Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

25.- Inko Midoriya.

 

El edificio de los Midoriya no había cambiado mucho desde la última vez que Katsuki estuvo de visita ahí. Salvo por el cambio de color y que ahora en los descansillos había unas cuantas macetas, el resto podía considerarse como inalterable.

Katsuki le envió a Izuku un mensaje para avisarle que ya estaba ahí, y éste presionó el botón para abrir el portón y autorizar su uso del elevador. Viendo su reflejo en las puertas de espejo, Katsuki se dio unos tirones en su rebelde cabello y cruzó los dedos para que su apariencia no jugara en su compra. Katsuki ya se estaba arrepintiendo de no haber desoído el consejo de su madre y venir de camisa y corbata, pero ese pensamiento murió apenas se abrieron las puertas corredizas y se topó cara a cara con Izuku en ropa casual. Éste había ido por él, y Katsuki no tenía claro si era bueno, malo o muy malo.

—Imaginé que estarías nervioso así que... —Izuku le hizo un gesto, y Katsuki salió del elevador. En sus manos sudorosas, la bolsa de regalo se le resbalaba.

—Tu mamá. Ella...

—Respira, vamos —le pidió Izuku, y Katsuki soltó el aliento que no recordaba estar conteniendo—. Así, muy bien.

—Cállate, no soy un crío.

—¿No? Porque lo pareces. Vienes a disculparte, no a, no sé, pedir mi mano en matrimonio. Relájate —intentó bromear Izuku, pero sus palabras fueron las equivocadas.

En un medio ataque de pánico para el que no había trazado ruta de contingencia, Katsuki se dio media vuelta y apoyó la frente en el muro. A sus pies, el mundo se abrió, y sólo su contacto contra el frío muro de concreto le conectaba a la realidad. Ah. Y la mano que de pronto sintió sobre el hombro y que le dio un pequeño, casi tímido apretón.

—Kacchan...

—Dame unos segundos. —Luchando contra la náusea que subía y bajaba por su esófago como lava caliente, Katsuki contó hasta 10 en cuenta regresiva y acompasó su respiración y flujo sanguíneo lo mejor que pudo para conseguir salir delante de ese brete en el que él mismo se había metido, no al pedir una visita con los Midoriya apenas esa semana, sino por haber actuado como atormentador de Izuku desde el jardín de la infancia. Esas habían sido sus decisiones, y ahora tenía que enmendarse como era debido o no hacerlo. Y Katsuki no era de los que le daban la espalda a los retos.

—Estás temblando —dijo Izuku sin apartar su mano, y Katsuki requirió de toda su fuerza de voluntad para articular sus siguientes palabras.

—No pasa nada. Ya estoy bien.

—¿Seguro? A mamá no le importará si-...

—No será necesario —le interrumpió Katsuki con suavidad—. Puedo hacerlo.

—Vale...

Con cautela Izuku lo soltó, y aunque la cabeza le daba vueltas, Katsuki consiguió reponerse y seguirle por el pasillo hasta el número que identificó como el de su departamento.

Incluso antes de su gran escisión, contadas habían sido las ocasiones en las que Katsuki había ido de visita al hogar de los Midoriya. De pequeño sí, para fiestas de pijama, tardes de juego y cumpleaños, pero con el paso de los años era Izuku el que visitaba a Katsuki en casa de los Bakugou, y en los últimos años... Bueno, Katsuki había faltado a varias fiestas, al punto en que Izuku ya no se molestó más en invitarlo.

—Pasa —le indicó Izuku al abrir la puerta, y Katsuki tuvo que tragarse las repentinas ganas de llorar que le reverberaron en el pecho con un llanto agudo.

En su lugar murmuró una disculpa por presentarse forzadamente ahí, y se descalzó los zapatos sin soltar en ningún momento la bolsa de regalo (sobria pero con un evidente moño) que cargaba consigo.

—Kacchan está aquí, mamá —llamó Izuku a su progenitora, y Katsuki encontró de pronto imposible levantar la vista del piso cuando el ruido de pasos le alertaron de su inminente encuentro.

Lo primero que vio Katsuki de Inko Midoriya fueron sus pies enfundados en sandalias para andar en casa, pero no fue la vista el primer sentido con el que la reconoció, sino el olfato, cuando su tenue perfume a flores le dio de lleno en la nariz y lo transportó a un pasado mejor, plagado de inocencia y desconocimiento de los oscuros tiempos que estaban por venir.

