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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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3.- La expectación de la incertidumbre.

 

Ochako se había hecho la remolona para dejar ir a Izuku con Katsuki, y le había dado mil y un consejos con ánimo de protección, insistiendo que estaría cerca y que si éste necesitaba ayuda sólo necesitaba marcar su número para recibir refuerzos.

—Sabes que a Tenya y a Shouto no les importará echarte la mano en una pelea —dijo Ochako a Izuku como si Katsuki no estuviera presente, y éste apretó los puños a sus costados para aguantarse las ganas de replicar.

—Estaré bien, Ochako —respondió Izuku con una sonrisa que elevaba la comisura de sus labios, pero no podía decirse lo mismo con sus ojos; era una sonrisa falsa a través de la que Katsuki podía ver sin problemas porque a pesar de los años que tenían sin verse, él era la persona que mejor conocía a Izuku—. Te escribiré cuando vuelva a casa.

—Vale —accedió Ochako, que tras tocar un brazo de Izuku para cerciorarse de su estado, se dirigió un segundo a Katsuki para enseñarle el dedo medio, sacarle al mismo tiempo la lengua, y después con fuertes pisadas alejarse de ellos dos.

Parados en la ya desierta salida de U.A. porque la campana había sonado hacía ya más de 20 minutos y los únicos alumnos que se quedaban en las instalaciones eran aquellos que pertenecían a algún club, Katsuki e Izuku se encontraron en medio de un extraño impasse en el que ninguno de los dos tenía claro cómo proceder pero tampoco quería ser el que tomara la batuta.

Fue Izuku el que resolvió la incomodidad del momento al mencionar que tenían más o menos la misma ruta para volver a casa, y que podían hablar cualquier asunto que hubiera quedado pendiente entre ellos durante el camino.

—Puedes empezar —dijo Izuku, las manos sujetando los tirantes de su mochila mientras avanzaba y Katsuki le seguía el paso a un ritmo casi perezoso.

Era como si el mismo Izuku estuviera indeciso del tiempo que le daba para hablar, así que Katsuki propuso tomar una ruta larga y además hacer un alto en el parque en el que habían jugado cuando eran niños.

—No puedo demorarme mucho —dijo Izuku—. Le prometí a mamá que le ayudaría a limpiar un armario.

—Oh. —Katsuki se devanó los sesos buscando cómo conseguir una charla cortés entre ellos dos, así que recurrió a la amabilidad japonesa para esos casos—. ¿Cómo ha estado la tía Inko?

—Bien.

—¿Tu padre sigue trabajando en el extranjero?

—Sí.

En silencio porque se habían vuelto a topar con un muro, fue el turno de Izuku por hacer un esfuerzo.

—¿Y tus padres?

—Bien.

Consciente de que a menos que mencionaran el clima y el cambio de estaciones se iban a quedar sin temas antes de alcanzar el siguiente árbol, Katsuki se forzó a agregar más a su respuesta.

—Mamá sólo acude a la oficina medio turno. Está trabajando en su propia línea de ropa y pretende tenerla lista para el otoño. Convirtió el cuarto de invitados en su propio estudio, y se le puede escuchar la máquina de coser hasta las tantas de la madrugada. Es fastidioso, pero... me alegro por ella. Es lo que siempre quiso hacer, y por fin ha tomado esa decisión.

Como si una barrera de hielo que estuviera entre ellos dos se hubiera derretido un poco, Izuku cambió su tono monótono por otro que dejaba entrever calidez en sus pensamientos.

—Estaba al tanto.

—¿Uh?

—Mamá se topó a la tía Mitsuki en el mercado hace un par de meses, y ella me lo contó a mí. Me alegro por la tía, siempre fue su sueño tener su propia línea de ropa para bebés.

—Oh. —Eso era nuevo. Katsuki estaba al tanto del interés que su mamá tenía por su propia línea, pero no en qué consistía exactamente. Era deprimente ser su hijo y no estar al tanto, mientras que Izuku, que sólo se había enterado de oídas por un comentario en el mercado sabía más que él.

—Basta —dijo Izuku con reproche—. No lo conviertes en una competencia.

Katsuki exhaló con pesadez. —¿Tan transparente soy?

—Para mí lo eres.

—Ya.

¿Qué sentido tenía negarlo? Nadie conocía a Katsuki mejor que Izuku; ni siquiera el propio Katsuki estaba al tanto de todos sus estados de ánimo. Y al cuerno con los años que habían estado separados, porque habían bastado 5 minutos colina abajo para darle a su caminata el mismo toque que tenía cuando eran alumnos de secundaria y juntos volvían a sus hogares.

