Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

27.- (Lo que ha/Entrada de) costado.

 

Marzo comenzó en Musutafu con una última nevada que tiñó la ciudad de blanco y rompió récords de temperaturas en los últimos 100 años. Pero marzo era marzo, y los preparativos para el final de curso estaban a tope. También fue el mes en que ambos, Katsuki e Izuku descubrieron que su solicitud para entrar a la Keishichou había sido aprobada y tenían una plaza esperando por ellos en abril.

A modo de celebración, los dos habían pensado en celebrar con una cena en algún sitio que les gustara a los dos, pero sus padres les sorprendieron al pagar la reservación en un exquisito restaurante de sushi al que los 5 asistieron por primera vez en muchos años. Inko Midoriya había estado inconsolable al principio, bebiendo sake sin parar mientras se lamentaba que “Izuku se marcharía a Tokyo y ella se quedaría sola en aquel enorme departamento sin él, sin más compañía que la propia”, pero Mitsuki no tardó en consolarla, y Masaru en tener que cuidar de las dos y su consumo de alcohol. Sólo Katsuki e Izuku se habían mantenido sobrios durante la cena, y aunque agradecieron las buenas intenciones de sus padres en querer celebrar con ellos el momento, por su cuenta un par de días después se reunieron de nueva cuenta sin personas extras en un sitio donde vendían ramen y que ellos consideraron su verdadera celebración por haber conseguido entrar a la Keishichou.

Entre sus amigos, todos se habían hecho de plazas en las universidades para las que habían aplicado, y por ello tuvieron una tercera ronda de celebración en la que Todoroki confirmó que una universidad en Estados Unidos le había otorgado una beca al 100% para estudiar allá y formar parte de su equipo de béisbol. Nadie como Izuku estuvo más feliz por él, y mientras disfrutaban de su comida, Katsuki se preguntó más de una vez si sus sentimientos eran del todo honestos porque en su corazón no había espacio para el egoísmo, o es que escondía bien el dolor que la separación de encontrarse en continentes diferentes a partir del próximo mes y no quería desviar la atención hacia su persona.

En todo caso, fueron rondas de celebración en las que se vivía un ambiente festivo por doquier y que puso a Katsuki de excelente humor cuando el 12 de marzo reservó la tarde para cocinar macarrones para el White Day. Técnicamente el regalo habría tenido que entregarse el 14, pero ese año por ser bisiesto caía en sábado, y la mayoría de los chicos no iban a esperar hasta el lunes, así que Katsuki tampoco lo hizo. Cuanto antes se librara de aquella responsabilidad, mejor.

De ese modo se informó lo mejor posible en la elaboración de macarrones, hizo una prueba días atrás, y convencido de que sería el regalo perfecto, se puso manos a la obra. Esta vez sin la ayuda de las chicas el trabajo fue más tardado, pero no por ello menos gratificante cuando la primera tanda de macarrones salió del horno y muy a su pesar tuvo que reconocer que serían del agrado de todos incluso si a él el sabor dulce le producía el efecto contrario que a la mayoría.

Decidido a corresponder el favor en su totalidad, Katsuki además había comprado pequeñas bolsas transparentes de regalo y listones en color blanco con las que anudarlas, y se pasó hasta tarde en la noche preparando todo para el día siguiente.

—Vaya contigo, ¿seguro que no quieres ayuda? —Corroboró Mitsuki con él en una de sus visitas a la cocina, pero éste negó con la cabeza.

—Ya casi termino.

—Has cambiado mucho este último año, Katsuki —pasó su progenitora a su lado, acariciándole la cabeza—, y para bien. Me alegra verte así.

Katsuki bufó, pero no dijo más. Lo que tenía en manos era más importante.

Cerca de medianoche por fin estuvo Katsuki contento con el resultado. En una bolsa opaca había empaquetado todas las bolsas individuales que al día siguiente le tocaría repartir entre su grupo de amigos, y no sólo las chicas. A Katsuki le había parecido de mal gusto no compartir con Kirishima que era su autoproclamado mejor amigo, y eso le llevó a hacer lo mismo con sus compañeros de banda (Kaminari y Tokoyami) además de Sero y algunos profesores que habían sido tan amables como para proporcionarle cartas de recomendación cuando hizo su solicitud para entrar a la Keishichou.

