Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

26.- Facetas e intenciones.

 

—Vale, uhm... La persona a la que me tocó regalarle hoy —empezó Uraraka, a quien la vista traicionó al mirar por un microsegundo más de lo debido a Katsuki, que al instante experimentó una punzada de pánico— resultó ser justo como había sospechado de un inicio.

«Mierda», pensó Katsuki, «estoy jodido...»

Y lo estaba, pero no como él había deducido.

Con una exagerada inhalación que la mayoría interpretó como broma por su dramatismo, Uraraka prosiguió.

—Pues... Es una persona explosiva-...

—Hey, eso es demasiado fácil —le chanceó Kirishima, y Ashido le dio un tirón de orejas seguido de un ‘¡chist!’ que no dejaba lugar a dudas su desaprobación por intervenir donde no se le llamaba.

—... pero también puede tener aspectos positivos. Es... un buen amigo, y no teme hacer lo correcto. Uhm... —Uraraka se mordió el labio inferior, bajando la vista al regalo envuelto en llamativo papel naranja con toques en negro, pasando del envoltorio navideño que la mayoría de los otros regalos ostentaba—. Es una persona que primero conocí a medias y que juzgué utilizando las partes negativas que completaban una cierta imagen de su personalidad, pero que me ha demostrado lo contrario, que es más que eso y que...

Izuku fue el primero en notarlo, pues la tensión en el rostro de Uraraka hizo que ésta apenas pudiera ocultar más sus emociones, y con presteza cogió un puñado de servilletas de la mesa, pero la chica se le adelantó al sonarse la nariz con fuerza y finalizar su descripción.

—En fin, la persona a la que me tocó regalarle en este intercambio es increíble, y no sólo a los ojos de alguien más, sino también en los míos. Uhm... ¿Adivinan de quién se trata?

Nadie dijo nada, y por un segundo que pareció extenderse al infinito, Todoroki fue quien rompió el hielo.

—Espero sea Bakugou... O me sentiré estafado.

—¡Y no serías el único! —Bromeó Sero, ganándose las risas de sus compañeros y aligerando la atmósfera como un buen soplo de brisa.

Katsuki recibió el regalo de Uraraka con un abrazo y posando para la foto de rigor, y con manos torpes abrió la bolsa que dentro contenía una mullida prenda de ropa que resultó ser una sudadera en clásico color negro y con una enorme X que cruzaba el pecho en color naranja. Era, si a Katsuki no le fallaba la memoria, una pieza de la que ya no quedaban existencias, pues se había popularizado muchos años atrás y que siempre había querido comprar para sí pero sin éxito. A Katsuki le encantó, y con expresión arrobada se giró hacia Uraraka, que se encogió de hombros.

—Tuve ayuda para escogerla, y es de una tienda de segunda mano, así que no me salí del presupuesto.

—G-Gracias.

—Bakugou se ha quedado sin palabras —le codeó Kirishima, pero en lugar de responder a sus provocaciones, Katsuki abrazó la sudadera contra su pecho y pegó la mejilla al forro interno del gorro, que olía a limpio pero también a... Izuku. Ah, probablemente se la había probado para cerciorarse de la talla.

—Es tu turno, Bakugou —le recordó Jirou, y Katsuki cumplió con el protocolo, repitiendo un par de frases que había ensayado de antemano y consiguiendo que Yaoyorozu llorara con ganas cubriéndose la boca con una mano mientras con la otra revelaba las tartaletas a todos y un “¡Ohhh!” colectivo se extendía entre todos los presentes.

Porque Katsuki había horneado 3 docenas de tartaletas, Yaoyorozu le dio una a cada uno para probar, y los “¡Ohhh!” se convirtieron en “¡Ahhh!” cuando la opinión unánime resultó ser de asombro al probar lo que en su mayoría se definió como exquisitez, entre otros sinónimos similares.

—Me resisto a creer que hayas podido cocinar algo como esto tú solo —dijo Ashido con migajas en las comisuras de la boca—. Es demasiado bueno para ser real.