La voz se le atoró en la garganta mientras su cerebro buscaba un saludo apropiado, y Katsuki apretó las manos en puños mientras los segundos transcurrían y la vida se le iba en ellos.

—Bienvenido, Katsuki-chan —le llamó Inko por el viejo honorífico de la niñez con la misma voz que éste recordaba de tantas tardes en el parque cuando velaba por ellos dos en el sube y baja o en los aros, y casi al instante se corrigió—. Oh, pero ya no eres un niño pequeño. ¿Preferirías Bakugou-san?

—K-Katsuki está bien —articuló éste con dificultad, pero al menos la voz no se le quebró.

En un último esfuerzo supremo, Katsuki consiguió alzar la vista justo cuando Inko se dio media vuelta y se disculpó porque en la cocina tenía algo sobre la estufa que requería de su atención.

—No dijiste nada de si vendrías a comer, pero mamá preparó curry —le informó Izuku en voz baja al ayudarle con la bufanda y la chaqueta que Katsuki vestía.

Adentro la temperatura era mucho más agradable, y Katsuki respiró con mayor libertad ahora que la ropa no lo sobrecalentaba. Siguiendo a Izuku a la cocina, Katsuki se quedó parado bajo el dintel mientras Inko y su hijo trabajaban como una máquina bien aceitada dándole los toques a la comida.

—¿Puedo... ayudar en algo? —Ofreció Katsuki, pero dándole la espalda Inko negó con la cabeza.

—Todo está casi listo. Comerás con nosotros, ¿correcto?

—Uh... —Ese no era el plan, en lo absoluto; no era para nada como Katsuki lo había imaginado, pero no por ello se dejó vencer.

—Si no es ninguna molestia...

Inko no respondió nada, e Izuku le pidió ayuda a Katsuki para llevar los platos, vasos y cubiertos a la mesa del comedor.

El hogar de los Midoriya tampoco había sufrido cambios mayores en los años que Katsuki había estado ausente. El televisor era nuevo, y había nuevos retratos de Izuku en las paredes, pero la misma atmósfera hogareña se podía apreciar en cada rincón del departamento.

—¿Prefieres agua o té? —Le ofreció Izuku una bebida, y Katsuki se decantó por lo primero.

Inko no tardó en aparecer cargando la olla con el curry, y Katsuki le seguía con la arrocera. Katsuki tomó asiento mientras Inko se encargaba de servirles sus porciones, y en tiempo récord ya habían dicho itadakimasu y estaban probando los primeros bocados.

El sabor era uno que Katsuki tenía bien grabado en la memoria, que lo transportaba de vuelta al pasado cuando Izuku era todavía su reconocido mejor amigo y no había nada mejor en el mundo que disfrutar de su compañía en juegos y confidencias.

Moqueando, usando una servilleta para sonarse la nariz, Katsuki no dijo gran cosa, pero Izuku le dio la salida fácil.

—¿Es el picante? ¿Ya no te gusta así?

—No es eso —masculló Katsuki con una gran cucharada frente a los labios—. Me encanta.

Inko no dijo mucho durante la comida, y al terminar con el contenido de sus platos fue a la cocina por natillas, justo como hacía cuando ellos eran pequeños y la felicidad más pura estaba contenida en un pequeño envase de plástico de 150ml.

—Yo traje un regalo —dijo Katsuki, agachándose a un costado de la mesa para recoger la bolsa. Había sido un terrible traspié de su parte por no entregarlo primero, pero lo nervios se lo habían impedido, ¿y más valía tarde que nunca, no?

Con una sonrisa un tanto inquieta, Inko recibió la bolsa y la abrió, revelando el juego de té que Katsuki había pensado que le gustaría. En sí, era una colección de corte japonés, con tetera, 6 tazas y 6 platillos en un llamativo verde jade oscuro y veteado con negro. En la tienda, a Katsuki le había recordado el cabello de Izuku, que era una fiel copia del de Inko, y que provocó en ésta una reacción visceral al llevarse el puño a la boca y morderse los nudillos.

—Es un bonito juego —dijo Inko con la voz enronquecida—. Gracias, Katsuki.

—Yo... Es... Quisiera... —Articuló éste sin conseguir encontrar las palabras adecuadas con las que disculparse.

