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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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4.- Feliz cumpleaños, Kacchan.

 

Katsuki podía quejarse lo que quisiera de su grupo de amigos.

Eran unos plastas que nunca habían tomado un ‘no’ suyo como respuesta, que se le pegaban como lapas, que habían forzado su amistad hacia él incluso ante sus repetidas negativas, que a ratos eran un fastidio, e incluso podían sacarle de sus casillas y hacerle ver rojo, pero... También que eran buenos amigos. Excelentes de hecho. Los mejores que hubiera podido pedir en el mundo, y el detalle que Katsuki no podía pasar por alto es que jamás lo había hecho. Él simplemente se había limitado a esperar que su vida de preparatoriano en Aldera no tuviera altas y bajas; se conformaba con ir a sus clases y volver a casa sin contratiempos, pero había conocido a esos dos grupos de personas que se hacían llamar sus amigos por propia voluntad, que a veces para tomarle un poco el pelo se hacían llamar la Bakusquad, y que en ese día de su cumpleaños estaban dispuestos a hacer un plus ultra para satisfacer el único favor que Katsuki les hacía en todo el tiempo que tenía de conocerlos.

Katsuki contó una versión reducida de lo que sus amigos ya sabían o al menos intuían de él.

—Era un imbécil de marca en primaria y secundaria, ¿ok? No pienso negarlo —dijo Katsuki tras haber guardado la caja con su bentou casi intacto y explicar el brete en el que estaba metido—. No era mejor que Shigaraki y su pandilla, pero me arrepentí de mis acciones. No sé si a tiempo para cambiar y ser una mejor persona, pero el daño ya estaba hecho. Deku era... Es... Sigue siendo mi mejor amigo en todo el mundo, y puede que hasta más...

—Woah, me rompes el corazón, colega —dijo Kirishima con exageración. Un gesto que le habría valido al menos un golpe de Katsuki en el brazo, pero éste le dedicó una mirada contrariada, y Kirishima calló al percatarse que había momentos para bromear y otros para hablar en serio, y que ese entraba sin lugar a dudas en la segunda categoría.

—Es por Deku que estuve faltando a clases la semana pasada. Lo vi en el velorio de Mineta y... Tenía que hablar con él.

—Tu intención era disculparte, ¿no? —Preguntó Jirou, jugueteando con el lóbulo de su oreja en absoluta concentración a las palabras de Katsuki.

—Sí y no. No sé... Era parte del plan, y realmente no lo hice del todo. Hay demasiados asuntos pendientes entre los dos para que un simple ‘lo siento’ lo solucione todo. Antes tengo primero que pensar bien cuántas disculpas le debo, multiplicarlas por 3, y buscar una manera de que sea lo más sincero posible.

—Y también quieres su amistad de vuelta, ¿correcto? —Inquirió Yaoyorozu, que era quien más atenta estaba a las palabras de Katsuki y analizaba cada una de ellas como si se tratara de un tema de examen.

—Eso sería... No me importaría que fuera así —masculló Katsuki, cubriéndose un poco el rostro con la mano para tapar lo que él creía era un bochorno que le subía como marea—. Lo que sea. Lo invité a mi cumpleaños pensando que podría sacarme una salida de la manga o algo así, pero estoy castigado.

—¡Nos fugaremos, yay! —Celebro Kaminari, pero Ashido le dio un golpe en la cabeza.

—No —dijo la chica—, lee entre líneas.

Katsuki exhaló. —Mis padres estaban molestos cuando llamaron de la escuela para avisar de mis faltas, pero no se opusieron a la posibilidad de que recibiera visitas en casa, así que...

—¿Nos estás invitando a tu casa? —Preguntó Kirishima, y ante el asentimiento solemne de Bakugou, se llevó una mano al pecho y exhaló con fuerza—. Eso es fuerte, colega. Muy fuerte. No estaba preparado y-... ¡Ow!

Molesto por lo que él consideraba una reacción exagerada, Katsuki se cruzó de brazos y hundió los hombros.

—No tienen que venir si no quieren...

—¡Pero queremos! ¡Claro que queremos! ¿Verdad que sí, chicos? —Dijo Kirishima, confirmando con el resto de los miembros de la Bakusquad por una respuesta afirmativa que fue unánime entre todos ellos—. ¿Lo ves? No hay nadie aquí que por voluntad prefiriera perderse tu cumpleaños. Más cuando es en tu casa y vas a cocinar para nosotros, ¿eh?

—¡¿Quién dijo que yo voy a cocinar, eh?! —Rezongó Katsuki en uno de sus habituales estallidos de enojo, pero la mayoría ahí sabían que era su manera de ocultar sus verdaderos sentimientos.

