Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

5.- Citas que no son y novios que sí/no son.

 

Katsuki llegó a su cita con la Cara Redonda 5 minutos antes de la hora y escogió para ambos una mesa apartada del resto y en un rincón. Suponía él que cuanto menos llamaran la atención en el local sería lo mejor, y sobre todo quería evitar cualquier insinuación de que ellos dos se encontraban ahí para una cita. Porque no era el caso. Al menos no una cita cita, sino... Una especie de duelo de palabras. Sí, eso se escuchaba mejor.

Pidiendo un vaso de agua mientras esperaba a Uraraka, Katsuki sacó su móvil y se dedicó a revisar las fotografías que sin darse cuenta se habían tomado la tarde anterior en su casa. Katsuki era del tipo que hojeaba las imágenes y las borraba, pero en esa ocasión se tomó su dulce tiempo en revisar una por una, siempre a la cacería de cualquier atisbo de cabello oscuro y con tintes verdosos que pudiera aparecer de improviso, ya fuera en primer plano o fuera de poco. En realidad Izuku salía en algunas fotografías, casi con la misma regularidad que el resto de sus amigos, y Katsuki se dio a la tarea de ampliar esas imágenes y observar a su antojo cada pequeño detalle suyo.

A Katsuki no le pasó por alto la mano derecha de Izuku, que éste escondía cuando le era posible, pero que por ser también su mano dominante salía a cumplir sus funciones cuando tomaba o sujetaba algo, y que daba la impresión de lucir afeada con abundante tejido cicatrizado. Sus dedos se podían ver un poco torcidos, por no mencionar dos líneas de diferente color que aparecían a cada lado y que daban la impresión de haber sido de lo más dolorosas.

Con toda probabilidad, Izuku había pasado por cirugía, aunque quedaba investigar si se debía a un accidente o... Katsuki no tenía problemas en visualizar toda clase de escenarios funestos, y cambió de fotografía hasta dar con una en la que él e Izuku se podían ver de espaldas en la cocina. Alguien debió de haberla tomado cuando estaban preparando los onigiris de Uraraka, y Katsuki la encontró fascinante sin poder explicar la razón que le impedía siquiera parpadear.

—Ah, yo tomé esa foto —dijo una voz a su lado, y Katsuki se sobresaltó al descubrir a la Cara Redonda demasiado cerca de él como para que fuera de su gusto.

Atrapado en una situación que él consideraba de lo más comprometedora y de la que no podía (ni quería) dar explicaciones, Katsuki apagó la pantalla del móvil y se apresuró a guardárselo en el bolsillo.

Uraraka exhaló con pesadez, y procedió tomar asiento frente a él en esa mesita para dos.

A ojos de terceros, seguro que Katsuki y Uraraka pasaban por una pareja en una cita. Los dos vestían ropas casuales, y sus estilos no eran tan diferentes entre sí. Katsuki se había esmerado buscando una camisa en su repertorio y zapatos limpios, mientras que Uraraka vestía una falda larga y de sus muñecas tintineaba una pulsera que atrapaba la luz.

—Bienvenidos a Nekotan —se apresuró una mesera a atenderlos—. ¿Hay algo que les pueda ofrecer? Este mes tenemos promociones especiales para pareja, además de una amplia selección de granos de café importados.

—Gracias, prefiero un té —dijo Uraraka, eligiendo un té verde con jazmín y una rebanada de pastel de zanahoria.

Katsuki por su parte pidió un té negro, y tras repasar el menú impreso en el servilletero con las especialidades del mes, un panecillo de moras.

La mesera anotó sus órdenes prometiendo volver en la brevedad posible, y al marcharse los dejó con la palpable incomodidad de ser virtuales desconocidos pero con Izuku como punto en común. O mejor dicho, con Deku como denominador.

—Bien —abrió Katsuki la boca—. Aquí estoy. ¿De qué querías hablar conmigo?

Uraraka infló las mejillas, debatiéndose entre varios inicios que había ensayado en las últimas 24 horas de vida, y que de momento habían abandonado su cabeza en ese instante.

—Quiero que te alejes de Deku —fueron sus primeras palabras, y Katsuki se guardó de una respuesta agresiva porque entonces su mesera volvió trayendo consigo sus órdenes.

—Estoy a sus servicio para cualquier otro pedido —dijo la chica antes de volver a retirarse de la mesa.

Katsuki colocó su puño izquierdo sobre la mesa. —No.