Inko se le adelantó al pedirle a Izuku que lavara el juego y pusiera agua a calentar porque “tenemos que honrar esta visita como es debido”, y Katsuki se quedó por fin a solas con la mujer que era como una segunda madre para él, y a quien había lastimado con su ceguera de maneras que no conseguía expresar verbalmente.

A solas con Inko mientras el único sonido que se escuchaba en el departamento era el de Izuku traqueteando en la cocina, Katsuki supo entonces claramente lo que debía hacer. Decidido a no dejarse amedrentar por su misma incapacidad de afrontar las partes más débiles de sí mismo, Katsuki se levantó de su silla, y sentándose en el suelo sobre sus talones al lado de la silla de Inko, agachó la cabeza hasta que su frente tocó el piso y pidió perdón por el daño que le había causado.

—Lo siento tanto... Yo... Todo lo que hice... La manera en que me comporté... Y cómo traté a Izuku... —Katsuki sabía que no tenía que adentrarse uno a uno en sus pecados y enumerarlos para que Inko lo comprendiera. Lo había intuido desde su llegada, con la aprensión en las esquinas de su boca, la tensión alrededor de sus ojos cuando miraba en su dirección con recelo, con cautela.

Inko había sido demasiado buena con él al tratarlo como si ni un día hubiera transcurrido desde la última vez que Katsuki estuviera en su casa, la llamara ‘tía Inko’ mientras se prendía a su cintura con un abrazo, y le contaba a gran velocidad las aventuras a las que él e Izuku se habían lanzado en el parque. Aquella mujer que tenía un corazón casi tan grande como su hijo le había abierto las puertas de su hogar sin condiciones, y a la par que quería disculparse con ella como era debido, Katsuki también quería llorar y agradecerle sus infinitas atenciones.

—Oh, Katsuki... —Inko se giró en su silla, y con una ternura que Katsuki ya creía olvidada, le acarició la cabeza con infinita paciencia—. Está bien, todo está perdonado.

—No —resopló éste mirando el piso de madera y con los dientes apretados—. ¿Cómo puede estarlo? Yo... a Izuku...

—Pero él es feliz, escúchalo —dijo Inko, y por un segundo Katsuki no supo a qué se refería. Entonces, la voz ligeramente desafinada de Izuku entró a sus oídos y le reveló que éste tarareaba en la cocina mientras preparaba el té para ellos 3—. Es un Izuku diferente al de meses atrás, y eso también es causa tuya.

—¿T-También? —Murmuró Katsuki sin atreverse a mover un músculo.

Inko le ayudó al abandonar la silla y sentarse en el piso, justo frente a él, y con gran ternura hacer que al menos apoyara la cabeza sobre su regazo.

—Una madre no siempre sabe todo a detalle, pero intuye lo que ocurre... Izuku escondía sus golpes, y los justificaba como caídas y heridas propias de los juegos, pero yo sabía la verdad. Se le veía triste y derrotado, así que no podían ser sólo peleas entre compañeros...

—Lo lastimé de tantas maneras diferentes —dijo Katsuki con dolor, apretando la tela de la falda de Inko entre sus dedos mientras ésta se inclinaba sobre él y lo abrazaba—. Me arrepiento tanto de lo que hice...

—Entonces está bien.

—¿Cómo puede estarlo? Me siento tan... tan... ¡Tan culpable! —Lloriqueó Katsuki sin importarle que estaba actuando como un crío pequeño a pesar de tener 18 años, pero ese era el poder de Inko, que al rodearlo con sus brazos le hacía recordar la infinidad de veces que había curado sus rodillas raspadas sin hacerle sentir que sus sentimientos fueran menos válidos.

—Izuku te ha perdonado, Katsuki —le hizo saber Inko mientras le pasaba las manos por la espalda y ayudaba a controlar los espasmos que sacudían a éste en su llanto—. Yo también lo he hecho, y no es reciente. Izuku se sinceró conmigo, me habló de la manera en que habías vuelto a su vida, y le di mi bendición. Jamás pretendería intervenir en sus decisiones, e Izuku es del tipo de persona que una vez que ha hecho una elección no piensa dejarse amedrentar por nada ni nadie, pero intuía que para él mi veredicto tenía un cierto peso que como madre no podía ignorar por la responsabilidad que me confería. No puedo hablar por la persona que eres ahora o la que has dejado de ser hasta hace poco, Katsuki, pero solías ser el niño más valiente del vecindario y el que más protegía a mi Izuku. Si puedes jurarme que debajo de todo ese sigues siendo tú... Te perdonaré hoy y siempre de tus errores.

