no implicaba que en él obrara cualquier reacción. Para Katsuki el más atractivo en su escala personal era Izuku, seguido de Izuku, y en un honroso tercer puesto, Izuku. Y no más. Katsuki no tenía duda alguna de su sexualidad porque jamás se había sentido atraído por nadie del sexo opuesto, aunque tampoco podía presumir mucho de su homosexualidad cuando Izuku era el único que plagaba sus fantasías y... ¿A dónde quería ir él con eso? Ah sí, Todoroki... A quién había acudido esa tarde para disculparse por su comportamiento de meses (y años) pasados y a quien de pronto no tenía nada de ganas de enfrentar.

¿Sería demasiado cobarde de su parte huir? ¿Pero quedarse y enfrentarlo sería mejor?

Sumido en esos pensamientos, Katsuki casi saltó fuera de su piel cuando un silbato marcó el final del partido que se jugaba, y al mirar de vuelta en el campo de juego su mirada se topó con la de Todoroki.

«Al menos sabe que estoy aquí por él», pensó Katsuki, recogiendo sus pertenencias y dispuesto a acercarse a la salida para encontrarse con Todoroki.

Katsuki esperaba llegar antes que Todoroki, pero se llevó una sorpresa desagradable al encontrar que éste ya esperaba impaciente por él, y a juzgar por la expresión de su rostro, no estaba nada contento de verlo ahí.

—Uraraka me dijo que pasarías a verme un día de estos —rompió Todoroki el hielo entre los dos—, pero no imaginé que sería tan pronto.

—Qué sentido tiene postergar lo inevitable —dijo Katsuki con un encogimiento de hombros que esperaba fuera relajado y resultó indolente—. Uhm, ¿te contó la Cara Redonda de qué se trataba?

—No, y apreciaría que la llamaras por su nombre. Darle motes a las personas no es de buen gusto, aunque qué puedes saber tú de eso... —Dijo Todoroki, y a juzgar por la entonación de sus palabras pensaba en un mote en especial: Deku.

—Mmm, a veces son de afecto.

—No pienso que Cara Redonda sea como Uraraka quiera ser conocida.

—Vale, haz hecho tu punto. Lo que sea —gruñó Katsuki, disgustado por el cariz que esa conversación estaba tomando—. ¿Tienes tiempo?

—Depende.

—Quiero hablar contigo.

—Yo no quiero hablar contigo.

—Qué mal, porque tengo que hacerlo.

—Si haces esto por Izuku-...

—¿Y por quién más, idiota pomposo? —Protestó Katsuki, llegando al límite de su paciencia en tiempo récord—. Pero eso es lo genial de él: Que sin necesidad de mover siquiera un dedo consigue que yo sea una mejor persona. Así que habla conmigo o te obligaré.

—¿Eso te funciona para conseguir lo que quieres? —Preguntó Todoroki, pero acomodándose su mochila de deporte a través del pecho se dispuso a seguirlo—. ¿A dónde vamos?

—Esto no es una cita. Vi un parque por aquí cerca, y... Te invitaré una bebida por las molestias.

—Limonada de té negro.

—¿Uh?

—Eso es lo que quiero beber.

—¿Con este jodido clima? —Katsuki no lo comprendía. Debían estar como a 8ºC y la temperatura no haría más que bajar durante las siguientes horas. Él por su parte planeaba comprarse una bebida caliente, pero claro, Todoroki tenía que actuar como un irracional y pedirse una bebida helada.

—El frío nunca me ha molestado.

—Lo que tú digas, chico Frozen.

Avanzando unos cuantos metros en relativo silencio, fue Todoroki el que volvió a abrir la boca.

—Elsa.

—¿Quién?

—Así se llama la protagonista. Elsa. La de Frozen.

—¿A quién le importa?

—Al parecer a ti. ¿Debo esperar que de pronto te sueltes cantando Let it go en vista de que estás en una banda?

—Toco la batería, imbécil, no soy la voz principal.

—Ah, ¿pero cantas?

Katsuki se negó a responder.