—Sé todo de ti, Kacchan —dijo Uraraka, utilizando de vuelta ese tono melifluo con el que pronunciaba aquel apodo que sólo pertenecía a los labios de Izuku—. Deku me lo ha contado, y no merece volver a pasar por lo mismo, igual que tú tampoco mereces volver a ser su amigo.

—Eso no te incumbe.

—¿No? Porque no eres el más indicado para decidirlo.

—¿Y tú sí?

—Yo he estado para Izuku en estos últimos años.

—Y yo una vida completa antes de eso.

—Claro, y el daño que causaste todavía sigue ocasionando estragos —dijo Uraraka de lo más acalorada, y en las mesas cercanas, unas cuantas personas se giraron en su dirección con curiosidad—. Lo digo en serio: Mantente lejos de Izuku. Si alguna vez te consideraste su amigo, lo harás.

—Lo que dices no tiene sentido...

—Seré clara contigo —dijo Uraraka, bajando la voz hasta casi convertirla en un susurro—. Izuku ha tenido que aprender a vivir su vida desde cero, sin ti. ¿Puedes imaginar siquiera lo que es eso? —Uraraka no esperó su respuesta y prosiguió—. Puede que éste sea apenas mi tercer año de conocerlo, pero puedo decir con causa de razón que Izuku ha dado todo de sí para llegar a donde se encuentra, para convertirse en la persona que es hoy en día, y sus avances sólo han sido gracias a tu ausencia.

—No sabes de qué hablas...

—¿Eso piensas? —Uraraka sujetó su taza de té con ambas manos, y Katsuki apreció el temblor de sus dedos tanto como la manera peculiar que tenía de separar los meñiques para que no tocaran la cerámica—. Claro... No has cambiado en lo absoluto.

—No me conoces.

—Puede que no de la manera tradicional, ésta es apenas la, ¿qué, tercera vez que cruzamos palabra?, y sin embargo conozco tantas historias de ti. Deku te pinta como un héroe, el mejor amigo y confidente que alguna vez tuvo en el mundo, pero tampoco oculta el daño que le hiciste, ¿sabes?

Katsuki apretó la mandíbula, y Uraraka no se demoró en clavar un clavo más.

—Y también están las secuelas...

—No tienes ni idea de lo que-...

—¡Basta! —Le paró Uraraka en seco, y más personas a su alrededor se removieron incómodos en sus asientos por lo que seguro pensaban que era la pelea de una pareja que no sabía controlar su temperamento.

Apretando los labios en una fina línea, Katsuki consideró sus opciones: Negar la realidad o admitirla. Porque hasta el momento la Cara Redonda no había dicho nada que resultara una mentira, y Katsuki se convertiría en un cobarde de marca si pretendía defenderse de acusaciones que bien sabía eran realidad.

—¿Qué te contó Deku exactamente? —Inquirió Katsuki, cogiendo su tenedor y cortando un pedazo de su panecillo—. ¿Que solíamos ser amigos y yo lo traté como basura? ¿La razón por la que me empeciné en llamarlo Deku sin parar? —Katsuki aplastó el pedazo de pan con el tenedor hasta deformar la masa—. ¿Los falsos amigos por los cuales lo cambié, o que esos amigos también eran mis compinches para torturarlo? —Clavando el tenedor a la mitad del pan, Katsuki partió la pieza con enojo—. ¿Te habló de todas las veces que le grité, lo empujé y hasta le quité la mesada? ¿De cómo nunca lo defendí a pesar de seguir llamándome su amigo o-...?

—Sé incluso de sus sentimientos por ti —lo interrumpió Uraraka en voz baja, apenas perceptible, pero lo suficientemente audible como para hacer callar a Katsuki—, y que lo rechazaste. Que fue ahí cuando decidió que estudiaría en U.A. en lugar de Aldera, y... lo que siguió después. ¿Puedes tú decir lo mismo?

Con medio panecillo de moras convertido en migajas, Katsuki guardó silencio mientras Uraraka se llevaba su taza de té a los labios, bebía un modesto sorbo, y volvía a arremeter sin compasión.

—Deku ahora tiene amigos, verdaderos amigos, y harías bien en guardarte tu remordimiento y apartarte de una vez por todas de su vida. Porque de eso se trata, ¿no? ¿Sientes culpa por lo que pasó y ahora que pretendes hacer borrón y cuenta nueva sólo te falta conseguir su perdón para sentir que el pasado es tan efímero como para fingir que todo el daño que le infligiste nunca ocurrió?