Katsuki se sorbió la nariz, y aunque podía asegurar que su aspecto era terrible con los ojos anegados en llanto, la nariz escurriendo y el rostro contraído en un rictus que era la viva imagen de su alma en esos momentos, no por ello huyó a la mirada de Inko cuando alzó la cabeza y así se lo hizo saber.

—Juro que cuidaré a Izuku y jamás permitiré que sufra ninguna clase de daño, mío o de alguien más. Lo juro.

—Y te creo. Siempre fuiste bueno con mi Izuku, Katsuki —dijo Inko, que le permitió llorar un poco más sobre su regazo y le indicó a Izuku esperar en la cocina cuando éste volvió cargando el servicio de té en una charola y los encontró en aquella peculiar posición en el piso.

A Katsuki le tomó casi una hora reponerse, y para entonces el té se había puesto helado, pero poco importó.

Al final, se sentaron de vuelta en la mesa, y las últimas horas de aquel memorable sábado transcurrieron sin más en una atmósfera que Katsuki ya había dado por perdida, y que agradeció por tener de vuelta en su vida.

Estaba en paz.

 

—No era mi intención escuchar a escondidas o... Lo que sea. Es sólo que el departamento es pequeño y... —Acompañando a Katsuki un par de calles hasta el punto en que solían separarse, Izuku abordó el tema con su amigo mientras éste guardaba silencio—. En cualquier caso, mamá me pidió que te recordara que puedes pasar las veces que quieras a visitarnos. Es bueno, ¿no? Casi como en los viejos tiempos.

—Depende de cuáles viejos tiempos hablas —murmuró Katsuki, pues si bien podía referirse a sus años de infancia, también había una opción de acercarse más a los de secundaria, y a esos no podían volver por otras razones diferentes.

—Sabes a qué me refiero —dijo Izuku—. Como sea, me alegro que volvamos a ser amigos.

—¿Ya no los mejores amigos? —Le chanceó Katsuki, e Izuku se arrebujó bajo el cuello de su chaqueta.

—Eso está de más, Kacchan.

—¿Alguna vez has tenido otro mejor amigo?

—Mmm, creo que no —reveló Izuku, avanzando en la desolada calle con zancadas largas pero lentas, como si caminara entre sueños—. He tenido amigos, y amigas ya que estamos en eso, pero ninguno me ha hecho sentir como tú. E-Es deci-cir —se apresuró a corregir con un ligero tartamudeo—, solíamos tener toda clase de juegos juntos, y compartimos tantas aventuras. No era lo mismo. Mis amistades actuales son la mejor compañía que podría pedir, pero no es como si a esta edad pudiéramos ir al parque a jugar en la caja de arena con nuestras figuras de acción de All Might, ¿correcto?

—Si tú lo dices. A mí me suena a un excelente plan.

—No te burles de mí —le empujó Izuku con el hombro, y Katsuki le correspondió con el gesto.

—Si tantas ganas tenías de jugar con tus figuras de acción bastaba con que lo dijeras. Yo te acompañaría sin dudarlo, no veo por qué el resto de tus amigos no haría lo mismo.

—Oh, pero no es lo mismo —dijo Izuku con un pequeño puchero—. Y creo que son los recuerdos. De esa manera recuerdo lo divertido que era jugar contigo, y mi cerebro omite esas partes donde me hacías comer arena o-...

—Lo siento —se apresuró Katsuki a intervenir, pero Izuku lo tranquilizó.

—Da igual. Éramos críos. Y el pasado está en el pasado.

«Ya, pero hasta cuándo esa excusa podrá ser válida», pensó Katsuki, que guardó silencio hasta el cruce de caminos donde les tocaba despedirse.

—Escríbeme para saber que llegaste bien a casa, ¿ok?

—Lo que tú digas, nerd.

Y aunque Katsuki jamás admitiría que esas insignificantes atenciones le insuflaban vida a su alma, apenas entrar en casa le escribió:

 

KB: Listo. Sano y salvo.

IM: Genial.

IM: Gracias por todo hoy.

IM: Mamá está encantada con su nuevo set de té y yo de que estés bien.

KB: Eso es cortesía de tu mamá.

IM: Cualquiera que sea la razón...

IM: ¿Nos vemos mañana para salir a correr?

