Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

28.- Escisión

 

Katsuki recibió numerables visitas apenas los médicos asignados a su caso consideraron que estaba apto para ello, de tal modo que esos primeros días de convalecencia los pasó recostado de espaldas y atendiendo amigos y compañeros que entraban a cuentagotas a su habitación.

Uno de los primeros en pasar fue Izuku, quien sin palabras de por medio lo abrazó enterrando el rostro en su cuello y murmurando una letanía de ‘gracias, Kacchan, muchas gracias’ que hizo a éste sentirse incómodo por el supuesto papel de héroe con el que los medios habían catalogado su hazaña.

—Hiciste lo mismo por mí —le recordó Katsuki, ignorando las protestas de Izuku en las que éste recalcaba lo terribles que habrían sido las cosas para ambos si la situación se hubiera descontrolado un poco más.

Fue precisamente Izuku el que le contó a Katsuki los pormenores respecto a Shigaraki, en los que después de su detención había pasado directo a la comisaría y después a una prisión de alta seguridad. Las últimas novedades al respecto era que innumerables tests psicológicos que se le habían realizado para evaluar su estado mental y emocional habían revelado una inestabilidad absoluta que les medios especulaban si jugaría a su favor o en contra durante el juicio.

—Sin importar cuál sea el veredicto final, le esperan un par de décadas en la cárcel por las asociaciones que tenía con su tutor —le comentó Izuku, que al apreciar el discreto desinterés que había mostrado Katsuki durante su visita, cambió de tema mientras le pelaba una naranja que había traído como regalo—. Erm, ¿y cómo te has sentido de la herida?

—Pica como los mil demonios, y la enfermera de turno me advirtió que si me encuentra rascándome los puntos otra vez me va a amarrar las manos para que no lo haga más.

—Deberías obedecerla.

—Ya.

Con apatía, Katsuki se arrebujó más en la cama, e Izuku hesitó antes de volver a hablar.

—Shouto vino conmigo hoy.

—Mmm...

—Vino a verte. Para darte las gracias por salvarme y todo eso...

—No es necesario que lo haga.

—Con él vino Dabi, y bueno, Hawks también. Pero la enfermera jefe nos prohibió entrar todos juntos. De hecho, podría decirles que no te sientes de ánimo y que vuelvan en otra ocasión, eso si quisieras...

—Justo eso quiero.

—... ok.

—¿Algo más?

Izuku partió la naranja a la mitad, y separando un gajo, se lo ofreció a Katsuki. —Sé que igual no quieres hablar de-...

—Exacto, no quiero —le interrumpió Katsuki con brusquedad—. No lo tomes a mal, pero no estoy de ánimo.

—Uhm, vale. Quizá puedo venir mañana y... Sí, vendré mañana.

—Como prefieras.

Haciendo gala de una hosquedad que parecía más propia del Katsuki de 13 años que de esa otra versión suya que estaba a un mes escaso de cumplir los 19, despidió a Izuku de su habitación y se dispuso a dormir con ayuda de las abundantes drogas que le administraban vía suero, pero sus intenciones se vieron truncadas cuando un par de minutos después la puerta de su habitación se abrió y no fue otro más que Hawks el que entró.

En la entrada, y sirviendo de guardia, Dabi sirvió como centinela.

—¿Qué es eso de que estás cansado y no estás de ánimo para recibir visitas? No me vengas con esa monserga justo ahora —le reclamó Hawks a la primera oportunidad, y Katsuki le puso los ojos en blanco.

—Justo eso.

—Patrañas.

—Tengo puntos en el estómago y me duelen. Déjame en paz.

—Lo haré, pero antes creí que te interesaría saber que se habla de entregarte una medalla al mérito por valentía. Genial, ¿no? Sobre todo considerando la carrera que elegiste. —Una pausa, en la que Katsuki no dijo nada—. Es una pena que tu rehabilitación se interponga. Pero siempre hay un siguiente año, ¿no?

—Ya.

—En fin... —Hawks cogió unos gajos de los que había dejado Izuku para Katsuki y se los metió a la boca—. Si antes Deku hablaba de ti como una especie de héroe, ahora en verdad te has convertido en uno. Al menos frente a sus ojos, y los de la nación.