—Ya veo —obtuvo Todoroki su respuesta de ese mutismo terco.

—No te invité para hablar de eso —resopló Katsuki, y Todoroki no perdió oportunidad en abordar el tema que les atañaba lo suficiente como para encontrarse a solas.

—Entonces dilo y terminemos con esto.

—Un paso a la vez, maldito impaciente.

—Tengo nombre, ¿sabes? Y no es ‘idiota’, o ‘maldito’, o cualquier otro insulto que pase por tu cabeza.

—Nadie en tu familia prefiere llamarse por el apellido —dijo Katsuki en un vago intento por tener que dirigirse a Todoroki por su apellido, y eso lo sacó de balance.

—Oh. —Una pausa—. ¿Entonces es cierto que eres amigo de Touya?

—¿Quién?

—Dabi —escupió Todoroki la palabra como si tuviera un regusto amargo e imposible de procesar—. A estas alturas ya debes estar al tanto de que es mi hermano mayor.

—No estoy interesado en hablar de tus dramas familiares.

—¿No? Porque en vista de que tanto te gusta meterte en mi vida amorosa...

Katsuki se giró hacia Todoroki y asiéndolo de las solapas de su chaqueta lo empujó contra el muro más cercano, pero a diferencia de unos días atrás con Izuku, su novio no era del tipo de recibir agresiones y pagarlas con infinita paciencia. Apretando su muñeca con una fuerza que sobrepasaba a la de Katsuki, Todoroki le retó mirándolo directamente a los ojos con ese par de irises dispares.

—No seré una más de tus víctimas, así que piensa bien cuál es tu siguiente paso —le advirtió Todoroki con una voz gélida, y tras unos segundos, Katsuki lo soltó.

—Idiota.

—Es Todoroki, Bakugou —replicó éste con presteza, y en una agilidad que sólo podía atribuir al deporte, Katsuki se vio de pronto empujado al mismo muro y con éste ejerciendo una presión abrumadora sobre sus hombros—. Aprende modales o aprende a mantener tu distancia.

Katsuki luchó de vuelta, y comprobó casi al instante que sus fuerzas estaban igualadas. Todoroki podía tener consigo los entrenamientos de béisbol, pero Katsuki se estaba preparando para entrar a la Keishichou y sus fuerzas y reflejos no estaban dispares.

—Esto no tiene sentido —gruñó Todoroki al soltarlo y amagar apartarse—. Me voy.

—¡Espera! —Le retuvo Katsuki, que con el aliento saliendo en bocanadas de vapor por el esfuerzo, no quería perder su única oportunidad de hacer bien las cosas—. Por favor.

Y si fue por curiosidad o porque los repentinos modales de Katsuki habían apelado a los suyos, Todoroki accedió con un suspiro.

—Bien. Pero que sea rápido.

 

Por la hora, Katsuki y Todoroki encontraron el parque casi desierto. Fiel a su promesa, Katsuki fue por bebidas para los dos, y al volver encontró que Todoroki había elegido un columpio desde el que se mecía perezosamente con los pies en la arena.

A Katsuki no le quedó de otra más que entregarle su bebida y elegir el columpio contiguo.

—¿Y bien? —Preguntó Todoroki con impaciencia—. Te quieres disculpar. Ya lo sé todo.

—Maldita Uraraka... —Masculló Katsuki entre dientes.

—Y contra todo pronóstico, contra toda fibra de mi ser —prosiguió Todoroki, abriendo su lata de limonada— voy a reconocer que no eres lo que esperaba encontrar después de los relatos de Izuku.

—¿Soy mejor?

—Eres peor, en muchos sentidos —reconoció Todoroki, y tras beber un sorbo chasqueó la lengua—. Izuku tiende a pintarte como una versión honesta de ti, pero justifica cada uno de tus actos y palabras. Es exasperante. Porque él es la víctima, y tú siempre eres Kacchan.

—Ya.

—Golpearía con gusto tu maldita cara.

—Lo mismo puedo decir.

—Pero tú lo mereces. Eres consciente, ¿no?