—Yo no-... Eso no-... ¡No se trata de eso, caray! —Resopló Katsuki, y al soltar el tenedor, éste repiqueteó contra el platillo—. Mis intenciones no son esas.

—¿Y cuáles lo son entonces? —Presionó Uraraka por una respuesta, firme al mirarlo directo a los ojos y no dejarse amedrentar—. Ni siquiera te has disculpado como es debido con él.

—Eso no es asunto tuyo.

Depositando con fuerza su taza sobre la mesa y ocasionando una salpicadura de té caliente, Uraraka se encendió todavía más.

—¿Qué no es asunto mío? ¡¿Pero tuyo sí?!

Frustrado porque era más que evidente que no iban a llegar a ningún lado con aquel remedo de conversación que sólo estaba subiendo de nivel e incomodando a los demás clientes de la cafetería, Katsuki se puso en pie y depositó sobre la mesa un billete para pagar la consumición de ambos.

—Quédate el cambio —le dijo a Uraraka, y salió cuanto antes del local, aspirando aire fresco con urgencia apenas se encontró en la calle.

Metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y pateando el suelo con enojo, Katsuki se dispuso a volver a casa con el fracaso sobre los hombros cuando la puerta de la cafetería se volvió a abrir y Uraraka le retuvo con una mano sujeta en su codo.

—Kacchan.

—¡No me llames así! —Explotó Katsuki, dándose media vuelta y soltándose del agarre de la chica—. ¡Sólo Deku puede llamarme de esa manera! Y ya que estamos, deja también de usar ese apodo. No te pertenece, porque más que lo intentes, nunca perderá su significado original.

Uraraka bajó despacio su mano, y tras tragar saliva con dificultad, masculló: —En verdad eres tan malhumorado como Izuku te describió.

—¡Basta ya de eso! —Arremetió Katsuki de vuelta, avanzando un paso en dirección a Uraraka y forzando a ésta a retroceder por igual—. Me llamas y aquí estoy, pero si crees que voy a quedarme de brazos cruzados mientras la única versión de esta historia de dos que tomas en cuenta es la del jodido Deku, entonces estás muy pero muy equivocada.

—Hazlo entonces —dijo la chica—. Cuenta tu versión y hazlo bien. Porque si la mitad de lo que Izuku me dijo de ti es verdad entonces no entiendo por qué esa terquedad tuya de volver a verlo. ¿No te bastó el daño que ya lo hiciste antes?

—No podrías entenderlo...

—Puedo que no, pero... ¡Pero quiero hacerlo! —Uraraka se sorbió la nariz, y entonces apreció Katsuki la humedad excesiva de sus ojos y que pronto se acumuló en sus pestañas inferiores—. Es mi deber como amiga cerciorarme de... de todo.

—Todo lo que Deku te haya dicho es verdad —dijo Katsuki, convencido de que si podía confiar en alguien para contar una historia plagada de verdad, ese era Deku—. Cada detalle lo es.

—Entonces tampoco puedes ser tan malo... —Murmuró Uraraka, el labio inferior temblándole incontroladamente. Una primera lágrima rodó por su mejilla, y luego otra idéntica hizo lo mismo sobre su otro lado—. Y no tienes idea lo confuso... lo doloroso que puede ser escuchar a alguien hablar con afecto de una misma persona que lo torturó sin parar por varios años y a la vez...

Apretando las manos dentro de los bolsillos, Katsuki amagó huir, pero Uraraka fue más rápida que él al impedírselo. Sujetando a Katsuki por el brazo, le impidió moverse.

—Ayúdame a entender... —Murmuró con pesar—. Explícame cómo es posible.

—No te debo nada —gruñó Katsuki—, y eso incluye cualquier explicación que creas merecer. Si Deku te contó su versión de... nosotros, que así sea. No cambiaré ni una palabra.

—¿Incluso la parte en la que le rompiste el corazón?

Katsuki abrió la boca para refutar, pero ningún sonido salió de sus labios. En su lugar, fue como si un puño invisible le hubiera dado de lleno en el estómago y le hubiera sacado el aire.

—¿E-Eso fue lo que D-Deku te contó? —Trastabilló Katsuki con las palabras, y Uraraka aflojó un poco su agarre como de tenaza de su brazo.

—Fue un error sugerir esta cafetería —dijo Uraraka como si nada de lo ocurrido en los últimos 5 minutos hubiera transpirado entre ellos dos—. ¿Podemos caminar?