—Estoy cansado —masculló Katsuki, pero Hawks pareció no darse por aludido.

—Ha sido divertido ver al pequeño Shouto odiarte de celos y al mismo tiempo estar profundamente agradecido por haber salvado a Deku.

—Hawks...

—¿Sí?

—Vete de una vez. No estoy de humor.

—Vale, vale... —Abandonando su puesto en la puerta, Dabi entrelazó su brazo con el de Hawks y tiró de él—. Te has ganado tu descanso.

Katsuki bufó, pero no dijo más.

Últimamente, y esa racha duraría algunos meses, no tenía ganas de hablar.

 

Todoroki se las ingenió para a pesar de las negativas que expresó Katsuki de recibir una visita suya pasar un par de ocasiones para dejarle fruta fresca, productos de higiene, unos cuantos mangas, y en una memorable pero vergonzosa ocasión, un ramo de flores que éste se negó a aceptar.

Con cada visita comprendía menos Katsuki los motivos que lo impulsaban, pues Todoroki no se quedaba mucho, no preguntaba por su estado y tampoco intentaba que surgiera la conversación. Simplemente se quedaba unos cuantos minutos a su lado preguntando si le dolía algo, y sin importar la respuesta de Katsuki, respondía con ‘oh’ y ‘ah’ hasta que a la marca de los 10 minutos se retiraba.

Harto de tener que lidiar con esos silencios incómodos que no eran del agrado de ninguno de los dos, Katsuki lo confrontó la siguiente vez que Todoroki se presentó de sorpresa (esta vez trayendo consigo 2 latas de té sin azúcar que a regañadientes Katsuki aceptó porque eran de sus favoritas y la enfermera jefe sólo lo dejaba beber agua) y le preguntó qué demonios se traía entre manos.

—Tú no quieres estar aquí y yo tampoco quiero tenerte irrumpiendo mi reposo, ¿así que a qué vienes, idiota bicolor?

Imitando a Izuku en la costumbre que éste tenía de siempre sentarse en una silla al lado de la cama y pelarle fruta para que Katsuki tuviera para picotear entre comidas (y ellos algo que hacer con las manos cuando las palabras eran tan difíciles de enunciar), Todoroki alzó la vista y reveló lo que discurría en su mente.

—Quería darte las gracias por salvar a Izuku.

—Ya.

—En serio.

—No lo dudo.

—¿Y?

—Y nada. Esa debería ser mi línea. —Katsuki exhaló con pesadez—. ¿Has venido todas esas veces sólo para decir eso?

—Bueno, sí.

—Ok. Objetivo completo. Ya tienes permiso de marcharte.

—¿Puedo volver?

—Haz lo que quieras.

—Vale.

—Pero no vuelvas a traer más flores.

—¿Y mangas?

—Los mangas están bien.

—Ok.

 

Por razones de fuerza mayor, como tener dos docenas de puntadas en el estómago y una anemia galopante de la que todavía no se recuperaba del todo, por no hablar de muchas otras lesiones que sanaban demasiado despacio para su gusto, Katsuki se perdió de su graduación de preparatoria. Según el pronóstico de los doctores, ni siquiera una recuperación milagrosa habría cambiado ese panorama, pues Katsuki tenía todavía por delante meses de rehabilitación en los que tareas tan simples como incorporarse por su cuenta de la cama le resultaría extenuante, ya no se dijera vestir de nuevo su uniforme y subir al estrado para recoger su diploma de preparatoria.

En su representación asistieron sus padres, y Katsuki recibió por parte de sus amigos una docena de fotos y videos del gran momento que él ignoró por encontrar la situación de lo más frustrante. Aquel debería haber sido él, el primero de su clase y con orgullo sosteniendo su certificado de graduación, portando por última vez el gakuran y orgulloso de sus logros. En su lugar estaba hospitalizado, y ni siquiera sabía con certeza el paradero de su uniforme, porque en la ambulancia lo habían cortado para llegar a la navaja en su abdomen y su destino más probable habría sido el cesto de la basura con toda la sangre que lo manchaba.