Básicamente Katsuki tenía algunas deudas por cumplir, y utilizar el White Day como pretexto para pagarlas jugaba muy bien a su favor así que él lo había aprovechado.

Convencido de que aquel viernes 13 de marzo estaría de su lado a pesar de lo fatídica de la fecha, Katsuki se acostó a dormir con una sonrisa en labios y sin siquiera imaginar el debacle al que estaba por enfrentarse.

La cuenta regresiva estaba en marcha, y faltaban poco más de 12 horas para la tragedia.

 

Aizawa-sensei no perdió esa mañana demasiado tiempo con sus alumnos hablando del próximo día de graduación al que se acercaban y las expectativas que tenía de ellos para el gran momento.

—Quiero ver uniformes limpios. Cuellos bien cerrados y faldas en su sitio —dijo barriendo con la hastiada mirada que lo caracterizaba a los alumnos más revoltosos de su clase—. Es una graduación y no un festival de payasos, así que quiero que se comporten a la altura.

—Vamos, sensei —se quejó Sero con desparpajo—, ¿en serio le dice todo eso a sus alumnos cada año?

—Sólo cuando el grupo lo amerita —fue la cansada respuesta de Aizawa, que se pasó las manos por el rostro antes de peinarse su desaliñado cabello hacia atrás y mascullar que era todo por el día y podían retirarse por esa hora.

A su clase, una de las últimas del curso, siguió la hora del almuerzo en la que Katsuki aprovechó que su grupo de amigos se había reunido en el patio a disfrutar de una mañana que aunque fría al menos tenía sol, para poner en el centro de la mesa su bolsa con macarrones y anunciar que las chicas podían tomar uno de cada color hasta hacerse con 5, y que los restantes podían repartirse entre los chicos.

—No es justo, Kacchan —masculló Kaminari, siempre goloso por cualquier sabor dulce, y por su atrevimiento Katsuki le plantó un golpe en la mollera.

—No me llames así, idiota.

—¿Qué, sólo Deku puede hacerlo? Buah. Siempre jugando a los favoritos.

—Sigue así y no tendrás ningún macarrón con tu nombre.

Con variables grados de admiración, las chicas no dudaron ni un segundo en hacerle saber a Katsuki que una vez más se había superado en la preparación de un postre, y éste no hizo más que encoger una y otra vez los hombros. Vale, que se sentía orgulloso, pero no por sí mismo, sino porque en su mochila había guardado una caja especial hecha con mucho esfuerzo con un tutorial de origami que había copiado de Youtube y que tenía intenciones de entregar a Izuku cuando a la hora de salida éste pasara por él a Aldera.

Katsuki intentaba convencerse a sí mismo que sus intenciones eran nobles, sólo un pago justo por el chocolate de All Might que Izuku le había regalado en San Valentín como amigos, pero... Como suele suceder en casos así, por más que pretendía engañarse con aquella mentira que de blanca no tenía nada, eran sus manos sudorosas y un lejano zumbido en sus oídos el que le impedía tragársela del todo. Igual que los postres, sus mentiras eran difíciles de deglutir, excepto que en lugar eran amargas como la hiel en lugar de dulces.

En todo caso, Katsuki no abrigaba demasiadas esperanzas respecto a lo que aquella entrega significaría. Al fin y al cabo era White Day e Izuku no interpretaría en su regalo nada más que el pago a una deuda social, casi simbólica, que al final del día terminaría en su estómago. Y ya. Eso sería todo. Y Katsuki estaba bien con ello... O al menos eso era lo que se repetía.

El receso no terminó antes de que el resto de los chicos también entregaran sus regalos del White Day, con detalles tan simples como unos simples chocolates (Sero), boletos para el cine (Eijiro) o unas interesantes flores de papel en color negro (Tokoyami) que salvo por Jirou las demás chicas no tuvieron palabras para describir. Kaminari fue el único que no dio regalos físicos, o al menos no del tipo que perduraba, pues a cada chica le besó la mano de agradecimiento, y sólo a su novia intentó besar en la boca y ésta lo rechazó juguetona al ponerle la mejilla.

