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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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8.- Golden Week I.

 

Momo Yaoyorozu era la típica niña rica con ropa de marca, abundante dinero en la billetera, y el ocasional comentario fuera de realidad con el que a veces asombraba al resto con observaciones como “¿Qué, cuántos miles de yenes puede costar un jugo de ciruela?” o “... y entonces le dije a mi ama de llaves...” que sus amigos ya habían aprendido a sobrellevar sin apenas inmutarse.

Pero, Momo Yaoyorozu no era la típica niña rica al ser generosa desde lo más profundo de su corazón y no tener dobles intenciones con aquellos a quienes consideraba como amigos. Esto lo había descubierto Katsuki a base de conocerla de cerca cuando la banda amateur en la que ellos dos eran miembros se formó, y vaya si le costó.

Katsuki había sido el último a unirse al club, y sólo porque había aceptado el reto de Sero a presentarse a la audición de último momento por un baterista. Él no había tenido planes de unirse a ellos en serio, en parte porque para él la batería era un pasatiempo que cumplía la doble función de ayudarle a eliminar el estrés acumulado, y también porque los restantes miembros de la banda (salvo por Kaminari) pertenecían a la clase de al lado. El temible grupo B en el que se encontraba Shigaraki y su pandilla, y con quienes Katsuki prefería no tener ni la más remota de las conexiones.

Así que Katsuki se había presentado a la audición como un reto a su propio orgullo (y para callarle la boca a Sero) y a cambio los miembros de la banda se habían dirigido a él para pedirle formalmente que se les uniera, a lo que él se negó con miramientos. Y no una vez, sino docenas de veces. Fue quizá que aconsejado por su grupo de amigos que los miembros de la banda se conformaron con hacer no de Katsuki un miembro oficial, sino el baterista de turno que ensayaba con ellos un par de veces por semana. Que para cuestiones prácticas era lo mismo que pertenecer a la banda, pero en acuerdo tácito ambas partes olvidaron mencionarlo hasta que en segundo el profesor encargado del club les pidió una hoja con los nombres de todos los miembros en activo y Katsuki tuvo que dar su brazo a torcer si es que querían mantener el aula porque había un número mínimo de integrantes para que así fuera.

En un inicio, a Katsuki le había costado horrores abrirse con sus nuevos compañeros, que por alguna razón insistían en invitarlo a salir con ellos después de clases, a saludarlo en los pasillos, y a hacerse llamar sus amigos. Uno a uno Katsuki los rechazó con hosquedad, demasiado habituado a estar solo y a maneras más bruscas, pero fue precisamente Yaoyorozu quien menos se lo tomó en cuenta e hizo un esfuerzo deliberado por congraciarse con él a pesar de sus obvias diferencias.

Su éxito consistió en presentarse siempre a la sala de ensayos con 15 minutos de anticipación a preparar té para todos, y conseguir con ello tener un punto de conexión con Katsuki, quien desde la primera vez no pudo rechazar la ridícula taza de porcelana con diseños ingleses que ella le tendió con la misma naturalidad que le ofrecía su sincera amistad.

Así que vale, era un niña rica que a veces podía no tener un toque de realidad y mostrarse mimada cuando hablaba de la mansión en la que vivía y los sirvientes a los cuales estaba bajo su cargo, pero Katsuki ya no tenía problema en reconocer que detrás de la Momo Yaoyorozu que era la heredera de su familia, se encontraba una chica de corazón puro que igual que él estaba dando lo mejor de sí para dejar atrás las etiquetas que la ataban y convertirse en su propia persona.

Katsuki al menos podía reconocerle eso, y fue por ello que al estar a las 6:45 en la estación e identificar a Yaoyorozu en las cercanías, no dudó en acercarse.

—Buenos días, Bakugou —dijo Yaoyorozu con perfecta soltura, y Katsuki le correspondió con un gruñido que era su versión del saludo matinal—. Me alegra mucho ver que te decidieras a acompañarnos.

—Ya, gracias por la invitación.

—De nada. La casa que tienen mis padres cerca de la playa está siempre vacía en esta época del año porque mi familia prefiere viajar al extranjero si hay días suficientes para ello.