Y sin esperar una respuesta, entrelazó su brazo con el de Katsuki y lo obligó a caminar a su ritmo.

 

—Debes de entender que si consideré mi obligación moral entrometerme entre tú y Deku y actuar como intermediara no es sólo para satisfacer mi curiosidad —dijo Uraraka, luego de casi 15 minutos que ella y Katsuki tenían caminando todavía agarrados del brazo.

Habían pasado de largo de varias tiendas y locales diversos, abandonando el distrito comercial para adentrarse en una vereda donde abundaban los árboles y soplaba una brisa fresca.

Era la primera vez que Katsuki se encontraba en aquel tipo de circunstancias con alguien del sexo opuesto. Antes de Deku no había estado con nadie, y después había sido lo mismo, de tal manera en que encontró perturbador el roce ocasional que su brazo hacía con el costado de Uraraka, el bulto que era uno de sus senos y que no despertaba en él ninguna clase de sentimiento particular.

Hoy en día, Katsuki no tenía problema en asumir que era gay. Porque lo era, ¿y qué? Pero llegar a esa conclusión, asumirla como su realidad, le había costado mucho más que eso. Años, de hecho, muchas horas de introspección, y también a Deku. Ninguno de sus amigos estaba al tanto, pero Katsuki no dudaba que sus reacciones variarían dentro de una escala positiva: Algunos con conocimiento de causa porque lo sospechaban al no demostrar él ningún interés por la ocasional chica que se acercaba a él pidiendo una oportunidad para salir juntos, otros con tranquilidad porque no estaba en su naturaleza discriminar, y quizá los menos con algún tipo de reacción exagerada pero celebrando su valor.

En todo caso, Katsuki estaba tranquilo. Era su secreto mejor guardado, pero ya no uno que le hiciera sudar frío ante la mera posibilidad de que saliera a la luz. Simplemente era la realidad que le había tocado vivir, y con unos padres que seguro lo aceptarían sin problemas, y un grupo de amigos que estarían ahí para él en las buenas y en las malas, Katsuki había creído estar libre de cualquier temor que girara en torno a su sexualidad.

Qué equivocado había estado...

Apenas media hora atrás, Katsuki había dado por sentado que su cita con la Cara Redonda incluiría un par de advertencias de “no te atrevas a lastimar a Izuku” y “te estaré vigilando”, por las cuales en la mayor parte estaba en lo correcto, pero él no contaba con la incompatibilidad en sus caracteres, y que después se tomarían del brazo y darían un paseo por los alrededores de Musutafu como un par de novios.

—¿Tienes que cogerme del brazo para hablar? —Farfulló Katsuki, y Uraraka le apretó con más fuerza el antebrazo.

—Si tuviera confianza de que no fueras a huir no sería necesario, pero...

—Vale, lo entiendo —gruñó Katsuki sin negar su posible ruta de evacuación—. Sigue hablando.

Uraraka inhaló profundo, y lo sorprendió con las palabras que Katsuki jamás creía haber podido merecer jamás.

—Te tiene en gran estima; Deku, quiero decir.

—Pensé que te había contado, pues... Todo.

—Al menos una buen parte —admitió Uraraka—. Es obvio que mucho todavía lo guarda dentro y para sí nada más. En cualquier caso, no mintió por tu beneficio, pero consigue colocarte bajo una luz benevolente incluso si tus acciones no hablan por ti de esa manera.

—Yo-...

—Sé que lo acosabas en la escuela —le interrumpió Uraraka—, y que también eras su mejor amigo. Vaya combinación... ¿Y todo con el afán de encajar con un grupo de rufianes que no conocían nada mejor que meterse con los más débiles?

—No lo entenderías.

—No, puede que no —dijo Uraraka tras una pausa—. Yo era como Deku en la secundaria, ¿sabes? También había unas chicas en mi curso que aprovechaban cualquier oportunidad para molestarme y hacerme sufrir, pero lo que tú le hiciste a Deku iba mucho más allá.

—Lo sé.

—¿Y?

—Lo siento.

—No es a mí a quien deberías decírselo.

—Estoy practicando Para cuando... —Murmuró Katsuki—. Lo hago desde hace por lo menos un año esperando la oportunidad perfecta para hacerlo como es debido.