—Dek-... Uhm... —Sopesando sus opciones, Katsuki no consiguió decantarse por ninguna a su disposición. Midoriya era demasiado formal para dos amigos de la infancia, independientemente del resto de la historia que los unía, pero Izuku le resultaba demasiado ajeno a la lengua, casi de un sabor desagradable.

A su lado, Izuku suspiró. —Puedes llamarme Deku como el resto. ¿Por qué no? Fuiste tú el que lo empezó todo.

—Antes... La Cara Redonda de tu amiga...

—Se llama Ochako Uraraka —dijo Izuku.

—Bien, Uraraka mencionó que ahora ese apodo es tuyo.

—Ah, eso. —Izuku pateó una piedrecilla en el camino, que bajó rodando la cuesta hasta desaparecer de su campo de visión—. Ella creía que era Deku por ‘dekiru’, como en ‘puedo hacerlo’, y... Me gustó. Es una idiotez, ¿no? Primer día de clases y una chica linda escucha que alguien más me llama Deku, así que no me queda de otra más que aceptarlo y... Volverlo mío y tolerar una repetición de los años de secundaria.

—Oh.

—No te sientas mal —dijo Izuku—. La preparatoria ha sido diferente. Mejor en muchos aspectos. He hecho buenos amigos y...

«Ahora dirá que tiene novia, que será la tal Ochako, aunque...», pensó Katsuki, su estómago hecho nudos de tensión que Izuku no ayudó a desenmarañar al no terminar su oración de antes.

—¿Qué tal tú?

—¿Yo qué? —Gruñó Katsuki con hosquedad, mucha más de la que pretendía, pero Izuku era uno de los pocos inmunes a su falta de encanto.

—¿Qué tal Aldera?

Katsuki chasqueó la lengua. —Normal. Aburrido.

—La tía Mitsuki mencionó que estás en una banda.

—Eh, ¿cuándo fue eso?

—Oh, hace tiempo. Ya no recuerdo cuándo exactamente.

Con desgana, Katsuki arrastró los pies un par de pasos al percatarse que su vida no estaba al mismo nivel de misterio para Izuku da la que la de éste lo estaba para él. Era frustrante, pero no mencionar que lo hacía sentir inseguro de su proceder.

—Es bueno saber que sigue tocando la batería —dijo Izuku, y con la mano se rascó debajo de la nariz—. Eras bueno, y te hacía feliz.

—¿No como el kendo? —Preguntó Katsuki, e Izuku tropezó con un montículo de tierra pero se repuso con rapidez.

—Eso puedes decírmelo tú.

Katsuki gruñó para sí, pero se guardó el resto.

La verdad es que el kendo no había sido jamás lo suyo. La única razón por la cual Katsuki se anotó al equipo de kendo de la secundaria había sido por Shigaraki y sus compinches. En ese momento, encajar dentro de un grupo lo había sido todo para Katsuki, y a cambio de un par de tardes por semana tenía la oportunidad de liberar su energía reprimida de una manera satisfactoria como sólo podía ser el deporte. Katsuki se había vuelto más fuerte y más ágil, aunque hoy en día se lamentaba de ello porque la única utilidad práctica que le había dado durante esos años de secundaria había sido atormentar a Izuku.

—¿Sigues juntándote con-...?

—No —cortó Katsuki tajante la pregunta que sabía Izuku estaba por hacerle—. Estamos en salones diferentes.

—Ok.

—Mineta por otra parte...

—Algo de eso me enteré... —Murmuró Izuku, levantando la vista hacia el mar de árboles por el que se cubrían bajo su sombra, y un par de resquicios de luz pintaron pecas momentáneas sobre sus mejillas—. Es increíble que a su edad Shigaraki siga haciendo de las suyas, pero gran parte de la culpa también la tiene su tutor y su estatus de intocable en el consejo de Musutafu.

Después de todo, la razón por la que Shigaraki seguía sin una expulsión o el menor rastro de una infracción que dañara su reputación escolar era el tutor que lo había adoptado desde la infancia, un hombre que en Musutafu ostentaba un cargo político menor y lo compaginaba con la fama de estar involucrado en toda clase de negocios turbios pero que nadie podía comprobar sin correr el riesgo de recibir una paliza.

En su momento había considerado Katsuki que tener conexiones con alguien como Shigaraki era lo ideal. Aquel chiquillo pálido y con tendencia al sadismo también era inteligente, y podía mostrarse carismático cuando la situación lo requería, pero era cruel como pocos, y se rodeaba de las personas justas para asegurar a su alrededor un halo de protección que lo hacía inmune de las consecuencias de sus actos.

Sin ánimo de hacer a Shigaraki un personaje central en aquella reunión con Izuku, Katsuki aprovechó en cuanto bajaron la colina en la que se encontraba localizado U.A. para señalar una máquina expendedora y ofrecerse a comprar bebidas para los dos.