—Tsk, niña rica —le chanceó Katsuki, pero sin malicia en su voz, y Yaoyorozu sonrió para sí.

—Supongo que tienes razón. No estaba presumiendo, sólo...

—¿Constatando un hecho? Da igual.

Disfrutando de la quietud de esas horas de la mañana, Yaoyorozu no tuvo problema en hablar con Katsuki de un pedido especial de té que había hecho justo esa semana y que tenía planeado llevar a la siguiente al club una vez que arribara. Enumerando las combinaciones, casi todas ellas con algún tipo de esencia de frutos, Yaoyorozu se perdió en los pormenores, mientras que Katsuki asintió de vez en cuando para hacerle saber que estaba prestándole atención a su manera pero que no tenía mucho que aportar a la charla.

A las 7:05 llegó Kirishima, seguido de cerca por Sero y Jirou. A las 7:15 Ashido se presentó con el rostro rosa del esfuerzo por haber corrido y disculpándose por haber perdido el primer tren, y después juntos llegaron Tokoyami y Kaminari juntos con cara de haberse perdido porque el punto de reunión no había sido uno donde ellos estuvieran antes.

Juntos al fin a eso de las 7:20, Yaoyorozu les informó que su chofer los llevaría hasta la casa de playa de su familia, y sólo entonces tomaron en consideración el único vehículo estacionado en la calle: Una camioneta con asientos suficientes para todos ellos y su equipaje.

—Menos mal que viniste —dijo Kaminari a Katsuki cuando se encontraron en el maletero subiendo su equipaje—. Ya me había resignado a una semana de comer ramen instantáneo y huevos cocidos, pero nos has salvado.

—¿Y quién dice que voy a cocinar para ustedes, uh? —Rezongó Katsuki, aunque sin verdadera convicción. Todos ahí sabían, incluido él, que correría por su cuenta asegurarse de que al menos una de las comidas de su día estuviera a sus estándares, y eso sólo implicaba que sería él quien cocinara y que sólo aprobaría su ayuda si los consideraba aptos.

—Yo prometo masajearte los hombros cada vez que pueda probar tu comida —ofreció Mina.

—Yo igual —se sumó Sero con sorna, y Katsuki torció el gesto.

—¿Y quién les dijo a ustedes dos par de descerebrados que quiero sus asquerosas manos encima?

—¿Y qué opinas de las mías? —Preguntó Kirishima.

—¿O las mías? —Secundó Kaminari, y Katsuki puso los ojos en blanco.

—Sabía que era una pésima idea venir con ustedes.

—No molesten a Bakugou —lo defendió Yaoyorozu con preocupación—. Si quieren podría llamar a mi padre y preguntarle si la cocinera puede regresar un par de días antes de sus vacaciones y-...

—¡Argh! —Resopló Katsuki—. Bien, lo haré. Cocinaré para todos. No tienen por qué hacerme sentir así de culpable por una mujer que ni siquiera conozco.

Celebrando entre ellos haber conseguido su objetivo, todos se subieron a la camioneta con intenciones de empezar el mejor fin de semana de sus vidas.

—¡Es nuestra última Golden Week como estudiantes de preparatoria y debes hacer que cuente! —Celebró Kaminari inclinado entre los asientos delanteros y conectando su móvil al sistema de sonido del automóvil.

Yaoyorozu iba de copiloto, y el resto se acomodó más o menos en parejas de cierto tiempo. O al menos esa fue la impresión que tuvo Katsuki al descubrir a Kirishima y Ashido sentarse contiguos como quien no quiere la cosa, pero con las orejas ardiendo de vergüenza en un profundo color rojo granate. Mismo caso para Kaminari y Jirou, aunque con menos rigidez de trato. Sero quedó justo detrás de Yaoyorozu e iba comentando con ella del posible acomodo de habitaciones en su casa de campo, por lo que a Katsuki le tocó ir al lado de Tokoyami, que al menos tuvo la decencia de colocarse sus gafas oscuras de sol, audífonos, y quedarse dormido incluso antes de que el vehículo arrancara.

—Pobre, prefiere desvelarse y su última conexión a Line fue a eso de las 4 de la mañana. Debe estar cansado —dijo Jirou al cederle su almohada de viaje para que la cabeza no le diera tumbos durante el trayecto.