—Eso te enseñará a no ser tacaño. U olvidadizo —le riñó Jirou, y Kaminari se llevó una mano al pecho con exagerado ademán de dolor.

—¡Ouch! ¿Tú también? ¿Es que ahora todos están en mi contra?

—No lo niegues.

—No importa, Kaminari —dijo Yaoyorozu, siempre débil a cualquier muestra de afecto que venía impregnada de romance—, ha sido muy original de tu parte.

—Bah, seguro hace lo mismo en los cumpleaños de su familia —bromeó Sero con Katsuki en voz baja, y éste rió entre dientes.

—Con toda probabilidad, sí.

Las clases después del almuerzo fueron más que nada un repaso de las últimas páginas de sus libros de texto. Ya todos en la clase habían recibido sus cartas de aceptación o rechazo en las universidades a las que habían aplicado o a los sitios en donde pretendían entrar de aprendices. Los había quienes ya tenían un empleo asegurado, y unos cuantos a los que la vida les daba la oportunidad de ser libres y viajar. En lo personal, Katsuki no envidiaba a nadie de ningún grupo. Él tenía justo lo que más anhelaba, y que no era otra cosa más que una segunda oportunidad con Izuku. Su amistad iba por encima de la vida que próximamente iba a llevar como alumno en la Keishichou. El resto venía en segundo sitio, como vivir en Tokyo, en su propio departamento, y bajo sus propias reglas.

Sin prestar demasiada atención a la perorata de su profesor de cálculo repasar con ellos unas últimas fórmulas, Katsuki dejó pasar las últimas horas de aquel viernes en clases fantaseando con la vista clavada en la ventana y la imagen clara de Izuku cuando a la hora de salida lo encontrara esperando por él en la verja.

El plan era que Izuku subiera con él a la sala de ensayos y se quedara como espectador a ver una de las últimas reuniones oficiales de la banda. Después de que Katsuki se marchara a Tokyo y otros de sus compañeros emprendieran por su cuenta sus propios caminos, pocas si no es que nulas serían las oportunidades de que los 5 miembros volvieran a reunirse, así que aquella sería una sesión de debut y despedida en la que Katsuki quería dar lo mejor de sí para conmemorar el momento.

Con la mente perdida en planes, Katsuki por poco saltó de su asiento cuando el profesor de cálculo le arreó en la mollera con un trozo de tiza, y la advertencia de bajar su nota final de 100 a 99 si no prestaba más atención.

A regañadientes fijó Katsuki la vista en la pizarra, pero ni siquiera aquella amenaza surtió el efecto deseado mientras miraba sin parar el reloj en el muro y contaba los minutos hasta la hora de salida.

Después de cálculo tuvieron inglés y luego literatura contemporánea, y Katsuki casi saltó de su asiento cuando el timbre sonó marcando el fin de su semana.

—Ten más paciencia, Kacchan. Izuku todavía no ha llegado —le chanceó Kaminari, que esta vez consiguió esquivar el derechazo que éste lanzó en dirección a su cabeza.

—No molestes.

—No me atrevería, Kacchan —exageró Kaminari la pronunciación de aquel mote que podía poner histérico a Katsuki en boca de cualquiera menos Izuku—. Los esperaremos en la sala de ensayos, ¿vale?

—Vale, vale. Ya vete de una vez.

Sus compañeros de curso tenían otros planes. Para Kirishima y Ashido era una cita, en tanto que Sero se iba a ver con unos amigos de otro curso para visitar una nueva tienda orgánica cerca de la estación. Katsuki se despidió de ellos, haciendo tiempo mientras guardaba sus libros en la mochila y hacía tiempo para que Izuku llegara desde U.A. hasta Aldera.