Katsuki pateó el suelo, y su columpio se movió. —Puedes apostar que sí.

—Y eso —dijo Todoroki con una exhalación— es lo peor. Puedo odiarte si eres el mismo tipejo malnacido, mal encarado y maleducado de siempre, pero no cuando te muestras razonable.

—Tus sentimientos hacia mí no son mi problema —dijo Katsuki con una serenidad que de momento no sentía en su totalidad, pero que iba a buen camino de experimentar—. En realidad reconsideré docenas de veces lo innecesario de disculparme por ti por esa misma razón. Porque no te conozco, y tú tampoco a mí sin importar cuánto creas que sí a través de la perspectiva retorcida en los ojos de Izuku.

—Lo haces sonar peor de lo que es.

—Porque lo es. Y tienes razón. Izuku siempre ha sido demasiado bueno con mis defectos y mis faltas, siempre dispuesto a encubrir lo peor de mi persona y justificarlo. Sólo así puedo explicar que decidiera perdonarme, que en su corazón ya lo hubiera hecho casi desde el principio, y... Sería un imbécil de marca si no lo aprovechara. Si rechazara la segunda oportunidad que me ofrece al mismo tiempo.

Con una mano sosteniendo su bebida y con la otra la cadena del columpio, Todoroki imitó a Katsuki y se empezó a mecer.

—Te odio. Y no por las razones que crees, o al menos, no sólo por eso. Verás, mi familia no es exactamente el mejor modelo de funcional. Mi padre decidió incluso desde antes de que naciéramos que sus hijos seríamos todavía mejores deportistas que él, rompiendo sus récords y marcando precedentes antes y después de los Todorokis en las grandes ligas. Mi hermano Touya no lo resistió, y a Fuyumi le rompió el corazón saber que a pesar de ser mejor que padre no tendría una competencia justa sólo por ser mujer. Natsuo rompió esa maldición al debutar, y por muchos años creí que la satisfacción de negarme en el último momento a cumplir los sueños frustrados de mi padre me haría feliz, pero él es como tú. —Todoroki arrastró un pie sobre la arena, y su columpio comenzó a balancearse en movimientos irregulares—. Se dio cuenta de sus errores y se disculpó. Hizo enmiendas, y trató por todos los medios corregir sus errores. Natsuo todavía no lo perdona del todo y el resto de mis hermanos se muestra ambivalente, pero yo no puedo evitarlo: Una parte de mí ya lo perdonó porque sé que su arrepentimiento es sincero y... No creerás quién fue el que me ayudó a procesar todo eso.

—Izuku.

—Claro... Él me dijo algo como que era demasiado amable como para ignorar mi propia naturaleza, y que incluso si todavía no era capaz de perdonar a mi padre por lo que nos había hecho a todos en mi familia, que estaba esperando el momento adecuado para abrir mi corazón y permitirle la entrada. Fueron palabras que dieron justo en el clavo, y me hicieron ver que no estaba errado...

—¿Y me comparas con tu padre por eso?

—Izuku vio en ti esa misma luz de redención. Y aunque me pese admitirlo... Sabe utilizar su cerebro y corazón en la justa medida. Su instinto en esos casos no falla.

—Incluso tratándose de mí.

—Incluso entonces —admitió Todoroki con ánimo de reconocer su derrota—. Lo justo es que yo también me disculpe por mi comportamiento de antes.

—Nah, no será necesario.

—Pero-...

—Era recíproco. Te odiaba, o te odio, todavía no me queda claro —confesó Katsuki al imitarlo en sus vueltas en el columpio, sirviéndose una pierna como apoyo mientras viraba casi 180º de lado a lado—. Si estás al tanto de todo lo que ocurrió entre Izuku y yo al menos no tengo por qué explicarte mis razones al respecto.

—¿Tú todavía lo...?

—Sí.

Todoroki suspiró. —Izuku estaba convencido de que no había sido mutuo, pero hasta para mí era obvio por sus ocasionales relatos que sí había sido así.