Katsuki bien podía decir lo mismo de él. La noche anterior le había costado conciliar el sueño, y aunque esa mañana tenía los ojos abiertos en su totalidad, se conocía: apenas salieran a carretera corría el riesgo de quedarse dormido sin importar las curvas o la velocidad.

Dicho y hecho se durmió durante el trayecto de casi 2 horas a la casa de playa de los Yaoyorozu, pero al menos no fue el único. Todos salvo el conductor cayeron en un agradable sopor, del que sólo despertaron cuando la camioneta se estacionó dentro de la propiedad y su chofer anunció que habían llegado.

—Muchas gracias, Tanaka —agradeció Yaoyorozu al hombre cuando éste se bajó para ayudarle con su equipaje hasta la entrada de la casa y después se despidió prometiendo estar ahí por ellos el domingo a eso de después del mediodía.

—¿Qué, nos va a dejar así sin más? —Preguntó Kirishima cuando Tanaka volvió a subir a la camioneta y enfiló en reversa por el mismo camino que había llegado.

Yaoyorozu asintió. —Mis padres consideraron que sería lo adecuado. Confían en mí y en mis amigos para cuidarnos por nuestra cuenta, así que... —La chica ahogó una risita nerviosa—. Uhm, ¿entramos?

A pesar del corto discurso de valerse por sí misma, era obvio que la casa había sido limpiada justo esa mañana. La edificación, que combinaba lo tradicional japonés con lo moderno de occidente, contaba con dos plantas y amplias habitaciones en las que cada pared había ventanales de piso a techo por los que entraba la luz a raudales.

Jirou se apresuró a abrir una de las ventanas que daba hacia el exterior, y al instante pudieron escuchar el sonido del mar.

—Pasando el jardín, la playa está a algo así como 200 metros —explicó Yaoyorozu—. Espero que les guste aquí y se sientan cómodos.

—Gracias por recibirnos —dijeron todos, Katsuki incluido, y pasado el momento de cortesía obligada, procedieron a examinar el espacio con el que contaban.

Yaoyorozu explicó que en la planta baja tenían la cocina (amplia, y con el refrigerador y las alacenas recién surtidas no para 3 días, sino muchos más con toda clase de alimentos frescos y empacados), un comedor que en un inicio parecía quedarse corto de asientos pero que la chica acondicionó por medio de un par de trucos de la estructura y que se convirtió en una mesa con asientos extras en los que cabían el doble de comensales, y una sala semicircular alrededor de la pantalla de plasma más grande que cualquiera de ellos hubiera visto jamás.

—Aquí hay un baño, aunque al volver de la playa también pueden utilizar el que está afuera para enjuagarse y no meter arena a la casa —siguió Yaoyorozu explicando el funcionamiento de la vivienda—. Aquí hay un armario de limpieza, y tras esta otra puerta hay un estudio, aunque no sé si les apetezca pasar a leer.

—Nah —dijo Kaminari con desparpajo, y sus amigos rieron.

El tour por la planta alta fue similar. La casa contaba con un buen número de habitaciones pequeñas pero funcionales en todo sentido. Yaoyorozu explicó que había a su disposición exactamente 10 recámaras, por lo que podían elegir la que les viniera en gana sin tener que compartir. Por unanimidad, las chicas eligieron un ala de la casa, y los chicos tomaron la otra.

Katsuki se decantó por la habitación al final del pasillo, la más alejada del enorme baño que sería compartido entre todos ellos, por la simple razón de que tenía el sueño ligero y no quería verse despertado cada vez que alguien se levantara a echar una meada a medianoche.

—¿Qué opinan si nos cambiamos de ropa, nos ponemos nuestros trajes de baño e inauguramos el agua, uh? —Sugirió Ashido con una amplia sonrisa, y todos coincidieron con que era una idea estupenda para paliar con el calor del día.

Si bien la casa estaba refrigerada, a esas horas el calor apremiaba afuera y el rugir del mar en la distancia fungía como tentación para todos ellos de darse un chapuzón.

Acordando verse dentro de 15 minutos en el jardín trasero, todos se retiraron a sus respectivas habitaciones a medio desempacar y cambiarse de ropa.