—¿Y para qué esperar? Deku es bueno desde lo más hondo de su corazón, y puedo decirte que no te guarda ninguna clase de rencor. Su manera de contar tus abusos... “Kacchan tenía que hacerlo” o “Kacchan se vio forzado a llevarlo a cabo” te pintan de manera mucho más amable de lo que mereces.

Katsuki chasqueó la lengua. —Típico de Deku.

—Pero es parte de su encanto —dijo Uraraka—. Parte de lo que lo hace él mismo. Deku, como tú lo llamas.

—Tú también lo haces.

—Oh, pero mi Deku es realmente otro. Dekiru como en...

—... ‘puedo hacerlo’ —completó Katsuki con un nudo en la garganta.

Realmente, si había alguien capaz de conseguirlo, ese era Izuku.

Deku.

—Exacto. Y al parecer él estaba determinado de conseguirlo en la preparatoria. Es de los primeros en la clase, ¿sabes? Y se ha ganado la lealtad de todos. Cuesta creer que él es la misma persona que describe en sus historias, asustadizo e incapaz de pelear de vuelta.

—No habría sido lo más listo de su parte. Shigaraki y su pandilla no tenían compasión contra quienes los desafiaban. Eso los habría hecho enfurecer más en su contra.

—¿Y acaso la tuvieron por Deku?

—... no.

—Deku me contó una vez que ustedes dos... —Una pausa, que Uraraka aprovechó para mirar en su dirección y examinar su rostro de perfil—. Que solían estar juntos...

Katsuki hizo un ruido gutural que lo confirmó; su admisión más dura hasta el momento.

—¿Entonces era cierto? Oh, vaya... No es que no creyera a Deku, porque lloró como nunca cuando lo compartió conmigo, pero escucharlo de ti es... Wow.

—Si sólo quieres cotillear...

—No negaré que satisfacer mi curiosidad está en los primeros puestos de mi lista, pero mi meta para hoy es simple: Advertirte de mantener tu distancia y no molestar más a Deku.

Katsuki bufó. —¿Y si decido ignorarte?

Uraraka pateó una piedrecilla en el camino. —Obviamente no puedo impedírtelo... Sin embargo, no soy la única amiga de Deku. Él ahora tiene más y mejores amigos que tú, y puede ser que acuda en su ayuda para que intervengan y te hagan reconsiderar tus intenciones sobre él.

—¿Me estás amenazando, Cara Redonda? —Gruñó Katsuki, y Uraraka lo ignoró para con su mano libre tocarse una mejilla—. ¿Pensaste que tu plan de actuar como mafioso de pacotilla funcionaría? Porque no podrías estar más equivocada.

—Es Deku el que cree en las segundas oportunidades, no yo. Y con toda certeza acudirá a tu lado cuando lo llames; así es él, y sería detestable de tu parte que te aprovecharas de su gran corazón.

—¿Y qué sin mis intenciones son buenas?

Uraraka suspiró. —¿Y lo son en realidad?

Para eso no tenía Katsuki una respuesta válida. ¿Lo eran? ¿Iban más allá de una autosatisfacción por obtener el perdón de Izuku y cambiar de capítulo en su vida o...?

—Intento que lo sean —replicó Katsuki con mordacidad, y Uraraka asintió para sí.

—Supongo que tendrá que bastar...

—¿Y quién te crees tú para decidir así en su vida, su madre? —Le espetó Katsuki con irritación, parando de golpe, y en un instante de frustración, retirando su brazo de su agarre con un brusco tirón—. No lo infantilices. Si Deku quiere mandarme a la mierda, él puede hacerlo por su cuenta. La fachada de la buena amiga que se escuda bajo la excusa de velar por su bienestar es de lo más patética.

—Lo sé —dijo Uraraka, manteniendo la vista al frente incluso si su voz temblaba—, pero no sé cómo más ayudar. Es fácil desde tu posición llamarme entrometida y exigir que sea Deku el que vaya contra su naturaleza y te haga saber por las malas que quizá ya no quiere ser más tu amigo.

—¿Quizá?

—Puede que albergue todavía otra clase de sentimientos por ti más allá de lo platónicos. ¿Y qué harías en ese caso, cómo procederías?

—Ni idea —respondió Katsuki—, pero lo enfrentaría llegado el momento.

Cruzando los brazos frente a sí y dándose un medio abrazo, Uraraka asintió una vez. —Ya veo...

Que si entendía o no el meollo de los asuntos de Katsuki, ninguno dijo más al respecto.