—No olvides que es Bakugou el que mejor cocina de todos, y más de una vez lo ha demostrado —defendió Kirishima a su amigo, y no tardaron el resto a sumarse en aquella afirmación

En lo que a Katsuki respectaba, él había cumplido con su parte del intercambio y ahora tenía en su repertorio una receta que al parecer no estaba nada mal para salir de paso en situaciones como esa, así que se encogió de hombros cuando la preguntaron si tenía alguna técnica secreta o tip que pudiera compartirles para su elaboración.

—Sólo seguí la receta —fue su categórica respuesta, prometiendo luego compartirla con el resto.

Hasta Todoroki se admiró de la tartaleta que le tocó, y se lo hizo saber con su apática y casi fría voz de siempre.

—Están ricos, Bakugou. Tal vez podrías abrir tu propia pastelería.

«Eso quisieras», pensó Katsuki, «y así no entraría a la Keishichou con Izuku», pero se lo guardó para sí y optó por una respuesta más diplomática.

—No creo.

Después de los regalos y un brindis que hicieron con sidra sin alcohol, Uraraka e Iida se disculparon para partir primero porque tenían reservaciones en el cine para una función especial como parte de las festividades de pareja para ese día, y a ellos no tardaron en sumarse otros de sus amigos. Katsuki vio como buena su oportunidad de retirarse, y eludiendo un par de abrazos efusivos consiguió hacerse de vuelta de su abrigo y calzarse los zapatos.

—Hoy iré a beber con unos amigos del aula de al lado, ¿te unes, Bakugou? —Lo invitó Sero, quizá pensando que Bakugou preferiría continuar la velada que volver a casa, pero éste negó con la cabeza.

—Ya fue suficiente Navidad para mí por hoy. Me voy a casa.

Haciendo un gesto con la mano que abarcara a todos, Katsuki salió de la sala y se dirigió a la salida por el mismo camino que había utilizado para llegar. Desde otras habitaciones privadas el ruido de voces y música se mezclaba en una cacofonía festiva que dejaba bien en claro la fecha y los ánimos, pero en lugar de sentirse contagiado por la atmósfera alegre, Katsuki concluyó que le dolía la cabeza y que cuanto antes estuviera en casa mejor estaría él.

Casi había bajado todo el tramo de escaleras cuando el ruido de pisadas y una mano sobre el codo lo detuvo, y ningún otro más que Izuku le premió con sus ojos verdes buscando los suyos a media luz.

—Qué bueno que conseguí alcanzarte —dijo Izuku, liberando un jadeo y sin soltar a Bakugou con su mano dominante, utilizó la otra para rebuscar en el bolsillo de su chaqueta hasta dar con lo que buscaba—. Feliz Navidad, Kacchan. —Y en la palma de su mano aparecieron 2 huevos gachapón.

—¿Uh?

—Elige uno. Pensé que no considerarías regalarme algo, así que yo mismo lo he comprado para mí. Así será algo pequeño y barato. Sólo un detalle para no dejar pasar la fecha sin más.

—Eres un idiota —dijo Katsuki, pero su tono de voz era afectuoso, conmovido, a punto de quebrarse—. Y tienes razón, no te compré nada.

—Olvídalo, no era necesario. Ahora elige o yo lo haré por ti.

Los dos huevos eran diferentes, uno en oscuro tono verde y el otro en llamativa tonalidad anaranjada que Katsuki escogió no porque se sintiera particularmente identificado con el color, pero Izuku merecía el otro huevo si acaso porque así era como se veía su cabello después de la lluvia.

Al abrirlos a la cuenta de 3 descubrieron adentro un par de pulseras de tela cada uno, e Izuku le explicó que pertenecían a una colección llamado BFF’s que Katsuki le explicó que era para chicas, en concreto, para aquellas que seguían la moda de Best Friends Forever.

—No puede ser tan malo, ¿o sí? —Izuku examinó sus pulseras, que tenían hilados en las mismas tonalidades que el huevo, y un par de colguijes extraños como un brócoli, una mano haciendo la señal de victoria, y un número 9.

La de Katsuki no era mejor también en los tonos cálidos de su huevo naranja y con decoraciones como una explosión, una especie de perro pomeriano y... ¿Un tazón de ramen? Vaya...