Con pies pesados y la verdad es que no mucho ánimo de nada que no fuera acostarse de cara sobre su recién asignada cama, Katsuki se desnudó y vistió con el traje de baño que su progenitora había dejado sobre la silla de su escritorio la noche anterior y con una nota que decía: “Katsuki, noté que tu anterior traje de baño era de hace 2 años y al menos 10 centímetros de estatura atrás así que te compré uno nuevo. Espero que te guste. Mamá.” En sí, el trajera de baño no era tan alejado a sus gustos, porque era de color negro con una discreta línea doble de color naranja a los costados, pero lo que Katsuki no aprobaba del todo era la estrechez y tirantez de la tela. Él prefería trajes de baño holgados, y su madre le había comprado uno de lycra que a su parecer poco dejaba a la imaginación mientras se examinaba en un espejo a su disposición y concluía que el bulto de su entrepierna no estaba para nada disimulado.

—Ugh, ésta me la pagarás, vieja —gruñó Katsuki para sí, colgándose la toalla en el antebrazo y procurando cubrirse lo más posible. Esa era la opción más viable de momento, al menos mientras la tela daba de sí y se soltaba un poco de sus costuras nuevas.

Con todavía un par de minutos ante sí, Katsuki decidió explorar sus nuevas dependencias, y sin importarle mucho la austeridad de su recámara de huéspedes, abrió la puerta corrediza que conducía a su propio balcón privado y aspiró de lleno al vivificante aroma del mar que a esa distancia era posible no sólo de ver y escuchar, sino también de oler.

Recargando los brazos contra la baranda, Katsuki observó el mar al sur mientras a su izquierda el sol apenas hacía su recorrido hacia el cenit. A su derecha en cambio tenía la vista privilegiada de una edificación similar a la de los Yaoyorozu. Dedujo Katsuki sin problemas que se trataba de otra casa de playa que seguro pertenecía a una familia igual de rica, y no tardó Katsuki en corroborar su teoría cuando escuchó otra puerta corrediza abrirse y apareció una persona en su propio balcón a romperle la fantasía de que estaba solo en ese rincón del mundo.

De reojo examinó Katsuki al recién llegado, que sin camiseta y flexionando los brazos en el aire, parecía no darse cuenta de que estaba solo. A Katsuki no le pasó por alto la firmeza de su musculatura, con un cuerpo trabajado aunque no en exceso, pero no fue eso lo que más le llamó la atención (porque vamos, era gay pero ese no era su tipo en lo absoluto) sino su peculiar cabellera, donde la mitad de la cabeza ostentaba cabello rojo y la otra blanca.

«¿Pero qué jodido look es ese?», pensó Katsuki, considerando si 100,000 yenes serían dinero suficiente para convencerlo de hacer lo mismo y al final dictaminando que no. Katsuki no estaba muy versado en cuestión de moda y estilos, contento con simplemente vestirse como más cómodo se sentía, pero creía él que había una diferencia en expresarte por medio de la apariencia (como Kirishima con su cabello rojo y en punta) y otra más que cruzaba una línea cuando tenías que acudir al salón de belleza para pedir un teñido tan extravagante y por demás antinatural.

Sumido estaba Katsuki en esos pensamientos cuando el ocupante del otro balcón por fin terminó de estirarse y reparó en su presencia. Con un leve movimiento de su mano le hizo saber que lo había visto, y Katsuki hizo lo propio con un asentimiento, decidido a entrar cuanto antes de vuelta a la casa porque no le apetecía en lo más mínimo sociabilizar.

De vuelta en su dormitorio, Katsuki vio que ya era la hora, y resultó ser el último en unirse al resto de sus amigos en la planta baja. Las chicas guardaban un poco su modestia con batas de baño y toallas, pero los chicos no tenían ese inconveniente, y como perros salvajes salieron corriendo con dirección a la playa apenas Yaoyorozu abrió la puerta trasera.

—Sólo espero que no consigan una insolación —dijo Jirou al emprender con las chicas y Katsuki un ritmo más lento a través primero del camino de cemento que llevaba a la playa y después sobre la arena.