—¿Cómo no serlo? Mis sentimientos por él se desbordaban a la menor provocación, y no sólo los buenos... Izuku hacía levantar la tapa de mis emociones sin apenas esfuerzo, y fue mi culpa no saber distinguir que él estaba dispuesto a tomarlo todo siempre y cuando yo... yo...

—Lo sé —coincidió Todoroki con él—. A mí me pasa igual.

—Supongo que tu autocontrol es mejor que el mío.

—No siempre, o sabría cómo mantener mis celos a raya.

—¿Entonces son celos, uh?

—Como si no lo supieras ya...

—Prefiero no hacerme ilusiones.

—Anda ya, que he visto cómo actúas frente a él cuando crees que nadie los ve. Y Uraraka es mi amiga, me da reportes de cada una de sus salidas.

—Tsk, maldita sabandija.

Poniendo un final abrupto a sus movimientos en el columpio, Todoroki sorprendió a Katsuki al girar su torso en dirección a él y declarar.

—Sólo para que quedemos claros en esto: No pienso ponértelo fácil con Izuku.

—No esperaba que lo hicieras.

—Vale, pues métetelo bien en la cabeza. No voy a apartarme, ni a dejar de luchar por él. Después de hoy tengo un concepto diferente de ti y la persona que eres ahora, pero me sostengo al pensar que tú y él no son el uno para el otro.

—Me basta con su amistad.

—Sigue diciéndote eso y veamos cuánto tiempo lo crees... —Fueron las últimas palabras al respecto de Todoroki, que continuó bebiendo de su limonada en pequeños sorbos, y sin más se soltó hablando de béisbol hasta que ambos terminaron sus bebidas y decidieron que era hora de marcharse cada quien por su lado.

Katsuki no afirmaría jamás que había hecho un enemigo esa tarde, ¿pero perder un enemigo? Eso sí.

 

Con la atmósfera navideña impregnando cada rincón de Musutafu, Katsuki le pidió su consejo en ese orden a Ashido, Yaoyorozu y Jirou para elegir un obsequio, y con los dientes apretados revelo que no, no tenía intenciones románticas con esa persona, sí, se trataba de alguien del sexo opuesto, ¡y no!, se trataba de una mujer arriba de los 40 años de edad, así que no iba a aceptar sugerencias indecentes.

—¿Es para tu mamá? —Preguntó Ashido en confusión, y Katsuki resopló.

—No.

—¿Pero es una especie de figura materna, o no? —Suplió Yaoyorozu con curiosidad.

—Digamos que... sí.

—No puede ser tan difícil entonces —terció Jirou, ganándose un gruñido por parte de Katsuki.

Ya que revisar tiendas en línea no había ayudado en lo absoluto durante las horas de clase, Katsuki había aceptado a regañadientes la propuesta de las chicas en visitar el centro comercial y mirar en los aparadores hasta dar con el regalo perfecto.

En opinión de Katsuki, pasar sus horas libres rodeado de las mujeres de su vida que parloteaban sin cesar y lo atosigaban sin parar con preguntas y sugerencias era un método de tortura que probablemente serviría para romper el espíritu de cualquier agente de la CIA, la KGB o la Gestapo, ya no se diga el suyo, pero con todo consiguió sobrevivir gracias al talento innato de Yaoyorozu para identificar que sus ataques de mal humor muchas veces eran provocados por la baja del azúcar en su sangre, así que sugirió antes de empezar en serio con las compras el visitar una tienda cercana que vendía donas y café para primero trazar un plan de acción.

—La ropa nunca falla —dijo Ashido.

—Salvo que no conozcas su talla —intervino Jirou.

—¿Qué tal un perfume? —Fue la sugerencia de Yaoyorozu.

En reunión sobre una mesa para 4 en la atestada área de comida, Katsuki las dejó hablar y deliberar entre sí mientras se llenaba la boca con centros de dona azucarados para no tener que participar.