Además, el consenso era absoluto: La comida de Katsuki era deliciosa. Todos lo habían comprobado en mayor y menor medida en veranos pasados, cuando la escuela organizaba campamentos entre los alumnos y los enviaban a sus instalaciones con la finalidad de proporcionarles 4 días y 3 noches en contacto con la naturaleza. En sí era una especie de campamento de verano enfocado en el entrenamiento físico, con torneo de deportes, pruebas de calor, fogatas y paseos nocturnos, pero también era una oportunidad para desarrollar otras de sus habilidades en talleres y charlas. En todo caso, era la excusa perfecta para hacerlos cocinar sus propios alimentos, y en cada campamento había asumido Katsuki el mando de su grupo al dictaminar cómo se preparaban los platillos, aderezándolos, y dando su visto bueno antes de permitir que los demás comieran.

Entre esos campamentos y que de vez en cuando permitía que alguien tuviera una probada de su caja de bentou preparada por él mismo cada mañana, no quedaba en duda que su talento en la cocina era único y debía de ser alentado.

—Vamos, colega —dijo Kirishima, pasándole a Katsuki un brazo por los hombros y meciéndolo con ganas—. Sé que es tu cumpleaños, pero te ayudaremos con los preparativos y después a limpiar. Tú no tendrás que mover un dedo después de guisar y todos ganamos, eh.

Katsuki chasqueó la lengua. —Vale, pero que sepan que tenía planeado comer curry. Del más picante —agregó con intenciones de disuadirlo, pero ninguno de los presentes se opuso.

Al contrario, empezaron a trazar planes de quiénes comprarían los ingredientes de camino a casa de los Bakugou, quiénes la bebida, y por supuesto, la inclusión de al menos un pastel y 18 velas para marcar la cifra correcta de primaveras que tenía en el mundo.

Rodeado de idiotas (no que realmente lo fueran o él pensara en ellos de esa manera, pero la costumbre era más fuerte), Katsuki casi se lamentaba de haber pedido su ayuda porque eso implicaba una larga tarde en compañía de un nutrido grupo de personas, que si bien eran de su agrado, también podían sacarlo de sus casillas y estresarlo hasta el límite de su paciencia. Pero la palabra clave era ‘casi’, porque incluso así tenía claro que quería seguir adelante con su plan.

Deku se les uniría, y por una vez, Katsuki quería demostrar su valía por medios tangibles, que en su caso era un nutrido grupo de amigos que estaban con él en las buenas y en las malas. Katsuki sólo quería que Izuku pudiera verlo de esa manera, y si para ello tenía que dar su brazo a torcer y recibir visitas en casa, que así fuera.

Estaba listo para dar el máximo de sí e ir con todo.

 

Katsuki les avisó a sus padres en idénticos mensajes que había tomado sus palabras y que esa tarde recibiría visitas para celebrar su cumpleaños. Masaru le había escrito de vuelta deseándole diversión y recordándole dónde estaba el dinero de emergencia para que comprara los ingredientes necesarios para la comida, aunque en realidad no era necesario porque entre todos habían cooperado para hacerse con los ingredientes en un supermercado de camino a la residencia Bakugou.

Por su parte, Mitsuki había escrito a Katsuki que se comportara, y no dejara en vergüenza la educación que sus padres le habían dado desde nacer. “No actúes como lobo sin manada” fue su consejo final, y Katsuki resopló antes de escribir de vuelta que ya lo sabía, y que tuviera un poco más de confianza en él.

A Katsuki le incomodó recibir visitas después de tantos años, porque en todo su tiempo en la preparatoria había evitado hacerlo. La última persona que había estado en casa además de sus padres o las visitas de estos, había sido Izuku cuando Katsuki todavía pensaba en él como Deku, y su partida había supuesto un duro golpe del que no había creído jamás recuperarse.

—Uhm, pasen —indicó Katsuki al apartar de su mente aquellos recuerdos e indicarle a sus amigos que podían entrar.

En el genkan todos se despojaron de sus zapatos, y tras murmurar las cortesías de rigor para agradecer su entrada a la casa, se dirigieron en tropel a la cocina para empezar con los preparativos del curry.

—Tú eres el chef, Bakugou —declaró Kirishima, despojándose de la chaqueta de su gakuran para subirse las mangas y ponerse manos a la obra.

Con indicaciones de Katsuki, el grupo se separó en varios pequeños. Unos lavando las verduras, otros empezando a cortarlas, otros más encargándose del arroz, y el mismo anfitrión preparando la carne y la salsa en la que se iba a cocer.