—Uhm, ¿entonces los intercambiamos o...? —Inquirió Izuku de lo más inseguro, y tras unos segundos de consideración, Katsuki accedió.

—Vale, pero si alguien pregunta por qué llevamos pulseras a juego será tu responsabilidad dar explicaciones.

—Ok.

Katsuki ayudó a Izuku a anudarse las 2 pulseras en la misma muñeca, y después éste lo correspondió el favor, de tal modo que para cuando terminaron Todoroki ya se había acercado y los miraba con atención.

—Son pulseras de la amistad, Shouto —dijo Izuku sin inmutarse—. ¿A que están geniales?

—Sí, eso creo —fue la lacónica respuesta de su novio, que no perdió de vista los dedos de Izuku sobre la muñeca de Katsuki hasta que los nudos quedaron hechos—. ¿Nos vamos?

—Oh, cierto. —Izuku aceptó la mano que Shouto le tendió, y dirigiéndose a Katsuki con una amplia sonrisa, se despidió de él—. Nos vemos después, Kacchan. Y Feliz Navidad.

—Feliz Navidad a ti también —murmuró Izuku.

—Pásalo bien, Bakugou —dijo Todoroki, y aunque a éste le costó corresponder el saludo, hizo su esfuerzo.

—Igualmente.

Luego la feliz pareja pasó por su lado, y atrás quedó Katsuki con un cierto resquemor en el pecho.

 

Katsuki se pasó el resto de los días entre Navidad y Año Nuevo holgazaneando en casa, haciendo tarea que los profesores habían dejado para ellos, ejercitándose, y... horneando. Sin nada más que hacer luego de varios días de seguir la rutina, se enfocó en la revista que había comprado para preparar las tartaletas de Yaoyorozu, y día con día sus padres regresaron del trabajo para encontrar sobre la mesa de la cocina un nuevo postre que con cada ocasión declaraban ser el favorito indiscutible por encima de los demás.

Sin creérselo del todo porque a él el sabor dulce le repugnaba, Katsuki les puso los ojos en blanco al más mínimo halago, pero muy dentro de sí una extraña llamada de orgullo floreció en su pecho y creció día con día.

Por el resto, sus vacaciones de invierno no tuvieron nada de memorables.

En Año Nuevo visitó el templo con sus amigos, pero Izuku estuvo ausente porque Todoroki lo había invitado a ir con él a unos partidos de semiprofesionales en Okinawa, y las únicas novedades que tuvo de él fueron relativas al clima, pues se podía pasear en manga corta y disfrutar de bebidas tropicales al por mayor. Izuku incluso le envió una fotografía de la playa con los pies metidos en el agua, y aunque declaró que estaba demasiado fría como para darse un chapuzón, Katsuki le envidió por esa libertad.

Con una pseudoapatía en la que se sentía incómodo por el exceso de tiempo libre a su disposición, Katsuki agregó a sus días largos ensayos tras la batería, y 2 horas de estudio de la guía que la Keishichou había puesto a su disposición para estudiar. Aunque gran parte del material ya lo había repasado con Izuku y lo tenía estudiado al dedillo, Katsuki lo repasó varias veces con la vana esperanza de hacer que el tiempo transcurriera más deprisa.

Así llegó enero con los primeros copos de nieve justo la noche previa a volver a clases, y Katsuki puso buen uso de la sudadera que Uraraka le había regalado durante el intercambio al llevarla bajo el uniforme y proveerse así de un poco más de calor.

A su vuelta a Musutafu, Izuku volvió no con un bronceado, pero sí más pecas sobre el puente de su nariz tras su estancia en Okinawa, y Katsuki se cuestionó si alguien además de él se había percatado o es que era un tipo especial de stalker del que debía cuidarse no revelar que era.

En todo caso Izuku trajo regalos para todos, apenas unos detalles, en la forma de dulces típicos de la región, y Katsuki atesoró el suyo sin intención de comerlo; en parte porque el dulce y él eran enemigos jurados, pero también porque era un memento de que al menos Izuku lo tenía en la misma categoría de consideración que al resto de sus amigos, y considerando su pasado en común, era agradable tener esos momentos de normalidad entre ellos dos.