La playa era una extensión libre de personas a la que sólo los propietarios de las casas alrededor tenían acceso, por lo que estaba inmaculada y sin huellas salvo unas cuantas en el área que le pertenecía a la casa de al lado. Katsuki abrió la boca para preguntarle a Yaoyorozu si conocía al inquilino de enseguida, después de todo tenía la apariencia de ser más o menos de su edad, pero no tuvo oportunidad cuando Ashido se le adelantó.

—¡Bakugou! —Llamó la chica su atención—. Más vale que no seas del tipo de hombre que huye del bloqueador solar, porque con tu piel tan blanca lo menos que conseguirás con este sol es una quemadura de segundo grado.

Katsuki se pasó las manos por los hombros, ya un poco enrojecidos luego de su corta caminata hasta la playa, y torció el gesto.

—No traje bloqueador.

—Por fortuna para ti, nosotras sí —dijo Ashido, que lo obligó a sentarse bajo la sombra de dos enormes sombrillas que los Yaoyorozu tenían para proveer sombra, y posicionándose detrás de él le untó no sólo los hombros, sino la nuca y la espalda, además de obligarle a recibir una buena cantidad de bloqueador solar en las manos e instrucciones de untarse en toda porción de piel que estuviera expuesta al sol.

—Tal vez también deberías de utilizar gafas oscuras —dijo Jirou, sentada a su lado y untándose bloqueador en las piernas con delicadeza.

—Ya, pero no traje las mías.

—Te puedo prestar mi par extra —ofreció la chica, y fue así como Katsuki terminó con gafas de sol y reluciente de bloqueador.

Yaoyorozu no se quedó atrás al obligarle a beber un poco de agua antes de que se marchara con el resto de sus amigos, que en esos momentos ya jugaban en el agua en uno de los típicos juegos de hombres que eran mucho ruido y testosterona. De camino a la línea del mar, Katsuki se cuestionó qué veían las chicas en él para darle un trato diferenciado del resto de los hombres de su grupo, y por un instante consideró si no sería... Pero no. Él nunca había confirmado nada al respecto. Las únicas pistas de eso a su parecer eran unas cuantas chicas cuyas confesiones había rechazado en primer y segundo año sin dar las típicas explicaciones de estar concentrado en sus estudios o tener a alguien más.

En cualquier caso, si eso pensaban de él y por lo tanto lo consideraban inofensivo era poco o nulo lo que Katsuki podía hacer, así que desechó aquellos pensamientos apenas colocó sus pies en la arena húmeda y la primera ola le alcanzó por encima de los tobillos.

El agua estaba helada y el cielo despejado con un potente sol, pero sobre todo, Katsuki se sentía dispuesto a disfrutar de cada minuto de su estancia ahí, así que aceptando la invitación de sus amigos para unirse a un juego improvisado de 3 contra 2 de volibol  se guardó de mencionar que Mitsuki era fan asidua del deporte y él conocía un par de trucos y en su lugar se dispuso a hacer de su equipo el vencedor.

Y lo consiguió.

 

Cerca de mediodía, las chicas les llamaron para comer unos cuantos bocadillos que habían preparado, y todos se sentaron en círculo alrededor de las sombrillas para comer sándwiches de jamón y queso, beber limonada, y aderezarlo todo con rebanadas de la sandía más dulce y jugosa de la que jamás tuvieron la dicha de probar antes.

Los chicos comieron con fruición, hambrientos por un juego de volibol que se había extendido sin parar cuando Katsuki, Kirishima y Tokoyami formaron una triada perfecta de lanzar y recibir el balón, muy para desgana de Kaminari y Sero, que habían jurado no tener problemas con su desventaja numérica y habían acabado perdiendo por un buen número de puntos.

En desconsuelo, Kaminari había conseguido apoyar su cabeza en los muslos de Jirou, y ésta no había tenido inconveniente en aprovechar la situación para brindarle consuelo, ganándose así un par de miradas sabedoras de sus sentimientos mutuos y bien correspondidos entre sus amigos, pero que ese par de idiotas se negaba a reconocer y dar el siguiente paso.

Esa misma situación se presentó entre Kirishima y Ashido, que se sentaron juntos y no tardaron en elogiar sus respectivos trabajos de bronceado en el otro.

—Te ves genial, Eiji —dijo Ashido en voz baja, y éste adquirió un tono sonrosado que competía con el de su cabello.

