Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

29.- Los primeros años de una nueva vida juntos.

 

Las apuestas habían estado a favor de Todoroki. Después de todo, ¿quién en su grupo de amigos podía llegar a ser más exitoso que él, con un contrato a los 21 años para jugar en las grandes ligas del béisbol estadounidense? Sin embargo, su éxito apenas quedó en el tercer puesto, elegido así entre todos y tomando en consideración los últimos 7 años de su vida después de la graduación de preparatoria.

El segundo sitio fue de Sero. El negocio de su familia, del que él asumió el mando como el primogénito, despegó una vez que la distribución de sake pasó de local a nacional y de ahí a internacional. Recientemente Sero había viajado a Brasil para abrir una nueva sucursal de producción en aquellas tierras en las que había suficiente población japonesa o descendiente de ellos como para justificarlo, y si bien ese factor había contribuido a su éxito, no había conseguido opacara al indiscutible número 1.

O mejor dicho, a la indiscutible número 1, porque era Ashido quien en esos momentos ostentaba la corona de papel que se había preparado para la ocasión, y que en esa reunión en una Izakaya a la que no había faltado ninguno del viejo grupo sonreía y hacía exageradas reverencias para agradecer el honor. Al fin y al cabo no era todos los días que tenían entre sus filas a la primera mujer japonesa que había ganado un Oscar por Vestuarios gracias a una película que había arrasado en las taquillas mundiales.

De hecho, no había nadie en su grupo que pudiera considerarse que no hubiera alcanzado las más altas distinciones dentro de su rama. Todos y cada uno de ellos se habían destacado, ya fuera en su área o en alguna otra que no hubiera sido de su elección pero para la que tuvieran un talento por encima de la media.

Estaba el caso de Yaoyorozu, que había empezado a estudiar Administración de Empresas con un enfoque en Negocios Internacionales porque consideraba una obligación seguir los pasos en su familia, sólo para descubrir como por azar que tenía una habilidad innata para trabajar cerámica y convertirse en una de las artistas contemporáneas que Japón tenía para ofrecer. Sus piezas se estaban vendiendo en esos momentos por encima del medio millón de yenes, y los precios no hacían sino aumentar en el mercado.

El resto estaba en condiciones iguales.

Kirishima era parte del Departamento de Defensa Nacional con un máster en química que él utilizaba para trabajar encontrar soluciones sustentables para el campo y la producción de alimentos. Él y Ashido seguían juntos, y en secreto se habían casado 3 otoños atrás en una simple ceremonia durante unas vacaciones que hicieron a unas islas paradisiacas del Pacífico.

Ellos dos no eran la única pareja que había perdurado. Kaminari y Jirou habían hecho lo propio, tomándose un tiempo durante la universidad para expandir sus horizontes y al final luego de la graduación volviendo a estar juntos. En esa segunda vuelta habían compuesto entre los dos una banda que consistía en guitarra, sintetizador y dos voces, y que hoy en día estaba en boca de todos en Japón por tener varios sencillos en los primeros puestos de popularidad.

Uraraka e Iida habían tenido un camino similar, permaneciendo juntos durante la universidad y casándose apenas se graduaron. Hoy en día eran padres de una niña llamada Haruko y se dedicaban a tiempo completo a la empresa de construcción que Uraraka había heredado de su familia como un modesto negocio y que ellos habían conseguido convertir en una empresa con sedes en las ciudades más grandes de Japón.

Por su parte, Tokoyami había continuado trabajando con Hawks (el cual por cierto seguía con Dabi y sin intenciones de formalizar nada públicamente con éste a pesar de vivir juntos y referirse a él como ‘su compañero’ frente a los medios que indagaban sin parar) y tenía un máster en computación que lo convertía en la persona perfecta para temas de seguridad y telecomunicaciones.

Durante un tiempo Izuku había vuelto a hacer prácticas con Hawks en su oficina, pero una vez que se graduó de la Keishichou su tiempo se vio reducido a nada mientras subía de rangos y se posicionaba como uno de los detectives más jóvenes de su área. Hoy en día era parte de la Comisión Nacional de Seguridad Pública, que aunque Izuku intentara minimizar como un puesto administrativo, lo cierto es que le reportaba grandes beneficios y lo involucraba en casos grandes y de importancia en los medios.