Era lo lógico, pero a la vez no lo hacía mejor.

Katsuki escuchó un par de audios que sus amigos enviaron con sus mejores deseos de que él estuviera con ellos en un día tan importante de sus vidas, pero Katsuki no pudo tolerarlo por mucho más y terminó apagando su móvil gruñendo su suerte mientras se tapaba la cabeza con la almohada.

Después de aquel día, las visitas de sus amigos se volvieron más constantes, y a la vez, le sirvieron como recordatorio de la llegada de abril a la vuelta de la esquina, y todo lo que ello implicaba.

El primero en marcharse de Musutafu fue Kirishima, que pasó una tarde a solas para despedirse, y a Katsuki le costó horrores no ceder el impulso de tallarse los ojos cada vez que le picaban porque Kirishima no paraba de insistir que era su mejor amigo y que se mantendrían en contacto sin importar qué.

A Kirishima le siguieron otros amigos, que venían a solas o en grupos pequeños. Incluso Uraraka se presentó con Iida a despedirse, los dos listos para mudarse a Kyoto para estudiar en una universidad de allá, y distinto a su yo habitual, Katsuki les deseó la mejor de las suertes.

Además de las visitas de sus amigos, Katsuki también recibió a sus profesores, y de paso a varios detectives que llevaban el caso de Shigaraki y que en cada ocasión le hicieron sentir drenado de fuerzas hasta que Mitsuki se plantó entre ellos y su hijo y les hizo saber que como familia querían superar aquel desafortunado incidente, y que a menos que fuera estrictamente necesario, preferían mantenerse al margen de los últimos detalles del caso.

Ya fuera porque era cierto o porque una apatía pesada como plomo en las venas se iba apoderando más y más de él, Katsuki acató por primera vez en muchos años esa imposición a la que lo sometió su progenitora.

—No es que no encuentre encantadora tu repentina obediencia, pero... —Dijo Mitsuki al sentarse a los pies de la cama de Katsuki y apretarle la rodilla—. Me preocupa que no eres el mismo.

—Mi hígado no es el mismo, mis entrañas tampoco —murmuró éste—. Las cosas cambian, las personas también.

—Si necesitas hablar con alguien...

—Estoy bien.

Mitsuki abrió la boca, pero al final no dijo nada. Y para Katsuki eso estuvo bien.

Al menos por ahora.

 

La dada de alta de Katsuki coincidió con su cumpleaños, pero ese año no hubo mucho por celebrar.

Casi dos semanas atrás, Izuku se había marchado a Tokyo para iniciar su primer año en la Keishichou, y la evidente culpa que había experimentado al acudir para despedirse de Katsuki le había hecho llorar. Katsuki se había sentido igual, a sabiendas de que en el hipotético hubiera ellos dos habrían rentado un piso doble y compartido la novedad de vivir por primera vez en Tokyo por su cuenta, y ahora en cambio... Era Izuku el único que veía su sueño realizado, mientras Katsuki veía el suyo desaparecer como cenizas al viento.

El hospital le había obligado a recibir un par de sesiones de terapia para cerciorarse de que no sufriera trastorno de estrés postraumático tras el incidente en el que casi había perdido la vida, pero Katsuki descubrió sin mucha sorpresa que el único tema recurrente de su charla era el año que iba a perder antes de entrar a la universidad, y dicho sea de paso, el desencanto que de pronto sentía por cumplir esos planes que había trazado con anterioridad.

No era como si de pronto Katsuki no quisiera ver realizado su sueño de formar parte de las fuerzas policiales de Japón, pero la ilusión de antes se había desvanecido, de una hoguera a apenas brasas que con cada día se apagaban de manera inexorable en su interior.

—Un año pasará mucho más rápido de lo que crees —intentó Masaru hacerle ver la luz al final del túnel cuando pasó por él luego de una de sus sesiones—, y aunque sientas que los próximos 11 meses son tiempo perdido, ¿quién sabe?, tal vez puedas darle un nuevo enfoque y tratar de hacer lo más con lo menos.