 

Katsuki llevó a Uraraka a la estación del tren porque se había hecho tarde y oscurecido. En Musutafu las calles eran seguras casi a cualquier hora del día o la noche, pero Katsuki iba rumiando un par de oraciones que ensayó sin parar en su cabeza a modo de despedida, y que la Cara Redonda desbarató sin problemas en la parada, con el tren acercándose despacio por las vías.

—L-Lo... —Uraraka entrelazó las manos al frente y se inclinó en un perfecto ángulo de contrición—. ¡Lo siento por entrometerme donde no me llamaban!

Anonadado por el repentino cambio de humor entre ellos dos, carraspeó. —No hagas eso, Cara Redonda. Me estás avergonzando.

—Fue una imprudencia de mi parte pretender que sabía más que tú o Deku de sus asuntos e intervenir como lo hice —continuó Uraraka sin levantar la cabeza.

Katsuki le dio un golpe con uno de sus nudillos en la cabeza, y Uraraka se atrevió a levantar un poco el rostro.

—Al menos tus intenciones eran buenas.

—¡Lo son! ¡Nunca pretendí lo opuesto!

—Entonces deja esa tonta reverencia y vete a casa de una vez —farfulló Katsuki, abrumado no sólo por la tarde que había pasado en compañía de Ochako Uraraka, sino por la sonrisa trémula que ésta la dedicó.

—Eres justo como Deku te describió...

—Eso ya lo dijiste antes.

—Pero esta vez es algo bueno. Kacchan es amable a su manera —dijo Uraraka, y aunque no utilizó ninguna inflexión particular que delatara aquella oración como tal, Katsuki podía apostar a que eran palabras textuales, sílaba a sílaba de las que Deku hubiera utilizado para hablar de él—. Quién sabe, tal vez ésta sea la oportunidad que ambos necesitaban para hacer las paces o seguir adelante. El tiempo lo dirá.

—Qué bobada —gruñó Katsuki, que la empujó a las puertas automáticas del vagón que tenían más cerca y la hizo entrar—. Ya vete de una buena vez.

—Bye-bye, Kacchan —se despidió Uraraka con una sonrisa insegura y moviendo la mano de lado a lado.

Y aunque después lo negaría, Katsuki correspondió el gesto hasta que las puertas se cerraron y el tren emprendió su marcha.

 

A tiempo para la hora de la cena, Katsuki regresó a casa con los pies cansados luego de caminar por horas y con el corazón pesado. A sus padres les mintió diciendo que había comido fuera, y con desgana se escondió en su habitación, acostándose en la cama con las manos entrelazadas tras su cabeza.

Su cita con la Cara Redonda («Ew, ¿cita, en serio?») había resultado a la vez mejor y peor de lo que había supuesto en un inicio, y Katsuki no conseguía inclinar la balanza hacia ningún lado mientras analizaba su conversación de horas atrás en búsqueda de... ¿Pistas? ¿Indicios? ¿Al menos una señal de no haberla cagado más de lo habitual?

Katsuki no podía dejar de pensar si su cita con Uraraka sería del dominio de Izuku a esas horas, o sería algo para contarle al día siguiente. O peor, nunca y tener que lidiar con la incertidumbre de un día que podía jamás llegar.

En todo caso, Katsuki se sentía inquieto, y ninguna técnica de respiración o meditación que probó de su tiempo paseando por YouTube en búsqueda de tutoriales para lidiar con su ira contenida funcionó. Rodando en su cama hasta quedar bocabajo en la almohada, Katsuki consideró la posibilidad de asfixiarse a sí mismo y terminar con aquella incertidumbre, pero morir sin una respuesta clara no estaba en sus planas, así que con determinación de probar una medida desesperada, se inclinó al borde de su cama y tanteó el piso hasta dar con su móvil.

De la correa de su funda pendía el llavero de All Might que Izuku le había regalado apenas 24 horas atrás, y acariciando la figura de plástico se hizo de valor para encender la pantalla y buscar en sus chats recientes aquel que podría darle una solución.

 

KB: Hey...

 

Katsuki no esperaba una respuesta inmediata. De hecho, no esperaba ninguna clase de respuesta. Cuanto más pensaba en el daño que le había provocado a Izuku en todos aquellos años en que había negado ser su amigo frente a terceros y actuado acorde a esas palabras, más se resignaba al silencio, y sin embargo...

 

IM: ¡Hola!