En sí, era un deber de Katsuki el intervenir en aquella conversación y dar su punto de vista, pero prefería dejar que las chicas se encargaran. Después de todo, cada una aportaba por su cuenta un elemento clave. Ashido era la indicada para elegir algo dentro de un rango de precio apropiado; Yaoyorozu tenía de su lado reconocer a primera vista la calidad y durabilidad de los objetos; y sobre Jirou recaía la habilidad para identificar un toque de belleza único en su especie. Mucho mejor que haber invitado a sus amigos y acabar más frustrado que nunca cuando luego de muchas horas hubieran salido del centro comercial con las manos vacías.

Y es que Katsuki no podía postergar mucho tiempo más aquello que le atormentaba. Con Uraraka y Todoroki fuera de su lista, Katsuki había dejado a Inko Midoriya al final para acudir a su presencia y disculparse como era debido por los años de constante maltrato a los que había sometido a su hijo y... El panorama le asustaba. Mucho. Más que nada de lo que él hubiera tenido que hacer antes en la vida.

El mismo Izuku había insistido que no era necesario hacer algo como eso, pero Katsuki tenía por lo claro que era la manera que tenía para aplacar sus acciones, pero no su consciencia. Así que Katsuki había concertado formalmente una cita con Inko para esa semana entrante, y sus intenciones incluían ser una visita agradable, cortés y que no tuviera problema alguno en poner la frente en el suelo y disculparse como era debido. Izuku estaría presente, y Katsuki pretendía hacer de aquella visita un nuevo comienzo en su vida. Un cambio total en el Katsuki Bakugou de antes y después, por lo que no podía presentarse sin al menos un regalo de agradecimiento por ser invitado a su morada y tentempiés para hacer más llevadera la reunión.

—Ah, esto es taaan frustrante —dijo Ashido, sacando a Katsuki de sus pensamientos con una sacudida de su brazo—. Tienes al menos que contarnos de esta mujer misteriosa a la que le vas a dar un regalo para imaginar qué clase de obsequio es bueno para ella.

—Sí, ¿cómo es ella? —Pidió Jirou.

—Intenta describirla —suplió Yaoyorozu con una libreta pequeña en manos y lista para tomar notas.

—Es... —Katsuki apretó una de las bolitas de masa entre sus dedos—. Maternal. Y muy amable. Un poco aprensiva, e intenta ser siempre la mejor anfitriona posible. Es servicial, y siempre escucha hasta el final... Al menos así solía ser. —«Y es quien espero que siga siendo», agregó Katsuki para sí, pues si Inko le cerraba la puerta de su piso en las narices, lo tendría bien merecido.

—No estarás enamorado de esa misteriosa mujer, ¿eh, Bakugou? —Le chanceó Ashido al ver que Katsuki se había quedado en silencio, y las protestas con las que esperaba éste le respondiera estuvieron ausentes. Mala señal.

—Tiene más de 40, así que no.

—Eso no es un impedimento —dijo Jirou, sólo por si acaso los sentimientos de Katsuki iban sobre esa línea. La diferencia de edad, aunque tan notoria, podía ser salvable con otros elementos.

—Pero está casada y —se apresuró Katsuki al aclarar cuando Jirou volvió a la carga con sus ideas de amor libre y sin ataduras sociales de ninguna clase— no es así como yo la veo. Para mí es como... una segunda madre.

Yaoyorozu se llevó la mano al mentón y se dio unos golpecitos sobre la mandíbula. —En ese caso... Creo que tengo el regalo perfecto para ustedes dos.

—Oh, ¿qué es? Dinos —pidió Ashido, siempre impaciente como crío pequeño por ser la primera en enterarse, pero Yaoyorozu le pidió calma mientras revisaba el mapa del centro comercial en búsqueda de la tienda que tenía en mente.

Katsuki se dejó llevar con pies pesados y el sabor de las donas en la lengua, y hasta él tuvo que admitir que el talento de Yaoyorozu para elegir obsequios era algo más por encima de la media.