También en enero, aunque durante la última semana del mes, viajaron Katsuki e Izuku por su cuenta a Tokyo a presentar su examen para la Keishichou y su estancia en la ciudad estuvo marcada por el ritmo acelerado de vida que parecía respirarse por doquier.

Si Katsuki se había hecho cualquier fantasía, por remota que fuera, de que ese viaje estaría enfocado a algo que no fuera dar lo mejor de sí para el examen, estaba equivocado. A su llegada a Tokyo apenas tuvieron oportunidad para salir a comer ramen y retirarse a la habitación doble que habían rentado cerca de donde se realizarían las pruebas. Su primer día estuvo enfocado a las pruebas teóricas, con varios exámenes escritos que los dejaron agotados mentalmente y sin ganas de visitar la ciudad al terminar ya sobre las horas de la tarde.

El segundo día no fue mejor, con pruebas prácticas enfocadas en su condición física y aptitudes para representar a la policía de Japón. Corrieron, saltaron, escalaron y demostraron su fuerza y destreza en toda clase de circuitos, además de una competencia, y también estudios de salud para comprobar que eran aptos para los que se esperaba de ellos.

Esa noche tenían que partir de vuelta a Musutafu, pero una inesperada tormenta puso un retraso sobre la marcha de los trenes, así que comieron un bentou para dos en la estación mientras el tablero de anuncios continuaba mostrando su tren como parado hasta nuevo aviso.

—Estoy nervioso —reveló Izuku con un trozo de camarón empanizado entre los palillos.

—La tormenta no tardará en amainar —procuró Katsuki tranquilizarlo, comiendo él una pieza de pollo frito en salsa agridulce.

—Más bien pensaba en las pruebas de ayer y ahora.

—¿Qué, inseguro de no haberlo conseguido?

—No lo sé. Hice lo mejor posible...

—Eso debería bastar.

—Pero... ¿Y si alguien lo hizo mejor que yo? ¿Y entre esa persona y yo está la última plaza de nuevo ingreso?

—Siempre está el siguiente año.

—Lo dices porque tus resultados físicos fueron mejores que los míos.

—No todos, y en la mayoría apenas por unas décimas. Había personas mejores que nosotros, pero no muchos. Seguro que estás bien —dijo Katsuki con ligereza, aunque él también tenía el estómago hecho nudo de nervios.

Izuku tenía razones de peso para estar preocupado, pero creía él que estarían bien. Después de todo, habían estado primeros en su grupo durante los exámenes físicos, y en cuanto al escrito se sentía confiado de sus respuestas y el puntaje obtenido. A su vez, tenía fe en Izuku, mucha más incluso de la que tenía sobre sí mismo en esa área...

—Lo conseguiremos, apuesta por ello —dijo Katsuki, que con ánimo de celebración anticipada, le prometió llevarlo a comer katsudon cuando los resultados se publicaran y ambos corroboraran tener una plaza.

—¿En serio lo crees? —Preguntó Izuku, mordisqueándose con saña la esquina del labio inferior.

Tan seguro de sí mismo como siempre, Katsuki así lo afirmó. —Puedes apostar que sí; juntos lo conseguiremos y entraremos a la Keishichou este próximo abril.

Que estaría en lo correcto, pero no del todo.

 

En febrero, Katsuki terminó de algún modo envuelto en una situación para la que ni loco habría accedido participar... De no ser porque todas las chicas en su grupo de amistades, todas y sin excepción (plus Izuku) le imploraron ayuda para preparar chocolates del día de San Valentín.

De hecho, había sido una suma de factores y coincidencias los que jugaron en su contra cuando Katsuki compró un segundo volumen de la revista que encontró en la tienda de conveniencia, que aunque su demografía eran chicas de secundaria amantes del color rosa y las cosas lindas, tenía una colección de recetas con chocolate que él descartó como interesantes hasta que encontró una en específico que mencionaba la inclusión de un potente picante para darle otra tonalidad al sabor. Así que Katsuki había comprado la revista de ida al colegio, y durante el receso se había escondido para leerla en los jardines, con tan mala suerte que Ashido lo había descubierto y después de rodillas pedido ayuda.

—San Valentín está a la vuelta de la esquina y quiero preparar para Eijiro chocolates hechos a mano —suplicó la chica, y Katsuki se negó.