IM: :)

 

La sonrisa, incluso conformada por dos caracteres que por separado no significaban gran cosa provocó en Katsuki una respuesta visceral, y de paso que las comisuras de su boca se curvaran ligeramente hacia arriba.

 

KB: ¿Puedes hablar?

 

Katsuki había escrito “¿Quieres hablar?”, pero la negativa a su nueva formulación sería menos dolorosa.

 

IM: Claro. ¿Qué pasa?

KB: No gran cosa.

KB: Pensé que podría contactarte y ver cómo estabas.

IM: Bien.

 

Katsuki contempló la pantalla por varios segundos, pero no parecía que Izuku fuera a escribir más.

—Esto fue una terrible idea —masculló para sí; pese a todo, redactando por su cuenta.

 

KB: Hoy me reuní con Uraraka.

 

La pausa entre ese mensaje y el siguiente de Izuku se prolongó de manera agónica. Katsuki ya se había resignado a perder su atención cuando el móvil vibró en sus manos y un nuevo texto apareció.

 

IM: Ella no me lo mencionó.

IM: ¿Fue una especie de cita?

 

«¿Lo fue?», se cuestionó Katsuki no por primera vez, pero sus pulgares eran más rápidos que su mente.

 

KB: Algo así.

KB: ¿Conoces la cafetería cerca de la estación Toraburu?

IM: No imaginé que ahora fueras del tipo que bebé café. Ochako no lo es tampoco.

KB: Ya. Bebimos té.

 

Eso si apenas darle un sorbo a su taza y dejarla sin más en la mesa contaba como consumo.

 

IM: ¿Y volverán a verse?

KB: No lo creo. Espero que no.

IM: ¿Y eso?

KB: Da miedo.

KB: No es la clase de chica con la que me gustaría verme a solas.

 

Por espacio de varios minutos, Katsuki observó en la pantalla “IM está escribiendo un mensaje” sin que ningún otro más apareciera en su chat. A punto estaba de reclamarle su lentitud para redactar, cuando Izuku se le adelantó.

 

IM: ¿Y cuál es tu tipo de chica?

 

Exhalando una risa ahogada a través de la nariz, Katsuki se lanzó al todo por todo.

 

KB: Creí que las mismas que a ti.

KB: Aunque con todas estas preguntas que haces de Uraraka ahora tengo mis dudas.

KB: ¿Te gusta ella, verdad?

IM: No.

IM: Y en todo caso tengo novio.

 

—¡Carajo! —Con un movimiento brusco, Katsuki por poco se cayó por el costado de su cama al intentar incorporarse de golpe. El corazón le latía en las sienes, y a la vez amenazaba con salírsele por la boca. ¿Un novio? ¿Izuku tenía novio?

 

KB: ¿Novio o novia?

IM: Novio.

KB: ¿Pero como en novio de verdad o...?

IM: Piensa en todo el paquete completo.

IM: Shouto y yo nos tomamos de la mano, salimos en citas, nos besamos, y todo eso.

 

—¿’Todo eso’? —Repitió Katsuki en voz baja para sí, incapaz de formular cualquier clase de pensamiento más elevado. Porque... ¿Qué mundo era ese donde Izuku tenía novio y él de pronto el corazón roto?

 

KB: No lo mencionaste antes.

IM: Realmente el tema no salió a colación.

IM: De hecho pensé en invitarlo a la fiesta de tu cumpleaños (¡te habría preguntado antes si no era un problema, lo juro!) pero es miembro del comité escolar y estaba ocupado.

KB: ¿Entonces es un nerd?

IM: Es el tercero de la clase.

KB: ¿Y tú?

IM: El segundo.

KB: Nerds los dos.

KB: Hechos el uno para el otro.

IM: Puede que tengas razón :)

 

Katsuki encontró molesto que Izuku no reaccionara a sus provocaciones, y lo que era peor, esa estúpida carita sonriente de su último mensaje que parecía burlarse de él.

 

KB: Bien por ti y tu novio.

KB: Si te trata bien, conseguiste lo que querías.

IM: Supongo que así es...

IM: Mi mamá me llama.

IM: Hablemos después, ¿ok?

KB: Lo que sea.

 

Y con un gruñido de frustración, Katsuki apagó la pantalla de su móvil y lo lanzó a sus pies, lo más lejos posible para no tener que lidiar con sus sentimientos embotellados.

 

Izuku había sido el primer amor de Katsuki, y éste tenía una firme convicción de que sus sentimientos habían sido retornados en su totalidad. Juntos habían cruzado líneas y superado barreras, convirtiéndose en la primera vez del otro en un buen número de eventos memorables.