—Pensé que podríamos ir al parque y... —Katsuki frunció el ceño. Aquello sonaba de lo más patético e Izuku con toda seguridad lo rechazaría, sin embargo...

—Vale.

Acercándose a la máquina expendedora, Katsuki rebuscó en su bolsillo por monedas, y preguntó: —¿Todavía bebes té de jazmín con miel?

—Erm, sí.

Sin mediar otra palabra, Katsuki pagó por la bebida de Izuku, y luego una para él (té negro con limón y miel) que recogió con presteza del surtidor y extendió a su acompañante. Igual que si temiera estar a punto de perder la mano por acercarla a las fauces de un león, Izuku cogió el envase con nerviosismo y musitó un ‘gracias’ que hizo a Katsuki gruñir.

—No hay de qué.

El parque cercano a su jardín de infancia estaba desolado a esas horas, quizá porque los alumnos de las escuelas circundantes ya estaban en casa y disfrutando de una buena comida en familia. Al menos en el caso de Izuku así sería, aunque no tanto en el de Katsuki con dos padres que trabajaban a jornada completa y le dejaban la comida en el microondas para que la calentara cuando tuviera hambre.

—Hacía tiempo que no venía por aquí —comentó Izuku al poner un pie en el parque—. Ni siquiera recuerdo la última vez que le presté atención al lugar. Ha cambiado poco desde que éramos unos niños, ¿no te parece, Ka.... Bakugou? —Se corrigió en el último momento, y Katsuki resopló.

—Yo te llamo Deku y, tú puedes llamarme como siempre lo hacías. O no. Es como prefieras, da igual.

Caminando a través de un parche de césped que en esos momentos estaba deslumbrante por causa de la primavera, Izuku ladeó la cabeza.

—Es un poco... infantil, ¿no te parece? —Una pausa—. Kacchan. Te llamé así casi desde la primera vez, y nunca dejé de hacerlo hasta que... lo hice.

—Yo no sé si podría llamarte Midoriya sin sentirme como un idiota —admitió Katsuki, y por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, tanto que creí haberlo olvidado, Izuku rió entre dientes.

—Te entiendo —dijo Izuku con una sonrisa entre labios—. Llamarte Bakugou es... antinatural. Pone una cierta distancia, ¿no?

—Bueno, es que... —«Existe», pensó Katsuki. «No estamos conectados como antes», pero no quería arruinarlo justo cuando recién había conseguido avances.

Izuku fue el que propuso sentarse a la sombra de un árbol de cerezo, y aunque ese año el hanami ya había pasado, no por ello fue menos hermosa la vista a su alrededor. Ocupando extremos de una misma banca, los dos abrieron sus botellas y al unísono bebieron un largo sorbo que terminó con la misma expresión de “¡Ahhh!” compartida. Izuku volvió a reír, y eso envalentonó a Katsuki a abrir la boca y decir lo primero que le cruzó por la mente.

—Fue una sorpresa volverte a ver en el velorio de Mineta. No el que estuvieras ahí porque sé que era tu amigo, sino... verte. No estaba preparado.

—Ya. Lo mismo podría decir yo —admitió Izuku, subiendo una pierna a la banca y al flexionar la rodilla poniendo su mentón sobre la rótula—. Di por sentado que no vería ninguna cara conocida, y en su mayor parte así fue. Por eso le pedí a Ochako que me acompañara. No me sentía con fuerzas para presentarme solo ahí y darles el pésame a sus padres.

—Sé bien a qué te refieres —articuló Katsuki a pesar de la sequedad de su garganta—. Un... Un amigo me acompañó. Kirishima.

—No fueron muchos los alumnos de Aldera los que asistieron ese día... —Murmuró Izuku, apenas moviendo los labios—. Sé que Mineta no era una persona fácil de sobrellevar pero...

—Era un idiota pervertido —gruñó Katsuki, y a su lado, Izuku suspiró.

—Veo que no has cambiado gran cosa en estos últimos años.

—¿Qué, por decir la verdad tal cual es? Minera era un detestable sin amigos y al que nadie soportaba. Ya lo era desde crío y lo seguía siendo hasta el último día de su vida. No estoy diciendo que mereciera el final que tuvo, ni que él mismo se lo buscó, pero me niego a mentir sólo porque una estúpida norma social prohíbe hablar mal de los muertos.

—Que lo pienses y que no seas el único no convierte en aceptable que lo pronuncies en voz alta —dijo Izuku, perdiendo los restos del buen humor de antes y expresando su parecer—. Mineta no era perfecto, ¿pero acaso lo eres tú?

—No soy yo el que al menos una vez por semana se pegaba un espejo en la puntera de los zapatos para tratar de verle las bragas a las chicas de los cursos inferiores —replicó Katsuki un tanto acalorado, dispuesto a defender su punto de vista incluso si eso le ocasionaba terminar esa reunión con Izuku de la peor manera.