Katsuki calculaba al menos 20 minutos, así que con parsimonia bajó utilizando la escalera más alejada de la entrada principal y pasó por la máquina expendedora para comprarse un té helado sin azúcar. Incluso aunque depositó en la ranura todas sus monedas de menor denominación y después continuó su camino al paso más lento de su repertorio, al llegar al patio frontal todavía tenía por delante 15 minutos de espera que decidió matar sacando su móvil y sentándose en una banca a la sombra a esperar.

Quizá fue esa distracción momentánea, la certeza de que aquel era un viernes cualquiera en que sus planes por una vez parecían estar saliendo al pie de la letra por su beneficio, con un clima que no era enteramente de su agrado porque él prefería siempre el calor del verano, pero Katsuki bajó la guardia, y lo pagó caro.

Un segundo estaba absorto viendo memes en el grupo de Line al que sus amigos lo habían agregado sin su aprobación, y al siguiente sus sentidos lo alertaron de peligro con miedo agudo en la base del estómago, pero era demasiado tarde. Una mano se acercó a él desde la nuca, y con dedos fríos presionó a cada lado, provocando un dolor indescriptible para un movimiento tan simple.

—¿Pensaste que jamás me enteraría, Bakugou? ¿O que simplemente lo dejaría pasar? —La voz, que en un inicio le resultó conocida pero también distinta a como la recordaba, alertó a Katsuki, y por el rabillo del ojo se topó con que la persona que se había acercado a él con el sigilo de un gato no era otro más que Tomura Shigaraki.

Katsuki no había tenido muchas noticias desde él en los últimos meses. Después de que su tutor desapareciera en aquella trágica explosión provocada por él mismo como cortina de humo para escapar, al final había sido capturado a comienzos de año cuando un pitazo anónimo (en realidad había sido Hawks, que nunca dejó el caso hasta no dar con todos los culpables) reveló que se escondía en el penthouse de un hotel en Yokohama bajo un nombre falso. Con aquella información, la policía orquestó una redada, y los medios tuvieron notas para toda la semana cuando el hombre que alguna vez había formado parte de la vida política de Musutafu bajó esposado y con el rostro desfigurado, irreconocible, pero sonriente. Las cuencas de sus ojos estaban vacías, y su cabeza calva por causa de la explosión que él mismo había provocado para conseguir su huida, pero incluso así tenía el descaro de mostrarse alegre, como si una condena de cadena perpetua y probablemente pena de muerte fuera el menor de sus problemas.

De lejos había seguido Katsuki el proceso, interesado porque su envolvimiento en el caso a través de Hawks le había otorgado todos los elementos para comprender la magnitud de sus crímenes y el horror de su indiferencia al ser capturado, pero había intentado olvidarse del asunto lo antes posible.

Tomura Shigaraki había visto su popularidad y poder en Aldera caer en picada. De pronto ya no era el líder al que todos temían, ni los esbirros que alguna vez estuvieron bajo sus órdenes continuaron a su lado, ya fuera porque Hawks había investigado y entregado información suficiente a la policía para condenar sus actos o porque por su cuenta habían comprendido que estaba acabado. En silencio, el propio Shigaraki había asumido con calma ese nuevo papel de su vida, en apariencia indiferente, pero las contadas ocasiones en las que Katsuki lo había visto solo en el patio escolar, era evidente en su mirada que guardaba rencor contra el mundo y sólo esperaba el momento adecuado para actuar.

El detalle era, que Katsuki nunca había asumido que sería contra él.

—Lo sé todo —dijo Shigaraki con una voz que era la suya, pero en diferente entonación. Hasta entonces su manera de hablar había sido rasposa, insegura, como si murmurara para sí la mitad del tiempo y esperara que los esbirros a su cargo sacaran el mejor provecho de ello.

—No sabes ni una mierda.

—Sé que tú y Midoriya esperan convertirse en policías... Hoy en día la Keishichou deja entrar a cualquiera.

—¿Qué carajos, ¡ah!, quieres? —Por inercia levantó Katsuki los hombros, porque el agarre de dos dedos que Shigaraki tenía en su cuello era tan doloroso que lo hacía sisear.