—Henos aquí —dijo Yaoyorozu al abrir la puerta de una tienda que se especializaba en juegos de té y accesorios para su consumo—. De esta manera, le obsequiarás con algo que le hará recordarte cada vez que utilice ese set y de paso tendrás pretexto para que la visita tenga al menos la duración de una taza para los dos.

—Es... brillante —admitió Katsuki, examinando los aparadores en búsqueda de un juego de té que le convenciera.

Con ayuda de las chicas, que ya decididas de no marcharse de la tienda con las manos vacías le ayudaron por espacio de casi 2 horas, Katsuki salió de la tienda con el bolsillo mucho más ligero que nunca pero con una media sonrisa en labios. Por sugerencia de Yaoyorozu pasaron a una tienda cercana cuyo rubro era el té, y compró ahí 3 bolsas diferentes para tener de dónde elegir. Todo quedó envuelto después en una primorosa bolsa de regalo que Katsuki cargó con las mejillas ardiendo de vergüenza, pero el corazón henchido de orgullo

—Yo... gracias por acompañarme hoy —se despidió Katsuki de sus amigas cuando éstas abordaron el automóvil con chofer de Yaoyorozu una vez que ésta les ofreció llevarlas hasta su casa, e hizo una leve inclinación de cabeza para demostrarlo.

—No vuelvas sin haber hecho las paces con esa misteriosa mujer —fue la advertencia de Ashido.

—Mucha suerte —secundó Jirou.

—Y no olvides los modales —dijo Yaoyorozu como cierre, antes de cerrar la ventanilla y emprender la marcha.

Todavía en la acera, y nervioso y tranquilo por partes iguales por el encuentro que ya no tenía pretexto de postergar más, Katsuki empezó a trazar planes.

 

—Uhm, sí, claro... Puedes venir —dijo Izuku a través del teléfono cuando Katsuki le llamó y confirmó la visita a su hogar—. ¿Siguen el día y la hora bien para ti?

—Sí, todo sigue igual. Estará ahí tu mamá, ¿correcto?

—Erm, sí.

—Porque es con ella con quien quiero hablar.

—No es necesario, ella-...

—Ella tiene que escuchar de mí que he cambiado —masculló Katsuki con un brazo sobre los ojos y el móvil pegado al rostro—. Por favor. O no podré seguir adelante.

—¿Es realmente tan importante?

—No te imaginas cuánto.

—Vale...

La cita quedó fijada para el próximo sábado en la tarde en que sus horarios estuvieran libres, y Katsuki se preparó con muchas horas de anticipación con una ducha profunda y casi vaciando su armario al buscar entre su ropa el atuendo más formal de su repertorio.

Mitsuki no pasó por alto que Katsuki se había puesto de la colonia que la Navidad pasada ella y Masaru le habían regalado, y tras examinarlo con ojos críticos de pies a cabeza, lo mandó de vuelta a su habitación a quitarse la corbata y la camisa.

—¿Es que acaso vas a pedir la mano de alguien en compromiso? Anda, sube y elige una camiseta limpia y sin agujeros, ¡pero que no tenga calaveras o motivos macabros al frente!

Katsuki volvió a bajar con una camiseta negra y un suéter gris que se puso por encima para lidiar con las bajas temperaturas.

En el genkan Mitsuki no preguntó por la bolsa de regalo que tenía a los pies, pero le ayudó a domesticar un poco la rebeldía de su cabello y a darle los últimos toques en su apariencia antes de mandarlo ir.

—No llegues tarde con los Midoriya. Es de mala educación dejar a la gente esperando.

—¿Cómo...? —Con la mente en blanco, Katsuki miró a su progenitora y apreció la sonrisa ladina que intentaba ocultar mientras le daba los últimos tirones a la ropa y dictaminaba que estaba listo para partir.

—Inko me llamó. Quería saber si el curry picante seguía siendo de tu agrado.

—Oh, vaya...

—Suerte con todo, cariño —dijo Mitsuki antes de despacharlo con unos golpecitos sobre la mejilla—. Estoy seguro que lo conseguirás. Ya verás que sí.

Con el pecho constreñido, Katsuki esperaba que así fuera.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).