Su primer beso. Su primera vez desnudos. Su primera vez teniendo sexo. Y había otras más insignificantes pero no por ello menos dignas de guardarse en la memoria: Primera vez viendo juntos las estrellas, primera vez acampando en las cercanías de Musutafu, primera vez yendo a la orilla del mar y conociendo el océano.

La lista era larga, y podía extenderse sin parar porque a pesar de todo Katsuki e Izuku habían sido los más cercanos, en las buenas y malas, altas y bajas, en los momentos de crueldad en público y ternura en privado.

Pero... Izuku no había sido el novio de Katsuki.

Hacia el final de su tercer año de secundaria, Izuku había abordado el tema con cautela, sentado a la orilla de la cama de Katsuki después de haber pasado la última hora bajo las sábanas y explorando sus cuerpos.

El que los padres de Katsuki cumplieran jornadas de tiempo completo y ellos dos fueran un par de adolescentes curiosos había contribuido a que desde una edad mucho más temprana que el resto de sus compañeros de clase conocieran las delicias del sexo. Katsuki no dudaba que sus padres le reñirían de enterarse, y de las reacciones de la siempre aprensiva Inko Midoriya mejor ni pensar, pero las cosas eran como eran entre él e Izuku. Lo que hacían o no era asunto suyo y de nadie más, ya fuera en la escuela cuando su agresión hacia él lo cubría de moretones, o en la privacidad de las 4 paredes de su dormitorio donde recorría cada centímetro de su pie con los labios.

Katsuki había asumido que estaban bien así. Que era lo que Izuku prefería, pero entonces Izuku había tenido ya un par de semanas taciturno y sin dar muestras de estar satisfecho. Katsuki había intentado sonsacarle información a base de besos bruscos y abrazos que sacaban el aliento, pero Izuku se había limitado a besarlo con desesperación y rodearlo con las piernas mientras él lo embestía con fuerza.

El orgasmo de aquella tarde había sido insatisfactorio hasta cierto punto.

Katsuki había echado a menos a Izuku acurrucándose a su lado después del sexo, y después había actuado con enojo cuando muchas más horas antes de lo habitual había comenzado a vestirse de vuelta, en silencio.

—Oh, escúpelo de una buena vez por todas —había gruñido Katsuki desde su cama, desnudo salvo las mantas sobre su regazo, las manos entrelazadas tras su cabeza, incluso si el otoño no tardaba en darle cabida al invierno y su piel se erizaba—. ¿Qué mierdas te pasa?

—Kacchan... ¿No has pensado... no has considerado...?

—Dilo ya.

—¿S-S-Somos novios? —Trastabilló Izuku con las palabras—. ¿Somos... algo?

—Eres un perdedor, eso por seguro —respondió Katsuki sin piedad—. ¿Eso es lo que quieres, que seamos novios? ¡Qué tontería! Y qué maldito asco.

—Te escuché decirle a Shigaraki que tampoco somos amigos. Que nunca lo fuimos. Que sólo te daba lástima y que ha sido así desde el jardín de la infancia.

—No deberías de escuchar las conversaciones de los demás.

—No fue mi intención.

—Lo que sea, Deku. No me culpes si escuchas lo que no quieres por estar espiando.

—Yo no-... ¡Oh!

Katsuki se las había ingeniado para hacer a Izuku volver a su cama y olvidarse de esa tonta idea de vestirse y volver a su departamento. Con horas de libertad por delante, a sus anchas para hacer lo que les viniera en gana en el hogar de los Bakugou, Katsuki lo besó hasta vencer una a una sus reticencias y conseguir para ambos otro orgasmo compartido.

Y engañándose de creer que eso lo que Izuku (y también él) querían de aquella relación, ignoró las señales de alarma que le indicaban lo contrario.

 

/*/*/*/*

Notas finales:

Y sólo me tardé hasta el capítulo 5 para que Shouto hiciera acto de aparición y apenas de nombre. Pero esperen más (mucho más) de ese personaje porque ni de broma se la voy a poner fácil a Katsuki para recuperar a Izuku. Esta historia va para largo con 29 capítulos y me tomo bien en serio mi labor de escritora cuando digo slow burn.
Nos vemos el sábado (con comentarios) o el próximo jueves (sin), pero de que hay capítulo lo hay :)
Graxie por leer~!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).