Para su sorpresa, Izuku no reaccionó a su ira con más ira, sino con apatía.

—Puede que no —dijo en el mismo tono serio de antes—, pero eras el que encontraba divertido golpear a los demás en el estómago cuando te cruzabas en el pasillo con alguien más débil que tú, y no te era difícil encontrar víctimas...

—¡Basta! —Estalló Katsuki, y la botella se ladeó en su asiento y se cayó de costado. Menos mal por la tapadera.

—¿Así que Mineta puede ser un, cómo has dicho, un detestable, pero tú no? —Preguntó Izuku, pronunciando cada sílaba como quien lanza una estocada con una espada filosa—. ¿Lo que él hacía era terrible pero tus acciones no lo eran?

—Yo nunca dije eso...

—¿Ah no? Porque daba la impresión de que te colocabas sobre un pedestal especial desde el cual podías ser juez y verdugo de las acciones de los demás, pero a la vez te volvía inmune a las tuyas.

Katsuki tensó todo el cuerpo a la vez; sus manos se cerraron en puños sobre sus rodillas, sus hombros perdieron movilidad, en el fondo de su boca sus molares rechinaron, y cada uno de sus nervios se puso en tensión. Pero la indignación no duró, así como tampoco las ganas de seguirse negando a la verdad cuando de compañía tenía a la única persona con la que no tenía que mostrar una fachada de sí mismo, porque incluso con sus numerosos defectos, Izuku jamás lo había rechazado.

Y quizá era hora de asumir que podía ser una posibilidad bien merecida por sus acciones y proceder...

—¿Quieres que lo diga, uh, que era un mierdecilla y...?

—¿Y qué, Kacchan? —Inquirió Izuku cuando la pausa se prolongó demasiado.

—No lo sé...

—No lo sabes, vale.

—Es mucho lo que no entiendo. Como... Acudir a U.A. toda la semana porque sentía que debía hablar contigo.

—Y aquí estamos —murmuró Izuku—, estamos hablando. ¿Estás satisfecho?

—No.

—En ese caso, no sé cómo ayudarte.

—No tienes que hacer nada. Basta con que estés aquí y no te hayas marchado todavía porque... Porque...

—Esfuérzate más —dijo Izuku tras consultar la hora—. No puedo quedarme mucho rato, en casa me esperan.

—¿Podría verte en otra ocasión?

—Ni idea. No sé si sea apropiado considerando...

—¿Considerando qué? Ahora eres tú el que no puede terminar sus oraciones.

Izuku rotó la cabeza, y Katsuki tuvo la visión privilegiada de su nuca, y cómo la parte superior de su cabello se ondulaba con la leve brisa.

Había una vez, en un pasado no muy lejano pero que se sentía como tal porque la ausencia avivaba el dolor, Katsuki e Izuku habían sido los mejores amigos. Y lo habían sido abiertamente. Y luego no. Y luego habían sido más que amigos. Y después no.

La secuencia no dejaba lugar a dudas. Hasta cierto punto, había constituido una especie de rompimiento no verbal, y los lazos que ahora Katsuki intentaba enmendar entre ellos dos se confundían entre sí. ¿Pertenecían a la categoría de amigos, o a la de más-que-amigos para la cual nunca había tenido valor de dar otro nombre?

—Te he echado de menos —dijo Katsuki por último, extrayendo el único pensamiento del que se sentía 100% seguro y listo para admitir.

Izuku pareció no darse por enterado, no reaccionó, pero Katsuki sabía que lo había escuchado.

—Sé que debo disculparme contigo por innumerable cantidad de cosas que te hice en el pasado, pero todavía no puedo. No por todas al menos. Tendría primero que hacer una lista y anotar cada una de ellas, pero además... Quizá las cosas que te hice y que más me pesan no sean las mismas para ti.

—Quizá —concedió Izuku, y tras sorberse la nariz, se demoró unos segundos antes de levantar la cabeza y atrever a volver a enfrentarse cara a cara con él.

Katsuki no podía decir a ciencia cierta si Izuku había llorado, pero tenía los ojos irritados, y una mirada vidriosa que le hacía intuir que sí. En silencio, le ofreció su pañuelo, e Izuku lo contempló largos segundos con el brazo extendido antes de aceptarlo.

—Gracias —musitó, y se sonó con fuerza la nariz—. Ugh. Creo que me estoy resfriando.

—O pueden ser alergias —ofreció Katsuki—. Es primavera después de todo. Los árboles y las plantas eyaculan por doquier.

Su broma, aunque obscena, sirvió para que Izuku pusiera los ojos en blanco y una buena porción de sus mejillas se mancharan de un tono más sonrosado. Así había sido siempre; era el terreno de Katsuki hacer bromas de esa índole, y el de Izuku fingir que no le afectaban cuando en realidad sí.