KB: 7 en punto. Misma esquina de siempre.

IM: Duerme bien, Kacchan.

KB: Lo mismo digo, nerd. Descansa.

 

Exhalando un suspiro de alivio por la tarde que había tenido, Katsuki se llevó el móvil al pecho y murmuró:

—Hasta mañana, Izuku.

Que incluso si no lo reconocía como tal, era su más nuevo ritual.

 

El ánimo de Katsuki decayó con el fin de año cuando su grupo de amigos organizó una salida para todos el día de Navidad y las parejas les recordaron que ellos tenían sus propios planes. Ya que eran mayoría los que estaban emparejados entre sí que los que no, quedaron de acuerdo en reunirse temprano a una cena entre amigos y después dispersarse en parejas, lo que no contribuyó a que el mal humor de Katsuki se evaporara. No cuando Izuku le compartió que Todoroki había comprado para ellos pases dobles en Disneyland Tokyo y se quedarían hasta pasado de medianoche.

Sopesando si sería una descortesía suprema de su parte fingir un resfriado para no tener que asistir, Katsuki no tuvo de otra más que empezar a alistarse cuando un par de horas antes de la cita fijada Izuku le escribió para confirmar con él que hubiera comprado el regalo de su amigo secreto.

Ah, esa era otra asquerosa tradición de la que Katsuki habría pasado gustoso. Porque Ashido al parecer tenía más tiempo libre que nunca o por fin las dos neuronas de su cabeza habían perdido comunicación entre sí, semanas atrás había organizado la chica un intercambio en el que se limitó a entregarle a cada quien el nombre de su amigo secreto en un trozo de papel y pedir que el regalo no sobrepasara los ¥2000. ¿Sencillo, no? Pues en lo absoluto, considerando que Katsuki había descubierto el nombre de Yaoyorozu escrito en su trozo de papel y maldecido la suerte de tener que hacer un regalo decente con un presupuesto tan reducido, especialmente considerando que estaba lidiando con la chica más rica de su grupo, y para la que un mísero obsequio de ¥2000 no sería nada que ella no tuviera de antemano.

Con la mente en blanco por largos días mientras revisaba catálogos de ropa (qué tontería, no conocía su talla), joyería (sus gustos eran mucho más exquisitos que el níquel y la chapa de oro), música (como si Yaoyorozu no tuviera ya todos los discos que quisiera), Katsuki le pidió consejo a Izuku, que tras analizar la situación desde todos los ángulos propuso que le regalara algo que él mismo hubiera hecho.

—¿Pretendes que me ponga a hacer manualidades? Ugh... —Fue el comentario agrio de éste, pero Izuku lo tranquilizó al instante.

—No exactamente. Pero eres bueno en la cocina. Es decir, hasta Ochako piensa que tu curry es el mejor, y aunque hasta ahora no has preparado postres, quizá tu talento también se extienda hasta esa área. Con ¥2000 podrías hornear un pastel y decorarlo; apuesto a que Yaoyorozu encontraría más importante un regalo hecho a mano que comprado. Tómalo como un consejo...

Katsuki todavía se había resistido un par de días más revisando en internet por ideas y terminando con la mente en blanco, así que para despejarse bajó a la tienda de conveniencia de su calle y en la sección de revistas una en especial atrapó su atención con un encabezado de “Los 10 mejores postres para decirle a tu pareja que la amas”, que de buenas a primeras le chocó por las connotaciones (él no veía a Yaoyorozu más que como una amiga, y a secas) pero que compró con aspecto terrorífico a juzgar por la expresión asustada de la cajera que se la vendió.

Con la revista bien oculta tras una bolsa de plástico que apretó contra su pecho, Katsuki volvió a casa para revisar la revista en la privacidad de su habitación igual que si hubiera comprado una porno de BDSM o algo similar, y por fin, después de mucho considerarlo, se había decantado por uno de los postres que ahí venían: Tartaletas de fresa.

Por la época, los ingredientes serían fáciles de conseguir y los pasos a seguir no parecían demasiado complicados, así que Katsuki compró todo y en una tarde libre se dedicó a hornear como si no hubiera un mañana. El resultado final no fue muy de su agrado. En lo que a él respectaba, el sabor dulce era el último de su lista de favoritos, pero sus padres tuvieron una opinión distinta cuando al volver a casa recibieron cada uno una tartaleta e indicaciones de criticar todo lo que no les gustara, que para el caso fue nada.