—Seguro, viejo —ironizó Katsuki, que al menos de momento, no conseguía vislumbrar la parte positiva de lo que había ocurrido.

También en abril se le requirió a Katsuki su presencia en un bien publicitado evento en el que se le hizo entrega de una medalla por su valor mostrado durante el incidente con Shigaraki y la autoridad máxima de Musutafu se pasó la siguiente media hora declarando que había sido su pequeña ciudad la que pusiera fin al terror del político mejor conocido desde las sombras como All For One y a la organización que lo sustentaba.

Katsuki posó para fotografías, y su rostro apareció en los principales periódicos bajo el encabezado de haber sido el eslabón final para asegurar heroicamente que Tomura Shigaraki cayera bajo el peso de la ley. En opinión del propio Katsuki, una soberana estupidez porque su única participación en el asunto había sido recibir un corte en el estómago que todavía le dolía y por la tirantez de la piel le resultaba desagradable ver al espejo, así que se negó a participar en cualquier entrevista y pidió retirarse temprano alegando sentirse indispuesto y todavía en etapa de convalecencia.

Por el resto, su vida no dio grandes cambios. Después de la primera semana de volver a casa y recibir visitas de los vecinos o saludos excesivos en la calle cuando salía, pronto su popularidad disminuyó hasta los niveles normales, y Katsuki recibió mayo con total indiferencia por lo poco que podía ofrecerle.

Sus amigos todavía le escribían, y entre ellos era Izuku quien más se destacaba enviándole al menos un mensaje cada día, pero incluso aunque éste se cuidaba de sus palabras y de no molestarlo mucho con detalles de la escuela a la que los dos habían aplicado, más veces que no Katsuki lo ignoraba o pasaba de responderle por largos días.

Sus padres toleraron aquella apatía suya que le hacía permanecer largas horas en cama e indiferente de su alrededor porque Katsuki todavía estaba tomando medicamentos para el dolor y asistía a terapia 3 veces por semana, pero su lenidad llegó a su punto más bajo cuando en junio Katsuki tocó fondo en una total carencia de motivación y por casi una semana se negó a moverse más que a la cocina o al sanitario.

—Porque te amamos es que hacemos esto —dijo Mitsuki luego de que ella y Masaru entraran a su habitación sin molestarse en tocar a la puerta y de golpe abrieran cortinas y la ventana para dejar entrar aire fresco al viciado cuarto.

—De pie, hijo —tiró Masaru de él, y a pesar de su personalidad rebelde, Katsuki no opuso mucha resistencia cuando le jalaron cada uno de un brazo y le hicieron ponerse en pie y recibir órdenes de tomar una larga ducha reconstituyente.

El mismo Katsuki no habría catalogado de depresión su apatía generalizada con la vida después del accidente, pero hasta él por su cuenta tuvo que reconocer que su falta de interés por factores tan cruciales como su aspecto físico o salud eran alarmantes. Pasándose la mano por el vello facial, Katsuki se retiró cualquier rastro de barba o bigote, se duchó tal como sus padres le habían indicado, y después obedeció su orden de comer con ellos en el comedor familiar por primera vez desde aquel viernes 13 de marzo que su vida había salido despeñada por un barranco.

—Curry. De pollo como te gusta. Come —le sirvió Mitsuki un plato, y Katsuki hizo una mueca cuando el primer bocado le resultó insulso al paladar.

—¿Es que no le agregaste picante?

—No. ¿Quieres que tenga sabor picante? Consíguelo por ti mismo —fue la respuesta crítica de Mitsuki, que contuvo el aliento junto con Masaru mientras Katsuki picoteaba su comida unos segundos antes de exhalar, y arrastrando los pies, dirigirse a la cocina por la botella de su salsa favorita.

Los avances fueron como ese: Pequeños, en apariencia insignificantes, pero cruciales en la recuperación de Katsuki, que redescubrió poco a poco el sentido de lo que creía perdido.

Por su cuenta no podía Katsuki recuperar de golpe y porrazo la vida que había dejado antes del apuñalamiento, pero eso no implicaba que no pudiera intentarlo, y con esa idea en mente fue que poco a poco retomó lo que pudo de su estilo anterior de vida.