—¿De ti? Nada. Y lo mismo puedo decir de esta jodida escuela y ciudad. No me interesas en lo absoluto, Bakugou —dijo Shigaraki apretando una última vez más que provocó en Katsuki una oleada suprema de dolor antes de empujarlo y dejarlo ir—, pero soy un hombre que paga sus deudas, y ante todo no olvida cobrarlas...

—Si es una amenaza-... —Empezó Katsuki, rígido por el dolor, buscando apartarse de Shigaraki, pero éste había puesto un pie sobre la banca, y en un movimiento veloz y ágil girado hasta caer frente a Katsuki.

Su apariencia era desaseada. La resequedad crónica en su rostro más pronunciada, su cabello tan largo que era un milagro que a pesar de estar en los últimos días del curso sus profesores no le hubieran mandado a casa a cortárselo si es que quería graduarse, pero Katsuki no prestó mucha atención a esos detalles. En su lugar estuvo atento a la sonrisa exagerada y casi salvaje con la que se mostraba más como una bestia que como como un ser humano.

Frente a él tenía un animal en estado feral que iba a atacarlo hasta ver su sangre, y Katsuki sólo pudo pensar en lo agradecido que estaba de tener todavía minutos de ventaja antes de que la hora en que Izuku había quedado de estar ahí llegara.

—Siempre pensé que habrías sido un buen elemento —dijo Shigaraki, alzando el labio superior y enseñando los dientes—, pero tenías que arruinarlo... Nadie que te conociera en secundaria aprobaría jamás que te volvieras policía...

—Las personas pueden cambiar —dijo éste, y la risa metálica de Shigaraki le crispó los nervios.

—¿Eso crees? ¿Puedo yo cambiar entonces? ¿Imaginarías acaso que yo fuera diferente? Podría fingir ese cambio, pero muy dentro de ti sabrías con certeza que es mentira. Y eso es lo que yo sé de ti... No has cambiado ni una pizca, y si crees lo contrario es que te engañas a ti mismo.

—¡Cállate! —Disgustado por la verbalización de sus peores temores, Katsuki se puso en pie, y Shigaraki adoptó una posición de ataque.

La diferencia de estaturas entre ambos era mínima, y Katsuki podía considerarse más fuerte gracias al entrenamiento al que se había sometido en los últimos meses, pero Shigaraki tampoco parecía ser el mismo de antes. Bajo la tela de su uniforme, nuevos músculos abultaban en sus brazos, y la agilidad innata con la que se movía desde que Katsuki tenía uso de razón y sometía a sus víctimas era la misma de siempre.

«Si algún profesor nos ve es capaz de expulsarnos a días de la graduación», pensó Katsuki a tiempo para recibir una patada en el pecho y salir despedido a la misma banca de la que apenas se acababa de levantar.

Katsuki no quería pelear. O mejor dicho, quería pelear, pero no iba a hacerlo. Si Shigaraki quería ser un idiota y asegurar así su expulsión, adelante. Katsuki iba a protegerse de sus golpes más letales y pedir por cualquier testigo que después subiera con él al aula de profesores a poner su queja y petición de expulsión.

Era un plan perfecto, salvo por la parte en que Izuku corrió desde U.A. para no hacer esperar demasiado a Katsuki, y por segunda vez puso un alto al enfrentamiento de éste con Shigaraki.

Un segundo tenía Katsuki el pie de Shigaraki golpeando su espalda, y al siguiente éste había caído de lado cuando Izuku le asestó un golpe en el costado.

Desde el segundo piso, alguien gritó que había pelea, e incluso si el cuerpo le dolía horrores y apenas podía ponerse en pie, Katsuki estuvo agradecido por la pronto intervención de algún profesor. Shigaraki sería expulsado, Katsuki presentaría cargos, y de paso abogaría por Izuku al acudir a su rescate. Era el plan perfecto, excepto que...

—He soñado demasiado tiempo con este momento, Midoriya —siseó Shigaraki al recoger del suelo un pedrusco decorativo de una jardinera, y levantándolo sobre su cabeza, asestándole a éste un golpe en la coronilla que lo hizo caer como un fardo el suelo.