—Gracias. A ti también se ve te genial, Mina.

—¿No crees que es una lástima tener que lidiar con las marcas de mi bikini? —Coqueteó la chica, haciendo a un lado el tirante de su top para mostrar la diferencia de tonalidad.

—Uhmmm...

—Tal vez sólo debería quitármelo y-...

—Nada de asolearse topless en esta playa —masculló Yaoyorozu con apuro, rompiendo la atmósfera entre ellos dos. Ashido sonrió al ver su táctica de seducción irse directo a la basura, y en cambio Kirishima exhaló aliviado de verse libre de aquel brete tan bochornoso—. Los vecinos podrían verte.

—¿Qué vecinos? —Preguntó Sero, y Yaoyorozu señaló la casa de la que Katsuki había visto al fantoche de cabello bicolor.

—Son unos viejos amigos de la familia. Creo recordar a mamá mencionar que también pasarían la semana aquí, así que es probable que los veamos.

—¿Y hay chicas lindas en ese grupo? —Preguntó Kaminari, que al instante perdió el muslo mullido de Jirou como almohada cuando ésta se paró, y no tan accidentalmente pateó arena en dirección a su rostro—. Ough...

—Ni idea. Eso depende de quién sea —dijo Yaoyorozu, sosteniendo una gruesa rebanada de sandía con ambas manos—. Si es Natsuo, por seguro que sí, aunque creo que ahora tiene novia y no está en Japón. Si vemos a alguien seguro que se trata de Sho-...

—¡AH! —Chilló Ashido de pronto cuando de entre la arena un cangrejo salió sacudiendo sus pinzas, lo que propició que se pusiera en pie, y junto con Jirou ambas se apartaran un par de metros chillando de miedo.

Kirishima no tuvo inconveniente en levantarlo con su mano, y como buen caballero se encargó de alejarlo para que las chicas pudieran volver a sentarse bajo la sombra.

Luego de comer y con deseos de reposar la comida, todos se las ingeniaron para recostarse como sardinas enlatadas bajo la sombra a dormitar un poco y dejar pasar las horas de mayor calor.

Tokoyami se había traído consigo su reproductor de música y por la mayor parte los ignoró con los audífonos bien puestos y moviendo la cabeza al ritmo de lo que seguro era death metal. Tanto Kirishima y Ashido como Jirou y Kaminari se acomodaron en duplas, actuando como parejas aunque abochornándose si alguien se los mencionaba, por lo que el resto guardó silencio para no fastidiar sus avances. Yaoyorozu sacó un libro, que a juzgar por la portada era una puesta de novela clásica y de romance, y no tardó en perderse en su lectura. Sero fue el único que se negó a descansar, y con una cubeta se dedicó a levantar una especie de muralla de arena a su alrededor. Katsuki lo observó un par de minutos, pero con el estómago lleno y ninguna otra necesidad en puerta más que atender sus párpados pesados, no tardó en ceder a la modorra y sin más quedarse dormido.

En lo que le dio la impresión de ser apenas un parpadeo, Katsuki despertó de pronto cuando el sol de la tarde entraba oblicuo bajo la sombra y Ashido rebuscaba en la hielera a su lado.

—Al fin despertaste, bello durmiente —le chanceó con sorna, y Katsuki le gruñó. De tener mayor capacidad cerebral, le habría lanzado un insulto, pero en esos momentos sentía la cabeza algodonosa y la boca seca como si hubiera comido un puñado de arena.

Asido se compadeció de él al alcanzarle una botella de agua y esperar a que bebiera la mitad de su contenido antes de ofrecerle unírseles con el resto en el agua.

—No estamos jugando a nada, pero contigo seríamos 8 y algo se nos puede ocurrir.

Katsuki masculló que se les uniría en unos minutos, y eso bastó para que Ashido lo dejara en paz.

Rodando hasta quedar de espaldas, Katsuki hundió los pies en la arena y entrecerró los ojos al brillo del sol. La tarde refulgía con llamativos colores en la lejanía, y no podía él sentirse más a sus anchas en esa aparente calma que nada ni nadie podía arruinar.