Claro, el inconveniente principal era que sin clases y amigos que se hubieran quedado atrás en Musutafu (salvo Sero, que ahora ayudaba en el negocio de su familia pero tenía poco tiempo porque lo compaginaba con clases en una escuela técnica de administración de empresas), Katsuki tenía poca semblanza de esos meses previos a que su vida se torciera. Por su cuenta tuvo que buscarse nuevas rutinas, y en gran medida eso resultó fastidioso por la falta de urgencia de su parte.

De tener Katsuki problemas monetarios, lo ideal habría sido empezar trabajando en alguna tienda de conveniencia y llenar sus horas libres mientras tomaba alguna decisión, pero sus padres le proveían de todo y además él todavía tenía una pequeña fortuna por el salario que Hawks le había pagado por los meses que pasó en su agencia.

La posibilidad de volver a Wings había cruzado la mente de Katsuki... Pero había terminado desechada en el trastero de su consciencia como inútil. Una firme convicción se había formado en el interior de Katsuki, y aunque de momento no se sentía preparado para compartirla con nadie, él ya había tomado su decisión: Independientemente de todo, si ingreso la próxima primavera a la Keishichou quedaba descartada.

Y era definitivo.

 

Verano, o mejor dicho, las vacaciones de verano fueron el tiempo de mayor desinterés para Katsuki ahora que la mayor parte de su grupo de amigos había vuelto a Musutafu y querían reunirse para recordar los viejos tiempos como era debido.

No todos estaban de vuelta. Yaoyorozu porque su familia la había hecho acompañarles a Europa y sólo estaría en Musutafu hasta la segunda mitad de las vacaciones, y Sero había conseguido una oportunidad irrepetible para conocer una fábrica de sake en otra prefectura y aceptado la oferta, pero el resto estaba de vuelta, e ignorando las negativas de Katsuki acudieron en tropel a visitarlo.

Poco o nada habían cambiado. Entre las chicas se podían ver algunos cambios de peinado, pero era todo. Los chicos tampoco se veían demasiado diferentes, si acaso un poco cansados porque apenas había terminado días atrás el semestre y todavía se estaban reponiendo de los cambios significativos que acompañaban a su ingreso a la universidad en otra ciudad.

Izuku se presentó con Uraraka e Iida pero sin Todoroki, y aunque Katsuki supuso que eso se debía a que éste todavía estaba en los Estados Unidos y no volvería sino hasta las vacaciones de invierno, no tardó en enterarse que las circunstancias eran diferentes.

—Terminamos hace un par de semanas —explicó Izuku, que a diferencia del resto de los amigos de Katsuki que se habían retirado temprano luego de obligarlo a acceder a una subsecuente reunión en un restaurante, él se había quedado a hacerle compañía—. Fue de mutuo acuerdo.

—Ah, ya veo.

—Es lo mejor, supongo...

—¿Estás triste?

—Debería estarlo, pero la verdad es que no. Nuestra relación no era perfecta, pero me alegra al menos que podamos seguir siendo amigos.

—Ya. —«Siempre amigo de tus exes, hasta de los que nunca lo fueron...»

Izuku se quedó hasta un poco más tarde de lo que era educado en una visita, pero Katsuki no tuvo ningún problema con ello mientras le escuchaba hablar sin parar de lo que era vivir en Tokyo y lidiar con el día a día de la soledad. Cuidadoso de sus palabras, Izuku apenas mencionó sus clases en la Keishichou o los nuevos amigos que había hecho, y aunque Katsuki le estaba agradecido por su consideración, no tardó demasiado en hacerle saber que podía quitarse esa preocupación de la cabeza.

—No tienes que ocultar nada —le dijo con seriedad—. En todo caso, es agua bajo el puente.

—Oh, bueno. Tienes razón. Al fin y al cabo estarás ahí el próximo año y-...