El movimiento fue demasiado rápida para todos. Un segundo Izuku había abierto la boca para preguntarle a Katsuki si se encontraba bien y al siguiente estaba tendido en el suelo y sangraba copiosamente del cuero cabelludo.

Por una única vez en la vida, Katsuki comprendió la expresión de perder piso. Porque eso fue justo lo que le pasó. Izuku estaba en el suelo, y Shigaraki había dejado caer la piedra con una mueca de asco al ver que tenía los dedos manchados de sangre.

—Ew... —Le escuchó limpiarse con los bajos de su gakuran, y Katsuki tomó ahí mismo su decisión.

En su bolsillo traía Katsuki la misma navaja de mariposa que meses atrás Shigaraki había perdido durante su enfrentamiento, y sin perder de vista a su contrincante, la sacó y abrió hasta tenerla lista para atacar.

Se iba a jugar el todo por el nada, y no sólo él era consciente de ello. Shigaraki también, que con los dedos todavía manchados con la sangre de Izuku, le indicó avanzar hacia él.

—Ven si te atreves —dijo Shigaraki, y fueron las últimas palabras que Katsuki escuchó de él.

En la cercanía, los gritos de varios alumnos y la voz de Aizawa-sensei alertaron a Katsuki de que la ayuda se encontraba cerca, pero éste prestó oídos sordos a cualquier cosa que no fuera la respiración de su contrincante cuando se lanzó hacia él y clavó la navaja justo donde quería.

Shigaraki metió las manos tratando de interceptar el filo de la navaja y en eso consistió su peor error, cuando en su lugar se aferró al mango y por unos confusos segundos no supo cómo proceder.

—¡Bakugou, Shigaraki, deténganse! —Aizawa.sensei llegó justo a tiempo para presenciar una escena que no tenía dobles interpretaciones, donde uno de sus alumnos apuñalaba a otro y sellaba con ello su destino.

—Sensei... Deberíamos llamar una ambulancia.

—Hazlo.

—Hay otro herido.

—¿De dónde es ese uniforme?

—¡Shigaraki quiere escapar!

En una cacofonía de voces que giraban a su alrededor, Katsuki cayó al suelo con la navaja de mariposa de Shigaraki todavía clavada en su costado y una sombra de sonrisa en los labios.

Había salvado a Izuku, y al final del día, era todo lo que contaba para él.

 

En un inicio, Katsuki asumió que su herida no era tan grave como la de Izuku. Después de todo, permaneció consciente por los casi 15 minutos que la ambulancia tardó en llegar a la escuela y coherente a cualquier pregunta que Aizawa le formuló para cerciorarse de su versión de los hechos, y en cambio Izuku no despertó ni siquiera cuando los camilleros lo revisaron antes de subirlo a su vehículo.

Sin embargo, su panorama se torció una vez que Katsuki también terminó en una de las camillas y al intentar levantar una mano para asegurarle a sus amigos (que rápido habían tenido noticia de su ataque y se habían congregado a su alrededor) que estaba bien y pronto se recuperaría, no consiguió más que un gesto vago. Lo último que Katsuki vio fue a Yaoyorozu romper en llanto sobre el pecho de Sero, y a mirarlo con expresión confundida mientras cerraban la portezuela de la ambulancia y los conducían al hospital más cercano.

Aizawa-sensei había subido con ellos a la ambulancia en calidad de tutor temporal hasta que sus padres pudieran ser localizados, dejando a Shigaraki a cargo de los policías que habían acudido a Aldera para arrestarlo y levantar un reporte. Katsuki no tenía demasiadas dudas acerca del veredicto que recaería sobre Shigaraki, en especial porque todavía llevaba clavado sobre su estómago la navaja mariposa que visiblemente tenía sus iniciales y huellas dactilares.

—¿Realmente estás sonriendo, Bakugou? —Le preguntó Aizawa con incredulidad, y uno de los paramédicos le explicó que se debía al shock del apuñalamiento.