Katsuki todavía pidió el consejo de Izuku, que se zampó 3 tartaletas antes de declarar que eran las mejores que alguna vez hubiera probado (y eso incluía unas que Shouto le había comprado en una exclusiva pastelería para San Valentín ese año), así que Katsuki hizo su selección de postre ahí mismo y lo único que faltó en su lista fue un recipiente apropiado en el que envolverlas para regalo.

Esa misma mañana de Navidad se había levantado Katsuki a las 5 con intenciones de tener la cocina para él solo, y a la hora en que sus padres bajaron a investigar qué era ese deliciosa aroma a dulce que inundaba su casa, les amonestó por intentar comer del montón que había catalogado como estéticamente más apetecible. Para evitar cualquier error, Katsuki había doblado cantidades en los ingredientes, y sólo aquellas tartaletas de mejor apariencia pasarían a formar parte del regalo de Yaoyorozu.

—Si no fuera por tu confesión de meses antes pensaría que intentas conquistar a esta chica —comentó Mitsuki a la menor oportunidad, y Katsuki le chasqueó la lengua.

—Sigue soñando.

—Yo sólo decía...

Tras guardar la caja decorada que serviría como contenedor para las tartaletas en el refrigerador, Katsuki subió a darse una ducha y preparar todo para salir, pero conforme se acercaba la hora y la urgencia por comenzar con los preparativos de su salida le apremiaba, menos ganas sentía de abandonar su cama.

¿Qué sentido tenía celebrar Navidad, una fiesta especialmente pensada para parejas en Japón, cuando no sólo no tenía pareja, sino que el objeto de su interés sí tenía novio y estaría con él en la reunión que habían organizado entre amigos? Katsuki no era masoquista, en lo absoluto, y por eso mismo era que se resistía a separarse de la comodidad de su cama y cumplir con sus responsabilidades de adulto.

Para bien más que para mal, su móvil vibró anunciando un nuevo mensaje, y Katsuki no pudo más que sonreír en una media mueca al ver que Kirishima lo conocía muy bien y le había leído el pensamiento.

 

EK: Son las 3 y quedamos de vernos a las 5 en la estación.

EK: Te lo repito para que no tengas excusa de faltar.

EK: ¡TE CONOZCO, KATSUKI BAKUGOU, Y NO TE PERMITIRÉ FALTAR A LA REUNIÓN DE HOY!

EK: Dicho eso... ¿Podrías llegar 5 minutos antes?

EK: No he podido envolver el regalo de Mina y necesito ayuda con el papel y la cinta.

KB: Ahí estaré.

KB: Haz que sean 15 minutos antes.

KB: Y lleva unas tijeras.

 

Sacudiéndose de encima la apatía que hasta ese momento se había apoderado de él, Katsuki se ducho, vistió y preparó para salir en tiempo récord con la bolsa que contenía las tartaletas colgando de su brazo izquierdo.

Con media hora de anticipación encontró a Kirishima ya esperando por él en la estación, y al tiempo que Katsuki le ayudaba a envolver el regalo de Ashido siguiendo un tutorial que encontró en Youtube, Kirishima declaró que no podía dejarlo presentarse a la reunión con ese aspecto tan desaliñado de sólo camisa, así que entró rápido a una tienda de caballeros y salió de ahí con una corbata y un chaleco.

—Considéralo un regalo de agradecimiento insistió para que Katsuki se vistiera, y éste se opuso vehemente.

—¿Es que estás demente? ¿Cómo ayudarte a envolver el regalo de Ashido es equivalente a todo esto? Además, me voy a ver ridículo.

—Tonterías. Ven, te ayudaré con la corbata si no sabes cómo anudarla.

A regañadientes aceptó Katsuki le ayuda de Kirishima, y con reluctancia reconoció que el resultado final no era tan terrible. Después de todo, habían acordado asistir con sus mejores galas, pero Katsuki no se había adherido del todo al protocolo porque no veía mucho sentido en ello. Al fin y al cabo habían acordado verse en una cafetería, o al menos ese había sido el plan inicial, pero una vez que el reloj marcó la hora de reunión y todos se encontraron en la estación, Yaoyorozu les hizo saber que como regalo sorpresa había rentado una sala en una izakaya y que esperaba fuera de su agrado.