—Ahora que lo mencionas... —Ya fuera porque estaban a solas compartiendo espacio en el sofá de dos plazas o porque Katsuki se sentía tranquilo por primera vez en muchos meses, decidió en el aquí y el ahora que precisamente era Izuku quien merecía conocer primero sus planes—. No tengo intención de volver a aplicar a la Keishichou el próximo año.

Abriendo grandes los ojos, Izuku le observó como si esperara que en cualquier momento Katsuki le revelara que era una especie de broma, suya, pero el silencio se extendió entre ambos como gas venenoso y no se disipó.

—¿L-Lo dices en serio? —Consiguió Izuku articular luego de varios intentos, y con lentitud Katsuki asintió.

—Lo he pensado a profundidad y será lo mejor.

—¿Lo mejor? —Repitió Izuku con incredulidad—. Kacchan...

—Yo... —Katsuki se humedeció los labios y bajó la vista a su regazo—. Hay algo que debo confesarte... Algo que no le he dicho a nadie y... que ha influido en su totalidad a esta decisión.

—No lo dirás en serio...

—¿Podrías callar y escucharme por un segundo? —Bufó Katsuki, por primera vez en mucho tiempo cediendo a su impaciente yo que frente a Izuku había mantenido amordazado y encadenado en lo más recóndito de su interior y que en esos instantes dejó libre para que hiciera lo que quisiera—. Yo... Fue mi culpa que Shigaraki me apuñalara.

—Sabes bien que no fue eso —dijo Izuku buscando consolarlo—. Él tomó la navaja y-...

—Se sorprendió al reconocerla —le interrumpió Katsuki—. Debió de haber pensado que las tenía todas consigo. La sujetó del mango, pero entonces giré el filo hacia mí y me lancé sobre él.

Izuku le miró como si no comprendiera el significado de esa oración.

Katsuki se llevó una mano al rostro y se apretó el puente nasal entre dos dedos. —Lo que quiero decir es que... Shigaraki ya se había escapado una vez antes cuando nos atacó y salió indemne. Hawks seguía sin conseguir pruebas en su contra y... Cuando te golpeó con esa piedra supe que tenía que hacer algo... Sin importar cuán deshonesto resultara... No podía permitir que lo que le hizo a tu mano saliera impune...

—¿Estás diciendo que...?

—Me apuñalé a mí mismo, sí —confesó Katsuki, y el picor que se había vuelto insoportable en sus ojos se derramó en la forma de las lágrimas más amargas de su entera existencia—. En el último momento giré la navaja en mi dirección y recé porque al menos sirviera para enviarlo a la cárcel. Estaba dispuesto a morir por la causa...

—¡Kacchan!

—Sentí que sólo así... Que así podría... Que sería capaz de merecer tu perdón... —Farfulló Katsuki, y al instante se vio empujado por el peso de Izuku, que se propulsó de su asiento y lo rodeó con fuerza utilizando ambos brazos.

—¡Pudiste haber muerto, pudiste...! Oh, Kacchan...

—Por eso es que no puedo... Yo no... —Convulso entre lágrimas e hipidos, Katsuki enterró el rostro en el cuello de Izuku y lloró como un niño pequeño.

El peso de los últimos meses, la carga que llevaba sobre los hombros y que a ratos resultaba asfixiante por fin se retiraba, pero dejaba cicatrices, y no eran mucho mejores.

—No puedo ignorar mi verdadera naturaleza —dijo Katsuki al cabo de algunos minutos, su respiración más acompasada—. Quería detener a Shigaraki, y para salirme con la mía estaba dispuesto a todo. Incluso a dejarme apuñalar por él. Un verdadero policía jamás haría eso. Mi deseo por la victoria es más fuerte que mi deseo por salvar a los demás...

—Pero me salvaste a mí —murmuró Izuku, sus manos ciñendo con fuerza a Katsuki a través de la espalda—. Eso tiene que significar algo.

—Sólo que preferiría morir antes de dejar que te ocurra algo a ti —musitó Katsuki, sus labios rozando la piel del cuello de Izuku. Tan bajo en volumen que éste se creyó seguro de no compartir su confesión, pero el repentino sollozo que sacudió a Izuku le hizo entender que no había sido así.