Por último estaba Katsuki, cuyo giro profesional había sido votado año tras año por sus amigos como el más abrupto e inesperado, porque después de convertirse en maestro de pastelería y repostería había aceptado una beca por un año para especializarse en confección francesa y después había saltado a Alemania para aprender de su panadería. A su retorno a Japón, Katsuki había trabajado 6 meses en una tienda de dulces tradicionales hasta aprender todos los trucos, y después se había tomado un descanso de otro medio año para trazar planes y aprender lo necesario para hacerse de su propio negocio. Hoy en día tenía Katsuki una tienda en la que él y 5 ayudantes a su cargo preparaban desde las horas más tempranas de la madrugada y hasta media mañana una amplia variedad de postres que vendían a otras tiendas y cafeterías para su distribución. Luego de mucho pensarlo, Katsuki había elegido no tener que lidiar con la molestia de atender una sucursal con atención al cliente por su parte, y estaba satisfecho con su papel, teniendo intermediarios que por su cuenta comercializaban con sus productos mientras él se dedicaba a hornear, que era la parte que más le resultaba gratificante de su oficio.

La única excepción había sido que el año pasado abrió un discreto local de 4x4 en la esquina de la bodega que servía como cocina, y tenía a un par de adolescentes trabajando a medio tiempo mientras servían de sus postres y simple té verde. Su intención no había sido otra más que tener un sitio después de sus horas de trabajo dónde relajarse antes de dar por finalizada su jornada y volver a casa, pero ahora su popularidad entre los locales se había extendido de voz en voz, y no había revista de moda e interés que no hubiera escrito de su discreta y muy exclusiva cafetería como un sitio al que se debía visitar si se estaba de visita en la ciudad.

En suma, todos ellos habían alcanzado amplios niveles de éxito que no por ello habían arruinado la amistad de años que los unía y los obligaba a reunirse sin falta al menos una vez al año sin que nadie faltara, y el resto del tiempo una vez al menos entre los que vivían en Tokyo.

Katsuki en especial estaba agradecido de esas reuniones, porque eran la excusa perfecta para satisfacer su curiosidad acerca del bienestar de sus amigos. Si bien continuaban con su viejo chat en Line y a diario recibía una docena de notificaciones de su parte, siempre era un alivio tener noticias suyas en vivo y directo para cerciorarse que todo marchaba bien con ellos.

En esa ocasión en particular se habían reunido para que celebrar que Todoroki estaba de vuelta de los Estados Unidos por un par de semanas para la boda de su hermano Natsuo y que Kirishima recién había ganado un premio nacional por el descubrimiento de un nuevo compuesto químico que tenía propiedades oncológicas, así que Katsuki había traído consigo existencias de su tienda para entregar a cada uno.

—¡Oh, Kacchan! Siempre eres mi favorito, gracias por molestarte —le abrazó Kaminari, ya un poco ebrio luego de beber sake tibio para paliar el frío que se sentía a principios de diciembre, y éste lo apartó aunque con menos brusquedad que años anteriores.

El tiempo había suavizado las esquinas ásperas de Katsuki, que jamás llegaría a ser efusivo ni cariñoso, pero al menos ya no llamaba idiotas a sus amigos sin una provocación.

Estaba de más explicar que Katsuki había aprendido modales y de sus errores tras un par de relaciones que fracasaron. En la escuela de cocina, así como en Francia y Alemania había tenido novios que como él tenían un interés por la repostería, pero Katsuki había terminado por ponerle fin a esas relaciones cuando llegado el momento de formalizar o romper, había elegido la segunda opción. Su vida en Tokyo había estado después aderezada con ocasionales ligues que tenían duración de días o semanas, pero que al final se marchaban al percatarse que Katsuki no tenía (o no quería) darles motivos para quedarse.

Y no era el único. Izuku tampoco había tenido un buen récord amoroso. De manera sorpresiva para la mayoría, Izuku había tenido una novia durante la universidad, y Mei Hatsume había formado parte de su grupo durante los 4 años que estuvieron juntos. Katsuki la había recibido con animosidad bien disimulada porque tenía claro que esos dos no iban a durar, y el tiempo le dio la razón cuando Hatsume lo dejó el mismo día de la graduación precisamente por una chica de su misma promoción.

Izuku se lo tomó a bien a pesar de las circunstancias, y en una memorable ocasión en que él y Katsuki habían salido juntos a beber, le confesó que se había forzado a dar todo de sí en esa relación con intenciones de averiguar si había dentro de él aunque fuera una mínima porción de bisexualidad, pero no.

—Gay, 100% gay, Kacchan, y sólo me tardé una novia y 4 años en comprobarlo, eh —le había dicho Izuku con una sonrisa ebria antes de ladear la cabeza y vomitar en un bote de basura cercano.