Como autómata, Katsuki se puso a condimentar el curry con picantes de su antojo, procurando hacer una mezcla a su gusto pero también comestible para sus amigos. Mientras medía la proporción de paprika, su móvil vibró en su pantalón, y Katsuki se apresuró para limpiarse las manos con una toalla de cocina y atenderlo.

 

IM: Estamos cerca de tu casa.

IM: ¿Estás seguro que no hay inconveniente en invitarnos?

IM: No quisiéramos entrometernos.

KB: En lo absoluto.

KB: Ya estamos preparando el curry.

KB. No te demores demasiado.

 

—¿A quién le escribes? —Se inmiscuyó Ashido queriendo leer por encima de su hombro, pero Katsuki cubrió la pantalla de su móvil—. Tsk, no eres divertido.

—No seas cotilla.

—Y no lo soy. Pero todos tus amigos están ya aquí, así que sólo puede tratarse del misterioso Deku, ¿uh?

Katsuki puso los ojos en blanco. —No hagas que me lamente de haberlos invitado.

—Bakugou tiene razón —intervino Yaoyorozu desde el fregadero, lavando el arroz—. Debemos ser corteses con sus otros invitados y ayudarle en lo que podamos.

Avergonzado por la manera tan simple a la vez tan honesta en la que Yaoyorozu había resumido lo que Katsuki necesitaba de sus amigos, éste entrelazó sus manos sobre su nuca y después se despeinó el nacimiento de su cabello. Una picazón en la palma de sus manos le impedía estarse quieto, y a la vez, le costaba moverse cuando le perspectiva de volver a tener a Deku en su casa le hormigueaba por todo el cuerpo.

Atento a sus estados de ánimo, Kirishima se ofreció a ayudarle a sazonar el curry, y después cuando quedó del gusto de Katsuki, a revolverlo sin dejar que se pegara. Los demás ya habían avanzado bastante en la preparación de las verduras y el arroz, pero todavía faltaría una buena media hora antes de poder comer, por lo que se congregaron alrededor de la sala y con el televisor encendido para dejar pasar el tiempo.

Usualmente Katsuki era de los que preferían ocupar un rincón y no atraer la atención a su persona, pero esa tarde no iba a contar con esa suerte siendo el cumpleañero, ni tampoco como el anfitrión que esperaba más visitas en la brevedad posible.

—¿Y cómo es Deku? —Preguntó Sero en su momento dado—. No recuerdo que hayas mencionado a nadie de antes de que te conociéramos.

—Seh, siempre te has guardado bien quiénes son tus amigos, colega —segundo Kirishima con interés.

—Pues... —Katsuki torció la esquina de la boca—. No hay nada de especial en él. —«Nada que ustedes pudieran entender al menos».

—¿Y en verdad se llama Deku? —Preguntó Jirou, recargada contra Kaminari y dejando que éste le jugara el corto cabello que le rozaba el cuello—. Porque francamente...

—Su nombre real es Izuku Midoriya —explicó Katsuki—. Yo fui quien de crío empezó a llamarlo Deku por leer mal el kanji de su nombre.

—Muy poco amable de tu parte si me permites la opinión —comentó Yaoyorozu, y varios de sus amigos asintieron para confirmar su idea.

—Ya. Pasa que apenas estábamos aprendiendo a leer kanjis básicos y cuando descubrí que Izuku también podía leerse como Deku lo encontré de lo más divertido. Era un mierdecilla cualquiera, así que comencé a llamarlo así y nunca me detuve.

—¿Y dices que era tu mejor amigo? —Inquirió Ashido con un resoplido—. Cuesta creerlo.

—Fuimos muchas cosas a lo largo de 10 años —masculló Katsuki—. Amigos, vecinos, compañeros de travesuras, alumnos del mismo grupo, uhm...

Tantas cosas más que Katsuki todavía no podía pronunciar en voz alta, y que por su cobardía se sentía incapaz de admitir. También otras etiquetas que nunca habían sido capaces de reconocer y nombrar, que hoy en día no significaban nada. Probablemente...

El timbre fue la salvación de Katsuki, que se puso en pie y se pasó la mano por el cabello.

—¿Nervioso? —Preguntó Kaminari, y Katsuki le mostró el dedo medio.

—No dejen que el curry se queme —gruñó al sortear piernas para salir de la sala y dirigirse a la entrada de la casa. De pasada se miró Katsuki en un espejo que sus padres habían colgado en el recibidor, y se tomó unos segundos para arreglar su cabello y esbozar una sonrisa que para nada iba con sus facciones y que terminó por desechar. Él no era el tipo de persona sonriente que incitaba a la calidez, y no tenía caso fingir lo contrario.

En su lugar, abrió la puerta y barrió con la mirada a las dos personas que esperaba, aunque sólo de una de ellas podía decirse que él estuviera satisfecho de tener ahí.