O bueno, al menos eso creía él hasta que su cerebro le jugó una jugarreta de lo más extraña, porque allá, en la distancia y proviniendo de la casa de al lado, Katsuki casi podía jurar que el espejismo en traje de baño y pareo que se acercaba caminando por la orilla del mar no era otra más que Ochako Uraraka en persona.

«Ugh, debo estar medio dormido», pensó Katsuki al tallarse un ojo con afán de sacudirse las últimas trazas de sueño que todavía traía encima, pero sin mucho éxito al parecer, pues la Cara Redonda no desapareció, sino que se volvió más nítida. Ella y su acompañante, un tipo de aproximadamente su edad pero mucho más alto y un tanto ancho de espaldas, aunque su distintivo principal eran unas fuertes piernas de tensas pantorrillas que no tenía inconveniente en presumir con un diminuto traje de baño tipo speedo.

Katsuki puso los ojos en blanco ante tan flagrante muestra de presunción, aunque no tardó en volver a la realidad cuando se hizo evidente que él no era el único que tenía visiones de Uraraka, pues Ashido de pronto dejó lo que estaba haciendo en el agua y corrió a su alcance sobre la arena. Uraraka le correspondió el gesto con la misma efusividad, y fundidas en un abrazo fue que Katsuki por fin dictaminó que era la chica de carne y hueso y no un espejismo, ¿pero qué diablos hacía ahí en primer lugar?

Tras acabarse su botella de agua y devolverla a la hielera para no tener que lidiar con la basura, Katsuki se puso en pie y se acercó al grupo, que se había congregado alrededor de Uraraka mientras ésta presentaba a su acompañante.

—... y éste es Iida-kun.

Su acompañante hizo una reverencia exagerada para alguien de su edad, y al instante lo catalogó Katsuki de empollón, porque con esos lentes de montura cuadrada que se cargaba daba lo mismo si sus músculos estaban bien definidos, ya que su apariencia lo delataba seguro como uno de los primeros de su clase, amante de los libros y seguro que también de las reglas y el orden.

Un tanto rezagado se acercó Katsuki al grupo para hacer notar su presencia, y apenas Uraraka posó sus ojos en él cuando su expresión cambió de amigable a tensa.

—Uhm, no pensé que también vendrías, Bakugou —dijo con un doble tono que algo ocultaba, y Katsuki se cruzó de brazos.

—¿Y por qué no habría de hacerlo? Estoy con mis amigos, así como seguro tú estás con los tuyos. —Una pausa—. ¿Izuku también vino?

—¿Midoriya? —Inquirió Iida, subiéndose las gafas por el puente de la nariz—. Se quedó en la casa. Ayer por la tarde tuvo un golpe de calor y todavía no se recupera del todo.

—Oh, pobre —se condolió Yaoyorozu por él—. ¿Se quedó solo?

—No, Todoroki está con él —respondió Uraraka, y al decirlo sonrió enseñando más dientes que una piraña—. Es una buena suerte para Deku tener un novio tan amable y atento como Todoroki que cuide de él, ¿no les parece?

«¡¿Todoroki?!», en un instante el cerebro de Katsuki hizo cortocircuito, y de no ser porque era físicamente imposible, la representación visual de sus emociones en esos momentos habría sido la de un chispazo en pleno centro de su cráneo y una bocanada de humo negro saliéndole por las orejas.

—No estaba segura si Shouto también iba a venir a pasar estos días en la playa, pero me alegro de que así sea —dijo Yaoyorozu, que después selló su suerte sin planearlo con dobles intenciones—. ¿No les gustaría venir de visita más tarde? Bakugou prometió preparar la cena para todos, y seguro que no le importará tener un par de comensales más si a cambio le ayudamos a cocinar y después a limpiar, ¿verdad?

Puesto contra la espada y la pared, la mirada de Katsuki pasó de Yaoyorozu que nada sospechoso se olía, a Uraraka que no parecía del todo conforme con la invitación, al tal Iida, que primero se rehusó porque no quería causar ninguna clase de molestias y después accedió cuando con voz un poco ronca les aseguró que no tenía problema alguno.

—Sólo espero que Izuku se sienta mejor para entonces —dijo Katsuki, y Uraraka frunció el ceño.