—Podrías haberlo expresado de una manera mejor.

—Nah. Me prometí ser más honesto.

—¿Y cómo va eso?

—Regular. Cuesta diferenciar la honestidad absoluta a la honestidad con tacto.

—Dame un ejemplo.

—Tu amiga, Uraraka. Cara Redonda. Porque tiene la cara redonda, ¿simple, no? Y podría llamarla cosas más ofensivas e igual de redondas, ¿pero con qué finalidad? Algo así.

—Has madurado.

Katsuki suspiró. —Eso espero... Lo he intentado al menos.

—Ten más confianza en ti mismo —dijo Izuku, y por primera vez en tanto tiempo que Katsuki ya había olvidado la sensación, Izuku extendió la mano y le dio unos golpecitos en el brazo, ignorante del efecto que tenía sobre su viejo amigo—. El que lo intentes puede ser suficiente en el día a día.

Katsuki bajó la mirada, demasiado abrumado por la charla que él e Izuku estaban sosteniendo, pero al posarla en su brazo, y por ende en la mano de Izuku, descubrió algo de lo que no se había percatado.

—¿Desde cuándo tienes los dedos así? —Preguntó Katsuki, y al instante retiró Izuku la mano y la escondió debajo de su axila derecha.

—Uhhh...

—¿Sufriste un accidente?

—Algo así.

—Se ve... —Katsuki dejó incompleta la frase. Todavía estaba analizando ese único cuadro, donde los dedos de Izuku estaban ligeramente deformes y se podían apreciar cicatrices.

—No quiero hablar de eso.

—Deku...

—No.

Katsuki requirió de toda su fuerza de voluntad para no presionar en el asunto, y tras unos minutos de silencio, Izuku consiguió recomponerse lo suficiente para cambiar de tema y salvaguardar su conversación.

—Uhm, y... ¿No te meterás en demasiados problemas por todas las clases que te saltaste para estar en U.A. antes de la hora de salida?

—Puedes apostar que sí —dijo Katsuki, deslizándose en la banca hasta tener el trasero apoyado en el borde y las piernas cruzadas a la altura del tobillo—, y seguro que tendré que pagar un par de detenciones con trabajo físico, pero no me importa. Mis padres por otro lado... Estarán molestos, pero al menos mis calificaciones lo compensan.

—¿Sigues estando en los primeros 5 lugares de la clase?

—Lo dices como si los dos no lo hubiéramos estado siempre.

—Ya, pero yo nunca te llamé nerd ni nada por el estilo —dijo Izuku de lo más inocente, pero sus palabras provocaron que Katsuki contrajera el rostro en una mueca al recordar la agresividad de su trato contra él cuando los resultados de los exámenes eran publicados en el boletín escolar de su secundaria.

Por aquel entonces él e Izuku mantenían una especie de competencia no oficial por las mejores notas, pero daba igual quién superaba a quién, porque Katsuki solía ensañarse de igual manera para empujarlo a la menor oportunidad, y con sorna llamarlo nerd sin parar. Maldito nerd. Jodido nerd. Puto nerd.

—Te has puesto pálido —dijo Izuku, pero no ofreció ningún comentario más.

—Lo siento.

—¿Mmm? Ah, ya entendiendo.

—Lo digo en serio.

—Seguro que sí —dijo Izuku, y bajó su pierna de la banca para inclinarse con los codos sobre sus rodillas y entrelazando sus dedos frente a sí. Katsuki tuvo oportunidad de volver a ver las marcas en sus manos, pero Izuku se le adelantó al hablar—. No lo pongo en tela de juicio, Kacchan, pero no me importa en realidad. Hace tiempo que te perdoné, al menos por la mayor parte, así que no tienes por qué disculparte por cada pequeña cosa que hiciste.

—¿Cada pequeña cosa? —Repitió Katsuki incrédulo—. ¡Pero si te golpeaba en cada ocasión! ¡Te llamaba nerd y te lastimaba!

—Era rutina, Kacchan —dijo Izuku de lo más desapasionado—, no fue eso lo que más me lastimó de ti.

—Joder, Deku...

—De mi parte considera todo eso perdonado —dijo Izuku, que de pronto se puso en pie y se reacomodó el uniforme antes de coger su mochila y volvérsela a colocar en la espalda—. Si eso era todo lo que tenías que hablar conmigo...

—Deku, no.

—... tengo que marcharme —continuó éste como si nada—. Se ha hecho tarde, y seguro que mamá se pregunta de mi paradero —dijo al sacar su móvil del bolsillo y revisar sus mensajes, para luego murmurar para sí—. Justo como pensaba...