—Hola, Kacchan —dijo Izuku, las comisuras de sus labios contrayéndose en lo que podía considerarse una sonrisa, aunque no del todo. En su frente, aparecieron líneas de tensión que dejaba bien en claro que había más trasfondo en sus emociones, y que estar ahí lo incomodaba pero por educación no había rechazado la invitación.

A diferencia de Izuku, Uraraka mantuvo su expresión neutra, pero Katsuki entrevió en sus ojos una mirada de desprecio que era imposible pasar por alto.

—Pasa. Pasen —se corrigió Katsuki al abrir más la puerta y darles cabida en su hogar—. El curry está casi listo.

—¿Picante? —Preguntó Izuku, y Katsuki asintió—. Oh, Ochako no come cosas picantes.

—No importa —murmuró la chica, imitando a Izuku cuando éste dejó su mochila en un estante donde ya había muchas otras más y comenzó a despojarse de los zapatos.

En circunstancias normales, a Katsuki le habría importado una mierda las preferencias de un tercero a quien en primer lugar él no había invitado de buena gana a su casa. Pero la Cara Redonda era la razón principal por la cual Izuku había accedido volver a poner un pie en el hogar Bakugou, así que haciendo de tripas corazón, Katsuki lanzó su mejor oferta a disposición.

—Puedo cocinar algo más para ti —dijo en voz baja—. Mientras tenga los ingredientes a mano...

—No me gustaría ser una molestia —replicó Uraraka; palabras amables, pero el tono no lo era.

Ensanchando las fosas nasales mientras se preparaba para pelear con la chica y hacer que aceptara su jodida oferta de cocinarle, fue Izuku el que intervino y lo zanjó a medias.

—Kacchan es bueno cocinando, Ochako.

La Cara Redonda levantó la vista, y con un pie descalzo y el otro con el zapato a medio sacar, le dedicó una mirada de escepticismo. —¿Ah sí?

—Más te vale elegir qué quieres comer o yo lo elegiré por ti —gruñó Katsuki, y Uraraka paladeo el momento.

—Sorpréndeme —fue su petición, y dejó caer su segundo zapato con fuerza en la madera del genkan.

Aceptando de Katsuki las pantuflas que éste tenía para los invitados, Izuku y Ochako le siguieron por el pasillo y hasta la sala, saludando con timidez al grupo que ahí esperaba.

Las presentaciones y romper el hielo habrían sido de lo más incómodas para todos de no ser porque casi al unísono, Uraraka y Ashido se reconocieron.

—¡Ochako!

—¡Mina!

—¡No lo puedo creer! —Exclamaron con emoción antes de llevarse las manos al rostro y sucumbir ante sus emociones.

Ignorando a Kirishima, que hasta ese momento había estado haciendo hasta lo imposible por vencer su timidez y tomarle de la mano, Ashido se había puesto en pie, y en un gesto afectuoso muy de su estilo se lanzó a los brazos de Uraraka y la estrechó en un fuerte abrazo.

—¡Es increíble que nos volviéramos a ver aquí! —Chillo con gusto Ashido mientras la mecía en su abrazo y Uraraka se lo correspondía con igual efusividad. Al separarse, Ashido se dirigió a los presentes—. Todos, ésta es Ochako, una de mis mejores amigas durante la secundaria.

—¡Tú eres la famosa Ocha-chan! —Exclamó Kirishima a su vez, y Katsuki arqueó una ceja al encontrar reconocible ese apodo. Para mal que nunca prestaba la adecuada atención cuando sus amigos divagaban sobre temas del pasado, así que no recordaba nada más que el nombre y quizá un par de aventuras memorables que habían vivido juntas.

—Ashido nos ha contado tanto de ti —dijo Sero, y Uraraka se cubrió el rostro con ambas manos.

—Oh, me da miedo preguntar la clase de historias que Mina ha compartido con ustedes.

Pasada la excitación de reencontrarse con una vieja amiga, Katsuki presentó a Izuku al resto, y tuvo un traspié al hacerlo.

—Él es De-... Izuku —se corrigió en el último momento, movido por la costumbre, pero Izuku denegó con la cabeza.

—Pueden llamarme Deku. O Midoriya. Como prefieran —dijo al inclinar levemente la cabeza al grupo y mostrarse de lo más cortés.

Uno a uno se fueron presentando, e Izuku asintió con cada nombre y lo repitió para sí y de ese modo memorizarlos.