Durante la hora del ensayo de la banda, Jirou fue la segunda que se dirigió a él (seguro alertada por Ashido) y con mayor contención pero mismo deseo de aprender le dijo que si le hacía el enorme favor de enseñarle a preparar chocolates caseros lo llamaría sensei por el resto de sus días. Bakugou-sensei. Que en teoría sonaba casi interesante, pero Katsuki no pensaba aprovecharse y se negó.

Antes de que se acabara la sesión con la banda, Yaoyorozu también lo abordó, y aunque Katsuki le recordó que ella ni tenía novio ni prospecto de pareja, la chica se defendió aludiendo que ella tenía amigos y quería agradecerles de esa manera por su compañía.

Con 3 rechazos a cuestas, Katsuki había dado por sentado que con eso terminaba aquella oleada de locura, pero no podría haber estado más equivocado cuando Uraraka le envió un mensaje por Line y él tuvo que darle la misma respuesta que al resto.

 

KB: No sé de dónde sacan que puedo serles de ayuda para preparar chocolates de San Valentin, PERO MI RESPUESTA SIGUE SIENDO NO.

 

Sin embargo, el acabose para la fuerza de voluntad de Katsuki llegó en la forma de Izuku, que a la mañana siguiente de aquellos encuentros lo abordó durante su entrenamiento matutino con exactamente la misma pregunta.

—Uraraka mencionó que les ayudarías a preparar chocolates para el 14 de febrero en tu casa... ¿Crees que podría unirme a ustedes?

—¡¿Q-Qué?! —A punto de tropezar con sus propios pies, Katsuki detuvo su marcha, y se quedó a la mitad de la acera con las manos sobre las rodillas, inclinado sobre sí mismo mientras recuperaba el aliento.

—Espero no sea una molestia uno más, pero...

—Yo nunca dije que ayudaría a nadie —dijo Katsuki, levantando el rostro—. De hecho, me he negado sin parar porque no me dejan en paz al respecto.

—Pero Uraraka dijo-...

—Maldita Cara Redonda... —La maldijo Katsuki, aunque ambos sabían que era una amenaza vacía. La muy ladina había involucrado a Izuku, y entonces Katsuki no quería (ni podía negarse) como había hecho antes.

—¿Entonces es un no?

—Es un... Mira —dijo Katsuki al limpiarse el sudor de la frente con la manga de su sudadera de deporte—. Nunca antes he preparado chocolates caseros. De hecho compré la revista con el especial de San Valentín por una de las recetas que venían ahí, pero eran chocolates para mí. En ningún momento pensé en ayudar a nadie más o... Montar una clase en la cocina de mis padres, ¿vale?

—Ya veo.

—Me he negado sin parar, pero al parecer ninguna de las chicas en nuestro grupo de amigos sabe aceptar un ‘no’ como es debido.

—Supongo...

Katsuki resopló, y éste pidió a cualquier Dios menor que escuchara sus plegarias porque Izuku confundiera el color granate en sus mejillas como esfuerzo de la carrera y no rubor como era.

—Pero vale, les ayudaré. Con la condición de que no provoquen ningún incendio en mi cocina, limpien todo al terminar, y tengan la decencia de no volver a molestarme con este asunto, ¿ok?

—Ok —celebró Izuku con una amplia sonrisa—. Ya verás que será divertido.

«Francamente lo dudo», pensó Katsuki mientras reemprendían su ruta de ejercicio, «pero ya qué...»

 

Porque la fecha estaba a la vuelta de la esquina y las chicas no pudieron conseguir los ingredientes si no ya hasta de último momento, Katsuki terminó recibiendo su visita la tarde del 13 de febrero, un jueves en que lo único que le apetecía era meterse en cama y eludir el frío que se sentía en Tokyo a mitad de ese invierno, pero claro, imposible. No cuando a su grupo habitual se había sumado Tsuyu Asui y ahora tenía 6 personas además de sí mismo haciendo multitud en su cocina.

—Bien, tengo los ingredientes —dijo Ashido al abrir su bolsa de compra y revelar que con el presupuesto que Yaoyorozu tan generosamente había multiplicado por las demás, ahora tenían 5 kilogramos contantes y sonantes de chocolate.