Ansioso por haber llegado al final de aquella reunión sin sentir que entre los dos hubiera cambiado algo, Katsuki también se puso en pie, y se lanzó al todo por el todo.

—El lunes...

—¿Sí?

—Seguro que no lo recuerdas pero-...

—Es tu cumpleaños, Kacchan —se le adelantó Izuku sin problemas, y ante su expresión de asombro, se aclaró—. ¿Acaso pensaste que lo olvidaría?

—Bueno... ¿Sí?

—Ni en un millón de años.

—Ya. —Hundiendo el mentón porque las mejillas le estaban ardiendo igual que si se las hubiera tallado con lejía, Katsuki se inventó una mentira que le ayuda con su recién formado plan—. Ese día saldré con mis amigos a comer, y me preguntaba si...

—¿Me estás invitando a ir?

—Sólo si quieres. Sin presiones —se apresuró Katsuki a decir, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y estrujando el forro interno—. La Cara Redonda puede ir si eso te ayuda.

—Se llama Ochako, y en verdad que no va a apreciar la invitación si la llamas así.

—Vale, Uraraka-san está cordialmente invitada —farfulló Katsuki con apuro—, ¿contento?

—¿Yo también estoy cordialmente invitado o la mía es una invitación simple? —Le chanceó Izuku.

Por unos segundos el cerebro de Katsuki se cortocircuitó al no comprender la broma, pero consiguió reponerse y con asentimientos cortos y rápidos se manifestó positivamente.

—Podrías darme tu número y yo me pondría en contacto contigo —dijo Katsuki, conteniendo el aliento mientras Izuku sopesaba sus opciones, y después por su cuenta asentía una única vez.

—Ok. Pero no prometo nada. Es probable que Ochako no quiera ir, y a riesgo de sonar como un crío, preferiría no tener que toparme con nadie de los que iban con nosotros en secundaria.

—No, no —se apresuró Katsuki a solucionar el malentendido—. Mis amigos vienen de otra escuela. Saben de ti, sólo no... eso.

—Entonces mejor no mencionarlo, ¿eh? —Dijo Izuku, y luego recitó su número en una letanía casi demasiado veloz como para que Katsuki le siguiera el paso, pero con todo, consiguió éste agregarlo a sus contactos y enviarle un mensaje que fue recibido en el acto.

—Esa es mi información de contacto.

—Genial —replicó Izuku con desinterés—. ¿Nos vamos?

El resto de su retorno a la zona residencial en la que vivían apenas a un par de manzanas de distancia estuvo repleto de silencios cómodos y observaciones incómodas. En la esquina donde hasta la secundaria se habían separado para acudir cada quien a su hogar, Katsuki se quedó parado mientras Izuku agitó la mano en señal de despedida y después emprendió el paso.

Tan sólo quería verlo, y al parecer el sentimiento era mutuo, porque Izuku se giró una última vez, y al descubrir a Katsuki ahí parado y todavía volteando en su dirección, se apresuró a bajar la cabeza y aumentar el ritmo de sus pisadas.

Katsuki simplemente lo observó ir hasta que dio vuelta en la siguiente calle y desapareció de su campo de visión.

 

El mismo viernes, luego de cenar y ducharse, y mientras descansaba en su cama con el corazón latiéndole con fuerza en los oídos, Katsuki redactó en la cabeza varias versiones de su mensaje a Izuku antes de mascullar “al diablo” entre dientes, y escribir lo que le cruzaba por la mente sin tantas vueltas.

El resultado final no fue totalmente de su agrado, pero Katsuki confiaba en que estuviera bien y a su favor para conseguir su objetivo.

 

KB: Hey, soy yo. Este es mi número, puedes agregarme a tus contactos.

KB: Respecto a lo del lunes, puedes confirmar entre hoy y el mismo día si vendrás.

KB: Mis amigos son personas agradables, mucho más decentes que yo, y seguro que encajarás.

KB: Uraraka también.

KB: Me gustaría volverte a ver.

 

La última línea fue inspiración de último momento, y Katsuki estuvo a punto de borrarla, pero en último momento decidió que iba a seguir una política de cero honestidad. Si obtenía resultados satisfactorios, mejor que mejor. Si no, igual valía correr el riesgo. Era Deku, y sólo con él la idea de abrirse y mostrar su retorcido interior no era la humillación que con cualquier otra persona se temía.

Con aquella resolución en mente, Katsuki apagó la pantalla del móvil y se dispuso a dormir, convencido que tendría una respuesta al día siguiente cuando mucho, pero no podía estar más equivocado.

Izuku no se puso en contacto con él ese sábado en que sus padres recibieron una llamada de su profesor encargado y que se puso en contacto con los Bakugou para informarles de las faltas acumuladas de su hijo en la última semana. Tampoco lo hizo el domingo cuando Masaru obligó a Katsuki a levantarse temprano para arreglar el jardín, una labor que lo dejó bañado en sudor por el esfuerzo y que duró toda la mañana y parte de su tarde.