Desde entonces Katsuki e Izuku habían salido juntos en un par de ocasiones a bares de homosexuales, listos para beber unas copas y conocer gente nueva, y siempre emborrachándose al punto en que rentaban habitación en un Love Motel bajo el pretexto de estar intoxicados y así dormir hasta sentirse repuestos

Compartir espacio para dormir una vez a la semana se había vuelto el pretexto ideal para primero quitarse los zapatos para estar cómodos, luego las camisas y los pantalones, y luego por último acurrucarse bajo las mantas. De ahí que en el último año Katsuki e Izuku más bien parecieran jugar a estarse engañando mutuamente cuando luego de cada una de esas salidas (que a esas alturas eran para cenar o a un bar cualquiera) terminaban juntos en la cama y daban rienda suelta a su mutua atracción.

Casi por el mismo periodo de tiempo, Katsuki había pasado de tener encuentros casuales, y suponía que era lo mismo para Izuku. Los dos habían encontrado un agradable limbo en el que la mayor parte del tiempo actuaban como amigos con esa intimidad que desde la infancia les era natural, y que los fines de semana desembocaba en sexo bajo el burdo pretexto de salir juntos en una noche de conquista y volver siempre apoyados el uno en el otro.

Si era o no un mecanismo saludable, Katsuki no quería cerciorarse. Él estaba bien así, y creía que el mismo caso aplicaba para Izuku, y sin embargo... A veces no podía dejar de reprocharse su ambición por querer todavía más de lo que éste podía ofrecerle. De lo que él mismo estaba dispuesto a darle a Izuku con el pasado en común que tenían entre ellos a sus pies.

Prestando atención a la conversación en la que Ashido, Kirishima y Sero lo habían involucrado referente a un viaje a un excompañero de grupo del que ni siquiera podía acordarse, Katsuki se alertó cuando un par de asientos a su izquierda Todoroki hacía todo lo posible por atraer el interés de Izuku a pesar de que éste y Yaoyorozu estaban enfrascados hablando de unas nuevas legislaciones contra el tráfico de personas en Asia. Katsuki habría querido pensare “mejor suerte a la próxima, Idiota Bicolor”, salvo que él y Todoroki estaban en buenos términos y hacía años que no se refería a él de esa manera. Llamarlo amigo quizá podía resultarle un poco violento porque hasta referirse así de Kirishima le producía malestar, pero a fin de cuentas es lo que eran, le gustara o no.

—¿Tienes planes para después? —Preguntó Todoroki directamente a Izuku cuando Yaoyorozu se disculpó para ir al sanitario, y Katsuki apretó con fuerza el vaso de su bebida esperando la respuesta que éste tuviera por darle.

—Uh... ¿Es para algo en especial? Porque...

Planes lo que se decía planes, Izuku no los tenía, y Katsuki estaba al tanto de ello porque por lo usual después de alguna reunión de ese tipo ellos dos se inventaban cualquier pretexto para prolongar la juerga, ya sea visitando un bar o ya descaradamente mencionando que en uno de sus pisos había una botella de licor ya abierta esperando por el otro. No eran planes firmes, ni los habían hablado entre sí de antemano, pero Katsuki había dado por sentado que Izuku se iría con él después de terminada esa salida, y que Todoroki quisiera pasar más rato con él no podía ser buena señal.

—No, pero pensé que podríamos charlar con más calma tú y yo si estábamos a solas.

—Mmm, ¿y qué tal salir a tomar un café mañana? Da la casualidad que hoy estoy un poco cansado y-...

—Podría acompañarte a tu piso. No me molestaría —se apresuró Todoroki a buscar una solución, y desde su asiento, Izuku se removió incómodo.

Si bien ellos dos habían tenido un rompimiento de mutuo acuerdo y no habían dejado que su pasada relación amorosa pusiera una mancha en su amistad, al menos para Katsuki era evidente que Todoroki todavía guardaba alguna clase de sentimientos por Izuku y quería actuar acorde a ellos. No en balde lo veía desde su misma posición como un espejo sobre el que podía reflejarse.

De buena gana habría querido Katsuki interponerse entre ellos dos, revelando en voz alta que Izuku no podía reunirse más tarde con Todoroki porque ya tenía planes con él, pero claro, su acuerdo de marcharse juntos era implícito, y en ese punto de incertidumbre en lo que todo podía cambiar con la misma velocidad que le tomaría chasquear los dedos pocas eran las garantías que tenía al respecto.

Sin embargo, debía darle crédito a Izuku.

—Lo siento, otro día será —se disculpó con Todoroki, y éste aceptó el rechazo con gracia, inclinando la cabeza.

—Ok, te enviaré un mensaje mañana para acordarlo.

Más atento a su conversación que a la que se suponía que mantenía con sus amigos, Katsuki tuvo un estremecimiento cuando desde el otro lado en la mesa Izuku se giró para verlo y con la mirada le hizo saber que no era tan discreto como creía. Lo que era más, le confirmó que esa noche la única persona con la que se iba a marchar sería él, y a su vez Katsuki le transmitió su impaciencia porque el momento llegara lo antes posible.