—Puedes apostar que sí. Todoroki se encargará de ello.

Y tras intercambiar despedidas, se alejaron ella e Iida por la misma dirección por la que habían venido.

 

Katsuki aprovechó la primera oportunidad que se le presentó para volver a la casa bajo el pretexto de utilizar el baño y en su lugar escabullirse a su habitación y revisar el móvil para cerciorarse de un dato que resultó ser cierto, porque en efecto, Shouto Todoroki, el menor del clan Todoroki, era justamente el tipo de cabello bicolor que había visto esa misma mañana en el balcón de al lado, y que por ende era el novio de Izuku.

Rechinando los dientes mientras descubría sus redes sociales (el muy idiota apenas si tenía un par de twits en su cuenta verificada, pero en Instagram ostentaba 1k de fotografías y Katsuki tomó nota de revisarlas más tarde y con calma apenas se percató que en las primeras 9 por lo menos en 5 aparecía Izuku de alguna manera) y que no era un adolescente común como todos ellos, sino un adolescente rico y famoso que no pasaba desapercibido en lo absoluto y no tenía ningún inconveniente con serlo.

De paso, un invitado que en un par de horas se les uniría para cenar y que con toda probabilidad traería a Izuku en calidad de novio para refregárselo a Katsuki en la cara. Excepto por supuesto en la parte en que lo hacía deliberadamente, porque seguro ni estaba al tanto de su existencia. Aunque en caso de estarlo... ¿Qué tanto podía haberlo contado Izuku de él? ¿De su finiquitada amistad de infancia? ¿O de su no-relación romántica que había acabado en cenizas años atrás?

Con los ánimos por los suelos, Katsuki casi saltó fuera de su piel cuando su móvil vibró con una notificación, y justo la persona con la que menos quería hablar en esos momentos le escribió.

 

IM: Ochako me lo contó.

IM: ¿En verdad te estás hospedando en la casa de al lado?

 

Katsuki camino por la habitación como tigre enjaulado, y con dedos torpes escribió y reescribió su mensaje hasta quedar del todo satisfecho con su contenido.

 

KB: Sí, vine con mis amigos.

KB: ¿Qué historia es esa de que sufriste un golpe de calor?

IM: No fue nada.

IM: Ayer me confié del clima nublado y olvidé ponerme bloqueador solar como es debido.

IM: Hoy desperté con dolor de cabeza y una leve deshidratación, pero ya estoy mejor. Gracias por preguntar.

KB: La cara redonda no perdió oportunidad en recalcar que tu novio te cuidó mejor que nadie.

IM: Bueno... Es lógico. Shouto tiene experiencia con golpes de calor. Cada año lleva un curso de primeros auxilios porque es el encargado del botiquín en su equipo. Es su deber.

 

—Ya, y para nada tendrá que ver con que... con que... —Katsuki se negó a pronunciar aquellas palabras, pues incluso a solas se envenenaba con ellas en la lengua, así que volvió a apretar la mandíbula y escribió.

 

KB. Lo que sea. ¿Vendrás más tarde a cenar?

IM: No lo sé. Supongo que sí. Dependerá si Shouto quiere acompañarme. Me sabría mal dejarlo a solas.

KB: Tráelo.

IM: ¿Estás seguro?

KB: ¿Por qué no? Tarde o temprano tendremos que conocerlo, ¿o no? Más ahora que Ashido está empecinada en retomar su amistad con Uraraka y arrastrarte al grupo también.

IM: Es muy amable de tu parte. Haré todo lo posible por asistir a la cena.

KB: Genial. Nos vemos más tarde.

 

Y apagando la pantalla de su móvil, Katsuki se dejó caer hasta quedar sentado de cuclillas, y cubriéndose los ojos con una mano, se mordió los nudillos de la otra para no ceder al impulso casi animal de gritar.

O llorar.

 

/*/*/*/*

Notas finales:

Yep, Todoroki tardó en aparecer pero es el novio, y a Katsuki le va a doler como nunca no haber apreciado a Izuku cuando tenía oportunidad. Apuesten a que esos días de Golden Week van a ser memorables.
Nos vemos el viernes (con comentarios) o el próximo miércoles (sin), pero de que hay actualización la hay :)
Graxie por leer~!


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