—Uh...

—No tienes que decir nada o... Lo que sea —dijo Katsuki, atesorando esos segundos en que Izuku todavía le permitía abrazarlo sin restricciones—. He tomado mi decisión. No puedo ser policía, y tengo que buscar otro camino para mí.

—Eres tan injusto contigo mismo, Kacchan.

—No lo creo. Si acaso, apenas puedo compensar la mierdecilla que fui los primeros 15 años de mi vida. Voy con retraso para ser una mejor persona.

—Katsuki...

—Está bien —dijo Katsuki, invirtiendo los papeles, pasando sus manos por la espalda de Izuku en ademán de consuelo—. Esta bien.

—¿Lo dices en verdad?

—Tiene que ser así. Lo... lo intentaré al menos.

—Sabes que cuentas conmigo para lo que sea, ¿de acuerdo?

—Ok.

—Bien.

Y en silencio, continuaron abrazados hasta que los padres de Katsuki volvieron e Izuku se apartó con las mejillas ardiendo y las pestañas húmedas.

 

Las vacaciones de verano llegaron a su fin y Katsuki volvió a la soledad.

Sus padres no se habían inmiscuido demasiado con la manera en la que Katsuki elegía pasar su tiempo libre. Hasta ese punto habían sido bastante tolerantes de su inactividad porque al menos ahora Katsuki se levantaba temprano, hacía las compras, aseaba la casa y en general intentaba mantenerse dentro de una rutina, pero una vez sus amigos volvieron a la universidad y él se quedó solo, Mitsuki y Masaru volvieron a abordar el tema con la delicadeza que requería.

—No tienes que hacer nada que no quieras o que no te interese —empezó Masaru—, pero hemos revisado un par de escuelas técnicas en los alrededores que quizá te podrían interesar.

—Estaríamos dispuestos a pagar un gimnasio o algún curso que te interese —suplió Mitsuki, colocando frente a él varios folletos que en las últimas semanas ella y su esposo habían ido recolectando para Katsuki—. Lo importante es que sea algo que te guste o que te sientas dispuesto a llevar a cabo.

La respuesta de Katsuki fue vaga: —Me lo pensaré...

Pero al menos era algo.

 

De entre todas las personas que Katsuki conocía y que esperaría recibir un mensaje privado, Ochako Uraraka era una de las candidatas menos probables, y sin embargo, fue quien contactó a Katsuki para pedirle un favor especial.

 

OU: Puedes negarte si así lo prefieres, pero sería un enorme favor el que me harías (y juro pagarte por los ingredientes y tu tiempo), pero ¿podrías ayudarme a preparar una receta?

 

En más mensajes le explicó Uraraka que su abuela, fallecida muchos años atrás, había dejado entre sus pertenencias la receta de un postre fabricado de su propia invención y llamado Besos sabor té verde que por desgracia se había humedecido durante la lluvia y una parte del texto se había perdido. Uraraka preguntaba si Katsuki se atrevería a prepararlos siguiendo las instrucciones a medias, y por su cuenta tantear las cantidades de los ingredientes restantes, que como ella misma justificó su petición, sólo quería probar al menos una vez más ese delicioso panecillo incluso si no era el sabor exacto.

Aburrido con la vacuidad de sus días, Katsuki accedió a la oferta, y en un subidón de adrenalina como no había experimentado uno en muchos meses, salió a comprar ingredientes suficientes para varios intentos y se pasó los siguientes 2 días horneando sin parar.

Si sus padres consideraron su actitud obsesiva como peligrosa, no dijeron nada. En cambio Mitsuki sirvió como catadora, dando su opinión aquí y allá para facilitarle a Katsuki las cantidades de dulce y té matcha que la receta incluía y que para su paladar eran del todo ajenos. Masaru también colaboró enviando los experimentos fallidos (pero igualmente deliciosos) a los vecinos, con el resultado que de vuelta obtuvieron regalos de calibre similar.