Su reunión acabó poco antes de medianoche cuando Uraraka e Iida se marcharon primero porque la niñera a cargo de Haruko era todavía una preparatoriana y no podía quedarse más tarde que eso. El resto no tardó en seguir sus pasos, y en el mismo instante que Izuku se puso en pie, Katsuki hizo lo mismo.

—¿No te vienes con nosotros a seguir bebiendo? —Invitó Kirishima a Katsuki, pues él, Ashido y Sero seguían de lo más animados y querían continuar la juerga, pero Katsuki rechazó su ofrecimiento con un falso bostezo que al final resultó ser real.

—Paso.

—Demasiado trabajo y poca diversión, ese es mi veredicto —le palmeó Kirishima en la espalda, pero no lo presionó más—. Nos veremos la próxima semana para ir a ese concierto, ¿ok? Mina consiguió boletos de primera fila gracias a sus contactos, así que no quiero excusas. Te veré ahí, no nos falles.

—Vale, vale. Envíame un mensaje días antes para no olvidarlo.

Despidiéndose de sus amigos que todavía quedaban y no daban muestras de querer acabar con la reunión, Katsuki salió primero de la sala que habían reservado y se hizo el remolón poniéndose los zapatos y después el abrigo mientras aguardaba por alguien en particular.

Izuku no se demoró demasiado, y con presteza se calzó sus propios zapatos y se echó encima el grueso abrigo que esa noche lo protegería del frente frío que en las noticias meteorológicas habían advertido que venía desde Siberia.

—Cúbrete bien la cara —dijo Katsuki al ayudarle con la bufanda, y sin pensarlo mucho, se sacó el gorro que llevaba y se lo colocó a Izuku en la cabeza, calándoselo hasta las orejas.

—Izuk-... Oh.

Interrumpiendo su momento en la penumbra del pasillo, Todoroki apareció trayendo consigo un mazo de llaves que al parecer se le habían caído a Izuku del bolsillo al sentarse, y con gracia y sin perder el sueño por ello, éste le agradeció por haber salido en su búsqueda.

—Eres muy amable, Shouto —dijo Izuku con naturalidad, pasando por alto (o puede que ignorando) la mirada de reconocimiento entre Katsuki y Todoroki.

—Sí, uhm, ve con cuidado.

—Gracias, tú igual.

—Hasta luego, Bakugou.

—Igualmente, Todoroki.

Su salida de la izakaya no tuvo nada más de destacado, y Katsuki había dado por sentado que caminarían hasta la estación del tren y dormirían esa noche en su piso porque era el más cercano de los dos, pero Izuku lo sorprendió con una pregunta.

—Uhm... ¿Somos algo? Porque Ochako me lo preguntó, y... ¿Lo somos?

—No lo sé... —Fue la respuesta de Katsuki, que de pronto encontró insatisfactoria la distancia de casi medio metro entre ellos dos sobre la acera.

—Es decir —dijo Izuku alzando la vista y mostrando su perfil nítidamente bajo la luz de las farolas que esa noche iluminaban su camino—, lo que tú y yo hacemos no es muy diferente a cualquier otra relación seria que haya tenido antes.

—Exceptuando por la parte donde es secreto.

—¿Pero lo es? —Le retó Izuku a tomar ese camino.

Katsuki rememoró el momento vivido apenas minutos atrás. De haber querido ocultar la naturaleza inherente de su relación, Katsuki se habría apartado apenas percibir a Todoroki en las cercanías, habría retirado sus manos de la cabeza de Izuku como si le quemaran, se habría ido sin esperarlo por temor a darle a cualquiera motivos de sospecha... Bastante era lo que haría de importarle mantener un secreto, pero Katsuki no conseguía reunir fuerzas para que así fuera, y no se reducía a un simple caso de apatía.

—Supongo que no lo es, pero... Tampoco es como fuera mi prioridad hablar con todos y explicarles qué ocurre entre tú y yo. Eso es asunto nuestro y de nadie más, ¿no?

Izuku encogió un hombro con lentitud. —Si es así como lo ves...

—¿Y tú?

—¿Uh?

—¿Es que no es así como lo ves?

—Preferiría no hablar de eso.

—Has sido tú el que sacó el tema a colación.

—Y decido no continuar.

—Eso no es justo. Yo respondí tu pregunta, ahora es tu turno.

—Pudiste haberte negado, Katsuki.

—Ah. —Katsuki detestaba cuando Izuku lo llamaba así. Incluso a su edad, con 24 años cumplidos y a meses de su siguiente cumpleaños, el no ser llamado Kacchan por él le producía una sensación de desasosiego imposible de ignorar—. No quiero pelear.