Para el domingo en la noche, Katsuki estaba de un humor terrible por la falta de respuesta a la que Izuku lo sometía, y como obseso revisaba su móvil en espera de una contestación. Por Kirishima era que Katsuki estaba enterado del estatus de sus mensajes con ese confuso sistema de recibidos y revisados, que aparecían como leídos, pero al parecer no habían tenido el peso suficiente como para garantizar que Izuku le escribiera de vuelta.

Sentado en la sala y fingiendo mirar el televisor, Katsuki había contemplado la posibilidad de insistir en su causa, pero no conseguía tomar una decisión al respecto. Un momento encendía la pantalla del móvil y escribía un par de líneas, y al siguiente se acobardaba y las borrada, lanzando su teléfono lejos de sí.

A la tercera vez que hizo eso, desde el sofá aledaño Masaru bajó el periódico que leía y preguntó:

—¿Problemas amorosos, hijo?

Con el rostro sonrosado, Katsuki lo negó. —Para nada. —Pero Masaru ya se había hecho su propia idea.

—Por cierto —dijo su padre de pronto como si recién lo hubiera recordado—. Tu madre y yo lo discutimos, y hemos decidido que además del castigo de esta mañana merecías una semana de estar en casa apenas salgas de la escuela y así reponer con estudio esas horas de clase que faltaste.

Katsuki frunció el ceño. —¿Y eso que significa exactamente?

—Que salvo por tus reuniones de la banda, esperamos que estés en casa en cuanto salgas de clases. Esta semana no habrá nada de salidas ni distracciones. Vendrás directo de la escuela a la casa y es definitivo.

Torciendo una esquina de la boca, Katsuki estuvo a punto de abogar a su favor, pero desistió en el último segundo. ¿Qué sentido tenía? Izuku no se había comunicado con él para confirmar que lo vería mañana. Si de todos modos ese era el caso, entonces no tenía por qué disgustarse si después de clases volvía a casa en su cumpleaños sin pasar por ningún otro lado.

En cualquier caso, su cumpleaños 18 ya tenía elementos para convertirse en uno que para nada iba a ser memorable, así que Katsuki bien podía pasarlo en casa. De preferencia, en su habitación y durmiendo para que las horas transcurrieran lo más rápido posible.

—Pensé que dirías algo más que ‘uhm’ —dijo Masaru ante la impasibilidad de su hijo al recibir las noticias de su castigo, y Katsuki encogió un hombro.

—Da igual. Me lo gané.

—¿No habías hecho planes para encontrarte mañana con tus amigos?

—No.

—Podría hablar con tu madre y renegociar los días de tu castigo si así fuera el caso.

—No importa —dijo Katsuki con desgana—. En cualquier caso, es sólo un día más en el calendario. No significa nada.

—Ah, Katsuki —exhaló Masaru con pesar—. Eso no es lo que un padre quisiera escuchar a su hijo decir de su propio cumpleaños.

—¿Sí? Lo siento —murmuró Katsuki, recogiendo su móvil y poniéndose en pie—. Estoy cansado por limpiar el jardín. Creo que por hoy me iré a dormir temprano.

Y si eran apenas las 7 y su comportamiento no era el habitual, ni Katsuki o Masaru actuaron como si lo fuera.

 

Katsuki despertó la mañana de su cumpleaños número 18 con la vaga esperanza de encontrar un mensaje de Izuku en su Line, pero sin éxito. Su chat seguía tan vacío como los últimos 3 días, y en un arranque de frustración, Katsuki borró la conversación y decidió olvidarlo.

Al diablo con Izuku, y ya que estaba, también con su cumpleaños. El día no podía terminar lo suficientemente rápido para su gusto, y Katsuki se vistió con desgana mientras se hacía el remolón para bajar.

Tal como se esperaba y a la vez temía, sus padres habían decorado la cocina para ofrecerle un desayuno especial. Era igual cada año desde que tenía uso de razón, ventajas de ser hijo único, donde Mitsuki se esmeraba colocando un par de globos y serpentinas con un enorme letrero que databa casi desde el inicio y en el que actualizaban la cifra de sus años cumplidos, mientras que Masaru se esmeraba frente al fogón cocinando un platillo de su agrado.

Katsuki sabía que esa noche habría curry para cenar, del tipo más picante porque esa era su predilección, pero por primera vez en su vida no se sentía con ánimos para que así fuera.

—Feliz cumpleaños, hijo —lo felicitó Masaru apenas verlo, y Katsuki respondió a su abrazo con desgana.