—¿Tú sabías algo de esto? —Le siseó Katsuki a Kirishima al oído, y por la expresión de éste dedujo que así era.

—Yaoyorozu me pidió consejo, y creí que no te gustaría llegar y ser el peor vestido de la concurrencia —le respondió éste.

El grupo se dividió en 2 grupos para movilizarse en las camionetas que los Yaoyorozu habían dispuesto para ellos esa noche, y Katsuki se preguntó no por primera vez si se había equivocado al no enviar sus disculpas y simplemente faltar.

Sin embargo, sus dudas saltaron por la ventana cuando se les condujo a Ginza, y la izakaya a la que entraron resultó estar en una guía que la catalogaba como una de las mejores en Japón.

—No se preocupen por nada —les hizo Yaoyorozu saber apenas estuvieron de vuelta reunidos en la entrada—. Mi padre es dueño de un porcentaje de las acciones, así que podemos comer y beber lo que queramos. Esta noche la cuenta corre por mí.

En su mayor parte cohibidos, todos subieron a un segundo piso con la mesera en turno que esa tarde iba a ser su anfitriona, y pasaron a ocupar sus asientos alrededor de una amplia mesa ya con algunos aperitivos y agua esperando por ellos.

Por la manera desenvuelta con la que Yaoyorozu se movía, la mayoría dedujeron que no era su primera vez ahí, y poco a poco se relajaron hasta simular que no estaban en una de las partes más exclusivas de Tokyo, sino de celebración en un sitio cualquiera que sólo por casualidad tenía en su menú platillos gourmet.

Mientras revisaban los menús, Katsuki se percató de la chica que venía con ellos y que no pertenecía a ningún grupo de amigos, al menos no que él reconociera. Dicho sea de paso, se había sentado con Tokoyami, y a juzgar por su lenguaje corporal, no eran simplemente amigos.

—¿Ella? Ah, es Tsuyu Asui —le respondió Ashido cuando Katsuki preguntó—. Es una amiga de Ochako y mía de la secundaria, pero ahora está saliendo con Tokoyami.

—¿Así que ahora Tokoyami también tiene novia? —Se metió Sero a la conversación, y echándole a Katsuki un brazo sobre los hombros declaró que sólo quedaban ellos dos y Yaoyorozu solteros en su numeroso grupo de amigos.

Con un chasquido de lengua que esperaba pasara como desinteresado, Katsuki se preguntó no por primera vez qué diantres hacía ahí, en una salida que en su mayor parte era entre parejas, y en la que él no se sentía encajar en lo absoluto. Vale, que no podía negar que estaba feliz por sus amigos y el desarrollo que habían tomado las cosas. Kirishima tenía años detrás de Ashido, y verlos juntos y felices (así fueran unos ridículos de marca al estarse alimentando con palillos el uno el otro) contribuía a su tranquilidad; mismo caso para Kaminari y Jirou, cuya historia de amor había sido tan lenta y obvia que más veces que no habría preferido sacudirlos de los hombros y hacerlos entrar en razón, pero por fortuna los sentimientos le habían ganado a la razón y ahora eran pareja como debía ser.

Por ellos y por todos (casi todos) estaba Katsuki... Quizá no exactamente feliz porque su vida amorosa no le afectaba de manera directa, pero Katsuki sabía guardar buenos sentimientos por sus amigos, los viejos y los nuevos (Kamisama lo salvara, ya de tanto convivir con ella hasta estaba considerando a Uraraka parte del grupo), o al menos lo conseguía con la mayoría. La excepción indiscutible eran Izuku y Todoroki, quienes de paso componían en un 98% del malestar que le aquejaba por estar aislado en la mesa con parejas a ambos lados una vez que Sero se movió de sitio para estar al lado de Todoroki y hablar con éste de la próxima liga de béisbol en sólo ellos dos sabrían qué condenado país.

Así que Katsuki comió, bebió, y se negó a participar en el karaoke una vez que Ashido tomó control del micrófono y junto con Uraraka hicieron una rendición de una popular canción que hacía un par de años se escuchaba en cada radio de Japón. Con su dignidad intacta por saberse resistir al impulso de demostrar que sus habilidades de canto no eran tan terribles como Kaminari profetizó, Katsuki escuchó a Jirou dar una versión impecable de una balada pop que puso ojos llorosos en la mayoría (él incluido, aunque lo disimuló comiendo un poco de wasabi y sonándose la nariz con ostentación), a Kirishima entregarse a una vieja canción de enka que quizá sus abuelos habían conocido, a Sero y Yaoyorozu lanzarse al ruedo con una melodía a dos veces que contaba una historia graciosa, y sorpresivamente a Tokoyami cuando su elección resultó ser una canción de X Japan, rock de la vieja escuela, que cantó con impecable voz y cautivó a más de uno.