—Y no estamos peleando. No iría a tu departamento si así fuera.

—¿Todavía vienes?

—¿Es que no quieres?

El tono dolido de Izuku puso a Katsuki en alerta máxima, que detuvo sus pasos en seco y lo encaró.

—No hablemos de esto aquí. Si vamos a pelear-...

—No estamos peleando.

—Ok, pero al menos tengamos esta conversación en el kotatsu. Yo... no quiero cagarla.

—Kacchan...

«Mucho mejor, pero todavía nos falta», pensó Katsuki, que en un gesto impropio de su persona, tomó la mano de Izuku y entrelazó sus dedos con los de él.

Así los guió de vuelta a ambos a la seguridad de su hogar.

 

Izuku tenía ropa en casa de Katsuki, y la tomó de su armario sin de antemano pedirla porque no era necesario. Hasta ese punto sus vidas estaban entrelazadas. En el baño tenía su propio cepillo de dientes, y en el refrigerador varios cartones de su yogurt favorito que Katsuki comparaba exclusivamente para él. Su lado en la cama era el izquierdo, y la almohada que ahí se encontraba mucho más dura que la del lado derecho, la que le correspondía a Katsuki.

¿Por qué? Porque pertenecía ahí. Del mismo modo en que Katsuki pertenecía al espacio de Izuku en su propio departamento y con las mismas comodidades.

Para términos prácticos, estaban juntos. Pero en materia de formalidades... Los términos eran vagos y ninguno había tenido prisa por corregirlo.

Hasta ahora.

—Creo —rompió Izuku el silencio en la habitación cuando él y Katsuki ya estaban en pijama bajo las mantas y sus cuerpos se habían amoldado en el centro del colchón— que quiero intentarlo.

—¿Uh?

—Ir en serio. Oficialmente al menos.

—Oh.

—¿Tú no?

—Supongo que sí.

—¿Pero? Presiento un pero justo ahí —dijo Izuku, y su mano de dedos tibios acarició a Katsuki justo por encima de la línea de sus pantalones.

—No sé. —Katsuki suspiró contra el cuello de Izuku—. Es raro.

—¿Estar juntos?

—No, pero la idea. Hace un par de años habría dado lo que fuera por estar en esta situación, y ahora que se ha vuelto realidad...

—Te decepciona.

—No. Pero me hace dudar si la merezco.

—Kacchan...

Ya lo habían discutido en el pasado. Habían tenido tiempo de sobra para hacerlo después de reconciliarse en su último año de preparatoria y todavía más una vez que Katsuki volvió a Japón, y de vez en cuando era un tema recurrente al que acudían cuando éste se insolaba luego de periodos de aparente normalidad. En sí, era una estupidez de su parte, pero Katsuki no podía evitarlo. A veces simplemente creía no merecer una segunda oportunidad por parte de Izuku, y uno de sus miedos más fóbicos era que éste se percatara y pusiera fin al lazo que los unía desde la infancia.

—Ya hemos hablado de esto antes.

—Mmm...

—Me preocupa la clase de concepto que puedes tener de mí si después de todo este tiempo, después de todo lo que hemos vivido juntos, crees que así como así podría darte la espalda y apartarte de mi lado. Por siempre serás mi mejor amigo.

—Ya, amigo.

—Y la persona más valiosa en mi vida.

En respuesta, Katsuki se arrebujó más en su abrazo. —Tan sólo quiero... que las cosas entre tú y yo sigan tal y como están. ¿Tan difícil es eso de pedir?

—¿Eso te haría feliz?

—Ah... —Katsuki exhaló—. Puedes apostar que sí.

 

***

 

Katsuki e Izuku no volvieron a abordar el tema de su no-relación sino hasta casi cumplir los 30 años. Para entonces la mayoría en su grupo de amigos se había casado o estaba en planes de llevarlo a cabo. Costaba creerlo, o quizá era de esperarse tomando en cuenta lo unido que había sido desde siempre su grupo de amigos, pero tanto Kirishima como Ashido y Kaminari con Jirou permanecieron juntos, además de que Asui era parte indispensable de su grupo al lado de Tokoyami. Sero agregó al grupo una compañera de vida que también se acopló con ellos de mil maravillas, y lo mismo pudo decirse de Yaoyorozu cuando después de muchos años de soltería anunció un día que tenía alguien especial en su vida y llegó tomada de la mano de una chica que presentó como Itsuka Kendo, su novia.