—¡Jod-...! —Exclamó Katsuki al ver aquellos 5 paquetes salir uno tras otro como truco de magia, e Izuku consiguió detenerlo a tiempo al cubrirle la boca con una mano.

—Lo que Kacchan quiere decir es... Erm, ¿algo como ‘wow’?

—¿No son 5 kilos demasiado chocolate? —Preguntó Asui, dándose unos golpecitos en el mentón con un dedo—. ¿Exactamente  a cuántas personas les vamos a regalar chocolates este año?

Katsuki se apartó la mano de Izuku de la boca dispuesto a replicar que sí, era una jodida exageración de la que todos se lamentarían, pero Ashido se le adelantó.

—Nah. Es que en mi caso tengo que regalarle a Eijiro, a todos nuestros amigos —enumeró con los dedos—, a ustedes, a mis padres, a... A mucha gente en realidad.

—Igual yo —dijo Yaoyorozu, y el resto de las chicas e Izuku coincidieron con que sería una grosería ignorar a cualquiera de su grupo en ese San Valentín, así que empezaron con los preparativos.

De antemano se había tomado Katsuki una tarde para experimentar con las recetas de la revista y practicar por su cuenta antes de tener que demostrar frente a las chicas cómo se hacía, así que en ese momento dio órdenes con seguridad y resolvió cualquier duda que pudo surgir.

—Mi vida se ha convertido en un condenado manga shoujo... —Se quejó Katsuki mientras le explicaba a Asui y Jirou cómo debían mantenerse frente al fogón revolviendo las 2 ollas con chocolate derretido que después vaciarían en los moldes, y Ashido se sumó al pasarle el brazo por los hombros como hacía Kirishima y darle un achuchón.

—Nosotras también te queremos mucho, Bakugou —lo molestó plantándole un beso húmedo en la mejilla que éste se limpió con presteza.

—Ugh...

Detrás de ellos, Izuku y Uraraka trabajaban con Yaoyorozu con los moldes, aplicándoles una ligera capa de aceite vegetal para evitar que el chocolate se pegara una vez que lo vaciaran en los espacios, y era una fortuna a la vez que una maldición que cada chica hubiera comprado moldes diferentes, porque los había de todo tipo. Siguiendo pautas de su propia personalidad, por ejemplo Jirou había elegido un paquete de moldes que incluían la forma de una guitarra, un bajo, un piano, un set de batería y hasta un micrófono. Ashido había sido más clásica con formas de corazón, cupidos, unos labios y un texto que permitía escribir mensajes de amor y que las chicas elogiaron por las formas cursivas de la fuente. Yaoyorozu había elegido algo similar con un abecedario, porque su intención era regalarle a cada persona las letras de su nombre, pero primero se había hecho un lío contando cuántas necesitaba de cada tipo.

De reojo comprobó Katsuki que Izuku se había hecho con moldes que tenían formas relacionadas al béisbol, con bolas con todo y sus costuras, un bat aquí y un guante allá.

En suma, cada quien tenía sus propios moldes (Katsuki incluido, que para practicar se había hecho con uno que incluía formas, como corazones, estrellas y cabezas de animales), pero no tardaron en surgir acuerdos y pactos, donde las frases “te cambio 2 de mis chocolates de corazón por uno de tu guitarra” y “¿puedo formar un par de letras en tu molde y a cambio puedes usar el mío para lo que prefieras?” se volvieron un ruido constante del que Katsuki perdió noción de quién le iba a ayudar a quién. En lo que a él respectaba, mientras el chocolate alcanzara para sus propósitos (que ahora de pronto parecía no ser suficiente con la cantidad de chocolates que todas las chicas querían obsequiar a sus parejas y amigos) el resto no podía importarle menos.

—Oh, esto es tan divertido —dijo Uraraka cuando al quedar listo el chocolate, fue la primera en vaciarlo sobre los moldes bajo la mirada atenta de Katsuki, que corrigió aquellas piezas donde faltaba un poco más o se veían burbujas en la superficie ,y le previno de no excederse o el resultado no sería el óptimo.