A Katsuki eso le daba lo mismo. Abstraído en la quietud de medir ingredientes, batir la masa, hornear y limpiar su mesa de trabajo, se pasó esas 48 horas como crío con un juguete nuevo, y cuando por fin al decimoséptimo intento lo consiguió, no hesitó en enviarle a Uraraka un mensaje de celebración en el que le hizo saber que lo había conseguido.

En persona fue Katsuki a la residencia de los Uraraka para entregar aquel pastel y la receta corregida en una hoja de papel con su mejor caligrafía, y tuvo que tolerar el que lo invitaran a pasar para compartir una taza de té mientras los padres de su amiga («jo, ¿desde cuándo pienso en la Cara Redonda como amiga?», se cuestionó al instante) comían de los Besos sabor té verde y rememoraban con él que ese era justo el toque que la abuela le daba al hornearlos mientras vivía.

Si bien Katsuki no aceptó el dinero que Uraraka le había ofrecido y que sus padres tenían preparado para él por tomarse semejantes molestias, de aquella experiencia sacó en claro que quizá, sólo quizá, había una luz para él al final del túnel.

O debería decir, ¿al fondo del horno?

Lo que fuera, Katsuki iba a investigarlo por su cuenta.

 

Oficialmente Katsuki no tomó su decisión sino hasta finales de año y una vez que se cercioró de las opciones que tenía a su alrededor. Sólo entonces hizo partícipes a sus padres del camino que había elegido, y ahí donde Masaru lo abrazó y prometió apoyarlo hasta el final, Mitsuki lo dio un fuerte achuchón y le hizo saber que ya se lo imaginaba.

De esa manera, Katsuki aplicaría en enero a una carrera técnica de 2 años más 6 meses de prácticas en la que se formaría como Maestro en Pastelería y Repostería, y después... Ya vería. De momento si iba a aferrar a lo único que le había hecho realmente feliz en los meses posteriores a su apuñalamiento, y el diablo con el resto.

Entre sus amigos, que volvieron a Musutafu conforme su primer año en la universidad llegó a su fin, Katsuki poco a poco compartió con ellos las novedades, siendo Izuku uno de los últimos porque Katsuki quería compartir con él esa noticia cara a cara en lugar de hacerlo por mensaje.

Hasta la fecha, ellos dos hablaban siempre que podían y mantenían el contacto, pero la distancia y la diferencia de sus horarios habían hecho que la conexión no fuera tan fuerte como antes. Además, Katsuki se había impuesto a sí mismo distanciarse un poco de él ahora que Todoroki vivía de tiempo completo en los Estados Unidos y el impedimento de un novio le daba para hacerse ilusiones que no venían a cuento.

Con la firme convicción de que su futuro como pastelero y repostero le requería de toda su atención y absoluta devoción, Katsuki ni siquiera le propuso a Izuku vivir juntos una vez que él también se mudara a Tokyo. A su manera de verlo, la distancia entre sus escuelas superaba los beneficios de una vida compartida, pues rentar un departamento en una zona céntrica para los dos sería imposible, por no mencionar impráctico para su interés de centrarse al 100% en su objetivo y permitir que Izuku hiciera lo propio con el suyo.

Cortando de raíz sentimientos que nunca había conseguido superar cuando se trataba de su mejor amigo de la infancia, Katsuki se mudó a Tokyo a finales de marzo con la firma determinación de no distraerse del camino que había trazado para sí, y con ello colocó una discreta pero evidente barrera entre él e Izuku, que con entereza aceptó un puesto secundario en su vida.

Si Izuku encontró la falta de respuesta pronta en sus mensajes, o que sus llamadas fueran contestadas en apenas 1 de cada 10 ocasiones, no se quejó. En cambio siempre mostró apoyó a Katsuki en las ocasiones en las que éste bajo sus términos y condiciones se acercó a él para cerciorarse de que su amistad seguía en pie.

Con Katsuki en Tokyo fue más fácil para el grupo de amigos mantener hasta cierto punto las reuniones ocasionales en las que se veían para comer, o como cuando alcanzaron la mayoría de edad, salir a beber.

Fue así como de ese modo dieron sus primeros pasos a la vida adulta, y poco a poco, se convirtieron en las personas que estaban destinados a ser.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).