Todoroki fue el último en emparejarse, y su compañero resultó ser otro jugador japonés de béisbol que jugaba para un equipo rival en las grandes ligas, y que después de un reñido partido en el que al final el equipo de Todoroki ganó gracias a un home run suyo se inclinó frente a él y formalmente le pidió una cita, cabeza inclinada y manos firmes a los costados, todo el paquete. Fue así como Inasa Yoarashi pasó a conformar parte de su grupo, y a ojos vistas, todos terminaron emparejados.

O algo así.

Por su cuenta, Katsuki e Izuku seguían en aquel peculiar limbo en que vivían en dos departamentos distintos (a pesar de no dormir una noche separados desde hacía años atrás por lo menos), pero hacían juntos 2 de sus 3 comidas (y para la restante Katsuki preparaba bentous para ambos), vacacionaban juntos, visitaban a sus padres juntos, acudían a salidas juntos y se consideraban a sí mismos no dos entidades separadas.

No Katsuki e Izuku. Sino Katsuki e Izuku.

Para sus amigos, ellos dos eran un ítem; una de esas raras parejas bien avenidas que para conseguir llegar al punto en el que ellos dos se complementaban habían tenido que sufrir lo suyo. Nada que cualquiera de ellos quisiera experimentar en carne propia, pero no por ello menos dignos de su admiración.

La mayoría prefería mantenerse fuera de sus asuntos. Después de todo, eran hombres adultos que jugaban bajo sus propias reglas el juego del amor, aunque periódicamente alguno se acercaba con buenas intenciones para aconsejarles quizá ‘sentar cabeza’, quizá ‘salir en claro’, quizá ‘dejarse de tonterías’, pero sin obtener ningún resultado a cambio.

Aquel era un asunto entre Katsuki e Izuku, que aunque había sido la solución perfecta para la década de sus veintes, en la treintena de su vida acabó por perder su encanto. No la relación en sí, sino la falta de interés por proseguir de esa manera tan insatisfactoria.

Así lo determinó Katsuki, que sin muchos ambages lo comentó con Izuku durante uno de sus habituales almuerzos.

—Mi contrato de renta vence en 2 meses y el tuyo en 3.

—¿Ah sí? ¿Tan rápido? Ya lo había olvidado. —En apariencia indiferente a su comentario, Izuku bebió de su vaso de agua, pero lo que a los ojos de cualquiera sería un movimiento casual, para Katsuki no era más que una prueba de su nerviosismo. Y qué bien, porque él mismo apenas podía contener el temblor frenético de su pierna bajo la mesa.

—Estaba pensando...

—Ajá.

—¿Podríamos pasar a la inmobiliaria y buscar algo lo suficientemente grande para los 2? Con espacio para una cocina decente y un gimnasio. Puede que hasta con acceso a lavandería.

—Suena bien.

—Haré una cita el jueves para después del trabajo.

—Genial. Lo anotaré en mi agenda.

Y aunque en apariencia ninguno de los dos revelaba su verdadero sentir, la sonrisa que compartieron por encima de su comida lo dijo todo.

 

A riesgo de querer darse en la cabeza contra el muro, Katsuki acudió a una de las célebres frases de béisbol con las que Todoroki les había aderezado en la última década: Justo cuando crees que la vida está por darte lo que mereces, te lanza una bola curva sin más aviso que un presentimiento y es tu deber batear con todas tus fuerzas o morir en el intento.

«Maldito obseso del béisbol», maldijo Katsuki a su amigo por colarse en su mente justo cuando menos lo necesitaba, porque impaciente aguardaba por Izuku en la comodidad del hogar que con éste había conseguido formar en el último medio año.

Al final habían pasado de un departamento cuando por error el agente de bienes raíces confundió su solicitud con la de una pareja de recién casados y los llevó a conocer los suburbios, con tan buen tino que sin esfuerzo dieron con la casa perfecta para ellos dos. El trato por supuesto quedó sellado cuando mencionó la posibilidad de tener mascotas, y aunque Katsuki de buenas a primeras imaginó un perro e Izuku un gato, juntos acordaron esperar un poco más antes de traer un tercer inquilino a sus vidas.

Pero claro, bolas curvas... Porque en lugar de una mascota, lo que Izuku había propuesto era acoger a una cría bajo su techo.

Y no una cría cualquiera, sino una niña de 6 años que el mes anterior había resultado ser testigo clave contra un caso de abuso infantil y trata de órganos. Izuku había compartido con Katsuki el expediente del caso luego de que tras varias noches de no dormir por fin llegó a su punto más álgido de tensión y rompió a llorar.

—Eri es... apenas una... una niña, y su vida es... —Articuló Izuku entre sollozos, hablando de la manera en la que Eri había reaccionado durante su rescate aferrándose a él con todas sus fuerzas e implorando que la sacaran de la situación en la que se encontraba.