En cada ocasión negó Katsuki la posibilidad de recibir el micrófono y ser el siguiente, y su intención era mantenerse así mientras estuvieran en el local, pero claro, Izuku al escoger un turno eligió un memorable opening de la serie original de All Might, y con inocencia le ofreció a Katsuki cantar con él.

—Vamos, Kacchan —lo llamó con las mejillas arreboladas—, apuesto a que todavía recuerdas la letra completa. Será divertido.

De si se podría definir como tal o sólo era exceso de optimismo de su parte, Katsuki no tuvo una respuesta clara. Pero lo cierto es que las primeras estrofas le resultaron difíciles de arrancar; su garganta se negaba a cooperar y le voz le iba y le venía como cuando había pasado por la pubertad, pero Izuku lo solucionó al pasarle un brazo por la espalda y cantar junto con él (en una voz desafinada y que ningún mérito tendría como ídolo pop pero que a Katsuki le resultó de lo más atrayente), de tal manera que para el coro ya cantaban los dos en sincronía, igual que hacían frente al televisor cuando eran un par de críos y la alegría de sus tardes era ver esos episodios de 20 minutos día tras día.

Al finalizar, Katsuki descubrió que había sudado del aparente esfuerzo, y en voz baja para que sólo él lo escuchara, Izuku le hizo saber que se lo había pasado bien.

—Eso fue genial. ¿Cantamos el ending también?

—¿No es demasiado friki hasta para ti?

—Puede ser, pero estamos entre amigos. Nadie nos juzgará.

A ellos les siguió Kaminari y otros más con canciones de su elección y género particular. Katsuki ya contaba los minutos para que su turno y el de Izuku llegara, pero se llevó un chasco cuando Todoroki quiso hacerse con el micrófono y le pidió a éste hacer una segunda vez con él. La canción elegida era una especie de balada que no estaba nada mal considerando que ambos eran amateurs, pero Katsuki no aguantó más allá de la marca de los 30 segundos y salió de la sala privada en la que estaban con pretexto de buscar el baño.

Ahí se demoró largos minutos lavándose las manos a consciencia y refrescándose el rostro con agua, de tal modo que al volver liberó el aliento contenido al descubrir que Sero y Ashido cantaban con las cabezas bien juntas una canción vieja y repleta de dobles sentidos que la mayoría encontró graciosos.

Katsuki no tuvo oportunidad de volver a coger el micrófono y tampoco Izuku, porque Uraraka les recordó la hora y que antes de dar por finalizada aquella reunión entre amigos sería conveniente seguir con los regalos.

—Tengo una idea para hacer esto más divertido —dijo la chica al juntar las yemas de sus dedos frente a ella y mirar a todos por turnos con ojos brillantes—. Empezaremos por orden alfabético y la persona tiene que describir a quién le va a dar el regalo y nosotros adivinar de quién se trata. Luego esa persona hace lo mismo con la que le tocó, y así hasta terminar.

—Suena divertido —dijo Kaminari, y el resto se sumó a la iniciativa.

Empezando por Asui, que de pronto se vio con la atención de todos sobre ella, describió de manera honesta (si no es que un poco demasiado honesta) a Ashido, y todos adivinaron correctamente. Su regalo consistió algo que entre las chicas tenía un significado especial y que Katsuki pasó por alto mientras picoteaba un poco de su plato y esperaba por su turno.

Dicha sea la verdad, Katsuki no esperaba mucho de la descripción que se fuera a hacer de él. Por su cuenta, él mismo se describiría con adjetivos negativos, cuando mucho neutrales, pero su percepción de sí mismo resultó diferente a la que había imaginado.

—Vale, uhm... La persona a la que me tocó regalarle hoy —empezó Uraraka, a quien la vista traicionó al mirar por un microsegundo más de lo debido a Katsuki, que al instante experimentó una punzada de pánico— resultó ser justo como había sospechado de un inicio.

«Mierda», pensó Katsuki, «estoy jodido...»

Y lo estaba, pero no como él había deducido.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).