Al igual que Uraraka, que de pronto se había visto rodeada por Jirou y Yaoyorozu en una animada charla repleta de risitas y buena atmósfera, Kirishima le pidió a Izuku que se sentara a su lado ocupando el espacio vacío de Katsuki, y se dedicó a hacerle toda clase de preguntas respecto a su persona y sus pasatiempos. El resto de sus amigos tampoco tuvieron inconveniente en hacerle espacio al recién llegado, y al cabo de unos segundos se descubrió Katsuki observando la escena desde fuera, como mero espectador. Aquel era un cuadro, y él la persona que podía contemplarlo, pero no se sentía listo para participar. Casi también como si no tuviera derecho a esa ligereza con la que todos charlaban y reían ocasionalmente.

Un tanto decaído de ánimo al percatarse que en realidad bien podía hacer una salida silenciosa, Katsuki devolvió sus pasos a la cocina para cerciorarse del estado del curry en la estufa, y de paso revisar el contenido de su alacena en búsqueda de algo con qué alimentar a la Cara Redonda.

Examinando sus posibilidades, que iban desde una simple sopa de ramen (“Ni hablar, no le cocinaría esto ni a mi peor enemigo, mucho menos a la amiga de Deku”) hasta encontrar ingredientes suficientes para un platillo de 3 tiempos pero que tenía el inconveniente de tardar al menos una hora completa en quedar listo (“¿Me dará oportunidad de sofreír el tofu y cortar una ensalada?), Katsuki se decantó por un punto medio al aprovechar lo que ya tenía a mano. Después de todo, comerían curry con arroz, y habían hecho suficiente como para preparar unos cuantos onigiris.

Poniéndose manos a la obra, Katsuki preparó el relleno con atún y mayonesa, y aprovechando que el arroz ya había quedado desde quince minutos atrás, dispuso todo para empezar a formar las bolas.

Así fue como lo sorprendió Izuku, que se tomó unos segundos antes de anunciar su presencia en la cocina con un carraspeo, y Katsuki alzó la vista con arroz en la mano y un onigiri a medio formar.

—Uh, supuse que estarías cocinando para Ochako, y pensé que podría ayudarte...

El Katsuki del pasado habría gruñido algo como “¿Quién necesita tu estúpida ayuda, Deku idiota?” o algo igualmente ofensivo que de igual manera Izuku no habría tomado a mal más allá de estremecerse un poco y volver a intentar acercarse. El Katsuki del presente era consciente de ello, y a la vez que se sentía incapacitado de volver a sus viejos hábitos, mostrarse como era ahora, la versión pulida de su yo que le había costado todos sus años en preparatoria elaborar, le resultaba tan violento que apretó con fuerza la bola de arroz que tenía en las manos y terminó por hacer que el relleno se asomara por una esquina y que el resultado fuera desastroso.

Con toda certeza, utilizando la experiencia de una vida, Izuku cerró los ojos con fuerza y se preparó para las reclamaciones que estaban por venir, donde Katsuki lo iba a llamar un torpe entrometido o algo similar por haberlo distraído y de manera indirecta provocado que ese onigiri saliera defectuoso, pero no fue el caso. Katsuki observó sus reacciones, y con el corazón pesado por la culpa exhaló con desgana mientras continuaba dándole forma a la bola de arroz para ver si todavía podía salvarla.

—Ven. ¿Podrías, uhm, ayudarme con el alga?

En un contraste con su expresión de antes, Izuku abrió grandes los ojos por la sorpresa de tener a Katsuki pidiendo ayuda, que aunque se trataba de algo de lo más simple, lo significaba todo para él.

—S-Sí, claro —se apresuró a entrar a la cocina y lavarse las manos.

Katsuki se apartó un poco para darle espacio en la mesa, e Izuku no perdió tiempo en cortar con un cuchillo tiras de alga con las que después recubrió los onigiris.

—Seguro que éste todavía es comestible —comentó al llegar al último, la masa deforme que Katsuki no había conseguido reparar del todo, y que en lugar de tener forma triangular, se asemejaba más bien a una bola que ni siquiera guardaba gran parecido con una esfera. Sin embargo, Izuku le dio el mismo trato que al resto y la dejó en el plato.

Con las manos pegajosas de arroz y sin saber bien cómo proceder ahora que no tenía como pretexto estar cocinando para justificar su silencio, Katsuki preguntó:

—¿Le gustarán?

—¿Uh?

—Los onigiris. Los hice de atún y mayonesa porque era lo más fácil. Además —agregó con apuro, retirándose un par de granos de arroz de los nudillos—, pensé que sería mejor preparar algo rápido para que pudiera comer junto con el resto.

—A Ochako le encantarán, puedes apostarlo.

La casa de los Bakugou, si bien espaciosa para los 3 miembros que la habitaban, resultó ser insuficiente para la casi docena de adolescentes que se habían reunido a celebrar el cumpleaños de Katsuki, por lo que fue necesario proveer de sillas y cojines extras para sentarse en el comedor y disfrutar del curry.