Katsuki habría dado lo que fuera para negarlo. Sonreía porque quería, y ya estaba; e incluso si con cada minuto los párpados le pesaban cada vez más y más hasta el punto en que la mera visión de Izuku dormido en la camilla de al lado, por su mayor parte consiguió mantenerse alerta y responsivo hasta casi llegar al hospital.

—Sensei...

—No hables, Bakugou.

—Haz perdido demasiada sangre —le advirtió uno de los paramédicos—. Trata de no hacer esfuerzos innecesarios.

—No... me expulsarán... ¿o sí? —Articuló Katsuki, cada sílaba con más dificultad que la anterior—. Shigaraki... Él fue... quien empezó... todo...

«Hoy y siempre, todo empieza y termina con Shigaraki», suplió el cerebro de Katsuki mientras a éste se le iban los ojos hacia el techo de la ambulancia y sus sentidos se apagaban uno tras otro.

—Si de mi depende —le aseguró Aizawa con la voz gruesa de emoción—, después de hoy sólo habrá una expulsión en Aldera y no será la tuya, Bakugou.

—Sensei... gracias —farfulló Katsuki antes de ladear la cabeza, y sin más, deslizarse en la inconsciencia.

 

Katsuki sabría los detalles hasta semanas después, pero en ese momento en que era transportado en ambulancia de emergencia al hospital más cercano, su vida corría gran peligro.

A diferencia de él, que había sufrido una contusión pero no tendría mayores secuelas que una cicatriz en el cuero cabelludo, migrañas por el siguiente mes y una protuberancia en el cráneo que tardaría medio año en desaparecer del todo, Izuku iba en mucho mejor estado en la camilla al lado de Katsuki. El propio Katsuki en cambio iba cruzando inexorable la línea entre la vida y la muerte.

En una suerte que sus doctores se debatirían entre buena y mala, la navaja que había penetrado en su costado había hecho un corte recto y profundo, perforando de abajo hacia arriba su vesícula biliar justo en el centro y rasgado hasta alcanzar el hígado. Los daños habían sido evidentes apenas arribó al hospital, donde un equipo médico completo ya esperaba por él para revisión y cirugía.

Mientras Katsuki pasaba por el quirófano y se cuantificaban los daños en su cuerpo, Aizawa-sensei había hecho las llamadas pertinentes para informar a los Bakugou de las circunstancias y paradero de su único hijo, además de poner un nombre al segundo individuo en la escena del crimen, que resultó ser un amigo de infancia de éste y a cuya madre también tuvo que contactar para ponerla al tanto de su estado.

Izuku despertó no mucho después de llegar al hospital, aturdido y sin una memoria organizada de los eventos ocurridos minutos antes de su golpe, pero se recuperó lo suficiente para dar parte policial mientras le suturaban la herida en la cabeza.

—Fue Shigaraki —repitió Izuku sin parar—, y no es la primera vez que nos atacaba.

La sala de espera del hospital no tardó en llenarse con los amigos de Katsuki e Izuku, que acudieron en tropel buscando cualquier información que su profesor pudiera proveerles y participando junto con otros alumnos de Aldera como testigos presenciales de la pelea que se había desarrollado en el patio escolar.

Los medios de comunicación no tardaron en tener aviso del suceso en la escuela, y se presentaron de manera desorganizada buscando la exclusiva. Aizawa-sensei por supuesto deseó mandarlos al demonio, pero tras pasarse los dedos sobre su desordenado cabello y acomodarse la ropa, salió para entregar una única declaración.

—Lo que ha ocurrido hoy en la preparatoria Aldera es una terrible tragedia pero también un acto de agresión imposible de pasar por alto. Y lo que es más importante, un acto de valentía en el que la autodefensa de un alumno puso fin a una situación terrorista por parte de otro. De momento, es todo lo que puedo decir al respecto.

Su entrevista se transmitió por televisión y radio, pasando a ser una de las notas más reproducidas en internet y que apareció a la mañana siguiente en los periódicos de mayor circulación en Japón.

Pero de nuevo, Katsuki no tuvo ninguna noticia de nada de eso sino hasta días después.