Porque en opinión de Yaoyorozu la primera tanda de chocolates que exitosamente salieron del refrigerador con las formas perfectas y sabor inigualable merecían una especie de celebración, Katsuki tuvo que sacar la tetera y tazas suficientes para que todos disfrutaran de un momento de tranquilidad bebiendo del té verde que Uraraka había traído consigo y mordisqueando de sus chocolates.

Además de los clásicos chocolates con leche, Katsuki supervisó la preparación de varios chocolates con relleno, que variaron entre un poco de licor de leche, cerezas en almíbar, y en el memorable caso de Asui, una pizca de kvas de manzana que ésta había preparado específicamente para Tokoyami.

Hojeando la revista que Katsuki había comprado, Jirou fue la primera en adivinar que Katsuki la había adquirido por la receta de chocolate y picante que aparecía en el noveno lugar, y por curiosidad una de las tandas de chocolate se preparó utilizando esa receta.

—No me culpen después si el sabor no es de su agrado —se quejó Katsuki con las orejas ardiendo, consciente de que su fascinación por las comidas picantes seguido no coincidía con el de nadie más.

—Exageras —le mandó callar Ashido, pero fue la primera en torcer el gesto cuando esos chocolates salieron del refrigerador y el primer bocado la obligó a beber un enorme vaso de agua para aplacar el ardor sobre su lengua.

—Te lo advertí —fue el comentario de Katsuki, pero no se regodeó más por compasión.

Su tarde de preparar chocolates se extendió más allá de la llegada de los padres de Katsuki, que se mostraron asombrados por la presencia de todas aquellas chicas e Izuku en su cocina, pero se retiraron tras asegurarles que eran más que bienvenidos a quedarse hasta la hora que fuera necesario.

A eso de las 9, por fin terminaron con los 5 kilos de chocolate, y cada chica tenía en su haber una abundante cantidad de piezas en variopintas formas para regalar. Izuku igual, que de camino a la estación les contó que se había pasado los ratos libres formando cajas de origami para tener en qué envolver sus chocolates.

Katsuki fue con ellos, pues le sentaba mal enviar a las chicas por su cuenta al punto en que el chofer de Yaoyorozu había acordado recogerlas para después llevarlas a su propia casa, pero también porque Izuku se había sumado, y de regreso caminaban los dos en la tranquilidad de su barrio a esas horas.

—Fue divertido. Lástima que el día de San Valentín es sólo una tarde al año.

—Querrás decir los preparativos para San Valentín, porque mañana las cosas serán diferentes —corrigió Katsuki, visualizando el caos que seguro se viviría en Aldera por las festividades.

En sí, el día de San Valentín no era más que una excusa para comer dulces y tener la aprobación de los profesores para ser un poco más laxos con las interrupciones en sus clases, pero Katsuki recordaba de años anteriores grandes gestos, como cuando un par de compañeros de su curso cantaron serenatas a una chica que terminó rechazándolos a todos por un chico del aula de al lado.

Por su cuenta esperaba Katsuki pocos cambios. En primer año unas cuantas chicas le habían enviado chocolates de manera anónima, pero Katsuki nunca había acudido a las citas en las que se le pedía ir a solas, así que en su segundo año el número de chocolates disminuyó en su gaveta. Sus amigas eran del tipo que no tenían problemas en entregarle sus chocolates por compromiso directo en la mano, y con esa misma facilidad había devuelto él el favor en el White Day, así que para su tercer año no esperaba nada diferente.

—Uhm...

—¿Qué?

—Nada.

Katsuki miró de reojo a Izuku, que balanceaba la bolsa con los chocolates utilizando excesiva fuerza, pero no mencionó lo obvio que le resultaba adivinar su nerviosismo. Así era Izuku, y ese era parte de su encanto.

—¿Tienes grandes planes para mañana con Todoroki? —Preguntó Katsuki con curiosidad, no por ellos dos como pareja, sino por Izuku, por si acaso no iban a verse a pesar de que los viernes solían reunirse para comer ramen después del colegio.