Katsuki había tenido la previsión de poner más arroz para onigiris extras, pues eran siempre un éxito, y de eso modo todos probaron de los dos platillos en mayor o menor medida.

En un momento dado, Izuku hizo saber a Ochako que Katsuki había cocinado desde cero aquellos onigiris para ella, y la chica masculló un ‘gracias’ antes de llenarse la boca con uno y masticar exageradamente para eludir tener que pronunciar otra palabra más.

A Katsuki le daba lo mismo. El pináculo de su día hasta el momento era haber pasado unos minutos con Izuku en el fregadero lavando un par de platos y llevando la conversación a temas de lo más neutrales, como sus clases del día y de dónde conocía Katsuki a los amigos que ese día le acompañaban.

A la hora de comer, Izuku terminó tres asientos a la derecha de Katsuki, y éste no pudo evitar lanzarle miradas de curiosidad entre cucharadas, porque costaba creer que después de tanto tiempo hubiera conseguido hacerlo volver a su casa.

Después de la manera en la que Katsuki se había comportado la mayor parte de su amistad, él no se creía con derecho de exigir la presencia de Izuku bajo su mismo techo, y estaba satisfecho por aquella especie de regalo de cumpleaños que era su misma persona sentado a su mesa, comiendo curry y bebiendo abundante agua para aplacar el picor de la paprika.

Katsuki estaba agradecido, y se permitió una tenue sonrisa, que por desgracia la Cara Redonda atrapó en el acto y le hizo merecedor de una mirada de desconfianza, con ojos entrecerrados y frío cálculo tras esos irises castaños. Malhumorado por haber sido atrapado in fraganti, Katsuki desvió rápido la mirada y la clavó en su plato, donde no la volvió a levantar sino hasta terminar de comer.

En un gesto que después le provocaría ansiedad porque detestaba tener la atención sobre él, Kirishima anunció que él y los chicos se encargarían de lavar los platos y secarlos, mientras que las chicas tomaron para sí la tarea de sacar el pastel que habían comprado y encender las 18 velas que lo decoraban.

—Woah, luce delicioso —comentó Ochako—. Y las fresas se ven...

El pastel era uno simple de vainilla con crema, decorado con fresas y espolvoreado con chocolate blanco. No lo que Katsuki consideraría un postre que satisficiera su paladar más inclinado por las comidas picantes, pero no tenía quejas porque sabía que sus amigos habían hecho un fondo común para comprarlo. Era lo usual en los cumpleaños. El propio Katsuki participaba cuando alguien de ambos grupos se acercaba a él a pedirle la cooperación habitual, y por un segundo consideró que como aquel era su último año de preparatoria y él era el mayor de todos, sería la última vez que cumplirían con esa tradición.

—¡Sonríe, Bakugou! —Le atrapó Kirishima justo en el momento en que Katsuki se dejó llevar unos segundos por la melancolía, y no opuso resistencia cuando su amigo le echó encima el brazo y lo estrujó a su lado—. ¿Listo para cumplir con el resto de las tradiciones?

—Ugh... —Fue la respuesta de Katsuki, que sabía mejor que intentar huir para zafarse.

Porque todos ellos eran estudiantes, y salvo Yaoyorozu que provenía de una familia acomodada, el resto no podían permitirse para los cumpleaños nada más que unos cuantos cientos de yenes y su presencia durante aquellos días de celebración. Así que el trato al que habían llegado, y del que Katsuki era quien más se quejaba pero de todos modos terminaba por ceder, era que a falta de regalo se darían un abrazo y un beso como obsequio.

De la selección, que fueran específicamente un abrazo y un beso, Katsuki no tenía queja de uno por encima del otro. Ambos le resultaban irritantes por igual, pero en su grupo de amigos se cocían algunas relaciones que con el tiempo habían florecido gracias no tanto al abrazo, sino al beso entregado casi siempre en la frente o la mejilla, así que la tradición había imperado por encima de sus quejas y era ahora parte de los cumpleaños que todos ellos celebraban juntos.

—Vamos, sabes que en realidad lo disfrutas aunque lo niegues —le chanceó Kaminari al ser el primero en abrazar a Katsuki y plantarle un ruidoso beso en la mejilla que éste se limpió con premura—. Tan dulce como siempre, Bakugou.

—¡Yuck!