Después de una corta estancia en el hospital, por ley Eri había terminado en un hogar de acogida a la espera de que alguno de sus familiares la reclamara, pero Izuku mismo investigó por su cuenta para descubrir que su padre había fallecido en una riña callejera, su madre tenía paradero desconocido, y el abuelo que se había encargado de su bienestar estaba en coma en el hospital luego de sufrir lesiones que pusieron en peligro su vida y que todavía eran una sentencia constante de muerte.

Katsuki había accedido a conocer a Eri en un espacio controlado, presentándose con ella como el esposo de Izuku (todavía no habían acordado eso, estaba en sus planes viajar fuera de Japón y realizar una pequeña ceremonia mientras que en su país las leyes cambiaban poco a poco) y mostrándose todo lo paciente que podía con ella. Eri recibió sus acercamientos con cautela, temerosa siempre de cualquier movimiento brusco o diferencia en su entonación, por lo general tomando la mano de Izuku y escudándose tras su pierna, y pese a todo... Un cariño innato superó la aprensión de Katsuki al comprender qué había visto Izuku en la niña y por qué quería luchar por ella.

Por su cuenta visitó Katsuki a Eri en el hogar de acogida en el que vivía con otros niños en situaciones similares, y en cada ocasión se presentó llevando pastelillos de su tienda y buscó congraciarse tanto con ella como con sus cuidadoras.

Poco a poco Eri se fue abriendo con él, y a la posibilidad de más adelante conformar una familia. Katsuki no quería hacerse ilusiones. Sus padres e Inko Midoriya ya se habían resignado a no tener nietos, y la presencia de Eri en sus vidas cambiaría ese hecho de manera positiva. Eso si llegaba a ocurrir...

Izuku compartió con aquel modo de pensar, y juntos acordaron ir despacio y sin presionarse, visitando a Eri varias veces por semana y asumiendo a su cargo algunos de sus gastos extras, como sesiones de terapia con una renombrada psicóloga cuando la encargada del centro de acogida lo sugirió. Así fue como Eri consiguió abrirse todavía más a ellos, y su presencia se convirtió en un elemento clave para su recuperación.

De los papeles de adopción no dijo nada Izuku sino hasta 6 meses después, y para entonces ya había tomado Katsuki una decisión en la que esperaba que ellos dos estuvieran en la misma página.

—Quiero... —Dijo Katsuki una noche en que él e Izuku habían terminado de limpiar uno de los cuartos extras de su casa y el espacio le pareció perfecto como posible habitación para niña—. Quiero adoptar a Eri.

—Yo también.

Con un suspiro, Katsuki se atrevió a sonreír. —Genial. No sé por qué estaba tan nervioso. Creí que te negarías o... algo. Lo cual es una estupidez pensándolo bien.

—Imposible. Me he sentido así desde el primer instante en que la conocí, y no sé qué haría si tu reacción hacia ella hubiera sido otra.

—Jamás —respondió Katsuki, buscando su mano y dándole un apretón—. Sólo espero...

—¿Sí?

—Quiero ser el mejor padre posible para ella.

—Oh, Kacchan —dijo Izuku al apoyar la cabeza en su hombro—. Lo serás. Ya lo eres.

Y con esas palabras proveyéndole calidez, Katsuki confió que así fuera.

 

Si bien las leyes en Japón todavía eran de lo más anticuadas tratándose de matrimonios entre el mismo sexo, al menos se les podía reconocer que en materia de adopciones las leyes estaban a favor de las familias, y de ese modo pudo reclamar Izuku la patria potestad de Eri cuando su único familiar vivo se vio incapacitado de tomarla a su cargo y pasó por completo al sistema de acogida. Con ayuda de un par de abogados de la oficina, Izuku consiguió que antes de un par de semanas Eri tuviera visitaciones con él y Katsuki, y antes de un mes ya estaban firmando los papeles y haciendo los cambios necesarios en el koseki.

Oficialmente, Eri sería Midoriya, pero no por ello Katsuki dejó de considerarla su hija. Más cuando a la salida del colegio la niña empezó a esperar paciente por él (Katsuki ayudó en la elección de una primaria que estaba cerca de su trabajo) y no hesitaba en darle la mano y anunciar para cualquiera que quisiera escucharlos que él era su papá.

Era... extrañamente reconfortante.

Katsuki nunca había dado por sentido que la paternidad fuera lo suyo. Su personalidad abrasiva seguía intacta tras varias capas de pulimento en las que él había trabajado los últimos 15 años de su vida, pero Eri pareció nunca tomarlo en cuenta a la hora de extender los brazos hacia él pidiendo que la cargara y rodeando su cuello con fuerza mientras le contaba su día.