—Sí y no. —Izuku aumentó más el balanceo de su bolsa—. Pasa que sé que Shouto tiene entrenamiento después de clases, pero Ochako me contó que después me llevará a cenar a un sitio nuevo que recién abrió. Se supone que no sé nada, pero ella me conoce, y detesto las sorpresas. Al menos ese tipo de sorpresas en las que se supone que debo mostrarme agradecido.

—¿Es que no lo estás? Cena gratis en un restaurante del tipo que tu novio puede pagar no suena tan mal.

—No, no lo es. Es sólo que... ¿Puedo contarte un secreto?

—Soy todo oídos.

—Shouto es igual que yo. Todo esto del romanticismo de San Valentín no le sale natural, así que por su cuenta estudia lo que se espera y no de él durante la velada, y sé con toda certeza que intentará ser todo un caballero abriendo las puertas para mí, jalando mi silla, y presentándose con un enorme ramo de rosas.

—Ya, no te gustan las rosas.

—No es eso. Simplemente los clichés... No me malentiendas, hay clichés importantes, son clásicos, por eso han trascendido, y no me importaría que Shouto hiciera todo eso por sí mismo, pero el que él mismo se fuerce para cumplir con la tradición porque a esa conclusión llegó después de investigarlo por internet... Nah, eso no es para nada divertido. Y resulta cansado luego de 10 minutos.

—Tal vez podrías explicárselo y cambiar los planes. Llevarlo tú a una cita en la que de verdad se diviertan y no sólo como compromiso.

—Mmm, si lo pones así... Es una excelente idea, Kacchan.

Katsuki torció la boca. Claro, excelente para que Izuku y el idiota de su novio pasaran la mejor noche de su vida gracias a él. Qué imbécil había sido.

Pero ya qué. Incluso si Izuku le preguntaba sin parar ideas para citas de último momento para la velada más saturada del año, Katsuki consiguió mantener su fachada de buen amigo sin flaquear ni por un instante. Al fin y al cabo, lo era; o al menos quería considerarse como tal. Si la amistad de Izuku era todo lo que éste tenía para ofrecer, entonces Katsuki la iba a tomar. De eso a nada...

—Gracias por todo, Kacchan —dijo Izuku cuando llegaron al cruce de siempre, y éste se quedó ahí plantado unos minutos mientras su figura se alejaba calle abajo hasta desaparecer en la esquina.

Sólo entonces comenzó a moverse Katsuki de vuelta, y a pesar del frío y la hora, lo hizo despacio.

Apenas se habían separado, pero ya echaba de menos a Izuku.

 

El primer chocolate que Katsuki recibió aquella mañana de San Valentín fue de Izuku, y lo notable de ese hecho era que Katsuki todavía estaba en pijama, acurrucado bajo la calidez de sus mantas y haciéndose el remolón en las horas tempranas del día en que el pronóstico del clima había vaticinado nieve y vientos helados provenientes del norte.

 

IM: ¡Feliz día de San Valentín, Kacchan!

IM: Espero no te moleste, he dejado tus chocolates en tu mochila.

IM: Son libres de azúcar y con una sorpresa especialmente pensada para ti :)

 

Haciendo a un lado las mantas y sin importarle que sus pies tocaron el piso helado, Katsuki se arrodilló al lado de su escritorio y abrió su mochila para encontrar una de esas cajas de origami que Izuku había preparado para sus chocolates, y en efecto, adentro se encontró con una enorme pieza de All Might (¿cuándo había preparado eso? Katsuki recordaría si en el refrigerador hubiera visto aquel molde) que de buenas a primeras no quiso comerse porque ¿cuándo tendría la oportunidad de conseguir otro?, pero que resultó ser muy de su agrado cuando rompió una parte del cabello y descubrió que era del chocolate que tenía picante.

Con escalofríos por todo el cuerpo y no sólo por el piso helado bajo sus pies, Katsuki se comió otro pedazo, mientras con dedos ágiles le escribía de vuelta a Izuku.

 

KB: Lo encontré. Gracias. Está delicioso.

KB: Feliz día de San Valentín a ti también.

 

Y regalándose un par de minutos fantaseando con cosas que no eran pero que a nadie hacían daño salvo quizá a sí mismo... Katsuki se comió su chocolate con fruición, y se juró para el White Day estar preparado con el mejor regalo posible de vuelta.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).