Alternándose entre chicos y chicas de sus dos grupos de amigos, Katsuki sobrevivió a aquella excesiva dosis de afecto con resignación y sin grandes aspavientos, impaciente por terminar lo antes posible y olvidarse de aquel show mientras pasaba el mal trago con el té verde bien cargado que Yaoyorozu había preparado. En su repertorio había abrazos (formales como el de Jirou; o que sacaban el aire como los que prefería Kirishima) y besos (entregados con bochorno como le pasaba a Tokoyami; o sonoros y hasta con pintalabios como ocurría con Ashido), pero no era nada diferente a años pasados, por lo que Katsuki sólo contó los minutos para terminar con aquella tradición.

Sin embargo, Katsuki se llevó una sorpresa enorme cuando en la fila se formó Uraraka, y con sequedad le abrazó y besó. Más grande aún fue su asombro cuando Izuku se mordió el labio inferior, y en un gesto en apariencia inofensivo salvo para ellos dos (y la Cara Redonda que entrecerró los ojos en desaprobación), también le echó los brazos sobre los hombros, le dio unas palmaditas en la espalda, y al separarse le besó en la mejilla con suavidad. Apenas un roce, pero al separarse se quedó Katsuki con la impresión de tener una quemadura y por inercia se llevó los dedos al lugar y se tocó para cerciorarse.

—¡Bien, ahora a comer pastel! —Declaró Ashido con un batir de palmas, y entre Sero y Jirou comenzaron a cortar rebanadas y a repartirlas en platitos mientras que Yaoyorozu hacía lo mismo con el té.

La charla volvió a despuntar con el pastel y el té, y se formaron pequeños grupos de 2 ó 3 personas que conversaban entre sí de manera animada sobre diferentes temas. Katsuki apreció todo aquella por la simple razón de que él no se incluyó en ningún grupo, sino que se dedicó a picotear su pastel, separando sus diferentes capas con el tenedor, pero sin mucho ánimo de llevarse nada a la boca.

La tarde se estaba convirtiendo en una experiencia surreal en la cual no se sentía pertenecer. Igual que si se tratara de un espectador externo, Katsuki se apreciaba en el comedor de su casa y conviviendo con sus amigos, pero a la vez separado de ellos por un millón de kilómetros e incapaz de romper esa distancia. En completo estado de disociación, Katsuki volvió a la realidad unos segundos cuando escuchó a Uraraka a su lado comentar que lo mejor del pastel había sido el relleno de fresas y crema entre las capas intermedias, por lo que sin pensar le tocó el hombro con unos toquecitos y le ofreció su plato.

—No lo comí ni nada —masculló en voz baja, atento al gesto desconfiado con el que ésta recibió su atención—. Sólo no me gustan las fresas, y mejor que tirarlo a la basura...

Ochako torció la esquina de la boca, pero aceptó su plato. —Gracias...

Cansado de haber hecho de anfitrión por toda la tarde, Katsuki toleró la última hora de su improvisada fiesta de cumpleaños respondiendo con monosílabos a cualquier pregunta que hacían en su dirección o comentario con el que pretendían incluirlo en las conversaciones, y sus amigos pronto comprendieron que él no iba a expulsarlos de mala manera de su hogar, pero que su paciencia había llegado a su límite y quería estar a solas.

Uno a uno se fueron retirando. La primera fue Yaoyorozu, que esa tarde tenía clases de piano, y no tardaron en seguirle Sero y Tokoyami. El resto también lo hizo a su ritmo, y cuando sólo quedaban Kirishima y Ashido, Izuku y Uraraka anunciaron que era su turno de marcharse.

Para cada invitado suyo, Katsuki había acudido a la puerta como buen anfitrión, y esa ocasión tampoco fue la excepción.

En el genkan y con los zapatos puestos, Izuku parecía no muy deseoso de marcharse, como si antes de irse quisiera tener unas últimas palabras con Katsuki en privado, pero caso curioso, también tenía éste la misma impresión de Uraraka, que se marchaba junto a Izuku pero también se hacía la remolona.

—Uhm, necesito enviar un mensaje —dijo Uraraka en un momento de inspiración—. Te espero afuera, ¿sí, Deku?

—Claro.

Saliendo al jardín delantero, Katsuki e Izuku se quedaron a solas, y éste último aprovechó para colgar su mochila de un hombro y rebuscar en su interior hasta dar con lo que buscaba.

—No es tal cual un regalo, pero... Pensé que te gustaría tenerlo —dijo Izuku al enseñarle a Katsuki un llavero que para nada era nuevo, pero que estaba en prístina condición. Katsuki lo recibió, y lo reconoció en el acto.

—Es el premio que te sacaste en aquella máquina de 100 yenes —dijo con admiración, no tanto por el valor del premio que Izuku había conseguido en una máquina gashapon cuando los dos todavía estaban en primaria, sino porque se había tardado un mes completo junto con la mesada de todas esas semanas para conseguir el llavero de All Might.