Si en preparatoria Katsuki alguna vez hubiera tenido la oportunidad de vislumbrar ese futuro como una posibilidad real si jugaba sus cartas correctamente, jamás habría creído poder conseguirlo. De hecho, su vida estaba separada por un corte que disponía no su vida antes y después de Izuku porque él desde que tenía uso de la memoria había sido su mejor amigo con todo y sus altas y bajas. No, el corte transversal al que él aludía era la trágica muerte de Minoru Mineta aquel primer día de clases en su tercer año de preparatoria, y que sin imaginarlo, había puesto a rodar la bola que cambiaría para siempre la vida de Katsuki y también la de aquellos que lo rodeaban y habían estado con él en las buenas y las malas.

Mucho podía haber cambiado o quedado igual si aquella mañana durante la ceremonia de ingreso el anuncio de su suicido no hubiera calado en Katsuki tan hondo como lo hizo. Su presencia durante el funeral había sido crucial para volver a encontrar con Izuku, y la bola había adquirido velocidad al seguir rodando más y más hasta el punto en el que se encontraba en esos instantes.

Bien podría haber Katsuki ignorado las dentelladas de su consciencia y fingir que la muerte de Mineta no le pesaba, que él no había influido al menos en una fracción para que terminara así, que la culpa no le pesaba en el alma, pero... No había sido así. Y no podía estar más agradecido por ello dado que sus elecciones habían sido las correctas, o mejor dicho, las que le habían otorgado la felicidad luego de reconocer el daño que sus palabras y acciones podían provocar y buscar enmendar sus errores.

Izuku era la prueba viviente de que las segundas oportunidades eran incluso mejores, y Katsuki no iba a desperdiciar con dudas y arrepentimientos la enorme porción de corazón que éste había destinado para él con sus infinitas dosis de amor y perdón. Si de él dependía, haría que esa segunda vez valiera la pena hasta el final, porque en eso consistía la vida: Poner a prueba la balanza, y elegir entre lo uno y lo otro.

Katsuki por su parte había elegido perdonarse a sí mismo, si acaso porque era algo que había aprendido de Izuku, y que ahora quería transmitir a Eri como parte de sus enseñanzas. Quería ser un buen padre para ella, del mismo modo en que quería ser un excelente amigo, compañero y esposo para Izuku, y eso era lo ‘uno’, que por encima de lo ‘otro’ él escogía.

Tenía él la certeza de que estaba por el buen camino.

 

/*/*/*/*

Notas finales:

So... Luego de varias semanas en las que se hizo evidente que estaba perdiendo el tiempo con las actualizaciones, he decidido subir el resto del fic y darme por satisfecha con los (nulos) resultados obtenidos. ¿Para qué mentir? Ha sido decepcionante a morir y ya no quiero seguir perdiendo el tiempo.

¿Tan pésima autora soy? Pueden decírmelo a la cara, no pasa nada porque el silencio es prueba de que nadie me lee. Tras casi un mes en que hice lo posible por despertar interés por esta historia y no conseguirlo me ha pegado como ladrillo no sé qué sensación de inutilidad que no me gusta en lo absoluto. Y justo hoy vi un fic sin mayúsculas, acentos o comas que más bien parecía parodia de badfic pero con 48 comentarios diciendo que era la mejor lectura del mundo y me ha dado por reír/llorar en uno.

En fin, que me va fatal siempre con lo que escribo, ¿ok? Hasta cierto punto estoy acostumbrada, pero caray, ¿3 capítulos continuos con sólo 1 lectura cada uno? ¿O sea que sólo una persona está leyendo esto o tal vez ni eso? Wow. Qué premio tras 4 meses/un tercio del año trabajando en este fic. He quedado... Bueno, me he superado en lo patética como autora. Por una vez tendré tantito amor propio y me voy a retirar con el rabo entre las piernas.

Y no estoy diciendo que voy a dejar de escribir/publicar mis fics porque si buena escritora no soy al menos sí soy prolífica, pero definitivamente ya no voy a esperar nada. Simplemente voy a asumir que si alguna vez creí tener un gramo de talento para escribir más me vale sacudirme de la cabeza esa tontería y no creerme gran cosa. Mal momento para haber intentado crear una trama con varios personajes, diversas subtramas y quemarme las pestañas buscando hacer lo que yo consideraba mi mejor fic hasta la fecha porque... Seh, los resultados hablan por sí solos.

Graxie sin embargo a la única chica que comentó constante y que fue mi única lectora. ÚNICA. Si no me rendí hasta ahora, fue por ti :* Se agradece.

Hasta la próxima~!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).