En cirugía, mientras un equipo médico trabajaba con precisión sobre sus heridas, Katsuki pasó por una extirpación total de vesícula al concluir los doctores que el órgano había quedado destruido más allá de cualquier arreglo, y hacían lo que podían para contener la hemorragia en el hígado. La navaja había hecho un corte limpio, pero eso no lo hacía exento de daño o con riesgo de infección. Por no mencionar la pérdida de sangre, que le hizo receptor de varias unidades.

En la sala de espera, una enfermera informó a la multitud ahí congregada que se buscaban donadores de sangre, y todos los amigos de Katsuki se presentaron como voluntarios. Tras unos cuantos filtros que eran necesarios para asegurar una donación exitosa, ni Tsuyu Asui (que había acudido para apoyar emocionalmente a Tokoyami en calidad de novia) ni Jirou pudieron por su bajo peso, pero el resto lo consiguió, incluido Todoroki.

La llegada de los padres de Katsuki y de Inko Midoriya a las dependencias del hospital causó un segundo revuelo cuando Mitsuki apartó a un camarógrafo con brusquedad y le gritó que no la molestara pidiendo una entrevista en ese momento tan crucial en que lo único que realmente le importaba era el estado de su único hijo.

Su presencia en el hospital facilitó a la policía el llenado de un acta en contra de Shigaraki, que había sido detenido en la misma escena del crimen y reclamaba por su inocencia asegurando que había sido una trampa, que se le había inculpado, pero su participación en el incidente era clara y la prueba más contundente se encontraba en la forma de la navaja de mariposa con sus iniciales que pasó a ser el argumento de más peso una vez que los doctores lo extrajeron de Katsuki y la entregaron en una bolsa esterilizada todavía con sangre de la víctima.

Sumido en la abulia de la anestesia y la debilidad de sus lesiones, Katsuki salió de su cirugía muchas horas después de haber ingresado al quirófano, y no despertó sino hasta 3 días después del incidente.

Sus padres le observaron a través del cristal de terapia intensiva mientras las enfermeras le cambiaban los vendajes y vigilaban sus avances, hasta que casi 5 días después del apuñalamiento abrió los ojos y pidió un poco de agua.

—¿Dónde está...? —Articuló Katsuki a la joven enfermera que le acercó un vaso con una pajilla para que bebiera, y esas primeras gotas de agua helada le resultaron de lo más placenteras.

Katsuki había preguntado por Izuku, pero fueron sus padres los que entraron por turnos y se mostraron por partes iguales aliviados y llorosos de tenerlo de vuelta con ellos.

—Nos diste un susto tremendo, mocoso —le riñó Mitsuki mientras se limpiaba los ojos con el dorso de la mano.

—Estaré orgulloso de ti siempre y cuando esto no se vuelva una costumbre tuya —dijo en cambio Masaru, tomando su mano y llorando en silencio.

Katsuki también recibió la visita de Inko Midoriya, que se disculpó por la ausencia de Izuku, pero de momento sólo podían subir a su piso familiares inmediatos y ella había obtenido un permiso especial de lo más corto.

—Izuku te envía sus mejores deseos, y yo... yo... —Inko también lloró, y aunque Katsuki encontró irritante que los adultos a su alrededor apenas podían contener su llanto a su alrededor, también comprendió que la gravedad de las circunstancias lo ameritaba.

Eso quedó más que claro después de la primera visita de su médico encargado, cuando al revisar los puntos de su cirugía, le reveló que por delante tenía 2 semanas mínimo de hospitalización y algo que Katsuki ya sospechaba pero que escuchar de su boca resultó incluso más doloroso que el corte que le atravesaba de un lado al otro el costado derecho.

—Por los siguientes 3 meses, tendrás que guardar reposo y poner en pausa forzosa tu vida. Tengo entendido que has conseguido una plaza en la Keishichou, pero siendo honesto contigo, lo mejor será que te tomes con calma el resto del año y lo intentes de vuelta el siguiente.

Aturdido por las malas noticias recibidas, Katsuki no tuvo fuerzas para responder nada.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).