De hecho, All Might había sido la razón por la que ellos dos congeniaran el primer día en el jardín de infancia, cuando Katsuki se acercó a Izuku durante el recreo para jugar con sus muñecos de acción idénticos. Por aquel entonces, los dos estaban obsesionados con aquel anime que pasaban por las tardes, donde All Might era un superhéroe defensor de la humanidad y prototipo de lo que a los dos les parecía la persona más genial del mundo incluso si era de ficción.

La obsesión por aquel anime había durado sus buenos años, y Katsuki incluso conservaba su muñeco de acción y algunos objetos de colección de los que no se desprendía por simple nostalgia, pero eran pertenencias que mantenía en una caja en lo más profundo de su armario porque su mera visión le recordaba a Izuku, y hasta hacía una semana ese recuerdo era muy doloroso...

—Siempre supe que lo querías —dijo Izuku con sencillez—. Y justo el año pasado encontré una de esas máquinas y me gasté 800 yenes probando suerte hasta conseguir el mismo premio. Pensé que si alguna vez tú y yo... En cualquier caso, es tuyo. Así tendremos el mismo, como aquellos muñecos, ¿recuerdas? ¿De cuando íbamos juntos en el jardín de infancia y-...?

—Y jugábamos en la caja de arena contra toda clase de villanos imaginarios —completó Katsuki la oración, e Izuku sonrió con apuro pero también con deleite.

—Sí, exacto.

—Deku, yo-...

—Gracias por haberme invitado a tu fiesta de cumpleaños —le interrumpió Izuku con la voz ligeramente aguda—. Fue divertido. Y tus amigos muy agradables. Me alegra haber estado aquí y... formar parte de esto. Adiós.

—Espera... —Intentó Katsuki detenerlo, pero Izuku se le adelantó abriendo la puerta, y con una sonrisa y una leve inclinación, salir de su vida con la misma facilidad que había entrado después de tantos años.

Katsuki se quedó confundido, clavado en el genkan sin comprender cómo había desperdiciado aquella oportunidad de sugerir que volvieran a verse, quizá ellos dos solos, quizá con amigos si es que Izuku así lo prefería. Katsuki no iba a ponerse quisquilloso, sólo quería la oportunidad de pasar tiempo a su lado y tratar de enmendar lo que alguna vez habían tenido, pero tenía la vaga impresión de que no iba a ser tan fácil como él hubiera preferido.

Todavía en el genkan y con un gesto hosco plantado firmemente en sus facciones, Katsuki se llevó una sorpresa más cuando alguien tocó a la puerta, y al abrir, descubrió a Uraraka ahí plantada.

—Le dije a Izuku que había olvidado mi sombrilla —murmuró señalando el objeto en el estante de los zapatos, y Katsuki se la entregó, pero Uraraka se demoró unos segundos más—. Era mentira, no la olvidé. En realidad la dejé adrede porque quería decirte algo.

«Oh, esto promete...», pensó Katsuki, listo para recibir lo que él suponía que era un ataque directo. No en balde la Cara Redonda le había golpeado con el puño en el pecho la primera vez que se presentó en U.A. para hablar con Izuku. La chica era consciente de sus debilidades, pero eso no le restaba a su instinto protector, y Katsuki se preguntó por un momento si acaso ella e Izuku no estarían juntos...

Sin embargo, Uraraka no siguió la ruta que Katsuki había trazado para ella, sino que le pidió encontrarse al día siguiente en una cafetería que éste reconoció por estar cerca de la estación del tren y que era un punto medio para ambos.

—Si no vienes te consideraré un cobarde —dijo la chica con tenacidad en sus ojos—. Y puedes apostar que haré lo que sea para impedir que vuelvas a acercarte a Deku, ¿lo has entendido?

El Katsuki de un par de años atrás habría tomado aquella amenaza como un reto para desmentirla, pero el Katsuki actual tenía claro una cosa: Que Uraraka podía no impedirle realmente volver a encontrarse con Izuku, pero sería un obstáculo crucial para conseguir sanar lo que alguna vez había existido entre ambos, así que...

—Ok. ¿Cinco en punto?

—Cinco en punto.

Y así zanjaron esa cita.

 

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Notas finales:

Katsuki en su mejor comportamiento no es sólo para ganarse a Izuku, sino también a Ochako, pero no va a ser fácil. ¿Y cuánto apuestan a que la Bakusquad y Dekusquad están destinadas a fusionarse? Pero habría qué ver quiénes faltan por aparecer en escena en los siguientes capítulos.
Nos vemos el jueves (con comentarios) o el próximo martes (sin), pero de que tienen chap. nuevo lo tendrán :)
Graxie por leer~!


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