—Increíble pensar que hace 18 años saliste de mí como un pequeño alien —fue la felicitación mucho menos solemne de Mitsuki, que lo abrazó y besó con fuerza.

Otros años, Katsuki se la había quitado de encima alegando que no le gustaban esa clase de efusividades, pero ese año fue diferente. Mitsuki lo notó al sentir sus manos rodearle la cintura, y al separarse, amagó tocarle a Katsuki la frente.

—¿Es que acaso tienes fiebre?

—Ach, déjalo.

En un ambiente mucho menos festivo que en cumpleaños pasados, Katsuki desayunó con su familia y procuró ocultar la insatisfacción que le comía desde dentro. A los planes de más tarde cenar curry con sus padres asintió sin parar, y en un momento dado, Mitsuki mencionó que el castigo seguía en pie, pero que si quería podía invitar a sus amigos a cenar con ellos.

—Los 18 son un número importante. Ninguno cumpleaños se repite jamás, Katsuki —dijo Mitsuki, pero su hijo chasqueó la lengua y negó estar de ánimo para recibir visitas ese día.

Tras dejar sus platos sucios en el fregadero porque Masaru insistió que el chico del cumpleaños estaba exento de esa labor por hoy a pesar de su castigo, Katsuki se despidió de sus padres y salió de casa rumbo a Aldera con los pies apenas despegándose del suelo y un peso invisible sobre los hombros.

Tal como se temía, al llegar al aula los idiotas que lo consideraban un amigo (y él también lo hacía de vuelta, ¿para qué negarlo?) hicieron estallar una bomba de confeti que le dio de lleno en la boca y lo hizo escupir trozos multicolores de papel, pero que se compensó a la hora del almuerzo con una caja de muffins que Ashido había comprado y que repartió entre los presentes.

Sus compañeros de la banda también estaban invitados, y conformaron un grupo grande bajo la sombra de un árbol mientras comían sus almuerzos y trazaban planes para más tarde.

—¿Ya decidiste a qué lugar de comida quieres ir? —Preguntó Kirishima—. No olvides que nosotros pagaremos por ti, así que puedes elegir el que prefieras.

Con su caja de bentou casi intacta, Katsuki mencionó estar castigado por haberse saltado varias clases la semana pasada.

—Oh, qué mala pata, colega —dijo Sero, estirando sus largos brazos al aire con los dedos entrelazados.

—Debe ser terrible estar castigado en tu cumpleaños —expresó Yaoyorozu, que sin embargo preguntó—. ¿Y no podríamos fingir una sorpresa al aparecer por tu casa con pastel y pedir comida a domicilio? A menos que tener visitas fuera una enorme molestia...

«Ni hablar, lo es», pensó Katsuki, que ese día caminaba sobre el precipicio de sus malos pensamientos y estaba a punto de estallar no en un brote de malhumor como los que era proclive, sino uno de melancolía, cerrándose sobre sí mismo como tortuga en su caparazón, aunque en su caso las defensas a su disposición incluían pinchos y trampas de ácido.

Indispuesto a recibir visitas cuando entre ellas no se contaba justo la que quería, Katsuki abrió la boca para desbaratar cualquier plan que sus amigos tuvieran de visitarle ‘sorpresivamente’ en casa, pero entonces su móvil vibró en su bolsillo repetidas veces, y al sacarlo para ver de quién se trataba (a todos los que conocía y tenían su número estaban ahí reunidos con él) el nombre que apareció en la pantalla le sacó el aire con la misma efectividad que un puñetazo en la base del estómago.

Era Deku.

 

IM: Hola, y perdona la demora en responder.

IM: Ochako no estaba segura de que fuera una buena idea que tú y yo volviéramos a vernos. Incluso si era tu cumpleaños.

IM: Es una buena amiga, pero se preocupa por mí.

IM: ¿La oferta sigue en pie?

IM: A pesar de su negativa a que yo asista, Ochako prometió acompañarme, así que seríamos nosotros dos.

IM: ¿Está bien por ti?

 

Y con dedos trémulos e ignorando el ruido de voces a su alrededor, Katsuki se apresuró a responder.

 

KB: Claro. En un rato más te paso la información.

 

Luego alzó la vista, y uno a uno sus amigos fueron callando mientras Katsuki imponía su presencia y pedía lo que a su parecer era un enorme, gigantesco favor.

—Necesito de su ayuda...

 

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Notas finales:

No son las disculpas finales de Katsuki. Izuku merece más, y él lo sabe, pero primero tiene que desenmarañar mucho de lo que tiene dentro. ¿Mencioné que esto es un slow burn? Porque les queda mucho camino por delante. Ah sí, y el capítulo de cumpleaños promete dar avances en reparar su relación, espérenlo :)
Nos vemos el martes (con comentarios) o el próximo domingo (sin), pero de que hay actualización la hay~


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